窶「RECUERDOS Jテ天ENES窶「
Kevin Suvei
1.- Infancia antes de la guerra. Estaba de camino a casa pensando en qué haría ahora, estaba muy agobiado. Hoy, mi novia y yo lo dejamos, mi casero me dejó el segundo aviso para pagar el alquiler y me habían despedido. Me imaginaba que algún día me iban a despedir, ya que mi jefe me ofendía, me inferiorizaba y me reñía por el más mínimo error, solo por no ser italiano. Y no era solo una idea mía, era así. Un claro ejemplo, es que nunca me llamaba por mi nombre, siempre me decía “extranjero”(sconosciuto), “negro”(nero), “moro” (marocchino), además de que yo tenía un título, y un puesto de encargado, los trabajos y proyectos que me tocaban a mí, eran hacer el café, ordenar archivos y completar formularios. Era de esperar, pero no me venía nada bien justo en este momento. En cuanto llegué a casa, cogí la correa, a Max y salí a relajarme. Iba paseando a Max por la playa, donde siempre iba cuando necesitaba pensar, y vi a una mujer árabe con su hijo sentados, hablando en bajito y acariciando un cachorro. Eso me hizo recordar cuando era más pequeño. Tenía unos 15 años y aún vivía en Latakia. Vivía con mis padres y mis dos hermanos, y aunque no gozamos de una buena situación económica ,no nos faltaba lo esencial. Mi madre siempre estaba con los quehaceres de casa y mi padre vendía bolígrafos en la calle. Recuerdo que estaba comiendo pan y ayudando a Mohamed, mi hermano pequeño a hacer unas cosas para el colegio, cuando vino mi madre cargando una bolsa de tela, de la que salían unos sonidos raros y con Ahmad, mi hermano más pequeño de la mano. -Marhabaan, hijos míos. Os he traído una sorpresa.- Dijo empezando a abrir la bolsa. -Un perrito!!- Mohamed estaba emocionadísimo, igual que Ahmed y yo, que fuimos corriendo a acariciarle y a jugar con él. Ese fue uno de los momentos más felices de mi vida. Recuerdo lo difícil que se nos hizo escoger un nombre para el recién integrado a la familia ya que cada uno quería
que se llamase de una forma, así que al final el nombre lo eligió mi madre. Cuántos recuerdos... También recuerdo que no era de tener amigos, ni tampoco de salir mucho, aunque tenía que sacar siempre a Max. Y en uno de mis paseos, llegué al otro lado de la ciudad, donde no iba mucho sin mis padres y empecé a buscar una frutería para comprar una manzana o un plátano, para coger fuerzas y volver a casa. Nunca olvidaré ese momento en el que yendo hacia una, vi a una chica aproximadamente de mi edad, que estaba esperando a comprar ella también. Le hablé y entablamos una conversación animada e interesante, donde descubrí cosas como que vive en la parte rica de la ciudad, que se llamaba Sara y que ayudaba a su tía en la tienda por qué no la dejaban estudiar. Nos hicimos amigos y cada tarde salía con Sara y Max. Su familia era de dinero, así que no duró mucho nuestra amistad. De hecho, duró hasta que me llevó un día a su casa, y su padre me echó casi a patadas por ser un “pobre sirio de barrio”, según él. Desde entonces no volví a verla. Y mi infancia se resume en eso. Había pocos momentos felices, muchos problemas, policías corruptos, gente mala, etc. Había escuchado hablar de que en otras tierras, la gente era amable, vivían mejor, tenían mucho más dinero y no tenían que ir todos los dias con cuidado, por si un país decide atacarnos.
