Quienes somos cambiar fondo
V. Cervilla
Dirección, edición, corrección de textos y diseño
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Reseñas, corrección de textos y divulgación
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Taller del Escribidor
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Maquetación y diseño
Camino Fuertes Escuela de Calíope
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Presentadora del programa de radio “Despierta Sherezade”
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PATREON https://www.patreon.com/revistatartarus RevistaTártarus @revistatartarus WEB: https://revistatartarus.wordpress.com ISSN-2444-9652 LUGAR DE EDICIÓN: Linares, Jaén (España) CONTACTO: revistatartarus@gmail.com
VIVIENDO LA FANTASíA. Relatos El Islandés, Lola Robles Dunsinane, Ana de Haro
A TRAVÉS DE LA PANTALLA. Cine La Naturaleza: Personaje y escenario
Crónicas del personaje. Bonus Amazonas y Naturaleza, Desiree Bressend
Conoce al autor. Entrevista Dioni Arroyo
La escuela de Calíope. Divulgación Ecoficción y greenpunk
taller del escribidor. Ortografía El mendigo de las letras
mirando más allá Ilustración Fran S. Cano. Juan Manuel Casado
nAVEGANDO ENTRE LIBROS. Reseñas La última bruja, de Maite Navales.
tras los muros. Concurso Ganador del concurso anterior Diluvio primaveral, de Gisela Lupiañez
páginas amigas. Colaboración Los artículos y anuncios publicitarios, así como las opiniones de los entrevistados y columnistas, no reflejan necesariamente la opinión del editor. Se prohíbe la reproducción parcial o total del contenido de esta revista sin previa autorización por escrito del editor. Todas las imágenes e ilustraciones así como los textos son publicados con permiso de su autor. La información es correcta en el momento de la publicación.
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Actualidad Literaria
EL
J
S É D N ISLA
ón Gudmundsson nació y vivió en Islandia hasta los catorce años. Entonces, tras una erupción volcánica que arrasó su pueblo, su familia emigró a América. Su padre era granjero y su madre, maestra. Solo tenían para alimentarse, en su aldea natal, una pequeña casa y huerta, los huevos de unas gallinas y algún pollo de vez en cuando, además de un sueldo mísero y lo que les ofrecían sus convecinos. Tras la erupción, la parroquia entera pasaba penurias, porque la lava había alcanzado los campos y granjas, y los gases del volcán envenenaban el aire y el agua. No llegó a ser una catástrofe como la del Laki, un siglo atrás, cuya ceniza y vapores sulfúricos afectaron a toda Europa: un invierno perenne, cielos tóxicos, cosechas destruidas, hambrunas. Pero Jón conocía el hambre. El último año había sido de una especial dureza. Noche tras noche, se iba a la cama con el estómago vacío y rugiendo. Sus dos hermanas y él podían dar gracias cuando su madre lograba preparar una sopa. Los aldeanos acabaron por matar a todos los pollos, las gallinas, los corderos, los caballos de labor o de transporte y hasta a los perros. Pero con ello, no tenían productos para vender e intercambiar con los pescadores de los pueblos de la costa. Los recién nacidos, las personas ancianas y enfermas morían de desnutrición. Jón había visto caminar a gentes flacas y con la tez amarilla buscando ávidamente, entre la lava endurecida, cualquier vegetal comestible que llevarse a la boca. Finalmente, los parroquianos se reunieron en la iglesia y el pastor les recomendó marchar a América y les dio su bendición. Él se quedaría con los que estaban demasiado débiles, maltrechos o mayores para un viaje semejante. Era el año 1855. La familia se instaló en Canadá, en una región montañosa, donde ya vivía una colonia de islandeses. La madre se ofreció de nuevo como maestra y el padre constru-
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Relatos
yó una granja. A Jón le gustaba estudiar y los libros. Le dijo a su madre que deseaba seguir sus pasos en la escuela. El paisaje que miraba a diario era nuevo para él. En Islandia no había apenas árboles y mucho menos bosques inmensos, porque la actividad volcánica no lo permitía, como tampoco la construcción de vías férreas, por eso se impresionó tanto la primera vez que vio el ferrocarril. No había volcanes ni fisuras en aquella parte de la tierra canadiense y ésta no despedía calor ni fumarolas. Sí existía la misma certidumbre de una naturaleza más fuerte que el hombre. A los veinte años, Jón empezó a escribir cuentos y poemas. En ellos, hablaba siempre de Islandia. Incluso mucho después de haberse ido, recordaba la casa en la que nació, los campos de hierba que la rodeaban, el fuego del volcán que los volvió negros. Recordaba los días larguísimos del corto verano, cómo el sol bajaba hasta el horizonte y a las pocas horas volvía a subir, dejando atrás una noche tan corta como extraña, de un azul intenso, que permitía verlo todo pero con la vaguedad del crepúsculo, del amanecer o de los sueños. Los gigantescos arcoíris que se formaban sobre las cascadas, el sonido atronador de estas, la espuma salpicándole en el rostro. Y el viento que soplaba en los glaciares y en los desiertos de arena oscura del interior de la isla, donde sólo podían vivir los trolls y los espíritus. Eran poemas líricos, sencillos, de añoranza, y narraciones sobre elfos de humor endiablado o fantasmas que se llevaban al desierto a aquellos vivos de quienes querían vengarse. También contaba historias de bandidos que se escondían de la justicia en las zonas más agrestes y solo la soledad los vencía. En Canadá, los territorios eran vastos y se encontraban muy poco poblados por indios o blancos, pero casi siempre había animales; en Islandia, no: no había más que hielo o roca, millas y millas de una tierra de geología joven, de hermosura salvaje, inhóspita. Ni una sola vez, en ningún poema ni relato, habló de América. En 1885 se trasladó al sur de Estados Unidos. Había encontrado un buen trabajo como preceptor de los hijos de un hacendado sureño, de ascendencia británica, casado con una islandesa. En la mansión de la familia vivió casi diez años. Seguía escribiendo, como siempre, en su idioma materno, aunque hablaba ya perfectamente el inglés, el francés y un poco de español. Narraciones de marinos que capturaban ballenas y tenían que enfrentarse a krakens vengativos; aventuras entre los hielos de piratas vikingos que despertaban a monstruos dormidos en cuevas; historias de un pasado falso en que druidas, llegados a la isla entre los primeros inmigrantes irlandeses, realizaban sangrientos ritos paganos; rigurosos poemas escáldicos, compuestos con fervor apasionado, de tal modo que los escudos y las espadas parecían resonar y la sangre brillaba sobre la nieve. En las noches bochornosas de Luisiana, empapado en sudor y con la ventana de su dormitorio abierta, le llegaba el aroma de las flores del jardín de la casa: orquídeas de apariencia maléfica, pétalos suavísimos y opresores. Escuchaba los cantos de las mujeres negras. Les había oído narrar relatos de muertos resucitados o de vampiros. Había una muchacha, Olivia, mestiza, que le gustaba y con la que se había acostado, que se los contaba en susurros. La señora de la casa le recordaba a menudo la pobreza extrema de su isla natal, las epidemias que diezmaban la población, la imposibilidad de cultivar en muchos lugares como consecuencia de erupciones constantes o terremotos. Sin embargo, Jón prefería detestar los pantanos con caimanes y serpientes, donde crecía una vegetación monstruosa, o los huracanes que podían ser tan devastadores como un volcán. Continuó escribiendo sobre su añoranza, la tierra perdida y su dolor íntimo, intransferible.
