EL CAMINO CUARESMAL - Rufino Mª Grández

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RUFINO GRÁNDEZ

El camino cuaresmal

Colección Emaús 10 Centro de Pastoral Litúrgica


PRESENTACIÓN Oferta y acogida Este folleto cae en manos de un cristiano que de alguna manera quiere vivir la Cuaresma. El tiempo con ojos de vidente cristiano es una realidad ungida por una presencia. Es una de las formas con que Cristo queda sacramentalizado en nuestra existencia terrena. Nosotros vivimos y lo que se va a ir desplegando delante no es ni una incógnita ni un calendario amorfo y neutral. El Señor va a ir actuando como compañero de un camino, a cuya meta él ya ha llegado. Este sentido de tiempo sacro es una nota de nuestra fe cristiana, y supone que nosotros creemos en el Dios de la Creación y de la Historia y en un acontecimiento que ha introducido un giro definitivo en el universo. Fue un día en la línea de los siglos, cuando el Hijo de Dios se hizo individuo concreto de la Historia, vecino del acontecer humano. Murió, sí, pero el Padre con la fuerza del Espíritu lo resucitó, lo sacó del reino oscuro de la muerte, y lo resituó en el mundo como vida perenne, como cauce de todo lo que ha de ir sucediendo, como regazo de todo amor, de todo pensamiento. Esta visión mística de los siglos hace que nosotros demos una hermosura divina a cualquier acontecimiento trivial de la existencia. La pobrecilla historia humana, entretejida de pasión y de zozobra, siempre será la historia de una esperanza que no cae en el vacío. Estas semanas que nos proponemos vivir -seis semanas cuaresmales, siete pascuales-, este trayecto rutinario que nos disponemos a recorrer está penetrado de un aura de vida, que viene del Espíritu, y de una fuerza potente, que es la presencia del Señor en la peregrinación de su Iglesia. Tal es la oferta que Dios nos brinda y tal la acogida que la comunidad santa de los cristianos tributa a su Señor. Pero hay una distorsión de existencia, que es preciso tener en cuenta desde el principio, para tomar las oportunas medidas. Desde hace unos años la Cuaresma no existe. Y esto ha ocurrido, más o menos, desde que la Cuaresma ha recobrado nuevas riquezas, extraídas de las viejas arcas y sobre todo desde ese venero de reflexión que ha brotado en la Iglesia con los aires del Concilio. Sucedía que antes había una Cuaresma de signos civiles. En Cuaresma quedaba anulado todo lo que pudiera tener un carácter frívolo o profano. ¿Cómo permitir espectáculos ligeros, cuando la sociedad había entrado en la seriedad de la Cuaresma? Reinaba una cierta simbología colectiva, privándose a la fuerza de cosas placenteras, y por otro lado los predicadores Cuaresmales ejercían su áspera función profética en nuestras iglesias. Hoy todo esto ha pasado y en la sociedad laica ha sido abolido todo signo cuaresmal. Para remate la Semana Santa es estimulada como semana de vacaciones. Las iglesias tampoco oyen resonar la voz tonante de los misioneros, ni en las casas religiosas ni en las familias rigen los severos ayunos de antaño. Acaso en la


comunidad eclesial, donde se ha operado una fuerte barrida de signos penitenciales, haya que repensar las cosas con el paso de los años y optar equilibradamente por cierta fisonomía cuaresmal de la que hoy carecemos. La teología, sin embargo, y la liturgia han ganado unos tesoros preciosos, porque hoy podemos hablar del Sacramento de Pascua ("Sacramentum Paschae", decían los Padres), con un frescor que nos sabe a vida nueva. Hemos perdido ambiente, pero hemos ganado realidad. La operación ha sido rentable. Ahí está, pues, la Cuaresma como un desafío personal y comunitario. En cierto modo la Cuaresma nos la tenemos que crear nosotros para gustarla y vivirla; somos nosotros los responsables de nuestro propio camino. La oferta está ahí, y este folleto quiere estimular al lector pensante a que no deje pasar vacío este tiempo fecundo. Mirad ahora el momento favorable -dice Pablo-; mirad ahora el día de salvación (1Co 6,2).


Apertura de Cuaresma: Miércoles de ceniza, convocatoria de conversión

Tocad la trompeta en Sión, proclamad el ayuno, convocad la reunión... Este pregón de los tiempos de Joel -siglo IV antes de Cristo-, es para nosotros el bocinazo de Cuaresma, y de hecho así empieza la liturgia de la Palabra el Miércoles de Ceniza. Ese día la comunidad cristiana se reúne para presentarse ante el Señor como pueblo pecador y penitente y para iniciar un trayecto de sinceridad y verdad, una camino de purificación e iluminación que le va a llevar hasta la santa montaña de la Pascua. Si en nuestras parroquias lográramos que este día se suspendiera el rutinario orden de misas y se lograra una gran asamblea, tendríamos un signo muy expresivo de que somos un pueblo de Dios unido en un mismo propósito y un pueblo que solemnemente comienza su éxodo liberador hacia la Pascua. Hoy es un día característico de asamblea. Día de ceniza que tendríamos que recibir -repito-, si posible fuera, en una sola celebración, como pueblo penitente. Al menos, hágase un esfuerzo por disminuir las otras misas, y si no se pudiese otra cosa, que no todas las misas sean iguales. La finalidad de este día es iniciar el camino pascual guiados por Cristo a través del desierto de la Cuaresma. Los cristianos ayunamos en este día. Convocados en la iglesia se nos leen las Sagradas Escrituras. Dios nos dice por medio de Joel: Convertíos a mí de todo corazón: con ayuno, con llanto, con luto (Jl 2,12-18). Resuena la voz apremiante que se insinúa en el corazón: Os lo pedimos por Cristo: dejaos reconciliar con Dios (1Co 5,20-6,2). Y Cristo en el Evangelio nos traza el programa del cambio que él espera, una justicia nueva distinta de la de los fariseos, que se ha de manifestar en las tres expresiones características de la piedad tradicional de los judíos: la caridad desinteresada, la oración sincera ante Dios, el ayuno verdadero (Mt 6,1-6.16-18). Son consignas sobre las que reiteradamente se ha de volver en Cuaresma. Día de conversión. El símbolo de la ceniza, tomado de las páginas de la Biblia, está aludiendo a esto. Al imponerla, el sacerdote puede recodar unas palabras que nos evocan al primer hombre en el paraíso: Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás (véase Gn 3,19). Pero es preferible que en el momento de humillar nuestras cabezas escuchemos la proclamación que hizo Jesús al inicio de su ministerio: Convertíos y creed el Evangelio (Mc 1,15). *** En la praxis cristiana este Miércoles de Ceniza debe ser para todos una día de reflexión para perfilar nuestro programa cuaresmal. Debemos preguntarnos con qué ánimos, con qué temple espiritual entramos en la Cuaresma, con qué 4


manos vamos a recibir la gracia que se nos brinda, y hasta qué punto estamos dispuestos a iniciar un combate espiritual. Ah, Jesús lo tuvo en el desierto. La celebración sacramental de la penitencia, al inicio de este camino, está en plena consonancia con el Miércoles de Ceniza. Y en el programa cuaresmal, de acuerdo con el mensaje evangélico, hay tres puntos que hemos de afrontar con sinceridad para estar a tono con la gracia saludable que se nos brinda: - la ascesis, el ayuno; - la oración, en la escucha de la Palabra de Dios; - y la caridad, la limosna, la caridad como donación solidaria de nuestras personas. *** En este día primero de Cuaresma torna a mi mente el comienzo de un canto severo que en la Edad Media se cantaba con estremecimiento, y a veces con pánico: Media vita in morte sumus..., en medio de la vida nos coge la Muerte... Es cierto, por más que no sea de nuestro gusto. En la mitad de la vida puede salirme la Parca en la carretera. Dante comenzó así la Divina Comedia de la vida: Nel mezzo del camin di nostra vita... Sin tremendismos, pero con un serio sentido de la realidad y un ansia de verdad y purificación, vaya este himno, compuesto para iniciar la Cuaresma:

En medio del camino de la vida la mano del Señor tocó mi frente: ¡Mortal hijo de Adán, detente y entra, conmigo al corazón sin miedo vente! Bajé hasta el alma, cueva y paraíso, tomado de su mano suavemente, y vi la historia entera en mí bullendo: al Padre, al Hijo, al Fuego incandescente. Oh alma buscadora, ve al desierto, montaña del Señor, dintel celeste, y ensancha las ventanas a la vida, amante del amor y de la muerte. Bañado en la verdad y en dulce llanto, conócete a ti mismo al conocerle, oh Hombre, y escucha en tu gemido un son de paz que desde el cielo viene. 5


La paz y la justicia -Cristo muertose abrazan en el alma estrechamente; rebrota el mundo, firme y vigoroso, y en mí la Vida vence, oh Tú, perenne. ¡Oh Cristo soberano, Dios perdón, en cruz ensangrentado, Dios clemente, te damos gracias, luz que nos revelas el ser en su verdad con lo que eres! Amén.

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Las seis etapas del camino Aprendizaje del misterio Vamos a contemplar la Cuaresma desde la proclamación del Evangelio los domingos. Ya se sabe que para abrir con mayor abundancia la palabra de Dios a los fieles se ha compuesto un ciclo de tres años de lecturas dominicales. No se repiten cada año, sino que hay un ciclo trienal: A, B, C. Tomemos los Evangelios del año A. Las escenas que vamos a contemplar tienen tal raigambre en la tradición cristiana como catequesis mistérica de Cuaresma, que hay facultad para repetir los Evangelios del ciclo A en los dos sucesivos.1 El panorama que tenemos a la vista es el siguiente Domingo 1ºJesús tentado Domingo 2ºJesús transfigurado Domingo 3ºJesús da el agua viva: la Samaritana Domingo 4ºJesús da la luz a un ciego de nacimiento Domingo 5ºJesús resucita a Lázaro Domingo 6ºJesús entra como Mesías en Jerusalén Los Padres de la Iglesia en sus explicaciones al pueblo cristiano hablaban de mistagogía. Esta palabra griega significa literalmente: conducción hacia el misterio. Entendemos que lo realizado en Jesús es un misterio, es decir, una realidad divina, concreta, con una fuerza permanente que se expande hasta hoy, una realidad de la que nosotros podemos participar hoy, ahora, aquí. Y por eso se nos anuncia en la liturgia. Debemos entrar en ella. La Sagrada Escritura, proclamada en la asamblea del pueblo de Dios, nos lleva hacia esas realidades. Los verdaderos pastores de la Iglesia se han preocupado de explicar la Sagrada Escritura de forma que toda la asamblea santa pudiera entrar en el interior de esas realidades salvadoras y presentes. Todo esto se llama mistagogía. ¿Quién es el protagonista de Cuaresma: Cristo o el hombre? Hay dos visuales para otear el camino cuaresmal. Distinto el paisaje si yo pongo como protagonista al pobrecito ser humano -hombre o mujer que se afanan y se debaten en la pelea humana- o si yo digo sorpresivamente que el protagonista de Cuaresma es Cristo. Dos puntos de mira que tienen derivaciones distintas, que estimulan una actitud psicológica diferente. Parece obvio que el protagonista y el interfecto de Cuaresma tenga que ser 1

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Con más exactitud éste es el detalle. Todos los años el domingo primero de Cuaresma

es el domingo de las Tentaciones, y el domingo segundo el de la Transfiguración, y el Evangelio se toma de Mateo, Marcos y Lucas, porque los tres refieren ambos episodios. Lo que acabamos de decir en el texto se refiere en rigor al Evangelio de los domingos tercero, cuarto y quinto; el sexto es el Domingo de Ramos.

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el hombre, que es el luchador en este camino de viadores. Dejemos a Cristo como protagonista de la Pascua en todo el tramo de los cincuenta días. Al fin lo que representa la Pascua es el triunfo perenne del Resucitado. Esta obviedad en un segundo momento no es tal. Si yo dijera que el protagonista de Cuaresma es el hombre y el protagonista de Pascua es Cristo, escindiría un misterio unitario. Estaría fotografiando el misterio con cámaras diferentes, con procedimientos de orden diverso y el cuadro resultante sería semifalso. Es mejor enfocar el paisaje completo con la misma cámara. Es más oportuno decir que Cuaresma-Pascua son un proceso irrompible que tienen el mismo eje, Cristo, el Señor. Al menos desde un punto de vista rigurosamente litúrgico las cosas son así, dado que en la liturgia no celebramos la titánica empresa de los hombres que quieren alcanzar a Dios, sino, al revés, la acción de Dios en la historia, pasada, presente y futura, que con gratitud y alabanza, con disponibilidad de colaboración, el hombre recibe como don de Dios. Pablo en el texto más importante sobre el bautismo de los cristianos (capítulo 6 de Romanos) explica nuestro bautismo desde esa óptica. Bautismos los ha habido en las religiones. El ser humano ansía el lavatorio de su alma, quisiera buscar el detergente que expulsara todas las manchas de su corazón. El hombre pecador, ávido de Dios, va al agua; se desnuda y se sumerge. Quiere mostrar al Creador que lo pasado queda allí atrás para siempre y que desde hoy empieza lo nuevo. No es ése el bautismo cristiano, siendo tan laudable y sublime ese gesto absoluto del hombre pecador que anhela a Dios. Para Pablo el bautismo es un acontecimiento por el cual el cristiano es incorporado a la muerte del Hijo, a la sepultura, a ese brotar nuevo en la Resurrección. Y entonces el cristiano realmente muere, realmente es sepultado, realmente es resucitado. ¡Alucinante...! ¿O revelador...? Esto es mística. Sí, esto es misterio, esto es sacramento. En efecto, así lo es. Y de la sacramentalidad del bautismo se derivada la moralidad de la vida cristiana. Podemos releer atenta y escrupulosamente ese citado capítulo 6 de Romanos y calibraremos personalmente la verdad de lo que vamos diciendo. ¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva (vv. 3-4). No cabe duda de que el protagonista, el verdadero agente del bautismo, es Cristo. El hombre es el recipiente, para lo cual ha tenido que abrir el oído, doblegar el corazón, escuchar en espíritu de docilidad y obediencia y acudir a las aguas..., pero ha sido Cristo, el Señor, el que está realizando su obra esplendorosa. Ha sido Cristo en esa triple modalidad de su misterio pascual: muerte, sepultura, resurrección. La muerte y sepultura son acontecimientos que 8


pertenecieron un día a nuestra historia, a nuestra intrahistoria, que ya pasaron, pero que están en el bautismo, porque somos incorporados a ellos. Un discurso análogo vale para explicar la óptica de Cuaresma. Si le ponemos a Cristo en el centro y en torno a él tratamos de explicar el acontecer anual de Cuaresma, entenderemos mejor lo que pasa dentro. y sobre todo apuntaremos con mayor exactitud a lo que es la verdad genuina de las cosas. Por aquí va la explicación mistagógica de la Cuaresma, explicación por la que queremos avanzar al paso de los domingos. Al abrir el Misal, vemos que no andamos descaminados. En el domingo primero oramos así en la oración colecta: Al celebrar un año más la santa Cuaresma concédenos, Dios todopoderoso, avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo y vivirlo según su plen itud. Entender y vivir, ése es el objetivo. Penetrar el misterio con sabiduría interior, fundir la vida en él y proyectarlo. Jesús tentado: vencedor del demonio y del pecado El paisaje del primer domingo de Cuaresma está patente. Es el desierto, donde Jesús entra en combate. Bajando de Jerusalén a Jericó, en aquellos parajes áridos, refugios de anacoretas y monjes, tenemos un escenario adecuado para representarnos a Jesús en la lucha, presagio del final quebrado en Getsemaní y la Cruz. Jesús está en el núcleo de la lucha existencial de la criatura. Este es el tema. Los tres años se tornará sobre la misma escena: el desierto y las tentaciones según Mateo (año A), Marcos (año B) y Lucas (año C). Cualquier predicador, al evocar las tentaciones de Jesús, se siente impulsado a moralizar y a tomar el cuadro del combate como paradigma del combate cristiano. ¿Cuáles son las tentaciones raíces de vida, por las que de una manera u otra pasamos los pobres mortales? A lo mejor las vemos ya verificadas y resueltas en Jesús, nuestro guardián y jefe. Podemos acudir a un célebre pasaje de Hebreos, cuando después de haber recorrido la caravana de testigos del Antiguo Testamento, cincelados por el dolor, nos presenta la figura de Jesús: Corramos con fortaleza la prueba que se nos propone, fijos los ojos en Jesús, el que inicia y consuma la fe... (Hb 12,11-12). El valor ejemplar de las tentaciones de Jesús es determinante. Nos lo recuerda el prefacio del día: ...y al rechazar las tentaciones del enemigo nos enseñó a sofocar la fuerza del pecado. De alguna manera late en los Evangelios, quizás más acentuado en la presentación de Lucas. Con todo, el meditador, al tratar de desmenuzar un poco el texto evangélico, queda intrigado. ¡Hay tal desnivel entre el caso individual, personal, de Jesús y el mío...! Nuestras tentaciones son primarias, diríase que hoscas y brutas: tentación de lujuria, es decir apetito sexual incontrolado; tentación de vanidad, así de real y tonta; tentación de envidia, aunque bien pensado sea algo vergonzante; tentación de 9


odio, horrible sentimiento del corazón humano. Así son nuestras tentaciones. Las de Jesús no las podemos homologar con ese mísero rasero. ¿Entonces? Entonces pasamos al profundo misterio de su persona, donde nos perdemos. Las Tentaciones y el Bautismo son dos acontecimientos paralelos para el asombro creyente. Las dos escenas tocan un misterio de despojo y solidaridad que, como misterio, no acabamos de explicar. Jesús es el ser humano entero, en el abismo del corazón y en la grandeza. El Tentador, es decir, el enemigo primordial de Adán, del Hombre, se acerca a Jesús. Jesús es el protegido de Dios, el Mesías, el Hijo de Dios. El intento demoníaco es dar un viraje de existencia, trazar un "planning" para Jesús de acuerdo a lo que funciona y rinde en la vida. Doblegarse a la querencia del demonio es para Jesús su autodestrucción. Ceder es romper su propia identidad. El demonio, ángel de luz, puede utilizar la misma Escritura; pretende agazaparse en el signo de Dios, y escurridizamente trata de entrar por ese portillo de donde nos viene la luz del cielo, la Palabra. Jesús, el Fuerte, derrota al adversario que parecía el bien armado. Misterio tenebroso ése del mal, del inicio de la Biblia y del inicio del Evangelio, que nos sobrepasa y abruma. ¿Qué podemos hablar nosotros del mal, que la Escritura lo contempla como mal personal, qué podemos hablar nosotros de ese misterio tan sobrehumano? Y por otra parte esa realidad de espanto nos cerca en el corazón. El mal, con su crudeza demoníaca, está dentro de nosotros mismos. Mas he aquí el mensaje: Cristo es el Vencedor. Cristo, el compañero de ruta, el Siervo de Yahweh, es el invicto. Derroca al demonio, extirpa la maldad. Aguardemos, no obstante, a que la bandera de la victoria quede izada en la mañana de la Resurrección. Jesús transfigurado El segundo domingo, con una escena tan diferente, es el contrapunto del primero, y los dos juntos son una catequesis soberana del misterio pascual. Domingo segundo de Cuaresma, que es el domingo de la Transfiguración del Señor, un año con Mateo, otro con Marcos y el tercero con Lucas. De nuevo aquí nos importa más la totalidad del mensaje que los matices y perfiles de cada evangelista redactor. Jesús sube a la montaña. Esto sucedió cuando el ministerio público iba ya avanzado. En los primeros tiempos Jesús vio cómo en torno a él se desató cierta oleada apoteósica. Había surgido un carismático insólito, de altas exigencias, pero de una fascinación más poderosa. El pueblo, por misterioso instinto, se vio arrastrado. Además su paso por Galilea había estado colmado de favores, porque éste era el que curaba a los enfermos y, sobre todo, el que anunciaba la buena noticia a los pobres. El anuncio liberador resultó ser un pedrusco escandaloso para la teología de los bien pensados, que era la teología oficialmente ortodoxa. Y poco a poco esta 10


misericordia acogedora se hizo insoportable, porque aceptarla era volver a nacer. El enfrentamiento llegó a discusiones virulentas, que en el terreno dialéctico eran puntos de vista irreconciliables. Es fácil que el ardor popular hubiera amainado; lo que sí es seguro es que la opinión había crecido como un muro divisorio. La causa del Reino entra en crisis, y acaso Jesús mismo padece solidariamente esa crisis, que es la criba de la existencia. El pudo preguntarse: ¿Adónde conduce todo esto...? Subió, pues, a la montaña. No subió para abandonarse a una escena edificante que diera sangre nueva a los discípulos. Subió para hundirse en Dios y recobrar nueva fuerza. Y en esto... se transfiguró, mejor, fue transfigurado por el Padre. Se desbordó sobre su piel -misteriosa epifanía- lo que llevaba dentro del corazón: la luz. Apareció la luz y el misterio recóndito que albergaba. Jesús era el transido por el Espíritu y el amado del Padre. Apareció la historia de salvación que llevaba palpitante en su pecho: Moisés y Elías, o Elías y Moisés como prefiere escribir San Marcos, sin duda por alguna intención precisa. San Lucas nos ayuda cuando nos dice que conversaban sobre el éxodo que iba a cumplirse en Jerusalén, es decir, sobre su salida de este mundo y tránsito al Padre por la vía de la Cruz y de la Resurrección. Ese Jesús acosado por el demonio y ese Jesús transido de amor y gloria en el monte santo son el mismo, el único. ¿A quién deberemos contemplar? A los dos, porque la Pascua es esto. Es la fusión dinámica e inquietante entre la Cruz y la Gloria, el dolor y la paz. El cristiano que levanta sus ojos a Cristo halla, por de pronto, el hontanar de la fuerza. De allí le viene luz y vigor. Y simultáneamente comprende que Cristo es la cifra que explica el misterio de nuestra vida. Es que somos misterio. Sí, pero misterio pascual: fragilidad y anhelo, peso de pecado y vuelo de gloria, miseria y hermosura... La contradicción nos acompaña, pero la respuesta está más allá de nosotros mismos. Jesús nos la muestra. Vivir es vivir en tensión de Pascua, en la tentación y en la paz del monte, en el gozo de la luz. Lo que acontece en Jesús nos está diciendo lo que acontece en nosotros y lo que somos nosotros. Jesús da el agua viva, da la luz al ciego, resucita a Lázaro El triple título corresponde a los tres domingos consecutivos, III, IV y V de Cuaresma. Perícopas evangélicas destinadas al ciclo A, de las cuales se advierte en el Leccionario dominical: Estos Evangelios, por ser de tan gran importancia en relación con la iniciación cristiana, pueden leerse también en los años B y C, sobre todo cuando hay catecúmenos. Los tres Evangelios aludidos proceden de San Juan, de la tradición juanea, profundamente mística, simbólica y sacramental. Jesús está en el centro y es la clave de lectura recibir el mensaje. Una mujer de Samaría, que en la vida ha caminado a la deriva, se acerca a Jesús con labios abrasados de sed. Y empieza, como un sacro rito que hoy celebramos, la amable 11


liturgia del encuentro. Es Jesús, el Señor, quien se pone a los pies para pedir porque él también, y sobre todo él, es el que tiene sed. "Dame de beber", dice, pide. Y la mujer, haciéndose valentona, contesta con un cierto mohín: "¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?". La criatura se pavonea estúpida, inconsciente, pero el Señor accede y responde: "Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber..." Qué o quién es el don de Dios, se han preguntado los exegetas. Y la respuesta está en la misma frase -así Bultmann- en ese "y" de la frase, un "y" que técnicamente se llama explicativo, epexegético..., esto es, aclarativo, ecuacional de lo que se acaba de decir. El don de Dios no es otro que "el que te pide de beber". Jesús es el don de Dios. ¡El don de Dios! Jesús lo es. El es la puerta, él es el camino, él es la vida, él es todo. El es el don de los dones de Dios, porque en él reside la plenitud de la divinidad. El es el que puede dar el agua viva, el agua manante que sentiremos borbotear dentro de nosotros, la que mata la sed, la que bulle, la que salta hasta la vida eterna. ¿Será el Espíritu Santo? ¿Será la gracia? Somos libres de pensarlo. Lo que sabemos es que quien tiene a Jesús tiene el agua viva. Pero sigamos leyendo. ¿Qué pasó? Que la mujer de Samaría bebió de esa agua viva, y al gustarla supo que su vida vieja había terminado y que la nueva acababa de comenzar. Se le dio el espíritu de adoración en espíritu y en verdad; se le dio una fe tan potente que pudo contagiarla a sus compaisanos de aquella región "non grata". El agua viva hacía que el páramo comenzara a ser un vergel. Y todo sucedió porque alguien, junto al manantial de Jacob, daba la verdadera agua viva brotada de la roca. Los catecúmenos que, bajo la canícula, hacen su travesía para llegar a la fuente bautismal pueden verse perfectamente retratados en el corazón de la mujer del mediodía. Pero, sobre todo, lo que van a reconocer es que, al llegar a Jesús y beber de él el agua viva, al recibirle a él como don de Dios, van a experimentar el milagro: pasó lo viejo y todo es nuevo. Y el causante de todo ello, el protagonista de la vida nueva que irrumpe es Jesús, sencillamente él. La Cuaresma nos quiere llevar a este encuentro con Jesús, don del Padre y manantial de agua viva, primer encuentro para quienes vienen de fuera y bautizados disfrutan de la novedad de la vida cristiana, reencuentro para nosotros cristianos acostumbrados que quizás constatemos que nuestro bautismo ha palidecido. *** El significado bautismal está más explícito en el episodio del ciego de nacimiento, que se lava en la piscina de Siloé, un relato perfilado con dramática secuencia. Los lectores de la Biblia de Jerusalén -la más usada en las aulas teológicas y en muchos grupos cristianos- una pequeña nota correspondiente a Jn 9, que empieza diciendo: "El milagro del ciego de nacimiento es probablemente para el evangelista un símbolo del bautismo, nuevo nacimiento por el agua y el 12


Espíritu". El escudriñador de las Sagrada escrituras puede hacer un arqueo entre la conversación de Jesús con Nicodemo (capítulo 3 del mismo Evangelio de San Juan) con este episodio del ciego que se lava en la piscina de Siloé. Lo que sí es cierto es que la liturgia nos invita a hacer esa reflexión a recibir nuestra catequesis bautismal contemplando al ciego que ve después de haberse lavado en la piscina. El prefacio del este cuarto domingo nos orienta en este dirección. Alabamos al Padre mirando la obra cumplida en Cristo: Que se hizo hombre para conducir al género humano, peregrino en tinieblas, al esplendor de la fe; y a los que nacieron esclavos del pecado, los hizo renacer por el bautismo, transformándolos en hijos adoptivos. Penetremos en la escena. El ciego es un desvalido total; era ciego, ciego de raíz, desde el nacimiento, y "era mendigo" (v. 8). La miseria es su presente y su futuro. ¿Quién iba a pensar que un día el nacido ciego iba a tener unos ojos bañados en la luz, uno ojos vivos, capaces de vivir con el mundo? Ilusión que por fuerza se había de descartar. Jamás se oyó decir que alguien le abriera los ojos a un ciego de nacimiento (v. 32). Ni es él, en este caso, el que pide la curación ni sus padres ni sus amigos. La iniciativa arranca de Jesús, que vio, al pasar, a un hombre ciego de nacimiento (v.1). Jesús entra en acción y se pone en contacto con la tierra. Hace barro mezclando polvo y saliva. No es difícil evocar la plasmación del primer hombre. El barro toca los ojos y le manda al "bautismo" de la piscina. Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado). El fue, se lavó y volvió con vista (v.7). Sucede que Siloé en hebreo significa enviado -alusión al cauce de agua enviado desde la fuente de Guijón que abastecía la piscina-, pero esta digresión etimológica no le interesa al evangelista. Lo que le importa es que caigamos en la cuenta de que el Enviado es Cristo. El ciego, mísero y sin futuro, se lava en Cristo, y al ser bautizado en Cristo es iluminado. ¡Cuántas contradicciones hubo de sufrir en esa dura de los puros y videntes (v. 41), refractarios a admitir a Jesús, el Enviado! El pasó por todo y pudo confesar con firmeza: Creo, Señor. Y se postró ante él (v. 38). El cristiano metido en el camino cuaresmal halla aquí la estampa fortificante de su bautismo. Esto es ser cristiano: aceptar a Jesús, el Señor; bautizarse en él; confesarlo con palabras y vida. *** Avanzando en dirección a Pascua llegamos al quinto domingo: la resurrección de Lázaro, otra escena que debemos interpretarla en clave sacramental. Nos los dicen igualmente los libros litúrgicos, porque el prefacio nos adentra en la contemplación de lo que ocurre, dirigiendo nuestro ojos a Cristo: El cual, hombre mortal como nosotros que lloró a su amigo Lázaro, y Dios y Señor de la vida que lo levantó del sepulcro, hoy extiende su compasión a todos los hombres y por medio de sus sacramentos los restaura a una vida nueva. 13


La proclamación central de Jesús es ésta: Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí no morirá para siempre (vv. 25-26). La resurrección de Lázaro es un preanuncio de la propia resurrección de Jesús, pero en el mismo trance es una profecía de la nuestra. Y es lo que explícitamente se proclama en las frases que acabamos de copiar. No es definitiva la muerte física, que derriba nuestro cuerpo: el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá. Lo mismo dicho de otro modo, en forma de paralelismo literario, es la terminación de la frase: el que está vivo y cree en mí no morirá para siempre. A la hora de rendir nuestro cuerpo a la tierra podemos pensar que entramos en un sueño del que nos ha de despertar Cristo, que es la resurrección y la vida. Más bien que en un aspecto específico de la vida cristiana -el bautismo, del que hablábamos poco ha- se nos está invitando a considerar que Cristo es el sacramento del Padre para la humanidad entera, para todo hijo de Adán que está abocado a la muerte. Y este fuerza de Dios se ha ejercitado en Pascua. Entendemos las Pascua como la irrupción poderosa de la vida de Dios en la tierra, y entendamos la próxima Pascua, hacia al que caminamos en Cuaresma, también así: la vida de Dios nos da la vida verdadera. Jesús entra como Mesías en la ciudad santa Mucho hemos caminado si el paso a paso de Cuaresma ha sido tan denso como el mensaje. Estamos en la sexta y última semana de Cuaresma, semana tan singular que los cristianos la llamamos la Semana Santa. "Queridos hermanos: Ya desde el principio de Cuaresma nos venimos preparando con obras de penitencia y caridad. Hoy, cercana ya la Noche santa de Pascua, nos disponemos a inaugurar, en comunión con toda la Iglesia, la celebración anual de los misterios de la pasión y resurrección de Jesucristo, misterios que empezaron con la solemne entrada del Señor en Jerusalén". Este párrafo es de la monición que presenta el misal para empezar el sagrado rito de este día. Se aprecia, pues, que la liturgia del Domingo de Ramos es múltiple y especialmente honda. Enlaza con la entrada del Señor en la ciudad santa, pero luego penetra en el misterio de la Pasión dolorosa. Porque en este día se leen dos Evangelios: el Evangelio de la entrada, para iniciar la procesión, y el relato completo de la pasión (según San Mateo, San Marcos, o San Lucas, de acuerdo a los tres ciclos) en la celebración eucarística. Nos vamos a detener en la parte primera. Podemos evocar cómo se celebra hoy el Domingo de Ramos en Jerusalén. Es ésta, la procesión de Ramos, el acto más popular de los oficios de la Semana Santa. Se celebra el domingo por la tarde. A las 2.30 se congrega en Betfagé la amplia comunidad cristiano-católica, venida de múltiples lugares de Tierra Santa: cristianos nativos en su mayoría de facciones árabes; clérigos del 14


patriarcado; religiosas y religiosos extranjeros que gastan su vida al servicio de la Tierra de Jesús, variopintos peregrinos que devotamente toman la palma. En la huerta de los Franciscanos hay gran cantidad de ellas preparadas para el homenaje a Jesús. Mirando de Jerusalén en dirección al monte de los Olivos, Betfagé está en la trasera del monte. Sale, pues, el cortejo; desciende levemente y luego va remontando el espaldar de los Olivos. Desde la humilde cima se otea el panorama de la ciudad, apretada y aparentemente tranquila. Por aquellos parajes anduvo el Señor; su rostro se bronceó con aquel sol, por allí lloró -Dominus flevit- viendo trágicamente que su pueblo, su entrañable pueblo, no comprendía aquella hora de salvación. Desciende la larga doble fila para rozar el Huerto de los Olivos, para cruzar el torrente Cedrón, seco, para ascender ligeramente hasta entrar en Jerusalén, cruzando la muralla. La amplia explanada de la iglesia de Santa Ana, custodiada por los Padres Blancos, recibe a toda la comitiva. El homenaje al Señor con ramos de olivos, con cánticos en los labios, con muchos pensamientos y amores en los corazones ha durado un rato largo de la tarde. No fue ésta precisamente la hora del acontecimiento, mas la vivencia cristiana sentida y consciente sí que evoca aquel recibimiento que se le hizo a Jesús en Jerusalén. Algunos se sintieron molestos -dice San Lucas-, los de siempre. Y con un celo aparentemente ortodoxo quisieron sujetar aquella algarabía. "Maestro, reprende a tus discípulos" (Lc 19,39). Y Jesús se yergue como profeta entero y fulmina: "Os digo que si éstos callan gritarán las piedras" (v. 40). Jesús ha aceptado ese homenaje; tenía que aceptarlo, el Padre lo había querido así. ¡Cómo no iba a aceptarlo si él mismo lo había provocado! ¡Si fue él quien proféticamente designó la humilde cabalgadura! Y caballero en el más paciente de los animales entró como Rey Mesías en la ciudad santa de Jerusalén. Puede ser que caiga este folleto en manos de algún forofo del Gregoriano, noble canto creado en viejos tiempos. Y entonces resonará en sus oídos los ecos dulces y penetrantes que nos llegan desde nuestra juventud: Gloria, laus et honor tibi sit, Rex Christe, Redemptor... Así caminaba antes la asamblea en una liturgia parsimoniosa y lírica... liturgia de monjes poetas y amantes, que remueve unos residuos que todos llevamos dentro. Decía el canto "Gloria, alabanza y honor a ti Cristo, Redentor...", bien seguro que mil veces mejor dicho que esta disecada fotocopia. El Señor visita a su pueblo y el pueblo le recibe con alabanza y amor e infinita adoración... Piensa este "escribiente" ante la pantalla del ordenador que el fruto de la alabanza, que es la sazón de la cálida acogida, ha de ser el fruto sabroso del Domingo de Ramos. El Señor nos lo conceda. Si los discípulos callaran hoy tendría que hablar las piedras. Pero, no, hermanos, sigan mudas las piedras y hablen nuestros corazones alabando al Señor. Porque, como lo vamos diciendo y repitiendo al filo de todos estos pensamientos, el verdadero 15


protagonista de lo que pasa en Cuaresma es el Señor. A él la gloria.

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El recio itinerario del Antiguo Testamento La humanidad camina hacia la Pascua de Cristo Habíamos fijado con ahínco nuestra atención en Cristo. El es el estandarte; él es el protagonista de la Cuaresma y de la Pascua, el eje para entrar en órbita. Ahora podemos desglosar nuestra consideración, alargando la mirada a oriente y occidente y contemplando cómo se moviliza la humanidad en búsqueda del Cristo pascual. Cuaresma, peregrinación de cuarenta cifras, empalma con los cuarenta años del desierto, que van desde el éxodo de Egipto hasta la entrada en la Tierra Prometida. El libro que lleva este nombre -Exodo- es libro privilegiado de Cuaresma, un vademecum de orantes. La lectura continua de esta obra singular de la espiritualidad de Israel la podrán hacer los cristianos que toman en sus manos la Liturgia de las Horas y rezan lo que llamamos el "Oficio de lectura". Siendo las cosas así, hemos de añadir que la catequesis cristiana no se reduce a la catequesis del pueblo peregrino por los sequedales de la península del Sinaí, del Neguev y de Transjornadia hasta llegar a Moab y disponerse a pasar el Jordán. Podemos recorrer la historia entera y reflexionar, al estilo bíblico, sobre la humanidad que anhela su liberación. Los griegos lo harían con sus epopeyas, sus mitologías y sus discursos filosóficos. Y las religiones milenarias de oriente lo harán con sus libros sacros. El hombre pensante busca sentido, medita en su desasosiego y pide una respuesta. Nosotros acudimos a la Biblia. Dicen los expertos que el núcleo espiral de la Escritura puede estar en una convicción grabada en el corazón del pueblo y formulada en las páginas santas con estas palabras: Yahweh hizo subir a Israel de Egipto, o Yahweh sacó a Israel de Egipto. Son núcleos de fe arcaicos. El primero recurre 41 veces en los libros del Antiguo Testamento, el segundo 83 veces. Lo que comunica un enunciado de tal género se refiere a aquel evento único de cuando Israel se emancipó de Egipto. En aquel suceso los hombres semitas esclavos del Faraón hallaron su cohesión y su identidad, perfilaron un destino, recobraron de alguna manera su historia y proyectaron su vida hacia un futuro. El enunciado, dicho a veces en forma exhortativa en segunda persona, era una revelación, era una proclamación de fe, y era una exhortación, una especie de desafío sagrado, de cara al porvenir. La Cuaresma es tiempo meditativo. Hay que frenar la marcha de la vida y pararse a meditar. Y meditar ¿qué? Meditar sobre los problemas de siempre, sobre el origen, el medio y el final. Podemos abrir la meditación del Concilio sobre la condición del hombre en el mundo de hoy, que es la exposición preliminar en la "Gaudium et spes". Dice, por ejemplo, el Concilio en sus sabias cavilaciones: La humanidad se encuentra hoy en un nuevo período de su historia en 17


el que profundos y rápidos cambios se extienden progresivamente a todo el universo. Provocados por la inteligencia y la destreza creadora del hombre, reinciden sobre el mismo hombre, sobre sus juicios y deseos individuales y colectivos, sobre su modo de pensar y de actuar con respecto a las cosas y a los hombres. De ahí que podamos ya hablar de una auténtica transformación social y cultural, que repercute también en la vida religiosa. ... Nunca ha tenido la humanidad tanta abundancia de riquezas, posibilidades y poder económico, y, sin embargo, todavía una enorme parte de la población mundial se ve afligida por el hambre y la miseria y es incalculable el mundo de los totalmente analfabetos. Jamás tuvieron los hombres un sentido tan agudo de la libertad como hoy, y sin embargo surgen nuevos tipos de esclavitud social y psicológica. El mundo siente vívidamente su propia unidad y la mutua interdependencia de unos con otros dentro de la necesaria solidaridad, y sin embargo se ve gravísimamente dividido por fuerzas antagónicas, pues aún subsisten agudas discordias políticas, sociales, económicas, "raciales" e ideológicas y no falta el peligro de una guerra capaz de destruirlo todo... (Gaudium et spes, 4). Siga el lector leyendo de su cuenta. Este panorama es muy serio y nos invita a consideraciones graves. Al filo de nuestras celebraciones nos debemos sentar y pensar sobre el hombre, cada uno de nosotros, un pequeño filósofo que tienen un puesto insustituible en la historia universal. Los cinco domingos cuaresmales antes de llegar a la Semana Santa nos hacen cinco cortes en la historia de la humanidad para entrar en la sabiduría. El panorama que se ofrece es éste: Primer domingo: El hombre en la esfera de sus orígenes. Segundo domingo: Abraham, germen de un pueblo elegido, que va a ser el paradigma del amor de Dios a la humanidad entera. Tercer domingo: Moisés, evocación de la alianza de Dios con los hombres. Cuarto domingo: El pueblo que surgió de esta alianza, pueblo bendecido, pueblo pecador, pueblo alimentado con una esperanza. Quinto domingo: Los profetas, la voz de los profetas, que es el refresco tonificante de la revelación. Estos son los pasos de nuestra meditación. Los pasos de nuestra meditación Primer domingo El pecado original (Gn 2-3) es meditación del primer domingo, abismo al que nos asomamos para entender algo del mysterium iniquitatis en el que el ser humano de alguna manera se ve cómplice. Otra consideración sobre los orígenes: el Pacto con Noé (Gn 9,8-15), anterior a la ley mosaica, garantía del amor de Dios a los hombres. Para el 18


hombre que piensa en un ecumenismo universal es muy confortante esta dilatada apertura de la Palabra de Dios a las naciones, antes que existiera Abraham: El diluvio no volverá a destruir la vida, ni habrá otro diluvio que devaste la tierra. Guerra mundial, genocidio... ¡qué palabras frontalmente blasfemas son éstas de cara a la Palabra de Dios! El tercer año, año C, el texto sagrado es una confesión de fe: Mi padre fue un arameo errante... El Señor nos sacó de Egipto... Nos introdujo en este lugar... Pudiera ser que éste haya sido el primer "Credo" de Israel. El origen de todo proyecto, de todo camino lo debemos poner en una profesión de fe. Segundo domingo La consideración cristiana en el segundo domingo se cierne los tres años sobre Abraham: Vocación (Gn 12), sacrificio de su hijo querido, Isaac (Gn 22), alianza (Gn 15). Mucho ha reflexionado Pablo sobre Moisés, la figura más importante para los judíos en la historia de Israel; pero su preferido ha sido, si así podemos hablar, Abraham. Abraham es el inicio de la fe, la estampa perfecta del creyente. Dios le sale al encuentro, antes de que hubiese Ley, y Abraham cree, se confía, se abandona sin retener nada. Su fe simple es tan poderosa y sublime, que es capaz de entregar a su hijo querido, al hijo de la promesa. Abraham es por antonomasia el creyente. Para el cristiano Abraham es el emblema de la fe. Ahí ha visto Pablo la estructura de la justificación: Abraham se confió a Dios, nosotros debemos confiarnos a Cristo, al crucificado y resucitado por nosotros, porque en él ha puesto el Padre la salvación. Tercer domingo Avanzamos, y en el tercer domingo llegamos a Moisés, la figura fontanal del Antiguo Testamento. Moisés, eje del Pentateuco, es el liberador, el profeta, el legislador..., en una palabra, el mediador. Todas las funcioes carismáticas de la primera Alianza giran en torno a él. Tres páginas, como tres destellos, para poner a la comunidad de hoy ante la revelación de Dios: Masá y Meribá, la tentación de quienes no comprenden el don de la libertad a la salida de Egipto (Ex 17) en el año A; y en los dos sucesivos: la promulgación del Decálogo (Ex 20) y la revelación del Nombre Divino cuando la vocación de Moisés en Horeb (Ex 3). No es el momento de que nos detengamos en consideraciones parciales sobre estas escenas. Sí, en cambio, es justo subrayar de nuevo la importancia del Exodo como libro para nuestro itinerario cuaresmal. El pueblo camina, pueblo de dura cerviz que va experimentando las maravillas de Dios y murmura, pueblo salvado, pueblo al que se le comunica, en el fuego del Sinaí, la presencia del Dios santo y su divina Palabra, pueblo de la alianza. Cuando lleguemos a la noche pascual escucharemos como lectura central la del paso del 19


Mar Rojo (Ex 14), y entonces el sacerdote presidente de la asamblea cristiana dirigirá al Padre esta oración cristiana: "También ahora, Señor, vemos brillar tus antiguas maravillas, y lo mismo que en otro tiempo manifestabas tu poder al librar a un solo pueblo de la persecución del Faraón, hoy aseguras la salvación de todas las naciones, haciéndolas renacer por las aguas del bautismo; te pedimos que los hombres del mundo entero lleguen a ser hijos de Abrahán y miembros del nuevo Israel". Esta forma de orar nos da la clave para interpretar en profundidad las páginas de la historia de salvación. Los Santos Padres han gustado el Exodo en sus homilías al pueblo, y hubo alguien, San Gregorio de Nisa (siglo IV), egregio por su estilo y sensibilidad, que escribió la Vida de Moisés. Un tratado de espiritualidad bordado sobre la interpretación alegórica y mística del camino de Moisés, tomado, sobre todo, del libro del Exodo. Cuarto domingo En este domingo, al filo de lo que es una catequesis de la historia de la salvación, veremos al pueblo en aquella tierra de la Alianza. Estos son los temas, tomando los titulares de las perícopas: - El pueblo de Dios celebra la Pascua después de entrar en la tierra prometida (Js 5). - David es ungido rey de Israel (1S 16). - La ira y la misericordia del Señor se manifiestan en la deportación y en la liberación del pueblo (2Cro 36). Quinto domingo Hermosa era la historia; la profecía resulta sublime. La profecía..., cuando es el remate del mensaje, porque ciertamente los profetas fustigan con palabras ásperas, sacuden los corazones aletargados para comprometerlos en la fidelidad a la alianza. Pero la palabra final es siempre la perspectiva de la salvación escatológica. ¿Por qué nuestro Dios es, al fin, el Dios que se rinde ante sí mismo y cede al amor de su corazón? En estas profecías en que se besan el perdón y la esperanza y surge la sorpresa del amor hay un atisbo de Encarnación. Son mensajerías que se nos van enviando para que empecemos a vislumbrar que un día el amor ha de ser carne. Se nos anuncia, pues, en el año A por boca de Ezequiel: "Así dice el Señor: Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel... Os infundiré mi espíritu y viviréis..." (Ez 37). Se nos anuncia en el año B: "Mirad que llegan días -oráculo del Señor- en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva... Meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo" (Jr 31). 20


Se nos anuncia en el año C: "No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?" (Is 43). *** No vamos a detenernos en las lecturas del Apóstol, un "corpus" más habituados a oírlo, si somos atentos escuchas de la Palabra a lo largo de los domingos del tiempo ordinario en el ciclo trienal. Los dos puntos clave en la Palabra de los domingos de Cuaresma eran el Evangelio y la catequesis proveniente del Antiguo Testamento. Resumiendo y perfilando la función que desempeña el mensaje del Apóstol en esta serie de domingos, he aquí lo que nos dicen los Prenotandos al Leccionario Dominical de la Misa: "Las lecturas del Antiguo Testamento se refieren a la historia de la salvación, que es uno de los temas propios de la catequesis cuaresmal. Cada año hay una serie de textos que presentan los principales elementos de esta historia, desde el principio hasta la promesa de la nueva Alianza. Las lecturas del Apóstol se han escogido de manera que tengan relación con las lecturas del Evangelio y del Antiguo Testamento y haya, en lo posible, una adecuada conexión entre las mismas" (núm. 97). Observemos un detalle final. los predicadores de la palabra hablan -hablamos- con frecuencia de "temas", inspirados por lo que nos sugiere tal o cual frase o perícopa. Y con sobrada facilidad nos olvidamos del conjunto, del hilo del discurso, de esa historia que Dios va tejiendo poquito a modo de manera fiel y constante. No se trata de erudición y preciosismos, pero esto que aquí consignamos, lo tiene muy en cuenta la liturgia. ¿No será pedagógico que también lo tengamos en cuenta nosotros? Aviso que vale para los que suben al ambón, pero que es igualmente válido para quienes meditativamente van recorriendo el camino cuaresmal.

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El día a día de la Cuaresma a la escucha de la Palabra Directrices En este capítulo nos vamos a referir tan sólo a la Palabra de Dios del día a día de la Cuaresma. Hay otros elementos del ejercicio cuaresmal que merecen cuidadosa atención y que posteriormente los veremos. Jesús en el desierto responde al Tentador que no de sólo pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios. Masticar y rumiar la Palabra de Dios es una ocupación privilegiada de la Cuaresma. Una palabra inseminada en el corazón, regada y cultivada, puede transformar la vida entera. Hay tres opciones que se han tomado para el acceso a la palabra divina durante los días feriales de Cuaresma. La primera es privilegiar las ferias de Cuaresma sobre las celebraciones de los santos. Si damos un repaso al calendario de la Iglesia encontramos esta nota a destacar: la Cuaresma ha quedado libre, en lo posible, de celebraciones obligatorias. Por ejemplo, en el mes de marzo, se han conservados las dos solemnidades de recia raigambre -San José y la Anunciación del Señor-, pero fuera de ellas no ocurre más que una memoria obligatoria, las santas mártires Perpetua y Felicidad, cuyo recuerdo se va a reducir en la misa a una simple conmemoración; pero el leccionario será obligatoriamente de Cuaresma. La segunda observación no deja de causar sorpresa. Y es que la primera lectura de la misa siempre será del Antiguo Testamento. A los cristianos nos hace mucho bien leer el Antiguo Testamento cuando lo sabemos leer no con curiosidad sino con profundidad e indagación de creyentes. Las eternas ansiedades y deseos del corazón humano están ahí. El Concilio ha dedicado un capítulo al Antiguo Testamento, el capítulo IV de la constitución sobre La revelación divina, que no debemos ignorar. Los libros del Antiguo Testamento -nos dice el Concilio - expresan un vivo sentido de Dios, contienen enseñanzas sublimes sobre Dios y una sabiduría salvadora acerca del hombre, encierra tesoros de oración y esconden el misterio de nuestra salvación (SC 15). La tercera observación es que perícopa del Antiguo Testamento y pasaje de los Evangelios están escogidos armónicamente para que de un modo natural y sencillo captemos la unidad del mensaje. Se facilita así nuestra meditación cuaresmal, al unificar nuestro corazón al abrigo de una palabra convergente. Hemos de añadir que en las semanas I, II y III la sección escogida de los Evangelios es de los Sinópticos. Y así teniendo a izquierda y derecha Antiguo Testamento y Evangelios vamos meditando sobre temas cruciales de la vida cristiana: conversión, limosna, perdón de los pecados, fidelidad a los preceptos divinos, etc. En las semanas posteriores, la IV y la V, el Evangelio se toma de San Juan, y asistiremos estremecidos a ese enfrentamiento entre Jesús y su pueblo -más bien, las autoridades de su pueblo- que no le reciben. Es, nos decían los catequistas de la liturgia, como si asistiéramos a la Pasión interna de Jesús, a la Pasión de su corazón, antes de llegar a la Pasión cruenta. 22


Elenco de las lecturas feriales de Cuaresma Veamos ahora cómo se distribuye, paso a paso en las ferias de Cuaresma, ese mensaje de Dios que escuchamos en la Eucaristía, para ver en concreto por dónde debe respirar nuestra catequesis cristiana. Es norma actual en los leccionarios litúrgicos anteponer, en letra roja, una frase de la misma lectura que pedagógicamente podemos tomarla como resumen acentuado del contenido de la lectura. Si acudimos al Lecccionario VII, que es el leccionarios de los cuatro tiempos específicos (Adviento y Navidad, Cuaresma y Pascua), encontraremos antes de cada lectura una frase paradigmática, que es la frase aquí transcrita después de la referencia bíblica. Damos además un título genérico a cada día, que de alguna manera englobe el sentido de ambas lecturas. Días después del Miércoles de Ceniza Jueves: Podemos elegir la vida o la muerte. Dt 30,15-20: Hoy te pongo delante bendición y maldición. Lc 9,22-25: El que pierda su vida por mi causa la salvará. Viernes: El ayuno cuaresmal. Is 58,1-9a: El ayuno que quiere el Señor. Mt 9,14-15: Cuando se lleven al novio, entonces ayunarán. Sábado: El ayuno y el cambio de vida. Is 58,9b-14 (continuación): Cuando partas tu pan con el hambriento..., brillará tu luz en las tinieblas. Lc 5,27-32: No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan. Primera semana de Cuaresma Lunes: El código de la verdadera religión. Lv 19,1-2.11-18: Juzga con justicia a tu conciudadano. Mt 25,31-46: cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis. Martes: Unámonos a la voluntad de Dios que debe hacer en el mundo. Is 55,10-11: Mi palabra hará mi voluntad. Mt 6,7-15: Vosotros rezad así (El Padre nuestro). Miércoles: Debemos convertirnos. Jon 3,1-10: Los ninivitas se convirtieron de su mala vida. Lc 11,29-32: A esta generación no se le dará más signo que el signo de Jonás. Jueves: La fuerza de la oración. Est 14,1.3-5.12-14: No tengo otro auxilio fuera de ti, Señor. Mt 7,7-12: Quien pide recibe. Viernes: Volverse de verdad a Dios y reconciliarse con el hermano. Ez 18,21-28: ¿Acaso quiero yo la muerte del malvado, y no que se 23


convierta de su conducta y viva? Mt 5,20-26: Vete primero a reconciliarte con tu hermano. Sábado: Vivamos responsablemente como pueblo elegido y consagrado. Dt 26,16-19: Serás el pueblo santo del Señor. Mt 5,43-48. Sed perfectos como vuestro Padre celestial. Segunda semana de Cuaresma Lunes: El perdón. Dn 9,4b-10: Hemos pecado, hemos cometido crímenes y delitos. Lc 6,36-38: Perdonad, y seréis perdonados. Martes: Hacer el bien con toda la verdad del corazón. Is 1,10.16-20: Aprended a obrar el bien, buscad el derecho. Mt 23,1-12: No hacen lo que dicen. Miércoles: Dispuestos a seguir a Jesús en su destino de Pasión. Jr 18,18-20: Venid, lo heriremos en su lengua. Mt 20,17-28: Lo condenarán a muerte. Jueves: Poner la confianza y esperanza en los verdaderos valores. Jr 17,5-10: Maldito quien confía en el hombre; bendito quien confía en el Señor. Lc 16,19-31: Recibiste tus bienes, y Lázaro males; por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces. Viernes: Acoger a Jesús, enviado de Dios. Gn 37,3ss: Ahí viene el de los sueños, vamos a matarlo. Mt 21,33-43.45-46: Este es el heredero; venid, lo mataremos. Sábado: Levantémonos y volvamos al Padre, que nos ha perdonado. Mi 7,14-15.18-20: Arrojará a lo hondo del mar todos nuestros delitos. Lc 15,1-3.11-32: Este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido. Tercera semana de Cuaresma Lunes: Lecciones de conversión de Elías y Eliseo. 2R 5,1-15a: Muchos leprosos había en Israel, sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio. Lc 4,24-30: Jesús, igual que Elías y Eliseo, no ha sido enviado únicamente a los judíos. Martes: Dios nos perdona, perdonemos. Dn 3,25.34-43: Acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde. Mt 18,21-35: Si cada cual no perdona de corazón a su hermano, tampoco el Padre os perdonará. Miércoles: El cumplimiento de la Ley de Dios. Dt 4,1.5-9: poned por obra los mandatos. Mt 5,17-19: Quien cumpla y enseñe será grande. Jueves: No nos cerremos a la salvación que Dios nos envía. Jr 7,23-28: Aquí está la gente que no escuchó la voz del Señor, su Dios. Lc 11,14-23: El que no está conmigo está contra mí. 24


Viernes: Quitar los ídolos y amar a Dios. Os 14,2-10: No volveremos a llamar Dios a la obra de nuestras manos. Mc 12,28b-34: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y lo amarás. Sábado: Ante Dios con un corazón humilde. Os 6,1-6: Quiero misericordia, y no sacrificios. Lc 18,9-14: El publicano bajó a su casa justificado, y el fariseo no. Cuarta semana de Cuaresma Lunes: Nueva creación y vida. Is 65,17-21: Ya no se oirán gemidos ni llantos. Jn 4,43-54: Anda, tu hijo está curado. Martes: El agua vivificante. Ez 47,1-9.12: Vi que manaba agua del lado derecho del templo, y habrá vida dondequiera que llegue la corriente. Jn 5,1-3.5-16: Al momento aquel hombre quedó sano. Miércoles: El proyecto de Dios con el Siervo y el Hijo. Is 49,8-15: Te he constituido alianza del pueblo, para restaurar el país. Jn 5,17-30 (continuación): Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere. Jueves: Moisés intercesor es el que acusa. Ex 32,7-14: Arrepiéntete de la amenaza contra tu pueblo. Jn 5,31-47 (continuación): Hay uno que os acusa: Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Viernes: El camino del justo perseguido. Sb 2,1a.12-22: Lo condenaremos a muerte ignominiosa. Jn 7,1-2.10.25-30: Intentaban agarrarlo, pero todavía no había llegado su hora. Sábado: ¿Quién es Jesús, que así se le persigue? Jr 11,18-20: Yo, como cordero manso, llevado al matadero. Jn 7,40-53: ¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? Quinta semana de Cuaresma Lunes: Dios salva al inocente y al desvalido Dn 13,1ss: Ahora tengo que morir, siendo inocente. Jn 8,1-11: El que esté sin pecado, que tire la primera piedra. Martes: Mirar al signo levantado en alto. Nm 21,4-9: Los mordidos de serpientes quedarán sanos al mirar a la serpiente de bronce. Jn 8,21-30: Cuando levantéis al Hijo del hombre, sabréis que yo soy. Miércoles: La liberación que Dios nos concede. Dn 3,14-20.91-92.95: Envió un ángel a salvar a sus siervos. Jn 8,31-42: Si el hijo os hace libres, seréis realmente libres. 25


Jueves: Abraham y Jesús. Gn 17,3-9: Serás padre de muchedumbre de pueblos. Jn 8,51-59: Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día. Viernes: El Padre está con Jesús y en Jesús. Jr 20,10-13: El Señor está conmigo, como fuerte soldado. Jn 10,31-42: Intentaron detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Sábado: La reunión de los hijos de Dios dispersos. Ez 37,21-28: Los haré un solo pueblo. Jn 11,45-57: Para reunir a los hijos de Dios dispersos. En la Iglesia la escucha de la palabra va envuelta en oración. En este índice tras de cada sección del Antiguo Testamento habría que poner un salmo. El salmo meditativo que va desgranando el salmista, al tiempo que la asamblea responde con su intervención a la plegaria proferida. El ritmo sálmico se entrelaza con el anuncio de la Palabra; la revelación y la enseñanza se reciben orando con gratitud o con gemidos y deseos.

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Semana Santa Aclaraciones Hablamos ahora de Semana Santa. Entiendan los cristianos que hablamos no de las Vacaciones de Semana Santa, sino de la Semana Santa. Semana de ocupación a tope en las agencias hoteleras y en las intendencias de tráfico. No hablamos de esto; hablamos de la Semana Santa. Semana en la que algunos colegios organizarán viajes de estudio, postergados, más bien, en los últimos años, con buen acuerdo, a la semana siguiente. Tampoco se habla de esto; hablamos de la Semana Santa. Al expresarnos de esta manera no disimulamos un lamento. Pero entiéndase que este lamento no es nostalgia, como si pretendiéramos comparar la Semana Santa profana de hoy con la Semana Santa ¿sacra? (al menos sacralizada) de otra época. No es esto. Nuestro intento es comparar la Semana Santa con ella misma, para constatar que los valores espirituales de la Semana Santa están muy palidecidos en la conciencia de muchos cristianos. Pongamos la mano al pecho nosotros mismos, sin mirar a otros, para tomar nuestras opciones pertinentes. Hay que aclarar que la Semana Santa, entendiendo por tal los días que van de Domingo de Ramos a Domingo de Pascua, comprende, hablando con rigor y propiedad, dos tiempos distintos. Parte de la Semana Santa es Cuaresma y parte de ella es el Triduo Pascual. A saber: El tiempo de Cuaresma va desde el miércoles de Ceniza hasta la Misa de la Cena del Señor exclusive (Normas universales sobre el año litúrgico y sobre el calendario, 28). La Misa de la Cena del Señor en Jueves Santo es la misa que titula el Misal "Misa vespertina de la Cena del Señor". Con esa Misa entramos en el núcleo de todo el año litúrgico, el Triduo Pascual. El Triduo pascual de la Pasión y Resurrección del Señor comienza con la Misa vespertina de la Cena del Señor, tiene su centro en la Vigilia pascual y acaba con las Vísperas del domingo de Resurrección (Normas, 19). Es bueno, incluso necesario, tener claras estas nociones, porque con estos perfiles podemos penetrar mejor en los contenidos espirituales. Dos tiempos distintos dentro de la Semana Santa, pero dos tiempos perfectamente ensamblados en la celebración unitaria del misterio del Señor. Semana de la Pasión del Señor "El domingo sexto (de Cuaresma), en que comienza la Semana Santa, es llamado Domingo de Ramos en la Pasión del Señor". Así las Normas (n. 30) aludidas en los párrafos anteriores. Lo específico de la Semana Santa, lo que le confiere su verdadera fisonomía, su genuino retrato, es la Pasión del Señor. La Semana Santa tiene la finalidad de recordar la Pasión de Cristo desde su entrada mesiánica en Jerusalén. (n. 31). Quiere esto decir que la Cuaresma 27


alcanza su máxima densidad en los días de Semana Santa, y que aquí se concentra la mirada en un punto: Jesús doliente. No es la Semana Santa el tiempo de catequesis moralizadoras, de instrucciones pías. Son los días para "compadecer" (Rom 8,17) con Jesús "paciente", días de contemplación de Jesús doliente. Atentados contra la Semana Santa: el folklore religioso (banalización del misterio), la dispersión, la evasión. Por el contrario, aliados de la Semana Santa, el silencio y la meditación, y sobre todo la participación en los oficios litúrgicos. En el Domingo de Ramos, Lunes, Martes y Miércoles Santo, incluso el Jueves por la mañana, estamos en Semana Santa, pero acaparada toda nuestra atención por Jesús doliente. Aquel antiguo rito de velar las imágenes sagradas no tiene mucho sentido si se refiere a la imagen de Jesús Crucificado, porque es él justamente aquel a quien con amor queremos contemplar. Con estas directrices podemos abrir los textos litúrgicos. Por ejemplo, la antífona de entrada en la Eucaristía de Lunes Santo: Pelea, Señor, contra los que me atacan, guerrea contra los que me hacen guerra; empuña el escudo y la adarga, levántate y ven en mi auxilio, Señor Dios, mi fuerte salvador. ¿Quién es el que habla con estos gemidos (Sal 34,1-2; 139,8)? Es claro que Jesús, el Señor, más bien el doliente. Voces semejantes escuchamos en la antífona del Martes: No me entregues, Señor, a la saña de mi adversario, porque se levantan contra mí testigos falsos, que respiran violencia (Sal 26,12). Es el desvalido el que habla. En las palabras del Señor orante no hemos de ver agresividad ni venganza. Es el dolor y gemido que se explayan ante el Padre. Entrar en estos anhelos del orante que gime y levanta su voz es ponerse en una órbita misteriosa y espiritual. Es la "mística" que late en la liturgia. Que conduzca la gracia del Espíritu. Porque ¿cómo orar en verdad, si tales dardos dolientes no son mucho más que evocaciones de algo que ya sucedió, aunque tenga un valor ejemplar constante? Hoy Jesús no padece y, sin embargo, celebramos su Pasión. Queden para los teólogos las explicaciones acerca de cómo se puede comulgar con Jesús doliente, mas entretanto digan los amantes cómo han contemplado al vivo la Pasión sacrosanta del Señor, viviéndola en su propia carne. Esas frases en las cuales Jesús habla, que en modo alguno son privativas de estos días, tienen un realismo espiritual que por la vía del amor se puede alcanzar. No hace falta que nos sintamos con grandes vuelos..., y hasta podría ser mejor no sentirlos. Pero todos podemos orar con palabras tan sencillas, tan objetivas, tan estimulantes como éstas, que son la oración colecta del Lunes Santo: Dios todopoderoso, mira la fragilidad de nuestra naturaleza, y levanta nuestra débil esperanza con la fuerza de la Pasión de tu Hijo. Nuestra fe se fortifica con la fuerza esplendente de la cruz. ¡La cruz gloriosa! La celebraremos, sí, en Viernes Santo, pero ya en las ferias de la quinta semana ensalzábamos con palabras vibrantes la Cruz del Señor, glorifi28


cando a Dios en el Prefacio: En la Pasión salvadora de tu Hijo el universo aprende a proclamar tu grandeza

