SALUD PÚBLICA: UNA COMPLEJIDAD ANUNCIADA. Mario Iván Tarride. Traducido de: Mario Iván Tarride. Saúde Pública: Uma complexidade anunciada. Rio de Janeiro: Editora Fiocruz, 1998. Para fines exclusivamente docentes. Distribución restringida. Autorizada por el Autor.
INDICE: Página PRÓLOGO ....................................................................................................................... 1 PRESENTACION ............................................................................................................ 3 I. A CERCA DE LA CRISIS DE LA SALUD PÚBLICA .......................................... 5 EXPLICACIONES................................................................................................... 7 PROPUESTAS DE ABORDAJE........................................................................... 14 CUESTIÓN EPISTEMOLÓGICA......................................................................... 18 II. ACERCA DE LA SISTEMICA ............................................................................ 27 IV. HACIA UNA SALUD PUBLICA COMPLEJA ................................................. 67 V. CONSIDERACIONES FINALES ........................................................................ 78 EPILOGO: Prefacio de la Edición en Portugués........................................................ 81 REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS ....................................................................... 88 BIBLIOGRAFIA ANEXA ......................................................................................... 94
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PRÓLOGO Este libro, es el resultado de un esfuerzo interdisciplinario realizado por su autor, que aspira habitar espacios transdisciplinarios a través del cultivo conjunto del pensamiento sintético/expansionista y del analítico/reduccionista. Espacios como el del emergente paradigma de la complejidad, donde la tradicional confrontación entre estas dos formas de dar cuenta del mundo sea superada, permitiendo una ampliación de nuestras fronteras de comprensión. Este texto, que une los ámbitos de conocimiento de la Salud Pública y la Epistemología, fue concebido durante la primera mitad de la década de los noventa y, no obstante el tiempo transcurrido, su contenido parece tan vigente hoy como entonces. Especialmente si se considera que los temas relativos a la salud pública aún no encuentran, tanto en Chile como en la Región de las Américas, la estabilidad necesaria para que la población disfrute de sistemas de atención acordes a sus necesidades y expectativas. Del mismo modo, si se considera que los sistemas productores de bienes y servicios aún no reconocen con suficiente claridad su directa participación en la situación de salud de las personas y del ambiente; y, además, si se tiene en cuenta que la mayor parte de las decisiones políticas, económicas y sociales, se toman en el marco restrictivo de la estructura sectorial de un Estado que favorece poco el trabajo intersectorial. Por otra parte, su vigencia se puede observar también en la creciente preocupación académica por abordar las problemáticas actuales, incluida salud, recurriendo a interrogantes epistemológicas y éticas; esto es, no sólo practicando el quehacer científico, sino que cuestionando sus fundamentos, usos y resultados. Así mismo, en la medida que este interés se difunda especialmente hacia los ámbitos políticos e institucionales, serian esperables beneficios directos para la población. Se propone aquí, que parte importante de las dificultades que ha venido presentando la salud pública, no sólo tienen su fundamento en cuestiones metodológicas, sino también en el trasfondo que le han otorgado determinadas cosmovisiones y paradigmas, hasta ahora dominantes. Se llama la atención sobre un cierto cientificismo exitista, de cultores soberbios que parecen haberse olvidado de la falibilidad de tal conocimiento, ofreciendo un mundo de certezas y realizando extrapolaciones metodológicas hacia ámbitos de dudosa aplicabilidad. Conjuntamente, se subraya la parcialidad en la construcción de algunas explicaciones y teorías científicas que no han abandonado el uso exclusivo del reduccionismo analítico, desconociendo la posibilidad de incorporar en sus formas de mirar, explicar y comprender, el pensamiento sistémico/complejo, reconocido por su esfuerzo sintético y expansionista.
Se sostiene aquí, que la salud pública no debe ser reducida a un proceso de interrogación y respuesta que se ejerza solamente desde la medicina. La salud pública reclama estatuto de espacio interdisciplinario cultivado por sujetos transdisciplinados; exige que se le reconozca en toda su complejidad. Consecuentemente, es éste un texto dirigido especialmente a salubristas, pero no exclusivamente. Está destinado también a todos aquellos profesionales que, desde sus particulares ámbitos de acción, contribuyen a la discusión multidisciplinaria acerca de las formas de abordar el desafío de una mejor calidad de vida para las personas. Es cierto que se centra en los temas de la crisis de la salud pública, de la posibilidad de una nueva salud pública y de sus fundamentos epistémicos, promoviendo una movilidad paradigmática desde el clásico enfoque reduccionista hacia el emergente paradigma sistémico/complejo, pero se hace con la doble intención de sensibilizar a un cierto grupo de especialistas y conjuntamente invitar a profesionales de otros campos a pensar en sus propias prácticas y en la forma de mejorarlas al servicio de una mejor calidad de vida. Se propone aquí entonces, un conjunto de visiones que el lector interesado deberá necesariamente profundizar acudiendo a los autores referidos y a otros, abriendo la puerta de un espacio de comprensión que cada día pugna con más fuerza para instalarse como referente epistémico obligado. Finalmente, quisiera agradecer a la editorial de la Universidad de Santiago de Chile y a todas las personas que hicieron posible esta publicación, liberándolos de toda responsabilidad por el contenido de la misma; a los posibles lectores por su interés y por las observaciones que me puedan hacer llegar; a la editorial FIOCRUZ de Río de Janeiro que publicó el texto original en portugués en1998, por haber permitido poner esta versión a disposición del público de habla hispana; a aquellas personas que me han hecho llegar comentarios desde Brasil, ya que fueron fundamentales para que me decidiera a emprender el desafío de la publicación en español; y, de manera muy especial, a Fermín Roland Schramm que escribió el prefacio de la edición en portugués y que en esta ocasión se ha incorporado a manera de epílogo. Mario Iván Tarride mtarride@lauca.usach.cl Santiago, Junio del 2003.
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PRESENTACION En los últimos sesenta años, la cantidad de hechos acaecidos en el mundo entero, han puesto una nota casi dramática a la sensación de velocidad del paso del tiempo. El sostenido crecimiento poblacional, el necesario ajuste cultural producido por vivir en grandes comunidades, el desarrollo de la industria en gran escala, así como el de las ciencias y tecnologías, han traído consigo nuevos y mayores desafíos para el hombre Hoy, se habla del mundo como “la aldea global”, en que los transportes, las comunicaciones y la informática han interconectado fuertemente a personas de los más diversos lugares y culturas. E) mundo se ha empequeñecido y junto con ello, se ha hecho más complejo; dicho de otra forma, hemos tomado conciencia de su complejidad. No obstante lo anterior, el cambio que en igual período ha venido ocurriendo a nivel de modos de apreciar la realidad y de métodos para conocer y actuar, ha ido a la zaga. Los programas educativos mantienen como su principal método para enfrentar la complejidad, el de la fragmentación, heredada del pensamiento cartesiano. Los beneficios de esta particular forma de actuar son muchos; sin embargo, deben tenerse presente sus limitaciones para un mejor aprovechamiento del mismo, y para dar cabida a alguna forma alternativa o complementaria de ver, pensar, actuar. El pensamiento en términos de sistemas y complejidad, entendido como el acompañante dialéctico natural del reduccionismo fragmentario, ha probado su utilidad en diversos campos específicos, pero su difusión e incorporación en programas sistemáticos de formación, investigación y acción aún está en proceso. En particular, en el campo de la salud pública, el acercamiento de enfoques se ha comenzado a producir en años recientes, pero el reduccionismo continua siendo dominante, tanto en el terreno práctico, como en el teórico. Se propone aquí, que la denominada crisis de la salud pública, puede ser vista desde una perspectiva epistemológica, y que a partir de ello una revisión del pensamiento sistémico y complejo constituye una forma de contribuir a) cuestionamiento conceptual y práctico del campo, en busca de respuestas a los problemas que lo afligen y a posibles nuevas interrogantes. El campo de la salud pública no ha estado ajeno al uso predominante del pensamiento analítico y reduccionista y muchas de las críticas que hoy se le hacen, parecen tener fundamento en el ejercicio hegemónico de ésta particular forma de pensar; el reduccionismo fenoménico es practicado aquí. En este libro se sostiene, que si se usan diferentes enfoques para mirar la realidad, del mismo modo que se dispone de múltiples teorías para explicarla y métodos para enfrentar los problemas que se presentan, se dispondrá de más y mejores oportunidades para formular preguntas valederas y para hallar respuestas a mismas.
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Coincidimos con la proposición de Dean (1994) respecto de la necesidad de modificar los objetos observados en salud pública; de ampliar sus enfoques metodológicos; de proveerse un rango más amplio de métodos; de atender al contexto su complejidad; de generar nuevos desarrollos teóricos y mejorar la formación en el área. Para ello, propone una movilización de fuerte complementariedad, desde el habitual enfoque reduccionista al sistémico; del reconocimiento de la complejidad como ineludible epistémico sobre el cual trabajar. Se pretende, desde aquí, contribuir a la difusión del pensamiento sistémico y complejizador; a ampliar las formas y ámbitos de discusión de la salud pública, promoviendo posibles nuevas líneas de trabajo. Se busca también, plataformas de desarrollo de discursos que ayuden a mejorar los sistemas de salud. Dos son las fuerzas inspiradoras: por un lado la necesidad urgente de repensar problemas prácticos de la salud, en busca de nuevas yio mejores soluciones para realidades específicas; y por otro, discutir enfoques posibles de usar para ampliar las miradas, los problemas y las soluciones. Se estima que una forma productiva de hacer esto, es complejizando las situaciones, desplazándolas hacia puntos de vista más abarcativos. El marco conceptual sobre el cual se desarrolla esta propuesta, está dado por complejidad, la sistémica, la sistemografia, los sistemas autopoiéticos y la epistemología biológica. Todos ellas, concepciones emergentes desde las cuales reformular preguntas y respuestas para la salud. El texto se desarrolla entonces, asumiendo la existencia de crisis en la salud pública, explicándola en términos epistemolágicos y centrando el interés en la presentación de enfoques, teorías y métodos que posibiliten una reflexión expansionista. El escrito se ha organizado en cuatro capítulos, además de esta breve introducción. El primero se refiere al problema de la crisis de la salud pública: sus signos, posibles causas, propuestas de solución existentes, y propuesta del autor para interpretación desde un punto de vista epistemológico y para el reconocimiento de la salud pública como una complejidad. En el segundo capitulo se revisa el pensamiento sistémico, por cuanto se considera que es éste un antecedente obligado de conocer, para comprender posteriormente el campo de la complejidad, que se desarrolla en el tercer capítulo. El cuarto, presenta algunas reflexiones relativas a la propuesta de una salud pública compleja y un posible punto de partida para su operacionalización a través de un programa de trabajo. Finalmente, un capitulo de conclusiones que hace énfasis en algunos aspectos centrales de lo expuesto, con la aspiración de que sean vistos como una re-apertura de posibilidades, de conversaciones, como una reintroducción al tema del ver, pensar y actuar en salud pública.
