El circo de los tres anillos, Jeff Pearlman

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8 En manos de Phil

Tenía que pasar.

Todo el mundo en Los Ángeles lo sabía. Todo el mundo en Los Ángeles lo sentía. Todo el mundo en Los Ángeles lo quería. Un momento… Todo el mundo quizá no. Casi todo el mundo. Después de aquella nueva decepción en los playoffs, era cada vez más evidente que los Lakers necesitaban un cambio drástico para salir del agujero negro de la mediocridad. Con Shaquille O’Neal y Kobe Bryant, el equipo podía presumir de tener a dos piezas fundamentales por debajo de la treintena. Los otros jugadores tampoco iban escasos de talento: desde Rick Fox o Robert Horry hasta Glen Rice o Derek Fisher. Además, esa temporada inauguraban un nuevo pabellón en el centro de Los Ángeles, el Staples Arena, y Jerry Buss, el propietario del equipo, se había propuesto lograr el campeonato sin escatimar gastos. Solo había un minúsculo e insignificante problema: el entrenador. Si algo habían aprendido los Lakers tras la marcha de Pat Riley con sus cuatro anillos, era la importancia de tener un buen líder. Es cierto que los equipos de la era Showtime, con Magic Johnson, Kareem Abdul-Jabbar y James Worthy, tenían muchísimo talento. Pero, sin un buen entrenador, un equipo con talento es un equipo sin rumbo. Mike Dunlea195


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