ARDER
Notas a la Meseta
ARDER_ Notas a la meseta JULIÁ PANADÉS & ELOY ARRIBAS Textos & Comisariado MARTA
ÁLVAREZ
Residencia del 3 al 23 de Abril de 2017 Exposición del 23 de Abril al 24 de Junio de 2017 MICROEDICIONES DEL HDT GALLERY
Juliรก Panades, Eloy Arribas y Marta ร lvarez
Arder. Notas a la meseta. Castilla es, en el imaginario popular, sinónimo de últimos rescoldos de España negra. Esta sombra de negatividad, sumada a la herencia simbólica dejada por el pensamiento noventayochista responde a un paisaje territorial y social de condiciones áridas, excesivamente frío en invierno y asfixiante en verano. Todo parece luz y polvo y piedras. Hay sin embargo en la meseta un islote temporal: la primavera ofrece un paréntesis paradisíaco que nos permite colarnos en esa grieta y decir cosas otras, rompiendo el orden y la quietud asociadas a esta tierra. Aprovechamos el hueco abierto para hacer una fiesta desde la colectividad y la amistad como armas conscientes de empoderamiento y comenzar así un ritmo disruptivo que reniegue del estereotipo impuesto desde fuera y que el mesetario ha asumido como propio. Castilla no es, de por sí, rancia, pero sí tiende hacia una opacidad imposibilitadora que limita la capacidad de acción y de reacción de una juventud que ha huido, en un goteo constante en la última década de la región. Las ausencias generan flojera, las fuerzas se derriten bajo el sol abrasador de la meseta. Es posible entonces horadar la roca desde dentro, decir y hacer de modos diferentes. Esa es la apuesta de “Arder. Notas a la meseta”, que se presenta como un reto al estatismo conservador, emitiendo un mensaje en un nuevo lenguaje: existen otras maneras y se pueden dar, también desde la periferia de la periferia. La excepción que supone El Huerto del tertuliano en el océano de cereal es ya una apuesta por el riesgo que aquí es tomada como principio básico. El lenguaje vanguardista de los artistas Eloy Arribas y Julià Panadès nos traduce su intento por mirar diferente, despojados de prejuicios. Los artistas, desplazados e instados a producir en este contexto, prueban con otros materiales y otras referencias, incomodándose. Así pues, el Arribas más pintor apuesta aquí por el collage e intenta acomodarse, de igual modo Panadès, recolector de objetos encontrados, juega aquí a descubrir lo que ofrece el horizonte castellano trabajando siempre desde las claves del paisaje y un régimen anti-racionalista. La muestra alude a la necesidad de herejía que precisa este ordenado territorio. Notas discordantes que apuesten por lo poético y lo inútil, que ardan condenadas por una inquisitorial censura y hagan arder en un feliz crepitar comunitario. Castilla necesita nuevas ceremonias que hacer juntas y en las que confabular. Hay que encender hogueras y comer y beber y bailar en torno a ellas. Arribas y Panadès proponen esta fiesta del cambio, esta fiesta del fuego, que purifique y ritualice. A Castilla le sobran inquisidores y necesita más brujas y herejes. La herejía es la apuesta por la distorsión y la desmesura. Es desobediencia y no instalarse en convenciones. Es no callarse, atreverse a ser castigado e ir más allá. Siempre más allá: fluir continuamente. Ambos artistas han establecido una animada conversación conspiratoria para hablar de lo local sin ser localistas, conociendo a fondo estas tierras cubiertas de un velo sombrío que se ha retirado este abril y estableciendo las bases para construir, quizá, un nuevo folclore.
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Arder. Notas a la meseta Castilla es tierra removida y polvoriento pedregal. Es sol sobre la línea del horizonte de este páramo de infinita planicie. Sol que baña tanto castillo como palomar y se cuela hasta secar las voces y los gritos. Castilla es un silencio enjuto y de aire espeso, ceñudo en invierno y axfixiante en verano. La meseta lo atrapa a uno entre los campos de trigo y de cebada, en su soledad vacía de gente arrinconada en escasos pueblos dispersos aquí y allá. Castilla es, claro, su cerrada historia, las campanas de sus iglesias y los cementerios en el camino (negrura y losa). “No puede ver el mar la solitaria y melancólica Castilla” dijo Azorín: siempre mirando afuera con recelo y envidia. Pesan tanto las palabras de Machado: “Castilla miserable, ayer dominadora, envuelta en sus andrajos, desprecia cuanto ignora.” Epítome del orden, criatura domesticada y callada bajo el influjo de este sol. Esconde el miedo bajo la alfombra. -Rescoldos de España Negra-. Silencio. Al rozar abril, la meseta muestra un algo escondido y efímero: una breve primavera que es pronto abrasada y aletargada. Los campos se cubren de verde intenso y de cuando en cuando amarillo salpicado a veces con motas rojas, que contrastan con el azul puro del cielo. También a estas tierras llegan la vida y la fuerza que despierta los espíritus. Justo antes de que resulte insoportablemente cegador, el sol hace crisálidas y despereza al castellano. Y las manos atadas y las lenguas cortadas parecen poder desatarse. Aunque pronto la implacable censura vuelve a extender su inquisitorial arma y a reordenar. Eloy Arribas y Julià Panadès han probado a instalarse en ese islote temporal, como crisálidas en permanente apertura. Se han colado en ese paréntesis paradisíaco y han optado por reescribir en esa grieta las potencialidades de esta planicie agotadora tomando las herramientas propias de la