R E V I S T A
L I T E R A R I A
PUÑO Y LETRA REVISTA LITERARIA
índice
relato breve nota del editor De todos los números publicados, éste es el más atrevido y es el primero en el que la revista tiene una idea central. Publicamos, en esta ocasión, trabajos de muerte, de obsesiones, de cosas que preferimos guardarnos la mayoría de las veces. Ideas que, al igual que los insectos, salen de sus escondites en cuanto se apaga la luz. Felicitamos a los autores por esta apertura y agradecemos a todos los que han estado trabajando para el desarrollo de nuestro proyecto. Director general francisco piñón directora editorial karla gaytán ilustración y arte brenda cortés nelda ochoa consejo editorial cindy peña damián pacheco adriana lozano diseño editorial y armado brenda cortés karla gaytán nelda ochoa mercadotecnia y medios electrónicos rené rodríguez
Verán (UNO)
LIgues casuales (UNO)
ñenguillón (DOS)
agua turbia
(DOS)
CUENTO Caminito de la escuela (TRES)
desde arriba (CUAtro)
exámenes de próstata (SIETE)
manual para el estornudo propio (NUEVE)
una mesa y una mosca (ONCE)
sam d.
(DOCE)
POESÍA Buitre (TRECE)
mala suerte (CATORCE)
entonces todavía (QUINCE)
t.v. (DIECISÉIS)
epigrama 37
(DIECISIETE)
ÍNDICE DE AUTORES
( ) Tanto el equipo editorial de la revista Puño y Letra como sus asesores no comparten las opiniones y/o criterios expresados en los textos publicados. El contenido de los textos es responsabilidad única de los autores de los mismos.
(RELATO BREVE)
Verán Anna Cecilia Arrambide
Es muy fácil matar a un insecto porque nunca se queja. No hace ruido alguno: no chilla, no grita, no insulta, no habla, no maldice, nada. Es muy fácil ver una arañita y jugar a darle con el zapato mientras ella salta y salta desesperada. Se nos vuelve toda una aventura agarrar a guamazos al pobre grillo, a la sucia (pero qué sucia) cucaracha, al ciempiés que ya no encuentra ni con qué patitas correr, a la hormiguita perdida, al mosquito viajero, a la inocente catarina que no sabe que ser bonita no es ninguna garantía, a la ciega palomilla. Verán, no obstante, que si no mato a los insectos no es por cuestión de generosidad, es realmente por miedo. Miedo de saber que soy otro insecto, un Gregorio Samsa. Que caerá sobre mí un santo chanclazo, que me enterrarán en la espalda una manzana, que llenarán de agua mi madriguera, que quedaré prensada al piso, a la pared. Porque sé que somos insignificantes… Quiénes somos nosotros para creernos la crema y nata de la vida, los dioses del universo, el ojo de agua puro y perdido. Verán, si no los mato es porque no quiero.
Ligues Casuales Tomás Guillermo Desmond Bravo Estuvimos bromeando algunos minutos; me dijo que era muy bueno escuchando y conversando pero no había mencionado detalle alguno de mí, a lo que le respondí: “Si me preguntas, me considero bastante simpático.” Soltó la risa y cuando se detuvo me miró a los ojos. Estábamos en mi sala, sentados en el sillón blanco. No sé realmente que pasaba por su mente, pero ella simplemente recostó su cabeza en mi brazo derecho y puso su mano en mi pierna. No dudé ni un instante, “¡ese era el momento!”, me dije. Con mi otra mano tomé su rostro y antes de besarla vino a mi cabeza una sola cosa, la primera frase que me dijo hace apenas un par de horas, después de conocerla, “Mi novio y yo llegaremos vírgenes y fieles hasta el altar.”…
UNO
Ñenguillón
Manuel García Jurado Definición Defínase ñenguillón como el número más grande que una persona con complejo de inferioridad pueda imaginar. Etimología La palabra ñenguillón proviene del mexicanismo ñengo, que significa desmedrado, flaco, enclenque, y del productivo sufijo illón, que sirve para hacer millones. Uso El ñenguillón es un número que se sabe insignificante ante la majestuosidad de lo infinito, por lo que refleja una manía por subestimar lo propio. La palabra alude a una cantidad grande e imprecisa, aunque seguramente no tan grande como otras, y mira que no entiendo por qué, si trabajo todo el día, todos los días.
Agua Turbia
Rodrigo Valencia Cotera Sí, eso era; lo había descubierto al fin. Después de tantos años en los que su alma había sido desgarrada entendía por que había tanto dolor. El agua de la fuente era turbia, tan turbia como el agua de un manglar, y ciertamente no era ni siquiera potable. Juntó sus manos y las sumergió. Un escalofrío recorrió su espalda y sintió que algo se rompió dentro de su pecho. Cayó de espaldas al suelo. No sintió dolor, sólo alegría. Aquel viaje le había hecho cambiar. Entendió ese día que solamente había sido programado; entendió aquel día porqué la felicidad parecía como algo imposible. La verdad no estaba en la fuente, no estaba en el camino, la verdad estaba en él. Miró el cielo. Sintió una paz interior indescriptible, las nubes cruzaban el cielo y las cascadas de rayos solares bajaban hasta reposar en la hierba. Suspiró. El sabio tenía razón, la fuente era un simple mito. Cerró los ojos y se dio gracias a sí mismo por haber tomado el camino alterno. Fue ese día cuando encontró la eterna juventud, la inmortalidad.
DOS
(CUENTO)
Me falta la tarea de matemáticas. El día empieza a clarear. Camino hacia la parada del camión. Paso entre los matorrales, el polvo; salto la víbora. Mi blusa blanca se atora con una de las ramas, con un poco de saliva trato de quitarle la tierrita. ¿Por qué le siguen poniendo blanco al uniforme? Nunca se queda blanco. El viento empieza a soplar. La falda de mi uniforme vuela con el aire. Ojalá soplara en la tarde cuando está el calorón y no antes de que la maestra vea que sí llegué bien. Tendré que correr al baño a limpiarme, si es que quiero entrar a clases. A lo lejos, se ve una carcachita que levanta una nube de polvo. Ese es mi camión. Salgo disparada hacia él. Lo alcanzo cuando el último niño se está subiendo. De brinco me subo porque está roto el primer escalón.
Caminito de la escuela Cassandra Pierce
Me siento en la primera fila, justo atrás del chofer, para que me oiga y no se le pase otra vez mi parada. La vez pasada, la maestra no me dejó entrar por llegar tarde. Pongo mi mochila en el asiento de al lado para que nadie se siente. ¿Habrá hecho María la tarea? ¿Me la pasará? Se me antojan unas enchiladas. El chofer me ve por su espejo. Le levanto la cara. ¿Qué me ve? Me sacudo la falda y se oye un rechinido. El camión se para; damos el latigazo. El polvo se levanta y casi no podemos ver. Alguien tose. Se sube una persona con una pistola en la mano. ¡Bájese ya! Le grita al camionero. ¡Sí pero no me mate! El tipo le dispara. Veo hacia abajo, la sangre me salpicó mi uniforme. ¿Cómo me voy a desmanchar? Ya estuvo que no entre a clase otra vez. El tipo le escupe al muertito, voltea y nos dice: Bájense. Nos bajamos. Estoy todavía a varias cuadras de la escuela. Tonto chofer. Se escuchan las campanas de la escuela. Me echo a correr, mochila entre los brazos. Ya está entrando Mandito al salón. Medio me froto la cara con los dedos para quitarme el polvo que traigo pegado. ¿Señorita Pérez, por qué está sucia? No es mi culpa maestra: balearon al chofer.
