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Highway to hell (Barcelona, España

UNIÓN “JOSÉ REVUELTAS”

GUADALUPE HERNÁNDEZ CRUZ

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EL HIGO

En cuanto el cielo empezaba a mudar su color negruzco y vestirse de rosa y azul, arriba del higo ya estaba preparada la orquesta, formada por una gran variedad de pa jaros madrugadores: Cuiques, Primaveras, Tachis, Gorriones de pechito colorado y a veces, hasta San Miguelitos. Brincando de rama en rama buscando la fruta madura. De vez en vez, como a manera de agradecimiento a la bondad del a rbol, le regalaban unos hermosos trinos, de uno a uno o en conjunto, eran una mezcla de sonidos melodiosos, alegres, que no solo el a rbol aceptaba con toda la serenidad que le daba su gran edad, sino tambie n a nosotros nos iba sacando de nuestros suen os inconscientes. Sublimes invadí an nuestro ser a trave s de nuestros oí dos, hasta hacernos despertar con una sonrisa y un bienestar involuntarios.

Yo los empezaba a escuchar como a las 5:30 de la man ana. Esa era la hora en la que mi mama , despue s de regresar del molino, con la masa lista para hacer las tortillas y el atole, abrí a puertas y ventanas. Hací a entonces que el aire, despue s de haberse paseado toda la noche entre montan as, rios y a rboles, penetrara aromatizado y fresco. Y con la invitacio n de mi mama , echaba a empujones el aire viejo hacia afuera, dan ado por el encierro de toda la noche dentro de la casa. Yo abrí a los ojos, y mientras terminaba de despertar, completaba la bienvenida que mi mama le habí a dado al aire nuevo, invita ndolo tambie n a entrar a mi cuerpo por la nariz, y por mi boca; en un gran bostezo. Ya ma s despierto, enfocaba la vista hacia el resplandor amarillo-naranja de la lumbre sobre el brasero, buscando el calor de la fogata recie n prendida y la presencia de mi mama . Ella a esa hora, ya estaba con todos sus sentidos a toda su capacidad, puestos en los quehaceres de la man ana. Brincaba de la cama, y mis pies desnudos sentí an co mo los recibí a el piso de tierra fresca y diverso del cuarto en el que dormí amos, mientras me transportaban en forma casi automa tica hacia la cocina. Mi mama me saludaba con un “¿Ya tienes hambre?” -Y me ofrecí a la tortilla ma s pro xima a abandonar el comal, la dejaba que se inflara hasta casi reventar y luego la cogí a con sus dedos retira ndola del comal, le poní a sal y la enfriaba con sus manos y soplidos de su boca al mismo tiempo que muy ha bilmente le daba una forma esfe rica. Cuando consideraba que la temperatura de la bola ya era inofensiva para mi boca, entonces la poní a en mis manos para que me la comiera mientras le contaba mi suen o de esa noche.

Terminaba de comer mi tortilla y de narrar mi historia son ada, y comenzaba a escuchar como los gorjeos y trinos de los pa jaros arriba del higo, se iban cambiando por voces y gritos de nin os que, atraí dos por la misma razo n que las aves, le hací an la visita al a rbol apenas la luz del sol les permití a distinguir el color de las pequen as frutas.

Minutos despue s, los gritos que salí an de mi cuerpo, parado en alguna de las pocas ramas vací as del a rbol, se uní an a los gritos de los otros nin os, en muestra de ju bilo al encontrar y devorar un suculento y dulce higo maduro.

FOTOGRAFÍA: RICARDO CORONEL

UNIÓN “JOSÉ REVUELTAS”

VERÓNICA LILIANA BAUTISTA HERNÁNDEZ

LAS MUJERES SALEN

Las mujeres salen y de latigazos y varas matan a las serpientes Y en un petate adornan los suen os de sus hijos, queriendo ser un poco ma s buenas. An orando la luz del sol, antes de moler el maí z.

Las mujeres salen con pies descalzos bailando el Bolom chon, las mujeres aun rí en por las miradas cosquillosas de sus amantes, las mujeres aun cantan canciones cuando lavan la tristeza en el rio. De las que llevan pintados en sus ojos el dolor de la guerra, De las que les gusta jugar el barro en hogueras, De las que son madres y no lo son, De las que aun visten estrellas en las trenzas, De las que son guí as y encuentran. Encuentran en sus suen os, el alma de sus hijos

En incienso y copal siempre sanando lo malo del hombre, Y cuidando el alma de la tierra, Abraza ndose unas con otras mientras el pox se sirve de copa en copa; Mujeres que aun lloran por el odio de los extran os y celan el amor correspondido.

Las mujeres salen y en llamas de compasio n calman el mal del mundo, de las que no arden, ni mueren, porque la vejez es solo un suspiro;

UNIÓN “JOSÉ REVUELTAS”

BARBARELLA D’ ACEVEDO

EL VIEJO

A Hemingway, Bulgakov y Vargas Llosa, por las influencias.

