Juguetes rotos
Ahmad y su sueĂąo Ivan Mozo y Martin Serrano
Capítulo 1: Antes de la guerra Me llamo Ahmad, tengo 9 años y vivía en Alepo, una ciudad de Síria. Vivía con mis padres y mi hermano pequeño en la calle Shabiha, en el centro de la ciudad. Todos los días me levantaba, iba a despertar a mi hermano y bajábamos a desayunar. Mi madre nos preparaba las mochilas y el almuerzo y nos íbamos a la escuela. No quedaba muy lejos, ya que vivíamos en el centro. Al entrar, dejaba a mi hermano en clase y me iba fuera con mis amigos hasta que tocara el timbre. Yo me sentaba siempre con mi amiga Yasmina porque habíamos ido juntos desde pequeños. Me gustaba mucho ir al colegio porque el profesor era muy entretenido y nos contaba chistes mientras daba las lecciones Mi asignatura favorita era música, porque me gustaba mucho cantar y tocar los instrumentos cuando la profesora no miraba. A medio día, al entrar por la puerta de casa, le contaba a mi madre un chiste de los que había dicho el profesor y, ella, aunque no fuera gracioso, siempre se reía. Nos lavábamos las manos y, mi hermano y yo comíamos como limas mientras nuestra madre nos miraba expectante. Nos sentábamos en el sofá y poníamos la tele hasta que ella acababa de fregar y nos mandaba a hacer los deberes a la fuerza. Ella se ponía a ayudar a mi hermano con las tareas del cole mientras yo hacía las mías en mi habitación. La verdad, siempre me costaba un poco sacar los estudios, sobre todo las lenguas porque no me gustaba memorizar. A la hora de la merienda, cogía el bocadillo y salía corriendo a buscar a Abdel. Le llamaba al telefonillo y siempre contestaba su hermana mayor, y decía que no salía porque tenía que aprenderse la lección, pero al final, siempre se las arreglaba para salir a jugar. La casa de Yasmina estaba a las afueras de la ciudad, por eso cogíamos la bici y pedaleábamos muy rápido para llegar cuanto antes y así tener más tiempo para jugar. Ella nos esperaba en la parte de atrás, donde jugaba con sus hermanas y su perro. En verano, cogíamos unas toallas y unas mudas y nos íbamos por la montaña con la bici. Al llegar nos íbamos a un lago cercano a bañarnos con sus hermanas y a tirarnos desde unas rocas que había.
Cuando veíamos que empezaba a anochecer, Abdel y yo nos despedíamos, cogíamos las bicis y salíamos a toda prisa para no llegar muy tarde. Al llegar a la esquina de casa de Abdel, nos mirábamos asustados aunque sabíamos lo que iba a suceder. Yo me metía por los callejones para atajar y pensaba en lo que me esperaba, si me conseguía librar o me castigarían, pero al fin y al cabo, era un niño, y a los niños se les perdona casi todo, no? Dejaba la bici aparcada y subía ahogado. Rezaba por que Abdel no le hubiesen hecho nada y también por mí. Me temblaban las manos y las piernas al girar el pomo de la puerta. Entraba sigilosamente cuando estaban en el salón y rápidamente cuando se encontraban en la cocina. Unas horas antes llegaba mi padre de trabajar y, como yo siempre iba a jugar con mis amigos, pocas veces tenía tiempo de estar con él y cuando yo llegaba, a veces ya estaba durmiendo. Cuando me veían entrar, mi hermano me saludaba y mi madre se daba la vuelta, me miraba y yo podía leerle el pensamiento, porque sabía que me iba a castigar pero a la vez se aliviaba de verme. Me echaba la bronca pero al final todo quedaba en un susto. Cenaba solo en la cocina y después cogía a mi hermano y nos íbamos a la cama. Mi padre trabajaba también los sábados, así que me iba con el a trabajar. Era unos de los pocos ratos que tenía para estar con él, porque los domingos se levantaba tarde y se iba al bar de la calle de enfrente a estar con sus amigos. Volvía para comer, se echaba la siesta y se volvía a ir. La fábrica estaba a unas manzanas de casa. Al entrar, el portero nos saludaba y me chocaba la mano, pasábamos a una sala en la que se identificaba, se ponía una especie de bata y se ponía a trabajar. La verdad, no se muy bien cual era exactamente su trabajo, aunque a el tampoco le gustaba hablar de ello. Cogía algunos periódicos viejos, hacía una pelota y me ponía a jugar con una mesa que hacia de portería. A veces, venía el hijo de un compañero de mi padre y nos íbamos al parque de enfrente a jugar a los columpios y jugábamos al pilla pilla. A la hora de almorzar, mi padre sacaba su bocadillo y nos daba unas monedas para ir al bar de al lado a comprarnos algo para comer. Si nos sobraba algo, jugábamos a las máquinas de marcianitos. Al mediodía íbamos a casa a comer y después volvía al trabajo. Esta vez no le acompañaba porque tenía que hacer los deberes y las tareas. Mi padre volvía por la noche, cenábamos y nos acostábamos...