(CUENTO)
TRES
DesdeArriba Va n e s s a G a r z a
Dicen que son exhalaciones de gigantes, otros dicen esconden las almas en el cielo. La verdad es que no está muy claro por qué están flotando arriba, por qué los cerros las retienen y por qué cambian de forma cuando uno las mira fijamente. A veces se juntan con el único propósito de pintar el cielo de rosa y formar un gran edredón de algodón para arropar la tarde. Otras veces, están estrujadas, grises y enojadas. Truenan anunciando lluvia o al final avientan rayos de colores con la luz del sol, lo cual nos indica que el coraje ya pasó. Las nubes. Siempre juntitas en el cielo y platicando entre ellas. -Te vez muy aborregada hoy… -¿Supieron de la lluvia de ayer?... -¿Cuánto me tardo si voy a….? -¡Qué asco! ¡Han estado aventando gases toda la tarde con sus mofles! -¡Atrás nubeperros! ¡Allá voy! -Nos faltan siete, ya casi tapamos todo el pueblo… -¡Por acá! ¡Ven por acá! ¡Suéltate! Y toda la tarde las nubes cuchichean, gritan o hablan en todos los tonos y volúmenes posibles, acerca de problemas que ven en la gente. Lamentan las pestes de gases. Algunas muy involucradas lloran cuando ven gente o animales tristes, mientras otras simplemente surcan el cielo sin importarles los humanos. Incluso hay unas que los ven como enemigos, quienes las molestan o las extinguen. A veces provocan adrede algunos tifones con la esperanza de apagar esas chimeneas, para luego desilusionadas parar y ver que casi nunca lo logran. A todos nosotros, aquí abajo, ese tipo de conflictos nos pasan desapercibidos, sin embargo, algunos niños las observan por minutos para verles formas. ¡Les parecen tan divertidas! La mayoría las apreciamos cuando estamos tirados descansando, cuando estamos muy compungidos o queremos encontrar una respuesta mirando hacia arriba, ya sea por ejemplo el clima. Otros más las vemos intrigados, sintiéndonos pequeñitos ante la inmensidad y avance del cielo sobre nuestras cabezas.
CUATRO
Entre todos tratamos que las nubes nos den respuestas, pero pocos ponemos atención a las preguntas de las nubes. Para ser justos, debo hacer una excepción y esa es Adriana. Adriana juega en el parque y disimuladamente pone atención a todo el ruido que hay arriba. Adriana sueña como las nubes celestes le adornan sus cabellos en una inmensa fiesta. Adriana también sueña en que de repente va a aliviar la asfixia de las nubes entre tanto gas. Esa es Adriana, siempre en las nubes. Los papás de Adriana desesperan con ella porque no pone atención ni en la casa ni en la escuela. La mamá de Adriana en las tardes al verla distraída, le comenta a sus amigas entre preocupada y con risa: -Miren, la perdimos. Adriana tiene calificaciones pésimas y sólo piensa en ir al parque. La mamá tiene miedo de que repruebe año. A Adriana eso la tiene sin cuidado, incluso le gusta ir a la escuela, pero únicamente porque su banco da con la ventana. En su casa no es muy distinto, le gusta estar tendida en la cama que tiene junto una ventana y en las tardes siempre quiere ir al parque que está frente a su casa. Su mamá, a duras penas, logra que Adriana haga la tarea, bajo el chantaje no tarea, no parque. Ella, ante esto, se apresura a terminar lo antes posible, pero a veces batalla, las letras se le confunden y acaba haciendo garabatos ilegibles frente a la mirada contrariada de su mamá. Una vez terminada la tarea, y con las correcciones hechas, madre e hija salen al verde parque que espera impaciente la llegada de sus amigas. Adriana se pasa toda la tarde corriendo, dando vueltas en su eje, en el columpio o sentada bajo un roble grande cerca de la plaza. La mamá de Adriana se dispone a leer viendo de lejos a su hija sin entenderla del todo, pero con aquella adoración que le da la certeza de que Adriana pese a su carácter, con la edad, podrá ser más enfocada en la escuela y en las cosas que competen a la vida diaria. Para Adriana el fin de la tarea marca el inicio de la tarde, ahora está sumergida en un mundo de animales de algodón, conversaciones divertidas y al final una lluvia de estrellas adornando su cabeza. Así era su vida, la espera del inicio de la tarde. Adriana pronto cumplirá ocho años. Un día Adriana estaba muy atenta en un columpio escuchando una conversación arriba. -¿Sí? -Volaron pedazos para todos lados, se va llenar aquí…
“Y toda la tarde las nubes cuchichean, gritanloso tonos hablan,y en todos volúmenes posibles...“
