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FORMA Y FONDO
PORTADA de México
Toda reflexión sólida sobre la realidad electoral y el sistema de partidos en México deberá partir de sus orígenes y determinantes históricos en los que se forma. Una de las guías en la investigación se relaciona con el clivaje “conservadurismo y liberalismo” fuertemente acentuado en tiempos de la Reforma; esta división social y política se vincula históricamente con el movimiento independentista de 1810 que aspiró a la construcción de una nación soberana y libre frente al “realismo” entendido como la preservación y continuación del régimen monárquico español. Estas fuertes posiciones ideológicas se extendieron al periodo reformista de mediados del siglo XIX y sentaron las bases primigenias del Estado Mexicano y la visión del futuro de Nación. La Revolución Mexicana surge como un disruptor del poder político de la dictadura porfirista inspirando los derechos políticos y sociales que, al final del conflicto armado, se expresaron en la Constitución de 1917.
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La formación del Estado Mexicano posrevolucionario adoptó una actitud excluyente y monolítica, de corte nacionalista, privilegiada por el militarismo triunfante que produjo grandes cambios sociales, políticos y económicos en México. Para enfrentar la reacción de los excluidos grupos de interés y mantener su proyecto de Nación, estos gobiernos concentraron facultades y atribuciones para orientar el desarrollo nacional en función de logros sociales que beneficiaran a las mayorías socialmente vulnerables.
Ante esta concentración del poder político, las élites sociales y económicas desplazadas reaccionan y se organizan en una oposición que resiste a los cambios y transformaciones operadas por los nuevos gobiernos. Pablo González Casanova refirió en su libro “La democracia en México” (1975): “Los partidos de oposición que han luchado en forma permanente solo han llegado en realidad a constituir
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grupos de presión, más o menos numerosos, cuyos dirigentes tienen plena conciencia de que en el momento de lanzarse a una elección de gobernador, senador o presidente están avocados a perderla.”
En la búsqueda de alianzas y contrapesos políticos se explica en el mismo texto: “La oposición, en las
Con la fundación del Partido Acción Nacional (PAN) en 1939, liderazgos políticos, económicos, sociales y religiosos se alinean como partido opositor. Con una oposición organizada, la escisión social se expresa en temas sensibles como: participación política, crecimiento del Estado, libertad de enseñanza, derechos laborales, reparto de tierras, sufragio libre y respetado y una amplia gama de la agenda de trabajo política y social de los regímenes posrevolucionarios. Las siguientes décadas registrarían propuestas ideológicas partidistas en torno al gobernante PRI; por una parte, el Partido Acción Nacional (PAN) fundado en 1939 con orientación laica y conservadora; el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM) constituido en 1954 con una orientación para-estatal; el Partido Demócrata Mexicano (PDM) fundado en 1975 de base sinarquista y católica; del otro lado, el Partido Comunista Mexicano (PCM) intermitente y con registros históricos desde 1919 hasta 1978; el Partido Popular Socialista (PPS) en 1961 con fundamentos marxistas; Partido Socialista de los Trabajadores (PST) de orientación trotskista establecido en 1972; el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) formado en 1979 también de orientación trotskista fundado principalmente por maestros y estudiantes de la UNAM.
Así la oposición política del gobernante PRI, su hegemonía prevaleció en sus tres fases históricas: PNR (1929), PRM (1938) y PRI (1946) vino a debilitarse a partir de los gobiernos priístas de tendencia neoliberal, exhibiendo una fuerte crisis interna con el supuesto fraude electoral de 1988 y con la fallida candidatura de Colosio en 1993. El acercamiento de la facción neoliberal del PRI durante el gobierno salinista y grupos afines del PAN se hizo evidente a partir de los años ochenta. Esta conexión ya había sido advertida por el periodista Antonio Vargas McDonald desde 1975: “CADA DÍA SE ACERCA MÁS EL PAN AL PRI” (Revista Siempre, 15 XII de 1975). Estas afinidades se materializarían con el arribo de los gobiernos panistas de Fox (2000) y Calderón (2006). Una nueva reedición de gobiernos tricolores aparece en el gobierno de Peña Nieto en 2012 afianzando en el imaginario político la vinculación de ambos partidos. El calificativo de “PRIAN” utilizado en la campaña lopezobradorista revela este nexo.
En nuestros días, la polarización electoral sigue siendo consistente con las luchas de liberales y conservadores en el siglo XIX. El escenario de los partidos políticos en la actualidad vuelve a mostrar esa tensión polarizante con la integración de la alianza “Sí por México” con participación empresarial y de asociaciones civiles. En esta alianza electoral para contender en las elecciones federales de 2021 se unen el PAN, el PRI y el PRD con la pretensión de ganar la mayoría en la Cámara de Diputados y resistir el alud de reformas legislativas y gubernamentales aprobadas durante la llamada IV Transformación. Ante esta alianza, Morena (partido oficialista) formula alianzas con el Partido del Trabajo (PT) y el Partido Verde Ecologista de México (PVEM).
Lo que está en juego es el futuro político de México desde dos proyectos de Nación: el retorno a las
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prácticas neoliberales con viso empresarial frente a la consolidación del proyecto de beneficios sociales para las grandes mayorías que proponen los morenistas y sus aliados.
Para fortuna de los mexicanos, nuestra democracia tiene sólidos fundamentos. El voto electoral está sustentado en la ley definiéndose como universal, libre, secreto, directo, personal e intransferible. Adicionalmente, se prohíben lo actos que generan presión o coacción a los electores (Art. 7, inciso 2, LGIPE). Por lo que, constitucionalmente, se protege al votante y al voto, manteniendo el principio de la voluntad individual como base de la construcción de la voluntad social.
No estamos exentos de riesgos. En un sistema de partidos, lamentablemente, no siempre confluyen el ideal democrático y la realidad electoral. Prácticas ilegales y posturas demagógicas, recursos difamatorios, aumentados por los recursos mercadológicos y publicitarios, añadido a las estrategias perversas de contacto comunicacional con los electores pueden contaminar el escenario electoral. En este contexto, el pronunciamiento del Instituto Nacional Electoral (INE) eleva la incertidumbre cuando demanda a los actores políticos limitar sus expresiones sobre candidatos, partidos y posturas de campaña por considerar que influyen en la libertad del voto. No obstante, lo que induce es la limitación a la libertad de expresión de los actores políticos. No es admisible que una autoridad electoral limite las expresiones políticas durante las campañas. Cada candidato, partido o autoridad es libre y a la vez responsable de sus pronunciamientos. La supremacía de la ley y nuestro régimen de derecho está por encima de organismos electorales y de empresas privadas que fiscalizan las redes sociales que pueden restringir la libre expresión de sus usuarios. Recordemos que la solidez de la democracia se sustenta en la libertad humana.
El votante, en la elección federal del 6 de junio de 2021, se encuentra frente a un escenario de alta polarización electoral. Por ello, los mexicanos debemos prepararnos para una contienda competida en un marco ampliado de información sobre candidatos y los partidos que representan, considerando reflexivamente lo que está en juego en esta elección y sus consecuencias políticas.
Carlos Mendoza Sepúlveda es Doctor en Gestión de la Educación Superior por la Universidad de Guadalajara con estudios de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid.