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Qué me SoStiene? isabel cristina Salas
Por: Isabel C. Salas
Si algo me heredó la familia católica en la que crecí, es eso de creer en las múltiples formas que puede tener Dios. Y es precisamente una fuerza invisible y poderosa la que me embarga cuando me enamoro, cuando veo algún atardecer memorable, cuando conozco algún lugar inimaginable, cuando río con mi madre, cuando un libro me estremece o una canción me rescata. Dios, quizás. Por eso, hay dos tipos de personas que son mis favoritas: las que recomiendan libros y las que rotan canciones. Ellos y ellas, tal vez sin saberlo, me han salvado de la vida innumerables veces. Y cuando digo de la vida me refiero a la rutina pesada en la que se puede convertir la cotidianidad, a la ansiedad inamovible que genera pensar en el mañana. En los libros he encontrado refugio, asilo y hogares, lugares seguros para estar, para zafarme de posturas que ya no me sirven, para desnudarme y achicarme, para ser frágil. Pero, también, lugares seguros para crecer, para transformarme, para cargarme de combustible vital, para ser fuerte. He encontrado espejos, reflejos dolorosos y alegres de quién soy, de las múltiples versiones que he sido o que puedo llegar a ser. Los libros, tal vez, son los que más me han enseñado que todas las historias son posibles y que estamos atravesados por los mismos relatos. No importa de dónde vengamos, qué cultura o familia nos haya hecho ser quienes somos, no importa en qué creamos o por qué camino vayamos en la vida, ahí están los libros, sus historias y personajes con sus reflectores para iluminar nuestras grietas, pasados y miedos, y para que, al ver dentro de ellos, encontremos que muchos, por no decir todos, llevamos en la cara (en el cuerpo y en el alma) las mismas marcas. Dios, quizás. Y la música, la música, la música, ¿qué sería de mi vida sin la música? Escucho música desde que me levanto hasta que me acuesto, escucho en aleatorio, paso del rock al reguetón sin sobresalto, busco canciones tristes cuando quiero vaciarme de lágrimas, busco canciones alegres cuando me canso de la tristeza y el cuerpo quiere moverse.
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Hay canciones que me transportan a otros lugares, a otros momentos y personas. Hay canciones que son banda sonora, que hacen parte de alguna época de la vida, canciones para recordar quién he sido. Y cuando creo que ya lo han cantado todo, aparecen nuevas canciones, nuevos ritmos y letras que me hablan acerca de quién soy ahora o que me recuerdan todo lo que me he transformado. En mi vida, la música es máquina del tiempo, paracaídas y flotador, es cinturón de seguridad y oxígeno, es freno de mano y primeros auxilios. La música tiene el poder de llevarme a la luz, de hacerme sonreír y bailar cuando la oscuridad se me pinta en la cara, tiene la capacidad de levantarme cuando la vida me pesa y ya no doy más, logra reiniciarme cuando me desconecto y volver a creer cuando las razones se me agotan. Dios, quizás. Cuando me pregunto ¿qué me sostiene? Me respondo, sin duda, que me sostienen muchas cosas, muchas personas, experiencias y sueños, pero si algo las atraviesa todas, son los libros y la música. Dios, quizás.