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Viviendo la fantasía
Envió varios manuscritos a editores de Nueva Orleans y de Nueva York, y finalmente le publicaron un libro de poemas y otro de narraciones de terror. Este último se vendió muy bien y el editor le pidió más. Aunque no le pagaban mucho, fue lo suficiente para poder casarse con Jane, institutriz en otra casa. Como los hijos de sus señores ya no le necesitaban, se instaló con su esposa en Nueva Orleans y se dedicó por completo a la escritura. A finales de siglo, su antigua señora decidió viajar a Europa y regresar a Reikiavik, donde su padre, un noble danés, viudo de su madre desde hacía mucho y casado en segundas nupcias, acababa de fallecer en una de sus propiedades. Llamó a Jón para proponerle acompañarlos a ella y a sus hijos. Estaba segura de que le gustaría ver de nuevo el paisaje sobre el que tanto había escrito. Era también un premio por sus buenos servicios. Jón escuchó en silencio a su señora, una bella escandinava, de carácter enérgico, como él recordaba a las mujeres de la isla. Le dio las gracias y le dijo que le respondería pronto. Volvió a Nueva Orleans y estuvo horas paseando, mientras escuchaba los sonidos de la noche, pues el silencio nunca era completo allí, a diferencia de lo que ocurría en la aldea donde nació. Por fin, llegó a su casa y se sentó en su despacho tras encender la chimenea, porque el alba era fría. Escribió una carta para su señora, llena de alegría y gratitud. La introdujo en un sobre y lo cerró. Durante un larguísimo tiempo, descansó la cabeza entre las manos. Después se levantó, tomó la carta y la arrojó al fuego. Se fue a dormir, pensando que a la mañana siguiente iniciaría un nuevo poema. Lola Robles @ladyquercus
Se buscan autoras Palabristas convoca de nuevo los concursos de relatos de «Alucinadas» y «Terroríficas» con los que tiene como objetivo promover la literatura de género escrita por mujeres. Se editará un libro con los relatos seleccionados y las autoras recibirán un porcentaje en concepto de regalías. Para leer las convocatorias al completo: https://www.palabaristas.com/
Octubre es para ellas Vuelve la iniciativa creada por un grupo de tuiteras que decidieron hacer algo para dar a conocer el trabajo de muchas escritoras invisibles. Así nació Leo Autoras Octubre, que anima a leer a escritoras y compartir lecturas en las redes sociales. Sigue esta iniciativa en #LeoAutorasOct
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Relatos
DUNSINANE M
e parece que fue el viejo Mac el primero que echó raíces. Cuando me di cuenta por primera vez estaba sentado en su mesa, en uno de los cubículos del fondo, y tecleaba en el viejo ordenador amarillento, clac, clac, barra espaciadora, clac, clac, barra espaciadora. Escribía lentamente, con los dos dedos índices, buscando cada letra en el teclado antes de pulsarla, la mirada muerta. De las perneras de su pantalón gris, sujeto con un cinturón arrugado, se escapaban dos ramas que parecían enredadas en torno a los tobillos, bajando en espiral desde las rodillas, cubriendo los zapatos gastados y hundiéndose en los estrechos espacios entre las losetas, fijando al viejo Mac al suelo, a la silla, a la mesa de la oficina. Normalmente no suelo entrar en esa parte de la empresa, no vagabundeo por las mesas de los becarios. Mi trabajo consiste en seleccionarlos y acaba justo cuando les señalo su mesa, su silla, su ordenador. Desde entonces están solos con su trabajo y yo paso al siguiente. No tengo nada que hacer en las profundidades de la oficina, donde no hay ventanas y la única luz procede de los neones amarillos del techo, recubiertos de insectos marchitos. Aquel día acompañaba a la última becaria seleccionada, la jovencita del pelo rojo, Duffy, que llegó con un currículum brillante y un entusiasmo admirable por esa primera oportunidad laboral. La senté en la mesa frente al viejo Mac, que ni siquiera levantó la vista de la pantalla. Encendí su ordenador y la dejé allí para su primer turno de nueve horas. Pronto serían diez o doce, cuando asumiera la política laboral no escrita de la empresa. En Banquo y Co. nadie se va hasta que todos se van. Está mal visto. Es brillante, en realidad. Presión de los pares. Prisión de los pares. El viejo Mac había sido jardinero, pero no un jardinero de azada y estiércol, no uno de tijeras de poda y cortacésped. Él se manchaba las manos, sí, pero para construir grandes ramos de flores que se derramaban sobre velos de novia, estatuas de hiedra que desfilaban en carrozas, cascadas de begonias y camelias que se extendían como cortinas en balcones de grandes eventos. Cuando llegó hasta mí era lo que se define hoy como un parado de larga, larga, muy larga duración, con hijos a su cargo, un negocio artístico en el que hoy nadie invierte, habilidades que no sirven para nada. Con sus casi cincuenta años fue nuestro becario más viejo, pero no el único que había pasado ya la veintena. Somos tolerantes, en Banquo y Co., con esta cuestión. Dejé instalada a la nueva, la pelirroja Duffy, y regresé a mi despacho, oscuro pero no tanto, junto a la cabeza de la empresa. Antes hice una parada por la cabeza misma, el despacho del sr. Duncan, el director general adjunto, sentado en su mesa dando la espalda a la única ventana de toda la oficina, que ocupaba casi toda la pared. La única fuente de luz natural, en el despacho de la puerta cerrada. El señor Duncan repasaba los números. Le avisé de la llegada de la nueva becaria. Revisamos las cifras. Un director general adjunto, un jefe de personal, un recepcionista, una técnica, diecisiete becarios, con Duffy, de edades y complexiones variadas.
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Viviendo la fantasía
Becarios de todas las formas, tamaños y colores, viejos y jóvenes, fuertes y débiles, mustios y frondosos. Bien, dijo el señor Duncan. Señor, una cosa más. Uno de los becarios ha echado raíces. Bien, dijo el señor Duncan. Raíces de verdad, señor, se escapan de las perneras de sus pantalones y lo atan al suelo. Bien, dijo el señor Duncan. Volví a asomarme la semana siguiente, para ver qué tal se había adaptado la nueva becaria y examinar los puestos disponibles para nuevas incorporaciones, y al viejo Mac, que vestía la misma ropa, le habían salido ya ramas del cabello y las orejas, y sus dedos, que seguían apegados al teclado, clac, clac, barra espaciadora, se habían vuelto afilados y quebradizos. La pelirroja Duffy se había adaptado bien. Ya empezaba a tener ojeras y su pelo se veía mustio y apagado. Me pareció ver un puñado de flores rosas asomando entre los mechones. En la mesa, un termo. Todos traen termos cuando comienzan a adaptarse. Termos y ojeras bajo la luz amarillenta. Después me acerqué, como cada mañana, por la mesa de Birnam, nuestro recepcionista. Me contó de dónde es, seguro, cuando le contraté, pero no lo recuerdo. Allí recojo cada día los fajos de currículums acumulados, decenas de interesados en formar parte de Banquo y Co., decenas de becarios a punto de serlo. Birnam parecía estresado, pero no más de lo corriente. Le llamé la atención sobre las tazas de café sucias amontonadas en la mesa, y asintió sin soltar el teléfono, Banquo y Co, dígame, y reparé en la fina rama que ataba su mano al auricular. Las hojas de parra ya habían empezado a brotar de sus orejas y sus hombros. Las tazas, señalé, y asintió y las apartó con la mano libre, tecleó, colgó el teléfono, que sonó y lo cogió otra vez. De camino a mi despacho me detuve en el office, así llaman