Un sue単o hecho realidad
Sixto Mu単oz
CAPÍTULO 1: “Una vida feliz” Era una noche fría el viento entraba ligeramente por una rendija de mi ventana dándome en la cara mientras hablaba con mi hermano llamado Amir el cual tiene ocho años y yo tenía 10 años. Nosotros normalmente antes íbamos a la escuela con los demás niños de la ciudad y vivíamos mejor que en muchos otros países del mundo, pero desde que estalló la guerra civil aquí ya no se vive igual, hubo explosiones en hospitales, colegios, monumentos y casas de la ciudad y los alrededores, así que ahora tenemos que quedarnos en casa refugiados mientras las fuerzas de nuestro país combaten para proteger el país. Poco después entró mi padre por la puerta a medianoche, como todos los días cansado de trabajar en su puesto en el mercado como de costumbre. Llega todos los días a casa con la cara triste ya que apenas consigue vender nada en su puesto por la pobreza que hay en este país llamado Siria. Todos los días cuando él llega a casa le digo: -Hola, padre ¿cómo te ha ido el día.? -Como todos los días; con esta pobreza la gente apenas me compra nada, pero no me rendiré, montaré todos los días el puesto, porque no hay recompensa sin esfuerzo. -No te rindas nunca. -Gracias, padre. En este pueblo de Siria cuyo nombre no quiero revelar se vive con mucha pobreza, (cada uno intenta conseguir dinero de donde puede ya que estamos en medio de una guerra civil. Todos los edificios están dañados por explosiones o destruidos, esto antes no era así, antes de esta guerra civil todo era muy bonito, era un país precioso en el que la gente vivía feliz. Siria era un país que tenía muchísimos habitantes, casas, colegios, construcciones muy bonitas; en cambio ahora todo se ve envuelto por este conflicto y todo ha cambiado. Por este motivo la gente se ve obligada a huir de aquí y refugiarse en otro países. Yo antes vivia con mi familia en una casa de clase media como cualquier otra familia de Siria, yo iba al colegio con otros niños de la ciudad, estudiaba como los demás niños de mi clase y éramos felices todos. Pero vivíamos en la ignorancia. Mientras nosotros éramos felices, los rebeldes estaban planeando la guerra y el gobierno estaba engañando a los ciudadanos. Ahora para salir de la miseria y evitar la muerte nos vemos obligados a huir del país a buscar un lugar mejor, viajando en lugares peligrosos de embarcaciones, jugándose la vida para salir de Siria a través de la ruta de la Unión Europea y establecerse en Europa Central y Europa Norte. Amir y yo todos los días nos levantábamos e íbamos al colegio con nuestros amigos y nuestra madre nos llevaba al colegio. Desde que murió vamos nosotros solos para aprender a valernos por nosotros mismos ya que mi padre no nos puede llevar porque esta en el mercado. Yo iba a un equipo de atletismo y era el más rápido de todos. Al volver a casa todos los días hacía mis deberes, estudiaba y me iba a entrenar a atletismo. Había días que me iba con mis amigos Salomón y Sara a jugar
en un bosque en el que teníamos una caseta en un árbol, donde solíamos jugar a que éramos mayores o al escondite por el bosque. Para nosotros todo eso era muy divertido y era una manera de pasar el rato.