Adriana lleva buen rato impulsándose, no quería perderse nada de la conversación, aunque nunca la entendió del todo y en este momento vemos como Adriana se desploma hacia el pasto. Su mamá también lo vio y rápido fue a levantarla. Adriana está en cama. Se siente aletargada y le duele mucho la cabeza, no se acuerda de casi nada. Su mamá la regaña porque no hizo la última tarea, pero podemos ver que está triste y tiene los ojos muy redondos y hundidos. Adriana no entiende, mejor mira la ventana. Los días pasan sobre la casa de los González, Adriana espera sumergida entre sus almohadas. Ya no la vemos confundida, pero sí muy ausente. La mamá llora a ratitos en la cocina, su papá trabaja todo el día y llega muy noche a la casa. Adriana no tiene hermanos y el parque se queda esperando a sus amigas ya por meses. -Adriana llevas durmiendo todo el día, ¿no quieres ver televisión? Ella no contesta, no parece importarle lo que le dicen, a veces parece que no entiende. El caso es que Adriana ya no habla y su mamá se desespera. Los doctores salen y entran pero nadie aclara qué pasa. Han pasado ya cuatro meses y Adriana, con sus ocho años, sigue en cama. Ahora es muy flaquita y está muy tranquila. Duerme todo el día y la casa de los Gonzalez se llena de visitas. Arriba las cosas no han cambiado mucho, los mismos cuchicheos, gritos, risas y movimiento. Las nubes hacen preparativos. Ahora Adriana entiende todo lo que oye. -¡Apúrate Adriana! -Adri ¿ya mero? Mira que te estamos esperando… -Ay Adri, el otro día hicimos un coraje enorme porque a unos tipos se les ocurrió incendiar un cerro de llantas ¡Sí! ¡Los muy tontos, muy contentos quemando llantas! Y ahí nos vez a nosotras tratando de apagar el fuego… Y Adriana pone atención y todo le parece muy claro. Adriana ya no está distraída, ella ya está en casa. Ahora ella puede ser una nubeperro, una colcha, un león rosa y tener los cabellos llenos de estrellas. Y todos respiramos aliviados de ya no ver a Adriana tan flaca, nosotros volteamos hacia arriba y tratamos de encontrar entre todo el bullicio la voz de Adriana.
SEIS
Exámenesde
Próstata
Rodrigo de la Garza
No sólo se dio cuenta a sus cuarenta años del vacío existencial que había tenido a lo largo de su vida, sino que también se dio cuenta que estaba perdidamente enamorado de su proctólogo. No había manera más sutil de explicarlo: era aquella cosa que lo llenaba por dentro, lo inflaba como globo de puro nervio y cosquilleo todas las veces que iba a revisarse la próstata; y aunque fuese amor, era mucho más a la misma vez. Era aquel prologando dedo que se salía de plano de la mano del médico. Lo mataba, el doctor Gómez lo mataba. Nunca hubiera pensado que el amor lo encontraría en un consultorio, que por cierto, era el único de la ciudad que en verdad se parecía a un consultorio. Era tan modesto, tan simétrico, con el Juramento Hipocrático colgado en alguna parte de aquel conglomerado de vastos títulos y fotos familiares. Pero lo que realmente lo hacía consultorio era el blanco, una estancia monocromática donde lo único que relucía por el color eran las fotos familiares: él con sus dos hijas, él de pesca, él sentado en un sillón. Lo demás era modesto en cuanto al color: el escritorio, las paredes, los títulos, la piel del Dr. Gómez, un doctor lánguido y tenue, con la nariz punteada y el pelo negro, con unos dedotes que le llegaba casi a las rodillas. El Dr. Gómez se equivocó de vida, pensaba Leónides, seguro se equivocó. Su vida sería más bonita si fuera, por ejemplo, masajista, o por ejemplo, mi novio. El doc trabajaba de nueve de la mañana a seis de la tarde, era un trabajador impecable, lo reconocía, pero ¿a qué jugaba cuando lo revisaba? ¿Por qué últimamente el doc le empezaba a negar las revisiones? Es cierto, ir a que le revisen a uno la próstata todos los días después de comer es un tanto exagerado pero, al fin de cuentas, lo hacía porque nada más lo podía llenar. Todo vacío se tapa con algo, el tamaño del vacío es directamente proporcional con lo que se va a tapar. Ahí la justificación de sus constantes visitas, ahí la justificación de la búsqueda de la felicidad; o si no, entonces, la búsqueda de una omisión al vacio, la pesquisa que, inconscientemente quizás, emprendió a lo largo de cuarenta años sin ningún éxito considerable obtenido. Por eso se armó de valor, por eso le fue a decir todo lo que sentía, por eso le dejó de importar el mundo en el momento que entendió que el mundo no valía de su atención sin el Dr. Gómez a su lado, en una casa allá por California, junto al mar, comprando comida orgánica, juntándose con gente esnob, fumando de vez en cuando un churrín de marihuana, todo en un plan sano, pero con el Dr. Gómez y sus maravillosos dedos. De hecho, California, los vinos, las parafernalias, la mota, todo eso se podría omitir, podría sacarle la vuelta, todo con tal de tener aquellas manos, aquellos dedos, los dedos del amor. SIETE
