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crear eS un acto de fe, andrea castellanos rodríguez
Crear es un acto de fe
Por: Andrea Castellanos Rodríguez
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Hay días que siento que crear una ilustración o una historia es como botar un mensaje en la botella en el mar junto a otras botellas y no saber si alguien valorará tu obra de arte o no. La lanzamos al mar porque queremos compartirla, saber que piensa la gente de ese mensaje. ¿Lo verán? ¿Se lo robaran y dirán que es suyo? Existe la posibilidad de que lo lean y lo desechen en la tierra, en vez de dejar que siga circulando en el mar en búsqueda de otra persona. Sin embargo, existe la esperanza de que una persona lo encuentre, aprecie los detalles de esa obra, medite y decida enmarcarlo. O decida compartirlo con otras personas y así sucesivamente. Crear es un proceso de miles de factores que ni la computadora más precisa puede predecir que va a pasar, se puede crear una obra “perfecta”, pero ¿alguien se acordará con el paso de los milenios? ¿Seguirá siendo perfecta con una quinta relectura?, ¿cuando pasé el tiempo? ¿Su significado seguirá siendo el mismo? ¿O el éxito del momento es suficiente para el artista? Aún así seguimos creando; sea cual sea el motivo que tengamos para hacerlo, el hecho es que los artistas estamos atrapados en una incertidumbre, pero por amor, por fe y por necesidad seguimos creando con la esperanza que está ligada a nuestra razón de ser artista y miramos nuestra creación ilusionados y con miedo deseando que funcione. Compartir nuestras obras es una prueba de fuego constante. Ante el fracaso, algunos se retiran de esos caminos, otros perseveran, otros aprenden y aprovechan ese conocimiento para prepararse mejor, mientras que solo unos cuantos son bendecidos con el triunfo. Hay días en que me pregunto si debería renunciar a la escritura y en el fondo de mi corazón surge la respuesta con una voz segura: No. Independientemente de mis inseguridades y los tropiezos, es algo que no puedo permitirme porque siento que escribir me da vida a la vez que trabajo en una historia. Escribir es plasmar la creatividad, mi imaginación y mis experiencias de vida, pero también la de otras personas que han ido compartiendo conmigo fragmentos de su ser, consciente e inconscientemente, para que pueda aprender a sobrevivir en este mundo. Estamos hechos de múltiples fragmentos que nosotros nos hemos encargado de armar, que adaptamos o modificamos, junto con los de otros, no necesariamente para crear algo nuevo (¿qué más puede crear uno si todo ya está creado?), pero sí para compartir con el mundo nuestra visión porque no todos piensan, viven y ven lo mismo. Esa obra creada puede o no cambiar la vida de otros, pero si algo he aprendido en los últimos años es que hoy surgen voces que durante muchos años han permanecido calladas y que ahora expresan sus sentires, sus historias y sus creencias, con la posibilidad de llegar a todo el mundo gracias a la globalización: les han dicho a diferentes lectores, espectadores y oyentes que no están solos. Esa obra creada puede o no cambiar la vida de otros, pero si algo he aprendido en los últimos años es que hoy surgen voces que durante muchos años han permanecido calladas y que ahora expresan sus sentires, sus historias y sus creencias, con la posibilidad de llegar a todo el mundo gracias a la globalización: les han dicho a diferentes lectores, espectadores y oyentes que no están solos.
En el camino del artista no hay certezas acerca de lo que ha de acontecerle en medio del mar a la botella que lleva su mensaje. Sin embargo, es por fe y necesidad que la lanzamos, con la esperanza de que alcance a ese receptor ideal, pero otras muchas la arrojamos con el anhelo de liberarnos del miedo y de las inseguridades que nos dicen que no somos suficientemente buenos. ¿Y qué mejor forma para mejorar en dónde fallamos, reforzar donde somos habilidosos o probar nuevos recipientes, que lanzar nuestra botella a ese vasto mar?