Tartarus #16

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Quienes somos

Javier Cervilla

Verónica Cervilla

Maquetación y diseño

Dirección, edición, corrección de textos y diseño

Sara Esturillo

Reseñas, corrección de textos y divulgación

Emilio Prieto

Taller del Escribidor Entrevistas

Camino Fuertes Escuela de Calíope

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https://www.patreon.com/revistatartarus RevistaTártarus @revistatartarus WEB: https://revistatartarus.wordpress.com ISSN-2444-9652 LUGAR DE EDICIÓN: Linares, Jaén (España) CONTACTO: revistatartarus@gmail.com


VIVIENDO LA FANTASíA. Relatos Borra tus historias, Desirée Bressend Todos tus pasados rojos, Victor Conde

Conoce al autor. Entrevista David Luna Cristina Macía

La escuela de Calíope. Divulgación Las brujas a través de la historia

taller del escribidor. Ortografía Malamente. Los adverbios

mirando más allá Ilustración Arnau Doménech

nAVEGANDO ENTRE LIBROS. Reseñas El bosque de Sleipnir, Covadonga González-Pola

tras los muros. Concurso GANADOR Tu fiel compañía, Celia Corral-Vázquez FINALISTA Demasiado flaco, demasiado largo, Gael Velasco

Los artículos y anuncios publicitarios, así como las opiniones de los entrevistados y columnistas, no reflejan necesariamente la opinión del editor. Se prohíbe la reproducción parcial o total del contenido de esta revista sin previa autorización por escrito del editor. Todas las imágenes e ilustraciones así como los textos son publicados con permiso de su autor. La información es correcta en el momento de la publicación.


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Viviendo la fantasía BORRA TUS HISTORIAS SI NO VIBRAN

¿Qué es la magia? «Va, va, va, que ese hueco blanco en la imaginación no pueda contigo.» Tuve la idea y se fue. Iba a escribir una historia sobre una niña y su abuela que curaban a su madre e hija respectivamente. Tras ese milagro de amor la pequeña aprendía los recovecos de la herboristería en paseos con su abuela. Avanzaba con el espectador hasta la actualidad para descubrir que ahora esa niña curaba el cáncer con fármacos. Adorable, con una esencia del XIX y políticamente correcto. Y Manido. En definitiva, sin la chispa inexplicable en la que tienes la sensación de que multitud de piezas externas, que ni siquiera tú has movido, encajan. Con los años hay pocos textos que me remuevan, que me llenen de vibraciones por dentro y me conecten con un instante en el que mis pies se posan en otro lugar. Las historias son una de las pocas maneras de hablar con los muertos, de vivir lo imposible, de terminar de dibujar el boceto de las palabras. Bellas o terribles, nunca vuelves a ser quien eras cuando las terminas. Se llevan una parte, te dejan una parte de magia. Mi relato no funcionaba porque era una imagen era medida y fría; y la magia es de todo menos fría. Para mí el embrujo es esa sensación de cura para uno mismo y para otros al escribir, esa conversación que se prolonga hasta las tantas con un cuasi-desconocido o con un amigo de toda la vida, esa noche imprevista que sales por salir y vuelves con la fuerza de un huracán a casa. Y cada uno puede decir una cosa distinta. Preparar el incienso de los rituales para uno es darle un beso a sus hijos y para otros un vaso de leche caliente. Para mí dar por bueno algo que firmo a pie de página. Pensando sobre qué escribir si borraba esa tierna y absurda historia se me han venido dos fogonazos fotográficos de representación de hechizos en mi vida. El primero sucedió hace mucho, con la

hija de unos amigos de mi padre. Ella era mucho más pequeña que yo y estábamos jugando con sobres de azúcar. Se me ocurrió guardarme uno y hacerle el absurdo truco de «duplicar» uno que le pedí a ella. Nunca olvidaré su mirada. También le enseñé a abrir esos sobre de azúcar para incomodidad de sus padres. Desde entonces y hasta que dejé de verla algunos años después cada vez que nos veíamos me las ingeniaba para hacer el mismo truco, unas veces con más acierto que otras, unas con más dificultad que otras. Desfilaron por mis manos dados, coleteros, pinzas, palomitas. Un día me preguntó «cómo lo haces», pero yo recurría siempre a una única palabra: «magia». Imagino que en la actualidad habrá dejado de pensar en ello, pero siempre le quedará un resquicio de que todo aquello existía. Una oportunidad para que ella transmita lo mismo. El segundo ha sucedido hace un par de semanas. Y ha sido magia para mí. Hace tiempo lo pasé mal, muy mal, tanto que dejé de escribir y de hacer prácticamente nada. Gasté mucho tiempo en que la magia se me escapara entre las horas. Y cuando ya lo había casi superado me encontré con alguien que no conocía antes, pero que había librado la misma batalla que yo, en el mismo campo. Yo sabía que había conocido a personas que me hicieron daño en ese pasado y no hemos hablado de ello, pero tampoco lo necesitamos. Sólo nos vemos y apoyamos en una especie de guiño silencioso, de cuidados con cadencia de silencios. Y eso es magia, porque rescata justo el ápice de lo necesario para volver a escribir. Así que en esa lucha y conexión se mueven para mí los hechizos, en remover las ancestrales tripas del alma y transformarlo en la vibración de las teclas al pulsarse. Encuentra algo que te despierte del mismo modo, que pienses «mejor esto que morir». En eso se condensa todo. Magia es un poco esperar y un poco darle vueltas, un mucho de haber leído y de aprender a respetar lo que hacen otros. Borra la historia o la partitura si ves que no laten. Hazlo por ti y por la magia. Desiree Bressend


Relatos

TODOS TUS PASADOS, ROJOS —Entonces, ellos no la llamaban «máquina del tiempo», ¿no? —preguntó el secretario de defensa Marcus O’Mailly con ese fruncimiento de ceño tan suyo, que lo hacía parecer una garza a punto de sacar un pez del agua. —No, su nombre técnico en el laboratorio de Savradez era временное тактическое оружие, «arma táctica temporal» —contestó la ingeniera jefe Dakota Levinson, la encargada del departamento que había estado estudiando la máquina desde que se la pidieron formalmente a los soviéticos. —Veían el viaje el tiempo, antes que nada, como un arma. Una forma de hacer daño… —Igual que nosotros, ¿no? —Bueno, nosotros la utilizaremos para muchas más cosas. Cosas prácticas. Científicas. Humanas. —…Pero que nos ayuden a ganar dinero, ¿verdad? Y a retorcer un poquito la historia a nuestro favor, sin que se note mucho. —Eso siempre. —El secretario le guiñó un ojo, dejando vagar la vista hacia los extraños anillos de luces que rodeaban aquel artefacto. Los miraba como el niño que se queda paralizado delante del emblema de una barbería, preguntándose adónde irán a parar las rayas. La máquina era un misterio, un enigma de cromo y vanadio que albergaba sus propias leyes físicas. Retaba a los que la miraban a dilucidar sus misterios, la orgánica manera que tenía de jugar con esa dimensión que solo tocaban los relojes y que a ningún ser humano le resultaba fácil describir. ¿Qué es el tiempo?, preguntaban los científicos. Es muchas cosas, pero no, repito, NO, el intervalo que hay entre los distintos clicks del segundero. Eso era en lo único en lo que se ponían de acuerdo. Una paradoja. —¿Sabes por qué me he levantado esta mañana de buen humor, Dakota? —le preguntó el secretario, reclinándose en el sillón de su despacho. En una esquina había una nevera desde cuyo interior unos pastelitos muy malos para su dieta lo miraban como si quisieran invadir Normandía. El hombre se juró por lo más noble y sagrado que conocía que no iba a tocarlos, pero doscientas calorías después se limpió la boca y siguió con la conversación. —¿Porque la diplomacia ha evitado una guerra nuclear contra Rusia y China? —tanteó la mujer. —Exacto. Que los soviéticos hayan sido los primeros en descubrir el secreto del viaje en el tiempo es un puñal que se clavó muy hondo en el corazón del pueblo americano. Al menos, a nosotros todavía nos queda el honor de haber sido los primeros en pisar esa bola de polvo inútil que nos orbita. —Ese honor es nuestro… por ahora —matizó ella—. Porque desde que Andrópov anunció a la nación que el primer experimento con la оружие… perdón, con la ATT, había sido un éxito, la mitad de los científicos de este mundo nos preguntamos qué habrían cambiado ya sin que nos enterásemos. A lo mejor —la ingeniera se apartó un mechón de su pelo blanco de la frente— ya son ellos los primeros que llegaron a la Luna. Eso aceleró el ritmo cardíaco del secretario, que se hizo una nota mental para revisar más tarde los libros de historia. En realidad, estaba mintiéndole a la ingeniera: sí que se había levantado de buen humor, pero no por aquella tonta excusa de la guerra nuclear. La verdadera razón era que los soviéticos, esos bobos, habían consentido en compartir con las naciones del pacto del Atlántico Norte su descubrimiento, cosa que la administración Reagan —a la que él pertenecía— jamás habría hecho. Cuando se filtró la noticia de que un laboratorio de detrás del Telón de Acero había hecho realidad el milagro, las alarmas sonaron en todo

