La dura vida de Kaleb Siantra
Novela escrita por: Denis Savu Vlad y Judith Ferrando
CAPÍTULO 1 La noche avanzaba lentamente mientras yo, solo un niño de 15 años esperaba inquietamente al amanecer, miré sobre mi regazo, mi hermano pequeño dormía tranquilamente, él se veía con un aspecto horrible, había perdido muchísimo peso en los últimos días, su cara estaba cubierta de suciedad y polvo, su cabello negro descabellado en todas partes y su nariz y su boca tan pequeñas como siempre, cuando estaba despierto tenía los ojos de un azul claro, igual que yo. Me pregunté cómo podía dormir en tal situación, la inocencia de un niño pensé. Mientras esperaba a que amaneciera empezaba a recordar cómo llegué hasta tal punto, mi padre siempre fue un hombre humilde y él se esforzaba para que tuviéramos todo lo necesario, fingía que tenía dinero pero la verdad el casi nunca daba abasto. Creo que lo hacía para que no nos diéramos cuenta de que ya no teníamos madre pero la falta de comprensión y de afecto que le da una madre a sus hijos era inevitable, ella murió al dar a luz a mi hermanito hace 10 años. Me había acostumbrado al no verla ya que cuando murió solo tenía 5 inocentes años, pero aún recuerdo su cálida e inocente sonrisa, como si fuera ayer porque cada dia se refleja más en la carita de mi hermanito pequeño, también recuerdo su cabello largo y rubio, y su cara de proporciones perfectas, como si de una actriz se tratase. Esos momentos cuando ella me abrazaba y me decía que no tuviera miedo a la oscuridad que era ya un niño grande, su niño grande. Algunas veces la echo de menos, pero qué se le va a hacer, así era la vida, solo me hacia falta un adjetivo para describirla, dura. Pero lo triste es que a mis 12 años he empezado a experimentarla y a comprenderla realmente; la vida te da sorpresas agradables y desagradables y no hay en este caso, ningún cheque regalo para devolver lo regalado y lo que no te ha gustado. Tienes que aprender a vivir con ello pese a que no sea de tu agrado. Al principio es bastante difícil de ignorar de que no tienes todo lo que antes habías tenido, toda tu antigua vida se desmoronó en un abrir y cerrar de ojos, pero uno se va haciendo la idea y pasado un tiempo haciendo la misma rutina cada dia a uno se le pueden olvidar todas sus preocupaciones, pero eso si nunca, nadie, se acostumbrara a esa clase de vida, ya que no estará hecha a su medida pero aún sigue siendo necesaria para sobrevivir en este duro y cruel mundo. Aprendí por las malas, a que se tiene que apreciar todo lo que tengas, mientras lo tengas, porque nadie sabe ni cuándo ni dónde tu vida peligraba y todo lo que conoces desaparecerá. En este caso no incluyo a mi madre, mi vida se desmoronó solo una vez y no fue la vez en la que ella murió. No, me refiero hace unos días, cuando creía que era el fin de mis días, aun a dia de hoy me pregunto cómo sobrevivimos mi hermano y yo a aquella terrible guerra que aún sigue provocando muertes innecesarias cada semana, cada día y cada hora que pasa. Yo siempre fui un niño feliz hasta aquel extraño día que supuso el fin de mi infancia y me marcó de por vida.
