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Manual Eucarístico EUCARISTIA Y CARIDAD
Siervas del Santísimo y de la Caridad 100 años de historia, de compromiso con la Iglesia y con los pobres.
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Dedicatoria. A la Congregación de Siervas del Santísimo y de la Caridad, en cuyo seno aprendí a beber de las fuentes del Sacramento del Amor.. Allí, recibí el mejor legado de espiritualidad Eucarística para proyectarlo en mi vida cristiana. Comparto este manual de oraciones al Santísimo Sacramento, con la esperanza de poder contribuir con quienes encuentran en la Eucaristía el centro y culmen de la vida cristiana. En estos cien años de Fundación de la Congregación evoco la memoria de la Sierva de Dios, la Madre María Jesús Upegui Moreno por el legado que dejó a la Iglesia en sus hijas. A ella que vivió plenamente abandonada en Jesús Eucaristía y dedicada a los menos favorecidos de la sociedad.
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Presentación
Mons. Edgar de Jesús García Gil
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Capítulo I La Eucaristía en el Magisterio de la Iglesia. EUCARISTÍA Y CARIDAD
Tomado del Misterio y el culto de la Eucaristía Del Papa Juan Pablo II
El culto eucarístico constituye el alma de toda la vida cristiana. En efecto, si la vida cristiana se manifiesta en el cumplimiento del principal mandamiento, es decir, en el amor a Dios y al prójimo, este amor encuentra su fuente precisamente en el Santísimo Sacramento, llamado generalmente Sacramento del amor. La Eucaristía significa esta caridad, y por ello la recuerda, la hace presente y al mismo tiempo la realiza. Cada vez que participamos en ella de manera consciente, se abre en nuestra alma una dimensión real de aquel amor inescrutable que encierra en sí todo lo que Dios ha hecho por nosotros los hombres y que hace continuamente, según las palabras de Cristo: “Mi Padre sigue obrando todavía, y por eso obro yo también. Junto con este don insondable y gratuito, que es la caridad revelada hasta el extremo en el sacrificio salvífico del Hijo de Dios del que la Eucaristía es señal indeleble nace en nosotros una viva respuesta de amor. No sólo conocemos el amor, sino que nosotros mismos comenzamos a amar. Entramos, por así decirlo, en la vía del amor y progresamos en este camino. El amor que nace en nosotros de la Eucaristía, se desarrolla gracias a ella, se profundiza, se refuerza.
El culto eucarístico es, pues precisamente expresión de este amor, que es la característica auténtica y más profunda de la vocación cristiana. Este culto brota del amor y sirve al amor, al cual todos somos llamados en Cristo Jesús. Fruto vivo de este culto es la perfección de la imagen de Dios que llevamos en nosotros, imagen que corresponde a la que Cristo nos ha revelado. Convirtiéndonos así en adoradores del Padre “en Espíritu y verdad”, maduramos en una creciente unión con Cristo, estamos cada vez más unidos a El y si podemos emplear esta expresión somos más solidarios con El. La doctrina de la Eucaristía, “signo de unidad” y vínculo de caridad”, enseñada por San Pablo, ha sido luego profundizada en los escritos de tantos santos, que son para nosotros un ejemplo vivo de culto eucarístico. Hemos de tener siempre esta realidad ante los ojos y, al mismo tiempo, debemos esforzarnos continuamente para que también nuestra generación añada a esos
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maravillosos ejemplos del pasado otros ejemplos nuevos, no menos vivos y elocuentes, que reflejan la época a la que pertenecemos. Eucaristía y prójimo El auténtico sentido de la Eucaristía se convierte de por sí en escuela de amor activo al prójimo. Sabemos que es éste el orden verdadero e integral del amor que nos ha enseñado el Señor: “En esto conoceréis todos que sois mis discípulos: si tenéis amor unos para con otros. La Eucaristía nos educa para este amor de modo más profundo; en efecto, demuestra qué valor debe tener a los ojos de Dios todo hombre, nuestro hermano y hermana, si Cristo se ofrece a sí mismo de igual modo a cada uno, bajo las especies de pan y de vino. Si nuestro culto eucarístico es auténtico, debe hacer aumentar en nosotros la conciencia de la dignidad de todo hombre. La conciencia de esta dignidad se convierte en el motivo más profundo de nuestra relación con el prójimo. Asímismo debemos hacernos particularmente sensibles a todo sufrimiento y miseria humana, a toda injusticia y ofensa, buscando el modo de repararlos de manera eficaz. Aprendamos a descubrir con respeto la verdad del hombre interior, porque precisamente este interior del hombre se hace morada de Dios presente en la Eucaristía. Cristo viene a los corazones y visita las conciencias de nuestros hermanos y hermanas. ¡Cómo cambia la imagen de todos y cada uno, cuando adquirimos conciencia de esta realidad, cuando la hacemos objeto de nuestras reflexiones! El sentido del Misterio eucarístico nos impulsa al amor al prójimo, al amor a todo hombre. Eucaristía y vida
Siendo pues fuente de caridad, la Eucaristía ha ocupado siempre el centro de la vida de los discípulos de Cristo. Tiene el aspecto de pan y de vino, es decir, de comida y de bebida; por lo mismo es tan familiar al hombre, y están estrechamente vinculada a su vida como lo están efectivamente la comida y la bebida. La veneración a Dios que es Amor nace del culto eucarístico de esa especie de intimidad en la que el mismo, análogamente a la comida y a la bebida, llena nuestro ser espiritual, asegurándole, al igual que ellos, la vida. Tal veneración “eucarística” de Dios corresponde pues estrictamente a sus planes salvíficos. El mismo, el padre, quiere que los “verdaderos adoradores” lo adoren precisamente así, y Cristo es intérprete de este querer con sus palabras a la vez que con este sacramento, en el cual nos hace posible la adoración al Padre, de la manera más conforme a su voluntad. De tal concepción del culto eucarístico brota el estilo sacramental de la vida del cristiano. En efecto, conducir una vida basada en los sacramentos, animada por el sacerdocio común, significa ante todo por parte del cristiano, desear que Dios actúe en él para hacerle llegar en el Espíritu “a la plena madurez en Cristo”. Dios, por su parte, no lo toca solamente a través de los acontecimientos y con su gracia interna, sino que actúa en él, con mayor
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certeza y fuerza, a través de los sacramentos. Ellos dan a su vida un estilo sacramental. Ahora bien, entre todos los sacramentos, es el de la Santísima Eucaristía el que conduce a plenitud su iniciación de cristiano y confiere al ejercicio del sacerdocio común esta forma sacramental y eclesial que lo pone en conexión como hemos insinuado anteriormente con el ejercicio del sacerdocio ministerial. De este modo el culto eucarístico es centro y fin de toda la vida sacramental. Resuenan continuamente en él, como un eco profundo, los sacramentos de la iniciación cristiana: Bautismo y Confirmación. ¿Dónde está mejor expresada la verdad de que además de ser llamados hijos de Dios”, lo “somos realmente”, en virtud del Sacramento del Bautismo, sino precisamente en el hecho de que en la Eucaristía nos hacemos partícipes del Cuerpo y de la Sangre del unigénito Hijo de Dios? y ¿qué es lo que nos predispone mayormente a “ser verdaderos testimonios de Cristo”, frente al mundo, como resultado del Sacramento de la Confirmación, sino la comunión eucarística, en la que Cristo nos da testimonio a nosotros y nosotros a El? Es imposible analizar aquí en sus pormenores los lazos existentes entre la Eucaristía y los demás Sacramentos, particularmente con el Sacramento de la vida familiar y el sacramento de los enfermos. No es solamente la Penitencia la que conduce a la Eucaristía, sino que también la Eucaristía lleva a la Penitencia. En efecto, cuando nos damos cuenta de quien es el que recibimos en la comunión eucarística, nace en nosotros casi espontáneamente un sentido de indignidad, junto con el dolor de nuestros pecados y con la necesidad interior de purificación. No obstante debemos vigilar siempre, para que este gran encuentro con Cristo en la Eucaristía no se convierta para nosotros en un acto rutinario y a fin de que no lo recibamos indignamente, es decir, en estado de pecado mortal. La práctica de la virtud de la penitencia y el sacramento de la penitencia son indispensables a fin de sostener en nosotros y profundizar continuamente el espíritu de veneración, que el hombre debe a Dios mismo y a su Amor tan admirablemente revelado. Estas palabras quisieran presentar algunas reflexiones generales sobre el culto del Misterio Eucarístico, que podrían ser desarrolladas más larga y ampliamente. Concretamente, se podría enlazar cuanto se dijo acerca de los efectos de la Eucaristía sobre el amor por el hombre con lo que hemos puesto de relieve ahora sobre los compromisos contraídos para con el hombre y la Iglesia en la comunión eucarística, y consiguientemente delinear la imagen de la “tierra nueva” que nace de la Eucaristía a través de todo “hombre nuevo”. Efectivamente en este sacramento del pan y del vino, de la comida y de la bebida, todo lo que es humano sufre una singular transformación y elevación. El culto eucarístico no es tanto culto de la trascendencia inaccesible, cuanto de la divina condescendencia y es a su vez transformación misericordiosa y redentora del mundo en el corazón del hombre. El culto de la Eucaristía, emana del corazón como preciosísimo homenaje inspirado por la fe, la esperanza y la caridad, infundidas en nosotros en el Bautismo.
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En el documento sobre Mysterium Fidei, del Papa Pablo VI La S.S. Eucaristía es un misterio de fe. La Eucaristía es un misterio de fe. “sólo en él se contiene singular riqueza y variedad de milagros, todas las realidades sobrenaturales.” Es pues necesario que nos acerquemos, particularmente a este misterio, con humilde reverencia, no buscando razones humanas que deben callar, sino adhiriéndonos firmemente a la Revelación divina. “Inclinémonos ante Dios; y no le contradigamos aun cuando lo que él dice pueda parecer contrario a nuestra razón y a nuestra inteligencia sino que su palabra prevalezca sobre nuestra razón e inteligencia. Observemos esta misma conducta respecto al misterio eucarístico no considerando solamente lo que cae sobre los sentidos, sino atendiendo a sus palabras. Porque su palabra no puede engañar. (San Juan Crisóstomo). Que en este Sacramento esté presente el Cuerpo verdadero y la Sangre verdadera de Cristo, “no se puede percibir con los sentidos – como dice Santo Tomás – sino solo con la fe, la cual se apoya en la autoridad de Dios. Por esto, comentando el pasaje de san Lucas 22, 19: Este es mi Cuerpo que será entregado por vosotros, san Cirilo dice: No dudes si esto es verdad, sino más bien acepta con fe las palabras del Salvador: porque, siendo él la verdad, no miente”. Por eso haciendo eco al Doctor Angélico (Santo Tomás de Aquino), el pueblo cristiano canta frecuentemente: En ti se engaña la vista, el tacto, el gusto, solamente se cree al oído con certeza. Creo lo que ha dicho el Hijo de Dios pues no hay nada más verdadero que la palabra de la verdad. San Buenaventura afirma: “Que Cristo esté en el Sacramento como signo, no ofrece ninguna dificultad; pero que esté verdaderamente en el Sacramento, como en el cielo, he aquí la grandísima dificultad; creer pues esto es muy meritorio.” Por lo demás, esto mismo insinúa el Evangelio cuando cuenta que muchos de los discípulos de Cristo, después de haber oído que habían de comer su Carne y beber su Sangre volvieron las espaldas al Señor diciendo: “Duro es este lenguaje, ¿quién puede escucharlo?” Pero Pedro por el contrario, al preguntarle Jesús si también los Doce se querían marchar, afirmó pronta y afirmativamente su fe y la de los Apóstoles, dando esta admirable respuesta: “Señor, ¿a quién iremos? Tú solo tienes palabras de vida eterna”. Por tanto el que cree en la palabra de Cristo, consigue la realidad de Cristo. El que acepta su verdad se salvará. Nosotros al celebrar el rito sagrado y dulce entre todos, verdaderamente humano y divino, somos invitados a hacer este acto decisivo, a renovar nuestro acto de fe ante el misterio de fe por excelencia. Ese acto de fe que deja penetrar, como por una ventana abierta, la luz de la
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palabra de Cristo en nuestras almas; que nos trae su presencia conceptual y espiritual, precedida de su presencia real y sacramental.
Tomado de:
LAS CENAS DE JESÚS
La Eucaristía, Don de Jesucristo Carlos G. Álvarez G.
La Eucaristía es un banquete; es un sacrificio; es un memorial: así nos lo enseña la iglesia en muchísimos de sus documentos. En otras oportunidades hemos visto las diferentes partes que tienen la Eucaristía: La Liturgia de la palabra donde todos participamos del pan y de la palabra, donde Jesucristo nos sirve a su mesa esta palabra suya que es vida; hemos visto también la Liturgia de la Eucaristía y todo el sentido que en ella tiene la acción del poder del espíritu para consagrar el pan y el vino, y para consagrarnos a nosotros como cuerpo de Jesucristo. Hemos visto la Eucaristía como alabanza de todo un pueblo que se reúne para bendecir al Señor. Hemos visto la Eucaristía como una muestra y como una exigencia del compromiso cristiano; todo aquel que participa en la Eucaristía no puede quedarse simplemente contento sino que tiene que ir por el amor. Situémonos en el contexto de la cena pascual, de esta primera cena que Jesús realiza con su comunidad y en ella entendamos algo fundamental. El capítulo 13 de San Juan dice el interés que tiene Jesús al reunirse con nosotros hoy: “La víspera de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo los amó hasta el extremo”. (Jn.13,1). Es la hora de Jesús, la hora de la Pascua, la hora de la entrega, la hora del amor. Y es Lucas al final de su evangelio, el que en boca de Jesús pone también estas palabras: “Con ansia he deseado comer esta pascua con vosotros, antes de padecer” (Luc.22-15). Jesús ha pensado mucho para nosotros estos días y porque los ha pensado para nosotros, nos los está regalando con todo su amor, su presencia y su salud. Teniendo como primer contexto esta pascua de Jesús, pensemos en las cenas de Jesús. Ellas nos harán entender mas profundamente la Eucaristía que nosotros los creyentes realizamos y celebramos. Si analizamos en el Nuevo Testamento todas las veces que Jesús come con los suyos encontramos una riqueza abundante que es preciso compartir:
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1. Jesús cena con sus amigos En un primer momento que nos tiene que llamar mucho la atención, encontramos a Jesús cenando con sus amigos. Nosotros en la vida sencilla y ordinaria, siempre que tenemos un amigo quisiéramos compartir con él la mesa, porque la mesa nos une. Al sentarnos alrededor de la mesa, estamos sellando la amistad y estamos diciéndole al hermano, sin palabras todo lo que lo amamos, todo lo que lo queremos, todo aquello que sentimos por él. La amistad se confirma en la mesa. Es por eso que a todo nivel, siempre, aunque sea el nivel más sencillo de sentarse en una mesa de café a tomarse un tinto, hasta el nivel mucho más profundo cuando es una familia que se reúne a festejar a su papá, a su mamá o al hermano que se ha graduado, la cena siempre confirma el amor, confirma amistad, sella el compromiso que nosotros hacemos de amar al otro. Pues bien, Jesús se reúne varias veces a cenar con sus amigos. a) Una primera vez que encontramos a Jesús comiendo con los suyos, aunque sea muy imperceptiblemente, es en el evangelio de San Marcos capítulo 1 del 29 al 31: Jesús después de haber trabajado predicando el evangelio en la sinagoga de Cafarnaún toma la iniciativa y va a la casa de Simón . Entender la Cena de Jesús como una total iniciativa de EL, o como la necesidad grande que tenemos de Jesús y por eso lo invitamos. Recuerdo en Lucas 24,29: “Quédate con nosotros Señor, porque ya es tarde”. Es la comunidad la que necesita a Jesús y es Jesús quien invita a los suyos. Y en esa primera oportunidad en la que Jesús va a sus amigos. Pedro es su amigo, la familia de Pedro son sus amigos. El se encuentra con una hermana enferma, la toma de la mano, la levanta (y ese levantar en el texto griego significa Resurrección), para que una vez viva, de pie, resucitada, sirva a Jesús y sirva a sus hermanos. Jesús nos invita y nosotros invitamos a Jesús, y en esa Cena Jesús nos toma de la mano y nos levanta a nosotros que a menudo estamos como muertos, fríos. Nos resucita para que le podamos servir a El y a los hermanos. b.) Hay otro texto muy bello en el Capítulo 10 de San Lucas, versículos 38 al 42: Es el texto que nos narra cómo Jesús, yendo de camino hacia Jerusalén, entra a un pueblo. Sabemos por otros textos que es Betania, y allí una mujer llamada Martha le recibe en su casa. Recibir en su casa a Jesús es un tema bíblico maravilloso. Yo recibo a Jesús en mi casa siempre que abro la puerta y siempre que lo acojo como mi Señor y Salvador. Y Jesús va donde sus amigos. El evangelio de Juan 11,5 nos dice que Jesús “amaba” a Martha a Lázaro y a María y porque los ama va donde ellos y porque los ama y es amado por ellos se sienta a la mesa. Martha se pone a prepararle algo mientras María, a los pies, escucha a Jesús. Es la doble posibilidad del creyente: estar sentado a los pies de
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Jesús, como discípulo serio y profundo, para escuchar su palabra y estar profundamente interesado en servirlo a El y a los hermanos. Ambas, características propias del discípulo. No es que Martha no sea discípula y María sí: ambas son discípulas porque la escucha de la palabra y el servicio a su Maestro son las dos características propias del discípulo. Jesús está con ellas, comparte con ellas la mesa. Jesús con mucha frecuencia nos invita a nosotros a que lo recibamos en nuestra casa y compartamos con El el pan. Siempre que los hermanos nos reunimos en una Eucaristía estamos sentados a los pies de Jesús y estamos sentados a los pies de Jesús y estamos sirviéndole a El. Lo único que tenemos que lograr es la síntesis para no entrar en la situación de Martha y de María que, no entendiendo una el sentido del servicio de la otra, se disgusta. Y Martha no entendía cómo María servía a Jesús y quería que María lo sirviera como ella. Con todo ambas servían a Jesús porque ambas lo amaban. Si nosotros supiéramos hacer esa integración, si supiéramos sellar a partir de la Eucaristía la amistad de los hermanos que actúan de una u otra forma, por el evangelio y para Jesucristo, no habría las diferencias que aun hoy encontramos. Porque no basta aceptar al otro, es preciso recibir de él lo que me hace falta y sentirnos hermanos en el servicio del Señor. c.) Hay un tercer texto cuando Jesús va a casa de Simón llamado el leproso(Mt.26,6-13; Jn.12,1-11). Después que Jesús ha resucitado a Lázaro, seis días antes de la Pascua, va allí y le ofrecen una cena (Jn.12,2). Qué ayuda nos presta este texto para nuestra Eucaristía? A menudo cuando vamos a ella, podemos tener tres actitudes distintas: Una primera actitud es la posición de Martha, de Lázaro y María, como también la de Simón. Es la actitud de los hermanos que invitan a Jesús, se sientan a la mesa con El y le sirven. María tomó un frasco de perfume, lo derramó a los pies de Jesús y lo ungió, preparando su sepultura. Esto es servicio. Lázaro sirve a Jesús acompañándolo a la mesa. Simón sirve a Jesús invitándolo a su casa y Martha, nos dice Jn.12,2 , Martha servía. Todos podemos tener esta actitud. Es la actitud de los hermanos que se comprometen con el Señor, que lo acogen y lo sirven. Otra actitud es la de Judas: la de reprochar. No pensemos tanto en Judas, el traidor y ruin, pensemos en nosotros, que somos unos Judas, con mucha frecuencia. El texto del Miércoles Santo en la Liturgia nos dice que cualquiera de nosotros puede entregar a Jesús (Mateo 26, 14-125). Judas se pone bravo, por qué? Porque María derrocha el dinero. Judas critica y protesta; Juan insiste con cierta rabia “porque era ladrón”(Jn.12,6), pero nosotros a menudo somos ladrones de la Gloria de Dios. Judas reprocha: “eso debería dársele a los pobres”. Jesús insiste:”Pobres siempre tendréis con vosotros, pero a Mí no siempre me tendréis”. La falla no está en que ese signo de amor no sea entendido por el hermano y lo critique.
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María no pensaba como Judas, María amaba a Jesús y por eso se entrega toda a El Judas ve otro aspecto distinto, ve el aspecto económico y reprocha el gasto. Si nosotros supiéramos captar el sentido de las actitudes de los hermanos, no criticaríamos tanto, porque muchas veces vemos el exterior y nos falta discernir y captar cuál es la motivación interna del amor que lleva al hermano a actuar así frente al Señor. Una tercera actitud es la de muchos Judíos que supieron que Jesús estaba y vienen a ver, pero Juan agrega: “No sólo por ver a Jesús sino también por ver a Lázaro a quien, había resucitado de entre los muertos” (Jn.12,9). Muchas veces la motivación que tenemos al participar en la Eucaristía es la curiosidad: queremos ver cosas, queremos ver signos, antes que ver a Jesús. En la Eucaristía los hermanos deben reunirse para ver a Jesús y servirlo. Para unirse, no para criticarse. Cuando nos criticamos y nos dividimos en la Eucaristía, dice Pablo (1 Cor. 11,17-22), nos hacemos daño y eso ya no es celebrar la cena del Señor. d.) El cuarto texto es el de las Bodas de Caná (Jn.2,1-11). Había una boda, una celebración festiva. A esa boda es invitada María pero Juan agrega: “También fue invitado Jesús con sus discípulos”. Jesús participa de la alegría familiar, Jesús se integra a la familia, comparte con ella su alegría familiar, pero hace mucho más: El hace sobreabundar el vino. Cuando San Juan presenta a Jesús junto con sus discípulos haciendo el signo de la multiplicación sobreabundante del vino está pensando en todo el antiguo testamento, por ejemplo en el libro de los proverbios 9,1-6, 8 léase también Isaías 55 1-3; Sabiduría 24, 19-22); es el Señor que invita a toda la comunidad y le dice: “Si tienen sed vengan, si tienen hambre vengan, yo les preparo un festín donde hay vino gratis, es el vino, es la fiesta de los tiempos nuevos”. Con las bodas de Caná comienzan los tiempos nuevos, porque es Jesús quien nos está diciendo: “Yo soy el Único, yo soy el Centro de la historia. Yo soy el Salvador, yo comienzo el Nuevo Testamento”. Y Juan concluye: “A partir de aquel signo los discípulos creyeron en El”. La Eucaristía la hemos visto muchísimas veces planteada en estos términos: La Eucaristía es el banquete definitivo hoy en la historia. Jesús nos hace pre-gustar desde ya las alegrías eternas y verdaderas. La Eucaristía es entonces el inicio del banquete final, es el banquete de todos los hermanos que se reúnen con alegría, el banquete en el cual el Señor Jesús hace sobreabundar el vino. Y cuando hay vino el vino alegra el corazón del hombre, el vino da alegría, el vino da felicidad, el vino une. 2. Jesús cena con los pecadores Tenemos dos textos muy curiosos, pero muy ricos. a) Un primer texto en casa de Leví el Publicano, el traidor, el ladrón del pueblo. (Mc. 2,15-18). De nuevo aparece Jesús pasando y llama a seguirlo
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a Leví, que estaba sentado cobrando los impuestos, El le acepta la invitación, se levanta y le sigue, dice el versículo 15 que una vez que Leví acepta la invitación de Jesús lo invita a la mesa: “Sucedió que estando El a la mesa en casa de Leví muchos publicanos y pecadores estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos, pues eran muchos los que le seguían”. Esto no gusta a los prudentes, a los inteligentes, a los sabios. Los escribas y fariseos al darse cuenta que come con pecadores le reprochan y dicen: “Cómo es eso? Este come con pecadores y publicamos”. Toda Eucaristía además de ser Cena con amigos, es cena con pecadores. Porque nosotros no solamente somos los amigos íntimos de Jesús sino que somos totalmente pecadores; el pecado nos llena, y el pecado nos aparta de Jesús. Por eso el nos ama y nos invita a la mesa para perdonar. b.) Hay otro texto muy bello en el capítulo 19 de Sn Lucas (Lc. 19, 1-10); con sólo decir ese número, ya ustedes piensan en Zaqueo. Otro pecador de los buenos. Porque no solamente era publicano, sino jefe. Y todo publicano como recaudador de impuestos era traidor. Zaqueo como jefe de publicanos se había enriquecido mucho más abundantemente que los demás. De Zaqueo el mas rico, el poderoso Lucas nos dice que era pequeño, pero tenía una actitud muy rica, mucho más rica que su dinero: escucha que Jesús pasa y quiere ver a Jesús. (Lc. 19,3). He ahí la actitud fundamental: saber que Jesús pasa “vuelve el tema del camino” y querer verlo. Hay necesidad de que en nosotros haya ese sentimiento de búsqueda, esa necesidad de ver a Jesús. A Zaqueo por lo pequeño, el pecado lo había reducido a nada y queriendo ver a Jesús se sube a un árbol. Fíjense ustedes cómo Lucas juega con las palabras. Es Zaqueo quien quiere ver a Jesús y es Jesús quien ve a Zaqueo. Jesús pasó, lo mira y le dice: “Zaqueo, baja pronto porque conviene que hoy me quede yo en tu casa (Lucas 19,5). Zaqueo corre y, dice Lucas: “lo recibió con alegría”. Es la alegría de aquel que sabe que Jesús es el salvador y lo acoge con gusto. Todas las veces que nosotros en nuestra vida le hemos abierto la casa al Señor Jesús, El nos ha llenado de paz y de gozo; entonces nos reunimos en la Eucaristía y hacemos fiesta grande. Zaqueo lo invita, Jesús se sienta con él. Otra vez una Cena, otra vez el preanuncio de la Eucaristía. Y qué pasa en esa Cena? En esa cena Jesús dice:”Hoy ha llegado la salvación a esta casa”. Cuando Jesús celebra la cena con nosotros que somos pecadores, nos trae salud y salvación. Pero al mismo tiempo cuando nosotros acogemos la salud de Jesucristo, hay cambio, hay conversión, hay una vida nueva. Zaqueo, muy ingenuo, le dice: “Señor si en algo defraudé a alguien le devolveré el cuádruplo” (198). Seguimos jugando doble, seguimos sintiéndonos pecadores, pero queriendo tapar nuestro pecado. Zaqueo sabía que era pequeño y que era ladrón y sin embargo le dice a Jesús: “Si a alguien he robado algo le voy a devolver el cuádruplo”. Es que siempre queremos presentarnos ante Jesús como demasiado buenos, demasiado santos. Y eso lo hacemos siempre en la oración. Lo hacemos en la Eucaristía. creemos que porque vamos a una Eucaristía somos buenos
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y deberíamos saber que somos amigos y lo amamos vamos donde El y porque somos pecadores necesitamos de Jesús para cambiar. c.) Hemos visto dos casos: El de Leví y el de Zaqueo , pero qué dice: Lc. Cap. 14,1: “Sucedió que habiendo ido en sábado a casa de uno de los jefes fariseos para comer ellos le estaban observando”. Era muy común en Jesús “ir a cenar con los pecadores”. Capítulo 15,1-2 de Lucas dice: “Todos los Publicanos, los pecadores se acercaban a El para oírlo y los Fariseos y los escribas murmuraban diciendo: Este acoge a los pecadores y come con ellos” Cómo es posible que Jesús coma con los pecadores? Nosotros pensamos muy fácilmente en los escribas y los fariseos y los tratamos de envidiosos, de demasiado fuertes con Jesús, cerrados de corazón y no pensamos que nosotros muchas veces hacemos de fariseos en la celebración. Estamos participando y apenas nos damos cuenta de que entra un hermano, que es pecador, decimos: “Cómo es posible que fulano esté aquí si es pecador? A qué ha venido? Y nos ponemos bravos con él y con Jesús porque se sienta a la mesa con nosotros”. En el fondo estamos diciendo: “Nosotros somos santos, la Eucaristía no es sino para nosotros los santos”. Si la Eucaristía es solamente para santos, Jesús no se sienta con santos. “No he venido a llamar a justos sino a pecadores”. (Mc,2,17). La Eucaristía es para nosotros los pecadores, para nosotros los débiles y me pregunto si no será por eso que mucha gente no va a la Eucaristía, porque la hemos convertido en Eucaristías de santos falsos. Si los santos, los mal llamados santos, dejáramos las iglesias se llenarían de pecadores. Y Jesús haría maravillas. Si nosotros tomáramos conciencia de los pecadores y necesitados que somos, nuestras iglesias y nuestras comunidades se llenarían de hermanos y entonces nos sentiríamos con gusto porque somos, como ellos, pecadores. “La Eucaristía es una comida de pecadores”. Por eso en ella le suplicamos al Señor que nos perdone y nos purifique. 3. Cena de Jesús con Fariseos
Jesús no solamente come con los pecadores, sino que también se sienta a la mesa con los Fariseos. a.) En Lucas 7,36-50 leemos “Un fariseo le rogó que comiera con él y entrando en la casa del fariseo se puso a la mesa”. Jesús también comparte la mesa con los fariseos y en esa cena no se calla la boca, sino que habla claro, forma y educa; juzga, pero juzga en el sentido bíblico: critica y salva. A esa cena de fariseos va una pecadora. La pecadora, la rechazada por los justos, se introduce sin permiso en casa del fariseo. Es lo mismo que nos sucede a nosotros cuando en una Eucaristía de fariseos como somos todos,
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se nos introduce un pecador. Entonces viene la crítica. “Si este fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, pues es una pecadora” (7,39). Y Jesús le dice: “Simón, tengo algo qué decirte. Dí, maestro... Entré en tu casa y no me diste agua para lavarme, no me atendiste, te contentaste simplemente con invitarme a la mesa y creías que con esto cumplías”. Cuántas veces creemos que con estar en la Eucaristía cumplimos; cuántas veces creemos que con llegar aunque sea tarde cumplimos. Lo importante es cumplirle a él! “Tu no me serviste, no me acogiste con gusto, no me dijiste para lavarme los pies, y ésta, desde que llegó, no ha cesado de lavarme los pies con sus lágrimas y enjuagármelos con sus cabellos”. “No creas que porque me has invitado me amas demasiado: ella me ama más y porque me ama más, yo le perdono”. Cómo quedaría Simón. Cómo deberíamos quedar nosotros cuando rechazamos a los hermanos pecadores que llegan a compartir con nosotros fariseos, y escuchamos la Palabra de Jesús que nos denuncia la falta de amor. b.) En Lucas 11,37-54 aparece la misma idea: “Mientras hablaba, un fariseo le rogó que fuera a comer con él; entrando, pues, se puso a la mesa”. Pero si en Lucas 7 la crítica hecha por el fariseo era por la pecadora, en Lucas 11 la crítica es: “este no se lava antes de comer” (cfr. 11,38). Lucas sitúa aquí el famoso discurso contra los fariseos”. A Jesús no le importa quedar mal con el fariseo, le acepta la invitación, pero le dice quién es. Yo puedo saber cuándo soy fariseo: cuando me precio de bueno y rechazo al otro, lo miro por encima del hombro, porque no es tan bueno como yo. Por eso Jesús me dice: “Ay de ti”. Con todo, a pesar de ser yo tan ruin, El me acepta la invitación y se sienta conmigo a la mesa. He ahí la Eucaristía. Jesús no dice: “Porque eres fariseo no te acepto. Precisamente porque lo eres te acepto. Pero no me callo la boca : te digo quién eres”. Si nosotros supiéramos acoger el mensaje, cuántas cosas nos diría Jesús en cada Eucaristía, que nos hagan cambiar de modo de ser, de pensar y de actuar.(Véase un tercer caso de cena con fariseos en Lucas 14.Iss).
4. Jesús cena con el pueblo Jesús también come con el pueblo en las dos multiplicaciones del pan (Marcos 6,34-44;8,1-10). Después de un día de duro trabajo, cuando los discípulos también han estado predicando, Jesús se va a descansar con sus amigos y les dice: “Vamos a un lugar aparte a descansar”, porque eran tantos los que iban y venían que no les quedaba tiempo ni para comer (cfr. Mc. 6,30-31). Cuando llegan al otro lado, ya la gente lo esperaba. Y qué
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hace Jesús? Se sienta y les instruye abundantemente (cfr, mc. 6,34). Marcos nos dice Jesús, mirando a los hermanos, al pueblo, se da cuenta que son como ovejas sin pastor y siente compasión por ellos. Esa palabra “compasión” viene de un término hebreo que significa las entrañas maternas. Solamente las madres pueden entender esto, las que han engendrado y saben lo que sienten por su hijo a quien ellas han dado a luz. Jesús siente por nosotros, mucho más de lo que la mamá siente por su hijo. Es el mismo mensaje de Isaías 49, 14-16: “Aunque una madre llegue a olvidar al hijo de sus entrañas yo no te olvido”. Jesús ve al pueblo, nos ve a nosotros que estamos como ovejas sin pastor y qué hace? A pesar del cansancio, se sienta e instruye abundantemente; reparte el pan sobreabundantemente. Cuando San Juan escribe en el capítulo 6 la multiplicación de los panes está pensando en Elías y Eliseo y nos está haciendo caer en cuenta de que Jesús supera por completo a esos profetas del Antiguo Testamento. Ellos le dieron pan a la viuda, ellos repartieron pan al pobre. Jesús no solamente reparte el pan de la palabra y el pan de la Eucaristía, sino que sobra; siempre hay sobreabundancia en nuestras Eucaristías, para todo aquel que nosotros salimos con hambre de la Eucaristía? Si sobreabunda el Pan por qué será que salimos con hambre? Pablo en 1ª Corintios 11,17-34, nos da la respuesta: “Oigo que al reunirnos en la asamblea hay entre vosotros divisiones y lo cree en parte... eso ya no es comer la Cena del Señor”. Y antes había dicho: “vuestras reuniones son más para mal que para bien”. A menudo nuestras Eucaristías nos hacen mucho daño, y Pablo construye en el capítulo 11 : “por eso hay entre vosotros muchos enfermos y muchos débiles y mueren no pocos”. No pensemos solamente en el sentido físico y cuantos flacos y débiles en nuestras Eucaristías, cuantos muertos de hambre; cuantos que vamos a destruirnos, a insultar, a dividirnos, a querer llenarnos del pan, y salimos flacos, fríos y muertos. Eso no es celebrar la Cena del Señor. Si Jesús multiplica el pan con el pueblo, en todos los evangelios están dándonos un anuncio de la cena. Y es tan cierto esto que los cuatro verbos famosos de la Eucaristía aparecen en todos estos textos: toma el pan, da gracias, lo parte y lo reparte. Un fuego de palabra: es Jesús que se parte, Jesús que se divide, para unirnos a nosotros. Si nosotros supiéramos unirnos a Jesús para vivirlo, edificaríamos la comunidad. Una Eucaristía no tiene sentido si lo hace la comunión entre todos, desde el que preside hasta el ultimo hermano que participa. El que preside es el que hace la comunión de la comunidad, es el que trabaja la comunión, no el que divide. El que preside tiene que crear la comunión y todos los hermanos tienen que colaborar en el trabajo de comunión. Ojalá pensáramos en esto, para que vayamos encontrándole mucho más gusto y sentido a nuestras Eucaristías y hagamos de ella fiestas de amigos, pero también, encuentro de fariseos y pecadores. Encuentro de un pueblo que alaba al Señor. Que busca al Señor.
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5. Jesús anuncia el banquete definitivo Jesús utiliza la experiencia de la comida para anunciar con ella el reino definitivo. Lo podemos ver en Lucas 14,15-24; Lucas 15,11-31; y Mateo 25, 1-9. Tomemos estas dos ideas: a.) Jesús va a la casa del fariseo que lo invita, y como es una persona que observa mucho, se da cuenta que los invitados corren a ocupar el primer lugar. Entonces les dice a los discípulos : “al contrario, cuando seas convidado, vete a sentarse en el último puesto, de manera que, cuando venga el que te convidó, te diga: “Amigo, sube mas arriba” y esto será un honor para ti delante de todos los que están contigo a la mesa. (Lc. 14,10). b.) Una segunda enseñanza: hay un comensal emocionado por la fiesta que le hice: “dichoso el que pueda comer en el reino de Dios”. Jesús le responde: “un hombre dio una cena grande y convidó a muchos. No puedo ir; no tengo tiempo; me acabo de casar y estoy en luna de miel; tengo muchas preocupaciones. Son todas las excusas que le damos a Jesús para no participar en la Eucaristía! Y mandamos a la esposa o a los hijos porque estamos muy ocupados para atender la invitación de Jesús. Son muchos los invitados pero no todos asisten. A la Eucaristía se va totalmente libre, no por obligación, y con gusto cuando hay conciencia de que Jesucristo quien invita a participar de su reino. Ojalá pensemos en esto, porque todavía estamos con la idea de que la Eucaristía dominical es obligación. La Eucaristía, para el creyente, no es obligación, es necesidad cuando se ha descubierto a Jesucristo y cuando se ha descubierto la invitación constante que El hace al amor.
6. Las cenas de Jesús resucitado Una vez que Jesús muere. Dios Padre lo resucita, lo exalta y lo constituye Señor y Salvador (Act. 2,36). En el evangelio se nos narra las apariciones del resucitado, esas apariciones que en griego tiene expresión muy bella; son un “dejarse ver” de Jesús. Cuando Jesús resucita por el poder de Dios, se deja ver a los suyos. Y cuando se deja ver Jesús a los suyos? Si leemos el evangelio descubriremos algo clave: casi todas la veces que Jesús se deja ver a los suyos es en el contexto de una cena. Recordemos, hermanos, en el capítulo 24 de Lucas la escena de Emaús, cuando los discípulos lo reconocieron al partir el pan (Lc. 24,13-35), e inmediatamente después como se deja ver y ellos se comentan: “será un fantasma? eres tú Señor?”. Y la prueba es: “tenéis algo de comer?”. Le traen pez asado lo tomó y comió (Lc. 24,26-43).
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Recordemos en Juan Como el primer día de la semana Jesús se reúne con los suyos y, ocho días después, hace lo mismo (Jn. 20,19-29) el primer día de la semana día típico de la celebración Eucarística. Recordemos en Juan, capítulo 21; cuando están trabajando y pescando, Jesús se hace presente a la orilla y les dice: “ muchachos, no tenéis pescado?” después que han recogido gran cantidad de peces Juan descubre el signo y le dice a Pedro: “es el Señor”. Todos acuden. Cuando llegan a la orilla, ya hay un pez asado disponible (Jn.21,1-14). Ustedes han pensado porqué? No pensemos tanto en el milagro. A Juan no le interesa el milagro, le interesa el signo. Jesús pide un pescado, le dice donde lo pueden encontrar y cuando ellos llegan, ya tiene preparados pez y pan. Antes de que nosotros preparemos, ya Jesús nos ha preparado a nosotros la cena. “El es el pez”, el IXTHUS (en griego ) : “Jesucristo, hijo de Dios, salvador”. El es el pan, la cena fundamental la cena permanente para nosotros. Notamos pues como todas las veces que Jesús se deja ver lo hace en una cena. Por lo tanto todas las veces que la comunidad de creyentes quiera ver a Jesús, debe celebrar una cena. El lugar privilegiado para el encuentro con Jesús es la Eucaristía, y es en la Eucaristía donde Jesús salva, donde Jesús sana, donde Jesús se sienta con sus amigos, donde Jesús critica, donde Jesús corrige, donde Jesús ama, donde Jesús reparte, se da y se une. Pero en los hechos de los apóstoles dirá mas tarde: “nosotros los que comimos y bebimos con Jesús después de resucitado” (Act. 10-41). Esta es una definición del testigo de Jesucristo. Quién es el testigo? Es aquel que se sienta a la mesa con Jesucristo vivo. Quien es un cristiano hoy? Aquel que comparte la mesa con Jesús, pero profundamente convencido de que él, es amigo de Jesús, es pecador es fariseo, es parte del pueblo, de la comunidad y necesita totalmente de Jesucristo.
Capítulo II Visitas al Santísimo Sacramento del Altar
Estar en silencio ante Jesús, contemplar su misterio y dejarse amar por Él, es lo mejor que podemos hacer Día 1. Adorar a Dios en Espíritu y en Verdad
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“Los verdaderos adoradores, adoran a Dios en espíritu y en verdad”. Esta afirmación del Maestro Jesús a la Samaritana, directa y sencilla, deja abierta la posibilidad de adorar a Dios desde el interior de cada uno. Allí donde solo Dios conoce, el secreto del corazón. Adorar a Dios en espíritu y en verdad, es una actitud permanente de reconocimiento a la supremacía de Dios. Por eso, Jesús en la Eucaristía, es presencia adorable que hace posible el amor de Dios a los hombres de buena voluntad. Adorar a Dios en la persona de su Hijo, oculto en los velos eucarísticos, es empezar a creer en él como el Dios verdadero, presente y real, camino, verdad y vida. Porque, Dios Padre, quiere de cada ser humano, una actitud permanente de adoración, de reverencia y reconocimiento de su nombre en la persona de su Hijo Jesús. Ante la presencia de Jesús: lo importante es asumir una actitud de adoración. Es preciso, bendecirlo y reconocerlo en forma permanente sin perder de vista este contacto entre la divinidad y nuestra pobre humanidad urgida de perdón y reconciliación. No desperdiciemos este momento sublime en el que Jesús, en el silencio de la Hostia muestra su extrema caridad para con nosotros. Súplicas: R/ Bendito, bendito, bendito sea Dios... (cantado)
Porque no te cansas de repetirnos que somos tuyos y te pertenecemos. Por tus maravillosas obras en favor de todas tus criaturas. Porque decidiste quedarte en silencio, sacramentado, para hacernos compañía. Porque repartiste a la multitud el pan de tu palabra y el pan que fortalece el cuerpo.
