6 minute read

Medio siglo del Parque Nacional del Manu

Advertisement

Las áreas naturales protegidas representan el 17,3% del territorio terrestre del Perú. Al interior de este extenso ámbito se encuentran representadas las ecorregiones del país, cada una con su deslumbrante flora, abundante fauna y hermosos paisajes. Esta riqueza natural, una de las mayores del planeta, constituye un valioso patrimonio natural de cuya conservación y protección somos todos responsables. De las más de setenta que existen en el país, existe una que cuenta con los ecosistemas más biodiversos del planeta. Es el Parque Nacional del Manu, declarado patrimonio natural de la humanidad por la UNESCO en 1987.

protección de la biodiversidad tropical, que abarcó 93 parques naturales en 22 países (incluyendo Perú), señaló un hallazgo: las áreas protegidas eran, ecológicamente, mejores que las tierras aledañas, que no contaban con protección.

comunidades campesinas quechua hablantes y pueblos indígenas en situación de aislamiento o contacto inicial (PIACI). Entre ellas, las ya contactadas como los Yora, Harakbut, Wachiperi, Yine y Matsiguenka, y otras que aún se encuentran en aislamiento voluntario como los Mashko-Piro.

Pero, ¿qué

es son las Áreas

Naturales Protegidas (ANP)? Son espacios donde se ejecutan esfuerzos para preservar los ecosistemas y las especies silvestres que viven allí. Muchas de estas especies pueden sobrevivir gracias, precisamente, a la protección brindada por parques nacionales, reservas naturales y otras áreas protegidas. Un estudio sobre la efectividad de los parques en la

En el Perú, recién en 1940 se creó la primera área de conservación: la Zona Reservada para pesca en el Río Pacaya (Loreto), que forma parte hoy de la Reserva Nacional Pacaya Samiria. Pasaron 33 años para que el Manu tenga la misma categoría. Desde una mirada macro, el Parque Nacional del Manu está presente en los departamentos de Cusco y Madre de Dios y cuenta con una extensión de 1 716 295,22 hectáreas. Ofrece un paisaje único que permite disfrutar de una gradiente altitudinal en un solo día. Por ejemplo, puedes encontrarte a una altitud de 4000 msnm en el bosque montano lluvioso y descender hasta los 600 msnm para adentrarte al bosque tropical lluvioso. Este lugar no solo alberga especies de animales silvestres y plantas, sino también cultura. Dentro del Manu, viven

Con más de mil especies de aves registradas, la ruta del Manu es una de las más preferidas por los observadores de aves. Además, es considerado el lugar con mayor biodiversidad terrestre del planeta con cerca de 160 especies de mamíferos, entre los más emblemáticos destacan, el oso de anteojos (Tremarctos ornatus) en la zona altoandina y el jaguar u otorongo (Panthera onca) en la zona amazónica. También se han identificado alrededor de 140 especies de anfibios, 50 especies de serpientes, 40 de lagartijas, 6 de tortugas, 3 de caimanes y 210 de peces.

Amanecer De Ensue O

El Puesto de Vigilancia y Control Acjanaco te da la bienvenida al parque. Allí tendrás la oportunidad de apreciar varias especies de orquídeas, que han sido rescatadas de los incendios forestales por los guardaparques. También podrás acampar en el mirador de Tres Cruces y ser espectador de uno de los amaneceres más impresionantes del mundo: imagina una vista a vuelo de pájaro, rodeado de un gran colchón de nubes a 3700 msnm.

Siguiendo la ruta en carretera llegarás hasta el puerto de Atalaya, donde comienza la travesía fluvial: arranca en el río Madre de Dios y continúa por el río Manu. Existe una parada estratégica, a mitad de camino, como para estirar las piernas y picar algo: la Comunidad de Boca Manu. Allí tiene lugar una historia exitosa de conservación. Muchos árboles de la Amazonía peruana son talados ilegalmente debido a la demanda del comercio ilegal de madera. Esta mala práctica podría despoblar los bosques en menos de veinte años. Sin embargo, la Comunidad de Boca Manu e Isla Los Valles se han asociado para emprender un negocio de fabricación de botes y artesanías de madera… sin tener que talar un solo árbol. Al caer de forma natural, árboles como el cedro, la caoba y la catahua (troncos grandes entre 40 y 60 metros de altura) son arrastrados por el río Manu. Entonces los recolectores los capturan con sogas y los llevan hacia la orilla para luego trasladarlos al centro de acopio, donde construyen botes y elaboran una variedad de muebles de madera para el hogar.