Eran las once de la man ana de otro dí a de calor. El bar estaba vací o quiza debido a la hora. Sentados a la barra, en una esquina, dos hombres todaví a jo venes, permanecí an en silencio. El que aparentaba ser un poco mayor fumaba. — ¿Tiene cerveza? —pregunto dirigie ndose a la camarera. —No. La deben traer ma s tarde; el camio n se demora–respondio esta. —¿Quieres un refresco, Sergue i? —Tampoco tenemos —se adelanto la mujer. El hombre descontento la miro por un instante. —Agua de la pila. Para dos. Por favor. —Enseguida la traigo, mi chino. La mujer coloco los vasos sudados frente a ellos. En uno, no tardo en posarse una mosca. —Es la hora de las moscas, Alexis ¿que tu crees? — forzo Sergue i un chiste. Luego se limpio el sudor de la cara con su pan uelo. —Le puse hielo— aclaro la camarera y sonrio mirando fijamente a Alexis. —Gracias —apuro Sergue i, se saco la billetera del bolsillo del pantalo n y coloco dos monedas sobre la barra. La camarera por fin se alejo . —No pude localizarte. Tienes que solucionar lo de tu tele fono. Ya te lo he dicho varias veces. Tienes que hacerlo. —¿Que fue lo que paso Ale? —Fue ayer. Yo estaba de guardia. Le dije al Jefe que hoy temprano te iba a buscar. Sergue i espero un momento en silencio. Su compan ero termino de apagar el cigarro contra la palma de la mano abierta y sonrio en una mueca de dolor. —Un dí a te vas a hacer dan o —apunto Sergue i con cierta sorna. —Es un ha bito como cualquier otro. ¿Se puede saber do nde estabas ayer? —Aproveche para arreglar la moto. Tratar de arreglarla. Sabes que… —Fue el Viejo. —¿Que , esta vez? El otro no respondio y Sergue i volvio a aguardar en silencio. Extendio una mano para jugar con el vaso frente a e l. Y al final dijo: —¿Y ahora? ¿Que se hace? ¿Que debo hacer, Ale? ¿Que me sugieres? —Llama despue s al Jefe. Y discu lpate. E l te dira los detalles. Lo que hay que atender luego. Por ahora, solo esperar. Estabas de guardia y no apareciste — Alexis miro a Sergue i y despue s an adio : —Tu estuviste a cargo de… Eso, la maniobra, el caso... Debo saber si la u ltima vez el Viejo te llego a decir algo. —Ya a esta edad todo da un poco lo mismo —el Viejo dejo de mirarlo y dirigio su vista a la exa nime fuente de luz del cuarto de interrogatorios, era una la mpara con forma de campana, do nde las moscas no cesaban de posarse. —¿Que quieres decir con eso? ¿Que quieres decir? Habla —dijo Sergue i entre dientes y se paso el pan uelo por la frente para secar el sudor. Hací a calor, el pequen o cubí culo no tení a ventanas y la consola de aire acondicionado apenas parecí a funcionar. —¿Que ? ¿Que fue lo que me pregunto ? —insistio el Viejo y se rasco un oí do con el men ique— . Estoy un poco sordo ¿recuerda? —Que hables. Habla de una vez —alzo Sergue i la voz, ya algo alterado. —El pasado ya no tiene marcha atra s. Si pudiera cambiar algo lo harí a, pero se fue y no vuelve —dijo el Viejo muy despacio, como si hubiera estado pensando cada frase con dificultad. —¿Que es lo que no vuelve? —Interrogo Sergue i, y luego repitio ma s alto —¿Que es lo que no vuelve?

UNIÓN “JOSÉ REVUELTAS”

