Aguaviva Oct-Dic 2016

Año 16 · Nº 75 · Octubre - Diciembre 2016

UN RENUEVO ESPIRITUAL

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Hay un plan perfecto para ti

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La lengua es un arma con poder

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Año 16 · Nº 75 · Octubre - Diciembre 2016

Consejeros Espirituales Fernando Saravia Marianela de Saravia

Contenido

Editora Lorena Farrach Asesor Administrativo Francisco Castañeda Redactores Osberto Ruano Lissette de Archila Lilly de Porres Cesar de Castañeda Armando Molina

Corrección de Texto Paola de Pajares María Inés Moeschler Diseño Gráfico Rony Chiché Impresión CIFGA

La Buena Noticia

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Uvas dulces

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Hoy en el Mundo La lengua es un arma con poder

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Espada de la Palabra Jesús: La palabra de Dios

Los Milagros Continúan El cielo, mi dulce hogar

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Decisiones

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Desecha todo lo que te estorba

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Reflexiones Hay un plan perfecto para ti

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Mujeres de Proverbios ¡Auxilio! ¡El mundo me atrapa!

Vida de Alabanza

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Adoración en la tierra como en el cielo

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Entretenimiento Laberinto y Los 8 errores del arca de Noé

escribenos@revistaaguaviva.com

Editorial El árbol se conoce por su fruto “No hay árbol bueno que pueda dar fruto malo, ni árbol malo que pueda dar fruto bueno. Cada árbol se conoce por su fruto: no se cosechan higos de los espinos, ni se recogen uvas de las zarzas. El hombre bueno dice cosas buenas porque el bien está en su corazón, y el hombre malo dice cosas malas porque el mal está en su corazón. Pues de lo que abunda en su corazón habla la boca.”

(San Lucas 6:43-45) “Hermanos míos, no haya entre ustedes tantos maestros, pues ya saben que quienes enseñamos seremos juzgados con más severidad. Todos cometemos errores; ahora bien, si alguien no comete ningún error en lo que dice, es un hombre perfecto, capaz también de controlar todo su cuerpo. Cuando ponemos freno en la boca a los caballos para que nos obedezcan, controlamos todo su cuerpo. Y fíjense también en los barcos: aunque son tan grandes y los vientos que los empujan son fuertes, los pilotos, con un pequeño timón, los guían por donde quieren. Lo mismo pasa con la lengua; es una parte muy pequeña del cuerpo, pero es capaz de grandes cosas. ¡Qué bosque tan grande puede quemarse por causa de un pequeño fuego! Y la lengua es un fuego. Es un mundo de maldad puesto en nuestro cuerpo, que contamina a toda la persona. Esta encendida por el infierno mismo, y a su vez hace arder todo el curso de la vida. El hombre es capaz de dominar toda clase de fieras, de aves, de serpientes y de animales del mar, y los ha dominado; pero nadie ha podido dominar la lengua.

Es un mal que no se deja dominar y que está lleno de veneno mortal. Con la lengua, lo mismo bendecimos a nuestro Señor y Padre, que maldecimos a los hombres creados por Dios a su propia imagen. De la misma boca salen bendiciones y maldiciones. Hermanos míos, esto no debe ser así. De un mismo manantial no puede brotar a la vez agua dulce y agua amarga. Así como una higuera no puede dar aceitunas ni una vid puede dar higos, tampoco, hermanos míos, puede dar agua dulce un manantial de agua salada.”

(Santiago 3:1-12)

La Biblia nos enseña que de lo que abunda en nuestro corazón es de lo que hablamos. Hoy, Dios te quiere hablar a través de esta revista y te invita a que tomes un momento, para que medites en qué clase de palabras estás hablando: ¿palabras que bendicen o palabras que hieren?

Si hablas palabras que edifican, que traen bendición a quienes las escuchan, significa que tienes un corazón sano; pero si de tu boca salen palabras hirientes, te invitamos a que permitas a Dios sanar esas heridas que llevas en tu corazón.

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Por: Osberto Ruano

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Uvas dulces s por eso que, por mucho tiempo, me he preguntado qué es lo que Dios espera de mi vida. Meditando en esto, creo que Dios, por medio de su Palabra, que es vigente y actual, respondió a mi inquietud.

Isaías 5:1-4 “Ahora cantaré por mi amado el cantar de mi amado a su viña. Tenía mi amado una viña en una ladera fértil.

La había cercado y despedregado y plantado de vides escogidas; había edificado en medio de ella una torre, y hechó también en ella un lagar; y esperaba que diese uvas, y dio uvas silvestres.

Ahora, pues, vecinos de Jerusalén y varones de Judá, juzgad ahora entre mí y mi viña. ¿Qué más se podía hacer a mi viña, que yo no haya hecho en ella? ¿Cómo, esperando yo que diese uvas, ha dado uvas silvestres?”

Este pasaje nos habla de que el amado tenía una viña, era de su propiedad. Ya que Dios nos creó, somos de su propiedad. Así como quien desarrolla un invento, luego de patentarlo, es el legítimo propietario, así también nosotros, por creación, pertenecemos a Dios.

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Octubre - Diciembre 2016

Desde que Dios me reveló a su Hijo Jesucristo como mi salvador y me mostró su Amor por mí, entregando a su único Hijo a morir por mis pecados, para que creyendo en Él, pudiera ser salvado de una eternidad en el infierno y pasar la eternidad junto a Él, brotó gratitud en mi corazón y despertó una pasión por agradarlo.

Escogiendo el terreno La viña estaba situada en una ladera fértil. Los viñadores buscan un terreno que llene ciertas condiciones que les asegure una buena cosecha, entre las cuales es muy importante que sea una ladera que esté de cara al sol de la mañana. No compran cualquier terreno, sino se toman su tiempo para escogerlo. Dios te ha escogido antes de la fundación del mundo (Efesios 1:4).

Construyendo la cerca Imagina las largas horas bajo el sol, midiendo y trazando los límites de su propiedad y colocando las pesadas piedras, apiladas una sobre otra hasta llegar a la altura necesaria, con el fin de proteger su viña de ladrones, depredadores, y marcando esa tierra como propiedad suya. Dios pone un cerco protector en tu corazón y te sella con su Espíritu como propiedad suya. Salmo 61:3 “Porque tú has sido mi refugio, Y torre fuerte delante del enemigo”.

Efesios 1:13 “En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa”.

Despedregando el terreno Es interesante que, aunque el terreno fue cuidadosamente escogido (tierra fértil), tenía piedras, lo cual no permite que la semilla dé buen fruto, por lo que el viñador cuidadosamente quita piedra por piedra, con el objetivo de proveer las condiciones necesarias para una buena cosecha, fruto dulce y abundante. Ezequiel 11:19 “Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne”.

Plantado de vides escogidas No siembra cualquier semilla, se toma el tiempo de escoger la mejor semilla. Isaías 55:11 “así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié”.

Torre edificada Como medida de protección, edifica una torre, un lugar alto, que le brinda al vigilante la panorámica total para ver cualquier anomalía en la viña, intrusos, depredadores, etc. Proverbios 18:10 “Torre fuerte es el nombre de Jehová; A Él correrá el justo, y será levantado”

El lagar El viñador no sólo pensaba en el fruto, sino en procesarlo y saborearlo, por lo que construyó un lagar para machacar las uvas y producir vino. Dios es quien produce, por medio de su Espíritu, los frutos dulces en tu vida (Gálatas 5:22-23 “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”) y es Él mismo quien los degusta.

Juzga tú Así como el viñador propició todas las condiciones necesarias para esperar uvas dulces, así Dios proveyó todas las condiciones para que tú y yo demos frutos de justicia delante de Él, pero en lugar de frutos de justicia, muchas veces lo que damos son trapos de inmundicia, es decir, tratamos de agradar a Dios con nuestra propia justicia.

Creo que lo que Dios busca en nuestra vida, luego de la Salvación, es que demos fruto.

No son los dones los que Dios anda buscando, estos pueden atraer a los hombres, pero si algo llama la atención de Dios son sus frutos en nuestra vida. Los frutos son el resultado de permitirle al Espíritu Santo que haga su obra en nosotros.

Pero si Dios propicia todas las condiciones, ¿Por qué a veces no damos el fruto que Dios espera de nosotros?

Esta parábola está hablando literalmente del pueblo de Israel, y aun propiciando las condiciones para que el hombre de fruto; la parábola nos muestra que, por sí mismo, el hombre no puede dar fruto agradable a Dios.

Entonces ¿Cómo agrado a Dios?

Juan 12:24 “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto”.

Dios, sabiendo esto, envió a su Hijo Jesucristo a morir, para que tú y yo pudiéramos ser fruto de su muerte y resurrección. Jesús cayó en tierra, murió y lleva mucho fruto al Padre, y nosotros, los que creemos en Él y le seguimos, somos parte de ese fruto.

Juan 15:1-5 “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado.

Permaneced en mí, y yo en vosotros.

Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”.

Dios planta una vid verdadera, Cristo Jesús, y nosotros hemos sido injertados en Él y lo que necesitamos hacer para dar fruto agradable a Dios, es permanecer unidos a Jesucristo, permanecer en Él, buscando su presencia y Él en nosotros,sumergiéndonos en su Palabra.

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Hoy en el mundo

Las palabras han sido, desde el origen de los idiomas, el timón que mueve a la humanidad. Con ellas podemos construir o destruir.

Por: Lissette de Archila

La lengua es un arma con poder

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a lengua es un arma con poder. Palabras pueden mover masas de personas para hacer que se inclinen a favor de un ideal. Políticos y líderes de todos los tiempos han sabido hacer uso de las palabras para ganar votos y convencer a pueblos cándidos de sus ideales. Cuántos de ellos han ido tras líderes demagogos, engañosos y falsos, que saben hablar con tal elocuencia que parecieran sumir en encantamiento a toda una región.

“La lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno” Santiago 3:6.

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Octubre - Diciembre 2016

Las palabras pueden crear pleitos, contiendas y hasta guerras, si se manipulan de manera correcta para provocar la ira en quien las oye. Son como dardos envenenados que entran en el corazón de una persona, y el veneno que penetra por el oído puede hacer su efecto nocivo por toda una vida. Las palabras hirientes se guardan en la memoria, y siguen haciendo su efecto hasta que decidimos perdonar a quien nos ofendió.

Por el contrario, si somos prontos a insultar, criticar, blasfemar o calumniar al prójimo, la semilla de maldad brotará como odio, ira, venganza, contienda, y dolor.

Si entendemos que cada palabra que sale de nuestra boca tendrá un resultado, seremos más prudentes a la hora de hablar.

Cuidaremos lo que decimos, porque al pasar el tiempo, lo que dijimos nos regresará como un fruto: será agradable si hablamos para bendecir a alguien, o será amargo, si lo que dijimos le produjo una herida.

¡Cuidemos lo que decimos!

Cada palabra hablada es como una semilla que luego producirá fruto Proverbios 18:20 Del fruto de la boca del hombre se llenará su vientre; Se saciará del producto de sus labios.

El producto de nuestros labios es como una semilla. Si nuestra semilla es agradable, noble, con amor, el fruto que vendrá de ella será lealtad, respeto, gratitud y amor. Cuando honramos a alguien y con palabras de amor le hacemos sentir que es aceptado y amado, el fruto que tendremos de ello será una respuesta de cariño y respeto.

Muchos padres no cuidan lo que les dicen a sus hijos, y éstos crecen heridos por lo que escucharon de pequeños.

Esas heridas se manifiestan en actitudes rebeldes, porque exteriorizan el enojo guardado por cada palabra humillante y despectiva que oyeron. Por el contrario, un padre que sabe elogiar a tiempo a su hijo, entenderá lo importante que es alimentar su seguridad con palabras de confianza, firmeza y valor.

La fuente de las palabras es el corazón Jesús nos dice en Marcos 7:21…

“Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios….”

Hoy en el mundo

¡¡¡Cuánto cuidado debemos tener con lo que hablamos!!! Nuestras palabras pueden ser usadas para maldecir a alguien o para bendecir. ¿Qué escoges tú? La Biblia nos enseña que debemos cuidar lo que hablamos, porque con ello podemos hacer mucho bien a alguien, pero también lo podemos destruir. Con la misma boca podemos bendecir a Dios, decirle que lo amamos, cantarle en una iglesia, pero luego, con la misma boca, decir palabras llenas de odio y amargura a nuestro prójimo.

Todo depende de la fuente. En otras palabras, todo depende de lo que guardamos en el corazón. Si somos personas que impetuosamente gritamos, insultamos y reaccionamos con ira, lo primero que debemos hacer es investigar qué tenemos en el corazón.

Una herida abierta puede ser el rencor guardado inconscientemente que produce amargura en nosotros. Esa amargura gobierna lo que decimos, y cuando menos lo sentimos, estamos provocando pleitos.

Según sea el estado de nuestro corazón, así será lo que decimos.

No pueden salir de una misma fuente dos tipos diferentes de agua: o salen aguas amargas, o salen dulces. Del mismo modo, no deben salir de una misma boca dos mensajes diferentes. O hablas para ser bendición, o lo haces para maldecir.

Lo mismo se aplica en cualquier relación personal. Un esposo que maltrata emocionalmente a su esposa, dirá palabras groseras y despectivas que a la larga destruirán el matrimonio.

Una mujer que pelea y critica constantemente, alejará de ella a las personas que ama. Las palabras negativas producen fruto de división y enfrían las relaciones.

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Hoy en el mundo

Él extendió la mano desde el cielo y me rescató; me sacó de aguas profundas.

(Salmo 18:16)

La Santidad en la boca Si verdaderamente queremos agradar a Dios y vivir una vida recta para Él, debemos cuidar lo que decimos. El cambio empieza en el corazón. Nos debemos preguntar, ¿a quién no he perdonado? ¿Me siento enojado contra alguien y por eso reacciono de esa manera?

Luego, confiemos en la obra que Jesús hizo por nosotros en la cruz. Por su poder para perdonarnos a nosotros, nos otorgó también la habilidad para perdonar a otros. Nuestro corazón lo debemos de ofrecer como un sacrificio de amor a Dios, y pedirle a Él que nos limpie y nos dé un corazón puro, y pureza de labios.

David oraba así Salmos 141:3 “Pon guarda a mi boca, oh Señor; Guarda la puerta de mis labios.”

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Sabía que por sus propias fuerzas no podía controlar su lengua, por lo tanto, se rendía ante Dios, y le clamaba porque guardara su boca.

Le pedía que le diera la sabiduría para hablar lo que era correcto y agradable para Él. De igual manera, nosotros podemos pedirle a Dios que nos ayude a usar nuestra lengua para bien, y pedirle que la santifique para que todo lo que digamos sea usado para edificar a los que nos rodean.

Si hablamos palabras de sabiduría, amor, paciencia y bondad, veremos florecer, en nuestra vida, paz en nuestras relaciones, y entonces, la justicia de Dios vencerá en cada situación.

Cuando honramos a alguien y con palabras de amor lo hacemos sentir que es aceptado y amado, el fruto que tendremos de ello será una respuesta de cariño y respeto.

Jesús es llamado en la Biblia, la Palabra (o el Verbo) de Dios.

El evangelio de Juan dice: “En el principio era el Verbo, el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios.”

(Juan 1:1)

Por: Armando Molina

Jesús: La palabra de Dios

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uando la Biblia nos dice que Jesús es la Palabra de Dios, quiere decir que Él es la expresión visible de esa Palabra.

Dios de verdad quiere comunicarse con nosotros, Él no ha permanecido mudo. Dios fue hablando a la humanidad por medio de la ley y los profetas, pero en Jesús esa comunicación ha alcanzado su punto más alto. Y no es tan sólo lo que Jesús dice, sino lo que Él hace, lo que nos comunica el carácter y pensamiento de Dios.

Todas las características de la palabra de Dios aplican a Jesús. El salmo 19 tiene una descripción maravillosa de la hermosura de dicha palabra.

Leamos una porción de este salmo manteniendo en nuestra mente que cada una de ellas es igualmente aplicable al Hijo de Dios.

Salmos 19:7-12 “La ley del Señor es perfecta; infunde nuevo aliento. El mandato del Señor es digno de confianza; da sabiduría al sencillo. Los preceptos del Señor son rectos; traen alegría al corazón. El mandamiento del Señor es claro; da luz a los ojos. El temor del Señor es puro; permanece para siempre. Las sentencias del Señor son verdaderas; todas ellas son justas. Son más deseables que el oro, más que mucho

oro refinado; son más dulces que la miel, la miel que destila del panal. Por ellas queda advertido tu siervo; quien las obedece recibe una gran recompensa.”

La ley del Señor es perfecta Porque su origen es perfecto. La perfección en la Biblia se refiere a aquello que es completo y que cumple su propósito de una forma plena y sin faltarle nada.

En las enseñanzas del Señor encontramos todo lo necesario para nuestra vida.

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Espada de la palabra

Toda posible situación, decisión y duda están cubiertas en ella (2 Pedro 1:3-4). También Jesús ha cumplido la obra que su Padre le encomendó. Este cumplimiento ha sido perfecto, Él dijo “Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciera” (Juan 17:4). Él fue entregado en sacrificio como un cordero sin defecto alguno “… con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación.” (1 Pedro 1:19). Él vivió una vida perfecta, con lo cual podía ofrecer un sacrificio perfecto por los pecados de otros.

llegar a ser sabios por medio de la Palabra de Dios. La sabiduría es la capacidad de decidir y actuar con conocimiento y prudencia. Cuan preciosa posesión es la sabiduría, es más preciosa que el oro y los tesoros. Jesús es la manifestación visible de esta sabiduría de Dios, a tal punto que la gente que lo miraba conducirse exclamaba “Todo lo ha hecho bien” (Marcos 7:37). No sólo eso, aún desde pequeño ya era evidente en Él dicha sabiduría “Y Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres.” (Lucas 2:52).

Sus mandamientos son fieles o dignos de confianza

En ellos no hay mentira ni cosa mala alguna, y cumplirlos nos llevará seguramente por buen camino.

Qué hermoso es regocijarse en cumplir con la voluntad de nuestro Dios, no hay mejor manera de vivir que cumplir con su Palabra que es buena, santa y justa. Seguir sus mandatos alegra el corazón aunque puede que inicialmente nos cueste, al final, qué alegría es hacer su voluntad. Jesús es nuestro ejemplo perfecto en esto, ya que para Él no había mayor gozo que hacer la voluntad del Padre (Juan 4: 34).

Sus palabras son conforme a la verdad, no cambian, Él no piensa ahora una cosa y mañana otra. Su Palabra nunca pasará, permanece para siempre (Mateo 5: 18). Dios siempre permanece fiel a lo que ha dicho, en Él no hay diferencia entre lo que hace y lo que dice.

Igualmente, Jesús se identifica plenamente con la verdad, al punto que dice “yo soy… la verdad”...

(Juan 14:6). Toda Palabra y acción de Jesús, sus promesas y advertencias, sus enseñanzas y parábolas, son un reflejo exacto del carácter de Dios. Él es una roca fuerte que no está sometida a las variaciones del tiempo, de la opinión humana, de las modas y caprichos del hombre.

Seguir esta palabra hace sabio al hombre sencillo Una vida vivida sobre el fundamento de la Palabra de Dios es una vida de sabiduría, el hombre o mujer sencillos son transformados para

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Sus preceptos son rectos

Sus mandatos son limpios o claros No contienen impurezas ni maldad y, por ser mandamientos puros, llevan a la pureza al que los cumple. ¿De qué manera podemos vivir sin mancha ni contaminación en medio de este mundo? Guardando su Palabra (Salmos 119, 9). Asimismo, Jesus vivió en todas las cosas de forma semejante a nosotros, menos en el pecado: “uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado.” (Hebreos 4:15). Estos mandamientos nos esclarecen los ojos, esto significa que nos hacen

comprender el camino que debemos seguir. El que sigue sus mandatos no tiene los ojos nublados sin saber qué hacer, porque Jesús es la luz del mundo. (Juan 8:12)

El temor de Dios Es puro, ya que éste no es un temor que esclavice, al contrario, mantiene al que lo tiene en una constante unión con Dios. Los que temen a Dios son dichosos, permanecen para siempre, porque hacen su voluntad (1 Juan 2: 17). Ahora somos siervos de Dios, ya no siervos del pecado sino de la justicia.

Sus juicios son verdad y del todo justos Por lo que su ley es justa y misericordiosa. Él nunca juzga ni dice nada que sea mentira, en todas sus palabras y acciones la verdad está presente, toda su palabra tiene estas características y frutos, desde Génesis hasta Apocalipsis. Según el libro de Apocalipsis 19:3, Jesús es el que ejecuta su Palabra, incluyendo los juicios de Dios y trae a plenitud sus promesas y propósitos.

Sus advertencias Una advertencia nos muestra el peligro. Dios, en su amor, nos amonesta, nos reprende y corrige por medio de su Palabra. El fruto de escuchar la corrección del Señor es hermoso, es volverse del mal camino, es participar de la santidad de Dios. Igualmente, el Señor Jesus nos reprende, específicamente nos recuerda que “corrige al que ama” (Apocalipsis 3:19). En resumen, estos versículos del evangelio de Juan y del Salmo 19 nos enseñan que Jesús es eterno y uno con Dios Padre. En Jesús vemos y escuchamos toda la verdad de Dios, porque Él está identificado completamente con su Palabra.

Por: Lorena Farrach

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“El Señor le dio a mi esposo el privilegio de servirlo, predicando su palabra en un grupo de oración.

Fue en este grupo que pudimos experimentar sanidades sobrenaturales, liberaciones y milagros, sin pensar que un día nos tocaría a nosotros experimentar, en carne propia, su sanidad sobrenatural.”

El cielo, mi dulce hogar omienza contándonos Verónica de Farrera.

“Como médico,” nos comenta Frank, “yo les decía a las personas que creyeran en el Señor, afirmando que Dios no ha cambiado de opinión acerca de los milagros y sanidades sobrenaturales.”

“Yo crecí,” comenta Verónica, “como una persona atea, pero Dios me permitió tener experiencias personales con Él, en las que se me revelaba como un Dios de amor y poder. Yo trabajaba como instructora de ejercicios y, en el año 1998, Dios comenzó a hablar a mi corazón que dejara los gimnasios, porque estaban ocupando el lugar de Él en mi vida.

Necesito ser tu Dios No hice caso y entonces me vino una lesión en la columna. Dios me dijo: ‘Yo no te mandé esta lesión, fuiste tú misma la que la provocó por no hacer caso a mi instrucción. Quiero hablar a tu alma para que puedas sanar y resolver todas las heridas desde tu niñez. Necesito ser tu Dios, porque tu dios es el ejercicio y la vanidad.’

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Tuve una visitación

Los milagros continúan

Así que una noche entró a mi cuarto una luz fuerte y me di cuenta que había un ángel enviado por el Señor, que se sentó a mi lado y me dijo: ‘No me toques, porque ésta es la última vez que voy a venir, Dios quiere sanar tu corazón que está enfermo, porque debes perdonar y pedir perdón…Tú vas a enseñar el amor de Dios.’

Después de esto, hubo un cambio brusco en mi vida y busqué a mi papá para pedirle perdón y perdonarlo. No como una emoción, sino como un cambio de vida. Busqué también a otras personas de mi familia para perdonarlas y pedir perdón. A la persona que tiene un encuentro con Dios, se le abre el entendimiento y lo que entendí fue que debía obedecer diariamente las instrucciones de Dios para mi vida.

Me golpeé la cabeza Entonces nació el ministerio Shalom, en donde Dios me permitió predicar su Palabra. Al día siguiente de haber predicado, estaba afanada porque mi casa estuviera limpia y en orden y me metí al baño a arreglar una gotera, pero me caí sobre la tina y me golpeé la cabeza. Vi lucecitas, y poco a poco caminé al cuarto donde estaba mi esposo con mis hijos, y me desvanecí…”

“Vero puso su cabeza sobre mi hombro”, continua contándonos Frank, “y quedo inconsciente. Como médico, le hice una evaluación y les pedí a mis hijos que se fueran a su cuarto y que oraran por mami. Llamé a tres amigos doctores y ninguno me contestó, pero cuando vi que Vero comenzó a respirar diferente, llamé a mi hermano para que me ayudara a llevarla al hospital. Al colgar, recibí una llamada de un hermano de la iglesia, que me dijo: ‘No sé qué te está pasando, pero Dios te dice que está contigo.’

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Con mi hermano subimos a Vero al carro con una sábana, pues estaba totalmente flácida y mi oración a Dios fue: ‘¡Señor ayúdame!’ Al pasar frente a donde estaban mis hijos, escuché que le decían a Jesús: ‘Señor, gracias, porque mamita, por tus llagas, ha sido sanada.’

Hay que hacerle una tomografía.’ Entonces la llevamos con mi hermano en el carro a otro lugar a hacerle la tomografía. En el camino, Vero hablaba de los verdes campos, la luz, las flores, pues ella estaba hablando de lo que había visto en el cielo y yo ya no sentía miedo, pues sabía que algo sobrenatural había pasado.

Y murió por ocho minutos

La tomografía indicó que no había lesiones ni hemorragia y que Vero tenía un cerebro siete años más joven que el de su edad.

En el camino al hospital, había mucho tráfico y Vero cada vez respiraba menos, hasta… que ya no respiró. En ese momento, sentí la presencia de Dios que me abrazó pero, al mismo tiempo, una voz interior que me decía: ‘Tu esposa ya murió.’ Era una lucha mental. Pasaron como ocho minutos y sentía una paz que sobrepasa todo entendimiento.

Llegamos al hospital, y como médico, entré a la emergencia, jalé una camilla, pero yo sabía que Vero ya estaba muerta. La puse en un cubículo y la médico residente me dijo:‘Doctor, no puedo ingresar a su esposa, porque ella no viene viva.’ Yo hice caso omiso a lo que ella dijo; tomé un suero y le dije a la enfermera: ‘Ayúdeme, la vamos a canalizar.’

Entonces la doctora residente se hizo a un lado… y en ese momento, Vero se sienta en la camilla en la emergencia delante de todos, después de estar inconsciente y me dice: ‘No tengas miedo, no voy a morir, porque por sus llagas he sido sanada. ’La doctora se asustó tanto que se fue de la emergencia, y en todos los que nos quedamos ahí hubo una gran alegría.

En ese momento me entraron las llamadas de mis colegas y me dijeron: ‘Vero sólo va a estar consciente unos minutos y se va a volver a ir.

Perdí temporalmente la memoria Como fue un gran golpe, estuvo esa noche en observación en el hospital y salió al día siguiente. Al llegar a casa, mis hijos vieron a su mamá felices y le tuve que decir a Vero que ellos eran sus hijos y yo su esposo, pues había perdido temporalmente la memoria. Uno de mis hijos dijo: ‘Es el cuerpo de mi mamá, pero como si fuera otra persona...’ Por un tiempo se perdió la conexión cognitiva con sus hijos, pero en la casa nunca hubo un reclamo ni una queja. Estaba seguro que Dios termina lo que empieza y, aunque la veía mal, yo siempre confesaba: ‘Está cada día mejor.’ Vero se comenzó a ganar el corazón de sus hijos nuevamente, pues cuando volvía en sí, encontraba cualidades en sus hijos que no había visto antes y entonces ellos comenzaban a dar fruto de cosas que ni ella ni yo sabíamos que tenían. En Vero hubo un cambio total en su patrón de prioridades, pues antes del accidente, era muy disciplinada, muy rígida, pero después comenzó a ser amorosa y disciplinada, pero siempre dándole prioridad al amor.”

“No tengo día exacto de cuándo reconocí a mis hijos”, sigue contándonos Vero, “pero quería estar con ellos, conocerlos más y eso me tenía emocionada y desinteresada en otras cosas.

El Señor me llevaba a decirles a las personas que su corazón estaba enfermo y que debían resolver los problemas de su infancia, del pasado, los cuales los bloqueaban para recibir el amor de Dios en la actualidad.

Mi experiencia en el cielo En el cielo, lo que viví fue que estaba sentada en las raíces de un árbol gigantesco y que sus raíces terminaban en un rio cristalino (Salmo 1). Disfrutaba lo que veía, escuchaba el canto de los pájaros, música que transmitía paz y el amor de todo lo que había ahí en armonía. (Salmo 149) Yo me sentía parte de todo eso y me sentía en casa. El viento me movía el cabello, todo era luz (como un brillo) no venía del sol, era todo totalmente encendido, colores preciosos, con mucha vida, olores exquisitos. Y esto lo experimentaba justo en el momento en que mi esposo trataba de darme vida, pero yo estaba en la verdadera vida.

Disfrutaba de todo eso y comencé a caminar en el bosque. Deseaba danzar y correr, y estaba como jugando con las flores, cuyo follaje era alto. Me veía reflejada en el rio diferente a lo que soy, con vestiduras blancas. Pero cuando comencé a correr, escuche una voz que me llamaba, esa voz me alcanzaba, corría como para mi casa, había tanta paz, no había preocupación, ni miedo, ni frío.

No sabía que tenía esposo, ni hijos, sólo éramos la voz y yo. Entonces comencé a ver a unas personas a lo lejos como que estaban en armonía con todo, danzando, y la voz me llamaba por otro nombre que era mi nombre del cielo y que no recuerdo (Apocalipsis 2:17).

Y en ese momento, una voz me dijo que tenía que parar, pero yo le dije: ‘Quiero seguir.’ Pero me volvió a decir: ‘Tienes que parar, porque oraron en mi nombre, en el nombre de Cristo Jesús y tienes que regresar.’ Yo no sabía a dónde iba, pero sabía que tenía que obedecer y ahí fue cuando desperté.

Vero veía en ellos que eran artistas, inteligentes, creativos. Y les permitió desarrollarse en los talentos que ellos deseaban y así formamos un grupo de alabanza familiar. Como familia, alabábamos constantemente al Señor. Aunque eran tres hijos varones, se les enseñó que en casa estaba prohibido tratarse mal y brusco, y si lo hacían, había que pedirse perdón. Mi propósito último con cada uno de mis hijos era formarlos en la vida para ser hijos de Dios. El reino de Dios debe ser parte del estilo de vida de un hogar. No perdamos el tiempo con los afanes del mundo y debemos siempre estar listos y atentos para hablar de Jesús.

El mensaje de este testimonio es encontrar nuestra identidad como hijos en Cristo Jesús, porque en el cielo, lo que viví me hizo entender que pertenecemos a ese lugar y que si estamos aquí, es sólo por un tiempo y para cumplir con un propósito asignado por Dios.

Ahora sé que la muerte ya no tiene autoridad sobre mí, porque el que muere en Cristo, no muere espiritualmente, sino que tiene vida eterna con Él. (Juan 11:25)

Nuestra identidad está en ser hijos de Dios Lo más urgente actualmente es encontrar tu identidad como hijo de Dios, puesto que tu identidad no está en lo que haces, sea bueno o malo, pues eso no eres tú, porque tú fuiste creado a imagen y semejanza de Dios y Dios es amor. No fuimos creados para robar, matar, mentir, o recibir alabanza propia, sino para dar, servir y amar.

Los siguientes tres años del accidente me costó mucho recordar que trabajaba en gimnasios, y añoraba mucho estar en el cielo; no me sentía en mi casa, aunque mis hijos eran muy especiales. Pasaba mucho tiempo en el jardín para sentir el viento y el cantar de los pajaritos, pues sentía que había mucho ruido en este mundo.”

Dios aprovechará tu circunstancia de hoy, Él no la envió, pero Él la quiere usar para que experimentes su amor y que así nuestras vidas sean transformadas. Este momento que estás viviendo es el mejor para que cierres tus ojos y puedas experimentar su presencia de amor, porque Dios es real y es amor.

La recuperación fue paulatina

Puedes conocer la totalidad de esta historia en el libro “Mi Dulce Hogar” de Verónica y Francisco Farrera.

agrega Frank, “y la nueva forma en que comenzó a relacionarse con nuestros hijos hizo que sacara lo mejor de ellos, pues antes nos fijábamos más en los defectos que en lo positivo.

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Los milagros continúan

Y lo que anhelaba más que nada era decirles a todas las personas que no perdieran el tiempo, que buscaran al Señor, que se encontraran con Cristo Jesús, porque todo lo que hacemos lejos de Él es perder el tiempo. Tenía que decirles que el mundo es muy superficial y que vivir de esa manera tenía consecuencias.

Hoy en día tenemos muchos distractores, muchas cosas que hacer, muchas cosas en que pensar, pero no todo es importante, debemos de ser selectivos y saber decidir.

Por: Cesar Castañeda

Desecha todo lo que te estorba

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oy es tiempo que tú decidas entre lo que es relevante y lo que no lo es, lo que tiene trascendencia, lo que dura por la eternidad, y lo que no. Hoy tienes que tomar decisiones que pueden cambiar tu rumbo y tu historia. Hoy es tiempo que te decidas por Dios, quitar todo lo que estorba en tu relación con Él y alinearte a su voluntad. Esto cambiará tu vida por la eternidad y la de muchos que te rodean.

Cuando recorremos un camino, debemos quitar todo aquello que obstruye el paso, todo aquello que estorba y no nos deja avanzar.

Estamos en el camino de la santidad y, para poder avanzar, necesitamos quitar todo aquello que no nos edifica, todo lastre, todo pecado, para así poder correr hacia adelante, “con los ojos puestos en Jesús, el que inicia y perfecciona nuestra fe...” (Hebreos 12:2).

Para poder hacerlo, debemos desarrollar nuestro carácter en la disposición de ser tajantes, definidos, radicales.

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Decisiones

Y esto sólo podemos hacerlo, al ver el pecado como lo que es, algo sucio que mancha nuestras vestiduras, algo enfermizo que contamina nuestro ser interior, que lo enferma y daña, algo inapropiado que, al estar en nuestra vida, nos consume (como los virus en la computadora, ya que la van dañando hasta que queda inoperante). Es más, debemos ver que la paga del pecado es muerte, y que, por lo tanto, nos mata y destruye.

Desecha las obras de tinieblas En un mundo donde la maldad y la oscuridad son tan densas, tan difundidas que se perciben a todo nivel, hay pecado y malicia por todos lados. Por el contrario, el bien y la luz son menos comunes, siendo escasos o nulos en algunos medios. En un mundo así, resulta realmente necesario revisar nuestra vida y ver si hay luz o tinieblas. El apóstol Pablo nos amonesta en una de sus cartas: “Hagan todo esto estando conscientes del tiempo en que vivimos. Ya es hora que despierten del sueño, pues nuestra salvación está ahora más cerca que cuando inicialmente creímos. La noche está muy avanzada y ya se acerca el día. Por eso dejemos a un lado las obras de la oscuridad y pongámonos la armadura de la luz.

Vivamos decentemente, como a la luz del día, no en orgías y borracheras, ni en inmoralidad sexual y libertinaje, ni en disensiones y envidias.

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Más bien revístanse ustedes del Señor Jesucristo, y no se preocupen por satisfacer los deseos de la naturaleza pecaminosa.” (Romanos 13:11-14). Así mismo, Santiago en su carta nos insta a que lo hagamos para que la Palabra de Dios sembrada en nosotros no tenga estorbo: “Por esto, despójense de toda inmundicia y de la maldad que tanto abunda, para que puedan recibir con humildad la palabra sembrada en ustedes, la cual tiene poder para salvarles la vida.”

(Santiago 1:21).

Así también el Apóstol Pedro, en su carta, nos exhorta a abandonar toda maldad en nosotros para que podamos crecer: “Por lo tanto, abandonando toda maldad y todo engaño, hipocresía, envidias y toda calumnia, deseen con ansias la leche pura de la Palabra, como niños recién nacidos. Así, por medio de ella, crecerán en su salvación.” (1 Pedro 2:1-2). Por último, la Palabra de Dios nos amonesta a hacerlo para aprovechar el tiempo: “Así que tengan cuidado de su manera de vivir. No vivan como necios sino como sabios, aprovechando al máximo cada momento oportuno, porque los días son malos. Por lo tanto, no sean insensatos, sino entiendan cuál es la voluntad del Señor.” (Efesios 5:15-17). Ya que su voluntad en nuestras vidas es que crezcamos en nuestra santificación hasta llegar a la estatura de Cristo.

Deja los caminos torcidos Para seguir en el camino del Señor, debemos abandonar todo camino que nos desvía del mismo y evitan a aquellos que nos pueden torcer la dirección correcta por estar participando en otras cosas que nos distraen de nuestro objetivo.

“No sigas la senda de los perversos ni vayas por el camino de los malvados. ¡Evita ese camino! ¡No pases por él! ¡Aléjate de allí, y sigue de largo!” Proverbios 4:14-15. Dios quiere que le busquemos, que dejemos todo aquello que obstruye nuestra relación con el Señor y nos vamos a sorprender de lo que Él puede mostrarnos en nuestra vida.

“Busquen al Señor mientras se deje encontrar, llámenlo mientras esté cercano. Que abandone el malvado su camino, y el perverso sus pensamientos. Que se vuelva al Señor, a nuestro Dios, que es generoso para perdonar, y de Él recibirá misericordia.”

(Isaías 55:7-8).

Dejemos las cosas de niño…y maduremos Para poder crecer y madurar espiritualmente, debemos dejar todas aquellas cosas que hacíamos antes; actitudes y costumbres pecaminosas que caracterizaban nuestra vida en el principio de nuestro caminar en Dios. Esos pecados que nos hacen retroceder, esa actitud infantil de querer ser centro de atención, y como los niños pequeños, hacer berrinche cada vez que las cosas no salen como nosotros queremos. Si queremos madurar, debemos modificar nuestra actitud por la madurez de afrontar los cambios y los retos de la vida y confiar cada vez más en Dios, para que Él sea el centro de atención y así dejar que Él tome el control en cada situación que nos acontezca. “Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, deje atrás las cosas de niño.”

(1 Corintios 13:11).

)

Para tener mejores relaciones con los demás y tener más armonía con otros, es necesario que desechemos todas aquellas discusiones que no nos llevan a nada. Para eso, necesitamos morir a nuestro yo y a querer tener la razón siempre, porque destruye las relaciones. “No tengas que ver con discusiones necias y sin sentido, pues ya sabes que terminan en pleitos.

Y un siervo del Señor no debe andar peleando; más bien debe ser amable con todos, capaz de enseñar y no propenso a irritarse.”

(2 Timoteo 2:23).

Asimismo, la Palabra nos exhorta a evitar cualquier tipo de pelea para que nos vaya bien. “Evitar la pelea es una señal de honor; sólo los necios insisten en pelear.”

(Proverbios 20:3).

Despojémonos de las cosas del viejo hombre Una de las maneras de subir un globo de canasta es aligerando el peso, así que le quitan peso y éste sube. Asimismo nosotros, para llegar más alto, debemos quitar todo peso que tenemos. Las cosas del pasado y las costumbres son pesos que no nos permiten subir a otro nivel espiritual, por lo que debemos aligerar la carga y soltar el peso de nuestro viejo hombre.

También la Biblia nos habla de desvestirnos, despojarnos de ese ropaje viejo de la naturaleza carnal que hay en nosotros, con el fin de vestirnos de la vida nueva en Cristo Jesús.

En la carta a los Efesios, leemos: “Con respecto a la vida que antes llevaban, se les enseñó que debían quitarse el ropaje de la vieja naturaleza, la cual está corrompida por los deseos engañosos; ser renovados en la actitud de su mente; y ponerse el ropaje de la nueva naturaleza, creada a la imagen de Dios, en verdadera justicia y santidad.”

(Efesios 4:22-24).

Abstengámonos de toda clase de mal Otra cosa que debemos hacer es evitar cualquier manera de hacer lo malo. La Palabra de Dios nos aconseja: “Antes bien, examinadlo todo cuidadosamente, retened lo bueno, absteneos de toda forma de mal.” (1 Tesalonicenses 5:2122). Debemos de examinar todo lo que oímos, vemos, pensamos, hacemos y lo que dejamos de hacer, para seleccionar las cosas que nos traen edificación y bendición; evitando todo aquello que nos contamina, nos deteriora y no trae bendición. Así como cuando estamos en alguna dieta especial, que evitamos ciertos alimentos que nos pueden dañar y tomamos aquellos que nos ayudan, así mismo, debemos ser selectivos para decidir entre el bien y el mal. El apóstol Pedro recomienda a que vivamos como los que se sienten ajenos al lugar donde están viviendo, porque estamos solamente de paso: “Queridos hermanos, les ruego como a extranjeros y peregrinos en este mundo, que se aparten de los deseos pecaminosos que combaten contra la vida.”

(1 Pedro 2:11).

Busquemos la santidad Todo esto lo haremos con el propósito de buscar la santidad.La voluntad de Dios es que sigamos en el proceso de santificación en nuestras vidas, que crezcamos y maduremos para llegar a ser como Cristo. “Más bien, al vivir la verdad con amor, creceremos hasta ser en todo como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo.” (Efesios 4:15).

Para esto necesitamos la gracia de Dios, la cual debemos pedir, y dejar que Cristo se manifieste en nuestras vidas, ayudándonos a tomar decisiones, negándonos a nosotros mismos y dejando que Él termine la obra que está haciendo en cada uno de nosotros, en la medida que se lo permitamos.

Por último, deseo que la oración del apóstol Pablo se haga vida en nosotros: “Que Dios mismo, el Dios de paz, los santifique por completo, y conserve todo su ser –espíritu, alma y cuerpoirreprochables para la venida de nuestro Señor Jesucristo.”

(1 Tesalonicenses 5:23).

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Decisiones

Desecha las discusiones sin sentido

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Reflexiones

Por: Lissette de Archila

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Hay un plan perfecto para ti

ú fuiste formado con un propósito. Estás diseñado para algo específico que no le es revelado a nadie más que a ti. Para que lleves a cabo este plan, Dios te dio una serie de dones, habilidades y la capacidad para ejercerlos. Ese plan está escrito en el libro de tu vida, y tienes en ti sueños propios de hacer algo específico, porque es el propósito personal con el que fuiste creado, que está clamando en tu interior para que se cumpla.

Pero también hay otras maneras, mucho más confiables de averiguarlo, (ya que a veces, nuestro corazón nos puede traicionar y ponernos anhelos que no vienen de Dios): Orando y pidiendo la dirección de Dios. La Biblia nos enseña una y otra vez que la guia de Dios es verdadera.

¿Qué sueños tienes?

El dice:“Yo te daré instrucciones, te daré consejos, te enseñaré el camino que debes seguir.” (Salmo 32:8). Y también dice: “Yo sé los planes que tengo para ustedes, planes para su bienestar y no para su mal, a fin de darles un futuro lleno de esperanza.

Yo, el Señor, lo afirmo” (Jeremías 29:11)

En tu diseño personal, lo que llamamos algunos “el ADN del espíritu”, tú tienes impreso un propósito único. Por ejemplo, el médico que soñó desde niño curar enfermos y se realiza como tal, fue diseñado por Dios para eso. De igual manera, un maestro, un artista, un empresario, etc. tendrán el anhelo de realizar lo que su corazón les dicta. Todos nacemos con la inclinación innata por un oficio. También, en la iglesia, Dios nos dio dones para que cumpliéramos con un propósito. Habremos evangelistas, maestros, pastores, músicos, profetas, administradores, etc., que tenemos algo específico que hacer dentro del cuerpo de Cristo para que su Reino se extienda.

¿Cómo saber cuál es el plan para tu vida?

La respuesta más simple es que te hagas otra pregunta, “¿Qué sueños tengo?“ Sin saberlo, aquello que tanto anhelas hacer en tu vida, es por lo general el Espíritu Santo quien te guia hacia el cumplimiento de tu propósito. Él busca siempre darle la gloria al único que la merece: Jesucristo, nuestro Señor.

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¿Sabes que para ti hay un plan único e irrepetible que fue diseñado desde antes de que nacieras?

“Antes de formarte en el vientre, ya te había elegido; antes de que nacieras, ya te había apartado; te había nombrado profeta para las naciones.”

(Jeremías 1:5)

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Si oras pidiendo que Dios te muestre su plan para ti, puedes estar confiado en que pronto verás que se abren puertas que no esperabas que se abrieran, y otras puertas se cierran, porque no era el camino que Dios quería que siguieras.

Dios pondrá deseos en tu corazón, y te impulsará a tomar caminos que te lleven a tu propósito. Lo único que debes hacer es estar atento a lo que Él te esté hablando, y luego, ¡obedece sin esperar más!

Mujeres de proverbios

Dios nos advierte en su Palabra que tenemos tres enemigos que están constantemente al acecho: • • •

El mundo La carne Satanás

Por: Lilly de Porres

¡Auxilio! ¡El mundo me atrapa!

e

n esta oportunidad, enfoquémonos en nuestro enemigo el MUNDO, porque, aunque los tres se confabulan entre sí para distraernos, el mundo específicamente llama nuestra atención y quita nuestra mirada y nuestros pensamientos de nuestro Señor Jesucristo; habiéndose mantenido escondido sutilmente para destruirnos.

Si observamos las cosas del mundo, las tomamos completamente “naturales” como parte de nuestro diario vivir. ¿Y cuales son estas cosas?

- tener una buena familia, - tener una buena casa, - tener un buen carro,

-

ser alguien que se destaque, tener una buena carrera, tener un buen trabajo, tener una exitosa empresa, tener a los hijos en buenos colegios, - salir a comer todos los fines de semana, - salir de viaje, - tener buena ropa, - tener buenos zapatos, - tener un buen celular, - tener una buena computadora...

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En el caso de nosotras las mujeres: - tener perfumes costosos, - joyas, - carteras, - billeteras de marca, - un vasto guardarropa, - salón de belleza,

¿Todo esto es malo?

Mujeres de proverbios

NO en sí mismo. Lo malo es lo que provoca en nosotros todo eso que el mundo nos “demanda” a tener. Porque nos provoca ansiedad, (y la Palabra dice que por nada estemos afanosos), nos provoca separación, división, enfermedades, gastos excesivos en medicinas, estrés, malestar, enojos, envidias, y la lista podría seguir.... Y sobre todo, provoca que nos distraigamos de la carrera que tenemos de buscar ser transformados por el Señor para alcanzar la estatura del Varón perfecto, que es Cristo Jesús (Efesios 4:13).

Hay mucho peligro escondido en esto: gastamos mucho tiempo, esfuerzo y energías en obtener lo que nos demanda el mundo y, no bastando eso ¡pon atención! se nos mide o somos “aceptados” de acuerdo a lo que TENEMOS y no de acuerdo a lo que SOMOS en Cristo Jesús.

Démonos cuenta en qué realmente nos hemos dejado envolver y atrapar. Démonos cuenta en la trampa en la que hemos caído nosotros, los hijos de Dios. ¡Estamos siendo engañados! Y como iglesia, nos hemos dejado influir por el letal mundo.

La primera carta de Juan, capítulo 2, nos da una seria advertencia sobre esto.

¿Qué nos ofrece el mundo?

• • •

Fama Poder Riqueza

Si no tenemos esto a los niveles exigentes de hoy en día, somos desechados, somos rechazados, somos degradados.

Y sólo nosotros, LOS HIJOS DE DIOS, podemos poner un ¡¡hasta aquí!! ¡Despertemos! Porque esto avanza a pasos agigantados e imperceptibles.

¿Entonces, qué podemos hacer?

- Recordemos las verdades que el Señor nos dice en su Palabra: somos aceptos en Él, valemos la Sangre de Cristo, quien murió por nosotros para darnos vida eterna.

(1 Pedro 1:19) - Tenemos la armadura de Cristo para librar la buena batalla, ya que ésta no es contra carne ni sangre, sino contra potestades espirituales que buscan nuestra destrucción.

Nuestras armas no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas.

(Efesios 6: 10-18) - Somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.

- Suya es la victoria.

- Todo lo podemos en Cristo que nos fortalece.

- Y nuestro Padre dice: “Ánimo, YO he vencido al mundo.”

(Juan 16:33)

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Que Jesús crezca en nosotros ¡Levantémonos! Declaremos la Gloria y la Victoria total y completa de nuestro Señor Jesucristo. Él NUNCA NOS DESAMPARARÁ. Él ya nos aceptó; no necesitamos la aceptación de los demás, nunca vamos a llenar las expectativas irreales del mundo.

