Revista el humo # 10

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UN POCO DE:

Berónica Palacios Rojas enjugó sus primeras lágrimas un dieciséis de marzo del setenta y tres en Chapala Jalisco, ahí tendió su primer sarta de maternales dolores. Es mujer de raíz indígena y aprendiz de poetas. Cada día se sumerge en un mundo fantástico: trabajo, zurcidos quehaceres, histerias, pinceles, pleitos pueriles y nubes de largos versos. Trasfigura en hojas preñadas de silencio un mar de cosas que lleva dentro: Nostalgias de amores fallidos, minúsculas traiciones y un amor filial empapado de ternura. Plasma los poemas en un río de metáforas rodantes. Vive esquivando al reloj sin voces, que anda detrás de ella, preñado de tiempo imperativo. Berónica es Lic. En Letras Hispánicas, actualmente docente en Lengua y literatura de la Preparatoria nº 3. En el terreno literario ha publicado en los periódicos El Informador, El Financiero y El Charal y en varias revistas del país y del extranjero. Ha participado en varios encuentros de escritores a nivel nacional. Antologada en Poesía de raíces mágicas, anuario 2004 y 2006 Mariposario, antología poética, 2007. Memoria del Relevo 2007, Mapa poético 2008. Autora de dos plaquetas de poesía Nostalgias y Herencias, 2003. Un libro de poemas Corazón por fuera y otro de cuentos Chapala y el beso soñado. Actualmente es Directora de Ediciones Papalotzi con diez títulos hasta la fecha y la revista de creación cultural Papalotzi con beca del PACMYC 2005-2006 y beca 2009-2010. Su poemario Memoria Incendiada está por alzar el vuelo. Acuarelas suyas aparecen en Polvo de Luz, tseltal-español, 2006. Editora de Ediciones Papalotzi. Sobre la Revista Papalotzi


La revista Papalotzi nace en 2004 con el fin de promover las lenguas vivas que han perdurado a lo largo de nuestra historia. Es un proyecto que fortalece nuestras raíces, mismas que se han ido quedando rezagadas en brazos del pasado. Papalotzi se deriva de una palabra náhuatl: papalotl, que significa mariposa. Al tomar una palabra en lengua indígena, el proyecto se compromete a rescatar las lenguas que se aferran a cantarle a la vida en el acontecer cotidiano de los pueblos antiguos, que todavía coexisten en nuestro país. De la misma manera, se compromete a promover a la comunidad artística de Guadalajara y de las zonas aledañas; y servir de enlace para expresiones afines como las artes plásticas, la música y demás artes.

Así escribe Palacios Rojas La luna sigilosa me mira Me espía desde la ventana, desde el aire, desde el cielo. Ese manto virgen de mi silencioso mundo. Sigilosa me mira como niño de capullo nuevo. Mira mis piernas en compás. Miro el fondo ese fondo que no existe y me refleja. Debería pero no I Uno debería aprovechar la poesía, para hablar mal de la familia. Ser feminista, burlarse un poco de Narciso y de Edipo. Destrozar con ironías a los hombres: El que quiso pasar de listo, el que te compartió algunos momentos de placer. El que consentía y te pegaba y odiabas a ratos


y amabas en la soledad de tu cama. II Uno debería utilizar la poesía: Para hablar horrores de parientes mano larga, de injustos maestros, de malos padres y decisiones crueles. También hablar mal de los amigos, y amantes sin hombría pero no, prefiero vomitar esta aspereza que como hiel destilo por los inútiles espacios de mis secreciones.

Sus libros



NARRATIVA

El último concierto (*) A Tamara Bartoletti, por brindarme su amistad sin medidas ni reproches

te cuento seguro que no me lo vas a poder creer Pocha, pero por diosito y por mis hijo te juro que fue así. Ese día estábamos con la Martuli en la peluquería esperando a que nos hagan la tintura, meta hojear revistas hasta que vimos una nota, que otra vez, no sé dónde, la homenajeaban a la Mercedes Sosa, que sinceramente yo no sé, capaz era buena cantora, pero a mí ya eso me parece excesivo, ta bien que la gorda esta haiga hecho de todo pero vo te acordá cuando no has hecho el ole a todo diciendo que venía a la plaza Independencia y al final ni a apareció, para mi que la inflan mucho, si dicen que hasta un Grammy en los Estados Unidos le han dao, que injusticia ¿no?, digo porque Gary que cantaba mucho mejor, y su voz, te acordá que linda voz tenía, realmente estaba bien puesto el apodo de «El Ángel», y sin embargo, a él nunca le han dado nada, ni premio ni nada, y encima se ha muerto de cáncer en la voz, te das cuenta Pochi lo que son la fatalidade ¿no? Si

Bueno estábamo en la peluquería con la Martuli, cuando redepente entran unas pendeja con una pinta de loquita que voltean, parecida a esas que vemo cuando salimo a baila allá en Tafí y que se levantan a los jovatos para que le paguen todo. Son esta mismas que andan calentando a todo los pendejo del barrio, cuando aparecen moviendo el culo de un lado para el otro, yo misma que no soy tan vieja lo he visto como se ponen de estúpido cuando estas mina pasan. También que queré, si se ponen una calzas blancas superapretada, un calzón que parece un hilo dental, si no me mire así, no te miento, la Yesi me a dicho que así se llaman. Te digo má, y esto es una confesión, yo misma me he comprado dos y vos viera como se enloquece el Ramón cuando me lo pongo, se recalienta el Negro, te lo juro por diosito. Bueno dejáme que te cuento, son uno calzones rechiquito de color o negro o rojo, como si lo hicieran a propósito, y estas mina que lo usan con calza blanca solamente para que todo le vean el tuje, unas pupera también requetemil ajustada para que le marque las teta y no usan corpiño, como no queré que anden todos boludo cuando estas se le pasan desfilando por encima de las narice, en fin, Pochita, son de baboso


los hombre, vo bien lo sabé. Bueno esa tarde entraron a lo de la Patricia y nos dieron unos volante sobre un megaconcierto de cumbia en Tucumán Central, iban a esta todo, pero lo que más me había gustado era que iba a estar Leo Mattioli, el preferido de la Angelita, mi suegra, entonce yo pensé, en que con el Ramón teníamo que hacerle ese regalo. ¡Pobre vieja! desde hacía siete año atrá que andaba más sola que un perro porque se le había muerto el Arturo, mi suegro, que la cagaría a trompada y todo, pero la quería, aunque ella una vez me contó, que el amor de su vida había sido el Pancho, y te cuento que el viejito, también ahora que está solo, viene a la casa con sus facturita y su ramo de jazmines y toman mate todas las tarde. Mirá vo lo que son las vuelta de la vida, todo el tiempo que se esperaron y ahora en la ancianitud se pueden recién amar tranquilamente, pero igual cuando se murió don Arturo, la Angelita andaba re mal, todo el día, todo los día estaba meta llorar, y por eso con el Ramón decidimo traerla para la casa. Yo sabía que a ella le gustaba mucho el Leo Mattioli, y como con el Ramón no teníamo mucha guita le pedimos a los chicos, porque te conté ¿no?, no, no te conté a vos, le conté a la Gringa Antonia. Bueno el Cacho o sea, el primero se ha hecho fisiculturista, tiene un lomo, ta relindo, unos brazo y unas gamba, bueno ese trabaja en el sur, se fue hace como tres año, a Río Gallego, le va re bien en la fábrica; el Pelado, ese se ha hecho militar, está con los boinas azules, ahora está de vacaciones en Miami, si me llamó el otro día y me decía que si tuviera un poco más de guita me llevaba a mí y al Ramón para allá. ¿Te imagina conocer y andar de compra por Miami?, pero Ramón le tiene miedo a lo aviones así que no sé no sé como hubiera hecho, a lo mejor hacíamo lo que el Cacho decía, que lo duermamo como al negro fisicudo ese que aparecía en la serie de tele que ello veían cuando eran chico y chau, a otra cosa mariposa, bueno la Yesi, yo siempre le dije que estudie y progresara, le dije que haga unos curso de maquillaje y esas cosa que a ella de chica le gustaron mucho, así que ahora se fue a La Plata con la Yami, y están estudiando para modelo. Pero eso no es todo y mira si no tendrán suerte estas chinita que hace dos mese entraron a trabajar como despachantas de aduana, y ya van teniendo como tres ascenso. Aquí se me quedó el Monchito, que bueno, me lo salió medio vago pero le da una mano al viejo en el Mercofrut, con las carga y descarga de mercadería. Así que les contamo a los chango y a la chinita nuestra idea, y ahí nomá nos mandaron la guita para que le hagamo ese regalo a su abuelita.


Te lo juro por diosito, y seguramente ahora mis cuñada deben estar diciendo que con el Ramón fuimo unos hijo de puta por lo que hicimo con la vieja, pero ahora es fácil decirlo, ahora es fácil. Bueno para ellas siempre fue fácil, como doña Angelita no vivía con ella, sino aquí con nosotro, es fácil hablar al pedo, hablar habla cualquiera. Yo no sé si vos te acordá lo que fue los día antes de ese megaconcierto, todo andaban como loco aquí en el barrio, si hasta se desataban guerra musicales de tocadiscos, quién ponía más fuerte, por ahí arrancaba una con el Leo, y otro le metía un cachito más fuerte Jambao, a ese lo tapaba otro poniendo Néstor en Bloque, y a ese lo tapaban con la Bomba Tucumana, creo que todo se calmaban cuando alguno se acordaba de Rodrigo, Walter Olmos o la Gilda, pobre santos, haberse muerto tan jovencito, ¿no te parece, Pochi? La cosa es que desde unas semana antes se venía hablando de este megaconcierto, pero mi suegra ni fú ni fa, si estaba todo el día encerrada en la casa, no salía ni para comprar el pan, así que ella ni enterada de esto y nosotro podíamos guardar la sorpresa hasta el día del concierto tranquilamente.

Claro, ahora las hermana del Ramón hablan, son unas turras, nunca se preocuparon de sacarla ni a la esquina, ni a la misa la llevaban a la pobre vieja, y nosotro las vece que ibamo a bailar con el Ramón le pagábamos a la Clara para que se quedara en la casa acompañándola, la veíamos en la bailanta gritando, riéndose, cantando, y después ahora te salen con que son… ¿qué son? moralista. Ahora son toda unas santa, pero si vos las hubiera visto como yo Pochita, tendría quizás, la misma bronca que siento que me nace cada vez que lo cuento. Pero si vos viera lo que era el barrio en esos día, Pochita, prendías la radio y te aturdían las propaganda, las pendeja seguían moviendo el culo y empapelando las calles, no se hablaba de otra cosa en los almacene, peluquería, en cualquier parte. Y sí, había que entende que no era un concierto cualquiera. Si no me equivoco por primera vez en mi vida, juntaban tanta estrellas junta. Eso pasaba en las peña folkclórica o en otros recitales que hacían para los crema del centro, para los viejo cheto, pero para nosotro, nunca, si hasta la Tota Santillán venía a presentarlo a los artista. De verdad, Pochita, de verdad, te lo juro, con una mano en el corazón, por diosito y por mis cuatro hijo. Eso tendrían que acordarse las hija de puta de las hermana del Ramón, antes de andar hablando al reverendo pedo, y romper las pelota con lo de la Angelita, ¿no te parece?


