Desastre humano

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Desastre Humano

Arnau Calpe


Capítulo 1. Mi vida. Me llamo Habib, y esta es mi historia. Tengo 12 años, vivo en Qadesh, un pueblo pequeño de Siria, mi madre se llama Aisha y mi padre Munir, mi familia no es ni muy pobre ni muy adinerada, vivimos en una casita pequeña, al lado de un mercado de pescado, cuando me levanto por ​ las mañanas huele a pescado fresco y me encanta. Yo me levanto a las 8:00 para vestirme, desayunar e irme al colegio. Mi padre a las 7:00 para ir a trabajar, y mi madre antes que mi padre para hacerle el desayuno, aunque me parezca mal ya que mi padre se lo puede hacer él solo. Mi mejor amigo se llama Jawhar, vive a 3 calles detrás de la mía, y quedamos casi todos los días. Vamos juntos a clase y nos lo pasamos muy bien. Mi padre trabaja en el hospital de cirujano, gana buen salario, suficiente para comer y tener una casa, pero mi madre no trabaja, es ama de casa, hace la comida, me ayuda con los deberes, es la mejor. ­Buenos días Habib­ dijo mi madre. ­Buenos días, madre, ¿qué querías?. ­Mira hijo, ya hace varios días que tengo varios sintomas de embarazo, y… creo que estoy embarazada. ­Ay, madre, ¡qué ilusión!. Cuando mi madre me contó que estuvo ​ embarazada, fui a casa Jawhar a contárselo. ­Hola Jawhar, ¿sabes qué?. ­Hola habib, no, dime. ­Mi madre está embarazada, qué guay. ­Ala, qué ilusión, tendrás un hermanito o hermanita. ­Bueno me voy ya para casa, que se está haciendo tarde, adiós. ­Adiós Habib, mañana nos vemos


Cuando llegué a casa a las 21:00 mi madre hizo de cena pechuga de pollo, porque cerdo no podemos comer a causa de nuestra religión, pero mi padre no vino a cenar, y no sabía por qué hasta el día siguiente. Dijeron por las noticias que un grupo pequeño de personas empezaron a disparar a varios ciudadanos, y mi padre tuvo que operar unos cuantos para quitarles las balas profundas. Lo que no sabía yo, que eso era el principio de algo fuerte. Al día siguiente fue como todos, muy tranquilo. Vino Jawhar a casa ya que era domingo, y no teníamos deberes. ­Hola Jawhar, ¿por qué pones esa mala cara?. ­¿Ayer viste las noticias?. ­Sí, ¿por?. ­Una de esas personas era mi padre, que estaba comprando carne en el mercado. Y hoy por la madrugada, sobre las 5 de la mañana ha muerto, mi madre está llorando mucho y he venido para contártelo, y ahora me voy a su entierro, luego nos vemos… ­Vale Jawhar, luego nos vemos, recupérate. Cuando Jawhar salió por la puerta me puse muy mal, pero mi madre vino a darme un abrazo, y me ayudó muchísimo, con sólo un choque de cuerpos. Se hizo de noche y Jawhar no aparecía, fui a su casa y no había nadie, llegué a casa llorando porque estaba muy preocupado por si le hubieran matado, vino mi madre y me volvió a tranquilizar, y me dormí entre sus piernas. Al día siguiente fui al colegio, y menos mal que Jawhar apareció. Dimos todas las materias ​ de ese día, cuando llegué a casa hice los deberes que mandaron y me dormí, porque estaba muy cansado. Al despertarme desayuné e hizo lo mismo de siempre, ir a la escuela, comer, volver a escuela por la tarde, cenar e irme a dormir. ­Habib, ve al mercado a comprar una lechuga y un tomate­ dijo mi madre. ­Vale mamá.