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Viviendo la fantasía

Occidente. ¿Qué serían capaces de hacer los rusos con semejante tecnología? ¿A qué épocas viajarían, qué tocarían, qué dejarían cambiado? Y lo peor de todo: ¿acaso la gente que vivía en el resto del mundo percibiría esos cambios, o se darían cuenta de que la historia ya no era como se la habían enseñado? La sorpresa fue mayúscula —y lo único que detuvo el paso a DEFCON 2—, cuando al pedirle a los soviéticos que explicasen públicamente ese descubrimiento y preguntarles si lo compartirían con el resto de las naciones de la Tierra, dijeron que sí. Que no había ningún problema por su parte. Acto seguido, le entregaron los planos al embajador estadounidense en valija diplomática. —Ni en mis mejores sueños pensé que harían semejante movimiento —bufó el secretario, mirando una foto de la nueva y flamante esposa del presidente, una exmodelo de Playboy ascendida a rango de Primer Conejito—. Y eso que se supone que saben jugar al ajedrez. —Tal vez haya sido un movimiento maestro, y no nos hemos dado cuenta. —¿De ese soplagaitas de Andrópov? No me lo trago. Pienso que tenían demasiado miedo de que por su culpa estallara una guerra total, y prefirieron compartir el pastel. Eso me encaja más. Una luz parpadeó en el interfono de la mesa. Marcus lo descolgó y, tras hablar un segundo con la teleoperadora, tapó el auricular con la mano y, con los ojos como platos, le susurró a la ingeniera: —¡Es Andrópov en persona! Espera, que pongo el manos libres. Un altavoz de rejilla, grande como una sandía, empezó a graznar con la voz con fuerte acento del este del secretario ruso. —¡Andro, viejo lobo estepario, ¿cómo estás?! —dijo Marcus con una carcajada fingida. —Dobryy den, querido Marcus. Muy bien, aunque aquí hace algo de frío. ¿Qué tal vosotros, lyudi? —Oh, disfrutando de un típico día soleado y precioso de la costa este. —Miró por la ventana a la ventisca que caía con fuerza en el exterior y que no dejaba ver un ganso a dos pasos—. Esto no es California, pero casi. ¿En qué puedo ayudarte? —La verdad es que solo quería darte dos noticias, una buena y la otra mala. Para actualizar los descubrimientos que nuestros respectivos equipos de uchenyye, eh… científicos, poseen. Marcus cruzó las manos sobre el regazo, sin dejar de mirar con suspicacia a la ingeniera. —Dispara. —Verás —explicó el ruso—, la hipótesis de Cheznvya es cierta, nuestros ingenieros acaban de corroborarlo: se puede visitar el pasado, pero no podemos alterar nada. Mirar pero no tocar, como diríais vosotros. Podemos viajar a donde queramos y a cuando queramos, pero solo seremos cámaras tomavistas. La línea temporal es única y neprelozhnyy, inalterable. —Vaya, qué bien —dijo sin poder ocultar un poso de tristeza. Como fuese verdad y no una mentira… qué chasco. Y él que tenía tantos planes para eso…—. No sabes cómo me tranquiliza saberlo. ¿Y la mala? La voz del secretario se endureció un poco. —Que hemos estado indagando, y hemos descubierto que la historia es diferente a como la conocíamos. Me refiero, concretamente, a vuestra historia, la del pueblo norteamericano. —Hizo una pausa dramática—. Todo eso de Abraham Lincoln y demás… es un camelo. Lo veréis en cuanto pongáis en marcha vuestra versión de la máquina. En realidad, todos sois soviéticos. Marcus parpadeó, y volvió a parpadear. ¿Qué clase de sucio truco era ese? —Pero ¿qué estás diciendo, Andrópov? ¿Acaso crees que nací ayer, para creerme ese embuste? —Sabía que te costaría creerlo, pero solo quería advertirte para que el shock no sea tan terrible. Encended la máquina y auscultad la historia de los últimos doscientos años. Ya veréis qué sorpresa. Y colgó. Por supuesto, lo primero que hizo el secretario de defensa Marcus O’Mailly fue llamar al presidente y dar la orden de activar la ATT. La ingeniera jefe Dakota lo guió en todo momento por el complejo laberinto tecnológico… y cuál fue su sorpresa, junto con la del resto del staff de la Casa Blanca, cuando echaron la vista atrás a través del cronovisor —apelativo que Dakota había sacado de una novela de su escritor favorito, E. E.


Relatos

«Doc» Smith—, y fueron testigos de los maravillosos acontecimientos que dieron lugar al nacimiento de su nación: Un grupo de colonos rusos atravesando el estrecho de Bering y colonizando todo el norte del continente… El hijo de un inmigrante polaco ideando la Casa Blanca y construyéndola en 1790 bajo la dirección y los planos del arquitecto ruso Vladimir Mikeshin… Los Estados Unidos de América firmando su carta roja de derechos y su declaración de sometimiento a la hoz y el martillo justo después de la revolución del tres de marzo de 1917… Y un largo etcétera de cosas que, según aquella máquina mentirosa, no eran tal y como contaban los libros. El pasado de los EE. UU. era más rojo que la sangre. Y todas las piedras sagradas de su constitución como potencia capitalista, un embuste. Tanto el presidente Reagan como su secretario fallecieron aquella noche de un ataque al corazón. Ningún médico supo explicarlo. Pero la doctora Dakota recibió la orden de encerrar la estúpida máquina en un sótano profundo y no volver a enchufarla nunca jamás. Bajo pena de alta traición.

Al mismo tiempo, a un mundo de distancia, el secretario Andrópov paseaba por los jardines del Kremlin con la inventora de la máquina, la doctora Katya Fyodorovna. —¿Habrán mirado? —preguntó ella. —Claro que sí. Después de lo que les advertí, ¿quién no lo haría? Lo que aún no tengo claro es todo el asunto ese del… del… ¿cómo lo llamas, querida Katya? —¿El eslabón de punto cero? El secretario chasqueó los dedos. —¡Eso! ¿Podrías explicarme otra vez cómo funciona? Ella se encogió de hombros. —Es muy sencillo. En realidad no hay miles de máquinas del tiempo diferentes repartidas por toda la historia y por todos los momentos pasados, presentes y futuros, sino una sola. Un solo fulcro temporal con muchos cuerpos físicos. Cada vez que una de las máquinas se pone en marcha, todas responden y se enlazan, extendiendo infinitamente la cadena de paradojas. —¿Y eso de los universos paralelos…? —Consecutivos, no paralelos —precisó la doctora, admirando cómo un precioso jilguero se posaba en la rama de un rododendro—. Esa es la auténtica hipótesis de Cheznvya, no el que no podamos tocar nada: solo hay una realidad, no muchas, lo que pasa es que se permuta y se reinicia constantemente. Como una rueda que da vueltas sin parar, pasando muchas veces por el mismo sitio. —Bueno —sonrió con malicia el secretario—, por el mismo exactamente, no… —No, es cierto. En algunos pasados, muy pocos, es la revolución soviética la que se impone y la que conquista ideológicamente Occidente, incluida la carta fundacional de los EE. UU. Son muy poquitos los pasados en los que eso ocurre, comparativamente hablando: menos de un 0,000000000001 por ciento. —Lástima que la máquina solo pueda ir saltando de uno de esos pasados a otro similar, después de las modificaciones que usted introdujo en su diseño. —Sí —suspiró la mujer—. Qué lástima. —Katya, eres una traviesa incorregible. —Los dos se perdieron paseando bajo los rododendros, disfrutando del canto de los jilgueros. —Da, tovarishch sekretar. Da. Víctor Conde

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Café Literario

DAVID LUNA Escritor


Entrevistas David Luna Lorenzo (Toledo, 1976) escribe fundamentalmente ciencia ficción y fantasía oscura. Ha ganado algunos de los más importantes certámenes de género de nuestro país, como el Premio UPC de Ciencia Ficción con la novela Éxodo (o cómo salvar a la reina) (Apache Libros, 2017) o el Domingo Santos con La fiebre. Fue finalista del XXVII Certamen Alberto Magno de Ciencia Ficción con su novela El Ojo de Dios (Apache Libros, 2016), ganó el certamen de la Cadena SER Ciencia Ficción: 75 años de La guerra de los mundos y ha sido nominado en cuatro ocasiones al Premio Ignotus (en la principal categoría con Laberinto tennen, Ediciones El Transbordador, 2016). ¿Qué fue lo que te llevó en 2013 a lanzarte de lleno al mundo de las letras y, desde entonces, no parar? Pues fue un concurso literario. Siempre había soñado con ser escritor, pero nunca me había puesto a escribir, solo leía, leía y leía; se trataba de algo muy extraño, hasta que por fin, en el año 2013 la Biblioteca Regional de Castilla-La Mancha organizó un premio literario. Como yo trabajo allí, me pareció que era un ahora o nunca. Casi una señal divina. Así que me atreví al fin a dar el paso, con la sorpresa de que con el primer relato que escribía resulto ganador. Aquel premio me impulsó a continuar escribiendo y acabé ganando muchos más concursos por toda la geografía española hasta ir centrándome en el género fantástico, que es el que más me atrae con diferencia.