Patrimonio Cultural Y Natural

Por Guillermo Reaño

Director de la plataforma multimedia Viajeros

Le pregunté a Marc Dourojeanni, tal vez el último de los ambientalistas vivos que estuvieron en el antes y el después del establecimiento del Parque Nacional Manu en 1973, hace cincuenta años, por el éxito en el resguardo de un área natural protegida que tiene el 99 por ciento de su territorio en igual o mejor estado de conservación que cuando se creó: “Es la gente, me dijo, el cuidado de los bienes comunes depende de las personas, de las encumbradas y de las más humildes, de todos”. En un país poco afecto a la continuidad de los procesos exitosos y adicto, qué tragedia, a las malas noticias, que una gesta como la del Manu, que involucra a más de un ministerio, dos regiones políticas, varios municipios locales, comunidades nativas, la academia y un numeroso contingente de oenegés aliadas, representa un acontecimiento que deberíamos atesorar y hacer visible para contagiarnos de optimismo.

Somos de los que creen que el país que estamos en la obligación de construir se debe sostener sobre dos de sus grandes patrimonios: el cultural y el natural. Y en el Parque Nacional del Manu y sus zonas de influencia estas dos herencias conviven para admiración del mundo. En las montañas feraces y en la floresta exultante del Manu, más de dos millones de hectáreas de bosques si sumamos las superficies del parque nacional y la reserva de biosfera, conviven poblaciones matsigenkas, yines y mascho-piros, esta última en aislamiento voluntario, con quechuas, mestizos y colonos llegados desde los confines del Perú en armoniosa relación con osos de anteojos y otorongos, monos aulladores y aves de plumajes iridiscentes y cantos inverosímiles. En el territorio de los récords mundiales en biodiversidad los petroglifos de Pusharo y los restos de Mameria, un pueblo cuyos habitantes fueron capaces de construir una andenería en medio de la selva semejante a la de los Incas, existe un capital que nos debería enorgullecer y servirnos de acicate para mirar el futuro con mejores perspectivas. Orgullosos y seguros de la continuidad del proceso de la cultura andino-amazónicos de un país de todas las sangres y todas las voces.

Los Guardianes Del Bosque

El Perú cuenta con 723 guardaparques. De esa población total, 27 cuidan el Parque Nacional del Manu, entre profesionales, personas locales e indígenas que decidieron cuidar y proteger la naturaleza. Ellos realizan patrullajes no solo por tierra, también salen en bote a monitorear los ríos y cuidar de que no se esté cazando animales silvestres, pescando, talando árboles o quemando (actividades prohibidas dentro del área intangible del parque).

Además, hay puestos, como Acjanaco y Limonal, donde se controla el ingreso y salida de visitantes. Allí los guardaparques se vuelven expertos guías de turismo y educan a todos los visitantes sobre la importancia de conservar este hermoso lugar. La mejor época para visitar el Manu es cuando hay menos lluvias, entre los meses de junio a octubre. Porque conocer el Manu es una experiencia que te cambiara la vida, después de haber logrado conectar con la naturaleza.

Biodiversa. Una bandada de guacamayos de frente castaña (Ara severus). Recuerda visitar la torre de observación de aves ubicada en el PVC Limonal. Izquierda: El gallito de las rocas o tunqui (Rupicola peruvianus) habita los bosques de neblina del Parque Nacional del Manu.

Son las cinco de la mañana y la joven abogada María sale presurosa de su casa en Carabayllo, más allá del kilómetro 22 de la carretera hacia Canta. Tiene que caminar cinco cuadras para sumarse a la extensa cola que espera el alimentador del Metropolitano. Llega a la Estación Naranjal y corre en medio del tumulto provocado por otros pasajeros que van y vienen a empellones. Entonces enfrenta otra cola, larguísima, para tomar el bus de la Ruta Regular A, una de las confusas y no bien satisfechas rutas de los dieciocho servicios viales. Adentro, el bus va repleto y ella tiene que viajar resignada. Luego de bajar en la Estación Central, tendrá que caminar otras cuatro cuadras más para llegar a su oficina antes de las nueve de la mañana.

Daniel aborda una combi sin autorización en Jicamarca (Huarochirí). Debe estar a las cinco de la mañana, la misma hora que María sale recién de casa, en la Estación Bayovar de la Línea 1 de Metro. En plena carrera, la combi choca con un mototaxi. Tienen que subir a otra y, por la demora, pierde el primer tren. No le queda otra más que sumarse a una multitud de pasajeros que forman diez colas para pasar su tarjeta en el torniquete. Entre el ruido de vehículos, sonidos de claxon y gritos de jaladores de combi, más de uno en la cola recurre a un revendedor. Cuarenta minutos después logra sentarse: le espera un largo tramo hasta llegar a su destino final en José Gálvez.

Podríamos relatar los testimonios de más de siete millones de habitantes de Lima y Callao que utilizan el

This article is from: