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Rota Punctatis
Bienvenidos
#laclasenosecompra
Sumario
Salida neutralizada | pág. 8 Barra libre | Haz las maletas y corre | pág. 10 Siguiendo la pista | Pekín 2008, un sueño hecho realidad | pág. 14 Rutas bizarras | China sobre dos ruedas y a pedales | pág. 18 Túnel del viento | Viento y abanicos | pág. 20 Enfants terribles | Yevgueni Berzin | pág. 24 Tubular Vs Cámara | Hinault: episodios de su carácter | pág. 28 Farolillo rojo | La mafia ciclista | pág. 34
Salida neutralizada Editorial de Josu Gonzรกlez
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e un tiempo a esta parte existe un movimiento venido a más en el mundo del balompié que se hace llamar “Odio eterno al fútbol moderno”, que no es más que la traducción a la española del movimiento internacional “Against modern football”. A grosso modo, lo que defiende esta filosofía es alejarse del circo en que se ha convertido su amado deporte y que, de alguna manera, vuelvan algunos valores que poco a poco se han ido diluyendo. Este movimiento, profesado en su mayoría por los aficionados que no por los profesionales, que a mi entender son los que deberían dar ejemplo, es perfectamente extrapolable a todos los deportes, y por ende al ciclismo. Sin embargo, yo me la juego un poco más y opino que esta forma de tomarse el deporte debe extenderse a todos los practicantes sea cual sea su nivel o nivel de implicación. Rompo una lanza a favor de las piernas peludas. Es terrible observar la enfermedad con los “garmins”, “polars” y “stravas” queriendo jugar a ser profesionales. Tampoco me gustan esos adultos (y bien adultos) que juegan a ser niños peleándose por un autógrafo o un bidón en la cuneta.
¿Qué nos está pasando? No sé si todo esto tendrá que ver con el ciclismo moderno pero de lo que no cabe duda es que se nos está yendo la olla. No veía yo en el colegio que el deporte, como asignatura, fomentase la victoria como único valor o el endiosamiento de los deportistas de élite como religión. Todo lo contrario. Parece difícil que esto pueda dar la vuelta. No quiero pecar de nostálgico ya que hay mucho aficionado, y algún tímido deportista de élite, que profesa un amor verdadero al deporte como tal. Sin parafernalias. Dejando el circo para los trapecistas y domadores. Enfundémonos la bufanda verdiamarilla y defendamos el deporte de verdad. Disculpad la demora. Bienvenidos de nuevo a Rota Punctatis.
Haz las maletas y corre por Imanol González
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o son pocos los ex ciclistas a los que he oído decir que antes podían hacer un calendario nacional desde Mallorca en febrero a la subida Montjuic en octubre, con salidas puntuales al extranjero. No quiero hacer un discurso nacionalista, ni levantar la voz diciendo que lo de casa es mejor. Simplemente destaco que hace quince años había más carreras en todas las categorías y, por ende, más ciclistas. O viceversa. A lo que hay que añadir una más que considerable cantidad de equipos profesionales. Hechos que, a día de hoy, no se dan ni juntos ni por separado. La llamémosla decadencia, o momento bajo, del ciclismo profesional en España es una realidad.
Es por ello que la emigración en el ciclismo nacional no siempre se ha visto con buenos ojos. No hace tanto más de uno se pensaba que en tierras como Portugal se regalaban las victorias. Se despreciaba así un ciclismo que ha dado de comer a más de un corredor de nuestro pelotón. Algunos ejemplos: Jesús Blanco Villar en el W-52 y LA-Pecol (1995-1998), Juan Tomás “el volcán de Baracaldo” Martínez en Sicasal (1993), Melcior Mauri en el Benfica y Maia (1999-2002), Angel Edo Maia (2000-2004) y Vitoria-ASC (2007). Lista de nombres que en la última década ha crecido de manera exponencial. No hay más que echar un ojo a las clasificaciones de la ronda estrella del país vecino conocida como la Grandissima.
Barra libre
Por tradición la nación que mayor acogida nos ha dado (exceptuando al vecino luso) es Italia. Haciendo un rápido repaso a nuestra historia destacan dos grandes como Miguel Poblet que realizó toda su carrera (1952-1962) en el país transalpino y Federico Martín Bahamontes (19581960). Un buen puñado de años después nos encontramos con el caso de los hermanos Lejarreta enfundados en el maillot del Alfa-Lum (1983-1985), sin olvidarnos de un monstruo como Oscar Freire que explotó en el poderoso Mapei (2000-2002). A día de hoy y a consecuencia de diversos factores generales como la globalización y concretos como la ausencia de equipos de casa, hacen que tengamos a ciclistas formando parte de equipos del máximo nivel a lo largo y ancho de los cinco continentes. A nadie voy a descubrir los nombres de Ruben Plaza, Carlos Verona y Amets Txurruka en el Orica australiano; Haimar Zubeldia o Markel Irizar en el Trek yankie; Igor Antón u Omar Fraile en el Dimension Data sudafricano o Luis León Sánchez en el Astana kazajo.
cual tenía como base el anteriormente conocido como 4-72 Ciclismo es Pasión. A Oscar le sequimos la pista desde su última y gloriosa temporada como amateur en tierras vascas. Aunque realmente empezó a despertar nuestro interés cuando, tras de correr en 2012 para Omega Pharma Lotto, tuvo que buscarse la vida compitiendo en ese ciclismo tan desconocido para nosotros como es el asiático. Este escalador vallisoletano, que mamó el ciclismo desde bien pequeño y se hizo corredor en el seno de la factoría Victor Sastre, tiene unas cualidades que le hacen muy singular. Tales como su hiperactividad en las redes sociales, cercanía para con el aficionado y originalidad en cuanto a imagen se refiere. Un tipo agradable que mantiene un estilo que le podría facilitar ser el quinto mosquetero.
“El común denominador de estos dos es que comparten una bonita afición: el ciclocrós”
Pero fuera del ciclismo world tour, allende los equipos continentales profesionales, hay más ciclismo y más ciclistas. Se trata de un mundo exótico y en el que nos podemos encontrar formaciones de todo tipo. Desde el clásico equipo pufo, al estilo PinoRoad, hasta formaciones serias con una estructura bien organizada y profesional. Éste es el ciclismo continental y en el que compiten nuestros protagonistas de hoy: Oscar Pujol todo un capo en el Team Ukyo nipón y Peio Goikoetxea un novato muy valiente que ha defendido durante esta temporada el maillot rosa del Manzanas Postobón colombiano, el
Por otro lado, tenemos al ermuarra Peio Goikoetxea, que responde a un perfil de ciclista bien diferente. El común denominador de estos dos hombres es que comparten una bonita afición como es el ciclocrós. Una modalidad invernal en la que Pujol está dejándose ver en las últimas temporadas y en la que Goikoetxea llegó a competir con la selección juvenil española en el mundial de Tabor-Chequia 2010. En el barro acaba cualquier similitud entre Peio y Oscar, Oscar y Peio. Ya que el vasco es un rodador nato, dotado de una buena punta de velocidad, colocándose al otro extremo del abanico ciclista; y enfrente la ligereza y facilidad para la subida del pucelano. Tras destacar como un junior ultracombativo, Peio evolucionó en el campo amateur dando pasos firmes y seguros. Debutó en el campo aficionado de la mano del Debabarrena eibarrés desde donde saltó a uno de los
Barra libre equipos con más solera del panorama nacional, y a su vez de los que más ciclistas ha surtido al pelotón profesional, el Cafés Baqué. Tras defender los colores de la formación del duranguesado, fue reclutado para la emergente escuadra de la comarca del Goierri, Ampo. Con estos colores, sacó a relucir todo su potencial, volviendo a confiar en sí mismo y de paso pudiendo disfrutar de varias victorias e incluso de una temporal cesión a Caja Rural para disputar la Vuelta a Toledo.Todo lo cual le permitió encontrar acomodo en un destino ciclista tan poco común como de moda: el colombiano. Repasando la trayectoria del más veterano de los dos en seguida nos damos cuenta de que Oscar es todo un superviviente del ciclismo. Por consecuencia o por necesidad es un buen conocedor de un ciclismo en auge como es el del continente más poblado del mundo, Asia. Mister Pujol, atesora experiencia en formaciones que abarcan casi todas las regiones asiáticas: desde la occidental con el Sky Dibe Dubai, pasando por la zona meridional en la que formó parte del Azad University Cross iraní, el sudeste asiático defendiendo los colores del Polygon Sweet Nice indonesio o la oriental donde está teniendo mayor eco su carrera, primero con RTS Racing Team taiwanés y actualmente liderando al Team Ukyo japonés. Todo esto le ha hecho dueño de un curioso palmarés y vivencias únicas, compitiendo en carreras de lo más curiosas como en Indonesia, donde destaca la gran afluencia de público no sólo en las zonas de meta sino a lo largo de todo el recorrido. Además de disfrutar de un gran seguimiento por parte de la prensa a todos los niveles y haciendo que los diferentes ciclistas sean realmente conocidos en el país. A su vez, echa por tierra el mito de que las victorias fuera de Europa se regalan ya que correr se corre en todos lados. Especialmente destaca el constante crecimiento del ciclismo en Japón, donde existen hasta nueve equipos