Y el consultorio se proyectaba como un reflejo de los años constantes del doctor, de su vida devota al status quo y a la rutina. El consultorio era tan impecable que Leónides prefería decírselo en otro lado, en otro tiempo que no fuera de nueve a seis. Que podría hacerlo, pero no lo concebía por dos razones: la primera era que Leónides era ajeno a cualquier otro ámbito de la vida del doctor que no fuesen los exámenes de próstata que éste practicaba; la segunda razón era por los mismos exámenes de próstata: eran moralmente impracticables en otro lado que no fuese su consultorio; y un examen de próstata después de una confesión, por lo menos, sería un incentivo hacia el amor. Sólo necesitaba una frase que confesara todo, que tenga una honestidad pícara pero seria. -Sabe doctor, usted cobra demasiado para sólo revisarme con dos dedos. El doctor era de los más brillantes de su generación, lo entendió todo al instante. El aire acondicionado se le hacía más frío que lo usual, el blanco más blanco, la vida mucho más clara, pero seguía jugando. -Tengo hijos, tengo esposa. ¡Ay Dios cómo hace frío aquí! -Seríamos tan felices doctor. Desde ese momento lo fueron, al principio uno más que el otro, hasta que Leónides empezó a aprender a realizar exámenes de próstata.
OCHO
Manual para el estornudo
propio
Carlos Chávez
El estornudo avisa; no se preocupe. Sin respetar la hora o el momento, el inconfundible cosquilleo detrás de la nariz se manifestará. No se alarme. Es imperativo que interrumpa momentáneamente sus actividades y se detenga a evaluar si un estornudo es factible. Si no lo es, dispóngase a reanudar su quehacer. Si alguien observó su conmoción y parece confundido por su comportamiento, explique que acaba de perdérsele un estornudo; esta persona entenderá perfectamente por lo que usted acaba de pasar. En caso de que el estornudo sea factible, no solo será factible sino inevitable. Proceda inmediatamente a ubicar un punto indefinido en el horizonte y espere la siguiente etapa del estornudo Una repentina acidez le invadirá sus ojos, sus mejillas, sus fosas nasales, el espacio entre éstas y su boca, su boca, el entrecejo, así como la parte superior de su paladar y, por supuesto, la cavidad interna de su nariz. Dicha sensación de irritación crecerá rápidamente en su rostro obligándolo a torcer su cara en una mueca (bastante cómica, por cierto) de sufrimiento. Vaya apuntando su cabeza en dirección a un lugar desierto en el espacio y cubra con su mano derecha el área de su nariz y boca. Sus ojos se cerrarán de tanta irritación y dependiendo de la intensidad, podrían cubrirse de una ligera película de lágrimas. Pero usted resista, porque su sufrimiento se solucionará (tan rápido como se generó) en una ruidosa catarsis. Un violento espasmo lo sacudirá y el repentino cambio de presión en su cavidad nasal liberará una corriente aérea a una velocidad de entre 110 y 160 kilómetros por hora. En el justo momento de la convulsión, sacudirá su cabeza hacia adelante involuntariamente y probablemente haga una exclamación onomatopéyica; estos son reflejos normales. Tómese la libertad de hacer espaviento y de prolongar la exclamación el tiempo que necesite. Es necesario notar que no todo está fijo dentro de su nariz y boca por lo que las ráfagas aéreas propulsadas podrían llevar consigo segregaciones corpóreas que, comúnmente, se componen por saliva y mucosa. Es sabido, sin embargo, que de vez en cuando también se puede expulsar sangre. No se preocupe, nada de lo que pierda en un estornudo es indispensable para su cuerpo. Es importante que si está usted comiendo, haga lo posible por conservar la comida dentro de su boca y en cualquier situación evite al máximo el direccionar su estornudo hacia otra persona; no es que estornudemos plomo pero a nadie le gusta ser bañado en segregaciones ajenas.