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I. A CERCA DE LA CRISIS DE LA SALUD PÚBLICA Al Consultar el significado de la palabra crisis, encontramos definiciones tales como: cambio rápido que se sobreviene en el curso de una enfermedad en sentido favorable o desfavorable, mutación importante en el desarrollo de procesos, situación de un asunto cuando está en duda su continuación, modificación o cese; grave perturbación de la actividad económica o política, o del aspecto físico o espiritual; situación de un Estado entre la dimisión y la formación de un nuevo gobierno (Diccionario Enciclopédico Salvat, 1998). En consecuencia entendemos que al hablar de la crisis de la salud pública, se hace referencia a la duda acerca de su continuidad, cese o modificación bajo el esquema en que se ha venido desenvolviendo, en virtud del proceso de cambio fundamental que la afecta. Cuestión que lleva a interrogarnos acerca de la forma en que la salud pública se ha entendido y desarrollado, y de cómo se está verificando su cambio.
Señales Referirse a la crisis de la salud pública puede parecer redundante, se considera la gran profusión de artículos, opiniones y debates mantenidos en los últimos años a ese respecto. Sin embargo, se hace necesario realizar aquí un esfuerzo de síntesis, ya que las caracterizaciones que de ella son hechas ni siempre son coincidentes. La primera señal de la crisis es, precisamente, la gran preocupación que el tema despierta. Se concuerda con la existencia de la crisis, pero es posible proponer la hipótesis contraria. Apoyados en la relación “expectativas versus realidad”1, se supone que las demandas hechas a una “cierta” salud pública, conforme a la misión a ella asignada y los factores externos condicionantes de su accionamiento, quedan encima de sus reales posibilidades de acción. De cualquier modo, en cuanto no se produzca un ajuste entre las expectativas de los actores, la misión declarada en los discursos y los resultados reales obtenidos, a crisis de la salud pública se manifestará. A respecto a esta cuestión del quehacer de la salud pública, Arias (1984:80-41) afirma que, en la segunda mitad del siglo pasado (siglo XIX), la salud pública se restringía a acciones preventivas masificadas, saneamiento del ambiente y la trabajo en las primeras oficinas de higiene encargadas de las estadísticas vitales. Hoy, en los países desarrollados, ya no se trata de prevenir grandes epidemias, pero de organizar y administrar la atención médica para atender a la compleja y cara patología degenerativa, a las víctimas de accidentes y de consumo de drogas. Del mismo modo, en el campo de la salud ambiental, o que preocupa ya son el desagüe ni las condiciones higiénicas de 1
Alvarez (1992) en el prefacio de su libro, señala que la salud pública y la medicina preventiva no han alcanzado en los países en vías de desarrollo, el nivel de que fuera deseable dada su importancia y transcendencia para la salud.
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las viviendas, pero sí las contaminaciones de la atmósfera y de las aguas y los fenómenos perturbadores antes desconocidos. Otras signos específicos están en lo que McKeown (1985:82) señaló como “razones para dudar de la función de y de los objetivos de la medicina”, las que aquí asociamos a la salud pública: desacuerdo sobre las responsabilidades de los organismos públicos y privados en financiar y prestar servicios de salud; el rápido aumento de los costos de la atención médica y la falta de fundamento aceptable para restringirlos, grandes desigualdades en la esfera de la salud entre continentes, países así como entre las camadas de las poblaciones de un mismo país. Aquel autor supone, entre tanto, que la mayor fuente de incertidumbre tal vez deriva de la posibilidad de valorizar excesivamente las ganancias reales -y potenciales – en el tratamiento del enfermo. Comenzamos a sospechar, según McKeown, que algunos problemas patológicos tal vez sean, del mismo modo que se dijo de universo, “no sólo más extraños de los que suponemos, como más extraños de lo que podemos suponer”2. Para Terris (1989:1-5), la crisis de la salud pública puede ser observada en las señales de: servicios dirigidos para la atención médica hospitalaria terciaria, en detrimento de la prevención primaria, servicios preventivos descuidados y con poco apoyo financiero; énfasis en la prevención secundaria como campo del médico, en lugar de la primaria como campo de la comunidad; servicios de rehabilitación médica inadecuados y programas de rehabilitación vocacional y social descuidados y subdesarrollados; promoción de la salud –que señaliza una mejoría en las condiciones económicas y sociales de la población, como empleo, ingreso, habitación, condiciones de trabajo, educación, reposo, recreación, participación en las actividades comunitarias y capacidad de tomar – casi nunca considerada. Menéndez (1992:116) enuncia la crisis denominándola “proceso de mercantilización de la salud”, y sustenta que los términos ‘deshumanización’ y ‘despersonalización’, usados para describir la relación institución médica/paciente, en grande medida se refieren a ese proceso, siendo sus señales, entre otros: sistemas de prepago; seguros médicos; publicidad para vender-se como profesional; conflictos y huelgas provocados por bajos salarios del equipo de salud; carencia de recursos materiales básicos para atender a la población, por falta de financiamiento del sistema; precio de un accidente de trabajo o de transporte; comercio de órganos y compra de sangre. La crisis en la salud pública se muestra vinculada a los cambios en las formas de vivir y abordar los problemas, que es experimentada tanto en los países desarrollados como en nosotros en desarrollo. Considerándose la asincronía entre salud pública y otros ámbitos del trabajo social, es posible de hablar de crisis cuando se observa un desajuste entre el discurso y la práctica. Las causas pueden ser múltiples y su asociación 2
Cita referida a Haldane (1971).
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directa a síntomas específicos, peligrosa: Lo que es causa puede ser también efecto e viceversa.
EXPLICACIONES Como se dijo anteriormente, explicar la crisis de la salud pública señal por señal y a tribuyendo a cada señal una determinada causa –uni o multivariable- en términos lineares, es simplificar el problema, lo que no ayuda a su comprensión. Por este motivo, se sintetiza, aquí, un conjunto de argumentos ofrecidos como causas posibles de la crisis de la salud publica, como componentes de un particular “sistema social”. Solamente para ordenar la presentación, se reúnen las cusas en tres grandes grupos relacionadas al concepto, a la práctica a la formación y a la investigación.
Desde el Concepto Alvarez (1992) defiende que una de las causas de la crisis está en su conceptualización limitada. Una de sus funciones, entre otras igualmente importantes, sería modificar o controlar condiciones desfavorables del ambiente que afectan a la salud del hombre. Terris (1989:1-5) concuerda con Alvarez, afirmando que el concepto de medicina comunitaria-social-preventiva reduce la salud pública a una subdivisión de la medicina. Nijhuis (et al., 1994:1), por su parte señaló recientemente que la salud pública está siendo vista cada vez más como un área compleja, donde las condiciones como pobreza, falta de esperanza en el futuro, una cultura popular hedonística y la influencia de una economía global están teniendo un papel importante. Entre las definiciones recogidas por Alvarez (1992) de autores como Winslow3, Hanlon , y de la Sociedad Médica Americana5, es posible observar plena concordancia 4
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“La salud pública es el arte y la ciencia de prevenir las dolencias, prolonga la vida y mejora la salud y la eficiencia mediante el esfuerzo organizado de la comunidad para el saneamiento del medio, el control de las dolencias transmisibles, la educación de los individuos en higiene personal, la organización de los servicios médicos y de enfermería para el diagnóstico precoz y el tratamiento preventivo de las dolencias, y el desarrollo de un mecanismo social que certifique a cada persona un nivel de vida adecuado para la conservación de la salud organizando este beneficio de tal modo que cada ciudadano se encuentre en condiciones de gozar de su derecho natural a la salud y a la longevidad.” 4 Este autor propone dos definiciones, la primera incluye siete grandes capítulos: acciones de saneamiento y de control de la contaminación ambiental, prevención de las dolencias y sus consecuencias, actividades relacionadas para proporcionar cuidados integrados de salud, actividades relacionadas con la colección y análisis de estadísticas vitales; educación para la salud individual y colectiva, planeamiento y evaluación de servicios, e investigación científica, técnica y administrativa. La segunda que data de 1974, ya no se refiere a los campos de aplicación de la salud pública, y sí afirma: “La salud pública se dedica al logro común del más salto nivel físico, mental y social de bienestar y longevidad, compatible con los conocimientos y recursos disponibles en un tiempo y lugar determinado. Busca este propósito como una contribución al efectivo y total desarrollo y vida del individuo y de su sociedad. 5 “La salud pública es el arte y la ciencia de mantener, proteger, y mejorar la salud de la población, por medio de esfuerzos organizados de la comunidad. Incluye aquellas medidas por medio de las cuales la comunidad providencia
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en lo esencial, lo que lleva a pensar en consenso en la manera de comprenderla. En la práctica esto no ocurre. Aún no existe un acuerdo para considerar a la medicina preventiva como parte de la salud pública y viceversa. Alvarez sustenta que la medicina preventiva es parte de la salud pública. Por esta razón, a los objetivos de promover y de conservar la salud y de prevenir las dolencias, habría que agregar los tradicionales saneamiento ambiental y la aplicación de medidas generales de prevención (aislamiento, cuarentenas y desinfección), para alcanzar los objetivos de la salud pública. En el modelo preventivo de Leavell & Clark (1958), la salud pública es parte de la medicina preventiva, al considerar que esta última puede ser aplicada en dos grandes direcciones: una, de los individuos y las familias, por el médico privado; otra, de los grupos y comunidades por los sanitaristas –la salud pública propiamente dicha. Alvarez (1992: 41-42), por su parte, no comparte esta opinión, argumentando que el desarrollo histórico de la salud pública no sustenta este punto de vista, ya que sus orígenes son anteriores a las de la medicina preventiva. Por otro lado, agrega, el clínico al mismo tiempo en que realiza su trabajo habitual con individuos y familias, también está contribuyendo a la salud pública. No es interés aquí, participar de la disputa sobre lo “que es y que contiene” relacionada a la manera de definir medicina preventiva y salud pública, aunque el hecho de considerar diferentes definiciones de salud pública y señalar la existencia de estos desacuerdos contribuya para entender la crisis de identidad de la salud pública. Para Sepúlveda (et al., 1994) a lo largo de la historia, significados diferentes y ambiguos se han dado para el concepto de salud pública. Actualmente, señala, es posible identificar por lo menos cinco opciones que, frecuentemente, se sobreponen. En la primera, se relaciona el adjetivo ‘pública’ a la acción gubernamental; La segunda, enfoca la participación de la comunidad organizada (el público); En la tercera, se propone que la salud pública sea igual a los servicios no personales de salud; La cuarta, agrega algunos servicios personales de salud de naturaleza preventiva, especialmente los dirigidos a grupos vulnerables; Finalmente, la quinta se refiere a la respuesta organizada a los ‘problemas de salud pública’ –dolencias muy frecuentes o amenazadoras. La propuesta de Sepúlveda y colaboradores es de adoptar un concepto amplio, en que el adjetivo de ‘público’ no se refiera a un sector de actividad o a un tipo de servicio de salud, y sí a un nivel específico de agregación, contrastando el nivel individual al poblacional. De esta manera, el dominio ampliado de salud se subdivide en dos dimensiones: objetos de estudio y niveles de agregación. Postulamos, dicen, que el campo de la salud pública tiene dos objetos principales: el primero representado por las
servicios médicos para grupos especiales de personas. Se relaciona con la prevención y control de las dolencias, con los que necesitan hospitalización para la protección de la comunidad y con los médicamente indigentes.
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condiciones de salud –los procesos de salud-enfermedad que alcanzan a un individuo o a una población; el segundo, representado por las respuestas a esas condiciones. El contenido de la salud pública, para ellos, estaría dado por el nivel poblacional, la epidemiología, que estudia los procesos de salud-enfermedad y sus condicionantes, y los sistemas de salud, respuesta social a las condiciones de salud de la población. Esta concepción de la salud pública, fuertemente dependiente del conocimiento de alcanzado a través de la epidemiología es compartida por Bustamante (1994). El manifiesta, de modo positivista, la creencia en la epidemiología futura como forma de avanzar en el conocimiento y mejoría de la salud por intermedio del progreso tecnológico. No obstante, la intención de Sepúlveda y colaboradores de tener una salud pública amplia, cuando se fija su dominio en el nivel poblacional, se niega la posibilidad de un ejercicio de la salud pública desde el nivel individual. La propuesta coincide con el modelo preventivo de Leavell & Clark (1958) y es opuesta a la concepción de Alvarez. Por este motivo, no es solución para el impase entre medicina preventiva y salud pública. Esto es evidente para Terris (1989: 1-5), cuando alerta ante la gran confusión con respecto al significado de los términos ‘salud pública’, ‘medicina comunitaria’, ‘medicina social’ y ‘medicina preventiva’, utilizados frecuentemente como sinónimos. Para él, hay dos conceptos básicos en discusión: salud pública y medicina comunitaria/social/preventiva. A pesar de estos tres últimos tener raíces históricas diferentes, su orientación es semejante.6 Terris considera que la medicina comunitaria /social / preventiva es una subdivisión menor de le medicina, según se la mida por parámetros tales como: respaldo financiero, número de personal, prestigio, influencia política. La salud pública en tanto, la define como una actividad gubernamental y social importante, de naturaleza multidisciplinaria y que se extiende a casi todos los aspectos de la sociedad. Para Terris el carácter multidisciplinario de la salud pública es crucial, dado que participan muchas disciplinas profesionales: epidemiología y bioestadística; economía de la salud, sociología, ciencias políticas y otras ciencias sociales; las ciencias biológicas y físicas; ingeniería de la salud pública, enfermería, estomatología y nutrición; medicina comunitaria / social / preventiva; educación para la salud y administración de salud; a lo que agrega salud pública veterinaria y trabajo social de salud pública. 6
Terris afirma que el término ‘medicina preventiva’ surge en los Estados Unidos en un periodo en que la salud pública se preocupaba casi exclusivamente, en prevenir las enfermedades infecciosas y estaba bajo el dominio de la profesión médica. La ‘medicina social’, dice, es un producto de la Francia, Alemania, Bélgica, y otros países europeos. Firmemente enraizada en la profesión médica, representaba una preocupación por el papel de los factores sociales en el origen de las dolencias y la necesidad de la acción gubernamental en la áreas de prevención de la dolencia y la atención médica. El término fue ampliamente adoptado en Gran Bretaña en la década del 40. El término medicina comunitaria, prevaleció en los Estados Unidos como substituto de ‘medicina social’, muy parecido con ‘socialismo’. Además de ello, la utilización de la palabra ‘comunidad’ implica más actividad a nivel local que a nivel nacional que detesta la orientación conservadora de la profesión médica.
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Por otra parte, Nijhuis & Van Der Maesen (1994:1-2) piensan que los debates más teóricos acerca de los enfoques de la salud pública son confinados a un nivel metodológico científico. Sostienen que fundamentos filosóficos, tales como nociones ontológicas subyacentes, son raramente parte de las discusiones, pero están siempre implícitas y yacen detrás de los argumentos y razonamientos de diferentes puntos de vista o tradiciones. Así, desde una filosofía social individualista, se tendría una cierta salud pública, distinta de aquella que se base en un pensamiento filosófico social colectivo. Por otra parte, señalan, el concepto de salud puede ser visto también desde dos perspectivas filosóficas divergentes. La primera, una visión científica natural, mecanicista, en que el foco de la interpretación médica es definitivamente la enfermedad, vista como una perturbación del funcionamiento de algún subsistema de los que componen el ser humano, dejando salud como un concepto residual, relativo a la ausencia de enfermedad. La segunda, desde la moderna perspectiva holística de la promoción de la salud, de la cual renace una visión diferente de salud, al considerarla como una expresión del grado en el cual un individuo es capaz de lograr un equilibrio existencial dinámico, y donde las perturbaciones a este equilibrio pueden ser interpretadas de diferentes ángulos, posibilitando miradas tales como: mecanicista, hermenéutica y social. La crisis de la salud pública es, para Tejada (1992:177), “una intrincada ‘telaraña’ de aspectos históricos, culturales, económicos, sociales, políticos y morales, que se condicionan y potencian mutuamente. El conjunto es una entidad muchísimo más compleja que la suma de las partes. Por eso este fenómeno descoloca a economistas, sociólogos, científicos políticos y filósofos, quienes, desde sus rincones de especialización, si bien lo perciben, no atinan a encontrar propuestas integrales”. Hasta aquí, la crisis puede asociarse principalmente a la disputa, que aún se sostiene entre salud pública y medicina preventiva, medicina social, medicina comunitaria, y que materializa el desencuentro existente entre una mirada científica / médica de la salud y otra de carácter social. Esto configura un escenario que obliga a mirar el tema como una complejidad, en que contenidos, fronteras, áreas comunes, objetivos, funciones, si bien confunden, también otorgan riqueza de matices para comprender la salud.
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Desde la práctica Según Frenk (1992), las causas de una supuesta crisis pueden ser buscadas en los espacios de la práctica de la salud pública, principalmente en las instituciones que la sociedad se otorgó para certificarse de que las personas estén saludables. El autor tiene la impresión de que la salud pública vive una crisis de identidad, de organización y de realización, y se apoya en la sentencia elaborada por el Instituto de Medicina delos Estados Unidos, que señaló:En estos últimos años, ha existido una opinión creciente que la salud pública, como una profesión, como una actividad gubernamental y como un compromiso de la sociedad, no está ni definida claramente ni apoyada adecuadamente, ni comprendida completamente. (Frenk, 1992: 75). Frenk dice que esta afirmación es, sin duda alguna, a las Américas como un todo. Tanto Nájera (1992) como Testa (1992), Tejada (1992) y Menéndez (1992), señalan que la crisis actual de la salud pública, vista a través de los sistemas de servicios de salud, no puede ser considerada como simple fenómeno económico y financiero coyuntural, sino estructural. Menéndez (1992: 103) sitúa el origen de la crisis a mediados de la década de los 60, pela existencia de un modelo teórico-metodológico que, a partir de la medicina, afecta la salud pública, limitando sus concepciones e intervenciones. Durante esta época, dice, la crítica fue básicamente de tipo ideológico-técnico centralizada en el descubrimiento de la función real de la medicina y, en particular de la salud pública. A pesar de reconocer los cambios económicos, políticos, e ideológicos entre los 60 y 80, Menéndez considera que las condiciones estructurales se han mantenido, que la situación de la salud pública no se ha modificado significativamente; que las características dominantes de su ‘saber’ y de sus relaciones con la estructura de poder continúa siendo, básicamente las mismas. La salud pública como ‘saber’ y práctica profesional, afirma, constituye una variedad corporativa de lo que se denominó Modelo Médico Hegemónico7, con características estructurales como: no-sociabilidad, ahistoricidad, eficacia pragmática, mercantilización de la salud-enfermedad, orientación básicamente curativa; práctica curativa en la eliminación del síntoma, relación de la subordinación social y técnica del paciente, que puede llegar a la sumisión; prevención no estructural; identificación ideológica con la racionalidad científica como criterio manifiesto de exclusión de otros modelos: tendencias a la medicalización de los problemas y al consumismo médico (Menéndez, 1992: 109).
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“Por Modelo Médico Hegemónico entendemos el conjunto de prácticas, saberes y teorías generados por el desarrollo de lo que se conoce como medicina científica, lo cual, desde fines del siglo XVIII ha conseguido establecer como subalternos al conjunto de prácticas, saberes, e ideologías teóricas, hasta entonces, dominantes en los conjuntos sociales, hasta conseguir identificarse como la única forma de atender la dolencia, legitimada tanto por criterios científicos como por el Estado.” (Menéndez, 1992: 108).
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De acuerdo con esta caracterización, el autor considera el Modelo Médico Hegemónico construido sobre una base filosófica-ontológica individualista y cientificista. Otra forma de abordar la salud pública según Menéndez (1992: 118), se dio por el uso del Modelo de Medicina Psicosomática8, desarrollado entre 1930 y fines de los años 50. A este modelo convergían la investigación biológica, la clínica, la psicoanalítica y la científico-social. Esta alternativa, afirma, fue silenciada al ser reducida a más de una variante del Modelo Médico Hegemónico, al privilegiar la práctica clínica sobre la preventiva. Los conceptos de ‘modos de vida’, ‘modo de adolecer’, ‘estilo de vida’, inherentes al enfoque psicosomático, han sido retomados con relación a problemas como la violencia, SIDA o alcoholismo, pero, no como referencia estructural de la salud pública sino como un instrumento epidemiológico dirigido exclusivamente a la conducta de riesgo. En este escenario, Menéndez (1992) pone a la Atención Primaria y a los Sistemas Locales de Salud (SILOS) como respuestas a la posición individualista, al tecnicismo y al empobrecimiento estatal. Así, la posibilidad de un cambio substantivo en la salud pública a partir de estas propuestas era esperada por ciertos sectores, que veían en la participación de la comunidad un acontecimiento fundamental. Al evaluar el resultado de estas propuestas 15 años después, no es el objetivo, aquí. Sin embargo, se reconoce el avance alcanzado, en diversos países, por la salud pública de fundamento liberal. Desde la Formación e Investigación Otra manera de ver lo que está ocurriendo con la salud pública y sus enfoques es a través de los planes y programas de estudios vigentes en las escuelas –en el nivel de pregrado como en postgrado- tomando en cuenta que la dinámica de cambio de estos es muy lenta. Documento publicado por la OMS (1985) revela que las materias de los cursos de postgrado en las escuelas de salud pública son muy heterogéneas. Esto muestra una de las principales características del tema. Sin embargo, es posible reconocer también un patrón estructural que se repite en las disciplinas básicas. Entre las materias materias obligatorias y fundamentales, comunes a ¡as distintas escuelas, se hallan, en el campo de las ciencias: Bioestadística (o Biometría, o Estadística), Epidemiología, Microbiología (o Bacteriología y Parasitología). Entre las disciplinas aplicadas: Saneamiento 8
En esta tendencia, los procesos salud-enfermedad y de atención fueron considerados como posible síntesis entre los niveles biológico, psicológico y sociocultural, donde lo bio-patológico constituía la expresión de padecimiento a partir de procesos causales que debían ser encontrados en lo social y/o psicológico.
