Un rato para un relato

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ISBN 978-84-614-3840-2

María Carvajal

editorial • soluciones creativas www.rumorvisual.com

María Carvajal

Santiago Tobar

Pedro Jesús Moriche Víctor Manuel Jiménez

Purificación Claver

Francisco De Borja

Santiago Tobar

Charo Alonso

Alonso Torres

Rafael Marchena Purificación Claver

Poesía

Beatriz Lluch

Trece Alonso Torres, Ana Flor Redondo, Manuel Checa, Javier Búrdalo, Patxidifuso, María Carvajal, Santiago Tobar, Victoria Mera, Valentín Valle, Miguel Méndez, Rafael Marchena, Nuria Cepeda, Carlos Ortiz.

Cáceres-Manhattan. Trayecto poético.

Alonso Torres

Ángela Velasco

Ángela Velasco

Ana Flor Redondo Victoria Pelayo

José Carlos Macías

Jorge Galán María Santos

Santiago Tobar.

María Santos

A. Carlos Ferreira D.

Cuentos

El hombre que se llevó la lluvia. Santiago Tobar.

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Miguel Méndez

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Cisco Martínez

Marce Solís

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Primera Edición, noviembre de 2010. Edita: Rumorvisual. Coedita: Digital Extremadura. Ediciones y Publicaciones. Diseño y maquetación: www.rumorvisual.com Impresión: Gráficas Romero Depósito Legal: CC-001326-2010 I.S.B.N.: 978-84-614-3840-2 Puedes contactar con los autores en www.rumorvisual.com La obra se encuentra protegida por la Ley española de propiedad intelectual y/o cualesquiera otras normas que resulten de aplicación. Queda prohibido cualquier uso de la obra diferente a lo autorizado en las Leyes de propiedad intelectual.




Indice uno dos tres cuatro cinco seis siete ocho nueve diez once doce trece catorce quince dieciseis diecisiete dieciocho diecinueve veinte

Pedro Jesús Moriche pagina 11 María Carvajal pagina 25 Víctor Manuel Jiménez pagina 39 Charo Alonso pagina 53 Francisco De Borja pagina 67 Beatriz Lluch pagina 81 Santiago Tobar pagina 95 Purificación Claver pagina 109 Rafael Marchena pagina 123 Ana Flor Redondo pagina 137 Alonso Torres pagina 151 Ángela Velasco pagina 165 José Carlos Macías pagina 179 Victoria Pelayo pagina 193 Jorge Galán pagina 207 María Santos pagina 221 Miguel Méndez pagina 235 A. Carlos Ferreira D. pagina 249 Cisco Martínez pagina 263 Marce Solís pagina 277



Prologo Publicar cuentos hoy es una aventura arriesgada. En la lucha casi darwinista por los escaparates y las mesas de novedades, las antologías de relatos tienen perdida la batalla contra los gruesos best-sellers, que las arrinconan como matones en el patio de colegio. Pero los lectores que pasean por las librerías buscando las obras que no acaparan los estantes ni las listas de más vendidos encuentran a menudo recompensas inesperadas, como este cofre repleto de joyas. Exactamente doscientas joyas: tantas como narraciones forman Un rato para un relato. Es un honor para mí que mi buen amigo Santiago Tobar, autor y coordinador de esta antología, me haya encargado el prólogo. Por otra parte, sé que puede resultar paradójico que alguien que escribe novelas, algunas de ellas bastante voluminosas, presente una selección de relatos de menos de una página. Pero precisamente porque sé por propia experiencia lo difícil que es encontrar argumentos, admiro y agradezco la inmensa generosidad con que los veinte autores de Un rato para un relato nos regalan un sinfín de ideas que darían para muchas de novelas. En las páginas siguientes encontraremos doscientos cuentos que, en un espacio minúsculo, se las arreglan para contener todos los elementos de la narrativa: personajes con cuyas vivencias nos identificamos, giros sorprendentes, imágenes inolvidables, diálogos vivos, descripciones evocadoras. Sus autores, nacidos en una franja de más de cuarenta años, nos ofrecen visiones femeninas y masculinas, cotidianas y fantásticas, tiernas y crueles… y a veces todo a la vez. Entre estas visiones se hallan desde suspiros de una frase -Cuando me desperté, tú seguías sin estar ahí, un hermoso y melancólico homenaje a Monterroso- hasta relatos más extensos que llenan


casi una página. La mayoría de ellos dejan un espacio en blanco bajo las líneas de tinta, una pequeña pradera nevada donde nuestros ojos reposan unos instantes para paladear las sensaciones que nos proponen los autores, para reponernos de la sorpresa -como cuando descubrimos que los amantes que dialogan son una vela de cera y un candelabro-, para suspirar o enjugarnos una lágrima, para soltar una carcajada al ver un cuento popular convertido en informe policial, para meditar sobre las historias y los destinos de los cientos de personajes que desfilan ante nosotros. Se trata de un desfile de apenas unos segundos, pero estos personajes tienen tiempo suficiente para amar, odiarse, discutir, reconciliarse, hundirse en la depresión o brincar de euforia, llegarnos al corazón, hacernos sonreír o conseguir que un escalofrío nos recorra la espina dorsal. A veces, para vivir una vida entera en tan sólo diez líneas. Y no me extiendo más. Que este prólogo ya está siendo más largo que los ratos que nos esperan más allá de esta página. Prepárense una taza de café, un té o su bebida favorita, siéntense en el sillón más cómodo de su casa o en un banco bajo los árboles del parque y guárdense en el bolsillo el reloj para detener el tiempo y dedicar a estos relatos todos los ratos que su lectura merece. Javier Negrete.


