Aisha La tragedia de los refugiados
Miguel Ă ngel Escrig Andreea Corcodel
CAPÍTULO 1 Me llamo Aisha, vivo en Siria junto con mi familia. Mis padres son muy trabajadores y casi siempre estoy sola en casa con mi hermano, Ayman. Él cuida de mí, por así decirlo es la ama de casa: cocina, limpia la casa, lava la ropa, etc… No es que tenga muchos amigos, la mayoría de mis vecinos son muy raros, menos una de ellas la cual la puedo llamar mi mejor amiga, su nombre es Nayma tiene la misma edad que yo. Hoy hemos quedado después de comer para jugar. MI hermano ha preparado macarrones, me encantan los macarrones, pero teníamos que dejar algo para nuestros padres, ya que era la única comida del día. Al terminar mi hermano se quedó limpiando y al rato se escuchó: -¡Aisha! ¡Aisha! ¡Tengo una pelota! -se oía la voz de Nayma entusiasmada, tener una pelota era de ricos. -¡Ya voy!, espérame en el banquito de Yesenia. Yesenia era nuestra vecina favorita, siempre nos regalaba pasteles y tenía muchos niños en casa, dudo que fueran sus hijos, mi madre me dijo que ella los cuidaba cuando se quedaban solos, cuando sus padres desaparecen. Eso me asustó así que le pregunté si ellos también desaparecen algún día, pero ella dijo que nunca jamás se irían de nuestro lado. Nayma estaba en el banco esperándome dando saltitos, nos pusimos a chutar la pelota, perdimos la noción del tiempo ya casi estaba oscureciendo y teníamos prohibido estar en la calle cuando llegaba la noche, porque no había luces, desde el otro lado de la calle oímos a mi madre:
-¡Aisha! A casa, ya hemos llegado. Me despedí de mi amiga, y fui corriendo a sus brazos. Llevaba una bolsa con comida y pudimos cenar, mi padre no era muy cariñoso pero sabíamos nos quería mucho, era su forma de ser y nosotros también lo estimamos mucho. Terminamos, y mi madre se puso a fregar y la ayudé. Luego nos acostamos, yo dormía con mi hermano en una especie de cama hecha paja, con una manta puesta encima, era un poco incómoda pero no me quejaba. Como todas las noches mi madre vino a darnos las buenas noches y contarnos un cuento
CAPÍTULO 2 Estábamos en casa junto a nuestros padres a los que tenía mucho aprecio, mi madre estaba lavando los platos y mi padre estaba arreglando la luz, mi hermano y yo jugábamos a las canicas cuando… pasó lo inesperado. Un grupo de terroristas nos asaltaron, oímos a mi madre gritar y mi padre nos decía desde lejos mientras un terrorista le apuntaba con el arma, “!hijos uid, corred esconderos!”. Mi hermano me agarró del brazo y echó a correr como nunca, yo lloraba y él no paraba de gritar “Corre! Corre!” Me hacía daño pero, tenía tanto miedo que ya no sentía el dolor. Miraba hacía atrás, solo veía gente caer al suelo y se escuchaban los tiros. Cuando los tiros ya casi ni se escuchaban, Ayman paró de correr y me dijo: -Aisha, ¿te encuentras bien? ¿te he hecho daño? -Un poco pero no importa, ¿y papá y mamá? No nos encontrarán, estamos muy lejos, tengo miedo Ayman, quiero estar con ellos- le
dije entre lágrimas y con mi último soplo, el que me quedaba por haber corrido tanto. -Aisha, no te preocupes, tranquila que todo irá bien- respondió, con la intención de no hacerme daño, pero él sabía la verdad, sabía que ya no estaban entre nosotros. Seguimos caminando e intentamos buscar gente, pero eso estaba vacío no se veía ni siquiera un rastro de vida, pero a lo lejos vimos un grupo de gente, y con las pocas fuerzas que nos quedaban echamos a correr de nuevo. Al llegar un señor se nos acercó, tendría unos 40 años, vestía con un hiyab de color negro desteñido y muy viejo, de su rostro surtía una barba larga y gris, y una sonrisa en sus labios, y nos dijo: -¿Niños estáis bien? ¿Dónde están vuestros padres? -dijo con cara de preocupación. -Estamos bien, pero acabamos de huir de unos terroristas que han destruido las casas de nuestro barrio -dijo mi hermano con voz temblorosa. -Me alegro de que no os haya pasado nada, seguirme os daré algo de comida, supongo que estaréis hambrientos, hay más gente que ha logrado escapar y están aquí, os llevaré junto a ellos. A lo mejor vuestros padres están ahí.