Oración ¡Hasta dónde ha llegado tu excesiva caridad Jesús amoroso!, con tu Carne y tu preciosa Sangre, me preparas una mesa divina para darte a mí. ¿Quién pudo obligarte a semejantes transportes de amor? Ninguno ciertamente, sino tu amoroso corazón. Corazón eucarístico de Jesús, cuya Sangre es mi vida, ven y vive sólo en mí así sea.
Día 2.“Vivir unidos a la vid” La unidad, es una de las virtudes que más se reflejan en la Eucaristía, bien lo decía San Agustín al referirse a este sacramento como vínculo de unidad. Este es precisamente el ingrediente ausente de la sociedad actual. Priman otros intereses ajenos a los propuestos por Jesús en su Evangelio. La unidad, es esencial para garantizar el éxito en la convivencia de cualquier grupo comunitario.
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Por eso, Jesús desde la Eucaristía, extiende sus lazos de unidad, entre los hombres con Dios. Él es el vínculo sagrado que acerca a los hombres a Dios en abrazo fraterno, como si solo deseara estrecharlos y unirlos a él, pues de esta manera garantiza estabilidad en las relaciones mutuas, paz para un país cada vez más fracturado por la violencia y la discordia. Jesús, garantiza la unidad cada vez que la persona lo recibe bajo las especies del pan y del vino. Al comulgar con Jesús, se estrechan los lazos entre los hermanos y se fortalece el espíritu para aceptar las posibles diferencias que surgen en la convivencia diaria. Jesús es la vid y nosotros los sarmientos que debemos vivir unidos a él. Esta unidad es preciso reflejarla con obras concretas. Súplicas R/ Únenos a ti, Señor.
Permite Padre bueno, que entre la humanidad reine la unidad y la paz. Anima a las familias, para que fortalezcan la fraternidad entre padres e hijos y proyecten su amor entre los hombres. Despierta en los violentos, la necesidad de la unidad, el respeto por la vida y la cercanía a tus sacramentos. Únenos a Ti por el vínculo de la caridad y acrecienta en cada uno la fidelidad a tu Palabra. Que el sacramento de la Eucaristía, una a cada hombre en la fraternidad que procede de ti.
Oración Padre de misericordia, esta comunidad te aclama y bendice tu nombre Santo, concédele la posibilidad de estar ligada a ti por el amor y la fraternidad, para poder dar testimonio de los frutos de tu Espíritu Santo. Amén.
Día 3. Supremacía de la Eucaristía “La Eucaristía es la reunión y la consumación de todos los dones y perfecciones divinas”. “En ella se concentran los estados de la divinidad de Jesús. Es decir: su humanidad, su infancia, su vida oculta, su vida pública, sus misterios, sus milagros, su doctrina, sus sufrimientos, su muerte, su resurrección, su ascensión, su vida celeste; todas sus plegarias, todas sus acciones, todas sus virtudes, todos sus méritos”; absolutamente todo tiene su consumación en la Eucaristía, sacramento estable, permanente, que perpetúa en nosotros todo su amor. En la Hostia se contiene la infinita realidad del mismo Dios. Ante la Eucaristía podemos decir con toda el alma: “Dios mío y todas las cosas”, porque nada puede darnos Dios que en algún modo no se encierre en este sacramento.
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La Eucaristía, es prenda de salvación, y mensajera de paz y de esperanza en medio de la crisis de violencia y desolación que vive la sociedad actual. En ella tienen encuentro, la fraternidad, la solidaridad, el respeto por la vida y los deseos de vivir. En la Hostia Santa, Dios Padre devuelve al hombre la esperanza perdida. (Momento de silencio) Contemplar en silencio los maravillosos beneficios que Dios obra en la Eucaristía. Su amor sin límites y la grandeza de este sacramento. Canto: Tan cerca de ti. Oración: Oh Dios que has reunido tus dones precedentes: tu naturaleza y el mundo, tu palabra y tu gracia, tu perdón y tu sacrificio y a ti mismo en la sagrada Hostia. Cólmanos de tu gracia para bendecir en todo tiempo tu nombre santo, y darte gracias. Amén.
Día 4. Grandeza de Jesús en la Hostia Santa “La Eucaristía es más elevada que el cielo, más profunda que los abismos, más vasta que el océano, más extensa que el universo.” En este santo sacramento, el alma se inflama en amor, en fervientes deseos y en alabanzas permanentes. En la Hostia santa, la grandeza de Jesús desborda todo límite. En ella, se hacen ciertas sus palabras sobre el Pan vivo bajado del cielo a la tierra, para rescatarnos y devolvernos al Padre. El hambre y la sed de Dios, encuentran su alimento eficaz en la Eucaristía, porque es Jesús mismo, quien se hace comida y bebida, para saciar al hambriento y sediento. El alma que se alimenta frecuentemente de este sacramento, logra ponerse a tono con la divinidad de Jesús, de quien dimana toda bondad. Así pues, la “negación de este sacramento sumerge al alma en la oscuridad de su propia obstinación y ceguera.” Canto: Te adoro. (elegir uno del cantoral) Silencio contemplativo frente a la grandeza de Jesús en la Hostia Santa. Súplicas. R/ Sácianos de ti, Señor.
Aleja de nuestros corazones la indiferencia e irreverencia ante tu divina presencia eucarística.
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Acerca a la Hostia Santa a los niños que se abren a la vida y conserva puros sus corazones por la gracia que tu les concedes al recibirte sacramentado. Colma de bendiciones a quienes te adoran en tu santuario, dedicando la mejor parte de su tiempo en alabarte. Bendice a quienes se esfuerzan por ser santos en la práctica constante de la caridad y en la adoración a tu sacramento del altar.
Oración: Oh Jesús, a quien ahora contemplo bajo los velos eucarísticos, deseo contemplarte cara a cara y poder gozar de la vista de tu gloria en el paraíso por toda la eternidad: este es el voto más ardiente de mi corazón. Amén.
5. La Eucaristía regalo de Dios a la humanidad “La Eucaristía misterio de fe, de amor, llega así a ser como el corazón de la Iglesia, de la cual se esparce en todo el cuerpo social la vida de su Rey Divino, Jesucristo”. La Iglesia cuenta con Jesús en forma permanente, sus palabras así lo confirman: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta la consumación de los siglos”. Una presencia viva, que atrae y seduce al hombre, para que lo adore y reconozca como su único Dios. Los beneficios de la Eucaristía, llegan a los fieles que proclaman la grandeza de este sacramento. Todavía es posible vivir en el amor, porque Dios que es el amor por excelencia derrama sus gracias a través de este sacramento. La sociedad, está cada vez más necesitada de este misterio de fe y de amor. Por las luchas frecuentes entre hermanos, por los atropellos a la dignidad humana, la segregación racial y por la mal llamada limpieza étnica que deja a su paso muerte y desolación. Jesús desde la Hostia Santa, esparce su amor, a la sociedad, lo hace con la misma intensidad que lo llevó a derramar su sangre por la salvación del mundo. Porque él ardientemente ama a la humanidad entera... Peticiones espontáneas, pidiendo por la paz en los campos, en la ciudades, en las familias, en los medios laborales... Oración: Padre de amor, que nos consuelas por los méritos de la pasión de tu Hijo, permite que te descubramos en la grandeza de este sacramento y que su eminente caridad reine en nuestras vidas acosadas por la violencia y el desamor. Amén.
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Día 6. Dios permanece cercano, en la Eucaristía “Yo estaré con ustedes todos los días hasta la consumación de los siglos. Mis delicias son estar con los hijos de los hombres.” Jesús no se cansa de esperarnos para establecer con nosotros ese diálogo sencillo en el que él habla al corazón, como decía el campesino de Ars: Él me mira y yo lo miro, o el me habla y yo le escucho. Más que exponerle quejas y penas, Él las adivina, las conoce y las mitiga. Jesús desea ser descubierto como el Dios cercano, próximo, tan vivo y real como cuando pasó por la tierra, prodigando toda clase de beneficios a los hombres de su tiempo. Este Jesús que está en la Hostia Santa, es el mismo que está a nuestro lado, hablándonos de paz, de amor y de fraternidad. Es el mismo que invita a la unidad, a la solidaridad y sobre todo al perdón. Jesús en la Eucaristía, abraza a quien se acerca con humildad para reconocerlo como su único Dios y Señor. Su realeza tiene un trono discreto y particular en el sagrario y en la Hostia, desde donde se hace espléndido para sus adoradores. Canto: Yo he visto a Dios. Oración de Abandono Padre, en tus manos me pongo. Haz de mi lo que quieras. Por todo lo que hagas en mí, te doy gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal de que tu voluntad se haga en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más Dios mío. Pongo mi alma entre tus manos, te la doy, Dios mío, con todo el ardor de mi corazón porque te amo, y es para mí una necesidad de amor el darme, entregarme entre tus manos sin medida, con infinita confianza, porque Tú eres mi Padre. Amén. (Charles de F.)
Día 7. La Eucaristía es un don y una fuerza “El amor es un don y una fuerza. La Eucaristía, obra del amor de Dios, es el don y la fuerza de Dios. Es el gran sacramento de su piedad, porque es el esfuerzo máximo de Dios para acercarse al hombre: es el vínculo de caridad, porque si en todos los misterios de nuestra religión se nota un objetivo de unión, en el misterio eucarístico ha puesto Dios la fuerza aglutinante de la humanidad, consigo misma y con Él: es signo de la unidad, porque con la Eucaristía ha sellado Dios, con sello oficial, público, santo, este hecho de la vida divina que baja del cielo a la tierra y sube de la tierra a Dios”. La Eucaristía es una fuerza, capaz de renovar la vida del hombre, lo trasforma, lo convierte en santo y lo eleva a la dignidad más sublime de hijo de Dios. Quien se acerca a la Eucaristía no puede escapar de su poder salvador.
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Jesús, atrajo hacia sí a los discípulos de Emaús, quienes habían perdido toda esperanza y débiles en su fe, sólo descubrieron una fuerza nueva, envolvente y fascinante en el momento en que Jesús partió para ellos el pan. “No ardía nuestro corazón cuando nos hablaba por el camino?”. El contacto con Jesús es atrayente para quien se abre a su gracia. Por qué dejarlo pasar de largo sin antes invitarlo a la mesa para que parta para nosotros el pan? Canto: Si vienes conmigo Súplicas R/ Camina junto a nosotros, Señor.
Para que sintamos a cada paso tu fuerza renovadora inspirada en tu sacramento eucarístico. Para que arda nuestro corazón cada vez que te recibimos en la Sagrada Comunión. Para que irradiemos el amor que nos comunicas desde el santo sacramento del altar. Para que nuestras vidas se abran a la gracia y sean más caritativas y tolerantes en el trato cotidiano.
Oración. Oh Dios, fuerza renovadora, que te haces alimento para la humanidad en tu Hijo Jesús. Permite que nuestro corazón lo descubra al partir el pan y se deje transformar por la grandeza de su amor, don perfecto agradable a tus ojos. Amén.
Día 8. La Eucaristía: Verdadera Vida en Dios. En la Eucaristía queda al descubierto la verdadera vida en Dios, pues de ella emana la caridad y el amor más sublime que agrada al Padre. Jesús nos pide intensificar la unión con Dios a través de la oración y la adoración, de esta manera, nuestros rasgos mundanos pasarán a ser los de Jesús. Dios mismo nos pide vivir enraizados en él, tenerlo a él en primer lugar, dedicándole todo el tiempo posible. En la Eucaristía aprendemos a tener una relación especial, íntima, profunda con Dios, es decir: desde este sacramento se puede vivir diariamente en dinámica de comunión. Pues Jesús nos enseña a conversar de corazón a corazón con Dios que nos quiere para él. Y como san Pablo lo indica. Nuestro corazón debe estar inquieto hasta que descanse en él. Así mismo, estamos, llamados a extender el Reino de Dios, dándolo a conocer, revelando su imagen, real, auténtica de Padre, que siempre está atento a escucharnos por medio de su Hijo siempre presente en la Eucaristía nos
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corresponde reverenciarlo, participando siempre de su Carne verdadera que es verdadera Comida y bebiendo su Sangre, que es verdadera bebida. Peticiones: Oremos a Jesús quien está próximo a nosotros en su santuario de amor, allí, donde nos espera día y noche, para amarlo y adorarlo. Digamos: R/ Señor Vida nuestra Escúchanos.
Jesús ha dicho: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en plenitud”. Oremos para que todos vengan a Jesús, que es la Verdadera Vida en Dios. Jesús ha dicho: “Yo soy la luz del mundo y quien me sigue tendrá la luz de la vida y no caminará en tinieblas”. Oremos por todos los que se sienten golpeados, heridos y que caminan en tinieblas, para que se unan a Jesús, que es la Verdadera Vida en Dios. Jesús dijo a Simón y Andrés: “Síganme y yo los haré pescadores de hombres”. Oremos por los sacerdotes y religiosos, para que sigan e imiten a Jesús, que es la verdadera Vida en Dios. Jesús dijo: “Yo soy la Resurrección”. Oremos por todos los que se encuentran lejos de Jesús, para que puedan ser liberados y resucitados y puedan vivir la Verdadera Vida en Dios.
Oración. Gloria a Dios en las alturas, gloria a Aquel que ha sacado mi alma de las entrañas de la tierra. Gloria a la Luz tres veces santa, por el poder de Aquel por quien todas las cosas han sido hechas. Gloria a Dios, invencible, incomparable en su autoridad. Gloria al inmortal, en el cual encontramos la inmortalidad. Oh Altísimo, que tu aliento, que es pura emanación de tu gloria, nos reviva y nos renueve en un solo cuerpo glorioso. Amén.
Día 9. Jesús Pan vivo, bajado del cielo “El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Como yo vivo por el Padre, así quien me come a mí, vive por mí”. “Yo soy el pan vivo. Si alguno come de este pan vivirá eternamente. Este es el pan que bajó del cielo, para que quien lo coma no muera. El pan que yo voy a dar es mi carne para la vida del mundo”. La Eucaristía es la mejor prueba de la fidelidad de Jesús a la hora de cumplir sus promesas. Jesús en su Sacramento ofrece la vida a quien lo reciba en su corazón y garantiza la permanencia de su amor a cada persona que comulga con él.
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Jesús es el pan vivo que confundió a muchos con su lenguaje eucarístico, pero al mismo tiempo ha conquistado el corazón de hombres y mujeres que no pueden resistirse a su amor. Todos quedan maravillados ante la grandeza de este sublime sacramento, porque Jesús en la Eucaristía cuando toca el alma la recibe para siempre. Porque, Jesús Pan del cielo, garantiza la vida eterna para quien crea en él. Acción de Gracias R/ Te bendecimos y en ti confíamos, Señor.
Porque al instituir la Eucaristía pensaste en cada uno de nosotros, en devolvernos la vida que perdura. Porque tus palabras garantizan la vida eterna para quien crea en ti como Pan vivo bajado del cielo. Porque tu Carne es verdadera comida y tu Sangre es verdadera bebida. Porque descendiste del cielo a fin de que quien te coma no muera. Porque nos diste tu Eucaristía para acompañar el mundo hasta la consumación de los siglos.
Oración Padre bueno, que enviaste a tu Hijo al mundo para que quien lo coma viva por él. Atiende nuestras súplicas y permítenos vivir siempre unidos a este maravilloso sacramento de Amor. Amén.
Día 10. Jesús sacramento del altar El Santísimo Sacramento, es la misma Eucaristía que significa buena gracia. Jesús, es esa gracia buena que se da a cada hombre para animarlo en su proceso de vida. La Eucaristía contiene real y sustancialmente a Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre. En ella, se encuentra la santidad misma que es Jesucristo, autor de todo bien. Por eso, el Santísimo Sacramento es la fuente de todos los sacramentos, cada vez que el hombre se acerca al altar a comulgar, descubre una fuerza renovadora que lo invita a la adoración. Jesús cumple sus promesas y las hace ciertas en la sola comunión: “yo estaré con ustedes todos los días hasta la consumación de los siglos”. Palabras consoladoras cargadas de sentido y de verdad para tenerlas en cuenta cada vez que nos acerquemos al Santísimo Sacramento del altar. Por eso, la Hostia Santa, es la mejor prueba de que Jesús está siempre con los hombres. Él sigue de cerca los triunfos, logros, altibajos y los sufrimientos de quienes lo buscan con sincero corazón. Él presta oído a cada palabra, está
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atento a cada gesto de adoración y bendice los esfuerzos permanentes que cada persona hace para alcanzar la santidad. (Momento de silencio para la contemplación de Jesús Sacramentado) Canto: Alabado sea el Santísimo Oración: Ante tu altar Señor, pongo mi alma, para adorarte y bendecirte, porque te pertenece. Mantén vivo en mi el deseo de amarte, de serte fiel, de corresponderte en los más mínimos detalles sin descuidar ninguno, pues gustas de las cosas pequeñas. Afiánzame en tu amor. Amén.
Día 11. La Eucaristía, memoria eterna de Dios.
Las palabras de Jesús, toman fuerza en los corazones eucarísticos que no se cansan de recordar su promesa hecha en la última Cena: “El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Como yo vivo por el Padre, así quien me come a mí, vive por mí”. Esta unidad a la que el mismo Jesús hace expresa referencia es la que él está dispuesto a brindarnos. La Eucaristía, como memoria eterna de Dios, es el maravilloso compendio de todos los bienes otorgados por Dios a la humanidad. En ella el poder y la sabiduría de Dios se manifiesta como memorial y compendio de su bondad y su amor pues “amó a los suyos hasta el extremo”. Cristo se da gratuitamente hasta el fin del mundo. Alabanzas. R/. Bendito y alabado sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Por la exquisitez de tu amor en la grandeza de tu sacramento, desde donde cuidas de cada uno de los que el Padre te ha dado. Porque te das con tu sabiduría infinita en la Hostia Santa cada vez que te recibimos. Por la perfección de tu obra redentora y la culminación perfecta de ésta en el Sacramento del altar. Porque eres la bondad misma, la generosidad sin límites y el cordero sin mancha que quita los pecados del mundo.
Oración Contemplando tu amor en la Eucaristía, reconocemos en ella la grandeza de tu dignidad de Hijo de Dios, la profundidad de tu misterio de anonadamiento y tu fidelidad permanente a los planes de Dios. Concédenos, la gracia de
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enamorarnos de ti de poder exclamar con el profeta: me sedujiste Señor y yo me dejé seducir de ti. Que esta seducción nos mantenga unidos a ti en la adoración de tu sacramento de amor. Amén.
Día 12. La Eucaristía y la gloria de Dios. Jesús en la tierra, quiso quedarse en persona bajo las especies del pan y del vino. Mientras Jesús estuvo en la tierra, siempre procuró la gloria de Dios, y en el Sacramento de la Eucaristía, esta gloria se transparenta gracias a su amor sin límites que rebasa los fronteras del odio y del desamor. Por eso, aceptar a Jesús como pan de vida es aceptar y vivir su palabra, que transforma, compromete, nos hace más espirituales, más solidarios, más fraternos. La gloria de Dios se hace más transparente en la Eucaristía, porque Jesús en ella, se da todo, como alimento para los demás, especialmente para los más necesitados: los pobres y marginados de la sociedad. De ahí la importancia de romper las ataduras del egoísmo y la indiferencia para depender solo de Jesús. Cada vez que bebemos su Sangre y comemos su Cuerpo participamos de la gloria de Dios, además nos dejamos llevar por su Espíritu que nos fortalece, nos renueva y nos invita, a vivir en la unidad. Súplicas
Para que experimentemos el brillo de tu rostro sobre nuestras vidas, y nos dejemos transformar por tu amor salvador. Para que entendamos que eres el salvador que nos ama y podamos aceptar tu modo de conducirnos por los caminos del bien. Para que entendamos que te pertenecemos desde antes de nacer y que tus planes encuentren eco en nuestras vidas. Para que sintamos que tu amor nos envuelve y nos transforma para que lo proyectemos a nuestro paso con obras reales de bondad y misericordia hacia nuestro prójimo.
Oración Bendito seas, Señor, todo misericordioso. Toda la grandeza, el poder, y el esplendor es tuyo. Tuya es la soberanía y tú eres el soberano de todo. Por ti y a través de ti descenderá la unidad como relámpago, para honrar y glorificar tu Cuerpo. Jesús, Divino Prisionero del Amor, cuando considero tu amor y como te has anonadado por mí, mis sentidos desfallecen. Encubres tu majestad inconcebible y te humillas rebajándote a mí, un ser miserable. Oh Rey de la gloria, aunque ocultas tu hermosura, el ojo de mi alma desgarra el velo. Veo a
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los coros de los ángeles que te honran incesantemente y a todas las potencias celestiales que te alaban sin cesar y que te dicen continuamente: Santo, Santo, Santo. Oh ¿Quién comprenderá tu amor y tu misericordia insondable hacia nosotros? Oh prisionero del amor, encierro mi pobre corazón en este tabernáculo para adorarte sin cesar día y noche. No se de ninguna objeción a esta adoración, y aunque estoy físicamente lejos de ti, mi corazón está siempre contigo. Nada puede impedir mi amor hacia ti. No existe ningún obstáculo para mí. (Beata Sor Faustina)
Día 13. La Eucaristía, alimento cotidiano Señor, Jesús, al ver a la multitud que te seguía, sentiste pena porque llevaban varios días sin comer... Sin embargo, ellos se alimentaban del Pan de tu Palabra, la sentían tan viva como tu presencia impactante y renovadora. Deseabas ser el alimento cotidiano para esos hombres y mujeres que te seguían a todas partes, y obraste el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces. Un joven que estaba en medio del grupo puso cinco panes y algunos peces. Tu bendición obró el milagro, y lo que era insignificante para tanta gente, lo multiplicaste por la gracia que Dios obra en ti. Y todos comieron, y sobró comida. Así mismo, realizas para los hombres de hoy el milagro de tu Eucaristía como el alimento cotidiano. Desde la Hostia Santa, te das con la simplicidad del Dios hecho hombre que se multiplica en amor. Eres el alimento que nos fortalece, nos llena de gracia y nos prepara para vivir el banquete celestial en la gloria futura. Dichosos, los que se alimentan de ti, los que purifican sus vidas para ser dignos de recibirte. Dichosos, quienes quedan saciados al comer de tu Cuerpo y de tu Sangre, porque tendrán la vida eterna. Alabanzas. R/ gloria y honor a ti Señor.
Porque te compadeciste de la multitud hambrienta y les diste de comer hasta quedar saciados. Por tu poder de multiplicar los panes y los peces, para demostrar que el alimento material fortalece el cuerpo, y que el Pan de tu Palabra mantiene vivo el espíritu. Por tu maravillosa presencia en toda la historia de la salvación, y así, a través de ella, prolongas tu amor en el Sacramento del altar. Porque eres el Pan de Vida bajado del cielo, alimento espiritual que nos fortalece en el peregrinar por el mundo.
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Oración
Dios y Señor nuestro, que te haces presente en tu Hijo Jesucristo, a través del Pan y del Vino, despierta en nosotros la fe para descubrirte siempre como el alimento que perdura hasta la vida eterna. Que este alimento también llegue a sitios impensados por el hombre, allí donde existe el abandono del gobierno, donde se padece de toda dolencia. Que tu Pan fortalezca nuestras vidas en este peregrinar hacia el cielo. Amén.
Día 14. La Eucaristía signo del banquete del Reino
La Eucaristía es un signo rico y profundo de la realidad del Reino que reúne a todos los seres humanos. Es a la vez la inserción de todos los hombres en común - unión del Padre con el Hijo, en el Espíritu Santo. La Eucaristía nos acompaña y nos conduce hacia la plenitud del Reino para vivir eternamente felices. Donde existe lugar para todos, por tanto, estamos invitados al banquete, y de nosotros depende aceptar la invitación o rechazarla. Nuestra respuesta mostrará a Dios, si en verdad somos dignos de él, si lo merecemos o si por el contrario estamos lejos de su Reino. Todos los humanos, los pobres, los inválidos, los ciegos, y los cojos, como lo resalta la parábola, tienen derecho al banquete del Reino, el privilegio no es para unos pocos, Dios se fija en todos, y extiende su invitación. ¿Nos consideramos dignos para ser invitados al banquete del Señor? Súplicas: R/ Venga a nosotros tu Reino Señor.
Que tu invitación al banquete del Reino, llegue a todos los confines de la tierra, para que todos podamos responder. Para que tanto los hombres de buena voluntad como los que no han oído hablar de ti, participen en tu banquete de amor. Colma de amor, a quienes te buscan en el banquete de la Eucaristía, para que en ella encuentren un verdadero signo del Reino. Abre los corazones que se resisten a escuchar tus palabras de vida eterna, para que también ellos disfruten de los bienes de tu Reino.
Oración. A ti me acerco ¡oh Jesús! Tú eres el camino: que yo quiero seguir, guardando tus mandamientos, tus consejos, y ejemplos. Quiero caminar a tu lado por el
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camino de la obediencia, de la renuncia y del sacrificio, que conduce al cielo cerca de Ti. ¡Oh Jesús! Tú eres la verdad: eres la verdadera luz que ilumina a toda persona que viene a este mundo. Yo creo en ti, creo en tu Evangelio, y quiero conocerte para amarte. También quiero darte a conocer para hacerte amar. ¡Oh Jesús, eres la Vida por tu gracia santifícame! Eres la Vida de los creyentes por tus palabras que son “Palabras de Vida eterna”. Por tu Eucaristía, “Pan vivo bajado del cielo”. Por tu corazón hogar de Vida para las almas y para los pueblos. Creo con todo mi corazón en tus palabras. Tengo hambre del Pan vivo de la Eucaristía. Abro plenamente mi corazón a las efusiones vivificadoras de tu corazón, y me uno íntimamente a todas sus intenciones. Que este corazón divino reine sin excepción en los hijos de la Iglesia y en el mundo entero. Amén.
Día 15. La Eucaristía signo de libertad
En la celebración de la pascua judía, se abrió una esperanza de liberación para el pueblo de Israel. De hecho, cada vez que los israelitas celebran este acontecimiento, recuerdan el paso liberador de Dios. Los cristianos, en la Eucaristía experimentan el misterio salvador de Jesús, su muerte y su resurrección, son prenda de vida eterna. La Eucaristía signo de liberación, permite beber en sus fuentes, saborear la dulzura del amor que libera y encender el corazón en la caridad de Cristo. Porque la liberación de Cristo se da, una vez para siempre, “su morir es un morir al pecado” y su resurrección es la vida auténtica para el espíritu. En la Eucaristía, la pasión, muerte y resurrección de Cristo, tienen un sentido liberador, porque en él encontramos la liberación de la esclavitud del pecado y de la muerte y nos encaminamos hacia la vida verdadera. Súplicas R/. Tú, Señor, eres nuestra liberación.
Para que descubramos que sólo en la Eucaristía, se encuentra nuestra liberación y perfecta glorificación. Para que recordemos que en tu mandamiento de amarnos los unos a los otros, está la síntesis de todos los mandamientos. Para que sintamos tu paso liberador por nuestras vidas cada vez que nos acercamos a la Eucaristía. Para que frecuentemos la Eucaristía, como el sacramento liberador que nos acerca al banquete del reino.
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Oración Señor Jesús, te adoro, y te doy gracias por la infinita caridad que te ha movido a hacerte hombre por mí, a nacer en un establo, a vivir en un taller, a padecer hambre, sed, calor, frío, penas, trabajos, desprecios, persecuciones, azotes, espinas, y muerte en el leño de la Cruz. Te doy gracias con toda la Iglesia por la caridad infinita con que instituiste el Santo Sacramento del altar para alimentarnos y crecer en tu amor. Te adoro en todas las Hostias consagradas del mundo. Y te doy también gracias por los que aún no te conocen ni te dan gracias. Quisiera poder dar mi vida para hacer que de todos seas conocido, amado y honrado en este Sacramento de amor, y para impedir las irreverencias y los sacrilegios que se cometen ante tu altar. Jesús mío, te amo, y deseo amarte y recibirte con el amor, la pureza y los sentimientos de tu santa Madre, y con el amor y perfección de tu puro Corazón. ¡Oh Jesús, produce en mí, cuando te reciba en la santa comunión, los efectos que te mueven a darte a toda la humanidad y has que muera antes que recibirte indignamente.
Día 16. La Eucaristía, signo de paz.
En la Eucaristía Jesús ora por nosotros al Padre, con estas palabras, recogidas por el evangelista Juan, en su plegaria al Padre, dice: “Yo les he dado tu mensaje y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los defiendas del maligno. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos mediante la verdad: tu palabra es verdad. Así como tú me has enviado al mundo, así yo también los envío al mundo. Por ellos ofrezco el sacrificio, para que también ellos sean consagrados en la verdad”. Esta oración, brota del corazón y de la vida misma de Jesús. En ella, se expresa el Hijo ante el Padre, en súplica permanente por los suyos, los más cercanos, los que trabajan en la construcción del reino. Así pues, Jesús desde la Eucaristía, repite insistentemente esta oración sacerdotal al Padre, porque él cumple su promesa de estar con nosotros todos los días, hasta la consumación de los siglos. Su plegaria sobrepasa el tiempo y el espacio y llega fresca hasta nuestros días, con la misma fuerza de su presencia en la última Cena. Jesús también ora por los que se acercan a él y lo reconocen como Señor. Su oración tiene sabor de unidad, ingrediente indispensable para mostrar al mundo que somos enviados, e hijos de un solo Dios.
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Súplicas R/ Afiánzanos Señor en la unidad.
Irradia en nuestros corazones el amor que le profesas al Padre, para que vivamos de cerca tu mandato de fraternidad y unidad. Conságranos día a día desde tu sacramento de amor, para que seamos del Padre por el vínculo que tu estableces entre él y nosotros. Descúbrenos tu amor, con la pedagogía que tu corazón te inspire, para que seamos receptivos a tu influjo permanente en nuestras vidas. Que tu verdad, se afiance en nuestro medio, para que entendamos que de ti procede la verdad que nos une a los hombres entre sí, y con el Padre.
Oración. Tu plegaria sacerdotal Señor, recoja nuestras súplicas, preséntalas al Padre, para que él a su vez nos haga dignos de seguirte y pertenecerte. Que la unidad, sea el sello distintivo que nos identifique para que el mundo descubra que tu nos enviaste. Destruye entre nosotros todo sentimiento contrario que desdibuja tu plan de unidad y de paz y que el amor que el Padre depositó en ti, esté también en nosotros. Amén.
Día 17. La Eucaristía obra de Dios.
Jesús en el evangelio, hizo énfasis sobre la obra de Dios. Invitó a trabajar en ella, pero resaltó que: “la obra de Dios, es creer en aquel que Dios ha enviado”. Estas palabras confundieron a sus oyentes, y Jesús empezó a explicarles todo lo relacionado con el Pan de Vida. La Eucaristía es la obra de Dios, porque en ella Él se da como pan bajado del cielo a quienes creen en él, ésta es la condición: creer en él. Y el que crea en él “tiene vida eterna”. Esta es la obra de Dios, según la propone el mismo Jesús. En la Eucaristía, la obra de Dios, resplandece con luz propia, se hace transparente para los verdaderos adoradores, quienes sirven a Dios en espíritu y en verdad. Su presencia, capta la atención de quienes lo buscan para reverenciarlo. De hecho Jesús, con su inagotable manantial de gracias procura para Dios seguidores que trabajen para su reino. El único requisito es creer en él. Súplicas R/ En ti confiamos Señor nuestras vidas.
Te encomendamos a los niños, jóvenes y a quienes te reciben por primera vez, para que se unan a la obra de Dios desde la fe y el amor.
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Bendice a quienes te adoran en todos los sagrarios del mundo para que te descubran como el pan vivo bajado del cielo, alimento verdadero para el espíritu. Acoge a quienes desconocen tu obra, a quienes la rechazan, ellos también merecen conocerte y participar de tu reino. Atráelos a tu corazón. Colma de paz a cuantos te buscan en el sacramento de la Eucaristía, y aumenta en ellos el amor hacia ti.
Oración Haz, Señor, que tu luz divina, brille en el alma de los pecadores y conviértelos a tu amor. Colma de respeto y de amor a tu Iglesia santa, otórgale las luces y las virtudes que les son necesarias para que cumpla tu misión salvadora en la tierra. Escucha nuestras súplicas Señor, y que el Sacramento de la Eucaristía sea para nosotros y para los fieles de todo el orbe, fuente de bendiciones y de gracias en el tiempo y en la eternidad. Amén.
Día 18. La Eucaristía en el discurso de Jesús
Después del discurso sobre el pan de vida, Jesús, reconoció entre sus seguidores a algunos que no creían en él, estaban desconcertados, porque sabían que ese lenguaje era duro de entender. Y les dijo: “hay entre ustedes algunos que no creen. Luego interpeló a los discípulos diciendo: ustedes también quieren marcharse? Los discípulos aunque no entendían bien sus palabras sobre el discurso del pan de vida le respondieron: “Señor, a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna... Una respuesta alentadora para Jesús, que se daba enteramente a sus amigos cercanos, en sus palabras y como Sacramento, para ser alimento del espíritu. El discurso sobre la Eucaristía, deja ver a Jesús, interesado por su gente, entregado totalmente hasta las últimas consecuencias. El discurso sobre la Eucaristía, lo pronuncia Jesús con simplicidad: “mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida” y agrega: “el que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él”. La promesa se cumple y Jesús sigue presente en la vida de los hombres, recordándonos que cada vez que lo recibimos, tendremos vida eterna. Súplicas R/ Te bendecimos y en ti confiamos Señor.
Para que entendamos tu discurso sobre el pan de vida y lo asimilemos desde la fe y la confianza en ti
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Descúbrenos las gracias que brotan de tu sacramento, para que te adoremos insistentemente. Habita siempre en los corazones de todos los que te frecuentan en la Eucaristía para que sus vidas se transformen desde el amor y la confianza mutua. Purifica nuestros corazones para que no se rompa el contacto contigo en la Sagrada Comunión.
Oración En esta hora feliz, mantenemos la esperanza de conseguir de tu corazón el perdón de nuestros pecados y la perseverancia final. Has que te bendigamos eternamente y que unamos siempre nuestras súplicas a las de tu Hijo Jesús. Te rogamos nos concedas también todas las virtudes y los auxilios eficaces para procurar en todo nuestra santificación. Amén.
Día 19. La Eucaristía: fortaleza cotidiana. “En el mundo tendrán luchas, pero tengan valor: yo he vencido al mundo”. Son palabras del mismo Jesús, quien se muestra, como el Hijo predilecto de Dios, capaz de superar las pruebas de la vida. En la Eucaristía se han nutrido las almas de los santos, de su fuente han bebido la gracia que mana del corazón eucarístico de Jesús. La Eucaristía, descubre en su divinidad la más sublime gracia que bendice y enaltece la realidad cotidiana de los hombres. De ella dimanan las bondades de Dios, que ayudan a soportar la desesperanza, el pesimismo, la intolerancia y la violencia, reinantes en nuestro país. Este Sacramento, es fuente inagotable de gracia, que fortalece y dinamiza la vida de cada persona. La colma de vida, de verdad y de paz. De ahí la importancia de nutrir la vida con la Sagrada Comunión. Frecuentar la Eucaristía, entrar en contacto con este sacramento, darle el espacio a Jesús en la vida y en el interior de cada uno, es una manera sencilla de abrirle paso al amor en la vivencia cotidiana. Por tanto, la frase de Jesús a Santa Margarita, cabe tenerla siempre presente: “cuida tú de mis cosas que yo cuidaré de las tuyas”. Aquí Jesús, hace especial énfasis en el abandono total a su corazón y en el desapego de todo lo que puede alejar a la persona de su interés primordial. Súplicas R/. Bendice, Señor, nuestra vida diaria
Para que desde que despunta el día hasta el anochecer, nuestro corazón esté fijo en el tuyo, sin distraerse en pequeñeces, ni alejarse de la verdad.
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Para que sepamos llevar pacientemente nuestras cargas y las de nuestros semejantes, a través de la tolerancia, el respeto y la fraternidad. Para que nos afiancemos en la fidelidad y en el amor a ti y a nuestros hermanos, de tal manera que juntos edifiquemos un mundo de solidaridad y de paz. Para que todos los hombres te descubran en tu Sacramento de amor, y que se nutran de tu bondad, y así te reflejen a su alrededor.
Oración. Padre bueno, hazte presente en nuestro acontecer cotidiano, para que logremos descubrir tu rostro en cada hombre necesitado, que podamos extender tu misericordia a nuestro alrededor con obras de caridad hacia quienes padecen, hambre, sed, frío, o desesperanza. Colma nuestros corazones de fraternidad para contagiar a otros de Ti. Amén. Día 20. La Eucaristía, momento sublime. Dios descubre su amor hacia nosotros, en su Hijo Jesús, presente en el Sacramento del altar, oculto en los velos eucarísticos, real y cercano para nuestra fe. Donde, el hombre realiza el encuentro más sublime con Jesús Sacramentado, cada vez que lo recibe amorosamente bajo las especies del Pan y del Vino. En ese momento, se unen la divinidad de Jesús con la fragilidad humana. La Eucaristía, tiene una magia envolvente, que atrae al hombre para que éste a su vez se deje seducir, de la misma manera que el profeta Jeremías: quien no podía resistirse a la seducción que Dios ejercía sobre él. “Me sedujiste Señor, y yo me dejé seducir por ti”, eran estas sus palabras, era este el sentir de un hombre enamorado de Dios. Con cuanta más razón podrán decir los adoradores de la Eucaristía: Nos es Imposible Señor, pasar de largo junto a ti. La seducción y atracción por este sacramento es sublime, porque abarca todo el ser en éxtasis de amor y adoración reverente y permanente. Alabanzas R/ Tan Cerca de Ti, tan cerca de mí, que hasta lo puedo tocar: Jesús está aquí.(cantado)
Porque atraes a los hombres desde tu presencia oculta en el altar, para que te adoren con intensidad y reverencia. Porque permaneces fiel, amoroso y cercano, siempre dispuesto a elevar la dignidad del hombre desde tu dignidad divina. Porque entiendes los altibajos espirituales que se dan en los corazones de tus adoradores, e insistes con fuerza para rescatar a los que el Padre te ha confiado.
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Porque tu pedagogía, salvadora es del todo nueva, atractiva y seductora para quien abre el corazón a tu influjo permanente.
Oración Señor, Jesús, siempre dispuesto a atraer a los hombres para que beban de la fuente de la salvación que brota de tu corazón abierto al perdón, a recibir y a abrazar a quienes te buscan con sincero corazón. Atrae bondadosamente a quienes se resisten a buscarte, a amarte y a seguirte, para que cada día crezca el número de personas que te adoren en espíritu y en verdad, para que los violentos hagan a un lado las armas, y los campesinos desplazados regresen a sus parcelas, de esta manera, se instaure tu reino de paz a nuestro paso. Escucha nuestras súplicas y bendícenos. Amén. Día 21. La Eucaristía: resplandor de fidelidad La mejor constante del amor de Dios en nuestras vidas es su fidelidad a sus promesas. Dios es siempre fiel y perfecto, hace real su alianza de permanecer con nosotros hasta el final de los tiempos, a través de la Eucaristía, en ella resplandece su misericordia hacia la humanidad. Y esta promesa nos llega a través de la historia en el testimonio de hombres y mujeres que han mantenido su lealtad a Dios. La fidelidad a Dios, está presente desde Abrahán, hasta los profetas, los apóstoles y los santos. De ahí la importancia de saber corresponderle con un sí real en la alabanza y, en la oración silenciosa y agradecida. La Eucaristía, permite vivir a plenitud esta fidelidad, si se mantiene encendida la luz de la fe, de ese celo permanente por Dios, como lo vivió el profeta Elías, quien ardía en amor por Dios. La Eucaristía, transparenta esta fidelidad, la fortalece y la nutre con su influjo de gracia permanente. En Jesús, los hombres encuentran la respuesta de fidelidad absoluta, al Padre y a sus seguidores. Por eso, al encontrarse de cerca con este sacramento es imposible volver a trás o dejarlo de lado. Porque su reflejo fiel, llega también a nuestros corazones inseguros. Súplicas R/ Que nuestra fidelidad se refleje a nuestro paso, Señor.
Para que tu Iglesia, se mantenga fiel y leal a tu Palabra, y procure ganar espacio en medio de esta sociedad cada vez más secularizada y alejada de ti. Para que los religiosos y religiosas y todos los consagrados a tu servicio, logren identificarse contigo desde la fidelidad a sus compromisos. Para que los seglares, te abran espacio preferencial en sus vidas y te sean fieles cristianos comprometidos con el Evangelio.
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Para que la vocación a tu servicio se haga viva en el corazón de los jóvenes y así te puedan dar un sí fiel y decisivo.
