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HAMLET.- ¡Ser o no ser: he aquí el problema! ¿Qué es más levantado para el espíritu: sufrir los golpes y dardos de la insultante Fortuna, o tomar las armas contra un piélago de calamidades y, haciéndoles frente, acabar con ellas? ¡Morir...,dormir; no más! ¡Y pensar que con un sueño damos fin al pesar del corazón y a los mil naturales conflictos que constituyen la herencia de la carne! ¡He aquí un término devotamente apetecible! ¡Morir..., dormir! ¡Dormir!... ¡Tal vez soñar! ¡Sí, ahí está el obstáculo! ¡Porque es forzoso que nos detenga el considerar qué sueños pueden sobrevivir en aquel sueño de la muerte, cuando nos hayamos librado del torbellino de la vida! ¡He aquí la reflexión que da existencia tan larga al infortunio! Porque ¿quién aguantaría los ultrajes y desdenes del mundo, la injuria del opresor, la afrenta del soberbio, las congojas del amor desairado, las tardanzas de la justicia, las insolencias del poder y las vejaciones que el paciente mérito recibe del hombre indigno, cuando uno mismo podría procurar su reposo con un simple estilete? ¿Quién querría llevar tan duras cargas, gemir y sudar bajo el peso de una vida afanosa, si no fuera por el temor de un algo, después de la muerte, esa ignorada región cuyos confines no vuelve a traspasar viajero alguno, temor que confunde nuestra voluntad y nos impulsa a soportar aquellos males que nos afligen, antes que lanzarnos a otros que desconocemos? Así la conciencia hace de todos nosotros unos cobardes; y así los primitivos matices de la resolución desmayan bajo los pálidos toques del pensamiento, y las empresas de mayores alientos e importancia, por esa consideración, tuercen su curso y dejan de tener nombre de acción... Pero ¡silencio!... ¡La hermosa Ofelia! Ninfa, en tus plegarias acuérdate de mis pecados. HAMLET. Acto III (fragmento) William Shakespeare
Sólo entonces cuando la tierra nos desnude sabrás que estamos hechos todos de la misma mierda fétida y parlante ¿viva? ¿muerta? ¡Qué más da! solo soy yo sólo solo eres tú en el ufano mundo en el mundo de lo invisible: tú invisible yo invisible hasta que giras la cabeza y me miras y me encuentro en el reflejo de tus ojos y te encuentras tú en el mío. La ficción comienza y la vorágine nos traga somos uno en dos, termina.
Otra vez estamos solos en la inmensidad aguardando ser estar aguardando otro ser ser otro.
Para todos es claro que ‘hombre’ es un sustantivo que, por lo general, se usa como un término que engloba hombres y mujeres. Esta búsqueda de igualdad de sexo encontraría gran éxito si se toma en cuenta que, en latín, había dos palabras bien definidas En incontables ocasiones, sobre todo en los últimos años, las constantes disputas entre los grupos feministas y los demás sectores por sostener una igualdad de género –de sexo, querrán haber dicho– han llevado a casos tan curiosos como el que pretendo ejemplificar a continuación. En efecto, se busca que se distinga claramente entre gobernante y gobernanta, presidente y presidenta, porque se respetaría la regla gramatical que diferencia claramente entre si se trata de un gobernante hombre o una gobernante mujer. Ahora bien, ¿por qué no opinan de manera semejante en cuanto al caso de hombre y hembra? Muchas veces se piensa que ‘hembra’ es un término peyorativo, sin reparar en que, etimológicamente, es el término “más equitativo en cuestiones gramaticales”, y que ‘mujer’ es mucho más castizo y correcto. Veamos el motivo.
para distinguir a los hombres de las mujeres y que –¡oh, sorpresa!– sufrieron cambios evolutivos casi idénticos: homo para hombres, y femina para mujeres. Obsérvese la evolución de dichas palabras: a)
Hominem: 1 /ominem/> 2 /omi-
ne/> 3/om’ne/> 4 /omre/> 5 /ombre/> 6 <hombre> 1.
Transcripción fonológica del latín.
2.
Apócope de /m/.
3.
Síncopa de /i/ por estar en un con-
texto altamente sonoro. 4.
Disimilación de la /n/ en /r/ debi-
do a que comparten rasgos semejantes,
además de que en español no es posible la De acuerdo con las evoluciones anteriopauta silábica -mn-. 5.
res, deberíamos diferenciar entre hombres
Epéntesis de /b/ por facilidad arti- y hembras, pero, probablemente, el térmi-
culatoria.
no más igualitario habría sido relegado al
6.
menosprecio y se optó por usar el tan co-
Término actual en español.
nocido heterónimo ‘mujer’, que fue un térb)
Feminam: 1 /feminam/> 2 /femina/ mino menos empleado en el latín clásico y
3 /hem'na/> 4 /hemra/>5 /hembra/> 6 / más socorrido por el vulgo, de ahí que no embra/> 7 <hembra>
haya sufrido grandes cambios durante su
1.
Transcripción fonológica del latín.
evolución.
2.
Apócope de /m/.
Se busca una igualdad en las palabras, en
3.