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Ambiental (o Higiene Ambiental o Saneamiento e Higiene Ambiental), Introducción a la Salud Pública (o Historia y Filosofía de la Salud Pública), Educación Sanitaria y Organización de los Senñcios de Salud. En un segundo nivel de frecuencia, se encuentran, entre las ciencias fundamentales: Demografía y Ciencias Sociales y Salud. Y entre las disciplinas aplicadas: Alimentación y Nutrición, Gestión de la Salud, Planificación Sanitaria, Medicina Materno-Infantil y Medicina del Trabajo. Entre las disciplinas optativas, ¡as más frecuentes son: Epidemiología de las Enfermedades Crónicas, Derecho y Legislación de la Salud, Administración de Hospitales, Salud Internacional y Salud Comparada. Entre las menos frecuentes se encuentran: Salud Pública Veterinaria, Lucha contra Enfermedades Venéreas, Lucha contra la Tuberculosis, Programas de Tamizaje o Seguimiento y, Lucha contra el Paludismo (OMS, 1985:184-1 87). La Escuela de Salud Pública de Chile (1987) junto al Ministerio de Salud y la Organización Panamericana de ¡a Salud, realizaron un seminario acerca de la enseñanza de la salud pública en Chile a nivel de pregrado, de donde es posible extraer las siguientes conclusiones: los departamentos de salud pública de las Escuelas de Medicina de Chite, inician sus tareas en el primer o segundo año, incluyendo, preferentemente, la enseñanza de la Biometría como tal, o en forma de Bioestadística y Biomatemáticas. Algunos departamentos dictan Introducción a la Medicina y sólo en dos Sociologia. Durante el tercer y cuarto años la asignatura eje es la Epidemiología que es dictada por todos los departamentos. Algunos dictan Demografía y sólo dos Higiene Ambiental. En el quinto, sexto y séptimo año, los cursos principales son Medicina Preventiva o Salud Pública, con actividades de internado rural o urbano. Otras carreras que reciben cursos de Salud Pública son: Nutrición, Obstetricia, Enfermería, y Tecnología Médica. Y en mucho menor grado: Fonoaudiología, Odontología, Kinesiterapia, Servicio Social, Terapia Ocupacional, Química y Farmacia, Bioquímica y Pedagogía. La demanda de estas carreras es por las siguientes asignaturas (en orden descendente): Bioestadística, Administración de Salud, Epidemiología, Salud Pública, Higiene Ambiental y Ciencias Sociales. Con menor frecuencia figuran: Métodos de Investigación, Biomatemáticas, Educación para la Salud, Demografía y Enfermedades Transmisibles. Por otra parte, del total de profesionales que trabajan en los departamentos de salud pública, el 66% son del área biológica, correspondiéndole a los médicos el 38%. El área matemática y tecnológica engloba un 23%, mientras que las ciencias sociales y humanas representan el 11% restante. Podemos observar que si se juntan los profesionales del área biológica con los matemáticos y técnicos (principalmente estadísticos), alcanzan un 89%. En consecuencia, la visión que se tenga de la salud pública en los departamentos respectivos del país, estará fuertemente dominada por las ciencias naturales y formales, quedando un espacio menor de participación (11%) para las ciencias humanas.
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En los tres niveles aquí analizados, no se observa una propuesta orientada a la reflexión filosófica, gnosiológica o epistemológica de la salud. Ni siquiera existen enunciados sugestivos de un debate profundo sobre cuestiones metodológicas. Este espacio se reserva, preferencialmente, a la acción, de las ciencias básicas –naturales y formales- en prejuicio de las disciplinas referidas a lo humano y a lo social. Tampoco se reconocen disciplinas orientadas a formalizar un instrumental de pensamiento sintético, como podría ser la Sistémica y la Complejidad coincidiendo con las necesidades enunciadas anteriormente. Frenk (1992: 83) afirma que gran parte de la crisis actual de la salud pública está en la debilidad de la base de su producción científica. La investigación en el área de la salud pública, según él, ha ocupado un lugar secundario si se compara con la biomédica o la clínica. Y agrega que tanto los aspectos económicos como las formas de institucionalización de la salud pública, es posible que se deba a la manera como la investigación científica se viene desarrollando, el cual choca con el espíritu integrador característico de la salud pública.
PROPUESTAS
Las respuestas ofrecidas al problema de la crisis de la salud pública son muchas, clasificadas en teóricas y prácticas. Tejada (19992: 178-179) afirma que en lo que se refiere a los sistemas de salud, las soluciones dependerán de la realidad de cada país. Es posible reconocer, por lo menos tres opiniones: la de los que creen en la posibilidad de ‘reparar’ algunas fallas más visibles del sistema, sin cambiar sus características fundamentales, la de los que creen ser posible ‘revitalizar’ y dar nuevo contenido ideológico al sistema, manteniendo sus características fundamentales, privatizando; y a de los que defienden que el sistema actual está definitivamente agotado, siendo, por tanto, inútil ‘arreglarlo’ o ‘revitalizarlo’. Estos últimos establecen que las propias circunstancias y consecuencias de la crisis facilitarían un proceso de cambios con base en un nuevo modelo, radicalmente diferente de lo tradicional. En este último grupo se puede inscribir a ciertos autores que con sus aportes ha iniciado posiblemente el camino de construcción de lo que se ha denominado la ‘nueva salud pública’. Nájera (1992) parece ser uno de ellos, al proponer, que la solución para los problemas de los sistemas de salud no será encontrada abandonando responsabilidades – privatización y/o descentralización. Tampoco en procesos de reorganización que lleven a mayores efectividad y eficiencia y, menos aún en la tentativa de racionamiento. Parece necesario, o por lo menos conveniente, retomar, recuperar la capacidad de
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analizar, pensar, repensar lo que es salud pública, fuera del enmarañado de interacciones conceptuales en que la medicina mantiene esas nociones. Considera que el marco debe ser dado por la teoría dela ciencia y por el contexto general de la crisis analizada, sin lo cual, en vez de haber integración, habría sincretismo. Y propone como unidad de análisis el ‘nicho’ socioecológico, determinado por una comunidad específica, solidaria en la defensa de la salud de todos y que pretende conseguir la equidad. El lado ambicioso de un proyecto para renovar la salud pública, afirma Nájera, sería pensar como desmedicalizar la forma de conceptualizar la salud. La cuestión no es incorporar las ciencias sociales al pensamiento sobre la salud, sí tratar la salud como una cuestión social. Se propone al respecto, las siguientes preguntas (Nájera, 1992: 129131): ¿Viven con salud las personas sometidas u obligadas a vivir en condiciones de habitat, de trabajo, o de falta de ocupación que las incapacitan para su desarrollo cultural, así no padezcan de alguna dolencia médica específica, como ocurre frecuentemente en las edades centrales de la vida? ¿Podemos intentar reordenar y depurar el conocimiento médico y el epidemiológico para ir abandonando la ‘clínica de las dolencias’ y la epidemiología de las dolencias? ¿Puede todo este esfuerzo llevar a integrar lo físico-químico al contexto sociológico en el cual ocurre y, de esa forma, lo individual a lo colectivo y lo colectivo a lo solidario?. Tal vez, la colaboración transdisciplinar o transectorial abra camino para una teoría de la salud. Frenk (1992) afirma que hoy, más que nunca, las instituciones de salud pública del mundo y, en particular, de América Latina y El Caribe, enfrentan la necesidad de redefinir su misión frente a un ambiente cada vez más complejo. Deben preguntarse por su papel social, por el alcance de su acción, y por las bases de su saber. Delante de la magnitud de los problemas, afirma aquel autor, se torna urgente proponer un renacimiento que, al asimilar lo mejor de nuestra tradición intelectual, nos permite hablar, con legitimidad, de una nueva salud pública. Formula preguntas como: ¿Cuáles son los principios conceptuales subyacentes a este renacimiento?, ¿Cuáles son sus desafíos organizacionales?, ¿Cuáles son las características del contexto epidemiológico y social que, al mismo tiempo, establecen la necesidad de cambio y determinan los límites de su factibilidad?. Para Gómez (1994), los desafíos de la salud pública actual son equidad, igualdad y justicia. Ya para Evans (1993), los problemas de salud de las poblaciones y del medio ambiente pueden hoy vinculados a los de seguridad, si se considera esta
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última tal como fue identificada en 1982 por la Comisión Palme sobre cuestiones de desarme y seguridad9. Fuertemente a estas dos posiciones, encontramos la de Martín (1993) quien señala la necesidad de mirar la práctica de la salud pública como la perspectiva de la ética sanitaria, que levanta la interrogación sobre que hacer con relación al uso alternativo de recursos escasos y al crecimiento poblacional. Y afirma que, teniendo en cuenta la sobrecarga ecológica del planeta, deberíamos pensar como King (1990), en una salud sustentable. A largo plazo, se debe alcanzar el objetivo de los sistemas de salud –control de la dolencia y fomento del bienestar- con conservación de los ecosistemas. Si las consecuencias de alguna actividad sanitaria entran en conflicto con este principio, debe ponerse en duda la conveniencia de esta acción. Martín propone una salud pública que hoy sólo se justifica en función de un fin futuro, donde el control del crecimiento demográfico parece ser un elemento-clave en el diseño de soluciones. Varios autores10 concuerdan que el tema de la ética sanitaria, puesto en discusión por Martín, es de gran interés en la actualidad. Sin embargo, no están de acuerdo con sus apreciaciones con respecto del abordaje del problema. Reconocen que el crecimiento poblacional acarrea graves consecuencias, pero no les parece que una política de ‘eutanasia masiva’, parafraseando Mahler, se la forma de solucionarlo, tampoco una dictadura de la medicina en la decisiones sobre quien tiene derecho de continuar viviendo. Afirman que educación, desarrollo económico, democracia, celo por los ecosistemas, mejor distribución de los recursos Norte-Sur, una medicina consciente de sus posibilidades y limitaciones, equilibrio entre las necesidades del individuo y de la sociedad, equidad y responsabilidad social, humanitarismo, antimercantilismo, y tecnología ética parecen ser algunas de las coordenadas sobre lasa cuales debería buscarse la solución de los problemas sanitarios. Testa (1992) a su vez, afirma que los cambios en la salud pública deben ser pensadas bajo la perspectiva del poder, buscando procesos de trabajo adecuados para ser humanos en una sociedad más responsable que la nuestra, y en función de una investigación en salud que considere los valores en uso, los afectos, el amor. En particular, afirma que las relaciones de afecto deben ser analizados con el objetivo de entender porque los cuerpos dejaron de ser libres para transformarse en propiedad de otros. Aunque referenciales afectivos de carácter social, como el casamiento o la familia, parezcan permanentes e indiscutibles y, aunque el tema les parezca delicado, el autor indaga por que tales referenciales han de ser siempre los mismos.