Uno Pedro Jesus Moriche



Pedro Jesus Moriche Aceuchal, Badajoz 1984



Pedro Jesus Moriche

Atestado Extracto de atestado de la Guardia Civil española en la época de Franco. 10 de marzo de 1944. Las detenciones se han producido a media mañana. Los sujetos son 3: 1- Una abuela con claros desvíos sexuales, sobre todo hacia la zoofilia. Hemos encontrado en su cama un lobo muerto en camisón. 2- Un rústico labrador que cortaba madera ilegalmente y que además ha matado a una especie de lobo en peligro de extinción. Posiblemente sea un maki. 3- Una niña con claras tendencias comunistas, como manifiesta su vestimenta roja. En una cesta de mimbre alega que le traía fruta fresca a su abuela, pero por los restos que hemos podido encontrar puede hablarse de estraperlo de café y tabaco. Por las dos coletas rubias que adornan su cabeza podría tratarse también de una menor que ejerciera la prostitución por estos bosques. En caso de confirmarse la hipótesis habría que añadirle al labrador la condición de chulo o proxeneta. También podría darse el caso, según el cabo Ramírez, de que la abuela fuera la madame, pero es menos probable. Para colmo, los tres insisten en contarnos no sé qué historias fantásticas sobre lo acaecido, lo que denota que pueden haber ingerido ciertas sustancias alucinógenas que están totalmente prohibidas. Los hemos metido a los tres en el calabozo después de darle sendas palizas, para que otra vez aprendan a no venirle con cuentos a nuestra insigne Benemérita. Firmado: el Sargento Pérez.


Pedro Jesus Moriche

Flechazo a primera vista Nunca creyó en los flechazos a primera vista, pero de pronto, como algo inesperado, se encontró con su figura esbelta, con sus negros ojos, atentos y saltones, con su largo pelo que se dejaba verter hasta sus hombros, con su piel recién bañada de rocío y un olor aún a leve escarcha… hasta ese momento nunca había creído en los flechazos a primera vista, pero ahora estaba ante Gerónimo.


Dos Maria Carvajal



Maria Carvajal

MĂŠrida 1977



Maria Carvajal

Puesta a punto Todos estábamos nerviosos aquel día. Había tres personas con ella. Le dieron un baño de agua de rosas. Le pusieron el vestido de novia y los zapatos blancos de tacón. Adornaron su cuello con la gargantilla de perlas engarzadas que había heredado de su madre. Tras secar sus cabellos, los rizos dorados y perfectos caían bailando sobre sus hombros. Pintaron sus ojos de miel con tonos ocres y peinaron sus pestañas con rimel. Maquillaron sus mejillas con un poco de colorete y pusieron un toque de gloss rosado sobre sus labios carnosos. Estaba preciosa. Nunca había visto a una mujer tan bella el día de su entierro.


Maria Carvajal

Nos volvimos a mirar Te encontré de noche en un sueño imposible y nos rozamos en la irrealidad de aquel tiempo. Nos miramos, nos sentimos, nos deseamos, nos volvimos a mirar. No hubo palabras. Tus ojos me hablaron de deseo, tus dedos viajaron sobre mi piel. Enredaste en mi pelo con caricias nuevas y nuevos fueron entonces mis pensamientos. Un beso en tus dedos selló mis labios. Intenté dormir encadenada al tacto de tu piel pero tu presencia apuñalaba mis sentidos. Y allí quedó nuestro fuego. Días después aparecieron tus palabras, mis delirios, la locura. Y nos volvimos a mirar, esta vez a la luz del día. Y tus ojos retenían los míos en la distancia de lo prohibido. Desde entonces sólo espero que el tiempo se lleve esta ironía porque temo tu mirada, tus caricias, mis deseos, porque no quiero quererte lejos, porque tengo ganas de ti y no dejo de pensarte.


Tres Victor Manuel Jimenez



Victor Manuel Jimenez Cรกceres 1971



Victor Manuel Jimenez

Alexis el Aguila Alexis, el águila, se jubiló del trapecio el día que sus manos, agarrotadas por la artrosis, no pudieron con el peso de su cuerpo. Le costó resignarse y se llevó más de un susto cuando, en algún doble mortal, sus dedos no conseguían aferrarse con la firmeza de años atrás. Charles, el viejo jefe de pista y dueño del circo, percibió el problema de Alexis, pero nunca se atrevió a decirle nada. El carácter orgulloso y áspero del trapecista era un muro infranqueable para cualquiera que le llevara la contraria, aunque fuera con buena voluntad. La vida del circo era dura y Alexis tuvo que ejercer otros oficios para subsistir. Durante una temporada se encargó de la taquilla, pero discutía constantemente con los clientes. Una calurosa tarde de junio, dejó la venta de entradas para liarse a golpes con un tipo tan violento como él. Aquello terminó con Alexis en un coche patrulla, la función arruinada y la paciencia de Charles derramada por la arena. Nadie sabe lo que pasó por la cabeza de Alexis la noche que estuvo en el calabozo, pero a la mañana siguiente parecía otro. Habló con Charles y llegaron a un acuerdo. Tres semanas después, en la pista central, debutó con bastante éxito un nuevo payaso. Alexis saboreó con intensidad la vieja frase que todo artista de circo se sabe de memoria: “El espectáculo debe continuar”.


Victor Manuel Jimenez

La fortuna Alfredo tuvo la desgracia de ser afortunado. Cuando terminó la carrera, abrió un negocio con pocos recursos y mucha ilusión. La empresa creció como la espuma, al mismo tiempo que su corazón se rodeaba de una costra de piedra. En el camino del éxito soltó el lastre que a veces suponían los escrúpulos. Se convirtió en una máquina de acuñar riquezas. Pero la espiral se cerró con el paso de los años. Cuando hizo balance de su patrimonio no pudo reprimir el llanto. Había ganado tanto que necesitaba varias vidas para gastarlo, sin embargo, su vida, la única, se diluía sin remedio. Su hijo estaba ya al frente del negocio. Una tarde intentó hablar con él. - Hijo, soy viejo. Pronto me marcharé. No quiero que sigas mis pasos. La vida es mucho más corta de lo que pensamos y me he dado cuenta demasiado tarde. Quiero que disfrutes lo que yo no fui capaz. - De acuerdo, padre -respondió el muchacho con impaciencia mientras se ponía en pie-, ahora, si te parece bien, me marcho. Queda mucho por hacer. Alfredo vio a su hijo entrar de nuevo en el despacho de dirección y se hundió en un denso pozo de amargura. Supo entonces que por las venas del joven fluía el mismo veneno que había cegado sus ojos durante tanto tiempo.