Capitulo 2 Estallido de la guerra A veces, Abdel, Yasmina y yo nos íbamos con las bicis muy temprano. Dábamos una vuelta y luego nos íbamos a un bar a almorzar y a jugar a un futbolín. Yo era muy bueno porque, las pocas veces que estaba con mi padre, de vez en cuando nos íbamos a ese bar y él me enseñaba a jugar. Nos tomábamos unos refrescos y volvíamos a casa… me divertía mucho. El caso es que echábamos unas partidas y veíamos la tele que había allí y jugábamos a adivinar los anuncios… Yasmina se los sabía casi todos, en cambio Abdel no se sabía muchos porque él no tenía tele en su casa. Normalmente esos días íbamos a comer todos a casa de Yasmina. Su madre preparaba un Baba Ghanoush para chuparse los dedos. Al acabar de comer jugábamos a las cartas y luego íbamos al lago. Abdel se tenia que ir antes que yo porque ya le habían advertido que si volvía a llegar tarde no saldría mas hasta que no fuera mayor de edad. Esta vez iba en serio. En ese momento, Yasmina y yo nos quedábamos solos. Nos íbamos a un cabaña que se había hecho ella. Yo le contaba algunos chistes que me decía mi padre y aunque no tuvieran gracia, se reía. Los dos sabíamos que había algo. La verdad es que yo sentía algo por ella, pero no me atrevía a decírselo. Al poco tiempo me dí cuenta de que ella tambien lo sentía. Recuerdo un día en que, al despertarme, bajé a la cocina, y ví a mi madre muy preocupada mirando la tele, me sente y ví que estaban diciéndo que nuestro presidente de Siria, Bashar-al-asad, había tenido un conflicto que empezó en un principio como insurrección civil, evolucionada de protestas pequeñas que empezaron en el país en enero de 2011, por influencia de la Primavera Árabe regional, la corrupción política y los abusos a los derechos humanos. El 15 de marzo las manifestaciones comenzaron a escalar, inicialmente en la ciudad de Daraa, llamada en ocasiones la "Cuna de la Revolución", y más tarde por toda Siria. Yo le pregunté qué había pasado porque no entendía nada. Ella me explicó que hace poco, el presidente de nuestro país, había tenido un conflicto con grupos armados rebeldes de diversa índole, conocidos en
Occidente como la «oposición siria». A partir de ahí, numerosos grupos y combatientes de los «rebeldes» se unieron a los yihadistas del Estado Islámico de Irak y el Levante; el llamado ISIS. La verdad es que , en alguna ocasión había oído hablar de esto a mi profesor, a los padres de Yasmina y a gente que iba al bar. Esto empezaba a ser grave... Ahora miraba a la gente y veía preocupación en sus ojos, y empezé a preocuparme también. Sabía que algo gordo iba a suceder. Entonces empezaron a bombardear nuestra ciudad. Empezaron a caer edificios y matar a gente, entraban en sus casas y los mutilaban, sin piedad alguna. Ahora ya nada era seguro. Ahora todo era por nuestra propia supervivéncia. Ya nadie iba al colegio, nadie salí de casa, te vigilaban. En la tele decían que algunos iban con cinturones explosivos, otros con Kalashnikov… Era inimaginable, pero estaba pasando. Esto ocurría con intervalos de una, dos semanas. Yo tenía miedo, sobre todo por mi padre, porque la fábrica en la que trabajaba era fundamental en la ciudad, y algunos días tenía que ir a ayudar, además, tenía que ganar dinero para que pudiésemos comer. Y llegó el día, era por la mañana, estábamos desayunando mi madre, mi hermano y yo, mi padre había salido temprano a trabajar. Mi