“Superado el vértigo de ‘hacer las ‘Americas’ desde el principio se sintió muy acogido” continentales con posibilidad de que alguno pase a Continental Profesional en un futuro cercano. El hecho de que ya se oteen los Juegos Olímpicos de Tokyo 2020 en el horizonte le ha dado un buen espaldarazo al ciclismo nipón. País éste en el que tiene lugar un tipo de carreras un tanto curiosas: las “HillClimb”. Estas carreras se asemejan a una cronoescalada, con la salvedad de que sale todo el pelotón a la vez y se sube en frio. El mismo formato de competición que tenían antes dos subidas muy conocidas en el calendario amateur vasco, como son las subidas a Gorla y Urraki. Además, los ciclistas disputan un tipo de competiciones, o mejor dicho calendario, al más puro estilo de la extinta Copa del Mundo o la Copa de Francia que actualmente sigue en marcha. La competición se llama Japan Tour. Según nos cuenta nuestro aventurero protagonista, disputar el Japan Tour requiere estar durante todo el año a tono ya que finaliza en octubre. Por lo que luchar por él no te deja coger un pico de forma realmente alto en ningún momento de la temporada, primando ante todo la regularidad. Cosa que ha desechado en el presente ciclo, buscando un momento álgido en los tours de Japón y Kumano, así como los campeonatos de España. La aventura de nuestro otro compañero, nos lleva hacia el otro extremo del globo: Latinoamérica. He de reconocer que cuando leí la noticia del paso de Peio Goikoetxea a profesionales de la mano del equipo colombiano Manzanas Postobón me sorprendió y alegró a partes iguales. Colombia, a diferencia de otros paises,
Barra libre es dueña de un ciclismo con una cantera realmente productiva y fruto de ello un tanto autárquica. Por lo que ver a corredores europeos formando parte de sus equipos es algo que llama la atención. De hecho Oscar Sevilla desde 2011, Javier Pascual Llorente, Francesc León, Aitor González y Eligio Requejo con el Avianca-Telecom de 1998 o Luis Pasamontes en el Movistar Continental en 2012 son algunos de los nombres que se nos pasan por la cabeza. Pese a todo, a principios de temporada este rodador vizcaíno se estrenaba en tierras colombianas tomando parte en la vuelta al Valle del Cauca. En seguida dejó clara cuál era su carta de presentación: la combatividad. Cualidad a la que siempre ha sido fiel y que le proporcionó poder llevarse la clasificación general de la montaña en una carrera plagada de colombianos, algo cuando menos curioso. Tras hablar con Peio te queda claro desde un principio que destaca lo bueno de la experiencia en una formación, cuyo eslogan es “por un ciclismo ético”. Superado el vértigo que le supuso el hecho de “hacer las américas”, desde el principio se sintió muy bien acogido. Pudo disfrutar de una gastronomía y cultura diferentes, así como de entrenamientos a tres mil metros de altura, algo imposible en Europa. Aunque como anécdota curiosa siempre se acordará de cuando antes de empezar uno de los primeros entrenamientos de equipo todos los miembros del mismo se pusieron a rezar.
Salvo la incursión en la Vuelta al Valle del Cauca, el resto de temporada lo realizó en Europa, llegando a correr pruebas de casa como Amorebieta u Ordizia. Algo que le llamo la atención sobremanera del ciclismo colombiano fue el ritmo alocado de carrera, nada que ver con el europeo, y que se corre con el corazón, dejando la estrategia, digamos que, a un lado. Otro hecho sorprendente fue que los ciclistas desde su primer año amateur compiten contra los mejores equipos y ciclistas del país. En Colombia no hay equipos Profesionales Continentales, ni World Tour. Por lo que los Continentales y Amateur pueden hacer un mismo calendario todo el año ya que no hay carreras de categoría superior a 2.2. Esto obliga a madurar antes al ciclista, a que se curta desde joven o a que el que no aguante el ritmo acabe por dejar el ciclismo más pronto. Duro pero cierto. Desde estas líneas me gustaría agradecer a ambos dos, Peio y Oscar, Oscar y Peio, por el tiempo que les hemos robado y de paso hacernos eco de su experiencia.
PEKÍN 2008 Un sueño hecho realidad por Yon Suinaga
Durante aquellas olimpiadas algo mágico sucedió y el sueño se cumplió, Leire Olaberria subió al pódium y se colgó la medalla de bronce en la prueba de puntuación. Revivimos aquel maravilloso momento con la pistard guipuzcoana.
EL CAMINO OLÍMPICO
Llegar a participar y competir en unos Juegos es complicado y depende de muchos factores. Leire explica que «en una clasificación olímpica no solo cuenta el nivel físico que tengas, sino que también las circunstancias que se te den. Necesitas tener dos años limpios de lesiones, sin problemas ni nada. Durante la clasificación, Gema Pascual era la mejor corredora nacional y en las Copas del Mundo el objetivo era hacerlo las dos lo mejor posible. Ella tuvo una infección de oído que la hizo bajar su rendimiento, entonces el mundial de puntuación, como corre una por país, lo corrí yo y fui cuarta. Un cuarto puesto
que todo el mundo me decía: “¡Pufff… qué pena!”, pero para mí fue uno de los cuartos puestos, que he hecho muchos, más agradables que he tenido porque significaba conseguir una clasificación para unos Juegos, que la verdad es que cuando empecé a montar en bici era algo impensable. En unos Juegos Olímpicos todo es diferente, no por dificultad porque para nosotras la dificultad es la misma que en un Campeonato del Mundo, pero es diferente en cuanto a repercusión, en cuanto a peso… El Comité Olímpico, la federación… todo el mundo vive para hacerlo bien ese día y es cada cuatro años».
Siguiendo la pista PEKÍN 2008
La de Ikaztegieta, que participaba por primera vez en unas Olimpiadas, comenta que «sí que es verdad que la primera vez te impacta un montón, es impresionante estar en la villa olímpica. Aparte de apasionarme lo que hago, soy una deportista que me encanta ver deporte en la tele y no tengo un ídolo en concreto, pero admiro a muchísimos deportistas. En unos Juegos conoces a un montón de deportistas de tu país que no has tenido la oportunidad de coincidir con ellos. Me acuerdo de conocer en la villa olímpica a Nadal, que para mí, en cuanto a motivación, creo que es uno de los mejores ejemplos que puede tener cualquier deportista. Michael Phelps… unos deportistas así, de estos nombres gordos que dices: “Jamás voy a coincidir con ellos”, y en los Juegos es donde los ves, duermen en un apartamento igual que el tuyo y comen al lado… no sé, la verdad es que impacta. A día de hoy, la única pena que tengo es que en las dos olimpiadas que he estado no he podido estar ni en la gala de inauguración ni en la de clausura, por todas las horas que supone de estar de pie, por todos los cuidados que tenemos para llegar allí».
CONOCIENDO A LEIRE
La pistad guipuzcoana es mucho más que una Medalla Olímpica; es pódium mundialista, campeona de Europa, ganadora de pruebas internacionales y numerosas veces campeona nacional. Leire explica que «soy ciclista un poco por casualidad. El primer deporte que hice fue el atletismo, sin embargo en mi familia había tenido primos que eran ciclistas, mi padre nunca ha hecho ciclismo pero siempre ha sido un gran aficionado y, bueno, llega un momento en el que en el atletismo ya estaba un poquito aburrida. Estudiaba, trabajaba, hacía un montón de
cosas y quería probar algo nuevo, algo diferente, y vino a nuestro grupo de entrenamiento un chico que era ciclista de pista y se empeñó mucho en que yo montara en una bici y mira, jeje… ¡Hasta el día de hoy!».
SE ACERCA EL DÍA MÁGICO
A pesar de que llegaba con el cuarto puesto logrado en los recientes mundiales celebrados en Manchester, Leire Olaberria confiesa que «no lo esperaba, soñarlo quizás sí, porque creo que nadie consigue nada sin que previamente lo tenga presente de que se pueda hacer. Pero bueno, no estaba entre las favoritas o no consideraba que lo estaba. Recuerdo mucho la noche anterior porque era una sensación de tantas emociones que no podía conciliar el sueño. Me acuerdo que el equipo fue a la Casa de España aquella noche a celebrar la medalla de Joan Llaneras y a mí me dijeron: “Pues nada, te quedas en la Villa Olímpica porque mañana corres”. Y me acuerdo que el equipo volvió, todas muy contentas de celebrarlo, y yo aún no había conseguido cerrar los ojos. Me acuerdo que llegado el día fui muy poco descansada al velódromo y siempre he considerado que no competí en las mejores condiciones, pero sin embargo, mira. Fue un día en el que tenía muy claro lo que quería hacer, lo intenté y salió bien».
