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las formas del silencio

melodĂ­as y narrativas paralelas en la fotografĂ­a


EL HUERTO

DEL TERTULIANO


las formas del silencio melodias y narrativas paralelas en la fotografía arturo comas/ciuco gutiérrez/ángel marcos/beatriz s. gonzalez daniel vega/juan santos/ana bolado/cristina moreno de acevedo raúl lucio/pablo hojas/raquel fragua/josé maria marban/dara scully cristiana gasparotto/noé mora/elisa gonzález miralles/jose vicente morcillo elena gimeno dones/gonzálo saénz de santamaria poulet/adan liu

textos adrian santana y alfredo navarro saldaña comisariado: juan santos y rubén polanco

25 de septiembre-15 de noviembre de 2016 MICROEDICIONES DEL HDT GALLERY


LAS FORMAS DEL SILENCIO

Charles Yves sentado en el porche delante de su casa,

contemplando las montañas y escuchando su propia sinfonía.

Decía Pascal Quignard “Un libro es un fragmento de silencio en manos del lector”. Esta aseveración podemos estrapolarla eficazmente, a la relación

que tiene el espectador frente a cualquier obra de arte. En el caso que nos ocupa, la fotografía, podríamos decir: “Una fotografía es un fragmento de silencio, situado frente a una mirada”, entendiendo que mirar, no es simplemente ver. Dispongamos a oír las imágenes, a buen seguro nos sorprenderán. Tal es la fuerza de la imagen, que cuando el cine se hizo sonoro la cuestión se llegó a plantear como una “desnaturalización del cine”. Paúl Rotha, en 1930, declaro que una película con diálogos y sonido sincronizados con la imagen es absolutamente contrario a los objetivos del cine. Hasta que no se hizo un uso expresivo y creativo del sonido, el cine sonoro no aporto nada valioso al cine mudo. Al respecto el afamado director Eisenstein (1898-1948) dijo, “ el cine sonoro como expresión artística comienza, cuando el crujido de una bota se desliga de la imagen de la bota que cruje, para ligarse a la imagen del hombre que escucha con ansiedad ese crujido”. De alguna manera la fotografía contemporánea es la heredera de aquel afán del cine mudo por utilizar las sinestesias, es decir los acoplamientos en la misma imagen de elementos provenientes de los diversos órganos de los sentidos. Frecuentemente nos podemos encontrar como en las imágenes se ensayan “la visión sonora” , la táctil, la gustativa o la olfativa. Esta nueva posición nutre toda una poética visual, en donde el autor muestra esta “sonoridad”, conformando una realidad de combinaciones singulares externas a las imágenes que proponen.


Dentro de esta poética visual, el juego del sonido o de su negación, que representaría el silencio, podríamos hablar de un sonido interno casi formal, que es más significativo que el “sonido externo” que aparentemente ofrecen las imágenes.Frente a las imágenes ruidosas de la televisión llena de derrumbamientos, catástrofes, quejidos de la naturaleza o del hombre, que se manifiestan ostentosamente en las pantallas, la fotografía contemporánea ofrece una lírica del silencio que se ensaya en las mas variadas formas del lenguaje visual, son visiones del mundo exterior con aditamentos coloristas o morfológicos, un rico almacén de imágenes intimas que reflejan lugares y seres extraños y misteriosos. Ver pero hacia dentro, soñar contra un mundo externo previsible. Son las voces de los fotógrafos que participan en esta muestra, voces de silencio iluminado de colores, melodías en blanco y negro que hablan de recuerdos, rostros que hablan o nos observan desde un espejo de papel, en todos la condición , no es ya “el ver”, sino el contemplar, “el soñar que se ve” , descubrir en las imágenes algo que las supera en su formalidad, en la mera objetualidad del suceso, son estas las circunstancias que las empoderan, que las otorgan la función mágica que atesora el arte y que va más allá de su reproductibilidad o de su capacidad mimética, para ser disfrutadas en los mismos medios que la sociedad usa en su destripamiento.Es preciso perderse para volver a escuchar, es preciso hacer silencio en la escucha y en la mirada para descubrir las formas del silencio. El silencio se contempla, se escucha, se respira, se imagina. La imagen es conocida, Charles Yves sentado en el porche delante de su casa, contemplando las montañas y escuchando “su propia sinfonía”. Para escuchar esa sinfonía, para escuchar la Naturaleza se requiere el silencio del oído. Con él se quiere prestar atención al modo en que debe hacerse el silencio en uno mismo, un requisito necesario a toda escucha.La palabra silencio proviene del latín “silere”, callar, estar callado. Lo que se calla es la intencionalidad, pero no para entrar en la escucha de un silencio que debe ser escrito con mayúsculas, como si se trata de un silencio ontológico, sino simplemente para oír, para mirar. Por lo general, pensamos en el sonido y el silencio como dos conceptos opuestos. De hecho, ellos no son realmente opuestos el uno del otro. Tanto el sonido como el silencio representan dos formas de sonido: sonido como lo conocemos, representa el sonido audible. Es el sonido de lo conocido. Por otro lado, el silencio representa el sonido inaudible. El silencio es el sonido de lo desconocido, en la espiritualidad Islámica lo desconocido es llamado “HU”, y es tanto un sonido como un nombre santo de Dios. El sonido “Hu” es la vibración más básica en el universo. Es el sonido más pequeño, o la vibración más pequeña, que es producida siempre que un objeto se mueve en el universo. Ya que nada en la creación está en estado perfecto de descanso (los electrones están constantemente moviéndose alrededor del núcleo), es seguro decir que no hay ningún lugar en la creación donde este sonido “Hu” no sea producido. Por lo tanto, el verdadero sentido del Silencio, que es la ausencia perfecta de sonido, no existe en el universo. En este mundo, cuando procuramos sumergirnos en el Silencio, no intentamos cerrar nuestra capacidad de oír sonidos, de mirarlos. Al contrario, tratamos de aumentar nuestra capacidad de oír un sonido muy específico: el sonido vibrante del Universo, que es el sonido de nuestra Alma .

Rubén Polanco