¿Qué cree que debería mejorar la industria editorial española? Creo que debería ser más selectiva y reducir la oferta, aunque esto pueda significar tirar piedras contra mi tejado. El número de publicaciones es tan inmenso que prima la novedad por encima de la calidad. La falta de lectura en nuestro país contrasta con el número de escritores noveles sin oportunidades. ¿Se escribe más que se lee? Esto se suele comentar en los círculos literarios, pero yo creo que se debe a que acabas rodeándote de todos aquellos que escriben y tendemos a pensar que nuestras redes representan el mundo, cuando en realidad son poco menos que una especie de caja de resonancia.

«Hoy en día son poquísimos los escritores que viven de su literatura»

Su primera novela, El Ojo de Dios, fue excelentemente acogida por el público, además de los premios y nominaciones en certámenes que recibió. No es fácil debutar con tanto éxito. ¿Cuál es el secreto? Pues sinceramente creo que no existen secretos. En mi caso fue divertirme enormemente escribiéndola, atreverme a presentarla a un premio importante y después atreverme a ofrecerla a una editorial, en este caso, Apache Libros. Todo lo demás vino rodado. A veces me costaba llegar a creérmelo. El Ojo de Dios siempre será especial.

Entre fantasía y ciencia ficción, ¿con qué se queda?Uy, esta es una de esas preguntas casi imposibles de contestar, como «¿a quién quieres más, a tu hijo o a tu hija?». Hasta tal punto, que lo que yo hice fue fusionar ambas en mi serie de los Tennen e incluso, en cierto modo, en mi novela Éxodo (o cómo salvar a la reina). Y así, todos contentos. ¿Un escritor tiene que saber venderse? ¿Cuáles son las claves? Los tiempos en los que un escritor escribía, iba a un par de presentaciones que le organizaba la editorial y se retiraba a continuar escribiendo han pasado a la historia. Hoy en día, debes moverte, acudir a festivales, ferias, charlas… y estar en redes sociales. Al menos, sería mi recomendación. De este modo, con un nicho tan concreto de lectores como tiene el género consigues darte a conocer. Luego, tu literatura debe hacer el resto. Por supuesto, siempre hay excepciones y todo debe partir de una buena obra.

Por otro lado, hay mucha gente que desea ser escritor sin siquiera haber leído antes. Cuando oigo a alguien decir que no tiene tiempo de leer porque está escribiendo me estalla la cabeza. Y así, entre las editoriales de copago, la autoedición y las editoriales que se conforman con que alguien venda 100 ejemplares y por lo tanto a cuantos más publique, mejor, el mundo literario acaba pervertido. Tiene entre manos una nueva novela, ¿qué nos puede avanzar sobre ella? Pues en efecto, acaba de salir al mercado la novela Sombras tennen, de Ediciones El Transbordador, una editorial que está haciendo un trabajo impresionante. Se trata de la segunda entrega de una saga que comenzó con Laberinto tennen y que ha contado con una respuesta magnífica por parte de los lectores. De hecho, la primera entrega fue finalista del Premio Ignotus a mejor novela del año y del Guillermo de Baskerville a mejor novela independiente. Estas novelas se ambientan en un mundo futuro donde, tras una guerra química terrible, la Nueva Inquisición prohíbe el uso de la tecnología avanzada y sume al mundo en una especie de neomedievo. Sombras tennen era una obra muy esperada y al parecer está entusiasmando. En ella, se continúan las aventuras de los tennen, paladines del bien y de la justicia, que cuentan con poderes mentales a partir de mutaciones. Se trata de una obra coral repleta de aventuras que a su vez invita a la reflexión más profunda e indaga más en los personajes que ya conocimos. Entre los lectores se creó una máxima: «Yo también quiero ser un tennen».

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Café Literario

¿Recibe algún feedback de sus lectores por redes sociales? Muchísimo. De hecho para mí es fundamental. El trabajo de escritor es sumamente solitario y solo a través de las redes o bien a través de las charlas, conferencias o presentaciones puedes calibrar el impacto de tu obra. Qué ha gustado más y qué menos. Cuáles son sus personajes favoritos o qué les ha inspirado. Resulta algo muy gratificante y, en muchas ocasiones, sorprendente, pues aprendes de tu propia obra a partir de las interpretaciones de terceros. ¿Qué libro marcó su vida? En mi infancia, El mago de Oz, Alicia en el País de las Maravillas y La isla del Tesoro. En mi adolescencia, inevitablemente, El señor de los anillos y las novelas de Conan. Y ya de adulto… no podría decantarme. ¡Son cientos! ¿Que género nunca podría escribir y por qué? Si algo he aprendido es a nunca decir nunca, pero está claro que los hay más alejados de mis intereses. Supongo que la romántica más ñoña. Lo veo complicadísimo. ¿Cuál ha sido su mayor reto literario? De momento, escribir una segunda parte que a la vez pueda leerse de un modo independiente. Debes tener mil detalles en cuenta y medir más que nunca las palabras. Ha sido genial. De todos modos, me muevo por retos y ya tengo algunos pensados para abordar. ¿Se puede vivir de escribir? Hoy en día son poquísimos los escritores que viven de su literatura. Más allá de las megaestrellas conozco algún caso de los que malviven añadiendo a sus obras, traducciones, cursos, talleres… Como siempre digo, en mi caso la literatura no me da para comer, pero me da para beber (supongo que porque solo bebo agua). No es más que un extra económico, pero para mí, además, el principal acicate vital. ¿Cuáles son sus próximos proyectos? Siempre estoy con varios en marcha. Ahora mismo, una novela de terror, un guion para un cortometraje e incluso la idea de producir un libro juego. Me froto las manos.

Una entrevista de Emilio Prieto @emilio15_9


11 Sugerencias Sugerencias Historias extrañas, de Rosa Mulholland, publicado por La Biblioteca de Carfax. PVP: 16,60€ 188 páginas 13x20, rústica con solapas Traducción de María Pérez de San Román Incluye los siguientes relatos sobrenaturales de la autora irlandesa Rosa Mulholland: «El organista maldito de Hurly Burly», «El espectro de Wildwood Chase», «Una extraña historia de amor», «El fantasma del Rath» y «No tomar antes de dormir». Yo ya no tengo que deciros que con las publicaciones de esta casa nunca se falla. Binti. La mascarada nocturna, de Nnedi Okorafor, publicado por Crononauta. A la venta el 10/10/19 Traducción de Carla Bataller Estruch En La Mascarada Nocturna se da una búsqueda donde la comunicación puede ser la esperanza, y de la que Binti saldrá inevitablemente transformada. La tradición, la identidad, la pertenencia: todo está en cuestión en el universo que la imaginación de Nnedi Okorafor nos regala. Un mundo que, por inabarcable, complejo y rebosante de vida diversa, podemos ver reflejado en el nuestro. ¿Logrará encontrar nuestra heroína su lugar y su función en la galaxia? La Mascarada Nocturna es la tercera y última parte de la trilogía Binti. que sucedió aquel verano de 1967 no fue un espejismo, aunque a las dos les ha perseguido el recuerdo de aquellos días como un fantasma.

