Revista el humo # 7

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EDICIÓN # 7


UN POCO DE:

Gustavo Alberto Tisocco nació el 25 de octubre de 1969 en Mocoretá (Corrientes, Argentina). Desde su niñez aprendió a contemplar y admirar la belleza de la naturaleza y la vida toda. Mostró en temprana edad su poder contemplativo y poético. Estudió Medicina en Corrientes Capital, donde se graduó de médico y desde ahí se instaló en lo que él llama "Su Buenos Aires" para especializarse en pediatría en el benemérito Hospital Pedro Elizalde (ex Casa Cuna). Terminó su residencia y actualmente realiza una post-básica de Neonatología en la Maternidad Santa Rosa de Vicente López. Entre otras cosas, estudió teatro en el Centro Cultural Rojas y con Georgina Barbarosa. Realizó diversos talleres literarios, y todos los años despliega su amor por la danza bailando en la comparsa "Orfeo" de Monte Caseros (Corrientes). Tiene publicado los siguientes libros: Sútil; Entre soles y sombras, Paisaje de adentro Cicatriz, Desde todos los costados y dos CD Huellas, e Intersecciones, además su trabajo aparece en antologías de diversas partes del mundo. Tiene varios premios donde se destacan Premio Revelación a la Calidad Literaria en Buenos Aires en el encuentro organizado por el grupo literario Pretextos y Revelación del Tercer Encuentro de Poetas Latinoamericanos, ambos en el año 2007. Publicado en diversos medios gráficos, cibernéticos y radiales. Actualmente dirige http://mispoetascontemporaneos.blogspot.com.

Así escribe Tisocco La gloria


Y caminarán descalzos buscando la salvación, escupir la fruta que envenenó sus días. Cada gota roja manchando la arena será la derrota. Quedarse, disfrutar del pecado, hubiera sido ........... la gloria.

Del libro: Desde todos los costados

Tu boca

Tu boca no es una boca más. Habita en ella un reptil que provoca espasmos a mi cuello ingrato. Destila humareda y volcán,

quebranta mentiras, pervierte desalientos.

Es mártir de los eclipses, a veces jaula en otras balcón. Tu boca no es como las que deambulan


en veredas despiadadas, ni siquiera es miga de pan, tampoco vergonzosa virgen.

Tu boca es motín, canción, emblema, grito preciso y silencioso acorde en mi deshabitada plegaria. De "Paisaje de adentro"

En la casa de al lado

Se escuchaba en la casa de al lado súplicas traspasando el silencio. Ruidos de cajones, árboles sin color, serpientes en los patios, aullidos de bestias nocturnas. Y aunque de muros se vestía la dama, un quejido era el viento, música fúnebre, premonición. En la casa de al lado, dicen, habitaba el dolor. No podemos afirmarlo. Acostumbrados los vecinos quedamos sordos -o quisimos serloy nunca más, escuchamos nada.

Del libro "Desde todos los costados"


NARRATIVA

La elección era difícil. María Korsakov miró con sus ojos color miel a su primo Mijail, con el que pasó su infancia jugando a los enamorados; a Vladimir, el amigo de su primo y a Fedor, el amigo del amigo de su primo, quienes se veían con el rostro sudoroso, la camisa desabotonada y los brazos unidos por la espalda en un gran círculo de militares soviéticos bailando Katzachok. El olor del tabaco turco perfumaba el festejo por el segundo aniversario del final de la guerra fría; festejo que a María no le importaba. Ella debía tomar una decisión, pero era complicada.

Hacía rato que miraba el vaso de vodka y, a pesar del frío que le adormecía la planta de los pies, se resistió a tomar de él. Volteó ignorando las miradas hoscas de los ancianos que silenciosos acompañaban la escandalosa fiesta. Fijó su mirada en Mijail; de ojos color negro melancólico, en Vladimir, de cuello de oso, y en Fedor,

de mirada de nieve de Siberia.

María debía tomar una decisión que probablemente era la última en su vida. Pero los recuerdos le ganaron; recordó que por la tarde, antes de salir de su apartamento vio a su madre deambulando por las escaleras del edificio que la vio crecer junto a su primo.

Hacía varios meses que el edificio estaba habitado únicamente por las dos Marías; María Korsakov, y María Petrovich, su madre. De las demás habitaciones a últimas fechas sólo se escuchaba el chillido de las ratas, y las paredes crujiendo al anochecer. Recordaba con los ojos fijos en su primo, que lo último que hizo al salir, fue asegurar la puerta con el candado, que entre otras cosas, fue herencia de su padre.


La elección era complicada; los tres eran bien apuestos. Pero lo que más inquietaba sus necesidades de mujer de treinta años de edad, eran los ojos negros de su primo Mijail. Tomó un sorbo para darse fuerza. Al llegar Mijail, con su amigo y el amigo de su amigo, sin pensarlo tomó una decisión. Por debajo de la mesa deslizó su mano y se aferró con desesperación a la entrepierna de Fedor. El recién conocido no pudo resistirse a la caricia, sintió que los vaporesvdel alcohol le hormigueaban todo el cuerpo. Apuró el vaso de un trago, acompañado de María, que al igual que él, se dejó ir la bebida de un sorbo, pero mirando los ojos negros de Mijail, recordó que desde pequeña su mirada la inquietaba. La decisión era complicada.

La figura de su madre con su mirada interrogante regresó a su mente ligeramente nublada por el alcohol.

María Petrovich, la madre de María Korsakov, también debía tomar una decisión, pero olvidó cuál era. Muy de mañana se colocó una de las arracadas regalo de su hija, pero en poco tiempo no supo para qué quería la otra. Subió a la azotea; no estaba segura si subía o bajaba. Vio la ropa blanca y no logró a atinar por qué estaba oreándose en el tendedero. No sabía que su nombre era María, y mucho menos que tenía una hija que se llamaba igual que ella.

La noche la alcanzó perdida en las escaleras. Nunca logró descifrar para qué servían los ganchos en el tendedero, ni de quién era la bolsa de lona. Fijó su mirada en la puerta de hierro que daba acceso a la azotea. No estaba segura si debía bajar por el laberinto de escaleras. Se detuvo en la puerta del apartamento número dos, sin saber que la otra arracada la esperaba en una caja de madera junto al vaso con sus prótesis dentales. Lo último que su mente recordó, fue cuando Nicholas, su marido, perdió la vida al tratar de desactivar una bomba casera en la antigua Yugoslavia. María Korsakov nunca supo que el cadáver de su padre fue a parar a la fosa común en el kilómetro cuarenta y uno, de la carretera que huye de Moscú, rumbo a Leningrado, de donde fue exhumado en 1968 para ser sepultado en El Jardín de Alejandro, al pie de la muralla del Kremlín. Los restos de Nicholas honran la memoria del soldado desconocido con una leyenda que dice: "Tu nombre es desconocido, tu hazaña es inmortal." María no recuerda la primera vez que su hija la dejó deambulando por las


escaleras. Aquel día no se atrevió a golpear la puerta. No sabía si estaba adentro o afuera de su casa. Incluso, no estaba segura de tener alguna casa.

María Korsakov no lo pensó más. Con decisión apuró un trago y, tomando de la solapa a Mijail, lamió sus labios; saboreó la saliva con sabor a tabaco turco. Se sirvió un vaso más, y después de tomarse la mitad, se acercó a Fedor, le pasó la lengua por el

cuello, y al final, fue Vladimir el que sintió que el aliento de María le deshelaba la mirada.

La decisión no fue fácil, María Korsakov estaba citada para viajar a Bosnia. Pensó que no regresaría. Despertó en un cuarto desconocido, acarició la espalda lampiña, se vistió con calma, y tras lanzar un beso al cuerpo desnudo, agarró camino hacia su

casa. Decidió tomar la ruta larga; la Avenida del Anillo de los Jardines. Deseaba llenarse los ojos de Moscú y extasiar sus pulmones con su aire. Tras varias horas de andar por los jardines se dirigió con paso firme al Moscú de los Obreros. Introdujo la llave en el candado y encontró a su madre perdida en el laberinto de escaleras. De atrás de la puerta de la azotea, tomó la bolsa de lona, y bajó del tendedero la ropa congelada. Los primeros fríos de julio ya se dejaban sentir; en quince días la temperatura alcanzará los treinta grados bajo cero. Colocó la ropa en el radiador y pasó la plancha por las telas. Se vistió de blanco, y tras colocarse la gorra con la insignia de La Cruz Roja Internacional, depositó la llave en las manos huesudas de su madre que la miraba interrogante.

Las calles lucían abandonadas, empezaba a nevar cuando llegó al aeropuerto de Sheremetievo, donde estaba citada para viajar a Bosnia y atender sus obligaciones de oficial de enfermería.

La decisión de usar la llave fue difícil. María Petrovich, la madre de María Korsakov, hacía años deambulaba perdida en el laberinto de escaleras de dos pisos. Cuando vio salir a la que no recordaba que era su hija, tomó camino hacia la puerta, introdujo la llave en el candado, y con la mirada interrogante se perdió en el laberinto de las calles.