Silencio-Pablo Neruda. Yo que crecí dentro de un árbol Tendría mucho que decir, pero aprendí tanto silencio que tengo mucho que callar y eso se conoce creciendo sin otro goce que crecer, sin más pasión que la substancia, sin más acción que la inocencia, y por dentro el tiempo dorado hasta que la altura lo llama para convertirlo en naranja. El silencio puede oírse. Puede, incluso, fotografiarse porque puede verse. Y puede escribirse porque el silencio también se siente. Se plantea aquí una dicotomía interesantísima de la que debemos tomar conciencia. Mientras que la cultura occidental siempre ha subrayado la idea errónea de que el silencio es igual a la ausencia de sonidos y ruido; la oriental, por el contrario, ha concebido el silencio como un sentimiento que ocupa el centro de sus vidas y de su espiritualidad (quiero recordar ahora la magnífica obra fotográfica del japonés Massao Yamamoto, donde el silencio habla y se escucha). Así, el silencio pasa a formar parte de una realidad personal y subjetiva que puede vivirse de diversas maneras y que por tanto, puede plasmarse de otras tantas. Sin lugar a dudas, el silencio es una forma de comunicarnos con los demás y con nosotros mismos, posiblemente la más trascendental y universal porque el silencio no entiende de lenguas codificadas, ni de sistemas de signos específicos, ya que, por encima de todo esto, el silencio forma parte de la vida. En este sentido siempre he pensado en una metáfora que me perfora: un silencio personificado que nos acompaña, que permanece a nuestro lado las 24 horas de cada día, que nos habla, que nos recuerda y que llevamos a cuestas como arrastramos nuestras sombras sobre el suelo que pisamos. El silencio personificado… El silencio con el que convivimos. El silencio como antítesis perfecta: lo que nos acompaña y lo que nos distancia, lo que nos calma y lo que nos agita. Es aquí donde quiero subrayar la belleza del título de esta extraordinaria muestra colectiva de fotografías que retratan el silencio en distintas formas. Las formas del silencio es una exposición acertada ya desde su propia denominación. Porque, entroncando esta idea con lo expuesto más arriba, el silencio adquiere tantas formas como necesidades tiene el hombre de comunicarse con su entorno, con sus semejantes y consigo mismo. Es más, me atrevería a afirmar que hay tantos silencios como personas convivimos en este escenario llamado mundo. De este modo, la idea de concebir la exposición como un abanico de obras de diversos fotógrafos es ya todo un acierto puesto que no se trata tanto de un intento por plasmar la presencia del silencio en un proyecto específico y único sino, por el contrario, de ofrecer todo un itinerario a través de un laberinto de formas múltiples y diversas que nos aproximan a distintas visiones de una misma realidad / sentimiento que nos acompaña a todos. Siluetas humanas, casas abandonadas, tumbas identificadas, objetos cotidianos, elementos paisajísticos y geográficos… son las distintas formas con las que una serie de artistas diversos plasman su particular manera de entender el silencio y de percibirlo en su realidad cotidiana. Uno de los elementos gráficos que más me han llamado la atención de esta muestra, aparte de la diversidad ya citada, es la asociación de la idea del silencio con la de la ausencia o lo difuso, es decir, con aquello que no se muestra de manera evidente sino que se sugiere, se insinúa, se connota. Y no es esto casual. Si el silencio es sentimiento y esencia del ser humano, el modo de plasmarlo subraya la noción de lo que debe hacer sentir, de lo que debe sorprender y emocionar, de lo que se deja en el aire y no se narra. Es aquí donde esta exposición cobra un lirismo especial