Síncopa de /i/ por estar en un con- la gramática –cosa que no tiene que ver
texto altamente sonoro. La /f/ inicial se as- con la igualdad social–, a tal grado que pira y resulta el fonema glotal /h/. 4.
el descontento de varias personas alcan-
Disimilación de la /n/ en /r/ debido za puntos que podrían resultar excesivos.
a que comparten rasgos semejantes, ade- Quieren que se distinga, sin excepción, más de que en español no es posible la entre niños y niñas, compañeros y compapauta silábica -mn-. 5.
ñeras, mexicanos y mexicanas, y cuando
Epéntesis de /b/ por facilidad arti- el uso de una palabra tiene muchas justifi-
culatoria.
caciones (apoyadas incluso por la ideolo-
6.
El fonema glotal /h/ se pierde.
gía de las que consideran ciertas palabras
7.
Término actual en español.
denigrantes o discriminadoras –sin sospechar que ‘discriminar’, en su origen, significó simplemente ‘diferenciar’–) buscan los más burdos argumentos para rechazar su uso.
Como en otro artículo mencioné, no hay que mezclar ámbitos: las palabras y las reglas gramaticales son sencillamente modelos de escritura y comunicación. En la vida diaria, las palabras valen mucho menos que las acciones, cuyo valor se localiza, precisamente, en la realización de las mismas, a modo de códigos de ética social y personal. En fin, hay personas que, por estar en contra de ciertas cosas, desatienden las situaciones y las vicisitudes que, en el plano de la realidad, requieren mayor atención. Al fin y al cabo, dicen por ahí que “a las palabras se las lleva el viento”.
La cabeza de un hombre parece no tener mucho significado sobre sus hombros. Sólo se mueve torpemente de un lado a otro siguiendo los pasos de una voluntad que tampoco tiene mucho que decir. Pero sepárala del cuerpo, que ruede dentro de una canasta o que descanse clavada en una pica. ¿Qué tienes ahora? La tragedia de un Yorick, cuando menos.
Con el fin de disminuir mi dolor, en una simple solución de física aplicada, me arrodillo, aumentando la superficie que sufre la presión de un alma abatida; elongando mi agonía sobre la curva del tiempo donde nunca estas... Logarítmica energía que te hace parpadear.
Y en todas las dimensiones, teorías, hipótesis, cálculos cuánticos y/o singula-
ridades (matemáticas) sigo pronunciando tu nombre. Es así de cierto lo exponencial de mi querer, tu logarítmica atención... el espacio-tiempo en que ninguno de los dos es la constante cósmica, ni la tangente; y así una tristeza, de paulatino aumento, embarga mi alma en lapsos inconstantes de tiempo y espacio, equidistantes todos a tu olvido y rechazo... Sin comprender porque "Quererte por siempre" es distinto a "seguirte por siempre" persisto en mis torpezas, reiterando que te quiero, sin respuesta de tus labios... Eres pues... el mosaico de mis pasiones... Remembranza cercana de una felicidad ficticia... girando la cabeza como un fugitivo, en intervalos hacia el pasado, con la idea insubstancial de tu presencia!! ¡¡Huyendo de ti!! Ah! como te recuerdo, con impiedad me has arrebatado el alma,
sólo para hacerla trizas que acariciaran un momento tu rostro con el viento... Y en el instante mismo donde tenías que decir “te quiero”; proferiste palabras en un lenguaje extraño, con el que aún continuas embriagando mis oídos; neolengua galimatiada... ¿pero qué anestesia calma el dolor de alma? ¡Anda! dame una dosis más de tus mentiras, para poder dormir, sin que duela tanto. Medianamente insinuante me aburres; sin embargo, me gusta pensar que a veces hablas de mi... sólo porque mi nombre rose tus labios; “Quien juzga y quien condena concede importancia al pecador, viéndose obligado a fijar sus ojos en él y en su delito" Expectante, imagino tus fijos ojos aprensivos, pues sólo he pecado más, para saber que posas tu mirada en mí por un instante... ¿por qué ya no eres como antes cuando me obligabas a darte un beso y a recorrer tu cuello sólo por amor? Entrelazar nuestros dedos era el ritual de nuestras manos al comenzar...
Es insuficiente quererte solamente... hoy compre una pluma para desahogar mis "te quiero" en papel... Y mientras duermes yo te sueño y te digo que me gustas como digo que te quiero ¿Y porqué no? Por qué no contemplarte un segundo, para saber que aún te quiero y para creer que tú aún me quieres... Y es que a veces te quiero tanto que se derrama en palabras... Sí puedo soñar contigo, ¿por qué no hacerlo más seguido? Es que no dejó de pensarte y me veo otra vez a las 3 de la mañana, dejando que el resplandor de tu alma se filtre por la ventana... así varado por tus palabras, una y otra vez, reniego de mí: Omnis qui inveniet me occidet me1 Esa, aunque inmortal alma... a veces se difumina, se desvanece, se diluye, se entristece; para tratar de huir, para perderse, para olvidarse; por agotarse, por deponerse... Por... Por falta de ti. Y después de mi amada rutina de soñarte cada noche; despertar sin tenerte cada día, todos los días, hasta el fin de los tiempos; más allá del eterno sueño, los rumores de mi muerte han sido exagerados; los de mi amor por ti, minimizados; ahora, de este lado del Estigia, pregunto al barquero ¿si paga menos mi alma sin el corazón que te he dejado? pero hasta él me observa con sus cuencas vacías llenas de lástima... Más allá, del lugar mudo de luz; un tiritar que anuncia su fin y ahí estas tú, alma mía, desgranando tu corazón sobre mis manos; y aquí estoy yo, todo el día, recibiendo el cielo desgranado... Bien podría, levantar una montaña gramo a gramo;
1
¡Lo que haría! Si me dejas, reparar el corazón desde tus labios…
Latín: El que me encuentre debe darme la muerte.