Cuatro Charo Alonso



Charo Alonso

Salamanca 1967



Charo Alonso

Bocados de minificcion Cuando me desperté, tú seguías sin estar ahí.


Charo Alonso

Omnia mecum porto Todo lo que tengo lo llevo conmigo. Es un título de Herta Müller, contesto muy ufana… es una sentencia de Bías, uno de los siete Sabios de Grecia… ay amor, tú siempre tan leída: vuelos low cost, sólo un artículo de equipaje de cabina 55 x 40 x 20 cm, máximo 10 kilogramos. Ya sabes, cariño, todo lo que tengas, llévalo contigo en un único bulto de mano. So culta.


Cinco Francisco De Borja



Francisco De Borja Cรกceres 1954



Francisco De Borja

El agobio Papelinas de plata en la mesa camilla brillando en la noche mientras tu mente vuelve a estar apagaíta, como una candela mojada de tanto trajín. Y venga a navegar por ese mundo tan tuyo, volar por ese país absurdamente idealizado, donde la nada es la reina y la dejadez la princesa que presiden tus dudas: Nada de ser realista, menos aún de ser consecuente con lo vivido. Y peor que no te cojas a la mano que mece tu conciencia y que continuamente rechazas porque te puede más el deseo, que la libertad que te quiere abrazar y tú la escupes con actitud arrogante. Yo mejor volaría por otros aires, yo mejor navegaría en el velero de la realidad. Pero tú eres el veneno que me está matando y no quiero caer en la tentación de que por seguir queriéndote y que tú no me dejes, tenga que volar aunque no me guste la caída, que llegará porque no habrá dios que lo evite.


Francisco De Borja

Oido, marchando una de amorI

I

Anda, ponte el mandil, dispón la tabla, coge el cuchillo adecuado y empieza la faena culinaria. Primero, corta el amor en laminitas muy finas, el deseo en tacos pequeños y la pasión en tiras muy medidas. A continuación, calienta la sangre a fuego lento en la sartén de la dicha y añade lentamente una pizca de picardía y un puñado de frases suaves. Una vez observes que empieza a tomar color y huela como tú ya sabes, le agregas un vasito de ternura y un par de cucharadas de aliento húmedo. Utiliza con medida los labios y las manos para ir dándole forma al plato y tapa bien todo para que el contacto se vaya fraguando lentamente. Si lo crees oportuno, rectifica la postura para estar más a gusto, si cabe. Una vez pasado el tiempo prudencial, activa el fuego, ponlo a máxima potencia y colabora apasionadamente para que el final sea apoteósico. Acabado el suculento manjar, ponlo encima de un mantel a modo de sábana extendida para la ocasión y que esté rematado con besos bordados de pasión . No se te olvide alertar al comensal que no falten las caricias, los abrazos y los besos para que la presentación en la mesa del amor sea la más idónea, la más atractiva, la más sugerente, la más plácida. Si gustó, hazlo de nuevo sin olvidarte de saborearlo con tacto, mucho tacto y sobre todo procurando que no se queme la pasión ni el deseo ni el amor.


Seis Beatriz Lluch



Beatriz Lluch

Guadalajara 1941



Beatriz Lluch

El benefactor Allá en las montañas peladas y heladas donde Irán hace frontera con Afganistán, el pastor nómada de la tribu de los kichys, los sin nombre y sin censar, poseedores sólo de pobreza y dignidad, barría escrupulosamente el suelo de su tienda tapizado con una alfombra tejida por él mismo con la lana de sus cabras. Iba a recibir la visita del benefactor. No le conocía de nada, sólo recibía de vez en cuando alimentos y dinero. Pero hoy iba a visitarle, y sentía un ligero desasosiego ante la inminencia de su llegada. Efectivamente, el visitante quería algo de él: - Nimymayed, llevarás tus cabras hasta la mezquita. La machorra irá tapada con una manta. Cuando se quieran dar cuenta, no habrá solución. - Señor, esas cabras son el sustento de mi familia. Dejadme ir sólo a mí: yo lo arreglaré. - Eres bueno, Nimymayed. Yo también lo soy: tú das la vida por salvar a tu familia y a tus cabras. Yo doy tu vida y la de otros por salvar mis ideales. Y poniéndose lentamente las gafas, Bin Laden salió de la tienda que el pastor contemplaba en un gesto de muda despedida.