al pretender que sea el espectador quien se convierta en un “lector” activo que interprete el mensaje, asociando lo captado por el objetivo o con sus propias experiencias de vida. Y así, el visitante se verá inmerso en un descenso espiritual que lo haga conectar consigo mismo, con sus propias experiencias, con su yo más íntimo, con lo que habitualmente no comparte (o no habla) con los demás. Esta espiritualidad acentúa la metáfora de introspección, de sumersión en un universo propio, y en ocasiones oscuro, en la que cada ser humano entabla un diálogo en primera persona. con sus esperanzas, sus miedos, sus reproches, sus sueños, sus anhelos. A lo largo de la visita, cada imagen fotografiada, cada percepción expuesta, acentuará esa atmósfera que nos facilitará el viaje a nuestro propio ser, a nuestra peculiar manera de observar lo que nos rodea y de observarnos a nosotros mismos. Si nos fijamos detenidamente, este modo de viajar obedece más a un desplazamiento psíquico que físico. A una idea del viaje como aprendizaje, como conocimiento de nuestra propia esencia en contacto con todo lo que hay de material a nuestro alrededor. Y, al mismo tiempo, nos posiciona en un punto elevado desde el que contemplar la obscena concepción que tenemos en occidente del silencio como algo radicalmente opuesto al ruido, como algo que solo es igual a lo acústicamente ausente. Podremos, incluso, percibir que el diálogo que el silencio entabla con cada uno de nosotros es portador de un riquísimo lenguaje que nos eleva y que nos aparta de todo lo que está adulterado, de todo lo que ha sido impuesto por la vida atropellada y efímera que nos devora a diario. Como escribiera Fray Luis de León en su “Oda a la vida solitaria”, debemos iniciar la senda que nos permita aprender a contemplarnos en un entorno apacible y equilibrado (tópico literario del locus amoenus) alejándonos del mundanal ruido y sustituyendo los ruidos por el silencio que nos habla y nos comunica. Quizás, desde un punto de vista simbólico, adentrarnos en esta muestra contribuya al inicio de esta senda. Igualmente, cobra especial protagonismo en la exposición que nos ocupa la alternancia constante entre elementos del lenguaje verbal y del no verbal. En otras palabras, la convivencia entre el sonido articulado y ese otro sonido representado que se apoya en el silencio para reforzar, complementar, o incluso contradecir, aquella información que verbalizamos con la palabra. A lo largo del recorrido por las distintas fotografías expuestas, el color y su ausencia; las sombras y las luces; el movimiento y la pausa; el sonido y el silencio… dibujan un rico mosaico de formas antitéticas que acentúan la idea de una naturaleza diversa y plural que nos habla incluso cuando está callada; que nos habla con la palabra pero también con las imágenes; con el sonido y con la ausencia del mismo. Las formas del silencio, en plural como plural es la percepción del mismo, nos ofrece la posibilidad de adentrarnos en un mundo de imágenes y sonidos cuya melodía deberá ser compuesta por cada uno de nosotros. Sobre las paredes de las salas de exposición cuelgan las distintas notas musicales para que podamos, cada uno de acuerdo a sus propias experiencias / vivencias y a su propia sensibilidad, hilvanar la pieza final, el hilo conductor que nos sumerja en las profundidades de nuestro propio océano. Únicamente debemos dejarnos llevar. Dejarnos empujar para caer al vacío. Un vacío teóricamente hueco y silencioso, pero que en realidad está lleno del mejor de los sonidos: el sonido de los sentidos, el sonido del silencio físico, el sonido de nuestras almas. Una vez que saltemos, mientras estemos descendiendo, escucharemos cómo suenan el cielo, la tierra y el mar; y las aves a su paso; y el roce con las personas con quienes convivimos; y las miradas de aquellos a quienes amamos; y el recuerdo de quienes se han ido; y los gestos de los que se enfadan, y los gestos de los que ríen; y las formas que nos rodean a diario, en nuestras casas, en la calle, en lo alto, en lo que se sumerge. El sonido de lo que yace, de lo que aparenta reposado; el sonido de lo que se agita y danza; el sonido del campo que pisamos; el sonido del viento y del mar, y del viento cuando lo acaricia y lo hace bravo, y de sus olas y de su remanso… Porque todo lo que nos rodea es silencio que no deja de comunicarnos y esto, como bien escribe Neruda en sus versos, se aprende viviendo, se aprende creciendo. con sus propias experiencias de vida. Y así, el visitante se verá inmerso en un descenso espiritual que lo haga conectar consigo mismo, con sus propias experiencias, con su yo más íntimo, con lo que habitualmente no comparte (o no habla) con los demás. Esta espiritualidad acentúa la metáfora de introspección, de sumersión en un universo propio, y en ocasiones oscuro, en la que cada ser humano entabla un diálogo en primera persona. con sus esperanzas, sus miedos, sus reproches, sus sueños, sus anhelos. A lo largo de la visita, cada imagen fotografiada, cada percepción expuesta, acentuará esa atmósfera que nos facilitará el viaje a nuestro propio ser, a nuestra peculiar manera de observar lo que nos rodea y de observarnos a nosotros mismos. Si nos fijamos detenidamente, este modo de viajar obedece más a un desplazamiento psíquico que físico. A una idea del viaje como aprendizaje, como conocimiento de nuestra propia esencia en contacto con todo lo que hay de material a nuestro alrededor. Y, al mismo tiempo, nos posiciona en un punto elevado desde el que contemplar


la obscena concepción que tenemos en occidente del silencio como algo radicalmente opuesto al ruido, como algo que solo es igual a lo acústicamente ausente. Podremos, incluso, percibir que el diálogo que el silencio entabla con cada uno de nosotros es portador de un riquísimo lenguaje que nos eleva y que nos aparta de todo lo que está adulterado, de todo lo que ha sido impuesto por la vida atropellada y efímera que nos devora a diario. Como escribiera Fray Luis de León en su “Oda a la vida solitaria”, debemos iniciar la senda que nos permita aprender a contemplarnos en un entorno apacible y equilibrado (tópico literario del locus amoenus) alejándonos del mundanal ruido y sustituyendo los ruidos por el silencio que nos habla y nos comunica. Quizás, desde un punto de vista simbólico, adentrarnos en esta muestra contribuya al inicio de esta senda. Igualmente, cobra especial protagonismo en la exposición que nos ocupa la alternancia constante entre elementos del lenguaje verbal y del no verbal. En otras palabras, la convivencia entre el sonido articulado y ese otro sonido representado que se apoya en el silencio para reforzar, complementar, o incluso contradecir, aquella información que verbalizamos con la palabra. A lo largo del recorrido por las distintas fotografías expuestas, el color y su ausencia; las sombras y las luces; el movimiento y la pausa; el sonido y el silencio… dibujan un rico mosaico de formas antitéticas que acentúan la idea de una naturaleza diversa y plural que nos habla incluso cuando está callada; que nos habla con la palabra pero también con las imágenes; con el sonido y con la ausencia del mismo. Las formas del silencio, en plural como plural es la percepción del mismo, nos ofrece la posibilidad de adentrarnos en un mundo de imágenes y sonidos cuya melodía deberá ser compuesta por cada uno de nosotros. Sobre las paredes de las salas de exposición cuelgan las distintas notas musicales para que podamos, cada uno de acuerdo a sus propias experiencias / vivencias y a su propia sensibilidad, hilvanar la pieza final, el hilo conductor que nos sumerja en las profundidades de nuestro propio océano. Únicamente debemos dejarnos llevar. Dejarnos empujar para caer al vacío. Un vacío teóricamente hueco y silencioso, pero que en realidad está lleno del mejor de los sonidos: el sonido de los sentidos, el sonido del silencio físico, el sonido de nuestras almas. Una vez que saltemos, mientras estemos descendiendo, escucharemos cómo suenan el cielo, la tierra y el mar; y las aves a su paso; y el roce con las personas con quienes convivimos; y las miradas de aquellos a quienes amamos; y el recuerdo de quienes se han ido; y los gestos de los que se enfadan, y los gestos de los que ríen; y las formas que nos rodean a diario, en nuestras casas, en la calle, en lo alto, en lo que se sumerge. El sonido de lo que yace, de lo que aparenta reposado; el sonido de lo que se agita y danza; el sonido del campo que pisamos; el sonido del viento y del mar, y del viento cuando lo acaricia y lo hace bravo, y de sus olas y de su remanso… Porque todo lo que nos rodea es silencio que no deja de comunicarnos y esto, como bien escribe Neruda en sus versos, se aprende viviendo, se aprende creciendo.