-El pasado. —Entonces ¿te arrepientes? —¿Y tu ? ¿Usted?—pregunto el Viejo en un susurro. —¿Que le respondiste? —indago Ale sus ojos se cruzaron por un instante con los de la camarera — . ¿Te arrepientes de algo? —No me arrepiento de nada —dijo Sergue i, despue s de una pausa. Dejo entonces de jugar con el vaso y bebio un sorbo de agua. —Tení a la edad de tu padre ¿sabes? —agrego su compan ero y encendio otro cigarro— . Tres an os menos que el mí o. Un aute ntico viejo. —Tienes la misma edad que mi padre pero no eres ni un poco parecido a e l. Mi padre nunca hubiera hecho lo que tu —dijo Sergue i. —Cualquiera podrí a haber sido —indico el Viejo. —Nunca habrí a traicionado al paí s, a sus lí deres. Hubiera muerto, si era preciso, todo menos rebelarse, como tu hiciste. —En esos tiempos todo era confuso. Todo estaba empezando y no se sabí a cua l era el lado correcto. —Algunos siempre lo supieron. —Fue un error. Un segundo de valentí a, apenas — an adio el Viejo y comenzo a sollozar muy bajito— . Creí que podrí a ser un he roe, salvar el mundo, que se yo. —¿Y ahora con quie n esta s? —Ahora pido que me dejen tranquilo. No he hecho nada. Solo esa vez y ya he pagado lo mí o. Fue hace mucho tiempo. De jenme en paz. —No me conmueves. En este trabajo no se puede ser sentimental —dijo Sergue i. —Usted sabra —ironizo el Viejo y despue s dijo como para sí : —Tengo frí o. Creo que me tiembla el cuerpo. Como si estuviese enfermo, o con fiebre… —¡Calla! Habla solo cuando te pregunte —grito Sergue i y golpeo con fuerza la la mpara con forma de campana que zumbo un segundo en el aire enrarecido y luego dejo de dar luz. —Entonces, ¿eso fue lo que paso ? ¿El Jefe lo sabe? —dijo el hombre y se distrajo en mirar a dos moscas ocupadas en aparearse. Sergue i nego con la cabeza y pregunto : —¿Crees que me busque algu n problema? Ale miro a Sergue i con desgano y tardo un momento en contestar: —No en realidad. —¿Y el ascenso? ¿Crees que esto afecte en algo? —Tienes que solucionar lo del tele fono. Eso primero. Y luego esperar, a que las cosas cojan su nivel. Todos tenemos que esperar —expreso y golpeo con la mano abierta a las moscas sobre la barra. La camarera lo miro y el hombre le dirigio un pequen o saludo con la mano. Ella guin o un ojo seductora. Sergue i mantuvo la vista perdida y dijo casi para sí : —Sí . Supongo que serí a complicado si se supiera, si la prensa divulgara que el Viejo se mato .

UNIÓN “JOSÉ REVUELTAS”

ESTEBAN LORENZO CONTRERAS

OJOS DE RANA

Todo lo que fui se mezcla en mi cabeza lo que vi se vuelve a mis pupilas fui un plano sin planes un reloj sin tiempo

frente al mar halle mi cuerpo

me encontre en los arenales lleno de mapas mentales alas de alce tonos fantasma luz embriagante tripofobia muscular altoparlantes versos multimodo verbos multimodales rabos y esencias especies y especias irreales como peces anfiteatros anticuerpos remitente sin correo

ando pintando montan as y nubes soy la voz y el latir del viento laberinto en el invernadero derruido canto de quetzales ojos de rana calva

FOTOGRAFÍA: RICARDO CORONEL

UNIÓN “JOSÉ REVUELTAS”

GENOVEVA CORRO

EL GRITO IMPOSIBLE

Aquella mujer que se escondí a de mí , aquella a quien perseguí a con tanta insistencia a trave s de las frí as calles a altas horas de la noche, aquella a quien mis pasos seguí an puntualmente desliza ndome por pasillos enjutos, rogando su exquisita compan í a. Aquella a quien, una vez, con gran asombro, vi saliendo encendida del cuarto de mis padres. Aquella por cuya existencia tantas veces lloro mi madre, a esa, a quien culpo por haberle arrebatado a mi padre de su lado, arrastra ndolo con ella. Justamente a esa la tení a finalmente frente a mí , hermosa, entera, completamente a mi disposicio n… Entre presuroso a mi cuarto, jadeante, desesperado, me sentí a enfermo, las juergas durante la e poca de carnaval me trastornaban. Mi cuarto era pobre: un viejo escritorio con su silla, una mesita de noche junto a la cama revuelta de trapos viejos y hu medos que tení a por cobijas, y sobre estas, ella. Su espalda perfecta me dio la bienvenida; cuando noto mi presencia, volteo hacia mí , me miro y comenzo a despojarse lentamente de todo cuanto la cubrí a… mientras lo hací a, yo me perdí a en sus formas, en ella misma. Se presento como en aquella ocasio n, cuando entre al estudio de mi padre, caminando a gatas sobre la alfombra borgon a para que e l no me viera, querí a descubrir su secreto: cada noche, e l llegaba a la casa, cenaba en silencio y se encerraba en su estudio; tiempo despue s, dejo de cenar con nosotros, dio la indicacio n de que se le llevara la cena a su estudio-habitacio n, que deberí a estar caliente y sobre su escritorio para cuando e l llegara. Nadie podí a interrumpirlo una vez que cerraba la puerta tras e l. Deseaba tanto descubrir su secreto y me encontre con ella. Lo escuchaba llegar, entraba en casa, y en silencio se metí a a aquella habitacio n. Comenzo a despertar en mí la curiosidad sobre aquel cuarto un dí a que mi madre entro a verlo so pretexto de necesitar su firma en algunos documentos. E l la saco a empujones, exigie ndole privacidad, restrega ndole en la cara la buena vida que tení amos gracias a e l. A partir de aquel dí a comence a preguntarme acerca de lo que podrí a haber en aquel sitio que tanto lo distraí a, que durante el dí a permanecí a bajo llave y so lo cuando e l llegaba, se abrí a. A veces, cenando en la mesa junto a mi madre, llegaba un tufo a libro viejo mezclado con unolor a cido, apartaba la mirada de mis alimentos, intentaba descubrir que era aquel olor, pero mi madre me llamaba la atencio n y con su mirada me invitaba a continuar comiendo, a ignorar las pistas que salí an de aquel lugar. Cuando mi madre y yo termina bamos de cenar, en silencio, tambie n nosotros nos retira bamos a nuestras habitaciones, mas nunca logre conciliar el suen o infantil despue s de aquel encierro de mi padre. La curiosidad por saber por que decidio dejar de dormir junto a mi madre y convertir el estudio en su nuevo dormitorio, o por que , de pronto, dejo de hablar con nosotros, encendí a mi fantasí a ma s morbosa. Aquello que escondí a en su estudio me hací a imaginar los objetos ma s variados: dinero, mucho dinero, que tal vez no quisiera compartir con nosotros… un cada ver, y ese olor a cido se desprendí a del cuerpo corrompido… o un libro con los secretos de la vida… pero, ¿por que no lo compartirí a con nosotros?... así , repasaba las respuestas ma s absurdas hasta que el suen o me vencí a. Una noche, en la que estaba particularmente inquieto, decidí permanecer despierto y develar el secreto de una vez para siempre. Cuando la casa se sumergio en el ma s profundo de los silencios, cuando mi madre paro de llorar, cuando los pesados pasos de nuestra vieja ama de llaves dejaron de arras