Llevemos nuestros corazones al Señor Jesús, para que sean escudriñados y confesemos cuánto nos importa la opinión y aceptación de los demás, para que así, al ser perdonados, el Señor pueda limpiarnos y llenarnos de su Espíritu Santo.

No nos desanimamos, gracias a Dios, Él sigue trabajando y haciendo su obra en nosotros, para que así crezca Él más en nosotros, mientras nosotros menguamos.

Vida de alabanza

“Hágase tu voluntad como en el cielo, así también en la tierra” (Mateo 6:10)

Por: Osberto Ruano

Adoración en la tierra como en el cielo

E

l libro de Apocalipsis está lleno de expresiones de adoración y esto es interesante. El versículo 1 de este libro inicia diciendo que es el libro de la revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar las cosas que deben suceder pronto. Y si el futuro está lleno de adoración al que está sentado en el trono y al Cordero de Dios, creo que es importante que veamos cómo será la adoración en el cielo.

Apocalipsis 4:1 “Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta, hablando conmigo, dijo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de éstas”.

Apocalipsis 4:1-11 nos habla de la adoración de los cuatro seres vivientes y de los 24 ancianos.

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Vida de alabanza

Inicia exponiendo: “Después de esto”.

“Esto” se refiere a los capítulos anteriores en los cuales Jesucristo habla como rey, revelándose a sí mismo, dándose a conocer como el que murió, pero que vive, lo cual, si lo crees, lo constituye como tu Salvador y esto te da acceso a la adoración. El Salmo 115:17 dice que los muertos no alaban a Dios, está hablando de muertos espirituales, gente que no ha recibido a Jesucristo como Salvador y Señor. Luego habla como sacerdote, examinándote y mostrándote que conoce tus obras y hasta las intenciones más profundas de tu corazón; posteriormente, como rey da indicaciones a tu vida, y finalmente habla como profeta, declarando las promesas a los vencedores, a los que permanezcan firmes en Él hasta el final.

3. Cara de hombre Representa nuestro intelecto, rendir nuestros pensamientos, sueños, deseos, anhelos y criterios por los de Dios. La única forma consiste en que nuestra mente sea renovada por su Palabra. En la medida que va creciendo progresivamente la verdad en nuestra vida, va desapareciendo la mentira de nuestra mente (Romanos 12:2).

La puerta Isaías 60:18: “Nunca más se oirá en tu tierra violencia, destrucción ni quebrantamiento en tu territorio, sino que a tus muros llamarás Salvación, y a tus puertas, Alabanza” La alabanza es una puerta que nos traslada de un ambiente natural y físico, a un ambiente sobrenatural y espiritual. Nos va cambiando de nivel y es donde pasamos al “sube”, una invitación a un cambio en nuestro conocimiento de Jesucristo, en nuestro camino de santidad, en nuestra intimidad con Dios, etc.

Luego dice “te mostraré”, es decir, revelación fresca para tu vida.

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Continúa con la descripción del ambiente, al cual nos traslada esa puerta abierta en los cielos (alabanza), un gran trono blanco, con uno sentado, Dios mismo, tan brillante como piedras preciosas, un arcoíris alrededor y 24 tronos con 24 ancianos, con vestiduras blancas y coronas en su cabeza, siete lámparas de fuego que son los siete espíritus de Dios, y del trono salen relámpagos, truenos y voces, y un mar como de cristal frente a Él y cuatro seres vivientes con formas con las cuales Dios habla a nuestras vidas:

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1. Aspecto de león Nos habla de fuerza y de relaciones, ya que son animales que operan en manada. Adoración tiene que ver con rendir nuestras fuerzas (Efesios 6:10) y nuestras relaciones al Señor. Relaciones no reconciliadas, relaciones aprensivas y yugos desiguales.

2. Aspecto de becerro Nos habla de resistencia, la forma de resistir la tentación y los embates del enemigo, es someternos a Dios y, como resultado, viene la resistencia en medio de los problemas y situaciones de la vida.

(Santiago 4:7).

4. Aspecto de águila volando Me habla de libertad; es seguir los vientos del Espíritu para planear como las águilas, sin esfuerzo de nuestra parte, y volar en las alturas, buscando su Presencia.

(2 Corintios 3:17, donde está el Espíritu de Santo hay libertad y Juan 8:32, conoceréis la Verdad y os hará libres). La verdadera libertad proviene del Espíritu y la Palabra.

Luego de que los cuatro seres vivientes adoran a Dios, los 24 ancianos se postran, adoran y se rinden ante el Todopoderoso echando sus coronas ante el trono.

Es decir, que nos está invitando a rendir nuestras coronas: Corona de esposa de Rey: Estamos llamados a ser la esposa del Rey de Reyes, pero sólo algunos tendremos esa corona para rendirla (Ester 2:17), corona de justicia a los que aman la venida de Cristo (2 Timoteo 4:8), Corona de vida a los que aman y obedecen al Señor y resisten la tentación (Santiago 1:12), corona de los maridos, es la mujer virtuosa que con el trato de vaso frágil se ha forjado (Proverbios 12:4) y la corona de los abuelos, que son los nietos, el legado que deja a sus generaciones, los principios y valores sembrados con su testimonio (Proverbios 17:6) y aún nuestro caminar en santidad (ropas blancas) rendido ante nuestro Padre, porque sólo Él merece toda la gloria por siempre… ¡¡¡Amén!!!

Adoremos en la tierra como en el cielo Finalmente, quiero compartir el siguiente escenario, basado en Apocalipsis 8:3-4 Un ángel en el tabernáculo celestial, frente al altar de oro, con el incensario, formando una nube de humo de incienso, la cual está constituida por la oración y la adoración de los santos. Imagino a Dios en su trono, anhelando manifestar su Presencia y su Gloria en medio de la congregación. Empieza una persona a adorar con todo su ser a Dios y empieza a formarse un hilo de humo y Dios está esperando a que se forme una cubierta de tinieblas santas, pero todavía no es tan densa como para manifestar su gloria sin que seamos consumidos. Luego se suman más personas adorando al Rey de Reyes y Señor de Señores, y la nube se va haciendo cada vez más espesa, hasta que llega un momento en que nuestra adoración es tan intensa que hace que la nube sea tan espesa que permite a Dios manifestar el resplandor de su Gloria sin reservas y nos gozamos de un preámbulo de la adoración celestial.

Vida de alabanza

Postrémonos, adoremos y rindamos nuestras coronas

Oh SEÑOR, de mañana oirás mi voz; de mañana presentaré mi oración a ti, y con ansias esperaré.

(Salmo 5:3)

¡Quiero animarte a que adoremos en la tierra como se adora en el cielo!

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Octubre - Diciembre 2016 RESPUESTAS: 1) hay mas agua de mar 2) la cola del tigre tiene una raya mas gruesa 3) La nariz del LeĂłn tiene otro color 4) hay otro conejo 5) una mancha de la jirafa es mas oscura 6) A la cebra le hace falta una raya negra 7) Las rayas de la playera de NoĂŠ son mas gruesas 8) La oreja del elefante es mas grande.

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