Adrian Santana

Licenciado en Filologia Hispanica. Profesor de Lengua Castellana y Literatura. Critico de Arte.


las formas del silencio melodias y narrativas paralelas en la fotografĂ­a


CIUCO GUTIÉRREZ



PABLO HOJAS



ANGÉL MARCOS



JOSE VICENTE MORCILLO



JUAN SANTOS



BEATRIZ S. GONZALEZ



GONZÁLO SAÉNZ DE SANTAMARIA POULET



JOSE MARÍA MARBAN



ARTURO COMAS



CRISTIANA GASPAROTTO



ADAN LIU



RAÚL LUCIO



ANA BOLADO



NOÉ MORA



DANIEL VEGA



RAQUEL FRAGUA



CRISTINA MORENO DE ACEVEDO



ELISA GONZALEZ MIRALLES



ELENA GIMENO DONES



DARA SCULLY



Como decía Irène Némirovsky , cuando el pasado reaparece en la vida de un hombre, nunca lo hace con los rasgos de un solo rostro; lo acompaña el cortejo de los amigos, los amores, los remordimientos olvidados. Finalmente, Antonello se encontraba frente a Claudia Fontana en su casa de Milán, como había deseado durante mucho tiempo. Ambos titubeaban buscando las palabras. Ella no había cambiado desde la última vez en que viajaron juntos a Suiza. Su vestido negro, las finas manos, un brillante en el dedo, los vivos movimientos de su cabeza delicada y erguida, su largo cuello, su media melena castaña, la frente despejada y aquella mirada serena, profunda y luminosa. Antonello se reclinó en el sillón y apoyó la cabeza en el respaldo. Una leve sonrisa de cansancio afloró a sus labios y volvió a desaparecer como una onda en la superficie del agua. Luego su rostro adoptó de nuevo una expresión serena e inescrutable. Manifestaba en el fondo con una secreta ironía esa amargura profunda y viril que es en cierto modo el único consuelo cuando uno se ve la propia alma desnuda. Claudia Fontana lo había engañado. Claudia De Angelis lo engañaba, y él lo sabía, pero hasta entonces lo había hecho con una gran discreción, con cierta decencia. Una mujer a quien todavía le importa un hombre tiene una forma de serle infiel que es distinta del modo en que lo engañará cuando le dé igual que la deje, y dada su experiencia con las mujeres, Antonello podía reconocer un cambio de tono en su relación. Desde hacía tiempo veía venir el final de la misma, que quizá nunca debiera de haber retomado… Algo había cambiado en la relación de Claudia y Antonello, se portaban como dos adolescentes temblorosos y apenas conocidos. Jugueteaban con las palabras y las manos, entrelazaban sus dedos como si fuera la primera vez que hacían manitas; sonreían con una cierta desconfianza; se miraban fugazmente, de manera furtiva… El ático del hermoso edificio de finales del siglo XIX, en Viale San Gimignano, en el que vivía Claudia Fontana desde hacía unos años y que ella misma había rehabilitado, era observado por Antonello como si fuera la primera vez que lo visitaba, sin embargo no sólo no era la primera vez, sino que había pasado temporadas en él. Le llamaba la atención el blanco luminoso de la casa, la escasez de tabiques, la mezcla de muebles antiguos con muebles de famosos diseñadores y la atmósfera tan habitable que respiraba la morada. Pasó la mano suavemente por el respaldo del rectilíneo sofá de Piero Lissoni, por la cómoda veneciana, tocó el baldaquino de la cama del estudio y se paró ante la habitación principal; su mirada se posó en la enorme cama y en la ventana del techo, lo que inmediatamente le recordó también la ventana alemana que Claudia De Angelis tenía en su piso de estudiante en Florencia. Retornó de su breve recorrido por aquel añorado ático y se sentó de nuevo en el sillón. – Claudia, ¿qué nos está pasando? – No lo sé, parecemos un par de niñatos gilipollas… – É solo il giorno che muore… Claudia… – Será eso… ¿Te apetece un té?, ¿quizás un bourbon? – Ambas cosas… Me gustaría que nos sentáramos uno frente a otro y charláramos toda la noche, como hace años… – Está bien, lo haremos… ¿No estás cansado? – Sí, pero da igual… Pongámonos cómodos… – Háblame de algo… – ¿De qué? – De foto, por ejemplo, y estética… ¿Te acuerdas hace unos años cuando nos reencontramos en la galería de arte de Carla Sozzani en la inauguración de la exposición de fotografía de la World Press Photo, de quien eres un gran admirador? – Como no me voy a acordar, si allí te encontré de nuevo… – Cuéntame, por favor… – Los fotógrafos estetas no suelen tener una condición sólida como para vivir de su producción debido a su tentativa artística y, otras veces, por causa de sus circunstancias. La originalidad de una obra se ve doblemente amenazada; en primer lugar, porque suele pasar inadvertida por no existir un público capaz de reconocerla y, a continuación, porque puede ser negada en la medida en que las particularidades de su estilo sean transformadas en procedimientos. Por ello, el papel del grupo que reconoce y sanciona la obra artística resulta esencial. Sólo a través de él se puede establecer la singularidad de la obra y su mérito. Una estética originada en el miedo de ver la intención creadora “naturalizada” por la cámara y un simbolismo definido solamente por su relación a