¡AHORA O NUNCA!
El desarrollo de la prueba de puntuación fue bastante tranquilo, con apenas ataques, pero ese día las medallas estaban caras. Una joven Marianne Vos, que no entraba en los pronósticos, consiguió sacar una vuelta a las demás corredoras y asegurarse así la medalla de oro. Las favoritas se dedicaron a vigilarse unas a otras y se anularon
Siguiendo la pista entre sí de tal manera que la cubana Yoanka González sería la única de las que a priori optaban al triunfo que conseguiría colgarse una medalla, la de plata. La medalla de bronce no se decidió hasta el último suspiro y a ella optaban en la última vuelta corredoras como la veterana colombiana María Luisa Calle o la ucraniana Lesya Kakotovska, además de Leire que rodó durante toda la prueba en puestos cabeceros sumando puntos poco a poco: segunda en el primer sprint, tercera en el segundo, cuarta en el cuarto.... La cubana González lanzó el último sprint para asegurarse la plata y la pistad guipuzcoana se pegó a su rueda siendo segunda en el último paso por meta y desplazando así del tercer puesto a la colombiana Calle, que a pesar de terminar con los mismo puntos que Leire perdía la medalla por haber puntuado en menos sprints que la de Ikaztegieta. «Iba igualada con María Luisa Calle y fue ese último sprint el que me lo dio todo. Tengo muy claro también el momento en que se lanzó el sprint, el momento ese que dices: “¡Ahora o nunca!”», el sueño se había convertido en realidad.
LÁGRIMAS DE EMOCIÓN EN EL PODIO
Durante la entrega de medallas, las imágenes de una emocionada Leire sin poder dejar de llorar llegaban al corazón. «Fue todo muy impresionante y muy… no sé. Es como que siempre estamos preparados para la ca-
rrera, por tácticas, por físico, por todo lo que tienes que hacer, pero entonces no estaba preparada para aquel resultado. Las emociones explotaron, me acuerdo que me dio por llorar porque toda mi carrera deportiva siempre había sido una pelea constante de querer seguir siendo deportista y era como que el mundo me quería llevar por otro lado. El haber tenido en ciertos momentos ciertas personas que siempre creyeron en mí más de lo que he creído yo misma y el verme allí en ese pódium y acordarme de todo aquello fue como… Yo siempre digo: “Si aquel día el velódromo no llega a estar lleno de gente y hubiera estado yo sola, me hubiera tirado horas y horas llorando”.Tenía algo dentro que necesitaba sacarlo y aquel día explotó todo. Fueron momentos inolvidables, sé que aunque se dé otra medalla olímpica nunca va a volver a ser lo mismo. Creo que es algo que voy a guardar para siempre en mi interior». Junto a la de Ikaztegieta, en lo más alto del podio con la medalla de oro al cuello, nada más y nada menos que La Campeonísima. «¡La gran Marianne Vos! Pues fíjate en la evolución que ella ha tenido desde entonces, siempre ha sido una corredora muy agresiva y muy ambiciosa. La admiro, aparte de por cómo es, porque no pierde esa ambición y esas ganas de ganar, porque a veces cuando una va consiguiendo sus sueños es como que hay ciertos momentos en los que la motivación, quizás, se puede apagar. He vuelto a coincidir este año corriendo con ella en unas World Series, seguramente desde ese día no habíamos vuelto a coincidir corriendo juntas, y sigue siendo una corredora espectacular. Su evolución ha sido más para la carretera que para la pista y creo que ya desde entonces todos sabíamos lo que Marianne Vos podía ser en la historia del ciclismo. Creo que aún le quedan muchos capítulos a Marianne Vos y siempre digo que dentro de unos años podré decir que he coincidido con ella, con Laura Trott, con Sarah Hammer… que pienso que, quizás, es lo mejor en la historia del ciclismo femenino».
Siguiendo la pista REACCIONES Y FELICITACIONES
La de Ikaztegieta relata cómo fueron los momentos de locura que siguieron a la consecución de la medalla. «Me acuerdo que la primera reacción fue de hablar con mis seres más cercanos, pero luego empezó a sonar mi teléfono y hubo un momento en el que ya me asuste. Además, con el cambio de horario cuando para mí era de día, aquí era de madrugada. Dije: “Puf… no sé qué pasa aquí, pero yo no estoy preparada para tanto jaleo”, entonces, una vez que hablé ya con mi familia, con mis amigos, entrenadores y el círculo más cercano, corte un poco porque me sobrepasó un poquito la dimensión de todo aquello. Por mi parte, como deportista, no sabes la dimensión que coge aquello.Te felicita, no sé cómo decirte… no sé, desde la Casa Real, que para ti aquello es algo como que no va contigo, a todo tipo de instituciones. Aparece gente en tu vida que hacía un montón de años que habías desconectado de ellos y de repente en un momento tan bonito para ti aparecen. Me acuerdo que hubo muchas sorpresas bonitas y me acuerdo que mi respuesta siempre era de: “Gracias por compartir este momento conmigo”, porque realmente era un momento en el que para mí fue bonito el que apareciera gente que hacía ya tanto tiempo que no tenía señal de ellos. La verdad es que fue súper agradable».
PUNTO DE INFLEXIÓN
La pistard guipuzcoana reconoce que «hubo un antes y un después, lo veo como un punto de inflexión muy importante en mi carrera, sobre todo en cuanto a recursos y en cuanto a sponsors. A raíz de ese día todo fue más fácil, en vez de ir tú a buscar a los sitios, la gente venía a buscarte a ti, y eso cambia mucho la situación. Viendo un poco cómo son las cosas en el ciclismo femenino nacional pues, evidentemente, te da una trayectoria que de otra manera no hubiera sido posible. Quizás, fue el momento perfecto para mí también, porque gracias a eso luego he podido desarrollar una carrera deportiva larga. Estoy en el punto ese de agradecimiento total, to-
talmente agradecida a todo lo que me ha pasado, a los momentos buenos, a los malos… y sí que es verdad que en los momentos malos si no hubiera habido la ilusión de esa medalla y todo, seguramente hubiera sido difícil seguir adelante».
LA MEDALLA VISTA CON EL PASO DEL TIEMPO
Leire siente que «es muy difícil de expresarlo, y con el paso del tiempo más aún. Son memorias que guardo. Es verdad que el año 2008 hace ya tiempo que pasó, pero quizás también fue importante porque era una corredora que me faltaba un poquito de confianza y conseguí, quizás, lo más difícil al principio. No sé, es como que tienes una medalla olímpica y todo lo que haces a partir de ese día como que recobra el doble de valor. Luego ya entendí que teniendo una medalla olímpica pues me faltaban medallas mundialistas, que quería ser Campeona de Europa, que quería ganar una Copa del Mundo, que quería un arcoíris. Cosa que aún no lo he conseguido, jeje… pero bueno, de momento y siempre que haya oportunidades lo voy a intentar a muerte. Al mismo tiempo, llega ya un momento en el que se te recuerde solo por la medalla olímpica, deportivamente como que te da rabia. Has hecho un montón de cosas más, eres Medalla Olímpica, que es muy importante, pero has hecho cosas difíciles también y no se valora igual. Entonces, hay un momento en el que dices: “Bien, vale, tengo una medalla olímpica en mi casa, estoy feliz por ella, pero también hemos hecho muchas cosas como para que solo se nos recuerde por esos días”, entonces, bueno, tienes conflictos internos».
China sobre dos ruedas y a pedales por NoemĂ Rivera
Rutas bizarras
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urante los 30 primeros años del régimen comunista chino, cada ciudadano aspiraba a tener una bicicleta, un reloj de pulsera, una máquina de coser y una radio; señas de identidad del hombre moderno. La bicicleta se convirtió en un icono cultural de la China comunista, el vehículo del pueblo. Las ciudades empezaron a configurarse en torno a las dos ruedas y, para 1958, China ya producía más de un millón al año; era el reino de las bicicletas. Pero el furor por este transporte llegado de Occidente que cambió las vidas de tanta gente no tardó en decrecer, hasta el punto en el que en la década de 1980, la bicicleta era vista como el reflejo de una sociedad atrasada y un lastre para la modernización. Los chinos pronto empezaron a codiciar coches, símbolo de riqueza y poder de un país en imparable crecimiento económico. Así, durante las siguientes décadas, las carreteras chinas se fueron llenando de más y más coches, con los ojos siempre puestos en Occidente. Según un informe del Earthly Policy Institute, entre los años 1995 y 2005, los coches privados se duplicaron (de 4,2 millones a 8,9 millones), mientras que la flota de bicis disminuyó en un 35% (de 670 millones a 435 millones). Pero a pesar del estigma que pesaba sobre la bicicleta, este medio de transporte no ha sucumbido al poder del motor y las cuatro ruedas. Reservadas a las clases más modestas de la sociedad, las bicicletas han convivido con los coches en las carreteras, abriéndose paso entre los tubos de escape durante los kilométricos e infernales atascos que a diario amenazan la calidad del aire de las ciudades.