madre me estaba regañando por no haber hecho los deberes del dia anterior y yo no le hacía caso, cada vez se ponía mas furiosa. Llegó un momento que me estaba chillando, pero yo ya no la escuchaba, hacía como que veía la tele… Al calmarse un poco, decidí ir a disculparme. Mi hermano estaba en el salón, yo iba a la cocina… y bum. Una bomba estalló, supongo que en la casa de al lado, no recuerdo bien, pero estalló. Todo voló por los aires, fueron los segundos más terribles de mi vida, todo se redujo a escombros, aún sonaba el rebote del sonido, pero y,o estaba ocupado escuchando un constante pitido ensordecedor, acompañado de un brazo y varias costillas rotas y algunos huesos dislocados. Me quedé inconsciente durante unos minutos. Me quité un cacho de piedra de la pierna y ahí la vi, a mi madre tendida en el suelo. Ahora escuchaba una sirena, sería de ambulancia. Recuerdo que me sacaron en unas horas, no sé el tiempo exacto, pero me consiguieron sacar. De mi hermano nunca llegué a saber nada. Cuando desperté estaba en el hospital del la ciudad. Lo primero que hice fué buscar a mi padre, con una mínima esperanza de encontrarlo con vida, corría por los pasillos, preguntando
a las enfermeras donde lo podría encontrar. Y lo encontré, pero llegué tarde. Se lo llevaban en ese momento, y a partir de ese mismo momento, no tenía nada. No dejaba de pensar en mi madre, en como iba a continuar mi vida.
CAPITULO 3: LA HUIDA Salí del hospital y no tenía nadie que me esperara, estaba triste y dolorido por las intensas quemaduras que había sufrido en el accidente. Un enfermero que terminaba su turno me acompañó a mi casa o, al menos, lo que quedaba de ella. De camino íbamos viendo los escombros y la destrucción que había causado la bomba, antes de ir a mi casa pasé por la de Abdel, mi mejor amigo. Al entrar en su calle le vi, estaba tendido en el suelo. Fui corriendo a ver como estaba, cuando estuve a su lado vi que estaba muerto, en ese momento no me podía imaginar como podría ser mi vida sin él, esos partidos de fútbol, esas escapadas en bici... todo eso se había acabado. Al llegar a mi casa vi a todas las personas llorando, decaídas e intentando coger lo que pudieran de sus casas, yo cogí un poco de ropa y de comida. Al salir no sabía dónde ir, estaba solo, Abdel estaba muerto y no tenía ningún familiar que pudiera quedarse conmigo. Por ahora me quedaba durmiendo en la calle, cubierto por una manta medio rota que encima me venía corta, calentado únicamente por una hoguera improvisada que calentaba también a más gente sin casa. Al cabo de unos días cansado de no hacer nada y de pasar hambre y frio, decidí empezar a caminar hacia un campamento de refugiados que había en Manosoura, un pueblo cercano. Tardé unos días en llegar, por el camino veía a más gente que se dirigía al mismo sitio, pero seguí yendo solo. La primera noche intenté cubrirme con alguna hoja de palmera y intenté hacer una pequeña hoguera, al ir a buscar algo de leña, me metí en un pequeño bosque. Estaba oscuro y se escuchaban ruidos de animales, al coger un palo me salió una serpiente, empecé a correr a toda prisa, tanto que no vi una rama y me di un golpe en la