Beatriz Lluch

Diez y siete escalones Me han dado mucho que pensar esos diez y siete escalones. Los tengo situados frente a mi butaca, y cuando no los podía subir, se me ocurría que no eran escalones, sino impedimentos puestos para que yo no pudiera hacer lo que deseaba… Soñaba con ellos, buscando estrategias para vencerles. Al día siguiente veía su inaccesibilidad y me resignaba. Tenía cosas que hacer, disfrutaba leyendo, y las horas transcurrían apacibles. Pero al mirarles, me sentía vencida. ¿Se pueden imaginar lo difícil que resulta andar a saltos con 69 años? ¿Tienen idea de lo arriesgado que es introducirse en la bañera sin poder apoyar el dichoso pie? ¿Levantarse cuando se está sentado? Ahora lo sé. Y me alegro de poder ver con nuevos ojos actos tan sencillos y tan difíciles a la vez. Ya puedo subir la escalera. Ya puedo sentarme en el ordenador, escribir a mi hijo e incluso redactar estas reflexiones. Ya los escalones no me quitan el sueño por la noche. ¡¡Qué suerte!! Mi comprensión a todos los cojos del mundo…


Siete Santiago Tobar



Santiago Tobar

Alcorc贸n, Madrid 1973



Santiago Tobar

Dias de feria Y las mujeres se arremolinan en torno al rebujĂłn, al roce consentido (por inevitable), al tenso trapo de hilo atrapado entre dos manos que no corresponden al mismo cuerpo. Y es tal el espallafato que se prepara en dĂ­as de feria, que el manso gentĂ­o se comporta como bravo morlaco embistiendo con generosos monederos al quite de voceros y tenderos que, con sutil y elegante reclamo, comunican a la concurrencia que lo mĂĄs barato, es el trato.


Santiago Tobar

Reparto Pasqui, el gato, para mi hermano Toni. La consola y todos los videojuegos para mi primo Óscar. La colección de cromos de los Pokemon para Pedrín, que es lo más. La caja de los excrementos de Pasqui, el gato, para mi tía Gloria, que es lo peor. Y yo creo que ya está. ¡Ah!, y le dice usted a mis padres que no encontré ningún amigo que deseara quedarse con ellos. Todos parecían tener bastante con los suyos.


Ocho Purificacion Claver



Purificacion Claver Cรกceres 1948



Purificacion Claver

La colada He venido después de muchos años a la antigua calle donde me crié. Creí haberme perdido. Trataba de encontrar las viejas casas de desgastados muros, sus vetustas y desvencijadas puertas habían desaparecido. Busqué el aroma de jabón verde y natural que me transportaba a un mundo mágico de sábanas puestas al sol. Ya no había ropa tendida primorosamente, ni mujeres que hacían un arte de la colada lavada con agua, jabón y manos amorosas. A menudo, en el claroscuro de la tarde, admiraba la ropa tendida y me parecía ver en ella las olas del mar que nunca había visto. Mi madre me sacaba del ensueño. Salíamos a por la ropa y su aroma limpio y el viento llenaban nuestros sentidos olfativos de gozo. Mi madre doblaba cada prenda con exquisitez y se veía el gusto de lo bien hecho en el gesto de su cara.


Purificacion Claver

El guarda Don Tomás hizo una fiesta para inaugurar la casa, cuando todo el mundo se fue me llamó con dos copas de más y me reveló un secreto. Fuimos al silo de trigo que hay detrás del caserón viejo y me mostró una maleta de cuero, señalándola me dijo: ¡Mírala me salvó la vida y cambió mi suerte! Mi mala fortuna me llevó un mal día al Ejio con malas intenciones, comenzó un buen aguacero y todo quedó encharcado, hice ademán de ponerme la soga al cuello para ahorcarme y apareció “ella”, desenterrada por la bendita lluvia. Me quité la soga y la tiré allí mismo. Abrí la maleta que contenía una fortuna y así cambió mi vida. Compré la finca y todas sus pertenencias a la viuda. ¿Qué te parece? No contesté nada aunque me quedé cavilando,... esa maleta se la conocí a Bernardo, el difunto marido de la viuda.


Nueve Rafael Marchena



Rafael Marchena Cรกceres 1980



Rafael Marchena

Diagnostico... pecado Terminé de trabajar y me dirigí a un bar, iba siendo hora de un pico y tenía buen material en el bolsillo. Fue todo muy rápido. Como una máquina preparé la dosis perfecta. Cuando entró por mis venas, el corazón se me subió a la cabeza impidiéndome razonar. Mi cuerpo no respondía, las baldosas del suelo mordían mis pies como si fueran mantequilla y los azulejos del baño me arrancaron los huesos. Sabía que de este viaje no volvería. Morí solo, sin despedirme de mi mujer y mis hijos.


Rafael Marchena

Memorias de unas bragas Fin de servicio. Sentí unas manos poco delicadas que no eran las tuyas y no dije nada. Verme entre dos cojines ante el precipicio del sofá, a una altura considerable del suelo, mientras un perro me olisquea y acaricia con su lengua haciéndome cosquillas, como si se hubiera esforzado mucho el dueño en que realizara bien esa labor, no estuvo mal. Pero lo que no comprendo es por qué montásteis ese revuelo cuando escuchamos el coche de tus padres. Fui la última prenda que recogiste y ya estabas vestida. Me doblaste como nunca lo habías hecho y me confinaste a un sitio que no era el mío (el bolsillo del pantalón) y me alegré: Esta vez volvería a casa.


Diez Ana Flor Redondo



Ana Flor Redondo Salamanca 1968



Ana Flor Redondo

El cofre Existe un trasmundo, un trasfondo, un trasocéano, una trascendencia en definitiva por la cual podemos ser otros para nosotros mismos. Existe un río de la vida, el río de Heráclito, el río de los pescadores, de los bañistas, el río de los peces y las piedras, el río solitario que se lleva a las personas algunas veces. Existe un río en cada uno de nosotros, un manantial, una fuente que inspira los versos y melodías. Existe un mundo en tu conciencia y fuera de ella, en la caverna y fuera de ella, en el amor y fuera de él, en los cilindros y en las letras, en los libros y en las fregonas, los suelos limpios, higiénicos. Existe una higiene no higiénica y una basura muy limpia. El polvo también existe, el polvo de estrellas, la cola del dragón, las pagodas chinas, las influencias negativas, el baile flamenco, las oportunidades, no las del Corte inglés, las que la vida te ofrece.