El teatro es parte del arte escénico, el cual constituyen todas las formas de expresión capaz de inscribirse en la escena: danza, música (ópera, zarzuela, teatro musical, cabaret, music hall, concierto y/o recitales), en general, cualquier manifestación que se lleve a cabo en algún tipo de espacio escénico, habitualmente en las salas de espectáculos, pero también en cualquier espacio arquitectónico o urbanístico construido especialmente o habilitado ocasionalmente para realizar el espectáculo en vivo. El teatro es la rama de estas artes escénicas relacionada con la actuación, en que se representan historias frente a una audiencia usando una combinación de discurso, gestos, escenografía, música, sonido y espectáculo. Claro está que si forma primaria se encuentra en el género literario el cual comprende las obras concebidas para un escenario ante el público. Ahora, ya teniendo una idea general de lo que vamos hablar a continuación debemos prevenirlos desde ahora que el tema en cuestión esconde una enorme historia detrás de sus seis letras, por lo que en éste primer número sobre teatro abordaremos brevemente sus inicios en la Grecia y Roma antiguas, así como dar un pequeño vistazo a su desarrollo en la Edad Media.
Espacios de representación. La representación teatral es ante todo un hecho físico que requiere un espacio que permita la relación entre los dos estamentos involucrados: actores y público. Por un lado, la disposición espacial, con su función contenedora y reguladora del contacto del espectáculo con los espectadores y la propia concepción del marco físico de actuación, han ejercido históricamente un papel importante en el establecimiento y desarrollo de hábitos interpretativos y receptivos, y en consecuencia, dramatúrgicos.
Cada época y cada cultura han tenido su propia concepción del espacio teatral, el cual ha resultado de la confluencia de los imperativos del dispositivo visual requerido por la manera de querer incidir en el espectador y por la situación económica que vive el teatro. Y la pervivencia de estos modelos ha instaurado o inducido determinadas tendencias en la forma de representar, en el papel reservado al espectador e incluso en las propias estructuras dramáticas de las obras. El teatro griego y romano, el teatro religioso de la Edad Media, el teatro isabelino, la commedia dell´ arte, el teatro burgués o el agit- prop reflejan en el conjunto de sus convenciones una correspondencia entre espacio teatral y dramaturgia. La típica configuración espacial escena-orquesta-anfiteatro de los antiguos teatros griegos y romanos correspondía a la relación protagonista-coro-espectadores propia de la tragedia clásica, de la misma manera que sus dimensiones marcaban las pautas de unas necesidades visuales y auditivas que desarrollarían las claves formales de la representación del género. En las ciudades griegas el teatro tenía generalmente, dispuestas sus gradas en la vertiente de una colina próxima a los centros urbanos. En la orchestra (espacio circular rodeado por la gradería en unos dos tercios de su circunferencia) danzaban y cantaban los coros acompañando la acción dramática desarrollada en el longueion o proscenio ( plataforma larga y estrecha, limitada por un decorado arquitectónico y unida a una cámara posterior de madera, cuyo nombre, eskené, equivale a la escena). Son famosos los teatros griegos de Epidauro, de Dionisio, en Atenas y de Pérgamo. Los romanos copiaron el modelo de teatro griego, pero introdujeron alguna variante (en muchos casos las graderías fueron construidas sobre galerías abovedadas). Entre los teatros romanos destacan el de Marcelo (Roma,-23 al -13) y de Orange (S.de Francia). En España el más importante fue el de Mérida. Se puede encontrar una intensa relación entre los hábitos espaciales de
manifestaciones teatrales tan primitivas y rudimentarias como las propias de los espectáculos ambulantes de feria o del teatro que se hacia en patios y plazas, y una teatralidad muy directa nacida del esfuerzo de los actores-autores por atraer y mantener la atención de un público jaranero. Un público que, por su propia situación de movilidad en relación con un escenario plantado en medio de un espacio urbano, tendía a una actitud lúdica y poco concentrada que propiciaba la expresión espontanea de sus reacciones más primarias. Este espacio llevaba lógicamente hacia formas de representación basadas en el esquematismo dramático y el virtuosismo histriónico, que podían buscar la comicidad con recursos más groseros y con la interpelación directa a su público. En el teatro nacido en las iglesias, las propias características del espacio y la necesidad de obtener la atención y la credulidad de los espectadores dan lugar a dramaturgias discursivas muy expositivas y didácticas, impregnadas de solemnidad.
