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Veganismo y medios de comunicación - VALERIA SCHAHAPIRA

Veganismo

y medios de comunicación

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por Valeria Schahapira

No soy vegana. Soy vegetariana. Y quisiera algún día cercano poder decir que no como nada ni utilizo producto alguno que involucre la explotación animal. Ojalá lo logre. No como carne. Ninguna. “Pescado” tampoco. Como si no fuera carne, pero es parte del folklore escuchar preguntas tontas como esta. Como si un pez, por no tener patas, no sintiera. Con mi cuasi veganismo me ocurre algo parecido a lo que pasa cuando digo que soy celíaca en cualquier reunión social. Comienzan las preguntas: qué se come, por qué, qué pasa si como “un poquito”, etcétera. En la celiaquía, si como “un poquito” de gluten, deterioro mis frágiles intestinos y quizás tenga que ir al baño muy rápido. Sumando daño al organismo, además, con consecuencias que pueden ser tremendas. Otros se descomponen, se brotan y, en algunos casos, se mueren si no cambian su alimentación. ¿Qué pasa con “un poquito” de carne? Mucho sufrimiento. De otro ser que siente. La mayoría de las personas que disfruta un asado, se come un choripán o un pescadito a la parrilla, sufriría horrores si algo le pasa a su perro. No se lo imaginan a la parrilla. Eso se llama especismo. Esta columna no pretende levantar el dedito acusador porque, como acabo de contarles, yo misma piso el palito todo el tiempo. Hace años que quiero ser vegana y no lo logro. La celiaquía me limita bastante, los viajes también, y mi falta de voluntad contribuye al combo. Como no veo sangre en el queso crema, cada tanto lo unto con satisfacción en mi tostada de arroz. Sin pensar que ese gustito que me doy viene de la mano del sufrimiento de otro ser. Somos humanos y falibles, pero podemos cambiar. Y evolucionar. También en materia de comunicación. Trabajo en los medios hace más de treinta años. De a poco van cambiando las cabezas en cuestiones como el veganismo. La evolución es más rápida en las redes sociales, quizás porque su público masivo es más joven. Es una generación con más conciencia ambiental, con más amor por el planeta. A los de mi generación no nos enseñaron nada. Los que aprendimos algo, lo hicimos por voluntad propia o simplemente por percibir que algo no andaba bien en lo que nuestros mayores creían era normal: matar, destruir y generar riqueza a cualquier costo.

Vamos al tema de la comunicación: ¿qué pasa con los movimientos veganos en los medios, sobre todo en los tradicionales (radio, TV, diarios) que, en lugar de generar adhesión generan resistencia? Recuerdo situaciones puntuales en las que el ruido comunicacional se hizo presente. El caso de los gauchos echando a rebencazos a unos 40 manifestantes veganos en la Rural, por ejemplo. La televisión mostró como si fuera una nota de color, una situación de violencia inusitada. Los activistas nunca llegaron a contar lo que querían contar: que el animal es un sujeto no humano de derechos. En el escándalo se perdió el mensaje. Quizás, una movida más pacífica hubiera inclinado la balanza a favor de la causa. Pero acá salieron ganando los “guapos”. El tema es que a nadie le gusta ser acusado. Y el acusado reacciona, en lugar de reflexionar. La televisión tradicional busca – en nombre del rating - que la gente confronte desde posiciones extremas.

Valeria Shahapira en Veganfest Argentina 2019

La descalificación también funciona a la hora de desacreditar a quienes militan en la causa del amor y el respeto por los animales. Si la actriz rubia y bonita cuenta que casi se descompone porque mordió una hamburguesa de carne que le sirvieron por error, la toman como blanco de burla y de chistes burdos. Los argumentos descalificadores suelen ser siempre los mismos: que está en “la pavada”, que son caprichos de niña adinerada y que no pensaría esas tonterías si no tuviera que comer.