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Seguridad es usado como sinónimo de bienestar físico y económico, de derechos humanos, de libertades civiles y políticas, de un medio ambiente viable y de justicia social, y no como tema de exclusividad militar.
10 Ver la ponencias de Pinit Ratanakul, Prema Pandurang, Debabar Benerjl, Vangle Vergum, Hassan hathout, Pobl. Riss, Cécil De Sweemer-Ba, Daniel Callahan, P. Nymadawa Ren-Zon Qlu en Foro Mundial d ela Salud, Vol. 14, Nº2 de 1993.
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Estros aspectos, afirma él, aunque no fueran explotados de manera adecuada con respecto a la salud, pero les parece claro que la política represiva sobre el cuerpo, instituci0onalizada como norma por medio de la iglesia, de la escuela, de la legislación, y organizaciones como la familia o el matrimonio, es cada vez más una cuestión pública, un tema de política y una búsqueda de nuevas formas de comportamiento que avancen en la lucha contra esa represión. A su ver estas cuestiones que la investigación en salud pública no puede dejar de considerar. Puede ser, argumenta, que esto conduzca a identificar causas y objetivos que hoy consideramos al margen del terreno de la salud y, como en el caso del trabajo, problemas y propuestas de reorganización social, que se transformen en una tarea importante de salud pública. Por otro lado, Dean (1994) afirma que, desde 1985, se vienen desarrollando trabajos en que se documenta sistemáticamente la necesidad de un cambio de lo que ‘se ve’, por medio de una ampliación de las materias de análisis y de la ‘manera de ver’ por la inclusión de enfoques analíticos más comprehensivos o abarcadores. En la investigación epidemiológica, señala, no se obtuvo un desarrollo deseado. Aunque está muy limitada a proyectos aislados, más orientadas a las áreas clínicas de laboratorio. Los estudios de población y la complejidad de las fuerzas que crean y mantienen la salud fueron olvidados. El autor valoriza la necesidad de nuevos tipos de investigación, más dirigidos hacia la comprensión de los fenómenos complejos de la salud de que a la reducción de la confusión en la búsqueda de la explicación, permitiendo así, la reelaboración de significados para el trabajo en salud pública. Entre otros temas que Dean considera necesario tener en cuenta, al crear conocimiento para la nueva salud pública, están: la atención al contexto y a la complejidad en la investigación en salud, necesidad de desarrollo teórico, el uso de una gama más amplia de métodos, una mejor capacitación en salud pública, y la necesidad de distribuir los recursos para crear nuevos tipos de conocimiento. Analizamos las propuestas aquí resumidamente presentadas, es posible reconocer los deseos de los autores para la construcción de una ‘nueva salud pública’, caracterizada por adjetivos como: ‘segura’, ‘sustentable’, ‘ética’, ‘pragmática’, ‘humanitaria’, ‘desmedicalizada’, ‘valorativa’, ‘afectiva’. Se propone aquí incorporar el adjetivo: ‘compleja’, en respuesta a las críticas de orden metodológica dirigida a la forma de ‘ver’ y al proceder de la salud pública actual, especialmente en la línea de Dean, como forma de reconocer la posibilidad de coexistencia de estas y de muchas otras concepciones.
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La interrogación Epistemológica Las críticas de orden metodológica hechas a la salud pública están relacionadas, principalmente, al uso preferencial del método científico como forma de conocer y aproximarse a esa realidad particular, compuesta por la salud de los individuos considerada como un todo, como un colectivo. El fenómeno de conocer está, entre tanto, en la base de todas las observaciones hechas actualmente sobre la salud pública. Consecuentemente, el conjunto de interrogación que determinan la crisis puede ser visto a partir de una perspectiva epistemológica.11 La tradición científica –que ha dominado la salud pública desde el Modelo Médico Hegemónico, tanto en la práctica como en la investigación – tiene virtudes y también defectos que llevan, actualmente, a hablar de crisis. Los problemas que la ciencia enfrenta en sus aspect0os teóricos y prácticos deben ser considerados al discutir la crisis de la salud pública. Al hablar de ciencia, se hace referencia a la capacidad del hombre de conocer, el ‘mundo externo’ a partir del ‘mundo interior’, capturando sus uniformidades y explicando como ocurren los hechos en la realidad y, en por tanto, predecir comportamientos y de, en función de estos, reaccionar (Serra, 1984:34-36). Para alcanzar estos objetivos, se ha empleado el método científico, cuya pauta de investigación puede ser sintetizada en (Bunge, 1988:63): formulación del problema, construcción de un modelo teórico, deducción de consecuencias particulares, prueba de las hipótesis, introducción de las inclusiones en la teoría. El resultado es el conocimiento científico, considerado racional, objetivo, factual, analítico, explicativo, predictivo, especializado, claro, exacto, comunicable, verificable, sistemático, general, legalista abierto, útil. Es posible pensar que, cumplidos los objetivos de las ciencias y respetados sus métodos, nada puede perjudicar el proceso y el resultado de su acción. Sin embargo sabemos que hay problemas en la práctica del conocimiento científico general y específico que lleva al tema de los ‘obstáculos epistemológicos’ propuestos por Bachelard (1973: 187-205), con relación a la objetividad y a los valores. Por este motivo, es necesario mantener una actitud cuidadosa, de reflexión permanente sobre el valor del conocimiento obtenido por intermedio de ello. Así también, a partir de una perspectiva gnoseológica se debe abrir la posibilidad de de cuestionar fundamentos y características esenciales del conocimiento
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Se entiende aquí ‘epistemología’ como teoría del conocimiento científico.
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científico, relativamente a las posibilidades de contemplar plenamente una realidad independiente de nosotros. Desde esta perspectiva, no bastaría afirmar que la crisis de la salud pública es organizacional, estructural o de cualquier otro tipo. Es preciso comprender que el conocer y el interpretar la realidad ejercen un papel fundamental en la construcción del mundo que se desea. La discusión sobre presente y futuro de la salud pública debe pasar por una reflexión epistemológica, teniendo en cuenta factores como demarcación del conocimiento científico, desarrollo de la ciencia, complejidad, ciencias sociales, administración y ‘cientificismo’. Sierra (1984: 44) afirma que el problema de demarcación del conocimiento científico consiste en señalar los límites de sus conceptos, proposiciones y raciocinios em relación a otros, como el filósofo, el vulgar, el práctico y el técnico. Para Popper (1973: 34), es encontrar un criterio que permita distinguir ciencias empíricas de sistemas metafísicos. A pesar de pensadores como Piaget (1973:73) y Bunge (1972: 189) lo circunscribieron a la exclusividad del uso del método científico, el problema prevalece, dado que eso no resuelve la cuestión de los límites de los conceptos y enunciados, ya que se centraliza exclusivamente en el raciocinio. Otro problema sobre el cual también no existe consenso, es relativo al desarrollo de la ciencia. Para Popper (1973: 95), no es la acumulación de observaciones, sino la caída de teorías y su substitución por otras mejores. Para Piaget (1973: 113), el desarrollo se caracteriza por una diferenciación de problemas y de teorías, así como por el establecimiento de relaciones de integración dentro del dominio de la disciplina o entre ella y sus correlatos. Para Geymonat (1987: 94-95), la dificultad de definir el progreso de la ciencia está en no considerar el patrimonio científico-técnico en su globalidad. El crecimiento de este patrimonio global a cada siglo corresponde, precisamente, al progreso científico. La propuesta de Jun (1986) sobre los paradigmas también constituye alternativa de comprensión del desarrollo de la ciencia – expresado en el traslado y en la adopción, por parte de la comunicad científica, de determinadas teorías. La dosis de subjetividad puesta por él parece ser un aditamento que muestra con mayor fuerza el problema, no sólo del desarrollo de la ciencia como también lo de la demarcación. En una distinción, más amplia, el desarrollo de la ciencia sería considerado conjuntamente, en términos cuantitativos, acúmulo, y cualitativos, para alcanzar cambio esencial en el conocimiento existente. Ya Checkland (1981: 59-71) señala que el objetivo de la ciencia de ‘dar cuenta’ de la realidad de manera cada vez mejor, expresado en criterios de análisis, explicación y predicción, la coloca en dificultades en el momento de incorporar el hombre como
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objeto de estudio. Para este autor, atribuir la categoría de ciencia a disciplinas como antropología, economía, sociología, ciencias políticas aún es una cuestión problemática. Los problemas que emergen en el ámbito de las llamadas ciencia sociales, afirma el autor, son excepcionalmente difíciles. La complejidad que las ciencias naturales enfrentan no tiene comparación con la que deben enfrentar las ciencias sociales, el reduccionismo es incapaz, como método, de otorgarnos una ayuda verdadera para abordar los problemas de en que el hombre está insertado. No es por acaso, señala, que la sociología ocupe los niveles más complejos en las clasificaciones de las ciencias. No es posible generalizar y establecer leyes en las ciencias sociales como se hace en las ciencias naturales, tampoco resolver los problemas de una ciencia social empleando los mismo métodos utilizados en una ciencia natural. No es posible realizar experimentos – o de un modo limitado – con los objetos de análisis de las ciencias sociales. Sin embargo, agrega, el problema no es apenas la complejidad o la disponibilidad de objetos de experimentación, es también la naturaleza especial del fenómeno en estudio. Checkland (1981:69) dice que el componente del sistema social es el individuo. Aunque despersonalizado y considerado como un actor cumple un papel, el ser humano contribuyó con significados y modificando la situación observada. Ocurre la misma cosa con el investigador, del cual dependen las interpretaciones dadas a cada situación. En las ciencias sociales, afirma (1981: 70), las predicciones pueden ser alteradas por su simple enunciación. Los éxitos en los sistemas sociales están fuertemente vinculados al crecimiento del conocimiento humano. En los sistemas sociales sólo sería posible señalar tendencias en de vez de leyes y el investigador social sólo podría trabajar sobre la base de la lógica que le permita describir situaciones en términos de escenarios posibles. Todo esto también es válido en el ámbito de la administración de organizaciones, se la consideramos como una disciplina relativa a la personas y, en segunda instancia, a los objetos. La administración puede ser vista como la disciplina de la toma de decisiones, con relación a los problemas del ‘mundo real’, de la vida cotidiana, que contrastan con los que un científico enfrenta en su laboratorio. A pesar de compartir las impresiones de Checkland sobre los problemas enfrentados por la ciencia en los sistemas sociales, se debe señalar que la complejidad no es su atributo exclusivo. La complejidad también está presente en la naturaleza: el comportamiento caótico de ciertos sistemas ha puesto el problema de la imprevisiblilidad en el centro de la preocupaciones actuales de la ciencia. Por último, parece válido también hacer reflexionar sobre el comportamiento de ciertos científicos con relación a su trabajo y al resultado del mismo que, desvirtuando la ciencia, ha hecho emerger la idea del ‘cientificismo’.