UNIÓN “JOSÉ REVUELTAS”

trarse por los pasillos, decidí salir de mi habitacio n para descubrir el gran secreto de mi padre. Sin hacer ruido, me deslice escalera abajo, cuando estuve frente a la puerta blanca de su estudio, percibí que hasta ella llegaba aquel silencio mortí fero al que nos habí a condenado a mi madre y a mí desde su decisio n de encerrarse. Gire la perilla de la puerta con precaucio n, para mi sorpresa esta giro hasta que se abrio la puerta, pues esperaba fervientemente que, al encontrarla con llave, me disuadiera de mi cometido. Entre al estudio, decidí caminar a gatas, para que, en caso de que mi padre se despertara, le fuera difí cil verme, me arrastre en silencio, guia ndome u nicamente por la tenue luz que las intermitentes sombras de los a rboles del jardí n dejaban filtrar al moverse arrastradas por el viento. Mi intencio n era revisar uno a uno los cajones de su escritorio, explorar el contenido de las varias cajas que habí an comenzado a llegar hací a unos dí as, provenientes de su trabajo, y que e l escondí a celosamente en su estudio, escrutar detra s de cuadros y muebles con el fin de encontrar un pasillo secreto detra s de alguno de estos, o bien, hacer la conjugacio n de algunas piezas como libros, esculturas o cajas con el afa n de obtener ma gicamente una respuesta a la pregunta que tan vorazmente me asechaba noche tras noche: ¿Que , o quie n, nos estaba arrebatando a mi padre? En el fondo, deseaba descubrirlo para comenzar a ser eso que tanto entretení a su mirada, su atencio n, su presencia… Estaba inmerso en mi aventura cuando sentí sobre mi cabeza una ligera caricia suya, ¡mi padre no se habí a olvidado de mí , su hijo!, habie ndome descubierto como un polizonte en su nave, decidio tenderme una tierna emboscada y ahí estaba yo, movie ndome como un gusano sobre la suave alfombra borgon a, recibiendo una caricia tan anhelada durante tanto tiempo… espere a que la caricia se repitiera, se intensificara, o bien, que su reprimenda cayera sobre mí , espere sus palabras, pero estas no llegaron…. Al no obtener respuesta, entre la obscuridad, supuse que estarí a iracundo, me levante temeroso, recogido en mí mismo, predispuesto a recibir un regan o, listo para ofrecerle una explicacio n, mas no habí a nadie detra s de mí . U nicamente podí a ver las sombras de los a rboles, movie ndose parsimoniosamente; el cuarto, sumido en la penumbra, me parecio ma s grande que de costumbre, vi que habí a una sombra haciendo juego con las dema s, mecie ndose rí tmicamente como un gigantesco pe ndulo… me sentí descubierto, un pequen o salto me hizo retroceder sobre mis pasos… mi padre me habí a acariciado finalmente con sus pies… su cuerpo, desnudo, colgaba en medio de la habitacio n. Mi grito termino con la poca luz que habí a en aquel lugar, se extendio por toda la casa y quedo atrapado entre sus paredes, el grito de ensordecedor silencio que mi madre, au n dice, se quedo con ella para siempre, afirmando que a veces lo escucha, sobre todo cuando ma s sola esta . Dice que ese grito se pego a ella, au n lo siente, aunque hace ya tanto tiempo que no vive en aquella casa, ya que, despue s de la muerte de mi padre, nos vimos obligados a venderla, a desprendernos de ella, así como de nuestras pertenencias y del mundo que conocí amos, pero el grito nunca la abandono , la sigue a donde quiera que vaya. En el rostro de muerto de mi padre se dibujaba una mueca parecida a una sonrisa, alrededor de su cuello estaba el u nico objeto que sostení a su cuerpo… me gire hacia la puerta, siguiendo la trayectoria de su sonrisa, querí a saber a quie n iba dirigida aquella siniestra mueca. Tras mis espaldas, estaba ella, radiante, burla ndose de e l, de todos nosotros, habí a logrado entrar en la casa de mi madre, en la casta casa de mi madre. La mire con mis ojos de nin o, la maldije, me sentí abandonado, herido y, mientras mi madre corrí a a abrazarme, mientras me tapaba los ojos para evitarse la angustia de verme sufrir, ella escapaba por la puerta principal, triunfante, feliz. Jure que algu n dí a volverí a a verla, la buscarí a y la encontrarí a para vengar la muerte de mi padre, no sabí a co mo ni do nde, pero la encontrarí a… y hoy, hoy la he encontrado, tendida sobre mi cama, rodeada de nada: una mesita de noche destartalada, una mesa con su silla, cobijas revueltas y un penetrante olor a humedad…