El bosque de Sleipnir, Covadonga González-Pola

de

Algo ha sucedido. Algo terrible que ha sumido al planeta en un caos radiactivo. Así comienza esta novela corta de fantasía ecologista, aunque la fantasía está más bien en el título y lo que representa porque el conflicto es tan real como la vida misma. Annie escapa, junto a sus padres y a su hermana mayor, de algo que los persigue. No sabe muy bien de qué se trata, pero las señales no son nada halagüeñas: medicamentos, radicación, extinción de ecosistemas. En medio de todo este caos, son recogidos por un grupo de resistencia y será aquí donde descubra que hay secretos que no pueden ocultarse por mucho tiempo.

El castillo de Bárbara, de Antonio Sánchez Jiménez, publicado por Reino de Cordelia. PVP: 16,95€ 240 páginas 13x20, rústica con sobrecubierta ¿Cuántas puertas refleja un espejo ante una puerta? ¿Dónde se acaba el infinito de la curiosidad? Con regusto a literatura gótica, El castillo de Bárbara propone una visita al género de lo prohibido, al lugar donde nadie puede entrar, porque está cerrado por los candados que solo abre el juego de llaves que Barbazul oculta entre los pliegues de su ropa. Mediante estancias a modo de capítulos, Antonio Sánchez Jiménez ofrece un viaje que mezcla horror, ingenuidad, humor y mucha sangre, porque solo de la herida surge la pasión.

Corre Renina Corre, de Celia Añó,

publicada por Dorna. En preventa desde el 28 de septiembre

Un monstruo persigue a Renina en sus sueños. Hay ocasiones en las que consigue atraparla y matarla en cien lugares diferentes. En otras, ella gana y alcanza la habitación blanca, donde la Otra se oculta. Hay un monstruo en los sueños de Renina que la acecha durante el día detrás de cada zumbido. Pero ya le queda menos para cumplir los veinticinco y por fin se acabará todo. Si logra convertirse en reina, el rencor, la prudencia, la ambición y la paciencia habrán merecido la pena.

Contada por unos originales narradores observadores, Covadonga González-Pola nos sumerge con esta novela ágil y de lectura rápida en una historia de inocencia en medio de una catástrofe natural de dimensiones apocalípticas que poco a poco va madurando a medida que también lo hacen sus personajes principales. Si buscas una lectura entretenida y rápida sobre contaminación, sus consecuencias y secretos familiares, esta es tu novela.

Reseña


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Mirando más allá

ARNAU DOMÈNECH Ilustrador

Síguelo en: https://www.instagram.com/arnauduma/ https://www.artstation.com/arnauduma


Ilustración Graduado en psicología pero su verdadera vocación es la ilustración. De pequeño ya le encantaba dibujar. En los ratos de recreo, en vez de jugar al fútbol, se quedaba a dibujar con otros dos amigos en clase. Siempre le ha gustado dibujar e inventar personajes. Durante un tiempo dejó de dibujar. Ha hecho muchísimos cursos online de ilustración: creación de personajes, matte painting, ilustración digital, retoque fotográfico, siempre de forma totalmente autodidacta.

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Mirando más allá

Por qué dibujas

QUÉ TE INSPIRA

Dibujar para mí es un método perfecto para expresar las ideas que se me ocurren. Con el dibujo todo puede hacerse realidad. Puedes sacar a la luz mundos extraños y personajes del todo irreales. Todas las asociaciones extravagantes que se te puedan ocurrir pueden cobrar vida a través de la ilustración, y esto es magnífico.

Me inspira mucho dar atributos humanos a cosas realmente inanimadas. ¿Cómo sería una sociedad de hongos? ¿Qué rol o estatus tendría cada seta? ¿Dónde vivirían? ¿De qué hablarían? ¿Cómo se comunicarían? ¿Por qué cosas pelearían? Todo este proceso de creación de mundos ficticios e irreales me divierte mucho y me motiva para dibujar.


Ilustración

Consejo para principiantes

Técnica preferida

Muchas veces queremos terminar rápido un proyecto porque solo damos importancia al resultado final, a la obra ya terminada. Pero creo que lo más importante es no tener prisa y disfrutar de cada fase. Mi consejo sería dar la misma importancia al resultado final que al proceso de creación. Por otra parte, a veces nos obsesionamos en dibujar igual que otro artista que nos gusta mucho. Intentar esto es bueno en cierto modo porque nos quita de nuestra zona de confort y nos obliga a aprender técnicas y trucos nuevos, pero creo que nos induce al error y a la frustración. Cada persona encuentra en su trazo su forma de expresarse y es forzado no dejarla salir de forma natural. En estilos de ilustración no hay normas, nada está mal ¡que cada cual saque su estilo libremente!

Ilustración digital. Con la ilustración digital se puede crear de forma muy cómoda, sin necesidad de tener grandes estudios ni mucho material. Es una técnica que me permite utilizar ‘trucos’ para optimizar el tiempo de dibujo. Por ejemplo: puedo dar realismo a las ilustraciones utilizando fotografías en muy poco tiempo. La versatilidad de la técnica digital es inagotable.

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A través de la pantalla

ABRACADABRA

5 peliculas sobre brujas que no debes perderte Si hablamos de cine de terror, hay ciertas figuras que son inherentes al género y me atrevería decir que hay dos que lideran el ranking: la bruja y el diablo. De la primera hablaremos hoy largo y tendido, aunque la segunda suele ser su acompañante preferido si hay un evento que atender. Agarraos fuerte porque vienen curvas. El cine sigue copiando de la literatura la figura de una bruja ligada al mal, una mujer perversa que ha hecho un pacto con el Señor Oscuro y con la que conviene no llevarse mal, pero afortunadamente hay historias que ahondan mucho más en el origen de este personaje. En esta ocasión os voy a recomendar cinco películas sobre brujas que merecen ser visionadas por diferentes razones, pero no te preocupes, no vamos a perder de vista el terror. Por cierto, el orden es aleatorio. Sírvete a tu gusto... 1. LAS BRUJAS DE EASTWICK, George Miller (1987) Basada en la novela de John Updike, esta comedia sobrenatural nos presenta a un trío de brujas interpretadas por un elenco espectacular —Michelle Pfeiffer, Cher y Susan Sarandon— y un magnífico Jack Nicholson en el papel del Diablo. La cinta cuenta la historia de tres divorciadas que descubren la magia y deciden invocar a Lucifer. Todo parece marchar bien para las brujas hasta que se dan cuenta de los problemas que está causándoles mezclarse con Satanás y toman la decisión de librarse de él. Además de las ya mencionadas interpretaciones, esta película merece estar en nuestro ránking por los aquelarres, los conjuros y esa venganza final, digna de enmarcar en el recuerdo. Sería interesante mencionar que la historia nos sitúa en el pueblo ficticio de Eastwick en Rhode Island, lugar donde allá por 1.643 Anne Hutchinson, una teóloga demasiado poco convencional, fue condenada por herejía y expulsada de Massachusets Bay hasta que la orden fue revocada en 1987. Se ve que por allí son un poquito reconrosos... Tanto la novela como la película hacen una especie de paralelismo entre la brujería y la libertad sexual que comenzaba a abrirse paso en la época de su publicación, algo que sí que tiene que ver con el verdadero origen de las brujas, mujeres siempre ligadas a la sabiduría y la adoración a la naturaleza y a sus necesidades primarias.

2. LA BRUJA, Robert Eggers (2016) De nuevo con el diablo y el satanismo como telón de fondo, en esta ocasión retrocedemos hasta el siglo XVII para seguir a una familia que ha sido expulsada de su comunidad y decide asentarse cerca de un bosque en el que parece habitar una presencia sobrenatural que hace morir la cosecha o desaparecer a los niños. La cinta se metió en el bolsillo a público y crítica, a pesar de un estilo de realización lento y comedido que va in crescendo a medida que avanza la historia y de ser la primera película del director. Se cuenta que el propio Stephen King pasó miedo viéndola (Si esto no os anima a visionarla, yo ya no sé qué más decir...). Esto no es un filme de terror al uso. Aquí no hay sustos repentinos ni escenas de acción vertiginosas ni sangre, la historia se teje poco a poco, con calma, hasta que ya es demasiado tarde. No puedes escapar de su red. Mi mención especial aquí va para la escena del juego con el bebé, que pone los pelos de punta. 3. LAS BRUJAS DE ZUGARRAMURDI, Álex de la Iglesia (2013) Sí, también tenemos brujas en España, ¿qué os pensabais? Y además con una historia real detrás que, eso sí, da más miedo que la película. En esta cinta de comedia bizarra, se nos narra la historia de unas brujas que esperan al elegido. Los personajes femeninos llevan la batuta de mando en esta película coral que acaba pecando de algún que otro estereotipo (bruja igual a mujer neurótica, controladora y perversa) y que se desmadra tanto en el último tercio que se lleva por delante el gran trabajo de la primera parte del filme. Con todo, hay escenas costumbristas con toques de humor originales, una crítica subyacente a la situación de muchas familias en nuestro país y un ligero aire a cuento de fantasía oscura que hacen que merezca darle una oportunidad. Por si no lo sabéis, las brujas de Zugarramurdi fue el caso