Oración. Padre fiel, que te revelas a quienes te buscan con sincero corazón, concédenos tu Espíritu Santo, para que obre en cada uno de nosotros el cambio que tú esperas, de tal manera que cada día nos parezcamos más a tu Hijo Jesucristo nuestro Señor, que contigo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén. Día 22. La Eucaristía y la esperanza En palabras de Jesús, escuchamos esta frase: “en el mundo tendrán luchas, pero tengan valor, yo he vencido al mundo”. Desde su oración silenciosa al Padre en el Huerto de los Olivos, hasta su resurrección, Jesús se constituye en esperanza para los cristianos, su vida pública así lo demuestra. De la misma manera Jesús quiere ser el eterno presente para los hombres. En la Eucaristía, se constituye en la esperanza que aviva y se acrecienta la fe en cada uno de nosotros, pues las promesas futuras encuentran eco en él. La Eucaristía, es el memorial de la Pascua del Señor, y la anticipación de la gloria celestial. Por eso la Iglesia dice en sus plegarias: “Oh Sagrado Banquete en que Cristo es nuestra comida; se celebra el Memorial de su pasión; el alma se llena de gracia y se nos da la prenda de la gloria futura”. Así pues, cada vez que celebramos la Eucaristía se recuerda “al que viene”, porque la Eucaristía es prenda futura de nuestra salvación. La esperanza se mantiene en nosotros, mientras aguardamos la gloriosa venida de nuestro Señor Jesucristo. Porque la Eucaristía “realiza la obra de nuestra redención” y así, partimos de un mismo pan que es remedio de inmortalidad y signo seguro para vivir en Jesucristo para siempre”. Alabanzas R/. Te adoro, con rendimiento, del cielo vivo pan(bis) cantado
Porque tu presencia en la Eucaristía, nos hace desear la vida eterna y nos une desde ahora a la gloria del cielo. Por que eres prenda segura de esta gran esperanza cristiana en la que se realiza la obra de nuestra redención. Porque, mientras esperamos tu gloriosa venida, tu presencia fortalece nuestras almas contigo Pan de ángeles. Porque, eres el sagrado banquete, en el que el alma se llena de gracia y se nos da la prenda de la gloria futura.
Oración
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Creador y Señor mío, tu bondad me animó a conversar contigo. Tu misericordia hace que desaparezca el abismo que separa al Creador de la criatura. Hablar contigo, oh Señor, es el deleite de mi corazón. En ti encuentro todo lo que mi corazón puede desear. Aquí tu luz ilumina mi mente permitiéndole conocerte a ti cada vez más profundamente. Aquí torrentes de gracias fluyen sobre mi corazón, aquí mi alma obtiene la vida eterna. Oh creador y Señor mío, además de ofrecerme estos dones, tú mismo te entregas a mí y te unes íntimamente a tu criatura miserable. Amén. (Beata Sor Faustina)
Día 23. La Eucaristía, presencia de amor. En la Eucaristía, Cristo permanece en medio de nosotros por su amor sin límites, llevado hasta las últimas consecuencias. En el sacramento de la Comunión, Jesús, está presente bajo las especies de pan y del vino y, es precisamente en ella, donde la perfección de la vida espiritual encuentra su mayor plenitud. Cristo se hace presente a los hombres, en su unidad y hace que lo acojamos con el mismo amor que brota de él. El episodio, del encuentro de Jesús con los discípulos de Emaús, manifiesta cómo éstos, lo descubrieron al partir el pan. Allí, se realizó una verdadera presencia de amor, pues mientras estaba Jesús sentado en la mesa: “tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. En ese momento se les abrieron los ojos y lo reconocieron”. Delante de la Eucaristía, es preciso hacer un acto de fe para que se abran nuestros ojos y puedan descubrir la fuerza viva que brota de este sublime sacramento. Conviene reconocerlo y correr a anunciarlo. Vale la pena que el corazón arda de gozo en su presencia, que tanto sus palabras como su Eucaristía nos despierten y hagan reaccionar. Que nuestros ojos se abran y lo descubran con su luz maravillosa, con la transparencia de amor que brota de su corazón. Súplicas R/. Te conocimos Señor, al partir el pan, tú nos conoces Señor, al partir el pan (cantado)
Para que te hagas compañero de camino, y nos enseñes las escrituras, de tal manera que podamos entender los misterios de tu amor. Para que nos sentemos a la mesa contigo, y podamos descubrirte al partir el pan. Así podremos dar testimonio de tu amor. Para que nuestros ojos se abran, y reconozcan con viva fe tu presencia siempre abierta y dispuesta a despejar toda duda. Para que sintamos arder nuestro corazón, cada vez que nos hablas en las escrituras y podamos hacerlas vida con nuestras obras de caridad.
Oración.
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Se tú Señor, nuestro compañero de camino, déjanos pasar el día en tu compañía para resistir la tentación, y que al final de la tarde nos sentemos a la mesa contigo, y partamos el pan de tu Eucaristía, que nos une como hermanos tuyos. Oh Cristo, tengo mi mayor deleite cuando veo que tú eres amado, que resuenan tu honor y gloria y especialmente la alabanza a tu misericordia. Oh Cristo, hasta el último instante de mi vida no dejaré de glorificar tu bondad y misericordia. Con cada latido de mi corazón glorifico tu misericordia. Deseo transformarme por completo en un himno de tu adoración. Cuando me encuentre en mi lecho de muerte, que el último latido de mi corazón sea un himno amoroso de alabanza a tu insondable misericordia. ( Beata Sor Faustina)
Día 24. La Eucaristía compendio de la obra salvadora de Jesús “La Eucaristía es la extensión de la Encarnación y Jesucristo se encarna en nosotros y nos diviniza al hacerse manjar del hombre”. También este sacramento es el memorial de la Natividad que tuvo lugar en Belén. Las palabras de Jesús sobre el Pan vivo bajado del cielo, cobran sentido para los hombres, en Belén. En un pesebre lo adoraron los pastores y los ángeles y hoy la Iglesia sigue renovando este nacimiento de Jesús a través de la consagración. La Eucaristía, resume en sí misma el memorial de la Epifanía, de la Visitación, de la Presentación, de la Transfiguración y de todos los misterios de la Vida de Jesús. Es también el memorial de la Última Cena del Señor y la Iglesia todos los días lo renueva en el altar, pronunciando las palabras consagratorias: “Este es mi cuerpo, esta es mi sangre.” Así mismo, como lo afirma Santo Tomás, la Eucaristía es el memorial de la Pasión del Señor, pues en el santo sacrificio de la misa se hace real el sacrificio de la Cruz. De la misma manera, es el memorial de la Resurrección, de la Ascensión, y de toda su vida pública. Es “la síntesis divina de Dios y de sus dones”. Por eso en la Eucaristía Él no se reserva nada, se da espléndido, con su amor y su fuerza. Momento de silencio, para la reflexión personal. Canto: sencillamente Dios Oración Padre de bondad, en tu obra de redención pensaste en llevar a cabo tu plan salvador de manera perfecta, y quisiste que la Eucaristía hiciera memoria del paso de tu Hijo por la tierra. Que esta síntesis divina del Santísimo
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Sacramento, colme nuestras vidas de amor y nos abra a la vida del cielo. Amén.
Día 25. Eucaristía, Pan de ángeles Dios se hizo hombre para acercarse al hombre a fin de que éste se comiera el Pan de los ángeles, el Señor de los ángeles se hizo carne. Los ángeles, invitaron a los pastores a adorar a Jesús recién nacido. Sus corazones sencillos descubrieron entre pajas al mismo Dios. Desde la humildad del pesebre, Dios nos muestra a Jesús, Pan de ángeles, que se da en alimento para los hombres de buena voluntad. Por eso, delante de este sacramento, se debe repetir con renovado fervor: gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que lo aman. Esta breve plegaria, contiene en sí misma, la grandeza de la relación de Dios con los hombres. Esta paz que ofrece Jesús en la Eucaristía, es la paz verdadera que el mundo y Colombia necesitan. Paz que significa: respeto por la dignidad y la vida de cada hombre, tolerancia a la hora de ver las diferencias entre hermanos y compasión por el dolor que padecen los desplazados, las madres, los niños inocentes blanco de la guerra, y los secuestrados privados de su libertad. Súplicas: R/ Concédenos tu paz, Señor.
Por el éxito de los diálogos de paz, para que cada una de las partes negociadoras lo hagan guiados por la luz del Espíritu Santo. Dios de bondad, atiende los ruegos de quienes están en cautiverio, privados de su libertad, secuestrados por grupos al margen de la ley. Padre bueno, colma de esperanza a los desplazados por la violencia, para que encuentren paz y respaldo a su paso. Dios de misericordia, atiende las necesidades de Colombia y protégela de los violentos que la atacan desde distintos frentes.
Oración Padre santo, colma de amor a tus hijos, dispersos por el mundo, que viven la desesperanza a causa de la violencia y el dolor. Cólmalos de paz y bienestar, que tu luz brille en cada uno con el fin de glorificar tu nombre en medio de las dificultades de la vida diaria.
Día 26. Abandono en la Eucaristía
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El abandono en la Eucaristía supone humildad y amor pleno a Jesús, pues Él nos da con largueza como lo demuestran sus propias palabras: ”Mi amor por ti es eterno, mi fidelidad hacia ti es eterna. Abandónate a mi todos los días y yo haré el resto. Implórame sin descanso. Estoy siempre ávido de oír tus oraciones. No me olvides nunca, yo jamás te olvido, y así, piensa en mi constantemente. ¡Si tan sólo supieras, cuán cerca estoy de ti! Trátame como a un Rey, y comprende bien cómo tú estabas desnudo y cómo yo cubrí tu desnudez con mis gracias. Date cuenta cómo yo, tu Rey, puse mi mirada en ti que eres nada, te he formado y te he levantado”. El lenguaje de Jesús es directo, veraz y elocuente, pone al descubierto su amor eterno hacia la humanidad, y pide a cambio corresponder en parte a su derroche de misericordia, espera fidelidad en el compromiso.
No podemos pasar de largo ante la mirada de amor de Jesús, porque él mismo es el Amor, por eso, espera de cada uno: abandono y reverencia, lealtad y compromiso y nos invita a demostrar indulgencia y misericordia a nuestro paso, con los menos favorecidos de la sociedad: los pobres, los desplazados, los civiles que son blanco de los grupos alzados en armas. Espera que nos conmueva la soledad y el dolor de los secuestrados privados de su libertad. El abandono en la Eucaristía, exige de nuestra parte mayor generosidad, a la hora de consagrarnos absolutamente a Él sin reservarnos nada. Canto: Padre en tus manos yo me pongo Peticiones. R/ En ti confiamos Señor.
Jesús dijo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. Señor, condúcenos hacia ti para que comprendamos la grandeza de tu amor. Jesús dijo: “Vengan a mi los que están cansados y agobiados que yo los aliviaré”. Enséñanos Señor, a cargar con tu yugo que es suave y con tu carga que es ligera, para encontrar nuestro sitio dentro de tu Iglesia. Jesús dijo: “El que viene a mí jamás volverá a sentir sed”. Sumérgenos Señor, en tu manantial de gracias para saciar nuestras almas sedientas de ti. Jesús dijo: “toquen y se les abrirá, pidan y se les dará, llamen y se les atenderá”. A ti te confiamos las necesidades más sentidas de nuestro país. Atiéndenos a todos.
Oración Señor, mi Dios, levanta mi alma de esta tiniebla hasta tu luz, encierra mi alma en tu Sagrado Corazón, alimenta mi alma con tu Palabra, unge mi alma para escuchar tu voz, infunde tu dulce perfume en mi ser, y vivifícala. Arrebata mi alma para deleitar tu Alma. Padre, embellece mí interior, destilando sobre mí,
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tu suave aroma. Preséntame a tu corte celestial, donde tienen su asiento todo los elegidos. Bendito sea tu nombre Señor, porque tu misericordia y tu amor se prolongan de edad en edad y para siempre. Amén.
Día 27. la Eucaristía signo de reconciliación. Jesús es el Sagrado Corazón más sensible que nunca y nos pide hacer la paz con Él, a través de la reconciliación con nosotros mismos y con nuestro prójimo. Las espinas que cercan su Sagrado Corazón se abren como una corona de flores, para abrazar a los hombres heridos por la violencia y el desamor. Por eso, conviene disponer nuestros sentidos y canalizar todas nuestras energías hacia él. Jesús nos pide ofrecerle el corazón y él a su vez nos atraerá al suyo para encontrarlo y permanecer siempre a su lado. Jesús es el corazón, que nos reconcilia con el Padre. Es el Rey Soberano de todo, que desciende hasta cada uno de nosotros que somos pecadores para buscarnos y atraernos a Él. En Jesús, está la fuente de la reconciliación y Él nos quiere unidos, en paz, viviendo en fraternidad, compartiendo desde nuestra pobreza, como hermanos de una misma familia, e hijos de un mismo Padre. Recordemos que el Padre, siempre vela por el bienestar de todos. De ahí que la Eucaristía es una invitación permanente a la reconciliación, al perdón, a dejar de lado el odio, la violencia, y el desamor. En Jesús está la fuente suprema del amor. Porque Él es Amor. Súplicas. R/ Sana, Señor, nuestros corazones
Entra Señor a nuestros corazones y abrázanos con tu perdón para que descubramos la grandeza de tu amor salvador. Que acojamos Señor, tu Reino como un niño, y te busquemos en la simplicidad del corazón para encontrarte allí. No permitas que te sigamos poniendo a prueba. Déjanos ver tu omnipotencia, escuchar tu voz y atender tu llamada. Atiende Señor, nuestra debilidad. Levántanos y llévanos sobre tus hombros como a la oveja perdida. Borra nuestros pecados con tu pureza y tu luz.
Oración. Señor, haznos volver de nuestro destierro, donde muchos nos hemos extraviado, y acude presuroso a nosotros. Con un soplo de tu aliento derriba el muro que nos separa de ti, y recuérdanos siempre tu amor. Tú eres quien más nos ama, y nuestra morada es tu Sagrado Corazón. Invítanos a la unidad del corazón y del alma, y permite que nos amemos los unos a los otros como Tú
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nos amas. Refréscanos la memoria, para recordar siempre tu amor. Infúndenos tu Espíritu Santo y bendícenos a cada uno de nosotros, depositando en nuestras frentes el soplo de tu Amor. Amén.
Día 28. La Eucaristía en la vida de los hombres Jesús, en la Eucaristía transforma la vida de los creyentes, los hace nuevos. Él mismo lo afirma, debemos ser: fuertes, atentos en el peligro, confiados los unos de los otros. Nos pide compartir abiertamente, generosamente. Además, espera que permanezcamos en su amor, porque fue él quien nos buscó, nos eligió, nos formó y nos transformó. Jesús encomendó a los suyos, una tarea específica, a fin de que vayamos y demos frutos. Siempre sostenidos de su mano, asistidos por su Espíritu Santo para poder perseverar aún en medio de la adversidad, sin descuidar su obra: “Hagan todo lo que puedan que Yo haré el resto. Pues él es la puerta y nadie entra en su Reino sin pasar primero por él. Esta tarea, debe cumplirse siendo: fieles al Evangelio, constantes en la lucha cotidiana, capaces de arriesgarlo todo por el todo. Como Él mismo lo hizo, dando su vida en rescate por todos. A ejemplo de los apóstoles estamos llamados a expresar el mensaje de Jesús con nuestras vidas, testimoniando su nombre a todas las gentes. Súplicas R/ Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
“Vayan y cuenten lo que han visto y oído”. Ayúdanos Señor a ser testigos de tu Palabra y a trabajar por extender tu reino. “La mies es abundante y los obreros pocos, rueguen al dueño de la mies que envíe obreros a su Reino”. Envíanos Señor, a predicar en tu nombre, a proclamar tus maravillas a toda la creación. Jesús dijo a sus apóstoles: “Vengan y los haré pescadores de hombres”. Invítanos también a nosotros a predicar tu Evangelio a todas las naciones de la tierra. “Y ellos dejándolo todo lo siguieron”. Despójanos de todo lo que nos impide seguirte, y despierta nuestros corazones para escuchar siempre tu voz.
Oración. Acércanos a ti Señor e infunde en nuestros corazones la luz de tu Santo Espíritu para que demos testimonio de tu nombre en toda la tierra. Reanima nuestras vidas para que vivan para ti, y podamos pertenecerte en el tiempo y en la eternidad. Amén.
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Día 29. La Eucaristía: presencia real de Jesús Jesús desde la Eucaristía, nos pide sentir su presencia, porque Él está en medio de nosotros, recordándonos siempre que nos ama. Él nos escogió y nos envió para amar, y espera que este amor sea el emblema de sus discípulos a fin de dar testimonio como hijos de Dios. En la Eucaristía esta presencia de amor, se hace más atrayente, porque Jesús desea reunirnos a todos los hombres en un solo rebaño: “que será llevado y guiado por un solo Pastor”. Jesús, desea ser adorado en “espíritu y en verdad, y no con palabras muertas. Nos pide que aprendamos a orar con el corazón. Orar, por toda la Iglesia, porque todos: formamos un solo cuerpo en Jesús. La presencia de Jesús en la Eucaristía, transmite la misma energía que curaba y sanaba a los enfermos de su época. Mateo, de pronto sintió su mirada y lo siguió, la Magdalena se postró a sus pies y lo adoró, la mujer Cananea sólo deseaba tocar la orla de su vestido. Los niños, lo rodeaban para estar cerca y poder experimentar su ternura. Juan el discípulo amado recostó su cabeza sobre el pecho del Maestro para sentir el amor ardiente del Corazón de Jesús. Es así como debemos preguntarnos: ¿Qué esperamos encontrar en Jesús? ¿Por qué lo buscamos? Súplicas. R/ Tan cerca de ti, tan cerca de mí que hasta lo puedo tocar: Jesús está aquí (canto)
Jesús dice: “Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos”. Permite que descubramos Señor tu presencia entre nosotros y alabemos tu nombre. Jesús dijo a la Samaritana: “Los verdaderos adoradores adoran a Dios en espíritu y en verdad”. Que descubramos tu presencia siempre que nos acerquemos a tu altar y que sintamos tu amor. Jesús dijo: “Mi Padre que ve en lo secreto los escuchará”. Haz Señor, que oremos contigo sin desfallecer y así logremos asimilar tu presencia en el mundo. Jesús dijo: “Oren para resistir las tentaciones”. Señor, que aprendamos a orar siempre, aún en medio de la desolación y que descubramos tu presencia diligente y amorosa.
Oración. Permítenos Señor vivir en ti, que estemos siempre preparados para encontrarte, porque sabemos que estás en medio de nosotros. Estamos alegres y nos regocijamos contigo. Que tu plan Señor, se haga vida en nosotros y alcance su realización. Transforma nuestros cuerpos en una copia de tu imagen para que a través de ti logremos ser un solo Cuerpo, puro y santo. Únenos a ti para tu gloria de tal manera que estemos siempre en ti. Haz
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que nos ayudemos los unos a los otros y así cumplamos tus mandamientos en especial el del amor a ti y al prójimo. Amén. Día 30. La Eucaristía, amor sin límites El mismo Jesús nos dice desde la Eucaristía: “ningún hombre tiene un amor más grande hacia ustedes como el mío”. Alcemos los ojos hacia él, que viene a nosotros día a día a pedirnos una respuesta de amor. Jesús, tiende las manos hacia cada uno de nosotros día y noche y desde la Eucaristía nos repite: “Cuándo vendrás a mí? Cuándo escucharé tu respuesta? Encontrará Jesús una respuesta en nuestro desierto? O seguiremos en silencio? Escuchemos pues a Jesús, atentamente sin vacilar, y prestemos atención a su llamado que espera de nosotros una respuesta. Jesús nos pide tener valor, vencer los temores pues él nos ayudará, nos renovará con su Espíritu, nos llena de esperanza y nos mantiene firmes. También, nos da su luz para que despertemos a su amor. En el caso de nuestro país, el amor se hace cada vez más escaso, menos posible, en ambientes donde prima el odio, la sed de venganza, la lucha entre hermanos, las divisiones en las familias y la corrupción en la sociedad. Jesús, motivó a la primera comunidad cristiana a vivir en armonía, a recobrar los espacios propios, estas exigencias cobran fuerza en nuestro medio y el mismo Maestro, nos motiva a dar testimonio de su amor hasta las últimas consecuencias Peticiones R/ abre nuestros corazones a ti, Señor.
Muéstrate Señor a nosotros y enséñanos tu santa presencia, para que nos llenes de tu amor y podamos irradiarlo a nuestro alrededor. Recuérdanos siempre tus preceptos, en especial el del amor a ti y a nuestro prójimo, para que amando te glorifiquemos siempre. Haz Señor, que te busquemos día a día en la paz de tu santuario y así renovados con tu amor, demos testimonio en medio de los hombre que te rechazan porque no te conocen. Enséñanos a confiar en ti, para que apoyados en tu amor amemos a nuestros enemigos y así todos juntos edifiquemos la paz en medio de la guerra que rodea al mundo.
Oración “Tarde te he amado, Oh Hermosura siempre antigua y siempre nueva, ¡cuán tarde te he amado! Tú estabas dentro de mí, pero yo estaba fuera y de fuera yo te buscaba. En mi extravío, yo buscaba las cosas deliciosas que Tú has
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creado. Tú estabas conmigo pero yo no estaba Contigo. Las cosas terrenas me alejaban de Ti, ellas que si no estuvieran en Ti no existirían. Tú has llamado, Tú has clamado y has abierto mi sordera. Tú has exhalado Tu perfume sobre mí. Yo lo he respirado a plenos pulmones y ahora yo suspiro por Ti. Yo te he gustado, ahora tengo más hambre y más sed. Tú me has tocado y yo he buscado Tu paz ardientemente” (San Agustín, Confesiones, libroX.27-28)
día 31. La Eucaristía: presencia de la Misericordia. En su gran amor por nosotros, nuestro Señor nos dio un gran milagro de misericordia: el sacramento de la Eucaristía. La resurrección de Cristo a la gloria no fue la razón decisiva para la Encarnación, cuando Dios se hizo hombre. La Encarnación ansiaba que Jesús se quedara con nosotros hasta el fin de los tiempos en la Eucaristía. Por este milagro, el más grande de su amor, Jesús permanece con nosotros bajo la forma de Pan y Vino, no solamente para nuestro alimento espiritual, sino también para que nosotros le hagamos compañía a Él. En la Eucaristía, Cristo está totalmente presente, tal y como está en el cielo. “La Eucaristía contiene en una variedad de milagros, todas las realidades sobrenaturales”. Ella es, esa fuente de todas las gracias, de donde los demás sacramentos emanan. En la Eucaristía están unificadas todas las gracias celestiales como en una fuente, porque “contiene de una manera admirable, al autor de todos los sacramentos, a Cristo Señor, de quien como de su fuente procede todo lo que hay de bueno y perfecto en los demás sacramentos.” Alabanzas a la Divina Misericordia Misericordia Divina, que brota del seno del Padre, , en ti confío Misericordia Divina, supremo atributo de Dios, en ti confío Misericordia Divina, misterio incomprensible, en ti confío Misericordia Divina, fuente que brota del misterio de la Santísima Trinidad, en ti confío Misericordia Divina, insondable para todo entendimiento humano o angélico, en ti confío Misericordia Divina, de donde brotan toda vida y felicidad, en ti confío Misericordia Divina, más sublime que los cielos, en ti confío Misericordia Divina, fuente de milagros y maravillas, en ti confío Misericordia Divina, que abarca todo el universo, en ti confío Misericordia Divina, que baja al mundo en la Persona del Verbo Encarnado, en ti confío Misericordia Divina, que manó de la herida abierta del Corazón de Jesús, en ti confío Misericordia Divina, encerrada en el Corazón de Jesús para nosotros y especialmente para los pecadores, en ti confío Misericordia Divina, impenetrable en la institución de la Santa Hostia, en ti confío
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Misericordia Divina, en la institución de la Santa Iglesia, en ti confío Misericordia Divina, en el sacramento del Santo Bautismo, en ti confío Misericordia Divina, en nuestra justificación por Jesucristo, en ti confío Misericordia Divina, que nos acompaña durante toda la vida, en ti confío Misericordia Divina, que nos abraza especialmente a la hora de la muerte, en ti confío Misericordia Divina, que nos otorga la vida inmortal, en ti confío Misericordia Divina, que nos acompaña en cada momento de nuestra vida, en ti confío Misericordia Divina, que nos protege del fuego infernal, en ti confío Misericordia Divina, en la conversión de los pecadores empedernidos, en ti confío Misericordia Divina, asombro para los ángeles, incomprensible para los santos, en ti confío Misericordia Divina, insondable en todos los misterios de Dios, en ti confío Misericordia Divina, que nos rescata de toda miseria, en ti confío Misericordia Divina, fuente de nuestra felicidad y deleite, en ti confío Misericordia Divina, que de la nada nos llamó a la existencia, en ti confío Misericordia Divina, que abarca todas las obras de sus manos, en ti confío Misericordia Divina, corona de todas las obras de Dios, en ti confío Misericordia Divina, en la que estamos todos sumergidos, en ti confío Misericordia Divina, única esperanza de las almas desesperadas, en ti confío Misericordia Divina, remanso de corazones, paz ante el temor, en ti confío Misericordia Divina, gozo y éxtasis de las almas santas, en ti confío Misericordia Divina, que infunde esperanza perdida a toda esperanza, en ti confío Oración Oh Dios eterno, en quien la misericordia es infinita y el tesoro de compasión inagotable, vuelve a nosotros tu mirada bondadosa y aumenta tu misericordia en nosotros, para que en momentos difíciles no nos desesperemos ni nos desalentemos, sino que, con gran confianza, nos sometamos a tu santa voluntad, que es el amor y la misericordia misma.
Capítulo II HORAS SANTAS EN HONOR AL SANTÍSIMO SACRAMENTO
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MODELO DE HORA SANTA Puede ser utilizada el Jueves santo o cualquier otro día con el santísimo expuesto
Monitor: Hermanos, hemos celebrado la Cena del Señor recordando la Institución de la Eucaristía y del Sacerdocio, y el Señor nos ha recordado una vez más el mandamiento nuevo del amor. Nos reunimos ahora para prolongar en meditación lo que hemos celebrado esta tarde. Renovaremos delante del Señor Sacramentado el memorial de su misterio de amor. Escucharemos sus palabras pronunciadas en la intimidad del cenáculo junto con sus discípulos, sus palabras que son su testamento. Esta tarde (noche) santa se respira silencio contemplativo, misterio y amor de un Dios-con-nosotros, el Emmanuel. Queremos dedicar este tiempo a estar junto a él, como discípulos, para escuchar, orar con él al Padre y darle gracias por el gran misterio de su Pascua. Canto Moderador: La siguiente oración debe recitarse sin prisas y pausadamente Padre santo, Nos has convocado esta tarde (noche) santa Junto a tu Hijo, hecho sacramento y misterio de amor, Para que, como los discípulos en el cenáculo, Escuchemos sus palabras y experimentemos su intimidad. El nos dio su Cuerpo destrozado y su Sangre derramada Como comida y bebida de salvación de todos, y nos dio también el mandamiento nuevo Para que, permaneciendo unidos a él, demos abundante fruto con nuestras obras buenas. Te pedimos, Padre que hagamos memoria de las Palabras de tu Hijo Con espíritu dócil y obediente; veneremos su presencia sacramental en medio de nosotros, Y nos comprometamos a una vida cristiana más santa, más conforme al Evangelio, Más testimoniada por nuestra fe y caridad, para que un día alcancemos la plenitud de la vida Y podamos contemplar su rostro sin velo alguno. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén. Monitor: En esta hora de silencio introduzcámonos en el Cenáculo y escuchemos las palabras que Jesús dirigió a sus apóstoles. Lector 1: Lectura del santo Evangelio según San Juan 13,31-33ª.34-35
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El monitor y la asamblea recitan muy despacio por tres veces la siguiente Antífona. “Os doy un mandamiento nuevo- dice el Señor: que os améis unos a otros, como yo os he amado” El moderador puede decir ahora unas breves palabras de comentario al texto leído. Canto Lector 2: Lectura del Santo Evangelio según San Juan 14, 1-12 Monitor y asamblea recitan muy despacio por tres veces la Antífona: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida,-dice el Señor: nadie va al Padre, sino por mí”. Canto Lector 3: Lectura del santo Evangelio según San Juan 14, 23-29 Monitor y asamblea recitan por tres veces la Antífona: “El que me ama, guardará mi palabra-dice el Señor: y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada. Breve comentario al texto. Puede ser dirigido por una persona o comunitariamente. Canto Lector 4: Lectura del Santo Evangelio según San Juan 15, 1-8 Monitor y asamblea: recitan muy despacio por tres veces la antífona Permaneced en mí, y yo en vosotros- dice el Señor-: El que permanece en mí da fruto abundante Canto Lector 5: Del santo Evangelio según San Juan 17, 11b-26 El moderador puede decir ahora unas breves palabras de comentario al texto. Canto Monitor: Hemos escuchado las palabras de Jesús en el Cenáculo en esta tarde (noche) de misterio de amor y de entrega. Terminemos esta Hora Santa delante de la presencia de Jesús Sacramentado dándole gracias por la Eucaristía y por este rato de oración y supliquémosle, que derrame su gracia a favor de la Iglesia y de todos los hombres. Moderador: Señor Jesús, tus palabras en el Cenáculo nos han conmovido y queremos darte gracias por ello. Gracias, por la institución de la Eucaristía. Gracias, por tu misterio Pascual que nos salva y redime. Gracias, por el mandamiento nuevo,
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Gracias, por ser el Emmanuel, Dios-con-nosotros, Gracias, por esta hora de oración ante tu presencia, Gracias, por escucharnos y renovar nuestra vida y sentimientos. Te pedimos ser adoradores en espíritu y en verdad, Te pedimos estrechar la comunión contigo y con los hermanos, Te pedimos servirte sirviendo a los necesitados y marginados, Te pedimos ser portadores de paz y justicia, Te pedimos ser constructores de un mundo más solidario, Te pedimos un corazón quebrantado y humillado, para recibir tu misericordia, Te pedimos la gracia de vivir el triduo Pascual con espíritu de recogimiento, Te pedimos por los que no creen en tu misterio pascual, Te pedimos por los que son indiferentes a tu amor. Señor Jesús, nuestro encuentro de oración contigo no termina aquí, Se prolonga en nuestro compromiso en la vida, Ayúdanos con tu gracia a serte fieles aquí en la tierra, Y poder contemplar tu rostro en el cielo. Tú que vives y reinas por los siglos de siglos. Amén Monitor: Recitemos todos juntos la Oración que nos enseñó Jesús diciendo: Padre nuestro... Canto de despedida.
Sugerencias para la adoración al Santísimo Sacramento del Altar 1. Santo, Santo, Santo es Jesucristo en el Santísimo Sacramento del Altar. Jesús, tú eres Santo y más que Santo. Silenciosamente te haces presente en un pequeño y sencillo pedazo de pan y estás frente a mí. Concédeme entender con el corazón, que tú estás vivo ahí y que es por mí. Dame Señor una fe viva que me haga consciente de tu presencia real en la Hostia Consagrada. Oh Jesús, concédeme en este momento la gracia de adorarte con todo mi ser: mi alma, mi espíritu y mi cuerpo. ¡Santos y Ángeles, vengan y adoren conmigo a Jesucristo, el Señor Resucitado que está en verdad ante mí! María, Madre del Salvador y Madre de todos nosotros, acompáñanos tú también. Tú me has invitado a adorar a Jesús en el Santísimo Sacramento y me has asegurado que no estaría solo, al encontrarme ante tu Hijo Resucitado. ¡Oh María, gracias por tu presencia! Como santo Tomás, yo quiero decir: ¡Señor mío y Dios mío! No te pido Jesús que extiendas ante mí tus manos y me muestres tus heridas. Yo creo que estás aquí, tú, verdaderamente vivo y realmente presente en cuerpo, alma y divinidad, con la plenitud de tu amor. Por eso me postro ante ti y guardo silencio...
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(contemplar un momento la grandeza de este misterio). 58,12.
Meditar el salmo
2. Jesús, eres mi Dios. Eres fuente de santidad, porque eres la santidad misma. Sólo a ti y a nadie más debo adorar. Por eso es que hago a un lado todas las cosas, personas y planes. Me despojo de cualquier otro pensamiento, para ocuparme tan solo de adorarte. Quiero que mi mente y mi corazón sean uno contigo. Con todo mi ser, me entrego enteramente a ti. Madre mía, me doy cuenta que soy indigno de adorar a Jesús. Gracias por acompañarme, porque no hay en el mundo persona más digna que tú de adorar y de amar a Jesús. Y es que tú eres su Madre, amorosa y fiel. María, por eso te entrego mi corazón, para que tú puedas adorar a Jesús en mí y conmigo. Madre, te consagro a mi familia, a mis seres queridos, a mis amigos, a mi comunidad, a mi pueblo y a mi Iglesia. Oh Madre, te amo intensamente y me ofrezco a ti. Por medio de tu amor, tu bondad y tu gracia, ¡Sálvame! Quiero pertenecerte por entero. Te amo infinitamente y quiero que tú me protejas. Desde el fondo de mi corazón te pido, Madre misericordiosa, que me prestes tu bondad, para que sea yo capaz de amar a mi prójimo como tú amaste a Jesús. Ayúdame a ser grato a tus ojos. Me pongo totalmente en tus manos y te pido que me acompañes en cada momento de mi vida. tú que eres la llena de gracia. Amén. Jesús, me he consagrado a tu Madre para poder pertenecerte a ti d forma más perfecta. Concédeme ser tuyo con María, como ella lo fue. Mira el amor que Ella te tiene y concédeme amarte cada día de mi vida. tal y como María te amó aquí en la tierra. Aparta de mi corazón toda soberbia, egoísmo y cualquier sentimiento que me impida adorarte profundamente. (permanece en silencio) . Meditar el salmo 104. ¡“Bendice alma mía al Señor, Dios mío que grande eres! Vestido de esplendor y majestad, Vestido de luz como un manto, Tú despliegas los cielos lo mismo que una tienda...
2. Jesús, tú me amaste hasta la muerte y más que eso. Naciste por mí, viviste por mí, moriste y resucitaste por mí. Al darte cuenta de que tu muerte te separaría de mí, supliste por amor tu ausencia, quedándote conmigo y por mí en el Santísimo Sacramento. ¡Bendito seas Jesús en este simple pedacito de pan que es la Hostia Consagrada! ¡Seas por siempre alabado Señor. Tú que eres el único digno de toda gloria y alabanza! ¡Bendigo y glorifico al Padre Celestial que te envío a dar tu vida a y por nosotros! Gloria y alabanza al Espíritu Santo que, por intercesión de María, clama en mí: ¡gloria y alabanza, por los siglos de los siglos!
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Señor, permíteme adorarte en todas las iglesias del mundo: ¡Bendito y alabado seas en toda Hostia consagrada! ¡Bendito y alabado seas en todas las comuniones, en las que me he encontrado contigo! Yo te glorifico y ensalzo, en reparación de cada uno de esos encuentros, en los cuales te recibí sin haber estado realmente consciente de que tú, el Dios vivo y verdadero, habías venido a mí. ¡Bendito seas Jesús, por cada momento que hasta ahora he pasado contigo y por todos los que viviré junto a ti en el futuro! ¡Bendito seas por aquellos que te reciben con fe, porque viven en el amor, inspirados por ti! Quiero glorificarte y pedirte perdón, por los que se oponen a ti y te persiguen. Quiero adorarte Señor y consolar el dolor que te causan aquellos que te reciben, sin darse cuenta de tu presencia amorosa en la Eucaristía. Perdónalos Jesús, porque al término de la Santa Misa salen a la calle y se comportan como si no te hubieran recibido. ¡Oh Señor, bendito y glorificado seas, porque estás vivo aquí ahora y porque has venido a traer tu amor y tu vida en abundancia a los que se acercan a ti! (permanecer en silencio y dejar que estas palabras resuenen en el interior de cada uno, puede recitarse el salmo 145. 3. Señor Jesús, permite que cada palabra que pronuncie durante esta oración, sea en unión con tu Espíritu Santo. No permitas que sean expresiones huecas. Inspírame para poder comprender tu Palabra, con la cual has querido atraerme completamente a ti. Tú dijiste que eras alimento para nuestro espíritu, para nuestra vida, para saciar toda hambre, pero primero y antes que nada, para suplir nuestra hambre de amor. Jesús, alimenta mi alma, ahora que te estoy adorando. “Ellos entonces dijeron: ¿Qué hemos de hacer para obrar las obras de Dios?” Jesús les respondió: “La obra de Dios es que crean en quien Él ha enviado”. Ellos entonces dijeron: “¿Qué señal haces para que viéndola creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: Pan del cielo les dio de comer.” Jesús les respondió: “En verdad les digo: No fue Moisés quien les dio el pan del cielo; es mi Padre el que les da el verdadero pan del cielo y la vida al mundo.” Entonces le dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan”. Les dijo Jesús: “Yo soy el pan de vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed.” (Jn. 6,30-35). Convencido por tu palabra, la cual se aplica también a mí, aquí estoy Jesús y te imploro: ¡dame de comer, dame de beber! Estoy hambriento y sediento. Nada podrá calmar mi hambre y mi sed, nada sino tú, porque todo es pasajero, todo es imperfecto. ¡Gracias porque tú eres la respuesta a todas mis necesidades y anhelos! Pausa de silencio... Jesús, aquí estoy de rodillas ante ti, en nombre de todos aquellos que tienen hambre y sed de verdad, de justicia, de amor y de reconciliación. Estoy de rodillas ante ti, en nombre de todos los que están sedientos y andan en busca de bebidas que embriagan y los conducen a la muerte y no a la vida. ¡Oh Pan de Vida Eterna, estoy de rodillas ante ti, en nombre de los que están en
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conflicto y hacen las guerras; de los que se odian y se persiguen unos a otros. De los que con celo se acechan mutuamente, a causa del pan terrenal! Jesús, revélate a ellos, tú que eres el Pan celestial de vida eterna. Haz que te encuentren y que sientan tu presencia, de tal manera que no continúen vagando por el mundo, siendo golpeados por el pecado y el mal. Jesús, tu que eres el maná del Padre para los viajantes que peregrinamos por el desierto de este mundo, atiende la oración que te ofrezco por todos aquellos que tienen hambre del pan terrenal; que trabajen y no reciben salario, porque son explotados por los más ricos y poderosos. Deja Señor, que mi corazón se postre ante ti y se sumerja en tu presencia. Haz que tu vida me absorba completamente, de tal manera que me llene de tu dulzura, para que pueda trasmitirla a todos aquellos que te buscan. ¡qué nunca más amargue yo la vida de nadie! Déjame ser pan de vida Contigo. Meditar el salmo 103,17-22) 4. Jesús, tu eres el pan celestial que da vida al mundo, el misterio incomprendido, el Verbo del Padre para todos nosotros. Me lleno de paz al estar Contigo y pienso ahora en otra de tus palabras: “Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y despreciará al otro. No pueden servir a Dios y al dinero. Por eso les digo: No anden preocupados por la vida, qué comerán, ni por el cuerpo, con que se vestirán. ¿No vale más la vida que el alimento y el cuerpo más que el vestido? Miren las aves del cielo; no siembran ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta...” (Mt. 6,24-34) Momento de silencio. ¡Bendito y alabado seas por siempre, Oh Señor mío, porque hablas con estas palabras! Sí, tú eres, mi amo y mi maestro, no tengo otro ni quiero tenerlo. No te alejes de mí, porque no deseo servir a nadie más que a ti. Ahora, en presencia tuya, me desprendo de todas mis preocupaciones, ansiedades, miedos y desconfianzas. Es difícil vivir atado y encadenado, pensativo y ansioso... Y tú me ofreces que viva, con tu amor, la libertad de las aves del cielo y la belleza de los lirios del campo... A causa de mis preocupaciones y planes, no tengo tiempo para mis familiares y amigos, mucho menos para ocuparme de otros. ¿Podría alguna otra persona ofrecerme una promesa mejor que la que tu me das, cuando me dices que tú te harás cargo de todo? ¡Oh Dios, tú quieres que yo sea como niño, desde que anochece hasta que amanece, viviendo alegre y sin preocupaciones de nada! Después de meditar tus palabras, me pregunto si será posible. Y sí, lo es porque tú Jesús así lo dices y yo sabré entenderlo, cuando tú lo seas todo y estés por encima de todo para mí. Oh Jesús, ¿Cómo no glorificarte, cómo no adorarte? No puedo sino orar a ti, día y noche. Ayúdame a entenderlo, de tal manera que tú lo seas todo para mí.
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Momento de silencio, meditar el salmo 22. 5. Jesús, tú dijiste que habías venido por los enfermos y los pecadores. Te doy gracias, porque en tu santidad, perdonaste todos los pecados y compartiste tu pan con los pecadores. Gracias porque no temiste las críticas de aquellos, que así mismos se consideraban justos, despreciando a otros por sus pecados e indignidad. Por tanto, ahora te pido que me perdones y me purifiques de todos mis pecados. Gracias Jesús, porque tú nos has llamado a todos los cristianos a actuar como tú: a amar incondicionalmente y sin esperar nada a cambio, de rodillas ante ti, hoy me decido a seguir tu camino y te pido que me consideres digno de orar, en tu nombre, por mi propia purificación y sanación. Aún más, te doy gracias, porque se que estás dispuesto a sanar a otros, a través de mi oración. te pido también Señor, que los invites a reanudar su amistad contigo. ¡Oh Jesús, quiero ser digno de ti! María, Madre de todo consuelo, acompáñame y ora conmigo, para que a partir de este momento, yo sea tan puro como la nieve y sea capaz de obrar en beneficio de aquellos, por quienes deseo interceder contigo ante tu Hijo Jesús. Meditar el salmo 103
1. HORA SANTA Con María en adoración Eucarística La Madre María Teresa Cardona Peláez, Religiosa Sierva del Santísimo y de la Caridad. Brinda su aporte al Manual Eucarístico con estas horas santas cuidadosamente preparadas por ella. Adoración y alabanza. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Guía: ¡Alabado sea el Santísimo Sacramento! Todos: ¡Sea por siempre bendito y alabado! Guía: Dios, Padre nuestro, en presencia de tu Hijo y Señor nuestro Jesucristo, a quien reconocemos y adoramos en el Santísimo Sacramento del altar e iluminados con la luz de tu Espíritu Santo, queremos alabar y bendecir tu Nombre. Te bendecimos, Dios Padre Todopoderoso, tú eres el Creador de todo cuanto existe; el universo entero es obra de tus manos: ¡Bendito y alabado sea tu Nombre, Señor! Todos: R/ ¡Bendito y alabado sea tu Nombre, Señor!
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Dios Padre Todopoderoso, tú juntamente con tu Hijo Unigénito, el Verbo Eterno, creaste todas las cosas con sabiduría y amor. Y a nosotros, a tu imagen y semejanza. ¡Bendito sea tu Nombre, Señor! Señor Dios nuestro, tú nos entregaste la tierra y todos sus recursos para que todos tuviéramos lo necesario para vivir y nos diste suficiente capacidad para producir el alimento de cada día. ¡Bendito sea tu Nombre, Señor! Señor Dios, Padre amoroso, tú quieres que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Y quieres que todos vayamos un día a compartir contigo tu propia vida en los gozos eternos de tu Reino. ¡Bendito sea tu Nombre, Señor! Padre Santo, tu amor hacia nosotros fue tan grande, que nos diste a tu Hijo único como redentor y Salvador. El se ha quedado presente en este Santísimo Sacramento del Altar para ser nuestro alimento, consuelo y fortaleza. ¡Bendito sea tu Nombre, Señor!
Guía: Con reverencia ante el Señor Sacramentado hagamos nuestro acto de adoración: Acto de adoración. Señor Jesús, que existías ya desde el principio junto al Padre y junto a Él creaste el Universo. Después de asumir la naturaleza humana, quisiste habitar entre nosotros y ahora estás aquí presente en este Santísimo Sacramento de la Eucaristía, recibe el humilde homenaje de nuestra adoración. Te reconocemos como al Hijo de Dios hecho hombre. Tú nuestro único Salvador, que nos ha redimido con tu obediencia al Padre, con tu muerte y resurrección. Tú nuestro Señor a quien debemos adhesión y obediencia. Tú, eres nuestro Maestro y nuestro Guía que nos conduce al Padre. Además, eres nuestro Amigo y nuestro Hermano. Esperamos un día poder compartir contigo el mismo Reino, la Vida Eterna, que Tú ganaste para nosotros. Gracias, Señor Jesús. Bendito sea tu Nombre, Señor. Todos: ¡Bendito sea tu Nombre, Señor! Canto: (escoger uno del cantoral) Guía: Al ofrecerte, Señor, estos momentos de adoración y alabanza en presencia de tu Hijo Jesús Sacramentado, reconocemos nuestra pequeñez, nuestra indignidad y nuestros pecados y te pedimos perdón por haberlos cometido. Hagamos un momento de silencio para reconocer nuestros pecados y pedir perdón a Dios.
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Reflexión en torno a María como modelo de los cristianos. Hoy vamos a recordar a la Santísima Virgen, Madre de Jesús y discípula de Cristo y esclava de Dios. María nos dice que la primera obra que Dios realizó en Ella fue mirarla: ”Porque miró la humillación de su esclava”... Las miradas de Dios son miradas portadoras de amor y María desde el primer momento se dejó amar por Dios: Un amor delicado que se adelanta a sus necesidades. Dios, no la anuló, sino que, con delicadeza, la llenó de encanto y de gracia. María dispuso el cántaro de su vida debajo de la fuente divina y se desbordó en corrientes de agua que saltan hasta la vida eterna y que transparentan la imagen de Dios. En su interior encontró la felicidad y el sentido de su existencia: “Escuchar la palabra de Dios y cumplirla”. Porque la verdadera felicidad brota del cumplimiento de la voluntad de Dios: “Hágase en mí según tu palabra”. María se nos presenta como modelo, como seguidora de su Hijo, Jesús, y como portadora del amor que Dios derramó sobre Ella. Estamos reunidos para celebrar las maravillas que ha realizado Dios en Santa María, a la que hizo su madre y nos la entregó como modelo de vida cristiana. Que la gracia, misericordia y paz de nuestro Dios esté con todos nosotros... Canto: ( escoger uno opcional del capítulo de cantos)
Oración a nuestra Señora del Tercer mundo. Hermana peregrina de los pobres de Yahvé, profetiza de los pobres libertados, Madre del Tercer Mundo, Madre de todos los hombres de este mundo único, porque eres la Madre de Dios hecho hombre. Con todos los que creen en Cristo y con todos aquellos que de algún modo buscan su Reino, te llamamos Madre, para que le hables por todos nosotros. Pídele, a El que se hizo pobre para comunicarnos las riquezas de su Amor, que tu Iglesia se despoje, sin evasiones, de toda otra riqueza. A El que murió en la cruz para salvar a todos los hombres, pídele que nosotros, sus discípulos, sepamos vivir y morir por la total liberación de nuestros hermanos. Pídele que nos devore el hambre y la sed de aquella justicia, que despoja y redime. A El que derribó el muro de la separación, pídele que todos los que llevamos el sello de su Nombre, busquemos de hecho, por encima de todo lo que divide, aquella unidad reclamada por El mismo en testamento, y que sólo es posible en la libertad de los hijos de Dios.
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Pídele, a El que vive resucitado junto al Padre, que nos comunique la fuerza jubilosa de su Espíritu, para que sepamos vencer el egoísmo, la rutina y el miedo. Mujer campesina y obrera, nacida en una colonia y martirizada por el legalismo y la hipocresía: enséñanos a leer sinceramente el Evangelio de Jesús y a traducirlo en la vida con todas sus consecuencias, en el espíritu radical de las bienaventuranzas y en el riesgo total de aquel Amor que sabe dar la vida por los que ama. Por Jesucristo tu Hijo, El Hijo de Dios nuestro Hermano. Peticiones. R/ Escucha, Padre de Bondad. -
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Para que el Señor nos otorgue la firmeza de la fe, la alegría de la esperanza, el fervor de la caridad y el gozo de la unidad. Roguemos al Señor. Para que todos como hijos de Dios, revestidos con sentimientos de misericordia y bondad, de humildad y comprensión, nos amemos los unos a los otros con caridad fraterna. Roguemos al Señor. Para que Dios nos llene de los dones de su Espíritu y nos conduzca a la santidad. Roguemos al Señor.
Por los gobernante y por todos los que tienen responsabilidad en el gobierno de las naciones: -
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Para que fomenten siempre la paz, la libertad, la justicia y el progreso. Roguemos al Señor. Para que se aleje de los pueblos, la violencia, el hambre, las calamidades, los desplazados y la guerra. Roguemos al Señor. Para que los funcionarios y servidores públicos cumplan sus deberes con justicia y eficiencia, respetando a cada persona, con espíritu de servicio y eviten la corrupción. Roguemos al Señor. Por los necesitados, los enfermos y los pecadores: Para que el Señor se compadezca de ellos, los ilumine y los libre de todos sus males. Roguemos al Señor. Por los que viven absorbidos por los quehaceres del mundo: Para que aprendan a elevar sus mentes hacia las realidades eternas. Roguemos al Señor. Por los incrédulos y ateos, para que descubran a Dios, acepten a Jesucristo como Señor y Salvador y con nosotros alcancen el Reino eterno. Roguemos al Señor. Por nuestra parroquia, para que pueda llevar a cabo la tarea de evangelizar y educar en la fe a todos sus habitantes, alimentar con la Palabra y la Eucaristía, la fe de nuestro bautismo y mantenernos unidos a todos en la caridad. Roguemos al Señor. Por nosotros mismos, para que crezcamos cada día más en la fe, la esperanza y el amor y reine entre nosotros la humildad y la comprensión. Roguemos al Señor.
Oración.
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Escucha, Dios de bondad, las oraciones de tu pueblo y dígnate acceder a nuestras peticiones, pues las ponemos bajo la protección de la Madre de Jesucristo, tu Hijo nuestro Señor, que vive y reina contigo por los siglos de los siglos. Amén. Canto: Madre de todos los hombres, Enséñanos a decir: Amén. Cuando la noche se acerca, y se oscurece la fe. Cuando el dolor nos oprime Y la ilusión ya no brilla. Cuando aparece la luz Y nos sentimos felices. Cuando nos llegue la muerte Y tú nos lleves al cielo. Oración por los Sacerdotes. Señor Jesús, Sacerdote único de la Nueva Alianza, de quien dimana el sacerdocio ministerial de los Obispos y de los Presbíteros, danos la gracia de tener sacerdotes en toda comunidad de bautizados. Que no falte, Señor, en ninguna de ellas, la enseñanza religiosa, la Eucaristía, la Confesión y los demás sacramentos. Que tengamos siempre un guía espiritual que nos congregue por la Palabra y nos conduzca hacia Ti con su solicitud pastoral. Te pedimos, Señor, sacerdotes que por su fe, fortalezcan y hagan crecer la nuestra; que por su conocimiento de las cosas de Dios nos ayuden a “conocer al Padre y a su Enviado, Jesucristo “. Que sean solícitos en su ministerio y santos en el trato de las cosas santas; pacientes y abnegados en su tarea cotidiana; sabios y prudentes en el consejo y amables y comprensivos en la atención de aquellos que les han sido encomendados. De nuestra parte, Señor, nosotros queremos reconocer su condición de pastores de tu Iglesia; acudir a ellos en solicitud de instrucción religiosa para afianzarnos en la fe y “saber dar razón de nuestra esperanza”; queremos congregarnos en torno a ellos en Cristo como una comunidad viva de “comunión y participación”; queremos secundarlos en sus iniciativas apostólicas. Bendice, Señor, la vida, el trabajo y las iniciativas de nuestros sacerdotes: Que sean para la gloria de tu Nombre y para nuestra salvación. Amén. Canto. Te adoro.
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Te adoro con rendimiento Del cielo vivo pan (Bis) Gran Sacramento. Feliz Cristiano, a qué convite Hoy Dios te admite, a qué manjar Al bajo suelo, el Rey del cielo Se digna descender, oh qué portento. Almas cristianas, al gran convite Que un Dios os dice que preparó Venid por tanto, en dulce canto Resume tierra y mar y firmamento. Al pie llegando de los altares Llora tus males con gran dolor Con reverencia en la presencia Del divino Señor que es tu sustento. Pide por último, no te abandone Te dé sus dones, su bendición Su amor, su gracia, fe y esperanza Y en paz te haga rendir tu último aliento.
2. HORA SANTA Para Tiempo de Cuaresma
DIOS ESCONDIDO (Santo Tomás de Aquino) Te adoro con fervor, Deidad oculta, Que estás bajo estas formas escondida. A ti mi corazón se rinde entero Y desfallece todo si te mira. Se engaña en ti la vista, el tacto, el gusto; Más tu palabra engendra fe rendida. Cuanto el Hijo de Dios ha dicho, creo, Pues no hay verdad cual la Verdad Divina. En la cruz la deidad estaba oculta. Aquí la humanidad yace escondida, Y una y otra creyendo y confesando, Imploro yo lo que imploraba Dimas. No veo, como vio Tomás, tus llagas, Más por su Dios te aclama el alma mía. Haz que siempre, Señor, en tí yo crea, Que espere en ti, que te ame sin medida.
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¡Oh, memorial de la pasión de Cristo! ¡Oh, Pan vivo, que al hombre das la vida, concede que de tí viva mi alma y goce de tus célicas delicias! Jesús mío, pelícano piadoso, Con tu sangre mi pecho impuro limpia, Que de tal sangre una gota puede Todo el mundo limpiar de su malicia. Jesús, a quien ahora miro oculto, Cumple, Señor, lo que mi pecho ansía: Que a cara descubierta, contemplándote, Por siempre goce de tu clara vista.
Adoración y alabanza. Todos: Bendito seas por siempre, Señor. Guía: Bendito seas, Señor Jesús, porque, bautizado por Juan Bautista en el Jordán, descendió sobre ti el Espíritu Santo. Te fuiste a un lugar desierto a orar durante 40 días y 40 noches y supiste vencer las tentaciones del maligno. Bendito seas por siempre, Señor. Todos: Bendito seas por siempre, Señor. Guía: Te bendecimos, Señor Jesús y te damos gracias, porque saliste de tu Padre y viniste al mundo a predicarnos el Evangelio, la Buena Noticia de nuestra salvación; a salvar lo que estaba perdido y para que tuviéramos vida abundante. Bendito seas por siempre, Señor. Todos: Bendito seas por siempre, Señor. Guía: Bendito seas Jesús, hermano nuestro, por las obras maravillosas que realizaste durante tu vida terrena, signos de la llegada de tu Reino; y por tu predilección por los pobres y humildes. Bendito seas por siempre, Señor. Todos: Bendito seas por siempre, Señor. Guía. Bendito seas Jesús, hermano nuestro, porque nos amaste hasta el extremo de dar tu vida por nosotros; por los tormentos de tu cuerpo y las amarguras de tu espíritu en el trance doloroso de tu pasión y de tu muerte. Bendito seas por siempre, Señor. Todos: Bendito seas por siempre, Señor. Guía: Bendito seas, Señor, por haber vencido la muerte, resucitando glorioso del sepulcro; por haberte aparecido a tus discípulos dándoles numerosas pruebas de tu resurrección; y por tu ascensión al cielo en donde intercedes al Padre por nosotros. Bendito seas por siempre, Señor.
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Todos: Bendito seas por siempre, Señor. Guía: Bendito seas, Señor, por haberte quedado con nosotros en este Sacramento de la Santísima Eucaristía; y bendita tu presencia en la Hostia Consagrada. Bendito seas por siempre, Señor. Todos. Bendito seas por siempre, Señor.
Oración. Oh Dios, que en este Sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu Pasión; te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención. Tú, que vives y reinas, por los siglos de los siglos. Amén. Canto. Quédate junto a nosotros. Quédate junto a nosotros que la tarde está cayendo, Pues sin ti a nuestro lado Nada hay justo, nada hay bueno. Caminamos solos por nuestro camino Cuando vemos a la vera un peregrino, Nuestros ojos ciegos de tanto penar, Se nos llenan de vida, se nos llenan de paz. Buen amigo, quédate a nuestro lado, Pues el día ya sin luces se ha quedado; Con nosotros quédate para cenar Y comparte mi mesa Y comparte mi pan. Tus palabras fueron la luz de mi espera Y nos diste una fe más verdadera; Al sentarnos junto a Ti para cenar Conocimos quien eras al partirnos el pan.
Llamada a la Conversión. Desde el mismo pórtico de la Cuaresma, resuena en la liturgia de la Iglesia una llamada apremiante a la conversión, a vivir en actitud de cambio con la mira puesta en el hombre nuevo que es Jesucristo el Señor.
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Esta conversión, esta tensión de cambio, lleva consigo un proceso: Su punto de partida es la escucha atenta y humilde de la Palabra de Dios para conocer más de cerca a Jesús: cuáles son los criterios, actitudes y comportamientos que Él tuvo de cara al Padre y a los hermanos. El segundo paso consiste en la apertura sincera, sin bloqueos, a la interpelación que, desde la Palabra, se proyecta sobre nuestro propio yo, reflejado en los hechos de cada día pero que se enraízan en la postura con que nos situamos ante la vida y las personas. Asumir, encarnar, hacer vida de nuestra vida el estilo y talante de Jesús, dejándonos cincelar por la fuerza suave de su Espíritu, es la meta hacia la que corremos con el anhelo permanente de que progresivamente sea una realidad en mi vida la expresión existencial de Pablo: "No vivo yo, sino que es Cristo, quien vive en mí." Por eso, la Cuaresma es también una llamada a redescubrir o profundizar y fortalecer nuestra identidad. Por el Bautismo hemos quedado configurados con Cristo, el Padre nos ha hecho conformes a la imagen de su Hijo: ¡somos hijos en el Hijo, herederos con Él de la gloria del Padre! Por el Bautismo, Dios nos ha ungido con su Espíritu, el Espíritu de su Hijo, y nos envía. Somos portadores de la Buena Nueva, que es Jesús, allá donde estemos y desde la circunstancia concreta de vida en que nos encontremos. Ser auténticos, vivir lo que somos por el derroche de amor generoso y gracioso con que el Padre nos ha amado en su Hijo por el Espíritu: he aquí la peregrinación hacia la Pascua de Jesús, sumergiéndonos en su dinamismo muerte - vida: cercenar cuanto en nuestra vida no responde al modelo que es Jesús y dejar que nazca en nosotros la novedad del hombre creado en justicia y santidad. "Tengan entre ustedes los mismos sentimientos de Cristo Jesús" decía Pablo a los cristianos de Filipos y hoy a nosotros, porque Jesús no es solamente revelación del Padre - "quien me ve a mí está viendo al Padre" - sino también manifestación del hombre querido por Dios: "este es mi Hijo, a quien Yo quiero: escúchenlo." Cogidos de la mano de María, aceptando cariñosamente su consejo de Madre: "hagan lo que Él les diga", hagamos camino. Nunca estamos suficientemente convertidos, siempre podemos avanzar. Y, a nuestro paso, brotará un mundo mejor, un mundo nuevo: el que el Padre quiere para todos sus hijos, para toda la humanidad.
Oremos juntos al Señor -
Para que las Iglesias de América Latina, refuercen su adhesión a Cristo y a su mensaje. Para que los jóvenes de descubran el germen de la vocación misionera y sientan la necesidad de ser sal de la tierra y luz del mundo. Para que en nuestros días, coincidiendo con los anhelos de paz de todo el género humano, brille con nuevo fulgor el mensaje evangélico, que
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proclama: "bienaventurados los constructores de la paz, porque serán llamados hijos de Dios." Para que este santo tiempo de Cuaresma sea para todos los cristianos tiempo de conversión y de misericordia.
Acto de perdón.
Señor Dios, Padre misericordioso, reconocemos nuestros pecados y te pedimos perdón, rogando también por nuestros hermanos de Colombia que se debaten en una guerra en la que los niños los campesinos, las madres embarazadas y los jóvenes son las principales víctimas. Te pedimos perdón por las faltas de respeto a tu Santo Nombre, a las cosas Santas, y por la ignorancia religiosa que prima en nuestro medio, cuando se atropellan los derechos humanos de los menos favorecidos de la sociedad.
¡PERDON, SEÑOR, PERDON! Por nuestros pecados, de tibieza espiritual, de indiferencia ante el dolor ajeno y de irrespeto a la vida propia y ajena. ¡Perdón, Señor, perdón! Por la profanación de tus templos, especialmente el templo corporal en el cual moras. Por el abuso de los Sacramentos y las irreverencias ante tu Santuario. ¡Perdón, Señor, perdón! Por las faltas de omisión de tu Iglesia, durante la historia pasada y reciente. ¡Perdón, Señor, perdón!. Por los atentados cometidos contra el Santo Padre, y por desconocer su autoridad como representante tuyo en la tierra. ¡Perdón, Señor, perdón!. Por las persecuciones contra la Iglesia, en la que han muerto Obispos, Religiosos, Religiosas y Sacerdotes, inocentes que luchan por defender los derechos humanos de los más pobres. ¡Perdón, Señor, perdón! Por la indiferencia ante tus sacramentos y la falta de cumplimiento de los deberes religiosos. Por ser cristianos de nombre únicamente. ¡Perdón, Señor, perdón!
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Por quienes aún no valoran el sacramento del matrimonio como bautizados que son. ¡Perdón, Señor, perdón! Por quienes niegan el valor a la Unción de los enfermos, privándolos de estas gracias. ¡Perdón, Señor, perdón! Por quienes son irresponsables en el hogar, en el trabajo, en su profesión, en la vida ciudadana o en el servicio que deben prestar a los demás. ¡Perdón, Señor, perdón!
Canto: Oración del pobre. Vengo ante Ti mi Señor, Reconociendo mi culpa Con la fe puesta en tu amor, Que tú me das como a un hijo. Te abro mi corazón Y te ofrezco mi miseria Despojado de mis cosas Quiero llenarme de ti. Que tu espíritu Señor Abrase todo mi ser Hazme dócil a tu voz Transforma mi vida entera (bis) Puesto en tus manos Señor, Siento que soy pobre y débil. Más tú me quieres así Yo te bendigo y te alabo. Padre, en mi debilidad, Tú me das la fortaleza. Amas al hombre sencillo Le das paz y perdón.
Reflexión. Reconciliados con Dios.
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Dios quiere darnos en esta cuaresma una verdad desgarradora. El apóstol Pablo, en la carta a los Corintios, presenta con palabras concretas esta verdad lacerante, invitando a la reconciliación con Dios: “¡Reconcíliense con Dios!”. “A quien no había conocido pecado, Dios lo trató como pecado en nuestro favor, para que en El fuéramos justicia de Dios” (II Cor. 5, 20-21). El apóstol habla de Cristo. Habla del misterio de la Redención, que se había realizado a costa de su pasión y de la cruz en el Gólgota. Pero no habla solamente de esto. El apóstol habla también de lo que constituye el fondo mismo del misterio, a saber: El Hijo, de la misma sustancia que el Padre, aquél que lleva en sí toda la justicia de Dios –aquél que absolutamente “no ha conocido el pecado”- es tratado “como pecado” a favor nuestro: “El Señor hizo recaer sobre Él la iniquidad de todos nosotros”, como ya había predicho muchos siglos antes el profeta Isaías. Esta es la verdad que realmente lacera los corazones. En el nombre de esta verdad, en el nombre de Cristo, el apóstol invita a la reconciliación con Dios
Peticiones. En presencia de este misterio admirable, presentemos nuestras peticiones: Todos: Cristo, pan del cielo, danos la vida eterna. Guía: Cristo, Hijo de Dios vivo, que mandaste celebrar la cena eucarística en memoria tuya, enriquece a tu Iglesia con la constante celebración de tus misterios. Todos: Cristo, pan del cielo, danos la vida eterna. Guía: Cristo, Sacerdote único del Altísimo, que encomendaste a los sacerdotes ofrecer tu Sacramento, haz que su vida sea fiel reflejo de lo que celebran sacramentalmente. Todos: Cristo, pan del cielo, danos la vida eterna. Guía: Cristo, maná del cielo, por el que formamos un solo cuerpo todos los que comemos un mismo pan, refuerza la paz y la armonía de todos los que creemos en ti. Todos: Cristo, pan del cielo, danos la vida eterna. Guía: Cristo, médico celestial, que por medio de tu pan nos das un remedio de inmortalidad y una prenda de resurrección, devuelve la salud a los enfermos y la esperanza viva a los pecadores. Todos: Cristo, pan del cielo, danos la vida eterna.
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Guía: Cristo, Rey venidero, que mandaste celebrar tus misterios para proclamar tu muerte hasta que vuelvas, haz que participen de tu resurrección todos los que han muerto en ti. Todos: Cristo, pan del cielo, danos la vida eterna.
Oración: Acudo a tu misericordia Dios compasivo, ya que sólo tú eres bondad. Aunque mi miseria es grande y mis ofensas muchas, confío en tu misericordia y desde tiempo inmemorial nunca se ha oído, ni el cielo ni la tierra recuerdan, que un alma confiada en tu misericordia, haya quedado decepcionada. Oh Dios de piedad, sólo tú puedes justificarme y jamás me rechazarás, cuando yo arrepentido, me acerque a tu corazón misericordioso, del cual nadie ha sido rechazado jamás, aunque haya sido el pecador más grande. Amén. (Beata Sor Faustina)
Adoración final. Adoremos reverentes Al Señor Sacramentado. Cante el rito del presente Superior al del pasado. Nuestros ojos te contemplen Con filial y humilde fe. Gloria al Padre, gloria al Hijo y al Espíritu Señor. Al Dios Santo, uno y trino Alabanza y bendición, Suba al cielo, en testimonio El incienso del amor. Amén. V. Les diste pan del cielo. R. Que contiene en sí todo deleite.
Oremos. ¡Oh Dios!, que en este Sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu Pasión, te pedimos que nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu Redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
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3. HORA SANTA JESUCRISTO RESUCITADO
Canto. Resucitó, resucitó, resucitó Aleluya Aleluya, aleluya, aleluya ¡Resucitó! La muerte ¿dónde está la muerte? ¿Dónde está mi muerte? ¿dónde su victoria? Gracias sean dadas al Padre Que nos pasó a su Reino Donde se vive de Amor. Alegría, alegría, hermanos, Que si hoy nos queremos Es que resucitó. Si con El morimos, Con él vivimos, Con él cantamos: ¡Aleluya! ¡Aleluya, aleluya, aleluya! ¡RESUCITO! Resucitó, resucitó, resucitó: ¡ALELUYA!
Introducción Oh Jesús, que con tu resurrección has triunfado del pecado y de la muerte y te has revestido de gloria y de luz inmortal, concédenos también a nosotros resucitar contigo a una vida nueva, luminosa y santa. Obra en nosotros, Señor, el divino cambio que Tú realizas en las almas que te aman; haz que nuestro espíritu, transformado admirablemente por la unión contigo, brille con tu luz, entone cánticos de gozo y se dedique a la práctica del bien. Tú que con tu victoria extendiste ante los hombres horizontes infinitos de amor y de gracia, despierta en nosotros la sed de difundir con la palabra y el ejemplo, tu mensaje de salvación; danos celo y ánimo para trabajar por la venida de tu Reino. Haz que un día podamos saciarnos de tu belleza y de tu luz y que anhelemos la unión contigo para siempre. Amén.
Adoración.
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Señor Jesús, resucitado de entre los muertos y ascendido al cielo, yo creo firmemente que estás presente en la Santa Hostia, te adoro y te amo. Tú eres el Hijo del Dios vivo, la fuente de nuestra vida espiritual, la palabra que nos guía, la gracia que nos salva. Tú eres verdaderamente hombre, hermano de todos, amigo insustituible, centro de toda la humanidad. Jesús, Mediador nuestro, puente entre nosotros y el océano de vida que es la Trinidad Santísima, aumenta en nosotros la fe, la esperanza y la caridad y no permitas que jamás nos separemos de Ti. Amén. Canto Porque Cristo nuestro hermano ha resucitado, ¡María alégrate! Porque Cristo nuestro hermano Nos ha redimido, ¡María alégrate! Porque en Cristo nuestro hermano Hemos renacido, ¡María alégrate! Porque en Cristo nuestro hermano, Todos somos hijos, ¡María alégrate!
Introducción al Santo Evangelio. El anuncio pascual es anuncio de fe, de alegría y de esperanza: Cristo ha resucitado; vive más allá de la muerte, es el Señor de los vivos y de los muertos. La pascua es una realidad tan grande que colma toda la historia de los hombres y durará por toda la eternidad. Los Evangelistas rivalizan por comunicarnos la realidad divina, mas también sintieron la sorpresa causada a los discípulos por la resurrección del Señor. En el trozo siguiente, San Lucas nos refiere que Jesús, al aparecerse a los doce, les mostró su cuerpo resucitado y real, y les confirmó que todo ha sucedido para que se cumpliera el plan divino de salvación y les ordena que pregonen por todo el mundo esta estupenda realidad. Del Evangelio de San Lucas (24,35-48). Los discípulos de Emaús contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Mientras hablaban se presentó Jesús en medio y les dijo: “Paz con ustedes”. Se asustaron y, llenos de miedo, pensaban que era un fantasma. Él les dijo: ¿Por qué están asustados? ¿Por qué les vienen esas dudas? Miren mis manos y mis pies: Soy yo en persona. Tóquenme, miren, un fantasma no tiene
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carne ni huesos, como ven que yo tengo. Dicho esto les mostró las manos y los pies. Como todavía no acababan de creer de pura alegría y no salían de su asombro, les dijo: ¿Tienen ahí algo de comer? Le ofrecieron un trozo de pescado asado, él lo tomó y comió delante de ellos. Después les dijo: A esto me refería cuando, estando todavía con ustedes, les dije que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí, tenía que cumplirse. Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras. Y añadió: Así estaba escrito: El Mesías sufrirá, resucitará al tercer día, y en su nombre se predicará el arrepentimiento y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Ustedes son testigos de todo esto. Reflexión. Cristo se pone en camino al lado de los discípulos de Emaús. Guarda el ritmo de su paso, escucha sus palabras, entiende sus razones, comprende sus sentimientos, los acompaña con amor. Luego abre su interior y se revela con sinceridad. Hoy hace lo mismo. En los caminos de la vida, Cristo es el mejor amigo del hombre. Canto. Este el día. Este el día en que actuó el Señor, Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Dad gracias al Señor porque es bueno Porque es eterna su misericordia. Aleluya, aleluya. Que lo diga la casa de Israel: Es eterna su misericordia. Que lo diga la casa de Aarón: Es eterna su misericordia. Que lo digan los fieles del Señor: Es eterna su misericordia. Escuchad: hay cantos de victoria En las tiendas de los justos: La diestra del Señor es poderosa. Es excelsa la diestra del Señor. La diestra del Señor es poderosa. Es excelsa la diestra del Señor.
Acto de reparación y desagravio Divino Redentor y Salvador nuestro, Jesucristo:
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Postrados ante tu presencia soberana en el Santísimo Sacramento del altar, queremos desagraviarte, implorando tu perdón, por todos los que te niegan y blasfeman, por la ingratitud de que eres objeto y por todos los desprecios en injurias que recibes, junto a tu Santísima Madre. Imploramos la luz de tu Santo Espíritu para que todos en tu Iglesia podamos darnos cuenta de estos errores y herejías y pedimos su fortaleza para poder combatirlos con firmeza y valor. Imploramos así mismo tu misericordia infinita para quienes rechazan el tesoro incalculable de tus gracias, al dejarse arrastrar por la ola de errores que avanza inexorablemente sobre la humanidad en esta hora difícil de su historia. Por sustituirte a ti, nuestro Señor, Dios único y verdadero, Dios personal, Dios amor, por una energía, o principio o fuerza impersonal. Perdón, Señor, Perdón. Por negar tu presencia real en el Santo Sacramento de la Eucaristía, convirtiendo su celebración en mero acto simbólico o de participación social. Perdón... Por el olvido e ingratitud frente a tu Divina misericordia entendiéndola como casualidad o suerte. Perdón... Por el rechazo, desacato y burla a la autoridad y magisterio del Santo Padre. Perdón... Por querer despojar al sacerdote de su carácter sagrado y de su poder de bendecir y perdonar los pecados. Perdón... Por dividir tu Cuerpo Místico, la Iglesia. Perdón... Por disponer del sagrado don de la vida, mediante prácticas de aborto y eutanasia. Perdón... Por atentar contra tu creación al irrespetar y eliminar personas y deteriorar o destruir el medio ambiente. Perdón... Por negar tu única y verdadera Divinidad, aceptando y adorando falsos dioses. Perdón... Por reemplazarte a ti, Jesucristo, nuestro Dios y Salvador, Camino, Verdad y Vida, por falsos maestros y gurúes. Perdón... Por entronizar en los corazones vacíos de Dios, los ídolos del poder, el dinero, el placer y el sexo. Perdón... Por sustituir tu nombre, que está por sobre todo nombre: Jesucristo, por el llamado principio crístico. Perdón... Por rechazar tu redención, aceptando la creencia pagana de auto- redención a través de la reencarnación. Perdón..
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Por cambiar la fe en ti, por el racionalismo y la absolutización de la ciencia. Perdón... Por equiparar a la Santísima Virgen María, tu Madre y Madre nuestra, con un supuesto “principio femenino” y por querer despojarla de su Maternidad Divina. Perdón... Por reemplazar a tus santos ángeles por espíritus engañosos y malévolos. Perdón... Por colocar al ser humano en tu lugar, buscando desarrollar un supuesto poder ilimitado que el hombre no tiene, proclamando su divinización. Perdón... Por sustituir a la oración y meditación cristianas por formas paganas de invocación. Perdón... Por sustituir el carisma profético por antiguas y nuevas formas de espiritismo y adivinación. Perdón... Por sustituir el carisma de sanación por la canalización de la llamada energía universal. Perdón... Por la incredulidad en la existencia del pecado y de sus consecuencias en esta vida y en la eterna. Perdón... Por quienes se hacen instrumentos del maligno en las prácticas del satanismo, la santería, el espiritismo y la brujería. Perdón... Por desconfiar de tu divina Providencia y de la acción del Espíritu Santo dependiendo de astrólogos, mentalistas y adivinos. Perdón... Por idolatrar la naturaleza – negando su origen – ya sea al usar sus propiedades curativas o al manipular sus fuerzas, al servicio del mal. Perdón... Por ocultar la acción maligna del Demonio y de sus huestes bajo la apariencia del bien. Perdón... Por equiparar el advenimiento de tu Reino con la llegada de la llamada era de acuario. Perdón... Por atraer adeptos a movimientos paganos, utilizando un lenguaje no – cristiano. Perdón... Por la falta de amor a ti y al prójimo al desechar tus mandamientos y enseñanzas. Perdón... Por haber reemplazado tu divina Palabra por las renegando así del Verbo de Dios. Perdón...
palabras de hombre,
Por desvirtuar la verdad contenida en las Sagradas Escrituras. Perdón...
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Por querer reducir la Revelación Divina a la dimensión humana vaciándola de su trascendencia, amputándole su misterio. Perdón... Por la acción soterrada o abierta de personas y organizaciones que te persiguen y odian tu obra amorosa en el mundo. Por la promoción de prácticas y creencias contra la fe, a través de los medios de comunicación social. Perdón... Por el intento de destruir tu Iglesia al difundir estos errores y herejías. Perdón... Oración Jesús, humilde y adorable, presente en el Santo Sacramento de tu Divino amor. Aquí delante de tu Sagrado Trono escondido, me arrodillo con mi alma. En mi nulidad y con todos mis pecados, te imploro que aceptes mis pobres oraciones, como actos de reparación y adoración, para apagar tu sed de almas y obtener el perdón total por las muchas profanaciones, actos de ingratitud e injurias que recibes a cada momento por parte de innumerables y miserables pecadores como nosotros. Por tu infinita misericordia por la humanidad, te has conmovido hasta el punto de ponerte un velo para quedarte con inmenso amor en los altares y en los tabernáculos de toda la tierra. Oh Jesús, por tu Alma, tu Cuerpo y tu Divinidad presentes en la Santísima Eucaristía, acepta las lágrimas de mi alma para que las demás almas que te son inmensamente preciosas (personas por quienes se ora) puedan vivir eternamente.
Peticiones: En presencia de este misterio admirable presentemos nuestras peticiones diciendo: R/ Cristo, pan celestial, danos la vida eterna. -
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Cristo, Hijo de Dios vivo, que mandaste celebrar la cena eucarística en memoria tuya, enriquece a tu Iglesia con la constante celebración de tus misterios. Cristo sacerdote único del Altísimo, que encomendaste a los sacerdotes ofrecer tu sacramento, haz que su vida sea fiel reflejo de lo que celebran sacramentalmente. Cristo maná del cielo, por el que formamos un solo cuerpo todos los que comemos un mismo pan, refuerza la paz y la armonía de todos los que creemos en ti. Cristo, médico celestial, que por medio de tu pan, nos das un remedio de inmortalidad y una prenda de resurrección, devuelve la salud a los enfermos y la esperanza viva a los pecadores.
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Cristo, rey venidero, que mandaste celebrar tus misterios para proclamar tu muerte hasta que vuelvas, haz que participen de tu resurrección todos los que han muerto en ti.
Oración final Creador y Señor mío, tu bondad me animó a conversar contigo. Tu misericordia hace que desaparezca el abismo que separa al Creador de la criatura. Hablar contigo, oh Señor, es el deleite de mi corazón. En ti encuentro todo lo que mi corazón puede desear. Aquí tu luz ilumina mi mente permitiéndole conocerte a ti cada vez más profundamente. Aquí torrentes de gracias fluyen sobre mi corazón, aquí mi alma obtiene la vida eterna. Oh creador y Señor mío, además de ofrecerme estos dones, tú mismo te entregas a mí y te unes íntimamente a tu criatura miserable. Oh Cristo, tengo mi mayor deleite cuando veo que tú eres amado, que resuenan tu honor y gloria y especialmente la alabanza a tu misericordia. Oh Cristo, hasta el último instante de mi vida no dejaré de glorificar tu bondad y misericordia. Con cada latido de mi corazón glorifico tu misericordia. Deseo transformarme por completo en un himno de tu adoración. Cuando me encuentre en mi lecho de muerte, que el último latido de mi corazón sea un himno amoroso de alabanza a tu insondable misericordia ( Beata Sor Faustina)
4. HORA SANTA para Pentecostés
Introducción. Nos reunimos aquí ante Jesús Sacramentado, para celebrar el acontecimiento de estar juntos, de hacer encuentro en comunidad y fraternidad como hermanos de una misma familia. Celebramos un acontecimiento que llena de gozo a todos los cristianos, la presencia del Espíritu Santo, la cercanía, la bondad y la ternura de Dios hechas realidad en cada uno de nosotros. La presencia nuestra en este lugar de oración, en actitud de adoración y en compañía de la Virgen María, crea el ambiente propicio para vivenciar con toda humildad las maravillas del Espíritu Santo en la Eucaristía.
Acto de perdón
Guía: Al ofrecerte, Señor, estos momentos de adoración y alabanza en presencia de tu Hijo Jesús Sacramentado, reconocemos nuestra pequeñez,
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nuestra indignidad y nuestro pecado y te pedimos cometido.
perdón por haberlos
Hagamos un momento de silencio para reconocer nuestros pecados y pedir perdón a Dios. -
Porque no somos como Dios quiere. Señor, ten piedad. Porque no hemos buscado la Palabra de Dios como guía. Cristo, ten piedad. Porque en nuestra vida hay sombras de pecado. Señor, ten piedad.
Canto. Oración del pobre. Vengo ante ti mi Señor, Reconociendo mi culpa Con la fe puesta en tu amor, Que tú me das como a un hijo. Te abro mi corazón Y te ofrezco mi miseria Despojado de mis cosas Quiero llenarme de ti. Que tu Espíritu Señor Abrase todo mi ser Hazme dócil a tu voz Transforma mi vida entera. (bis) Puesto en tus manos Señor, Siento que soy pobre y débil. Más tú me quieres así. Yo te bendigo y te alabo. Padre, en mi debilidad, Tú me das la fortaleza. Amas al hombre sencillo Le das paz y perdón.
Orar con Jesús en la última cena. Te damos gracias, Dios y Padre nuestro, porque tu Hijo ha puesto sus ojos en nosotros, nos ha elegido y ha puesto en nuestras vidas semillas de vida eterna. Para llevar hasta el final la obra de amor que le habías confiado, se entregó a sí mismo a la muerte y, mediante su resurrección, derribó el muro de oprobio, que nos separaba de Ti.
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Y porque ahora vive junto a Ti, el cielo y la tierra se abrazan y nosotros sabemos a dónde nos empuja el deseo de nuestro corazón. Escucha, Padre, la oración de tu Hijo amado, y transfigura por medio de tu Espíritu la mirada de quienes comulgan en su Cuerpo. Haz, que podamos ya, en el misterio Eucarístico, contemplar la gloria de tu Hijo, y vivir de su vida permaneciendo en él. Sí, Padre, reconocemos que has enviado a tu Hijo al mundo para que en él tengamos lugar en tu morada. Tu Espíritu mora en nosotros, y cuando nos mueve a suplicar: “¡Ven Señor Jesús!”, la mesa del pan partido se convierte en cita de fe y de esperanza. Por esta gracia que nos anima, por esta fuente viva que alimenta nuestro deseo, te damos gracias, Padre de ternura, por Jesús, la estrella radiante del nuevo día que amanece ya sobre nuestra tierra. Con Jesús, que entrega a los suyos el testamento de su amor tras haberles lavado los pies y compartir con ellos el pan y el vino del Reino, te pedimos: por todos los que sufren separaciones dolorosas, para que puedan descubrir en Jesús el camino de una morada donde hay lugar para todos. Por los que buscan la verdad, la fe y la esperanza, para que encuentren en el Evangelio una llamada a superarse en la confianza de Dios. Por los que trabajan en el mundo al servicio de Dios, para que su testimonio se haga transparente mediante la fe y la verdad de sus obras. Por la Iglesia, para que sea capaz, a lo largo de los siglos, de inventar una palabra de esperanza siempre nueva, gracias a su fidelidad al Espíritu de Cristo. Por los elegidos por Cristo para ser sus apóstoles, para que vivan su vocación como una amistad en la acción de gracias y en la abnegación constante. Por cada uno de nosotros, para que descubramos la ansiada noticia de que el amor lo es todo, con tal que se viva en la fidelidad al mandamiento del Señor. Por nuestros hermanos que padecen persecución, para que reconozcan la presencia de Jesús a su lado, en el dolor y en la prueba. Para que apoyemos fielmente a la Iglesia, que experimenta el difícil combate a favor de la justicia y la verdad. Para que vivamos los tiempos de crisis como un alumbramiento del futuro que exige nuestra fe y nuestro compromiso.
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Para que la ausencia física de Cristo nos permita descubrir que el rostro de cualquier hombre lleva la importancia del Eterno. . canto. Siempre es Pentecostés. Cuando rezamos, cuando cantamos, cuando la fiesta es Un celebrar gozoso el día grande Pentecostés. Cuando llevamos en nuestras manos un resplandor de luz, En nuestro pecho vive y palpita el que murió en la cruz. Coro: Cuando el Señor habita en nosotros siempre es Pentecostés. Cuando el amor nos canta la vida siempre es Pentecostés. Cuando queremos comprometernos en una misma fe , una tarea, un compromiso siempre es Pentecostés. Cuando decimos sí a la iglesia con plena lucidez. Soplan de nuevo, vientos del cielo porque es Pentecostés. Cuando los hijos ya van creciendo, y dicen que quieren ser Miembros de Cristo y de su iglesia, siempre es Pentecostés. Cuando la fuerza, estaba oculta, vence con su poder nuestros temores, nuestro egoísmo, siempre es Pentecostés. Cuando aceptamos ser levadura, y llama que quiere arder Nos vinculamos, más a la Iglesia porque es Pentecostés. Lectura de los Hechos de los Apóstoles (2,1-11). Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar. Todos los discípulos estaban juntos el día de Pentecostés. De repente un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería. Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra, al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. Enormemente sorprendidos preguntaban: ¿No son galileos todos estos que están hablando? Entonces, ¿Cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o
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en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay Cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua. Secuencia Ven creador Espíritu. Ven, Espíritu Divino, manda tu luz desde el cielo Padre amoroso del pobre, Don en tus dones espléndido; Luz que penetras las almas; Fuente del mayor consuelo. Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego. Gozo que enjuga las lágrimas Y reconforta en los duelos.
Entra en el fondo del alma, Divina luz y enriquécenos. Mira el vacío del hombre Si tú le faltas por dentro; Mira el poder del pecado Cuando no envías tu aliento. Riega la tierra en sequía, Sana al corazón enfermo, Lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma al espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero. Reparte tus siete dones, Según la fe de tus siervos. Por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén.
Canto. No hay Dios tan grande como Tu. No hay Dios tan grande como tu No lo hay, no lo hay (2)
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No hay Dios, que haga maravillas, Como las que haces tú (2). No con la fuerza ni la violencia Es como el mundo cambiará (2) Sólo el amor lo salvará Sólo el Espíritu de paz (2) No hay Dios ... No con misiles ni con guerrillas, Más con tu Santo Espíritu (bis) Y esos montes se moverán (3) Con tu Santo Espíritu.
Maternidad de María en Pentecostés.
En la encarnación del Hijo de Dios y en el nacimiento de la Iglesia (en Pentecostés) observamos a María que, bajo la fuerza del Espíritu Santo, está presente con una actitud elocuente de fe. En Nazaret, bajo la fuerza del Espíritu Santo, se convierte en la Madre de Dios, en el cenáculo, bajo la fuerza del Espíritu Santo, es la Madre de la Iglesia naciente. Contemplemos a nuestra Madre, bajo la fuerza del Espíritu, en esos momentos grandes de su vida. Lectura. “Ya el momento mismo del nacimiento de la Iglesia y de su plena manifestación al mundo, según el Concilio, deja entrever esta continuidad de la maternidad de María: ... bajo la acción del Espíritu Santo, se da una particular correspondencia entre el momento de la encarnación del Verbo y el del nacimiento de la Iglesia. La persona que une estos dos momentos es María: María en Nazaret y María en el cenáculo de Jerusalén. En ambos casos su presencia discreta, pero esencial, indica el camino del “Nacimiento del Espíritu”. Así la que está presente en el misterio de Cristo como Madre, se hace- por voluntad del Hijo y por obra del Espíritu Santo- presente en el misterio de la Iglesia. También en la Iglesia sigue siendo una presencia materna, como indican las palabras pronunciadas en la cruz: “Mujer ahí tienes a tu hijo”; “Ahí tienes a tu madre”
Reflexión. La misión maternal sobre la Iglesia en la que Cristo confirmó a María desde la cruz, es ya ejercida por la Madre sobre el colegio orante de los apóstoles.
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La venida del Espíritu Santo, sobre los apóstoles, se sucede en la perseverancia en la oración con María, quien con sus ruegos imploraba el don del Espíritu. María, por disposición divina, está como sujeto activo, bajo la fuerza del Espíritu Santo, en la encarnación y en Pentecostés, es decir, engendrando, por el poder del Espíritu Santo, el Verbo de Dios hecho carne y a la Iglesia, cuerpo místico de Cristo. En Pentecostés, María se hace presente en el misterio de la Iglesia como Madre. Madre de la Iglesia naciente.
Canto a María. Yo canto al Señor porque es grande Me alegro en el Dios que me salva Feliz me dirán las naciones, en mi descanso su mirada. Unidos a todos los pueblos cantamos al Dios que nos salva. El hizo en mí obras grandes, Su amor es más fuerte que el tiempo, Triunfó sobre el mal de este mundo, Derriba a los hombres soberbios. No quiere el poder de unos pocos, Del polvo a los pobres levanta, Dio pan a los hombres hambrientos, Dejando a los ricos sin nada. Libera a todos los hombres Cumpliendo su eterna promesa Que hizo en favor de su pueblo, Los pueblos de toda la tierra.
Oración personal. Introducción. En silencio oremos al Espíritu Santo para que venga a nuestra alma con sus siete dones; sea Él nuestro guía y realice en nosotros su obra de santificación.
Oración comunitaria.
Todos juntos elevemos nuestras plegarias al Espíritu Divino, para que derrame sobre la Iglesia y sobre nosotros sus siete dones, con El fin de que vivamos y manifestemos ante el mundo la nueva vida y el Reino de los hijos de Dios: R/ Ven Espíritu Santificador.
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Para que nos llenes del don de sabiduría y tengamos un conocimiento pleno de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo y de todas las cosas espirituales. Ven, Espíritu Santificador.
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Para que nos llenes del don del entendimiento y por él penetremos en toda la riqueza de los misterios de nuestra salvación. Ven, Espíritu Santificador.
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Para que nos llenes del don de consejo, y podamos juzgar rectamente y según Dios de todo cuanto tenemos que realizar en orden a nuestro fin último. Ven, Espíritu Santificador.
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Para que nos des el don de ciencia, mediante el cual podamos hacer de las cosas creadas un recto uso en orden a nuestro destino eterno. Ven, Espíritu Santificador.
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Para que nos des el don de fortaleza, y con él tengamos energías para realizar todo cuanto veamos ser voluntad de Dios.
Ven, Espíritu Santificador. -
Para que nos des el Don de piedad, mediante el cual vivamos nuestras relaciones con Dios en un clima de piedad filial. Ven, Espíritu Santificador.
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Para que nos des el Don de temor, por el que, desconfiando de nosotros mismos, nos entreguemos sumisamente al cumplimiento de los designios divinos sobre nosotros. Ven, Espíritu Santificador.
Invocación al Espíritu Santo. Ven, Espíritu Santo, Y envía desde el cielo, Un rayo sobre el suelo De tu luz eternal. Ven, Padre de los pobres, Ven, Dador de los bienes; Que alumbras y sostienes Al infeliz mortal.
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Abogado sincero; Dulce Huésped del alma; Se refrigerio y calma; Santo Consolador. Descanso en el trabajo; Bonanza en el estío Benéfico Rocío; Solaz en el dolor. ¡Oh luz amorosísima! Dulce, clara, serena... Los corazones llena Que aman tu claridad. Sin tu supremo auxilio, Que el pecho nos ensancha, Nada hay puro y sin mancha; Todo el hombre es maldad. Lava lo que está sucio; Riega lo que está seco; Débil soy cuando peco, Dame Tú la salud. Ablanda lo que es áspero; Calienta lo que está frío; Al hombre en su extravío, Vuelve a la rectitud. Reparte tus siete dones Según la fe de tus siervos; Corona fiel sus esfuerzos Con tu gracia y tu bondad. Dános termino dichoso Después del triste desierto; Dános la gloria del cielo Por feliz eternidad. Amén. Aleluya. Consagración al Espíritu Santo.
¡Divino Espíritu Santo! Amor eterno del Padre y del Hijo, te adoro, Te doy gracias, te amo y te pido perdón Por todas las veces que te he constristado En mí y en mi prójimo. A ti, Santo Espíritu de Verdad, consagro Mi mente, mi fantasía, mi memoria; Ilumíname. Haz que conozca a Jesucristo, Nuestro Maestro, y comprenda su Evangelio
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Y la doctrina de la Santa Iglesia. Aumenta en mí el don de sabiduría, de ciencia, de inteligencia y de consejo. A ti, Espíritu santificador, consagro mi voluntad; guíame para hacer lo que te agrada, dame fuerza para cumplir con los mandamientos y mis deberes. Concédeme el don de fortaleza y el santo temor de Dios. A ti, Espíritu vivificador, consagro mi corazón: Protege y aumenta en mí la gracia divina. Concédeme el don de la piedad. Amén.
5. HORA SANTA
EL CORAZÓN DE JESÚS, IMAGEN DEL CORAZÓN DEL PADRE
Adoración. Oh Jesús, presente entre nosotros bajo los velos eucarísticos. Te adoramos con viva fe y te abrimos los íntimos sentimientos de nuestro amor y nuestro reconocimiento. Creemos que en el Sacramento del Altar vive y palpita tu mismo divino Corazón que en el Evangelio se nos reveló manso y humilde, grande y generoso, animoso y fuerte; el Corazón que fue abierto con una lanza para que todos encontráramos un refugio y nuestra salvación en él. Contemplamos en tu Corazón santísimo la revelación y la imagen perfecta del amor del Padre celestial, que tantas veces nos ha perdonado y que siempre nos recibe con paternal ternura. Acogemos con gozo tu invitación de que vayamos a Ti, oh Jesús, y venimos trayendo con nosotros el peso de nuestras miserias, de nuestras penas y de nuestras preocupaciones.
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Te pedimos el perdón de nuestros pecados y de todos nuestros hermanos. Danos tu ayuda, tu consolación y la gracia de poder vivir siempre de tu amor.
Oración común.
Reunidos a los pies de Jesús Hostia, presente en este divino sacramento, confesamos nuestra fe en Él y lo adoramos, repitiendo a una sola voz: Te adoramos Señor, y creemos en Ti. -
Jesús, pan vivo bajado del cielo... Jesús, alimento de vida y resurrección. Jesús, víctima de propiciación por nuestros pecados. Jesús, nuestro amigo y hermano. Jesús, fuente de pureza y santidad. Jesús, sostén y fortaleza en nuestro camino. Jesús, alivio y consuelo en todas nuestras penas. Jesús, viático divino en nuestra muerte.
Señor Jesús, que en el sacramento de tu Cuerpo y de tu Sangre nos permites pregustar las delicias de la vida divina, concédenos que pasemos todos los días de nuestra existencia en gracia y amor, para poder contemplarte sin velos para siempre en la gloria del cielo. Nuestro Salvador nos ha amado tanto que dio su vida por nuestra salvación. A Él, pastor bueno de nuestras almas, expresemos nuestro agradecimiento y digámosle con todo el corazón: Te damos gracias, Jesús. -
Porque te hiciste nuestro hermano. Porque viniste a salvar lo que se hallaba perdido. Porque derramaste por nosotros tu preciosa sangre. Porque eres el camino que nos conduce a Dios. Porque eres la puerta para entrar en la casa del Padre. Porque eres nuestro buen pastor y conoces tus ovejas. Porque te quedaste con nosotros en la Eucaristía. Porque nos preparas un lugar en el cielo.
Padre nuestro, guarda el rebaño que has redimido con la sangre de tu Hijo y guíalo a los pastos eternos del cielo, a donde lo ha precedido Cristo, su pastor, que vive y reina contigo por lo siglos de los siglos. Amén.
Canto.
Creo en Jesús.
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Creo en Jesús, creo en Jesús Él es mi amigo, es mi alegría Él es mi amor, creo en Jesús, Creo en Jesús, Él es mi salvador. Él llamó a mi puerta, Me invitó a compartir su heredad; Seguiré a su lado Llevaré su mensaje de paz. Ayudó al enfermo Y te trajo la felicidad Defendió al humilde, Combatió la mentira y el mal. Enseñó a Zaqueo, A partir su hacienda y su pan, Alabó a la viuda Porque dio cuanto pudo ella dar.
Oración común. Guía: Te bendecimos, Señor, y te damos gracias porque, enviado por el Padre, viniste al mundo a salvar lo que estaba perdido, para que todos pudiéramos alcanzar la vida eterna. Bendito sea tu Nombre, Señor. Todos: Bendito sea tu Nombre, Señor. Guía: Bendito seas, Señor Jesús, porque nos diste por madre a María. Por su intercesión, igual que en Caná de Galilea, tu atiendes nuestras peticiones y nos socorres en nuestras necesidades y angustias. Bendito sea tu Nombre, Señor. Todos: Bendito sea tu Nombre, Señor. Guía: Bendito seas, Señor Jesús, porque enviaste a tus apóstoles con el poder de perdonar los pecados, igual que el padre te envió a quitar el pecado del mundo. Bendito sea tu nombre, Señor. Todos: Bendito sea tu Nombre, Señor. Guía: Bendito seas, Señor Jesús porque nos enseñaste a orar y a llamar “Padre” a Dios y acercarnos a Él con la confianza propia de los hijos. Bendito sea tu Nombre, Señor. Todos: Bendito sea tu Nombre, Señor.
Guía: Bendito seas, Señor. Te damos gracias por la Iglesia que nos dejaste y por sus pastores. Gracias por el Papa, por los obispos, por los sacerdotes y por
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todos Aquellos que, en tu Nombre, sirven a los hermanos y a todos los hombres. Bendito sea tu nombre, Señor. Todos: Bendito sea tu Nombre, Señor. Guía: Te bendecimos, Señor, y te damos gracias, porque por medio del Bautismo entramos a tu Iglesia y a tu Reino. Queremos permanecer toda la vida unidos a Ti por la fe, la esperanza y el amor. Bendito sea tu Nombre, Señor. Todos: Bendito sea tu Nombre, Señor.
Canto. Anunciaremos tu Reino. Coro: ¡Anunciaremos tu Reino, Señor, Tu Reino Señor, tu Reino!
Reino de paz y justicia, Reino de vida y verdad: Tu reino Señor, tu reino. Reino de amor y de gracia, Reino que habita en nosotros: Tu reino Señor, tu reino. Reino que sufre violencia, Reino que no es de este mundo: Tu reino Señor, tu reino. Reino que ya ha comenzado, Reino que no tendrá fin: Tu reino Señor, tu reino. Oración al Corazón Eucarístico de Jesús ¡Corazón Eucarístico!, amor soberano, que instituiste el santo Sacramento para habitar en medio de nosotros aquí en la tierra, y para dar a nuestras almas tu Cuerpo en alimento y tu Sangre en bebida. Creemos firmemente, Señor Jesús en ese amor supremo que instituyó la santa Eucaristía. Y aquí delante de esta Hostia es justo que adoremos ese amor, que le confesemos y ensalcemos como el gran horno de la vida de tu Iglesia. Ese amor es para nosotros una apremiante invitación. Escuchamos tu voz que nos dice: “He aquí cuánto los amo!, les doy mi carne en alimento y mi sangre en bebida, quiero con este contacto motivar el amor en ustedes, quiero unirlos
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a mí, quiero transformar sus vidas en mí crucificado, en mí que soy el pan de vida eterna. Denme pues, sus corazones, vivan de mi vida, y vivirán en Dios” . Nosotros lo reconocemos Señor, tal es el llamado de tu Corazón Eucarístico. Por eso te damos gracias y queremos corresponderte. Concédenos la gracia de absorber bien este amor supremo con el que nos has convidado a tomar y recibir tu Sagrado Cuerpo. Graba en el fondo de nuestras almas el firme propósito de ser fieles a esta invitación. Otórganos la devoción y reverencia necesarias para honrar y recibir dignamente el don de tu supremo amor. Que podamos así con tu gracia, celebrar efectivamente el recuerdo de tu pasión, reparar nuestras ofensas y frialdades, alimentar y acrecentar nuestro amor para contigo, y conservar siempre vivo en nuestro corazón el germen de la inmortalidad bienaventurada. Amén.
Lectura del Santo Evangelio según San Juan. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Como el Padre me ha amado, así los he amado yo; permanezcan en mi amor. Si guardan mis mandamientos, permanecerán en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he hablado de esto para que mi alegría esté en ustedes y la alegría de ustedes llegue a plenitud. Este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a ustedes los llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre se los he dado a conocer. No son ustedes los que me eligieron a mí, soy yo quien los he elegido y los he destinado para que vayan y den fruto, y su fruto permanezca. De modo que lo que pidan al Padre en mi nombre se los dé. Esto les mando: Que se amen unos a otros.
Canto. Que detalle, Señor. Coro: qué detalle, Señor, has tenido conmigo, Cuando me llamaste, cuando me elegiste, Cuando me dijiste que tú eras mi amigo; Qué detalle, Señor, has tenido conmigo.
Te acercaste a mi puerta, Pronunciaste mi nombre, Yo temblando te dije: “Aquí estoy Señor”. Tú me hablaste de un reino, De un tesoro escondido;
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De un mensaje fraterno Que encendió mi ilusión. Yo dejé casa y pueblo Por seguir tu aventura, Codo a codo contigo Comencé a caminar. Han pasado los años Y aunque aprieta el cansancio, Paso a paso te sigo, Sin mirar hacia atrás. Que alegría yo siento Cuando digo tu nombre; Que sosiego me inunda Cuando oigo tu voz; Que emoción me estremece Cuando escucho, en silencio, Tu palabra que aviva Mi silencio interior.
Preces.
Acudamos con preces, hermanos a Jesús, que es manso y humilde de corazón, y digámosle: Rey misericordioso, en ti confiamos ¡Oh Jesús, en quien reside toda la plenitud de la divinidad¡, haznos partícipes de tu naturaleza divina. ¡Oh Jesús, en quien están ocultos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia¡, haznos conocer, mediante la Iglesia, la multiforme sabiduría de Dios. ¡Oh Jesús, en quien el Padre se complació tanto!, haz que escuchemos con perseverancia tu palabra. ¡Oh Jesús, cuya plenitud todos hemos recibido!, concédenos con abundancia la gracia y la verdad del Padre. ¡Oh Jesús, fuente de vida y santidad! haznos santos e irreprochables por el amor.
oración
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Sagrado Corazón de Jesús, no me evites tu Cruz, como el Padre no te la evitó a ti. Detén mis ojos, mis pensamientos y mis deseos, para que sean cautivos de tu Sagrado Corazón. Indigno soy y nada merezco, pero ayúdame a vivir mi acto de Consagración, siéndote leal, invocando incansablemente tu Santo Nombre. Haz que mi espíritu rechace todo lo que no seas Tú. Sagrado Corazón de Jesús, haz soportar a mi alma, más que nunca, las señales de tu Cuerpo por la conversión de las almas. Yo... someto libremente mi voluntad a tu Voluntad, ahora y siempre. Amén. (Oración dada por N.S. Jesucristo a Vassula R)
Para que los jóvenes descubran y sigan su vocación.
Oremos a Dios nuestro Padre para que derrame abundantemente la salvación a todos los hombres ya que ha enviado a su Hijo para buscar y salvar lo que se había perdido. -
Para que muchos jóvenes, comprendiendo sus valores superen los obstáculos que se presentan y sigan a imitación de Cristo a una mayor perfección en su seguimiento. Roguemos al Señor
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Para que la juventud, llena de generosidad y espíritu de servicio, descubra en la vida sacerdotal y religiosa la forma de realizar sus más altos ideales. Roguemos al Señor
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Para que muchos jóvenes escuchen la voz del buen pastor que los invita a prolongar su misión en medio de su pueblo santo. Roguemos al Señor
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Para que los jóvenes que están en búsqueda, encuentren en Cristo la verdad y descubran en la causa del Evangelio la razón de sus vidas. Roguemos al Señor
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Por los matrimonios cristianos, para que con el testimonio de su caridad solícita y alegre ayuden a descubrir a sus hijos la vocación de servicio. Roguemos al Señor
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- Señor, elige entre nosotros, entre nuestros familiares, hombres y mujeres para tu servicio, que respondan generosamente a tu llamado. - Te pedimos Señor, más sacerdotes, más religiosos y religiosas; y también más catequistas, más servidores para nuestras comunidades. - Nosotros Señor, estamos dispuestos a colaborar con ellos, con nuestro apoyo, sobre todo con nuestra oración; dales Tú la fuerza necesaria para seguir. - Que hoy y en cada paso que demos en nuestras vidas, descubramos tu voz que nos llama a colaborar en la extensión de tu Reino. - Que nuestros jóvenes puedan descubrir hoy la misión que tienen como cristianos y sepan dar respuesta concreta.
Canto. Danos un corazón. Danos un corazón grande para amar: Danos un corazón fuerte para luchar. Hombres nuevos creadores de la historia Constructores de nueva humanidad; Hombres nuevos que viven la existencia Como riesgo de un largo caminar. Hombres nuevos luchando en esperanza Caminantes sedientos de verdad: Hombres nuevos sin frenos ni cadenas Hombres libres que exigen libertad. Hombres nuevos amando sin fronteras Por encima de razas y lugar; Hombres nuevos al lado de los pobres Compartiendo con ellos techo y pan. Canto al corazón de Jesús. Corazón el más puro y más santo, Corazón de mi dulce Jesús Tú eres siempre mi dicha y mi encanto Tú eres siempre mi paz y mi luz. Ser quisiste mi fiel compañero En el valle de llanto y dolor Ser mi hermano, mi amigo sincero
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Y el más puro ideal de mi amor. Desde el santo sagrario do moras Me bendices doquiera que voy Y me dices yo soy el que adoras Nada temas, contigo yo estoy. Desde el cielo a las almas desciendes Y en las almas tu cielo colocas Y del pobre mortal que te invoca No desoyes su humilde oración. Cariñoso consuelo del triste, Del mortal desechado esperanza, Del que sufre, total bienandanza, Del que llora dichosa mansión.
Dirijamos, pues, nuestra mirada a María para ver y admirar no sólo a la que escogida, preanunciada, preparada y llamada respondió más perfectamente que cualquier otro a la especial vocación de la que Dios la hizo objeto, sino a Aquella que, más que ningún otro, vela para que el designio de salvación se extienda a todos y a cada uno, según la admirable disposición de Dios que llama a todos a colaborar con Él (cfr. 1 Tm. 2,4). Oremos... A ti nos dirigimos, Madre de la Iglesia. A ti que con tu Sí abriste la puerta a la presencia de Cristo en el mundo, en la historia y en las almas, acogiendo con humilde silencio y total disponibilidad la llamada del Altísimo. Haz que muchos hombres y mujeres escuchen, también hoy, la voz apremiante de tu Hijo: “ Sígueme “. Haz que tengan el valor de dejar sus familias, sus ocupaciones, sus esperanzas terrenas y sigan a Cristo por el camino que Él les señale.
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6. HORA SANTA En honor a Jesús Sacramentado. (Jueves Santo)
HEMOS DEJADO TODO PARA SEGUIRTE Mt. 19,27 Introducción: Nosotros creemos en Ti, Señor Jesús, presente en el sacramento de tu amor, y postrados delante del tabernáculo te damos gracias y te adoramos. Tú eres nuestro Salvador y Maestro, crucificado por nuestros pecados y resucitado por el poder del Padre. Señor misericordioso, ven y quédate con nosotros, perdona nuestros pecados y danos la paz. Aleja de nuestros corazones toda duda y temor y vivifica nuestra fe en tu pasión y en tu resurrección para que mediante tu gracia podamos vivir intensamente nuestros compromisos bautismales y merezcamos conseguir la vida eterna en tu reino.
Adoración. Jesús, verdadero hijo de Dios y hermano nuestro, te adoramos presente bajo las especies sacramentales y te damos gracias por habernos amado tanto hasta el punto de ofrendar tu vida por nuestra salvación.
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Tú eres el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Tú cargaste sobre tus hombros el peso de nuestros pecados y los reparaste con tu inmolación en el altar de la cruz. En tu presencia, Jesús, queremos renovar las promesas de nuestro bautismo; ayúdanos tú a vivir como verdaderos cristianos, empeñados en una continua conversión y una total adhesión a tu palabra. Acepta nuestras humildes obras penitenciales y nuestros diarios sacrificios para que, unidos a los méritos de tu pasión, sean medios de redención y de vida para nosotros, por todos los que más queremos y por todos los hombres. Amén.
Consideraciones ¡Abre mis ojos, Señor, a las maravillas de tu amor¡ ¡Sáname, deseo verte¡ perdidos en el mundo, sin horizontes, gritamos: ¡Guíame por el camino que lleva al Padre¡ ¡Sáname, deseo verte¡ Habitados por la esperanza, en tensión hacia el encuentro, gritamos: ¡Me haz lavado con el agua vivificante¡ ¡Sáname, deseo verte¡ Señor, tú conoces nuestras cegueras y egoísmos. No pases sin detenerte. ¡Haz que veamos tu amor y danos tu salvación¡ ya ves adónde va nuestro mundo: no marcha muy bien y está lleno de miedo. No pases sin iluminarnos, ¡Haz que veamos tu amor y danos tu salvación¡ Tú ves más lejos que nosotros. No te olvides de los desesperados, De los marcados por el extravío y el sufrimiento. No pases sin alzarnos del suelo. ¡Haz que veamos tu amor y danos tu salvación¡
Tú vuelves ciegos a los que pretenden ver. No permitas que tu Iglesia viva de certezas ilusorias. No pases sin interpelarnos.
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¡Haz que veamos tu amor y danos tu salvación¡
Canto. Quédate con nosotros. Quédate con nosotros La tarde está cayendo; quédate. ¿Cómo te encontraremos al declinar el día, si tu camino no es nuestro camino? Detente con nosotros; La mesa está servida, Caliente el pan y envejecido el vino. Quédate con nosotros La tarde está cayendo; quédate. ¿Cómo sabremos que eres hombre entre los hombres, si no compartes nuestra mesa humilde? Repártenos tu cuerpo, Y el gozo irá alejando La oscuridad que pesa sobre el hombre Quédate con nosotros La tarde está cayendo; quédate. Vimos romper el día Sobre tu hermoso rostro, Y al sol abrirse paso por tu frente. Que el viento de la noche No apague el fuego vivo Que nos dejó tu paso en la mañana. Quédate con nosotros La tarde está cayendo: quédate.
Introducción al Evangelio. Ciertamente, no hay nada más útil para nuestra salvación que este sacramento con que nos purificamos de los pecados, crecemos en virtud y en el que se encuentra la plenitud de todos los carismas espirituales. Se ofrece en la Iglesia para utilidad de todos, vivos y muertos, porque en él se celebra el memorial del amor inconmensurable que Cristo ha manifestado en su Pasión.
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Jesús ha querido que la inmensidad de este amor permaneciera grabado en la parte más profunda e íntima del corazón de los creyentes. Por esta razón en la última Cena, cuando estaba por pasar de este mundo al Padre, después de haber celebrado la pascua con sus discípulos, Él instituyó este sacramento como memorial perpetuo de su Pasión, como cumplimiento de las figuras antiguas, como el más grande consuelo para aquellos que en su ausencia se sintieran desconsolados. Del Evangelio de San Lucas (22,14-20). Llegada la hora, Jesús se sentó a la mesa con sus apóstoles. Les dijo: “En verdad, he deseado muchísimo comer esta Pascua con ustedes antes de padecer; porque, les aseguro, ya no la volveré a celebrar hasta que sea la nueva y perfecta Pascua en el Reino de Dios”. Tomó una copa, dio gracias y les dijo: “Tómenla y repártanla entre ustedes, porque les aseguro que ya no volveré a beber más los productos de la uva hasta que llegue el Reino de Dios “. Después tomó el pan, y dando gracias lo partió y se lo dio, diciendo: “ Esto es mi cuerpo, el que es entregado por ustedes. HAGAN ESTO EN MEMORIA MIA “. Después de la cena, hizo lo mismo con la copa. Dijo: “ Esta copa es la Alianza Nueva sellada son mi sangre, que va a ser derramada por ustedes”
Oración común.
Nuestro Salvador, en la última cena, la noche que fue traicionado, instituyó el sacrificio eucarístico de su cuerpo y de su sangre, memorial perpetuo de su muerte y de su resurrección. Con el alma llena de reconocimiento, elevemos hasta Él nuestro himno de gratitud y digámosle al unísono: Alabanzas a Ti, Cristo Jesús. -
Por haber querido perpetuar a través de los siglos el sacrificio de la cruz, te agradecemos, Señor. Por la institución de tu Eucaristía como signo de unidad, y vínculo de caridad en el banquete pascual, te agradecemos, Señor. Por habernos invitado a tu mesa, como prenda de la vida futura, te agradecemos, Señor. Por el favor de tu continua presencia bajo los velos eucarísticos, como hermano y amigo nuestro, te agradecemos, Señor.
Oh Dios, que nos congregas en la celebración eucarística, en la cual tu Hijo único, antes de entregarse a la muerte, confió a la Iglesia el nuevo y eterno sacrificio, convite nupcial de tu amor, haz que por la participación de tan gran misterio logremos la plenitud de la caridad y de la vida.
Canto.
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Eucaristía, milagro de amor, Eucaristía presencia del Señor. Cristo nos dice: Tomen y coman Esto es mi cuerpo que ha sido entregado. Cristo en persona nos viene a liberar De nuestro egoísmo y la división fatal. Oh gran invento de Cristo sabio y bueno Para alimentarnos con su sangre y con su cuerpo. Con este alimento tenemos vida eterna, Cristo nos invita a la gran resurrección. En la familia de todos los cristianos Cristo quiere unirnos en la paz y en el amor. Cuando comulgamos nos unimos al Señor, Formamos entre todos la familia del amor.
Adoración final Adoremos reverentes al Señor sacramentado. Cante el rito del presente superior al del pasado. Nuestros ojos te contemplen con filial y humilde fe. Gloria al Padre, gloria al Hijo y al Espíritu Señor. Al Dios Santo, uno y trino alabanza y bendición, suba al cielo, en testimonio el incienso del amor. Amén. V/ les diste pan del cielo. R/ que contiene en sí todo deleite. Oremos ¡Oh Dios!, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión, te pedimos que nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu Redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén Canto Alabado sea el Santísimo Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar Y la Virgen concebida Sin pecado original (bis) Con pureza de conciencia
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Dignamente preparados, Recibirán con frecuencia, A Jesús Sacramentado.
Celebraciones de la Palabra en honor al Santísimo Sacramento del Altar ( tomadas de Yo soy la vida)
Adviento. Ven Señor Jesús. Introducción. Señor Jesús, presente en el Sacramento del altar, yo creo en Ti, te adoro y te amo. Tú eres el Hijo de Dios, el Mesías el Salvador, el esposo, el amigo, el hermano que nos libra de la esclavitud y nos guía a la casa del Padre. Señor, despierta en mi alma el deseo de Ti, dame la riqueza de tu amor para que llene mi vaciedad; acalla en mí la voz de todas las vanidades. Hazme dócil a tu divina voluntad para que sólo busque lo que te agrada. Que a tu venida puedas encontrar en cada uno de nosotros un corazón limpio de toda maldad y preparado para recibirte, para que puedas fijar tu morada en él para siempre. Nos disponemos a prepararte el camino, a través de la conversión sincera, del perdón mutuo, del respeto hacia los que no comparten nuestra manera de pensar. Estamos dispuestos a tu Espíritu para que de manera especial afiance nuestros corazones en el amor y podamos gritar con la Virgen María y los
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profetas del Adviento: Ven Señor Jesús! Renuévanos, sálvanos, permanece de una vez para siempre en nuestras vidas.
Preparación a la primera lectura: Cristo ha venido. Sin embargo, esperamos aún como los antiguos hijos de Israel. Cristo está entre nosotros. No obstante vivimos entre las desazones del destierro “conscientes que mientras vivimos en el cuerpo, como peregrinos vivimos lejos del Señor.
Lectura del libro del Apocalípsis (22,12-21) Voy a llegar enseguida, llevando mi salario para pagar a cada uno conforme a la calidad de su trabajo. Yo soy el alfa y la omega, él primero y el último, el principio y fin. Dichosos los que llevan su ropa para tener derecho al árbol de la vida y entrar por las puertas de la ciudad. Fuera los perros, los hechiceros, los lujuriosos, los asesinos, los idólatras y todo amigo de cometer fraudes. Yo, Jesús, envié mi ángel para que os declarase esto acerca de las iglesias. Yo soy el retoño y el linaje de David, el lucero brillante de la mañana. Dicen el Espíritu y la esposa: ¡Ven! Diga el que escucha: ¡Ven! Quien tenga sed, que se acerque. El que quiera, tome de balde agua viva. A todo alguno alguno privará libro.
el que escucha la profecía contenida en este libro le declaro yo: Si añade algo, Dios le mandará las plagas descritas en este libro. Y si suprime algo de las palabras proféticas escritas en este libro, Dios lo de su parte en el árbol de la vida y en la ciudad santa descritos en este
El que se hace testigo de estas cosas dice: “Sí, voy a llegar enseguida”. Amén. Ven, Señor Jesús. El favor del Señor Jesús esté con todos.
Salmo responsorial (del salmo 24) Ant. : A ti, Señor, elevo mi alma. Señor, enséñame tus caminos, Instrúyeme en tus sendas, Haz que camine con lealtad; Enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador, Y todo el día te estoy esperando. El Señor es bueno y recto,
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Y enseña el camino a los pecadores; Hace caminar a los humildes con rectitud, Enseña su camino a los humildes. Las sendas del Señor son misericordia y lealtad; Para los que guardan su alianza y sus mandatos. Por el honor de tu nombre, Señor, Perdona mis culpas que son muchas. Reflexión. Cristo es Aquel que viene
(J. Daniélou : Elementos de Espiritualidad) Cristo, en el Apocalípsis, se nos presenta como el que viene. Lo cual entraña varios sentidos. Ante todo, Cristo es Aquel que ha venido, ha venido hacia nosotros, un movimiento de Dios hacia nosotros. Este es el objeto de nuestra fe. Pero también es Aquel que vendrá, porque en el todas las cosas alcanzarán su plenitud, según lo dice San Pablo: “Sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto. Y no solo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro cuerpo” (Rom. 8, 22-23). El mundo entero espera; y nuestra misma plegaria debe estar dirigida hacia el cumplimiento escatológico. Aquel “Ven, Señor Jesús” que repetimos, debe abarcar y sintetizar todas nuestras esperas, todos los quebrantos físicos y morales de la humanidad que nos rodea, conscientes que nuestras vidas y todas cuantas nos circundan son como arrastradas en el complejo de la creación hacia Cristo. Cristo es Aquel que siempre está por llegar. Su venida, para cada una de nuestras almas, es una realidad actual: “ Mira que estoy a la puerta y llamo : si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap. 3,20). Si dejamos entrar a Cristo, El nos hará partícipes de sus dones y de sus bienes; el dirigirá una palabra personalmente a cada uno de nosotros. El es Aquel que siempre viene, como lo precisa el texto: “ Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el principio y el Fin” (Ap. 22,13). El es el fin hacia el cual todos nos dirigimos; en El se resume todo, porque El es fin de todo cuanto existe; hay algo que ha comenzado y que nunca concluirá: es nuestra transformación en Cristo; es necesario dejarlo que El obre en nosotros. Se nos pide que nos hallemos sedientos y abiertos para con Dios, a fin de que brote, desde el fondo de nuestra alma, la sed de gracia que solo el Señor puede saciar: “El que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás” (Jn. 4,13).
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Estas palabras están dirigidas a todos sin ninguna excepción y sin condición alguna; pese a nuestros pecados de la vida pasada, de nuestra mediocridad, nuestra insensibilidad espiritual, basta creer en el Amor, que todo es siempre posible, que nada es irrevocable, ni nuestros errores ni nuestra infidelidad, La gracia de Dios puede remediarlo todo y redimirlo todo. “Y el que escucha diga: ven, y el que tenga sed, que se acerque y el que quiera, reciba gratuitamente agua de vida” (Ap. 22,17). Con Aquel “que da testimonio”, digamos: Amén, abriendo nuestros corazones a cuanto desea Cristo realizar en nosotros y por medio de nosotros, para que brote desde el fondo de nuestros corazones esta fuente entrañable de vida y de amor.
Oración Común Ofrezcamos a Jesús presente en el Sagrario los anhelos de este tiempo de peregrinación y nuestra espera y digámosle a la vez todos: Ven, señor Jesús. 1. En medio de las angustias de nuestro tiempo, te invocamos, Señor. 2. Confiando contemplar en el cielo todo lo que los ángeles anhelan, nosotros te invocamos, Señor. 3. Por nosotros mismos y por cuantos esperan tu venida, nosotros te invocamos, Señor. 4. Por todo el mundo y por los hombres que todavía no te conocen, te invocamos, Señor.
Señor Jesús, dígnate acoger las oraciones de cuantos creen y esperan en Ti: Ven pronto a librarnos de este nuestro destierro y congréganos en tu Reino glorioso, donde Tú vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
Celebración de la palabra para Navidad Nos ha nacido un niño
Introducción. Verbo de Dios hecho hombre, te adoramos presente en el Sacramento del Altar. En el misterio adorable de tu nacimiento, tú quisiste aparecer visiblemente en nuestra carne para que por tu medio fuéramos arrebatados al amor de lo invisible. Tú, engendrado antes de todos los siglos, has querido existir en el tiempo, para asumir en Ti todo lo creado y sacarlo del abismo en que yacía. Tú has querido revestirte de nuestra débil naturaleza para elevarnos a una dignidad perdurable y para que, unidos a ti en unidad admirable, pudiéramos disfrutar contigo de una vida inmortal.
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Verbo encarnado, única fuente de nuestra salvación, queremos abrirte nuestro corazón para que Tú establezcas en él tu morada para siempre.
Plegaria de adoración. Postrados en tu presencia, Jesús Eucaristía, adoramos tu humanidad santísima en la cual están ocultos los esplendores de tu divinidad. Creemos, Jesús, con la misma fe de María y de José, que tú eres el Dios hecho hombre para traernos la salvación y la vida. Te agradecemos, Señor, por el amor infinito que te llevó a descender del cielo y hacerte pequeño y pobre para que nosotros, pecadores, pudiéramos alcanzar el paraíso. Adorando reverentes el misterio de tu Encarnación, de hinojos delante del pesebre te ofrendamos todo el amor de tu dulcísima Madre. Preparación a la primera lectura. El profeta Isaías mira en lontananza el tiempo de la salvación mesiánica como el tiempo de la luz, la alegría y la liberación. En el Niño que se nos dará están reunidas todas las virtudes y grandezas de héroes y santos de Israel: El será poderoso, sabio, pacífico: Será el verdadero “Emmanuel”, a saber, Dios con nosotros. Primera lectura del libro del profeta Isaías ( 9,1-3. 5-6) El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz inmensa; habitaba tierra de sombras, y una luz les brilló. Acreciste la alegría, aumentaste el gozo: Se gozan en tu presencia, como gozan al segar, como se alegran al repartirse el botín. Porque la vara del opresor, el yugo de su carga, el bastón de su hombro los quebrantaste como el día de Madián. Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado: Lleva al hombro el principado, y es su nombre: Maravilla de Consejero, Dios Guerrero, Padre perpetuo, Príncipe de la paz. Para dilatar el principado, con una paz sin límites, sobre el trono de David y sobre su reino. Para sostenerlo y consolidarlo con la justicia y el derecho desde ahora y por siempre. El celo del Señor lo realizará.
Salmo responsorial (del salmo 95) Ant.: Hoy nos ha nacido un Salvador. Cantad al Señor un cántico nuevo, Cantad al Señor toda la Tierra; Cantad al Señor, bendecid su nombre, Proclamad día tras día su victoria.
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Contad a los pueblos su gloria, Sus maravillas a todas las naciones. Alégrese el cielo, goce la tierra, Retumbe el mar y cuanto lo llena; Vitoreen los campos y cuantos hay en ellos, Aclamen los árboles del bosque.
Reflexión. Unión inaudita entre el hombre y Dios (San Gregorio Nacianceno: El Verbo de Dios) el Verbo de Dios es Aquel que existe antes de todos los siglos, invisible, incomprensible, la luz de la cual dimana la luz, la fuente de la vida y de la inmortalidad, la expresión de Dios primer principio, la imagen perfecta, la palabra definitiva del Padre. He aquí que se dirige a tu propia imagen, y por amor de la carne se reviste de carne; por amor de mi alma, se digna confundir su persona divina con un alma inteligente. El, Verbo, desea purificar, mediante una identificación total, cuanto en sí mismo asume, haciéndose en todo verdaderamente hombre, con excepción del pecado. Concebido por una Virgen, purificada anticipadamente en su alma y en su cuerpo por obra del Espíritu, el Verbo nace de Dios, aun después de asumir la carne. El es uno por la reunión que realiza en sí mismo de dos realidades opuestas, la carne y el espíritu: éste diviniza, la otra se diviniza. ¡Oh fusión inaudita, oh compenetración paradójica! Aquel que existe en la eternidad, aparece en el tiempo; el increado se hace objeto de la creación. El que no tiene dimensión entra en el tiempo y en el espacio y un alma espiritual se constituye mediadora entre la divinidad y la pesadez de la carne. Aquel que todo lo enriquece, se hace pobre y mendiga mi carne, para hacerme rico con su divinidad. El, que es la plenitud, se anonada, se despoja hasta su gloria, para que yo pueda participar de su plenitud. ¡Qué abismo de bondad! ¡Qué inmenso misterio me rodea! Se me hace partícipe de la imagen de Dios y no supe conservarla; ahora Dios asume mi carne, ya para reparar la imagen que me había concedido, ya que para inmortalizar mi carne. Entra en comunión con nosotros de una manera nunca vista, mucho más íntima que antes; quien compartió antes conmigo los bienes, ahora condivide mis males, esta comunión es todavía más digna de Dios, y para quien sabe reflexionar, aun es más sublime.
Oración común. Dirijamos nuestra humilde plegaria a Cristo Jesús, el Verbo encarnado, que estableció su mansión entre nosotros para ser nuestra salvación y nuestro
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compañero en el largo peregrinaje terreno. Digámosle todos juntos: Escúchanos, Señor. 1. Para que acojamos con un corazón sencillo y puro el misterio de la Salvación, te rogamos. 2. Para que podamos compartir la abundancia de la vida divina que viniste a traernos, te rogamos. 3. Para que conservemos en nuestro corazón, reflexionemos y pongamos en práctica todas tus palabras, a imitación de tu Madre santísima, te rogamos. 4. Para que los pequeños y pobres de este mundo reconozcan su dignidad de hijos de Dios y se regocijen de ser el objeto de tus preferencias, te rogamos. 5. Para que todos los hombres crean en ti, te rogamos. Oh Dios, que nos has congregado para celebrar con devota alegría el nacimiento de tu Hijo, concédenos a nosotros y a toda la Iglesia la gracia de conocer con fe la profundidad de tu misterio y vivirlo con intenso amor y generosidad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Capitulo III ORACIONES AL SANTÍSIMO SACRAMENTO Y AL CORAZÓN EUCARÍSTICO DE JESUS
Alabanzas al Santísimo Sacramento. Bendito sea Dios. Bendito su santo nombre. Bendito Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. Bendito el nombre de Jesús. Bendito su santísimo Corazón. Bendito Jesús en el santísimo Sacramento del altar. Bendita la gran Madre de Dios María Santísima. Bendita su santa e Inmaculada Concepción. Bendita su gloriosa Asunción. Bendito el nombre de María Virgen y Madre. Bendito san José su castísimo esposo. Bendito sea Dios en sus ángeles y en sus santos.
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Comunión Espiritual Creo Jesús mío, que estás presente en el santísimo Sacramento del altar, te amo, te adoro y deseo recibirte dentro de mi alma, y ya que no puedo hacerlo sacramentalmente, ven espiritualmente a mi corazón y como si ya te hubiera recibido, te abrazo y me uno a ti has Señor, no permitas que jamás me separe de Ti. Amén.
A los pies de Cristo en la Eucaristía Jesús, Divino Prisionero del Amor, cuando considero tu amor y como te has anonadado por mí, mis sentidos desfallecen. Encubres tu majestad inconcebible y te humillas rebajándote a mí, un ser miserable. Oh Rey de la gloria, aunque ocultas tu hermosura, el ojo de mi alma desgarra el velo. Veo a los coros de los ángeles que te honran incesantemente y a todas las potencias celestiales que te alaban sin cesar y que te dicen continuamente: Santo, Santo, Santo. Oh ¿Quién comprenderá tu amor y tu misericordia insondable hacia nosotros? Oh prisionero del amor, encierro mi pobre corazón en este tabernáculo para adorarte sin cesar día y noche. No se de ninguna objeción a esta adoración, y aunque estoy físicamente lejos de ti, mi corazón está siempre contigo. Nada puede impedir mi amor hacia ti. No existe ningún obstáculo para mí. Oh Santa Trinidad, Dios Uno e Indivisible, bendito seas por este gran regalo y testamento de misericordia. Te adoro, creador, y Señor, oculto en el Santísimo Sacramento. Te adoro por todas las obras de tus manos, en las cuales se me revela tanta sabiduría, bondad y misericordia. Oh Señor, has esparcido tanta belleza sobre al tierra y ella me habla de tu belleza, aunque es sólo un pálido reflejo de ti, belleza incomprensible. Y aunque te has escondido y ocultado, y has ocultado tu belleza, mi ojo, iluminado por la fe, llega hasta ti y mi alma reconoce a su creador, a su bien supremo y mi corazón se sumerge completamente en una plegaria de adoración. Creador y Señor mío, tu bondad me animó a conversar contigo. Tu misericordia hace que desaparezca el abismo que separa al Creador de la criatura. Hablar contigo, oh Señor, es el deleite de mi corazón. En ti encuentro todo lo que mi corazón puede desear. Aquí tu luz ilumina mi mente permitiéndole conocerte a ti cada vez más profundamente. Aquí torrentes de gracias fluyen sobre mi corazón, aquí mi alma obtiene la vida eterna. Oh creador y Señor mío, además de ofrecerme estos dones, tú mismo te entregas a mí y te unes íntimamente a tu criatura miserable. Oh Cristo, tengo mi mayor deleite cuando veo que tú eres amado, que resuenan tu honor y gloria y especialmente la alabanza a tu misericordia. Oh
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Cristo, hasta el último instante de mi vida no dejaré de glorificar tu bondad y misericordia. Con cada latido de mi corazón glorifico tu misericordia. Deseo transformarme por completo en un himno de tu adoración. Cuando me encuentre en mi lecho de muerte, que el último latido de mi corazón sea un himno amoroso de alabanza a tu insondable misericordia ( Beata Sor Faustina) Dulcísimo Jesús, incendia mi amor por ti y transfórmame en ti, divinízame para que mis obras te sean agradables. Que eso pueda se obtenido por el poder de la Santa Comunión que recibo diariamente. ¡Cuánto deseo ser completamente transformado en ti, oh Señor!
Consagración al Corazón de Jesús Sagrado Corazón de Jesús, ven a invadirme completamente, a fin de que mis motivos sean tus motivos, mis deseos tus deseos, mis palabras tus palabras, mis pensamientos tus pensamientos. Después, déjame cobijarme en lo más profundo de tu Sagrado Corazón. Aniquílame completamente. Yo... adoraré tu Sagrado Corazón desde el fondo de mi corazón. Prometo servir a tu Sagrado Corazón con fuego en mi interior. Te serviré con celo, con más fervor que antes. Soy débil, pero se que tu fuerza me sostendrá. No permitas que te pierda de vista ni dejes que mi corazón se vuelva hacia otro lado. Yo... buscaré sólo tu Sagrado Corazón y te desearé únicamente a ti. Sagrado Corazón de Jesús, hazme detestar todo lo que es contrario a tu Santidad y a tu voluntad. Pásame por la criba una y otra vez, para asegurar que ningún rival permanezca dentro de mí. A partir de hoy, estrecha los lazos de Amor con los que me prendiste y haz que mi alma esté sedienta de ti y mi corazón anhelante por ti. Sagrado Corazón de Jesús, no esperes, ven y consume todo mi ser en las llamas de tu ardiente amor. Que todo lo que yo haga, a partir de ahora, sea únicamente por tus intereses y para tu Gloria, sin buscar nada para mí. Yo... te consagro mi vida y, a partir de hoy, quiero ser el esclavo de tu Amor. La víctima de tus ardientes deseos y de tu pasión, un bien para tu Iglesia, y el juguete de tu alma. Haz que mis rasgos se asemejen a los de tu crucifixión, a través de la amargura que experimentaré ante la sordera de las almas y al verlas caer. Da a mi alma su plenitud. Sagrado Corazón de Jesús, no me evites tu Cruz, como el Padre no te la evitó a ti. Detén mis ojos, mis pensamientos y mis deseos, para que sean cautivos de tu Sagrado Corazón. Indigno soy y nada merezco, pero ayúdame a vivir mi acto de Consagración, siéndote leal, invocando incansablemente tu Santo Nombre.
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Haz que mi espíritu rechace todo lo que no seas Tú. Sagrado Corazón de Jesús, haz soportar a mi alma, más que nunca, las señales de tu Cuerpo por la conversión de las almas. Yo... someto libremente mi voluntad a tu Voluntad, ahora y siempre. Amén. (Oración dada por N.S. Jesucristo a Vassula R)
Oración al Corazón Eucarístico de Jesús ¡Corazón Eucarístico!, amor soberano, que instituiste el santo Sacramento para habitar en medio de nosotros aquí en la tierra, y para dar a nuestras almas tu Cuerpo en alimento y tu Sangre en bebida. Creemos firmemente, Señor Jesús en ese amor supremo que instituyó la santa Eucaristía. Y aquí delante de esta Hostia es justo que adoremos ese amor, que le confesemos y ensalcemos como el gran horno de la vida de tu Iglesia. Ese amor es para nosotros una apremiante invitación. Escuchamos tu voz que nos dice: “He aquí cuánto los amo!, les doy mi carne en alimento y mi sangre en bebida, quiero con este contacto motivar el amor en ustedes, quiero unirlos a mí, quiero transformar sus vidas en mí crucificado, en mí que soy el pan de vida eterna. Denme pues, sus corazones, vivan de mi vida, y vivirán en Dios” . Nosotros lo reconocemos Señor, tal es el llamado de tu Corazón Eucarístico. Por eso te damos gracias y queremos corresponderte. Concédenos la gracia de absorber bien este amor supremo con el que nos has convidado a tomar y recibir tu Sagrado Cuerpo. Graba en el fondo de nuestras almas el firme propósito de ser fieles a esta invitación. Otórganos la devoción y reverencia necesarias para honrar y recibir dignamente el don de tu supremo amor. Que podamos así con tu gracia, celebrar efectivamente el recuerdo de tu pasión, reparar nuestras ofensas y frialdades, alimentar y acrecentar nuestro amor para contigo, y conservar siempre vivo en nuestro corazón el germen de la inmortalidad bienaventurada. Amén.
Afectos al Corazón Eucarístico de Jesús Corazón de Jesús en la Eucaristía, dulce compañero de nuestro destierro, yo te adoro. Corazón Eucarístico de Jesús. Corazón solitario, Corazón humillado. Corazón abandonado, Corazón olvidado. Corazón, menospreciado, Corazón ultrajado. Corazón desconocido de los hombres. Corazón amante de nuestras almas. Corazón deseoso de ser amado. Corazón paciente en esperarnos. Corazón solícito en escucharnos. Corazón que deseas ser escuchado.
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Corazón manantial de nuevas gracias. Corazón que, en medio de tu silencio, anhelas conversar con las almas. Corazón, dulce retiro de la vida oculta. Corazón que enseñas los secretos de la vida divina. Corazón de Aquel que aunque duerme siempre vela. Corazón Eucarístico de Jesús, ten piedad de nosotros. Jesús Hostia yo quiero consolarte. Yo me uno a ti, me inmolo contigo, y me anonado en tu presencia. Quiero olvidarme de mí y sólo pensar en ti. Callaré para escucharte, y saldré de mí mismo para perderme en ti. Haz que alivie así tu sed, la sed de mi salvación y santificación, y que, limpio ya mi corazón, te ofrezca un amor puro y verdadero. No quiero cansar más tu paciencia en esperarme, recíbeme ya, pues a ti me entrego. Te ofrezco mis obras, mi entendimiento para que lo instruyas, mi corazón para que lo dirijas, mi voluntad para que la confirmes, mi pobreza para que la socorras, mi alma y cuerpo, en fin, para que la sustentes. Corazón Eucarístico de Jesús, tu sangre es la vida de mi alma, que ya no viva yo, sino tú sólo en mí.
Jaculatorias al Corazón Eucarístico de Jesús
Corazón de mi amable Salvador, haz que arda y crezca en mí tu amor
Corazón Eucarístico de Jesús, abrasado de amor por nosotros, inflama nuestros corazones en tu amor.
Corazón Eucarístico de Jesús, ten piedad de nosotros.
Corazón Eucarístico de Jesús, modelo del corazón sacerdotal, ten piedad de nosotros.
Bendito sea el sacratísimo Corazón Eucarístico de Jesús.
Corazón de Jesús sacerdote santo, te pedimos con el mayor encarecimiento del alma que aumentes de día en día los aspirantes al sacerdocio. Sólo así conseguiremos sacerdotes santos y pronto en el mundo no habrá más que un solo rebaño bajo un solo Pastor.
Corazón Eucarístico de Jesús Sacerdote Santo, concédenos sacerdotes santos. Ángeles por la pureza y Serafines por el amor.
Adoremos, agradezcamos, supliquemos, y consolemos, junto con María Inmaculada, al Corazón Eucarístico de Jesús.
Sea alabado, adorado, amado y correspondido en todos los momentos el Corazón Eucarístico de Jesús, en todos los tabernáculos del mundo, hasta la consumación de los siglos. Así sea.
Oremos por las vocaciones.
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“Dios Padre nuestro, te confiamos los jóvenes y las jóvenes del mundo, con sus problemas, aspiraciones y esperanzas. Vuelve hacia ellos tu mirada de amor y hazlos sembradores de paz y constructores de la civilización del amor. Llámalos a seguir a Jesús, tu Hijo. Hazles comprender que vale la pena dar enteramente la vida por Ti y por la humanidad. Concédeles generosidad y prontitud en la respuesta. Acoge, Señor, nuestra alabanza y nuestra oración también por los jóvenes que, a ejemplo de María, Madre de la Iglesia, han creído en tu palabra y se están preparando a las Ordenes Sagradas, a la Profesión de los consejos Evangélicos, al empeño misionero. Ayúdalos a comprender que la llamada que Tú les has dado es siempre actual y urgente. Señor, es urgente la necesidad de religiosas de espíritu verdaderamente apostólico. Elige en las familias y en los colegios, esos corazones juveniles que palpiten al unísono del tuyo, que por ti y por las almas sean capaces de dejarlo todo, inmolándose en la vida religiosa. Señor, prepáralas tú mismo: Haz que comprendan y que vivan la maravillosa grandeza de tu llamado. Presérvalas del mal, que conserven intacta su pureza. Sea su espíritu recto y sereno, iluminado por ti, Verdad eterna; haga intrépida y fuerte su voluntad. Para que puedan seguirte, Señor hasta alcanzarte. Y, tú, madre de Cristo y Madre nuestra, atiende nuestros ruegos, bendice y santifica a quienes ya hicieron donación absoluta de sus vidas; has que sean dignos y dignas de la misión sublime que el Señor les ha confiado. Danos, te pedimos numerosas y santas vocaciones, verdaderas salvadoras de almas. Oración por las vocaciones. Señor, hemos querido reunirnos contigo hoy una vez más, para orar, por una intención que tú conoces. Sentimos la necesidad que tiene la humanidad entera de tu presencia. Hay millones de hermanos en el mundo que no te conocen, y aquí mismo en nuestro país. Sabemos que quieres seguir sirviéndote del hombre para salvar a sus semejantes; necesitamos que tú sigas eligiendo profetas y apóstoles como lo hiciste en la historia de la humanidad desde siempre. Hoy en nuestros tiempos sigue siendo mucha la mies y pocos los obreros, el mundo entero no te conoce aún y está hambriento de ti. Por eso en esta hora estamos ante ti que nos escuchas para pedir tu ayuda: R/ Roguemos al Señor. Oremos juntos a Dios que, abriendo su corazón de Padre, provea en las necesidades que nosotros sus hijos le presentamos. Para que llames a muchos al sacerdocio y a la vida religiosa, para que se comprometan en la misión salvífica de la Iglesia y sean generosos en la vocación recibida.
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Para que fortalezcas con tu gracia a todos los sacerdotes, religiosos religiosas; y fructifique su labor apostólica.
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Para que todos los llamados al apostolado de la Iglesia sean sal de la tierra y luz del mundo con el testimonio de sus vidas. Para que todos los sacerdotes, religiosos y religiosas tengan amor, perseverancia y fortaleza en su servicio a la Iglesia. Para que quienes sufren soledad, enfermedad, injusticia y opresión, encuentren en los ministros y consagrados el rostro de Dios. Padre Santo, te suplicamos con fe viva que escuches nuestras oraciones y concedas abundantes y santas vocaciones que se dediquen a llevar los hombres hacia ti para que participen plenamente de la Redención. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén. Oración para pedir vocaciones religiosas. Jesús Señor nuestro: Tu nos recomendaste que pidiéramos obreros al dueño de la mies. Te rogamos, que por la intercesión de María Santísima, tu Madre, te dignes multiplicar el número de religiosas para tu Iglesia. Señor, es urgente la necesidad de religiosas de espíritu verdaderamente apostólico. Elige ente las familias y en los colegios, esos corazones juveniles que palpiten al unísono del tuyo. Que por ti y por las almas sean capaces de dejarlo todo, inmolándose en la vida religiosa. Señor, prepáralas tú mismo. Haz que comprendan y que vivan la maravillosa grandeza de tu llamado. Presérvalas del mal. Que conserven intacta su pureza. Sea su espíritu recto y sereno, iluminado por ti, verdad eterna. Sea intrépida y fuerte su voluntad, sostenida por la tuya omnipotente. Para que puedan seguirte, Señor, hasta alcanzarte. Y tú, Madre de Cristo y Madre nuestra, atiende nuestros ruegos. Bendice y santifica a las que ya hicieron donación absoluta de sus vidas. Haz que sean dignas de la misión sublime que el Señor les ha confiado. Danos, te pedimos, numerosas y santas religiosas, verdaderas salvadoras de almas.
Oración por los sacerdotes
Corazón de Jesús Sacerdote Santo, te pedimos con el mayor encarecimiento del alma que aumentes de día en día los aspirantes al sacerdocio y que los formes según los designios de tu amante corazón. Sólo así conseguiremos sacerdotes santos y pronto en el mundo no habrá más que un solo rebaño bajo un solo pastor. Así sea.
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En recuerdo del rescate del mundo por Jesucristo Plegaria a Jesús en su cruz gloriosa (Dada por el Señor, en Dozule, Francia, en septiembre 7 de 1973. Pide rezarla todos los días) “Jesús de Nazaret ha triunfado de la muerte, su reino es eterno y Él viene a vencer al mundo y al tiempo”. Piedad Dios mío por aquellos que te blasfeman. Perdónales, ellos no saben lo que hacen. Piedad Dios mío por el escándalo del mundo; líbralos del espíritu de Satanás. Piedad Dios mío por los que hoy día mas que nunca te persiguen; derrama en sus corazones humanos tu misericordia. Piedad Dios mío por aquellos que te huyen. Eucaristía.
Dales el gusto de la Santa
Piedad Dios mío por aquellos que vendrán a arrepentirse al pie de la Cruz gloriosa. Que encuentren allí la paz y la alegría en Dios nuestro Salvador. Piedad Dios mío para que llegue tu Reino pero sálvalos. Todavía es tiempo porque el tiempo está próximo y he aquí que Yo vengo. Así sea. Ven Señor Jesús. Sí. Mi regreso está cerca. Amén. Ven Señor Jesús. Aquel que escucha diga: ven. Señor derrama sobre el mundo entero los tesoros de tu infinita misericordia.
Padre Nuestro, diez Ave María y Gloria.
“Por tu dolorosa pasión, Señor, ten piedad de nosotros y del mundo entero” (tres veces) “Gloria a Dios en lo más alto de los cielos. Paz y alegría en la tierra a los hombres que Él ama” (tres veces)
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“Jesucristo, oh mi salvador, sálvame por tu amor, tres veces Santo en el amor de tu Santa Cruz” (tres veces) Oración final: Ven Señor, vuelve a nosotros, escucha nuestros llamados dolorosos. De este desierto, siente nuestra sed, y que tu misericordia nos acompañe. Vuelve a nosotros, ven y borra toda maldad reemplazándola con el Amor. Amén.
Acto de reparación y desagravio Divino Redentor y Salvador nuestro, Jesucristo: Postrados ante tu presencia soberana en el Santísimo Sacramento del altar, queremos desagraviarte, implorando tu perdón, por todos los que te niegan y blasfeman, por la ingratitud de que eres objeto y por todos los desprecios en injurias que recibes, junto a tu Santísima Madre. Imploramos la luz de tu Santo Espíritu para que todos en tu Iglesia podamos darnos cuenta de estos errores y herejías y pedimos su fortaleza para poder combatirlos con firmeza y valor. Imploramos así mismo tu misericordia infinita para quienes rechazan el tesoro incalculable de tus gracias, al dejarse arrastrar por la ola de errores que avanza inexorablemente sobre la humanidad en esta hora difícil de su historia. Por sustituirte a ti, nuestro Señor, Dios único y verdadero, Dios personal, Dios amor, por una energía, o principio o fuerza impersonal. Perdón, Señor, Perdón. Por negar tu presencia real en el Santo Sacramento de la Eucaristía, convirtiendo su celebración en mero acto simbólico o de participación social. Perdón... Por el olvido e ingratitud frente a tu Divina misericordia entendiéndola como casualidad o suerte. Perdón... Por el rechazo, desacato y burla a la autoridad y magisterio del Santo Padre. Perdón... Por querer despojar al sacerdote de su carácter sagrado y de su poder de bendecir y perdonar los pecados. Perdón... Por dividir tu Cuerpo Místico, la Iglesia. Perdón... Por disponer del sagrado don de la vida, mediante prácticas de aborto y eutanasia. Perdón... Por atentar contra tu creación al irrespetar y eliminar personas y deteriorar o destruir el medio ambiente. Perdón... Por negar tu única y verdadera Divinidad, aceptando y adorando falsos dioses. Perdón...
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Por reemplazarte a ti, Jesucristo, nuestro Dios y Salvador, Camino, Verdad y Vida, por falsos maestros y gurúes. Perdón... Por entronizar en los corazones vacíos de Dios, los ídolos del poder, el dinero, el placer y el sexo. Perdón... Por sustituir tu nombre, que está por sobre todo nombre: Jesucristo, por el llamado principio crístico. Perdón... Por rechazar tu redención, aceptando la creencia pagana de auto- redención a través de la reencarnación. Perdón.. Por cambiar la fe en ti, por el racionalismo y la absolutización de la ciencia. Perdón... Por equiparar a la Santísima Virgen María, tu Madre y Madre nuestra, con un supuesto “principio femenino” y por querer despojarla de su Maternidad Divina. Perdón... Por reemplazar a tus santos ángeles por espíritus engañosos y malévolos. Perdón... Por colocar al ser humano en tu lugar, buscando desarrollar un supuesto poder ilimitado que el hombre no tiene, proclamando su divinización. Perdón... Por sustituir a la oración y meditación cristianas por formas paganas de invocación. Perdón... Por sustituir el carisma profético por antiguas y nuevas formas de espiritismo y adivinación. Perdón... Por sustituir el carisma de sanación por la canalización de la llamada energía universal. Perdón... Por la incredulidad en la existencia del pecado y de sus consecuencias en esta vida y en la eterna. Perdón... Por quienes se hacen instrumentos del maligno en las prácticas del satanismo, la santería, el espiritismo y la brujería. Perdón... Por desconfiar de tu divina Providencia y de la acción del Espíritu Santo dependiendo de astrólogos, mentalistas y adivinos. Perdón... Por idolatrar la naturaleza – negando su origen – ya sea al usar sus propiedades curativas o al manipular sus fuerzas, al servicio del mal. Perdón... Por ocultar la acción maligna del Demonio y de sus huestes bajo la apariencia del bien. Perdón...
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Por equiparar el advenimiento de tu Reino con la llegada de la llamada era de acuario. Perdón... Por atraer adeptos a movimientos paganos, utilizando un lenguaje no – cristiano. Perdón... Por la falta de amor a ti y al prójimo al desechar tus mandamientos y enseñanzas. Perdón... Por haber reemplazado tu divina Palabra por las renegando así del Verbo de Dios. Perdón...
palabras de hombre,
Por desvirtuar la verdad contenida en las Sagradas Escrituras. Perdón... Por querer reducir la Revelación Divina a la dimensión humana vaciándola de su trascendencia, amputándole su misterio. Perdón... Por la acción soterrada o abierta de personas y organizaciones que te persiguen y odian tu obra amorosa en el mundo. Por la promoción de prácticas y creencias contra la fe, a través de los medios de comunicación social. Perdón... Por el intento de destruir tu Iglesia al difundir estos errores y herejías. Perdón... Oración Jesús, humilde y adorable, presente en el Santo Sacramento de tu Divino amor. Aquí delante de tu Sagrado Trono escondido, me arrodillo con mi alma. En mi nulidad y con todos mis pecados, te imploro que aceptes mis pobres oraciones, como actos de reparación y adoración, para apagar tu sed de almas y obtener el perdón total por las muchas profanaciones, actos de ingratitud e injurias que recibes a cada momento por parte de innumerables y miserables pecadores como nosotros. Por tu infinita misericordia por la humanidad, te has conmovido hasta el punto de ponerte un velo para quedarte con inmenso amor en los altares y en los tabernáculos de toda la tierra. Oh Jesús, por tu Alma, tu Cuerpo y tu Divinidad presentes en la Santísima Eucaristía, acepta las lágrimas de mi alma para que las demás almas que te son inmensamente preciosas (personas por quienes se ora) puedan vivir eternamente. Los siglos infinitos te pertenecen. Por esto nosotros nos abandonamos completamente a ti, a tus amorosos cuidados y a tu mirada, en la vida y después de la muerte. Así sea. Jesús mío, perdón y misericordia, por los méritos de tus santas llagas.
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Eterno Padre, yo te ofrezco las llagas de nuestro Señor Jesucristo, para que cures las llagas de nuestras almas. Señor Jesucristo, Hijo de Dios ten misericordia de nosotros pecadores. ( oración dada por Jesús a Sor Anna Ali, en el convento de Zaragolo, Roma, el 4 de abril de 1991)
Actos de adoración y reparación al Santísimo Sacramento del altar.
Te adoro, Señor, mío Jesucristo, Hijo único de Dios vivo que ocultas los resplandores de tu divinidad bajo los velos de este Santo Sacramento. Eres digno de la adoración de los ángeles y de los hombres. Te ofrezco en reparación por nuestros pecados, la adoración profunda y la obediencia a tus mandamientos. Por tu amor incondicional te alabo diciendo: Bendito, alabado y adorado sea Jesús en el Santísimo Sacramento.
Te adoro Verbo hecho carne que habitas con nosotros en este Divino Sacramento. Eres el centro de nuestros corazones, el único objeto de nuestro amor. Por el amor misericordioso demostrado ante el pecador arrepentido te alabo diciendo: Bendito...etc. Te adoro, Divino Jesús, Salvador de los hombres. Sé que eres poderoso y compasivo Redentor. Te imploro perdón por las irreverencias cometidas contra ti, y te ofrezco las alabanzas que te dan continuamente tus elegidos en el cielo y en unión con ellos te alabo diciendo: Bendito...etc.
Te adoro como a mi caritativo Redentor, reconozco que mi alma es el precio de tu Sangre y de tu Vida. Te ruego Padre, perdón por los crímenes cometidos contra la humanidad entera, y te ofrezco la Sangre de tu Hijo derramada en la Cruz y en unión con Él te alabo diciendo: Bendito...etc. Te alabo Soberano Señor mío, tu nombre es digno de ser adorado en toda la tierra, además tienes sobre nosotros un dominio absoluto, que nos hace reverenciar tu santo nombre. Te pido perdón por las comuniones indignas con las cuales hemos profanado este Sacramento de Amor, y me uno a la fidelidad de tu corazón amante, con él te alabo diciendo: Bendito...etc.
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Te adoro Divino Jesús, Rey de mi corazón, dueño absoluto del universo, por todos los prodigios que realizas en la tierra. Te ofrezco en reparación por nuestros pecados, los continuos actos de amor y la pronta obediencia de los santos y en unión con ellos te alabo diciendo: Bendito...etc. Te adoro Padre bueno, y te reconozco como el Principio y Fin de todo mi ser, tu que por medio de este Divino Sacramento conservas y mantienes la vida espiritual de mi alma. Por el amor y la compasión que sentiste por el arrepentimiento del buen ladrón. te alabo diciendo: Bendito...etc. Te adoro, Señor mío Jesucristo, amigo fiel y sincero que encuentras grato conversar con los hijos de los hombres. Por la dedicación y obediencia al Padre celestial demostrada durante tu vida pública, te alabo diciendo: Bendito...etc . Te adoro Dios con nosotros, por permanecer con la humanidad hasta el fin de los siglos. Te ofrezco en reparación por nuestros pecados y los del mundo entero la pasión y muerte de tu Hijo en la Cruz y en unión con Él, te alabo diciendo: Bendito...etc. Te adoro, Jesús, porque eres digno de nuestros deseos, eres nuestro verdadero y soberano Señor. Sólo tú puedes satisfacer las aspiraciones de nuestros corazones. Por la compasión demostrada por ti ante el dolor de los que sufren como a buen samaritano, te alabo diciendo: Bendito...etc. Te adoro Hostia santa e inmaculada, única digna de Dios. Tu misericordia hace que desaparezca el abismo que separa al Creador de la criatura, unida a esta bondad sin límites te alabo diciendo: Bendito...etc. Te adoro, Divino Jesús, como principio y perfección de nuestra fe. Y aunque te has escondido y ocultado tu belleza, mi ojo, iluminado pro la fe, llega hasta ti y mi alma reconoce a su Creador, y se sumerge completamente en una plegaria de adoración y así te alabo diciendo: Bendito...etc. Te adoro Divino Maestro, que viniste del cielo para mostrarnos que tú eres el camino, la verdad y la vida. Hablar contigo Señor, es el deleite de mi corazón
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en ti encuentro todo lo que mi corazón puede desear. Con la luz que procede de ti e ilumina mi mente, te alabo diciendo: Bendito...etc.
Te adoro Cordero sin mancha de pecado, cargado con los pecados de la humanidad, inmolado desde el principio del mundo: te doy gracias por tu ardiente caridad que hizo derramar tu Sangre para borrarlos. Además de ofrecerme estos dones, tú mismo te entregas y te unes íntimamente a mí en la comunión diaria, en unión de ella, te alabo diciendo: Bendito...etc. Te adoro, Jesús, como el modelo supremo de todos los mártires, testigo fiel que has dado tu vida por confesar tu Divinidad. Eres verdadero Hijo de Dios y estás realmente presente en este santo Sacramento. ¿Quién comprenderá tu amor y tu misericordia insondable hacia nosotros? Te adoro día y noche y te alabo diciendo: Bendito...etc. Te adoro incomparable prisionero del amor, eres digno de respeto y reconocimiento pleno. Oh rey de la gloria, aunque ocultas tu hermosura, el ojo de mi alma desgarra el velo. Veo a los coros de Ángeles que te honran incesantemente diciendo: Bendito...etc. Te adoro Verbo Eterno, Palabra Omnipotente por quien han sido hechas todas las cosas. Eres el Verbo reducido al silencio para no hablar sino al corazón de los fieles. En unión de las potencias celestiales, que te alaban sin cesar y que te dicen continuamente: Santo, Santo, Santo, te alabo diciendo: Bendito...etc. Te adoro, Señor Jesús como el Santo de los santos, sin ti y sin tu Espíritu no hay en las criaturas nada bueno ni nada santo. Deseo transformarme por completo en un himno de tu adoración con cada gota de mi sangre, con cada latido de mi corazón glorifico tu misericordia diciendo: Bendito...etc. Te adoro, Señor, Sabiduría encarnada que viniste al mundo para conversar con los hijos de los hombres, a quienes comunicas las delicias con tu presencia inefable. Hasta el último instante de mi vida no dejaré de glorificar tu bondad y misericordia y de esta manera te alabo diciendo: Bendito...etc.
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Te adoro Señor mío Jesucristo, el más hermoso de los hombres, amable y dulce esposo de nuestras almas redimidas con tu preciosa Sangre. Agradecemos tu misericordia y la alta dignidad a la cual tu gracia nos ha elevado. Aquí torrentes de gracias fluyen sobre mi corazón, aquí mi alma, obtiene la vida eterna con ella, te alabo diciendo: Bendito...etc. Te adoro Médico de nuestras almas, en este Divino Sacramento eres el remedio que nos cura y preserva del pecado. Encubres tu majestad inconcebible y te humillas rebajándote a cada uno de tus hijos pecadores e indignos. Por tu compasión sin límites te alabo diciendo: Bendito...etc. Te adoro gran Salvador como Modelo supremo de toda tu Iglesia. Creo que eres nuestra vida, nuestra luz y nuestra fortaleza, que no existe en nosotros ningún bien del cual no seas el principio y que toda nuestra felicidad consiste en estar indisolublemente unidos a ti. Se que eres el único Mediador y Abogado, que intercedes sin cesar por alcanzarnos la gracia de ser un día tus coherederos en el reino eterno. Te ofrezco en reparación por todos los pecados por los cuales nos hemos hecho indignos de estar unidos a Ti, las alabanzas, bendiciones, adoraciones en espíritu y en verdad que dirigías al Padre Celestial y unidos a ti te alabamos diciendo: Bendito...etc. Oración a Nuestra Señora del Santísimo Sacramento ¡Oh María! Cuando Jesús tu hijo consumaba su sacrificio en el Calvario, tú abrazaste con tu pensamiento a la humanidad salvada con la sangre de tu Hijo Divino y, atravesando los siglos, me viste a mí y oraste por mi bien. Escucha mis ruegos hoy, y alcánzame las gracias que imploro mediante el santo sacramento del altar. Te ruego, que nunca se apague en mi alma la esperanza en Jesús y en ti. Y cuando veas que esos sentimientos empiezan a debilitarse, reanímalos con una súplica tuya al Santísimo Sacramento del altar, que nada sabe negarte. ¡Oh Jesús. Oh María! Vivan siempre en mi corazón y que ponga yo en ustedes siempre mi vida y esperanza. Amén.
CAPITULO IV OFICIO AL SANTÍSIMO SACRAMENTO
Oración de la tarde I vísperas
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V/ Dios mío ven en mi auxilio R/ Señor date prisa en socorrerme V/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo R/ Como era en el principio, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén. "Himno de Santo Tomas de Aquino" te adoro, mi Dios, devotamente, oculto en este cándido accidente: a Ti mi corazón está rendido y contemplándote en Ti desfallecido. La vista, el tacto, el gusto se equivoca, El oído el asenso fiel provoca, Creo firme y constante cuanto dijo La verdad infalible de Dios Hijo. Jesús sea a ti gloria y alabanza Que de virgen naciste el más hermoso Con el Padre y el Espíritu amoroso Por los siglos eternos sin mudanza. Amén. Ant. 1. El Señor, piadoso y clemente, da alimento a sus fieles en recuerdo de sus maravillas.
Salmo 110. Doy gracias al Señor de todo corazón, En compañía de los rectos, en la asamblea. Grandes son las obras del Señor, Dignas de estudio para los que las aman. Esplendor y belleza son su obra, Su generosidad dura por siempre; Ha hecho maravillas memorables, El Señor es piadoso y clemente. Él da alimento a sus fieles, Recordando siempre su alianza; Mostró a su pueblo la fuerza de su obrar, Dándoles la heredad de los gentiles. Justicia y verdad son las obras de sus manos, Todos sus preceptos merecen confianza: Son estables para siempre jamás, Se han de cumplir con verdad y rectitud. Envió la redención a su pueblo,
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Ratificó para siempre su alianza, Su nombre es sagrado y temible. Primicia de la sabiduría es el temor del Señor, Tienen buen juicio los que lo practican; La alabanza del Señor dura por siempre. Gloria... Ant. 1. El Señor, piadoso y clemente, da alimento a sus fieles en recuerdo de sus maravillas.
Ant.2. el Señor ha puesto paz en las fronteras de la Iglesia y nos sacia con flor de harina. Salmo 147 Glorifica al Señor, Jerusalén. Alaba a tu Dios, Sión: Que ha reforzado los cerrojos de tus puertas, Y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. Ha puesto paz en tus fronteras, Te sacia con flor de harina. Él envía su mensaje a la tierra, Y su palabra corre veloz. Manda la nieve como lana, Esparce la escarcha como ceniza. Hace caer el hielo como migajas Y con el frío congela las aguas. Envía una orden y se derriten. Sopla su aliento y corren. Anuncia su palabra a Jacob, Sus decretos y mandatos a Israel. Con ninguna nación obró así, Ni les dio a conocer sus mandatos. Ant.2. el Señor ha puesto paz en las fronteras de la Iglesia y nos sacia con flor de harina. Ant. 3. Les aseguro que no fue Moisés quien les dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que les da el verdadero pan del cielo. Cántico del Apocalípsis Gracias te damos, Señor Dios omnipotente, El que eres y el que eras,
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Porque has asumido el gran poder Y comenzaste a reinar. Se encolerizaron las gentes, Llegó tu cólera, Y el tiempo de que sean juzgados los muertos, Y de dar el galardón a tus siervos, los profetas, Y a los santos y a los que temen tu nombre, Y a los pequeños y a los grandes, Y de arruinar a los que arruinaron la tierra. Ahora se estableció la salud y el poderío, Y el reinado de nuestro Dios Y la potestad de su Cristo. Porque fue precipitado El acusador de nuestros hermanos, El que los acusaba ante nuestro Dios día y noche. Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero Y por la palabra del testimonio que dieron, Y no amaron tanto su vida que temieran la muerte. Por esto, estén alegres, cielos, Y los que moran en sus tiendas. Ant. 3. Les aseguro que no fue Moisés quien les dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que les da el verdadero pan del cielo. Lectura Breve 1ª Co. 10,16-17 El cáliz que bendecimos, ¿no es la comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan. Responsorio Breve R/ Les dio pan del cielo. V/ El hombre comió pan de ángeles. Magníficat, ant. Nos has dado Señor un pan bajado del cielo, que colma de bienes a los hambrientos y deja vacíos a los ricos. Proclama mi alma la grandeza del Señor, Se alegra mi espíritu en Dios mi salvador, Porque ha mirado la humildad de su sierva Desde ahora me felicitarán todas las generaciones Porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí Su nombre es santo, y su misericordia llega a sus
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Fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo dispersa a los Soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos Y enaltece a los humildes, A los hambrientos los colma de bienes Y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel su siervo, Acordándose de su misericordia Como lo había prometido a nuestros padres A favor de Abrahán y su descendencia por siempre. Gloria al Padre... Magníficat, ant. Nos has dado Señor un pan bajado del cielo, que colma de bienes a los hambrientos y deja vacíos a los ricos. Preces Cristo nos invita a todos a su cena, en la cual entrega su cuerpo y su sangre para la vida del mundo. Digámosle: Cristo, pan celestial, danos la vida eterna Cristo, Hijo de Dios vivo, que mandaste celebrar la cena eucarística memoria tuya, - enriquece a tu Iglesia con la constante celebración de tus misterios.
en
Cristo, sacerdote único del Altísimo, que encomendaste a los sacerdotes ofrecer tu sacramento, - haz que su vida sea fiel reflejo de lo que celebran sacramentalmente. Cristo, maná del cielo, que haces que formemos un solo cuerpo todos los que comemos del mismo pan, - refuerza la paz y la armonía de todos los que creemos en ti. Cristo, médico celestial, que por medio de tu pan nos das un remedio de inmortalidad y una prenda de resurrección, - devuelve la salud a los enfermos y la esperanza viva a los pecadores. Cristo, rey venidero, que mandaste celebrar tus misterios para proclamar tu muerte hasta que vuelvas, - haz que participen de tu resurrección todos los que han muerto en ti. Padre nuestro... Oración. ¡Oh Dios que en el admirable Sacramento nos dejaste la memoria de tu pasión, te rogamos, Señor nos concedas el que de tal manera veneremos los misterios
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de tu cuerpo y sangre, que perennemente sintamos en nosotros el fruto de tu Redención. Tu que vives y Reinas por los siglos de los siglos. Amén. R/ El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. V/ Amén.
Laudes V: Señor, abre mis labios R: Y mi boca proclamará tu alabanza. V: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo R: Como era en el principio, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
Invitatorio. Ant. Adoremos a Cristo Rey, dominador de las gentes, que comunica la sustancia del Espíritu a los que se alimentan con su cuerpo. Salmo 94 Venid, aclamemos al Señor, Demos vítores a la Roca que nos salva; Entremos a su presencia dándole gracias, Aclamándolo con cantos. Porque el Señor es un Dios grande, Soberano de todos los dioses: Tiene en su mano las simas de la tierra, Son suyas las cumbres de los montes; Suyo es el mar, porque él lo hizo, La tierra firme que modelaron sus manos. Entrad, postrémonos por tierra, Bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro Dios, Y nosotros su pueblo, El rebaño que él guía. Ojalá escuchéis hoy su voz: "No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras. Durante cuarenta años Aquella generación me asqueó y dije:
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"Es un pueblo de corazón extraviado, que no reconoce mi camino; por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi descanso."
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Ant. Adoremos a Cristo Rey, dominador de las gentes, que comunica sustancia del Espíritu a los que se alimentan con su cuerpo.
Himno de Santo Tomás de Aquino Sagrada solemnidad A estas solemnidades tan sagradas corresponde el placer y la alegría, suenan las alabanzas publicadas que a la voz generosa el pecho envía. Huyan las cosas viejas ya veloces, Sea todo nuevo ya en este día, el corazón, las obras y las voces. Hoy hacemos recuerdo y fiel memoria, de aquella cena mística, y figura en que Cristo Rey sumo de la gloria, El Cordero y el pan sin levadura dio, conforme a la ley a sus hermanos, pues así lo ordenaba la escritura revelada por Dios a los ancianos. El banquete legal ya concluído, después que aquel Cordero misterioso, a los suyos oculto y escondido, dio su cuerpo en manjar dulce y sabroso que a todos ofrecido con sus manos, todo de cada cual ser don precioso, reverentes confiesan los cristianos, como a frágiles, flacos, desvalidos su cuerpo liberal les dio en comida, y como a tristes, pobres y afligidos su sangre sacrosanta dio en bebida diciendo: recibid la más preciosa prenda del Cáliz Santo de la vida, bebed todos mi sangre generosa. Así fue el sacrificio celebrado Y por el mismo Cristo instituido
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Cuyo oficio tan alto y elevado Es a los sacerdotes cometido, A quienes confió por rica herencia El cordero comer allí escondido Y darle a los demás con reverencia. El que es pan de los ángeles precioso Se hace ya de los hombres alimento; Este pan celestial y prodigioso Da a la sombra y figura cumplimiento: ¡Oh admirable piedad, oh maravilla! Pues recibe tan alto sacramento El pobre, el siervo y gente más sencilla. A Ti, Dios trino y uno, reverentes, Con afectos humildes te rogamos Ilustres con tus luces refulgentes A los que así rendidos te adoramos, Nuestras almas guiando aquí contritas De la triste región donde lloramos. A la gloria inmortal donde tú habitas, Amén.