Hablemos del lenguaje en los medios de comunicación. El lenguaje forma – y a veces deforma. Solemos escuchar en los medios frases como “lo trataron como a un perro”, “matar dos pájaros de un tiro”, “sola como un perro”, asquerosa como un cerdo”, “gastar pólvora en chimango”, etcétera. Naturalizar el uso de estas frases es legitimar el maltrato animal. Señalárselo con respeto al emisor es una forma de ir cambiando el discurso. Muy pocos comunicadores se cuestionan el dolor de un animal carneado salvajemente camino al matadero. Ni el horror de esas vacas o cerdos transportados como si fueran basura camino a un frigorífico. Hay un alma en cada uno de esos seres, pero para los medios suelen ser “cabezas de ganado”. Números. El valor del quilo de carne.

Veo año tras año coberturas en la Rural, en la que animales estresados y fuera de su hábitat se exhiben durante días y días como si fueran cosas. Las escuelas llevan a los niños a ver ese panorama como si fuera normal. Ni hablar de las exposiciones de cachorros, fruto de la vil explotación de los criaderos, exhibidos como peluches para la venta. Hablemos de las redes sociales. Hoy todos comunicamos a través de ellas. No muchos se preguntan lo agresivo y doloroso que puede ser para un vegano ver fotos de cadáveres sobre una parrilla o un cabrito estaqueado en el fuego. Ni hablar del animal, la primera víctima. Ante el primer reproche, los adoradores del asado preguntan porque no los dejan comer en paz. Increpar nunca funciona: simplemente porque la mayoría de las personas que compran una bandejita con carne en el supermercado piensan que lo que chorrea es “jugo”.

Resumiendo: la polémica no funciona para instalar al veganismo como un tema legítimo y urgente en los medios. Sí, la concientización paulatina con altura y respeto, aun cuando el interlocutor no esté a la altura de las circunstancias. Uno no puede entrar a una carnicería con una ametralladora para intentar mostrarle al carnicero y a sus clientes el asesinato de las vacas. La violencia genera más violencia y no genera el cambio que estamos buscando. Hay formas de resistencia más amables y efectivas. No he dejado de ir a comer a parrillas si mis amigos se juntan allí. Eso sí, me encargo de poner un par de botellas frente al plato de quien come carne para taparlo y le explico con una sonrisa que ver lo que está comiendo me hace daño. Luego dejo por cuenta del otro la reflexión, si es que está dispuesta a hacerla.

Podemos empezar a cambiar las cabezas de manera gradual. Intentar evangelizar nunca da resultado y no hay peor interlocutor que aquel que no quiere dialogar. El que se enoja pierde.

Hay personas que no tienen ganas de escuchar o simplemente no están en el mismo plano evolutivo en materia de alimentación. No es que seamos superiores porque seamos veganos, vegetarianos, etc. Quizás hayamos llegado a este nivel de entendimiento en materia de alimentación y empatía con nuestros hermanos animales. Y nos hayamos quedado atrás en otras cosas.

Comunicar con amor, paciencia y respeto hará que del otro lado la escucha se vuelva respetuosa y amable. Y que de a poco, comiencen a cambiar las cosas.

Valeria Schapira.

Periodista y Escritora. Licenciada en Comunicación Social. Se desempeña desde 1992 en radio, televisión y medios gráficos. Se especializó en la BBC de Londres y Televisión Española de Madrid. Autora de “Los muertos de mi placard”, “Hombres, Manual de la Usuaria”, “Monólogo de una mina sola” y “Tengo 40… ¿y qué?” y en 2018 “Adiós – como afrontar la partida de nuestros mejores amigos”, entre otros. En 2017 estrenó su unipersonal “Muchas Mujeres en Una. Actualmente lleva adelante el proyecto multimedia #ViajoSola en el que motiva a mujeres y hombres a atreverse a emprender su travesía interna y externa por medio de los viajes.

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