cabeza tan fuerte que me hice un chichón. Al amanecer me puse otra vez de camino, no me quedaba mucho, tenia hambre y una pequeña higuera tenía un par de higos medio comidos por los pájaros y llenos de hormigas, que fueron mi mejor desayuno. Mientras recorría el camino, cantaba mi canción favoríta “Alak var”, cogía una piedra y empezaba a darle vueltas. Mientras iba hacia el refugio pensaba en Abdel y en Yasmina, Abdel estaba muerto y Yasmina no sabía dónde estaba, si había muerto, si había conseguido huir y llegar a algún refugio…… No sabía bién que era un campamento de refugiados, ni que forma tenía, me limitaba a seguir a la gente que llevaba el mismo camino, y suponía que llegaría, mi mundo ahora no tenía referencias, me limitaba a seguir a los demás. Finalmente llegué a un campamento de refugiados, había mucha gente, y todo estaba lleno de barro. Nada más entrar me paro una chica: - Hola niño, soy Fatima, cómo te llamas?- Dijo Fatima - Me llamo Ahmad Dawabcheh.- Contesté. - Muy bien Ahmad, acompañame dentro. - Vale. Mientras acompañaba a Fatima pensaba en lo que iba a hacer quando saliera de aqui, yo quería ir a Alemania pero era muy difícil... en ese momento me interrumpió. -Fatima: Bien Ahmad ya hemos llegado, aquí te vas a quedar por ahora. -Ahmad: De acuerdo. Otros habían llegado en grupos, o en familias, pero yo estaba solo, y ahí me quede durante horas hasta que de nuevo llegó Fatima con una mujer y un nativo mayor. - Hola, conoces a alguien aquí? Tienes familia? Yo ni le contesté, me dolía la cabeza, no recordaba la última vez que comí algo, ni si dormí algo. La mujer metió un par de cucharadas de un polvo blanco pegajoso dentro de un bote de aluminio, y después lo llenó con agua tibia que humeaba en un pequeño fogón lo removió. - Toma un poco de leche y después te acompañarán a la tienda de los niños. Al primer sorbo, mis sentidos volvieron en sí, los músculos tensos se relajaron, y mi pensamiento voló a la cocina de mi casa donde mi madre
nos preparaba el desayuno por la mañana, y que yo tomaba con prisas para no llegar tarde a a escuela. Fatima apareció y me ofreció un trozo de pan algo seco lo junté con la leche, y aquellas sopas de pan hicieron que se me fuera el dolor de cabeza. Me acompañaron a una tienda más grande, donde las telas separaban unas habitaciones en diferentes sectores, y me dieron una manta e indicaron donde acostarme. En la misma habitación había más gente: Halib y Hamed. La primera noche no hable mucho con ellos porque no los conocía y yo era muy tímido, y, además estaba muy cansado por la caminata de los días anteriores. Al amanecer fui con mis compañeros a desayunar, mientras tanto aproveché para hablar con ellos y conocerles un poco mejor: -Ahmad: De donde venis. -Halib: Yo vengo de Homs. -Ahmad: Y tu Hamed ? -Hamed: Yo soy de Tartous. Era huérfano y al estallar la guerra me trajeron aquí. -Ahmad: Pues yo soy de Alepo, está al lado de aquí. Seguimos hablando durante mucho tiempo sobre lo que queríamos hacer al salir, yo dije que quería ir a Alemania, Halib quería volver a su casa algún día y Hamed no lo sabía.
Capitulo 4: Llegada a Europa Al cabo de unas semanas, me enteré por una conversación que venía un camión a dejar comida al campamento y que luego volvía hacia Grecia, en ese momento decidí que tenía que salir y hacer la ruta que iba hacia Alemania. Al caer la noche salió el camión, y yo lo esperaba en una curva entre dos tiendas, donde reducía la marcha y casi se paraba, ahí siempre patinaban las ruedas por el barro, y esa tarde había llovido. Me metí en la parte trasera, escondido entre unas bolsas y unas cajas de cartón.