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y, por al fuerza de la cruz, el mundo es juzgado como reo y el Crucificado exaltado como juez poderoso. Prefacio que es también canto de victoria en la celebración eucarística del Lunes, Martes y Miércoles Santo: Porque se acercan ya los días santos de su Pasión salvadora y de su Resurrección gloriosa; en ellos celebramos su triunfo sobre el poder de nuestro enemigo y renovamos el misterio de nuestra redención. El Siervo de Yahweh Una clave que nos desentraña el sentido de la Semana Santa son los cuatro Cánticos del Siervo de Yahweh. El primero se proclama el Lunes Santo. Is 42,1-7: No gritará, no voceará por las calles. El segundo el Martes Santo. Is 49,1-6: Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra. El tercero el Miércoles Santo. Is 50,4-9a: No tapé mi rostro ante ultrajes. El cuarto está reservado al Viernes Santo. Is 52,13-53,12: El fue traspasado por nuestras rebeliones. Cuando el Nuevo Testamento ha meditado el libro de Isaías, en estas páginas ha visto a Jesús. San Mateo, por ejemplo, se ha complacido en citar por extenso a Is 42,1-4 8 (en Mt 12,18-24) para dibujar la efigie de Jesús en medio de los hombres: "...los curó a todos, y les mandó enérgicamente que no le descubrieran" (vv. 15-16). Ante tales hechos inmediatos y elementales, elucubraciones exegéticas sobre la primera realización de la imagen del Siervo de Yahweh nos puede distraer. Para nosotros, creyentes celebrantes, el Siervo de Yahweh es sencillamente Jesús. ¡Qué admirable visión para ahuyentar de nuestra fantasía engañosos proyectos de grandeza, lo mismo cuando pensamos en nuestro camino personal que cuando pensamos en la Iglesia! Jesús, el que el Padre ha querido, el que han vislumbrado los profetas, es el Siervo. Y en la fase de este mundo transitorio, la redención tiene una palabra: el dolor, la humillación..., la Cruz. Esto valió para Jesús. Esto vale para la Iglesia, esto vale para mí. Celebremos la Pasión del Señor, contemplando al Siervo Crucificado. La Misa crismal: los óleos y el crisma de un pueblo sacerdotal Hay al final de Cuaresma una Misa que réune en torno al Obispo al clero y pueblo fiel y que tiene un sentido específico y diferenciado. No es una Misa cuaresmal con cantos penitenciales. No es una Misa de Pasión, aunque esté puesta en los días así llamados de Pasión. No es una Misa pascual, por cuanto que carece del 30


aleluya, el emblema flameante de la Pascua. Pero en su fondo vivo, sí que diríamos que es una misa pascual, porque la bendición y consagración de los óleos sacramentales es fruto fluyente de la Pascua de Jesús. Por ello anota el Misal, al colocar la Misa crismal el Jueves Santo por la mañana: "Si la reunión del clero y el pueblo con el obispo resulta más difícil en este día, la bendición puede anticiparse a otro día, siempre cercano a la Pascua, en el que se utilizará también el formulario de esta misa". Como se aprecia, el Misal que ha seguido al Vaticano II quiere dar relieve a esta Misa, tanto que estima que es más importante que se salve la congregación cristiana más bien que el día preciso y fijo. Ver a 100, 200... presbíteros, con su vestimenta blanca en torno al Obispo, es un espectáculo eclesial bellísimo, que acapara espontáneamente la atención tanto del obispo como de los demás cristianos participantes. Y esto sucede de una manera tan destacada que, con excesiva facilidad la Misa queda... diríamos que hipotecada por el aspecto sacerdotal-ministerial de los presbíteros. Es cierto que, según apunta la rúbrica del Misal: "Esta misa, que el obispo concelebra con sus presbiterio, debe manifestar la comunión de los presbíteros con su obispo". Es cierto que esta nota sacerdotal referida a los presbíteros ha sido remarcada fuertemente en el Prefacio. Es además cierto y además muy impresionante que, acabada la homilía, en esta misa los presbíteros hacen ante su obispo la "renovación de las promesas sacerdotales". Todo ello son datos objetivos que se encuentran en los textos. Mas no por ello podemos perder de vista la orientación clave de la celebración de la Misa crismal, que comienza en la antífona de entrada: Jesucristo nos ha convertido en un reino, y hecho sacerdotes de Dios, su Padre. A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén. Estas palabras tomadas de Ap 1,6 se refieren a todos los cristianos. Acto seguido oramos así en la colecta del día: Oh Dios, que por la unción del Espíritu Santo constituiste a tu Hijo Mesías y Señor, y a nosotros, miembros de su cuerpo, nos haces partícipes de su misma unción; ayúdanos a ser en el mundo testigos fieles de la redención que ofreces a todos los hombres. Es claro también que esta oración se está refiriendo a todos los cristianos que, como miembros del pueblo santo, tenemos acceso al Padre por el único sacerdocio de Jesucristo. Por él (Cristo) tenemos libre acceso al Padre en un mismo Espíritu (Ef 2,18). Esta es la realidad cristiana. Somos un pueblo sacerdotal que tiene vía libre de acceso al Padre por Cristo en el Espíritu; somos un pueblo profético, en el cual reside la Palabra de Cristo infundida por el Espíritu; somo un pueblo que tiene la dignidad regia, pues con Cristo somos coherederos del Reino de los cielos. En esta Misa se bendice el óleo perfumado con el cual se unge en el pecho a los catecúmenos que se acercan al bautismo; en esta Misa se consagra el santo crisma con el cual se ungirá la coronilla de la cabeza del neobautizado y con el cual se consagrarán las manos del neosacerdote. El óleo de los catecúmenos y el santo crisma se precisa para la Vigilia Pascual, que es el momento más oportuno para los bautizos. En este misa se bendice el óleo que se ha de emplear en el sacramento de la Unción 31


de los enfermos.

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Los tres ejercicios cuaresmales: el ayuno, la oración y la lismona El ayuno, oblación de amor y ascesis El ayuno tiene dos valores y a ello corresponden dos motivaciones. Tiene un valor espiritual o místico, y un valor elemental, que se diría rutinario, y que es del todo sano y comprensible: es su valor ascético. Son dos enfoques. Existe un ayuno espiritual o místico. Ojalá fuera ése el ayuno de nuestro Viernes Santo. Ha muerto el Señor y la Iglesia está de llanto y luto. Ha muerto el esposo y la esposa no tiene ganas de ningún deleite corporal. Porque así sucede en la experiencia sensitiva del amor humano. Muere el marido y la mujer se queda sin ganas de comer. Esa biología del cuerpo es la biología del amor. ¿Para qué ayunar? ¡Quién pudiera responder: Para nada! Esto es ayunar por amor; esto es la aflicción gratuita que los amantes de todos los siglos han comprendido sin explicaciones. Del Viernes Santo y del Sábado Santo dice el Misal: "Según una antiquísima tradición, la Iglesia no celebra la Eucaristía ni en este día ni en el siguiente". Privados del cuerpo del Señor, es comprensible que nos veamos privados de los alimentos de la mesa. Hay personas que se toman con esa seriedad el ayuno de la muerte y sepultura del Señor y preparación de la Pascua. Terminada la celebración de la Misa en la Cena del Señor entran en ayuno hasta la Vigilia Pascual. ¿Y en qué consiste en concreto este ayuno que se prolonga, de celebración a celebración, por más de 48 horas? Consiste en omitir las comidas habituales: desayuno, comida, (merienda) y cena, y velar con el cuerpo afligido, no ingiriendo alimento sólido. Tan sólo se permiten líquidos - café, café con leche, caldos...- para mantener ese temple que la naturaleza reclama por su funcionamiento biológico. Cierto que la disciplina penitencial vigente por el Derecho Canónico no exige esta severidad, ni en cuanto al tiempo (dos días seguidos) ni en cuanto al modo; pero la dinámica del amor a muchos se lo aconseja. Y repitámoslo: hay numerosos fieles cristianos que se disponen a celebrar la Vigilia pascual como plena vigilia nocturna, de 12 de la noche a las 5 de la madrugada, sí que se lanzan a este ayuno amoroso y gratuito. Estamos en sintonía con la espiritualidad del Concilio, cuando habla de este ayuno pascual con los siguientes términos: Considérese sagrado el ayuno pascual, que debe celebrarse en todas partes el Viernes de la Pasión y Muerte del Señor y que, según las circunstancias, debe extenderse también al Sábado, de modo que se llegue al gozo del domingo de Resurrección con el espíritu elevado y abierto (SC 110). *** Hay otro ayuno saludable, que podemos calificar como ayuno ascético, aconsejable e incluso necesario, provechoso para la salud del cuerpo y del alma. Es un ayuno educativo para refrenar los propios impulsos, para ponerlos a raya y marcar 33


a la naturaleza sus justas medidas. Es el autocontrol de uno mismo, que hasta puede tener en ciertas ocasiones la intención de aflicción punitiva y voluntaria que uno se impone. No parece que sean métodos de tiempos arcaicos, sino recursos sensatos que tenemos al alcance de la mano y que responsablemente podemos utilizar. Y lo que se dice del ayuno, que en rigor es privación de comida y bebida, vale para otras formas penitenciales. El fumador que diariamente quema un par de paquetes puede ser enérgico consigo mismo para que el consumo baje a la mitad. Es una forma de ayuno que los médicos aplaudirán. Y en el caso no hace falta acudir a razones transcendentales para imponerse tales medidas. Y otro tanto dígase del adicto al alcohol. Refrenar el apetito instintivo en estas zonas de la vida es algo muy laudable... y diríase que hasta ecológico. Ayuno muy urgente porque la sociedad se va viciando y deteriorando por el abuso placentero de tantos estimulantes que sordamente van haciendo un trabajo de zapa "contra naturam". Que la Iglesia en su itinerario cuaresmal insista en estas privaciones es bien de agradecer. Ahora que su función no es moralizadora simplemente, saneadora como la de un consultorio médico. La comunidad creyente abre una panorámica para motivar ese tipo de privaciones con razones de fe. Nuestros comportamientos más triviales no son medidas que pueda tomar un estoico en base a los buenos principios de la razón; son normas de conducta que uno acepta por Cristo nuestro Señor. El Prefacio IV de Cuaresma, en el que se alaba a Dios por los frutos del ayuno, recuerda la pedagogía cristiana del ayuno ascético: Porque con el ayuno corporal refrenas nuestras pasiones, elevas nuestro espíritu, nos das fuerza y recompensa, por Cristo nuestro Señor. Del tiempo que ha seguido al Concilio tenemos una Carta Magna sobre la penitencia cristiana, la constitución apostólica -máxima categoría de documento en la Iglesia- de Pablo VI Paenitemini, por la que se reforma la disciplina eclesiástica de la penitencia (1966). De la constitución ha fluido el derecho posterior para regular tiempos y modos penitenciales. El Papa hizo una honda reflexión desde la Biblia y desde la cultura contemporánea, y sobre la penitencia corporal decía: La verdadera penitencia no puede prescindir, en ninguna época, de una "ascesis" que incluya la mortificación del cuerpo; todo nuestro ser, cuerpo y alma (más aún, la misma naturaleza irracional, como frecuentemente nos recuerda la Escritura), debe participar en este acto religioso, en el cual la criatura reconoce la santidad y majestad divina. La necesidad de la mortificación del cuerpo se manifiesta, pues, claramente, si se considera la fragilidad de nuestra naturaleza, en la cual, después del pecado de Adán, la carne y el espíritu tienen deseos contrarios. Este ejercicio de mortificación del cuerpo -ajeno a cualquier forma de estoicismo- no implica una condena de la carne, que el Hijo de Dios se dignó asumir; al contrario, la mortificación corporal mira por la "liberación" del hombre, que con frecuencia se encuentra, por causa de la concupiscencia 34


desordenada, como encadenado por la parte sensitiva de su ser; por medio del "ayuno corporal" el hombre adquiere vigor y, "esforzado por la saludable templanza cuaresmal, restaña la herida que en nuestra naturaleza humana había causado el desorden" (Oración del jueves de la semana de Pasión)2 El pueblo de Dios, caminando hacia la Pascua, ayuna. Dice el Concilio: La penitencia del tiempo cuaresmal no debe ser sólo interna e individual, sino también externa y social (SC 110). Nos resulta superfluo justificar estos criterios. Añadamos esquemáticamente cuál es la disciplina penitencial de la Iglesia, según el derecho Canónico. - "En la Iglesia universal, son días y tiempos penitenciales todos los viernes del año y el tiempo de Cuaresma" (c. 1250). - "Todos los viernes, a no ser que coincidan con una solemnidad, debe guardarse la abstinencia de carne o de otro alimento que haya determinado la Conferencia Episcopal; ayuno y abstinencia se guardan el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo" (c. 1251). Los obispos de nuestra Conferencia determinaron en su día que la abstinencia de carne los viernes del año fuera de Cuaresma puede suplirse de otro modo. "La abstinencia de carne, impuesta por la ley general, puede sustituirse, según la libre voluntad de cada uno de los fieles, por cualesquiera de las varias formas de penitencia recomendadas por la Iglesia, como son: a) ejercicios de piedad y oración, preferentemente en familia o en grupo (por ejemplo, la participación en la santa misa, lectura de una parte de la Sagrada Escritura o de vidas de santos, el rezo del rosario y otros); b) mortificaciones corporales (ayuno, privaciones voluntarias en la comida o bebida, en el fumar o en la asistencia a espectáculos, abstención de manjares costosos o muy apetecibles, etc.), c) obras de caridad (visita de enfermos o atribulados, limosna, etc.)". Así determinaba en una asamblea plenaria (3 diciembre 1966), luego de la publicación de la constitución Paenitemini.3

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PABLO VI, Paenitemini, parte II. (Véase en: A. PARDO, Documentación litúrgica

postconciliar. Enchiridion. Barcelona, Regina 1992, nú. 2463).