Mi hermano Ali miraba la televisión como siempre hacía cada mañana al tomar su querido desayuno, que constaba de un vaso de zumo de naranja y una rebanada de pan con mermelada, yo lo observaba con ojos de águila para que no hiciera otra trastada de las suyas, puede parecer inofensivo al principio, pero dale una oportunidad perfecta y ya verás con qué sorpresa te despiertas. Aviso, lo sé por experiencia. “Nuestro padre estaba en su trabajo, trabajaba como fontanero en aquel entonces, pero no le dio tiempo llegar a casa antes de que estallara la guerra en Siria, todo pasó muy deprisa, la gente se reveló, protestas en la calle, huelgas... Todo era un caos y la policía comenzó a tomar remedios. Debimos escuchar, debimos estar más atentos... La guerra no empezó de inmediato se dio bastantes indicios de que algo muy feo se avecinaba.” A mi hermano se le cayó su rebanada de pan con mermelada al escucharse de pronto un gran estruendo seguidos de múltiples sonidos de disparos de metralleta. Alguien empezaba a forcejear la cerradura de la puerta principal desde fuera para intentar abrirla. Sin pensarlo siquiera dos veces cogí a mi hermanito del brazo y corrimos hacia nuestra habitación, subiendo escaleras de dos en dos llegamos y nos encerramos con llave. -Rápido -le dije- tenemos que escondernos, no sabemos qué ha pasado allí fuera. -Claro, un segundo- dijo mi hermano entre jadeos. Nos metimos en nuestro armario y cerramos sus puertas desde dentro para ocultarnos. El intruso había conseguido entrar en casa porque solo se escuchaban cosas haciéndose añicos y rompiéndose. También se escuchaba que hablaba en una lengua muy extraña ninguna antes oída por mí, bueno estaba seguro de que en mi escuela nadie hablaba ese idioma, de repente se escuchó otra voz gritando y me di cuenta de que había ya varios desconocidos en mi casa. -Vale, tranquilízate -me dije para mí, en mis adentros. Obviamente como siempre hacía, mis adentros eran escuchados en alto. -Estoy tranquilo -me contestó mi hermano aun entre jadeos, creyendo que se lo decía a él. -Papa llegará enseguida así que tenemos que esperar escondidos aquí. -Vale, pero como tengamos que estar aquí dentro más de lo necesario se lo diré a papá. Las horas pasaban y se me hacía eterno el esperar a que pasara no sé qué o que se marcharan los intrusos. Ellos no creo que tenian ninguna intención de irse, pero por lo menos no habían entrado en la habitación donde nos ocultábamos. -¿Falta mucho? Tengo mucho miedo Kaleb…- me pregunto y confirmó Ali. -Creo que ya se han ido- le confirme a Ali para que no se preocupara Lo cual era cierto, ya había parado el ruido y no solo eso sino que también había un silencio espeluznante, era como si no hubiera una pizca de vida en el exterior y eso me estremeció por dentro. ¿Y nuestro padre? Debería haber llegado ya… No, seguro que estaba bien solo había que tener un poco de esperanza porque ni siquiera sabíamos que había ocurrido allí afuera, pero tenía un presentimiento de
que no era sin duda nada bueno. Además ya tenía cosas más importantes que hacer, como poner a mi hermanito en un lugar seguro. -Vale este es el plan -comencé a explicarle a Ali- tú te quedas aquí mientras yo salgo fuera y miró si está despejada la zona, cuando te avise saldrás. ¿De acuerdo? solo cuando te avise. -Pero yo quiero ir contigo. -No, no puedes, es muy peligroso. Tu solamente esperame aqui ¿Vale? -Vale…-dijo con desgana. Abrí la puerta del armario y salí sigilosamente, o al menos lo intenté porque lo que se dice poco ruido no hacía y Ali se percató de ello. En tono de burla, me dijo: -Seguro que no quieres que salga yo, porque contigo por allí parece que llegue el circo. Ya era hora de hacer algo maduro, así que simplemente pasé de él y me dirigí, ahora sí lo más cuidadosamente posible que podía, hacia la puerta. Acerqué mi oreja para escuchar mejor y nada, no se escuchaba nada. Abrí la puerta de golpe y no había nada, eso sí montones de cristales rotos cubrían el suelo liso. Sin hacerme daño baje las escaleras y solo me encontré más cristales y platos rotos. Fuera lo que fuera que hubiese pasado ya no había nadie en la casa. -¡Ali, baja aquí, ya no hay peligro, pero ten cuidado con los cristales que hay en el suelo! -le grité. Me fijé en una foto con un marco y con un cristal roto. Era la única foto donde salía yo, mama y papa juntos, la recogí del suelo, le quite el marco y el cristal roto, doblé la foto y me la metí en el bolsillo. También recogí una foto con mi hermano, mi papá y yo y pensé qué bien estaría que tuviéramos una foto familiar todos juntos, mi hermanito Ali y mi mama Kiara, pero aunque en el fondo de mi corazón lo deseaba, sabía bastante que era imposible. Ya habían pasado 5 minutos y aún no había recibido ninguna respuesta de mi hermano. -¡¿Ali!? Nada -¡¿Ali!?- me empezaba a preocupar. Empecé a subir las escaleras rápidamente hasta mi cuarto. Con mucho miedo lo volvi a llamar -¿Ali? Se abre la puerta del baño y casi me da un infarto. Era mi hermano. -Tenia pis -dijo él inocentemente. -En fin, tenemos que salir de aquí, de momento todo está bien, pero este ya no es un lugar seguro. -¿Y hacia dónde nos vamos? -Lo prioritario es encontrar a papá, luego ya veremos hacia dónde nos dirigimos. Cogimos todo lo que pudimos (provisiones, ropa,...) y todo lo que vimos necesario para poder sobrevivir fuera de casa. Después bajamos las escaleras con cuidado y salimos por fin de casa. No sabíamos lo que nos esperaba fuera, tampoco sabíamos contra qué peligro nos enfrentábamos, sólo sabíamos que teníamos que sobrevivir a lo que sea que había allá afuera.