CAPÍTULO 2: La huida Una mañana como otra cualquiera, mi padre salió de casa a volver a montar su puesto como hacía todos los días, y mi hermano y yo fuimos a jugar con nuestros amigos porque no podíamos ir al colegio ya que una explosión acabó destruyéndolo hace unas semanas. Nosotros estábamos jugando tranquilamente con nuestro balón de fútbol pinchado y sucio cerca de unas ruinas al norte del pueblo donde nos reunimos los niños para pasar el rato por las tardes, cuando de repente pasó un helicóptero negro por encima del maravilloso cielo azul que había aquel día, y que se dirigía hacia el sur donde estaba el mercado. Poco después pasaron otros cuatro helicópteros más hacia la misma dirección, pero ninguno de los niños que estábamos allí le dimos importancia a semejante acontecimiento hasta que escuchamos un fuerte ruido que venía del mercado. Al escuchar dicho ruido cogí a mi hermano de su camiseta y echamos a correr hacia allí. La gente corría hacia todas las direcciones asustados muchos de ellos con la ropa rasgada por haber estado tan cerca de la explosión así que corrimos hacia allí a toda prisa entre los escombros, muertos, heridos… Por mucho que corríamos y gritábamos su nombre no veíamos a nuestro padre, hasta que al cabo de unos metros cuando estábamos a punto de rendirnos y dejar de buscar lo vimos ahí en el suelo debajo de una piedra enorme y atravesado por una barra de metal en las piernas, entonces nos acercamos a su lado y a duras penas nos dijo: -Ahora tenéis que ser más fuertes que nunca y cuidar el uno del otro, id hacia el sud en dirección al mar allí habrá gente con que os podrá ayudar. Nosotros no queríamos abandonarlo allí, pero él no se podía mover y si nos hubiéramos quedado allí probablemente hubiéramos muerto. Ese mismo día, en la costa había unos pequeños barcos que algunas personas tenían guardados por si algún día llegaba el momento de utilizarlos como último recurso para huir del país. Una amable señora llamada Tamira, con los ojos azules y el pelo marrón, nos dijo amablemente: -Rápido, subid a la barca, las explosiones se están acercando no hay tiempo. Una vez en la barca le preguntamos a aquella mujer a dónde se dirigía la barca, y ella nos respondió diciendo: -Nos vamos a Europa, nos espera un largo viaje.
CAPÍTULO 3: Una isla desconocida Cuando ya llevábamos más de tres horas navegando dios sabe hacia dónde,, empezamos a pensar que lo peor ya había pasado y que no podía pasarnos nada malo. Había barcas de los guardacostas que nos ayudaron a escapar por detrás de sus barcas, pero en realidad no, nadie se daba cuenta de lo que estaba a punto de pasar ya que estaban demasiado cansados y se quedaron dormidos. Cuando se dieron cuenta de que se avecinaba una tormenta muy fuerte no supieron qué hacer y entraron en pánico. Empezaron a aparecer unas olas enormes que iban de un lado a otro empujando las tres barcas que estaban en el mar, la nuestra no paraba de tambalearse y no cayó nadie pero en una de las otras barcas vimos cómo unos hombres cayeron al agua debido a la fuerza de las olas y el fuerte viento que había. No pudieron hacer nada por ellos ya que si no te sujetabas probablemente hubieras acabado en el mar también. Estábamos muertos de miedo,, pero cuando pasaron alrededor de cincuenta minutos se empezó a calmar la marea y el viento y acabamos a la orilla de una isla cuyo nombre no conocíamos por aquel entonce.. La barca estaba destrozada que ya no se mantenía a flote por los daños que había sufrido, la madera de la barca estaba desgastada, los clavos estaban oxidados y apenas se mantenía a flote debido al peso que había y la mujer anciana nos dijo: -Empezad a sacar agua de la barca para no hundirnos. -Está bien. Rápidamente empezamos todos a sacar agua de la barca para que hubiera menos peso y poder llegar a la orilla de la isla que habíamos avistado. Todos los que íbamos en nuestra barca acabamos en esa isla. Las demás barcas no sabíamos qué había sido de ellas. Nosotros estábamos desconcertados, porque no sabíamos donde estábamos lo único que se veía era una isla con una cima lo más alto y todo lleno de árboles, palmeras y mucha arena en el suelo. Tras caminar durante un rato, nos encontramos una cabaña de madera que parecía estar hecha con madera de la isla en la que estábamos. Dentro de la cabaña no había nadie, tan solo había unos planos de lo que parecía ser un barco y un diario muy desgastado con las hojas húmedas y las solapas de cuero. No sabíamos cómo salir