Himnario de la Virgen María

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RUFINO MARÍA GRÁNDEZ FIDEL AIZPURÚA Capuchinos

HIMNARIO DE LA VIRGEN MARIA Ciclo anual de celebraciones de la Virgen en la Liturgia de las Horas

Curia provincial de capuchinos BURLADA (Navarra) 1989

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ECOS DEL MAGNÍFICAT

El Evangelio nos ha presentado a la Virgen como salmista del Señor, cantora de las maravillas del Altísimo. Le tornamos el eco, capturamos la vibración de aquella voz pura que aletea por los aires de la Iglesia. Estos himnos quieren proclamar, como el Magníficat, la grandeza del Señor. Al mismo tiempo son loas a María y cumplen la profecía de sus labios: Desde ahora me felicitarán todas las generaciones. Nos sentimos felices de verificar la profecía de la Virgen. Según sus palabras sabemos que al alabarle a ella, damos gloria a su Señor. Digamos ahora brevemente qué son estos himnos y para qué celebraciones han sido compuestos. Himnos marianos dogmáticos Este Himnario de la Virgen María, en cuanto a su contenido, tiene una nota dominante, que podría formularse así: himnos marianos dogmáticos. No porque todo lo que van desgranando los versos pertenezca al dogma, ni muchísimo menos, sino porque en todos un fondo dogmático constituye el centro de gravedad del mensaje que transmiten. Los mariólogos han hablado de dogmas bíblicos: Madre de Dios, Virgen, Santa. Enunciados básicos prolongados por dos dogmas que fueron formulados, por una visión contemplativa de la Escritura y Tradición, en tiempos recientes: el origen inmaculado de María (1854) y su plena consumación escatológica como Asunta (1950). Aparte de esto la Iglesia vive el misterio de María con múltiples matices de fe, sin que haya mediado esa formulación doctrinal que los teólogos llaman dogma. Los cristianos tienen conciencia de una singular coo-

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peración de María en la «historia salutis», de antes y de hoy. La mención constante de la Virgen en el culto es también un dato de fe que no ocurre tal tratándose de los demás santos. Pero notemos con exactitud que el dato mariano no es un predio aparte en la fe, sino una presencia entrelazada en la fe. María, siendo lo que es, es referencia. Así el culto de la Virgen en la Iglesia queda purificado de toda idolatría. Esto que vamos diciendo constituye la plataforma mental del Him-nario. El autor de las palabras ha querido juntar —¡y cuánto se alegraría de haber conseguido algo!— la forma bella y el contenido sustancioso. Y ¿cuáles son los temas más repetidos? Son estos. Que María es pura gracia, que de por sí es nada, que lo tiene todo recibido. María es prototípicamente el tratado de la gracia. Quizás sea esta consideración la perspectiva más acentuada de nuestros himnos dogmáticos. Así surge el soberano misterio de la maternidad como don de lo alto. Este misterio no descentra a la Virgen de la fe. La fe, solo la fe, en todo minuto de su vida, de la Anunciación a la Asunción, es el punto de encuentro de María con el Señor. Por eso María es ejemplo vivo para la Iglesia. Ahora bien, la realidad es una, porque el Dios de quien todo procede es uno. Y esta realidad unificada es misterio y ternura, transcendencia e inmanencia, lejanía y presencia. El destino humano ya ahora debe realizarse en esa síntesis. Cantamos el misterio excesivo de la maternidad divina, que no es ninguna evidencia, y le vemos a la Virgen acariciando a Dios (Sus manos virginales lo han envuelto / en límpidos pañales...) como si el misterio dejara de serlo y se tornara experiencia sensitiva y controlable... Sí, es el modo de nuestro lenguaje balbuciente de cara a lo divino que Dios ha querido que sea cotidiano. En suma, sin que pretendamos ahora sistematizar la mariología latente en este Himnario, digamos que está escrito tras un Vaticano II que ha marcado un estilo. Cristianos comprometidos que se acerquen a estos versos orantes querrán, quizás, sentir más fuerte la vibración de un sonido: presencia de María en el proceso total de la liberación humana. La liberación, como se sabe, ha venido a ser como la matriz de un nuevo modo de hacer teología. Mujeres conscientes de su misteriosa vocación femenina quisieran, acaso, encontrar... lo que seguramente sólo ellas pueden decir.

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El autor está de acuerdo; hágase. Sería un mal servicio a la fe de la Iglesia que una sola voz, la que fuera, diera las palabras a la oración de la comunidad. La Iglesia se nutre de la sensibilidad, del pensamiento, del amor de todos sus hijos.

Himnos marianos litúrgicos Las arcas de la poesía guardan preciosos tesoros de lírica mariana. Al confeccionar en castellano la Oración de las Horas, se ha ido en busca de esas piezas magistrales, y en el repertorio de nuestros cuatro libros de oración encontraremos, por ejemplo, al Arcipreste de Hita con aquel poema: Quiero seguir a ti, flor de las flores; a Lope de Vega con la versión del Stabat Mater: La Madre piadosa estaba; a fray Luis de León con su lira a la Asunción de María: Al cielo vais, Señora; a nuestros viejos clásicos con su defensa del privilegio concepcionista: Ninguno del ser humano; a los clásicos de hoy, como Gerardo Diego con su Vía Cru-cis: Dame tu mano, María; o Leopoldo Panero con su poema a la Virgen premiado en unos juegos florales: Todo es recuerdo en el amor... Ninguno de estos poemas ha sido compuesto para el Oficio divino; ninguno se configura según el modelo que propone la Ordenación general de la Liturgia de las Horas (nn. 173-174). Tampoco otros se ajustan a lo que pretende la liturgia como contenido y forma. Lo que ha de ser la himnodia litúrgica para las Horas está en trance de formación y hay mucha tarea creativa por delante. Este Himnario es una aportación que se suma a las composiciones de otros muchos que están haciendo una obra cristiana de oración para la comunidad celebrante. Cubre todas las solemnidades, fiestas y memorias —obligatorias y libres— del actual calendario; incluso alguna más, como es el caso de la fiesta franciscana de Nuestra Señora de los Ángeles de la Porciúncula. La estructura de las composiciones es siempre estrófica —no alternancia de estribillo y estrofa, procedimiento común en el cancionero de nuestras iglesias—, y los himnos concluyen siempre con una doxología. Es importante tener en cuenta que el culto de María en la liturgia debe salvar la unidad y armonía con el misterio central, que es Cristo, mediador ante el Padre; si se extrapolan los acentos se desfigura el sentido Himnario de la Virgen María 5


de la celebración. Observaciones muy pertinentes se han hecho hoy a propósito de la publicación de las Misas de la Virgen María '. Sobre la legitimidad de utilizar en la celebración del Oficio divino himnos no incluidos en los libros editados, himnos por tanto que no tienen todavía el refrendo de los pastores para salvar la garantía de contenido de fe y de belleza de forma, vale exactamente lo mismo que para los cantos de comunión en la celebración de la Eucaristía. Este Himnario se ha compuesto para la celebración de la Liturgia de las Horas, pero puede servir para otros momentos de celebración. Letra y melodía El nombre de Rufino María Grández va asociado a las letras como autor de las mismas, mientras que Fidel Aizpurúa es el autor de la música. Agradecemos a don Pablo Amorena, párroco de Falces (Navarra) y director de la coral «Ntra. Sra. de las Nieves» de la misma villa, el haber revisado el manuscrito musical y haber aportado estimables sugerencias. Cuatro de estos himnos (los números 5, 7, 15 y 24) fueron publicados anteriormente en la obra conjunta de los autores titulada Himnos para el Señor (Barcelona, editorial Regina 1983). Agradecemos a Regina su beneplácito para la reedición en esta colección. Al final de la introducción a cada poema el autor de la música añade una breve indicación melódica, que pensamos pueda ser de utilidad práctica para quienes cantan el himno orando en la Liturgia. Allí se observará cómo en unos pocos casos se ha repetido la misma melodía2. * * * No nos queda sino poner esta obra en manos de la Virgen Santa. Los himnos se han compuesto en tiempos diversos, pero ahora, juntos en ramillete, son un obsequio que los autores ofrecen a la Virgen, la Madre del Señor y nuestra Madre. _____________ 1. Así, por ejemplo: P. Parnés, Liturgia y pastoral de las nuevas «Misas de la Virgen María», en: Oración de las Horas 19 (1988) 233-240. 2. Para facilitar el aprendizaje de estos himnos se ha preparado una grabación «didáctica» en cassette, registrando de cada pieza la primera estrofa y el amén, con la voz del autor de las melodías, acompañando al órgano Pablo Amorena. Se puede solicitar la cassette a: P. Fidel Aizpurúa El Salvador - 31370 FALCES (Navarra).

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GUIA PARA ELL USO EN LA ORACIÓN DE LAS HORAS

El conjunto del Himnario está dividido en dos partes: Celebraciones en Adviento, Navidad, Cuaresma y. Pascua y Celebraciones en el tiempo ordinario. Las solemnidades de La Inmaculada Concepción de Santa María Virgen (8 de diciembre) y la de La Anunciación del Señor (25 de marzo) pertenecen al llamado «Propio de los santos», contrapuesto al «Propio del tiempo». No obstante, incluimos la Inmaculada Concepción en el ciclo de Adviento por razones obvias; e insertamos la Anunciación dentro del ciclo de la preparación y celebración de las fiestas pascuales (Cuaresma y Pascua), porque de hecho siempre se celebra en tal tiempo. Sin embargo, es distinta la vinculación de la Inmaculada Concepción con el Adviento, del caso de la Anunciación con el tiempo en que está encuadrada. La Anunciación es una fiesta de la Encarnación del Verbo nueve meses antes del Nacimiento. Estos himnos no están compuestos con referencia a la hora del día, sino con relación al misterio celebrado. Hemos pensado en que sean himnos para Laudes o Vísperas; pueden servir también para el Oficio de lectura. Cada uno está elaborado como una pieza unitaria. Eventualmente se podrá suprimir alguna estrofa, si el sentido no queda mutilado. Algunos himnos asignados a una fiesta concreta pueden servir en determinados casos como himnos para una celebración comúti de la Virgen (p.e. En la mañana del mundo} 3. _____________ 3 . El autor de las letras, en unión con Miren-Gixane de Garamendi, cisterciense de Tulebras (Navarra), ha publicado nueve himnos a María con dos módulos recitativos aplicables a cualquiera de ellos, que pueden servir para las celebraciones de Santa María en

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Celebraciones en el curso de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua Admirable es el parto de la Virgen: este himno que canta el parto virginal de María sirve para Adviento y también para Navidad. ' La flor se llama esperanza. La piedad popular celebra la Virgen de la Esperanza el día 18 de diciembre, en relación con las antífonas de la O (O Sapientia...). Puede ser himno apropiado para alguno de estos días. Escucha, Casa de David. Es himno propio para el domingo IV de Adviento; sirve también para esos días en espera de Navidad. Brotó de ti la gracia y nuestra vida: En este himno se acentúan ciertos aspectos dolorosos del misterio de Navidad, al evocar conjuntamente la matanza de los Inocentes y la huida a Egipto. Para la inserción de María en las celebraciones de Cuaresma y Pascua nos remitimos al recto sentido de la liturgia expuesto en la importante «Carta circular sobre la preparación y celebración de las fiestas pascuales», publicada por la Congregación para el Culto Divino (16 enero 1988). Para algunos momentos cuaresmales, por ejemplo los sábados, prestará sus servicios el himno Padece el Rey de la gloria; de modo similar en las semanas pascuales Alégrate, María, Virgen Madre. Los himnos A la hora del suplicio se encontraron y José de Arimatea y Nicodemo son recitativos de un Vía Crucis (TV y XIII estación). Podrían emplearse alguna vez en el Oficio de Lectura. ' Celebraciones en el curso del tiempo ordinario La indicación puesta entre paréntesis se remite al día litúrgico en que el himno tiene su significación más propia. Pero caben ciertas combinaciones, p.e., en la memoria libre de Nuestra Señora de Lourdes cabe el himno ¡Oh Virgen toda hermosa sin mancilla!, donde justamente un verso recoge la declaración de María a Bernardita: «Yo soy la Inmaculada Concepción». Al final hay cinco himnos con la designación genérica de Común de Santa María Virgen. También con discreción pueden emplearse como común de la Virgen otros himnos asignados a fiestas y celebraciones particulares. ______________ Sábado. Véase: CONFER FEMENINA DE NAVARRA (ed.), Redemptoris Mater. Meditación y cunto, Pamplona 1988. Los himnos glosan la encíclica.