Ana Flor Redondo

Objetos inertes Estaba en la cocina, miré hacia la cazuela llena de verduras que cocían, haciendo un ruido que me hubiera gustado registrar en mi magnetofón. Miré el recipiente lleno de manzanilla, la manzanilla que al cocer desprende ese olor tan peculiar a hierba, a campo, que a pesar de ser amargo, se hace irresistible. Miré los quietos tenedores sobre la encimera, el bote de tomate, la quesera inerte, el inexpresivo trapo, la cafetera inmutable, las tijeras que abiertas reposaban en la mesa sin dar señal alguna de vida; todo estaba inmóvil: la realidad es que todo ERA inmóvil. Sólo la verdura que seguía cociendo parecía desprender al mismo tiempo que humo, algunos hilitos de vida. A pesar de ello no podía eludir la soledad entre los fríos utensilios que únicamente me escuchaban. Me rodea un mundo muerto, pienso, un lugar lleno de objetos inanimados en el que sólo yo tengo vida y camino y miro y pienso y hablo… Muevo los inertes objetos a mi antojo pero sólo consigo cambiarlos de posición, combino unos con otros pero el resultado que logro es también inmutable.


Once Alonso Torres



Alonso Torres

Barcelona 1969



Alonso Torres

Una leyenda El “gordo Torres” estaba como una verdadera cabra, o como una chota, por eso se le llamaba el “loco gordo Torres”. Contaban barbaridades de él. La última, que lo vinculaba al barrio, era la historia sobre el galpón de la Gallega y cómo lo derrumbó en una noche de farra, a puntapiés, borracho como una cuba; y cómo, esa misma madrugada, lo levantó madero a madero y chapa a chapa, cantando melodías de Mazzi y Discépolo. Y cuando los hermanos Rellana, armados con machetes fueron a por él a la mañana siguiente a darle un escarmiento de los suyos, él, tranquilo y con una recortada entre sus grandes manos, les dijo “está todo arreglado, lo de anoche fue una apuesta. En el mostrador hay dinero para reponer el material y por la falta de clientela. Adiós”. Desde entonces cuentan nada más que milongas sobre asaltos a trenes del gobierno.


Alonso Torres

In the dark Tan. Eso ha sido un disparo, ¿eh? No, en medio de este silencio hubiera sonado de distinta forma. ¿Y cómo hubiera sonado, eh? Más fuerte, más alto. ¿Ah, síiiii, cómo de alto y fuerte, eh? No jodas con tus tonterías. No jodo, pero ahora podría estar con las chicas, jodiendo, ¿eh? Sólo tienes que irte por donde has venido, no he pedido tu compañía. Ni yo la tuya, ¿eh? Me han condenado a esperar contigo en esta manigua de mierda a alguien que no vendrá ¿eh? Era tu misión. No, te acompaño yo a ti, ésta era tu misión. ¡¿Pero qué diablos dices, eh!? ¡¿Qué dices, eh?! ¿¡De qué carajo vas tú, eh?! Yo no voy de nada, simplemente te digo lo que hay. No tenses más la cuerda. ¡¿Qué cuerda, eh!? ¿¡La que te van a poner al cuello por hijoputa, eh?! ¡Paw! Esto sí ha sido un disparo.


Doce Angela Velasco



Angela Velasco

Cรกceres 1964



Angela Velasco

Reflexion Hoy voy de cena. Es mi cumple. Restaurante caro, abundante vino, buena charla para la sobremesa. Me encanta. Llevo una hora y veinte minutos en el cuarto de baño: exfoliante corporal, mascarilla capilar, limpieza de cara… Pierdo unos minutos en contemplarme desnuda frente al espejo del vestidor. Lo hago de vez en cuando, creo que para torturarme. Juro que no me reconozco. Desde que hice los cuarenta, yo no soy yo. Este cuerpo no me pertenece. La celulitis se ha adueñado de él; las tetas desparramadas, las varices, la flacidez. Dios mío, en qué poco tiempo se han ido las carnes prietas y la redondez de los pechos. A todo esto entra él y me pilla en “pelota picá” delante del espejo. Pega su cuerpo detrás del mío abarcando mis pechos con sus manos. Los masajea. Su boca besuquea mi cuello. - Mmmm. Qué buena estás.


Angela Velasco

Duende En el mundo donde ocurren cosas buenas se ha instalado un duendecillo. Me concede un deseo. Le pediré que tus ojos se encuentren con los míos cada mañana, que tu deseo y el mío sean uno. Pero no sé si un amor regalado sabría llenar mi corazón. No, no quiero esa clase de amor. Mejor me concedes otro deseo: borra de mí la tristeza de no tenerla.


Trece Jose Carlos Macias



Jose Carlos Macias

foto: Mar Gallego

Cรกceres 1973



Jose Carlos Macias

Fea Micaela Martínez no salía a la calle ni para comprar. Una chica del vecindario se pasaba una vez cada tres días por la mansión de la familia para que la vieja dama le hiciese los encargos. Desde pequeña sintió un pánico cerval, inexplicable, incontrolable a la gente... las personas le parecían feas, extremadamente feas, y no podía soportarlo. Pensaba que ella misma era el ser más horrible sobre la tierra, por eso cuando se quedó sola se deshizo de todos los espejos del palacete. La chica del vecindario no era fea pero a la vieja dama le provocaba arcadas con sólo sentir que se acercaba. Un día la chica dejó de pasar por la plomiza mansión y Micaela Martínez se sintió liberada, limpia... feliz. Murió de felicidad sin poder mirarse en un espejo... nadie lo sabe.


Jose Carlos Macias

Frustracion Diosdado Antúnez podía silbar con el culo, es cierto. No se trataba de los clásicos pedos: pedos escandalosos, pedos discretos, pedos burbujeantes, pedos atronadores, pedos acuáticos, no, no, Diosdado Antúnez podía silbar con el culo... su familia siempre pensó que se trataba de un don del altísimo... pero él prefirió no explotar profesionalmente su habilidad y se hizo ingeniero agrónomo. Ahora está en paro y la pena no le deja silbar... ni siquiera con la boca.