Encima este dotor que no aparece y se me sube las pulsacione cada vez que cuento esto, pero bueno ya va a llegar, ademá no tengo más que espera, en la mutual me han dicho que es el mejorcito. Ademá la Angelita siempre decía lo mismo: «Ese lo atendía a mi papá, después a Arturo y ahora a mí.», así que me imagino que debe ser un buen cardiólogo, ¿vo que pensá Pochita? Pero, vuelvo al tema, vo ¿sabé cuántos había esa noche en la avenida, el día del concierto? Yo no sé, eran miles, millones, yo no sé de dónde habían salido tantos, aparecieron como hormiga, todo, algunos estaban en los carrito meta atorarse con choripane y vino tinto, otro trataban de conseguir entrada y pagaban lo que sea, hacían cualquier cosa a cambio de una entrada, por suerte el Ramón había ya conseguido las nuestra, porque cosas así no pasan todos los día y no te las pode perder. Entonce si a nosotro nos decían que teníamo que matar a la vieja, que había que hacer caga al presidente Bush, a nosotro nos daba lo mismo, no hay tu tía, hay cosas en la vida que no se repiten má, ¿entendé Pochi? La cuestión es que decidimo decirle con el Ramón lo de las entrada una semana ante, justo para el día de su cumpleaño sesenta y cinco elegimo, justo cuando las siete harpía que tiene el Ramón como hermana se acuerdan que tienen madre y caen en procesión a la casa: la Mary, la Caty, la Eloísa, la Leo, la Salo, la Hortensia y la Blanca, toda con su marido y a cuál de toda más quilombera. Sí, era cierto, la vieja estaba veterana para ir a un concierto, ¿pero quién te dice que no fuera el último? Si también estaba bastante baqueteada, andaba medio mal del bobo, y el médico le había prohibido las emocione fuerte, pero vos viera Pochi como ella suspiraba cada vez que lo veía por televisión al Leo. Entonces fue cuando las venenosas le dijeron al Ramón que se acordara lo de su papá, que había tenido un infarto en no sé que partido de los Santo, un partido de mierda que una pelota que pegó en un palo. Que se acordara que su papá había estado muerto como media hora y lo habían salvado entre los indio con respiración artificial y masajes en el pecho, que esa vez no había clavado las guampas de puro pedo, y que desde esa vez nunca más había vuelto a ir a la cancha hasta que se murió y no sé otras estupidece más. Nos salen con eso, eso que pasó hace como diez años atrá y en una cancha de fulbo, nada que ver una cosa con la otra, nada que ver Pochi, ¿o no?, pero por favor.


Pochita, ahí llegó el dotor, que buen mozo está, a este si le muestro las teta así ya las tenga arrugada como pasa de higo; pero igual las tengo durita todavía. Claro que te ve las teta como que no, si no ¿cómo mierda pensá sino que te hacen el estudio ese del bobo? ¿electronosecuánto se llama? Bueno te termino de contar. La cosa es que la harpías se negaban a que fuera, y trataban de decirle que ella ya estaba grande para eso, que le tenían terminantemente prohibido ir, lógicamente, creo que hasta le prohibieron a que lo escuche por radio, no sé, no me acuerdo muy bien. La cosa es que la julepiaron fiero a la vieja y despué con el Ramón tuvimo que cambiarle todo el discurso, porque no íbamo a tirar así como así cincuenta peso que salía la entrada. Ademá yo para hacerle la croqueta, le hablaba de que era un regalo de lo nietos que estaban afuera, de que era una oportunidad única de ver al Leo, ese mismo Leo por el que ella suspiraba cada sábado que aparecía en televisión, que el gobierno ya había decidido armar una cantidad importante de butaca en el clú para la cantidad de gente mayor que iría, si hasta don Pancho iría. Que, «¡qué va a estar mal usted del bobo, si se la ve cero kilómetro, mamá!», le repetía a cada rato el Ramón. No sé la cantidad de cosas que le dijimo a la Angelita, pero ella no, nada, una piedra la hija de puta. Las hija habían hecho un buen laburito en menos de dos horas que habían estado. En resumen que la vieja hasta ese viernes nos dijo que no, que ni loca, que ni siquiera sabía si iba a poder resistir la tensión de saber que se transmitía el concierto. Nos dijo más, ese día, bien temprano, antes de que comenzaran a cortar calles por lo del operativo policial del concierto, se iba a escapar a lo de una hermana en Tafí Viejo. Porque ella decía y tenía razón, que si se quedaba en la casa, por más que se encerrara en un ropero, alguna cosa iba a escuchar, pobre desgraciada, y se iba a quedar seca en ese mismo lugar. Así que se iba a lo de su hermana, para borrarse del asunto. «¡Muy bien, muy bien, mamá!» fue todo lo que le dijo esa noche el Ramón, y yo creí que se nos venía todo de culo. Pero esa noche, me pegué un bañito, me puse uno de esos hilo dentales, y con mis artes amatorias, logré nuevamente convencer al Ramón y decidimos lo del secuestro. Mientras nos fumabámo nuestros cigarrillo lo planeamos todo. Nosotro estábamo decididos y más que nada porque sabíamo que la vieja estaba diez punto. Había tenido un infarto eso es