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más sonado de la historia de la brujería española, llevado por el tribunal de la Inquisición, de las que seis de las veintinueve mujeres procesadas fueron quemadas. 4. SUSPIRIA, Darío Argento (1977) ¿No pensaríais que nos íbamos a ir de aquí sin hablar de la película de brujería por excelencia? Este clásico del cine de terror nos cuenta la historia de una academia de ballet dirigida por brujas en la que ocurren una serie de asesinatos. Puede que al público actual, cada vez más expuesto a estímulos visuales cortos, le cueste seguir el ritmo narrativo de Argento. No obstante, merece la pena sentarse a disfrutar de una fotografía espectacular, llena de contraste de colores e iluminación poco realista que la hacen la película de terror más bonita de la historia del cine. Además no perdáis de vista la banda sonora. Se trata de la primera parte de una trilogía denominada Las tres madres, a la que siguen Inferno y The mother of tears. Como curiosidades, os cuento que Argento se basó en sus estudios sobre ocultismo, un tema que le fascinaba, y en un ensayo titulado Suspiria de Profundis para tratar el tema de la brujería. La cinta está plagada de referencias a datos sobre brujería real (la trilogía, las tres madres, el número tres es un número muy importante en ocultismo). La protagonista del filme, Suzy Banyon, está basado en Blancanieves y la escena final proviene de un sueño que tuvo el guionista Daria Nicolodi. 5. HÄXAN: LA BRUJERÍA A TRAVÉS DE LOS TIEMPOS, Benjamin Cristensen (1922) Por último, me gustaría recomendar una cinta de principios del siglo pasado que, aunque no deja de ser un docudrama, no por eso es menos terrorífica. De entrada solo con saber que está basada en el Malleus Malificarum, el manual alemán para cazar brujas del siglo XV, ya tenemos una gran excusa para visionarla. La película es sumamente provocadora gracias al uso de imágenes evocadoras, la poesía erótica sin ningún pudor y los monstruos y demonios que campan a sus anchas. Es una mezcla de historia medieval y ficción que nos sumerge en un universo onírico capaz de grabarse en nuestra mente y quedarse ahí un buen rato. Id a verla, por vuestra cuenta y riesgo... Se nos han quedado fuera grandes clásicos como Hocus Pocus (1993), Blancanieves (1937), El mago de Oz (1937) o Jóvenes y brujas (1996), además de algunas series de televisión que merecerían tener un análisis aparte como es la tercera entrega de American Horror Story, Coven, o las últimas aventuras de la bruja adolescente Sabrina, donde presenciamos una brujería mucho más madura sin perder de vista el viejo peso de la tradición.

Espero que con todo esto estéis bien equipados para pasar una gran noche de brujas. No olvidéis guardar un poquito de romero debajo de la almohada, por si acaso.

Cine

Verónica Cervilla @VCervilla


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Café Literario

CRISTINA MACIA Traductora

Traductora, novelista, editora y parte de la organización del festival Celsius, Cristina Macía es conocida por la traducción de Juego de Tronos, pero guarda algunos secretos más y hemos querido sonsacárselos.

¿Por qué el sector editorial está tan mal pagado y presenta tanta falta de oportunidades en España? Porque hay más oferta que demanda, claro. Si hablamos de traducciones, cada año sale al mercado una nueva generación de traductores, y el incremento en el número de libros extranjeros que se publican en España no es equivalente. Suma a eso que el fenómeno de las pequeñas editoriales es maravilloso para el ecosistema editorial, pero mueven el dinero que mueven, y una traducción es un producto caro para ellas. Sí, es paradójico: la traducción es un producto caro, pero los traductores estamos mal pagados.

«Traducir no es un ejercicio matemático, y las palabras muchas veces están cargadas. Esa es la parte difícil… y la divertida, claro»

¿Qué es lo que le llevó a decantarse por la traducción? Allá en tiempos del Pleistoceno trabajaba yo como coordinadora de algunas publicaciones en Fórum, el sello de PlanetaDe Agostini para tebeos. Un día, un traductor no pudo entregar una tradu, y ahí que estaba yo, con más ganas que sentido común, para tapar el hueco. Si ahora me entero de que alguien hace eso lo corro a gorrazos por insensato, claro. Es la típica cosa que sale bien una de cada cien veces. Por suerte, me tocó a mí.

También es escritora y editora... ¿qué área le apasiona más? Todo. Soy entusiasta profesional y a tiempo completo. Si algo no me apasiona no puedo hacerlo. ¿Hay más traductoras y editoras que escritoras? Ni idea, aunque a primera vista diría que no. La industria editorial es un campo feminizado… excepto cuando llegamos a los niveles altos, claro. En la categoría de directores editoriales, traductores con el Premio Nacional y escritores superventas, sorprendentemente y en un giro inesperado de los acontecimientos vuelve a haber más tíos que tías.

¿Cómo fue traducir Canción de Hielo y Fuego, de Juego de Tronos? Porque, cuando se le ofrecieron, al principio no lo vio claro, ¿verdad? No, por esto mismo que decía: los traductores estamos mal pagados. Fue ver el tocho, calcular a ojo el número de meses que iba a invertir en él y la cantidad de pasta que me iba a dar… y llegar a la conclusión obvia de que las cuentas no salían. Lo malo fue que me leí el libro. Y claro, cuando te lees Juego de tronos, no le dices que no. Ni loca. ¿Qué licencias puede tomar una traductora frente a determinados tipo de palabras creadas por el escritor en universos literarios de ficción?


Entrevistas No es cuestión de licencias, es cuestión de objetivos, y de tenerlos claros y organizados por prioridades. ¿Cuál es el objetivo principal? Transmitir al lector en castellano la misma información y las mismas sensaciones que tuvo el lector en inglés.

diré que me encanta el final que ha tenido en la serie. En realidad, cualquier final que no fuera Disney ya me parecía bien. Le tengo tirria a Daenerys desde Tormenta de Espadas. Siempre me pareció un Joffrey con sonrisa bonita.

Te pongo un ejemplo: en un libro que traduje hace unos años hay una persecución de coches en Las Vegas, en los años cuarenta. Imagínate, en medio del desierto, calor infernal… Los coches son cochambrosos, de gente con bajo nivel adquisitivo. Y son descapotables. En ese contexto, un descapotable es normal, mientras que en el contexto de España un descapotable es un coche de lujo. No puedo utilizar la palabra “descapotable”, aunque sea la traducción del término que se emplea en el original, porque estaría transmitiendo al lector la información equivocada: que los que participan en la persecución conducen coches de lujo.

Es usted además una de las organizadoras del Festival Celsius 232. ¿Qué retos afronta cada año para poder hacer realidad este encuentro literario? ¡Ufff! Bueno, el equipo de organización (con Jorge Iván Argiz, Diego García Cruz y vuestra segura servidora a la cabeza) es muy reducido, así que diría que esa es una de las dificultades. El plano económico tampoco es moco de pavo. Pero yo diría que el reto principal es hacer cada año un Celsius un poco mejor, con autores más interesantes y programa más atractivo. Este año 2019 hemos puesto el listón muy alto, y las expectativas de nuestros seguidores están por las nubes.

Traducir no es un ejercicio matemático, y las palabras muchas veces están cargadas. Esa es la parte difícil… y la divertida, claro.

¿Existen suficientes festivales de literatura en nuestro país? Nunca. Cuanto más seamos, más masa crítica crearemos. ¿En qué proyectos profesionales se encuentra ahora inmersa? Estoy terminando de traducir un libro maravilloso, Raising Stony Mayhall, de Daryl Gregory. También, claro, estoy preparando ya el Celsius 2020 (¡y el 2021!). Y si alguna vez lo urgente deja tiempo, tengo empezada una novela que me apetece mucho seguir escribiendo.