De camino al mercado me encontré a un grupo de compañeros de clase que digamos no se llevan muy bien conmigo, porque era más listo que ellos, y entonces me rodearon y me empezaron a insultar, hasta me pegaron patadas, rápidamente vino un policía de allí. ­¿Qué hacéis niños?, dejad de pegarle, iros ya­ les dijo el policía chillando. ­¡Corred chicos!­ dijeron los niños asustados. Me ayudó a levantarme y me acompañó a casa, no fui al mercado porque​ ​ me encontraba muy mal, me dolía todo, Llegué a casa con moratones en la cara y en el cuerpo, y mi madre se preocupó muchísimo. ­Hijo mío, ¿qué te ha pasado? ¿han sido otra vez esos niños de tu clase?. ­Sí mamá, me han pegado, no he podido defenderme, eran unos 6, lo siento mamá, no he podido ir al mercado. ­No pasa nada, ya iré mañana con tu padre.


Capítulo 2. La explosión. ­Buenos días mamá,¿hoy hace buen día no?. ­Sí Habib, cómete esta media manzana y ve al instituto… ­Vale, mamá, ¡nos vemos luego, te quiero!. Fui a la escuela con aún los moratones pero me digné y fui. Hicimos matemáticas, árabe y educación física. A la hora del patio, a lo lejos vimos un avión muy extraño, sin saber por qué lanzó una cosa muy rara, al caer estalló y escuchamos muchos chillidos y disparos, vinieron varios soldados vestidos de negro y estaban disparando a la gente. Nos hicieron meternos dentro de la escuela pero a lo lejos vi a una persona que me era muy familiar. ­¡Papá!­ chillé con toda la fuerza que pude, al segundo un francotirador le apuntó y entonces, se me cayó el mundo encima, vi a mi padre tirado por el suelo. Una profesora me estaba empujando para que fuera dentro de la escuela, a base de chillidos, empujones y patadas me solté de aquella profesora, salté la valla y fui corriendo la casa, pasé por el lado de mi padre, me dolían los ojos de tanto llorar, las lágrimas me nublaron la vista y no veía nada, al cabo de varios minutos me escondí en un callejón. Intenté tranquilizarme pero no pude, un coche apareció, me fijé en el conductor y era el padre de Jawhar, y detrás él. ­¡Sube al coche, venga!.­ dijo chillando muy fuerte­ luego iremos a por tu madre. Subí en el coche, aunque haya sido mi salvación, mi mente aún estaba traumatizada, imaginando muchas cosas, me asustaba yo mismo en esos momentos.


­¡Aisha!, coge lo que pueda y vámonos­ dijo el padre de Jawhar. Mi madre subió al coche con varias bolsas de comida, agua y algo de ropa. ­Hola, mamá, lo he pasado muy mal, han matado a papá… Mi madre no dijo nada, se quedó sin palabras, con sus gestos y su cara de podía ver su estado de ánimo, era desastroso todo. ­Vamos al búnker de mi madre, está a 10km de aquí, no pararemos por cualquier caso, si salimos del coche tenemos más probabilidades de morir. ­Vale, papá, espero que todo salga bien­ dijo Jawhar. Cuando llegamos al búnker corrimos todos hacia allí, cogimos las bolsas de comida y ropa que cogió mi madre y estuvimos esperando dentro un par de horas hasta que paró un poco todo el aquel desastre. Sin darnos cuenta nos dormimos todos, yo fui el primero en despertarme, era por la mañana. Desperté a mi madre y a los otros. ­Uff, me duele mucho la espalda.­ dijo Jawhar. ­Hombre normal, si te has dormido con las espalda curvada apoyando la cara en la mesa.­ dije yo en tono gracioso, pero al momento pensé en el momento que estábamos pasando y al final puse mala cara. Estuvimos hablando de todo lo que estaba pasando, y haciéndonos preguntas de este estilo… ¿por qué nos toca sufrir a nosotros?. ­Mamá, ¿nos tendremos qué quedar aquí toda la vida?.­ dije yo. ­No hijo, en unos días intentaremos ir a Chipre, una isla de Grecia, después llamaré a un amigo para que nos deje un barco. Al cabo de unos 15 minutos, mi madre al encontrar algo de cobertura y llama a su amigo del barco.