a la sala donde desayunan antes de acostumbrarse a hacerlo en sus mesas, y crucé un par de palabras con nuestra técnico, Beth, cargada de carpetas que reparte entre los becarios, y cuando se alejó de mí hacia las profundidades de la oficina puñados de jazmines mustios se derramaron de su chaqueta a su paso. Ella se los sacudió con desgana y siguió andando. Fue pocos días después cuando el Sr. Duncan se asomó a la oficina para anunciar el recorte de las paradas para el café y la comida, y durante esos pocos minutos la luz natural se derramó sobre los suelos y las mesas, antes de que la puerta del despacho se cerrara. Para entonces el viejo Mac estaba ya cubierto por completo por la madreselva, una madreselva podrida y grisácea que lo ocultaba por completo, pero aún se oía debajo el clac, clac, barra espaciadora. El teléfono de Birnam sonaba bajo las hojas de hiedra y el cubículo de uno de nuestros becarios más antiguos, Malcolm, que empezó como un treintañero despeinado hacía casi una década, estaba casi oculto bajo una pequeña montaña de glicinias descoloridas. Fue entonces cuando la condensación comenzó a hacer su efecto y las gotas de agua empezaron a salpicar las paredes, derramándose y creando pequeños charcos y ríos en las esquinas. Cuando empezaron los primeros chispazos, (pero el clac, clac, barra espaciadora seguía escuchándose bajo los montones de hojas y ramas) llamé a la puerta del jefe. Parece que se está descontrolando esta situación de las raíces, Sr. Duncan. Habrá que eliminar distracciones, dijo él, y cerró el office, que para entonces estaba rebosante de jazmines mustios, y prohibió las radios y los auriculares, y me exigió que los arrancara, si tenía que hacerlo, de entre las ramas y las hojas, y eliminó por completo las pausas para el cigarrillo y para ir al baño. Y para entonces era casi imposible caminar por la oficina. Las raíces que brotaban de los cubículos habían levantado las losetas quebradas y envuelto el servidor y el cuadro de luces y cuando los neones reventaron la oficina quedó sumida en una oscuridad húmeda y frondosa, y los cables se confundían con las ramas, y las pantallas se apagaron pero aún se escuchaba bajo los montones podridos de flores el teclear incesante, clac, clac, barra espaciadora, y cuando
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Relatos
la mesa de Birnam desapareció por completo y el teléfono dejó de sonar bajo la hiedra, y las glicinias devoraron el cubículo de Malcolm hasta que sólo asomaban entre ellas un zapato y la mano izquierda, aferrada al ratón del ordenador, las hojas y las ramas comenzaron a brotar de las paredes de mi despacho. Fue entonces cuando me encerré con el sr. Duncan en el suyo, el de la única ventana de la oficina. Ahora no podemos salir. Las ramas y las flores lo han devorado todo y se amontonan contra la puerta del despacho, que empieza a combarse. Una cascada de buganvillas ha brotado del pelo rojo de Duffy, la becaria más joven. La técnico Beth se ha derramado en borbotones de jazmines resecos. La madreselva ha invadido los suelos y el techo desde las piernas y el teclado del viejo Mac, el jardinero, y la mesa de Birnam y el teléfono han sido devorados por la hiedra. La glicinia se ha extendido por las paredes, el office se ha inundado de damas de noche y la ipomea llueve desde el techo en puñados y puñados de pétalos morados descoloridos por la falta de luz y calor. La yedra ha fagocitado las fuentes, un rosal trepador ha reventado las cañerías y la parra virgen ha perforado las paredes de los cubículos, ramas, hojas, flores y raíces putrefactas y enfermas que están aplastando la puerta, colándose por las rendijas y el ojo de la cerradura, agujereando las paredes, filtrándose entre las losetas, tras devorar mesas, sillas, ordenadores, estanterías, arrastrándose y multiplicándose en busca de la luz, la única fuente de luz, y ahora no podemos salir. Ellos lo harán, se desbordarán, derribarán la puerta y saldrán disparados a la luz del día, por la ventana, la única ventana, como plantas, hojas y flores podridas, raíces enfermas que sanarán a la luz del día, todo un bosque derramado desde la ventana. Ana de Haro
¡Colaboradores de éxito! Este mes estamos muy contentos por el éxito de Paloma Fernández-Pacheco Espino (@saltacuentos), que fuera nuestra autora invitada en el número 10 de Tártarus. Junto con el dibujante Eduardo Martínez-Mora Vidal (@ lionillustratio), ha quedado finalista del 2018 Discover Contest de webtoons, gracias al impresionante trabajo que han hecho con su cómic, The House of Stars. Animaos a leerlo en la sección «discover» de webtoons: una vez que lo empecéis, no podréis parar. ¡Desde Tártarus les damos una merecidísima enhorabuena y les deseamos toda la suerte del mundo en la recta final!
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A través de la pantalla
La naturaleza: Personaje y escenario «El arte, la gloria, la libertad se marchitan, pero la naturaleza siempre permanece bella». Así nos hablaba Lord Byron allá por el siglo XVIII de Ella, porque el Romanticismo y su obsesión con la belleza no podían dejar a un lado aquello que más ha inspirado a poetas, músicos y pintores, ni nosotros tampoco. El cine y la naturaleza se han visto la cara en innumerables ocasiones, sobre todo para mal. La gran mayoría de las producciones que la tienen como protagonista nos dibujan a una naturaleza cruel, devastadora y vengativa. Es lo que llamamos «Cine de catástrofes», pero no es de eso de lo que quiero hablaros hoy, no. Hoy vamos a dejar de mirar la naturaleza con temerosos ojos y nos vamos a centrar en aquellas visiones en las que se transforma en un personaje más dentro de la historia, uno que trasciende la pantalla y a veces hasta eclipsa a sus compañeros de reparto.
La naturaleza es un elemento narrativo que ha servido de hilo conductor para asentar las bases de una trama en numerosas cintas de ciencia ficción como Avatar (James Cameron, 2009), La fuente de la vida (Darren Aronofsky, 2011) y la reciente adaptación de la novela de Jeff Vandermeer Aniquilación (Alex Garland, 2018), entre otras. Tras unos años en los que los realizadores se centraron en mostrarnos la cara menos amable de la Tierra, conforme la sociedad se iba transformando y las doctrinas ecologistas iban calando, el cine se hacía eco de otro tipo de
Cine naturaleza, mucho más sublime y maternal, que acogía a los protagonistas. Surge, entonces, una forma de ver a la naturaleza como un ente sabio y perfecto que, aunque cruel en ocasiones, siempre actúa conforme a una razón superior que los humanos no somos capaces de comprender. La naturaleza es un personaje, más que un simple escenario, que está por encima del bien y del mal. No es una villana ni una heroína, tan solo es. Envuelve la historia casi como si de una deidad se tratara, una diosa a la que no se cuestiona, simplemente se le observa y, sobre todo, se le respeta (o al menos ese es el mensaje que subyace en este tipo de filmes).
La naturaleza, ya sea real o imaginada como ocurre en la ya mencionada Avatar o en gran parte de las películas de género fantástico, es una herramienta de la que el realizador se sirve para enmarcar su historia, pero que también la dota de un peso dramático y emocional que no tendría con cualquier otro escenario. Pensemos en cintas como la saga de El señor de los anillos, La historia interminable, Alicia en el país de las Maravillas o King Kong. ¿Qué serían todas estas historias sin los maravillosos escenarios en los que trascurren?