cierto, pero hay mile de tipos que tienen un infarto y vo los ves caminando tranquilamente por las calle y sin hacer tanto quilombo. Porque vos viera el quilombazo que se manejaron las harpía, más vale perderla que encontrarla a las hermana del quetejedi y la vieja misma, con eso de irse a lo de la Rosa, su hermana de Tafí, o meterse adentro de un ropero. Te juro Pochita que no sé como dejaba rigorearse por las mina estas, siempre las termina escuchando a ella, y ni bola al pobre del Ramón, que era el único guacho que tenía. ¡Pobre don Arturo y mi Negro!, por suerte el Ramón se sacó la lotería conmigo, no te rías zonza, ¿o no te parece que soy una joyita? Bueno, por otro lado, escucháme, acercáte que no quiero hablar tan fuerte, vos lo sabe mejor que yo, los dotores, todo, son unos turro bárbaro, vos lo viviste con tu vieja, te hacen durar mil año nomás para sacarte la guita, hacerte experimento y chuparte hasta la última gota de sangre, ¿entendé Pochita? Y además, como decía el Ramón, vos la veías a doña Angelita, y estaba fenomenal, con casi setenta año, no te digo que parecía una pendeja, pero andaba lo más bien: caminaba, hablaba, se sentaba, comía como un evacuado y hasta su vinito con las comida se chupaba. La vieja era una turra de aquellas también, especulaba con el fato del bobo para pasarla bien y no laburarla más en la vida de Dios. Yo si hubiera tenido que criar ocho hijo como ella, te digo que hago lo mismo, la cuestión es que la vieja parecía la reina de Taiwán como la atendíamo. Bueno con este argumento, y gracia a este cuerpito, que le pego unas cuanta sacudida en la cama al Ramón, terminé de convencerlo. Entonces la cosa estaba clara, había que autosecuestrarla a la vieja, nadie sabría, si las harpías venían solamente para el cumpleaño y alguna que otra para saludarla para Navidad, cuando no la saludaban solamente por teléfono, y para eso faltaban como dos semana. El tema es que venían haciendo unos calore infernales, no bajaba de cuarenta grado la temperatura, típico de estas fecha, y nosotro rogábamos que no lloviera, porque se arma la podrida, se inunda todo y eso es una mierda, y aunque el clú es techado, te cuesta llegar. Por suerte el sábado del concierto, amaneció clarito, el cielo celeste, limpito, ni una nube había, así que sería otro día de calor. Y sí, yo prefiero la calor al frío, a mi el frío me hace mal, me pone de mal humor, no podé hacer nada, vivo con las mano, narice, oreja y hasta la cola congelada.


El tema es que ese sábado el Ramón llamó por teléfono diciendo que no cocinara que cuando el llegara de trabajar iba a hacer un asadito, todo como ya lo habíamo planeado. Te digo má, ella tenía que ser la que atendiera el teléfono, para que me diera el mensaje y no tirara la bronca que empezamo a cocinar tarde a propósito. Yo había salido entonce a hacerme la de hacer las compra, y funcionó, la vieja se tragó el sapo. Cuando llegué a la casa me dio el mensaje del Ramón, y yo volví a salir para festejar nuestro triunfo, y para comprar las cosa para la ensalada. Habíamo decidido esto por dos cosa: la Angelita no le decía nunca que no a un asado, y la otra, es que como el Ramón llegaba a las dos y media de trabajar, hasta que hiciera el asado y todo, íbamo a comer tarde, y así le dabámo tiempo a los cana, para que comenzaran a cortar las calles y a vallar por el tema del concierto, ¿entendé, Pochi? El Ramón llegó cerca de las tres y se puso a hacer el fuego; la Angelita ya estaba arregladita y perfumadita desde hace rato, como si fuera a la misa de gallo, para que una vez que terminara de morfar, rajara a lo de su hermana. Desde dónde nosotros vivíamo por ese entonce, ahí por la Diego de Villarroel al 900, la única que le quedaba era caminar esas diez cuadra hasta la avenida Juan B. Justo y tomarse el 103, para la Terminal, y de ahí tomarse el colectivo que va para Tafí. El hecho es que estuvimo levantando la mesa como a las cinco, y la vieja, salió disparada como un cohete para tomarse el cole. Nosotro con el Ramón aprovechamos que no había nadie en la casa y nos duchamos juntos, para sacarno las gana, festejar, y ahorrar alguito de tiempo y agua. Te lo juro Pochita que todavía me pongo colorada cuando te cuento estas cosa, aunque sienta que vos sea como una hermana para mi, lo que pasa es que esto puede sonar a fanfarronería pero al Ramón con sus cuarenta año se le para todavía, parece un pendejo de quince, más cuando me ve con esta bombachita re chiquita, si hasta este mes me ha dao más guita para que me compre unas cinco má, porque dice que quiere que tenga una para cada uno de los día de la semana. A mi eso me recalienta, que sea así, tan calentón, me moja los calzones y eso que ya tengo cuarenta y ocho año, y cuatro hijo, pero aunque a mi me han cosido ahí abajo, nosotros le seguimo dando como cuando éramos novio, entonce, cómo no vamo a aprovechar, ¿no te parece?


Bueno te sigo contando, la cosa es que nos empilchamo a la velocida de la luz, y salimos en un taxi, bien despacito, cosa de ir junando los colectivo, que la policía iba parando a un costado porque ya habían empezado a cerrar las calle por el tema del concierto. Vos viera la cara que puso la Angelita cuando nos vio aparecer, tenía una angustia terrible, pero no podía culparno a nosotro, te das cuenta. Bueno después le explicamo que no había más remedio que bajarse del cole, que nosotro no habíamos hecho el operativo policial, y para que se relajara la llevamo a tomar un heladito, que eran su perdición, y le terminamos de laburar el mate. Creo que fue una de las única vece, sino la única que lo escuchó con atención al Ramón, hasta el final, hasta que se entregó. En ese mismo momento empezó el quilombo de gente, sentí que de los treinta y seis grados que anunciaba el locutor de la radio del taxi pasamo sin escala a los cincuenta. Había un mundo de gente. Gente con pósteres de los que cantarían en el concierto, pendeja con banderas y papelito, algunos pendejo con esas bengala de colores, realmente era una fiesta de colores la avenida, una gran fiesta de los barrio. Un grupo de pendeja llevaba una bandera del Leo como de cincuenta metro. Si no te miento, te lo juro por mis hijo Pochita, parecía que ibamo a ver a lo Santo o la selección argentina, y no a un concierto donde la verdadera estrella serían sin duda, los músico. ¿Viste esas película de vaquero, cuando los choros van a asaltar una carreta donde parece que no hay nadie, o que la maneja nada más que un par de jovato y de golpe se abren los costado y aparecen miles de soldado que los cagan a tiro? Que levantan la lona y estaban todo adentro haciéndose los sota. Bueno esa avenida era algo así. De golpe se transformó en un quilombo de gente, una de gritos cuando escucharon al Leo hacer la prueba de sonido, bocinazos, cornetas, una joda espetacular. Era para llorar, Pochita, te lo juro por mis hijo, eso, era conmovedor, veías cara conocida de aquí del barrio que te saludaban, te gritaban. Pero vuelvo a lo que te contaba de la Angelita, no sabés la caripela que puso cuando en la heladería apareció don Pancho. Nosotros habíamo quedado con el viejito encontrarno ahí, y lo estábamo junando de reojo porque ese era el momento crucial: ahí la Angelita o cagaba la fruta, el corazón se le hacía bosta, o salía adelante. La Angelita miraba para atrás y veía como las pendeja cantaban los tema del Leo y no lo podía creer. Te digo que si no es por don Pancho que se ofreció hacerle respiración boca a boca, llegado el caso, no habríamo


estado tan tranquilo, pero don Pancho y su caballerosidad de siempre. ¡Que lo parió con el viejito este!, siempre tan atento, lo que es el amor, tanto así que le pidió permiso al Ramón, porque decía había hecho un curso de primeros auxilio en el Pami, algo que ninguno había previsto, o le habíamo esquivado el bulto porque, que sé yo, te da un poco de asco por más que sea tu vieja, así que don Pancho, nos sacó las papa del fuego y se ganó una entrada. Pero mirá te la hago corta porque ya faltan dos número para que me llame el dotorcito. Mirá cuando la vieja vio semejante movilización de gente, el chamuyo del Ramón más algunas cosas que aportamo con don Pancho, la Angelita se entregó, entregó entregó. Porque al principio nos reputeó, nos dijo que éramo unos irresponsable, unos asesino, que no teníamo conciencia, que sé yo todo lo que nos dijo. Pero despué cuando el Ramón con la ayuda invalorable de don Pancho la hicieron entrar en razone en la heladería, la historia fue completamente distinta, si hasta empezó a disfrutar y todo. Mirá Pochita, y creéme porque es la pura verda ¿qué intención puedo tener en mentirte, hoy por hoy?, mucho ante de entrar al megaconcierto ahí en Tucumán Central, esa vieja era la más feliz de las mortale, te lo digo yo y te lo juro por la salu de mis hijo. La vieja estaba chocha, cantaba como una quinceañera, lloraba emocionada cuando lo escuchó probar sonido al Leo, no había en toda la calle alguien má feliz que ella. Se bancó toda la espera de la entrada, que fue má larga que la puta que lo parió, porque aunque estaban bien organizado vos bien sabé lo que son estos concierto con tanta estrellas junta, y despué se bancó el concierto completo. Estaba violeta, eso sí, y había momento en que parecía que vos la pinchaba con un alfiler y reventaba como un sapo, porque yo la relojeaba a cada rato. Todo se bancó, cuando comenzó el concierto que salió la Tota Santillán y anunció a Jambao, se bancó los apretujone de las pendeja con sus gritos histérico, las apoyada de bulto y las tocada de culo de los pendejito, las avalancha, los desmayo, los abrazo y esas cosa. Y yo me dije: «si no se murió hasta aquí, no se muere má, es inmortal». Pasaron como dos hora hasta que llegó la hora de ver al Leo. Me acuerdo que lo nombró la Tota, y otra vez avalancha, abrazo, apoyada de bulto, desmayo, tocada surtida de culo, y me acuerdo que miramo para atrás con el Ramón y la vemo a la Angelita, blanca, pálida como un papel, con los ojo desencajado, pobrecita, con el viejo Pancho abanicándola, pero viva. Y ahora yo te digo; está bien dotor, atienda nomá, yo lo espero; te digo en serio y me gustaría que contesten esos que ahora dicen que fue


