LA TRÁGICA VIDA DE GUILLERMO
Ruth Balaguer Schmidt Maria Rubio Tena
Capítulo 1: El comienzo. Me llamo Guillermo y tengo 10 años. Vivo en Al-Qanjra, una ciudad de Siria con mis padres Fátima y Butrus y mis 5 hermanos: Hassan, Imâd, Abdel Alim, Bâhir, y Ghâzî. Ayudo a mi madre con las tareas de la casa mientras mis hermanos Imâd, Abdel Alim y Ghâzî y mi padre se van a trabajar y Hassan y Bâhir estudian en el colegio. Hoy me he levantado muy pronto, sobre las 06:30 de la mañana, y me he ido con mi madre a comprar comida para hoy. Siempre compramos en la misma tienda del barrio, pero hoy mi madre me ha llevado a otro sitio, era un sitio muy luminoso, las paredes estaban pintadas con colores llamativos que molestan a la vista, suelos de madera, y muchas ventanas donde entraba mucha luz. Era una tienda donde la gente compra comida en mucha cantidad, mi madre lo llama almacén pero a mi esa palabra me suena de otro idioma. Habíamos comprado muchísima comida, excesiva para solo un día, me entró la curiosidad y pregunté: -¿Mamá porqué compramos tanta comida para un día? -Más tarde en casa te lo explicamos tu padre y yo. Yo me temía que algo malo estaba pasando, y seguí a la mía. Llegamos a casa y ayude a mi madre a hacer la comida, mientras se hacía salí a jugar a la calle con mis amigos. Mohamed, Amîr y Osama, también fueron al gran almacén luminoso hace unos días y todos pensamos que algo malo iba a pasar. Decidimos no hablar de ello y nos pusimos a jugar con una pelota destrozada que habia al lado de casa Amîr, hicimos grupos y jugamos. Mi equipo ganó el partido y lo celebramos todos comiendo en casa de Mohamed, sus padres nos dieron mucha comida y enseguida nos fuimos cada uno a su casa. Mientras entraba en casa dije: -Mamá, he ganado el juego con Mohamed y sus padres me han regalado una pelota nueva. -¡Qué bien hijo! Enhorabuena, te lo mereces. -Gracias Mamá. Lo siento por no venir a comer, ahora recojo las cosas y las limpio. -No pasa nada hijo, tu padre tampoco ha venido a comer, últimamente trabaja mucho. Me puse a recoger la mesa y limpiar la cocina, mientras mi madre me decía: -¿Sabes de qué me he enterado?
-¿De qué? -La vecina nueva, Aisha, está soltera y tiene tu edad. Deberías llamarla para jugar con Mohamed, Osama y Amîr algun día. No tiene amigos y podrías hacer que se relacione con los demás niños y niñas. -Mamá, no voy a salir con ella, no la he visto y se sentiría muy sola con nosotros. Podría decirle que vaya con Ishân, la hermana de Osama. -Lo que quieras, pero sería mejor que os relacionarais un poco más. No le contesté y seguí limpiando. Mientras acababa de fregar, entró por la puerta mi hermano Hassan, era muy pronto para venir del colegio. Entonces dijo: -Mamá, tenemos que hablar. -¿Qué ha pasado ahora? -Me han expulsado del colegio por pegar a un niño con la silla en la cabeza. Mi madre se quedó callada un rato. -Mamá me dijo que iba a morir porque papá no sabe hacer nada en el trabajo y que vamos a ser muy pobres por su culpa. -Eso es mentira hijo, no creas nada. Podrías ser menos agresivo con la gente. -Lo siento, pero no podía dejar que hablara así de mal de nuestra familia. Mi hermano siempre está metido en líos, y mi pobre madre tiene que solucionarlo con dinero. Y esta vez no podía permitir que el pijo de Karîm se metiera una vez más con mi familia y nos dejase una semana sin comer, y fui a buscarlo a su casa. El vive en un barrio con clase, las calles limpias, las casas tienen puerta en vez de cartones, en las ventanas, se puede ver lo que ocurre dentro, algunas estaban tapadas por unas telas blancas, que mi madre las llama cortinas. Llegué a su casa después de dar muchas vueltas por su calle, era una casa grande con muchas ventanas y una gran puerta negra que se abrió enseguida. Enseguida entré y le dije gritando a Karîm: -¿¡Pero tú de qué vas!? -¿Perdón? -No, no te perdono, estas siempre metiendo a mi hermano Hassan en líos y mi madre ya no puede más contigo, ya no tenemos más dinero para darte, todos nuestros ahorros los tienes tu por insultar a mi hermano y hacerte la víctima. -Lo siento, pero yo no tengo por qué hablar contigo, ¡vete de aquí! Cuando estaba llegando a casa enfadado vi a unos policías llamar a mi puerta.