de aquella isla, así que empezamos a recolectar alimentos que encontrábamos por la isla y almacenarlos en un lugar seguro para que los animales de por allí no pudieran cogerla. Amir y yo no sabíamos qué hacer y se nos ocurrió coger el diario que habíamos encontrado en la cabaña y leerlo. Cada línea que leíamos nos asombraba más que la anterior y eso nos generaba más ganas de seguir leyendo. El diario contaba la historia de un hombre que había estado en la isla hace mucho tiempo e iba escribiendo lo que le pasaba cada día de la isla y cómo prosperaba con la construcción de su barco y los hallazgos que hacía día a día. Ese mismo día se me ocurrió escribir las cosas que hacíamos nosotros día a día en el diario para recordar las cosas. Los días, las semanas y los meses iban pasando, éramos conscientes de eso pero no podíamos hacer gran cosa. Todos los días íbamos recolectando madera para la construcción de una barca con la que podríamos salir de la isla
gracias a los planos que había hecho la persona que había estado en la isla antes que nosotros y recolectando comida para sobrevivir. Todas las noches nos íbamos a la orilla de la playa y hacíamos una hoguera para no pasar frío y contábamos historias como método para entretenernos. Por las noches no podíamos hacer gran cosa ya que estaba muy oscuro y no se veía nada, así que descansamos para el día de después seguir trabajando, para poder sobrevivir. Un día, al amanecer, unas cuantas horas antes de que se levantaran los demás yo me fui a dar un paseo. Mientras veía el sol salir desde el este camino arriba preguntándome qué había en lo alto de la cima. Así que poco a poco comencé a subir entre árboles y matojos cuesta arriba. De repente escuché un ruido entre unas hierbas como el de una rama rota al pisarla, pero pensé que sería mi imaginación y preferí ignorarlo y seguir subiendo. Volví a escuchar otro ruido, esta vez el sonido de un animal que que no supe identificar ya que en mi país no había escuchado semejante sonido y empecé a correr hacia arriba hasta que llegué arriba y vi un agujero en la pared tapado por unas ramas de árboles. Las aparté un poco y vi lo que parecía ser un refugio, en aquel instante pensé que sería del viejo que estuvo aquí antes que nosotros el que dejó el diario en la cabaña al lado de la playa. Aquel lugar era muy bonito, había multitud de objetos hechos con madera y otros objetos como una mesa, cama, sillones y otros objetos pequeños... No sabía si viviría alguien allí, hasta que un hombre me sorprendió cuando apareció por la entrada a aquella cueva y me preguntó que quién era y qué hacía aquí. Yo le respondí amablemente aunque un poco asustado, que me llamaba Kalev y había llegado hasta la isla huyendo de mi país al igual que las otras personas que hay en la costa. Le dije que estaba en la cueva porque había salido a dar un paseo y encontré aquel lugar por casualidad. El viejo empezó a carcajearse y me dijo: -Muchacho, ven, siéntate aquí. Te serviré algo, espero que mis cabras, esas que habrás escuchado de camino aquí, no te haya asustado, son muy buenas, solamente tratan de protegernos a mí y a ellas mismas. Yo se lo agradecí y el viejo comenzó a contarme cómo había acabado él en esta isla: -Todo comenzó hace cuarenta años. Yo era un marinero a bordo de un enorme barco del cual yo era un gran pirata al igual que mis otros treinta camaradas y nuestro generalísimo jefe Don Krieg, éramos los mejores piratas, íbamos encontrando tesoros por todos los mares hasta que una noche después de montarnos un enorme festín bebiendo vino nos atacaron y empezaron a hundir el barco, yo rápidamente fui a por todos los tesoros que pude meter en la barca que había amarrada en la parte trasera del barco y me fui de allí a toda prisa sin preocuparme por nada más que los tesoros, pero una horrible tormenta arrojó mi barca hasta esta isla y aquí estoy desde entonces. Yo me quedé asombrado con la fascinante historia que me había contado, y me quedé pensando que habría sido el tesoro que trajo consigo, así que le pregunté qué pasó con el tesoro, y me dijo:
-Cuando llegué a esta isla arrastrado por el mar, me levanté y vi que dentro de los cofres ya no había apenas nada y que todo era dinero en efectivo, ya que mi jefe lo habría cambiado seguramente todo en billetes, y al levantarme del suelo vi que las cabras de las que te he hablado se estaban comiendo todos los billetes y desde entonces ellas son mi tesoro y vivo con ellas porque es lo que mas quiero.
