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zLos Niños de la Lluvia, Rosalba López Lópe
por
Rosalba López López
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Nos enseñamos a comer flores y saciar nuestros antojos en la miel de sus corolas, a reconocer el aire que trae consigo el diluvio y batirnos con la lluvia volviendo del llano esquivando pinos de picudas crestas.
Anduvimos con el cansancio mordiéndonos los pies, con el peso a cuestas de la ropa mojada y el agua escurriendo lento por los tobillos.
Tiernas pieles morenas tostadas por el sol refugian aromas traídos del campo y delatan el juego diurno del pequeño pastor: hierba, trementina, charcos, estiércol y sal.
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El paraguas olvidado espera paciente en casa mientras el corral aguarda por las ovejas, en el fogón hierve un atole de masa y los niños huyen de la tormenta.
Se viste la tarde de oscuridad nos vemos apenas entre relámpagos y a falta de velas que iluminen el llanto dice mi abuela que mejor durmamos.
Lavado el cielo y despierto el sol corrimos descalzos por el patio, con la tierra alimentando nuestras plantas, aunque al cedro de nuestra casa lo partió por la mitad un rayo.