tierra e inscribiendo en ellas un lenguaje nuevo y unos métodos otros. Ambos artistas trazan un diálogo entre ellos y el territorio renovando las formas de decir y despojados de exotismos prejuiciosos. Aprovechan el hueco abierto para hacer una fiesta desde la colectividad y la amistad como armas conscientes de empoderamiento y comenzar así un ritmo disruptivo que reniegue del estereotipo impuesto desde fuera y que el mesetario ha asumido como propio. Castilla no es, de por sí, rancia, pero sí tiende hacia una opacidad imposibilitadora que limita la capacidad de acción y de reacción de una juventud que ha huido, en un goteo constante en la última década, de la región. Las ausencias generan flojera, las fuerzas se derriten bajo el sol abrasador de la meseta. Para ello, se sitúan en “el otro lado” de la dupla constante: caos frente a orden, espíritu frente a razón, cambio frente a quietud, poiesis frente a logos. Ambos están del lado del poeta, de un vitalismo bastardo y de la apuesta por lo inútil. Y desde ahí, se enfrentan a la fiereza mesetaria en total simbiosis con el paisaje. Llenos de polvo y pedregal, sol y cielo, surcos y caminos, retan al árido orden. Castilla necesita nuevas ceremonias que hacer juntas y en las que confabular desde la periferia
de la periferia. Se necesita conjurar contra la negrura de este sol que ciega. Hay que encender hogueras y comer y beber y bailar en torno a ellas. Arribas y Panadès proponen esta fiesta del cambio, esta fiesta del fuego, que purifique y ritualice. A Castilla le sobran inquisidores y necesita más brujas y herejes. La herejía es la apuesta por la ruptura, la distorsión y el desorden. Es desmesura e inutilidad. Es desobediencia y no instalarse en convenciones. Es deshacerse de la comodidad y vivir en una continua apuesta, un avanzar y hacer riesgo. Es no callarse, atreverse a ser castigado e ir más allá. Siempre más allá: fluir continuamente. Ser fuego y arder en un lento y feliz crepitar que no calcine ni enmudezca. Ese instalarse en el cambio es construir sin cimentar, sin tener un soporte: es inseguridad. Esta inestabilidad y provisionalidad son las condiciones del ser contemporáneo y, concretamente, del artista que, lejos de disponer de grandes medios, se ve obligado a hacer desde una condición nomádica. La precariedad a la que somete al trabajador la ideología del emprendimiento, lo condena a una vida sin bases fijas que modifica radicalmente los planteamientos plásticos e, incluso, pone de moda una cierta estética de la precariedad. Ésta, sin embargo, responde a unas condiciones de trabajo en las que el artista debe “hacer magia” y, sufriendo los padecimientos que sean necesarios, “ambientar” un lugar. En cierto modo el artista encarna ese chamán penitente que es capaz de sobrellevar las difíciles circunstancias por continuar realizando su trabajo. Y entre esa tensión entre la angustia del régimen de la obsolescencia constante y la felicidad de lo no sedentario, se sitúan Arribas y Panadès. Con la mirada del viajero ambos artistas han establecido una animada conversación conspiratoria y herética en la que extraen del contexto sus caras menos visibles, sus tesoros ocultos, su magia y su historia sepultada. Hablan de lo local sin ser localistas: construyen relatos autosuficientes, que son un aquí y un ahora, recuperando raíces y referencias pero insertándose en una posible universalidad. Hacen desde lo prohibido, se salen del camino. Exploran tanto los estragos de la quema del rastrojo como la basura más industrial que asalta tras cada pedrusco de tierra. Toman referencias de las construcciones medievales y las mozárabes, repiten y se apropian de los exvotos, inventan tótems y tratan de traducir cada uno a su manera esta línea de paisaje con el que juegan. Plumas y estramonio, pinos, cardos y nubes. También experimentan la dureza del carácter, aunque están lejos del lamento noventayochista que extendió un velo grisáceo de desprestigio sobre la meseta que desautoriza la producción regional y la hunde en una especie de complejo de inferioridad que inmoviliza y pone la mirada siempre en las centralidades. Bocas calladas, carácter cerrado, lenguas atadas, sí. Un poco de penitencia pero un eterno baile colectivo que es arder sin quemar. Si la novedad pura no existe, es posible ir asentando nuevos planteamientos con otros lenguajes que recojan la herencia de la tierra, abriendo, quizá, las vías de un nuevo folclore. Marta Álvarez
JULIÁ PANADÉS
ELOY ARRIBAS
JULIÁ PANADÉS & ELOY ARRIBAS
LA
RESIDENCIA
LA INAUGURACIÓN
CREDITOS ARTISTAS: Juliá Panades y Eloy Arribas COMISARIADO Y TEXTOS: Marta Álvarez FOTOGRAFIAS: J.P. Miñambres, Julia Panadés, Rubén Polanco DIRECCIÓN Y COORDINACIÓN : Rubén Polanco MONTAJE y TRANSPORTES: Integral de arte S.L. IMPRESIÓN: La ImprentaCQ (Valencía) AGRADECIMIENTOS: A Eloy Arribas, Juliá Panadés y Marta Álvarez por su generosidad y los buenos ratos que nos han hecho pasar. A J.P Miñambres por sus magnificas fotografías. A Itziar Bidasólo, Misuka Mateos, Asen Asenov por su imprescindible ayuda. A todos los que vinisteis a ver la exposición y muy especialmente a los vecinos de Fuente Olmedo, que demuestran con su actitud que esta tierra es de futuro.
Tirada de 50 ejemplares
Este catálogo se imprimió con motivo de la residencia y exposición, Arder, notas a la Meseta, que tuvo lugar entre el 3 de Abril y el 24 de Junio de 2017 en el Huerto del tertuliano