una hijoputez lo que hicimo con la Angelita ese día. Me gustaría que alguna de las harpía de las hija, las hermana del Ramón, me contestara si alguna de ella la vieron a su vieja como esa noche la vimo con el Ramón. Vo vieras cuando el Leo comenzó a cantar, y el clú se transformó en un infierno que no te lo puedo describir con palabra. Te digo má, me gustaría que alguien me diga, si alguien la vio como yo esa noche. La cara de felicidad de esa vieja, Pochita, era una locura de alegría abrazada al Pancho. Que alguien me diga si la vio llorar como la vi llorar yo a la Angelita, no de dolor, sino de emoción. Te puedo asegurar que ese día fue el má feliz de su vida, porque te juro que la alegría que tenía la Angelita ese día era algo impresionante. Y cuando vi que don Pancho no la pudo sostener, y se le cayó de cabeza al piso, como fulminada por un rayo, justo cuando el Ramón había ido a conseguir unas cerveza, y al viejo le flaquearon las fuerza, porque quedó seca, si ni tiempo a lo de ambulancia que están para socorrerte le dio tiempo. ¡Pobre la Angelita!, pero un poco que todos pensamo: «¡Qué importa, qué má quería que morir así!» Esa es la mejor manera de morir, envuelta en una hermosa canción, cantada en un concierto por el tipo que tanto tiempo admiraste en la televisión. ¿Iba a seguir viviendo?, ¿para qué?, ¿para vivir dos o tre año rasposo más, así como estaba viviendo, olvidada de las harpía de las hija que ahora vienen y me hacen quilombo a mí y al Ramón y no se acordaban de su vieja nomá que el día de su cumpleaño, y alguna que otra Navidad sino lo hacían por teléfono, como siempre lo hacían para el día de la madre? Más vale morirse así, Pochita. Ahí voy dotor, se murió cantando, feliz, haciendo realidad sus sueño de ver al Leo en un concierto, abrazada al hombre que amó toda su vida, como me dijo la Yola, su hermana, y con el que pudo compartir sus siete año de viudez. Así se tenía que morir, que hasta la envidio Pochita. Te veo más tarde andá para la casa así se tomamo unos mate, te juro la envidio, porque si uno pudiera elegir la manera de morir, ¡yo elijo esa Pochita, yo elijo esa! Diego Marazza San Miguel de Tucumán, Lluvia de Primavera de 2009. (*) Este cuento pertenece a su libro Allegro ma non troppo, que aún permanece inédito y ganó el Primer Premio en el Concurso de Cuentos del NOA, organizado por la Universidad Nacional de Tucumán, Argentina.


FOTOGRAFÍA

Leolpoldo María Panero Por Lissete Quezada


Fotos tomadas a Leopoldo Mar铆a Panero en Guayaquil, Ecuador. Feria internacional del libro. Domingo, Parque de las iguanas Lis Quezada, (Ecuador 1986) fot贸grafa, amante de la luz, las letras y el rock and roll. Ciudadana del mundo, ahora viviendo en Ecuador


ENSAYO Vargas Llosa y los dientes de Onetti Sin lugar a dudas en estos días se publicarán un gran número de artículos, reseñas, entrevistas y demás, relacionados con la vida y obra del escritor peruano- español Mario Vargas Llosa quien fuera galardonado por la Academia Sueca con el Premio Nobel de Literatura 2010.

La Academia Sueca argumentó la distinción a Vargas Llosa, por su ―cartografía de las estructuras del poder y aceradas imágenes de la resistencia, la rebelión y la derrota‖. Vargas Llosa, un hombre polifacético que además de novelista, ha sido director de cine, periodista, catedrático universitario y candidato a la presidencia de su país natal, el Perú, elección que perdiera ante Alberto Fujimori en el año 1990. Pero, ¿por qué ese título dónde aparece el nombre de Onetti, al lado del laureado? Mario Vargas Llosa dedicó al escritor uruguayo al cumplirse 100 años de su nacimiento en el 2009, un ensayo titulado: El Viaje a la ficción- El Mundo de Juan Carlos Onetti. El autor confesaba: ―Yo siempre admiré a Onetti desde que leí sus primeros cuentos en los años sesenta‖. Vargas Llosa evoca en su obra la belleza del pesimismo de Onetti que mantiene la unidad entre la imaginación y la realidad. Incluso considera al inventor de Santa María como ―el primer escritor de nuestra lengua que se le puede llamar moderno‖. A pesar de la admiración que le profesaba el escritor peruano al uruguayo, Vargas Llosa comentó que en una de las pocas conversaciones que mantuvo con él, le preguntó por su modo de trabajo. Recibiendo como respuesta: ―Lo que pasa es que tú tienes relaciones conyugales con la literatura- le dijo Onetti a Vargas Llosa- y yo tengo relaciones adulteras‖. Hay una anécdota que le contara otro escritor uruguayo, me refiero a Eduardo Galeano, en uno de sus viajes a México, al escritor y periodista mexicano René Áviles Fabila, la cual paso a transcribir, es magistral la descripción que hace Avilés de la dramatización de Galeano.