NUEVE
“
No se preocupe, nada de lo que pierda en un estornudo es indispensable para su cuerpo.
“
Lo común es que estas segregaciones sean expulsadas en forma de un rocío ligero, sin embargo en ocasiones pueden tener presentaciones más viscosas. En caso de que esto suceda, valdría la pena detenerse a mirar el color de la expulsión; si ésta es de color claro o transparente, sufre usted una ligera congestión; en caso de que el color sea amarillo turbio, es probable que tenga usted una infección en su garganta y deba guardar reposo un tiempo. Proceda a limpiar dicha expulsión de su persona y arrójela en el contenedor de basura más cercano. Independientemente del color de su mucosa, es común que la gente en la cercanía (más por costumbre que por cortesía) le deseé buena salud. Sea usted amable y dele las gracias a su bienhechor. Algunas personas suelen estornudar en serie, haciendo dos o hasta tres expulsiones seguidas. Asegúrese de haber estornudado todas las veces necesarias antes de disponerse a reanudar sus actividades.
A pesar de la terrible imagen que supone la tortura de un ser humano por obra de los misterios nasales, la convulsión tan violenta que le continúa, así como la expulsión descontrolada de restos de bacterias y virus (que no vacilaran en atacar a otro organismo en las cercanías), las personas nos hemos acostumbrado tanto a estas cómicas manifestaciones de la mortalidad humana que este ritual muy probablemente pasará casi inadvertido por todos y nadie lo recordará posteriormente, no porque no haya sido registrado en su memoria, sino porque simplemente nadie requerirá reparar en aquel detalle en ningún punto del futuro.
DIEZ
David Villarr eal
Unamesa
y una
mosca
Tronaba como nunca afuera del pequeño departamento de Rosa. Dentro de éste, lo único que se oía eran los golpes húmedos de la lluvia contra los cristales. Rosa prendía un cigarrillo, mientras el hombre la veía desde el otro lado del cuarto. Estaba sentado. Un vaso caliente de whisky en la mano. Sólo removía su contenido: su mirada fija en Rosa. Una mosca se posó en la mesa que separaba a la mujer y al hombre. Una mesa y una mosca. Rosa se sentó y prendió otro cigarrillo. Aún cuando los separaba la mesa y la mosca, había en el aire una cierta tensión: los dos no se atrevían a murmurar palabra. Se regodeaban en el sepulcral silencio que los separaba pero que los unía más que nunca, en ese pequeño departamento de un séptimo piso de un edificio cualquiera. Se sabe que el mundo no se detiene sólo por algo que le sucede a un ser humano. En este caso, el mundo hizo una excepción, deteniendo su movimiento eterno y manteniendo la misma hora, el mismo minuto, el mismo segundo. Disfrutando la pasión del instante, el intenso dolor de los dos contendientes. La lujuria que encendía los ojos claros de ambos. Dos instantes eternos. Dos humanos unidos por la pasión que los unió hace tiempo atrás. Dos cuerpos sin alma, vendida hace tiempo ya, al diablo. Una mesa y una mosca. Se oyó otro trueno fuera del departamento. La mosca voló. El hombre y la mujer se avalanzaron uno al otro en desesperación, hartos del momento, hartos del dolor. Buscaron en ellos mismos un frustrante alivio, mientras los dos instantes se fundían en uno solo. ONCE
Sam D. Jessamyn Stephanía
No creo que sintamos lo mismo, ¿me entiendes?- crucé un brazo y con el otro detenía el cigarrillo tratando de hacer ademanes que suavizaran el golpe para no tenerla en llanto haciendo una escena pues suficiente era que me sacara de mi evento familiar. –Cuando me fui a Canadá, yo vi el mundo en toda otra perspectiva, ¿sí?, y tú… pues siempre significaste mucho para mí –mentira suavizante- y aunque sea en vano admitirlo, esas noches me la pasé increíble – verdad indecorosa.- Ahora no sé si somos tú y yo en una misma oración o si alguna vez lo fuimos –inhalé mi cigarrillo esperando alguna reacción. Nada, ni una mueca. –No sé qué pienses al respecto. Tal vez quería forzar esto, tal vez no quería estar solo, o tal vez ya caducó, pero eso de ahí, eso que dijiste que me fui con tu prima y pasaron cosas, pues no te lo voy a negar, ¿bien? Tú sabes cómo es Lucía – sonrío y me acuerdo de las cosas que pasaron. La prima era el tipo de prima que uno desearía que no fuese prima y yo, siendo tan cínico, no le di mucha importancia. –Pero tampoco es para enojarse, es algo que no pude evitar y ya, ni la hagas de pedo. –Mi cigarrillo se acababa y ella seguía ahí sentada en la acera sin decir nada- Y bueno, ¿sabes lo que dicen de “no eres tú, soy yo”? Pues algo así sucede, pero en este caso no siento que sea yo.