un grupo no implican la necesidad de ser reconocidos como universales. Es esa incertidumbre lo que explica que a menudo los fotógrafos busquen los “signos exteriores” del artista, tales como la reivindicación abstracta de la libertad, el gusto por los cenáculos, la retórica artística y tanto en su discurso como en su forma de vida, las actitudes características del estilo “artista”. En el mundo de los virtuosos, el juego de la crítica y de la polémica tiene al menos la función de reafirmar a cada grupo en la creencia en el valor de sus teorías. Productos culturales que siempre dejan traslucir la intención que los ha suscitado y los grupos que los segregan, las estéticas fotográficas son vividas como unas reglas de juego, ficticias e ilegítimas. Ya sea que se acuse a los jurados de un concurso de recurrir a sus cánones estéticos para intentar imponerlos o que se describan las relaciones de la fotografía con la pintura como las de dos sociedades rivales, las discusiones de escuela revelan siempre una percepción social. – Por lo tanto, los estetas de la fotografía tienen, pues, una conciencia lúcida de la situación social de su arte. Al denunciar la situación cultural ambigua de la fotografía mencionan la verdadera causa de sus tormentos. Esta situación se debe al carácter específico del acto fotográfico y de su instrumento. Por otra parte, explica también la naturaleza de la relación que mantienen los estetas con la cámara fotográfica y la contradicción de un proyecto estético que no logra encontrar, en la obediencia a unas reglas arbitrarias, la seguridad y la certeza que proporcionan las normas de la práctica común, abolidas aquí sin llegar a ser reemplazadas o superadas por otras. Si todos los estetas están de acuerdo en reclamar un museo de la fotografía, lugar institucionalizado donde se conservan las obras reconocidas, es porque esa consagración genérica justificaría al menos la ambición de la fotografía de constituirse en creación estética. – Estás sobrada, Claudia, pero queda preguntarnos por qué los virtuosos se exponen a una situación tan incómoda como es considerar la fotografía como un arte. Para elegir un medio de expresión condenado a proclamar la intención artística más que a realizarla, sin duda hay que estar animado por la pura voluntad de ser artista. En consecuencia, si queremos comprender cómo nace la vocación del artista-fotógrafo, debemos estudiar los grupos que asumen esa forma particular de ambición estética, los clubes de fotografía y, sobre todo, a los fotógrafos profesionales… – ¡Dejémonos de rollos, Antonello!, ¿es un arte o no? – ¡Claro que es un arte, ya está bien de discusiones! – Claudia Fontana, cada vez estoy más enamorado de ti, eres inteligente y estás cada día más buena, no sé que más puedo pedir… – Pues… ámame como cuando nos conocimos… – Lo haré dentro de un rato, pero escucha… La universidad y la investigación no forman parte de nuestro orgullo patrio. Solo la fama, que alcanzan por ejemplo algunos futbolistas y personajes de insulto fácil, parece producir dinero y la investigación científica, al no poseer valor comercial, recoge indiferencia. Ahora salen a menudo a la luz noticias sobre la fuga de talentos y la emigración de jóvenes científicos e investigadores a países con más recursos y mejores oportunidades. Es verdad que la crisis y los recortes pueden destruir centros de investigación que costó mucho levantar. Pero la universidad y la investigación son el fiel reflejo de la sociedad y no pueden ser una isla de excelencia en un mar de mediocridad y de desprecio al conocimiento. Y de eso hay mucho entre los privilegiados que nos gobiernan. La enseñanza y la investigación son las dos funciones básicas y complementarias de la universidad y es muy difícil enseñar en el nivel universitario sin las ideas y hallazgos proporcionados por la investigación. Las universidades de nuestro país no necesitan competir para conseguir los mejores profesores e investigadores. La mayoría de los profesores son funcionarios con puestos vitalicios y se suele llegar a esa meta en la ciudad o en la región propia, con los amigos bien cerca, ante los que nunca hay nada que demostrar. Cuando había dinero y los contratos abundaban, era poco común incorporar a gente de fuera, rivalizar con los mejores, seleccionar al personal sobre la base del mérito y de la calidad. La excelencia, el mejor candidato, siempre estaba, casualmente, en la universidad o centro de investigación que convocaba la plaza. No hace falta insistir sobre las consecuencias negativas de la endogamia y el anquilosamiento que ha generado… – Antonello, ¿vamos a la cama?

Alfredo Navarro Saldaña

Doctor en Filosofía y Letras (Historia) Profesor de Historia del Arte y del Diseño


FICHA TECNICA Y TEXTOS CIUCO GUTIERREZ (Pag. 8-9)

GONZALO SAENZ DE SANTAMARIA POULET (Pag. 20-21)

Revelado quimico sobre papel CR

Ellos van desnudos solamente su cuerpo lo tapa la ceniza sagrada de algun difunto. El retrato y un detalle de su mano removiendo la ceniza.

PABLO HOJAS (Pag. 10-11) Las cenizas del fotógrafo de las estrellas Helmut Newton reposan junto a la tumba de la actriz y cantante Marlene Dietrich en el cementerio de Friedenau en Berlin,su ciudad natal. Diptico del SILENCIO .Berlin 2014 Inject sobre papel seda ÁNGEL MARCOS (Pag 12-13) “Silere I “ 2016 “Silere II” 2016 Inject sobre papel JOSÉ VICENTE MORCILLO (Pag 14-15) ” El tiempo es una imagen móvil de la realidad” de Platón S. V a .C Una de las imágenes, recoge mi reflejo sobre el agua “autorretrato”. La segunda surge de la idea de espejo, de nuevo un reflejo y de la mirada sobre nuestro entorno, como una forma de autoconocimiento, lo que observamos es algo de nosotros. El artista elige el silencio y la soledad como conceptos y génesis de su obra a través de la introspección. Diptico: “Sólo sigo a mi sombra”. -2016 Revelado quimico en papel CR mate JUAN SANTOS (Pag. 16-17) Cuaderno de LLuvias #1 Cuaderno de LLuvias #2. Tintas pigmentadas sobre papel Redime