Los paisajes, la vegetación, los animales, la orografía. El resultado es mucho más poderoso que la simple suma de todos estos elementos. En ocasiones se llega incluso a humanizar hasta el punto de poseer habilidades humanas, como ocurre en Alicia en el país de las Maravillas con sus flores parlantes, en El incidente (M. Night Shyamalan, 2008) donde las plantas no solo sienten sino que también se defienden, o en Un monstruo viene a verme (J.A Bayona, 2016) donde que el monstruo que visita al joven protagonista para enseñarle a través de cuentos tenga forma de árbol tampoco es casual. Por otro lado, en estos últimos años la conciencia medioambiental es cada vez más profunda, lo que se traduce en el arte, y en el cine en concreto, en la proliferación del cine ecológico o ecologista, con cintas como Elysium (Neill Blomkamp, 2013), que tuvo bastante menos éxito que su trabajo anterior Distrito 9, con un mensaje similar, o Interstellar (Christopher Nolan, 2014). Aquí el mensaje traspasa aquel halo de divinidad que se le había otorgado para convertirse en una advertencia de los peligros que conllevan que los «hijos» no cuiden a la «madre» como es debido, cubriendo cada escena de un simbolismo preciso que cala, con más o menos acierto, en la conciencia colectiva. Ya sea como una madre cruel o como una diosa sagrada, está claro que el cine no ha podido obviar el papel vital que tiene la naturaleza en la humanidad y cómo influye a la hora de contar historias, y esperemos que no lo haga nunca. Verónica Cervilla
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Café Literario
DIONI ARROYO Escritor
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Entrevistas
(Valladolid, 1971) Dioni Arroyo es Licenciado en Antropología Social y Cultural y Diplomado en Educación Social. Considerado como uno de los máximos exponentes en literatura fantástica de Castilla y León, h a publicado seis novelas hasta la actualidad y su obra aparece en varias antologías editadas por el Fondo Municipal de Cultura del Ayto de Valladolid. Con un carácter profundamente inquieto e involucrado en el mundo cultural,es miembro fundador de Los perros del coloquio, colectivo de escritores con deseos de renovar el panorama literario, y también es padrino de uno de los nueve clubes de animación a la lectura del Ayto. de Valladolid. ¿Por qué cree que algunos lectores consideCualquier premio literario supone un recoran que la literatura de género y la fantástica nocimiento y facilita el camino para la publino son géneros compatibles? cación de una obra, y para la repercusión y el Al final son etiquetas que se añaden a la lite- conocimiento del autor. Son un estímulo, una ratura, y como escritor nunca lo he entendido brújula que te indica si vas por buen camino, muy bien. Es más propio de un librero, para y en un panorama actual con tanto escritor y escoger el anaquel adecuado en el que depo- tan poco lector, comprendo que las editoriasitar determinado libro, o de un editor para les se vean obligadas a discriminar y seleccioguiar a sus lectores y que nar de alguna forma, y los “Creo que debemos sepan lo que se van a encertámenes literarios les contrar. En sí mismo, to- evitar cualquier cortapisa a facilitan el trabajo. Si de das las novelas pertenecen la creatividad literaria, y no algo me arrepiento es de a un género determinado, no haber participado en aunque los que escribi- pensar en lo políticamente suficientes concursos, hamos temáticas fantásticas, ber dejado pasar tan buecorrecto”. hemos sido encasillados y nas oportunidades ante las con el tiempo nos hemos apropiado del térmi- insufribles ganas de publicar mi libro, y por no “género”, y cuando nos señalan como “es- ello aconsejo a quien desee iniciarse en este critor de género”, la mayoría da por hecho que apasionante mundo, que no tenga prisa por nuestras temáticas son la fantasía, la ciencia ver su primera novela publicada, que intente ficción o el terror. Por eso da lo mismo que nos antes participar en cuantos certámenes literallamen de género o de género fantástico, son rios se crucen por su camino. Son una pasarecompatibles y sinónimos. Particularmente, la glamurosa en la que vale la pena participar prefiero decir que soy escritor sin más, porque y le van a posibilitar publicar en mejores conme gustaría evitar el encasillamiento, aunque diciones. quien me conoce ya se puede imaginar cuáles son mis gustos narrativos y mis obsesiones. Y ¿Convertir en villana a un personaje femequienes consideran que literatura de género y nino puede estar mal visto desde el punto de fantástica no son compatibles, tienen tanta ra- vista feminista? zón como quienes opinan lo contrario, depenCreo que debemos evitar cualquier cortapide de muchos factores, de algo tan subjetivo sa a la creatividad literaria, y no pensar en lo como de lo que más valoramos en un libro, o políticamente correcto. De hecho, a veces está de los gustos particulares de cada uno. bien contradecir las normas, ser un poco provocador, invitar a la reflexión escapando de la ¿Son los certámenes literarios una pasarela zona de confort de los lectores. En “La Maquialternativa a la publicación ante el hermetis- lladora de Cadáveres”, novela corta publicada mo de las editoriales? recientemente por Apache libros, hay quien
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Café Literario
ha querido ver una cierta apología del suicidio, y como describo con toda su crudeza una agresión sexual explícita, me han preguntado por su razón de ser. Para mí era importante explicar que en ocasiones los agresores consiguen que la víctima se sienta culpable, y no se atreva a hablar y menos aún, a denunciar determinados hechos. He intentado empatizar con la manera de pensar de la víctima, una joven en una época cruel, como fueron los años ochenta. No sé si a partir de ahí ella se convierte en villana, pero desde luego no podremos justificar sus actos…¿o sí? Depende de muchos factores. Yo invito a leer la novela y extraer vuestras propias conclusiones, y pensar que el papel de posible villana de un personaje femenino es una manera de normalizar una realidad, la de que, en nuestro mundo, hay personas malévolas de ambos géneros, y es importante que la literatura juegue con sus historias y las haga creíbles. Y como narrador, me encanta aportar mi granito de arena a la igualdad de género, y creer que tenemos una pequeña responsabilidad en la educación ética de nuestra sociedad, pero sin castrar la creatividad literaria. ¿Cree que en el futuro la literatura evolucionará tanto como para mantener a un escritor sin que tenga que dedicarse a otro oficio? Así es en los países anglosajones, y por razones muy lógicas. En nuestro país hay tantos intermediarios en la elaboración de un libro, que solo le quedan al escritor un paupérrimo diez por ciento del precio final de su obra. Entre la imprenta, la editorial, el ISBN, hacienda, el distribuidor y la librería, el escritor es un apéndice menor, una insignificancia, como el agricultor en el proceso de la patata, que solo recibe una ínfima parte de su duro trabajo. En Estados Unidos, por ejemplo, apenas existen librerías, pero se lee y se venden muchos más libros que en España. Los lectores adquieren libros en papel (no voy a hablar del digital), comprándolos directamente en las páginas web de las editoriales, que se los envían a casa
sin gastos de envío, o en los festivales literarios especializados, que abundan y que en España empiezan a proliferar. Desaparecen así dos intermediarios, como son los distribuidores (que se suelen llevar más de un treinta por ciento del precio del libro) y de la librería (con un porcentaje del treinta por ciento, también), así le resta algo más para el escritor. Y los festivales allí, son un buen escaparate de las tendencias culturales, y le permiten al escritor contactar con sus lectores, vivir su “momento de gloria”, frente al panorama de nuestro país, en el que las librerías (no todas afortunadamente), no suelen valorar la gestión cultural, y cuando un escritor va a presentar su novela, o bien él o bien su editor, son quienes deben mover el acto, la publicidad, convocar a todo el mundo… ante la indiferencia del librero, que en muchas ocasiones trabaja con una mentalidad anclada en los años ochenta del siglo pasado. El panorama editorial español debe cambiar de forma radical porque es desolador. Y debe cambiar para que nuestro oficio se convierta en nuestro medio de vida, porque la literatura es la tarjeta de visita de un país, el botón de muestra de su calidad y creatividad cultural. Y todos los que participan en la elaboración de un libro, deben concienciarse de la responsabilidad de cambiar su forma de trabajar, y de que lo más importante de un libro, es el autor, sin el que la obra no existiría. Si no hay cambios, el libro tendrá en España los días contados, os lo aseguro… porque los escritores seguiremos transformando nuestra imaginación en historias que os hagan soñar, publicando en otros formatos, exportando al enorme mundo hispánico, pero sería una lástima que nos cargáramos algo que tanto amamos en nuestro país. ¿En qué falla la fantasía literaria española? Hasta hace una década, se escribía a la zaga de la narrativa americana, y se decía que aquí había una “ciencia ficción en España”, que éramos una prolongación de lo que inventaban