Literatura Grecia En Grecia se crearon los tres géneros dramáticos más importantes del teatro clásico: tragedia, comedia y drama satírico, todos ellos relacionados con las fiestas religiosas. En los orígenes de la tragedia se funde una tradición popular de danza coral y una tradición religiosa del culto a Dionisio. Se conocen las obras de los tres grandes trágicos de Grecia: Esquilo, Sófocles y Eurípides. Desde Esquilo hasta Eurípides la tragedia evolucionó en su forma: tendencias a disminuir la importancia del coro, aumento del número de personajes. También evolucionó en su contenido: las preocupaciones políticas de esquilo se fueron transformando en preocupaciones individuales en Eurípides. La comedia evolucionó desde una posición política, con personajes y escenas simbólicas e irreales, como aparece en Aristófanes (comedia antigua), a una sátira social (comedia media), hasta la comedia de costumbres helenística, con caracteres estereotipados y ambiente realista (comedia nueva). Del drama satírico apenas se ha conservado algunos restos. El único
texto completo es El cíclope, de Eurípides. El drama satírico se representaba en las grandes fiestas dionisiacas, junto con tres tragedias formando una tetralogía.
Roma El teatro romano floreció principalmente durante la época republicana, entre las guerras púnicas y la definitiva expansión por el Mediterráneo (-250 a -150). Durante esta época aparecieron autores trágicos y comediógrafos de tendencia helenística como Livio Andrónico, Nevio, Enio (de los que casi no se ha conservado nada), y los más importantes, Terencio y Plauto. Paralelamente existió un teatro típicamente romano, representado por Atta y Afranio con sus comoediae togatae, y a partir del s. I apareció la farsa atelana, con sus personajes fijos al modo de la futura commedia dell´arte italiana del Renacimiento. De todas estas obras apenas se han conservado algunos fragmentos. A partir de Terencio, el teatro, al igual que toda manifestación de literatura popular, fue languideciendo. En época de Augusto hubo intentos de reconstruir y favorecer el teatro desde el Estado. Vario fue recompensado espléndidamente por su Tiestes y Horacio tuvo que justificarse ante Augusto por no intentar componer ninguna pieza teatral. La realidad era que el pueblo romano, después de la terrible lucha de clases que ensangrentó el s. I hasta la dictadura de Augusto, estaba completamente separado de la producción teatral fomentada por el Estado y de la moral e ideología que intentaba imponer Augusto. La aparente excepción del teatro de Séneca no fue tal, puesto que eran obras destinadas a la lectura y no a la representación. Existió otro tipo de teatro ínfimo: la pantomima y sobre todo el mimo. En ellos se presentaban juegos y escenas espectaculares, llenas de excentricidades licenciosas que atraían la atención del pueblo. Con este tipo de teatro, es comprensible que la Iglesia prohibiera las representaciones teatrales en el s. V.
Edad Media
El teatro medieval procede de la liturgia cristiana a partir de los tropos que se desarrollaban en medios monásticos suizos y franceses desde mediados del s. IX. Son unos textos interpolados en una pieza litúrgica que aprovechan una frase musical sin letra en el canto. Poco a poco, se hicieron dialogados y se representaron. En toda Europa (exceptuando Castilla) se desarrolló el teatro con obras de carácter profano como juegos de escarnio, entremeses, fastnachtsspiele o farsas. Paradójicamente, en Castilla no hubo drama litúrgico, ni con el rito mozárabe ni después de la llegada de los monjes de Cluny (s. XI) con la introducción del rito romano. El llamado auto de los Reyes Magos parece contradecir esta ausencia de teatro. En realidad esta obra, por su lengua (rasgos gascones) y por sus fuentes, es de origen extranjero y aparece como un fenómeno aislado en Castilla. El teatro castellano no aparecerá hasta Juan del Encina, Lucas Fernández y el teatro cortesano de fines del s. XV. En un principio los escenarios, generalmente múltiples, divididos en sedes o mansiones, se montaban dentro de la Iglesia, quizá sobre plataformas por encima de los espectadores. Después, al salir a la calle, se montaron sobre grandes tarimas, a veces superpuestas, especialmente cuando tenían que presentar visiones celestes. Estos tipos de escenarios continuaron utilizándose hasta fines del s. XVI.
El transcurso del teatro en la historia a penas comienza en nuestras páginas y por ahora damos por concluida esta rápida introducción a sus orígenes. Más adelante, en muchos otros ejemplares dedicados al teatro, hablaremos de lo que ocurrió en el Renacimiento hasta llegar a nuestros días; también, trataremos de lo que acontece fuera y detrás de los escenarios, los actores, directores y toda la preparación previa a l espectáculo que disfrutan ante sus ojos . Por ahora los dejamos recordándoles que no olviden revisar sus carteleras para encontrar alguna obra de su agrado y dejándoles un dato, no curioso, el 27 de marzo es el Día del teatro.
Este hombre cree que sabe leer. Sin embargo lo que más le importa es la historia y muere por saber qué va a ocurrir después. Cree que tus libros son buenos porque tienen un bello mensaje al final. Se maravilla de la manera en que te las arreglas para hablar de la parte más intima de su vida utilizando tus propios traumas y casualidades. A menudo se salta esas aburridas descripciones que se extienden penosamente durante dos o tres páginas, pero por otro lado le gustan mucho los personajes que le recuerdan a sí mismo o a lo que nunca se atrevió a ser. Le encantaría si pudieras darle un autógrafo y con algo de suerte incluso podrías acceder a tomarte un café en su compañía. Después de todo eres un hombre interesante, torturado y depresivo, y es fácil decirlo porque tus mundos también están llenos de creaturas torturadas y depresivas. A pesar de todo, es preferible a aquel otro que no sólo sabe lo que dijiste, sino también lo que realmente quisiste decir, y lo sabe tan bien que prefiere decirlo a su manera y con sus propias palabras, aunque no pueda.
