EL PAÍS
EL PRESIDENTE Y LA CLASE MEDIA POR CARLOS JAVIER GONZÁLEZ
E
n las últimas semanas pareciera que el presidente López Obrador ha tenido destellos de lo que muchos quisieran ver en un jefe de Estado. Concretamente, a partir de la visita que realizó a Estados Unidos para encontrarse con Donald Trump, de quien muchos esperaban una actitud contraria a los intereses mexicanos y un franco desdén hacia López Obrador. La verdad es que nada de eso aconteció, y la visita fue espléndida. Un discurso digno de un estadista, que en un breve lapso de tiempo incluyó referencias históricas intencionadas, recordatorio de agravios, reconocimiento de las ventajas de la integración comercial de un tratado que no lleva su firma. Obtuvo a cambio, pronunciamientos de respeto hacia los connacionales que viven en Estados Unidos. Si bien es cierto Donald Trump lo utilizó para lanzar un esfuerzo de atracción de los votantes latinos hacia su candidatura, se puede decir que López Obrador salió con la dignidad intacta.
las manifestaciones en automóvil que son convocadas -según algunos- por FRENA, organización de ultraderecha con pronunciamientos decimonónicos dignos del más rancio conservadurismo. Y sin embargo, la gente que acude a muchas de esas manifestaciones seguramente dejarían de hacerlo si conocieran dichas ideologías en que se sustenta pero, ante la carencia real de opciones en el espectro político, se acercan a esta organización con la esperanza de crear un polo anti López Obrador y su partido Morena, con quienes no encuentran ninguna identidad o empatía.
A su regreso, contrariamente a lo que se podía esperar, el presidente no volvió a los agravios desmesurados y divisionistas, sino que por el contrario se ha mostrado un poco más conciliador y abierto a la discusión de ideas, aunque difieran de las suyas. Y eso parece acercarlos un poco al centro político y a las clases medias, que se han sentido agraviadas desde el inicio de su gestión, con múltiples insultos, descalificaciones, cuestionamientos sin sentido y una serie de políticas públicas que han impactado en su calidad de vida y, sobre todo, en la certeza de un futuro estable.
El presidente López Obrador, que sabe que los efectos de la pandemia y la crisis económica provocada entre otras cosas por su desprecio a las empresas y empresarios -del tamaño que sean-, aunado a una política económica únicamente sustentada en la ideología recaerá de manera principal entre las capas más desfavorecidas de la sociedad y a quienes no basta con los apoyos sociales de la 4T, se ha lanzado en pos de las clases medias. Ha mostrado una actitud que sin duda alguna será bien estudiada por quienes tienen una mayor capacidad de análisis, tales como la no intromisión directa en la designación de los cuatro consejeros del INE; una reforma a las pensiones que beneficiará a aquéllos que tienen un empleo formal; un acercamiento a gobernadores de oposición con los que ha manifestado una voluntad de colaboración en beneficio de la ciudadanía; aceptación de pensamientos divergentes en su gabinete como el caso de Jiménez Espriú, entre otras.
En los días recientes parece ser que el Presidente ha volteado a ver – por fin- al centro y coquetea con las clases medias. Esas clases medias que por ahora encuentran un desesperado desahogo en
Este cambio durará hasta que le convenga a sus intereses políticos y a la renovación de la Cámara de Diputados federal y 15 gubernaturas en 2021. Aún no se sabe el impacto que el mal manejo de la pan-
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