UNIÓN “JOSÉ REVUELTAS”

Me deshago de la pesada ma scara sonriente para verla con mis verdaderos ojos, y no so lo a trave s de las rendijas de una mirada alegre. Ahí esta ella, ahora la veo mejor, se ha quitado la ma scara que la embellecí a, dejando al descubierto su rostro descarnado, su rostro enmarcado por el abandono… ella huele a hambre, a soledad, a desasosiego. Me entrego a ella, grito recordando a mi padre, hoy descubro finalmente el secreto de su habitacio n. … A lo lejos, entre la algarabí a de la noche, entre los festejos del carnaval, suena un disparo que nadie escucha. Otro hombre ha muerto entre los brazos de la seductora desesperacio n

Al nacer ya debemos dinero: nuestra sangre, el esto mago, la piel.

Respirar es pagar la renta de nuestro cuerpo. La mayor deuda que tenemos es la de existir.

PAZ COMUNICACIONAL

Me gusta el muro de viento que nos ayuda a cruzar palabras sin temor a lacerarnos con ellas. Preguntare “¿co mo esta s?”, tu dira s “bien”, nos despediremos y cerraremos la puerta. Esas conversaciones con finales predecibles valen ma s la pena. UNIÓN “JOSÉ REVUELTAS”

ALE MONTERO

PAGAR

LO PEOR SUCEDE EN LOS PRIMEROS AÑOS

Un viento helado nos congela fuera del u tero. Nos reciben con azotes, llueven agujas en los brazos, las nalgas quedan lesionadas por inyecciones, colocan aprendizaje sobre nuestras espaldas mientras los gritos nos hacen estallar las mentes.

Nuestra personalidad se transforma en un vo rtice de identidades falsas. Al ob-

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LIBO ZENOBIAS ARIAS MAESTRE

LOS CAMINOS DE LA VIDA

Fue aquella tarde que apresuradamente busque y busque aquel papel hacia tanto tiempo que lo tenia guardado que no sabia donde estaba exactamente Dios, lo necesitaba entregar en la man ana fue tan necesario buscarlo, porque al entregarlo un dinero a futuro estaba asegurando. Buscaba en las viejas maletas ECHOLAC y buscaba en aquellos bolso viejos que tení a mama , me daba golpecitos en la cabeza, ay Dios donde estara , llego el momento que le conteste mal a mi esposo, ya la bu squeda me tení a mal humorada, toda la casa estaba desordenada y yo con mi cara sudada, llego la hora del almuerzo y del cuarto gritaba “ si quieren almorzar hagan, porque este pecho hasta que no consiga el papel no va hacer nada”, me fui para el cuartito donde papa almacenaba las cosas muy poco que muy poco se usaban, y se me ocurrio buscar en un maletí n que cuando lo abrí cinco bebecitos habí a parido una rata los vi tan indefensos, no les quise hacer nada, me los lleve con ti maletí n y con cuidado los coloque en la esquina de la cancha, aproveche a botar unos viejos papeles que allí estaban, pero ¡ohh, sorpresa! Me encontre con aquella foto que tanto querí a de mi ex lo cual cuando me case no supe donde la guarde, Dios aproveche que estaba fuera de la casa para darle besos muchos besos, y en un momento recorde todo lo bello que viví con e l, me vine para la casa y me esposo me pregunto seguro encontraste lo que buscabas, ya no te veo mal humorada y yo con la foto metida sobre la faja, me sente y dije man ana temprano vuelvo a buscar ese bendito papel, en la noche en silencio me acordaba de mi ex mientras me esposo me daba besos y masajes y me decí a “estas agotada y preocupada mi buena esposa. En la profundidad de la noche, tuve que suen o acompan ado de pesadilla, ¡ohh! Estaba haciendo el amor con mi ex, con aquella pasio n y en el suen o le decí a que nunca lo dejarí a, que me irí a con e l hasta la china, y que el pro ximo an o le darí a su anhelado hijo, recuerdo que me besaba e hizo alago sobre aquel lunar en mi nalga que tanto le gustaba, en eso sentí que mi esposo me golpeaba y me decí a mi amor, mi amor leva ntate, tienes una pesadilla, ohh desperte y asustada le dije perdo n amor, me acariciaba la cabeza y me decí a en silencio escuche lo que en tu pesadilla hablabas, gracias por que se que nunca me vas a dejar, que te vas conmigo a cualquier lugar y me dijiste que este an o me darí as el hijo que tanto he son ado, otra vez me daba besos y me decí a “eres el amor de mi vida”.