CAPÍTULO 2 Un nuevo destino En cuanto salimos a la calle empezamos a correr hacia el lugar donde nuestro querido padre trabajaba. Latakia era una ciudad muy grande y casi siempre sabíamos orientarnos en ella, pero solamente cuando esas calles estaban en plena armonía. ¿A qué viene lo de en plena armonía?, os preguntareis. Ya no quedaba casi nada de lo que antes había, ahora solo había destrucción, destrucción y muchísima más destrucción. Seguimos caminando unos veinte metros, pero los dos nos paramos en seco al oír disparos y gritos de gente. -¿Has oído eso? -le pregunté a Ali -¡Papá!- y empezó a correr hacia el disturbio. -¡Ali espera! - grite pero no me escuchó, así que comencé a seguirle porque, quien sabe en qué problemas se podria meter mi travieso hermano. Cruzamos la calle rápidamente, atravesamos el parque corriendo abiertamente por el césped bien cuidado y por fin se paró, pero no se paró porque se lo dijera yo, no, eso nunca, se paró al ver el gran caos que había. La policía disparaba contra los civiles y algunos de ellos se defendían con armas robadas, a muerte. Por la calle sólo había cadáveres destrozados, puede ser de solo civiles normales que solo querían estar tranquilos en ese precioso dia. Entre los cadáveres reconocí a varios vecinos, compañeros de clase y amigos de la infancia. Aparte la vista con lágrimas cayendo sobre mi mejilla, cojí a Ali de la mano y tiré de él en una dirección cualquiera, solo lejos de aquel infierno. Ali me miró fijamente, se dio cuenta de que estábamos en peligro y corrimos los dos juntos hasta donde podían soportar nuestros pies. Unos kilómetros más tarde lejos de aquel sitio y con los pies destrozados de tanto correr, una joven señorita nos vio y llamó por nuestros respectivos nombres. -¡Kaleb, Ali! -gritó Tara haciéndonos señas para que nos acercáramos a ella. Estaba al lado de una puerta y vigilando para que nadie nos viera. Tara era nuestra vecina y fue la mejor amiga de mi madre, ellas se conocían desde la infancia y siempre habían estado juntas en todo. Ni siquiera cuando mi padre y mi madre se casaron, se dividieron, ella encontró una casa cerca de la nuestra y se mudó allí. La muerte de mamá, nos afectó, tanto a mi y a mi padre, como a ella, pero eso no significa que no la hubiera visto en más de 10 años, para nada de hecho pasó lo contrario, Tara nos cuidó a Ali y a mi, como si fuéramos sus hijos, aunque ella nunca los tuvo. Ella tenía un aspecto más bien peculiar y era casi tan guapa como mi madre, con esos ojos grandes y marrones, y ese cabello pelirrojo y ondulado. Se suponia que tenia que estar de viaje en Damasco, la capital de Siria, para firmar unos papeles, pero no estaba aquí. Nos vio cara de perplejos y seguidamente dijo: -¡Rápido! No tenemos todo el dia. Nos acercamos velozmente a ella y entramos en la casa, que por muy impresionante que pareciera todavía seguía en pie. La casa parecía tan resistente
por fuera como por dentro, era muy espaciosa y tenía unos colores pintados en la pared que sin duda la favorecen. -Chicos, cuanto os he echado de menos -y nos dio un fuerte abrazo, como siempre hacía. -Y nosotros -respondió Ali con una gran sonrisa en su carismático rostro. -Vuestro padre está aquí, está a salvo- dijo Tara seriamente- está en la cocina. -¿Papá? - dijo Ali emocionado casi con lágrimas en los ojos -¿Qué pasa Tara? Estás muy seria -dije. -Tenemos que hablar, tu padre, tú, los otros y yo de una cosa muy importante. -¿Otros? -pregunté sorprendido -Sí, venid a