Hoy, China tiene el reto de volver a convertir las bicicletas en las reinas de la carretera si quiere que sus ciudades tengan un futuro más sostenible. La cultura hípster que también ha conquistado las ciudades chinas, pequeñas iniciativas a nivel local y los sistemas de alquiler de bicicletas compartidas impulsadas por las grandes ciudades están contribuyendo a la puesta en valor de la bicicleta como alternativa al coche incluso entre las clases más pudientes, pero aún hay un largo camino por recorrer. No solo se trata de una moda más que llega de Occidente, sino una solución para hacer de las ciudades lugares mejores en los que vivir. BICICLETAS SIN PEDALES En mitad del enjambre de vehículos que surcan las interminables calles de las principales ciudades chinas, recorriendo las callejuelas por las que es imposible transitar en coche, vehículos a pedales de todo tipo conviven con una nueva generación de bicicletas con motor. Se trata vehículos de pequeño tamaño, a mitad de camino entre una bicicleta y una moto, que están conquistando los corazones de los chinos más reacios a pedalear. Sí, la tradicional bicicleta se reinventa; ha perdido sus pedales y ahora se mueve gracias a un potente motor eléctrico, capaz de transportar incluso a una familia entera. Silenciosas y veloces, estas bicis eléctricas se han convertido en la alternativa sostenible ideal para quien quiere moverse más rápido y sin esfuerzo físico, pero no puede permitirse una moto. Incluso los característicos rickshaws antaño tirados por hombres y posteriormente por bicicletas han sucumbido al poder del motor eléctrico.
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strenamos sección y lo hacemos con gran ilusión. Eso sí, aunque el título de la sección sea ambicioso, que nadie espere ninguna master-class sobre física o encontrar complicadas fórmulas matemáticas en estos textos. Lo que realmente buscamos es poder hablar sobre situaciones de carrera que se dan en el ciclismo y que vienen generadas por un efecto físico desencadenante. Es decir, la ciencia nos va a servir de punto de partida para poder explayarnos en contaros historias, que al final es de lo que se trata.
VIENTO Y
Cualquier aficionado a la bicicleta podrá atestiguar que uno de los fenómenos físicos más importantes en este deporte es el del efecto del viento y, en su interacción con los ciclistas la aerodinámica. Una ciencia sin lugar a dudas compleja, cuyos principios básicos y efectos los ingenieros aeronáuticos controlan a las mil maravillas pero sobre los que el resto de los mortales no tenemos tanto dominio. Pero bueno, tampoco es imprescindible ser ingeniero para conocer que el viento frontal representa una oposición en el avance del ciclista. Sabemos que es obvio, pero guardad este concepto en la mente por favor.
En muchas ocasiones, se cree que los abanicos (no nos referimos a los de Locomía) en ciclismo son una situación más de carrera que acontece espontáneamente. Sin embargo, se trata de todo lo contrario, de una situación buscada y con un objetivo concreto que puede obtenerse bajo unas circunstancias definidas. Concretamente esas circunstancias son un viento fronto-lateral y un grupo de ciclistas con ganas de liarla como se suele decir en el mundillo del ciclismo.
ABANICOS
Túnel del viento Y aquí es donde este maravilloso deporte nos permite relacionar unos principios físicos básicos con estrategia. Porque realmente el abanico no aparece por arte de magia, sino que un ciclista fuerte, secundado por un puñado de compañeros (bien de su mismo equipo o de unos cuantos proactivos en lanzar una escapada) lo crean cuando detectan las condiciones propicias, que como hemos comentado son la confluencia de un viento fronto-lateral en una zona desprotegida. En este momento el ciclista que lanza el abanico realiza un esfuerzo extra contra el viento para abrir un pequeño hueco con el pelotón. Dicho hueco es completado por los compañeros que se colocan en posición diagonal o en escalera en la carretera, estando realmente alineados a la dirección del viento (aquí está la clave gente).
Con esta disposición inicial se consigue que los ciclistas en la diagonal estén protegidos de la oposición del viento, desgastándose menos que el resto del pelotón y consiguiendo normalmente abrir un hueco que irá incrementándose. Pero aquí falta algo todavía, porque según lo que hemos explicado hasta ahora cualquiera podría integrarse en esa formación y a funcionar. Claro, la carretera tiene un ancho finito por lo que no todos los ciclistas caben en la formación.Y si además esto lo complicamos colocando a un compañero de cierre, que ruede en el borde de la carretera evitando que los rivales se puedan integrar en la formación, tenemos lo que se suele denominar el cierre o llave del abanico.
Ahora ya solo queda dar relevos al valiente que lanza la formación, sí, ese ciclista fuerte que ha estado realizando el esfuerzo extra para poder cortar el abanico del pelotón y ya tenemos una bonita escapada en grupo. Una estrategia de carrera que no se basa tanto en el estado de forma de los ciclistas como puede ser una escapada en montaña o en los kilómetros que queden a meta sino en la pericia del ciclista que lanza el abanico y en su equipo para detectar la situación de carrera propicia en relación con el viento y saber aprovecharla.
Ăšnete a la #SquadraPunctatis
Yevgueni Berzin por Imanol González
Y
evgueni Berzin es el clásico ejemplo de atleta del este, con unas condiciones físicas fuera de lo normal, “descubierto” por esa picadora de carne que eran los entrenadores del régimen soviético. Forjado bajo una disciplina más que férrea, lo normal era lo que acabaría por ocurrir: un potencial explotado y esquilmado a pronta edad. Amén de una carrera deportiva mucho más corta y menos exitosa de lo que todos hubiéramos deseado. En el año 1991, en vísperas de los Juegos Olímpicos de Eufemiano Fuentes (perdón Barcelona´92), y contando con poco más de veinte años, este diamante en bruto acumulaba ya tres campeonatos de la URSS en la modalidad de ciclismo en pista. Así como otros tres entorchados mundiales de la misma disciplina. Como hemos comentado, un ejemplo claro, el ABC de lo que fue el deporte más allá del extinto Telón de Acero. Pese a estar preseleccionado para participar en la cita olímpica catalana diferencias de parecer, o más bien de carácter, con el entrenador de la escuela ciclista Lokomotiv de Leningrado le apartaron del equipo nacional.
Lo que dejaba entrever la personalidad un tanto anárquica del rubio de Viborg que sería marca de la casa a lo largo de su carrera deportiva. La citada escuela ciclista se encontraba dirigida con mano de hierro por toda una leyenda del ciclismo soviético como era el autoritario Alexander Kuznetsov. El pequeño Yevgueni abandonaría así la formación con la que había conseguido los únicos campeonatos mundiales que lograría en toda su carrera deportiva. Su siguiente parada sería el equipo CSKA Moskvá con en el que se impondría en rondas por etapas de gran nivel amateur, como el Tour de Bretaña o la Carrera de la Solidaridad. Esto logros le posibilitaron dar el salto a profesionales en 1993 de la mano del equipo italiano Mecair –Ballan de Piotr Ugrumov, Alberto Volpi o il capo Moreno Argentin. En la primera toma de contacto de los dirigentes de la escuadra transalpina con nuestro protagonista se encontraron con un corredor muy maduro físicamente para sus veintidós años. Algo poco usual en la zona occidental europea. Junto a Berzin aterrizaba en la formación de Emanuele Bombini otro Sputnik procedente de la fructífera escuela soviética: el fugaz Vladislav Bobrik.
Enfants terribles
El pájaro de Vladislav Bobrik fue una versión más escueta (en todos los sentidos) de nuestro protagonista de hoy, con una carrera menos duradera y un palmarés mucho menos brillante. Pese a ello, a Bobrik le dio tiempo de dejar su impronta en el pelotón. Muestra de ello es el Giro de Lombardia de 1994, en el que les levantó la cartera a Claudio Chiapucci y Pascal Richard (casi nada). Al finalizar dicha carrera Richard fue cuestionado por un periodista de la Gazzetta dello Sport sobre el potencial de Bobrik y su juventud. El campeón helvético respondía: “Bobrik es simplemente un listo que se ha aprovechado del trabajo de Claudio y mío”. Como acabamos de citar, la vida deportiva de Vladislav sería todavía más corta y menos fructífera que la de Berzin. Esa misma temporada de 1994, en la segunda temporada en la élite ciclista de ambos querubines venidos de la madre Rusia, el equipo cambió de patrocinador (pasaría a denominarse Gewis-Ballan) y tras acoger a varias figuras del extinto Ariostea, Berzin explotó deportivamente hablando. Todo esto coincidiendo con la aparición de la figura del doctore Michele Ferrari y sus métodos milagro que hicieron que aquel Gewis dejara al Sky de hoy día en poco más que la banda del Baranda. Aquella primavera del 94 resultó soberbia. Imponiéndose en una etapa del Criterium Internacional, cuando el tríptico galo era una carrera con mayúsculas y no el despojo en que lo ha convertido hoy día la UCI. Logró meterse al zurrón un clásico como es el Giro de los Apeninos y todo un monumento como la Lieja-Bastogne-Lieja. Además de formar parte junto a Moreno Argentin y Giorgio Furlan del denominado Gewis Epo Attack, en el que el equipo azulón copó el pódium de la Flecha Valona, destrozando a todos sus contrincantes. Del mismo modo que hubieran hecho trizas los controles antidoping si en aquella época la eritropoyetina hubiera sido detectable.
