Para los amantes de las letras. Por: Mtra. Juana Mateos García-Uceda
La Universidad Modelo siempre ha reconocido la importancia de las Humanidades en la educación, de ahí la presencia de su licenciatura Lengua y Literatura Modernas desde el año 2008. Esta responde a las necesidades de la sociedad de especialistas en lengua y literatura española en relación directa con las literaturas maya, inglesa y francesa. Esta especialización permite el desarrollo del pensamiento científico y crítico del alumno. Tiene una duración de ocho semestres, con horario matutino y sin límites de edad para su ingreso. Podemos definir esta licenciatura como principalmente vocacional, los alumnos muestran en su perfil de ingreso una alta sensibilidad por las manifestaciones culturales y un gusto por la expresión a través de la lengua, estamos hablando de esos estudiantes a los que siempre les ha gustado leer y reconocen su realidad a través de esas lecturas. El principal obstáculo que se encuentran los interesados en estudiar esta licenciatura es el poco apoyo familiar que muchos de ellos siente por los temores a la falta de opciones laborales en su futuro. Sin embargo
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la licenciatura de la que hablamos cuenta no sólo con las tradicionales materias de teoría y crítica literaria, también se apuesta en su plan de estudios por asignaturas prácticas que permitirán al alumno insertarse en el mundo laboral como más facilidad. La presencia de asignaturas taller o de marcado carácter práctico como: taller de periodismo, promoción cultural, pedagogía, crítica cultural, introducción a la traducción por poner algunos ejemplos permiten que el egresado tenga un perfil muy actualizado y adaptado a la realidad social de hoy. Son egresados capaces de llevar a cabo la creación, edición o dirección de publicaciones; de elaborar y corregir escritos, discursos y análisis de textos; actividades periodísticas y de promoción cultural. Todo ello les permite ingresar tanto a empresas privadas como a instituciones públicas o ser capaces de generar auto-empleo, ofreciendo a la sociedad una formación crítica, sensible y respetuosa. Mtra. Juana Mateos García-Uceda Coordinadora de la Licenciatura en Lengua y Literatura Modernas de la Universidad Modelo. Colaboradora titular de EG. juanamat00@hotmail.com
¿Somos lo que leemos? Por: Benito Taibo Escritor
Cuando leo por placer, leo en papel y cuando leo por trabajo, leo en la computadora. Yo leo en silencio, pero es un defecto, porque cuando corriges un texto la mejor manera de corregirlo es leyendo en voz alta, porque el oído miente menos que la vista. Hay un fenómeno llamado otredad, que permite mirarte a ti mismo a través de la mirada de los otros. Entrar a un libro es entrar en este fenómeno, lograr sumergirte, convertirte en lo que quieras ser. Por lo tanto y sin embargo, a pesar de ser el oficio más solitario del mundo el de lector, tiene enormes posibilidades y variantes. Nunca una lectura es igual. Un libro es distinto según los ojos de quien lo lee, del momento o del amor o de lo que esté sintiendo. Hay mucha desconfianza hacia los medios tradicionales de promoción a la lectura porque están identificados como operaciones comerciales o con la escuela. El “tienes que leer” o “tienes que estudiar”. Contra estas maneras de imponer lo que se tiene que leer por la vía de la presión comercial, el marketing, la academia y la obligación; la reacción del lector es defensiva y dice “leo lo que quiero y leo apoyándome en el sabio juicio de los que leen como yo”. Estamos en la república democrática de los lectores, donde todos somos iguales. Ésta es la democrática república de los lectores, la FILEY.
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“Ningún verso es libre para el hombre que quiere hacer un buen trabajo” T. S. Eliot
Algunas reflexiones en torno a la poesía como oficio y como pasatiempo.
Por: José Alonzo Sahui Maldonado
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Una de las primeras particularidades que se notan en el proceso de conceptualizar el oficio poético, es la dificultad de ordenar en una escala jerárquica las cualidades necesarias que definen al que es poeta del que no lo es. Sin embargo, si nuestro propósito es señalar alguna característica que deba poseerse con el objeto de establecer una especie de metodología en un campo que tradicionalmente ha quedado fuera del razonamiento lógico y científico, yo escogería la curiosidad. Obviamente, la curiosidad por si misma no convierte a nadie en poeta. Pero sin la curiosidad, es decir, sin ese continuo tránsito de la recepción de los estímulos a su registro mediante la escritura, no se lograría nada. Lo anterior, quizás pueda relacionarse con lo que atinadamente señalaba José Ortega y Gasset relativo a que la poesía no es otra cosa que
“niñez fermentada”, es decir, una continua curiosidad sobre todos los aspectos de la vida. En la actualidad, hacer poesía se constituye en un tremendo desafío a la sociedad moderna. La poesía nos plantea la cuestión de qué es lo realmente importante, de qué es lo que realmente hay que hacer y de qué es lo realmente superfluo; todo esto en el ámbito íntimo de un universo infinito de palabras. Y es que la poesía sufre hoy en día por la utilización y existencia de palabras empaquetadas por un ropaje de modernidad y de conceptos encasillados por una libertad trastocada en libertinaje, que solo sirven para ocultar el pensamiento y para impedir el surgimiento de respuestas vitales y directas que se nos plantean en las regiones –no tan transparentes– del alma. Otro desafío del oficio poético es la lucha por conservar el valor de la individualidad del ser humano, ante esta terrible y devoradora espiral hacia la homogeneidad. La lucha es por la salvación del alma. El enemigo es la uniformidad y el anonimato, la supresión de nuestra propia historia. Para profundizar en esto, me he permitido establecer una clasificación muy personal del oficio poético, y que considero puede ser útil para los fines del presente escrito: 1) El poeta dominado por la emoción. 2) El poeta que lucha por ascender. 3) El poeta que tiene el don de la inspiración divina. En el primer tipo de la clasificación, se encuentran los poetas que necesitan sacarse algo de adentro. No saben bien qué es hasta que lo sacan. En el segundo tipo, se hallan los poetas que parten de una intención previa; que estudian modelos y piensan: ¿Puedo decir algo utilizando esta forma? En pocas palabras, son los poetas que experimentan, aquéllos en donde la forma antecede al contenido. Del tercer tipo, no hay mucho que decir, son los llamados monstruos literarios, accidentes de la naturaleza –o regalos de Dios– del cual simplemente parecen estar tomando un dictado.
Ahora bien, independientemente de esta clasificación, no creo que la buena poesía sólo pueda producirse en una especie de intento por realizar una obra grandiosa de arquitectura poética. El binomio forma/contenido debe darse de manera equilibrada. Algo así como encontrar una forma en la que “sinceramente” se pueda decir algo, sin preocuparse “realmente” por el contenido de lo que se está diciendo. También es importante señalar que, a mi juicio, la poesía primeramente se escribe para uno mismo; aunque claro, hay que añadir que la satisfacción de que el poema agrade a otras personas alivia muchas veces el hecho bastante frecuente de que el poema no signifique nada –muchas veces, ni siquiera para el que lo escribe–. Otro aspecto que considero importante señalar, es que para la realización del oficio poético, al menos en mi opinión, es muy útil el ejercicio de otras actividades profesionales. Sé que esta idea podrá sonar extraña a muchas personas, máxime en esta época de especialización, en donde se pretende que el tipo de trabajo que uno desempeñe se convierta en el único interés al que uno puede aspirar. Mi argumento para mencionar lo anterior, estriba en el hecho de que al no contar con demasiado tiempo para escribir poesía, forzosamente se necesita hacerlo con mayor concisión y concentración. A veces, y esto lo sabemos de sobra los escritores de temas científicos, escribir mucho puede ser peligroso. En cierto modo, creo que la poesía
nos ayuda a ser mejores seres humanos, aunque a veces el expresar por escrito los sentimientos nos coloca en un estado de confusión.
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Esto se debe a que la poesía nos permite adquirir una conciencia más profunda y articulada, aún con todos los riesgos que esto implica. De hecho, considero que los mejores poemas que he leído son aquellos que han surgido de los breves momentos íntimos en que imagino que los grandes poetas dialogan con su demonio interior. Este diálogo, que generalmente termina dejando a quien lo practica en un estado de confusión y de insignificancia ante el reconocimiento de su realidad humana, corrobora aquella tesis de Edgar Allan Poe con respecto a que
“la melancolía es el mejor estado para escribir poesía”. Y aunque como acertadamente señaló T. S. Eliot “ningún poeta honrado puede sentirse completamente seguro del valor permanente de lo que ha escrito. Es posible que haya desperdiciado su tiempo y se haya complicado la vida para nada”, puedo concluir al respecto que, al menos en lo que a mí concierne, no he podido hallar un pasatiempo más placentero y más adecuado para vivir que éste.
Dr. José Alonzo Sahui Maldonado. Profesor Investigador de tiempo completo de la Universidad Autónoma de Campeche, Doctor en Ciencias Administrativas por la Universidad Anáhuac-Mayab. Colaborador titular de EG. josesahui@yahoo.com.mx
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“Menú literario” Por: Martha Elena Balam Marín
Cuando vamos a un restaurante generalmente ya tenemos idea de lo que queremos comer, sin embargo si no estamos muy seguros o es la primera vez que acudimos al lugar, basta con que revisemos escrupulosamente el menú para elegir la mejor opción, aquella que reúna los mejores ingredientes, los colores, las porciones, los olores y sabores que más enamoren a nuestro antojo, para poder tomar nuestra elección final. Si aprendemos a identificar y combinar nuestros gustos, con lo que queremos, lo que necesitamos, lo que se nos ofrece y lo que podemos elegir, podremos llegar a sentirnos realmente satisfechos con nuestra elección. Pues bien, con los libros como con la comida, debemos aprender a identificar qué es lo que estamos buscando, lo que realmente se nos antoja y lo que necesitamos para poder disfrutar de la lectura y querer siempre más.