conocerlos y a ver a vuestro padre- nos invitó Tara y nos condujo hasta la cocina. Los muebles, los tapices de la pared, la iluminación, el decorado... todo indicaba a que la casa pertenecía a un habitante muy importante de Latakia, solo se lo podía permitir alguien así o de ese estilo. -Te digo que no, que la mejor solución es escapar pacíficamente- decía nuestro padre. -¿Escapar? Por dios Mohamed, pero tú te has oído, no estamos hablando de una cárcel y si la cosa llegará a más…- se paró cuando nos vió entrar. Era un hombre de mediana edad vestido al modo árabe con túnicas blancas y con una gran barba que cubría casi medio rostro. -¿Ali, Kaleb?- preguntó nuestro padre lleno de alegría. -Papá - dije casi susurrando Corrimos los dos hacia él y saltamos a sus brazos, llorando todos de alegría. -Creía que nunca más volvería a veros, hijos míos, cuando os fui a buscar la puerta estaba abierta y solo había cosas rotas y hechas añicos, creí que os habían capturado,... -Tranquilo, papá, ya estamos aquí. -le consuelo Ali y acto seguido le secó una lágrima. -¿Quiénes papa? ¿Quién nos quiere capturar? -pregunté absorto en mis pensamientos. Mi padre se volvió serio otra vez y volvió a la normalidad. -Sí, sobre eso Kaleb tenemos que hablar. ¿Ali porqué no vas a jugar un poco con Tara? -Sí, cariño ven, tengo un nuevo juego de mesa que te va a encantar- le dijo Tara y Ali le contestó con una gran sonrisa. Una vez que se fueron, mi padre empezó a presentarme a sus amigos. -Kaleb, este es Ahmad, es un hombre importante en Latakia y nos ha invitado en su casa, junto con su mujer Nira, su hijo Samir y su hija Nayra que son los dos de tu misma edad. Estreché la mano con Ahmad y Samir, y saludé educadamente a Nira y Nayra. Por fin hice la pregunta del millón. -¿Qué ha pasado?
-Te diré yo lo que ha pasado, que nos hemos metido en un gran embrollo y no podemos salir de él -explicó Ahmad. -Qué tal si empezamos por el principio, mejor ¿no crees? -Adelante- hizo un gesto Ahmad para que mi padre empezara a relatarme lo ocurrido -Tras soportar décadas tras los gobiernos autoritarios los pueblos de varios países de medio oriente alzaron sus manos en protestas y derrocaron a sus líderes explicó mi padre - , el que se ha llamado la Primavera Árabe. En Egipto las revueltas fueron rápidas y decisivas. En Libia las protestas destacaron una pequeña guerra civil que acabó con la muerte de Moamar Gadhafi. Siria es otra historia. Este es Bashar Al-Ásad su padre Háfez Al-Ásad gobernó el país por 30 años, durante los cuales modernizó a Siria, pero a costa de una brutal represión. Bashar asumió el poder después de la muerte de su padre en el año 2000, al principio dio señales de ser un mandatario diferente pero la luna de miel no duró mucho. A la primera señal de incidencia Bashar restringió la libertad de expresión cerro la economía y dejó en claro que la democracia no estaba en sus planes. Tuvieron que pasar otros 12 años de represión para que miles de personas salieran a las calles a exigir reformas, siguiendo el ejemplo de egipcios y tunecinos. Al principio la respuesta de Al-Ásad fue conciliadora, pero la represión continuó y las protestas se multiplicaron. El ejército respondió disparando contra los manifestantes, cientos murieron y miles fueron arrestados. La posibilidad de una resolución pacífica murió con los manifestantes. Poco después comenzaron a salir pequeños grupos rebeldes armados en armas, pero ellos tampoco se libran de la culpa, porque hicieron varias atrocidades contra los simples civiles. Desde entonces gobierno y rebeldes se hallan enfrascados en una guerra que ha cobrado la vida personas inocentes como has visto en esa perturbadora calle. Había mucho que asimilar, pero hice un esfuerzo y pregunté. -¿Nosotros qué somos, papá?