Ant. 1 Con manjar de ángeles criaste a tu pueblo y lo alimentaste con pan del cielo.
Salmo 62. Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, Mi alma está sedienta de ti; Mi carne tiene ansia de ti, Como tierra reseca, agostada, sin agua. ¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria!. Tu gracia vale más que la vida, Te alabarán mis labios. Toda mi vida te bendeciré Y alzaré las manos invocándote. Me saciaré de manjares exquisitos, Y mis labios te alabarán jubilosos. En el lecho me acuerdo de ti Y velando medito en ti, Porque fuiste mi auxilio, Y a la sombra de tus alas canto con júbilo; Mi alma está unida a ti Y tu diestra me sostiene.
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Ant. 1 Con manjar de ángeles criaste a tu pueblo y lo alimentaste con pan del cielo.
Ant. 2 La Sabiduría edificó casa para sí, preparó vino y puso su mesa con manjar de ángeles.
Cántico de Daniel. Criaturas del Señor, bendecid al Señor, Enalzadlo con himnos por los siglos. Ángeles del Señor, bendecid al Señor, Cielos, bendecid al Señor. Aguas del espacio, bendecid al Señor; Ejércitos del Señor, bendecid al Señor. Sol y luna, bendecid al Señor; Astros del cielo, bendecid al Señor. Lluvias y rocío, bendecid al Señor; Vientos todos, bendecid al Señor. Fuego y calor, bendecid al Señor; Fríos y heladas, bendecid al Señor. Rocíos y nevadas, bendecid al Señor; Témpanos y hielos, bendecid al Señor. Escarchas y nieves, bendecid al Señor; Noche y día, bendecid al Señor. Luz y tinieblas, bendecid al Señor; Rayos y nubes, bendecid al Señor. Bendiga la tierra al Señor, Ensálcelo con himnos por los siglos. Montes y cumbres, bendecid al Señor; Cuanto germina, en la tierra, bendiga al Señor. Manantiales, bendecid al Señor; Mares y ríos, bendecid al Señor. Cetáceos y peces, bendecid al Señor; Aves del cielo, bendecid al Señor.
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Fieras y ganados, bendecid al Señor; Ensalzadlo con himnos por los siglos. Hijos de los hombres, bendecid al Señor; Bendiga Israel al Señor. Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor, Siervos del Señor, bendecid al Señor. Almas y espíritus justos, bendecid al Señor; Santos y humildes de corazón, bendecid al Señor. Ananías, Azarías y Misael , bendecid al Señor, Ensalzadlo con himnos por los siglos. Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo, Ensalcémoslo con himnos por los siglos. Bendito el Señor, en la bóveda del cielo, Alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
Ant. 2 La Sabiduría edificó casa para sí, preparó vino y puso su mesa con manjar de ángeles.
Ant.3 De tu altar, Señor recibimos a Cristo en quien se corazón. Salmo 149 Alegría de los santos Cantad al Señor un cántico nuevo, Resuene su alabanza en la asamblea de los fieles. Que se alegre Israel por su Creador, Los hijos de Sión por su Rey. Alabad su nombre con danzas, Cantadle con tambores y cítaras. Porque el Señor ama a su pueblo Y adorna con la victoria a los humildes. Que los fieles festejen su gloria Y canten jubilosos en filas: Con vítores a Dios en la boca Y espadas de dos filos en las manos: Para tomar venganza de los pueblos Y aplicar el castigo a las naciones, Sujetando a los reyes con argollas, A los nobles con esposas de hierro.
deleita nuestro
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Ejecutar la sentencia dictada Es un honor para todos sus fieles. Ant.3 De tu altar, Señor recibimos a Cristo en quien se corazón.
deleita nuestro
Lectura Breve Ml 1,11 Del oriente al poniente es grande entre las naciones mi nombre. En todo lugar ofrecerán incienso y sacrificio a mi nombre, una ofrenda pura, porque es grande mi nombre entre las naciones- dice el Señor de los ejércitos. Responsorio Breve V. Un pan del cielo les dio. R. El pan de los ángeles comerá el hombre. Benedictus, ant. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá para siempre. Aleluya. Cántico de Zacarías Bendito sea el Señor, Dios de Israel, Porque ha visitado y redimido a su pueblo, Suscitándonos una fuerza de salvación En la casa de David, su siervo, Según lo había predicho desde antiguo Por boca de sus santos profetas. Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos Y de la mano de todos los que nos odian; Realizando la misericordia Que tuvo con nuestros padres, Recordando su santa alianza Y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán. Para concedernos que, libres de temor Arrancados de la mano de los enemigos, Le sirvamos con santidad y justicia, En su presencia, todos nuestros días. Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, Porque irás delante del Señor A preparar sus caminos, Anunciando a su pueblo la salvación, El perdón de sus pecados. Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, Nos visitará el sol que nace de lo alto Para iluminar a los que viven en tinieblas
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Y en sombras de muerte, Para guiar nuestros pasos Por el camino de la paz. Gloria la Padre, al Hijo y al Espíritu Santo Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén. Benedictus, ant. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá para siempre. Aleluya. Preces Imploremos, hermanos, a Jesucristo, que es el pan de la vida, diciéndole jubilosos: Dichoso el que coma en el banquete de tu reino, Señor. Cristo sacerdote de la alianza nueva y eterna, que en el ara de la cruz ofreciste al Padre el sacrificio perfecto, - enséñanos a ofrecerlo junto contigo. Cristo, altísimo rey de paz y de justicia, que consagraste el pan y el vino como signo de tu propia oblación, - haz que sepamos ofrecernos junto contigo. Cristo, verdadero adorador del Padre, cuya ofrenda pura ofrece tu Iglesia del oriente al poniente, - junta en la unidad de tu cuerpo a los que alimentas con un mismo pan. Cristo, maná bajado del cielo, que nutres a la Iglesia con tu cuerpo y sangre, - haz que caminemos con la fuerza de este alimento. Cristo, huésped invisible de nuestro convite, que estás a la puerta llamando, - ven a nosotros, para que podamos comer juntos. Padre nuestro Oración. ¡Oh Dios que en el admirable Sacramento nos dejaste la memoria de tu pasión, te rogamos, Señor nos concedas el que de tal manera veneremos los misterios de tu cuerpo y sangre, que perennemente sintamos en nosotros el fruto de tu Redención. Tu que vives y Reinas por los siglos de los siglos. Amén. R/ El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. V/ Amén.
II Vísperas
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Himno de Santo Tomás de Aquino Verbo Supremo El Verbo ya humanado No abandonado al Padre A su obra se encamina En la postrera tarde. Queriendo ser vendido Y a muerte sentenciado, Se ofrece a sus amigos Sustento regalado. Bajo la doble especie Dio su carne y su sangre A fin de que todo hombre De sí se sustente. Naciendo amable Niño Se dio por compañero, Y en legal convite Por inmortal sustento. Muriendo nos rescata Sobre el fatal madero; Reinando en las alturas Es nuestro dulce premio. Oh Hostia saludable, Del cielo franca puerta, Nos oprimen los males Se nuestro escudo y fuerza. A Dios que es uno y trino Gloria inmortal sea, Sin término en el cielo Danos la vida eterna. Ant. 1 Cristo el Señor, sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec, ofreció pan y vino. Salmo 109. Oráculo del Señor a mi Señor: "Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus pies" desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro: somete en la batalla a tus enemigos. "Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados; yo mismo te engendré como rocío,
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antes de la aurora." El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: "Tu eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec." El Señor a tu derecha, el día de tu ira, Quebrantará a los reyes. En su camino beberá del torrente, Por eso levantará la cabeza.
Ant. 1 Cristo el Señor, sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec, ofreció pan y vino.
Ant. 2 Alzaré la copa de la salvación y ofreceré un sacrificio de alabanza. Salmo 115. Tenía fe, aun cuando dije: "¡Qué desgraciado soy!" yo decía en mi apuro: "Los hombres son una mentirosos." ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hacho? Alzaré la copa de la salvación, Invocando su nombre. Cumpliré al Señor mis votos En presencia de todo el pueblo. Mucho le cuesta al Señor La muerte de sus fieles. Señor, yo soy tu siervo, Siervo tuyo, hijo de tu esclava: Rompiste mis cadenas. Te ofreceré un sacrificio de alabanza, Invocando tu nombre, Señor. Cumpliré al Señor mis votos En presencia de todo el pueblo, En el atrio de la casa del Señor, En medio de ti, Jerusalén. Ant. 2 Alzaré la copa de la salvación y ofreceré un sacrificio de alabanza. Ant.3 Señor, tú eres el camino, la verdad y la vida del mundo. Cántico
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Aleluya. La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios, porque sus juicios son verdaderos y justos. Aleluya. Aleluya. Alabad al Señor, sus siervos todos, los que le temen, pequeños y grandes. Aleluya. Aleluya. Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo, alegrémonos y gocemos y démosle gracias. Aleluya. Aleluya. Llegó la boda del Cordero, su esposa se ha embellecido. Aleluya. Ant.3 Señor, tú eres el camino, la verdad y la vida del mundo.
Lectura Breve 1ª co. 11, 23-25 yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez les he transmitido: que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: "Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía". Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, dijo: "Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre. Hagan esto cada vez que lo beban, en memoria mía". R/ Sacas pan de los campos. V/ Y vino que alegra el corazón del hombre. Magníficat, ant. ¡Oh sagrado banquete, en que Cristo es nuestra comida, se celebra el memorial de su pasión, el alma se llena de gracia y se nos da la prenda de la gloria futura! Proclama mi alma la grandeza del Señor, Se alegra mi espíritu en Dios mi salvador, Porque ha mirado la humillación de su esclava Desde ahora me felicitarán todas las generaciones Porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí Su nombre es santo, y su misericordia llega a sus Fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo dispersa a los
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Soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos Y enaltece a los humildes, A los hambrientos los colma de bienes Y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel su siervo, Acordándose de su misericordia Como lo había prometido a nuestros padres A favor de Abrahán y su descendencia por siempre. Gloria al Padre... Magníficat, ant. ¡Oh sagrado banquete, en que Cristo es nuestra comida, se celebra el memorial de su pasión, el alma se llena de gracia y se nos da la prenda de la gloria futura! Preces Cristo nos invita a todos a su cena, en la cual entrega su cuerpo y su sangre para la vida del mundo. Digámosle: Cristo, pan celestial, danos la vida eterna. Cristo, Hijo de Dios vivo, que mandaste celebrar la cena eucarística memoria tuya, - enriquece a tu Iglesia con la constante celebración de tus misterios.
en
Cristo, sacerdote único del Altísimo, que encomendaste a los sacerdotes ofrecer tu sacramento, - haz que su vida sea fiel reflejo de lo que celebran sacramentalmente. Cristo, maná del cielo, que haces que formemos un solo cuerpo todos los que comemos del mismo pan, - refuerza la paz y la armonía de todos los que creemos en ti. Cristo, médico celestial, que por medio de tu pan nos das un remedio de inmortalidad y una prenda de resurrección, - devuelve la salud a los enfermos y la esperanza viva a los pecadores. Cristo, rey venidero, que mandaste celebrar tus misterios para proclamar tu muerte hasta que vuelvas, - haz que participen de tu resurrección todos los que han muerto en ti. Padre nuestro... Oración. ¡Oh Dios que en el admirable Sacramento nos dejaste la memoria de tu pasión, te rogamos, Señor nos concedas el que de tal manera veneremos los misterios de tu cuerpo y sangre, que perennemente sintamos en nosotros el fruto de tu Redención. Tu que vives y Reinas por los siglos de los siglos. Amén.
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R/ El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. V/ Amén.
---------------------------------HIMNOS
"Himno del Te Deum" A Ti; oh Dios, te alabamos; a ti por nuestro soberano Señor, te confesamos. A Ti, Padre eterno, te venera toda la tierra. A Ti todos los ángeles, a Ti los cielos y todas las potestades. A Ti los Querubines y Serafines cantan sin cesar: Santo, Santo, Santo es el Señor Dios de los ejércitos. Llenos están los cielos y la tierra de la majestad de tu gloria. A Ti el glorioso coro de los apóstoles. A Ti la venerable muchedumbre de los profetas. A Ti el ejército brillante de los mártires cantan celestiales alabanzas. A Ti por todo el orbe te confiesa la Santa Iglesia y publica: Padre de inmensa majestad. Y a tu venerado y único Hijo. Y también al Espíritu Santo consolador. Tú Cristo eres el Rey de la gloria. Tú eres e Hijo eterno del Padre. Tú, queriendo libertar al hombre, no Desdeñaste al humanarte en el seno De una virgen. Tú, abriste las puertas del cielo a los creyentes, Destruyendo el imperio de la muerte. Tú estás sentado a la diestra de Dios: en la gloria del Padre. Creemos que vendrás para ser nuestro Juez. Te, suplicamos, pues, Señor, que socorras a estos tus siervos, que has redimido con tu preciosa sangre. Haz que en la gloria eterna seamos contados en el número de tus santos. Salva, Señor, a tu pueblo, y bendecid a tu herencia. Regid a tus siervos, ensálzalos por toda la eternidad. Te bendecimos, Señor, todos los días. Y alabaremos tu nombre por los siglos de los siglos. Dígante, Señor, conservarnos sin pecado en este día. Compadécete de nosotros, Señor, compadécete de nosotros. Descienda sobre nosotros tu misericordia, Señor, según la esperanza que he puesto en Ti. Señor, pues que he esperado en ti, haz que no sea yo jamás confundido.
HIMNOS DE SANTO TOMÁS DE AQUINO
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Himno En la cruz la deidad estaba oculta Aquí el amor la humanidad sepulta, Uno y otro creyendo y confesando, Lo que el ladrón pidió penando. Como Tomás las llagas no percibo, Mas Dios te confieso eterno y vivo Haz que a Ti crea siempre, más constante En Ti espere y sea fino amante. Sea a ti la gloria y la alabanza, Que de virgen naciste el más hermoso, Con el Padre y el Espíritu amoroso, Por los siglos eternos sin mudanza. Amén.
Pan vivo oh excelso memorial de tu tormento pan vivo que a los hombres das aliento concédeme que mi alma de Ti viva, y tu dulce sabor siempre perciba. Con tu sangre pelícano sagrado, Lávame de las manchas del pecado; Pues una sola gota es suficiente Para salvar al mundo delincuente. Jesús, a Ti la gloria y alabanza, Que de virgen naciste el más hermoso Con el Padre y el Espíritu amoroso, Por los siglos eternos sin mudanza. Amén.
Himno. Ad regias agni Dapes al manjar del Cordero inmaculado lleguemos con blancas vestiduras, a Cristo sumo Rey de las alturas, cantemos el mar rojo ya pasado. Es ázimo sin mezcla de otra cosa, Para el alma devota, fiel, sincera. Jesús a Ti la gloria y alabanza Que de virgen naciste el más hermoso, Con el Padre y el Espíritu amoroso, Por los siglos eternos sin mudanza. Amén.
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Amén. V. Les diste, Señor, el pan venido del cielo. R. Que en sí contiene todas las delicias.
Himno. "Admirable Sacramento" oh admirable Sacramento de la gloria dulce prenda, del destierro recta senda, del mortal suave sustento. Eres de flacos el aliento, La salud, la dulce calma, Eres la vida de nuestra alma, Eres de fuertes alimento. Sed, Jesús, bien inefable, Galardón del alma pía, Sed su gloria y alegría En la vida interminable. Amén
Secuencia para la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo
¡Pan del ángel! ¡Nuevo vino gusta el hombre peregrino! Pan de hijos y herederos, que a un extraño no se da. Don mil veces presentido: por Abrahán ofrecido, se inmolaba en los corderos, se recibió en el maná. Buen Pastor, Pan verdadero, tu piedad, aquí patente, nos proteja y nos sustente; y hasta el fin por el sendero de la vida guíanos. Tú que ahora a verdes prados nos llevas, pobres mortales, en el cielo comensales ya en tu pecho recostados, tus raudales ábrenos. Canta, oh pueblo de la alianza, canta un himno en alabanza de tu Maestro y Pastor. Alábalo cuanto puedas, pues por mucho que te excedas, todo es bien poco en su honor. Este día manifiesta la verdad que a toda fiesta da sentido y pone fin. A la noche el día sucede, y a la Eucaristía cede su puesto el viejo festín. Testamento, despedida, sacrificio de la vida que hizo ver todo el amor, augura un reino esta cena, de gracia el alma nos llena, nos hace amar la Pasión.
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Abre los ojos, creyente, y reconoce presente al Señor en el altar. Pues la fe viva comprende lo que ahora no se entiende de este orden natural. Mira al trasluz de estos signos y verás con qué designios sustenta Cristo al mortal. Para darse por entero, se inmola y da, cual Cordero, en el cáliz y en el pan. Ricos y pobres convida a su mesa, y sin medida, a todos todo se da. Y uno o mil su Cuerpo tomen, todos a una lo comen sin envidia y por igual. Con el bueno come el malo a una mesa, que es regalo y no hay que menospreciar. Vida a uno, a otro muerte le da el Pan. ¡Qué opuesta suerte, qué sabor tan desigual! Cuando la hostia se parte, el que de ella participa se hace hostia y forma parte viva del Cristo total. Cristo no sufre fractura. Se parte el pan que anticipa ya la comunión futura que a todos nos unirá. ¡Pan del ángel! ¡Nuevo vino gusta el hombre peregrino! Pan de hijos y herederos, que a un extraño no se da. Don mil veces presentidos: por Abrahán ofrecido, se inmolaba en los corderos, se recibió en el maná. Buen Pastor, Pan verdadero, tu piedad, aquí patente, nos proteja y nos sustente; y hasta el fin por el sendero de la vida guíanos. Tú que ahora a verdes prados nos llevas, pobres mortales, en el cielo comensales ya en tu pecho recostados, tus raudales ábrenos.
CAPÍTULO IV. OTRAS DEVOCIONES
TRISAGIO A LA SANTISIMA TRINIDAD
Trinidad Santísima, en esencia una, pura, indivisible, Padre, Hijo y Espíritu Santo: único objeto de todo nuestro amor, adoración y culto, yo te adoro, creo y
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confieso como a Padre, reconociéndote por mi autor, conservador y origen benéfico de mi ser. Como a Hijo tributándote las más gratas efusiones de amor y ternura como a mi Redentor. Como a Espíritu Santo fervorizando mi corazón en castos incendios y anhelando unirlo contigo, principio inagotable de caridad. Yo deseo Bien Sumo, Divinidad inefable y Unidad incomprensible, incorporar mi voz y mis afectos entre los ardores supremos y cánticos misteriosos de los Querubines y Serafines, para celebrar el Trisagio inmortal con que resuena tu nombre santo. Terrible y adorable por toda la extensión del empíreo. Yo me anonado a los pues de tu soberana grandeza, que llena de majestad y de gloria los inmensos espacios de los cielos y la esfera de la tierra. Yo me abismo en mi profunda nada y humillado vergonzosamente en la improbidad de mis culpas, todo confundido y acongojado, me arrepiento y me pesa por haber ofendido a tu omnipotente y amabilísima Majestad. ¡Oh Eterno Padre! Apiádate de esta criatura formada a tu imagen y semejanza. ¡Oh Verbo Encarnado! Rocía con tu Sangre esta infeliz alma envilecida toda con el pecado. ¡Oh Paráclito amoroso! Infunde en mi pecho los más activos sentimientos de la contrición para que pueda dignamente alabar tu unidad y gloriosa e infalible Trinidad, y así pueda merecer lo que humildemente te pido: y es, la firmeza en mi fe, la integridad en la religión, la certeza de mi esperanza, el ardor en la caridad, la remisión de mis pecados, el logro de estas indulgencias, la paz y la tranquilidad de la Iglesia y el Estado, la protección de tu clemencia que me ponga a cubierto de los males y calamidades que nos afligen, la destrucción del cisma, del error y de la herejía. El triunfo contra los enemigos de nuestra fe y religión. La reunión de ellos y de los pecadores al verdadero culto y penitencia. El descanso de las almas del Purgatorio, tu gracia y bendición. Amén. Himno Ya el sol ardiente se aparta, Luz perenne en la unidad. Difúndela en nuestros pechos ¡Oh Trinidad inmortal! En la aurora te alabamos A al tarde y entre día. Y pedimos que en los cielos Nuestras voces se repitan. Al Padre y también al Hijo Y a ti espíritu Divino, Alabanzas sean dadas Por los siglos de los siglos. Amén. Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo (tres veces) Padre nuestro y gloria. Oración al Padre Santo y santísimo Padre Eterno, centro de toda santidad, infinitamente santo en ti mismo y limpio de toda la impureza de las criaturas. Santo también en todas tus obras, de las cuales ni una hay que no sea perfecta. Haz ¡Principio y fin mío! Que comprenda bien mi corazón la ceguedad que es el persuadirse,
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que bajo un Dios tan santo y tan justo, se puede encontrar feliz el que vive pecador.
Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los Ejércitos, llenos están los cielos y la tierra de la majestad de tu gloria. Gloria al Padre, Gloria al Hijo, Gloria al Espíritu Santo.
Oración al Hijo Santo y Santísimo Hijo de Dios, que naciste del entendimiento de tu Padre entre los resplandores de los santos. Santo y perfecto modelo de toda santidad, a la cual deben conformarse todos los santos. Haz ¡Dios de Sión! Que amando tu santidad con todas las fuerzas de mi espíritu, suspire sólo por la luz de aquel día en el cual necesitando amarte, te amaré cuanto debo.
Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los Ejércitos, llenos están los cielos y la tierra de la majestad de tu gloria. Gloria al Padre, Gloria al Hijo, Gloria al Espíritu Santo.
Oración al Espíritu Santo Santo y Santísimo Espíritu de amor, don del Altísimo, centro de la felicidad del mismo Dios. Qué atractivo es para un alma al verse en el abismo de tu bondad y toda llena de tus inefables consolaciones. Si una sola gota de ellas es tan gustosa ¿Cuánto más será cuando tú mismo la derrames como un torrente sin medida y sin reserva, hablándome claramente en el seno de tu gloria? ¡Qué trato, qué belleza, qué luz!
Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los Ejércitos, llenos están los cielos y la tierra de la majestad de tu gloria. Gloria al Padre, Gloria al Hijo, Gloria al Espíritu Santo.
Antífona A ti Dios, Padre Ingénito, a ti Hijo Unigénito, a ti Espíritu Santo Paráclito. Santa e individua Trinidad, de todo corazón te confesamos, alabamos y bendecimos, a ti se de la gloria por infinitos siglos de los siglos. Amén. V/ Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. R/ Alabémosle y ensalcémosle por los siglos de los siglos. Amén. Oración Señor Dios Uno y trino, danos continuamente tu gracia, tu caridad y la comunicación de ti, para que en tiempo y eternidad te amemos y glorifiquemos Dios Padre, Dios Hijo, y Dios Espíritu Santo, en una deidad, por todos los siglos de los siglos. Amén.
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Gozos Dios Uno y Trino a quien tanto Arcángeles y Querubines. Ángeles y Serafines dicen Santo, Santo, Santo. Porque eres uno en esencia Y Trinidad en personas A cuyos pies sus coronas Rinde toda inteligencia. Y porque tu presencia Inspira gozo y espanto. Porque eres Padre fecundo Que gozándote abeterno Engendras un Hijo tierno Como fue el que vino al mundo Con respecto el más profundo Trinando el cielo en su canto. Porque eres Verbo Divino Semejante e igual al Padre Y porque elegiste Madre Para encarnar al peregrino Y elevar nuestro destino Al paraíso del encanto. Porque eres llama inmortal Espíritu puro increado, Solamente dimanado De amor paterno y filial Consolador del mortal Que yace anegado en llanto. Porque tu omnipotencia De todo el mundo admirada Saca seres de la nada Y conserva su existencia Reproduciendo la esencia De los entes con espanto. Pues eres esencia infinita Todo un misterio y arcano, Un piélago soberano Que todo lo deposita Y porque nada limita Tu luz, numen sacrosanto. Porque eres suma bondad, Amor personalizado,
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En dones inagotado Que perdonas la maldad, Y porque en la eternidad En tu amor gozas tanto. Porque eres por excelencia Santo Dios, fuerte, e inmortal Líbranos de todo mal Por esta beneficencia De tu divina clemencia, Que clama nuestro quebranto. Dios Uno y Trino a quien tanto Arcángeles y Querubines, Angeles y Serafines Dicen Santo, Santo, Santo.
Antífona Bendita sea la santa e individua Trinidad que todas las cosas crea y gobierna ahora y siempre por los infinitos siglos de los siglos. V/ Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. R/ Alabémosle y ensalcémosle por los siglos de los siglos. Amén. Oración Omnipotente y Sempiterno Dios que te dignaste revelar a tus siervos en la confesión de la verdadera fe, la gracia de tu eterna Trinidad y de que adoren la Unidad en tu Augusta Majestad, te rogamos, Señor, que la firmeza de esa misma fe, nos veamos siempre libres de todas las necesidades y peligros, por Cristo Nuestro Señor. Amén.
Oración a la Santísima Trinidad ¡Oh Santísima Trinidad! Cuantas veces respire mi pecho, cuantas veces lata mi corazón, cuantas veces pulse la sangre en mi cuerpo, esa cantidad por mil, es el número de veces que deseo glorificar tu misericordia. Deseo transformarme en tu misericordia y ser un vivo reflejo de ti, Oh Señor. Que este más grande atributo de Dios, es decir su insondable misericordia, pase a través de mi corazón y mi alma al prójimo.
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Ayúdame Oh Señor, a que mis ojos sean misericordiosos, para que yo jamás recele o juzgue según las apariencias, sino que busque lo bello en el alma de mi prójimo y acuda a ayudarla. Ayúdame a que mis oídos sean misericordiosos para que tome en cuenta las necesidades de mi prójimo y no sea indiferente a sus penas y gemidos. Ayúdame, oh Señor, a que mis manos sean misericordiosas y llenas de buenas obras para que sepa hacer sólo el bien a mi prójimo y cargue sobre mí las tareas más difíciles y penosas. Ayúdame a que mis pies sean misericordiosos para que siempre me apresure a socorrer a mi prójimo, dominando mi propia fatiga y mi cansancio. Mi reposo verdadero está en el servicio a mi prójimo. Ayúdame Oh Señor, a que mi corazón sea misericordioso para que yo sienta todos los sufrimientos de mi prójimo. A nadie le rehusaré mi corazón. Seré sincero incluso con aquellos de los cuales se que abusarán de mi bondad. Y yo mismo me encerraré en el misericordiosísimo Corazón de Jesús. Soportaré mis propios sufrimientos en silencio. Que tu misericordia, oh Señor, repose dentro de mí. Tú mismo me mandas ejercitar los tres grados de la misericordia. El primero: la obra de misericordia, de cualquier tipo que sea. El segundo: la palabra de misericordia – si no puedo llevar a cabo una obra de misericordia, ayudaré con mis palabras. El tercero: la oración – si no puedo mostrar misericordia por medio de obras o palabras, siempre puedo mostrarla por medio de la oración. Mi oración llega hasta donde físicamente no puedo llegar. Oh Jesús mío, transfórmame en ti, porque tú puedes hacer todo.( Beata Sor Faustina)
Vía Crucis
Ofrecimiento. Jesús tu Madre nos ha exhortado a meditar tu pasión y tu muerte, para honrar tu cruz. Estoy dispuesto a seguirte con María, por el camino al calvario, con el mismo amor con el que ella te acompañó. Deseo cargar mi cruz, como tú lo hiciste con la tuya. Quiero aprender contigo, a ayudar a otros a cargar sus cruces y a levantarlos después de cada caída. 1. Estación: La agonía en el Huerto V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos. R/ Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.
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Quiero Jesús acompañarte en el Huerto de Getsemaní. Oraste solo. Habías pedido a los apóstoles que oraran y permanecieran despiertos, pero ellos se dejaron vencer por el sueño. Tú los comprendiste, no los condenaste. Tú dijiste, ... el espíritu está pronto, pero la carne es débil. Aún cuando fuiste abandonado pro los demás, tú continuaste orando al Padre y le pediste ser liberado de las torturas, de los sufrimientos del amargo cáliz. Gracias por tu fortaleza, de la cual nacieron estas palabras: “Hágase tu voluntad”. Fue en ese momento que el ángel vino a consolarte y a renovarte. Perdón Señor, porque tantas veces dejé de orar para no desfallecer en la tentación, porque me negué a tu voluntad sin escucharte primero. Padre celestial. Tú nos enviaste a tu Hijo para salvar al mundo. Gracias por pensar en nosotros y gracias por cuidarnos con tanto amor, con la vida, los sufrimientos y la muerte de tu Hijo en la Cruz. Tú nos abriste la puerta hacia una vida nueva y cancelaste nuestra deuda contigo. V/ Señor, pequé ten misericordia de mí. R/ Las almas de los fieles difuntos por la misericordia de Dios Descansen en Paz. Amén.
2. Estación: Jesús condenado a muerte por Pilatos. V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos. R/ Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo. “Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los magistrados y al pueblo y les dijo: “Me han traído a este hombre como alborotador del pueblo, pero yo lo he interrogado delante de ustedes y no he hallado en este hombre ninguno de los delitos de que le acusan. Ni tampoco Herodes, pues no remitió a nosotros. Nada ha hecho , para que merezca la muerte”. Jesús, aquí estoy frente a ti. No me condenas, no buscas encontrar mi culpa, sino que quieres limpiarme de ella. Gracias Señor, ¡Cómo lamento en este momento, las veces que he condenado a otros. Las veces que he hablado mal de mi prójimo. Las veces que he permanecido callado ante las injusticias y el daño cometido contra otros! Concédeme Señor, que de ahora en adelante, te pertenezca completamente. Te pido también por todos aquellos que caminan contigo por el camino de la Cruz. . haz Señor Jesús, que todo hombre que esté frente a otro hombre, sea como un hermano frente a otro hermano. No permitas que hombres justos perezcan por la culpa de otros. ¡haz que reine en el mundo el amor y la paz! V/ Señor, pequé ten misericordia de mí. R/ Las almas de los fieles difuntos por la misericordia de Dios Descansen en Paz. Amén.
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3. Estación: Jesús carga la Cruz sobre sus hombros. V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos. R/ Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo. “Tomaron a Jesús y Él cargando, con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota”. Jesús cargaste mansamente tu Cruz, porque en esos momentos, era esa la voluntad del Padre. Permitiste que te trataran con dureza, para que nosotros no lo hiciéramos así con nuestros hermanos. Perdóname por evadir la cruz del amor, y de la paciencia. Perdóname, de ahora en adelante quiero aceptar mi cruz como tú lo hiciste hasta las últimas consecuencias, sin quejas, sin dolor, con el gozo de encontrar en la voluntad del Padre, mi plena realización. V/ Señor, pequé ten misericordia de mí. R/ Las almas de los fieles difuntos por la misericordia de Dios Descansen en Paz. Amén. 4. Estación: Jesús, cae por primera vez sobre el peso de la Cruz. V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos. R/ Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo. “Me he hecho débil con los débiles para ganar a los débiles, me he hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos” Jesús, observo como haz caído bajo el peso de la cruz. Se que aún las cruces que han sido aceptadas por voluntad propia, llegan a ser muy pesadas. No hubieras tenido que caer, pero escogiste el camino del hombre que sufre. Te hiciste en todo igual a nosotros, excepto en el pecado. Perdóname, por hacer a un lado mi cruz y me he negado a cargarla. Perdóname porque mi amor, mi fe y mi confianza, han sucumbido en muchas ocasiones dando paso a la desesperación. Jesús, la paz del mundo, ha caído bajo el peso del rencor. La justicia y el amor han caído bajo el peso de la obsesión por el dinero y las posesiones materiales. Tú caíste para que todos pudieran incorporarse. Concédenos la gracia de levantarnos una vez más, para avanzar hacia la resurrección.
Gracias, Señor, porque no te rendiste ante tu caída. Gracias porque no dijiste al Padre no puedo más. Señor, dame tu fuerza para levantarme yo también después de cada caída y ayúdame a no seguir cayendo. V/ Señor, pequé ten misericordia de mí. R/ Las almas de los fieles difuntos por la misericordia de Dios Descansen en Paz. Amén.
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5. Estación: Jesús, encuentra a su Santísima Madre. V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos. R/ Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo. “Ustedes, los que pasan por el camino, miren y vean si hay dolor semejante al dolor que me atormenta”. María, te encontraste con tu Hijo en el camino al Calvario. Lo único que pudiste darle en ese momento, fue una mirada de consuelo. Con toda certeza, lograste ver en sus ojos que Él había aceptado estos sufrimientos y cargar con su Cruz para salvarnos a todos. Gracias, Madre por estar ahí presente, por no huir del dolor. Tu amor fue más fuerte que la amargura y cuando sus miradas se encontraron los dos aceptaron nuevamente la voluntad del Padre. Ambos cargaron la cruz con amor y devoción, en medio del sufrimiento. María, con tu oración, alcanza para mí una felicidad igual a la de Jesús y a la Tuya. Perdón Señor, porque hasta ahora, he evitado encontrarme verdaderamente contigo. Concédeme Señor, que nunca más rehuya yo tu presencia. Hoy quiero aprender a cargar mi cruz con amor y a encontrarme también con amor con aquellos que al igual que yo cargan su propia cruz. V/ Señor, pequé ten misericordia de mí. R/ Las almas de los fieles difuntos por la misericordia de Dios Descansen en Paz. Amén. 6. Estación: Simón de Cirene, ayuda a llevar la Cruz de Jesús. V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos. R/ Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo. “Cuando lo llevaban echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús”. Señor, Jesús, aquellos que tenían bajo su responsabilidad la tarea de torturarte, forzaron a un hombre a hacerlo, a Simón de Cirene. Permíteme reconocerte Señor, en cada hombre que sufre. Permíteme entender, que yo puedo recibir una bendición mayor a la de Simón, porque puedo ayudarte cada día a cargar tu cruz. Ayúdame a aprovechar cualquier oportunidad, de tal manera que me regocije con la alegría de poseer, ya desde aquí, la vida eterna. Te pido Señor, por aquellos a quienes me he rehusado socorrer en sus problemas. Perdóname a mí y sánalos a ellos de las heridas que yo le causé con mi actitud.
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Gracias por los que he aceptado ayudar en tu nombre y por los que me han ayudado a mí en nombre tuyo. Te ruego por los que en estos momentos están dispuestos a socorrer a los demás, ellos también te aman en sus hermanos que están en desgracia. V/ Señor, pequé ten misericordia de mí. R/ Las almas de los fieles difuntos por la misericordia de Dios Descansen en Paz. Amén. 7. Estación: La Verónica, enjuga el rostro de Jesús. V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos. R/ Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo. “Eres el más hermoso de los hijos de los hombres ... No hay en él parecer, no hay hermosura para que le miremos, ni apariencia para que en él nos complazcamos. Despreciado y abandonado de los hombres. Varón de dolores y familiarizado con el sufrimiento, y como un ante el cual se oculta el rostro, menospreciado sin que le tengamos en cuenta...” Señor, Jesús, en medio de la hostilidad hacia ti, hubo alguien que recordó que habías pasado tu vida hacienda sólo el bien. Enjugando lágrimas de amargura y angustia. Lágrimas provocadas por el sufrimiento y el dolor. La Verónica, no tuvo miedo de enfrentar insultos y humillaciones, al ayudar a un condenado a muerte. ¡Cómo lamento Señor, en tantas ocasiones haber desfigurado mi rostro y el de los demás con mis pecados y ofensas! Gracias por aquellos que en este día socorren a sus hermanos y hermanas más rechazados y que al hacerlo, te aman a ti en ellos. Permite Jesús que de ahora en adelante, tu rostro y tu luz brille a través de nosotros para iluminar a toda la humanidad. V/ Señor, pequé ten misericordia de mí. R/ Las almas de los fieles difuntos por la misericordia de Dios Descansen en Paz. Amén. 8 Estación: Jesús cae por segunda vez bajo el peso de la Cruz. V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos. R/ Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo. Esta segunda caída te fue más dura y dolorosa que la primera. Te encontrabas en medio del odio y la perversidad de los hombres y mientras más débil te veían, más se ensañaban contigo. A pesar de ello, continuaste en silencio tu penoso camino. Perdona mis caídas Señor. Perdóname, porque no persevero en mi decisión de enmienda. Fácilmente olvido el propósito de mi propia jornada y mi destino y
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quedo inmovilizado, bajo el peso de mis malos hábitos. Jesús, ahora quiero levantarme nuevamente y prometo levantarme cada vez que caiga. Gracias por ser tan paciente conmigo. Gracias Jesús, por seguir adelante tu jornada, por tu caída y por levantarte de nuevo. Te ruego, Señor, por todos los que caen y están decepcionados de sí mismos y ya no confían más en tu misericordia divina. Ayúdalos a levantarse. No permitas Jesús, que más hombres se queden atrapados bajo el peso de sus pecados y los problemas de esta vida. Haz que en todos los corazones fluya el deseo de comenzar una vez más. V/ Señor, pequé ten misericordia de mí. R/ Las almas de los fieles difuntos por la misericordia de Dios Descansen en Paz. Amén.
9. Estación: Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos. R/ Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo. “Le seguía una gran multitud del pueblo y mujeres que se dolían y se lamentaban por él. Jesús, volviéndose a ellas les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloren por mí. Lloren más bien por ustedes y por sus hijos.” Jesús, manso y humilde de corazón! Tu pasión no te hizo ciego ni sordo, viste a las mujeres llorando por ti y sobre ti ... Jesús, perdóname por buscar el consuelo, en donde no lograría hallarlo. A causa de mi amor propio, demasiadas veces he pasado por alto la verdad, no he tenido el valor de decirla con amor. Me engaño a mi mismo y a los demás, con palabras de adulación. Perdona mi falta de sinceridad y el miedo que me ha inducido a no defender siempre y con amor la verdad. Perdona, Señor, a los padres de familia y a todos aquellos que a menudo enseñan a los niños, adolescentes y jóvenes a cerrar sus ojos a la verdad, de tal manera que nunca aprenden a hablar a otros con sinceridad. Perdona también a toda la Iglesia, por haber buscado frecuentemente soluciones superfluas a los problemas del mundo, olvidando que la única perfección se logra a través del amor y el perdón. Ayúdame Señor, para que en el futuro nunca me deje nuevamente llevar por un consuelo falso. Quiero vivir en tu luz mi verdad con los demás. V/ Señor, pequé ten misericordia de mí. R/ Las almas de los fieles difuntos por la misericordia de Dios Descansen en Paz. Amén.
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10. Estación: Jesús, cae por tercera vez bajo el peso de la Cruz. V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos. R/ Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo. “Él ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas... Así mismo: “La piedra que desecharon los arquitectos se ha convertido en piedra angular.” Jesús, ¿Qué más puedo decir ante esta nueva caída? Caigo de rodillas y veo con el corazón, lo que te está sucediendo. Has sido aplastado hasta el final. Aún aquellos que te conducían al lugar de tu crucifixión, se estaban volviendo impacientes a causa de tus caídas, porque éstas retrasaban sus planes. Tú sin embargo, los perdonaste Señor, y ofreciste al Padre por nosotros tus heridas y los golpes ocasionados por tus caídas. Perdóname Señor, porque frecuentemente he sido impaciente con los pequeños y los débiles, mientras que al mismo tiempo, he sentido temor ante los más poderosos y he dudado por tanto en defender la verdad. Jesús, perdóname porque en muchas ocasiones, mi amor ha fallado y no he vendado las heridas de otros ni he evitado sus caídas. Por eso te pido, por todos aquellos, de cuyas caídas y pecados yo soy responsable. Ayúdalos tú a ellos Señor. Jesús, se la piedra de todos nosotros. No permitas jamás que te neguemos, para que nuestra familia sea siempre salvada. Se nuestra piedra angular para que a tu lado, nuestro camino sea siempre recto. V/ Señor, pequé ten misericordia de mí. R/ Las almas de los fieles difuntos por la misericordia de Dios Descansen en Paz. Amén. 11. Estación: Jesús, es despojado de sus vestiduras. V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos. R/ Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo. “Los soldados, (...) tomaron sus vestidos, con los que hicieron cuatro partes, una parte para cada soldado y la túnica.” Despojémonos de la sobras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz. Como en pleno día, procedamos con decoro.” Dejaste que te despojaran de tus vestiduras con el propósito de arrancar de nosotros la maldición del pecado y la muerte, para revestirnos con la bendición de al vida y la resurrección. Jesús, perdóname pro haber caído en las pasiones. Por ser indulgente con los placeres carnales, en detrimento de mi espíritu y mi alma. Perdóname por dar
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mayor importancia a las necesidades del cuerpo que a las del espíritu. Dame la gracia de la conversión. Haz que tu gracia cambie mis viejas vestiduras por otras nuevas, de tal maner5a que a partir de ahora, viva yo de acuerdo a la ley del espíritu. Ayúdame a desprenderme de cualquier vicio. Gracias, Señor, por darme la capacidad de pedir por todo esto con una nueva esperanza. Haz que todos seamos revestidos con vestiduras relucientes de bondad. Gracias Señor. V/ Señor, pequé ten misericordia de mí. R/ Las almas de los fieles difuntos por la misericordia de Dios Descansen en Paz. Amén.
