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N LA PELICULA Charlie Wilson’s war (2007), Tom Hanks interpreta a un parlamentario texano que en los años 80 usó sus contactos en Washington para incrementar el apoyo estadounidense a los muyahidines afganos en su lucha contra la ocupación soviética. Al final de la década, lograda la expulsión de los invasores de Afganistán y ganada la Guerra Fría, Wilson -retratado no precisamente como un héroe- intenta conseguir fondos para levantar escuelas y reconstruir el país, pero los congresistas se los niegan. Las sombras de dos Boeing 767 estrellándose contra las Torres Gemelas asoman tras la inquietante advertencia final que Wilson lanza a sus colegas: “Siempre hacemos lo mismo: nos metemos a pelear, con nuestros ideales, y cambiamos el mundo. Y después nos vamos. Pero la pelota sigue dando botes”. Este tono golpeado se parece al que utiliza el periodista David Rohde -dos veces ganador del Pulitzer- en su último libro, Beyond war (Más allá de la guerra), contra la actual política exterior de EE.UU. en el mundo islámico. La premisa del autor es clara: las ocupaciones militares de Irak y Afganistán fueron un fracaso, y en una región donde el 60% de la población tiene menos de 30 años y que necesita crear 100 millones de empleos en las próximas décadas, la estrategia de Washington debería ser económica, no militar. La historia de este libro, dicho sea de paso, es dramática: en 2008, mientras reporteaba en las afueras de Kabul, Rohde fue secuestrado por una milicia talibana y llevado a las montañas de Pakistán. En otro libro, A rope and a prayer, ha narrado cómo escapó de allí, por su propia cuenta, tras ocho meses de cautiverio. Beyond war está dividido en dos partes. En la primera (“Una guerra con fines de lucro”), Rohde analiza el despilfarro de los más de 67 billones de dólares que entre 2001 y 2011 EE.UU. destinó a programas de ayuda civil en Afganistán, Irak y Pakistán. También pone ojo a los 206 billones que diversas agencias federales -la Agencia para el Desarrollo Internacional (Usaid) y la CIA, entre otras- pagaron a contratistas privados para realizar trabajos -alimentar tropas, reconstruir la agricultura, formar policías, etcétera- que ellas mismas, por falta de personal, no podían llevar a cabo. El resultado ha sido una corrupción rampante (se estima que entre 31 y 60 billones se usaron para sobornos o simplemente “se perdieron”) y una ineficiencia desatada de las agencias contratistas,
LATERCERA Sábado 6 de julio de 2013
LIBROS & IDEAS
Vuelo rasante sobre el mundo árabe POR: Pablo Riquelme Richeda
bién echó mano a los contratistas para eludir trabas legales y poder expandir rápidamente su tamaño. La llegada de Obama a la Casa Blanca en 2009 alentó las esperanzas de quienes clamaban por un “resurgimiento civil” contra la cruzada militarista republicana. Richard Holbrooke, veterano del Cuerpo de Paz en Vietnam y nuevo enviado especial en Afganistán y Pakistán, estableció confianzas diplomáticas con los gobiernos locales y canalizó dinero para que lo ejecutaran ellos mismos. Cometió un error, eso sí: propuso negociar con los talibanes, algo que el Ejército y la comunidad de inteligencia rechazaban a rajatabla (debido a sus vínculos con Al Qaeda). El repentino deceso de Holbrooke a raíz de un infarto y la creciente influencia de John Brennan, entonces asesor de Seguridad Nacional y desde marzo pasado director de la CIA, inclinaron a Obama por la estrategia más barata y con menos costo político: una guerra encubierta, con asesinatos selectivos mediante drones o comandos (como el que cazó a Bin Laden), que sepultó las negociaciones civiles. Rohde asegura que hoy la CIA tiene más influencia en la Casa Blanca que la que tuvo en la época de Bush hijo. La segunda parte del libro (“Un camino hacia el futuro”) analiza los desafíos que presenta para EE.UU. el volátil escenario actual del mundo