CAPÍTULO 3 El señor nos llevó hasta un pequeño campamento, donde se encontraban muchos vecinos nuestros. Pero nuestros padres no estaban. A eso que nuestro vecino se acercó a mi hermano y lo separó un poco de mí para hablar con él. No me imaginaba lo que le habría dicho pero Ayman agachó la cabeza y dos lágrimas brotaban de su rostro.
Ahí se encontraba Yesenia y al verme echó a correr hacia mí, besándome y abrazándome como nunca. Nos sentamos y nos dieron comida y agua, nos preguntaron si queríamos ducharnos. Mi hermano se separó. Yesenia vino a ayudarme y me echó agua mientras me frotaba. Nos dieron nuevas prendas de vestir ya que las anteriores estaban rotas. Me fui por el campamento dando vueltas y vueltas pensando que de pronto encontraría a mis padres pero ya estaba oscureciendo y me fui a dormir, pero no conseguía pegar ojo, estaba junto a Yesenia y más mujeres, yo era la única niña, así que me levanté muy despacio para no despertar a nadie y salí fuera. Había una luz encendida me acerqué un poco para ver mejor, pero sin dejarme ver. Era mi hermano! Estaba junto a otro chico hablando pero no los entendía bien, lo único que conseguí escuchar fue que el chico le dijo que iba a conseguir dinero. Al poco rato mi hermano se despidió y se fue hacia su tienda de campaña, pero el otro chico se fue caminando muy rápido hacia el bosque. Cuando giré la cabeza, vi a Yesenia saliendo de la tienda, preocupada, pensé que me estaría buscando así que fui corriendo hacia ella. Se alegró mucho de verme y me riñó me dijo que no debería salir sola y menos a estas horas de la noche. Me acosté junto a ella y al poco rato de cerrar los ojos, me acordé de mi madre, creía que era ella la que estaba a mi lado, soñé con ella que estaba en un valle y que me decía que no me preocupara por ella que estaba bien.
La noche se me hizo eterna y di vueltas y vueltas, me quedé pensando en ese chico tan misterioso que estaba junto a mi hermano.
CAPÍTULO 4
Al amanecer fui a buscar a Ayman, pero no lo encontré. Le pregunté al señor que nos atendió si lo había visto, me dijo que había salido muy temprano de casa. No sabía lo que estaba haciendo, pero todo era muy sospechoso. Estuve con Yesenia gran parte del día, ya casi llegaba la noche cuando apareció mi hermano con un saco de leña en su regazo, los hombres se pusieron contentos, y le ayudaron para hacer una gran hoguera para todos y aprovecharon para asar algo de carne y comimos como reyes. Al día siguiente Ayman estaba muy raro y no quería hablar con nadie, ni conmigo, pero yo le pregunté qué le pasaba y él seguía diciendo que nada. Yo la mayor parte del tiempo estaba con Yesenia, y ella me enseñaba a coser y jugábamos juntas, yo siempre esperaba a mi hermano antes de irme a la cama, pero un día no regreso, fui corriendo a avisar a Yesenia y me dijo que no me preocupara que lo más seguro es que se haya ido con algún amigo, yo esperé unas horas y no regresaba, pero no le di mucha importancia, sabía que volvería, por la mañana me desperté y vi que mi hermano no estaba en su cama, pero cuando salí le vi que estaba con el chico que vi hace unos días, fui y le pregunté que dónde había pasado la noche, y me dijo que con su amigo. Fui a desayunar con Yesenia y le dije lo que había pasado, ese mismo día vinieron nuevos refugiados incluyendo niños y niñas, yo fui corriendo haber si encontraba a mis padres pero no les vi. Yesenia al ver a todos esos refugiados lo primero que hizo fue darles de comer de las sobras de la noche pasada, porque no había otra cosa. Por la tarde, conocí a una de las nuevas refugiadas, se llamaba Layla y tenía mi misma edad. Nos fuimos a dar una vuelta por una gran plaza que había cerca de nuestro hogar. Al llegar a casa vi que mi hermano no estaba y ya era tarde pero yo estaba muy cansada y me fui a la cama, pero al despertar mi hermano no estaba ni dentro, ni fuera de la casa, temía porque le hubiera pasado algo, se lo dije a Yesenia y preguntó a los
demás refugiados si lo había visto, pero ninguno parecía saber nada. Estaba muy preocupada pero últimamente Ayman estaba muy raro y pensaba que volvería de un momento a otro, quedé con mi amiga Laila y salimos un rato a pasear, ella me contó lo que le había pasado anteriormente, me dijo que había perdido a sus padres y no sabía nada de ellos y de su hermano menor. Decía que había desaparecido unos días antes de perder a sus padres, yo me asusté porque mi hermano también había desaparecido. Después de contarnos nuestras historias regresé a mi pequeño hogar y, no había rastro de mi hermano. Pero, de repente, antes de acostarme escuché unos disparos que procedían de lo alto de una colina que se encontraba detrás de nuestra pequeña zona de acogimiento, salí corriendo a avisar a Yesenia pero estaba dormida, fui a despertarla y escuchó los disparos, cada vez se acercaban más. Salimos a ver qué pasaba y vimos a un grupo de niños disparando a todos lados. Yesenia me cogió en brazos y corrió hacia el bosque como todos los que habían sobrevivido, eche la vista hacia atrás y vi a mi hermano, él era uno de esos que estaba disparando contra la gente. Empecé a llorar, grité su nombre pero no pareció importarle siguió disparando, sus disparos no lo dejaban oír mi voz. Lo que más me impactó es que unos de esos chicos disparó a mi amiga Laila y la vi morir como a toda esa pobre gente
CAPÍTULO 5 La guerra había comenzado. Nadie sabía donde ir, después de que nos arrebataran lo único que nos quedaba en aquel refugio.