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I. Celebraciones en el curso Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua

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1. ADMIRABLE ES EL PARTO DE LA

Este himno está consagrado al admirable parto de la Virgen, misterio que en la piedad del pueblo creyente es recordado el día de la expectación del parto (18 de diciembre) o fiesta de la Virgen de la Esperanza. Este himno puede servir tanto para los días postreros de Adviento como para evocar a María en Navidad. «Un prodigio tal no se ha visto nunca ni se verá de nuevo», dice la liturgia navideña. El seno de María es como una concha que escondía un preciosísimo tesoro; es como un capullo que va creciendo hasta que se abre y nos entrega la flor hermosa. Aquel Hijo divino que del seno viene al mundo «lejos de menoscabar consagró la integridad virginal» (Lumen gentium, 57). María es real y verdadera y totalmente madre, y real y verdadera y totalmente virgen. ¿Corno? El hecho pertenece a la fe, el cómo es una imposible curiosidad... Cantamos, pues, este parto admirable de la Virgen. En la carne de María el Hijo de Dios se hace nuestro. Es de María y nuestro. Diviniza la tierra perteneciendo a nuestro mundo; celebra las bodas de la Alianza con nosotros; la Iglesia toda queda compenetrada de la fragancia incorruptible del Hijo. Y todo esto nos vino por el parto admirable de la Virgen. ¡Admirable es el parto de la Virgen! ; * * *. (El carácter de admiración viene subrayado por el talante hímnico de la música. Cántese pausado y lleno, como un hímnico tributo de homenaje a María).

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Admirable es el parto de la Virgen que hace nuestra la carne de la Gloria; suyo y nuestro es Jesús, el Creador y divina la tierra en tal persona. Las entrañas fecundas de María son el tálamo santo de unas bodas, son el huerto florido, el Paraíso para unir al Esposo con la Esposa. ¡Oh purísimo seno que llevabas el tesoro precioso en bella concha!, cuando abriste tu gracia, el orbe entero se alegró con un cántico en la boca. La Mujer parturienta nos entrega el augusto secreto de su hora; ¡oh Mujer, cuya sangre dio sustento al naciente Señor de nuestra historia! Cual capullo crecieron las entrañas, y al hacerse el capullo flor hermosa, la fragancia del Hijo incorruptible traspasó y perfumó a la Iglesia toda. ¡Oh Señor, que abajaste la mirada para hacer de la esclava la Señora, seas siempre bendito por tu Madre, la Mujer por tu gracia más dichosa! Amén.

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2. ¡OH VIRGEN DEL JARDÍN DE LA CAÍDA! (INMACULADA CONCEPCIÓN 1)

Guiados por la lectura que hace la Iglesia de las santas Escrituras, podemos ver a María ya en el jardín de la caída. Allí es fulgor tras el pecado, Virgen signo, Virgen vencedora. Los cristianos nos hemos complacido en hacer esta relación: Paraíso, caída de nuestros Padres, Virgen Inmaculada. El misterio de la Inmaculada en el Adviento nos introduce en el misterio de la Iglesia, pues la Virgen, como obra de Dios, como Inmaculada, es «el feliz inicio de la Iglesia, hermosa sin mancha ni arruga» (Ma-rialis cultus, 3). Inicio de la Iglesia, sí; al mismo tiempo, efigie de la Iglesia. «Como ya nos enseñó S. Ambrosio, la Madre de Dios es tipo de la Iglesia» (Lumen gentium, 63). Y es efigie de nuestro propio corazón. María misteriosamente está dentro de nosotros. ¿Por qué, insignificante Nazarena, tu nombre en nuestro pecho está grabado? Porque eres la respuesta muy sencilla a aquello que anhelamos. En efecto, el ser humano ha nacido con una vocación imborrable de ser lo que la Virgen fue desde el principio, la toda santa. Ésa es la Virgen María, nuestro rostro y nuestro destino, oh límpida belleza que admiramos. * * * (Interprétese este himno de modo recogido y orante. Dar poco más énfasis a la segunda parte. Terminar de manera recogida)

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¡Oh Virgen del Jardín de la caída, fulgor tras el pecado, oh Virgen signo, Virgen vencedora, contigo al Dios de gracia celebramos! Efigie de la Iglesia, Virgen pura, dulcísimo regalo, Mujer toda perfecta por ser limpia, primer amor del mundo, Edén soñado! ¡Ah, cuántas alabanzas de ti dicen los bien enamorados ¿Por qué, insignificante Nazarena, tu nombre en nuestro pecho está grabado? Porque eres la respuesta muy sencilla a aquello que anhelamos; porque eres pura gracia simplemente, la dócil criatura entre sus manos. Porque eres obediencia al Fuego y Soplo, -tu ser, divino barro—; porque eres nada tuyo, todo suyo, oh límpida belleza que admiramos. ¡Divina Trinidad de nuestra vida, fanal de nuestros pasos, tu gracia desbordada sea gloria, el mundo por María restaurado! Amén.

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3. ¡OH VIRGEN TODA HERMOSA SIN MANCILLA! (INMACULADA CONCEPCIÓN 2)

Contemplamos a la Virgen purísima en la solemnidad de la Inmaculada Concepción. Totapulchra es, María, et macula originalis non est in te. ¿Quién es María, la mujer que, según el Concilio, «después de Cristo ocupa en la santa Iglesia el lugar más alto y a la vez el más próximo a nosotros»? (Lumen gentium, 54). Y ahora es la Virgen la que brota desde el fondo de la revelación y con variadas palabras se va autodefiniendo en las estrofas del himno. Yo soy el pensamiento de la Iglesia, el proyecto de la Iglesia que surgió en el corazón del Padre, el «tipo» de la Iglesia. Hoy María glorificada «es imagen y principio de la Iglesia que habrá de tener su cumplimiento en la vida futura» (Lumen gentium, 68). Oiremos hablar a la Virgen y escucharemos esto: que de ella nada propio tiene, que todo le viene de su Dios y Señor. Hoy puede decirnos, igual que a Bernardette: Yo soy la Inmaculada Concepción. Y la criatura peregrina que añora algo, porque su parentesco le viene de otro lado, sabe que existe la flor del corazón por Dios plantada. Pues esta flor de mi corazón es... María.

*** (Cántese de manera sencilla diciendo pausadamente el texto. Frasear bien de dos en dos versos).

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¡Oh Virgen toda hermosa sin mancilla!, ¿quién eres tú, María, tan amada, para estar junto a Cristo la más próxima, junto al hombre mortal la más cercana? Yo soy el pensamiento de la Iglesia, de Dios Padre nacido antes del alba, en el Hijo bendito la bendita, la cristiana, la gloria de su gracia. Yo soy la pobre esclava del Señor, en manos de mi Dios abandonada, el milagro que él quiso para el Hijo, para el Verbo Encarnado la Morada. Yo soy cauce de fe de los creyentes, figura de la Iglesia Inmaculada, la porción elegida cual primicia para ser de mi pueblo la esperanza. Yo soy la Inmaculada Concepción, la flor del corazón por Dios plantada, la mujer vencedora del Dragón, exaltada de lo hondo de mi nada. ¡Oh Cristo, el solo Santo en el Espíritu, del Padre hasta nosotros toda gracia, gloria a ti, que guardaste sin pecado a quien fue por tu sangre preservada! Amén.

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4. LA FLOR SE LLAMA ESPERANZA

(LA VIRGEN DE LA O)

Toda la Sagrada Escritura gira en el gozne de dos palabras: promesa y cumplimiento, profecía y Evangelio, anuncio y acontecimiento, sombra y realidad. El Verbo se hizo carne; Dios se hizo Sí, y definitivamente fueron verificadas todas las promesas. Esta vez la promesa ya no es de otra cosa, la promesa es anuncio de sí mismo en el misterio de la consumación. Por él y con él nosotros seremos consumados en nuestra vocación humana. A María podemos contemplarla en esta dialéctica de la esperanza cristiana. ¿Qué es María? Una flor de esperanza; y el fruto de esta flor , e$ el milagro de su propio Hijo. María es pura esperanza; su tesoro, el don que se le ofrece. En Adviento nos acercamos a nuestra Madre y percibimos el misterio de la esperanza, base de nuestra existencia. Lo tocamos en su carne y lo cantamos. María es la Virgen de la Esperanza. Muchos fieles miran con piedad al 18 de diciembre, distinguido como el día de la Expectación del parto, día de la Virgen de la Esperanza. Pero la Virgen de la Esperanza es la Virgen de todos los días de Adviento. Ha crecido el vientre de la Virgen encinta. Ya la esperanza es fruto maduro que va a nacer. Misterio de la esperanza que reside en el alma y en la carne de María. La flor se llama esperanza, crecida en la Tierra Virgen... ¡Oh Virgen María, baña nuestras vidas con la suave luz de tu esperanza! *** (La melodía quiere resaltar el carácter popular del canto. Con alegría y voz llena).

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La flor se llama esperanza crecida en la Tierra Virgen, y el fruto será el milagro que nadie piensa creíble; en tallo de nuestro huerto Jesús echó sus raíces. La flor se llama Palabra, anuncio que el ángel dice; lo dijo Dios y ha de ser, que el mundo a su voz existe; Esposa y Madre del Verbo, María cree y bendice. La flor en la Trinidad y el fruto un vientre concibe; María es Madre del orbe por este Infante que gime; del cielo el Verbo venía, buscaba una Madre humilde. La flor de su hermoso rostro miraba al Dios que habla y vive; la Virgen obedecía, esclava que nada pide; oraba al Misericorde y Dios la quiso su estirpe. ¡Oh Virgen de la esperanza que tienes cuanto creíste, por ese que en brazos llevas nosotros somos felices: contigo le bendecimos a quien de gracia te viste! Amén. Himnario de la Virgen María 23


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5. ESCUCHA, CASA DE DAVID

El tema de la Virgen llena la liturgia del domingo IV de Adviento. Y no sólo en los textos evangélicos (Mt 1,18-24; Le 1,26-38; Le 1,39-45), sino que la referencia viene también de Isaias (Is 7,10-14), y en fin la evocación de la Madre está en Miqueas (Miq 5,2-5a) y nosotros la escuchamos cuando se habla del Hijo (cf. las demás lecturas). El himno comienza con una frase de Isaías: Escucha, Casa de David. Así se introduce el oráculo del Emanuel. La joven madre es para la contemplación de Mateo la «Madre Virgen», palabra que recibe la Iglesia para contemplar a la Madre de Jesús como la Virgen pura, la toda pura, la siempre pura. Es la Madre de Jesús, la Madre de Dios, la Madre de la vida. Dentro de sus entrañas, en el secreto de su dicha, vamos nosotros. Y recordando la anunciación, cuando el Verbo se hizo carne, recordamos la actitud de María: «Con fe y obediencia libres» (Lumen gentium, 56), obediencia de «discípula» (Marialis cultas). Quietos y reverentes, abrumados ante un misterio de amor, sencillamente esperamos. Espera en calma la agraciada; espera el mundo arrodillado; y el mismo Hijo, concebido antes del tiempo, dentro de la historia está en un misterio de espera. Pero la Iglesia lo anhela y pide: cambia la espera en parusía. «El Espíritu y la Esposa dicen: ¡ven, Señor Jesús!» (Ap 21,20). Ven en tu reino, ven de prisa! *** (La música, íntima y recogida, ayuda a crear ese tono de expectación que dimana del texto. Unir bien las frases con empaste en la dicción del conjunto de la estrofa).

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Escucha, Casa de David: La Virgen pura se halla encinta; Dios la acaricia y la fecunda y la hace Madre de la vida. La Virgen grávida nos lleva en el secreto de su dicha; la Virgen fiel nos abre ruta con su obediencia de discípula. Espera en calma la agraciada, con ella el mundo se arrodilla; levanta el pobre la mirada, con ella pide la-venida. Nacido en tiempos sin aurora, el Hijo espera con María. ¡Oh Dios de amor, nuestra esperan/a, cambia la espera en parusía! ¡A ti, Jesús, Hijo esperado, aparecido en nuestros días, con santo júbilo cantamos! ¡Ven en tu reino, ven de prisa! Amén.

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6. SUS MANOS VIRGINALES LO HAN ENVUELTO

Miremos a la Virgen María en el misterio de la Encarnación del Verbo. A ella está dedicado este himno, a ella que tiene delante y en sus brazos a una criatura, el Hijo de Dios. Tocar, lavar, besar, acariciar... Es lo que hace María con Dios encarnado, y con ella el corazón creyente. Lo que hace María... Y todavía hay algo más: el pecho le ha ofrecido, dulce fuente que al Niño sacia y place. María tiene un privilegio inaudito: allá en el corazón siente que Alguien con suave voz de amor le llama Madre. Bien puede llamar la Iglesia a la Virgen felicísima María. Con la fe evangélica, con los gritos de los salmos podemos decirle a María quién es su Hijo: espada tuya y Dios de tus cantares. La Iglesia que así canta se transformará con los sentimientos de la Virgen Madre. ¡Conozca la santa Iglesia el gozo rebosante de la Natividad de Cristo! *** (Cántese de manera sencilla diciendo bien el texto que es lo que importa. Frasear bien manteniendo el tono final de cada estrofa).