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Quizás quienes aún no disfrutan del placer adictivo de la lectura, es porque no han tomado buenas elecciones y no han probado de la barra de sabores que los libros nos ofrecen. A fin de contribuir con el fomento a la lectura me he propuesto ir creando y compartirles un “Menú literario” integrado con mi opinión acerca de algunos libros que la vida ha puesto en mi camino y otros más que he adquirido por recomendación. Cabe aclarar que en esta ocasión no se trata de lectura científica, especializada o educativa, de la que utilizamos en nuestro trabajo o vida académica cotidiana, sino de lecturas que simplemente son para disfrutarse por el simple y hermoso gusto de leer. Con ellos inicio de una compendio de lecturas que les iré compartiendo, con la esperanza de que entre alguno de ellos les interese lo
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suficiente como para animarse a leerlos y encuentren el punto de partida que pueda convertirlos en un amante más de los libros y de la lectura. Y para aquellos que ya lo son, se aventuren a compartirnos sus opiniones y recomendaciones de lecturas. Los libros que he seleccionado (sin ningún orden de importancia específico) y de los cuales hago referencia son: “Y Colorín Colorado este cuento aún no ha acabado”, “La mecánica del corazón”, “La alargada Sombra del Amor”, “La ridícula idea de no volver a verte” y la polémica trilogía de “50 Sombras de Grey”. Antes de darles mis opiniones de lectura, si ya empezaste a “autosabotearte” con inconvenientes como el costo de los libros, toma en cuenta que no necesariamente
tienes que gastar toda tu quincena o buena parte de ella para disfrutar un buen libro, existen varias opciones a las cuales puedes recurrir si tu economía no te permite hacer todas las compras que quisieras. Acudir a bibliotecas públicas es una buena opción, con el inconveniente de que generalmente los libros que ahí puedas encontrar no sean los más novedosos, pero seguramente podrás encontrar los clásicos y muchos libros que no por no ser tan populares carecen de buenos contenidos, puedes encontrar incluso libros que por la época de su edición, ya no se encuentran vigentes en las librerías. También puedes aprovechar las ofertas y promociones en las ferias de libros e incluso comprar libros de medio uso y obtenerlos a un muy bajo costo. Otra opción práctica y que te recomiendo utilizar, es entrarle al “intercambio de libros” entre tus círculos más cercanos y hacerse un mutuo préstamo, de manera que entregas uno de tus libros a cambio de otro que te interese leer, garantizando que el libro que tú diste, te sea devuelto cuando devuelvas el que a ti te dieron. Con este sistema puedes leer libros de forma gratuita e ir ampliando tus círculos de acuerdo a tus intereses o gustos, lo que permite ir fomentando el interés por la lectura. Una opción más tecnológica, es leer libros en su versión digital. La compra de libros digitales o ebooks puede resultar más económicamente accesible, e incluso existen páginas que ofrecen descargas gratuitas de manera legal, por lo que si no tienes inconveniente en leer los libros en tu computador, celular, tableta o medio electrónico, es una oportunidad ideal que bien puedes aprovechar. Si no sabes lo que quieres o aún no has descubierto el género, autor o historia que te haga emocionarte, no te desanimes es solo cuestión de seguir en la búsqueda del adecuado. Recuerda que la diversión está en la variedad y quizá habría que invertir un poco más en el proceso selección del libro adecuado y no descartes los libros digitales, quizá las nuevas tecnologías te hagan más ameno el asunto y consigas en una tableta
o la computadora emocionarte con una buena historia, al grado de hacer tus propias recomendaciones, aquí van las mías:
“Y Colorín Colorado este cuento aún no ha acabado”
Autor: Odine Dupeyron
Esta obra está escrita a modo de un clásico cuento. Es la historia de una princesa atrapada en un castillo y la forma en la que va venciendo los obstáculos para ser libre. Cada personaje representa nuestras debilidades y nos ayuda a identificar aquello que nos impide ser libres y por consiguiente a ser felices. Es una historia que bien pueden disfrutar a cualquier edad y en cualquier momento, por lo que el libro puede ser un buen obsequio para incitar a los jóvenes a hacerse del hábito de la lectura. Los no tan jóvenes también pueden recurrir a este libro cuando no sepan cómo solucionar o superar algún inconveniente, pues da pauta a la reflexión, impulsándonos a identificar y superar nuestros propios límites.
“La mecánica del corazón” y “La alargada Sombra del Amor” Autor: Mathias Malzieu
Estos dos libros, breves pero intensos, no conforman una trilogía, pues las historias son independientes una de las otras, son escritas por el mismo autor y son historias breves pero que encierran muchas emociones. En “La mecánica del corazón” (cuyos derechos han sido adquiridos para una próxima animación
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en el cine) narra la historia de “Jack” este personaje cuyo nombre se repite en las siguientes obras del autor. Jack es en el primer libro un joven que se enamora perdidamente de su amada “Acacia”, amor que a pesar de su corta edad, mantiene por muchos años y por el cual atraviesa un largo trayecto para alcanzarlo, pero el corazón de Jack es muy frágil y corre peligro constante de rompérsele si no sigue ciertas reglas. Es sin duda una bella metáfora sobre el amor y su fragilidad. En el segundo libro “La alargada Sombra del Amor” el personaje nombrado “Jack” se convierte en una sombra gigante, bajo la cual se refugia un joven que ha perdido a su madre. Es con esta sombra que logra encontrar el consuelo y la fortaleza justas para poder enfrentarse a la tristeza y desconsuelo por perder al ser más amado por él. Una historia que solo pueden comprender aquellos que han sufrido por la pérdida de un ser amado y que mueve fibras muy sensibles, de ahí la dramática hermosura de las metáforas que utiliza el autor.
“La ridícula idea de no volver a verte” Autora: Rosa Montero.
Una obra muy compleja de describir. Al principio de la misma, la propia autora confiesa no saber hacía donde se dirige. Se trata en un principio de la biografía de la famosísima y ganadora del nobel Marie Curie, aunque termina convirtiéndose en una narración sobre la superación del duelo de la propia autora Rosa Montero, tras la muerte de su esposo, es al mismo tiempo una obra crítica de la historia con visión de género, en la que mezcla circunstancias y datos reales, con anécdotas e interpretaciones que resultan en una extraordinaria mezcla de un todo. Una
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obra que no puede ser clasificada al cien por ciento en un sólo género y que sobresale por la valentía de su autora, por el modo tan transparente y al mismo tiempo vulnerable que tiene de compartirnos sus vivencias y esos momentos de intimidad tras la pérdida de un ser amado. Luce por todos lados la audaz pluma y estilo de la escritora, quien hace que el lector siga sus instrucciones cada vez que quiere, mezcla sus vivencias personales intercalándolas a modo de interpretación y homenaje a la vida y obra de Marie Curie. Por momentos te sume en la más profunda melancolía con sus relatos y te inspira con los descubrimientos que va exponiendo: sobre la vida, sobre la muerte, sobre las frivolidades, sobre el heroísmo y las debilidades de Madame Curie, de la autora, de la sociedad actual y de otras épocas, es un sube y baja constante de reflexiones que el lector no puede dejar de seguir, aunque no sepas siquiera si te lleva a algún lado. Una obra que recomiendo ampliamente porque no se parece a ninguna que haya leído antes y siempre se agradecen las nuevas ideas. Hasta aquí mis primeras opiniones, en siguientes ocasiones quizás mencione libros como “El regreso del Joven Príncipe” (basado en nada más y nada menos que en “El principito” de Antoine de Saint-Exupéry); trilogías de aventuras (como las de Isabel Allende) y libros con romance y amor como las de Jenny Han, entre otras lecturas para que puedas consultarlas a modo de “Menú Literario”.