CAPÍTULO 4: Camino al futuro Ya habían pasado diez años más o menos desde que llegamos a la isla y la barca estaba casi terminada. Para cuando las otras cinco personas que iban en la barca con nosotros aquel día se quisieron dar cuenta, ya eran demasiado viejos y débiles como para salir al mar a navegar, su cuerpo no lo soportaría, así que al cabo de unos días cuando se acabó de construir la barca, mi hermano y yo, que teníamos veinte años yo y el dieciocho, nos metimos en la barca, para partir hacia otro país para estar a salvo. Las demás personas no quisieron subir a la barca porque no podían y preferían vivir en paz en aquella isla, sin preocuparse de nada y ser felices. Así que cogimos lo necesario para sobrevivir en el mar y mi diario y partimos desde aquella isla. Tras varios días a la deriva, cansados ya de remar con nuestras manos tratando de empujar de ese modo la barca, conseguimos llegar a la orilla de un país llamado España. Nos recogieron en la orilla unos guardacostas y nos ayudaron a salir del agua y nos llevaron a un hospital hasta que estuviéramos recuperados de la insolación que nos había dado en el mar. Días después de haber salido del hospital nos llevaron a una casa enorme con otros refugiados. La casa no es que estuviera muy allá pero para estar allí un tiempo estaba bien. En la casa vivíamos diez personas. Nosotros dos habíamos sido los últimos en llegar allí, eran todos muy buenas personas que habían pasado por circunstancias muy duras hasta llegar aquí. El día después de llegar nos presentamos formalmente a los demás refugiados, a mí en especial me cayó bien una mujer mayor que estaba sentada a mi lado ya que era muy maja y parecía buena persona. Todos los días los sanitarios venían a la casa continuamente sin incluir los dos que se quedaban con todos nosotros para ayudarnos en lo que necesitáramos, nos cuidaban, nos daban de comer, lo que nos hiciera falta para estar bien. Por las mañanas venía un hombre que sabía nuestro idioma y hablaba con nosotros y los demás que había aquí para entretenernos, nos divertíamos mucho, todo esto hacía que olvidáramos a veces lo mal que lo habíamos pasado hasta llegar aquí. Cuando pasó un tiempo hablé con la chica de la organización que nos había acogido y le dije que quería convertirme en escritor que era mi sueño desde pequeño y para ello necesitaba salir de allí. Así que unos días después me encontró un trabajo con el que conseguir algo de dinero para poder vivir hasta que cumpliera mi sueño. Ser pizzero no me gustaba mucho pero me conformé con eso, ya que el dinero me vendría muy bien. Trabajaba por las tardes y mientras tanto las mañanas las dedicaba a escribir mis novelas. Un día se me ocurrió una idea genial, que era
enviar una de mis novelas a una editorial para que la leyeran. Los días pasaban y pasaban y no me contestaban, aún así yo seguía escribiendo. Un día en la pizzería entró un hombre elegante con traje, se sentó en una mesa y cruzó sus piernas, fui a atenderle: -Muy buenas tardes ¿qué va a comer el señor? -Una pizza cuatro quesos y una cerveza, gracias. -Marchando -Ah, por cierto ¿sabe si trabaja aquí el señor Kalev? -Por supuesto, soy yo, ¿qué pasa? -Soy de la editorial a la que mandó su novela y estamos interesados en usted y su talento para escribir. En aquel momento estaba estupefacto y no sabía qué decir, pero acepté gustosamente aquella oferta. Así que a la mañana siguiente fui al lugar que me dijo el hombre de la editorial, donde me estaba esperando él para que le enseñase mis novelas y hablar conmigo. Un par de horas después cuando leyó aquella novela que le di, me dijo: -Estoy increíblemente sorprendido por su trabajo, quiero ofrecerle un contrato para trabajar aquí y empezar a escribir desde ya. Yo firmé y desde aquel momento me puse a escribir hasta el día de hoy que estoy escribiendo esta novela. Ahora mismo estoy en mi oficina escribiendo mientras por mi mente se pasan cientos de ideas para más novelas, que escribiré tras terminar esta. En cuanto a los demás, a mi hermano lo recogí del lugar en el que estábamos antes y se vino a vivir conmigo para poder ir a una escuela en condiciones como antes y poder aprender y llegar a algo en la vida; nuestros padres murieron así que solo nos tenemos el uno al otro. Los demás supongo que seguirán en aquella isla en la que estuvimos; aunque no sea gran cosa, la verdad es que no se estaba mal y es un buen lugar en el que vivir. La pesadilla ya ha acabado para mí, ahora mismo soy feliz y vivo dignamente. Aunque mis padres no estén aquí conmigo para ver cómo hice mi sueño realidad. Sé que me estarán viendo desde el cielo al igual que a mi hermano, orgullosos de nosotros al ver en las personas que nos hemos convertido. No hay que rendirse, los sueños se pueden hacer realidad.
Sixto Muñoz Castellón, mayo 2016