Catorce Victoria Pelayo



Victoria Pelayo

Zamora 1960



Victoria Pelayo

Cosas corrientes En medio de la discusión, él detuvo sus manos en el aire delante de la cara de ella, pidiéndole que parara. Llevaban más de una hora metidos en el coche, sin poder salir por la lluvia que les había pillado por sorpresa. - ¿Qué pasa ahora? -preguntó al tiempo que de un manotazo apartaba las manos que tenía delante. - Sabes que no soporto que hagas eso. - No podemos seguir discutiendo. - ¿Y por qué no?, claro, no soportas las verdades, prefieres que todo se quede así, que nunca aclaremos las cosas, que no sepa si es verdad o no, no te importa mi sufrimiento, a ti que te va a importar, si sólo piensas en ti y en tu banco… - Me he quedado sin pila en el audífono. - ¡¿Qué?! - Y no llevo ninguna de repuesto.


Victoria Pelayo

Domingo Lo más espeluznante fueron el ruido y la oscuridad. El ruido al empezar a romperse todo, y la oscuridad, debido a que todas las ventanas de la parte derecha quedaron tapadas tras el vuelco. Después empezaron los gritos, yo también quería gritar para liberar el miedo, pero no salió ningún sonido de mi boca. Me había caído aunque no sabía dónde. La chica que iba a mi lado, ahora permanecía inmóvil en una extraña postura, con la cabeza hacia abajo y las piernas flexionadas sobre el cuerpo, como una muñeca rota. Los gritos habían dado paso a lamentos, y como una fúnebre música de fondo, el crujir de los cristales rotos. Al intentar mover las manos, brotó una cantidad de sangre que empapó mi blusa blanca, sorprendiéndome con su calor al caerme encima. Me dio miedo mirar. Enseguida se escucharon las sirenas.


Quince Jorge Galan



Jorge Galan

Cรกceres 1969



Jorge Galan

Suenos Lo bueno de ser un “single” es que puedo recordar mis sueños. A veces al despertarme y casi siempre en el autobús (cuatro años de mismo recorrido sin conocer a nadie para mí es un lujo). Esa ración de imágenes alocadas, con el sentido justo para perderlo, esperanzan mis noches y desperezan las mañanas. Desconozco qué culpa o responsabilidad tendré en el guión de estos sueños, pero si hubiese premios ya tendría más de un Oscar al mejor actor secundario. Ahora estoy planteándome una segunda parte, y aunque estoy en ello, últimamente no para de repetirse el mismo final demasiado a menudo: “…ella vuelve para despertarme, en el jodido momento, de la mejor parte de un sueño que no recuerdo nunca”.


Jorge Galan

Mas vale mas tarde y nunca 05:00 Siempre me despierto a esta puta hora. No sé por qué pongo el despertador a las 07:00. 05:10 Siempre suelo ducharme escuchando “The eyes of de tiger”, pero sólo si tengo ánimo que levantar. 05:30 Siempre me desayuno mi tazón de cereales con leche desnatada y sigo engordando. 05:30 Siempre veo las noticias de la “Uno” pero cambio obsesivamente los canales para confirmar que todos son también una mierda a esa hora. 06:00 Siempre conecto el ordenador y compruebo que mi correo sigue igual que cuando me acosté. 06:10 Siempre plancho mi traje a diario con la certeza de que se arrugará de nuevo en el jodido coche. 06:30 Siempre ordeno la casa antes de salir, antes me llamaban la atención por no hacerlo. 06:55 Siempre tengo que buscar el único ejemplar en peligro de extinción de la llave de mi casa. 07:00 Siempre suena el puñetero despertador a las 07:00...


Dieciseis Maria Santos



Maria Santos

Cรกceres 1974



Maria Santos

Entierro La estrechez se ha visto acompañada por una multitud. La luz del día nos ha dado para respirar un trozo de cielo para cada uno, una cámara vacía con espejos con nuestros rostros reflejados en las lágrimas de los caídos. Sonidos que rebotan en una caja abierta por ambos flancos, punzadas tan finas que desgarran, el aliento contenido, el viso vuelto, la nariz tapada, nuestro último suspiro. El deslizamiento suena y rebota en nuestro agujero; pero es otra la oquedad que se llena con órganos arrancados de los cuerpos de muchos.


Maria Santos

Landless Tierra infinita, termina cuando nosotros ya no podemos abarcarla, así la línea imaginaria sólo puede ser construida en nuestra mente difusa, maleable y fácilmente gobernable. Los límites se desdibujan, decrecen y se amoldan a nuevas realidades que sólo existen en nuestro realismo particular. La dureza y el amargor se vuelven confusos, los transformamos en un polvo cuya suavidad nos seca por dentro. Acartonados, la flexibilidad se vuelve mecánica y de puro deshidratado nos quedamos congelados. Al alzar las manos, nos golpeamos los nudillos y…, sangran, el dolor físico enmudece el del alma, pero nos encontramos huérfanos y ya que sentimos la necesidad de gritar y aunque los sonidos estén vacíos de notas, preferimos el ancho cielo a la cárcel de nuestro cuerpo.


Diecisiete Miguel Mendez



Miguel Mendez

MĂŠrida 1979



Miguel Mendez

El circo La serpiente me quedó más gorda de lo previsto. ¿Le serviría de serpiente o simplemente de bufanda? He de confesar que tejer no es lo mío. La dejé encima de la mesa del salón, para que la viera con facilidad. Llegó a casa por la tarde, con la rapidez y la alegría de siempre. En cuanto vio la bufanda representó delante de mí el espectáculo circense “La bailarina con Boa Constrictor”. Tiene una gracia especial en todo lo que hace y deja tras de sí frescura y desorden. Esa noche me quedé en casa y ensayé “El payaso enamorado de la bailarina”.