Capítulo 2: Problemas. Mientras que me acercaba a casa para ver qué pasaba y qué es lo que querían los policías veía a mi madre llorar. No tenía muy buena pinta. -Mamá, ¿qué está pasando? ¿por qué lloras?-. -Hijo, en el trabajo de tu padre ha caído una bomba-. -¿Están todos bien?-. … mi madre no contesta, algo va mal. -¿¡Están todos bien!?-. -Hijo, tus hermanos estaban en hora de descanso, fuera del trabajo. Pero tu padre no ha tenido tanta suerte-. No me lo podía creer. De un momento para otro había perdido a mi querido padre. ¿Y qué iba a hacer sin él? Mi madre me explicó que está empezando la guerra que tanto se temían que iba a llegar. No entendía por qué tenemos que pagar los ciudadanos con nuestras vidas. Tenía mucho miedo y me fui a dormir un rato. Abrí los ojos, aún era de día. Mi madre vino a avisarme de que mi amigo Mohamed había venido a buscarme para dar una vuelta así que me vestí y salí con él. El es el mejor amigo que he tenido nunca, siempre ha guardado mis secretos, me ha ayudado en todo y me ha hecho reír un montón. Mohamed y yo fuimos a un mirador en lo alto de una montaña muy bonito desde el cual se ve toda la ciudad. Alli ivamos desde que éramos pequeños. -¡Mira Guillermo, aún están grabados nuestros nombres en el árbol!-. -Ala es verdad, ya ni me acordaba-. -¿Te acuerdas cuando lo tallamos?, teníamos 6 años y fue el mismo día que encontramos este sitio-. -Desde ahí tu eres mi mejor amigo, Mohamed-. Mohamed se sentó al borde del mirador. Nos pasamos toda la tarde recordando viejos momentos. Por momentos estaba tan a gusto que creía que sentía algo más que una bonita amistad por él. No creo que se lo imaginara, ni siquiera que sintiese lo mismo por lo tanto preferí guardarlo.
Cuando empezó a anochecer decidimos volver a casa. Como siempre llegamos a un punto en el que nuestros caminos de vuelta a casa se separaban así que nos dimos un abrazo y me fui por mi camino. A mitad camino, como vivía bastante lejos, decidí tomar un atajo por un callejón para llegar antes. Después de la muerte inesperada de mi padre ya nada peor podía pasar. Pero de repente escuché gritos de una pobre niña. Estaba oscuro y me puse nervioso, no la encontraba. Pero lo conseguí. Conseguí ver la imagen que me traumatizaría de por vida. Un señor mayor estaba violando a la pobre niña que tendría unos 10 años. Pensé en avisar a algún policía o soldado, pero el señor era un soldado del ejército. Pasé mucha impotencia, pero me tuve que ir corriendo. Llegué a casa llorando, solo quería abrazar a mi madre, solamente. Pero cuando entré a nuestra pequeña sala de estar, no me encontré el ambiente que yo esperaba. Mi madre estaba llorando. ¿Qué más podía pasar? Me sequé las lágrimas y le pregunté qué le pasaba. -Hijo vas a tener que ser muy fuerte a partir de ahora, ¿de acuerdo? -¿Por qué mama? ¿Qué pasa?. -Poco antes de que vinieses, unos soldados se han llevado a tu hermano Imâd como prisionero- me dijo mientras lloraba. La abracé, pero no le di un abrazo cualquiera. Un abrazo de esos que quitan los males por un rato. Mamá me explicó que debíamos de huir de Siria por nuestro bien, pero que aún no estaba claro. Me pareció bien. Después de todo este día, decidimos irnos a dormir. Y habíamos tenido que sufrir bastante. A media noche, como de costumbre, me levanté a mear. Escuche ruidos. Pero como había empezado la guerra no le di importancia y volví a mi cama. A la mañana siguiente me desperté escuchando llantos de rabia y ruidos de utensilios de cocina cayendo al suelo. ¿Y ahora qué pasaba? No aguantaba más. Mi madre estaba revolviendo la cocina en busca de nuestros alimentos y nuestro bote de ahorros para la guerra estaba tirado en el suelo y vacío. -Hijo, nos han robado todo- me dijo llorando desesperadamente. -Mama, no aguanto más-. -Ni yo hijo, lo siento-. Salí corriendo de allí y me dirigí al mirador. Sin pensar el peligro que corría. A este paso ya me daba igual lo que pasara. Nada peor podría pasar ya.