¿Es importante mantener comunicación con el autor para determinados problemas de interpretación que pueda darse a la hora de hacer su trabajo o es la editorial la que decide en todo momento? Personalmente no soy muy partidaria de mantener un contacto intensivo con el autor. Estamos en la era de internet, y cuesta encontrar algo para lo que no haya respuestas en glosarios, foros, páginas especializadas… Pero voy a tener que revisar mi postura, porque en los últimos tiempos me he encontrado con dos autores que se preocupan enormemente si el traductor no contacta con ellos. Así que, en fin, a partir de ahora “ficharé” con los autores, por si las moscas. ¿Es cierto que un traductor europeo decidió sustituir un venado por un unicornio en Juego de Tronos? Eso me han dicho, sí. Pero no sé si fue el traductor o la editorial. Es inevitable recordar el famoso “Hold the door”. En una entrevista comentó que era algo que se preveía desde 1995... ¿Qué se le pasó por la cabeza hacer cuando se percató de ello y en qué alternativas pensó antes de una traducción literal? No, es algo que George RR Martin tenía previsto desde 1995. A los traductores, igual que a los lectores, nos cayó como un mazazo. Y lo que he dicho siempre es que no hay salida buena. En Gigamesh nos divertiremos con el tema, eso seguro. ¿Qué le dijeron los seguidores de la novela al respecto? Recibí abundantes mensajes de pésame. ¿Cree que la saga literaria de Juego de Tronos terminará igual que la seria de la HBO? Yo no tengo que creer nada; tengo que escuchar lo que dice el autor, y el autor dice que sí, que acabará igual. Más o menos. O no. Como escritora, ¿cuál sería su final ideal? Consciente de que mi popularidad va a caer en picado,

Y, finalmente, ¿qué libro recomendaría a nuestros lectores y por qué? Stony Mayhall en cuanto se publique, para empezar. De verdad, adoro esa novela desde hace años, y cuando me enteré de que Gigamesh la iba a publicar me faltó tiempo para pedírmela. Hijos de sangre y hueso, de Tomi Adeyemi, una juvenil deslumbrante que ganó el Kelvin en España y luego el Hugo. El amante germano, de Pilar Pedraza. Kentukis, de Samanta Schweblin y Este es el mar, de Mariana Enríquez, dos novelas cortas sensacionales de autoras argentinas. Y podría seguir horas. ¿Sigo? ¿Horas?

Una entrevista de Emilio Prieto @emilio15_9

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La escuela de Calíope

LAS BRUJAS A TRAVÉS DE LA HISTORIA Toda cultura crea un universo mental y un planteamiento del mundo social propio, y la brujería, uno de los fenómenos más complejos y controvertidos, estudiado en disciplinas diversas (historia, antropología, teología, literatura…, entre otros), ha mantenido un papel muy importante dentro de ella. En palabras del antropólogo Carmelo Lisón Tolosana, la brujería es muy importante para entender el trasfondo cultural del pensamiento y la acción de la gente: consiste en un mito operativo que expresa una serie de frustraciones, relaciones conflictivas en la comunidad o búsquedas de explicaciones a distintos fenómenos. El concepto de brujería y su estrecha asociación con las mujeres, visible tanto históricamente como en la tradición literaria (los relatos escritos de mujeres que practican magia son tan antiguos como la historia registrada), así como la creencia en su existencia, han estado y están presentes de muchas formas y en distintos momentos históricos entre religiones y culturas de todo el mundo. La magia era considerada de forma natural una parte más del mundo conocido y se dividía en dos vertientes, la natural y la demoníaca. «La magia demoníaca no era distinta de la religión, sino más bien una perversión de esta. Era una religión que había dado la espalda a Dios y se había dirigido a los demonios en busca de ayuda» (Richard Lieckhefer. Magic in the Middle Ages): la brujería, por tanto, se relaciona con la maldad, con el diablo y la adoración a este, y su servidora por excelencia es la bruja. La imagen típica de la bruja varía según la cultura en la que se la ubique, pero se puede decir sin miedo que es un personaje recurrente de la imaginación contemporánea que perdura y se afirma gracias a numerosos productos artísticos (leyendas, cuentos, películas, pintura…). En el imaginario colectivo actual, la bruja se asocia con la imagen de una mujer volando sobre una escoba, inclinada sobre un caldero burbujeante, vestida de negro y tocada con sombreros puntiagudos, pero su figura es mucho más antigua que esta representación: las brujas tienen una historia larga y elaborada que, en el mundo occidental, se puede rastrear desde la Grecia clásica (la diosa Hécate se relaciona con la magia y los hechizos, apareciéndose en forma de animales y relacionada con las encrucijadas, lugares relacionados con la brujería. Circe es otra

de las hechiceras más conocidas en este sistema mitológico). También aparecen mencionadas en la Biblia, y hay fuentes que muestran que Plinio el Viejo y la Lex Cornelia, entre otros, hacían referencia a ellas. Sin embargo, antes de la Edad Media y el Renacimiento, lo que más puede relacionarse con la bruja era la figura de la mujer curandera y partera, miembro importante de la sociedad porque tenía el conocimiento oculto de los remedios herbales y los antiguos ritos, y algo alejada de las normas impuestas del momento. Gran parte de la literatura y muchos de los cuentos orales de esta época presentan este personaje dual (benefactor o destructor) de mujer sabia que brinda consejos a quienes la rodean, y en historias actuales (por ejemplo, el arco de las brujas de la serie Mundodisco, de Terry Pratchett, que recoge esa tradición y satiriza la imagen colectiva actual) todavía se presentan de esta forma: mujeres respetadas y temidas que practican los misterios domésticos tradicionales. Con la llegada de la Edad Media y a medida que la Iglesia cristiana iba ganando influencia y poder, estas mujeres supusieron, junto con las creencias que se asociaban a ellas, una contradicción al dogma cristiano y un desafío a la norma social: en una sociedad en la que los roles de las mujeres eran extremadamente rígidos (madres, esposas, monjas o prostitutas), las mujeres que se salían de estas categorías suponían una amenaza. Los historiadores han identificado muchas posibles razones por las cuales las mujeres fueron atacadas como brujas: misoginia patriarcal, cuestiones de sexualidad, envidia y culpa, motivaciones económicas… Las brujas supusieron el perfecto chivo expiatorio para los problemas del momento. En Europa, la sociedad judeocristiana desvió la visión tradicional de la curandera al estereotipo actual de los modernos cuentos de hadas y dibujos animados (el dominico Hans Nider planteó la imagen de la bruja moderna mezclando en su figura personajes ya conocidos: el brujo, el hacedor de pactos, el caníbal y las estirges, añadiendo asimismo el componente sexual con el diablo), demonizándola y contribuyendo al odio y miedo, y entre 1330 y 1340 se consolidó la imagen de la bruja del aquelarre (en latín llamada maleficae, maléfica), que tiene pactos con el demonio, que puede hacer el mal a distancia, que mata a los niños y se los come, que


21 hace que las cosechas no crezcan. La obra Malleus maleficarum —un tratado que eleva la hechicería al estado de herejía y prescribe prácticas inquisitorias y torturas para obtener confesiones, así como la pena de muerte como único remedio contra la brujería—, escrita en 1486 y muy popular en la Europa católica y protestante, tuvo también un papel muy importante en esta caza de mujeres, propagando la creencia de que había una alianza entre estas mujeres con Satanás para conspirar y destruir la cristiandad y reforzando el estereotipo, propagado por inquisidores y jueces especializados (Robyne K. Conway. Why were women witches?). En cualquier caso, y para mirar estos hechos, claramente dramáticos, con una nota satírica, una cosa es clara: «Artists and writers have always had a rather exaggerated idea about what goes on at a witch’s sabbat. This comes from spending too much time in small rooms with the curtains down, instead of getting out in the healthy fresh air»1 (Terry Pratchett. Witches Abroad). En palabras de Petherbridge, escritora y artista, «La brujería está ligada a la revolución de la imprenta»: efectivamente, se desarrolló toda una literatura de inquisición denunciando los poderes maléficos de las brujas, reflejando este cambio de actitud hacia la magia y las mujeres apegándose al discurso generalizado. La tradición pictórica tampoco se quedó atrás: estas artes no reflejan simplemente las relaciones de poder, sino que participan activamente en la consolidación y construcción de discursos e ideologías. Aparecen menciones a las brujas en El Buscón (Quevedo), en La Celestina (Fernando de Rojas), en Entremés de las brujas (Francisco de Castro)…, aparecen brujas en cuentos clásicos (La Cenicienta, Blancanieves), como protagonistas en historias como Las brujas (Roald Dahl)… En la tradición, el personaje se ve afectado tanto por la crítica como por la burla, y la constante a través de la historia de la brujería y de la presentación del personaje es la misoginia con la que se habla de ella. Respecto a cómo podían ser estas brujas, se presentan dos opciones: la arrugada,