Miguel Mendez

Mi programa favorito Si yo no critico a nadie… Puede haber alguien que sea algo amanerado, no vamos a ser todos iguales ¿no? Pero como te digo una cosa, te digo la otra. Tanto amaneramiento… ¿No se cansan? ¿No descansan ni un momento? ¿De verdad hay tantos maricones? Perdona que te lo diga: no es natural. Es una enfermedad, que lo he visto en la tele. Dónde vamos a ir a parar. Estamos locos con tanto guei, tanta tortillera y tanto puteo. ¿De dónde viene tanto…? Yo tengo las diez y cuarto y voy detrás de ese señor. AQUÍ FINALIZA NUESTRO PROGRAMA “REALIDADES DEL SIGLO XXI”. EL PRÓXIMO DÍA NO SE PIERDAN EL DOCUMENTAL “EL SER HUMANO O CÓMO AUTODESTRUÍRSE”. FELIZ NOCHE.


Dieciocho A. Carlos Ferreira D.



A. Carlos Ferreira D. Valencia (Venezuela) 1964



A. Carlos Ferreira D.

Relato de otono Sólo sé que me dormí, y todavía estoy esperando.


A. Carlos Ferreira D.

Relato de otono II No te prometo nada; ahora quitarĂŠ mi mano de tu cuello, y ya veremos.


Diecinueve Cisco Martinez



Cisco Martinez

Badajoz 1971



Cisco Martinez

Sombra chinesca dos ruedas Te dejé conducir la vespa cuando llevábamos un mes follando sin apenas amarnos. En ese preciso momento, sobre las dos ruedas, dando tumbos, supe que estaba volando e intuí que a ti te pasaba lo mismo. Llamó mi hermano al día siguiente y su voz metálica saliendo del altavoz del móvil hizo temblar nuestras postillas. Me obligué a estirarme entre tu cuerpo en ese y la cascada de sábanas. Nuestro jugo seco en la ingle y la tripa me había dejado arrugas cementadas en látex. Mi hermano recuperó su moto y tú te fuiste con una beca Marcópolus a China. Fui muchas veces hasta allí para comprobar cómo robabas sonidos hasta que llenaste los baúles. Entonces montamos en el Transiberiano y llevamos tres años sin apearnos.


Cisco Martinez

El diablo periferico. flor de altura Metí la cabeza en el casco/máscara, me arrodillé y levanté las baquetas para recibir una lluvia de nabos que me tiraba la multitud enloquecida. No les hice demasiado caso. Me puse en pie y comencé a tocar mi tambor. Di un paseo por el pueblo y acabé junto a una fuente donde decidí quitarme la armadura. Llegaron los mayordomos, algunos vecinos e innumerables turistas. Me abrazaron y fotografiaron. Cuando llegué a casa comencé a sentirme mal, pero no hice mucho caso y dejé que mi madre usara sus remedios y me arropase antes de dormirme con un último pensamiento: el infierno es una cosa muy real y muy cercana.


Veinte Marce Solis



Marce Solis

Cรกceres 1964



Marce Solis

Fisica Mis padres se conocieron a través de una página de contactos, pero no hubo química.


Marce Solis

Este invierno no pasaremos hambre El último golpe fue el certero. Se lo clavó en el lugar exacto para terminar con su vida. Luego extrajo el cuchillo, lo lavó con agua del grifo, lo secó y lo metió en la bolsa. Se quitó los guantes y los guardó en una bolsa de plástico. Se dirigió a la puerta caminando con cuidado para no pisar la sangre y al pasar al lado del cadáver, miro de reojo y dijo: “este invierno no pasaréis hambre”. Luego hicieron las morcillas, los chorizos y los jamones.


Indice



Pedro Jesus Moriche Atestado Flechazo a primera vista Mi abuelo Infiel Trasplante

pagina 15 pagina 16 pagina 17 pagina 18 pagina 19

Buenos fueros No obliga Adivino Navidad Guía telefónica

pagina 20

Desconectado Desencuentro Cosas Amores que matan Amantes

pagina 34

pagina 21 pagina 22 pagina 23 pagina 24

Maria Carvajal Puesta a punto Nos volvimos a mirar Fotos Errores Deseos imposibles

pagina 29 pagina 30 pagina 31 pagina 32 pagina 33

pagina 35 pagina 36 pagina 37 pagina 38

Victor Manuel Jimenez Alexis el Águila La fortuna Perdone, lo siento Confidencias El refugio

pagina 43 pagina 44 pagina 45 pagina 46 pagina 47

El banco bajo el sauce Nebula Sublevación Reunión de antiguos alumnos La muchacha del puerto

pagina 48

Prima ballerina absoluta Cajitas intercambiables Puzzles Extravíos Lazos de sangre

pagina 62

pagina 49 pagina 50 pagina 51 pagina 52

Charo Alonso Bocados de minificción Omnia mecum porto Cóncavo y convexo Preguntas retóricas Descubriendo América

pagina 57 pagina 58 pagina 59 pagina 60 pagina 61

pagina 63 pagina 64 pagina 65 pagina 66


Francisco De Borja pagina 71 El agobio ¡Oído, marchando una de amor! pagina 72 pagina 73 El besal pagina 74 Érase una vez un hotel... pagina 75 Los bostezos

Hambre inevitable Huelgan las palabras Repentización 150 Concretando ¡Dios!