2.- Estallido de la guerra. Cuando era ya un poco más mayor al llegar a casa, mi padre estaba llorando. - ¿Papá, estás bien? ¿Por qué lloras? Me arrodillé a su lado y le abracé. No sabía por qué lloraba y me dolía verle así. Cuando se tranquilizó un poco, se levantó sin decir nada, me dio un beso en la frente.. -Te quiero, a ti, a tus hermanos y a tu madre. Nunca lo olvidéis.- Y esas fueron las últimas palabras de mi padre. Se fue y nunca volvió. Al tiempo los vecinos empezaron a hablar creando varios rumores acerca de la desaparición de mi padre. Unos decían que se fue a vivir “El sueño europeo”, otros que huyó con su amante a otra ciudad, también escuché que se había metido en una
organización y más rumores que intentaban dar una respuesta al “¿Por qué se fue?” de cada uno. Mi madre y mis hermanos, cuando vieron que mi padre ya no volvía también se quedaron decepcionados y tristes. Mi madre tuvo que buscar trabajo para poder mantenernos, mis hermanos se volvían más insoportables y mi familia cada vez menos unida. Lo peor es que había escuchado decir a una señora por la calle a otra, que se avecinan tiempos difíciles. Eso me dejó pensando. ¿Qué podría ser peor que la situación del país? Conforme iba creciendo veía que había cosas peores que la situación del país. En nuestro país había mucha corrupción, captura política, demasiada pobreza, violación de derechos humanos y en la desigualdad. Empezó a haber movimientos sociales, grupos espontáneos de personas, organizaciones, que empezaron a movilizarse y a reclamar sus derechos que consideraban menoscabados. Pedían un sistema más igualitario, y que fueron acalladas violentamente por el gobierno sirio. Fue allí donde el conflicto armado, empezó. Las mujeres no pueden dar luz en hospitales porque los hospitales o centros médicos habían sido atacadas o porque directamente el personal ha sido asesinado. La gente no puede ganarse la vida porque no hay empleos a los que acudir, las tiendas se han cerrado y los mercados se han desmantelado. La única opción para resistir en este drama humano es tratar de buscar protección y alimento. Pero incluso estos son difíciles de conseguir. Y así dejamos de ir a la escuela, mi madre tampoco trabajaba y cada día era peor. Lo malo de esta experiencia, es que se te queda para toda la vida, y no se olvida nunca. Todos los días le doy gracias a Allah por lo que tengo. Y aunque aquí, en Avola, la situación no esté tan bien, está mejor que en mi ciudad, que en mi país. El peor momento que recuerdo de mi infancia, antes de tener que irme a buscar una vida mejor, es cuando un policía sirio vino a nuestro barrio, y fue casa por casa, entrando y buscando algo, mirándonos con una mirada superior y fría. Al revolver todo el salón, encontró un arma. Hablaron en un árabe diferente, y de repente miran a mi madre, y le disparan. Siguieron buscando por la casa, y se llevaron a mis hermanos también. Todo eso, lo vi desde detrás de una cortina gigante, que servía para tapar el improvisado armario. Cuando estaba seguro de que ya no estaban cerca los policías, salí de mi escondite y fui y abracé a mi madre, llorando desconsoladamente.
Mi madre estaba muerta. A mis hermanos se los habían llevado. Mi padre nos abandonó. Lo único que me quedaba era Max. Salí al patio trasero, lo cogí y salí por la puerta del patio trasero, corriendo. Seguía en shock, así que no sabía ni hacia dónde corría. Sin darme cuenta, llegue a la frutería, que estaba bastante deteriorada desde la última vez que estuve aquí, y lo único que se me ocurrió preguntar, fue: -Disculpe, dónde puedo encontrar a Sara? -Joven, Sara no está en el país. ¿No has visto cómo está la situación? -Sí. Pero estoy desesperado. Mataron a mi madre delante mía. No tengo donde vivir, ni qué comer, nada que vestir más que lo que llevo encima y no sé a quién acudir. -¡Ohh!- Dijo la mujer ya entrada en edad. Entonces a la mujer se le ocurrió una idea. -¿Qué te parece si te vas con mi hijo, mañana cuando vaya a recoger las frutas, a Damasco? Igual allí estás más a salvo que aquí. Los agentes han empezado por la costa con sus tonterías. Y claramente acepte. Al día siguiente, estaba en el camión del hijo de la tía de Sara, rumbo a una ciudad, que sin yo saberlo, iba a estar peor que Latakia. Al poco tiempo de llegar allí, donde una mujer me acogió en su casa y me cuidó como si fuese su hijo, empezó a empeorar todo. Empezaron a volar aviones de guerra por encima de la ciudad, a caer misiles, bombas, destruyendo así lo poco que quedaba. La ciudad estaba hecha un desastre. La gente estaba desesperada buscando un lugar donde estar a salvo. Y yo, buscaba salir de ese desastre. Estaba cansado de todo esto, igual que el resto de sirios seguramente. Pero yo no iba a quedarme allí. Llevaba unos días con una idea en la cabeza, pero no se me daba la oportunidad de llevarla a cabo.