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Sus manos virginales lo han envuelto en límpidos pañales, y allá en el corazón siente que Alguien con suave voz de amor le llama madre. Sus manos han palpado con caricias aquella que es su carne; con agua en un barreño lo ha bañado a Aquel que necesita que lo bañen. El pecho le ha ofrecido, dulce fuente que al Niño sacia y place; el alma ella le daba en blanco sorbo, al darle la sustancia de su sangre. Sus labios lo han besado y han mullido el cuerpo blando y suave; ¡oh, qué daría el pobre encariñado por ir, tomarlo en brazos y besarle! Es suyo, suyo, fruto de su vientre, predicho por el ángel; es tuyo, felicísima María, espada tuya y Dios de tus cantares. ¡Que suba, que descienda, que rebose el canto de estas Laudes (de esta tarde)! ¡Oh Cristo, sea nuestro cielo el tuyo: tenerte en fe, amarte y adorarte! Amén.

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7. BROTÓ DE TI LA GRACIA Y NUESTRA VIDA

Nuestra tierra está llena de asesinatos, manchada de sangre. Un día, al escribir este himno (1979), pusimos como dedicatoria o entrada esta oración: «Madre piadosa, intercede por nuestro pueblo: todos somos culpables». El himno se publicó más tarde (cf. Presentación) y seguíamos doloridos: «la mancha de sangre se ha extendido». ¡Madre, basta ya de sangre derramada, muera en Belén el odio y la venganza! Belén es noche de paz, noche de amor. María, como madre, es madre de alegría, «por el gozo de que ha nacido un hombre —¡el Hijo Unigénito!— en el mundo» (Jn 16,21). Pero junto a la cuna chocan las espadas, y en torno a Jesús surgen mártires sin palabras. También aquellos días estuvieron atravesados por el dolor del exilio, y el Hijo que venía a su casa tiene que ser el Hijo fugitivo. María conoce la dolorosa suerte de los pobres, ella la más pobre de los pobres. Bien ha sabido cuál es el camino de los desterrados en este valle de lágrimas. Éste es el misterio de María en Belén entre grandes gozos y dolores. *** (La gravedad de la melodía quiere subrayar el contenido del texto. Una actitud musicalmente piadosa ayudará a interpretarlo bien. Cantarlo de manera sencilla sin oscurecer la melodía).

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Brotó de ti la gracia y nuestra vida, oh Virgen, manantial de toda dicha, cuando igual que la madre primeriza fuiste madre pasmada de alegría. Vinieron a la cuna con espadas, quisieron al Amor matar con armas; ¡Madre, basta de sangre derramada, muera en Belén el odio y la venganza! Huyes salvando al Hijo fugitivo y un pueblo de paganos brinda asilo; ¡míranos juntos, Madre de oprimidos, somos todos los pobres del exilio! Mujer de aldea y Madre de los hombres, mujer de grandes gozos y dolores, ¡cómo esperan de ti los corazones, porque eres la más pobre de los pobres! El Rey de paz te acoge, en ti se goza, y en tu virginidad sella su gloria; ¡cante el mundo y la Iglesia deseosa al Señor que de gracia te corona! Amén.

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8. POR OBRA DE LA SANTA TRINIDAD

(SANTA MARÍA, MADRE DE Dios 1)

Por encima de cualquier otra consideración la Virgen para el creyente sencillo es sencillamente Madre, la Virgen Madre, la Madre de Jesús, nuestra Madre. Su maternidad es gracia que le viene directamente de la Trinidad; no es maternidad como las demás. Por obra de la Santa Trinidad la Virgen pura es Madre. Esa maternidad excepcional es «más» maternidad que cualquier otra: Mujer, de Dios fecunda cual ninguna, de humana vida Madre como nadie. A la Virgen María al comienzo del año le encomendamos la causa de la paz. Valga la alusión: Morada de la paz es tu regazo. Misterio de maternidad que el hombre, tal como Dios lo ha constituido, no puede pensarlo sino con inmensa ternura. Por eso, en las estrofas del himno, queremos juntar el sentido hondo de una maternidad dogmática con el cariño y la ternura que lleva consigo la evocación de una palabra: Madre. Nos atrevemos a llamarle a la Virgen Madre buena, casi con el mohín del niño que conoce, por no sé qué instinto, las debilidades del corazón materno: olvida nuestro olvido, Madre buena, que vence y vencerá tu amor más grande. *** (Las mismas indicaciones musicales que las del himno núm. 2).

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Por obra de la Santa Trinidad la Virgen pura es Madre; entrañas de mujer jamás nos dieran el fruto celestial que de ellas nace.

Morada de la paz es tu regazo, que a Dios y al hombre traen; Mujer, de Dios fecunda cual ninguna, de humana vida Madre como nadie. ¡Oh Madre nuestra, casa preparada en donde todos caben, el pan de la unidad y la alegría y todo cuanto es bueno de ti sale! Callada Madre, Madre de la espera, que estás y a todos abres, olvida nuestro olvido, Madre buena, que vence y vencerá tu amor más grande. Morada de la luz y toda gracia, socorro de mortales, cual Madre por nosotros intercede al Hijo que en tus ruegos se complace. ¡Al Hijo Redentor que ha preparado los brazos maternales se vuelva todo amor de nuestra tierra, cantándole con cantos a la Madre! Amén.

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9. EL VERBO SE HIZO CARNE EN TI, MARÍA (SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS 2)

El himno comienza con la soberana confesión del principio de S. Juan: El Verbo se hizo carne... No fue un mito; fue un suceso agarrado a nuestra historia, hecho historia nuestra. Las estrofas de este himno dogmático quieren captar la gran tradición patrística sobre la maternidad divina de María. La maternidad de la Virgen es un misterio de divinidad. Conectamos también con otro gran principio de los Padres cuando enunciamos: tan solo lo asumido fue salvado; principio de Encarnación que lleva a esta consecuencia: por eso. Sania, en ti lodo se encierra, en ti, de cuya sangre el Unigénito tomó la raza humana ¡oda entera. Así pues, si la maternidad es un misterio deslumbrante de Gloria —en ti se reveló la Gloria excelsa y muy desde antiguo fue aplicado a María el calificativo de «gloriosa» (s. III)— es simultáneamente un misterio de carne tangible, de tierra: oh tierra virginal de nuestra tierra. Y en fin, estas consideraciones de teología especulativa quieren ir incrustadas en el tramado de la «historia salutis»: en ti las profecías se han cumplido, porque la Virgen siempre será Madre de Belén, *** (La melodía sencilla quiere colaborar a dar profundidad al texto. Cántese con un corazón orante y contemplativo).

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El Verbo se hizo carne en ti, María, oh tierra virginal de nuestra tierra, Esposa del Espíritu divino, divina Madre, Madre verdadera. Tan solo lo asumido fue salvado; por eso, Santa, en ti todo se encierra, en ti, de cuya sangre el Unigénito, tomó la raza humana toda entera. Cuando él bajó a tu vientre y se hizo tuyo, cuando él puso su nido en tu pureza, cuando él vino a nosotros por tu parto, en ti se reveló la Gloria excelsa. ¡Oh santa Madre, Virgen incorrupta, oh puerta de la vida, Madre nuestra, oh historia de Israel, que en ti termina, oh Madre de Belén, que nos lo entregasl En ti las profecías se han cumplido, en ti todo lo humano alcanza meta, y Dios, el Salvador, a ti desciende, y en ti tu Creador la vida empieza. ¡Altísimo Señor, Hijo Unigénito, nacido de mujer, la nueva Eva, la Iglesia con María te bendice, oh sumo bien que cielo y tierra llenas!

Amén.

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10. PADECE EL REY DE LA GLORIA

La palabra «compasión» está cargada de sentido si la tomamos de la fuente original de la Sagrada Escritura: «Y si hijos, también herederos: herederos de Dios, coherederos de Cristo, habiendo compadecido para ser también conglorificados» (Rom 8,17). El texto citado de la Escritura está en el fondo de la inspiración de este himno. Y con el pasaje aludido la cita del Concilio: «Así avanzó también la santísima Virgen en la peregrinación de la fe, y mantuvo fielmente su unión con el Hijo hasta la cruz, junto a la cual, no sin designio divino, se mantuvo erguida (cf. Jn 19,25), sufriendo profundamente con su Unigénito y asociándose con entrañas de madre a su sacrificio, consistiendo amorosamente en la víctima que ella misma había engendrado» (Lumen gentium, 58). El himno se fija en esta imagen de María, y al recordar este padecer con Jesús, evoca el Huerto, la espada de Simeón y aquel estar firme de María junto a la Cruz, ella amante esposa y la Mujer, así nombrada por S. Juan. Estaba fija en las divinas raíces, y estas raíces para ella y para nosotros son la fe que nos sustenta y el amor que fortalece. (Cántese de manera sentida uniendo los versos de dos en dos. No retardar ex cesivamente al final).

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Padece el Rey de la gloria y María compadece; contigo, Madre de gracia, está la Iglesia creyente, y en su pobreza y despojo junto a la Cruz permanece.

Estaba firme la Madre por la palabra indeleble, firme cual amante esposa a despecho de la muerte, la Mujer inquebrantable firme en el amor perenne.

Un cáliz de hiél amarga Jesús en el Huerto bebe; María sume en silencio del Hijo amado la suerte y el cáliz de la agonía del cielo a su alma se vierte.

Firme cuando el mundo pasa y todo se desvanece; fija en divinas raíces a la escucha humildemente de la fe que nos sustenta y el amor que fortalece.

La espada de aquel anciano el pecho materno hiende, tanto dolor le atraviesa cuanto el amor es consciente, tanta aflicción la consume cuanto mis males merecen.

¡Oh Cristo que has consolado a la Virgen fiel presente, hoy brillas lleno de gozo: honor a tu santa frente! ¡Acepta, Señor piadoso, las voces nuestras gimientes! Amén.

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11. A LA HORA DEL SUPLICÍO SE ENCONTRARON

El encuentro de Jesús con la Madre dolorosa está en el centro de la Cruz (Jn 19,25). El encuentro con el Hijo camino del Calvario no es un hecho que pertenezca a la historia referida; sí a la historia real de los misterios. Por ello, a la hora del suplicio se encontraron el hijo con la Madre, santo encuentro. La presencia de la mujer está en el Nacimiento y está en la Cruz, que es consumación del Nacimiento. Están juntos él y ella, dispuesto estaba, Dios así lo quiso. El corazón sabe, por intuición e instinto que Dios ha puesto en lo hondo, que hay un fascinante misterio femenino: Misterio del eterno femenino, amor, fecundidad, secreto cielo. Esta feminidad, que trae su origen del cielo, que es parto y dolor, que al mismo tiempo es gozo unitivo, se realiza en la realidad mistérica de la Iglesia, que es efigie de María. Vienen a la mente las palabras apostólicas: «Grande misterio es éste, lo digo respecto a Cristo y a la Iglesia» (Ef 5,32). María, la Iglesia, el creyente están implicados en el mismo misterio materno. (Nota. Este himno y el siguiente pertenecen a un Vía Crucis de los dos autores). *** (La Melodía es como una “excusa” para decir el texto. Con cierta agilidad derivada de la simple lectura).

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A la hora del suplicio se encontraron el Hijo con la Madre, santo encuentro: el Hijo, con la Cruz y la corona, la Madre, con la espada hundida al pecho. El sí de la Mujer que dio la vida con él presente estuvo en el comienzo, y quiso Dios que juntos estuvieran a la hora del dolor y del silencio. La Madre de vivientes es regazo, mas solo Cristo es Vida y Luz y Verbo; se encuentran Madre e Hijo, Dios los guía, se funden en un solo sufrimiento. Oh santa Iglesia, efigie de María, Iglesia que respiras en mi cuerpo, acércate al encuentro del Doliente, si quieres con María el fruto pleno. Misterio del eterno femenino, amor, fecundidad, secreto cielo; del huerto del Edén hasta el retorno la Amada, la Mujer, está latiendo. ¡Oh Cristo, germen único del Padre, y fruto de María, casto seno, la Iglesia te bendice por tu muerte y con la Virgen canta su deseo! Amén.

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12. JOSÉ DE ARIMATEA V NICODEMO

Los cuatro evangelistas nos hablan de la intervención que tuvo ante Pilato José de Arimatea, miembro del Sanhedrin. para obtener el cuerpo de Jesús, muerto, y proceder a la sepultura. S. Juan señala además la presencia de Nicodemo. La escena de Jesús yacente puesto en brazos de María, la cual estuvo presente en la muerte del Hijo, pertenece no a la descripción de los Evangelios sino a la tradición cristiana, a la intuición de la fe. Sin degenerar en el sentimentalismo contemplamos este misterio tantas veces contemplado, pintado, esculpido por la piedad cristiana. María, en medio de la Iglesia, es un silencio materno. Que quede en el silencio de los siglos aquello que en María está pasando. Es asi su vocación de Madre, su vocación de Mujer. María, la creyente, en el Calvario consuma los dolores del parto. «Concibiendo a Cristo, engendrándolo, presentándolo al Padre en el Templo, padeciendo con su Hijo cuando moría en la cruz, cooperó de forma enteramente impar a la obra del Salvador con la obediencia, la fe y la ardiente candad con el fin de restaurar la vida sobrenatural de las almas. Por eso es nuestra madre en el orden de la gracia» (Lumen gen-tium, 61). Unimos, pues, en este himno el misterio del dolor de María con el misterio de su maternidad, y al final pedimos a la Madre atribulada: acógenos, indícanos la senda, y llévanos a Cristo de tu mano. (Idéntica indicación musical a la del himno núm.11).

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José de Arimatea y Nicodemo tomaron aquel cuerpo sacrosanto: con fe y amor, con intima ternura. María lo recoge en su regazo. Que quede en el silencio de los siglos aquello que en María está pasando; destino de mujer ha sido el suyo: amar hasta morir y no contarlo. La grávida creyente Nazarena padece los dolores de este parto: ¡oh Madre de Jesús y de la Iglesia, a costa de la Cruz que fabricamos! Adora aquella carne, que es la suya, el cuerpo muerto, el Hijo entre sus brazos; lo besa, de dolor estremecida, lo riega dulcemente con su llanto. ¡Oh Madre de la fe, Virgen María, océano de amor atribulado, acógenos, indícanos la senda. y llévanos a Cristo de tu mano! ¡Jesús, vencido y vivo eternamente, invicto ya, gloriosamente alzado, tu diestra salvadora bendecimos, revélate en la Iglesia y haznos salvos! Amén.

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13. LA ESCLAVA DEL AMOR HA DICHO SÍ (ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR 1)

La esclava del amor ha dicho sí... Y añadimos: ¿benditos esos labios!, porque ese sí ha traído la salvación del mundo. Contemplemos su actitud de acogida en el sí: y cruza en obediencia sobre el pecho las manos que ya guardan al Amado. No hace falta más que mirar al cuadro de la Anunciación del Beato Angélico. Teología de obediencia, siguiendo la pauta del Concilio. «Con razón piensan los Santos Padres que María no fue un instrumento puramente pasivo en las manos de Dios, sino que cooperó a la salvación de los hombres con fe y obediencia libres» (Lumen gentium, 56). Por esta fe, por esta obediencia, María entra en el misterio de su maternidad, que será siempre misterio de fe, para ella la primera. Ponderemos eso que define a María como la más pobre y pequeña, toda humilde, pero admiremos que ella es la Nueva Eva, oh Eva del anuncio, que la Nube luminosa la penetra (Le 1,35), que ella es la Madre que nos lleva en el regazo. El Ángel del Señor anunció a María, y creyendo concibió por obra del Espíritu Santo, y vino la salvación al mundo. *** (La indicación musical como en el himno núm. 2).

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La esclava del amor ha dicho sí, —¡benditos esos labios!—, y cruza en obediencia sobre el pecho las manos que ya guardan al Amado. La Nube luminosa la penetra, fecunda el vientre casto; ¡qué gozo ser la más pobre y pequeña, teniendo tal tesoro en su sagrario! María, toda humilde, dulce hermana al par de los hermanos; mas eres ya, oh Eva del anuncio, la Madre que nos lleva en el regazo. Abriste el corazón cuando creíste con ojos agrandados; ¡oh!, ábrenos tus brazos como al Hijo y ciérranos al pecho cobijados. Temblando de estupor y de ternura al lado tuyo estamos, tu fe de criatura, excelsa Madre, tu ardiente fe nosotros imploramos. ¡Gloriosa Trinidad, oh Dios amor, oh Dios de los milagros, la suma gloria y gozo por María, la Madre y Virgen santa, tributamos! Amén.

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14. EL PADRE HA ORIGINADO LA PALABRA (ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR 2)

La escena de la Anunciación de Nazaret nos lleva a lo hondo de la Trinidad. Este himno es una contemplación trinitaria, comenzando por el Padre: El Padre ha originado la Palabra. El Padre, el Verbo, el Espíritu y... un vientre de mujer. Remontándonos a la teología de los Santos Padres tratamos de admirar el misterio, absortos en la pura paradoja, como cuando cantamos: En Dios moraba estando con nosotros, de Dios nada perdía por humilde, ni a Dios enriquecían nuestras culpas en gracia de las cuales tú viniste. El Verbo sale de la Trinidad y, conforme al sentir de los Padres, no violó la santa Trinidad bajando desprendido a nuestra estirpe. ¿Pensamientos de pura especulación, sin revulsivo y mordiente para nuestra existencia concretizada...? No; pensamientos admirativos, balbuceos de amor, de quien sabe que Dios en su infinita riqueza está por encima de todo y que él mismo ha comprometido su infinitud en el misterio de la Encarnación del Verbo. El himno, según norma, concluye en doxología. En este caso, adoración en Nazaret al Verbo, Esposo de la Virgen. *** (Interprétese de manera solemne y amplia, sin prisa por resolver musicalmente las frases. Con finura en los saltos de notación).

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El Padre ha originado la Palabra, Gabriel, lleno de albricias, la transmite, y el Verbo silencioso puso el tálamo en vientre de mujer que a Dios concibe. El Verbo se hizo carne, frágil vida, saliendo del secreto donde vive, mas no violó la santa Trinidad bajando desprendido a nuestra estirpe. En Dios moraba estando con nosotros, de Dios nada perdía por humilde, ni a Dios enriquecían nuestras culpas en gracia de las cuales tú viniste. Las alas del Espíritu han cubierto el germen que la Virgen hoy recibe; es obra espiritual en nuestro barro, María es fecundada, pura y libre. El Verbo fue al principio y todo vino, sin él nada se obró de cuanto existe, mas hoy de nuevo irrumpe Dios eterno y el Verbo nace carne inmarcesible. ¡Honor al Unigénito anunciado, honor al Verbo, Esposo de la Virgen, adore el alto cielo en Nazaret ; y cante con María al Dios visible! Amén.

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15. EN LA MAÑANA DEL MUNDO (ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR 1)

Nazaret, un pueblo amable y cordial, bañado por el recuerdo de María. Hoy una ciudad floreciente, para el cristiano inseparable de María, la mujer judía, bendita entre todas Is mujeres. Nazaret tiene una reciente (1959) y espléndida basílica, la Anunciación, en la que el arte de los pueblos cristianos compite para ensalzar a la esclava del Señor. En este lugar se encontró un grafito antiquísimo (¿siglo II?) que ya cantaba: Jaire, María; Ave, María. Y junto a aquella basílica hay una casa-cue-va, medio excavada en la roca. Allí, en una casa de tal factura, vivieron la Madre de Dios y el Hijo. Nazaret, Galilea, el pueblo judío es lo que este himno quiere recoger sencillamente para cantar a la que llamarán bendita todas las generaciones. Contemplemos. El misterio pasó en Nazaret, pero venía desde antiguo: En la mañana del mundo Dios te saluda, María. Pasó en Nazaret: el Verbo estaba en la tierra..., sí, el Verbo estaba en la aldea, Nazaret no lo sabía. Pero en aquella mujer sin historia estaba nuestra historia: oh arca de nuestra historia; ella es el archivo de nuestro dolor y alegría. Tenemos una plegaria especial para el pueblo de María, para los judíos, pueblo siempre tan amable para nosotros porque es el pueblo del que nacieron María y Jesús. *** (La música es como la de los cantos populares moríanos. Cántese con amplitud y de modo un tanto lleno en el acompañamiento).

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En la mañana del mundo Dios te saluda, María; salve, mujer de una aldea, la humilde y favorecida. A ti la primera llega Dios con la Buena Noticia. El Verbo estaba en la tierra, Nazaret no lo sabía. En tu seno consagrado germina la nueva Vida; los siglos se han consumado, tu obediencia fructifica. El silencio cual la Nube tu misterio recogía, oh arca de nuestra historia, nuestro dolor y alegría. Doncella de Galilea, hija de estirpe judía, tu pueblo te está mirando, mírale tú complacida. ¡Ave, Cristo, fruto santo de la raíz sin mancilla, sé bendito y por tu gracia sea la Madre bendita! Amén.

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16. ALÉGRATE, MARÍA, VIRGEN MADRE

Regina caeli laetare, alleluia... este himno pascual evoca la antífona «Regina caeli, laetare». Si a la Virgen, que ya goza en el cielo, le decimos que se alegre, es que nos situamos en una vivencia espiritual transcendente y muy profunda. El comienzo suena a la Anunciación, recogiendo palabras del Ángel: de gracia ungida (gratia plena) y llena de dolor. Volviendo al momento de la Encarnación, descubrimos que ya el vientre fecundado de la Virgen era anuncio del sepulcro glorioso. Alégrate, María, la primera, de nuevo en fe recibe el grande don. La Resurrección, lo mismo que la Encarnación, fue para María misterio de fe; solo creyendo pudo recibirlo. Nunca lo olvidemos. Alabemos, pues, y felicitemos a la Virgen Madre, que hoy —en el hoy mistérico de la liturgia— contempla a su Hijo Resucitado. Ése es el secreto de su alegría, y de ese secreto quiere llenarse la santa Iglesia. *** (El himno tiene un aire solemne y gozoso, muy propicio para el tiempo pascual. Se subraya la última expresión).

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Alégrate, María, Virgen Madre, de gracia ungida y, llena de dolor; la Cruz ha florecido para siempre: ¡resucitó el Señor! La gloria del sepulcro la anunciaba el casto vientre que él santificó, ¡oh Espíritu de luz y maravillas!: ¡resucitó el Señor! Alégrate, María, la primera, de nuevo en fe recibe el grande don. y en ti se alegrara la santa Iglesia: ¡resucitó el Señor! Oh Virgen humildísima y amable, fue grande tu silencio cual tu amor; exulta ahora, exulta con el Hijo: ¡resucitó el Señor! Los hombres, buscadores de alegría, a ti te llaman, abre el corazón; anúncianos, oh Madre, tu secreto: ¡resucitó el Señor! ¡Jesús de Nazaret, victoria nuestra, a ti el amor y toda bendición! La Iglesia con María te repite: ¡resucitó el Señor! Amén.

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II. Celebraciones en el curso del tiempo ordinario

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17. LA VIRGEN OFERENTE (LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR)

Hoy es la fiesta de la Presentación del Señor. En esta fiesta María es la Virgen oferente. El título procede de la exhortación apostólica Maria-lis cultas, fechada precisamente en la Presentación del Señor de 1974. Jesús dice al Padre: Ofrenda y holocausto, oh Padre, no borraron el pecado... (cf. Heb 10,5-7). La ofrenda grata y eficaz va a ser el Cuerpo de Cristo, su plena voluntad. Ésa es la ofrenda que nos santifica. Fue ofrenda «irreversible». Y así el voto del consagrado al Señor, como la entrega de Cristo al Padre, debe ser «total e irreversible» (Evangélica testificatio). Cristo Jesús, llevado en brazos de María, pasa a manos del Padre. Y con él, primicia del pueblo santo, toda la Iglesia, nosotros. Hoy es particularmente fiesta para los consagrados con títulos específicos en la Iglesia, sumergidos en su consagración bautismal. Jesús sale al encuentro de su pueblo, y lo plenifica como a Simeón y a Ana. Es una epifanía de paz y de consuelo y de alegría. *** (Cántese con talante contemplativo y orante. Poner especial cuidado en hacer bien las alteraciones de la segunda parte de la estrofa).

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La Virgen oferente acerca con sus manos al Cordero; ¡oh víctima y presente que colma el orbe entero, primicia del rescate verdadero! Ofrenda y holocausto, oh Padre, no borraron el pecado; aquí mi amor exhausto, mi cuerpo consagrado, serán el sacrificio de tu agrado. Se entrega sin retorno el Hijo que hace voto irreversible; su amor —ternura y horno— que en Cruz salió invencible el don que da la Iglesia hizo posible. Jesús sale al camino del pueblo que le espera y necesita; ofrece su destino, y el viejo israelita nada quiere después de la visita. Adorna tu morada, Sión, que es gran y santo aquel que llega; cual virgen agraciada en él tu amor despliega y lleva al mundo el don que se te entrega. ¡Honor a Jesucristo, mostrado y ofrecido por María!; ¡feliz el que lo ha visto en esta parusía de paz y de consuelo y de alegría! Amén. Himnario de la Virgen María 77


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18. DE BLANCA TÚNICA VISTE (NUESTRA SEÑORA DE LOURDES)

Poco tiempo después de la proclamación dogmática de la Concepción Inmaculada de María (1854), la Virgen se muestra a la niña campesina Bernardette, 14 años, en Lourdes (1858), diciéndole: «Yo soy la Inmaculada Concepción». La figura de la aparición es ésta: De blanca túnica viste y rosas lleva en las plantas y ciñe el azul del cielo la Virgen Inmaculada. En la cristiandad de occidente Lourdes es un lugar extraordinario de fe y peregrinación, lugar en el que la presencia espiritual de la Virgen se ha hecho particularmente sensible a los sencillos de corazón creyente. El himno quiere recoger el mensaje de Lourdes: —llamada de conversión a nosotros, pecadores; —las aguas, que evocan gracia y bautismo, nos lo están diciendo; —lugar de sanación: vayamos los indigentes, enfermos de cuerpo y alma; —lugar de fe y oración, por eso le decimos a la Virgen: contigo las voces múltiples un coro de amor levantan. *** (El carácter popular va unido a un cierto tono festivo. Sin prisa para captar el contenido del texto).