Mi intención al soplar las bolitas de papel con el tubo de la pluma no ha sido nunca un pretexto para llamar la atención de las chavas del salón. Ni intento explicárselo a nadie, de todos modos nadie me lo creería; es algo bastante infantil. Tampoco puedo andar por ahí explicándole a todo el mundo que la hiperactividad o el Déficit de atención, como lo diagnosticaron algunos psicólogos conductistas, no es un problema que se acabe en la infancia, o al menos eso dicen ellos. Por mi parte, nunca lo he considerado un problema y si no fuera por los requerimientos ajenos yo nunca habría ido a terapia. De cualquier forma ahí estaba ella, justo en el destino de la bolita ensalivada. Ésta se le atascó entre dos pasadores que sostenían un mechón rojo y liso más corto que el resto de su cabello envuelto en un chongo gordo. Su cuello descubierto tenía la apariencia de oler a vainilla y algunos vellos finos le subían en hilera como diminutas hormigas hasta el cabello de su cabeza, adornada por el montículo rojizo. Subió la mano y desatascó el copo de nieve que desentonaba con el paisaje. No puso cara de asco ni siquiera cuando volteó y me vio allí pasmado, con el tubito de la pluma lleno de saliva en mi mano inmóvil. Creo que la maestra hablaba de Las vanguardias, no puse atención, la verdad sí me cuesta trabajo concentrarme. Cuando aceptó venir a mi departamento preparé en la laptop varias listas de reproducción para que escogiera la música y compré algunos vasos de vidrio para las bebidas; desde que vivo solo, uso trastes desechables para no lavar. Era temprano y hacía un frío azul. Su cara pálida resaltaba unas ojeras recientes y sus labios opacos y violetas el rojo cristalino de sus ojos; era evidente que había pasado la noche llorado. Así lucía más hermosa y la besé. Nos veíamos por lo menos dos veces por semana. Si necesitaba aliviar su dolor llegaba los viernes y se iba hasta el domingo cuando el día menguaba y la gasolinera de enfrente encendía de nuevo su verdor. Con aquella iluminación artificial su cabello de serpientes semejaba una aparición sacrílega y sublime que me recordaba la visión gloriosa de Don Ramiro al contemplar a su semi bárbara Aixa o quizás a la sínica belleza de Emma Bovary..
Pero no, prefería no definirlo con explícita obsesión, ese misterio no era para resolverse en aquellos momentos de intimidad y prefería dejar las intrigas a mis lecturas asiduas de Bolaño para disfrutar en ese momento el soplo tibio y efímero de poseerla. Poco a poco descubrí que nuestros gustos musicales hubieran sido idénticos si no fuera porque lo que a mí me gustaba actualmente a ella le había pasado de moda hace un par de años. Aún así disfrutábamos la mezcla de canciones mientras jugábamos cadáver exquisito musicalizado. El juego consistía en escribir un cuento improvisado. Uno tomaba la computadora y escribía un párrafo en el lapso de una canción, cuando ésta terminaba, el otro escribía su párrafo después de leer el anterior, pero había que terminar a la par de la canción en turno. Hicimos unos tres cuentos bastante largos, pero siempre se notaba la diferencia de estilos casi con divisiones fluorescentes; chisporroteos descriptivos o brusquedad narrativa. Aunque a decir verdad, la historia tenía buena continuidad. Algunos días también jugábamos Verdad o reto y ella aprovechaba para contarme sus secretos más tristes. Luego coincidíamos en una especie de euforia y nos íbamos a la una de la mañana al parque España o algún bar gay de Insurgentes, un poco por morbo y también porque ella decía que odiaba las miradas lascivas de los hombres cuando bailaba en los antros típicos. Como a las cinco am, llegábamos al departamento y luego se echaba a llorar tomando como ejemplo las cascadas de Iguazú. Yo la observaba y en mi contrariedad no era capaz de pronunciar palabra. Me dolían sus heridas, pero más su sonrisa, como duele un poema bello o como duele una melodía muy fina. Creo que a veces, cuando se dejaba querer, notaba ese algo extraño que en realidad era mi amor, entonces se retiraba como el mar al ocultarse su luna. Cuando terminó ese semestre ella dejó la escuela y si no fuera por las bolitas de papel que me mantenían a flote yo también lo habría hecho. Al fin y al cabo uno puede andar por ahí sin explicar sus trastornos, ignorando las etiquetas, si se tiene una capacidad presumiblemente innata de reconstruir las propias divagaciones como mecanismo de defensa o simplemente por afición a lo sensible. Todo depende de la percepción.
Puntual Al final de la noche El último sorbo en la copa Será el más amargo; Se habrá convertido en cenizas El cigarro que abrasa la mano; El prófugo llanto, a los ojos, No será regresado; El remanente recuerdo Del pensamiento, al fin, será desterrado. Consumida la gota última habitante en la copa; Extinguido el aliento postrero del tabaco; Marchito el evasivo rocío en la mirada Y la memoria al penoso olvido exiliada, Será el momento definitivo En que la existencia del ser, Aniquilado en el tiempo, Evoque el principio al final de su vida Que concluye puntual a la noche que termina.