Ante la pregunta de Avilés si había conocido a Onetti. ―Sí‖, dice Eduardo Galeano. ―Al Onetti lo conocí muy bien. Cuando llegamos a España, en el exilio, él ya vivía en Madrid. Avenida América 31. Yo me hice amigo de él desde que empecé a escribir, a los 18 años. Un día me van a buscar unos chicos, porque nosotros (refiriéndose a él y su esposa) vivíamos en Barcelona, el norte de Barcelona, y me dicen que están haciendo la tesis sobre Onetti, que les gustaría hablar con él‖. Galeano reconstruye la escena diciéndola como si la estuviera escribiendo en papel: pronunciando mayúsculas, puntos, comas. Y no empuña una bocina imaginaria al relatar su conversación por teléfono. ―Viejo, te llamo porque dos chicos te quieren ver. Te pido que los recibas, son piolas los chicos. ¿Te parece que te vayan a ver mañana? Calva como la de Onetti, la cabeza de Galeano se estira por las mejillas, simulando la tristeza de mi venerado maestro: ―No sé… Viejo, que charlen contigo un momento… No sé… Dale son buenos chicos… Puf… Está bien… ¿A qué horas les digo que los esperas? ―Y que vengan a las cuatro‖, dice finalmente Galeano recomponiendo el rostro para agregar: ―Los chicos llegan en punto, van, tocan… Nada. Van a la esquina a dar la vueltita, regresan: nada. Cinco de la tarde: nada. A las seis me llaman: no sabemos qué pasa, no abre. Insistan les digo, les va a abrir… Los chicos tocan otra vez: nada. Pero debajo de la puerta asoma un papelito que dice: ―Onetti no está‖ Los chicos se desesperan, golpean tímidamente la puerta. Galeano retoma el personaje. ―Desnudo de la cabeza hasta el ombligo, con un pantalón de pijama atado a la cintura con una cuerda, ¡con una cuerda!, los hace pasar. La casa está a oscuras: los chicos entran en el reino de las tinieblas. En la mesa hay platos con comida de hace cinco días, en los ceniceros torres de puchos. El viejo les dice: ―Me van a perdonar que los reciba sólo con dos dientes, pero los demás se los presté al Vargas Llosa‖. Washington Daniel Gorosito Pérez e-mail: danielgorosito@prodigy.net.mx


ENTREVISTA a Augusto Rodríguez

Poeta ecuatoriano* ¿Cómo eres en la cotidianeidad? Me considero una persona muy normal. Trabajo, hago deporte, me divierto, voy al gimnasio, juego como cualquier mortal. Creo que el escritor o el poeta es un ser común y corriente que solo mira las cosas de otra manera. De distintos ángulos nada más. Por lo demás es igual a todos. ¿Crees que la poesía es redituable para un autor? Sí, porque la poesía ayuda a limpiar lo que tenemos dentro. Ayuda a expulsar los demonios. A vaciar tanta impureza acumulada en el ojo. La poesía ayuda a respirar y que los otros respiren. La poesía no ayuda a la economía del país pero sí para que los humanos seamos más humanos todavía.


¿Cuáles son las preocupaciones que tienes como escritor? Me preocupa y me cuestiono lo que gira a mi alrededor. Mis preocupaciones van desde la política, lo social hasta lo más particular y esencial. Siempre me cuestiono los grandes temas de la humanidad, es decir, la muerte, el amor, el tiempo, Dios, etc., así que entre lo particular y social, mis preocupaciones varían dependiendo del momento. ¿Cómo ves el terreno literario en México? México es para mí un país vital y el más importante de América a la hora de la publicación de revistas, libros y demás. Tiene una tradición literaria envidiable. Un gran premio Nobel como lo fue Octavio Paz o escritores de la talla de Sergio Pitol o Juan Rulfo. Y en cuanto a publicaciones son de las mejores que hay de este lado del mundo. Los editores mexicanos son muy cuidadosos y trabajadores del libro. Saben lo que hacen y lo hacen muy bien. En definitiva, México es para mí un pilar básico para nuestra lengua. Has sido merecedor de premios, especialmente de premios importante a nivel nacional. ¿Consideras que los premios tienen credibilidad? ¿Qué te otorgó el premio; en qué cambió tu vida? Mi vida sigue siendo igual. No creo que los premios te mejoren o te cambien. No debería pasar eso. Los premios son incentivos económicos que ayudan en lo básico y nada más. Borges es Borges con o sin Premio Nobel, por ejemplo. Es decir nadie duda de su calidad literaria. Los premios vienen siempre con los gustos personales de los jurados y a veces hay compadrazgos de fondo o con el interés de vender más a tal autor. Por eso creo que hay premios que son más creíbles que otros. Y repito, un premio no me ha otorgado nada. Mi vida sigue siendo igual. ¿Cuando escribes proyectas el libro como producto final? No. Uno va escribiendo y de a poco el mismo lenguaje te va llevando por diferentes caminos. El producto final sólo lo conocerás al final de todo. Estoy seguro que siempre será menor al deseado pero esa es la lucha. ¿Qué es lo que piensas de la publicación del libro? Publicar un libro es un acto de compartir lo creado. Es una parte del proceso creativo, importante e indispensable. Sobre todo porque como autor quemas una parte de tu pasado y el siguiente libro te impulsa a


otros lugares. Publicar un libro es hasta un acto social. Creo que lo más hermoso es la primera parte, la creación y el trabajo en el lenguaje. Lo otro es el resultado de lo trabajado. La red fomenta y posibilita la publicación de cuantiosas revistas. ¿Crees en el trabajo virtual? Sí, porque llega a más personas y de una forma más veloz. Soy amigo de las revistas impresas porque uno las puede palpar y leerlas en la tranquilidad de tu hogar. Pero la ventaja de las revistas virtuales es que llegan a todo el mundo en minutos. Eso me parece hermoso.