María Korsakov regresó al Moscú que la vio crecer besando a escondidas a Mijail. Su rostro luce igual de frío que una Matrioshka.

Su madre se congeló en el Jardín de Alejandro, al pie de la tumba del soldado desconocido con las manos bien aferradas a la arracada de diez quilates, y a una llave de candado. María no alcanzó a llegar a Bosnia. Un misil derribó el avión tan sólo veinticinco minutos después desapegar de Sheremetievo. La caja de madera que guarda el cuerpo de María Korsakov luce una insignia que dice: "Tu nombre es desconocido, tu hazaña es inmortal." El cuerpo de María Korsakov, hija de María y de Nicholas Petrovich, fue honrado junto a veintinueve héroes de guerra en El Jardín de Alejandro, al pie de la muralla del Kremlín, para después, ser sepultado en la fosa común a cuarenta y un kilómetros de Moscú, rumbo a Leningrado. A la ceremonia asistieron puntuales los viejos de mirada hosca y boca desdentada, quienes al concluir los honores militares, se retiraron mascullando con su boca con olor a tabaco turco, de la vez que María repartió los besos con sabor a indecisión a su primo, al amigo de su primo, y al amigo del amigo de su primo. Para después retirarse bien aferrada con una mano a un brazo de militar y con la otra a una llave de candado.

Gabriel Vega Real


IMAGEN

Victor González Pérez, Fotógrafo (México, DF. 1968)


ENSAYO

Acerca de Ma. Paz Mosqueda Poeta

Hace ocho años, María de la Paz Mosquera, tomó una decisión. Dejó su trabajo de contadora y le dijo a su esposo e hijos: de ahora en adelante voy a vivir para hacer lo que más me gusta, escribir. Y así lo hizo. Prueba de ello es la presentación de su libro “Bajo el agua”, el próximo 3 de julio a las 7:30 de la noche, en "Neblinas, Ecotienda y Café".

Bajo el agua, publicado por Montazonte Editores, congrega parte de los escenarios poéticos creados por la escritora. A pesar de que su labor literaria inició en 1953 (fecha en la que cursaba la secundaria) es hasta este 2010 que finalmente logra la edición de su primer libro. “Fue algo que se fue gestando en mí, día con día, año con año, hasta que llegó el momento en que tuve la oportunidad de hacerlo y lo hice, como un sueño”, explica Mary Paz, a la vez que se describe como una soñadora incurable.

La escritora recuerda esos días de su niñez, en los que sigilosamente esperaba que su padre se descuidara para entrar al cuarto donde guardaba como un gran tesoro “El Quijote de la Mancha”, ”La Odisea” y “Veinte mil leguas de viaje submarino”.

Y es tal su emoción al contar cómo fue su acercamiento a la literatura, que casi es posible ver a la niña Mary Paz, cuando papá no estaba, darle la vuelta a la llave de la puerta, hasta oír la ronca voz de la cerradura diciéndole: ¡Vamos Mary Paz, los libros son tuyos!


Esos libros de pasta dorada, tan dorada que daban la impresión de estar hechos de oro. Al principio el amor fue de pura vista, cuando aprendió a leer el amor se hizo carne y letra, sólo que todo tenía que ser rápido, rápido, muy rápido, qué tal que papá regresara sin dar aviso. “Desde ahí me nació la idea de leer y de hacer algo, algo así como lo que yo leía. Me gustaba fantasear, me sentía un personaje de aquello que leía”.

Los teóricos dicen que toda historia se rige bajo una estructura dramática inquebrantable, otros lo llaman destino, el punto es que la historia de la escritora Maria de la Paz Mosquera, no estaba exenta de obstáculos y retos. “Lo primero que se interpuso fueron las costumbres de aquel entonces. La mujer no sobresalía profesionalmente. Yo estudié porque mi papá quiso que yo estudiara, pero él me dijo que es lo que yo tenía que estudiar. Las mujeres no podíamos decidir voy a hacer esto, voy hacer lo otro, nuestros padres nos decían vas a hacer esto, porque yo digo”.

Fue así que Mary Paz, ingresó a la carrera de Química, a pesar de que su deseo era estudiar Leyes. Tiempo después descubrió el gusto por los números y sin que papá se diera cuenta concluyó la carrera de contabilidad. Todo esto sin dejar de escribir. La escritura le ha permitido abrir ventanas y respirar de mundos nuevos.