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J. IRIBARREN (ed.), Documentos de la Conferencia Episcopal Española (1965-1983). BAC 459. Madrid 1984, 107-108.

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La oración en el combate del desierto A continuación el Espíritu le empuja al desierto, dice San Marcos hablando de la Cuaresma de Jesús; y continúa: Y permaneció en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás. Estaba entre los animales del campo y los ángeles le servían (Mc 1,12-13). Esto es todo -dos versículos- de aquella Cuaresma inaugural de Jesús, cargada de vida y combate, de misterio, de esperanza. Hay en esta pincelada unos elementos de extraña y potente fuerza sugeridora: el Espíritu, el combate satánico, los animales del campo que pueden ser evocación de la condición adámica del hombre en el Paraíso, y ese "los ángeles le servían", que son la corona de la victoria. A Adán y Eva se les lanzó del Paraíso. Entonces Yahweh Dios... puso delante del jardín de Edén querubines, y la llama de espada vibrante, para guardar el camino del árbol de la vida (Gn 3,24). Con Jesús, vencedor de Satanás, sucede lo contrario: los ángeles le servían. El combate con la fuerza demoníaca es elemento destacadísimo igualmente en Mateo y Lucas, los cuales llegan a explicitar las tentaciones. En este cuadro, la oración de Jesús es la oración del combate. Y así caemos en la palestra de la vida humana. La vida humana es combate. Militia vita hominis super terram, decían los viejos predicadores citando a Job. ¿No es una milicia lo que hace el hombre en la tierra...? (Jb 7,1). Terrible lucha que los pobres mortales la vivimos desde ángulos diferentes, pero al fin lucha humana, desde el feroz marxismo de otros tiempos hasta la aniquilación de la mística en su clausura. El hombre religioso sabe que la victoria de esta lucha es la oración. Gandhi, hombre del Espíritu, que entendía de lucha y de oración, llegó a decir que se puede pasar un día sin comer, pero no sin orar. Sus carnes macilentas supieron de días y días sin comer por la lucha, pero su espíritu vivió constantemente en oración. La lucha y la oración aparecen dramáticamente en el Evangelio en el episodio del endemoniado epiléptico, al bajar del monte de la transfiguración. Cuando Jesús entró en casa, le preguntaron en privado sus discípulos: ¿Por qué nosotros no pudimos expulsarle? Les dijo: Esta clase con nada puede ser arrojada sino con la oración (Mc 9,282-29). La oración es la fuerza de los débiles, la única fuerza de los débiles, de los débiles... que constitutivamente somos todos los humanos, de forma que la deserción de la oración es infaliblemente nuestra derrota. Y la Cuaresma sacude nuestra alma, para que recapacitemos y tomemos la vida con la seriedad que reclama. Hay otra forma de hablar de la oración, cierto, más calmosamente, más deleitosamente. Y puede ser muy oportuno hacer una parénesis sobre la oración, como ejercicio cuaresmal: la lectura espiritual, máxime la lectura de las santas Escrituras, la reflexión sosegada, el retiro, la búsqueda de una casa de oración -que no falta en ninguna diócesis- como mansión de paz para entrar dentro de sí mismo e imitar un poquito el desierto de Jesús... Laudables y provechosos ejercicios cuaresmales, de los cuales puede tomar nota el generoso lector de estas páginas. Para quienes deseen leer cosa enjundiosa de oración, fraternamente les aconsejo (permítaseme el pronombre personal de primera persona) que vayan al Catecismo de 36


la Iglesia Católica, que dedica la parte cuarta a "La oración cristiana". Han dicho los expertos (por ejemplo, el arzobispo Mons. José Manuel Estepa, responsable de la edición en lengua española) que con un tiempo mayor de preparación esta parte se habría visto notablemente enriquecida. Será así..., pero ya lo que tenemos escrito grandemente bello y útil. Valga el consejo. La limosna, es decir, la misericordia compartida Este tema resuena muy sensible en la espiritualidad de hoy, de la Gaudium et spes, que comienza: "El gozo y la esperanza, la tristeza y la angustia de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de todos los afligidos, son también gozo y esperanza, tristeza y angustia de los discípulos de Cristo y no hay nada verdaderamente humano que no tenga resonancia en su corazón". Con grata sorpresa, pero con una lógica interna ya esperada, hemos visto al desempolvar páginas de los Padres que también ellos pensaban así -nosotros pensamos como ellos, o más bien ellos y nosotros de acuerdo al Evangelio y los profetas-, que una oración idílica en el templo no agrada a Dios, si no está proyectada en solidaridad humana. San Pedro Crisólogo -palabra de oro, que eso significa su apodo- ha explicado genialmente estas cosas en la cátedra de Ravena, en el siglo V. Tres son, hermanos, los resortes que hacen que la fe se mantenga firme, la devoción sea constante y la virtud permanente. Estos tres resortes son: la oración, el ayuno y la misericordia. Porque la oración llama, el ayuno intercede, la misericordia recibe. Oración, misericordia y ayuno constituyen una sola cosa, y se vitalizan recíprocamente. El ayuno, en efecto, es el alma de la oración, y la misericordia es la vida del ayuno. Que nadie trate de dividirlos, pues no pueden separarse. Quien posee uno solo de los tres, si al mismo tiempo no posee los otros, no posee ninguno. Por tanto, quien ora que ayune; quien ayuna que se compadezca; que preste oídos a quien le suplica aquel que, al suplicar, desea que se le oiga, pues Dios presta oído a quien no cierra los suyos al que le suplica... Díctate a ti mismo la norma de la misericordia, de acuerdo con la manera, la cantidad y la rapidez con que quieres que tengan misericordia contigo... El ayuno no germina si la misericordia no lo riega, el ayuno se torna infructuoso si la misericordia no lo fecundiza; lo que es la lluvia para la tierra, eso mismo es la misericordia para el ayuno. Por más que perfeccione su corazón, purifique su carne, desarraigue los vicios y siembre las virtudes, como no produzca caudales de misericordia, el que ayuna no cosechará mucho fruto.4 En tiempo de Cuaresma la liturgia abunda en consideraciones de este talante. Y el cristiano responsable se palpa corazón y cartera. Ponerse en plan solidario cristiano es sentarse en casa y reflexionar en voz alta con el propio cónyuge sobre el baremo de nuestra generosidad con a los pobres. Esa moneda semanal en la bandeja de misa -los 4

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SAN PEDRO CRISÓLOGO, sermón 43. Véase en el Oficio de lectura del martes de la II

semana de Cuaresma.

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veinte duros, por ejemplo- con la cual el cristiano practicante cree cumplir, a nada que uno escarbe en la fe le puede parecer una miseria. ¿Podemos hablar de solidaridad con el mundo de los pobres, mientras uno no haga cuentas económicas en serio, compulsando los tantos por cientos de sus gastos? Un punto de referencia muy sencillo: ¿Cuánto dedico al año a ocupaciones placenteras, que pueden ser legítimas evasiones, y cuál es mi tributo a los pobres...? Planteada así la cuestión los números se descomponen, porque el don sagrado a los pobres no puede quedar en unas migajas, sino que tienen que ser una parte del pan de la mesa. Claro que este enfoque supone que el cristiano ha avanzado en la fe y que las palabras del Evangelio le suenan a compromiso inmediato. La Cuaresma es un tiempo serio para pensárselo, si bien la obligación es permanente.

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Como busca la cierva corrientes de agua: Cuaresma y bautismo La Cuaresma, tiempo de preparación al bautismo Es sentir de la Iglesia que a la criatura nacida en familia cristiana se le bautice cuanto antes. Así lo expresa el Ritual del bautismo de niños. Habrá que tener en cuenta circunstancias bien precisas; por ejemplo, "el estado de salud de la madre, para que, en lo posible, pueda estar presente también ella..." (n. 44). Hablando en general, "el Bautismo debe celebrarse dentro de las primeras semanas siguientes al nacimiento del niño" (n. 44). Con estos principios por delante adquiere mayor resalte lo que se dice un poco más abajo: "Por ser la Cuaresma un tiempo de preparación al bautismo de los catecúmenos y de renovación de la conciencia bautismal de los fieles, parece oportuno que durante al misma no se celebre dicho sacramento, precisamente para que la Vigilia pascual y el día de Resurrección aparezcan como el día bautismal por excelencia" (n. 47). Efectivamente, la Vigilia pascual es la gran noche bautismal. La Iglesia que brota del misterio pascual de Cristo (muerte-sepultura-resurrección) nace y renace en esta noche luminosa. Los días que siguen a la Pascua, muy especialmente los de la octava pascual hasta el domingo siguiente, están impregnados de referencias bautismales. El domingo sucesivo se ha llamado domingo "in albis", domingo de las túnicas blancas, cuando los bautizados en Pascua, los neófitos, deponían al albas con que habían sido recubiertos en la noche pascual. Veámoslo. El Lunes de Pascua, por ejemplo, dice la antífona de entrada en la Misa: "El Señor os ha introducido en una tierra que mana leche y miel, para que tengáis en los labios la ley del Señor" (Ex 13,5.9). Y en la oración colecta se ora: "Señor Dios, que por medio del bautismo haces crecer a tu Iglesia dándole nuevos hijos, concede a cuantos han renacido en la fuente bautismal vivir siempre de acuerdo con la fe que profesaron". Desde esta perspectiva sacramental la Cuaresma es para los que se van a bautizar un anhelo de las corrientes de agua. Como busca la cierva corrientes de agua, a sí mi alma te busca a ti, Dios mío (Sal 42,2). Como "jadea" la cierva tras las corrientes de agua..., traduce la Biblia de Jerusalén. L. Alonso Schökel, literato y biblista, dice en su comentario a los Salmos: "El comienzo del poema es una comparación que conjura un paisaje inculto. Las representaciones de ábsides bizantinos nos ofrecen una escena apacible, de jardín bien peinado, de aguas rizadas, de un ballet de ciervas esperando turno para beber. Hay que borrar de la imaginación tales bellísimas representaciones, para capturar la primera pincelada dramática del poema, que no tiene nada de apacible. (...) Podemos imaginar con varios comentaristas una génesis realista del poema: el autor se encuentra en la zona montañosa del sur del Hermón, ante su vista cruza una cierva en busca desesperada de agua, en la búsqueda ansiosa del animal, el poeta proyecta su 39


