Europa después de la prosperidad

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LATERCERA Sábado 13 de abril de 2013

LIBROS&IDEAS

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A MAÑANA del 4 de abril de 2012, en la céntrica plaza Sintagma, frente al Parlamento de Atenas, Dimitris Christoulas, un jubilado con deudas y asfixiado por los recortes que el gobierno griego le aplicaba a su pensión, se pegó un tiro en la cabeza. “Pongo fin a mi vida para no terminar buscando comida en la basura”, escribió en su nota de despedida. Ahí también aprovechó de advertir: “Creo que los jóvenes sin futuro tomarán algún día las armas y en la plaza Sintagma colgarán boca abajo a los traidores de este país, tal como en 1945 hicieron los italianos con Mussolini”. Las palabras de este mártir de la crisis económica, política y moral por la que ha navegado Europa durante estos años recordaron en términos muy dramáticos que, por primera vez desde el final de la Segunda Guerra Mundial, el nivel de vida de los hijos será inferior al que tuvieron sus padres. Para entender el momento histórico del Viejo Continente y la encrucijada que enfrenta la Unión Europea tras la caída del Muro de Berlín sirve ¿Una gran ilusión? Un ensayo sobre Europa, el nuevo libro del fallecido Tony Judt (autor del monumental Postguerra. Una historia de Europa desde 1945). Publicado originalmente en 2011 (un año después de su trágico deceso), este breve texto está basado en las conferencias que el historiador dictó en el Centro Johns Hopkins de Bolonia en mayo de 1995, cuando la UE estaba concentrada en el proyecto del euro como moneda única y en la incorporación de los países del Este gobernados por los partidos comunistas durante la Guerra Fría. A pesar del tiempo transcurrido, esas conferencias, sus ideas y reflexiones, continúan gozando de buena salud. Y los dilemas planteados siguen vigentes. La tesis del libro es que una Unión Europea (“Europa no es tanto un lugar como una idea”) realmente afiatada y abierta a nuevos miembros, con los mismos derechos y en “igualdad de condiciones”, es demasiado improbable. Mejor sería no ilusionarnos más de la cuenta (de ahí el título). Judt opina que los países del Este (Hungría, Rumania, Polonia, entre otros) y los periféricos (Irlanda, Portu-

Europa después de la prosperidad POR:Pablo Riquelme Richeda

tar productos básicos, invertir en infraestructura pública y aumentar el consumo doméstico; la importación de mano de obra extranjera dócil y barata, que suplió la escasez de trabajadores autóctonos; el carbón, barato de producir y disponible en grandes cantidades en suelo alemán (en 1950 abastecía el 82% del consumo energético continental); y, por último, la buena suerte. ¿La buena suerte? Según Judt, sí, considerando que los cinco países más ricos de Europa (Francia, Alemania Occidental, Italia, Bélgica y los Países Bajos) estuvieran entre los fundadores de la Comunidad Económica del Carbón y el Acero (la semilla de la “Europa contemporánea”) y no tuvieran que preocuparse hasta varias décadas después en integrar a “Europa” a los países más pobres. Los acontecimientos de 1989, sin embargo, reordenaron el tablero geopolítico. Los países del otro lado del telón de acero, para los cuales “Europa” se había convertido en el faro que les daría un presente y los guiaría hacia el futuro, invocaron la vieja promesa de la integración. Por otra parte, la caída del Muro generó una Alemania unificada mucho más grande y rica que Francia. El hecho desbarató el equilibrio de la posguerra, cuya premisa era que los alemanes tendrían los medios económicos de la Unión mientras los franceses mantendrían la iniciativa política. Los recuerdos del pasado (“el final del comunismo marcó también el principio de la memoria”) y las rivalidades emergieron a la superficie. En esta nueva situación (recordemos que el autor escribe en 1995) Judt se hace dos preguntas. Primero: ahora que los alemanes dirigen Europa, ¿hacia dónde la encaminarán? ¿Será la Europa en la que los alemanes están en la orilla de la Unión, o será aquella en la que Alemania está en el centro? “Una Alemania en el corazón de Europa -dice- evoca ecos y recuerdos que mucha gente, probablemente los alemanes más que nadie, lleva tratando de dejar atrás desde 1949”. La segunda pregunta concierne a los límites: ¿Puede la UE actual absorber a los países de la antigua Europa comunista? La respuesta de Judt es más bien sombría, ya que en el presupuesto de la UE de 1992 sólo cuatro países (Alemania, Gran Bretaña, Francia y los Países

No es cierto que las naciones del Este y las periféricas estén en igualdad ante los países fundadores de la UE.

Judt se dio cuenta incluso antes de la crisis del riesgo de una Europa atada de pies y manos a Alemania.

gal, Grecia) nunca estarán en real igualdad de condiciones con los países fundadores (la “Europa de los seis”), debido a las tremendas asimetrías estructurales que tienen. Si de todas formas sucede, asegura, será un “acto de caridad” de los países ricos que no será sostenible en el tiempo, pues Europa no tiene el dinero para ello. Judt argumenta que el milagro económico europeo de la posguerra (la Europa occidental de 1945 retrocedió económicamente a los niveles de 1913) fue un hecho único e irrepetible, cuyo proceso formativo durante la década siguiente a la derrota de Hitler se favoreció de circunstancias extremadamente particulares: el brutal impacto de la guerra y la necesidad de volver a empezar sin mirar atrás; el inicio de la Guerra Fría, que gatilló la presencia (y el gasto) militar de Estados Unidos y que unió a los gobiernos frente a un enemigo común (la Unión Soviética); la rápida absorción de Alemania Occidental, el motor económico del continente (“los errores de 1919 fueron milagrosamente evitados”); y una segunda revolución agraria que multiplicó la producción y bajó el precio de los alimentos. A lo anterior, señala Judt, hay que agregar otros cuatro factores: el Plan Marshall estadounidense, cuya ayuda (13 mil millones de dólares entre 1948 y 1952) sirvió para impor-

Bajos) son contribuidores netos, mientras el resto (incluyendo los potenciales candidatos) son todos beneficiarios. La razón que da Judt es que la Europa del siglo XXI ya no es tan próspera como antes: la dependencia del petróleo (la crisis de 1974 cuadruplicó sus gastos), las altas cifras de desempleo y unos sistemas de bienestar que ya no rinden como antes, pues la población ha envejecido, entre muchas otras razones, han hecho que la Europa de 1989, en vez de abrirse, se haya cerrado y no pueda prometer un futuro tan seguro y próspero como su pasado. “Vista desde afuera -apunta-, la Unión Europea sigue constituyendo una fuente de esperanza y oportunidad, así como de seguridad y estabilidad, para todos los pueblos situados al este y al sur de ella. Desde dentro, sin embargo, parece más bien una fortaleza bajo asedio”. Cualquiera sea el futuro de Europa, concluye Judt, “será según las condiciones que fije Alemania”.R

En este ensayo el historiador británico Tony Judt reflexiona sobre Europa y su proyecto de unidad. A pesar de ser un entusiasta de la Unión Europea, su análisis constata la bancarrota del milagro económico de la posguerra y la volatilidad del escenario tras la caída del Muro de Berlín. Su conclusión es que los días del bienestar sin límites ya son cosa del pasado. Pablo Riquelme R. es historiador. Magíster en Estudios Latinoamericanos, Universidad de Leiden, Holanda.

FICHA ¿Una gran ilusión? Un ensayo sobre Europa Tony Judt Editorial Taurus, 2013, 163 páginas. $ 13.900 en librerías.


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