Uno olvida Donde está nuestra primera caída y los deseos fugaces que las crédulas estrellas concedían; donde los primarios miedos en armarios y bajo los colchones se ocultaban; donde la sonrisa más pequeña anunciaba la más grande alegría; donde el llanto más profundo la más somera herida provocaba; donde el más gallardo ante las noches tormentosas retrocedía; donde el tiempo y el día para jugar con los amigos no alcanzaba; donde la decisión más complicada fue la elección de irme con melón o con sandía; donde las conversaciones trascendentales en caricaturas se centraban; donde no existían preocupaciones postreras pero sí placeres todos los días. Ahí es donde reside nuestra infancia que al transcurso de los años, de la vida, uno va olvidando, uno olvida que alguna vez fue niño, que alguna vez fue niña, que alguna vez por cualquier cosa se reía.
Poeta trágico griego, uno de tres grandes dramaturgos de la antigua Atenas, junto con Esquilo y Eurípides. Sófocles nació en Colono Hípico (actualmente parte de Atenas) alrededor del año 496 a.C. Hijo de Sofilo, un acomodado fabricante de armaduras. Sófocles recibió la mejor educación que la aristocracia tradicional podía ofrecer. De joven fue llamado a dirigir el coro de muchachos para celebrar la victoria naval de Salamina en el año 480 a.C. Fue derrotado por Eurípides en uno de los concursos dramáticos que se celebraban anualmente en Atenas durante las fiestas dionisiacas (también se dice que se dio a conocer tras vencer a Esquilo en este concurso, el cual , Esquilo, dominaba). A partir de 468 a.C., Sófocles ganó el primer lugar en veinticuatro ocasiones y obtuvo en otras tantas la segunda plaza. Comenzó así una carrera literaria sin precedentes; Sófocles llegó a escribir hasta ciento veintitrés tragedias para los festivales. Se convirtió en una figura importante en Atenas, y su larga vida, que concluyo en el 406 a.C. con casi noventa años, coincidió con el momento de máximo esplendor de la ciudad. Entre sus amigos figuran el historiador Herodoto y el estadista Pericles. Pese a no comprometerse activamente en la vida política y carecer de aspiraciones militares, fue elegido por los atenienses en dos ocasiones para desempeñar importantes funciones como estratego y participó en la expedición ateniense contra Samos en 440 a.C. (Vidas paralelas, Plutarco). Su muerte coincidió con la guerra de Esparta que habría de significar el principio del fin del dominio ateniense, y se dice que el ejército atacante concertó una tregua para que se pudieran celebrar debidamente sus funerales.
Manteniéndose en la línea tradicional de la tragedia, Sófocles introdujo en ella algunas reformas técnicas de importancia: mayor número de actores (introducción de un tercer actor en escena) lo que daba más juego al dialogo y el hecho de dotar de complejidad psicológica al héroe de la obra; también, el énfasis dado al carácter y los motivos. Testimonio de su aprendizaje son los fragmentos conservados de la pieza satírica Los sabuesos. El primer drama íntegro que de él ha quedado es la tragedia Áyax, fundada en el pleito sobre el cadáver del protagonista y en la necesidad de prestarle honras fúnebres, defendida por su enemigo Odiseo. Componen el llamado ciclo tebano Edipo rey, Edipo en Colono y Antígona. Esta última pieza, obra ya de madurez, trata del conflicto planteado por la prohibición que Creonte ha dictado de que se entierre a Polinice, hermano de la protagonista, por haberse levantado contra la ciudad y contra él. De la violación de tal decreto procede la fuerza trágica de la obra. Las traquinias pertenece al ciclo de Heracles (Hércules) y se inspira en el tema de la venganza que Deyanira, esposa de Heracles, realiza en la persona de su marido, enamorado de la cautiva Yola. Al ciclo de la guerra troyana pertenecen Electra y Filoctetes , tragedias que en este aspecto temático se relacionan con el drama de Áyax. Sófocles encarnó la serenidad ática. Sófocles hoy es considerado, por muchos, el mayor de los dramaturgos griegos por haber alcanzado un equilibrio expresivo ausente en el simbolismo de Esquilo y el realismo teórico de Eurípides.
Desde el siglo cuarto los teóricos y críticos de la literatura1 habían manifestado su preocupación con respecto a la creciente importancia del copyright, o como diría el escritor Walter James, de los derechos que olvidaban las obligaciones del autor. Situemos el contexto: como telón de fondo encontramos una sociedad ligada a la demanda y al consumo de mercancías, entre las que encontramos desde luego, al “arte”2 ; por otro lado se ha implantado una idea de originalidad que determina la forma en que éste se desarrolla. Ahora sabemos que no hay idea alguna que no haya sido copiada de otros y que la originalidad, como tal, no existe; sin embargo, ya no queda en esta época ninguna noción de mercado tal como se concebía en la edad jurista. La forma de entender el arte, nadie lo niega, ha cambiado. En la Universidad aún está latente la polémica que provocó la saga Isabelina Las furias rojas. No hace falta elaborar un recuento detallado de las disputas académicas, pero, nunca estará de más enumerar algunos incidentes. Primeramente, sabemos que la publicación del primer tomo, La Rosa del Limbo, no sólo rompió los records de venta en las descargas electrónicas que, años atrás, habían hecho millonarios a innumerables escritores, o pseudo escritores si se utiliza el término empleado por Félix Hernández en La decadencia del arte, sino que también fue rechazada por la crítica académica y la cibernáutica letrada. Los grupos de eruditos unidos en red, así como los catedráticos en la Universidad, repudiaron la repetición de fórmulas y de recetas que este libro había llevado al extremo. Ni siquiera se intentaba ocultar el afán propagandístico y demagogo. El libro era todo, menos literatura. 1 Todavía en el siglo XX, el estudio de la “literatura” se mantenía separada de otras ramas del conocimiento produciendo profesionales especializados en su estudio. 2 La idea de arte en esta época difiere significativamente de la nuestra. Si bien ella estuvo atada desde sus orígenes a la política o al mercado, debemos recordar que la nuestra vive aprisionada por la idea de neutralidad contra el influjo del inconsciente.