-------------------------------------*Augusto Rodríguez (Guayaquil, Ecuador, 1979) Periodista, editor y catedrático. Ha publicado los poemarios: Mientras ella mata mosquitos (2004), Animales salvajes (2005), La bestia que me habita (2005), Cantos contra un dinosaurio ebrio (Barcelona, España 2007), Matar a la bestia –recopilación- (Guadalajara, México 2007), La gramática del deseo –recopilación- (La Paz, Bolivia 2009/ Monterrey, México 2009/ Neuquén, Argentina 2009) y el libro de cuentos Desde el otro lado de la ventana (Lima, Perú, 2010). Se dedica a la cátedra y colabora en publicaciones periódicas con artículos, reseñas, entrevistas, comentarios literarios en el Ecuador y en el extranjero. Sus textos aparecen en varias antologías locales y en países como España, Chile, México, Perú, Uruguay, Venezuela, Nicaragua y Argentina. Ha obtenido el Premio Nacional de Poesía David Ledesma Vázquez (2005), el Premio Nacional Universitario de Poesía Efraín Jara Idrovo (2005), Mención de Honor en el Concurso Nacional de Poesía César Dávila Andrade (2005), Finalista del III Premio Internacional de Poesía Màrius Sampere (España, 2007), Finalista del VII y VIII Premio Internacional de Poesía Joven Martín García Ramos (España, 2008-2009). Es uno de los fundadores del grupo cultural guayaquileño Buseta de papel. Ha participado en varios festivales poéticos, encuentros literarios, ferias de libros dentro y fuera de su país natal. Parte de su obra poética está traducida al inglés, al árabe, al catalán y al francés. Poemas suyos han salido en importantes periódicos y en revistas impresas o virtuales de Hispanoamérica. Editor de la revista literaria El Quirófano y de El Quirófano Ediciones.


POESÍA memoria para Marcelo Ahumada Perder la memoria para olvidar esos cuerpos que pasaron por nuestros cuerpos, ésos que nos dieron forma y ahora son ladrones de banco, atropellados por ostentosos aparatos que circulan por las calles, como si ellos también fueran dueños del mundo. Perder la memoria para cambiar el pasado que no es más que una larga, eterna equivocación. Mimí i. m. Su tía tira piedritas a la ventana de su cuarto. Estas cosas suceden de madrugada o cuando llueve. El clima o el momento del día siempre acompañan. Ella quisiera que la acompañen personas en total carnadura, no espíritus o sobreentendidos o presentimientos. Sabe que tanta locura la hará terminar sus días en el exilio. Su tía ha muerto hace dos años y hoy sería su cumpleaños. Recuerda fragmentos o ráfagas de una infancia inventada, especialmente en la cocina o en el patio de la casa grande de Río Blanco. Su tía aparece viva con las uñas recién pintadas tirando piedritas en el camino. Después de muerta no pierde su costumbre de tirar piedras. Ya no puede pintarse las uñas o hacer buñuelos o abrazar a su sobrina y la despierta de madrugada o cuando llueve. El otro el niño mira desde detrás de su ventana sus ojos buscan al otro niño igual a él que vive en algún lugar de este mundo él lo sabe muy bien y está seguro de que en algún momento se encontrarán está confinado a la habitación de grandes ventanales su madre dice que esta enfermedad terminará en algún momento en un tiempo que no es este él cree que ese otro niño igual a él está sano y juega a las escondidas con otros niños sabe, también, que ese niño explora y conoce mundos que él sólo puede imaginar

Ildiko Valeria Nassr


Mordemos uvas las acomodo en tu ropa dibujo el mapa de tu cuerpo. Abro tus piernas para abrigarme me jalas hacía el azul profundo de tu falda.

No tengo hambre cuando hay sonetos entre la música. Cuando juegan las palabras. A escucharte en desvelo.

Alberto Neri Escenas de infancia I Mi niñez es un eco lejano de las más amadas voces. El sabor de la fruta madura y el no recuerdo de la verdura fresca. El frío que dulce jalaba mis cabellos y mi padre con olor a gasolina. Un campo pleno de agüilotes, ciruelas y guayabas que en tirabuzón despedían su esencia. Eso encontré en el pueril cofre de la memoria incendiada de recuerdos. Y a lo lejos una ansiedad por encontrar hilos y atrapar sueños. II En la familia no se hablaba de nada, de nadie, de ningún tiempo sólo se hablaba con ellos en sueños. A veces por cartas para preguntar sobre los amantes y por muertos que viven en mi libro inédito. Discutir cosas efímeras y compartir gustos elementales como el sexo —que sólo revelábamos con los ojos— o la flojera de querer enderezar el andar de nuestros hijos. III


Recuerdo sordas goteras que musicalizaban el sueño, verdes matas a la orilla del Río Bravo y el hielo, gota cristalina que resbalaba por mis inocentes mejillas. Amalgama de aromas y tonalidades que resaltaban del basurero. Echaba por el caño oxidado la risa no rizada de un padre fantasma, disfrutaba la buena comida que veía en la tele y, los refinados gustos —que simplemente— no existieron. IV Cuando comíamos en familia dejaba una sonrisa pintada en la servilleta y un eco ebrio de vacío. Sonreía con afecto y rencor lejano. Así, nos amábamos. La noche De negro sale presumida con chaperones de estrellas y su luna amiga. Romántica pincela el claroscuro y con su mano de sombra revela placer. La luna se encela del viento. Éste la envuelve, la seduce. y la penetra. La noche deambula entre imágenes prohibidas. revela placer y tiene la dosis exacta para desnudar al instinto. Esboza sueños y es cómplice de enamorados. Ella es precisa, nunca se va ni viene antes de tiempo. Es dócil al grito de su amante: el silencio. Quieto contempla con sus múltiples ojos y silencioso murmura un sonido impronunciable. El viento la satisface plena hasta que llega el Alba con su presencia imperativa —entonces— la noche, amante perfecta se aleja. Berónica Palacios


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