Divulgación vil y anciana (las brujas de Macbeth representan este estereotipo, que Durero también mostró en sus pinturas) y la joven y seductora, lasciva y cruel (la madrastra de Blancanieves entra dentro de esta categoría, así como la Dama del Lago o Morgana Le Fay, de la leyenda artúrica). Sin embargo, ahora no todo es crítica y miedo: un movimiento que comenzó a mediados del siglo pasado está trabajando para redimir la imagen de la bruja; las nuevas formas de la Wicca buscan redefinir este arquetipo, presentando a la bruja como rebelde, revolucionaria y víctima, redefiniendo su papel y apariencia y tratando de devolverla al estado original de dualismo entre bondad y maldad (sobre todo dentro de la fantasía urbana, como en la serie Hollows, de Kim Harrison), enlazando su figura con el atractivo de la magia y cuestionando con ella los límites de la ética, mostrándolas como figuras que atraen, fascinan y abruman, pero temibles al mismo tiempo. ¿Es este cambio, como sugiere Lisón, una manipulación consciente de figuras, arquetipos y símbolos en los que configuramos conjuntos de creencias según nos conviene en el tiempo y espacio en que vivimos? Si siguen estando vigentes, se sigue escribiendo y creyendo en ellas, ¿están respondiendo a algo más que solo la fascinación por lo desconocido? Asimismo, se han desarrollado numerosos estudios para intentar mostrar que, aunque hay un amplio espectro de historias de brujas (buenas o malas), hay una línea común para todas ellas: esas brujas son mujeres que, de alguna manera, amenazan y transgreden los límites de la sociedad, ya sea por seguir un sistema moral propio en lugar de aquel impuesto por una autoridad externa, por ser demasiado viejas, demasiado poderosas, demasiado bellas, demasiado sabias. Efectivamente, la figura de la bruja, como la de la sirena, representa a las mujeres que desafían la norma, al mismo tiempo deseada y temida, fuera de los cánones impuestos, con la fuerza moral suficiente como para tomar decisiones difíciles y vivir según su propia brújula moral.

1«Los pintores y los escritores siempre han tenido un concepto un tanto exagerado de lo que sucede en un aquelarre de brujas. Eso les sucede por pasarse demasiado tiempo en habitaciones pequeñas, con las cortinas corridas, en vez de salir a tomar el aire fresco, que es más sano». (Brujas de viaje. Traducción de Cristina Macía).

Camino Fuertes @Camino_F


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Bonus

Malamente El mundo del adverbio recibió un duro revés el día que Rosalía saltó al estrellato con una famosa canción cuyo estribillo invitaba a palmear diciendo “tras, tras”. Parecerá exagerado trasladar esta simpática anécdota musical al universo literario pero, amigos, así como los nutricionistas dicen que somos lo que comemos, a la hora de escribir también somos lo que escuchamos. Al final, todo lo que nos rodea nos influye y, por más Generación del 27 que queramos parecer frente al teclado, la realidad luego siempre es otra. ¿No os ha pasado que os venís arriba escribiendo y pensáis que la redacción de ese nuevo capítulo es digna de un Premio Nobel pero, al leerla, después sentís un “tierra, trágame”? En la relectura –o “edición”, que lo llamaría mi compañera Sara– es donde se ve de qué pasta estamos hechos. Pero esto no significa que sea algo malo… ¡todo lo contrario! Escribir es enfrentarse constantemente a uno mismo, aceptarse y cambiar aquello que no esté bien. El adverbio es una de esas técnicas que solemos usar para dar fuerza, a veces demasiada, a lo que queremos plasmar. ¡Y es normal que se abuse de él! Eso indica la pasión con la que queremos transmitir nuestra historia. Pero ¡ojo! El lector no es tan comprensivo. Dos palabrejas acabadas en –mente en la misma frase se lo perdonan a Rosalía, pero a ti, novel desconocido que espera ser un bombazo editorial y que aún no tienes nombre en las librerías ni en las firmas de El Corte Inglés, todavía no. Y es que en el refinamiento de nuestros escritos está la diferencia. No se trata de lanzarse a la piscina con lo primero que hacemos y con un par de ediciones trabajadas. No. Hay que ser exigentes y conocer hasta dónde queremos llegar para contarlo de la mejor manera sin que ello altere nuestra trama. Usar adverbios es necesario porque tenemos que caracterizar al verbo de alguna manera. Lugares, tiempo, modo, cantidad… son innumerables sus funciones. Ayudan a ubicar y situar, a describir con precisión, pero es una herramienta de doble filo. Su carencia provo-

ca austeridad literaria. Su abuso, cansancio. Imaginad algo sobradamente descrito. Es pesado, redundante y hace que el lector pierda el interés. Al contrario ocurre lo mismo. A veces menos es más, pero sin pasarse. Personalmente –¡ups! ¡Adverbio al canto! –, y tras mi periodo autodidacta como escritor, huyo de los “ciertamente”, por ejemplo. Tuve mi época con estos palabros, pero ahora me resultan muy casposos. Sin embargo, reconozco tropezar a menudo con los “nunca” y los “jamás”. Supongo que me puede el dramatismo extremo sobre el papel. Los “también” también son peligrosos –entiéndase el chiste, que invita a la reflexión–, así como los “quizás”. Son demasiado abiertos y poco precisos. Úsese con precaución. El problema de todo esto llega cuando, en un párrafo, hay más adverbios que verbos en sí. No necesariamente –guiño, guiño– tiene que usarse el mismo muchas veces, sino sus “primos hermanos”. Porque, al final, los adverbios son esa familia numerosa que se te mete en casa y siempre son bienvenidos, claro, pero no tiene por qué llegar en el momento más adecuado. Y sí, son muchos y hay que prestarles atención, pero por separado. ¿Mi consejo? Juntarse con los que mejor te caigan… ¡Qué no! ¡Qué es broma! Lo mejor que podemos hacer es releer. Al final, un texto tiene que sonar con voz propia y natural. En nuestra vida, según hablamos, no somos Garcilaso, Quevedo, Cervantes ni Lorca. No pretendamos apuntarnos ese tanto al escribir. Tener un sonido propio es lo que hizo a Rosalía diferente, ¿verdad? Podrá gustar más o menos, pero está claro que logró destacar en un mundo de iguales. A los escritores nos pasa lo mismo. Sepamos usar nuestras herramientas y no tengamos miedo al error porque, a decir verdad, es la mejor arma que tenemos para aprender. Emilio Prieto @emilio15_9


Bonus

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Tras los muros

RELATO GANADOR concurso anterior

Tu fiel compañía

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bservo cómo se contonea su silueta en un vaivén repetitivo mientras se aleja a paso veloz por la calle, hacia una luz que flota en mitad de la noche y recorta su figura desde las alturas en un contraluz neblinoso. Pero yo soy más rápida que ella.

La fiebre del éxtasis derrite mi actitud prudente al saborear la alta velocidad con la que me acerco a ella, mientras acompaso la cadencia de mis pasos a los suyos e imito cada golpe de cadera, cada sacudida de pelo. A medida que decrecen las distancias entre nosotras me deslizo más hacia la sensación de que la energía y la impotencia que guardo dentro son lo bastante fuertes como para derribar todas las barreras y darle alcance. Un aguijón de anhelo perfora mis entrañas al imaginarla entre mis brazos, y mi mente juega a dibujar el momento en el que llegaré hasta ella y enroscaré mis extremidades por su cuerpo, y me deleitaré con la expresión de desconcierto de su cara. Me gusta visualizar ese rictus de confusión en ella, aunque no tardo en trazarle encima unas facciones contraídas por el horror de saberse a mi merced sin posible remedio. El ansia me nubla la consciencia y esa macabra imaginería empieza a superponerse sin orden en mi cabeza: ahora la veo degollada, ahora descuartizada, ahora despellejada, ahora quemada. En cada uno de los retratos que evoco, yo siempre estoy gritando. Comienzo a encogerme, a sentirme menguar de placer. Contemplo la fuente de luz en las alturas, que parece reposicionarse a medida que nos acercamos y, como tinta china bajo el grifo, va desvelando detalles en las zonas del cuerpo de mi presa que son alcanzadas por la luminosidad; devoro cada pincelada con la mirada, desde las finísimas líneas del nacimiento del cabello hasta la hebilla de sus botas, pues me ayudan a dar realismo a mi composición mental. En el instante en el que ella pase justo bajo la luz, será mía. Decelero paulatinamente, amoldándome al tempo que me pide la escena; no hay que precipitarse. Vuelvo a recorrerla con la mirada desde abajo, de los talones a la nuca. La luz, en su danza serena, se desplaza hacia nosotras; queda poco para que penda sobre nuestra vertical. Apenas quedan unos pasos para darle alcance. La forma de su cabeza empieza a eclipsar el círculo perfecto de la esfera luminosa; en ese momento, sin que mi víctima se percate de mi cercanía, me arrojo hacia sus pies y grito, cerrando los ojos.