Le dijo que en 3 días que estuviéramos Latakia, donde iriamos directamente a Chipre. Nos preparamos para irnos a Nusaybin que está más o menos a medio camino, cogimos toda la comida que había, gasolina para el coche y ganas de sobrevivir ante ésta catástrofe. El padre de Jawhar cogió el coche ya que mi madre no puede, las mujeres no pueden sacarse el carnet de conducir. ­¿Nos queda mucho para llegar a Nusaybin?. ­No hijo, estamos a dos y poco más.­ dijo mi madre. Sólo hicimos una parada, y porque Jawhar se estaba meando. Volvimos a subir al coche, y seguimos el rumbo. Charlamos un poco sobre lo que haríamos a Chipre, en lo bien que viviríamos, podrías comer bien, beber mucha agua y seríamos felices en un país tranquilo. Al cabo de dos horas llegamos a Nusaybin, salimos poco rato del coche, para despejarnos, el padre de Jawhar dijo que nos dirigíamos ahora a Gaziantep, y luego directamente a Latakia, nos pusimos muy felices, el único problema era que no quedaba mucha gasolina para el coche.


Capítulo 3. Rumbo a Latakia. Estuvimos yendo a Latkia, estuvimos muy felices hasta que pasó lo que no queríamos que pasara. ­Chicos, se ha agotado la gasolina del coche, nos quedan aún 4 horas de coche y caminando pues el doble, y nos tenemos que darnos prisa que en unas cuantas horas anochecerá, y no tenemos linterna. Después de que dijera la noticia todos pusimos mala cara, pero no podemos hacer nada. Nos pusimos camino a Latakia, nos llenamos de energía y empezamos a dar los primeros pasos al lugar donde podríamos ser felices. ­Papá, cuando llegue a Chipre me gustaría probar nueva comida. ­Sí Jawhar, probarás la comida que querrás. Al cabo de varias horas caminando, se interpuso un grupo de personas, tenían muy mala pinta y no nos acercamos mucho. Empezamos a escuchar pasos más rápidos, al darnos la vuelta eran ellos con varias pistolas apuntándonos, nos asustamos y empezamos a correr también, al fondo se veía un puerto. A los segundos de verlo a lo lejos, escuchamos disparos que se dirigían hacia nosotros. ­¡Corred niños! Aisha, vete con ellos, yo me encargaré con ellos. ­¡No, papá!.­ dijo Jawhar chillando. De sus bolsillos grandes de sus pantalones sacó una pistola y apuntó a varios de ellos. Aunque le dolía matar a gente, lo tenía que hacer para protegernos.


Escuchamos tres disparos, nos giramos y vimos a dos del grupo de personas en el suelo, y al padre de Jawhar de rodillas, a punto de caerse al suelo. Sus últimas palabras fueron: ­Jawhar, hijo mío, llega sano y salvo a Chipre… ­¡Papá, no!­ dijo chillando y llorando. ­Vengar Jawhar, hay que llegar a Latakia­ dije yo para que no nos mataran. Empezamos a correr hacia el barco, estuvimos a unos 300 metros, vimos a un grupo de gente subiéndose al barco. ­Hola, estoy buscando a Hassan, ¿sabéis dónde está? ­dijo mi madre con prisa. En aquel momento apareció Hassan con cara preocupada, y empezó a hablar con mi madre. ­Niños, subid en el barco, tu madre se tiene que quedar aqui. ­¿Por qué?, quiero ir con mi madre. ­Subid en el barco, ¡YA!.­ dijo un hombre con un cuchillo muy afilado y grande. ­Por favor, subid, no os preocupéis por mí. Al decir sus palabras les hicieron subir al barco, y el hombre ese cogió el cuello de su madre, y con toda su fuerza le cortó la cabeza y al momento se lo clavó a Hassan al corazón. ­¡Mamá!.­ dije chillando casi desgarrando mis cuerdas vocales. Cuando se iba alejando el barco más lloraba, sin saber por qué ha pasado eso, me derrumbe en mil pedazos, sin madre ni padre, yendo a


un lugar que no conozco, pero al menos voy con mi mejor amigo, pero no tiene comparación con mis padres. Un hombre se nos acercó. ­Niños, no sabemos por qué ese pirado ha hecho eso, no nos culpéis a todos los del barco, me podéis decir vuestros nombres?. ­Yo me llamo Jawhar y él Habib, el hijo de esa madre… ­Ho, hol, a.­ me costaba decir mi nombre por esa tragedia. En ese momento dejé de escuchar lo qué decían, no me importaba, sólo quería estar con mis padres, ellos me dieron la vida, y la han perdido por mí.