Martha Elena Balam Marín. Maestra en Derecho Penal, jefa del Departamento de Atención al Público del INECCO. Colaborador titular EG. @martha_elena_
Por qué fomentar la lectura en México Por: Leopoldo Castillo Magaña
En todo México, y aún fuera de él, sabemos que uno de los principales déficits de nuestro sistema educativo y socio-cultural es la falta de lectura de libros. Los índices de lectura en México son paupérrimos, si a esto agregamos la condición deficiente en lecto-comprensión que caracteriza a gran parte de la población estudiantil de las escuelas, estamos en el camino de comprender la magnitud de este fenómeno y la necesidad de revertirlo mediante el fomento de la lectura tanto en las escuelas, como en todos los espacios sociales como la familia, el trabajo, centros de recreación y por supuesto las escuelas, mediante la facilitación, acercamiento y promoción de los libros y la lectura en general. En aparente contrasentido, es sabido que las revistas de baja calidad (de todo tipo) tienen tirajes altos y tiempos cortos de publicación y consumo. Esta situación nos habla de que el mexicano sí lee, pero lo hace Edición
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con la habilidad y preferencias que lo ubican en un estatus de lector de bajo perfil. Como consecuencia se habitúa a leer contenidos banales, insubstanciales y que no requieren mayor ejercicio comprensivo-reflexivo para hacerlo. Diríamos que este tipo de lectura y su consumo como producto cultural, es de baja calidad porque no contempla una narrativa creativa-inteligente, ni guarda la sutileza estético-reveladora típica de la obra literaria. Podríamos pensar que como la cultura tiene una dimensión evasiva (para evadirnos momentáneamente de la realidad, para el esparcimiento, la imaginación, la ensoñación, la recreación humana) y el consumo de este tipo de revistas como producto cultural, cumple una función dentro de las prácticas sociales; sin embargo habría que reflexionar sobre la imposición de sentido que implica un producto cultural diseñado desde las esferas
que cultiva esa dimensión exclusiva del hombre como ser consciente y crítico de su persona, la vida y el cosmos. Entonces leer conlleva necesariamente al desarrollo de nuestros saberes, de nuestras capacidades comprensoras, de nuestra condición de seres pensantes y de nuestra humanidad; pero como ya expusimos, hay de lecturas a lecturas.
de poder con el fin de dominar y enajenar al consumidor de una realidad, que le impide tomar conciencia y posición frente a ella. Es decir, no es una cultura que surge en y por los grupos sociales, y por ende dista mucho de ser una un discurso que coadyuva al desarrollo y humanización de sus integrantes.
semanalmente en nuestro país, que tienen una fórmula, que no forma, (en dos sentidos: porque no tiene forma creativa sino fórmula y porque no forma el espíritu ni la sensibilidad e intelecto humano) que garantiza su consumo y al lector una “estabilidad” cotidiano-existencial.
La lectura fomenta el desarrollo de nuestras capacidades en el uso de nuestro lenguaje, y sabemos que todo aprendizaje, todo saber, es un proceso de construcción lingüística-cognitiva. La lectura como habilidad requiere de un proceso intelectual
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La función más importante y reveladora del acto lector es la función semiótica, pues es a partir de ella que el ser humano logra significar su mundo y mundos posibles. El hábito de la lectura mecánica y de contenidos que no reviste mayor reto intelectual, conlleva una sensación de seguridad del que así lee, pues le asegura un “éxito comprensor” de lo que encuentra en él, y por otro lado le reafirma la “realidad” a la que está acostumbrado vivir; por ello el éxito de las revistillas que circulan
El lector es en buena medida un coautor junto al autor, pues en él y en el acto lector se realiza la obra. Sin el lector la obra y el autor adolecen del complemento que ofrece al añadirle su propia realidad a la que la obra ya tenía en sí misma. La buena lectura, ante la falta de buenos lectores, se empobrece y
con ello la sociedad y la realidad. Así mismo, la lectura y la escritura (van de la mano) son actividades que deberían fomentarse y potenciarse en todo espacio de la vida humana, porque la representación de nuestra realidad depende de nuestro lenguaje. La escritura a diferencia de otros lenguajes crea una distancia entre el objeto y el sujeto, lo que permite la profundización del pensamiento, cosa que en el uso coloquial del lenguaje no es posible, y toda esta riqueza solo puede ser compartida mediante el acto lector. El lenguaje es una necesidad para el desarrollo del pensamiento y nuestro crecimiento integral. Es el lenguaje nuestro instrumento, por excelencia, para el desarrollo del pensamiento, el pensamiento profundo y el crítico. Es la base para el desarrollo de todos los demás lenguajes, por estar
que tienen una condición similar de iletrados, incultos y faltos de una capacidad intelectual mínima, vinculada a la falta de lectura y otras destrezas que provienen e interesan al intelecto, y que por otro lado esta reproducción del escenario socio-existencial se convierte así en una estrategia y capital político de dominación. Afirma Paulo Freire que “Un pueblo que lee es un pueblo culto, y un pueblo culto es un pueblo libre”. Viéndolo desde esta perspectiva, el fomento a la lectura en México es más que una cruzada pedagógica y cultural, es un acto de humanidad para nuestra nación llena de contradicciones y desigualdades; a fin de cuentas, el valor de leer estriba precisamente en que el acto comprensor nos lleva al disfrute por la construcción creativa del sentido de las palabras, del lenguaje, de la realidad y de la vida, y que es por tanto, un reto en el que la palabra se ha de
vinculado directamente con las capacidades del pensamiento y permite el desenvolvimiento de nuestras habilidades de abstracción y raciocinio. Por eso el acto de leer tiene una enorme bondad para el crecimiento humano.
convertir en el transporte hacia nuevos e insospechados horizontes del entendimiento y de la existencia, una existencia que puede aspirar a una vida más justa, más democrática, más humana.
El fomento de la lectura es tarea titánica en un marco cultural donde no se aprecia esta fuente de saberes, donde las directrices del cómo vivir las marcan las televisoras y sus programas llenos de banalidad y faltos de sentido humano, cuyo consumo es cotidiano y permanente; más en un sistema político donde los que detentan el poder son personas
Leopoldo Manuel Castillo Magaña. Maestro en Educación. Colaborador titular EG.
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Recetas para acercarse a José Emilio Pacheco. Por: Elena Poniatowska Medalla Excelencia en las letras José Emilio Pacheco
Si lo ven de lejos, avancen muy poco a poco hacia él y al llegar hágase presente para no sobresaltarlo. Jamás vaya a abordarlo en una esquina, porque él creerá que usted es un taxi. Tampoco lo enoje porque lo mirará con cierta desconfianza y protestará que no es para tanto. No le cuente que lo conoce desde hace tiempo, que lo saludó en las escalinatas de Bellas Artes o que comieron en Madrid donde el pagó la cuenta hace algo como seis meses, porque no es ningún desmemoriado. Si le dice que se ve muy bien, él le dirá que no mienta y a continuación le hablará del buen trabajo que hacen los zopilotes. Si lo felicita por ser nuestro premio Cervantes, responderá que no va a servirle para pagar su internamiento en los hospitales de Vázquez Raña que no tienen nada de ángeles y resultan los más caros del mundo. De muy fina ironía porque a José Emilio lo que más le preocupa es ofender a alguien. Los elogios desmedidos provocarán siempre su desconfianza y si usted logra ver sus ojos, captará en ellos un relámpago de ironía, sin embargo, su capacidad crítica lo hace ver a los demás con una mirada certera, exacta,
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y a decir del escritorio de algún colega, tenía el orden perfecto y la abundancia de instrumentos y comodidades que caracterizan al escritor estéril. Si le comenta usted que sus Inventarios en la revista Proceso, son su tesoro, su juventud, su biblia, el padre nuestro que estás en los cielos, insiste en que no puede vivir sin ellos, él le dirá que por favor no lo confunda. Comunicarle que lo ha llamado varias veces y su teléfono no funciona lo inquietará, porque a diferencia del resto de los mexicanos, a José Emilio le afectan una barbaridad la descompostura y la mala hechura, no es que desee creer a toda costa en la bondad de los servicios públicos, aunque la experiencia le demuestre lo contrario, es que México le preocupa, le provoca una preocupación sin límites y le cuesta trabajo soportar esta vida. En México los capitalinos vivimos en una ciudad desforestada, sin árboles. José Emilio Pacheco amanece en una ciudad cuya tumba es hoy por hoy el pavimento y se llama Distrito Federal. No le pregunte cómo pasa el tiempo porque el tiempo es José Emilio y él es un hombretiempo. Todos los demás vivimos pensando en que se nos ha hecho tarde y si nos alcanzará la vida. Perdemos lo irrecuperable, luchamos contra algo que ni siquiera vemos y que José Emilio si ve y le toma el pelo o a veces simplemente lo deja ser, como ahora que venía en el avión de México-Mérida. Todos nos comemos a nosotros mismos, pero José Emilio Pacheco se come su cansancio y ahí va dándonos en cada respuesta su sabiduría. Humilde y soberbio a la vez, José Emilio Pacheco se sabe los idiomas aunque no los pronuncie en voz alta. Pero sobre todo y ante todo se sabe el idioma del corazón. José Emilio ha vivido como si se comiera así mismo, todos vivimos de algo que inventamos, por ejemplo, yo vivo de mis sueños, de mis nietos, de mis hijos. José Emilio, si vemos sus Inventarios vive de la realidad que todas las mañanas lo golpea. No sólo son los acontecimientos políticos los
que lo asolan, sino los de los humillados y ofendidos, los del hambre, los de la corrupción. Jamás se ha hecho ilusiones, la celebridad no lo abruma. Principio de sexenio. Suena el teléfono. Dice: “No estoy para nadie”. Fin del sexenio. El teléfono permanece en silencio. “No soy para nadie”. Cuando busco un adjetivo para José Emilio Pacheco encuentro la palabra: fundamental. Hablo con frecuencia con José Emilio aunque él no lo sepa. Hablo con él como si lo tuviera en frente dispuesto a contarse a sí mismo, lo escucho en una conversación rica de las que me nutro. Su cultura es piedra de toque en nuestra literatura. Nadie la tiene. Pienso en él con nostalgia, siempre tengo nostalgia de José Emilio y más ahora que no se deja ver y le llevo ocho años. A través de su Inventario es muy posible que descubran los cambios que hemos padecido. Cómo un escritor de pluma y papel se adapta a la computadora, se sienta frente a la pantalla y comparte su tiempo con el internet. Así José Emilio le da su tiempo al tiempo y así va viviendo y sigue viviendo. Él es un maestro que nos explica detalles que los ojos de los demás no retienen y sin embargo son esenciales. Explica el misterio en este país de misterios, engaños y monólogos incomprensibles. Sabe de historia, de política, de filosofía, de literatura, indispensables para la vida, y que por desgracia, en nuestro país, son las más ignoradas, despreciadas porque, según José Emilio, no sirven para nada. Muchos olvidados vienen a nuestra memoria, porque José Emilio los recuerda y les canta. José Emilio nos alimenta. Disciplinado, nos hace amar la batalla frente a la mesa de trabajo, esa gran aventura cuyo final desconocemos.
