Los hombres que sabían demasiado

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LATERCERA Sábado 23 de febrero de 2013

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N LA PELICULA La vida de los otros (2006), el capitán de la Stasi Gerd Wiesler se encarga de vigilar a una pareja de artistas potencialmente subversivos para el régimen. Luego de instalar cámaras y micrófonos en el departamento de la pareja, el capitán toca la puerta de la vecina. Abre una cabizbaja y atemorizada señora. “Frau Meineke -advierte Wiesler-: si le dice algo a alguien, su Sasha no entrará a la escuela de medicina”. La escena grafica que la Stasi, además de monitorear a los alemanes orientales con métodos dudosos, podía torcer el destino de las personas con un chasquido de dedos. Y que la colaboración, a veces, era una oferta difícilmente rechazable. Precisamente, al análisis del modus operandi del Ministerio para la Seguridad del Estado de Alemania del Este (Ministerium für Staatssicherheit, más conocido como Stasi) se dedica el historiador canadiense Gary Bruce en The Firm. Basándose en el monumental archivo dejado por la oficina (180 kilómetros de papeles) y en entrevistas realizadas a antiguos funcionarios e informantes del aparato, el autor analiza cómo esta repartición controlaba a la población de la RDA, qué tipo de gente reclutaba y qué clase de personas ponía bajo vigilancia, entre otras cosas. A diferencia de estudios que observan a la Stasi operando desde su cuartel central en Berlín Este (como Garton Ash, en El expediente, o Anna Funder, en Stasiland), Bruce pone el foco en la provincia (“la estructura general de la Stasi tenía su equivalente a nivel regional”), concentrándose en dos de los 217 distritos de la RDA, ambos periféricos y tranquilos, Perleberg y Gransee, con ciudades de no más de 20 mil habitantes y poblados por familias luteranas de obreros y campesinos. Son zonas representativas del “Estado trabajador” al que aspiraba la RDA. La Stasi nació en febrero de 1950, cuatro meses después que la RDA, y desde el comienzo contó con la ayuda del KGB soviético, su modelo. Contrariamente a lo que se podría pensar, la Stasi no funcionó como un “Estado dentro de un Estado” (con autonomía legal), sino bajo el mandato del Partido Socialista Unificado (SED, por sus siglas alemanas), que gobernó la RDA casi hasta su caída. Como señala su lema (“El escudo y la espada del Partido”), la agencia fue el órgano

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Los hombres que sabían demasiado POR: Pablo Riquelme Richeda

dad (“No había nada que no nos interesara”, señala un ex agente). La Stasi infiltró los estratos del Estado y de la sociedad civil, y se transformó en una depurada burocracia represiva que, entre 1957 y 1971, pasó de 17 mil funcionarios a 45 mil, llegando a 81 mil en 1983 y a 91 mil al momento de la caída del Muro de Berlín. Era la Stasi la que reclutaba a sus agentes y no los agentes los que postulaban a la Stasi. La organización no aceptaba voluntarios y debía saber todo sobre su gente: su pasado, sus vicios, sus costumbres, sus pecados. Idealmente, eran elegidos sujetos casados (nada con los homosexuales), de unos 35 años la mayoría de las veces, con trayectoria comunista desde la juventud, provenientes de la clase trabajadora y con alguna preparación militar. La Stasi fue una institución masculina: las pocas mujeres reclutadas nunca llegaban lejos y generalmente estaban casadas con algún funcionario. Las motivaciones para trabajar en la agencia, según testimonios recogidos, eran principalmente ideológicas, pero también, cómo no, económicas: un capitán de la Stasi ganaba lo mismo que un cirujano. Para la organización, el informante (conocido como IM) era considerado “el arma más importante en la lucha contra el ‘enemigo’”. Había de todos los tipos (formales, informales, pagados, ad honórem, activos, pasivos) y de todas las profesiones (médicos, profesores, religiosos y un largo etcétera). Los IM eran considerados tesoros invaluables, pues de ellos dependía la carrera de un agente. Aquí, según el autor, la Stasi se revela como una institución obsesionada con los números, los listados, los informes y la frecuencia de encuentros entre agentes e informantes. Se calcula que en la historia de la RDA unos 600 mil alemanes orientales informaron para la Stasi. La enorme presión sobre los agentes para incrementar la cantidad de informantes -muchas veces bajo coacción, como el caso de Frau Meinekemermó la calidad de la información e hizo perder sintonía con la calle. Sería la principal flaqueza de la Stasi y uno de los factores que le impidió prevenir la revolución de 1989. Para controlar a las personas, la Stasi ejecutaba dos tipos de operativos. Primero, la Operación de Vigilancia Personal (Operative Personenkontrolle, OPK), que consistía en monitorear -intervención telefónica, lectura de correo, informantes-

“La Stasi no aceptaba voluntarios y debía saber todo sobre su gente: su pasado, sus vicios, sus pecados”.

Para la organización, el informante era considerado “el arma más importante en la lucha contra el ‘enemigo’”.

con que el SED manejó a una sociedad civil que no siempre bailó al ritmo de sus dirigentes. En sus comienzos, la agencia (las filiales de Gransee y Perleberg son muestras de ello) se dedicó a vigilar a enemigos específicos del Estado, como los Testigos de Jehová (que con su central en Nueva York eran considerados espías), y a cazar a los nazis que habían sobrevivido a la guerra. También estableció los primeros contactos con “proveedores” de información general (meseros de restaurantes, dueños de hotel, agentes de seguros) que funcionaron como termómetros del tejido político y social de la nación. Sin embargo, aunque hacia 1952 la Stasi contaba con 9 mil empleados (ya superaba las dimensiones de la Gestapo de 1937) y 15 mil informantes a nivel nacional, no fue capaz de anticipar las revueltas de junio de 1953, cuando un millón de ciudadanos ocupó las calles de más de 700 ciudades de la RDA para protestar contra el proceso de “sovietización” adoptado por el partido. Luego de que el Ejército Rojo aplanara las veredas, la Stasi amplió sus objetivos y comenzó a exceder las funciones propias de una policía secreta, apuntando a un monitoreo exhaustivo y total de la socie-

a todo el círculo íntimo del sospechoso de actividades contrarias al régimen, incluyendo opiniones críticas y voluntad de desertar. En caso de haber base para imputar un delito, se ejecutaba un Caso Operativo (Operativer Vorgang, OV), que apuntaba al procesamiento criminal y una acción más directa de parte de la agencia, donde desataba sus refinadas depravaciones kafkianas. Aun cuando para la Stasi el asesinato político fue excepcional, la agencia desarrolló el Zersetzen, la “descomposición del enemigo”, su principal herramienta desde 1976. Consistía en aniquilar al inculpado, echando a correr en su entorno rumores falsos: “X es alcohólico”, “X es adúltero”, “X es homosexual” o, incluso, “X es agente de la Stasi”. La destrucción social y moral también podía ser muy efectiva.R

Un historiador analiza la acción de la Stasi, el aparato de seguridad de la RDA, en dos pequeños distritos alejados de Berlín. Tomando la parte por el todo, el autor pone bajo escrutinio microscópico a la policía secreta más vasta de la historia, una burocracia que en 1989, cuando cayó el Muro de Berlín, contaba con 91 mil funcionarios y 110 mil informantes. En estas dimensiones colosales estaría el origen de su caída. Pablo Riquelme es historiador, magíster en Estudios Latinoamericanos, Universidad de Leiden, Holanda.

FICHA The Firm The Inside Story of the Stasi Gary Bruce. Oxford University Press. 245 páginas.


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