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De blanca túnica viste y rosas lleva en las plantas y ciñe el azul del cielo la Virgen Inmaculada. Se acerca con rostro amable porque es Señora de gracia; la fuente que está brotando lo dice con agua clara. Vayamos los pecadores, sedientos de paz y calma; al suave perdón del Hijo la Virgen Madre prepara. Vayamos los indigentes, enfermos de cuerpo y alma, bañémonos en la fe, entrando en las aguas sanas. María, Virgen orante, maestra de la plegaria, contigo las voces múltiples un coro de amor levantan. ¡Jesús, presente en tu Madre, dador de salud y gracia, la bendición a ti sea y toda nuestra confianza! Amén.

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19. DE PRISA VA MARÍA A LA MONTAÑA (LA VISITACIÓN DE LA VIRGEN MARÍA 1)

Cuando S. Lucas comunica a la Iglesia en su Evangelio la escena de la Visitación de María, está haciendo una velada referencia al traslado del Arca. María, la Virgen fecunda, está llena de Dios, está habitada por Dios. María es el Arca Santa, María es Foederis Arca. Isabel la reconoce como «la Madre de mi Señor», MaterDei. Misterio amabilísimo éste de la Visitación de María. Nos place contemplar la nada de María, porque, en efecto, la Virgen es pura esperanza, pura nada en su virginidad. ¡Dichosa tú, fecunda en tu esperanza y virgen en tu nada!, pero bien podemos decir a ella como a nadie jamás: tu vientre se ha hecho cielo y es la casa del Hijo Dios. María es pobre. Nos lo ha recordado el Concilio: «Ella sobresale entre los humildes y pobres del Señor» (Lumen gentium, 55). Como es pobre tiene un corazón que es melodía. Puede cantar, puede profetizar. Y todos los pobres podrán entenderle, cantar con ella la misericordia de Dios: Beatam me dicent omnes generationes. ¡Qué hermoso es el misterio de la Visitación de la Virgen María! Verdaderamente Dios ha visitado a su pueblo.

(La melodía subraya el carácter reflexivo del texto. Un poquito más énfasis en la segunda parte de la estrofa).

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De prisa va María a la Montaña, la Virgen fecundada» de prisa va el amor, el Arca santa, de prisa el Emanuel en sus entrañas. ¿De dónde a mí la gracia, a mí esta suerte que venga la que viene, la Madre del Señor, que quiere verme y «n esta mi alegría estar presente? ¡Dichosa tú, Señora, que has creído, esclava del Altísimo!, la Nube del Espíritu divino al Santo del Señor por ti ha traído. ¡Dichosa tú, fecunda de esperanza y virgen en tu nada!, tu vientre se ha hecho cielo y es la casa del Hijo Dios, promesa pronunciada. María entonces, cítara que vibra, cantando profetiza: Mi corazón de pobre es melodía, los pobres cantarán esta mi dicha. ¡Oh santa Trinidad que te despliegas llegando a nuestra tierra, retorne al manantial la gloria plena por Cristo, por María, por la Iglesia! Amén.

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20. LA PAZ Y LA JUSTICIA SE HAN BESADO (LA VISITACIÓN DE LA VIRGEN MARÍA 2)

«La justicia y la paz se besan», dice el Sal 84,11. Un antiguo autor hacía una interpretación simbólica, que nos place recoger para ver en el beso de María e Isabel el abrazo de los dos Testamentos. María es Nuevo Testamento, la paz del Nuevo Testamento. Ese abrazo se ha hecho por Jesús, porque el oculto protagonista de esta escena de Visitación no es otro que Jesús, el Esposo que viene danzando por los montes como ágil cervatillo, como nos lo recuerda la liturgia del día, apelando al Cantar de los cantares (cf. Cant 2,8-9). La Gloria va a habitaren nuestra tierra; volvemos al Sal 84,10. Y esta Gloria, concretizada en el Verbo, va dentro de María, porque María es cuna, es arca, es templo santo. María entonces canta. ¿A quién canta? A su Salvador. S. Beda el Venerable, en la homilía de la fiesta, se ha complacido en recordar que este su Salvador es Jesús mismo. El alma espiritual puede pensar que con el «Magníficat» María está iniciando la canción de cuna. O digamos que María con este salmo en Evangelio está iniciando la plegaria litúrgica de la Iglesia. Es hermoso decirlo precisamente cuando nosotros estamos cantando la Liturgia de las Horas. Sí, la Liturgia de las Horas es el «Magníficat» de María. *** (La peculiaridad del texto exige una. interpretación íntima y gozosa muy propia para la contemplación).

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La paz y la justicia se han besado con amplio y hondo beso; justicia es Isabel, el Pacto antiguo, María, paz del Nuevo Testamento. Florece la Montaña, es primavera, y llega por el cerro con danza y canto el ciervo jubiloso, Jesús, amor nupcial con pie ligero. La Gloria va a habitar en nuestra tierra, venida desde el cielo; alégrate, Montaña vulnerada, ¿no sientes que te toca el Dios excelso? María es cuna, es arca, es templo santo, en ella late el Verbo; ¡oh hermoso desposorio aquí cumplido: en vientre de mujer el Rey eterno! María canta al Hijo y al Esposo un salmo en Evangelio; empieza ya la Iglesia su plegaria, se inicia la canción del Nacimiento. Del alma de María hoy tomamos palabras y requiebros: ¡oh Verbo Salvador, Jesús dulcísimo, bendito tú, Dios nuestro verdadero! Amén.

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21. BENDITO EL CORAZÓN INMACULADO (EL INMACULADO CORAZÓN DE LA VIRGEN MARÍA 1) La Iglesia celebra como memoria facultativa el Inmaculado Corazón de María al día siguiente de la solemnidad del Sagrado Corazón. Pío XII, en el xxv aniversario de las apariciones de Fátima, consagró el mundo al Inmaculado Corazón de María (1942); Pablo VI renovó la consagración (21/XI/1964), y lo mismo Juan Pablo II (1981.1982.1984...). El himno es una bendición reiterada al Corazón de María: Bendito el Corazón Inmaculado, Bendito el Paraíso de la tierra. El himno comienza con una evocación trinitaria: el corazón de María es morada de la Trinidad. Sigue hablando del Paraíso — imagen querida a los Padres— con un significado eclesial: en ese Paraíso fue plantada la Iglesia. Recordemos el Evangelio de esta memoria (Le 2,41-51), el cual termina así: «Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón». ¡Misterio del corazón de María en sus días terrestres! El corazón de la Virgen, a diferencia del de Eva, fue corazón libre de engaño. La doxología, como al principio, se remonta a la Trinidad.

(Cántese deforma llena y solemne. Unir bien de dos en dos versos aunque se haga un pequeño corte. Frase final más llena).

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Bendito el Corazón Inmaculado que Dios Padre creó para María, que el Hijo reservó para la Madre, que el Ósculo de amor de Padre e Hijo besándolo sació de paz divina. Bendito el Paraíso de la tierra, Jardín de Edén con Árbol de la vida; la Iglesia fue plantada en este huerto, en vientre de mujer, fecunda Virgen, en quien el Germen santo fructifica. Bendito el corazón- que conservaba aquello que el saber no comprendía, y en fe y en abandono y en silencio, dejando obrar a Dios, se hacía sabio con otra celestial sabiduría. Bendito el corazón libre de engaño que fue del todo fiel todos sus días, ¡oh Virgen de prudencia y de firmeza, serena Madre del Amor hermoso, fontana de esperanza y alegría! ¡Excelsa Trinidad por quien se nombra el bello corazón de la Bendita, oh Dios de la hermosura y de la paz, el cántico de gracias y alabanzas la Iglesia santa dice con María! Amén.

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22. ¡OH VASO ESPIRITUAL DE AMOR PURÍSIMO! (EL INMACULADO CORAZÓN DE LA VIRGEN MARÍA 2)

En las seis estrofas de este himno aparece la palabra «corazón». El corazón es el tesoro de cada uno, ese secreto del propio yo, mi identidad personal, sede, de acuerdo a la Escritura, de los pensamientos, afectos y decisiones. Nos acercamos al Corazón de María, prolongando sentimientos del himno anterior. ¡Oh vaso espiritual de amor purísimo! Es la invocación de las letanías lauretanas: Vas spirituale. Un corazón según los mandamientos. Dios mira no a las apariencias, sino al corazón (cf. ISam 16,7). La Nueva Alianza, profetizada por Jeremías, va a ser una Alianza en el corazón: «pondré mi ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo» (Jer 31,33). Esto se ha cumplido perfectamente en el corazón de la Virgen santa. El himno invita al diálogo con este corazón de la Virgen, que es nuestra Madre: y abriendo el arca santa a los discípulos su historia y corazón nos va mostrando. Juan Pablo II nos ha hablado, en un texto muy notable, de esa vinculación e intimidad personal de cada hijo con la Madre (cf. Redemptoris Mater, 45). *** (El himno tiene un aire amplio y solemne, sin hacerse lento. Frasear de una manera lo más ligada posible).

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¡Oh vaso espiritual de amor purísimo, oh corazón sin mancha de pecado!, así te quiso el Padre, así el Espíritu, por Cristo, Corazón Inmaculado. Un corazón según los mandamientos, en donde Dios tuviera amor y diálogo; sencillo corazón donde el silencio le diera entrada a Dios que sigue hablando. Un corazón hermoso, ¡cuan humilde!, un búcaro de ñores perfumado, un corazón nostalgia cual nosotros así para nosotros anhelamos. Bellísimo secreto de María, de aquella pobrecita sin engaño que tuvo un corazón de sangre nuestra, por Dios y para Dios configurado. Y todo lo guardaba muy discreta, misterios que veía, paso a paso, y abriendo el arca santa a los discípulos su historia y corazón nos va mostrando. ¡Oh Cristo, morador de corazones, que en limpio pecho hallaste tu descanso, oh tú, que te apacientas entre lirios, refulge y reina, Santo entre los santos! Amén.

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23. VAYAMOS A LA CIMA DEL CARMELO

(NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN 1)

El himno está construido sobre dos puntos de referencia: la tradición veterotestamentaria del monte Carmelo, y la tradición eclesial «carmelitana», que es contemplativa y mañana. En el Carmelo Israel robusto se alza y ensancha el corazón hacia los mares. Haifa, a los pies del Carmelo, es el único puerto natural de la costa de Israel. De allí arranca el Carmelo —546 metros de máxima altitud— y avanza como fuerte macizo de 25 kilómetros hasta la llanura de Esdrelón. El Carmelo es celebrado por su hermosura, por su vegetación. Es vergel antiguo, donde brotan innumerables especies de flores; las nubes que destilan lo bendicen. El Cantar de los cantares lo recuerda (Cant 7,6): bello, frente de la esposa. Y es monte del combate: allí cayó Baal con sus profetas (cf. IRe 18,19-40). Desde la Regla dada por Alberto de Jerusalén (entre 1206 y 1214) el Carmelo es símbolo de contemplación bajo el manto de la Virgen. Allí frente al mar María es Stella maris, estrella en las tormentas y huracanes. Después el Carmelo ha pasado al corazón de los fieles, como monte de oración, por San Juan de la Cruz, que nos invita a la Subida del Monte Carmelo: Vayamos a la cima del Carmelo. (El carácter orante del himno queda subrayado en la cadencia del final de cada verso. Hágase recogidamente y sin prisa).

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Vayamos a la cima del Carmelo, vergel antiguo, monte del combate, allí donde Israel robusto se alza y ensancha el corazón hacia los mares. Se yergue bello, frente de la esposa, henchido de esplendor en su follaje; las nubes que destilan lo bendicen, que es monte del Señor, real baluarte. Allí cayó Baal con sus profetas en pleito de la fe con fuego y sangre, y Elias percibió la nubécula, que fue señal de Dios en duro trance. Oh Virgen santa, Madre del Carmelo, estrella en las tormentas y huracanes, oh Madre que nos vistes con tu manto, defiéndenos muy fuerte en tantos males. Oh Virgen del silencio y de la altura, que adentras en la fe a los orantes, condúcenos, piadosa, por la senda que fue la tuya oyendo su mensaje. ¡La gloria sea al Dios de las montañas, el Dios de los desiertos y ciudades!, ¡a ti, Señor, buscado eternamente, a ti el honor por cauce de una Madre! Amén.