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Yo tengo mi Octavio Paz de Mérida. Ese Octavio Paz de Mérida lo viví con mi familia y eso me ocurrió en algo que le llamo “Buscando a los abuelos”.
Mi Octavio Paz de Mérida. Por: Sara Poot Herrera Directora de UCI-Mexicanistas
Muchas veces mamá nos había pedido que la acompañáramos al cementerio, hacia tiempo que quería ir a ver dónde estaba la tumba de su mamá y de su papá y si estaban juntos. Casi nunca hacíamos caso a sus peticiones. Lo pienso ahora y me da gran pena, no nos costaba nada decirle si a todo, que lo que mamá pedía era muy poco pero no lo hacíamos. Sin embargo en una ocasión si la escuchamos y fuimos con ella al Cementerio General de Mérida. Era domingo, mamá iba feliz, finalmente habíamos puesto atención a su deseo. Estacionamos el auto y caminamos hacia donde ella indicó. El cementerio estaba muy bien cuidado, un jardincito lo hacía simpático, amable.
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Recordé que una vez mi papá me había contado que la persona que en las noches cuidaba el cementerio no era un hombre sino una mujer, o sea una veladora. Papá me dijo que era muy alta y de pelo muy largo, la imaginé caminando cada noche con el pelo suelto por la calle principal del cementerio, de vez en cuando en los recovecos de las tumbas. Se llama Elena, me dijo papá. ¿Estaría aquí esta mañana? Me pregunté. Cuando con mi mamá y mis hermanos buscábamos la tumba de mis abuelos maternos. Ese domingo mamá no renegó del dolor de su rodilla, ni del cansancio de sus pies y caminó con nosotros de un lado para el otro, pisando la tierra mojada de la noche anterior y lluviosa. Fuimos y volvimos varias veces sobre los mismos lugares. No encontramos señal alguna de que los abuelos estuvieran allí enterrados.
Las inscripciones en las tumbas nos llamaban la atención por antiguas, por tan nuevas, porque era rotunda la marca de la muerte. Niños que murieron. Jóvenes que no llegaron a ser adultos. Gente de edad muy vieja y más viejos aún de tantos años pasados desde su muerte. Uno de mis hermanos leía en voz alta los epitafios del siglo pasado unos y otros de días recientes. A media mañana, ya con el sol en alto y sin encontrar el nombre de ningún David Herrera y de Cecilia Arceo, nos metimos a la administración del cementerio para solicitarles que buscaran esos nombres en el registro. En la oficina nos invitaron a tomar asiento y nos pidieron que esperáramos. El administrador atendía a algunos trabajadores y nos indicó que nos sentáramos junto a donde ellos estaban sentados. Vestían camisa blanca, pantalón obscuro, alpargatas y lucían impecablemente limpios. Se ocupaban de chapear el terreno del cementerio. Quietos y en silencio, esperaban oír su nombre. El administrador tenía varios sobres en la mano, decía en voz alta un nombre y un trabajador se ponía de pie, recogía el sobre, firmaba y se iba. De pronto oí el nombre de Octavio Paz. Busqué entre los trabajadores para ver quien se ponía de pie y quien podría llamarse de esa manera. Lo hizo el mayor de todos, era un hombre pequeño, de tez obscura, de mirada sabia, profunda. Caminó unos pasos, recogió el sobre, puso una cruz en la hoja donde los otros firmaban y salió de allí. Fui tras él, caminé de prisa, lo alcancé y detuve: “Disculpe, ¿usted se llama Octavio Paz?” –le pregunte. Afirmó con la cabeza y con un diminuto sí me dijo: “Para servirle”. “¿Sabe usted –le dije– que el gran poeta de México, a quien acaban de darle el premio Nobel de Literatura se llama como usted? No –me contestó de modo indiferente– sin preguntarme nada por nuestro poeta, ni por el mencionado premio. Me sonrió y se fue.
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Elena de las mil y una voces. Por: Rosa Beltrán Escritora
¿Cómo en las 663 páginas del libro Palabras Cruzadas, puede caber un país, los acontecimientos culturales más significativos de la segunda mitad del siglo XX y lo que va del XXI? Cómo se puede contrarrestar la idea tan difundida de que conversar de viva voz es cosa de la era predigital, que las entrevistas son cuestión del ayer, que no se puede aprehender un pueblo en un libro. Si usted quiere saber qué somos, de dónde venimos y hasta prever, en cierta forma, lo que seremos, Palabras Cruzadas se lo va a aclarar. Lo que voy a darle es un brevísimo bosquejo, algunas pinceladas y una conclusión. Empiezo por la conclusión: si es cierto que hubo alguna vez once mil vírgenes es porque hubo once mil machos y varios de ellos aparecen en este libro. Los más, ejercen esta cualidad sin siquiera darse cuenta. El Indio Fernández, por ejemplo, bautizó varias de las calles de Coyoacán, como Dulce Olivia, entre otras razones, según él, porque se iba a casar con Olivia de Haviland, nomás que cuando pusieron las placas se comieron la “i” y quedó Dulce Oliva. Afirma que tuvo cinco
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esposas, ¡Ay, qué lindo! —la expresión no es mía sino del Indio, quien al decir de Elena, la intercala a cada rato, pero lo dice en un tono muy triste, mientras bebe coñac a las 11 de la mañana y suspira—. Fue mucho muy querendón, tanto que, le informa a su entrevistadora, “si hubiera sido mujer habría sido prostituta”. ¿A poco se necesita ser prostituta para ser querendón?, pregunta Elena, con su lógica provocadora e impecable. “No”, responde el Indio, “habría sido prostituta porque todo me gusta, ¡ay qué lindo!”. Bueno, todo todo no, afirmo yo, porque a sus hijos no los veía, estaban con sus mamás. “Yo ando solo”, dice en la entrevista, “De cuando en cuando viene Jacaranda o me saluda por teléfono, ¡Ay, qué lindo!”. ¿Macho? sí, y muy macho. Pero, como sabemos, no tiene la culpa el Indio, sino el que lo hizo compadre. Otro ejemplo de mi conclusión sobre los once mil machos es el de Jaime Sabines, el poeta “chiapaneco, macizo, bien dado, erguido y bien guapo” al que según Elena todavía conocen de memoria muchos jóvenes. Bueno, pues, Sabines, el poeta que figuró desde Horal al lado de Gorostiza y Novo y Villaurrutia y Pellicer, no se juntaba con intelectuales. Se ponía unas borracheras “de pronóstico reservado” con sus cuates repartidores de le che. “¿Te gustan las mujeres bonitas?”, le pregunta Elena. Y Sabines, sin dejar de fumar y echándole su humo a la cara, le responde: “Y también las feas. Y las todavía más feas”. “¡Virgen de Guadalupe, qué hombre tan atractivo!”, dice Elena para sí, y ni tan para sí pues lo pone en la entrevista. Sin embargo, aclara Poniatowska líneas adelante: como todo hombre, Sabines tiene cosas que hacerse perdonar. Y habla de las alianzas del poeta con el PRI, y de las ideas que tuvo y expresó sobre los zapatistas y sobre Chiapas. Por su parte, Ricardo Garibay (escritor incomprendido) figura en el panteón de los once mil citados y lo quiera o no lo quiera un poquito Alfonso Caso y otro tanto Renato Leduc y no por la grosería y las malas palabras que en la poesía mexicana nacen con Leduc, sino porque al señalar a su mujer apunta: “Y esta mujer que ve allá es, como decía un amigo mío, la señora que me cuida”.