Enfants terribles
Los más atrevidos le auguraban un buen Giro de Italia, aunque el sentido común no dejaba ver más allá de la enorme figura de Miguel Indurain en pos de su tercera maglia rosa. Nada hacía presagiar que la fórmula consistente en arrasar en la crono y aguantar en montaña del miembro de Banesto no acabaría por funcionar una vez más. Pero este pequeño corredor curtido en las tierras dominadas por el General Invierno, fruto de su combo fuerza-desparpajo poco común a su tierna edad, dejó con un palmo de narices a toda la afición española en general y a la dupla Unzué-Echavarri en particular, haciendo realidad algo que ni los ludópatas más temerarios se hubieran atrevido a apostar. Indurain lo intentaría pero ése no era su Giro (ni lo sería ninguno más), era la corsa rosa de Yevgueni Berzin y de un joven escalador orejudo venido al mundo en Cesena y que sobresalía tras la figura de Claudio Chiapucci. Este no era otro que Marco “il elefantino” Pantani. Yevgueni, formando parte de un equipo en el que andaba hasta el mecánico, dominó aquel Giro de forma insultante. Es reseñable que en la escuadra Gewis-Ballan se estaba fraguando a marchas forzadas todo un futuro campeón del Tour, el burro convertido en caballo de carreras Bjarne Rijs. La factoría Ferrari (no confundir con la de il caballino rampante) no paraba de producir. Poco o nada tenían en común ambas dos, salvo el rojo corporativo de la de los automóviles, el mismo de la sangre engordada a base de chutes y transfusiones que fluía llevando al extremo el trabajo de los diferentes corazones. Una labor digna del mismísimo doctor Menguele. De ahí en adelante la carrera del también conocido como Zar o Zarino, no fue ni por asomo lo que se presagiaba tras haber tumbado al mejor ciclista de grandes
“Sangre engordada a base de chutes. Una labor digna del Doctor Menguele” rondas de los años noventa. Pasado un año de su gloriosa explosión, Berzin se presentó en la corsa rosa de 1995 dispuesto a defender su número uno en propiedad. Todo lo ocurrido durante aquella edición del Giro de Italia guarda más parecido con una tragicomedia que con una carrera ciclista. Un espectáculo esperpéntico protagonizado tanto por nuestro rubio de moda como por su compañero de equipo: el letón y ex militar Piotr Ugrumov. La dupla de la Gewis se enzarzó en un enfrentamiento directo y personal, atacándose en lucha por el segundo puesto de la general. Todo esto ante la sorpresa e incredulidad de Tony Rominger y su Mapei-GB que dominaban la carrera a su antojo, portando el liderato desde la segunda etapa hasta el final en Milán. Eugeni lograría subirse al segundo cajón tras imponerse en la penúltima jornada de aquella corsa rosa, después de 190 kilómetros de batalla a cara de perro entre Pont Saint Martin y Luino. 1996 sería el último fogonazo de calidad de Berzin. Lograría batir a Abraham Olano por tan solo un segundo en la única gran cronometrada del Giro de Italia. Aunque en la general se distanció de los primeros puestos consiguó entrar in extremis en el top-10 final. Al margen de su aparición en la gran ronda transalpina una etapa y dos días de maillot jaune, a lo que añadiremos la crono con meta en Vall-d´Isère, en el Tour de Francia fueron sus únicos logros del año. Todo ello dista mucho de los que se podía exigir a alguien llamado a
Enfants terribles mayor gloria en grandes vueltas por etapas y el ciclismo en general. De ahí en adelante la estrella rusa se apagó de golpe. Un ocaso sin atardecer. Lo más parecido a darle al off a un interruptor. De 1997 hasta el año de su retirada en 2001, su vida deportiva marchó al ritmo de equipo por año y se caracterizó por lo único en lo que fue constante, su continua debacle. Fue en 1997 cuando realizó un nada fructífero asalto al Record de la Hora que entonces ostentaba el británico Chris Boardman. Pocas ganas y menos resultado. De este amago de record ya nos hicimos eco en el número uno de esta publicación, concretamente en el artículo sobre los intentos fallidos a la hora del dolor. Del heredero de la Gewis, el Batik-Del Monte, marchó en 1998 en dirección a Francia, donde Marc Madiot le ofreció el liderato de una Francaise Des Jeux a cambio de un buen puñado de francos. Demasiados para el rendimiento que ofreció a cambio. Una FDJ que poco tiene que ver con la filosofía de equipo que la mantiene hoy
día. Tras realizar un atraco a mano armada y llenarse los bolsillos del maillot con todo el dinero que pudo, Berzin huyó para pasar a ser en 1999 uno de los torerillos de Miguel Moreno en el Amica Chips-Costa de Almería. Su camino hacia la retirada no tenía vuelta atrás. La caída al vacío no cesaba y en 2000 recayó en el modesto Mobilvetta Design. Este equipo tenía el clásico maillot formado por un conglomerado de quinientos cincuenta patrocinadores, entre los cuales podíamos encontrar el de Berzin Auto correspondiente al concesionario de coches, que a día de hoy mantiene nuestro amigo. Su vida personal estuvo continuamente salpicada de bulos y leyendas urbanas. Lo que unido a una vida deportiva en la que todo parecía llegar demasiado pronto, hizo que a los treinta años hubiera tocado todos los palos incluido el de la retirada. Abandonó el pelotón un hombre que dejó muchas deudas pendientes para con el aficionado. Y del que todo el mundo acabó pensando lo mismo, “no ofreció ni la mitad de ciclismo que albergaban sus piernas”.
LOGROS DESTACADOS Giro d’ Italia 1994 Liege-Bastogne-Liege 1994 Cto. del Mundo Amateur persecución equipos 1988 y 1990 Cto. del Mundo Amateur persecución individual 1990 Cto. Rusia CRI 1994 5 etapas Giro d’Italia 1994-1995-1996 1 etapa Tour de Francia
Tubular vs Cámara
HINAULT Episodios de su carácter por Raúl Ansó Arrobarren
P
ara las y los aficionados más jóvenes, Bernard Hinault es ese señor que, en los pódiums de las carreras organizadas por la ASO ejerce de maestro de ceremonias. Un señor que en su día ganó cinco Tours, tres Giros y dos Vueltas. Y en reconocimiento a tales méritos, ejerce de imagen viva del Tour de Francia. Así, Hinault recibe al vencedor de etapa y líder de la carrera y los conduce tras la entrega de trofeos hacia las autoridades comarcales y locales. Esas personas que han decidido invertir el dinero en que Le Tour pase por su ciudad. ¡Qué menos que contar con sus segundos de gloria! Y ahí está Monsieur Hinault, conduciendo al vencedor y al líder hacia esas personas para que les estrechen la mano. Diríase que Hinault hubiese nacido para eso. Para hacer de “quedabien” con todos. Pero no es así. Bernard Hinault, aparte de sus extraordinarios triunfos, fue un ciclista que durante su carrera deportiva demostró una y otra vez un marcado carácter y personalidad. De ello escribiremos hoy. Daremos preponderancia a los sucesos que consideramos más desconocidos, y pasaremos más de puntillas respecto a los más conocidos.