Concurso

Y entonces, cuando ningún sonido surge de mi garganta, cuando no oigo ninguna voz rasgando el silencio nocturno, todo mi constructo se derrumba hecho escombros. En el fondo ya sabía que en realidad no soy yo quien se amolda al tempo de la escena, sino tempo el que me obliga a doblegarme a él. Ese pensamiento me atraviesa y saja con crudeza todos mis delirios por la mitad, justo en el momento en el que la luz cuelga sobre la cabeza de ella mientras yo, justo al otro lado del eje de su cuerpo, me condenso bajo su pisar reducida a un pequeño cerco oscuro de límites amorfos, a la mínima expresión de mi existencia. El instante no dura demasiado, aunque la humillación hace que cada segundo pese como un lastre agotador. En seguida arranca el resurgir y siento que los contornos de mi ser se estiran contra mi voluntad hacia el otro lado de su cuerpo como la marea de un océano implacable, proyectándome cada vez más alargada a medida que ella se aleja de la vieja farola. La contemplo ahora de frente, desde abajo, y mi silueta vuelve a parecerse a un cuerpo humano, vuelve a asemejarse a la suya, vuelve a mimetizar todos sus movimientos, esos movimientos que un día amé y que ahora desearía con desespero ver apagarse para siempre. Pero qué poco sentido tiene, pienso mientras me dejo llevar, creerme esta pantomima, este falso plan de cacería y venganza que concibo cada vez que ella sale a pasear por las noches. Mi oscura efigie se estira y crece hasta que la mujer que antaño fue mi gran amor y a cuyos pies estoy ahora anclada pasa a parecer un ser pequeño e indefenso a mi lado, pero qué poco sentido tiene imaginar que tengo alguna posibilidad de someterla si mis límites volverán a diluirse y desaparecer en cuanto se adentre mínimamente en cualquier lugar oscuro, si solo volveré a existir cuando alguna luz la bañe de nuevo. Qué poco sentido tiene, cierto, pero qué pocas alternativas tengo para evadirme de mi maldita existencia, para no pasar el resto de mis días escuchando una y otra vez en mi cabeza aquel consejo que un día me dio un buen amigo y que en su momento me negué a escuchar:

«Nunca traiciones a quien tiene el poder de convertir la materia en sombras». Celia Corral-Vázquez

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Tras los muros

RELATO FINALISTA concurso anterior

Demasiado largo, demasiado flaco

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l Diablo también estaba allí: Elaia lo había visto. Fue en el quincuagésimo tercer día de travesía entre la Tierra y la cuarta luna de Saturno, apenas la silueta de un hombre (demasiado flaco, demasiado largo, los ojos demasiado grandes), encogido entre los tubos supurantes de sulfuro de hidrógeno y los diafragmas herméticos de los sistemas de ventilación. Había oído hablar de él por primera vez en una conversación susurrada entre dos pasajeros, y varias veces más en los días subsiguientes. Es un brujo, decían algunos. Un espíritu. Los restos de un hombre que ha vuelto a la vida gracias a los campos convectivos de los motores. Sin embargo, Elaia no necesitó más que un vistazo, oculta tras la compuerta entreabierta, para reconocer en esa piel blanca, pálida, de leche fría, al mismo Diablo con el que su madre solía asustarla durante sus oraciones vespertinas. Fue entonces cuando decidió que lo mejor era no informar a los otros oficiales, ni pedir consejo al equipo de tierra. ¿Acaso tenía otra opción? ¿Qué podía decirles? ¿Qué ella, segunda oficial técnica de comunicaciones, había encontrado al Mal viajando con ellos como polizón hacia Saturno? Era ridículo. Y, lo que era aún peor, sonaba infantil... No. Si quería mantener a esa cosa lejos de las colonias exteriores, tendría que resolverlo ella misma. Con cuidado de no despertar sospechas se dirigió al almacén de popa y cogió un microperforador automático, de asa pequeña y gatillo rectangular. Justo lo que necesitaba. Comprobó la batería, lo cargó con una broca percutora de tungsteno y, tras guardárselo en el bolsillo del mono, descendió las dos escalerillas que la separaban del módulo de caudales. Puede que muchos no lo sepan, pero un transporte interplanetario de tipo Tifón-6 dista mucho de ser un lugar acogedor. Más de mil almas camino de un nuevo hogar que se hacinan, desesperadas, en unos pocos miles de metros cuadrados mientras a su alrededor se emula con torpeza una Tierra que no volverán a ver jamás. Pero al descender a las secciones de la tripulación la situación es aún peor. Allí no hay paneles de luz, sino halógenos de baja potencia. Pequeños recovecos polvorientos y de apariencia descuidada. Un olor rancio, sorprendentemente húmedo, que hace sudar y parece impregnar cualquier tejido. Elaia se internó en aquella amalgama de metal y plástico con la habilidad que otorga la experiencia, pero al mismo tiempo asediada por un nerviosismo que no tardó en transformarse en ansiedad. Conocía aquellos pasillos, pero por primera vez había algo en ellos que no podía controlar. Algo demasiado flaco, demasiado largo. Al menos la compuerta estaba tal y como la había dejado la última vez, unos centímetros


Concurso entreabierta, las clavijas giradas hacia sus posiciones de apertura y los indicadores de presión bien alineados, así que el Diablo debía seguir al otro lado. Agarró la culata del perforador con una mano mientras apoyaba la otra sobre el frío metal e hizo presión, la suficiente para que la abertura le permitiese entrar sin que chirriase el doble gozne de seguridad. La criatura, sin embargo, ya la estaba esperando. Agazapado o sentado o acurrucado (Elaia era incapaz de ver la diferencia), aquello le miró desde el otro lado de la cámara, a menos de seis metros de distancia, y compuso algo similar a una sonrisa vacía, sin dientes tras los labios. Ella sintió un escalofrío, no tanto por su aspecto sino por la voz que salió entonces de él. Una voz dulce, infantil, que casi la hizo volverse para buscar al niño que estaba usando al Diablo como muñeco de ventriloquía: —Tú la necesitas, ¿sí? —La pregunta de la criatura reverberó unos instantes contra el óxido y las rejillas de aire—. La necesitas a ella, a ella de entre todas. Solo a una, ¿sí? Ana era su nombre, ¿sí? Elaia contrajo el rostro en una mueca de dolor y le apuntó con el arma improvisada. No era tan potente como uno de los fusiles Reglar del equipo de seguridad, pero a esa distancia mataba igual de bien. —¿Qué has dicho? —preguntó con los dientes apretados, intentando no gritar—. ¿Cómo sabes su nombre? El Diablo la miró… ¿divertido? ¿compasivo? —Ella ya no está, ¿sí? —continuó en el mismo tono agudo—. Pero ella te sigue hasta aquí. Hasta más allá de lo Negro, lejos de Tierra, ¿sí? Aquí contigo, pero no puede tocarte ni besarte. Yo puedo hacer que se… -se detuvo, como si buscase la palabra adecuada—. Que se presente, eso es. Un trato, ¿sí? La respiración de Elaia se convirtió en un estertor entrecortado, rápido, que intentaba impedir las lágrimas que ya le anegaban los ojos. ¡Así que por eso tanto secretismo, tantos murmullos, tantas palabras vacías y mentiras entre los pasajeros!… ¿Qué les habría ofrecido a los otros? —Ana está muerta —murmuró. —Sí, sí, muerta. No importa. Yo tengo la forma. Y sin mostrar emoción alguna el monstruo cruzó una de sus manos/garras sobre su propio pecho, dejando un pequeño reguero de sangre negra a su paso. Elaia se limitó a observar cómo aquello mojaba las uñas en la herida y trazaba unos símbolos invisibles en el aire. El efecto fue inmediato. Como si de una fantasía macabra se tratase, una mano emergió de entre las sombras que se abrían a la izquierda de Elaia y se posó con suavidad sobre su hombro, el mismo que sostenía el arma. Una mano también demasiado flaca, demasiado larga, pero a su vez terriblemente familiar. Una mano que anhelaba volver a sentir desde hacía años. “¡No eres real!”, quiso chillar la oficial de comunicaciones, pero sus palabras se le atascaron en la garganta, entremezcladas con las lágrimas contenidas. —Amor mío, deja tus prejuicios a un lado… —susurró la nueva forma, apenas a unos centímetros de su oído, y acto seguido soltó una risita inconfundible, tímida, preciosa—. ¿Es que no lo ves? Él merece una nueva oportunidad, y nosotras también. Gael Velasco

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