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Una de las características principales del conocimiento científico es la falibilidad. Sin embargo, frecuentemente, los que lo practican ven el producto de su trabajo como verdades absolutas, elevadas casi a la categoría de preceptos – y aún más, como único conocimiento válido. Las verdades científicas son causadas, en ciertas ocasiones, como mecanismos de presión y sumisión del pueblo, con el consecuente perjuicio al propio conocimiento científico. La ciencia no es soberbia. La ciencia no es mala o buena. No es culpada ‘de esto’ o ‘de aquello’. A veces, es usada como un escudo detrás del cual los científicos esconden sus debilidades. La ciencia no tiene ética; ésta pertenece a los hombres. La cuestión es que tanto una como la otra se encuentran los científicos. Parece sospechoso sustentar que las responsabilidades humanas desaparecen en la expresión impersonal ‘ciencia’. Son los hombres que practican la ciencia y no puede despojarse de sus responsabilidades, escondiéndose detrás de procedimientos o técnicas. Los objetivos y características de la ciencia, así como los problemas relativos a sus fronteras y desarrollo, vinculados a sus limitaciones en el ámbito natural, social y administrativo, permiten establecer un marco de referencia epistémica, sobre el cual apreciar los problemas suscitados en un área de acción específica, como la salud pública. En la manera como la salud pública es organizada, ya se percibe el pensamiento reduccionista subyacente. Se habla de una disciplina heterogénea, pero la síntesis no se realiza. No se observa un discurso de integración de los enfoques que la constituyen. Esto evidencia las paradojas, confusiones y contradicciones en que vive. El hecho de agregar nuevos campos de interés práctico y de investigación bajo el ‘paraguas’ de la salud pública, provoca esa sensación de cambio que denominamos crisis. El dominio ejercido por la epidemiología, declarada como ‘la ciencia’ que alimenta el conocimiento de la salud pública, trajo consecuencias buenas y más. Éxitos del trabajo epidemiológico se acumulan, así como los fracasos. Pero los no-éxitos no siempre son divulgados, provocando una sensación de incomodidad. El método científico, eficiente para las ciencias naturales, ha demostrado su falibilidad en el campo social. Consecuentemente, mientras el pensamiento dominante en la salud pública fuera originado de su ejercicio, se mantiene la dificultad de tener una salud pública de carácter social. El esfuerzo de la epidemiología moderna para considerar las dimensiones sociales en la salud ha provocado utilización a gran escala de modelos matemáticos cada vez más sofisticados y de una gran cantidad de variables. Estos procedimientos generan expectativas además de lo razonable y, en consecuencia, levantan dudas sus beneficios frente a los recursos que consumen. Mientras tanto, el tema de discusión
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parece ser la cuantificación de variables, lo que señala la voluntad de los epidemiólogos de incorporar a sus modelos dimensiones que, hasta hoy, habían permanecido en el espacio de lo cualitativo. Es tal la discusión necesaria, si abandonamos la posición de que sólo lo que se puede cuantificar es verdadero?. Por otro lado, una expresión práctica de reduccionismo en la salud pública es la fuerza adquirida por el discurso económico. Hoy, parte importante de las señales (indicadores) de la crisis se las asocia a cuestiones económico-financieras: los problemas de la salud humana son vistos como cuestión de dinero; la crisis de los sistemas de atención de salud es vista como consecuencia de la falta de recursos, financiamiento, capacidad de gestión, eficiencia. El sentido común nos abandonó. El economicismo, entendido como conducta atrofiada de ciertos economistas – reduccionismo extremo – domina las decisiones en la salud pública. Se construyen discursos cada vez más específicos para justificar las consecuencias de una filosofía individualista, egoísta, que no ve personas entre personas, sólo individuos entre objetos. Asumir la crisis de la salud pública como una cuestión epistemológica, es un llamado de atención para transitar el camino de la expansión de nuestra mente hacia nuevos enfoques, nuevas creencias, nuevas formas de pensar, más abarcativas, que faciliten el desarrollo de métodos generales y específicos para la comprensión de la realidad.
Una Complejidad Anunciada
En los dos esquemas siguientes (Figuras 1 y 2), se resume un conjunto de declaraciones relativas a la crisis de la salud pública; sus síntomas, causas posibles y propuestas de solución. Las influencias señaladas por medio de flechas no son exclusivas, de modo que del total de relaciones potenciales, se han especificado sólo aquellas que a juicio del autor parecen más relevantes. Si usáramos la metáfora del ‘efecto mariposa’12, la red de relaciones a establecer sería tan grande que el esquema relativo a signos/causas de la crisis se haría prácticamente ininteligible, contrariamente a lo que se desea. Cada nodo es, a su vez, una síntesis de hechos, cuyo despliegue analítico permitiría apreciar, en mayor o menor grado, nuevas redes de relaciones. 12
Hace referencia a la interconexión de partes y sistemas, y dice que si una mariposa agila con su aleteo el aire de Pekin, puede modificar los sistemas climáticos de New York el mes siguiente (Gielck, 1988:16).
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¿Qué es causa y efecto de qué? ¿A partir de qué nodo es posible ‘desenrollar’ esta ‘pequeña madeja’ de relaciones? ¿Cómo planificar e intervenir, si cada acción lleva consigo el agregado de la consecuencia imprevista, de la emergencia de fenómenos no esperados? La asignación de mayor o menor importancia a determinados factores del modelo, permite reducir relaciones y hacer más manejable la situación; pero, decir que la crisis tiene un fuerte componente económico, es reducir la riqueza del sistema de relaciones a unas pocas variables. Lo mismo ocurre cuando se dice que la principal causa de la crisis es la hegemonía del modelo médico o la falta de identidad de la salud pública. Todos y cada uno de los factores contribuyen a perfilar el cuadro de la crisis. La cuestión es, cómo abordar esta problemática evitando caer en los tradicionales errores de apreciación, con sesgo profesional, que tiene preocupados no sólo a salubristas, sino médicos, ingenieros, economistas, sociólogos .y educadores, entre otros. Aún cuando pensamos que no existen soluciones definitivas a los problemas que nos preocupan, creemos que el estado actual de desarrollo de las ciencias, del
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pensamiento
filos贸fico
y
en
particular
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epistemol贸gico,
pueden
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ayudarnos a comprender y asumir la complejidad del fenómeno que aquí nos interesa. Corrientemente, se dice que la salud pública es compleja, pero sin llegar a establecer lo que ello significa. En lo sucesivo procuraremos mostrar en qué consiste la complejidad y cómo el estado actual del pensamiento científico y otros alternativos, pueden ayudarnos a asumir una Salud Pública Compleja y con ello, explorar posibles nuevos caminos. Una Salud Pública Compleja pretende, precisamente, llamar la atención sobre el desarrollo alcanzado por disciplinas tales como la Sistémica y la Complejidad, con el objeto de tener en cuenta sus avances y usarlos al servicio de una nueva salud pública.
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II. ACERCA DE LA SISTEMICA El biólogo vienés Ludwig Von Bertalanffy (1901-1 972) ante la gran cantidad y magnitud de los problemas que aquejan a los seres humanos, sostenía la necesidad de tratarlos en términos de “problemas típicos de sistemas” (1987ª:29- 50). Es decir, poniendo atención a sus entornos, componentes y relaciones que cada día crecen en cantidad y complejidad. Durante la segunda mitad de este siglo, la respuesta a esta proposición ha significado la incorporación, cada vez con mayor profusión, de planteamientos de naturaleza holistica, interdisciplinaria y transdiscipllnaria, complementando y enriqueciendo a aquellos de carácter disciplinario y reduccionista. En las décadas de los 60 y 70, con la masificación de los computadores, el pensamiento sistémico y cibernético tuvo una expresión importante en lo que se denominó el Análisis de Sistemas, cuyos cultores eran conocidos como los ‘resolvedores de problemas’. La forma de trabajo incluía la definición de los sistemas, a través del reconocimiento de sus partes y relaciones y, posteriormente, su modelamiento matemático y ‘corridas’ en el computador. En la medida que se modelaban sistemas cada vez con mayor cantidad de variables y relaciones, el método se establecía más y más como un instrumento poderoso en la resolución de problemas. La expansión del límite cuantitativo que impusieron los computadores al modelamiento y las restricciones del ser humano para especificar sistemas, significó desplazar la mirada hacia sus capacidades biológicas y psíquicas para dar cuenta de la realidad, provocando una agudización de la discusión entre objetivistas y subjetivistas, en el ámbito del conocer. La polarización de estos enfoques, disputándose una supuesta mayor utilidad en la comprensión y resolución de problemas, ha significado, entre otras cosas, el desarrollo de nuevas formas de abordaje a través de métodos y técnicas que se difunden entre disciplinas y campos de acción. A partir de los años 60, el interés por el observador de sistemas adquiere gran fuerza, centrándose la preocupación en los mecanismos que le permiten efectuar la acción de observar y además en explicar cómo ocurre el conocer. Entre los científicos más destacados puede nombrarse a von Foerster, von Glaserfeid, Bateson, Maturana, Varela. La fundamentación biológica para construir una respuesta a la tradicional pregunta por el conocer, tiene una contribución fundamental en Piaget: el constructivismo logra gran desarrollo. A partir de los conceptos de autopoiesis y de la pregunta por el conocer, Maturana y Varela (1986) proponen su Teoría Biológica del Conocimiento, que constituye un estudio del observador de sistemas.