Al que uno nunca pero nunca hubiera pensado miembro de este club es a Cantinflas. A Mario Moreno sí, pero no a Cantinflas. De todas las entrevistas, la de Mario Moreno es la más árida, la más difícil. El personaje no sólo no es simpático, contra lo que uno supondría, sino que ni siquiera cantinflea: simplemente se limita a contestar en tono prepotente una que otra pregunta con monosílabos. No, sí; “¿le gusta Chaplin?”, “Sí, me gusta”. Cómo que por qué. Porque me gusta, no tengo que dar explicaciones. “No, Tin Tan, no me gusta, porque no y ya”. Pero Poniatowska no se arredra y hasta sonríe cuando Cantinflas después de unas pocas preguntas se le queda mirando y le dice: “una cosa es pasarse de listo y otra pasarse de idiota ¿no cree usted?”. Acto seguido, le abre la puerta de su casa y la corre. Lo que nunca pero nunca se imaginó este hombre tan ídolo y tan encumbrado en el poder es que sus respuestas iban a aparecer sin quitarles ni un punto ni una coma. Estoy convencida de que un buen entrevistador es el que obliga a sus entrevistados a decir otra cosa de la que dicen que quieren decir; el buen entrevistador es un impertinente que te descoloca. No es alguien que va a trabajar para dorar tu imagen aunque tampoco, deliberadamente, para ponerse por encima de su entrevistado. Por ello, por la forma de Elena de descolocar, les aseguro que no hallarán en este libro lo que piensan que van a hallar. Siempre encontrarán algo no previsto, algo mejor: a María Conesa, por ejemplo, Elena la entrevista mientras bailan las dos una polka, La Gatita presumiendo a sus mil años de su condición física excepcional y también de su picardía. A José Revueltas, el hombre torturado por la pureza de su condición moral y su rechazo por aquellos que aspiran a convertirse en monumento, lo verán recibiendo el Premio Villaurrutia y siendo cuestionado por algunos contemporáneos. Y a Gabriel Vargas, creador de La familia Burrón lo verán serio y trabajadorcísimo, como Regino Burrón aunque no salude como pensó Elena que la saludaría, es decir, como Cuataneta o Macuca o como la Borola: ¿Qué tal? ¿Cómo la trata esta vidurria? ¿Qué dice la chicuela feliz? Y así como uno piensa que los personajes
son parte del autor, uno también piensa que los clásicos se saben clásicos desde el inicio y aquí uno se da cuenta de que no. Un ejemplo excepcional es Francisco Gabilondo Soler, Cri Crí, creador de mundos en casi todos los ritmos existentes a quien sin embargo sus composiciones dejaban más bien inconforme. Mire usted, le dice a Elena Cri Crí, “no hay más que tres modos de componer canciones: buena música y mala letra; buena letra y mala música y mala letra y mala música”. ¿Y buena música y buena letra?, pregunta Elena. Eso nada más cuando se saca uno la lotería. ¿Y saben quién se sacó la lotería, según Gabilondo Soler? Consuelito Velázquez, con Bésame mucho. Consuelito es otra de las entrevistadas y asegura que cuando compuso esa canción no había dado un beso ni tenía la menor idea ni intuía lo que era eso. Eso es sacarse la lotería: componer “Bésame mucho” sin que te hayan besado nunca. Aunque casi siempre es Elena quien sorprende a sus entrevistados a veces son los entrevistados los que la sorprenden. De la entrevista con El Santo le encantó que llegara enmascarado, aunque lamentó que los niños de la cerrada estuvieran en la escuela. Cinco minutos después de haber llegado, Chabelita la muchacha entró con la azucarera; Josefina con una cuchara; Petra con otra; Tere con una servilleta de papel, Magda con la charola, todas las muchachas del vecindario se arremolinaron en casa de Elena. Y he aquí que El Santo les reveló dos secretos. Uno, que es cierto aquello de que a algunos “sólo en su casa los conocen” porque a él sólo su mujer —con la que tuvo diez hijos— le vio la cara (es decir, el rostro). También un empleado de aduanas que era la única persona que estaba autorizada a meterlo en un cuartito cuando viajaba para cotejar el rostro del Santo con el del pasaporte. El otro secreto fue que desde que se volvió El Santo ya no pudo hacer nada fuera de la santidad; se volvió ejemplar y buenísimo en todo momento porque siempre tenía encima los reflectores. Y en cambio su gran desgracia fue que a cada rato era suplantado por impostores. Qué buena metáfora para México que adoró a un enmascarado porque fue el único que quiso hacer el bien en un país donde muchos se las Edición
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dan de santos y resultan impostores. La entrevista de Tongolele no tiene desperdicio. Porque si hubo once mil machos esta es una de las once mil vírgenes. O eso nos quiso hacer creer porque en la entrevista afirma que no mostraba ni muestra el cuerpo, que lo que van a ver los señores cuando la ven es sólo su arte y que a todos lados la acompañó siempre su mamá. María Victoria sí acepta que pujaba porque eso les gustó a los señores siempre y Lola Beltrán, embajadora y modelo de la mujer mexicana, medía más de 1.80, era sinaloense y cacheteó a medio mundo. De mis entrevistas favoritas es la de Jorge Ibargüengoitia. Elena le hace soltar toooda la sopa. Ibargüengoitia arremete contra los dramaturgos y los narradores de México y sólo rescata a Luisa Josefina Hernández. “Dicen que la novela de Carlos Fuentes es muy buena. Yo leí un capítulo y no me gustó…”, sigue Ibargüengoitia: “Todos dicen maravillas del Pedro Páramo de Juan Rulfo. Pero para mí Pedro Páramo no es una novela. No es más que un tanteo en cierto sentido. Y en Rulfo no puede dejar de sentirse la influencia innegable de William Faulkner”. Ni Rulfo, ni Fuentes, ni José de la Colina, ni Emilio Carballido, ni Elena, ni él mismo son buenos escritores ni en su opinión ninguno está haciendo algo verdaderamente útil o necesario para México. Afortunadamente para nosotros Ibargüengoitia fue el más grande humorista que hemos tenido, el espléndido autor de obras que releemos para conocernos mejor tanto en sus artículos como en sus novelas históricas y no históricas. Pero por fortuna, también, haciendo predicciones sobre calidad literaria fue tan mal vidente como La Paca. Son tantas entrevistas que no puedo abarcarlas todas. Pero no quiero dejar de referirme a la magnífica conversación de Elena con Fabrizio Mejía Madrid, a quien ubica en el cuadrilátero contra el sistema, apostando la máscara que no tiene y la cabellera de rulos despeinados que le sobra. Fabrizio abreva directamente del meritito venero de nuestros mejores cronistas y fue bendecido por Monsiváis y ahora por Elena. De ellos
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aprendió a ubicarse del lado del peligro, sólo que Fabrizio lo hace aventándose del trapecio sin red. “¿Es Fabrizio Mejía?”, le pregunta una voz un día a las 9 de la mañana. “Soy Gustavo Díaz Ordaz. Es la última vez que la familia le permite que escriba usted sobre mi padre”. Esta es una de las tantas anécdotas con que se ilustran los quehaceres y oscuros placeres de un cronista de excepción a quien cuando regresa de hacer un reportaje en Juárez, enviado por Proceso, Julio Scherer le pregunta: “Pero cómo, ¿sigue usted vivo?”. Uno de los primeros y sin embargo de los más actuales libros de Elena. Pocas obras tiene este destino, el de pervivir seguramente más de cien años. Al cerrarlo me pregunté con azoro, si se podría escribir un libro así ahora. ¿Dónde quedaron estos personajes míticos a través de los que se podía definir un país? Pero además quién podría hacerlos hablar como hablaron, sino Elena, la que adoptó el periodismo como emblema literario. Habló a través de sus mil y una voces.
propia, originando el tiempo presente que surge de si en la ruptura misma del tiempo.
La Sor Juana de Octavio Paz Por: Carmen López Portillo
Rectora de la Universidad del Claustro de Sor Juana
Toda mirada para ser humana tiene que ser una mirada admirada que se oculta en el anonimato. El origen de la vocación por el saber es el asombro, ruptura del ser y su aburrimiento. No es pues la mirada la que hace que la realidad aparezca, sino la mirada admirada. El prefijo denota intensidad, distancia y proximidad, dirección e intensión, sobre todo tiempo. Se trata de la mirada intencionada, la mirada consciente de la dirección hacia la que mira. La mirada que toma distancia y se toma tiempo para asombrarse y nombrar su asombro, volviendo a si misma hecha palabra, para hablar de las cosas con intensión de verdad, para despertar a la mirada de su letargo, para que cuide el ser de las cosas, para que lo atienda, para evitar que pasen inadvertido. Ese estar alerta dispuesto al ser de las cosas, es una forma de ser que se cultiva como vocación. La mirada admirada mira alerta para evitar que las cosas caigan en el olvido. La admiración es como el amor, que permite que el tiempo se origine por la experiencia de la conciencia, que se distancia de si para recuperarse, creando la duración
Ese estremecimiento de la mirada da nacimiento al presente. En la ruptura del tiempo que la mirada provoca, se origina también la libertad porque reconoce lo otro, lo distinto, lo extraño, lo sagrado.
Entrevista
Leemos muy poco, desgraciadamente. Creo que tiene que ver un sistema en el que hemos perdido el interés por la lectura, y tiene que ver también con el índice de educación y analfabetismo en nuestro país. Tenemos que hacer un esfuerzo de iniciación a la lectura. Hay programas institucionales, escuelas y universidades que están abriendo estos programas de iniciación a la lectura y apoyo a la lectura, pero el problema es complejo tiene que ver con una situación educativa, pero también tienen que ver con el acceso de la gente a los libros. Es importante que las bibliotecas públicas abran sus espacios y tengan ejemplares suficientes para propiciar la lectura. Que abran talleres, actividades de lectura. En México tenemos una propuesta de oralidad de lo más interesante; rescatemos esa parte muy nuestra de nuestras tradiciones que es acercarnos a la literatura y a la poesía a través de la palabra hablada, que también implica un espacio de convivencia y de acercamiento a la memoria de nuestros antepasados y de nuestra gente. A través de la oralidad nos podemos acercar a la lectura, la escritura y empezar a abrir el apetito por esa curiosidad y por el amor a un bonito texto. Me encanta que ésta FILEY tenga el título de Feria de la Lectura, porque no es una Feria en torno a la industria editorial, es una Feria en torno al público, en torno a la problemática de la lectura. Haberle dado este replanteamiento me encanta porque no tiene que ver con la comercialización, sino con el ejercicio y el amor a la palabra.