pagina 76

Hastío Hay mucho por hacer No estamos preparados Secuelas Otra dimensión

pagina 90

pagina 77 pagina 78 pagina 79 pagina 80

Beatriz Lluch El benefactor Diez y siete escalones Fábula Estrellas Memorandum

pagina 85 pagina 86 pagina 87 pagina 88 pagina 89

pagina 91 pagina 92 pagina 93 pagina 94

Santiago Tobar Días de feria Reparto En la inopia Lo más triste Álbumes

pagina 99 pagina 100 pagina 101 pagina 102 pagina 103

¿Quién? Espacios reducidos Como un semáforo Una de bancos Sentido común

pagina 104

Inocencia Los perros de la obra Luces de neón Lluvia Suceso diario

pagina 118

pagina 105 pagina 106 pagina 107 pagina 108

Purificacion Claver La colada El guarda El paraguas El vagabundo Geriátrico

pagina 113 pagina 114 pagina 115 pagina 116 pagina 117

pagina 119 pagina 120 pagina 121 pagina 122


Rafael Marchena Diagnóstico... pecado Memorias de unas bragas No va a ser todo ser humano Una de camareros You Black

pagina 127 pagina 128 pagina 129 pagina 130 pagina 131

Bob Stewart Güiz de Batman in de nai Güiz de Batman in de nai II Güiz de Batman in de nai III Pequeños aciertos y...

pagina 132

En boca cerrada... Abecelandia No llores El pirómano Scila y Caribdis

pagina 146

Torpeza de amor La traslación de la materia A las doce Despedidas Puta guerra

pagina 160

Fantasía Cuento calé Oliva Dobles vidas La tigrilla

pagina 174

pagina 133 pagina 134 pagina 135 pagina 136

Ana Flor Redondo El cofre Objetos inertes Metamorfosis Decepción Puntadas

pagina 141 pagina 142 pagina 143 pagina 144 pagina 145

pagina 147 pagina 148 pagina 149 pagina 150

Alonso Torres Una leyenda In the dark Otra vida Conocí tu época dorada La toquilla

pagina 155 pagina 156 pagina 157 pagina 158 pagina 159

pagina 161 pagina 162 pagina 163 pagina 164

Angela Velasco Reflexión Duende Miedo Experimento La mecánica del calor

pagina 169 pagina 170 pagina 171 pagina 172 pagina 173

pagina 175 pagina 176 pagina 177 pagina 178


Jose Carlos Macias Fea Frustación Odio Envídia De vuelta de todo

pagina 183 pagina 184 pagina 185 pagina 186 pagina 187

Círculos viciosos Oliver Greguerías Parecidos que parecen... Culpa de tamarindo...

pagina 188

El hoyo El trono Guardar un secreto La tienda de novias Tráfico

pagina 202

Primeras cavilaciones Segundas cavilaciones Orden “Deja vi” El mejor final

pagina 216

Heaviness Queer Ground floor Emptiness Resurgimiento

pagina 230

pagina 189 pagina 190 pagina 191 pagina 192

Victoria Pelayo Cosas corrientes Domingo El bulto El cielo vertical El conjuntito

pagina 197 pagina 198 pagina 199 pagina 200 pagina 201

pagina 203 pagina 204 pagina 205 pagina 206

Jorge Galan Sueños Más vale más tarde y nunca El “post it” Un mal polvo Juegos

pagina 211 pagina 212 pagina 213 pagina 214 pagina 215

pagina 217 pagina 218 pagina 219 pagina 220

Maria Santos Entierro Landless Glasgow In the wrong band, babe! The fish tank

pagina 225 pagina 226 pagina 227 pagina 228 pagina 229

pagina 231 pagina 232 pagina 233 pagina 234


Miguel Mendez El circo Mi programa favorito El arresto Signos de puntuación El sms más bonito del mundo

pagina 239 pagina 240 pagina 241 pagina 242 pagina 243

Momento Miguelín Bernabé y la rutina El armario La maldita búsqueda

pagina 244 pagina 245 pagina 246 pagina 247 pagina 248

A. Carlos Ferreira D. Relato de otoño Relato de otoño II Relato de otoño III Relato de otoño IV Relato V

pagina 253 pagina 254 pagina 255 pagina 256 pagina 257

Oración Fábula Parábola primaveral Maldito arcoíris Un cuanto de dinosaurios

pagina 258

Disco duro externo Yo, para ser feliz Cáncer de casa junto al lago ¿Quién inventaría el Pan...? La voz a ti bebida

pagina 272

Sangre y orina ¿Dónde están los huevos? Diferencias entre lluvia... La segurata y el pelirrojo Historia de un virus bueno

pagina 286

pagina 259 pagina 260 pagina 261 pagina 262

Cisco Martinez Sombra chinesca dos ruedas El diablo periférico: flor de... Chispazos Tristán, embudo en punta... Texto pirámide

pagina 267 pagina 268 pagina 269 pagina 270 pagina 271

pagina 273 pagina 274 pagina 275 pagina 276

Marce Solis Física Este invierno no... Freud y Hamlet Familias Fugaces Una foto ¿repulsiva?

pagina 281 pagina 282 pagina 283 pagina 284 pagina 285

pagina 287 pagina 288 pagina 289 pagina 290



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ISBN 978-84-614-3840-2

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Santiago Tobar

Pedro Jesús Moriche Víctor Manuel Jiménez

Purificación Claver

Francisco De Borja

Santiago Tobar

Charo Alonso

Alonso Torres

Rafael Marchena Purificación Claver

Poesía

Beatriz Lluch

Trece Alonso Torres, Ana Flor Redondo, Manuel Checa, Javier Búrdalo, Patxidifuso, María Carvajal, Santiago Tobar, Victoria Mera, Valentín Valle, Miguel Méndez, Rafael Marchena, Nuria Cepeda, Carlos Ortiz.

Cáceres-Manhattan. Trayecto poético.

Alonso Torres

Ángela Velasco

Ángela Velasco

Ana Flor Redondo Victoria Pelayo

José Carlos Macías

Jorge Galán María Santos

Santiago Tobar.

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Cuentos

El hombre que se llevó la lluvia. Santiago Tobar.

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