Influenciada en gran medida por Sor Juana Inés de la Cruz, Mary Paz se convirtió en lectora y admiradora de las letras femeninas. Bajo esos parámetros comenzó a escribir poesía, tiempo después trabajó el cuento y actualmente es en la novela donde fija sus expectativas.

A pesar de que la tecnología ha hecho libros virtuales y cualquier persona con acceso a Internet puede tener acceso a ellos, el libro como objeto palpable, como materia de uso y exportación sigue siendo importante. Por esta razón es que María de la Paz Mosqueda decidió publicar Bajo el agua, con la esperanza de que sus lectores, sin importar la edad, logren entender que a través de la poesía todo es posible.

Rocío González


POESÍA "De allí surge esa permanente extranjería que habita sus mejores páginas, aquellas en que la realidad (la imagen es, por supuesto, de Ballard) parece un decorado que puede ser desmontado de un momento a otro para que el tiempo barra con él, inexorablemente." Mis compañeros ven pornografía mientras yo leo a Ballard. Estoy en un edificio a oscuras que se quema por dentro. El miedo es el último compañero en este viaje. La música retumba junto a los espasmos de una mujer que es violada analmente por dos negros, cuyas vergas son dos animales furibundos y ciegos. Extranjero. Extraño. El latido del viento borra toda comunicación con el pasado. Me aíslo, me escondo detrás de las palabras, detrás de una sonrisa gris, que nada dice. Sonríe y observa. Junta los cadáveres que se han quedado a la vera del camino. Mi cabeza solo registra palabras, recursos monetarios, sumas y restas, pasos que se alejan. Escondido en la blancura de mi pantalla pretendo que nada de lo que me rodea me toque. Nada me corresponde. Nada quiero. Son las dos de la mañana y solo espero que el mundo gire para que la noche se acabe. Antecedentes 1 El olor de tu piel. El sabor de tus besos anónimos. El pensar que un día todo el tiempo fue nuestro. El pensar que las mañanas del sábado las recibíamos abrazados y crudos. Con la casa hecha un desastre. El pensar que todos los días eran nuestros.

2 Nunca supe quién eras en realidad.


Sólo una vez vi a tu hermana, mientras huíamos de su casa, borrachos y drogados. No recuerdo con exactitud que hicimos esa tarde. Nunca conocí a tus amigos, ´ a tus ex novios. Nunca me presentaste tus padres. Nunca supe nada de ti.

3 Morir en tus brazos era fácil. Escaparme de tus ojos, Buscar la salida a mis demonios. Dormir para despertar a las cinco de la tarde en un hotel de mala fama, Con dos cervezas calientes en la mesa Y una bolsa de plástico fino. No éramos nada: un par de locos jugando al amor. Un par de balas cargadas buscando un destino. Dos locos con la sangre repleta de drogas. Escapar es para los cobardes, Y nosotros queríamos morir en la raya Javier Alonso Moro Hernández

no es que esté de vuelta sólo que ha pasado el eclipse y todo es brillo lunar todo es la anémona de tu desnudo como entonces te pienso piernas sexo tórax dunas dispuestas a mis dedos tus dedos se dolían en mí por estar a oscuras luz y aire anhelaban esta noche resplandece mustia espera el recuerdo de tu aroma trayendo en miríadas todo el bien que posees la maravillosa bondad de las cosas no reales ilusión que se ciñe y encarna


respiro atiendo el crujir del viejo general electric que se deshiela de puerta abierta en la cocina toda tu saliva savia se advierte en el frío amarillo como un beso a tragos en medio de la gente tocados por la urgencia ahítos de otros ojos respiro cierro puertas ventanas pasos de luz no es que esté de vuelta sólo que ha pasado el eclipse y aún no llega en que soy mejor persona sin ti el amanecer Alejandro Betancourt Tu rostro Trato de localizar tu rostro en este lugar. Paris es sombrío y está solo: sus tardes tienen las nubes pesadas, la torre Eiffel sólo sirve para las fotografías en blanco y negro. La gente murmura que es hermoso y lo es, pero nunca será mejor que tenerte cerca.

El regreso Envilecido entre los cerdos, los rayos de sol agrietaban su cara, Sonidos agudos producía su estómago y gritaba; Donde están mis amigos? Por que las mujeres que juraban amarme se han ido? En donde quedaron a los que alimenté y emborraché con mis bienes? Padre, no veas mis pies desnudos, la vestimenta raída, las manos rajadas. Como podrás perdonarme? Leticia López García


Revista EL HUMO JUNIO, 2010 EDICIĂ“N # 7 www.revistaelhumo.com


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