¿civiles o rebeldes?¿Y entonces ahora qué se supone que debemos hacer? -Somos solo unos civiles pacíficos, que intentamos emigrar a otro país y buscar refugio. -¿Otro país? - pregunté confuso. -Si, eso mismo dijo tu padre- contestó Ahmad- y estaría de acuerdo con él, no lo estoy solo porque hay un pequeño problema, somos siete personas y ¡por la calle están desfilando tanques y soldados armados hasta los dientes para que nadie se escape! -Solo tenemos que idear un buen plan y tener esperanza. ¿Así que quién está conmigo? Yo, Samir, Nayra y Nira levantamos la mano apoyando a mi padre y de hecho Tara y Ali también lo habrían hecho. Era lo más lógico. -Necesitaremos algo más que un simple plan bueno y esperanza para salir de esta, pero te apoyo, lo mejor para mi familia -contestó Ahmad. -Vale el plan será el siguiente -comenzó a explicar papa- tenemos que llegar ilesos al puerto de Latakia, donde todos nos embarcamos en un barco que está lleno de
provisiones y que están hechos para aguantar fuertes tormentas. Una vez allí, nos embarcaremos y navegaremos 226 kilómetros hasta Chipre, donde buscaremos un refugio, pero lo de temporalmente y definitivamente todavía está por definir. Y ahora haced las maletas ¡Nos vamos!
CAPÍTULO 3 Huida hacia Europa: barreras y fronteras Esperamos a Ahmed y a su familia a que acabaran de hacer las maletas y los siete salimos de la casa. No había nadie, las calles estaban vacías, o es que habían muerto o se habían ido o se ocultaban de nosotros por creer que éramos rebeldes. -Ten, la necesitarás, para proteger a tu familia -dijo Ahmad entregando un revólver cargado a mi padre y él asintió y se lo metió en el cinturón de la cintura. Nos deslizamos cuidadosamente por las calles y tampoco había nada, solo cadáveres y más cadáveres, habían cientos o tal vez miles. -¡Oh, dios mío!- sollozó Nira- pobre gente, fueron masacrados a mano fría. -Tranquila cariño- le dijo Ahmad- en todas guerras hay muertos. -Pero no en todas debería ser así- agregó mi padre. -Shh, mirad y escuchad- mando Tara, se oía gente gritando y escapando, tanto ruido hacian que parecían un rebaño entero de ovejas locas. -Están realmente asustados. -Y nosotros también- dijo Samir- así que hagan menos ruido -Pero tú eres imbécil, o qué te pasa- le contestó su hermana Nayra; el pánico no los dejaba actuar con claridad. -Niños, ¡silencio!- nos advirtió Ahmad. Ali no dijo nada, se le notaba muy cansado, al fin y al cabo solo era un niño. Permanecimos ocultos 5 minutos en silencio, para que pasaran los ruidos, porque así seguro que atraían a los rebeldes y a los militares. -Lo bueno es que han servido de cebo y han atraído a los peligros en la dirección contraria al puerto, lo malo es que ellos son el cebo - dijo mi padre. -Mohamed tiene razón, tenemos que aprovechar el momento, aunque no nos guste. Acto seguido salimos pitando hacia el puerto. Ali iba en la espalda de mi padre. La familia de Mohamed detrás de mí y Tara a mi lado. Corrimos hacia donde se suponía que estaban los barcos. La familia de Ahmed nos adelantó y nos dijo que iría a comprobar el perímetro y a ver si era verdad lo de los barcos. -Si, buena idea, iré con vosotros- se ofreció voluntariamente Tara. - Vale, pero deprisa- le dijo Ahmad. Nos quedamos solo mi hermano, mi padre y yo. Mi padre se me acercó. -Hijo, estoy muy orgulloso de cómo has manejado la situación, yo no estaba allí para protegerte a ti ni a tu hermano y pienso que eres ya todo un hombrecito. Tu madre estaría muy orgullosa de ti... “En ese momento ocurrió. Ocurrió algo que jamás podré y conseguiré olvidar esa secuencia de mi vida en mi cabeza repetida una y otra vez”