15 otros. Ahora afortunadamente nos hemos lanzado a experimentar, a construir nuestros propios universos, y podemos decir con orgullo que estamos asistiendo a una “ciencia ficción española”. Es un acierto, pero también supone un problema, porque experimentamos con temáticas nuevas, argumentos innovadores sin un camino recorrido antes por los norteamericanos, hemos decidido apostar por criterios diferentes, y cuando pruebas, rectificas, inventas, es razonable comprender que te equivocas muchas veces, y desconciertas a los lectores. Por eso, por la transición evolutiva en la que estamos inmersos, fallamos a nuestros lectores y en muchas ocasiones nos dan la espalda y siguen prefiriendo leer a escritores del norte de Europa o estadounidenses. Pero no podemos frenar este proceso, y llevará algún tiempo hasta que consolidemos nuestro propio camino… y lo mejor, que experimentando, se están publicando libros verdaderamente originales, pero otra cosa es que nuestra sociedad se percate de que nuestra imaginación está construyendo historias increíbles, viviendo una vorágine de transformación sin precedentes. ¿Y en qué acierta este género en el ámbito internacional? En romper moldes, en derribar estructuras. El género fantástico es revolucionario en comparación al policíaco, al histórico o al erótico, que apenas han evolucionado. La fantasía está en constante ebullición, y además, el mayor acierto del último lustro ha sido que grandes novelas se están llevando al cine y a la televisión, alcanzando los corazones del gran público. ¿Cuál es su libro favorito? “El Cuento de la Criada” de Margaret Atwood. Lo leí hace muchos años, antes de que se llevase a la pantalla y me dejó fascinado, me marcó a fuego por el estremecedor mundo que supo construir, mostrando la fragilidad de la democracia, y lo fácil que
Entrevistas es retornar a un régimen opresor y teocrático en el que la mujer carece de derechos. Cómo la sociedad vive aterrorizada y decide no actuar, paralizada por el miedo, dejando que la tiranía se adueñe de sus destinos. Esta distopía me enseñó que, al final, la gente no quiere tener problemas, valora más su trabajo o su familia, y deja que las injusticias se cometan a su alrededor mientras a ellos no les salpique. Es una obra muy dura, pero necesaria para madurar. Ansío que le den el Nobel porque la considero una de las más importantes escritoras de nuestro tiempo. ¿Qué ingredientes debe tener un buen festival literario? Debe conseguir que la gente se lo pase bien, que se divierta, que haga nuevas amistades. Es algo muy sencillo pero es fundamental para que se lleven un buen recuerdo y deseen regresar en la siguiente edición. Porque el programa, los escritores que acuden, sus ponencias… no es responsabilidad de los organizadores, y siempre habrá charlas que te marcan y otras que te aburren, es normal, pero si te lo pasas bien, no lo olvidas. Estuve en el Celsius en su segunda edición, y me gustó tanto que no he faltado ni un año, y lo mismo me ha sucedido con el Tártarus de este año, que me lo pasé genial, o con el de Fuenlabrada, festivales que no me pienso perder los próximos años. Las anécdotas, los buenos momentos, las risas, las nuevas amistades, son ingredientes que aportan la magia necesaria que posee un gran festival. ¿Qué puede contar de su última novela? “Cuando se Extinga la Luz” se publica por Huso ediciones, y posee para mí un gran regalo, el prólogo de Daína Chaviano, una escritora a la que admiro. La novela relata la vida de Milena, una antropóloga militar que vive en un mundo muy diferente al nuestro, una sociedad ginocéntrica, dominada por mujeres, una imagen especular de nuestra realidad. La tecnología de vapor es la imperante en la
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Café Literario
época, y la vida de nuestra protagonista va a cambiar cuando la encargan la misión más importante de su vida. A partir de ahí, he querido construir un relato de aventuras, una fantasía oscura en la que he rendido homenaje al gran Lovecraft. He reflexionado sobre la soledad humana, y sobre lo que sería un mundo al revés del nuestro, en el que lo anómalo es ser diestro, con un sistema político soviético y dirigido exclusivamente por mujeres. Es mi séptima novela y en ella me he dejado la piel, y estoy seguro que os va a encantar. ¿Cuáles son sus referentes en el mundo de las letras? Contemporáneos siempren ha sido Ursula K. Le Guin, Arthur C. Clarke y Mia Couto, y clásicos, Lovecraft y Poe. En nuestra lengua, algunos clásicos como Pío Baroja y Unamuno. Reconozco que he aprendido mucho de la literatura filosófica, y se han convertido en mis maestros. ¿En qué proyectos se encuentra inmerso en este momento? Estoy trabajando en un ensayo sobre el mito del vampirismo desde una visión antropológica, un tema apasionante que me lleva secuestrando mucho tiempo. De hecho, la idea surgió en el 2016, ofreciendo una conferencia ante la ACMA en Ciudad Real sobre este mismo tema, y en primavera de este año, también participé en una mesa redonda en el Tártarus profundizando la misma cuestión. La editorial Apache me ha animado a escribir un ensayo en el que pueda desarrollar todas las ideas, y actualmente me encuentro documentándome y disfrutando de la oscuridad mística que envuelve este asunto. La idea es publicarlo a medio plazo, sin prisas. ¿Le gustaría ver una adaptación cinematográfica de algunas de sus obras? ¡De todas! Sería increíble ver en la pantalla algunos de mis personajes, cómo son caracterizados y quienes los protagonizan. Sería un
sueño hecho realidad, por supuesto. Me encantaría ver a “Fracasamos al soñar”, “Fractura” y “La maquilladora de cadáveres”, tal vez porque son las últimas y son muy visuales, y alguien me lo ha comentado. No dejo de imaginármelo, y me seduce, aunque sé que es muy complicado, por lo que de momento, seguirá siendo un sueño dulce, tan dulce como casi inalcanzable. Entrevista por Emilio Prieto
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Sugerencias
La recomendación librera Con la vuelta al cole, llega también la vuelta de nuestras editoriales favoritas al trabajo. Este mes de septiembre ha habido tantas novedades que no sé por dónde empezar. Id ahorrando, porque se vienen libros tremendos… Trazos de sangre, de Poppy Z. Brite, publicado por La Biblioteca de Carfax. PVP: 22,95€ 420 páginas 14x21, rústica con solapas Traducción de Carla Bataller Estruch Es una verdad reconocida por todos que si hay una novedad de Biblioteca de Carfax, va a estar en mi sección de recomendados. Trevor vuelve a la casa en la que, cuando tenía cinco años, su padre asesinó a su madre y su hermano, para luego suicidarse. ¿Os parece una premisa brutal? Pues esperad a seguir leyendo…
Jaulas de seda, de Iria G. Parente y Selene M. Pascual, publicado por Nocturna. PVP: 17€ 637 páginas 15x21, rústica con solapas Para los amantes de la fantasía, no puede ser sorprendente encontrar otra novedad de Iria y Selene. Después de Ladrones de libertad, las autoras traen una novela de intrigas de palacio, mujeres luchadoras y personajes cargados de sentido.
Su cuerpo y otras fiestas, de Carmen María Machado, publicado por Anagrama. PVP: 19,90€ 280 páginas 14x21, rústica con solapas Traducción de Laura Salas Rodríguez
La pregunta y la respuesta (Chaos walking 2), de Patrick Ness, publicada por el sello Nube de Tinta de Penguin Random House. PVP: 19’95€ 544 páginas 14x21, rústica con solapas
Necesitáis leer este libro, creedme. Estará en las librerías a partir del 10 de octubre y yo, personalmente, no puedo esperar a tenerlo en las manos. Los cuentos de Carmen María Machado son inquietantes, sutiles y, de alguna forma, tremendamente conmovedores. Su prosa se adhiere a la piel… te deja sensaciones que tardaréis en quitaros de encima.
Pues sí, me encanta esta trilogía, y ya está en España la segunda parte. Una novela acerca de cuán lejos estarías dispuesto a llegar por defender a quien amas… y acerca de cuánto de ti mismo puedes perder por el camino. No puedo esperar a ver qué hacen para transformar el mundo de los pensamientos de esta novela en algo cinematográficamente viable.