Todo parecía haberse caído por un precipicio. Seguía pensando por que mi hermano haría algo así, y no lo logré entender. Después de unas eternas horas por el bosque, a Yesenia se le ocurrió un sitio donde poder ir, pero estaba un poco lejos, pero no teníamos otra opción, teníamos que atravesar todo el bosque, que eran unos 10 kilómetros, sin agua y sin comida. Después de 2 largas horas caminando encontramos un pequeño río, de donde bebimos un poco de agua y descansamos unos minutos. Solo quedaban unos 5 kilómetros. Cuando ya estábamos a unos pocos minutos, escuchamos más tiros y nos quedamos observando lo que pasaba. Yesenia me miró con cara de asustada y me dijo que había empezado la guerra y que debíamos huir de allí como fuera. Fuimos a una carretera principal y no había casi coches, pero vimos uno y lo decidimos parar. Cuando paró, nos preguntó que pasaba, eran unos chicos extranjeros y no sabían lo que estaba pasando, se lo explicamos y nos subimos al coche con ellos y le dijimos que nos llevará a la frontera. Recorrimos muchos kilómetros, estuvimos muchas horas en el coche, de repente vimos aviones bombardeando nuestra ciudad, yo estaba muy asustada y llorando junto a los chicos, vimos muchas casas destruidas y gente tirada en el suelo. Sabíamos que todo se había acabado y que la única opción de salir vivos, era saltar la valla que separaba los dos países. Tenía hambre así que paramos y fuimos a una pequeña tienda que había al lado de la carretera, no había nadie, así que aproveché y cogí comida y agua, pero de repente escuchamos más disparos que provenían de una casa cerca de donde estábamos, me subí al coche y salimos de hay en cuanto pudimos. Yo recordaba a mis padres a mi hermano a mis amigas y no me lo podía creer lo había perdido todo, incluso mi hermano. Después de 5 horas de viaje llegamos a un pequeño refugio cerca de la
frontera ahí había miles de Sirios, niños pequeños llorando, mayores, ancianos… Llegamos a la hora de la cena, pero nadie tenía comida, así que los chicos y Yesenia decidieron ir a cazar para poder comer algo. Mientras me quedé junto a uno de los extranjeros, escondidos entre unos arbustos. Después de una media hora, llegaron con un cerdo el cual nos comimos sin problema, ya que la comida de aquella tienda ya nos la habíamos comido.
CAPÍTULO 6 Todas las noches algunas personas intentaban atravesar la valla y algunos lo conseguían, así que un día, decidimos saltar, pero yo tenía mucho miedo porque habían pinchos en la parte alta. Y como no pudimos, decidimos hacer una escalera con troncos que habían por el suelo. Tardamos un unos días pero lo conseguimos. Por la noche pusimos la escalera. Yo fui la primera en subir después Yesenia y después los chicos que nos habían cojido en aquel coche. Cuando estaba arriba de la escalera tenía miedo de saltar a la otra parte de la valla pero sabía que era nuestra única opción y no teníamos mucho tiempo. Salté, y de la alegría que me dío ni me di cuenta que estaba herida debido a los pinchos. Ya había salido de aquel infierno. Yesenia también lo logró y los chicos, algunos de los refugiados también saltaron pero la escalera era frágil y no aguantó mucho tiempo. Unos guardias o policías, no sé qué eran, nos llevaron en unas furgonetas a un centro donde nos cuidaban y nos cuidaban.
Después de unos meses, me llevaron a un centro de adopción donde me adoptó una familia muy buena y me querían mucho, pero aún así seguía recordando aquellos momentos tan buenos que pasé junto a mis padres y mi hermano, que nunca logré entender la razón por la que se unió a esos niños soldado. Ya no sabía nada de Yesenia ni de esos chicos pero antes de irme al centro de acogida me dijeron que estarían bien y llorando me dijo que se alegraba de que estuviera bien.
Miguel Ángel Escrig Andreea Corcodel Castellón, mayo 2016