“Le blaireau” debutó con los pros en 1.975 en el equipo Gitane, ni más ni menos que con Cyrille Guimard como director deportivo. Las victorias conseguidas en La Sarthe, Tour de L’Aude, Tour de Limousin y Paris-Vimoutiers le proporcionaron, ya en esos primeros años, la confianza necesaria en sí mismo. Pero sin duda, el hecho que definitivamente le permitió ubicarse, saber quién era realmente en el panorama ciclista francés y mundial, fue su sexto puesto en el Mundial de Ostuni de 1.976. Sexto del mundo y primer francés, nada más que a finales de su segunda temporada en el máximo nivel. Sólo Freddy Maertens, Moser, Constantino Conti, Zoetemelk y Merckx le habían superado.Y había llegado por delante de Jan Raas y Felice Gimondi. El bretón no había cumplido ni los veintidós años… Así que, cargado de todas estas razones que los resultados deportivos le conferían, y sobre todo por el carácter que ya de por sí tenía el joven ciclista, nuestro protagonista iba a ser capaz de desafiar ni más ni menos que a su jefe Guimard en su tercera temporada de profesional, todavía en el Gitane en 1.977. Guimard quiere que su
Tubular vs Cámara pupilo dispute el Tour de Flandes de ese año. El joven Hinault se niega. La discrepancia alcanza tal magnitud, que el director envía al bretón una carta con acuse de recibo “recomendándole” que acuda a Flandes. Finalmente no toma la salida. Hinault había impuesto su criterio ni más ni menos que frente a Guimard, y los resultados sólo unos cuantos días más tarde le iban a dar la razón. La Gante-Wevelgem se disputa ese año sólo dos días después de haberse corrido la Paris-Roubaix. Ni Maertens, ni Merckx ni De Vlaeminck son de la partida en Gante. Hinault lanza varios ataques desordenados que obligan a Guimard a acercarse a él para aconsejarle que se tranquilice. El ataque decisivo tiene lugar en Wervick, a 20 kilómetros de meta. A partir de ese momento Hinault rueda en solitario y obtiene en meta nada más y nada menos que una ventaja de 1-42 sobre el italiano Algeri. La prensa y la afición todavía quieren más; le reprochan que no había tenido rivales de entidad en Gante. La ocasión pintaba calva cinco días más tarde en la “Doyenne”. Bajo unas condiciones climatológicas muy duras, Hinault bate en el sprint final a Dierickx, De Vlaeminck, Thurau, Maertens y Merckx. ¿Alguna duda?
de un puerto, la carretera descarnada, en una curva hacia la izquierda, el Caimán, vestido de amarillo, no puede controlar su bicicleta y se va por un barranco. La cámara lo pierde de vista. Instantes de tensión. No se sabe nada de él. La cámara sólo puede ofrecernos imágenes de un terraplén con arbolado. Pero en unos segundos, ayudado por sus mecánicos, y con una agilidad sorprendente, Hinault retorna a la carretera y se dirige a por una nueva bicicleta, puesto que la otra yace en el barranco. Hinault rueda nuevamente. Aunque parezca increíble, Hinault está de nuevo sobre una bicicleta, sólo 40 segundos más tarde de esa caída. No sólo eso, porque Bernard Hinault estaba a punto de demostrarnos que también es humano. Durante la ascensión, unos kilómetros más tarde, al Col de la Bastille, presa de temblores, echa pie a tierra y dice: “J’abandonne”. A pesar de ello, los mecánicos del coche que le acompañan no son capaces más que de seguir a sus propios instintos; saltan a por el ciclista, le empujan, le incitan a seguir adelante. Primero camina a pie con su bicicleta, obligado por sus auxiliares. Más tarde le montan sobre ella. Maniobra que reglamento en mano es una clara irregularidad, cobra en ese contexto un carácter épico. En un estado de semiinconsciencia, guiado sólo por su carácter ultra competitivo, Hinault se presenta en la cima por delante de Van Impe y Thévenet. El bretón gana el Dauphiné con una ventaja de 9 segundos sobre el líder de Peugeot.
“Lanza varios ataques que obligan a Guimard a acercarse a él para aconsejarle que se tranquilice”
Las pocas dudas que pudiesen quedar sobre su personalidad y su carácter iban a quedar difuminadas sólo un mes y medio más tarde durante el Dauphiné Liberé, el 8 de Junio, en uno de los episodios más memorables de la historia de nuestro deporte. Recomendable ver el vídeo a quienes hoy todavía no lo hayan visto. En el descenso
Tubular vs Cámara Sin embargo, Hinault no sería de la partida en la Dauphiné del año siguiente, en 1.978. El bretón acaba de ganar unas semanas antes la Vuelta a España.Y para preparar su primera aparición en el Tour de Francia, elige la Vuelta a Suiza en lugar de Dauphiné. Por aquel entonces, la organización de esa carrera de junio no era la misma que la del Tour de Francia como es en la actualidad. La represalia de los organizadores es clara: si no acude Hinault a la salida, no admitirán tampoco a su equipo Renault-Gitane. La prueba atribuye puntos para el campeonato de Francia y se genera una gran polémica. El pulso se puede decir que lo volvió a ganar Hinault, ya que la Federación Francesa de Ciclismo decidió que esa prueba no fuese puntuable para el campeonato galo. Bernard Hinault había demostrado arrestos suficientes para enfrentarse a una gran carrera como la Dauphiné. ¿Sería capaz de enfrentarse al mismísimo Tour de Francia? Un mes más tarde, el 11 de julio, íbamos a comprobar que también. El día anterior, 10 de julio, la etapa del Tour finaliza en Pla d’Adet. Los corredores se meten en sus camas sobre las once de la noche. Pero al día siguiente hay traslado. La etapa parte de Tarbes. Los despertadores suenan a las cuatro y media de la madrugada para poder llegar a la salida a tiempo. El malestar es generalizado y los ciclistas toman la salida pero ruedan a una media de 20 kilómetros por hora. Es Bernard Hinault, sin haber cumplido todavía los 24 años, quien, luciendo su maillot de campeón francés, ejerce de líder de aquel motín. El estupor se acentúa cuando los héroes de la ruta, conforme se acercan a la meta de Valence d’Agen, en lugar de acelerar su marcha deciden desmontar de sus bicicletas y entrar en meta a pie. En las históricas fotos del momento se puede apreciar al líder de la prueba Bruyere pasando totalmente desapercibido, así como Jan Raas… No hay duda de que quien lidera la revuelta es Bernard Hinault, acompañado a su izquierda por Freddy Maertens. El bre-
tón no se esconde ni siquiera una vez concluída la etapa. Acepta reunirse con las autoridades del ayuntamiento de Valence d’Agen y organizar, en compensación a lo sucedido, un critérium en esa ciudad. Pese a su juventud, Hinault no se arredra por nada. La leyenda de Le Blaireau se acrecienta… El carácter del de Yffiniac era tal que, lejos de compañerismos más o menos hipócritas, metía presión a sus contrincantes con sus declaraciones. El día 7 de octubre, además del Giro de Lombardía, Moser e Hinault se disputaban el Super Prestige Pernod, la prueba que demostraba la regularidad internacional a lo largo de la temporada. Para vencer, a Hinault le bastaba con quedar en cualquier puesto inmediatamente posterior al del italiano. Y así, en los días previos Hinault manifestaba a la prensa: “Yo estaré pegado a su rueda. Si él ataca, yo le sigo. Si él se detiene a atarse los zapatos, yo me pararé también”. La victoria para el bretón esta vez no llegó. El sueco Johansson se interpuso e hizo segundo. Moser ganaba Lombardía, y con Hinault tercero, el transalpino se imponía también en el Super Prestige Pernod. Pese a
Tubular vs Cámara en ello. A través de unas carreteras y bosques nevados, el bretón protagonizó una fantástica cabalgada en solitario de 85 kilómetros y aventajó al segundo clasificado, el holandés Hennie Kuiper, en 9 minutos y 24 segundos. Bajo la nevada, Hinault estuvo a punto de bajarse de la bici, cosa que hicieron la mayoría de corredores aquel intempestivo día en el que sólo veinte llegaron a meta. En esos momentos de duda, Guimard se le acercó y le aconsejó que llegase por lo menos hasta el avituallamiento. El bretón se encontró por esos lares con uno de sus gregarios, Le Guilloux, y este hecho debió llegar directamente al centro de su orgullo. Si un gregario continuaba en carrera, ¿cómo no iba a continuar él? Si los demás no abandonaban, ¿por qué iba a abandonar él? Atacó en Haute-Levée y protagonizó esa histórica cabalgada. “La classe et le panache du champion”. la derrota, el carácter del bretón se volvía a manifestar, cuando, una vez bajado de la bicicleta, acusaba a los italianos en general de realizar maniobras ilícitas para propiciar su derrota. Dos años más tarde, el 13 abril de 1.980, el campeón galo tomaba la salida en la Paris-Roubaix. Moser se va por delante y sólo Duclos Lasalle y Thurau hacen alguna tentativa de oponerse al campeón italiano. Por su parte, Hinault sufre pinchazos en persecuciones vanas para enlazar con Willems y Peeters. Está asqueado y denosta a Jacques Goddet: “No me vuelven a pillar. Es la última vez que yo vengo aquí”. Una vez que se ha bajado de su montura, todavía no está calmado: “Verdaderamente, ésta no es una carrera que mi inspire. La palabra “carrera” es demasiado fuerte para denominar a esto. Es una mezcla de ciclismo y ciclo-cross. En una palabra, esta carrera es una tontería “. Es el 20 de abril de 1.980 e Hinault toma la salida en la Lieja-Bastogne-Lieja. Lo sucedido aquel día es ya bastante conocido y por eso no nos centraremos mucho
Otro episodio también muy conocido es su actuación en el Mundial de Ruta de Sallanches. Tras su abandono en el Tour de 1.980, la afición, la prensa, algunos de sus rivales… dudaron ya acerca de su recuperación. Le Blaireau les respondió sobre el asfalto de la forma ya harto sabida, por lo que tampoco nos extenderemos más. Pero a veces, ese mismo carácter que le condujo a sonados triunfos, le llevó también a protagonizar episodios poco edificantes. Son sucesos más desconocidos, cuya única explicación es que al bretón “no le dio la gana” de hacer más, por decirlo de forma suave. Uno de ellos tuvo lugar el 18 de marzo de 1.981, durante la disputa de la Ti-
“Si un gregario continuaba en carrera, ¿cómo no iba a continuar él?”