“...¿sabes lo que dicen de “no eres tú, soy yo”? Pues algo así sucede, pero en este caso no siento que sea yo.”
Ella seguía ahí parada mientras yo le echaba toda esa mierda. De alguna forma u otra era su cara sumisa o las enseñanzas de la mamá que la hacían quedarse callada, manos a la rodilla, viéndome con sus grandes ojos cafés y sus largas cejas de preocupación. Ella sabía qué tan bergante era yo y yo sabía que le gustaba ordenar el combo número 5 sin queso, con el aderezo al costado y sin las frituras. Por consiguiente, yo no tenía idea de quién chingados era ella. Mira, la verdad es que siento que pierdo mi tiempo, y de verdad –toqué su hombro- no es nada personal. Tengo que regresar a mi reunión, ¿ok? Pero por favor quiero que quedemos en buenos términos –frase bruta, algo vana, no muy importante.- Quiero que por favor te subas a tu carro y ya no me llames. –Volteé a los lados para ver si alguien me estaba viendo y, aprovechando que el karma se encontraba ausente, me mojé los labios y le sonreí.- ¡Ah! Y si ves a Lucía, le dices que me llame.
DOCE
(POESÍA)
Buitre
Jorge Figueroa
Y de todo lo que existe no encuentro más grande evidencia que un cuerpo que se desviste y arranca la verdad a la conveniencia el tiempo que ha pasado por mi piel la ha degenerado hasta secarla mi corazón tal vez ha vivido poco triste pero está más seco que el mismo Atacama ojalá no hubiera importado el costo de la tinta era para reescribir en mi piel la vacía trama y llenar con el poema de tu presencia las vastas sábanas de mi desierto-cama sobrevolar tanto entonces esos pechos para entonces decidir vivir como un buitre andar apestando entre la carroña cuando no hay nada más floral que andar triste he de terminar mis días como una víctima del miedo diario a Dios ruego por segundas oportunidades para que te levantes de tus aposentos y des la actuación de tu vida entonces efectuemos así en la prisión la gran huída y salvemos el porvenir de mis eternidades es que contigo sabrá a más de una.
TRECE
Mala Suerte
A. M.
Eres el candado de la caja de Pandora: el promotor de los vicios de los celos de los odios. Eres, y jamás te he visto pero te he ido creando de menos a más a través de las palabras del tesoro que quizá valoro mucho más que tú pero que, no obstante, no poseo Aunque un día te conozca y sepa que no eres tan malo o me salves la vida o qué se yo vas a quedarte en la mente como en antagonista errátil o como el dragón, o el ogro o el hechicero maligno que secuestró a la damisela, aunque a lo que hiciste (o haces) jamás se le pueda llamar ni secuestro ni profanación, ni violación, ni sacrilegio, ya que has tenido una ventaja que te exime de toda culpa y me convierte, a final de cuentas en el único condenado y criminal: Tú llegaste primero.