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ERNESTO MORENO

VISITA

“No es posible admirar impunemente el vací o sin perder un poco de uno mismo” Calcas Testo rida, de los argivos el ma s sabio. Textos apo crifos sobre Ilio n

Primero fue la mu sica de un piano distante que acariciaba la nocturna nu mero veinte de Chopin, con una sostenida y menor tristeza como la que llevaba alimenta ndose an os en mi interior. Despue s, en medio de la oscuridad, el encino que tercamente se mecí a y crují a detra s del postigo verde, cortejando con sus ramas las paredes de la que fue nuestra casa, esos pa lidos muros amarillos que susurraban al viento que algu n dí a fueron rojos, intensos.

Poco a poco entreabrí los ojos, me habí a despertado una sensacio n que creí a perdida, aquella de sus brazos a mi alrededor, el aroma de su cabello, entre canela y manzana verde, de su cuello impregnando las sa banas. La tenue iridiscencia de Selene que se filtraba por las rendijas de la puerta me hizo pensar que era de madrugada. Tuve miedo, de que no estuviera en realidad, de que todo fuera un suen o, me aferraba a su cuerpo, no querí a despertar.

Así , enredados en la cama, era todo tan real, la plenitud me colmo . Por un momento pense que volverí amos a cuidar la flores del jardí n, ahora infe rtil y abandonado. Pense que volverí amos a reí r debajo de los a rboles –ahora secos- mientras conversa bamos de banalidades. Por un momento pense que…

Al fin mire , eran sus manos alrededor de mi cuerpo, mis ojos la buscaron, gire la cabeza lentamente. Estaba desnuda, era la imagen que siempre ame , el cuerpo al que me acostumbre tanto tiempo, era ella, y me amaba.

Pero algo en su semblante me entristecio , me percate de que no eran sus ojos cafe s los que me observaban, y entonces me di cuenta del engan o. Ella advirtio mí decepcio n y su rostro proyecto una delicada y casi imperceptible melancolí a. ¿Es cierto que todo amor tiene un fin?, ¿la muerte, su muerte, nos salvo de que se convirtiera en odio?

En el instante se desvanecio al igual que ella lo habí a hecho hace an os. Su rostro y su cuerpo se fueron apagando en mis brazos. Se sumergio en la bruma y me quede solo de nuevo. Ya no pude dormir, solo podí a observar la gris penumbra que me rodeaba, y sentir de nuevo esta terrible roca en mi pecho, sin ella, mi soledad. Au n espero su visita por las noches, le hare saber que no me importa que no sea en realidad ella, que me basta solo con creer que es ella. En una ocasio n percibí su presencia, pero nunca se materializo . Que date, le implore . A veces, la escucho en la planta de arriba, y subo corriendo, desesperado, busca ndola, pero no esta ahí . No se que es, y no me importa. Proviene de la oscuridad y a la oscuridad pertenece, mi dolor y mi llanto la atrajeron, son su alimento. Se que pronto estare con ella, solo tengo que esperar a que las espantosas tinieblas vengan y me arrastren.