Estas críticas no impidieron su rápida aceptación entre los jóvenes. En contra de lo que el doctor Lima suponía, los seguidores de la zaga no opusieron resistencia alguna contra las imposiciones mercantiles que los obligaba a adquirir nuevos productos derivados del libro, ya fueran camisetas, juguetes, tasas, pues llegaron incluso a fundar una villa idéntica a la descrita en el primer libro; mejor dicho, estaban conscientes del papel que desempeñaban en la larga cadena de consumo, y lo aceptaron. Inmediatamente se filmaron películas y posteriormente una serie de 567 capítulos que nada tenían que ver con la trama que se desarrollaba en el libro y que continuaría El espejo quebrado, su segunda parte. Entre otros comentarios cabe recordar el que expresó el escritor Jorge Volaño: “No es la necedad de ver a Matilde Urbark en situaciones inverosímiles, sino crear para el público innumerables tiempos donde pudo ella pudo existir y existió.”3 Esto, como bien sabemos, no fue el meollo del asunto. Esta saga es digna de estudiarse por el cúmulo de datos históricos y psicológicos que en sí contiene. Los enfrentamientos (supuestos diálogos entre dos maneras de pensar) son más importantes que la obra literaria. Éstos comenzaron cuando el programa espacial del IMN (confederación de los países más ricos), terminó el proyecto Deyfrus, en el cual se alojaron, los rasgos más característicos de la cultura. Tres editoriales fueron las elegidas para elaborar el catálogo de las obras representativas de su tiempo; en él figuran los nueve tomos de Las Furias rojas dejando de lado libros como: Don Quixotte o La Comedia. La Academia protestó por no ser quien eligiera los textos que habrían de preservarse. Las enarboladas y violentas discusiones terminaron por abrir el catálogo a tres obras más, entre los que no se encuentran los dos libros causantes de tal alboroto, sino dos libros de un autor griego y un ensayo escrito por los miembros más respetables de la Universidad. ___________________________________________________________________________ 3
André Rojas (2023) La literatura del siglo XXI
Ahora bien, el problema que nos compete es la profunda marca que dejó esta serie en su tiempo y en el nuestro. Por más de dos décadas Las furias rojas hicieron soñar, rabiar y delirar a más de tres generaciones. El libro que conocemos no es sino fragmentos. Aciertan los investigadores que postulan diversos autores. Cuando la escritora dejó de producir, el mercado entró en retroceso. De poco valieron los esfuerzos de la editorial Ypsilon por continuar su legado, todos sus intentos fracasaron. El problema se agudizó cuando la red proporcionó cuentos y novelas 4que narraban aventuras apócrifas sobre Matilde Urbak. Pronto, las ficciones se desplegaron en todos los ámbitos, reformulándose continuamente, adquiriendo ideologías modernas y nuevos tratamientos a problemas que nunca habían figurado en los libros ni en sus muchas reproducciones. Los resultados son desiguales, algunas merecen el olvido, en cambio otras, sorprenden por el talento con el que están escritos. Hay entre todas las narraciones tres que fácilmente pueden ser consideradas como la mejor narrativa de su tiempo: Días perdidos del avatar Tsugumi Huchiha, Dos Espadas de un autor anónimo, y Desierto de André Gibón. En el primero de ellos Matilde Urbak narra su muerte, dando un nuevo sentido a la rosa que aparece en el segundo libro, cuya función en la serie había sido la de otorgarle la inmortalidad. La rosa es una metáfora sobre el tiempo y la fugacidad de la vida, pues Matilde va a la fortaleza de Júpiter con la certeza de que morirá. El texto fue escrito cuando las imitaciones eran recientes, no sé conoce a su autor pero si al avatar que aparecía en los chats y espacios virtuales para responder con enigmas los enigmas que dejó planteados en las páginas. Este avatar es un ícono en el imaginario colectivo, una mujer centauro que lleva consigo un gato negro. A pesar de los intentos de la Universidad, de los admiradores y la justicia, por encontrarlo, nunca se descubrió su identidad. El segundo texto es una obra maestra, amada por nuestros dentofilológos, porque está escrito a manera de un poema épico con versificación perfecta donde se puede observar los cambios de la lengua. El narrador nos cuenta aventuras oscuras que serían impensables en la novela. En una de ellas, la intimidad con un centauro le entrega el conocimiento del cielo _________________________________________________________________________ 4
Cuentos y novelas eran dos derivaciones de la ficción, plenamente identificados aún en épocas donde la homo-
genización que conocemos empezaba a ser tomada como verdadera.