Capítulo 3: La huida. Anoche escuché a mi madre hablar con Bâhir, decían de irnos todos a Europa definitivamente porque los siguientes que morirían éramos nosotros. Me asuste mucho, tenía miedo de que no nos dejaran entrar en Europa y nos tuviéramos que quedar en el mar corriendo el riesgo de ahogarnos en cualquier momento. -Mamá, anoche os escuche a Bâhir y a ti hablar de irnos a Europa. Tengo miedo de que no nos dejen pasar… -dije aterrado. -Hijo, eso no pasará. Nos dejaran entrar, viviremos unos meses en los campos de refugiados y luego iremos a vivir a casa de tu tía Lina en Nei Pori, Grecia -dijo mi madre muy tranquila. -¿No tienes miedo? Lo dices con un tono tan tranquilo… -Claro que tengo miedo, pero no quiero que ni tú ni tus hermanos me veáis asustada… Después de tener esa conversación tan incómoda con mi madre me puse a hacer la comida, por la ventana de la cocina veía a Osama y Amîr jugar a la pelota. Me daban pena porque ellos no eran tan afortunados de tener familia en Europa y no podrían huir tan fácilmente de la ciudad. Nos pusimos a comer un plato de Mujaddara, me salió muy rica, todos me dieron la enhorabuena. Empezamos a hablar de la huida hacia Europa mientras comíamos, cada vez me daba más miedo huir de la guerra. No quería pasar por lo mismo que mi hermano Imâd, sentir la sensación de estar al borde de la muerte, me asustaba todavía más. Así que me despedí de todos mis vecinos y amigos por la tarde y me puse ha hacer la maleta enseguida. Cogí solo lo necesario: mi ropa, la poca comida que nos quedaba, y dinero. A mi madre tampoco le hacía mucha gracia huir de nuestra querida ciudad, pero las cosas eran así, la guerra había estallado y ya nada bueno podia pasar en Al-Qanjra. Me fui a dormir, estaba muy cansado. Pero no pude dormir, estaba despierto dando vueltas y pensando la huida de mañana. Al final, de lo agotado que estaba me pude dormir. Al levantarme fui a la cocina a desayunar leche con cereales que preparó mi madre anoche, me lo comí muy rápido y enseguida recogimos toda la casa para irnos. Cuando por fin nos íbamos, mi hermano Abdel Alim dijo: -Lo siento mucho mamá, me voy a quedar…- dijo llorando. -¿Que pasa? ¿No quieres irte por miedo a morir? -... No, estoy enamorado y voy a quedarme aquí con el amor de mi vida.
-Hijo, debes huir, aquí tienes el riesgo de morir. Pero si tu corazón dice lo contrario… ya eres mayor de edad, puedes hacer lo que quieras, pero me gustaría que vinieras con nosotros... Me decepcioné mucho al saber que mi hermano no venía con nosotros, pero si él quería quedarse con su novia Wulstana no podíamos obligar a hacer lo contrario. Nos despedimos de mi hermano y nos pusimos rumbo a Nei Pori. Cogimos el autobús público de la ciudad para llegar a Lataquia, y de allí cogeríamos un barco que llegaría a Grecia. El viaje se me hizo muy largo, miraba por la ventana y veía a niños jugar y saltar de alegría cuando el autobús pasaba delante de ellos. Cuando llegamos por fin a Lataquia, mi madre se puso a chillarle a un tipo que iba muy bien vestido, llevaba ropa blanca con muchas medallas de muchos países y un tipo de sombrero azul marino. Parecía el capitán del gran barco negro que tenía delante mía, pero no entendía por que mi madre le chillaba como si estuviera poseída. -Mamá, ¿Por que estás enfadada con ese señor?-dije preocupado. -Hijo, el barco que llega a Nei pori no va a salir, nos dejan tirados a todos. -¿Cómo puede ser eso? Pero si ya hemos pagado los pasajes… -Lo sé, pero no tenemos otra opción que coger una barquita pequeña y partir por nuestra cuenta. -Esa opción no me gusta mucho pero no hay mas remedio… Enseguida nos pusimos a buscar una barca con la que partir, no encontrábamos ninguna hasta que una pequeña familia nos dejó subir en la suya. Habían 4 personas uno de sus dos hijos parecía de mi edad y me puse a hablar con él. El mar era muy solitario, solo se veían delfines saltar, algún que otro tiburón… esa noche se oía mucho ruido, me desperté y vi a mi madre en el agua chillándonos que la ayudáramos, desperté a mis hermanos e intentamos ayudarla. Pero la suerte no estaba de nuestra parte y un tiburón se le acercó por detrás y se la llevó por delante, fue el peor día de mi vida, ver cómo muere un ser querido no es muy agradable. Nos quedaba poco para llegar a Grecia, se veían sus pequeñas islas al horizonte ya llegaba el fin de la tragedia.