CATORCE
Christian Gerardo
Entonces Todavía
Eres tan invernal que te me muestras tal cual, desnuda inmaculada sin hoja alguna porque eres y no eres mi musa nos guardamos ciertas distancias aparentes cuando te aferras al reloj que te obedece y te secas en la periferia de mis pensamientos. Eres y no eres lo que aguarda suspiras débil y a la vez característico el silencio es mi amigo insoportable y te encuentro enamorada, con él entonces todavía tus brazos se sienten caducos calientes veraniegos apéndices faltantes de gracia y tiempo de sobra eres la que un día y entonces todavía aún y su sombra no conmueve. Eres la que se desenvuelve en colores dominantes tú haces la luz y la paciencia entera creas a tu antojo la muerte del verano y lo pintas al instante que cruje y calla eres la que él ama o quizá ninguna o aquella voz extraña que sutil derrama sueles desbordarte fútil sobre mi duda donde ocultas tu aliento y entonces todavía y descansas en el ápice de nuestros eternos bailes consecuentes balanceando en falso los turnos del invierno.
QUINCE
T.V.
Nadie
z
DIECISÉIS
Epigrama 37
I. L . Reyna
Estoy en bĂşsqueda de la mot juste que pueda controlar el mundo que derribe puertas, separe el mar en dos mitades y que sirva para que cuando te hable me escuches.
DIECISIETE
ANNA CECILIA ARRAMBIDE HERRERA- Estudiante de tercer semestre de periodismo, amante de los animales y la naturaleza. Le apasiona el arte, la equitación, la música y su familia. Tomás Guillermo Desmond Bravo- Mi nombre es Tomás Desmond, tengo 21 años, estudio la carrera de Animación y arte digital. Soy alto de un aspecto un tanto imponente, me considero una persona amable y fácil de tratar. Actualmente practico Judo y tengo cierta afición hacia todo tipo de películas en especial las películas mexicanas, algunos cómics tanto americanos como mangas japoneses. Finalmente, tengo como sueño convertirme en guionista de cine o escritor. MANUEL GARCÍA JURADO- Manuel García Jurado es estudiante doctoral en ciencias. Su interés por escribir fue catalizado recientemente por el sitio web de Alberto Chimal [www.lashistorias.com.mx] donde ha sido ganador en algunas ocasiones de su concurso mensual de microcuento. Ha traducido “Caza de Conejos” de Mario Levrero al Esperanto y tiene la intención de traducir literatura mexicana a este idioma. Rodrigo valencia cotera- Nací en Monterrey el 18 de febrero de 1988. Estudie toda mi vida en el Liceo de Monterrey. Actualmente estudio IME en 7mo semestre. Desde muy niño mis padres me inculcaron el hábito de la lectura y me gusta escribir cuando me llega la inspiración. Leo de todo pero principalmente novelas e historia. CASSANDRA PIERCE- Alejandra Olivas nace en Monterrey y estudia Ingeniería Civil. Ella empezó a escribir en el primer grado influenciada por escritores latinoamericanos, ingleses y estadounidenses. Es frecuente encontrarla dibujando, escribiendo, resolviendo problemas matemáticos o disfrutando la ciudad con sus amigos. Sus pequeñas expe -
diciones por la ciudad le dan el sazón a sus historias, es de lo que ella ve, que la inspira a escribir. Vanessa V. Garza Marín- Lic. en Ciencias de la Comunicación, actualmente estudiando la Maestría en Estudios Humanísticos con especialidad en Literatura y Discurso. RODRIGO DE LA GARZA- Aficionado a leer y a escribir. Estudiante de Ing. Civil. carlos chávez DAVID VILLARREAL- David es un estudiante de primer semestre en el Tec. Escribe cuentos (entre otras cosas) en el blog: www.memofade. blogspot.com JESSAMYN STEPHANÍA- Jessamyn Stephanía es una estudiante de Ingeniería en Negocios y Tecnologías de Información del ITESM. Le gusta tocar piano, guitarra y le encanta acampar e ir de pesca con su familia. Ella sabe que el ceviche es el mejor desayuno/comida/cena del mundo. JORGE FIGUEROA-Soy Jorge Figueroa, soy originario del estado de Veracruz, nacido en la ciudad petrolera de Minatitlán. Estudio Arquitectura en el 7mo semestre en el Tec de Monterrey campus Monterrey. Me interesa la manera en que la arquitectura, cuenta historias en el espacio, como si fuesen versos hechos materia. Me gusta la obra de Shakespeare, los poemas de Lord Byron, Mario Benedetti, Manuel Gutiérrez Nájera y Víctor Hugo (son sólo los primeros nombres que se me vienen a la mente). A.M. CHRISTIAN GERARDO NADIE- A Nadie le gusta escribir. I.L. REYNA
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