y del infierno que la hará vencer, en el último verso, a Júpiter. Algunos creen que su compositor fue un catedrático. Por último, el caso de André Gibón, necesita un tratamiento especial. Todos lo conocemos, lo hemos visto en fotografías, en grabaciones fugaces; sus entrevistas por la red son famosas. Es la figura del hombre de nuestro tiempo, callado, firme, combativo, con una mirada arrogante, siempre dispuesto dar entrevistas y a dar su opinión en asuntos públicos. A él le debemos el último libro de los tres anteriormente descritos: Desierto. En él Matilde Urbak es nombrada ciento veinticuatro veces y ninguna vez aparece. Los recuerdos de un yo colectivo, nos narran la travesía que emprendieron los últimos seres humanos sobre la tierra y la búsqueda de la rosa que le otorgó a su diosa la inmortalidad. Una bella parábola del destino humano: el retorno al silencio. Gibón fue el único que aceptó haber escrito sobre Matilde Urbak cuando la policía cibernética censuraba páginas de contenido prohibido. La red pudo esconderlo, no obstante, él, en un video mal editado, aceptó ser el autor del texto que habían leído más de cinco millones de usuarios. Lo arrestaron, recluyéndolo en una celda donde enfrentó cargos por más de quince mil millones de dólares por dañar la propiedad intelectual de Isabel Molina, mejor dicho de Ypsilon, su editorial. Como esperaban todos, se negó a ceder los derechos de su obra como compensación por su crimen. Los seguidores de la serie armaron disturbios y se manifestaron fuera de la casa del juez Jiménez, muchos de ellos pidieron a Isabel que interviniera en el caso, ella no contestó. La moneda estaba en el aire. André no sólo se negó a dar disculpas, sino que ante las cámaras y frente a Isabel invitó al público a hacer lo mismo. Como si respondiera a este llamado apareció en un portal de libros antiguos, Dos Espadas, retrato del que ya hemos hablado. Arturo Fontaine, entre otros, creen que el texto ya había sido escrito y que pasaba de usuario a usuario en un grupo pequeño. Lo que sigue es vergonzoso. La ley condenó al hombre a cuarenta y cinco años de prisión y confiscó sus bienes, prohibió la lectura de Desierto y proclamó que si alguien leía, distribuía o comentaba un sólo pasaje tendría que pagar 2000 dólares por derechos de autor. Aquí fue donde los
teóricos y críticos se enfrentaron, una vez más, a las casas editoriales. Unos estuvieron a favor de que la repetición de elementos constituían historias disímiles, con distinto valor: “la historia de la literatura es un plagio constante, el autor no existía en la edad media; si no fuera por eso no tendríamos el Amadís, y sin él tampoco a Don Quixote.”5 Los otros argumentaban que André Gibón había aprovechado el patrimonio de Molina, su fama y la rentabilidad del tema; además, admitieron que si el texto era bueno o malo, no tenía nada que ver con la condena. Los académicos de nuevo fueron derrotados. André era muy joven cuando fue a la cárcel. No volvió a escribir. Estas afirmaciones (que nos condujeron a concebir los textos citados como obras de diferente autor y no de uno sólo como los dentofilólogos aseguraban) han sido corroboradas con los estudios recientes sobre Dreyfus. Nosotros aseguramos que Las Furias rojas, constaba solo de ocho volúmenes y que el último capítulo y Desierto eran independientes. No hace unos meses se descubrió en una de las cámaras relacionados con la tecnología (que nuestros físicos e ingenieros no quisieron revisar) una pequeña caja que contenía los tres libros que los académicos escogieron para preservarse. Los dos libros de Homero fueron un desperdicio porque se conservaron en las memorias de ordenadores antiguos, pero no sucedió lo mismo con Don Quixote, o La Comedia. Pues bien, el tercer libro es un esfuerzo “quijotesco” (así lo llamaron) por elaborar un compendio de toda la literatura escrita hasta entonces. Por esto, postulo que de estas tres narraciones y no del arte suicida de Bergusconi se deriva nuestra idea de arte. Los barbarismos cometidos por el miedo a la imitación, nos desligaron del miedo a la originalidad. Por ellos se originó el arte fugitivo, nuestra obsesión con un solo tema y su repetición infinita. Por tanto, el trabajo de Ángel Márquez, es obsoleto, puesto que él partía de la hipótesis de que existió una sociedad donde la elaboración de literatura era común entre los hombres por el simple deseo de crear poesía, por eso los temas en Las furias rojas eran tan variados. Falso, la literatura siempre estuvo atada a su sociedad, de la misma forma que el “arte” de nuestro tiempo lo está con los intrincados _______________________________________________________________________ 5
Roberto Bolenno citado en Literatura del siglo XXI
laberintos del pensamiento y de la inteligencia humana. Por esto, estoy convencido que la propuesta de Nicanor Regis es aceptable, y que el estudio de Las furias rojas como materia obligada en nuestra casa de estudios es por demás absurda. Las razones son simples, este acontecimiento nos confirmó que el arte existe sin la obra y su imposición. Podríamos destruir el arte anterior sin perder nada, pues el tiempo la restituiría con otro nombre y autor pero siempre perfecta para el hombre de su tiempo.