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24. HUMILDE VIRGEN DE LAS VEGAS

(NUESTRA SEÑORA DE LOS ANGELES DE LA PORCIÚNCULA) La cristiandad está llena de ermitas dedicadas a la Virgen santa María, en la vega, en la quebrada, en la montaña. ¿Qué pueblo no tiene su ermita de la Virgen? También en Asís, a dos kilómetros de las casas, había y hay una Virgen de la vega. Se llama Santa María de la Porciúncu-la, del pequeño terreno, o Santa María de los Ángeles. Porque es tradición — las ermitas tienen sus «tradiciones»— que en aquella capilla se había oído cantar a los ángeles. Esta ermita de los campos fue el lugar más amado de Francisco. «Nunca abandonéis este lugar... Fue aquí donde, siendo todavía pocos, nos multiplicó el Altísimo; aquí iluminó el corazón de sus pobres con la luz de su sabiduría... Aquí el que ore con corazón devoto obtendrá lo que pida» (Tomás de Celano, Vida I, 103). Santa María de los Ángeles de la Porciúncula es fiesta para toda la Orden Franciscana. Hay una indulgencia privilegiada de la Porciúncula, que hoy es necesario interpretar según la nueva disciplina. Los orígenes históricos no están en las primeras fuentes franciscanas. Evocamos la tradición: pide perdón el Pobrecillo y alcanza rosas celestiales (recordemos el precioso cuadro de murillo). El himno celebra, pues, a la Madre de los Menores, y todo ello en el clima de la ermita del pueblo. Son tus caminos en la tierra huellas de amor, pasos de madre. *** (El himno va en el estilo popular de cualquiera de los cantos que suelen escucharse en nuestras ermitas mañanas. Cántese con devoción y amplitud}.

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Humilde Virgen de las vegas. María, Reina de los ángeles, son tus caminos en la tierra huellas de amor, pasos de Madre. Estás allí donde tus hijos, donde una mano suplicante, prende el aceite de la lámpara, ¡oh siempre fiel!, para mirarte. A tu capilla de los campos llega el labriego jadeante; pide perdón el Pobrecillo y alcanza rosas celestiales. Aquí se arriman los hermanos con preces, penas y cantares, a ti, porción de los menores, que en los pequeños te complaces. Hijos de paz junto a tus plantas, de Asís al ancho mundo salen, y con cristiana cortesía cantan la paz como juglares. Por ti, María, toda pura, aroma y gracia en nuestra carne, vuelva a Jesús nuestra alabanza con la liturgia de los ángeles. Amén.

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25. ES TU VERDAD, OH MARÍA (LA DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE SANTA MARÍA)

Cuentan que unos patricios romanos quisieron edificar una basilica en honor de la Madre de Dios en Roma. La Virgen, complacida, se les mostró en visión nocturna y les indicó que el lugar escogido era una porción del Esquilino, que verían cubierta de nieve en la canícula de agosto. La Virgen de las Nieves. La historia es aún más hermosa que la leyenda. Y la historia es que en Éfeso (431) los Padres aclamaron a María como Madre de Dios. La Theotokos, la sancta Dei Genitrix, ya era conocida con tal título anteriormente (así en el Sub tuum praesidium confugimus, sancta Dei Genitrix, la oración más antigua que conocemos dirigida a la Virgen), pero a partir de entonces la maternidad divina quedaba explicitada en el dogma cristiano. A raíz del Concilio el Papa Sixto III (432440) erigió en Roma la Basílica de la Madre de Dios, que luego se llamaría la Basílica de Santa María la Mayor, el templo más antiguo dedicado a la Virgen en Occidente. Tal es la memoria del 5 de agosto, tan bella por ese transfondo dogmático. Por esto el himno canta el misterio de la maternidad divina de María. Es tu verdad, oh María, tu santa maternidad. *** (La sencillez del texto se traduce en una melodía confiada y directa. De dos en dos versos).

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Es tu verdad, oh María, tu santa maternidad, crecida en la carne pura por don de la Trinidad. Jesús que mora en tu pecho es tu hermosa santidad; su Cruz, tu gracia y belleza, su Pascua, tu eternidad. Eres tú por el Espíritu Madre del todo real, y al ser Jesús Dios de Dios, Madre de Dios personal. La Iglesia te siente suya, miembro y Madre virginal; nos diste al Primer Nacido, Madre del Cuerpo total. Juntemos talladas piedras para hacer templo y altar, y a Cristo honremos contigo, Madre de la cristiandad. ¡Honor al Hijo santísimo de Madre hija de Adán!; ante tus ojos, oh Verbo, por María, ten piedad. Amén.

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26. LA VIDA SILENCIOSA SE HA CUMPLIDO (LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA 1)

El misterio de la Asunción de la Virgen María, definido como dogma de nuestra fe por Pío XII (1 de noviembre de 1950) es celebrado en Oriente como Dormición (en griego Koimésis) de María, y en todas las iglesias se encontrará este santo icono más que milenario. En este himno cantamos el misterio, acentuando el tránsito por la muerte a imitación del Hijo. La muerte para María es dormición: descanse ya la Santa; es breve sueño. Muerte verdadera que le conduce a la tierra: Bajó a la oscura tierra como el Hijo, cruzó el común sendero (cf. IRe 2,2). La muerte de María acontece bajo la presencia vivísima del Hijo. Lo específico de la Asunción —que la Iglesia percibe por la unidad de toda la Escritura, lo cual no se capta por un simple método científico, sino por el instinto que el Espíritu comunica a la Esposa— lo específico consiste en que en María se adelanta ¡a Parusía de Cristo, Lo que un día tendrá realidad en nosotros, en ella y no en ningún santo, ha tenido ya cumplimiento. Porque Dios así k\quiso; por la especial solidaridad que la Santa, la toda pura, tiene con el Verbo de Dios. Es este el misterio. Solo la fe contemplativa de la Iglesia, recibida del corazón de Cristo, pudo captarlo. *** (Las mismas indicaciones musicales que para el himno núm. 2).

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La vida silenciosa se ha cumplido y es hora de lo eterno; descanse ya la Santa, toda pura, y deje nuestra luz tras breve sueño. Se acerca el Redentor, el Hijo suyo, primero de los muertos, y sella con la paz aquellos ojos, abiertos para ver todo el misterio. Bajó a la oscura tierra como el Hijo, cruzó el común sendero; mas vino Cristo en Pascua anticipada: María en cuerpo y alma está en el cielo. Primicia de la Iglesia, flor temprana, María alcanza el Reino; con Cristo vence al tiempo y se adelanta, la Madre goza ya del bien que espero. Y surge al tacto, al beso del Amado la llama de su cuerpo; la carne sin mancilla es consumada por otra carne, fruto de su seno. ¡Oh Cristo, mi Señor, que eres tú solo la tienda del encuentro, a ti la gratitud, porque hoy recibes a aquella que te tuvo junto al pecho! Amén.

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27. DICHOSO VUELO EN PALMA DE SU HIJO

(LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA 2)

La «historia salutis» marca un orden a la hora de la consumación: «cada uno en su puesto: primero Cristo; después, cuando él vuelva...» (cf. ICor 15,20-26, lectura para la Eucaristía de hoy). Y he aquí que el «orden» de María, por una especial solidaridad que Dios ha querido, ha reproducido el orden de la Pascua de Jesús, y como él María ha sido al punto glorificada. Evocamos, pues, en este himno, con alusiones bíblicas, esa solidaridad que el corazón admira: Mujer del Paraíso, Madre del Mesías, Eva pura, Virgen del Calvario y del Espíritu (Cenáculo). Y luego sobre las nubes, que sirven de peana (cf. Dan 7,13; Mt 26,64; Hech 1,9), María avanza. Con el Rey es Reina. ¿Qué es, pues, ese misterio definitivo de la Santa? Es el dulce anhelo terminado de cuanto el hombre busca. La Asunción de la Mujer descubre el insaciable deseo de nuestra raza: ahí dentro está ese deseo, porque Dios lo ha puesto y nadie lo puede borrar. Con María —con Cristo— ya hemos ascendido. En ella, que nos precede, la Iglesia puede ver el anticipo de su propia hermosura escalo-lógica. (Las mismas Indicaciones musicales que para el himno núm. 2 ).

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Dichoso vuelo en palma de su Hijo el vuelo de la Asunta; ¿es ésta la Mujer del Paraíso, la Madre del Mesías, la Eva pura? ¿Es ésta la del sol vestida y bella, el pie sobre la luna, la Virgen del Calvario y del Espíritu, dormido el breve sueño de la muerte? Poneos de peana, claras nubes, para estas plantas suyas; el Rey trae a su reina inmaculada, la ciñe sobre toda criatura. María, dulce anhelo terminado de cuanto el hombre busca; salud dichosa tras la dura muerte, perfecta santidad, verdad sin duda. María ha retornado al Trino y Uno, a la mansión augusta; María vive en Dios y Dios en ella, su carne, que es de Dios, goza incorrupta. ¡Divina Trinidad, hogar de vida, abrazo y paz futura, por Cristo y por María, en Pascua unida, 'recibe de la Iglesia el aleluya! Amén.

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28. EL ÁNGEL, MI SEÑOR, TRAE LA PALMA

(LA DORMICIÓN DE LA VIRGEN MARÍA)

Himno narrativo para cantar el misterio de la glorificación de María desde la teología de la Dormilio Mariae. Han abundado los apócrifos de la Dormición de la Virgen. Posiblemente, más allá de la variedad de detalles, reflejados también en la iconografía oriental de la Dormición o Koimésis, arrancan de un tronco común, cuyo origen hay que retrotraer a la Iglesia judeo-cristiana de Jerusalén del siglo II. Esta narración, en sus elementos escuetos, es lo que evocamos en el himno. Ha llegado la hora del tránsito mortal de María. Viene el Ángel, de Dios, personificación del mismo Cristo (el Ángel, mi Señor), con la palma del Paraíso, palma de victoria que anuncia el triunfo celeste. Es el aviso de la muerte. Milagrosamente se han congregado los Apóstoles en torno al lecho de María; acude Jesucristo. Muere la Virgen en un lecho de paz. Cristo toma el alma (representada en los iconos corpóreamente) y la pone en manos del arcángel Miguel, que la lleva al Paraíso celeste. El cuerpo de María es depositado con sumo honor en una tumba al otro lado del torrente Cedrón, en el Huerto de los Olivos. Y ya sepulta-• da los ángeles tomaron el cuerpo y lo llevaron junto al Árbol de la Vida, gesto que simboliza la incorrupción y la glorificación de María. * * * (La melodía es narrativa. Hágase de manera muy ligada en el fraseo y de forma fluida. Orar en el canto).

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El Ángel, mi Señor, trae la palma de parte de quien puso el Paraíso: Levántate, María, Virgen Madre, recíbela en tus manos que es mi signo. Llegaba el fin, el dulce y suave tránsito, y vino a acompañarla el mismo Hijo; ya juntos la rodean los Apóstoles, la Iglesia amante muestra su cariño. María está tendida sobre el lecho, bendice al Creador que la bendijo; el alma entonces, pura, se desprende y en manos de Miguel la pone Cristo. Reposa el cuerpo santo, espera el tiempo en una roca, cual Jesús, dormido, tesoro preciosísimo yacente al lado del Jardín de los Olivos. Los ángeles vinieron, adoraron, tomaron aquel cuerpo, altar divino, al Árbol de la vida lo llevaron, y el alma con el cuerpo allí están vivos. ¡Oh Dios de nuestros Padres, Dios clemente, que hiciste con María el gran prodigio, por causa de ella, Madre de salvados, eternamente, oh Dios, te bendecimos! Amén.

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29. ES REY DE REYES ÉL, EL SIERVO HUMILDE

(SANTA MARÍA VIRGEN Y REINA)

A la Virgen le llamamos Nuestra Señora. En la octava de la Asunción celebramos la memoria de Santa María Virgen, Reina. Este himno está construido sobre la fe y la teología que afirma el Concilio: «La Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha, terminado el decurso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial y fue ensalzada por el Señor como Reina universal (universorum Regina) con el fin de que se asemejase de forma más plena a su Hijo, Señor de señores (cf. Ap. 19,16) y vencedor del pecado y de la muerte» (Lumen gentium, 59). En la realeza de María queda reflejado el Hijo, que es el único «Rey de reyes y Señor de señores» (Ap 19,16), que es el verdadero y único «Trono de la gracia» (Heb 4,16) que el Padre nos ha dado. Así le contemplamos a María en este himno: Reina, sí, pero Reina porque el Hijo le ha cubierto con su manto; Reina, porque nos muestra al Hijo, el trono de la gracia, que tiene, cual tesoro, en su regazo. Tantas veces hemos visto a María así en nuestros altares: Nuestra Señora sentada en bajo asiento, con una corona en la cabeza, con el Hijo de Dios en su regazo, mientras el Niño nos bendice. María es Reina y es «la omnipotencia suplicante». *** (Las mismas indicaciones musicales que para el himno núm. 2).

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Es Rey de reyes Él, el Siervo humilde, cordero degollado, Jesús, el vencedor de culpa y muerte, que da la libertad y reina amando. Por Él, con Él, en Él, por su victoria María está a su lado; la Asunta es Reina y Madre de clemencia, que el Hijo la ha cubierto con su manto. Irradia la bondad que en Cristo brilla, en ella no hay pecado, y muestra al Hijo, el trono de la gracia, que tiene, cual tesoro, en su regazo. La Virgen coronada nos contempla, nosotros la miramos; sus ojos y los nuestros, Madre e hijos, se están diciendo todo sin hablarlo. Señora de poder en bajo asiento, a tí nos acercamos: ¡oh Madre suplicante y mediadora, si tú nos recomiendas, somos salvos! ¡Oh Cristo, Buen Pastor y Rey de Pascua, perdón y amor donado, a ti la bendición, porque te gozas reinando por la Madre en tu rebaño! Amén.