estado de ánimo, se descubre a sí mismo buscando ansioso a Dios".5 La cierva montaraz bebiendo en el aire las aguas, ésa es la imagen del que anhela el bautismo. O la imagen de quienes un día fuimos regados con el agua y hoy anhelamos con fuerza telúrica volver a los manantiales. Cuáles son las etapas para acceder al bautismo Hay en nuestras sacristías (o posiblemente no haya) un libro ignorado, que existe en latín desde 1972 y en castellano desde 1976, y que se titula: Ritual de la iniciación cristiana de adultos.6 Este libro es una perla de altos quilates. Como entre nosotros no ha solido haber bautismos de adultos -y cuando los ha habido, se ha resuelto el caso lo mejor posible- el contenido de este libro no nos es familiar, y sólo vagamente sabemos que en la Iglesia antigua había un proceso educativo de ingreso en la comunidad de tránsito al bautismo. El proceso se recupera, se actualiza y se enriquece hoy a la altura de la conciencia que la Iglesia tiene de sí misma. No se puede recurrir tan fácilmente al Nuevo Testamento para establecer un largo proceso bautismal. Felipe, uno de los Siete, tiene un bautismo que se diría fulminante en la fuente del camino al dignatario de Candace, reina etíope (Hch 8,26ss). Y en circunstancias "normales" en pocas semanas se opera el proceso cristiano de Tesalónica, una de las primeras comunidades de Europa, por mediación de Pablo, Silvano y Timoteo: Os convertisteis a Dios, tras haber abandonado los ídolos, para servir a Dios vivo y verdadero, y esperar así a su Hijo Jesús que ha de venir de los cielos, a quien resucitó de entre los muertos y que nos salva de la Cólera venidera (1Ts 1,9-10). Esto no obsta para que el recorrido de la increencia a la fe, de las pasiones del "mundo" a Cristo, marque un camino que se despliega en varias etapas diferenciadas. Conocer el curso del camino nos replantea la seriedad con que debemos tomarnos nuestra fe. El comienzo: la conversión. El punto de arranque es el anuncio de la Palabra, la predicación del Evangelio, lo que se llama primera evangelización. A este anuncio se responde con la acogida, con la "obediencia de la fe"; esto es la gracia de la conversión. El encuentro del hombre con Dios se puede producir de mil modos, pero hay una forma paradigmática: para que yo me entere de algo me lo tienen que decir, y la manera de decir es hablarlo. Recordemos a Pablos: Por tanto, la fe viene de la predicación, y la predicación por la Palabra de Cristo (Rm 10,17). Primer grado o etapa: Entrada en el catecumenado 1. Entrada. "El Rito por el que se agrega entre los catecúmenos a los que desean hacerse cristianos, se celebra cuando, recibido el primer conocimiento del dios vivo, tienen ya la fe inicial en Cristo Salvador. Desde entonces se presupone acabada la primera evangelización, el comienzo de la conversión y de la fe, y cierta idea de la Iglesia" (n. 68). 2. El tiempo del catecumenado y sus ritos. "El catecumenado, es decir, la disciplina o instrucción pastoral de los catecúmenos, se alargará cuanto sea necesario, y, si fuere preciso, por varios años" (n. 98). En tiempo del catecumenado la

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L. ALONSO SCHÖKEL - C. CARNITI, Salmos I. Estella, Verbo Divino 1992, p. 616. 6

Añádase como apéndice del título: Reformado según los decretos del Concilio Vaticano II,

promulgado por mandato de Pablo VI, aprobado por el Episcopado Español y confirmado por la Sagrada Congregación para los Sacramentos y el Culto Divino. La segunda edición española es de 1986, con las modificaciones introducidas en los libros litúrgicos a raíz de la publicación del derecho Canónico (1983).

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vida cristiana se ha de cultivar con dos ejercicios: - las "catequesis", que son las instrucciones de vida cristiana; - Las "celebraciones de la Palabra de Dios": para que "la doctrina recibida penetre en las almas, v. gr., la ética propia del Nuevo Testamento, el perdón de las injurias y de las ofensas, el sentido del pecado y la penitencia, la misión de los cristianos en el mundo, etc.", celebraciones "que enseñen a saborear los diversos métodos y aspectos de la oración, que explayen a los catecúmenos los símbolos, gestos y tiempos del misterio litúrgico..." (n. 106). * En las celebraciones de este proceso catecumenal pueden realizarse "exorcismos menores" ("ordenados de modo deprecatorio y positivo") y las "bendiciones", y algunos otros ritos que no nos detenemos a detallar.

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Segundo grado o etapa: Elección o inscripción del nombre Todo lo que viene a continuación -segunda y tercera etapa- está pensado para el curso de una Cuaresma. "Al comienzo de la Cuaresma, que es la preparación próxima de la iniciación sacramental, se celebra la elección o inscripción del nombre en la cual la Iglesia, oído el testimonio de los padrinos y catequistas, y confirmando su voluntad los catecúmenos juzga de su preparación y decide si pueden acercarse a los sacramentos pascuales" (n. 133). "Con la ceremonia de la elección concluye el catecumenado mismo" (n. 134). "El tiempo de la purificación y de la iluminación". "Es un tiempo que de ordinario coincidirá con la Cuaresma y que comienza con la elección..." (n. 152). Tiene tres aspectos y momentos: escrutinios, entregas, preparación inmediata del Sábado Santo. El primer escrutinio se hace el III domingo de Cuaresma y durante esa semana se hace la primera entrega: entrega (en latín traditio) del Símbolo o Credo. El segundo escrutinio se hace en el IV domingo de Cuaresma. El tercer escrutinio se hace en el V domingo de Cuaresma y durante la semana que sigue a este escrutinio se hace la entrega de la Oración de los hijos de Dios, el Padre nuestro. La preparación inmediata se hace el Sábado Santo. Los "elegidos" (electi), "según lo aconsejen las circunstancias" verifican los siguientes ritos: - Recitación del Símbolo. - Rito del "Effetá" (véase Mc 7,31-37). - Elección del nombre cristiano. - Unción con el óleo de los catecúmenos. Tercer grado o etapa: Celebración de los sacramentos de la iniciación Noche pascual. En la noche pascual, celebrando el misterio de la resurrección del Señor, se celebran los tres sacramentos de la iniciación: - El Bautismo. - La Confirmación. - La Eucaristía. Tiempo pascual: mistagogía. "Durante todo el tiempo pascual, en las Misas dominicales, resérvese un sitio entre los fieles, especial para los neófitos. Estos han de procurar asistir a las Misas con sus padrinos... Para clausurar el tiempo de la Mistagogía, al final del tiempo pascual, en la proximidad del domingo de Pentecostés, téngase alguna celebración litúrgica, festejando la fecha también con algún acto social de carácter civil según las costumbres de la región" (nn. 236237).

El camino cuaresmal hacia la Pascua es éste, camino del cristiano que conscientemente ha dejado su vida pagana y por gracia se acerca a la fe del bautismo, o camino de quien un día fue bautizado y ahora de nuevo, por gracia, siente que se renueva la fe recibida en el bautismo, su consagración a Cristo, el Señor.

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Ultimos consejos: persona y comunidad cara a la Cuaresma Persona Estamos ya en la pista de aterrizaje de estas reflexiones cuaresmales. Llega la Cuaresma, la Cuaresma de este año. ¿Qué hacer...? Cuanto más avanzan los años más vertiginosamente vuela el tiempo. De repente se suele presentar Miércoles de Ceniza y un día se da uno cuenta de que ya estamos en Ramos y el domingo siguiente es Pascua. Las actividades en que nos hallamos metidos -profesionales o clérigos- nos comen el tiempo y nos quitan los parques que cada uno trata de cultivar en sus predios, sus aficiones que llaman hobbies o sus quereres que algunos llaman carismas. Llega la Cuaresma y uno quiere organizarse y tomar con más seriedad el pulso de su vida cristiana. ¿Qué hacer...?, se pregunta otra vez. Preguntémonos primero dónde y cómo estamos situados para sabernos en esa doble dimensión de persona y comunidad y acertar responsablemente en la vivencia de una Cuaresma en serio. Si quien ha repasado estas páginas es un pastor parroquial corre un peligro muy grande; vaya el aviso. Es el peligro de vivir una Cuaresma muy ajetreada... y con todo vacía. Podemos ahogarnos en nuestro propio servicio ministerial. Empecemos por lo personal. En el retiro inicial de Cuaresma -parece que el tiempo lo está pidiendo- podemos apuntalar clavijas de nuestra vida personal: cómo van mis confesiones, qué tal los ratos que dedico a la oración, en Cuaresma podría obligarme al Vía Crucis, además algunas lecturas formativas ya que me encuentro tan disperso con lo inmediato. Aparte de ello, en la austeridad personal: vino o licores, tabaco, horas de sueño..., programas de TV. Estas cuentas van pasando por la cabeza de uno. Está bien, pero con esa pizarra delante no damos todavía en diana. Seguramente que una Cuaresma así programada nos va a dejar insatisfechos. Este es un programa inconexo que no nos va a llevar a mucho. Debemos ir al núcleo, interrogarnos en directo: ¿Es para mí la Cuaresma una oferta de salvación? ¿La asumo como un acontecimiento de fe? ¿Tiene un sentido mistérico dentro del cual yo me puedo arrojar? Si la respuesta es positiva, entonces sí que he dado en el núcleo y entonces puedo tomar la realidad a fondo y con la gracia de Dios emprender un camino cuaresmal. ¿Cuál? La seriedad de la vida humana requiere una revisión plena de nosotros mismos, bajando en lo que alcancemos al misterio de nuestro corazón. Esta es una tarea de una Cuaresma sincera: entrar en un análisis insobornable del propio corazón y ponerlo al descubierto ante el rostro de Dios. Necesitaremos, al menos como confrontación, el auxilio de alguna persona, experta en humanidad y en espíritu, con quien podamos comunicarnos sin rubor. Los caminos de Dios son tan variados y acaso se responda que este trabajo se cumple en unos Ejercicios Espirituales. Con tal que sean largos, largos..., añadimos. Si queremos que nuestro corazón sea bañado en la verdad, debemos decidirnos a algo absolutamente serio. No son arreglos y maquillajes; es fondear hasta lo último de 42


nosotros mismos. Una Cuaresma auténtica, como proceso catecumenal de purificación e iluminación, se juega en estos niveles personales. Ahí debemos establecernos. Lo demás son adornos o añadiduras; son medios, consecuencias, entorno. No son despreciables, pero la atención se centra ¡en el centro! Comunidad Cosa similar hay que decir con respecto a la comunidad en camino cuaresmal. Hablo ahora de la comunidad que acapara mi vida, de la comunidad como grupo religioso, más bien que de esa comunidad más dilatada que es la Parroquia. La comunidad puede armar un montaje pío para dar al tiempo de Cuaresma otro aire. Habla quien está viviendo en una comunidad. Puede decir, por ejemplo, que los viernes, por diálogo y acuerdo de los hermanos, habrá tales privaciones en la mesa, y que además el Vía Crucis va a ir marcando semanalmente la piedad de los hermanos. Entiéndase: Todo esto es andamiaje deleznable, si no se ha arrancado del centro. Se precisa volver a las preguntas cruciales. ¿Qué quiere decir para la comunidad en cuestión, "hic et nunc", conversión al Señor? Porque un plus de actos espirituales, un minus de satisfacciones corporales no operan por sí el cambio que se llama conversión. Acaso ésta comience cuando un día explota una tensión latente que hacía a los hermanos educados y recelosos. No podemos llevarnos a engaño. Una Cuaresma a fondo de un grupo de hermanos, de hermanas, es sin comparación más que una programación de actos espirituales y de penitencias. Una Cuaresma es volver el rostro al Señor. Una Cuaresma es un desafío a nuestra fe, al diálogo sincero con nuestros hermanos en un proyecto de vida evangélica. *** Aplíquese cada uno en su situación personal y comunitaria -conyugal y familiar, comunidad de vida consagrada, comunidad parroquial- el criterio de sinceridad que es el último consejo. Lo que en este folleto queda escrito son pistas. Pistas nada más, en búsqueda de la verdad de Cristo Jesús, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

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INDICE Presentación: Oferta y acogida Apertura de Cuaresma: Miércoles de ceniza, convocatoria de conversión Las seis etapas del camino - Aprendizaje del misterio - ¿Quién es el protagonista de Cuaresma: Cristo o el hombre? - Jesús tentado: vencedor del demonio y del pecado - Jesús transfigurado - Jesús da el agua viva, da la luz al ciego, resucita a Lázaro - Jesús entra como Mesías en la ciudad santa El recio itinerario del Antiguo Testamento - La humanidad camina hacia la Pascua de Jesús - Los pasos de nuestra meditación El día a día de la Cuaresma a la escucha de la Palabra - Directrices - Elenco de las lecturas feriales de Cuaresma Semana Santa - Aclaraciones - Semana de la Pasión del Señor - El Siervo de Yahweh - La Misa crismal: los óleos y el crisma de un pueblo sacerdotal Los tres ejercicios cuaresmales: el ayuno, la oración y la limosna - El ayuno, oblación de amor y ascesis - La oración en el combate del desierto - La limosna, es decir, la misericordia compartida Como busca la cierva corrientes de agua: Cuaresma y bautismo - La Cuaresma, tiempo de preparación al bautismo - Cuáles son las etapas para acceder al bautismo Ultimos consejos: persona y comunidad cara a la Cuaresma - Persona - Comunidad

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