FOTOGRAFÍA: RICARDO CORONEL

UNIÓN “JOSÉ REVUELTAS”

MARIO DAVID MANDUJANO HERNÁNDEZ

JORGE DELANO

Vi despertar a ese hombre, se hací a llamar Jorge Delano llevaba puestos unos leggings con estampado de flores y un top color vino de piel, tení a aspecto de bravuco n. Me pregunte -¿Por que estara vestido así ? Nos encontra bamos en el metro Indios Verdes, yo tení a un fuerte malestar estomacal por que me comí unos tacos de 5x10. Pero no dejaba de pasar esa pregunta -¿Por que estara vestido así ? Un sen or le pregunto si necesitaba algo, el solo contesto -Necesito llegar a Barrio Bravo valedor, ahí me esta esperando el dios Kinich Ahau, cuando me desmaye el me lo dijoEl sen or le dijo como se fuera y por curiosidad lo seguí Llegando a Balderas me percate de que tení a que trasbordar en la estacio n Guerrero, de pronto saco de un bolso n que cargaba una especie de espada de pla stico con luces de colores por dentro, la azoto contra el piso diciendo -Tlehtse MasacuaDespue s de esto aparecio el metro en la estacio n Tepito. Cuando bajamos todos del metro e l se encontro con alguien. Al saludarlo le llamo "Big Nigga", no se si por su obesidad o por su piel color carto n mojado Cuando estaban platicando escuche que se iban a dirigir a un lugar llamado "La Fortaleza". Los seguí hasta aquel lugar, me percate que cada que veí an a un vendedor los saludaban. Jorge compro ropa negra, tenis blancos com un estilo de la calle, se lo puso, un Bucket negro y un pasamontan a, Big Nigga se puso el bucket y Delano el pasamontan a. -Hemos llegado, saca tu espadaBig Nigga respondio -Ytzela turtino mahatelosEn ese momento salieron ma s personas, algunas con Bucket's y otras con pasamontan as. Jorge y Big Nigga siguieron hablando, esta bamos rodeando una jardinera. Jorge y Big empezaron a hacer un tipo de escritura antigua en la tierra Y en una parte escribieron el nombre del dios Kinich Ahau, busque en Google sobre quien era ese Dios, pero no podí a abrir ma s pestan as, estaban llenas de preguntas como "que fue primero ¿El huevo o la gallina?" "¿Los pelones usan shampoo?" "¿De que nu mero calza pie grande?" Borre la pestan a de "como ocultar mi homosexualidad" y busque la informacio n de Kinich Ahau, supe que era el dios de la guerra. En ese momento aparecio Kinich Ahau, hablo en un lenguaje que no entendí , pero en ese momento todos sacaron sus espadas con luces de colores y empezaron a pelear contra los pacientes del anexo que estaba en la esquina, Jorge y Big llegaron a la cima de un edificio abriendo un portal Ambos se lanzaron hacia el portal que estaba en el piso succionando a los anexados y a los que estaban peleando contra los anexados, en ese momento salieron expulsadas todas las espadas y caí inconsciente despue s que una espada me pego en la cabeza.

UNIÓN “JOSÉ REVUELTAS”

MARÍA GLORIA PÉREZ

MUJER

Recortada tu silueta cada mañana, Entre luces y sombras amaneces Te acompañan aromas y perfumes de jazmines y flores que mereces. Con apuro tú recorres cada cuarto Acaricias las mejillas y las besas Los esperas con humeantes bocadillos Entre sorbos y risas amaneces Cada uno va tomando su camino. Los saludas y acompa ñas sus miradas En tu me nte aparecen los recuerdos De momentos vividos y difíc iles jornadas. Si te miras al espejo hoy descubres Que tenerte a ti y valorarte es vita l para todos los quieren verte feliz y acompañarte. Por valiente abne gada, comprensiva, Compañera genia l inigua lable Sostendrán tu figura y tu silueta Unos brazos de fuerza inca lculable…

Al llegar al fina l de tu camino Mil caritas y sonrisas te acompañe n Que colmen de caric ias tu sembla nte Y besen sutilmente toda tu a lma…

FOTOGRAFÍA: RICARDO CORONEL

UNIÓN “JOSÉ REVUELTAS”

GLEYSIS PEÑA MONER

Luz desnuda confiesa sombras que tiemblan en el viento, a rido sale de sus alas, como alas de esa mujer de juicio vacilante, corta todo con los dedos, la hierba, el olvido, los golpes.

Luz fetiche, trota sobre su pelvis, respira hondo, cuelga de su pelo la irrumpe firme como roca, disuelve en sus fauces la cera ardiente, duerme entonces a pesar de la hierba.

Luz cro nica, recuento de la apariencia entre sonrisas lapidarias, y unaalmohada sutil

CONCIERTO

se hunde sobre la nube seducida por el concierto milenario de las voraces sirenas.

Luz nefasta, detra s deltelo nesconde a la mujer de hervores insinuantes, no duda con la ropa que la cubre, y au n a pesar de los golpes.

Luz inso lita.