La bala le dio un golpe mortal justo al pecho. Nadie lo había visto venir pero un rebelde consiguió encontrarnos. Todo fue un caos, mi padre cayó al suelo perdiendo muchísima sangre y el individuo cogió a mi hermano del cuello, me arrodillé de rodillas junto a mi padre ya casi muerto y en ese instante recordé el revólver que llevaba en la cintura, lo recogí sin que el rebelde se diera cuenta, esperando a que el seguro estuviera ya quitado. Solo dije una palabra: -Me rindo- dije y en la cara del rebelde se formó una leve sonrisa malévola y llena de locura. No fue demasiado difícil darle, estaba solo a tres metros de distancia. Cogí el revólver, apunté y disparé, la bala le dio en la cabeza y cayó inmóvil al suelo. Por suerte mi hermano se encontraba bien, corrió hacia mi y sin decir una palabra, se arrodilló frente al casi cadáver de nuestro querido padre. La bala que el rebelde disparó contra nuestro padre atrajo a Abraham, a su familia y a Tara. Ellos estaban mirando la escena atentamente, Tara tenía lágrimas en los ojos. Mi padre me miró y me dijo. -Hijo, nunca te arrepientas de lo que hoy has hecho, me protegiste a mí y Ali, y es lo que debías hacer, este mundo es ya bastante duro de por sí, para que también haya una guerra. En el futuro tomarás decisiones difíciles, pero sé que lo harás bien, al fin y al cabo eres mi hijo y confío en ti. Protege a tu hermano que es la única familia que te queda. Ahora os dejaré solos en este mundo pero recordad siempre que vuestra madre y yo os queremos muchísimo y desde el cielo rezaremos a que nada malo os ocurra - miró a Tara y ella se acercó- Tara eres la más cercana a esta familia, siempre estuviste allí para mis hijos, ¿estarías dispuesta a estarlo por toda la vida y protegerlos como si fueran tus propios hijos? -No te vayas- sollozó- aun podemos encontrarte ayuda. mi padre negó con la cabeza. -Sí, claro que estaría dispuesta a cuidarlos como si fueran mis propios hijos- dijo contestando a la pregunta. -Gracias… -fue lo último que dijo antes de que muriera y de que sus ojos quedaran sin vida. Ali y yo empezamos a llorar, mi hermano se acercó y tocó a mi padre para que se despertara repitiendo su nombre una y otra vez y llorando a más no poder. Yo estaba aún conmocionado con el arma aún en mis manos. Recogí todo el valor que me quedaba dentro, fui hasta Ahmad, le di el arma, seguidamente cogí una manta blanca que había en la calle, la puse encima sobre el cadáver de mi padre y con la sangre de mi padre escribí una palabra: PAZ. No tenía ira en mi interior, solo quería que aquello acabase de una vez por todas y que esa guerra por la libertad de expresión acabara con algun final feliz. Miré el cuerpo por última vez, y salí caminando hacia el puerto con la cabeza en alto y una decisión firme. ¿Estaba triste en ese momento? Claro, que sí. Pero tenía que aguantar por mi hermano y por Tara y llevármelos a salvo a Chipre. Los demás me siguieron. Ahmad se puso a mi lado -Lo has hecho muy bien chaval, has tomado una decisión difícil pero lo has hecho bien, deberías estar orgulloso.