Diptico de Naga Sadhu del Kumbh Mela de Nasik. Revelado quimico en papel seda JOSÉ MARÍA MARBAN (Pag. 22-23) Gotas IV Gotas V De la serie Gotas Inject sobre papel de algodón ARTURO COMAS (Pag. 24-25) S/T 2016 Del proyecto “Impermanencia” Revelado quimico sobre papel Cr mate CRISTIANA GASPAROTTO (Pag. 26-27) “Transito en silencio entre la luz y la sombra de mi espacio interior y encuentro territorios liminales que atesoran vivencias y memorias. El pasado pertenece a un tiempo anímico suspendido y fragmentado que en lo tenue se recompone, se transforma y vuelve a fluir.” Metanoia XI -2016 Metanoia XVI.-2016 Fotografía digital ADÁN LIU (pag. 28-29)

BEATRIZ S, GONZÁLEZ (18-19)

El Marzo de Valencia . El Febrero de Lanjaro De la serie “Los meses y los días”.-2015 Inject en papel seda

Escribo pájaros #01 Escribo pájaros #03 Fotografía a color sobre papel RC

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RAUL LUCIO ( Pag. 30-31)

CRISTINA MORENO DE ACEVEDO (Pag. 40-41)

Manu(Santander, 10 de marzo de 1996) es sordo mudo y aprendiz de fotografo.Trabaja en los territorios del silencio y presta atención a los paisajes que le rodean para contar historias en imagenes.Su pasión, el futbol.Su heroe Messi. Rodrigo(Palencia, 1 de octubre de 1994) tambien está intentando ser fotografo. Se siente comodo en los territorios del “ruido”. Su pasión el thrash metal. Sus heroes: Angelus Apatrida y Gojira. Manu y Rodrigo. Rodrigo y Manu... abro los ojos e intento escuchar lo que me cuentan sus retratos.

Te veo silencio diptico Fotografia digital con telescopio Revelado quimico en papel CR mate

Manu. 2016 Rodrigo.2016 Revelado quimico sobre papel RC mate

El proyecto es de la casa de mi infancia, después de muchos años sin ir allí reconstruí de memoria los espacios a través de maquetas que después fotografié, y finalmente volví a la casa para despedirme y realicé las fotos en el espacio real. Lo que se ve en las imagenes es uno de los espacios en maqueta, y su correspondiente en la realidad.

ANA BOLADO (Pag. 32-33) S/T Revelado quimico sobre papel RC brillo NOÉ MORA (Pag. 34-35) Soledad. Valor. De la serie Tauromaquia.2013 Revelado quimico en papel seda DANIEL VEGA (Pag. 36-37) Tormenta en la calle: Madrid, septiembre de 2012 Cuatro torres: Madrid, noviembre de 2013. S/T Revelado quimico sobre papel RC RAQUEL FRAGUA (Pag. 38-39) Camino a Quintana del Puente 1 Camino a Quintana del Puente 7 De la serie “Entre Lugares” Transferencia en papel de acuarela

ELISA GONZALEZ MIRALLES (Pag. 42-43) Silencio y sonido revelado quimico sobre papel CR mate ELENA GIMENO DONES ( Pag. 44-45)

Espacio Emocional 1 Espacio Emocional 5 De la Serie Espacio emocional Revelado quimico sobre papel CR brillo DARA SCULLY ( Pag. 46-47) Sleeping Beasts - 2013 Chrysalis - 2014 Series Chrysalis



FOTOGRAFIAS: sus autores TRANSPORTE: Integral de Arte S.L. MONTAJE: Integral de Arte S.L. EDITADO POR: El Huerto del Tertuliano 2016

Agradecimientos A los Artistas participantes, a Juan Santos por redondear la expo con su contribuciรณn, Adrian Santana y Alfredo Navarro por sus textos, a Itziar Bidรกsolo y Asen Asenov por su imprescindible ayuda.


EL HUERTO

DEL TERTULIANO


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