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Casi simultáneamente, la pregunta por la complejidad adquiere una dimensión definitivamente epistemológica a través de Edgar Morin, quien llama la atención sobre el tema haciendo concurrir a un mismo punto las preocupaciones de filósofos como Bachelard, de biocibernetistas como los arriba nombrados, y de científicos como Prigogine. En tanto que investigadores como Simon, Le Moigne y Checkland, se abocan al tema desde una perspectiva metodológica. Las peticiones formuladas desde la computación e informática y, principalmente, de la ‘inteligencia artificial’, por teorías cada vez más sólidas en la conceptualización del conocimiento, han significado un fuerte desarrollo de este ámbito, cuya consecuencia más importante ha sido la presencia constante de la referencia al observador de sistemas, que para algunos se ha convertido en el ‘mal’ de la permanente relativización de todo cuanto nos rodea. En la actualidad, la discusión se ha situado, preferentemente, en el plano epistemológico. Con ello, la existencia ineludible de un observador de sistemas que ‘da cuenta’ de la realidad, ha pasado a ser el foco de interés desde donde se construyen las explicaciones buscadas. Este desplazamiento desde el enfoque reduccionista de apreciar la realidad -en que domina el análisis- hacia una mirada expansionista que privilegia la síntesis y la complejización es, como se dijo anteriormente, una forma de buscar solución a problemas concretos que nos aquejan en la vida cotidiana. Sin embargo, pensar que el sólo hecho de abandonar una cierta forma de mirar la realidad y adoptar otra, constituye una solución a los problemas actuales, es una cuestión insostenible. Del mismo modo, la práctica niega la exclusividad del uso de un enfoque respecto de otro; siempre hacemos análisis y síntesis. La cuestión es darnos cuenta cuándo una mirada es más oportuna que la otra y cómo el uso de ambas puede ser de mayor provecho. En consecuencia, se promueve desde aquí, un cambio de perspectiva en quienes permanecen fijos a una única forma de apreciar la realidad. Puede argüirse a favor de un cambio de apreciación que, a lo menos, generará alternativas que orienten el pensamiento y la acción hacia ámbitos nuevos, puntos de vista diferentes, métodos y herramientas distintas, desde donde dejar operar la creatividad en la búsqueda de soluciones a los problemas que nos preocupan. La flexibilidad para cambiar, adoptando diferentes formas de pensar y actuar parece deseable, especialmente si enfrentamos situaciones dañinas al ser humano y su medio ambiente. Por ejemplo, los problemas existentes en salud pueden ser superados, pero, sin lugar a dudas, darán paso a otros que, aún cuando se parezcan a los anteriores, constituirán nuevos desafíos para la sociedad. Una manera de estar alertas a estas situaciones, es a través del ejercicio permanente de la reflexión y, especialmente, de la reflexión acerca del cambio; 28
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cuestión que haremos a continuación, como una forma de introducir el tema de la sistémica y posteriormente de la complejidad, en cuanto alternativas metodológicas que ayuden al trabajo en el campo de la salud. El Cambio El cambio puede ser abordado desde una perspectiva filosófica. En la expresión de Heráclito de Efeso al sentenciar que “no es posible entrar dos veces en el mismo río, ni tocar dos veces una substancia mortal en el mismo estado...” (Tejedor, 1990:20), está contenida la preocupación del filósofo por la afectación al cambio a que está expuesto el hombre y la naturaleza. El hombre, a diferencia de otros animales, es considerado como un animal incompleto al momento de nacer. Luego, debe hacerse a sí mismo. En su vínculo social es donde emerge el ser humano y como tal, en este proceso de formación, los cambios a que se enfrenta parecen ser infinitos. En consecuencia bien podemos afirmar que el hombre es un ser esencialmente cambiante, lo que pone al cambío no sólo en él, sino en todo cuanto le rodea, dada su permanente interacción con el entorno. Desde un punto de vista práctico podemos ver el cambio como la diferencia que es posible apreciar entre dos estados de una misma cosa. Los cambios se producen de manera suave, continua, pero nuestra forma de dar cuenta de ellos es discreta, de modo que podemos ir, sin dificultad, de lo continuo a lo discreto con el objeto de develar la forma en que se dan los cambios en las cosas. La posibilidad de analizar y describir los cambios de estado de los sistemas, ha constituido el motor principal en el desarrollo de las ciencias, correspondiéndole a las matemáticas el privilegio de ser el lenguaje formal para dar cuenta de ello. El cambio es independiente del valor que una persona le atribuye, como consecuencia de los intereses que ella pone en juego. Los estados de las cosas son valorados, conforme a las particulares visiones de mundo que se tengan y a los propósitos que como observadores le adjudiquen a dichos estados, en la medida que satisfacen de mejor o peor forma sus propios intereses. En el ámbito del conocimiento, el cambio desde un estado del saber a otro, se da a través de la incorporación de nuevos saberes, que contienen a los anteriores o que los refutan. Una manera de ver el desenvolvimiento del conocimiento es por intermedio de lo que Kuhn (1986) llamó “paradigma”, al referirse a la forma en que se da el progreso científico. Desde esta perspectiva, el cambio en el conocimiento se produce una vez que la comunidad científica tiene suficientes antecedentes para considerar válida una nueva propuesta explicativa. Este cambio, según Kuhn, no se verificaría de manera suave, por acumulación de saber, sino en forma de revolución, en térmínos rupturistas.
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Sin embargo, al considerar el cambio paradigmático como la forma en que se desarrolla el conocimiento, ¿se niega algún tipo de cambio en el conocimiento al interior del paradigma vigente?. La respuesta es no, pero deja en evidencia la dificultad en el uso de la palabra paradigma, ratificando las críticas relativas a la vaguedad de la expresión de Kuhn13. De cualquier forma, es posible percibir que la acumulación de saber respecto de una determinada cosa es una cuestión completamente distinta a una formulación diferente, que refuta lo anterior o lo contiene. El paso de la física newtoniana a la física einsteniana puede ser descrito como un ‘salto cualitativo’ en el conocimiento científico, del mismo modo que lo fue el cambio de la teoría geocéntrica a la heliocéntrica. En suma, el cambio en el conocimiento está ocurriendo permanentemente, sin embargo éste puede tener un carácter de agregación que podríamos llamar cuantitativo, o bien uno revolucionario que podríamos llamar cualitativo. Parece necesario tener en cuenta estos dos tipos de cambio al momento de reflexionar acerca de los problemas que nos afligen, con el objeto de aventurarnos más allá, no sólo en el ámbito de lo tradicionalmente aceptado, sino también de lo nuevo, alternativo y/o abarcativo. Por un lado, es preciso tener en cuenta que todo cambia y si en alguna ocasión no parece ser así, basta una modificación de la escala de observación para que se esfume la supuesta inmutabilidad. Por otra parte, parece deseable también, un cambio en el modo de conocer, sea éste cuantitativo o cualitativo, para aumentar nuestras posibilidades de enfrentar los problemas que nos afectan. En este contexto, una reflexión respecto de los modos de apreciar la realidad, permitiría el ejercicio consciente del cambio de uno a otro, según las condiciones lo exijan. Reduccionismo y Sistémica Normalmente, para conocer un determinado objeto o situación recurrimos a la fragmentación. La totalidad que nos preocupa es ‘trozada’ conforme a algún modelo mental que nos permite acceder a cada una de las partes por separado. A partir de ahí, obtenemos conclusiones que luego aceptamos como propias de la totalidad inicial. A esta forma de actuar la llamamos análisis y fue instituida como ‘la forma’ de comprender la realidad por Descartes, formalizando, así, la serie de propuestas generadas por Galilei, Bacon y otros que dieron origen al método científico. En esta propuesta las relaciones entre las partes fueron prácticamente olvidadas. La recomposición del todo a través de la síntesis, casi no tenía importancia y la dificultad que revestía, la condenó cada vez más al abandono. Esta práctica condujo a una segunda forma de reduccionismo, en que la inducción la parte al todo, hacía comprender una totalidad, por lo que le ocurría a algunas sus partes aisladamente.
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Ver: texto The Nature o! a Paradigm” de Margaret Masterman, y en particular la ‘Posdata: 1969” del libro “La estructura de las Revoluciones Cientlflcas” de Kuhn (1986: 268-319).
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Otro problema del enfoque reduccionista está en no reconocer entornos o ambientes en los cuales las realidades pudieran ser interpretadas, quedándose, exclusivamente, con el estudio de las partes componentes. Este tipo de pensamiento relegó el enfoque expansionista a un segundo plano. El pensamiento sintético fue dejado de lado, en favor del analítico. El surgimiento del pensamiento sistémico constituyó un llamado de atención para recuperar la síntesis como una forma importante de comprender la realidad. Sus orígenes están en el interés de los investigadores por recuperar la totalidad fragmentada por el análisis. El pensamiento sistémico apareció a mitad del siglo XIX, especialmente entre los biólogos14. Trajo a la discusión el tema de las relaciones entre las partes que componían un todo y la necesidad de reconocer que tal todo surgía como expresión de esas relaciones y no podía ser explicado desde el puro entendimiento sus partes. El pensamiento sistémico, holístico o integrador, se recupera como una forma de apreciar la realidad, viniendo a complementar el ya tradicional enfoque reduccionista y fragmentario. Es a Aristóteles a quien se le adjudica el concepto de sinergia (Bertalanffy, 1987a:29), que señala que el todo es algo más que la simple suma de las partes que lo componen. Por ejemplo, una madeja de lana que es lanzada contra el suelo, da bote. Sin embargo, si la transformamos en un ovillo fuertemente enrollado, éste sí da bote y es la alegría de niños y gatos. Al cambiar las relaciones entre los componentes del objeto en observación, ha surgido algo que no esperábamos. Esta propiedad ‘emergente’ es el resultado de la interacción sinérgica entre las partes y era, al parecer, a lo que Aristóteles se refería. Este fenómeno casi mágico de la emergencia, puede estar relacionado con nuestra incapacidad de conocer los sistemas en plenitud. Si fuésemos capaces de conocer todos los componentes de un sistema, así como todas sus relaciones, deberíamos entonces ser capaces de predecir completamente su comportamiento, por consiguiente los fenómenos de emergencia no se producirían. Esta idea aristotélica de la sinergia es la que impregnó a los biólogos alrededor del 1850, dando paso a una corriente de pensamiento que procuraba explicar la vida desde una perspectiva holística y no reduccionista y fragmentaria. Un primer grupo se denominó ‘vitalista’ y su explicación de la vida recurrió a elementos casi ‘mágicos’, que ciertos sectores rechazaron, produciéndose una ruptura y el surgimiento de un nuevo grupo denominado los ‘organímicistas’. Estos, sostenían que la vida debía explicarse desde una concepción sistémica, de totalidad, así como de componentes y relaciones entre componentes, y que no requería de elementos ‘mágicos’ para ser entendida. He aquí una clara señal precursora del reconocimiento de la ‘complejidad’, en que los 14
Ver por ejemplo “Concepción Biológica del Cosmos’ y “Teoría General de los Sistemas” de L. y. Bertalanffy.