Tubular vs Cámara rreno-Adriático. En una jornada de frío y lluvia, la carrera atraviesa los Abruzzos. Saronni abandona rápidamente pensando ya en la muy próxima Milan-San Remo. Los Zoetemelk, Peeters, Knetemann e Hinault no abandonan, pero “pasan” absolutamente de la carrera. Hinault, enfundado en un chubasquero, junto a un grupo muy grande de ciclistas con la mayoría de los favoritos, rueda a una velocidad muy poco profesional. La victoria en la meta de Nereto se la adjudica el italiano Ranieri Gradi. El pelotón de Hinault llega ¡treinta y dos minutos más tarde! Están fuera de control. El organizador se niega a pagarles el
hotel esa noche… No le fueron muy bien las cosas al bretón esa semana por la península italiana. Si el año pasado Hinault ya había arremetido contra la Paris-Roubaix, ahora le iba a tocar el turno a la Milan-San Remo. Tres días más tarde de lo sucedido en la Tirreno se disputaba la “Clasiccisima”. Esta vez sí, Hinault rueda motivado en las primeras posiciones del pelotón cerca ya de la ascensión al Poggio. “De repente, me he encontrado en el suelo, en un estruendo de bicis que se entrechocaban. De la manera
que van las cosas, en la salida del año que viene en Milan seremos cuatrocientos corredores. Esto es como jugar a la lotería…” A pesar de sus afirmaciones del año anterior, Hinault, ataviado con el maillot arco irís, se plantaba nuevamente en la salida de la Paris-Roubaix. Y tras tres caídas y dos pinchazos, se alzaba con la victoria en el velódromo de la ciudad textil. No pareció que el bretón disfrutase en ningún momento de la experiencia. Corrió como una obligación sobrevenida. Pensando en otros más que en sí mismo. Para acallar bocas. Cada vez que se cayó o pinchó, Hinault se esforzó en capturar de nuevo a la cabeza de carrera. En esa aparente facilidad con que volvía a conectar, Hinault demostraba su aplastante superioridad sobre sus rivales; pero a la vez denotaba no estar en su hábitat natural. En la meta, el bretón se imponía a De Vlaeminck y Moser. Había cubierto el expediente. Nadie le podría ya reprochar nada. Louison Bobet, ganador entre otras cosas de la Paris-Roubaix de 1.956, siguió esta jornada a invitación de “Le Parisien” y de “L’Equipe”. Estas eran sus palabras: “Yo le creía poco inspirado para esta carrera. Pero Hinault tiene mucho carácter. Le he observado mucho a lo largo de la jornada, pero la imagen que yo podría guardar de él sería la de un corredor desengañado que hipaba y maldecía, perdido como estaba en esos momentos entre dos pelotones. En ese preciso momento yo creía que iba a renunciar. Pero he mirado la aguja del velocímetro y he comprendido que él iba realmente muy rápido”. ¿Qué institución faltaba de ser objeto de las iras de Bernard Hinault? Pues por ejemplo la Federación Francesa de Ciclismo.A ésta le llegaría su turno en agosto de 1.982, en vísperas del Mundial de Goodwood en Inglaterra. En el criterium post Tour de Callac ocupan las tres primeras posiciones Hinault, Bernaudeau y Vallet. La Federación, precisamente por ocupar esas primeras plazas, les
Tubular vs Cámara quiere someter a unos controles anti dopaje a los que los ciclistas se niegan. Cómo no, las posturas más enconadas y virulentas las protagoniza el de Yffiniac. La Federación decide sancionar a los ciclistas por negarse a pasar los controles y los ciclistas amenazan, en represalia, con no acudir a defender el maillot tricolor en el inminente Mundial de Goodwood. La víspera de la salida de la expedición francesa hacia la gran isla británica tiene que ser el mismísimo Jacques Anquetil el que acuda al propio domicilio de Hinault. Anquetil actúa de intermediario con la propia Federación, que se puede decir que ha terminado “pasando por el aro” y ha tenido que suplicar al bretón que acuda a Inglaterra. Hinault finalmente acepta disputar el mundial inglés. ¿Quién faltaba ahora? ¿Tal vez su propio equipo? Doce meses más tarde, agosto de 1.983… “Cuando yo he pedido a la gerencia de Renault de elegir entre Guimard o yo, ya sabía que elegirían a él. En realidad, hace ya mucho tiempo que Guimard y yo nos separamos”. Así, el anuncio oficial de Renault de que Guimard e Hinault bifurcaban sus caminos, realmente no sorprendió a nadie. Desde hacía tiempo Hinault no soportaba el autoritarismo de su director deportivo y reclamaba su derecho a la palabra. A pesar de que “Le blaireau” en aquél momento calló y no dijo nada, el momento definitivo de la ruptura fue una vez, en un restaurante, delante de cientos de personas. Hinault bebió una copa de vino y
nes pedalean”.
este acto tan simple fue reprochado públicamente e in situ por Guimard. A pesar de su silencio momentáneo, Hinault ya sabía que no había vuelta a atrás. Previamente a ese episodio, el invierno anterior, durante unas vacaciones en Senegal organizadas por la gerencia del equipo Renault, Hinault estuvo a punto de romper con todo. Fue su esposa Martine quien supo y pudo reconciliar, temporalmente, la situación. En esta separación, los periodistas también recibieron su puyita: “Cuando un corredor de Renault gana, los periodistas tenéis demasiada tendencia a creer que es Guimard quien gana. Pero son los ciclistas quieHinault fichó posteriormente por La Vie Claire. Ganó el Tour de 1.985. Quiso ganar el de 1.986; su carácter ultracompetitivo le llevó a intentar romper el pacto con Tapie y LeMond. Este es un episodio ya bastante conocido… Llegó el 9 de noviembre de 1.986 y con él el ciclo cross de Quesnoy. El famosísimo speaker Daniel Mangeas grita: “Atenttion il arrive. Ça y est! Il a fini, il raccroche! Bernard Hinault raccroche!”. Veinte mil personas acuden al evento. Personas anónimas y reconocidas personalidades, reunidas para despedir la carrera deportiva del campeón de Yffiniac. Entre los olores a moscatel y salchichas que acompañan la fiesta que en su honor se ha organizado, entre la música de la fanfarre y las majorettes, Hinault ya ejerce de maestro de ceremonias cortando el pastel y sirviendo el aperitivo.