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30. HOY ES EL NACIMIENTO DE MARÍA

(LA NATIVIDAD DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA)

La Natividad de María, en la celebración litúrgica, proclama la fidelidad de Dios a sus promesas. Con esta perspectiva de «historia salutis» cantamos el misterio. Recordamos figuras de grandes mujeres de Israel, en las cuales desde antiguo la Iglesia ha visto significada a María. Débora es alabada en el libro de los Jueces como ¡oh Madre de Israel! (Jue 5,7). Sara fue bendecida por Dios para engendrar al hijo de la promesa, Isaac, que tuvo como mujer a Rebeca. Ana por su oración confiada y gimiente en el templo de Silo obtuvo al profeta Samuel: su Cántico es un anuncio del «Magníficat». Entre los ascendientes de David está Rut, la moabita, cuyo matrimonio con Booz se concertó en los campos de Belén, en tiempo de la siega. Judit, que significa «la Judía», es la representante del valor y de la confianza de un pueblo, que recibe su fuerza de Dios. Ester, la reina bella, antes huérfana de padre y madre (Est 2,7), salva a su pueblo. Mujeres que son historia de un pueblo. Pero entre todas, María. Por ella no sólo el pueblo hebreo, sino todas las razas, se integran en su punto original, Eva: de todas las mujeres ella es única, la Madre de los hombres, nueva Eva. *** (El himno tiene un carácter celebrativo y de gran coro. Cántese con plenitud).

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Hoy es el Nacimiento de María, alégrese la Iglesia, celebre el resto santo de Israel a aquella que en su estirpe es la primera. Recuerden los creyentes de sus páginas a Débora guerrera, —¡oh Madre de Israel junto al Tabor!—, a Sara bendecida y a Rebeca. Recuerden en el Cántico de Ana la gracia de un profeta, los campos de Belén, a Rut humilde que busca pan en tiempo de la siega. Recuerden a la intrépida Judit y a Ester, la reina bella; recuerden, más admiren con gran gozo que flor más bella vino a nuestra tierra. Hoy nace en este mundo la alegría por una niña hebrea; de todas las mujeres ella es única, la Madre de los hombres, nueva Eva. ¡Oh Dios de nuestros Padres, Dios eterno, oh Dios de las promesas, por la Natividad que anuncia al Hijo a ti la bendición, la gloria sea! Amén.

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31. PEREGRINA DE LA FE NUESTRA SEÑORA LA VIRGEN DE LOS DOLORES)

De nuevo invocamos el Concilio para captar el fondo del himno: «Así avanzó también la Santísima Virgen en la peregrinación de la fe, y mantuvo fielmente su unión con el Hijo hasta la cruz, junto a la cual, no sin designio divino, se mantuvo erguida (cf. Jn 19,25), sufriendo profundamente con su Unigénito y asociándose con entrañas de madre a su sacrificio, consintiendo amorosamente en la inmolación de la víctima que ella misma había engendrado; y, finalmente, fue dada por el mismo Cristo agonizante en la cruz como madre al discípulo con estas palabras: Mujer, he ahí a tu Hijo (cf. Jn 19,26-27)» (Lumen gentium, 58). Ésta es la fe de la Iglesia y ésta es la fe que traduce el himno: misterio de la mujer creyente: Peregrina de la fe; misterio de la «com-pasión» (cf. Rom 8,17) de María; misterio de la maternidad dolorosa de María: nueva Eva de vivientes. Ante este misterio la Iglesia agradece..., mira..., suplica: abre nuestros ciegos ojos hacia el misterio doliente. Terminamos con la doxología dirigida a Cristo crucificado, a quien le recordamos que a la mujer más amada le diste el dolor más fuerte. *** (Interpretar el himno con unción de fe, midiendo bien para mantener el rítmo con un aire pausado).

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Peregrina de la fe, Virgen senda de creyentes, el amor y la obediencia que dieron al Hijo muerte hasta la Cruz te han llevado y sin los clavos te hieren. Tuviste el gozo materno cual nadie entre las mujeres; por ser Madre de la Iglesia, ¿nueva Eva de vivientes, hoy das a luz con dolor y cual ninguna padeces. Virgen fiel, perseverante, Virgen del sí para siempre, la Iglesia de tus entrañas tu Compasión agradece, y para ser fiel esposa contigo el amor aprende. Virgen María, que fuiste grano que en la tierra muere y que sufriste la espada en el silencio obediente, abre nuestros ciegos ojos hacia el misterio doliente. ¡Oh Cristo crucificado, fuente de todos los bienes, que a la mujer más amada le diste el dolor más fuerte, gloria a ti cual Redentor y a la Madre que enalteces! Amén.

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32 ORADA PASO A PASO SUAVEMENTE (NUESTRA SEÑORA, LA VIRGEN DEL ROSARIO)

Este himno está escrito en conexión con la inspiración que ha dado al Rosario Pablo VI en la Marialis cultas (42,55). «Oración evangélica, centrada en el misterio de la Encarnación redentora, el Rosario es, pues, oración de orientación profundamente cristológica...» (42). En esta texitura cantamos: Orada paso a paso..., la vida de Jesús, del Evangelio, trenzada rosa a rosa es el Rosario. Elemento esencial del Rosario es «la contemplación, en comunión con María, de una serie de misterios de salvación» (49a). Con esta perspectiva el himno dice: La Madre Iglesia, virgen recogida, alaba a su Señor con dulces labios. Y muy unida a la contemplación del Señor está la contemplación de la Virgen María. Siguen los versos de la estrofa: y junto a Él contempla a la Agraciada, al tiempo que va amores desgranando. Se alude a la triple serie de misterios (estrofa 4a), y en el fondo del himno se pide a la Virgen la gracia de la oración. *** (Las mismas indicaciones musicales que para el himno núm 9.).

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Orada paso a paso suavemente, con alma y corazón de amor saciados, la vida de Jesús, del Evangelio, trenzada rosa a rosa es el Rosario. Corona de homenajes y de súplicas, salterio de sencillos en las manos, canción que suena a júbilo y a pena rumor de fe, murmullo sosegado. La Madre Iglesia, virgen recogida, alaba a su Señor con dulces labios, y junto a Él contempla a la Agraciada, al tiempo que va amores desgranando. La historia da principio en Nazaret y estalla con la muerte en el Calvario, mas fue la gloria hermosa tras la herida, el Cuerpo y el Espíritu y el canto. Oh Virgen de los ojos amorosos, que bañas de oración al pueblo santo, adéntranos muy hondo en la espesura y dale a nuestra fe tu recio pasmo. ¡Beata Trinidad, a ti la gloria, oh Dios amorosísimo y cercano, a ti la excelsa gloria por la Madre, que a ser Madre de Dios la has destínado! Amén.

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33. SEÑORA DE LOS PUEBLOS, VIRGEN MADRE (NUESTRA SEÑORA DEL PILAR)

Muy lejos de toda polémica, de toda reivindicación de la tradición pilarista, este himno pretende situar a la Virgen María en un cierto trazado de nuestra «historia salutis», qué ha sido María en la larga fe de nuestra vieja historia. La columna del Pilar nos evoca un aspecto personal del misterio de María: su recia fe: oíste la Palabra y la creíste. Lo que espontáneamente nos va a llevar a pedir a la Virgen, Nuestra Señora del Pilar, que nos transmita esa solidez de nuestra fe, para que sea ella pilar en nuestra Iglesia: la fe que tú acogiste y transmitiste más fuerte entre tus hijos viva y crezca. Pero el comienzo del himno nos abre a unas dimensiones de lo que es la presencia de María en la Iglesia: Señora de los pueblos. Efectivamente el Pilar es apertura misionera. Invocamos a la Virgen con este título: Oh Virgen misionera, siempre Madre. El Pilar, allende los mares, uniendo a pueblos hispanos es lazo de unidad de hermanas tierras, fraternidad de pueblos hispanos que aquí la contemplamos como comunión de fe. Esto evoca el Pilar junto a un río ibero, vena generosa, Pilar al que nuestra fe se arrima. *** (Cántese de manera sentida uniendo bien de dos en «tito segunda, pero resolver suave y con piedad).

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Señora de los pueblos, Virgen Madre, suavísimo secreto de la Iglesia, un río ibero, vena generosa, te dice su oración, tus plantas besa. La larga fe de nuestra vieja historia a ti se arrima, Virgen fortaleza; en roca viva echaste tus cimientos y en piedra que es pilar tú nos sustentas. Oíste la palabra y la creíste y abriste el corazón cual tierra buena, y fuiste Madre, fértil, poderosa, la Madre de Jesús y Madre nuestra. Regazo para el mundo, Eva firme, María, pabellón-de carabelas, los mares surcas, llenas continentes y donde va la Cruz allá tú llegas. Oh Virgen misionera, siempre Madre, oh lazo de unidad de hermanas tierras, la fe que tú acogiste y transmitiste más fuerte entre tus hijos viva y crezca. ¡La gloria sea al Hijo omnipotente, que en vientre de mujer el Padre entrega, y eterna bendición al Santo Espíritu, en ella derramado en gracia plena! Amén.

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34. JERUSALÉN LA AMÓ DESDE EL PRINCIPIO (LA PRESENTACIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA) El 20 de noviembre del año 543, bajo el emperador Justiniano, fue dedicada en Jerusalén la iglesia llamada Santa María la Nueva, la Nea (excavaciones arqueológicas en 19691971), espléndida iglesia descrita por el contemporáneo Procopius. Asociada a esta dedicación se celebra la fiesta de la Presentación de María. La iglesia está cercana al área del Templo. La Theotokos antigua era la iglesia constantiniana, emplazada donde hoy está la de Santa Ana (entre la Vía Dolorosa y la Puerta de San Esteban). Pero el culto de María estaba asociado en Jerusalén desde tiempos anteriores a la tumba, hoy llamada Tumba de la Virgen, en la zona del Monte de los Olivos, en un terreno que era zona sepulcral en el siglo I. María está profundamente enraizada en la iglesia judeocristiana, y en concreto en la Iglesia Madre de Jerusalén. El Protoevangelio de Santiago (s. u), que habla de María en el Templo, es fantasía. No obstante, hay que saber leer ese lenguaje; por ejemplo, la defensa invicta que hace de la virginidad de María. Si María en el Templo es alimentada por los ángeles, es porque el pío escritor piensa en la inocencia paradisíaca de antes de la caída. La Virgen toda santa, consagrada al Señor, es la Virgen pensada por la Iglesia de Jerusalén. Con este transfondo de Iglesia Madre jerosolimi-tana cantamos a la Virgen, un himno compuesto precisamente en Jerusalén y en la fiesta de la Presentación de María. (El carácter festivo del himno quiere celebrar con exultación, el: misterio de María. Cantar con flexibilidad).

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Jerusalén la amó desde el principio y santa la pensó, Eva sin mancha, María siempre Virgen, bendecida, por gracia de Jesús santificada. Jerusalén guardó entre sus olivos la huella de una tumba iluminada; ¿ no cae en el torrente de la muerte quien va a María, senda de esperanza. Jerusalén la amaba y bendecía, porque era suya y en ella se gozaba; ¡oh santa Iglesia, madre de las gentes, que miras a María y ves tu alma! Jerusalén por ella, toda hermosa, un templo y otro templo dedicaba; ¡oh templo santo tú, callada Virgen, en ti por fe y amor tu Dios descansa! Jerusalén recuerda eternamente y sabe de ella que es la consagrada; ¡oh Madre del Señor, santa María, por ti, por tu oración, venga su gracia! ¡Oh Cristo del Calvario y del jardín, al Padre consagrado en las entrañas, la gloria tuya brille con los tuyos y sea así la gloria de tu casa! Amén.

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35. LA LUZ DEL HIJO LA RODEA (COMÚN DE SANTA MARÍA VIRGEN l) -

Este himno, compuesto en versos eneasílabos quiere ser una contemplación serena de María, tomando en síntesis algunas referencias nucleares. Las dos primeras estrofas hablan de la vinculación de María con su hijo: La luz del Hijo la rodea, por él es bella sin medida. En efecto, el manantial de la hermosura y de la gracia de la Virgen está en su propio Hijo. La tercera estrofa alude a la «historia salutis» transmitida por las Escrituras. Desde el albor de nuestra historia; es el relato del Paraíso; suave, discreta y escondida llega María en la Escritura: no hay evidencias exegéticas para hablar del decurso de María en las páginas de la Antigua Alianza: Virgen y Madre prometida: la profecía del Emanuel como la ha interpretado la Iglesia. La cuarta estrofa nos lleva al Espíritu Santo y de María confesamos que es Esposa del Espíritu; por eso su vientre es cauce de la vida. La doxología es bendición: a Dios bendito bendecimos por la que fue la Bendecida. / *** (El himno es amplio y de movimiento pausado. Lleno en el i darle sonoridad al final).