3.- Huida hacia Europa. Ya llevaba caminando mucho. Estaba recordando mi historia, mi vida. Se había hecho de noche y tenía que volver, pero aun me quedaría un rato más. Me entristecía recordarlo todo, pero eso me hacía darme cuenta de qué hacía aquí, que vine a buscar y estoy seguro de que mi madre estaría orgullosa de mí. Mirando a Max, recuerdo a mi cachorro, Max. El que me regaló mi madre. Le perdí en Damasco. Fue un gran golpe para mí, ya que era lo único que me quedaba
después de todo lo sucedido. Pero bueno, el Max de ahora, se parece mucho al otro. Unos meses después de llegar e instalarme en Damasco con esa mujer tan amable, decidí que tenía que escapar. Tenía que salir urgentemente del país, si no quería acabar muerto, violado, golpeado o quién sabe qué cosas más. Así que me puse a investigar, a preguntar a gente que conocía y sabía que podía tener una cierta confianza. Entre una cosa y otra, un día me llamó el padre de un vecino para avisarme que tenían planeado salir del país hacia algún país europeo, en una semana. Esa proposición me emocionó, y acepté con ganas y entusiasmo sin pensarlo dos veces. Pero al rato de terminar de hablar con ese señor, empecé a darle vueltas. ¿Dónde iríamos?¿Con qué?¿Con quién? Muchas preguntas que me empezaron a agobiar y ya estaba por llamar a ese hombre, y decirle que no iría. Pero recuerdo muy bien, que por el camino de vuelta a casa, vi un agente que golpeaba a un niño, solo porque le había preguntado la hora. Y en ese momento, decidí que aunque me costara la vida, no quería seguir en ese país. En ese lugar, donde la gente no duerme tranquila. Mueren sin ningún motivo. Inocentes. Niños. Mujeres. Hombres. No, no quería una vida llena de miedo. Así que me fui a casa y espere hasta el esperado viaje. Cuando llegó el día de salir de esta miseria, el padre de mi vecino me recogió y me llevó a una playa, donde había más hombres y una barca pequeña de madera. Tenía varias bolsas y estaban nerviosos. Tenían miedo, se notaba en sus miradas. Había miedo y un pequeño rastro de felicidad. Íbamos a irnos de aquí. Íbamos en busca del “sueño europeo”, aunque en realidad, mientras no sea la pesadilla de este país, ya nos dábamos por satisfechos. Estábamos embarcando, y metiendo las bolsas en la barca, y llegó el momento de irnos. El hombre que me llevó, empujó la pequeña embarcación. - ¡Suerte! ¡La necesitareis!- dijo mientras agitaba frenéticamente la mano. Yo ya sabía que la necesitaríamos. Nos estábamos adentrando en el mar. Nadie sabía dónde íbamos, cuándo llegaríamos, si llegaríamos todos. Un día, dos, tres...iban pasando y seguíamos flotando en el mar. Por suerte no hacía mal tiempo. Pero la comida ya empezaba a escasear, el agua se acabó muy rápido y no sabíamos cuanto más íbamos a tardar. Miré al chico que estaba a mi lado, y le pregunte si se encuentra bien. Eso fue lo último que recuerdo. Al parecer, me desmayé y estuve así dos días. Cuando me desperté, era porque sentía algo mojado
en la cara, y era por qué llovía. El tiempo ya parecía querer impedirnos llegar a nuestro destino, que aunque no sabíamos el lugar exacto, sabíamos que no era África. Empezó a llover mucho, y las olas cada vez eran más altas. El agua empezaba a entrar en la pequeña barca y cuando ya estábamos a punto de perder la esperanza, que nuestro “sueño europeo” acabaría en la tan odiada pesadilla, vimos un gran barco. Con nuestras últimas fuerzas, por la falta de agua y comida y la insolación y más factores desfavorecedores, empezamos a gritar, a hacer señas e intentar llamar la atención del barco. Después de un rato, pidiendo ayuda desesperadamente, el barco nos vio y nos ayudó. Nos acogieron, nos taparon con mantas y nos alimentaron. Nos llevaron a Avola. Una ciudad de Italia. Nos atendieron en urgencias, y nos internaron hasta que nos recuperamos. Cuando salí del hospital, pregunté por los demás compañeros de lucha, y me dijeron que solo conseguí sobrevivir yo y otros tres hombres. Y cuando nos fuimos de Siria, éramos catorce. Qué triste. Durante los siguientes meses, viví en un centro de acogida. Me daban comida y una cama. No había guerra, gente rogando por vivir un día más, niños descalzos...esto parecía ese sueño que tanto buscábamos. Allí me aconsejaron ir a una academia de idiomas, y aprender más fácil el italiano. Me resultaría más fácil encontrar un empleo o alquilar un piso en el centro.
4.- Llegada a destino. Y así llegué aquí. Donde vivo hace como seis años. Con la ayuda de un chico, que pasó casi por lo mismo que yo, pero de otro país, encontré empleo rápidamente. Y en el empleo conocí a una joven hermosa llamada Angelina. Con el dinero que iba ganando, ahorraba para utilizarlo en un curso o para sacarme un título de algo, que ya lo tengo. Me gradué hace casi un año en un Grado Superior de Administración. Y con ese título, busque un trabajo en mi sector, que es de donde me despidieron hoy.