12. Estación: Jesús, es clavado en la Cruz. V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos. R/ Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo. “Me rodean como perros, me cerca una turba de malvados: han taladrado mis manos y mis pies... y puedo contar todos mis huesos. Ello sme miran y contemplan. Se han repartido mis vestidos y echan a suerte mi túnica.” Jesús, tú abriste un nuevo camino de salvación, cuando te abstuviste de responder a las injurias. Cuando no buscaste vengarte de lo que hicieron contigo. Perdóname Señor Jesús, porque con mi comportamiento he clavado a otros a la cruz del oprobio: porque con mi ira he provocado a otros el temor y la ansiedad. Porque con mi rencor he clavado la puerta de mi corazón, impidiendo a otros la entrada. Redímeme Señor, de mis deseos injustos y de los hábitos inmoderados que me crucifican. Gracias Varón de dolores! Tus sufrimientos nos redimieron a nosotros los hombres, porque tú amaste en el sufrimiento y sufriste en el amor. V/ Señor, pequé ten misericordia de mí. R/ Las almas de los fieles difuntos por la misericordia de Dios Descansen en Paz. Amén. 13. Estación: Jesús, muere en la cruz V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos. R/ Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo. “Si Dios está con nosotros quién estará contra nosotros? El que no perdonó ni a su propio Hijo, antes bien le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará con Él graciosamente todas las cosas? “... y se humilló así mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de Cruz.”
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Jesús, mira hasta dónde te ha llevado el amor por nosotros y la obediencia al Padre. ¿Quién podrá perdonar jamás el misterio de tu amor? Quiero corresponder a tu amor. Me arrodillo ante tu Cruz y quiero escuchar con amor tu palabra... Haz que penetre en mi corazón, como lo hizo en el Corazón de tu Madre, que tuvo la entereza suficiente para permanecer al pie de tu Cruz. Yo también quiero perdonar a todos lo que me han injuriado. Oro asimismo en favor de aquellos, que aún no se deciden a perdonar. Haz que tu misericordia divina y los sufrimientos de Jesús, los muevan a hacerlo, para que así venga a todos los hombres la paz. Gracias, Padre Celestial, por haber confiado esta misión a tu Hijo Jesucristo. Gracias porque Él la cumplió fielmente, aún hasta aceptar su muerte de Cruz. Gracias por habernos tenido un amor tan grande, que ni aún nosotros logramos entender. Permite que tu Corazón traspasado sea nuestra salvación. V/ Señor, pequé ten misericordia de mí. R/ Las almas de los fieles difuntos por la misericordia de Dios Descansen en Paz. Amén. 14. Estación: Jesús, es bajado de la Cruz y recibido en el regazo de su Madre. V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos. R/ Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo. “Había un hombre llamado José, miembro del Consejo, hombre bueno y justo, que no había asentido al consejo y proceder de los demás. Era de Arimatea, ciudad de Judea, y esperaba el Reino de Dios. Se presentó ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús, y después de descolgarle le envolvió en una sábana y le puso en un sepulcro excavado en la roca en el que nadie había sido puesto todavía.” Jesús, terminaste tu vida en este mundo en medio de terribles sufrimientos. Moriste por el amor y el perdón. Encomendaste tu espíritu en las manos del Padre y te llevaste contigo al buen ladrón que había sido crucificado junto a ti, porque te había pedido que te acordaras de él. Gracias por cada palabra, por cada obra y por cada signo con los que nos mostraste cuanto nos amabas. María, tú estuviste al pie de la Cruz. Todo lo viste y lo escuchaste, todo lo sufriste y lo soportaste. Ahora abrazas a tu Hijo en tu regazo materno, antes de su sepultura. Con cuanto amor y ternura lo habrás recibido en tus brazos, una vez que fue bajado de al Cruz. ¿Cómo comprender tu dolor Madre, cómo poder explicarlo?
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María, gracias por tu regazo materno, lleno de calor. Gracias por haber concebido a Jesús en tu seno y por haberlo llevado en tus brazos para presentarlo en el templo. Gracias porque el Hijo de Dios se hizo hombre y se convirtió en salvador en tu seno. Gracias por estar dispuesta a tomarme en tus brazos maternales, para consolarme y llevarme a continuar el camino que me conduce a Jesús. María, te pido por todos tus hijos del mundo, especialmente por aquellos cuyo corazón está congelado también pro el hielo del pecado. Hace tiempo que éste les dio muerte, de tal manera que se encuentran al borde de la oscuridad eterna. Bájalos de sus cruces y devuélvelos a la vida, alcanzando para ellos del Padre la gracia del arrepentimiento, por el poder del Espíritu Santo. V/ Señor, pequé ten misericordia de mí. R/ Las almas de los fieles difuntos por la misericordia de Dios Descansen en Paz. Amén.
15. Estación: Jesús es colocado en el sepulcro. V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos. R/ Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo. “Por eso se me alegra el corazón y mi carne reposa serena, porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu siervo conocer la corrupción. Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha.” “Sepultados con él en el bautismo, con él también hemos resucitado por la fe en la acción de Dios, que resucitó de entre los muertos.” Jesús, aceptó la cruz. La muerte y el sepulcro porque quiso hacerse igual a nosotros. Por medio de su cruz consagró cualquier sufrimiento. Por medio de su muerte, destruyó a la muerte. Por medio de su sepulcro abrió todos los sepulcros. Oro a ti Señor, a favor de aquellos que están por morir en estos momentos y que están preparados para ello. Te ruego también por aquellos, que mueren violentamente, en medio de la desesperación y la amargura. Te entrego, Señor, mi vida y mi muerte. Haz que este instante sea consagrado por tu presencia. Dame la gracia de grabar en mi conciencia el pasaje de tu muerte y de vivir siempre a la luz de él, de tal manera que nada en este mundo, pueda detener ni interrumpir mi camino hacia ti. Concédeme alcanzar reposo eterno en las manos del Padre. Te encomiendo a los que están muriendo bajo condiciones inhumanas, quédate junto a ellos Señor y llévalos contigo al cielo. Sálvanos a todos de la oscuridad eterna. Condúcenos a la luz que brilló desde tu sepulcro, a partir del tercer día.
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V/ Señor, pequé ten misericordia de mí. R/ Las almas de los fieles difuntos por la misericordia de Dios Descansen en Paz. Amén.
Oración Jesús, me postró de rodillas ante tu Cruz, ante la Cruz sobre la cual moriste por amor a mí. Por ella obtuviste del cielo la salvación eterna para nosotros y abriste el camino a la reconciliación y a la paz en la tierra. Gracias Señor por tu cruz. Gracias Señor, por haberla cargado con amor. Jesús, no entiendo por qué tenías que sufrir. Es por ello mayor mi gratitud hacia ti y hacia tu Cruz. Gracias por haberme marcado con el signo de la cruz desde el principio. En mi bautismo, quedó impreso en mi alma y en mi corazón de manera indeleble. Ciertamente no entiendo tu cruz y sin embargo, no es para mi una locura o motivo de escándalo, sino el símbolo de tu amor y el camino hacia la salvación. Jesús, tu Madre fiel y valerosa, permaneció al pie de tu cruz. Ella escuchó y aceptó de corazón cada una de las palabras que pronunciaste, en los momentos más terribles de tu martirio en la Cruz. Gracias Madre porque tú también cargaste la Cruz de Jesús. Gracias por haberme invitado a permanecer ante ella y a consagrarte mi vida. Amén.
Rosario al Corazón de Jesús.
1. Señor, tú que dijiste: "busquen y hallen. Llamen y se les abrirá, pidan y recibirán." R/ Yo busco, yo llamo y pido esta gracia (10 veces). Padre nuestro, Avemaría y Gloria. 2. Señor, tú que dijiste: "todo lo que pidan a mi Padre en mi nombre se los concederá" R/ A tu Padre y en tu nombre pido esta gracia(10 veces). Padre nuestro, Avemaría y Gloria. 3. Señor, tú que dijiste: "los cielos y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán". R/ Dulce Jesús mío, concédeme esta gracia. (10 veces) Padre nuestro, Avemaría y Gloria. 4.Señor, tú que dijiste: "Yo soy la luz, el amor y la paz." R/ Dame la paz, la salud y la tranquilidad de mi hogar (10 veces) Padre nuestro, Ave María y Gloria.
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5.Señor, tú que dijiste: "El que crea en mí se salvará". R/ En ti creo, en ti espero la salvación de mi alma. (10 veces) Padre nuestro, Avemaría, Gloria. Oración. Señor, un pobre viene a tus plantas para manifestarte muchas necesidades, si Señor soy pobre, muy pobre. Tú lo sabes y por eso vengo a ti, Dios de bondad y de misericordia. Señor: tengo frío, dame calor de esa hoguera de tu amor. Señor: tengo hambre, haz que la sacie devotamente en tu carne adorable. Señor: tengo ansias de seguirte, alárgame tu mano y no me dejes. Señor: no se hablar contigo, enséñame a orar y pon un poco de miel en la oración para no dejarla. Señor: falta luz a mi alma, dame la lámpara de una pura fe. Señor: el camino de mi vida está sembrado de espinas. Enséñame a caminar con valor y paciencia. Señor: no tengo amigos que me acompañen. Déjame que te llame mi amigo. Señor: mi alma era imagen tuya, devuélvele su belleza. Señor: soy un gran pecador. Dame un arrepentimiento sincero y el ósculo de la paz. Señor: quiero ser santo, encárgate de ayudarme. Señor: mi corazón está henchido de amor propio, cúralo y pon en él tu amor. Señor: padezco de olvido, graba tu imagen en mi alma. Señor: el mundo me persigue quiere robarme. Escóndeme en la llaga de tu corazón. Señor: hay en el mundo muchos pecadores olvidados de ti, déjame atraerlos a esta casas de salud. Señor: tengo parientes y amigos que están pobres y necesitados de tu gracia. Dame para ellos una limosna. Señor: tu Iglesia y tus ministros son perseguidos. Yo quiero ser su defensor. Dame las armas del valor cristiano. Señor: tengo compasión de las almas del purgatorio, dame para ellas un consuelo. Señor: dame hospedaje en tu casa para que seas tú mi hermano, tu Madre la mía y san José mi Padre. Adiós, Señor, mañana volveré a implorarte y seguirte hasta que me abras las puertas del cielo para gozarte y amarte eternamente. (Diego María, Obispo de Pasto)
Capítulo VI CANTOS EUCARÍSTICOS Y OTROS
Tú pones lo demás Un día de bodas, el vino faltó,
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Imposible poderlo comprar, Qué bello milagro, hiciste Señor, Con el agua, de aquél manantial. Colmaste hasta el borde del vino mejor, Las tinajas que pude llenar. Yo puse mi esfuerzo, yo puse mi afán, Tú pusiste Jesús lo demás. Es muy poco, Señor, lo que vengo a traer, Es muy poco lo que puedo dar, Mi trabajo, es el agua que quiero ofrecer, Y mi esfuerzo un pedazo de pan. Es muy poco Señor, lo que vengo a traer, Es muy poco lo que puedo dar, En tus manos, divinas, lo vengo a poner, Tu ya pones, Señor lo demás. La gente, con hambre sentada esperó, En el prado que baja hasta el mar. Con cuanto tenía a ti se acercó, un muchacho Que quiso ayudar. Tu mano en la frente feliz descansó, En sus ojos tu dulce mirar. Él puso sus peces, él puso pan, Tú pusiste Jesús lo demás. Los hombres volvían, al amanecer, Muy cansados de tanto bregar, Las barcas vacías, qué triste es volver Y de nuevo tener que empezar, Salieron del lago a pescar otra vez, Tú Palabra los iba a guiar. Los hombres pusieron, la barca y la red, Tú pusiste Jesús lo demás. Por un pedazo de pan Por un pedazo de pan, Y por un de vino, Yo he visto a más de un hermano, Abandonar su camino. Por un pedazo de pan, Y por un poco de vino, Yo también vi a mucha gente, Volver nuevamente al encuentro con Dios Coro: por un pedazo de pan
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Por un poco de vino, Dios se nos hizo manjar Se nos hizo camino. Por un pedazo de pan (bis) Al no tener vino y pan Y por faltarle comida Yo vi a más de un hermano, Amargado de la vida, Y por no dar de su pan y Por no dar de su vino He visto a más de un creyente Perder de repente el sentido moral Y que el camino se hará si se siembra Justicia, amor e igualdad. Por un pedazo de pan y por un poco de vino, yo he visto a más de un hermano, volverse un hombre mezquino por un pedazo de pan y por un poco de vino, vive la gente en conflicto en un mundo perdido por no repartir, y la mitad de los hombres se mueren de hambre y les toca sufrir.
Jesús de Nazaret Un cierto día a orillas del mar, apareció un joven galielo, Nadie podía imaginar, que alguien pudiera amar, del modo que él amaba. Su modo simple de conversar, tocaba el corazón, De quienes lo escuchaban... Coro: y su nombre era Jesús de Nazaret, Y su fama se extendió y todos fueron a ver El fenómeno del gran predicador, Que tiene tanto amor... En aquellas playas, en aquel mar, en aquel río, En casa de Zaqueo, y por las tardes bajo Aquel sol, el pueblo le escuchó palabras muy bonitas. Su modo amigo de conversar, llenaba el corazón Una paz infinita. En plena calle, en aquel lugar, en aquel pozo y en casa de Simón. Sobre los prados al atardecer el mundo vio nacer, la paz y la esperanza.
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Su modo puro de perdonar hacía el corazón volver Hacia la infancia. Un cierto día al tribunal, alguien llevó al joven galileo, Nadie sabía cuál fue su mal, el crimen cometido y Cuáles sus pecados. Su modo honesto de denunciar la injusta posición De los privilegiados. Y mataron a Jesús de Nazaret y en medio de Ladrones pusieron su cruz; pero el mundo Tiene miedo de Jesús, que tiene tanto Amor.
Padre en tus manos yo me pongo Padre en tus manos yo me pongo, Haz tu de mí lo que quieras, sea Lo que sea, yo te digo: gracias Padre. Estoy dispuesto a todo, todo yo lo acepto, Con tal que se cumpla, en mí tu voluntad. Padre en tus manos yo me pongo, Haz tú de mí lo que quieras. Sea lo que sea, yo te digo: gracias Padre. Te entrego mi vida con todo mi amor, Pues solo yo deseo: Padre en ti confiar.
Ahí estás tú Sí veo amanecer, ahí estás tú, Si veo anochecer, ahí estás tú. Si veo la flor crecer, ahí estás tú. Si escucho la humildad de la Lluvia al caer, Señor, mi Dios, ahí estás tú. Coro: y tú siempre estarás, ahí donde yo esté Porque, tú eres así, sencillamente así, a donde Iré que no estés tú. Si siento libertad, bajo la luz del sol, Si en primavera voy, cantando mi canción, es porque estás dentro de mí. Si sufro alguna pena, Oigo tu voz, que dice ten confianza, Estoy contigo, estoy aquí. Si muere una ilusión ahí estás tú, Si nace un nuevo amor, ahí estás tú,
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Su alguna tarde es gris, ahí estás tú, Si siento gozo y paz por darme a los demás, Señor, mi Dios ahí estás tú. Yo he visto a Dios Yo he visto a Dios (3 veces) Yo he visto a Dios en la frescura de las flores Y en la mirada tierna y dulce de algún niño, Lo vi en el canto tan profundo de las aves, Y en el abrazo fraternal de algún amigo. Yo he visto a Dios al dar el sol en las praderas, Y en la sonrisa candorosa de una madre, Lo vi en el rostro resignado del que muere, Y en ese llanto penetrante del que nace. Lo vi en la tierra donde brota el rubio trigo, Y en el acero refulgente del arado, lo vi en la en la gota palpitante del rocío y en el cuarteto de un poeta enamorado.
Cómo no creer en Dios
Yo te llevo desde niño muy adentro Te encontraba en el pájaro y la flor, En el fuego, en la lluvia, y en el viento Y en mis sueños cada noche estabas tú.
Desde entonces quiero darte siempre gracias, Porque quiero darme cuenta de tu amor, Beberé de tu cuerpo y de tu sangre, Y por siempre te daré mi corazón. Cómo no creer en Dios, Si me ha dado los hijos y la vida. Cómo no creer en Dios, Si me ha dado la mujer querida, Cómo no creer en Dios, Si lo siento en mi pecho a cada instante, En la risa de un niño por la calle O en la tierna caricia de una madre Cómo no...
Cómo no creer en Dios, Si está en las viñas y en el manso trigo. Cómo no creer en Dios,
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Si me dio la mano abierta de un amigo. Cómo no creer en Dios, Si me ha dado la tristeza y la alegría, De saber que hay un mañana cada día, Con la fe, la esperanza y el amor. Como no... Con Nosotros está Con nosotros está y no le conocemos, Con nosotros está, su nombre es el Señor. Su nombre es el Señor, y pasa hambre, Y clama por la boca del hambriento Y muchos que lo ven pasan de largo Acaso por llegar temprano al templo. Su nombre es el Señor, y sed soporta Y está en quien de justicia va sediento Y muchos que lo ven pasan de largo, A veces ocupados en sus rezos. Su nombre es el Señor, y está desnudo, La ausencia del amor hiela sus huesos, Y muchos que lo ven pasan de largo, Seguros y al calor de su dinero. Su nombre es el Señor, y enfermo vive, Y su agonía es la del enfermo, Y muchos que lo saben no hacen caso Tal vez no frecuentaban mucho el templo. Su nombre es el Señor y está en la cárcel, Está en la soledad de cada preso, Y nadie lo visita, y hasta dicen: Tal vez este no era de los nuestros. Su nombre es el Señor: el que sed tiene, Él pide por la boca del hambriento, Está preso, está enfermo, está desnudo, Pero Él nos va a juzgar por todo eso. Estoy pensando en Dios Estoy pensando en Dios, Estoy pensando en su amor (2) Olvida el hombre a su Señor Y poco a poco se desvía, Y entre angustia y cobardía Va perdiéndose el amor. Dios le habla como amigo, Huye el hombre de su voz.
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Yo siento angustia cuando veo Que después de dos mil años Y entre tantos desengaños Pocos viven del amor. Muchos hablan de esperanza, Mas se alejan del Señor. Todo podría ir mejor Si en fervor y en alegría Fuesen las madres María, Y los padres San José. Y los hijos imitasen a Jesús de Nazaret.
Cristo Te necesita Cristo te necesita para amar, para amar. Cristo te necesita para amar (29 No te importen la razas, ni el color de la piel, ama a todos Como hermanos y haz el bien (2) Al que sufre y al triste dale amor, dale amor. Al humilde y al pobre dale amor (2) Al que vive a tu lado dale amor, dale amor. Al que no viene de lejos dale amor (2) Al que habla otra lengua dale amor, dale amor. Al que piensa distinto dale amor (2) Hombres nuevos Danos un corazón grande para amar, Danos un corazón fuerte para luchar. Hombres nuevos creadores de la historia Constructores de nueva humanidad. Hombres nuevos que viven la existencia Como riesgo de un largo caminar. Hombres nuevos luchando en esperanza, Caminantes, sedientos de verdad. Hombres nuevos, sin frenos ni cadenas, Hombres libres que exigen libertad. Hombres nuevos amando sin fronteras Por encima de razas y lugar. Hombres nuevos al lado de los pobres
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Compartiendo con ellos techo y pan. Iglesia soy Iglesia soy y tú también, En el bautismo renacimos a una vida singular. Y al confirmar hoy nuestra fe, Lo proclamamos compartiendo el mismo pan. No vayas triste, en soledad, Ven con nosotros y verás A los hermanos caminando en el amor. Ven con nosotros y serás En la familia un hijo más, Iremos juntos caminando en el amor. Yo la veré envejecer, Pero a mi madre con arrugas Y defectos la querré. La quiero más, pues se muy bien Que ha envejecido sin dejarme de querer. La Iglesia es tan maternal, Que me ha engendrado, Me alimenta y me acompaña sin cesar. La Iglesia es tan maternal Que nunca duda en abrazarme y perdonar. Yo los elegí No me habéis vosotros elegido, Fui yo mismo quien os elegí. Ya no os llamo siervos sino amigos, Permaneceréis para siempre junto a mí. Recordad mi nuevo mandamiento Por el cual os reconocerán: Que os améis los unos a los otros Como yo os amé, hasta mi vida entregar. Yo soy la verdad, soy el camino Soy la vida y la resurrección. Quien me sigue no andará perdido, Pues yo soy la luz, yo soy vuestra salvación. Tomad y comed este es mi Cuerpo Que se entrega por vuestra salud. Tomad y bebed está es mi Sangre, Que yo derramé por vosotros en la cruz. Jesucristo
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Jesucristo (3) Yo estoy aquí. Miro hacia el cielo y veo una nube blanca que va pasando. Miro a la tierra y veo una multitud que va caminando. Como esa nube blanca la gente no sabe a dónde va. ¿Quién les podrá decir: “el camino cierto eres tú, Señor”? Toda esa multitud en su pecho lleva amor y paz, Por eso para ellos sus esperanzas no morirán. Viendo la flor que nace en el alma de aquel que tiene amor, Miro hacia el cielo y veo que ya se acercan a ti, Señor. Himno a la alegría Escucha hermano la canción de la alegría Y el canto alegre del que espera el nuevo día. Ven canta, sueña cantando, Vive soñando el nuevo sol En que los hombres volverán a ser hermanos. Si es que no encuentras la alegría en esta tierra, Búscala hermano, más allá de las estrellas. Siembra en el mundo la unidad y la armonía, Para que todos canten siempre la alegría. Dame la mano No importa de donde vengas, si siguiendo el Espíritu estás, Si tu corazón es como el mío dame la mano y mi hermano serás (2) Dame la mano querido hermano, Dame la mano y mi hermano serás. Dame la mano, querido hermano, Dame la mano y mi hermano eres ya.
Pescador de hombres
Tú, has venido a la orilla, No has buscado ni a sabios, ni a ricos. Tan solo quieres que yo te siga. Señor, me has mirado a los ojos, Sonriendo has dicho mi nombre. En la arena he dejado mi barca,
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Junto a ti buscaré otro mar. Tú, sabes bien lo que tengo, En mi barca no hay oro ni espadas Tan sólo redes y mi trabajo. Tú, necesitas mis manos, Mi cansancio que a otros descanse. Amor que quiera seguir amando. Tú, pescador de otros lagos, Ansia eterna de almas que esperan. Amigo bueno, que así me llamas. Pescador Pescador que al pasar por la orilla del lago, Me viste secando mis redes al sol; tu mirar, Se cruzó con mis ojos cansados y entraste en mi vida Buscando mi amor. Pescador, en mis manos has puesto otras redes Que pueden ganarte la pesca mejor, y al llevarme Contigo en la barca, me nombraste Señor: Pescador. Pescador, entre tantos que había en la playa, Tus ojos me vieron, tu boca me habló. Y a pesar, De sentirse mi cuerpo cansado, mis pies en la arena Siguieron tu voz. Pescador, mi trabajo de toda la noche, mi dura faena Hoy nada encontró, pero tú, que conoces los mares Profundos, compensa si quieres, mi triste labor. Pescador, manejando mis redes de pesca, en otras riberas Mi vida quedó, al querer que por todos los mares del mundo, Trabajen mis fuerzas por ti Pescador. Nueva generación Yo vengo del sur y del norte del este y oeste y de todo lugar. Caminos y vida recorro llevando socorro, queriendo ayudar. Mensaje de paz es mi canto y cruzo montañas y voy hasta el fin. El mundo no me satisface, lo que busco es la paz, lo que quiero es vivir. Al pecho llevo una cruz Y en mi corazón lo que dice Jesús. Yo se que no tengo la edad, ni la madurez de quien ya vivió.
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Más se que es de mi propiedad buscar la verdad y gritar con la voz. El mundo va herido y cansado de un negro pasado de guerras sin fin. Hoy teme la bomba que hizo y la fe que deshizo y espera por mí. Yo quiero dejar mi recado, no tengo pasado pero tengo amor. El mismo de un crucificado que quiso dejarnos un mundo mejor. Yo digo a los indiferentes que soy de la gente que cree en la cruz. Y creo en la fuerza del hombre que sigue el camino de Cristo Jesús.
Junto al mar Junto al mar, Jesús enseñaba, Sus palabras pájaros de luz, De su boca alegres volaban, Entre lirios, bajo el cielo azúl. Y al temblor divino de aquella voz Florecía el aire de amor. Junto al mar Jesús nos decía: Como siempre nos ama el Señor. Coro: esa flor, que ves ahí, Ese pájaro que vuela libre, Si el Señor, los cuida así, Mucho más te cuida y ama a ti. Junto al mar los hombres oían, Asombrados sin poder creer, Cómo el Padre Dios nos quería, Cómo busca siempre nuestro bien. Nos protege y guarda con su bondad, Nos alienta con su querer, De esperanza siembra la orilla, El rabí, Jesús de Nazaret. Junto al mar, la tarde caía, Un pastor volviendo ya a su hogar, Una barca que se mecía, Un gorrión, cansado de volar, Y en el aire limpio se escucha aún Como alegre son de un cantar: Dios te ama, Dios te ama mucho, Y a su hijo nunca va a olvidar.
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CANTOS PARA LA ADORACIÓN DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO DEL ALTAR
Pange Lingua
Canta, ¡oh lengua! Con plácida armonía el misterio del Cuerpo glorioso, y la sangre que el Hijo de María, fruto real de su vientre generoso y Rey del universo ha derramado por redimir al mundo del pecado. A nosotros se dio liberalmente, Naciendo de una madre peregrina, A los hombres habló familiarmente, Dándoles sultífera doctrina, Y terminó con modo prodigioso De su vida mortal el fin glorioso. Es la cena postrera que hacer quiso Con sus fieles Discípulos amados, Después que plenamente satisfizo A los legales ritos ordenados, Su propio cuerpo, y con sus mismas manos. Les dio por alimento a sus hermanos, La palabra o el Verbo que carne era, Con su misma palabra hizo divino Que el pan fuese su carne verdadera, Y que en su sangre se mudara el vino Si el sentido resiste por grosero la fe le basta a un ánimo sincero. Reverenciemos pues las luces puras De este alto Sacramento e infinito, Que de la ley antigua las figuras Cedan rendidas a este nuevo rito; Y que el obsequio de la fe perfecto, Supla de los sentidos el defecto. Cantemos pues con dulce melodía Con religioso ardor y culto eterno, Gloria, alabanza, honor, fuerza y alegría. Al Padre soberano, al Hijo eterno, Y el mismo himno se cante reverente Al espíritu de ambos procedente.
Tantum Ergo Tantum ergo Sacramentum,
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Veneremos cernui Et antiquum documentum Vovo cedat ritui. Praestet fides suplementum Sensuum defectui. Genitore, Genitoque Laus et jubilatio; Salud, honor, virtus quoque, Sit et benedictio: Procedenti ab utruque Comprar sit laudatorio. Amén. V/. Panem de coelo praestitisti eis. R/. Omne delectamentum in se habentem.
Tan Tum Ergo (versión en español) A tan grande Sacramento Rindamos adoración Que en figuras anunciado, Plenamente se cumplió. Veneremos el misterio Con la fe del corazón A Dios Padre soberano Y a su Hijo el Señor. Alabanza y gloria eterna E incesante bendición Y al Espíritu Divino, Eternos signos de amor. Amén. V/. Les diste pan del cielo R/. Que sí contiene todo deleite. Oración. Oh Dios, que en este sacramento nos dejaste memoria perfecta de tu pasión; concédenos que tal manera veneremos estos misterios de tu Cuerpo y tu Sangre que experimentemos para siempre en nosotros los frutos de tu redención. Que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Te adoro Te adoro, con rendimiento, Del cielo vivo Pan (bis) Gran Sacramento.
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Feliz cristiano, a qué convite Hoy Dios te admite, a qué manjar Al bajo suelo, el Rey del cielo, Se digna descender, oh qué portento. Almas cristianas, al gran convite que un Dios os dice que preparó venid, por tanto, en dulce canto resumen tierra y mar y firmamento. Al pie llegando de los altares Llora tus males con gran dolor Con reverencia en la presencia del divino Señor que es tu sustento. Pide por último, no te abandone Te dé sus dones, tu bendición Su amor, su gracia, fe y esperanza Y en paz te haga rendir tu último aliento. Alabado sea el Santísimo Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar Y la Virgen concebida Sin pecado original (bis) Con pureza de conciencia Dignamente preparados, Recibirán con frecuencia, A Jesús Sacramentado.
Al Corazón de Jesús Corazón el más puro y más santo, Corazón de mi dulce Jesús. Tú eres siempre, mi dicha y mi encanto, Tú eres siempre mi paz y mi luz. Ser quisiste mi fiel compañero En el valle de llanto y dolor Ser mi hermano, mi amigo sincero Y el más justo ideal de mi amor. Desde el Santo Sagrario do moras Me bendices doquiera que voy Y me dices yo soy el que adoras Nada temas contigo yo estoy.
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Desde el cielo a las almas desciendes Y en las almas tu cielo colocas Y del pobre mortal que te invoca No desoyes su humilde oración. Cariñoso consuelo del triste, Del mortal desechado esperanza, Del que sufre, total bienandanza Del que llora dichosa mansión.
Sed de Dios Cuanto en el mundo existe Si yo lo poseyera Cuanto en el mundo existe No me puede saciar. Es todo muy pequeño Mi corazón muy grande Es todo muy pequeño, Yo necesito más. Yo tengo sed ardiente Que me devora el alma Yo tengo sed ardiente Yo tengo sed de Dios (bis) Por una eterna patria Mi corazón suspira Mi corazón se abrasa Y agua no encuentra aquí. Oh Corazón divino Oh fuente de agua viva Yo tengo sed del cielo Yo tengo sed de vida. El Querubín y el alma Yo oí decir a un querube un día, Oh alma fie, si pudieras saber, Cuán grande es mi dicha y mi alegría, Pues sin cesar al Señor puedo ver! Yo contesté: “sí querubín amado Tú ves a Dios, celebra su esplendor, Más sabes tú del Dios sacramentado, El tierno amor, (3 veces).
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Hijo de Dios, Uno y otro a porfía, Magnifiquemos su inmensa bondad. Cielo de amor, de amor (bis) Divina Eucaristía Tú eres mi centro y mi felicidad (bis) La puerta del Sagrario La puerta del Sagrario Quien la pudiera abrir Jesús, entrar queremos Y llegar hasta ti (bis) Sintiendo tus caricias Sonríe el corazón, Oh fuente de delicias Ven pronto, ven Señor (bis)
Sencillamente Dios Sencillamente Dios, el que todo lo puede hacer, El que desde su cielo, contempla este suelo, Con inmenso amor. Sencillamente Dios, que sufre al contemplar, Las andanzas del hombre, que su santo nombre, Se atreve a ignorar. Tú que estás en el cielo y en la tierra también, Tú que escuchas mi canto, con que te doy gracias Porque tu eres... sencillamente Dios, el que en todo lugar está, el que pasa en la brisa, o en una sonrisa, me dice aquí estoy. Sencillamente Dios, el más capaz de amar, El que yo necesito, porque de infinito es su Corazón...
EUCARISTÍA Y CARIDAD María Jesús Upegui Moreno
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La Madre Upegui Moreno, dio a la Congregación de Siervas del Santísimo y de la Caridad, el legado de adorar a Jesús en la Eucaristía y de servirlo en los más pobres, pues de esta manera en la Eucaristía y en la Caridad, quedaba plasmada su vida. La señorita Upegui, fue ampliamente conocida por los habitantes de Medellín. La ciudadanía da testimonio de las obras creadas por la Madre Upegui, para el servicio de los menos favorecidos de la sociedad. De la Madre María Jesús, se dice que vivió entre dos amores: "la Eucaristía y los pobres". En el Instituto, la Madre Upegui, cristalizó el sueño de hacer real una obra que resumiera estos dos ideales dentro de la Iglesia: la adoración a Jesús Eucaristía y la práctica de la Caridad entre los más pobres. La Madre Upegui Moreno, nació el 4 de enero de 1837 en Medellín, en el hogar del Señor Lucio Upegui y la Señora María de Jesús Moreno. Huérfana a escasas horas de nacida, creció al amparo del amor de Dios y de su padre, quien le brindó la mejor educación y formación humana. Su acendrada virtud le permitió desarrollar gran sensibilidad e inclinación por los más pobres. Y es así como el 24 de mayo de 1899 nace, la primera Congregación Antioqueña, después de superar todos los obstáculos que la Divina Providencia le permitió vivir para luego dar forma a su familia religiosa, que hoy se extiende por Colombia, Venezuela, Ecuador, España e Italia.
La Congregación hace real la herencia eucarística recibida de la Madre Upegui, en: Colegios, escuelas, hospitales, clínicas, centros de salud, centros de bienestar del anciano y en parroquias. Los alcances de la caridad de la Madre María Jesús, se extienden a través de sus hijas, quienes se muestran solícitas con las necesidades de la Iglesia.
Actualmente la Congregación adelanta el proceso de beatificación de la Madre Fundadora. Porque de la misma manera que ella prodigó en vida tanto bien a los desamparados, desde el cielo sigue atenta a los ruegos de quienes la consideran intercesora para calmar sus penas.
Semblanza humana: María Jesús Upegui Moreno, nació en un hogar donde pudo disfrutar de comodidades y holgura económica para poder aspirar al estudio que las mujeres de su época podían recibir. Tuvo además, la posibilidad de codearse con la alta sociedad medellinense en reuniones sociales de diversas índoles. Como cualquier joven de su tiempo la vida le brindaba lo mejor, sin embargo, ni los halagos ni las vanidades, ni las comodidades, ni mucho menos la posibilidad de realizarse como esposa llenaban sus expectativas. Parece
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insólito y sin lugar a dudas absurdo, pensar que una mujer como ella lo tuviera todo y sin embargo, renunciaba a ello para ganarlo todo en Cristo. Nada impedía en ella hacer el bien, pues abría paso entre los desechables de la sociedad: los niños, los enfermos, los ancianos, los desposeídos de la razón, las jóvenes en busca de apoyo para salir adelante como madres solteras. Tantas personas tenían en ella cabida, ¿sería posible pudiera renunciar a tantas comodidades para dedicarse a servir sin recibir nada a cambio? ¿Hasta dónde Dios le exigiría la mayor renuncia de su vida? La Madre, abandonó la casa paterna para dar rienda suelta a su caridad ilimitada. Es aquí donde aparece en ella esa maravillosa faceta de abandono absoluto en los plantes de Dios. Además de su aceptación entre los más pobres gozaba de reconocimiento social como Dama de la Caridad. Una Dama, que en nada se parece a las damas voluntarias de ahora, a ella no le importaba figurar, o participar en eventos públicos donde llueven las alabanzas para las damas que procuran recaudar fondos para los más pobres, por el contrario, la Madre Upegui, servía discretamente, pasaba desapercibida, exigiéndose a sí misma mayor capacidad de dar, desplazándose de un lado a otro, del hospital al asilo, de las calles de Medellín, a los barrios marginados. ¿De dónde le llegaba tanta fortaleza? ¿Tanta capacidad para darse sin pensar en ella? ¿A qué hora descansaba esta mujer misericordiosa con la gente de fuera? Son muchos los interrogantes que vienen a la mente en esta semblanza humana de la Madre Upegui. Cabe destacar que sus relaciones sociales seguramente eran orientadas para captar recursos para sus pobres, más que para disfrutar de los halagos de su entorno social. Alguna vez fue reconocida por la Gobernación de Antioquia y destacada en la portada de una de sus revistas como: la dama de la caridad. La Madre, gozó de admiración entre las personas más influyentes de la sociedad de Medellín, y alcanzó el reconocimiento y apoya por parte de mujeres sencillas, procedentes de hogares cristianos, sin mucha preparación, pero que deseaban trabajar en su obra y deseaban seguir sus pasos. Sin lugar a dudas sin ella pensarlo Dios iba dando forma a su familia religiosa.
Semblanza espiritual. María Jesús, perdió a su Madre después de nacer y fue criada por don Lucio junto a su hermano. Más adelante compartiría la vida familiar con la madrastra y con los nuevos hijos de la pareja. Para entonces ya se veía en ella la inclinación a la vida espiritual, cuando asistía al templo a la catequesis y acompañaba ciertas visitas a los enfermos cercanos a la parroquia. La vida de esta mujer, se desarrolló en ambiente cristiano, por lo que se conoce de la gente de Medellín, en otro tiempo, eran cuidadosos en las obligaciones religiosas, de misa los domingos, procuraban la oración diaria a
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través del rezo del Santo Rosario y de otras devociones. Además la parroquia abría sus puertas para la visita al Santísimo una vez terminaba la misa de la mañana que para entonces era desde las cinco o seis de la mañana. Un ambiente rico en espiritualidad cristiana, favoreció el desarrollo y madurez de la vida interior de María Jesús. Los cursos de primera comunión que impartía a los niños desde muy joven eran a su vez un refuerzo para la catequista que vencía los prejuicios sociales para responder al Señor. Así mismo, nos cuenta la historia que la Madre María Jesús, frecuentaba el templo Colonial de la Veracruz donde dedicaba momentos largos en la adoración al Santísimo Sacramento. De allí surge su amor desbordado hacia los pobres, de allí, la caridad inusitada para darse a los menos favorecidos de la sociedad. ¿Pero realmente qué era lo que la inspiraba de esa presencia adorable de la Santa Hostia? Nadie podía fortalecerla tanto como Jesús, desde el Santo Sacramento del altar, Él le transmitía la fe para descubrirlo en los pobres, de Él recibía la confianza para proyectarlo como mujer de Iglesia. En ella el amor ardía en su pecho cada vez que lo recibía en la comunión, ese momento pleno era incontenible en su corazón sencillo llamado a servir y a superar los obstáculos y las barreras de la región. Su vida espiritual llegó a crecer más cuando después de tanto ir y venir logra concretar un espacio para hospedar a sus cohermanas. ¿De dónde entonces esa inspiración para fundar una Congregación, si hasta entonces esa idea era completamente absurda e imposible? ¿De dónde las fuerzas para enfrentar la tramitología legal ante el Gobierno Eclesiástico de la ciudad? Era una verdadera locura, una idea inconcebible para alguien que llegó a ser la primera Fundadora Antioqueña y la segunda en Colombia. ¿De quién se valió entonces para avanzar con la obra? De DIOS! Está claro que para la Madre Upegui solo Dios bastaba. No importaba su edad avanzada, sus fuerzas desgastadas, sus pasos vacilantes, importaba DIOS, y si la obra era de Él nadie la podría detener. Ni los prelados que se oponían a ella, ni la escasez económica, ni el cierre del noviciado. La obra era de Dios. Y en esta confianza en la Providencia, surgió y creció la obra: de ese amor fiel a la Eucaristía y del incontenible deseo de servir a los más pobres. La Madre Upegui fue una mujer discreta y oculta, que vivió al pie del Sagrario, porque era sólo a Él, a quien ella amaba, y a quien le confiaba a las futuras generaciones que continuarían con su obra. Llama poderosamente la atención el nombre que la Madre dio a la Congregación: SIERVAS DEL SANTÍSIMO Y DE LA CARIDAD. En este nombre se encierra la espiritualidad de la Madre. Ella siempre se sintió la servidora de todos, y ante todo de Dios.
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La Madre entendió que sólo le pertenecía a Dios, por eso se donó a Él íntegramente en la fe, la esperanza y el amor. De la misma manera ella interpretó el Evangelio según las enseñanzas de Jesús. En la vida de la Madre María Jesús, la huella de la Trinidad, sigue teniendo vigencia y fuerza, para que todos puedan contemplar la belleza de Dios. La opción de la Madre fue definitiva, ella quiso identificarse en todo con el Hijo de Dios. Se configuró con él, hasta consumirse por Él. La Madre, vivió el radicalismo religioso, porque entendió para qué había sido llamada por Dios. de la misma manera, expresó con su vida el amor al más necesitado.
Ella vivió en dimensión profética y a través del testimonio, denunciaba la indiferencia de quienes teniéndolo todo no lo compartían, denunció con su caridad, la falta de amor en las familias y en los centros de atención al desvalido. Ella anunció con la práctica de la caridad, porqué vale la pena correr el riesgo de dejarlo todo por Cristo, para extender el Evangelio y optar por los pobres. En consecuencia la Madre vivió un continuo éxodo, hacia la perfección, hacia la renovación de su espiritualidad cuyo centro era la Eucaristía. Un éxodo donde pasó por baches, de amargura, donde la fe se puso a prueba y sin embargo ella se confiaba en la fuente del agua viva para calmar la sed del desierto. En sus 84 años mantuvo la mirada puesta en el absoluto, sin crearse dioses falsos, sin entorpecer los planes de Dios.
Alma contemplativa Uno de los rasgos más característicos en la vida de la Madre Upegui, es sin lugar a dudas la contemplación. De ahí surgió la inspiración para fundar, para servir, y sobre todo recibió el nombre que le dio a su Instituto religioso. La concebimos en contemplación, poniendo en manos de Dios sus limitaciones. Creciendo con Él, en la dura tarea encomendada, sorteando las dificultades y los tropiezos que iba encontrando a su paso. La Madre, oraba en silencio a Dios, y a Él le exponía cada situación, segura de no quedar defraudada. A la Virgen María Madre de los Desamparados, ella le confío a los pequeños, a los desvalidos a los menesterosos de la sociedad. Como patrono y protector de la Congregación es escogió a San José como modelo de vida interior. La contemplación en la vida de María Jesús Upegui Moreno, era constante, como si ella entendiera que era necesario orar siempre para no desfallecer.
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