Capítulo 4. La libertad. Al cabo de varias horas llegamos a Chipre, al momento de pisar la isla vinieron varios médicos a darnos algo de comida y bebida, comí rápidamente porque en muchas horas no había comida nada y estaba muy hambriento. Nos hablaban con un idioma un poco raro, claramente no lo entendíamos, a los minutos vino un hombre que él sí que sabía nuestro idioma. ­Hola niños, ahora os vamos a llevar a un lugar para que podáis pasar la noche ­dijo el hombre. Nos quedamos callados y fuimos a ese lugar, era muy grande, con varias porterías de fútbol, no sabía cómo se llamaba pero por lo menos podíamos dormir. ­¿Y vuestros padres? ­nos volvió a hablar el hombre. ­Nuestros padres han mue…­ dije yo con muy mala cara. ­Oh, lo siento mucho, si necesitáis algo estaré ahí al lado, si queréis me ocuparé de vosotros hasta que tengáis una cierta edad de independizaros. ­Te agradecemos tu ayuda.­ dijo Jawhar un poco feliz. Se hizo de noche y fuimos a una mesa donde había mucha gente cogiendo comida, cuando llegamos sólo quedaba un plato, en ese momento llegó el hombre y nos dió su plato, para que pudieramos comer un plato cada uno.


­Muchas gracias, te lo agradezco.­ le dije yo al hombre por que me dió su plato. ­De nada hombre, por cierto, ¿cómo os llamáis?. ­Yo Habib. ­Yo Jawhar. ­¿De qué pueblo venís?. ­De Qadesh los dos, somos mejores amigos y siempre quedábamos al lado del mercado de verduras. ­Muy interesante ya sé algo más de vuestras vidas ­dijo él feliz­ ¿hacemos un trato?, os vais ya a dormir y cuando os despertéis os cuento yo algo de mi vida, ¿vale?. ­Vale señor, me parece bien. Entonces cuando el hombre se fue, me dijo Jawhar de ir a ver Chipre solos. ­Debemos quedarnos aquí, prefiero dormir que está por ahí oscuro… ­Bueno lo que tú quieras. Eran las 07:00 de la mañana, lo sé por que lo ponía en un reloj que había allí, y me giré y Jawhar no estaba. Sin querer, mi cuerpo me obligaba a cerrar los ojos y dormir por el cansancio. Cuando me desperté estaba Jawhar hablando con el hombre con mala cara. Ahora sí que sí pude levantarme. ­Pero, ¿qué pasa?.­ dije yo. ­Pues que Jawhar me quitó la llave para salir de aquí, y yo lo vi y le regañé. ­Jawhar, me dijiste que si no iba yo tú tampoco. ­Lo sé, Habib, pero quería investigar. Acabamos de discutir, por decirlo así, y el hombre se acordó de contarnos cosas de su vida, y nos empezó a contar que estaba casado,


pero no tenía hijos, su mujer murió hace pocos años ayudando a gente en Índia, y desde aquel día empezó él también a ayudar a la gente por que si la vida nos fuera mal en todos los sentidos, nos gustaría que nos ayudaran. Empecé a crecer allí, con Jawhar y con aquel hombre, que nunca nos quiso decir su nombre pero nos dijo que le llamáramos ‘Papá’. Y gracias a él comencé una nueva vida en Chipre. Me llamo Habib y esta es mi historia de como sobreviví a aquel Desastre. Arnau Calpe Castelló, mayo de 2016


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