Lo que más rabia me da, es que he luchado tanto para llegar aquí, para que un hombre sin principios ni valores, me menosprecie por no ser de Avola. Ellos no saben lo que es luchar cada día para sobrevivir. Ya eran las doce de la noche, tenía que volver a casa. Mañana tenía que ir con Solano a una entrevista de trabajo. Ese hombre era una persona genial. Era mi profesor en Administracion, y me habló de un empleo y se ofreció hasta para acompañarme. Aunque aquí me vaya relativamente bien, nunca olvidaré mis raíces. Nunca olvidaré a mi madre, que luchó tanto por sacarnos adelante, y a mis hermanos aún menos. Pienso buscarles, y espero encontrarles y que estén vivos. Ojalá estén bien y nos veamos un día. Y pensar por todo lo que pasé ahí, en Siria no pegaba ojo, los recuerdos mayoritariamente más malos que buenos no paran de venir. Y lo peor es que lo recuerdo perfectamente todo como si hubiera pasado todo el día de ayer. La parte buena de que lo recuerde siempre es que sé de dónde he venido y claramente sé dónde quiero llegar y saber que mi madre se sentiría orgullosa de mí si estuviera viva. Y pensando en todo eso me quedé dormido. Me desperté y vi que ya eran las tres de la tarde, no entiendo cómo había dormido tanto si no estaba ni siquiera cansado. Cogí la correa y me dirigía a la puerta mirando a Max y señalando con la cabeza hacia la puerta Max me siguió. Mientras paseaba al perro, Angelina me llamó, no entendía por qué ya que no hablamos de hace mucho. -Buon pomeriggio , cómo te va? Hoy ha preguntado el jefe por ti, le he dicho que estás al médico… ¿Todo está en orden? -parecía preocupada. -Sí, buenos días Angy me va bien, solo que hoy me han venido algunos recuerdos indeseados a la cabeza y estoy sin ganas de hacer nada , mañana hablaré con Marc y se lo explicaré. Gracias por preocuparte -le dije mientras me senté en el césped del parque mientras Max estaba jugando con otro perrito. -No es nada amore, me alegro de que estés bien. -¿Querrías esta noche ir a dar una vuelta por Avola?- le pregunté mientras cruzaba los dedos. Hubo unos segundos largos de silencio. -Sí, me encantaría -me contestó. No sabía qué decirle, estaba simplemente sorprendido ya que no me esperaba un sí por respuesta. Tomé aire y le dije: -¡Ufff que bien! ¿Qué te parece si nos vemos al Chalet , el mirador, esta noche a las nueve? Y de paso traigo a Max.
No tardé en darme cuenta de que cuando pasaba el tiempo con Angy o cuando hablaba con ella se me olvidaba el pasado y el presente. Me sentía genial con ella. Me da a mí que me había enamorado. Pasó rápido el tiempo, porque no colgamos y seguíamos hablando pero cuando miré la hora vi que eran ya las cinco de la tarde. Las ganas de no levantarme del césped eran enormes, pero debía volver ya a casa. Pero no tenía ganas de hacer nada, sólo quería que fueran ya las nueve para ver a Angy. Fui a la cocina y cogí unas pipas para picar algo mientras veía la televisión. Después de un buen tiempo en el sillón miré mi reloj y marcaba las 8 en punto así es que decidí prepararme para la “cita”. e duché y me vestí bastante elegante, ya que aún no me llegaba para comprarme un traje. Cogí a Max y salí de casa a las nueve menos cuarto, ya que el Chalet estaba cerca de mi casa. Al llegar ahí había dos jóvenes mirando fijamente a la mar. Al verme llegar los niños me miraron y me sonrieron acercándose a Max para jugar con él. Pero Angy no estaba aún. Pasaron 10 minutos y no llegó nadie y los niños ya se habían ido. Me quedé solo con Max. Miré a la mar fijamente y recordando cuando me subí a la barca con aquella gente. Otra vez estaba recordando cosas. Y llegó Angy, me dio dos besos y se disculpó por haber llegado tarde ya que el taxi no llegó a tiempo, pero yo seguía sumergido en mis pensamientos. -¡Hey! Qué te pasa?- me preguntó. -Ah, sí. Nada , otra vez , lo de siempre. -Y qué tal si lo olvidas todo, lo pasado pasado está, ahora vives el presente. Prométeme que te olvidarás- me dijo extendiéndome el meñique para hacer la promesa. Pensé que dejaría atrás a mi familia y a mi infancia. Fue difícil tomar la decisión pero lo hice. Nos tumbamos al suelo y nos pusimos a mirar las estrellas, ya que la última vez que lo hice fue de pequeño. Y entonces quise que empezara mi nueva vida, lejos de la guerra.
Kevin Suvei Castellón, mayo de 2016