islámico. Según Rohde, lo que se está viviendo en Túnez, Libia, Siria y la región en general es un enfrentamiento histórico entre moderados y fundamentalistas. El ejemplo más reciente es Egipto, donde la polarización política desembocó el miércoles pasado en el derrocamiento de Mohamed Morsi, el primer presidente elegido democráticamente en la historia del país. Considerando que en el corto plazo la economía mundial seguirá dependiendo del petróleo de Medio Oriente, el resultado del conflicto es crucial. Para Rohde, la solución no es seguir llevando soldados, sino inversión, tecnología y compromisos de desarrollo a largo plazo (“las armas más eficaces contra el radicalismo”). También insta a apoyar a los gobiernos locales elegidos en las urnas, aun cuando tengan una matriz islamista poco congruente con los estándares democráticos occidentales. Lo ocurrido esta semana en El Cairo (Obama no apoyó ni condenó el golpe de Estado contra Morsi) sugiere que Washington no aplicará esta receta por ahora. Para Rohde, el gran faro de la región es Turquía, que también se encuentra en el ojo del huracán a raíz de las masivas protestas con-
La solución -según Rohdeno pasa por seguir enviando soldados, sino por llevar más inversión y desarrollo.
Rhode asegura que hoy la CIA tiene más influencia en la Casa Blanca que la que tuvo en tiempos de Bush Jr.
cuyo modus operandi consiste en ganar licitaciones y luego subcontratar otras agencias para que ejecuten los trabajos. Rohde apunta sus dardos particularmente hacia los “bandidos de Beltway”, como se conoce a las compañías que desde los 80 se han instalado en Washington atraídas por las sucesivas privatizaciones de servicios de los gobiernos de Reagan, Clinton y los Bush. Luego del 11/S, los contratos se dispararon y el negocio se volvió extremadamente lucrativo. En la década posterior a los atentados, por ejemplo, DynCorp International recibió del Pentágono y del Departamento de Estado 7.400 millones de dólares para gastar en Irak y Afganistán. El autor afirma que, a raíz de la guerra contra el terrorismo, los dueños de algunas compañías se enriquecieron irregularmente, inflando el valor de las empresas gracias a los contratos logrados con Washington. Entre los casos que cita está el del magnate Robert McKeon, a quien la venta de DynCorp en Wall Street le reportó una ganancia personal de 350 millones de dólares. Pero el intercambio ha sido útil no sólo para los privados. Rohde cita una investigación de 2010, hecha por el Washington Post, que estableció que, como secuela del 11/S, la CIA -uno de los organismos mejor financiados de la burocracia gubernamental- tam-
tra el gobierno. El autor cree que el “milagro económico” de Erdogan estaría demostrando que el libre mercado y la democracia sí pueden desarrollarse junto al Islam (también ilustra que el proceso puede ser lento y pedregoso). Aunque hoy eso puede parecer lejano (Erdogan tiene fugas autoritarias), está claro que, culturalmente, Turquía tiene un impacto regional que EE.UU. jamás tendrá. El gran ejemplo que cita el libro son las teleseries turcas, que transmiten a 45 países del mundo árabe la imagen de una Turquía moderna, próspera y musulmana. Desafiando tabúes (como la homosexualidad) y los roles establecidos (como el de la mujer), las teleseries turcas están atizando el debate, haciendo ganar terreno a los moderados y enfureciendo a los conservadores. Y eso, para Rohde, es infinitamente más productivo que la guerra encubierta de Obama.R
El autor cree que la política estadounidense para el mundo islámico está mal enfocada. En vez del inflamante militarismo post 11/S, propone negocios, tecnología y colaboración con los gobiernos locales. Pablo Riquelme es licenciado en Historia, PUC. Magíster en Estudios Latinoamericanos, Universidad de Leiden, Holanda.
FICHA Beyond War Reimagining American Influence in a New Middle East. David Rohde Viking, 2013, 221 páginas.