Allí, me sentía caliente, seguro y muy alegre, pensando en mi pronta llegada a Alemania. El traqueteo del camino y la seguridad del interior de las cajas de cartón me acunaron en un sueño profundo, donde viajé por aquellos lugares que veía en la tienda de viajes frente a mi casa, donde me imaginaba conduciendo el autobús de turistas…, o aquel camión de transporte que aparecía en una película cerca de Munich donde yo era el protagonista y salvaba a la ciudad de un ataque, los disparos de mi sueño, y los silbidos se mezclaron y los aviones rusos que ví desde el camión, eran reales. -Dónde estoy? Nos acercábamos a una ciudad de Turquía, los aviones pasaban por encima de mi cabeza y atacaban el hospital a donde nos dirigíamos. ¿aviones rusos? La ciudad aparecía también desolada, llena de humareda, gentes gritando, la única gasolinera ya ni estaba, y al llegar al hospital, me acurruqué aún más en un cajón. El único pediatra que aún estaba atendiendo a los niños había muerto en el ataque, junto a otros médicos. Los suministros que tenían que recoger los conductores se habían quemado y ahora había que evacuar a la mayoría de estos niños en el camión, y llevarlos a la ciudad de Atenas, donde podrían atenderlos y en donde los cooperantes europeos, los acogerían con familiares. En el barullo de la evacuación, subir a heridos, acompañar a la mayor cantidad de niños posibles, etc.., los dos conductores se turnaban para atender a los heridos. Y yo, era uno más, todos estaban con miedo, con hambre, llorando... yo también. En aquel camión estaba mi esperanza de llegar a Alemania, me sentía culpable, pero también un superviviente. Alguien cubrió con el toldo enrollado el camión, ya que empezaba a llover con fuerza, y allí, allí mismo, en ese intenso viaje, donde se mezclaban olores de vida y muerte, de miedo y de alegría por saberse vivo, donde la imaginación de mis viajes, me mostraron la visión: Yo conduciendo un camión, o un autobús o quizás un tren! Que ilusión! En medio de todos aquellos heridos, moribundos, de un camino largo en camión, me vi, llegando a Múnich con los equipos de sonido de un superconcierto, donde después llevé a a aquella chica de mi clase que tanto me gustaba. Después la imagen borrosa, se hizo más nítida, y
conducía un fantástico autobús moderno, donde llevaba a visitar a turistas toda Alemania, y en donde las risas y la felicidad me llenaban la cara de una enorme sonrisa! Llegar a Grecia, y el tiempo pareció precipitarse, los servicios internacionales actuaron rápidamente a atender a los heridos del camión, nos sacaron a todos, y los más graves fueron enseguida curados, el resto, incluido yo, después de un baño, nos entregaron una caja entera que contenía todo tipo de comida, hasta una chocolatina! Los organizadores europeos, allí mismo nos destinaron a diversos países de acuerdo con los familiares que tuvieran en cada país de destino. Mi grupo, los huérfanos, y sin familia, pasamos a una sala diferente para hacernos fotos, y buscar posibles familiares o padres adoptivos. Mi desolación me hizo llorar de impotencia, ¿Dónde me enviarían? No tenía familia ni amigos donde pudieran agruparme, los que un día conocí ya no estaban conmigo. La sala se iba vaciando, los grupos poco a poco fueron enviados a países como España, Italia, Suiza…, y los días se me hacían eternos, tan sólo veía a veces en uno de los patios, aquel camión que me trajo hasta aquí, y que soñaba con que me llevara hasta Alemania. Casi todos los días, subía a la cabina, y me ponía al volante, imaginando viajar, y uno de los conductores siempre me saludaba con una amplia sonrisa: - Buén viaje, muchacho! Uno de aquellos días, se me acercó y me preguntó: - Y tu familia? Tienes a alguien? - No, pero lo que más me gustaría es que me enseñes a conducir este camión. - Ya lo sé, te veo siempre dentro de él. - Mañana me voy a casa, vivo en Alemania, muy lejos de aquí. - Llévame contigo! Desde la cabina el paisaje parece correr, los árboles verdes se mezclan con el azul del cielo, hace frío fuera, eso dice el vaho de la ventana. La radio habla en un idioma que aún no conozco, pero me gusta. Qué bien me siento!
Dieter me cuenta por el camino, que estaré en su casa hasta que encuentre una familia que me adopte, es lo que se llama familia de acogida, en una pequeña ciudad donde también hay algunos refugiados sirios. Eso me llena de orgullo, es como si volviera a casa. Mientras estoy aprendiendo el idioma, este verano, voy en el camión con mi casi “padre”, llegando a casa, me pareció ver una figura conocida, algo familiar, una forma de caminar que yo ya había visto antes. Bajé del camión corriendo y la seguí, caminaba por la calle, con una mochila y acababa de bajar de un autobús de un campamento de verano, sus padres la esperaban junto con los otros padres. Se abrazan todos muy contentos, y al darse la vuelta, la veo. - Yasmina, Yasminaaa! Mi corazón, mis pies, mi cuerpo corrieron en uno solo. Había encontrado a mi nueva familia.
Autores: Ivan Mozo y Martin Serrano Fecha:Viernes, 13 de Mayo de 2016 Lugar: Castellón de la plana