-¿Al final era cierto lo de los barcos?¿Hay vías de escape? -pregunté yo cambiando de tema. -Sí, hemos encontrado un barco muy grande y espacioso, bueno es como una clase de yate en miniatura con motores y todo funcional y el depósito lleno. Deberían caber mínimo unas veinte personas, pero dudo mucho que alguien más se presente voluntario a este descabellado plan de escape. Y si, si que hay vías de escape que de hecho no están ni vigiladas. -De acuerdo, démonos prisa, antes de que lleguen los otros. ¿Sabes conducir un barco verdad? dije sarcásticamente. -Que si sé, jajaja, claro que sí, chaval, tú solo mira y aprende. Embarcamos todos adentro del barco yo me puse cómodo en la parte de atrás. Nira, la esposa de Ahmed y sus dos hijos Samir y Nayra estaban junto a su padre Ahmed en la cabina del piloto, el encendió los motores para que se calentarán. Ali estaba sobre mi regazo durmiendo como un tronco y Tara comprobando el perímetro. Esta es mi historia y mientras la recordaba, Ahmad ya había acabado de calentar los motores y ahora empezó a pilotar el barco. Miraba como Siria se hacía cada vez un punto más pequeño en el horizonte mientras nos alejabamos. CAPÍTULO 4 ¿El fin de la pesadilla? Tara se sentó a mi lado, bajo la luz de la luna y de las estrellas era muy joven, cosa que lo era, que no pasaba de 30 años. -Qué bien se está aquí, ¿cierto? -Por favor, dime que no has venido tú también a halagarme o a decirme que debería estar orgulloso por haber matado a una persona inocente. -No te lo digo si no quieres, pero no has matado a una persona inocente sino un asesino y la vida de tu hermano peligraba, además de que te quitó a tu padre. -No sé, Tara, pienso que podría haberlo logrado de alguna otra manera sin matar a nadie ¿sabes? -Se llama introspección ralentizada, o por lo menos yo la llamo así - sonrió- se trata de cuando nos imaginamos esa escena que pasó demasiado deprisa y pensamos que podríamos haber hecho algo más. Pero lo que en realidad pasa es que nuestro cerebro nos engaña dilatando mucho el tiempo, que en realidad son solo unos segundos. A mí también me ha pasado pero lo mejor que se puede hacer es olvidarlo. -¿Olvidarlo? No es tan simple, sabes. -De hecho es más simple de lo que piensas. -Explícate. Tomó aire, se calmó y empezó a relatar. -Mi madre era una camarera humilde y una buena madre y mi padre un imbécil y un borracho, un día vi cómo él la maltrataba a ella y vi cómo la mataba delante de mí, una inocente cría de 12 años que había visto cometer el asesinato de él. Estaba escondida debajo de la cama, así que él no sabía que me encontraba allí. En cuanto
ella cayó al suelo, por un fuerte empujón de mi padre, me vio y me hizo disimuladamente una señal con la mano para que me fuera. Yo pensé en ayudarla de verdad que sí, pero el miedo me venció y me fui, salí pitando de aquella casa y me fui a la casa de mi mejor amiga, Kiara tu madre, le conté la historia a sus padres y ellos llamaron a la policía. Al día siguiente habían encontrado a mi padre y al cadáver de mi madre y lo habían acusado de asesinato de segundo grado. Lo sentenciaron a cadena perpetua y yo fui dada en adopción, pero siempre seguí en contacto tu madre incluso en las distancias. -¡Vaya! Uau… no sabía ese pasado tuyo. -Tú eres el único que lo sabe. -Tranquila, me guardaré el secreto- dije e hice el gesto de la cremallera en la boca. -Gracias. Estuvimos en silencio 30 minutos hasta que por fin volví a abrir la conversación. -Sé que parezco un iluso, pero sueño con algun dia donde todos estemos en paz, donde no haya guerras, hambre, pobreza,... -Ese mundo ya existe, es el cielo y tu madre y tu padre lo han conocido ya, pero aquí en la tierra las cosas no son tan fáciles Kaleb, las guerras pasan por algo y la pobreza existe desde siempre. En este mundo las cosas no pasan porque sí, hay cosas buenas y malas solo hay que aprender a situarlas, pero intentar borrar las cosas malas solo traerá más cosas malas. Eso no significa que no debamos intentarlo, eso solo significa que tendremos que esforzarnos por lo que de verdad nos importa. -Pues vaya mierda -suspiré. Tara empezó a reírse y entre risas contestó -Bien dicho, así se describe eso. Esta vez nos reímos los dos juntos Puede que algunas guerras o cosas malas no tengan solución, pero lo que sí que he aprendido es esto, no importa de qué bando seas, no importa qué tan importante o pobre seas, las guerras no entienden de favoritismos y en ellas siempre habrá muertos y afectados. Tal vez en un futuro aprendamos a amarnos y a respetarnos tanto como para que haya paz, pero por ahora intentaremos sobrevivir y a luchar pese a las adversidades que nos lo impiden. El sol ya estaba surgiendo de entre la oscuridad y iluminaba todo el mar Mediterráneo. Miré hacia el barco y todos estaban contemplando lo mismo que yo, en el fondo se veía una isla enorme, era Chipre, ya habíamos llegado a nuestro destino.
Castelló, mayo de 2016