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Bonus
AMAZONAS Y NATURALEZA
19 Las amazonas son una de las representaciones míticas que ejemplifican cómo hemos cambiado el significado social de la naturaleza, los valores y las construcciones culturales en torno a una base real y constatable. El matemático Pierre Samuel, en su ya clásico libro (Amazones, guerrières et gaillardes; 1975) recoge bastantes textos sobre la idea de las amazonas en Asia Menor, Grecia, la Bohemia, África o América: es decir, una visión global que tiene un hilo común. Son las particularidades las que nos interesan, ya que podemos ver diferentes formas de abordar la naturaleza, tanto en el ambiente como en la construcción social del papel reproductivo o colaborativo de las amazonas. Así en unas narraciones ellas son de origen divino, mientras que en otras están ancladas a su carácter humano. A veces son invencibles con el arco y otras portan distintas armas. A veces mantienen un celibato muy particular: sólo se apareaban con hombres una vez al año para procrear; y sin embargo en otros relatos los hombres que desempeñen trabajos de servidumbre pueden quedarse. En cuanto a sus descencientes se cuenta que sólo conservaban las niñas, pero el destino de los varones parece volver a depender de nuevo de cada crónica que va desde la mutilación hasta la muerte o el abandono. Incluso el nombre de amazonas que significa “carentes de senos” parece no ajustarse en todos los casos ya que no siempre se les cortaba esta parte del cuerpo para manejar mejor el arco. En cuestiones de naturaleza las teorías, creencias o doumentaciones de pueblos femeninos guerreros no se quedan atrás en sus variantes. Muchas historias defienden la misma unión con la tierra, que trabajan y de la que obtienen remedios, al tiempo que otras hablan de una consagración sólo a la guerra. Por encima de estas ideas flota fluctuante nuestra idea actual (del sigo XX en adelante)
Bonus de las amazonas en nuevas representaciones como la del cómic de DC de Wonder Woman o la referencia en varas ficciones sobre el amor lésbico entre guerreras (que en realidad es una adaptación y trasvase del mito de Lesbos y Safo). Incluso se ha imprenado el mito con ideología como el caso de las Warrior Women of Asgarda de la ucraniana Katerina Tarnosvka que afirma que ellas son las herederas, al menos simbólicas, de las amazonas. El tratamiento de las amazonas y la naturaleza en la actualidad sigue variando, en el caso de las Warrior Women of Asgarda, por ejemplo, hay fotografías de entrenamientos en bosques ucranianos, pero no se le da un lugar más relevante que a un interior ni contiene carga ética. En otras variantes se mantiene una conexión con la naturaleza o los animales. Antropológicamente se puede comparar con el mito de la figura de la bruja, que tiene un misticismo clásico frente a la naturaleza y que, sin embargo, no termina de abandonar el mito judeocristiano de lo natural creado por una divinidad frente a lo artificial creado por el hombre. Sin plantearse que toda materia más o menos procesada procede de la naturaleza. A este respecto el historiador Alberto Santana tiene una interesante lectura etnográfica de la brujeria en el documental La hora de las brujas (EiTB, 2016). Por esto, el situar a neobrujas y neoamazonzas luchando por ideas a favor de una imagen de feminidad, del uso de la narturaleza o los animales no deja de reflejar en realidad nuestros deseos míticos actuales y lo que nosotros, en especial nosotras, deseamos como aldea global que sea la naturaleza, lo sea esta o no. Desiree Bressend @desireebressend
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La escuela de Calíope
ECOFICCIÓN Y
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Divulgaciรณn
Y GREENPUNK
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La escuela de Calíope
La naturaleza siempre ha sido considerada como una fuerza inevitable regida por sus propias reglas que se encuentra más allá de la acción humana. Se ha visto como el enemigo, algo cruel pero necesario para la supervivencia al mismo tiempo, y se ha puesto en contraposición con la cultura y la sociedad, lo humano (a pesar de que es una parte esencial de la cultura, que proporciona identidad social, herencia y comunicación): de este modo es, sobre todo, como se ha representado en la literatura, como la antítesis del hombre. Sin embargo, a partir de los años setenta, comenzó a popularizarse de nuevo un tipo de escritura, la naturalista o ecoficción, que enfoca sus trabajos sobre la naturaleza, dándole una forma protagonista o utilizándola como simple contexto, debido a que fue entonces cuando se comenzó a prestar atención a los destrozos y desgastes de los recursos naturales y se tomó conciencia sobre la noción de que estos eran limitados. Este término, «ecoficción», es contemporáneo, pero tiene precursores en la literatura clásica, la medieval europea y el romanticismo, entre otros: hasta finales del siglo XIX, clásicos como Moby Dick (Herman Melville), Las aventuras de Huckleberry Finn (Mark Twain) o La isla del doctor Moreau (H. G. Wells) entre muchos otros, tenían temas ecológicos. La ecoficción opina que la responsabilidad humana con el medioambiente es parte de la orientación ética del texto y revela integridad en la preocupación por nuestro mundo natural. En palabras de Jim Dwyer, «La ecoficción es ficción orientada ecológicamente, que puede enfocarse en la naturaleza (sin los seres humanos como eje principal) o hacia el medioambiente (el impacto de los humanos en la naturaleza)» (Where the Wild Books Are: A Field Guide to Eco-Fiction). Este tipo de escritura, que incorpora en ella el estudio empírico y los métodos científicos de observación de las ciencias sociales, se volvió a po-
pularizar en la sociedad postindustrial junto a otros movimientos ambientales: fue entonces cuando se comenzó a dar un enfoque basado en el ecosistema y la ecología. En la ecoficción se busca conectar con el hábitat natural (lo que, además, contrasta con muchos de los escritos actuales, que suelen hacer hincapié en las cosmologías industriales), y abrió un nuevo estudio literario retomando las historias antiguas y las leyendas que los humanos contaban acerca del medioambiente, del impacto que tenían los actos humanos sobre estos (a veces incluso ofreciendo soluciones) y de la relación hombre-naturaleza, como en El planeta de los dinosaurios, de Anne McCaffrey. El medio natural, entonces, se presenta no solo como un método de contexto sino como una presencia que sugiere que la historia humana está implicada en la historia natural. Se puede encontrar en diversos estilos distintos, como el realismo, el realismo mágico, el modernismo… y en diversos géneros, aunque es mucho más común dentro de la ciencia ficción y la fantasía, a veces mezclada con el realismo. Es dentro de esta rama donde se puede encontrar el greenpunk. ¿Qué es el greenpunk? Dentro de lo que se conoce como «retrofuturismos» (conjunto de expresiones artísticas que encuentran su origen en la añoranza del pasado y están influidas por las descripciones utópicas o distópicas de un futuro imaginario. Se caracterizan por la fusión de la estética clásica con la tecnología de la actualidad), es un término que acuñó el publicista literario Matt Stagg para definir a un nuevo género literario que se basa en una tecnología alternativa y una filosofía ecologista, amable con el medioambiente y que pone el respeto al mundo natural por encima de todo dando a la naturaleza la supremacía y enfatizando en la responsabilidad individual para lograr un cambio social y ecológico. Se diferencia del nihilismo del ciberpunk o la distopía romántica del steam-
23 punk en que se encuentra enfocado en revisar a la sociedad y recrearla a través de una convivencia en consonancia con lo natural: el «green» alude al ecologismo, y el «punk» a revertir los elementos del sistema para crear un cambio revolucionario con una tecnología que no tiene por qué ser contaminante. Englobado tanto en trabajos de fantasía como de ciencia ficción especulativa (debido a su versatilidad para realizar críticas hacia la realidad y remarcar los fallos de la realidad en la que los humanos estamos inmersos), intenta despertar y profundizar la sensibilidad ecológica del individuo para, a través de él, expandirse a la sociedad, colaborando en la creación de una mayor sensibilización cultural y social sobre un problema que ciertamente es real: el del consumismo desenfrenado y la explotación sin control de los recursos naturales y perecederos del planeta. Este género representa un despertar de conciencia, una nueva forma de abordar, gracias a la ecoficción, esa crisis generada a raíz del mal uso de los recursos naturales. Usa los elementos básicos de la sociedad y cultura de masas (que las élites utilizan para gobernar a la población) dándoles una vuelta de tuerca para ponerlos a favor de la sociedad e intentar resolver los problemas económicos, sociales y ecológicos derivados de esto. Esta corriente apoya la evolución y el progreso tecnológico, centrándose en las energías renovables y no contaminantes, el reciclaje y la reutilización: en este género todo es susceptible de ser reaprovechado para otros fines, educando a la sociedad a través de una convivencia más en consonancia con lo natural. Pero ¿qué rasgos debe de tener una obra para ser considerada greenpunk? Debe, además de lo dicho anteriormente, manifestar un resurgir de la naturaleza sobre el ser humano (y promover el protagonismo de esta como ente sensible) y presentar una evolución social hacia un mundo ecologista que use exclusivamente energías