Capítulo 4: El fin No me lo podía creer, estábamos a punto de cruzar la frontera. La verdad es que ya no sabía si haber llegado ahí me había servido de algo. Lo había perdido prácticamente todo. Pero lo peor ya había pasado, solo quedaba esperar a que anocheciera y entonces entraríamos a Grecia, ese lugar al cual los sirios le llamamos el paraíso. -Y ahora, ¿cuál es el plan? -pregunté a mis tres hermanos. -Esperaremos a que anochezca para pasar la frontera y se acabará todo- dijo mi hermano mayor. Y eso hicimos, esperamos a que se hiciese de noche. La verdad es que el tiempo se nos pasó muy rápido, o por lo menos a mí. Y llegó la noche, nos preparamos los cuatro para correr. Por lo menos habíamos descansado un poco y no estábamos tan cansados. -¿Estáis todos preparados?- dijo mi hermano mayor. Todos asentimos. -Bien, pues a la de tres corred a más no poder, saltad la valla y volved a correr. Suerte hermanos. Por lo que he visto, puede que nos separemos. Os quiero- dijo mi hermano mayor antes de huir. Nos dimos un gran abrazo. -Una, dos y… tres-. Empezamos a correr como si no hubiese un mañana. Yo solo pensaba en llegar al otro lado. Sentí una euforia y una satisfacción al saltar la valla. Era libre. Al llegar al otro extremo me reuní con uno de mis hermanos. -¡Lo conseguimos!- dijo el. -Si pero, ¿y nuestros hermanos? ¿dónde están?- pregunté preocupado. No me hizo falta respuesta. Se oyeron unos gritos de dolor al otro lado de la valla. A mis hermanos los habían capturado antes de que pudieran saltar. Y como no corriéramos nos cogerían a nosotros también. Así que corrimos como si no hubiese un mañana. Recuerdo pasar más de un día en un callejón durmiendo a la intemperie y llorando por mis pérdidas junto a mi hermano. Éramos los únicos supervivientes de nuestra familia. Desde el principio, se suponía que escapábamos para tener una vida mejor y para permanecer todos juntos sanos y salvos.
Y no, solo quedábamos él y yo. Desde pequeño me enseñaron que la familia es lo más grande que tenemos. Pero yo ya no tenia nada, solo a mi hermano. Él lo llevaba mejor, o simplemente, se lo guardaba. Pero se le veían ganas de vivir, empezar de cero, pasar página. Al fin y al cabo, ser positivos era nuestr única opción. Una mañana me desperté y me encontraba en un polideportivo con otros cientos de refugiados y con mi hermano al lado mio. -¿Dónde estamos?- le pregunté nervioso. -¡Buenas noticias!, a media noche nos encontró un señor que se ve que tiene algún cargo en el ayuntamiento y nos trajo aquí. Estabas tan dormido que ni te enteraste. -¿Eso significa que vamos a tener comida y sitio donde dormir?- pregunté feliz y aliviado. -Sí hermano, todo empieza a mejorar. Pronto todo volverá a la normalidad, ya lo verás.dijo. Transcurrían los días, y por mas buena que fuese la situación seguía habiendo perdido a mis padres, a mis hermanos y a mi amado. Nada tenía sentido en mi vida. Mi hermano había conseguido un trabajo y pronto podríamos irnos a vivir a un lugar mejor. Pero no aguantaba la situación. Un día me desperté llorando, no podía aguantarlo más. Tenía que asumirlo, no iba a levantar cabeza. Prefería ir al cielo con mis seres queridos. Así que al anochecer salí “a dar una vuelta”. -Mamá, Papá, os quiero- grité. Y sin pensármelo dos veces salté por un barranco. No recuerdo nada mas de las siguientes horas. Lo último que recuerdo fue ver el bonito cielo estrellado de noche. Desperté en un hospital y tenía a mi hermano al lado. Dijo: -Te quiero y jamás me perderás-.
Castellon de la Plana, 13/05/2016 Ruth Balaguer Schmidt Maria Rubio Tena