“Desde hacía tiempo Hinault no soportaba el autoritarismo de su director deportivo”
La mafia ciclista por Juan Ramón Cendrero
S
e entiend e por mafia un grupo de malhechores organizado para la comisión de actos delictivos. La pregunta que se plantea es qué tiene que ver este asunto en una revista de ciclismo. En realidad, nada, salvo que en el ciclismo también existe el fenómeno de la mafia. Muy distinta al hampa tal y como se la conoce, claro está, pues no se secuestra a ciclistas o directores deportivos, ni se dan casos de trata de blancas o de tráfico de billetes falsos, pero es indudable de
que se trata de una mafia, al fin y al cabo. En una primera aproximación podríamos pensar que al hablar de la mafia ciclista nos estamos refiriendo a la UCI y a sus cúpulas dirigentes. Y no andaríamos desencaminados, puesto que en los años nefastos del ciclismo reciente, en los que había logrado hacerse con los resortes del poder un núcleo directivo encabezado por Hein Verbrugge y su sucesor en el cargo Pat Mcquaid, se puso en marcha un sistema fundamentado en los intereses económicos, el tráfico de influencias y el nepotismo, un sistema del que se benefició Lance Armstrong, aunque no fue el único. Para, se supone, aclarar todo lo sucedido en ese periodo aberrante, el actual presidente, Brian Cockson, puso en marcha una Comisión por la Verdad y la Reconciliación que dio a luz un informe de conclusio-
Farolillo Rojo nes que no fue otra cosa sino papel mojado. La mafia o no mafia; o lo que fuera aquello que dirigió la UCI durante aquellos años se quedó sin castigo. Pero, bueno, no era esa la mafia a la que queríamos referirnos, sino a otra que en lugar de engalanarse con traje y corbata se viste con maillot y culotte y campa a sus anchas en determinadas regiones y países. La más conocida de ellas es la que opera en Francia en el campo amateur. Si acudimos a la versión gala de la Wikipedia nos encontraremos con la expresión: “ser de la mafia” que se define como “formar parte de un grupo de corredores de diferentes equipos, pero aliados de circunstancias, y cuyo interés es no dejar ganar carreras a los otros ciclistas” En este enunciado falta un elemento esencial y es que esos corredores que se comportan como gángsters se reparten el botín obtenido tras la rapiña. Se tiene constancia de la existencia de la mafia desde tiempo inmemorial. El ciclismo, a diferencia de otros deportes, siempre fue una disciplina remunerada, incluso en el escalón amateur. De toda la vida se ha incentivado a los participantes con el pago de premios según el resultado en la meta, pero también con primas en los pasos de montaña, metas volantes y otros “puntos calientes”. Esta costumbre tan arraigada dio lugar a que determinados corredores reunidos en conciliábulo decidieran que no tenía sentido batallar por unos billetes si se podía hacer una bolsa común y repartirse el producto del saqueo. Y así es como nació la mafia ciclista. Para ser exactos, no se debe hablar de mafia en singular, sino en plural, por cuanto no se trata de una sola organización, sino de una multiplicidad de grupos que se fueron desarrollando de manera independiente en diferentes regiones, de modo que cada uno de ellos actuaba en una zona en concreto y permitía que los otros se dedicaran al pillaje en la comarca que les correspondía. Un detalle que asemeja a la mafia ciclista con la de verdad, pues en
“No tenía sentido batallar por unos billetes si se podía hacer una bolsa común” el código de honor de ésta también se establecen zonas de influencia que no deben ser invadidas por la banda rival. Para comprender cómo surgieron estos clanes es preciso explicar que el ciclismo aficionado francés estaba integrado por una gran abundancia de clubes con pocos corredores en cada uno de esos equipos. Existían también escuadras con una plantilla amplia, pero eran mayoría los conjuntos que se presentaban en la línea de salida con tres o cuatro miembros o incluso con uno solo. Por otra parte, era muy frecuente que los ciclistas continuaran en activo a edades avanzadas y que los profesionales que no encontraran equipo en el escalafón superior bajaran a la categoría inferior, con la intención principal de seguir ganándose la vida dando a los pedales. Corredores experimentados, precisados de entenderse y con ánimo de obtener dinero fueron los ingredientes que conformaron lo que se dio en llamar la mafia ciclista. El modus operandi de estos clanes era muy sencillo. Algunos de los corredores más fuertes de la región, curtidos en mil batallas, a veces incluso colegas de entrenamiento y otras veces e xcompañeros de equipo se ponían de acuerdo para repartirse las carreras y los premios que se derivaban de ellas. Los componentes de estos grupos organizados controlaban las escapadas y permitían únicamente las fugas en las que estuviera presente más de uno de los integrantes de la banda. Dos o incluso tres. Luego, una vez decidida la carrera en favor de los hombres que abrían la carrera, los aliados que se quedaban en el gran
Farolillo Rojo grupo entorpecían la persecución, mientras los que estaban delante masacraban a ataques a los acompañantes que no formaban parte de la mafia hasta que uno de los integrantes de ésta conseguía irse en solitario. A veces no era necesaria tanta sofisticación si en la avanzadilla había entrado el más rápido del hampa local, pues en ese caso bastaba con que los otros miembros del gang le lanzaran el sprint como si fuera un treno cualquiera. Había una variante en la forma de proceder de la mafia. En ocasiones entraba en la escapada un corredor del club organizador, generalmente un chaval joven con proyección, deseoso de impresionar a sus padres, novia y presidente del comité local. En esos casos, se le dejaba ganar al chico para delirio de los suyos, mientras que los mafiosos, aparentemente derrotados, copaban las siguientes posiciones de la clasificación y ganaban de paso todas las clasificaciones intermedias (premio de la montaña, metas volantes, premio a la combatividad…). Ni qué decir tiene que el ciclista bisoño tenía que entregar su premio de vencedor a los gangsters, quedándose solamente con la copa que le entregaban en el podio como recuerdo de tan extraña jornada. Cuentan que en esos casos el muchacho no contaba ni siquiera a sus padres la vergonzosa transacción. Lógicamente, estas organizaciones contaban con una estructura jerarquizada, con un jefe de banda que gene-
ralmente era el más fuerte del pelotón, un hombre veterano que había superado la treintena y se las sabía todas. Existían otros miembros que tenían su misión específica. No faltaba el contable, que llevaba el control de la economía de la banda y se encargaba del reparto de beneficios, ni los inevitables matones, que se dedicaban a atemorizar a los ciclistas ajenos a la mafia que pretendían pasarse de listos. La Federación Francesa de Ciclismo toleró durante muchos años estas sórdidas prácticas, que corrompían el ciclismo amateur y que, sobre todo, suponían un freno considerable al desarrollo deportivo de los jóvenes corredores, pues éstos se desanimaban ante semejante panorama. Los mafiosos se defendían explicando que si un corredor tenía realmente condiciones para ser profesional debía salir airoso del examen que significaba enfrentarse a la banda organizada de su región. Sin embargo, las cosas no funcionaban en la realidad de esa manera, puesto que, como buena mafia, estas organizaciones eran vengativas y rencorosas.Y si en alguna ocasión eran burlados sus componentes por un ciclista emergente, se lo hacían pagar caro en la siguiente carrera en la que se cruzaban con él. Había que ser un verdadero superdotado para imponerse a toda una banda de
Farolillo Rojo
“Actualmente es un fenómeno marginal, que se reparte un botín menos suculento” ese calibre. Y, sin embargo, hubo quien lo consiguió. Fue el caso de Philippe Bouvatier, un corredor de los años 80 y 90 con unas cualidades físicas fuera de lo común, pero con una fragilidad mental alarmante, lo que le impidió ser el gran ciclista que podía haber sido. Bouvatier era el mayor talento que había surgido en Francia en las categorías de jóvenes en la década de los 80, un contrarrelojista y rodador extraordinario. Nada más pasar a las filas de la categoría amateur, con tan sólo 18 años, se encontró con la oposición del hampa de su región, Normandía. El joven talento tenía tanta calidad que en una de sus primeras confrontaciones con la banda organizada que le tocó en suerte se impuso en solitario, pues no hubo forma de echarle mano. La mafia normanda juró venganza y se prometió a sí misma que ese desvergonzado no volvería a repetir su fechoría. En otra ocasión Bouvatier se metió en una escapada en la que se encontró rodeado de miembros del clan. Éstos le atacaron de forma organizada para dejarlo atrás, pero el joven corredor respondió a todos los ataques y no solo eso, sino que a continuación se fue solo en busca de la victoria. En los años 90 la Federación Francesa de Ciclismo emprendió una reforma del sector amateur, en la que, entre otras cuestiones, abordó el problema del crimen ciclista organizado. Con las modificaciones aprobadas, se estableció, por una parte, un calendario de carreras sub 23 y, por otra, se crearon tres divisiones de equipos y carreras, de forma que solamente escuadras completas
tuvieran acceso a participar en las carreras más importantes del calendario amateur. De esa forma, los ciclistas aislados ya no tenían ocasión de organizarse y de influir en el resultado de las carreras. Pero hace falta algo más para acabar con las mafias. Efectivamente, la reforma supuso un varapalo tremendo para las organizaciones que actuaban al margen de los reglamentos ciclistas, pero aquéllas consiguieron adaptarse a la nueva situación y sobreviven hoy en día en los criteriums y en carreras de poca monta, pruebas que se celebran en fiestas de pueblo en las que se dan vueltas a un circuito con un repecho que atribuye el premio de mejor escalador. Actualmente la mafia es un fenómeno marginal, que se reparte un botín mucho menos suculento que antaño. En ocasiones la trama es tan clandestina que los corredores que forman parte de ella recogen sus ganancias individuales al término de la carrera y, aunque aparentemente se marchan a sus domicilios, se citan en un área de servicio de autopista o en una gasolinera para contar sus ingresos y proceder al reparto de los dividendos, según un sistema aprobado previamente por los miembros del grupo. Es a esto a lo que han quedado reducidas las mafias. Unas organizaciones que, como la de Al Capone, gozaron de sus momentos de esplendor y que acabaron deslizándose por la pendiente de la decadencia. Ahora constituyen un fenómeno aislado, un residuo de un pasado que nadie quiere que vuelva.
Equipo Imanol González: Redactor jefe. Barra libre y Enfants terribles. Josu González @josugg: Diseño y maquetación. Manuel González: Ilustraciones. Juan Ramón Cendrero: Farolillo rojo. Raúl Ansó Arrobarren @ranbarren: Tubular Vs Cámara. Cisco Indias @soyunfdf: Correcciones.
Agradecimientos Peio Goikoetxea @peiogg y Oscar Pujol @oscarpujol por su colaboración en Barra libre. Yon Suinaga @yonsuinaga por los textos en Siguiendo la pista. Noemí Rivera @noerive por sus textos y fotos en Rutas bizarras. Alberto Barcia @rifflip por sus textos en Túnel del viento.
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NĂşmero 5 Septiembre 2016 Editado por Rota Punctatis en San SebastiĂĄn ISSN: 2445-2645
Septiembre 2016