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Elena Poniatowska Por: Agustín Monsreal Escritor Yucateco
Elena seduce, atrae, envuelve, atrapa mediante el hechizo de sus palabras, a veces atronadoras y resueltas, a veces traviesas y livianas. Esas palabras de manantial y árbol de numerosos frutos que pueblan torrencialmente las páginas de sus libros pletóricos de verdades y realidades, que expresadas por ella se vuelven lluvia, o fuego, o río que se desborda a la menor provocación, o caricia que se nos acurruca en el alma como quien hace nido en la eternidad. Por eso tantísima gente quiere mirarla de cerquita, tocarla si es posible, llevarse su firma en un libro o un cuaderno, o una servilleta, como quien se lleva un tesoro, como a quien le da satisfacción un deseo ampliamente contenido, como quien se pone en el corazón la medalla de un nuevo orgullo. Conocerla y no olvidarla es una sola cosa.
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Conocerla en sus libros es una invitación permanente a querer conocerla en persona, corroborar lo que se piensa, lo que se habla, lo que se siente con respecto a ella. Y es que ella es así como la ven ustedes, tan sonriente, tan dulce, tan dulcecito de algodón que se deshace suavecito en la boca. Tan pajarito en rama, con la inocencia justo a flor de piel, pero también, y esto nunca debe soslayarse, es una mujer de armas tomar, combativa, fuerte, dispuesta siempre a salir en defensa de los principios más nobles, a comprometer su voz en favor de quienes no la tienen, de los más desposeídos entre los desposeídos. Su voz, que es una voz de hondas resonancias humanas, políticas, sociales, culturales, su voz de mujer que es la voz de mujeres sojuzgadas. Una voz chiquita,
aflautadita, que de pronto se vuelve airada y poderosa para señalar a los políticos ineptos y corruptos, a los ricos insaciables, a los líderes sindicales acusados por la indignación popular. Ahí donde se necesita poner un dedo en cualquier llaga, ahí está el índice de Elena. Elenita, para los corazones limpios. La Poniatowska para los que tienen mucha cola que les pisen, esos que hasta su propia sombra sale corriendo de ellos. Y es que Elena Poniatowska no es de las que tiran la piedra y esconden la mano, ella se responsabiliza íntegra, valientemente con lo que dice y lo que hace. Y por éstas, entre otra infinidad de cosas, es que tantísima gente en cuanto la tiene a la mano, lo primero y lo único que quiere es apapacharla y comérsela entera a besos y colmarla de atenciones, de mimosidades, de dulcedumbre. Yo, por supuesto, me encuentro entre esa mucha gente y me le voy a los abrazos cada que tengo oportunidad y lo mejor que puedo, es decir, con la mejor de mis cariñosidades y con todo el aternuramiento de que soy capaz. Ni modo, quien le manda a ser tan linda, tan claro que uno ve cosas que siente uno por ella. No es nada más por su sonrisa ingenua que a cualquiera le baja la guardia, su expresión de niña que anda por la vida un poquito despistada, desbrujulada, sino también y principalmente, porque uno sabe, cualquiera sabe, que es mujer de palabra y obra, cabal, claridosa, sin tapujos, ni dobleces, ni mansedumbres, ni ablandamientos de columna vertebral. Se dice fácil, pero ser así no es regalo del cielo no es dádiva de ninguna especie, es una cuestión de carácter, de voluntad, de certidumbre, de destino y también de inteligencia, de pasión, de un irrenunciable amor sin límites a su trabajo. No es gratuita su fama pues, ni meramente casual que la solamente pronunciación de su nombre suscite resonancia de admiración y respeto, que decir Elena Poniatowska provoque evocaciones y sentimientos muy hondos, remueva la memoria de sucesos que nunca debemos olvidar, que reviva historias y personajes de la realidad diaria y de la inventada por su imaginación.
Porque decir Elena Ponitowska es recordar con el asombro a flor de piel a Lilus Kikus, a Jesusa Palancares, a Tina Modotti, es recordar, por si alguien lo tenga en el olvido, la ignominiosa e imperdonable matanza de Tlatelolco, es recordar a decenas y cientos de personalidades, de personas humanas que ha capturado para siempre en sus entrevistas, es recordar a las víctimas de San Juanico, a las del sismo del 85, a los indígenas de Chiapas, es recordar su postura firme y recta, invariablemente digna como escritora, periodista, maestra, conferencista y recordar que jamás aprendió a usar la palabra no; que ella acude a donde la llaman, que escribe cuanto prólogo o contraportada le solicitan, que presenta libros, que viaja peor que trashumante. Con su carita de yo no fui le pega tremenda patada al pesebre de los poderosos, que estudia, que indaga, que mete las manos en el fuego por lo que considera justo, que no descansa, que siempre está a punto de tirar la toalla y sin embargo, siempre resurge de sus propias fatigas para estar ahí, al pie del cañón, haciendo lo único que sabe hacer, aquello para lo que nació: escribir, y poner al servicio de los demás lo más útil de sí misma. Por eso le sucede que vaya a donde vaya, sea una universidad, una sin repostín o un sindicato, la gente se le desparrama encima para apretujarla y deborársela a besos, además de gozarse escuchando su hilito dorado de voz y sus decires cargados de malicia e intenciones, sus aparentes metidas de pata, su sincera humildad, su delicioso sentido del humor. Mujer solitaria. Sabe ser amiga y compañera. Generosa. Profesional de la literatura y el periodismo, es conocida y reconocida hasta por debajo de las piedras. Madre y abuela, es colchoncito de amor incondicional para sus hijos y nietos. De todo hay en el hacer y quehacer de Elena Poniatowska.
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El mundo raro de Revueltas y de Jiménez Por: Paloma Jiménez Escritora
… desde otra perspectiva el mundo raro de Jiménez de muchas maneras se asemeja a este esquema:
“Cuando te hablen de amor y de ilusiones, y te ofrezcan un sol y un cielo entero.
de un mundo raro, que no sé del dolor, que triunfé en el amor y que nunca he llorado”
Si te acuerdas de mí, no me menciones; porque vas a sentir amor del bueno.
Porque el mundo verdadero es el de Revueltas, el que presenta en sus novelas, el del dolor, el sufrimiento y el canto. Jiménez lo quiere disfrazado, de ahí que busque la mentira. El sufrimiento humano, el luto humano, la vida y a José Alfredo:
Y si quieren saber de mi pasado, es preciso decir una mentira: Di que vienes de allá, de un mundo raro, que no sabes llorar, que no entiendes de amor, y que nunca has amado” Ambos mundos, el de Revueltas y el de Jiménez, hablan del dolor y el sufrimiento, se tocan en las aristas de su realidad: “Porque yo a donde voy hablaré de tu amor como un sueño dorado, y olvidando el rencor no diré que tu adiós me volvió desgraciado. Y si quieren saber de mi pasado, es preciso decir otra mentira: Les diré que llegué,
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“comienza siempre llorando y así llorando se acaba, por eso es que en este mundo, la vida no vale nada…” Este será el gran tema de nuestras películas, en 1927 el cine empezó a sonar. El artista lo narró magistralmente. Es el momento de empezar a entrelazar dos vidas, contemporáneas sí, de alguna manera, José Revueltas y José Alfredo Jiménez vivieron la misma época. El primero nació 12 años antes y murió 3 después (19141976), el segundo nació en 1926 y murió en 1973. Es probable que la vida de estos creadores comenzara a verse atormentada después de la muerte de sus padres. Ambos llegaron de provincia siendo muy niños a la ciudad de México. Revueltas de Durango, José Alfredo de Guanajuato. José Revueltas estudió en el Colegio Alemán, Jiménez en el Franco Inglés. La situación económica de sus familias fue buena
s
hasta que perdieron sus propiedades y poco a poco malversaron los fondos y tuvieron que mudarse de las zonas en las que vivían hacia barrios más modestos. La crisis en el hogar repercutió en la vida de estos chiquillos de muchas maneras. Tanto José Revueltas como José Alfredo, lograron terminar la educación primaria, pero ninguno siguió estudiando el sistema escolar, ambos optaron por la escuela de la vida. La orfandad y la pobreza, orillaron a Jiménez y a Revueltas cuando niños, a vagar en las calles y a buscarse trabajitos para sobrevivir. Quizá de aquellas vivencias se deriva esa profunda tristeza y esa insistencia de hablar del sufrimiento humano en sus obras, quizá también de esa nostalgia, de esa melancolía deriva el aislamiento de querer ahogar las penas en alcohol. La afición de Revueltas al alcohol era muy común, le gustaba el vodka y el tequila. En una ocasión se refugió en una cantina, saboreaba su copa cuando un amigo lo vio y le preguntó: –¿Qué haces aquí José? –Pues nada, hice una cita con Andrés Henestrosa a las dos, llegué a la una para hacer tiempo, y son las tres y no ha llegado, si no viene a las 5, lo espero hasta las 6. José Alfredo habla de su afición al alcohol en muchas de sus canciones, en el corrido El borrego, canta así: “A la luz de las estrellas empuñaba su guitarra, le cantaba a las botellas, el alcohol lo apasionaba. José Manuel “el borrego” Jiménez se apellidaba…” y en el estribillo agrega: “cuando estaba en las cantinas no sentía ningún dolor, por cuatro copas queridas dejaba al más grande amor…”
Luego el mariachi le grita: “–¿Por cuatro?”. “–No, ¡por una!” Ni a Revueltas ni a Jiménez les interesaba el dinero, les interesaba el pueblo. Lo demuestran en sus obras y en su forma de vivir. Leo en Los muros de la utopía: el dinero siempre estuvo reñido en él, su patrimonio eran sus manuscritos algunos libros publicados y nada más. No cabe duda que si Revueltas hubiera tenido bienes los hubiera regalado, su vocación mística no era una broma. José Alfredo jamás tuvo una propiedad a su nombre, su fortuna también esta en sus manuscritos, en sus canciones y en sus discos. En su canción Gracias, que puede considerarse como un testamento canta: “he ganado dinero para comprar un mundo más bonito que el nuestro, pero todo lo aviento, porque quiero morirme como muere mi pueblo. Yo no quiero saber que se siente tener millones y millones, si tuviera con qué, compraría para mí, otros dos corazones…” Y en El hijo del pueblo: “voy camino por la vida, muy feliz con mi pobreza, como no tengo dinero, tengo mucho corazón…”
En México y en muchos países, han reconocido y admiran las obra de estos dos mexicanos, que vivirán mucho más de cien años. Edición
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José Emilio Pacheco y Juan Gelman: de complicidades, versos y saudades. Por: Sandra Lorenzano Vicerrectora de la Universidad del Claustro de Sor Juana
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Comienzo cruel para quienes amamos las palabras, para quienes sabemos que la honestidad, el compromiso y la generosidad son bienes cada vez más escasos. Comienzo cruel que se llevó a Juan, a José Emilio, a Federico, a Luis Villoro, al español Leopoldo María Panero, a Sergio Loo. ¿Qué tributo a los dioses estamos pagando? Hicimos un 2014 de celebraciones centenarias: Paz, Cortázar, Efraín Huerta, Revueltas y hoy cuesta que el ánimo se vista de fiesta. Cómo, sin la guitarra de Paco de Lucía. Escribió Luis Villoro que Paz ve en lo poético uno de los nombres de lo sagrado. Yo como muchos de ustedes entro a la literatura como a ese espacio de lo sagrado, siempre ha sido así, desde los primeros libros que recibí, directo desde la infancia, de mis padres.