UNIÓN “JOSÉ REVUELTAS”

DANIEL FUENTES GUTIÉRREZ

LADRONES

Ladrones, bandidos de l conoc imiento que privan a l a lma de la duda Mediante la afilada daga de l dogma bañada en el ve neno de la ignoranc ia Saquean la tierra de nosotros los mortales Para crear con sus piezas su para íso privado y con e llo nuestro infierno

¿Por qué dejarse vencer por aque llos morta les autoproc lama dos dioses? Aque llos que en ja ulas inmateria les aprisionaron a los filósofos aun por nacer Escondiendo a plena vista la llave etérea que cada uno posee Llena ndo nuestros corazones de un mie do morta l a tomarla Endureciendo nuestra alma con luces cuadradas de realidad alterada

Ignore mos las maravillas mundanas con las que nos poseen Afilemos nuestras mentes con la fuerza del pa pel Para así rasgar la cortina con la cubren nuestra concienc ia Y ver el horror en el que habita mos

Fusionemos nuestra esencia con las pala bras en la tinta Para así escuchar las voces del saber pasado y eterno Reunamos nuestras más puntiagudas pala bras listas para blandirse En esta guerra eterna contra la decadencia y el letargo menta l

Y por más que duela , por más horror que sintamos Por más que nuestra alma sangre pidiendo parar Rompamos aque llos barrotes imaginarios para salir a pelear Pelear por nuestro mundo, por nuestra alma , por nuestros sueños

Pues solo así aque llos "dioses" de corazón pétreo comprenderán Que nada ni siquiera la muerte nos detendrá Que liberaremos a nuestros compañeros cautivos Para recuperar con ellos el para íso que nos fue arrebatado

UNIÓN “JOSÉ REVUELTAS”

JHEAN ALDABA

CARTA A VAN GOGH

Van, si estuvieras vivo me entenderí as... Entenderí as mi silencio, mi soledad, entenderí as como poco a poco se va apagando el fuego que alumbra aquí en mi interior, como poco a poco se va derrumbando mi casa de naipes, como poco a poco me estoy extinguiendo como una estrella.

Tu tambie n pasaste por lo mismo, pintaste tus noches para camuflajear el negro color que las ten í a, pintabas flores porque era lo u nico bello que podí as ver en este mundo, te enamoraste y fuiste rechazado, le entregaste a una prostituta una pequen a parte de tu cuerpo la cual no valoro y termino en el suelo como tu .

Te entregaste al arte au n cuando esta no te querí a, y despue s de muerto se arrepintio de haberte ignorando.

Yo tambie n me he entregado al arte y tambie n soy ignorado, tambie n he sido rechazado por una dama, tambie n he pintado mis dí as negros con una sonrisa y tambie n he pensado en abrazar a mi hermano y quedar tirado en el suelo.

Van, se que esta s ahí mirando las flores, sentado en el cielo, contemplando las estrellas mientras bebes un buen whisky, pinta una mano en esta noche triste que quiero sentir el carin o de un amigo y man ana cuando despierte has que ese girasol amarillo deje de estar marchito como yo.

UNIÓN “JOSÉ REVUELTAS”

EULALIA RAMOS

LA SOMBRA DEL VIENTO

Brilla la luna

bajo la sombra del viento.

Nocturnas aves del c ie lo

Via jan desde la fría estela que nos separa

Un sentimiento de nosta lgia

Me abruma; te quiero conmigo.

La eternidad se funde en ese momento

en el que e l carmesí intenso nos une

transformándonos en un amanecer.

Más allá, nuestros espíritus

se encuentran en nuestra dimensión,

lugar en que gozan ilimitadame nte

asemejándonos a las ambrosías de quie nes fueran “dioses” en el Olimpo.

UNIÓN “JOSÉ REVUELTAS”

MIRNA ARELI DÍAZ DÍAZ

UN SUEÑO QUE NO MUERE

Soy quien nace en compañía de l roc ío de la mañana y los cálidos rayos de l sol y me refresco con cada ráfaga del viento. Voy creciendo al compás de las horas de l día , llenado mi a lma de alegría. Ayer era una semilla espia ndo detrás de una hoja seca, esperando nacer y crecer. Anoche soñé que volaba y traspasaba las fronteras del cielo azulado. Deseé volar ta n a lto, llegar a l cie lo y conversar con Dios, pero e n mi vue lo conoc í la re ligión, el sistema , la política, quie nes me cortaron las alas privándome la libertad.

Soy sólo una rosa fresca entre espinos frondosos que proc uran romper mis péta los. Hoy, a l medio día, mie ntras me sacudía las hojas y los péta los con una coquetería inocente , escuché murmullos… me sobresa ltó un par de ojos con c olores y tonos diferentes: paz, amor, alegría , crueldad, lujuria , odio, sometimiento, esclavitud y muerte. Sentí quietud, ternura, gozo, fe lic idad, amor, asco, lastima, terror, duda, entre emoc iones y sentimientos volví a soñar, a vivir, a reír, y aquí estoy entre espinos irradiando luz, despertando sentimientos muertos porque siento, porque vivo…

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