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Hoy leemos sobre el Chadō: el arte de compartir el té
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La periodista Malena Higashi publicó por Fiordo Editorial “El viento entre los pinos”, un ensayo precioso que recorre el delicado paso a paso de la ceremonia del té y su propio “despertar” a las tradiciones japonesas siendo bisnieta de inmigrantes llegados a la Argentina un siglo atrás. Un puente afectivo entre culturas y generaciones.
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El sabor del té y el del zen es uno y el mismo”, asegura una poética frase atribuida al Gran Maestro Sen Sôtan, que al parecer alude tanto a la disciplina como la humildad que adoptan para sus vidas, quienes emprenden el camino del té. Malena Higashi (39) periodista argentina y cuarta generación nacida aquí de una familia japonesa llegada hace un siglo, emprendió este derrotero hace años y acaba de publicar El viento entre los pinos (Fiordo Editorial), un ensayo muy interesante que recorre el paso a paso de esta sutil práctica tradicional nipona, pero también la profunda transformación que provocó en ella misma este puente con su pasado familiar.
-¿Qué significados tiene en Japón la ceremonia del té? ¿Es una práctica cotidiana? Durante el año hay muchas efemérides importantes para quienes practicamos la ceremonia del té, por ejemplo, Hatsugama: el primer té del año, donde es la maestra o el maestro (sensei) quien prepara té para sus alumnos. El ánimo es festivo. También se llevan a cabo ceremonias para cumpleaños y despedidas: van cambiando los dulces (wagashi), kimonos, caligrafías y hasta los arreglos florales, ya que se adaptan a la época del año y la ocasión. En resumen, la ceremonia del té es un evento especial que lleva meses de preparación. En cambio, las clases donde practicamos esta ceremonia y aprendemos sobre ella, pueden ser semanales y cotidianas.
-¿Qué importancia adquieren los objetos usados en esta forma ritual de preparar té?
-En el mundo del té es muy apreciado todo lo que usamos: un cuenco, una cucharilla de bambú tallada... Si yo recibiera alguno de esos elementos como regalo, podría proponer una ceremonia especialmente para compartirlos con mis invitados. Hay procedimientos para preparar el té que resaltan justamente el uso de esos elementos, y el invitado sabrá que tiene que preguntar por ellos: cómo llegaron a las manos de la anfitriona o su procedencia.
-¿Qué cuestiones cambiaron en tu vida a partir de involucrarte cada vez más en la ceremonia del té? ¿Te volvés en algún momento “experta”?
-Lo lindo de la práctica de té es que es un aprendizaje constante. Por eso no me considero una experta. Hay una frase conocida en el Zen que dice: “Mente zen, mente de principiante”. La práctica de té se encara con ese espíritu, algo muy vinculado a la humildad. Involucrarme en el camino del té me dio otra sensibilidad, otra manera de mirar el mundo y los vínculos. Y me dio una herramienta clave: la atención plena. Cuando hacemos un té o somos invitados, vaciamos nuestra mente de pensamientos y nos concentramos en ese presente. La práctica de té tiene muchas similitudes con la meditación. Todo lo que hago ahora gira alrededor del té y de Japón. Aprendí muchas cosas, quizá la más fuerte es que se puede vivir una vida de té. Antes de ese viaje, mi práctica se limitaba a las clases, como si el Chadō fuera por separado de mi vida. También sentí cambios físicos : algo de la postura quedó por fin grabado, ya no me duelen las piernas... Pero me falta aprender muchísimo. aggretsuko studio ghibli fest Hasta fines de abril se podrán ver en cines varios filmes de Miyazaki: El castillo vagabundo (feb.), La princesa Mononoke (marzo) y El viaje de Chihiro (abril).
-Tus antepasados llegaron a la Argentina, desde Kagoshima, hace un siglo. ¿Qué prendió la chispa de tu curiosidad? ¿Por qué tendiste este puente con tus ancestros?
-De chica renegué un poco de mi origen japonés. Pero con el tiempo empecé a apreciar ese legado enorme que me llegó a través de mis abuelas: anécdotas de ese Japón lejano, canciones de cuna y también el té. El primer viaje que hice a Japón en 2015 fue transformador. Entendí muchas cosas de la idiosincrasia japonesa y mejor a mi familia. Me gusta la imagen de ser puente entre dos culturas y entre pasado y presente de mi propia familia.
Un animé explosivo sobre una osa panda oficinista, que por las noches estalla en bares de karaoke cantando heavy metal.