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La luz del Hijo la rodea, por él es bella sin medida, y no hay bondad entre los hombres que pueda serle parecida. El Niño suyo que sostiene es quien la tiene protegida; para que el Santo descendiera, fue sin pecado concebida. Desde el albor de nuestra historia, suave, discreta y escondida, llega María en la Escritura, Virgen y Madre prometida. Es ella Esposa del Espíritu, su vientre es cauce de la vida; es flor temprana de la Pascua, dando a Gabriel la fe rendida. ¡Suba al Señor cual blanca nube esta alabanza proferida: a Dios bendito bendecimos por la que fue la Bendecida! Amén.

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36. CORAZÓN DE LA IGLESIA, VIRGEN

(COMÚN DE SANTA MARÍA VIRGEN 2)

En la Iglesia hay un «misterio petrino» y un «misterio mariano». Pedro posee el carisma de la jerarquía. A María se le dio el amor sin forma, el amor. María es el corazón de la Iglesia, el primado de amor, el silencio, el suave aroma, el amor dimanante, amor que engendra. No nos cansamos de repetirlo con variadas expresiones, y todo el himno ha sido elaborado sobre la contraposición de las dos funciones: Pedro-jerarquía, María-amor. Las dos necesarias, imprescindibles. La de María, más importante. Lo que fue y lo que es María lo cantamos de este modo: ser sustento del Verbo fue tu oficio, ser latido en la Iglesia es tu tarea. Este himno nos debe llevar al núcleo fontal de la eclesiología. El núcleo es Jesús, puesto que la Iglesia no es sino la prolongación histórica de Jesús, que nos trajo la salvación. Ahora bien, cuando queramos admirar las funciones, los organismos, las estructuras de la Iglesia, pensemos que anterior al servicio tú eres Madre, y sigue siendo Madre. María precede a todo. Y lo femenino (pensamos) en la estructura espiritual de la santa Iglesia debe ser precisamente el contagio de ese efluvio de amor..., que es lo que da el vigor y la incorruptibilidad a la Iglesia. Sin eso la Iglesia se desmoronaría por dentro. No nos cansemos de cantarlo. María es lo más hermoso de la Iglesia. Es el amor..., el amor. *** (Hágase el himno como recitando, con todasencillez Retardando un poco en los finales de frase. Lo que importa es que el texto «e» diga»).:

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Corazón de la Iglesia, Virgen santa, que estuviste en la Cruz cual Madre nuestra, por primado de amor jamás fallido es tu puesto el primero en la Asamblea. Pedro tiene las llaves, Pablo el libro, ministerio de gracia en la flaqueza, y el perdón y la unción de Cristo ungido por los santos Apóstoles nos llega. Pero tú eres silencio, suave aroma, el amor dimanante, amor que engendra; anterior al servicio, tú eres Madre, la que alumbra la vida en obediencia, Corazón palpitante en fe nutrido, corazón para Dios en esta tierra; ser sustento del Verbo fue tu oficio, ser latido en la Iglesia es tu tarea. María, purísima fontana, oh Mujer, la de toda gracia llena!, el Señor te ha querido oculta y pobre, su reflejo amoroso y su presencia. ¡Mediador de los hombres, Jesucristo, que según place al Padre el mundo ordenas, te alabamos a ti que dispusiste que la gracia por ella nos viniera! Amén.

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37. MARÍA, FLOR DE SILENCIO 3 (COMÚN DE SANTA MARÍA VIRGEN 3)

Este himno se asemeja a uno de la Anunciación, «En la mañana del mundo» (véase el núm. 15). En realidad uno y otro están compuestos en Nazaret, aunque en distintos momentos. ¡Nazaret...! ¡Qué densidad espiritual, que le viene de lo infinito! ¿Qué es Nazaret? Nazaret para el cristiano es María y el Verbo Encarnado. He aquí unas voces para nuestro interior: el silencio, la fuente, la fe, la gracia, la paz, la Cruz sangrienta. Al mirar a la Virgen, pensemos que es la Virgen pobrecita, y comprenderemos la bienaventuranza: benditos sean los pobres que esperan de Dios la dicha. En Nazaret, una aldea escondida, ha morado la Palabra. Lo sublime y lo sencillo se juntaron en María. Por eso Nazaret para el creyente, en la ondulada y suave Galilea, es un paisaje espiritual. En la doxología contemplamos a María que tiene al Niño en los brazos, gracia infinita. *** (La música es una sencilla melodía que sólo pretende subrayar el texto. Cántese de manera sencilla, orante, sin marcar excesivamente el ritmo. La segunda parte parte de cada estrofa un poquito más llena).

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María, flor de silencio, en una aldea escondida, por dentro está la Palabra que llevas estremecida. La fuente sabe tus pasos saliendo con las vecinas, mas sólo Dios es quien sabe tu nombre nuevo de albricias. María de Nazaret, la fe es tu exacta medida: lo que es verdad ante Él es la verdad de ti misma. Por pura gracia concibes tú, la Virgen pobrecita; benditos sean los pobres que esperan de Dios la dicha. La paz adorna tu rostro y tus dolores cobija; la Cruz sangrienta del Hijo es tu misión compartida. ¡Jesús que en brazos de Madre nos diste gracia infinita, la Iglesia santa y dichosa con ella te glorifica! Amén.

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38. SEÑORA QUE TE ASIENTAS EN LO ALTO (COMÚN DE SANTA MARÍA VIRGEN 4)

El himno en su origen es circunstancial. Tiene como transfondo y escenario una iglesia conventual de la Virgen, en un «Alto», cara al Cantábrico: la Virgen de la Misericordia y del Buen Viaje. Pero también los navegantes del sur, al salir de Sanlúcar de Barrámeda (Cádiz) rumbo al océano desconocido, iban a un alto a encomendarse a la Virgen del Buen Viaje, en un alto. Con el auxilio de la Virgen fueron al Nuevo Mundo. Y todo esto resulta también un símbolo, porque la vida es un mar proceloso donde podemos naufragar. El pueblo cristiano, nosotros, podemos invocar a María: y llévanos al puerto deseado, Señora del Buen Viaje, Santa Madre. Invocamos a la Virgen para la hora final, seguros, de otra parte, de que su presencia materna impregna nuestra vida entera: presencia en nuestro amor y en nuestra muerte, la vida que aguí pasa tú la sabes. La presencia de María en nuestra vida está garantizada; que de nuestra parte surja la respuesta de amor: A ti el primer saludo a la mañana, la súplica postrera de la tarde, a ti el gozo y la pena, a ti las gracias, oh Madre, bajo el manto que nos abres. *** (Cántese de manera solemne, al estilo de los procesionales que se cantan en las romerías. Eso sí, siempre con la piadosa unción de una plegaría a la Señora)

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Señora que te asientas en lo alto y ves al pescador y al navegante, oh Virgen, Madre nuestra te decimos de la Misericordia y del Buen Viaje. Señora del tranquilo caserío, de paz y de trabajo en suaves valles, presencia en nuestro amor y en nuestra muerte, la vida que aquí pasa tú la sabes. A ti el primer saludo a la mañana, la súplica postrera por la tarde, a ti el gozo y la pena, a ti las gracias, oh Madre, bajo el manto que nos abres. Señora santa, cálido regazo del Hijo, nuestro Hermano por tu sangre, también ahora casa de tu pueblo, regazo maternal y rostro amable. Humilde Virgen, pura y obediente, contempla con tus ojos nuestros males, y llévanos al puerto deseado, Señora del Buen Viaje, Santa Madre. ¡Oh Cristo, rumbo cierto de los hombres y término feliz de caminantes, honor a ti y honor a quien quisiste que fuera la Abogada en nuestro viaje!

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39. SUAVE SENDERO (COMÚN DE SANTA MARÍA VIRGEN 5)

Este himno está compuesto al regreso de una procesión vespertina de fin de mayo. Considérese que el corazón todavía está embargado de suaves sentimientos, de la serena paz que emana de la Virgen santa. Todavía parecen sentirse los pasos pausados que marcan el ritmo de la procesión, la imagen de María mecida entre cánticos populares. Y al compás de aquellas impresiones nace el himno; tal es la clave de interpretación. Y acaso el poema no pueda llamarse himno. Todo él, laudatorio y exclamativo, es una guirnalda de alabanzas en forma de letanía, sin ningún verbo gramatical. Es como un «estar» del corazón, mientras los pies caminan. Dentro del pueblo cristiano María es una misteriosa fascinación. Y esto es lo que aquí se dice, con el lenguaje del amor, dando paso al sentimiento, desde el fondo seguro de la fe. Pero la última palabra de este himno o cántico es: ¡oh Jesucristo! *** (Cántese el himno de manera contemplativa y devota. La segunda parte más llena terminando de manera recogida y suave).

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Suave sendero de la montaña, Virgen María. Vía de estrellas, puerta del cielo, Virgen María. Paño de penas, cierto consuelo, oh Madre mía. Sede de Cristo, Madre del Verbo, oh Madre mía. Inmaculada, Corredentora, Santa María. Torre segura frente al Maligno; Santa María. Blanca paloma, paz de los hombres, ave María. Pura y bendita, bella entre todas, ave María. Gloria, Señora, por tanta gracia a Jesucristo. Juntos contigo hoy le cantamos: ¡oh Jesucristo! Amén.

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INDICE

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ÍNDICE Ecos del Magníficat ...................................................................... 3 Guía para el uso en la Oración de las Horas……………………… 7 I. CELEBRACIONES EN EL CURSO DE ADVIENTO, NAVIDAD CUARESMA Y PASCUA

Adviento 1. Admirable es el parto de la Virgen ...........................................10.. 2. ¡Oh Virgen del Jardín de la caída! (Inmaculada Concepción 1)…………………………………14 3. ¡Oh Virgen toda hermosa sin mancilla! (Inmaculada Concepción 2) ...................................................18 4. La flor se llama esperanza (La Virgen de la O).................................................................22 5. Escucha, Casa de David .............................................................26

Navidad 6. Sus manos virginales lo han envuelto…………………………..30 7. Brotó de ti la gracia y nuestra vida ..............................................34 8. Por obra de la Santa Trinidad (Santa María, Madre de Dios 1) ..............................................38 9. El Verbo se hizo carne en ti, María (Santa María, Madre de Dios 2) ..............................................42

Cuaresma 10. Padece el Rey de la gloria .........................................................46 11. A la hora del suplicio se encontraron………………………….50 12. José de Arimatea y Nicodemo ...................................................54 13. La esclava del amor ha dicho sí (Anunciación del Señor 1)…...………………………………58

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14. El Padre ha originado la Palabra (Anunciación del Señor 2) ..........................................................62

15. En la mañana del mundo {Anunciación del Señor 3) .........................................................66

Pascua 16. Alégrate, María, Virgen Madre……………………………………70 II. CELEBRACIONES EN EL CURSO DEL TIEMPO ORDINARIO

17. La Virgen oferente (La Presentación del Señor) ..............................................76 18. De blanca túnica viste (Nuestra Señora de Lourdes) ...............................................................80 19. De prisa va María a la Montaña (La Visitación de la Virgen María 1) ...........................................84

20. La paz y la justicia se han besado (La Visitación de la Virgen María 2) ...........................................88 21. Bendito el Corazón Inmaculado (El Inmaculado Corazón de la Virgen María 1) ...........................92 22. Oh vaso espiritual de amor purísimo! (El Inmaculado Corazón de la Virgen María 2) ...........................96 23. Vayamos a la cima del Carmelo (Nuestra Señora del Carmen) .....................................................100 24. Humilde Virgen de las vegas

(Ntra. Sra. de los Ángeles de la Porciúncula) ..................104 25. Es tu verdad, oh María (La dedicación de la basilica de Santa María) .................108 26. La vida silenciosa se ha cumplido (La Asunción de la Virgen María 1) ...........................................112

27. Dichoso vuelo en palma de su Hijo (La Asunción de la Virgen María 2) ...........................................116 28. El Ángel, mi Señor, trae la palma (La Dormición de la Virgen María) ............................................120 29. Es Rey de reyes él, el Siervo humilde (Santa María Virgen, Reina)........................................................124 30. Hoy es el Nacimiento de María

(La Natividad de la Santísima Virgen María) ..................128

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31. Peregrina de la fe (Nuestra Señora, la Virgen de los Dolores)…………………….132

32. Orada paso a paso suavemente (Nuestra Señora, la Virgen del Rosario) ……………………….136 33. Señora de los pueblos, Virgen Madre (Nuestra Señora del Pilar)……………………………...............140

34. Jerusalén la amó desde el principio (La Presentación de la Santisima Virgen) ……………………..144 35. La luz del Hijo la rodea (Común de Santa María Virgen 1) .............................................148 36. Corazón de la Iglesia, Virgen santa (Común de Santa Mana Virgen 2) .............................................152 37. María, flor de silencio

(Común de Santa María Virgen-3) ...................................156 38. Señora que te asientas en lo alto (Común de Santa María Virgen 4) .............................................160

39. Suave sendero (Común de Santa María Virgen 5) ...................................164

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