Para mi abrir un libro ha sido siempre, también, un acto de memoria que me conecta con mi gente, con mis vivos y mis muertos, que me conecta con lo sagrado. Por eso leo lo que leo y dejo de ver lo demás.
mis descubrimientos. Me he enamorado con él, he llorado, he cantado tangos, he celebrado encuentros, he recitado en ladino, me he dolido y enfurecido de los horrores, acompañada por sus páginas.
Una de mis autoras más queridas, Josefina Vicens, lo dice así: “Si el libro no tiene eso milagroso que hace que una palabra común oída mil veces sorprenda y golpee. Si cada página puede pasarse, sin que la mano tiemble un poco. Si las palabras no pueden sostenerse por sí mismas, sin los andamios del argumento, si la emoción sencilla encontrada sin buscarla, no está presente en cada línea, ¿qué es un libro?”.
En esas lecturas me he vuelto su hijo asesinado, su nieta encontrada, su madre moribunda, sus hijos desaparecidos, su patria. Pero hoy esas complicidades son distintas, más profundas quizás, más desagarradas.
Todo aquello que digamos sobre Gelman y sobre Pacheco estará ya irremediablemente tenido por su ausencia. Todo. La relectura que hagamos de sus obras, no podrá desprenderse de esa tristeza que sentimos los que amamos sus palabras, los que las hemos amado siempre. Lectura y escritura desde la tristeza entonces. Es injusto quizás porque tiende hacernos olvidar contextos y circunstancias, ritmos y rupturas. Injusto pero inevitable cuando la herida está aún tan a flor de piel. Como escribió el propio José Emilio: “Ya nos habla no de la muerte, sino desde la muerte”. Una muerte esperable y sin embargo inesperada la de Juan, como me dijo una amiga escritora desde Buenos Aires. Una muerte a destiempo la de José Emilio, aunque no hay tiempo para morir. No esperamos nunca la muerte de nuestra gente querida. Su muerte es también una traición, altísima traición. Quien muere traiciona a quienes estamos aún de este lado. ¿Cómo se te ocurrió morirte Juan? De alguna manera le pregunta Pacheco, desde su inventario. ¿Cómo se te ocurrió morirte, también tú José Emilio? Preguntamos nosotros… Hace años que leo y releo la obra de Gelman. Desde su exilio a acompañado mi propio exilio, desde sus angustias, mis angustias, desde sus descubrimientos
La muerte tiene siempre un cierto dejo de solemnidad que tan poco se parece a la poesía de Juan Gelman, el reto es entonces recuperar el fuego, la transgresión, la ironía, aún con el dolor dentro, aún con las lágrimas, aún con su ausencia tatuada en el cuerpo. Por eso decidiste Juan que tus cenizas tenían que quedarse acá, que tenían que mezclarse con esta otra patria, que tenían que mirar los mismos volcanes que miró la pequeña Juana Inés y sumaste su nombre al pergamino del abuelo, como una hermana a la que hay que abrazar después de toda una vida separados. Porque también ella supo de violencias, de silenciamientos impuestos, de desgarramientos, del poder de la poesía ante el tirano, de la carne que pulula en el deseo, de ausencias y dolores. Y porque al fin de cuentas a ella y a ti, los mojan las mismas lluvias.
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Esperaré sin ti al hombre que yo quiero. Por: Verónica Rodríguez
Ya sé. Vas a decirme que no puedo vivir sin ti y tienes razón, la dependencia a tus encantos por más de 30 años me costará ataques de pánico en esta huida. No lo niego, formas parte de mi ser, de mi vivir, de mi trabajo, de mis relaciones sociales, eres mi compañero y lo que más me duele y estresa de esta separación es abandonar por mucho o poco tiempo, no lo sé, a las únicas personas que disfrutan como yo, de ti, que me han aceptado tal y como soy… tus amigos, mis amigos. Pero hoy te digo que a pesar de haber pasado juntos tantas cosas, buenas y malas, (pues me ayudaste a soportar la ansiedad continua, la tristeza y la incomodidad con todo lo que me rodea) te digo adiós para siempre. Digo borrón y cuenta nueva aunque no será de tajo, porque tal vez te desaparezca de mi vida pero estarás siempre en mi pensamiento, no como alguien a quien extrañe sino como lo más dañino con lo que mi pobre existencia pudo encontrarse; por eso te digo que te dejo, te dejo aunque no te olvidaré pues tu sabor imaginario en mi lengua me recordará a cada momento lo mucho que he perdido, lo que ya no puedo recuperar y lo que perderé si sigo atada a ti. ¿Qué más puedo perder? Diría que el respeto de mi hija que en infinidad de ocasiones me ha rogado alejarme de tu compañía; la confianza en mí misma, siempre he pensado que no necesito de nada ni nadie para concentrarme; qué decir del dinero, te di hasta el último centavo, resultaste en un
mantenido a costa de mi propia sed, hambre y lo más preciado, mi vida, ¿Sabes qué me enfermas? Te necesito como una loca y me avergüenzo, me avergüenzo cuando recuerdo haber salido a las calles en tu búsqueda porque no te tenía a la mano; me doy pena cuando me siento culpable por las mañanas, cuando muy temprano te metes a mi cama para calmar mi falta de sueño, te necesito para borrar mis pesadillas. No te quiero más en casa, en el trabajo, en la calle, en los momentos buenos o malos, ya puedo caminar sin ti, estoy segura que puedo competir en la vorágine de este mundo sin tu aroma. Te odio, y aunque odiar hace a los seres mezquinos, hoy doy gracias por mantener ese sentimiento en mi alma, porque gracias a este infinito rencor puedo decir que aunque me harás falta, puedo estar sin ti. No me busques, no me tientes ni te guardes esperando sorprenderme, porque sabiendo como sabes cómo me las gasto, a la primera sensación de tu olor sobre mi cuerpo te aplastaré. El pavimentó será tu destino… Marlboro. Verónica Rodríguez. Licenciada en Ciencias de la Comunicación, reportera de Radio Universidad . Colaboradora titular de EG. @vepaju
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Realidad o ficción de la lectura en México. Por: José Enrique Sánchez Pacho
Para conocer la condición en que se encuentra nuestro país en lectura debemos analizar los datos duros, en primer lugar, el promedio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en lectura es de 29.5 por ciento de las 34 naciones que integra, en tanto que en México llega apenas al 4.8 por ciento. En el 2000 44% de alumnos mexicanos se ubicaron por debajo del nivel 2 en competencia lectora. Para 2014 41% en los resultados de PISA, esto equivale a 425 puntos, siendo el promedio 500 puntos de los países que lo integran.