Divulgación ecológicas renovables y en el que la humanidad emplee estas para subsistir. Obras como El nombre del mundo es Bosque, de Úrsula K. Le Guin o la filmografía de Hayao Miyazaki ilustran perfectamente este movimiento. El concepto de greenpunk, que cada vez está cobrando más y más fuerza en la realidad, viene a abrirnos a la idea de que un futuro verde es posible, en el que una simbiosis entre el ser humano, la ciencia, el progreso y la naturaleza sean compatibles. Presenta una buena dosis de romanticismo, ya que deja translucir el anhelo de un nuevo Edén, y lo más interesante de todo es que su premisa podría aplicarse en la realidad de aquí a unos pocos años. La cuestión ya solo reside en si se conseguirá o no. Camino Fuertes @Camino_F
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Taller del Escribidor
ELL E T R A S MENDIGO
DE LAS
Entre acentos, comas, búsqueda de sinónimos, una sintaxis correcta y demás menesteres literarios, olvidamos que el proceso de escritura va más allá. Recordemos que entre el egoísmo del autor, que pretende desahogar su inspiración en un texto, y el éxito o fracaso final, está al acecho el lector. Él es desconocedor del proceso creativo de la novela. No sabe si fue escrita con más o menos sacrificio. ¡Ni tiene por qué saberlo! Es decir, ante él no hay justificación, solo exquisitez. Entre las tapas de un libro no vale cualquier producto, solo uno refinado, esculpido en papel y correctamente maquetado. Sin embargo, entre ambos existe un nubarrón que, en ocasiones, puede ensombrecer esa relación. Se trata de una tormenta que azota el miedo más innato de quién se pone ante un folio el blanco: la crítica. Para empezar, hay que tener una mente abierta. Todos cometemos errores. ¿Cuántas veces no hemos pulsado el botón derecho del ratón para ver cómo se escribía esa palabra? Miles. Yo el primero. Ser escritor no es ser un erudito. Somos humanos y, como tales, no solo nos equivocamos, ¡es que debemos hacerlo! De ello se aprende. No siempre el primer producto será perfecto, por más que nos esforcemos en que así sea. Pero volvemos al mismo punto de partida: eso el lector no lo sabe y sí, temed porque no le temblará la mano en criticar vuestra obra, algunos desde el cariño por la relación que tiene con vosotros, y otros desde el desprecio, escondidos bajo un pseudónimo en redes sociales. Por desgracia, la vida funciona así. Por esa razón, el autor debe ser humilde, pero no tonto. Es decir, toda crítica sirve para aprender, pero hasta cierto punto. Cuando el respeto se pierde por el camino, la razón sale por la ventana. Jamás es aconsejable ponerse a la misma altura de los improperios. Ante todo, elegancia y saber estar. La trama puede gustar más o menos y opinar es libre. Eso está claro, pero hay que confiar en lo que hacemos cuando tecleamos y no dudar ni tener miedo, sino sentirse libres. Recuerdo que, en unas circunstancias que no vienen al caso, un señor me dijo que mi trabajo consistía en “mendigar letras”. Me reí. Nunca lo había visto así. Y puede que llevará razón. Desde luego, rico no me voy a hacer escribiendo. Pero esto no es un collage de palabras tampoco,
así como tras la pantalla no hay un mono tecleando. No señor. No nos equivoquemos. Somos humanos y, como tal, las cosas nos pueden doler más o menos. Hay que saber que ofende quien puede, no quien quiere. Esa es una regla indispensable para aceptar una crítica. Otra forma de contemplar este oficio es pensando que, actualmente, todo el mundo escribe. El que no tiene un blog, lleva una web o, sin ir más lejos, abre un Word y da rienda suelta a su imaginación. ¡Y eso es estupendo! Todo lo que sirva de estímulo, siempre será un valor añadido. Pero esta vocación exige compromiso, sacrificio y, en muchas ocasiones, renunciar al tiempo libre para culminar un trabajo. Porque, precisamente, eso es lo que es: un trabajo. Más o menos reconocido, pero ahí está. Sin formación universitaria más allá del Periodismo quizás, sin titulación ni diplomatura que capacite a alguien como “escritor”. Cierto. Pero ahí sigue. ¿Y por qué? Puede que sea porque aún hay personas que, aunque su nombre no sea un best-sellers ni su rostro esté en cualquier marquesina, aún creen en el poder de la palabra escrita. De niño pensaba que escribir era dibujar letras. Curiosamente, dibujaba –y dibujo– como si llevará las gafas naranjas del Party. Sin embargo, siempre he creído que me expresaba mejor en papel que hablando. Actualmente, cuando me atasco al conversar, todavía me viene a la mente una voz que me dice: “Eso tecleando no te pasa”. Y sonrío. Así somos cuando no se lo contamos a nadie. Y es que, el que más o el que menos, sufre un poquito en su faceta literaria. Y es normal. De hecho, lo malo sería que eso no pasara. Forma parte de nosotros. Es como la madre o padre que cree que no es capaz de darle a su hijo lo que se merece y se esfuerza por hacerle feliz porque ella o él no tuvieron ciertos lujos durante su infancia. Ya solo la intención, dice mucho del autor. Dicho lo cual, y desviandome en esta edición el tema del estilo –o centrándome más en el estilo personal al encajar críticas que en el literario al escribir–, mi conclusión no es otra que esta. Hay que mirarse y no infravalorarse. En todos los aspectos de la vida, claro está, pero más aún como escritores. Debemos creer en lo que hacemos, apostar por nuestros proyectos y realizarlos lo mejor posible. No creáis las buenas críticas tanto que os cieguen, ni os obsesionéis con aquellas que no sean constructivas. Si el respeto acaba, no continuéis el diálogo. Cerradlo con elegancia. Ese camino no conviene y, mucho menos, es recomendable igualarse. Y si sentís que mendigáis letras… ¡bendita pobreza! Porque solo de ella nacerán los mundos de fantasía y originalidad que podremos construir con nuestras propias manos. Jugad a ser niños en un mundo de mayores y las historias acabarán cobrando vida por sí solas… Continuará…
Emilio Prieto
25 La última bruja, Mayte Navales Aunque la reseña que traemos en este número no es de una novedad, Mayte Navales se merecía ya desde hace algún tiempo que le dedicáramos este espacio, así que aquí vengo: a recomendaros que leáis La última bruja. Desde que nos mostrara su libro en el pasado Festival de Tártarus, he mantenido un ojillo pendiente de ese lomo asomando en la estantería, esperando a que empezara a leerlo. En los últimos tiempos, hemos leído tanto sobre tantas formas diferentes de magia, o brujería, o hechicería, o como queráis llamarla, que quizá hemos olvidado por un momento los orígenes de muchos de esos cuentos y mitos que fundaron la idea de lo que hoy entendemos como lo «sobrenatural». En La última bruja, como si de un canto a la antigua brujería se tratase, volvemos a esos antiguos ritos que bebían de lo esotérico, que se recreaban en la sexualidad y en la vida salvaje, en los animales y en la naturaleza de los bosques… Mayte Navales nos introduce en esta novela en el mundo de la brujería tal como la tradición la ha entendido durante mucho tiempo. Y el viaje merece la pena. Esta novela cuenta, fundamentalmente, la historia de Irati, que es, en efecto, la última de su estirpe, la última descendiente de la Vieja Raza, portadora de la magia. Ahonda en su relación con Greta, a la que encontró en el bosque siendo una niña. Greta no es ni más ni menos que un trasunto de la tradicional Gretel del cuento de los Hermanos Grimm, una Gretel que, en este caso, no sólo sobrevivió la bruja que intentó comérsela. La Greta de nuestra novela, después de ver morir a su hermano… va, no os lo cuento, que me estoy embalando. Hay una inmensa riqueza en la novela en todo lo tocante al mundo de la brujería tradicional: la autora no sólo ha hecho los deberes, se ha empapado hasta
Reseñas ser una gran conocedora de los cuentos clásicos, de las brujas que nos quitaban el sueño de pequeños y que hacen nuestras delicias de grandes. Tengo que decir que, en este caso, una de las grandes ayudas a la hora de introducirnos en el mundo ficcional de La última bruja es la prosa de la autora: aunque es directa y no se pierde en descripciones demasiado alambicadas, tiene una sutileza… una, digamos, poética directamente relacionada con lo que se esperaría de una magia que fluye directamente de la naturaleza y del poder de los nombres de las cosas. No hacen falta grandes descripciones en esta novela porque, en realidad, la elección de palabras está tan bien resuelta que muy pronto estamos dentro del mundo que Navales ha creado. Pues sí, me ha gustado el estilo. Quizá haya que señalar que la frase promocional que reza en la cubierta eso de “Si te gusta Juego de Tronos…” no le hace justicia al libro. No tienen nada que ver. No leáis La última bruja porque os ha gustado otra novela de fantasía llena de épica y de acción, leedla si os gustaron esas otras cosas que se leían entre líneas: el precio de la ambición, las historias de gente rota –amapola rota–… En definitiva, mi recomendación la tenéis. Lo demás, es cosa vuestra. Felices lecturas, Sara Esturillo
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Mirando más allá De Valencia, estudió Bellas Artes y después hizo diferentes másteres y cursos sobre modelado 3D y escultura digital.
Síguelo en: https://www.artstation.com/franscano
Por qué dibujas
Fran S Cano Ilustrador
De pequeño estaba siempre solo, tanto en casa como en colegio y era lo que siempre me hizo compañía, me ayudaba a expresarme, fue lo que siempre me hizo más feliz sobre todas y cada una de las personas y cosas.