En Finlandia se leen 20 libros al año, en Alemania 12 libros, España 7.7, en México 2.9. En el año 2012 el 72% de la población no gastó un solo peso en comprar libros, el 13% de la población jamás ha leído un libro, 40% nunca ha estado en una librería, el 18% que estudiaron la licenciatura o posgrado (1.6 millones) dice que nunca ha ido a una librería, el 35% (3 millones) no lee literatura general, el 23% (2 millones) que no lee libros de ningún tipo, el 40% (3.5 millones) que no lee periódicos, el 48% (4.2 millones) que no lee revistas, el 7% (500,000) que no lee nada.
Fuente: Sheridan Guillermo, “La lectura en México/1”, Letras libres, abril 2007, México, D.F; consultada el 29 de enero de 2014. Web: http//www.letraslibres.com/revista/columnas/la-lectura-en-mexico1
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Fuente: Chacón Benjamín, “Hábitos de lectura de la sociedad mexicana”, Fundación Preciado, 2006
El 30% (2.6 millones) dice que no gasta en libros, el 16% (1.4 millones) que gasta menos de $300 al año es decir que la mitad de los universitarios (4 millones) prácticamente no compra libros, penúltimo lugar de 108 en un listado en índice de lectura, el 41% de los mexicanos dedica la mayor parte de su tiempo a ver televisión, solo el 12% a la lectura, 40% de los mexicanos nunca ha entrado a una librería; Barcelona por lo demás cuenta con más bibliotecas que todo México, en México existe una librería por cada 200 mil habitantes, la práctica de la lectura entre la población de México disminuyó de 54.6% en 2006 a 46% en 2013, el número de librerías por cada millón de habitantes se ha reducido de 45 a 18 en 53 años, por último el 29% de los mexicanos que lee, lo hace dos horas o menos a la semana; 21% de tres a cinco y sólo el 16% lo ejercita más de seis horas. Teniendo el panorama en lectura en México existe solución y es crear, incentivar el habito de la lectura en los niveles básico y media básica en educación, claro está que se tendría que tener profesores con un nivel de profesionalismo como cuenta el día de hoy Corea del Sur, donde su gobierno se ha ocupado en verdad no en simulación como en nuestro país, en tener al mejor profesionista impartiendo catedra en estos niveles, como
dice el libro de Andrés Oppenheimer; Basta de historias; Edit. Random House Mondadori 2010, asimismo comprometer a los padres en la educación de sus hijos como menciona el libro Anne Bacus-Lindroth “Murmullos sobre lo esencial.(Consejos de vida de una mamá a sus hijos) editorial Diana 2005; en fin como economista que soy y hablando de lectura les dejo una serie de títulos que les pueden servir para sus finanzas personales y puedan vivir sin deudas, que la mayoría de las personas se encuentran en estas circunstancias; El hombre más rico de Babilonia de George S. Clason editorial Castillo y Kiyosaki Robert et. Guía para Invertir. Edit. Aguilar, Altea Taurus, Alfaguara 2004; como dice el Premio Nóbel de economía 1978 Herbert Simon “El significado de “saber” ha cambiado de ser capaz de recordar y repetir información, a ser capaz de encontrarla y usarla”. Por último concluimos que lectura es igual educación más familia más entorno (país). L=f (E+F+En).
Enrique Sánchez Pahco. Licenciado en Economía,
Maestro en Economía y Administración Pública y colaborador titular de EG. epacho66@hotmail.com
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Poeta, escritor, ensayista, Premio Nobel de Literatura en 1990.
(31 de marzo de 1914)
El Pájaro Y un pájaro cantó, delgada flecha.
Pecho de plata herido vibró el cielo, se movieron las hojas,
las yerbas despertaron...
Y sentí que la muerte era una flecha que no se sabe quién dispara
y en un abrir los ojos nos morimos.
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Escritor y activista político.
(20 de noviembre de 1914)
Carta a Octavio Paz …Hemos aprendido desde entonces que la única verdad, por encima y en contra de todas las miserables y pequeñas verdades de partidos, de héroes, de banderas, de piedras, de dioses, que la única verdad, la única libertad es la poesía, ese canto lóbrego, ese canto luminoso.
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Escritor, traductor e intelectual.
(26 de agosto de 1914)
Bolero
Qué vanidad imaginar
que puedo darte todo, el amor y la dicha, itinerarios, música, juguetes. Es cierto que es así:
todo lo mío te lo doy, es cierto, pero todo lo mío no te basta
como a mí no me basta que me des todo lo tuyo.
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Poeta, periodista, crĂtico de cine y de teatro.
(18 de junio de 1914) El amor Yo camino buscando tu sonrisa de fiesta, tu azul melancolĂa, tu garganta morena y esa voz de cuchillo que domina mis nervios. Ignorante de todo, llevo el rumbo del viento, el olor de la niebla, el murmullo del tiempo.
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Libro: Yo también me acuerdo. Por: Margo Glanz Escritora
Me acuerdo haber leído muchísimas veces Primero sueño, de Sor Juana. Me acuerdo que cuando viajo no tomo fotografías, escribo diarios. Me acuerdo que me gustaría que mis quejas fueran oídas en este país donde hay causas pero no efectos. Me acuerdo de una foto de los años 80, me veo muy guapa. Me acuerdo que ser narcista a esta edad no es un delito.
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23 de abril “Día mundial del libro y el derecho de autor”. El libro no sólo es objeto de resguardo del pensamiento humano sino ─aún más importante─, el depositario, gracias al empleo de la escritura, del crecimiento de la complejidad de ese pensamiento. Es la escritura el medio que el ser humano utiliza para no sólo comunicar lo que piensa, sino construir el pensamiento mismo; la complejidad del pensamiento se refleja en las propiedades que caracterizan a la escritura: la planeación y la reflexión. La escritura ofrece la posibilidad, a diferencia de otros sistemas de comunicación humana ─como la oralidad─, de pensar en el mensaje antes de producirlo, de planearlo y organizar la información de tal manera que esas estrategias de pensamiento permitan profundizar en el estado del conocimiento para su avance y transformación.
de sus pensamientos y emociones, y en donde han ejercido también su derecho a la libertad de expresión; somos los afortunados herederos, gracias a la sobrevivencia de sus trabajos, de aportaciones que hoy han hecho que la ciencia y la tecnología avancen con una velocidad vertiginosa, que nos organicemos en sociedades que se han convertido en grandes civilizaciones, pero que también nos han advertido de lo destructivo que puede ser la actuación del hombre.
El libro como depositario de ese conocimiento se ha convertido en el objeto que permite que se difunda el pensamiento sin fronteras temporales y espaciales.
En 1995, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura proclamó el 23 de abril “Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor”, fecha que eligió en conmemoración simbólica por los fallecimientos ocurridos en 1616 de grandes escritores como Miguel de Cervantes Saavedra (que en realidad murió el 22 de abril y fue enterrado al día siguiente), Shakespeare (que falleció según el calendario juliano el 23 de abril o el 3 de mayo del calendario gregoriano) y el Inca Garcilaso de la Vega. Asimismo, “la fecha también coincide con el nacimiento o la muerte de otros autores prominentes como Maurice Druon, Haldor K.Laxness, Vladimir Nabokov, Josep Pla y Manuel Mejía Vallejo.”
Gracias a la escritura resguardada en libro ─hasta hace muy poco mediante soporte en papel ahora también en tecnología digital─ conocemos culturas muy lejanas y de lugares muy distantes del nuestro. Es por el libro, a través de la escritura, que las ideas más complejas del ser humano se han fortificado y han trascendido por más de cinco milenios ya. Actualmente nuestra humanidad ha recibido herencias inaquilatables de hombres y mujeres que nos han compartido sus experiencias, saberes y exploraciones de lo más profundo
El libro, al ser objeto tangible ─a través de la escritura─ del pensamiento humano de la más alta complejidad, adquiere valor y, por consecuencia, se hace necesario el respeto y reconocimiento social del creador de esa obra, que lo hace trascender después de su muerte.
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Lee conmigo, papá… Estás aquí, lo percibo. La sensación de ser observada, la intuyo. Por eso quiero platicarte de recuerdos que me llegan con mucha claridad, de los viajes en tu bici. Regresabamos del kínder, cuando uno de mis zapatos salió disparado de entre los rayos y mi susto encontró alivio en tus brazos.
Luego, cuando en los primeros años de la primaria fuiste mi maestro, a temprana hora sorteábamos juntos, sobre las mismas dos ruedas, charcos, piedras y hoyancos. A razón de mi empecinamiento por irme a estudiar fuera, en las madrugadas nunca dejaste de acompañarme. Entonces una pequeña maleta fue la carga de aquella misma bici, mientras los dos caminabamos hacia el paradero. Después regresabas pedaleando a casa, solo.
Yo, inexperta e ilusionada me alejaba, extrañandote a ti y a mamá. Todas esas muchas aventuras, fueron una especie de complicidad entre la bici, tu y yo. Estás aquí, lo siento. Me observas, lo intuyo.
Eso me ocurre a diario, desde que no te veo, no te escucho y te escribo.
Hoy valoro más que nunca que me enseñaras los recursos eternos de escribir y leer. Nunca será suficiente lo que pueda agradecértelo. Por eso ahora, para comunicarme contigo, te pido: lee conmigo, papá…
L.C.C Elisa Balama Marín, ME y MM Directora & Editora ebalam@empresaglobal.com.mx
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