QUE TE INSPIRA
Técnica preferida
El niño que un día fui.
Todas las técnicas artísticas que me permitan crear Dibujos, Esculturas, Pinturas, ... siempre buscando el procedimiento más adecuado para expresarme artísticamente.
Consejo para principiantes Si te cortan la ilusión artística, dibújate unas alas y no dejes de volar.
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Mirando mรกs allรก
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Mirando más allá
Cesede Ilustrador
Juan Manuel Casado Ruiz (Linares, 1991). Desde muy pequeño mostró mucho interés por todo lo relacionado con las manualidades, la pintura y, especialmente, por reproducir con papel y lápiz los personajes de sus series y películas favoritas como Dragon Ball y Jurassic Park, entre otras. Estudió Bellas artes en Cuenca. En 2015 se fue a Madrid a estudiar arte conceptual e ilustración digital, y desde entonces ha estado trabajando como ilustrador y concept artist para videojuegos de PS4, PC, revistas, publicidad, etc.
Por qué dibujas
Técnica preferida
Porque es mi pasión, me encanta crear y llevar a la vida mundos nuevos, personajes o cualquier cosa que se cruce por mi imaginación.
Digital, pues el 99% del trabajo lo hago con programas como Photoshop, aunque nunca seré capaz de dejar de lado técnicas clásicas cómo el lápiz o la tinta.
Qué te inspira Con este apartado podría escribir un libro entero... Principalmente el cine, tengo miles de películas que me inspiran a nivel creativo. También me gusta mucho la mitología y me apasiona la historia, pues frecuentemente recurro a personajes históricos para desarrollar nuevos personajes fantásticos creados por mí.
Consejo para principiantes Pues tratar de mejorar siempre, tener un ojo clínico y aprender las técnicas y los pasos que siguen los artistas cuyo trabajo te guste. Ponerte pequeñas metas (que poco a poco se irán convirtiendo en grandes metas). No caer en la frustración y, sobre todo, practicar, practicar y practicar.
Síguelo en: https://www.artstation.com/cesede https://www.instagram.com/cesede/?hl=es artcesede@gmail.com
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Ilustraciรณn
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Mirando mรกs allรก
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Mirando mรกs allรก
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Concurso
GANADORA concurso anterior
Diluvio Primaveral Llueve. Otra vez. En las puntas de las agujas de los pinos las gotas se tambalean indecisas antes de caer. Entre las profundidades oscuras de las ramas brillan sonrisas siniestras, las culpables de que no podamos salir de casa desde hace tres días, el tiempo que lleva cayendo esta lluvia infinita. Selene está sentada en el sillón gris con un libro en las manos, haciendo como que lee, pero los dos sabemos que espera el reporte del clima en la televisión. Cuando aparece el comentarista y explica que el frente de tormenta se mantendrá al menos otros tres días, Selene suspira con desilusión: —Tres días más. Su mirada escapa hacia la ventana, donde las burlonas gotas se deslizan por el cristal. Las lágrimas que resbalan por sus mejillas no tienen nada de burlonas. Dejo las latas que estaba abriendo y me acerco a ella secándome las manos con un trapo. Seis días no es demasiado tiempo para uno de estos diluvios primaverales, pero Selene está demasiado frágil. A algunos se les hace difícil
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Tras los muros
resistir el interminable repiqueteo de la lluvia en los techos, el eterno sarcasmo de las gotas de agua desarmándose en los cristales, el embrujo de las sonrisas dentadas ocultas entre las agujas de los pinos. Selene, con sus veintiocho años, ya ha vivido varias tormentas, pero aún así… Me siento a su lado y le quito el control remoto de las manos. Apago el televisor y la obligo a mirarme: —No pasa nada —le digo—. Antes de que nos demos cuenta vuelve el sol. Apenas termine la lluvia caminamos hasta la Costanera y hacemos un picnic mirando el mar. Ella asiente con la cabeza, para complacerme, y abre de nuevo su libro. Yo vuelvo a la cocina a trastear con mis latas, pero por el rabillo del ojo la descubro hipnotizada por la ventana otra vez. Las gotas forman caras sobre el cristal frío: caras sonrientes, caras de pánico, caras terroríficas. Estúpidas gotas. Podría cerrar las cortinas para que Selene no viera el mundo sumergido en la niebla brillante de la lluvia de primavera, pero entonces las gotas sacudirían el techo con un sonido ominoso y aterrador. Y golpearían los cristales con fuerza. Estúpidas gotas. Quieren que las veamos, que enloquezcamos. Quieren que salgamos. Casi todos logramos mantenernos serenos mientras llueve. Vivimos preparados para la posibilidad de cuatro días, seis, ocho, de lluvia ininterrumpida. Nuestros sótanos están repletos de comida envasada, agua en bidones, remedios, juegos de mesa, libros. Pero siempre hay alguien que enloquece: empieza a sentir que las paredes lo ahogan y que la reluciente transparencia tras los cristales lo llama sin pausa. Cada tormenta deja como saldo una decena de muertos. Por eso no le saco el ojo de encima a Selene. Ahora ha dejado el libro sobre la mesita de centro, y sigue el recorrido de las gotas en el cristal de la ventana. El televisor está encendido otra vez y en la pantalla se repiten diferentes imágenes satelitales de la megatormenta. La mirada de Selene salta de la ventana al televisor, de nuevo a la ventana, televisor, ventana… Estoy por acercarme a ella, exasperado por su falta de resistencia, para traerla a la mesa de la cocina, cuando el caldo de pollo enlatado hierve y se derrama. Me giro para contener el desastre y escucho el control remoto cayendo al piso. Pasos rápidos y el crujido de la puerta al abrirse. —No... — es lo único que se me ocurre decir. Pero ya es tarde. Selene desaparece en la lluvia. Corro hacia la puerta gritando su nombre, aunque sé que no me escucha. Un coro de lunáticos alaridos acuosos saluda su llegada a la línea del pinar. Por un momento vacila y se vuelve a mirarme. De los árboles sale una de las criaturas trasparentes que están escondidas allí, uno de los demonios de lluvia de sonrisas dentudas y garras gigantes. Se abalanza
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Concurso
sobre ella y la abraza en un gesto casi tierno. Parte de su brazo aguado se desarma y corre en arroyuelos sobre el pecho de Selene. —No —repito y las gotas burlonas se ríen en el techo. El vidrio de la ventana se llena de sonrisas feroces. Selene ya es de su propiedad. Otros demonios de lluvia se han juntado con el primero. Forman un círculo alrededor de Selene y bailan exaltados. Cantan con voces líquidas, se ríen con carcajadas chorreantes. Salen más y más de entre los árboles. Forman parejas que danzan y se intercambian con movimientos gráciles. El círculo crece, se expande, es un lago, un océano de rostros lunáticos y manos con zarpas. Los engendros se balancean, se juntan, trepan unos sobre otros hasta formar una torre más alta que los pinos, siempre riendo, siempre eufóricos, siempre salvajes. Ondulan acercándose a Selene, la levantan, la obligan a trepar sobre las espaldas húmedas hasta la cima. El mismo demonio que la abrazó al principio trepa detrás de ella. En la cúspide vuelve a abrazarla y sus labios se diluyen en un beso sobre la boca de Selene. Entonces la empuja. Ella cae y detrás se precipitan los monstruos, formando una cascada que se desarma desde las alturas. Selene se estrella contra el suelo y sobre ella se forma un lago de criaturas transparentes. Una sinfonía gutural repiquetea sobre los gritos de mujer. El agua baila y gruñe mientras se tiñe de rojo. Después, los demonios retoman su forma humanoide y corren hacia el bosque. Sobre el pasto mojado solo queda una de las medias celestes con soles amarillos de Selene. Las sonrisas dentadas acechan otra vez desde las agujas de los pinos. Vuelvo al interior de la casa, cierro la puerta y las cortinas. Por mí, las estúpidas gotas pueden hacer todo el ruido que quieran. Me sirvo un plato de sopa de pollo y me siento frente al televisor, a ver la repetición de las imágenes satelitales de la tormenta que se desarrolla sobre todo el planeta. Gisela Lupiañez
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