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científicos ya no quieren operar con reducción o simplificación; desean hacerse cargo de ella abordándola de manera diferente. No cabe duda que el enfoque reduccionista de apreciar la realidad, constituye una buena estrategia para hacer frente a la ‘complejidad’. Analizar, fraccionar, partir, reducir, son acciones que nos permiten transformar nuestro objeto de estudio en algo ‘simple’, accesible al entendimiento y que, en última instancia, se manifiesta en la posibilidad de tratar con él en algún dominio particular. Nótese que el peligro de este enfoque radica en no darnos cuenta que hemos cambiado el objeto, al hacer la reducción. Aquello con que, finalmente, operamos en un determinado dominio, no es lo mismo que teníamos originalmente y, peligrosamente, concluimos que las explicaciones obtenidas corresponden al objeto original. La mirada a los sistemas, con preocupación por las relaciones entre sus partes, constituye el primer paso del pensamiento sistémico. Fue Bertalanffy quien en los años cuarenta lanzó el desafío de la construcción de una especie de metadisciplina que denominó Teoría General de los Sistemas. Propuso como objetivos principales investigar isomorfismos de conceptos, leyes y modelos en distintos campos y ayudar en las transferencias útiles de un campo a otro; animar o alentar el desarrollo de modelos teóricos adecuados, en áreas que carecen de ellos; eliminar la duplicación de esfuerzos teóricos en diferentes campos; promover la unidad de las ciencias, mejorando la comunicación entre los especialistas (Bertalanffy, 1987b:14). En esta propuesta, las matemáticas juegan un rol principal para el manejo de las relaciones entre las partes y las causalidades. El problema de la complejidad se asociaba a cantidad de relaciones y estados posibles de un sistema. Sin embargo, el fenómeno de la ‘emergencia’ siguió manifestándose y, finalmente, hemos tenido que aceptar la dificultad siempre presente de la ‘complejidad’ en cuanto ‘imprevisibilidad’. Sin duda, la idea de complejidad sistémica puede asociarse a nuestras capacidades para tratar con diversos tipos de sistemas. Si éstas son insuficientes, entonces enfrentamos complejidad. Hoy, por ejemplo, para explicar el concepto de sinergia, se puede recurrir a una explicación centrada en el observador y su lenguaje. Se dice que ha ocurrido un cambio de ‘espacio fenoménico’ al momento de integrar los componentes de un determinado sistema. El fenómeno emergente sólo puede ser comprendido desde un ‘espacio explicativo’ distinto a aquel en que se ubica el observador, cuando trata con las partes del sistema. En suma, disponemos del análisis y de la síntesis y, cada vez con mayor fuerza, estamos tratando de comprender los sistemas sin fraccionarlos, sin reducirlos. Queremos aprehenderlos en su ‘inteligibilidad’. La sistémica se manifiesta como un pensamiento expansionista, complejizador y proyectivo. Debemos aceptarlo como una forma más de enfrentarnos a la compresión de a realidad y no en términos antagónicos
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al reduccionismo dominante. El desafío hoy es expandir su práctica, con el objeto de servir de base a nuevos enfoques y métodos para abordar los problemas que nos aquejan.
Una Mirada al Concepto de Sistema Un sistema ha sido definido de las más diversas formas, sin embargo todas ellas hacen referencia a un conjunto de elementos interrelacionados, incluso cuando la concepción de sistema se hace muy cercana a la de modelo o construcción mental del objeto observado. Esta última idea de sistema ha surgido de la corriente de pensamiento ‘subjetivista’, que ha ido tomando cada vez más fuerza en el ámbito de la sistémica. La aceptación de la existencia de un mundo exterior, independiente del observador, del cual éste puede dar cuenta, ha ido dando paso a la idea de que no es posible tal independencia y, en consecuencia, las descripciones que se hacen del mundo que nos rodea, no son otra cosa que construcciones mentales efectuadas por el observador. De lo anterior se sigue entonces, que la caracterización que se haga de un sistema dependerá de la perspectiva que se asuma y ciertas propiedades atribuidas a los sistemas serán aceptadas, según sea el caso, como provenientes de un ‘objeto real’ objetividad- o de una ‘construcción mental’ -subjetividad-. Cuando Maturana y Varela (1986:13) dicen que “todo lo dicho es dicho por alguien”, invitan a aceptar la existencia ineludible del observador de sistema y su relación con el objeto del que da cuenta, pero ello no significa asumir inexistencia de realidad. Así entonces, se acepta la existencia cJe un mundo exterior del cual necesariamente ‘alguien da cuenta’, conforme a sus capacidades y limitaciones. El informe que ese observador da acerca de la realidad observada, es una construcción mental “gatillada” (Maturana y Varela, 1986) desde el mundo exterior pero no determinada por éste, dado que es la estructura15 del observador la que lo hace. Desde esta perspectiva, resulta que un mismo sistema puede ser percibido de distinta forma por diferentes observadores, así como un mismo observador puede referirse a un ‘mismo sistema’ de las diversas formas, ayer, hoy y mañana. De acuerdo con lo anterior, describir, explicar y definir un sistema no es tarea fácil, especialmente cuando lo están haciendo, simultáneamente, un conjunto de 15
Los seres vivos son seres determinados estructuralmente. Sólo pueden hacer aquello que sus estructuras les permiten. La plasticidad del sistema nervioso les otorga la variabilidad necesaria. En consecuencia el exterior nada específica en ellos.
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observadores. Una forma de estabilizar esto, es por medio de los acuerdos que se construyen a través de la historia de interacciones humanas, cuestión de la cual no siempre nos damos cuenta, dado que nuestras capacidades y limitaciones son semejantes, del mismo modo que nos es común la cultura que compartimos. Desde esta perspectiva, la descripción de un sistema como resultante de a interacción de observadores, se constituye en un ‘hecho complejo’, compuesto por los observadores y sus historias individuales, el contexto en que las observaciones se efectúan, las relaciones observador-objeto que se verifican, las construcciones mentales que cada observador realiza del objeto observado, los modelos lingüísticos expresados por los distintos observadores y, sobre ello, el proceso conversacional que se lleva a cabo para lograr o no un acuerdo. Cuando no se alcanza acuerdo respecto del sistema en descripción, prevalecen las miradas individuales, la heterogeneidad, las contradicciones, que llevan al único acuerdo posible en ese caso: calificar al sistema de ‘difícil’, ‘complicado’ o ‘complejo’, expresiones que discutiremos más adelante. Una vez que los observadores logran ponerse de acuerdo, aquello que hasta entonces era considerado ‘difícil’, ‘complicado’ o ‘complejo’ deja de serlo. Del mismo modo, si un acuerdo ha sido roto, aquello que nos parecía hasta entonces ‘simple’, puede dejar de serlo. La dificultad de tratar con sistemas se manifiesta tanto al describirlos como al explicarlos. Si la descripción de un sistema es problemática, entonces podemos suponer que su explicación también lo será, como consecuencia de la relación entre descripción y explicación. Por otra parte, el hecho de poner el problema de la descripción de un sistema en el espacio conversacional de los observadores, hace emerger la relación entre definición y calificación o clasificación de sistemas. Así, las distintas miradas a los sistemas y, los acuerdos y desacuerdos obtenidos, conducen a la agrupación de sistemas en conjuntos de determinadas características. De los Sistemas Cerrados a los Abiertos La física clásica, dominante en el pensamiento científico, sólo trataba con sistemas cerrados, es decir, no reconocía la existencia de entornos para los sistemas en estudio. Esta particular manera de mirar la realidad era común a los diferentes ámbitos del conocimiento, hasta mediados del siglo XIX. Es Bertalanffy (1987b) quien desarrolla la teoría de los sistemas abiertos, dando forma a la idea de que al definir un sistema necesariamente estamos definiendo su entorno, por cuanto todo aquello que no está en el sistema queda constituyendo su medio ambiente, con el cual el sistema se relaciona. Bertalanffy era un organimicista y
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con esta definición de sistema abierto, procura resolver la pregunta por los seres vivos, concibiéndolos como una totalidad que intercambia materia y energía con su entorno. Esta distinción entre sistemas abiertos y cerrados incorpora nuevos elementos de comprensión de los sistemas, especialmente en relación con la capacidad de ciertos sistemas para organizarse. Bajo el enfoque de sistemas cerrados, el segundo principio de la termodinámica, conocido como el principio de la entropía, nos mostraba que los sistemas marchaban inexorablemente hacia la equiprobabilidad de existencia de sus componentes. Esto es, las organizaciones desaparecen dando paso a la existencia, igualmente probable, de cada una de las partes fundamentales que componían los sistemas: el fin del universo. Pero esta teoría no daba cuenta de la generación de organización que, en cada momento, se está produciendo: neguentropía. Es la concepción de sistema abierto de Bertalanffy la que resuelve, en parte, este dilema, al señalar que los sistemas vivientes intercambian materia con su entorno y, en consecuencia, importan y exportan energía, lo que permite la producción de organización. El uso del concepto de sistema abierto, desde los años 40 en adelante, ha sido amplio y prolífico. La termodinámica de Prigogine es una termodinámica de sistemas abiertos; la ecología ha tenido a la vista la idea de sistema abierto al estudiar los sistemas formados por seres vivos y su medio ambiente; la administración de empresas ha hecho uso de estas ideas de manera exhaustiva16 y así como estos, muchos otros ámbitos. Este modelo de sistema y entorno, relacionados a través del intercambio de materia y energía, ha sido extendido al intercambio de información, resultando en un modelo rico en despliegue de complejidad. Múltiples relaciones es posible establecer entre él y su entorno, en cuanto a la información que los vincula. La teoría de los sistemas abiertos señala que en éstos es posible reconocer características tales como equifinalidad, heterogeneidad y generación de organización, aparentemente contradictorias con las concepciones físicas anteriores, que trataban con sistemas cerrados17.
16 consultar autores tales como: Stanley Young, Russell Ackoff, Robert Anthony, chris Argyris, Stafford Beer, F.E. Kast, J.E. Rosenzweig, Herbert Slmori, Amltai Et.zionl, Arthur Hall, Richard Johnson, Raúl Espejo. 17
Para tratar con detalle estos conceptos véase ‘La Teoría General de Sistemas” de LV. Bertalanffy. Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1987.
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El Movimiento de Sistemas Hasta nuestros días, la propuesta unificadora de las ciencias hecha por Bertalanffy aún no se concreta, de modo que, referirse a una supuesta Teoría General de Sistemas, es hablar de algo que existe sólo como una propuesta. ¿Cuáles han sido los resultados concretos de esta ambición de construcción de una ciencia integradora?. La emergencia de una serie de teorías, fundadas en la integración de áreas disciplinarias diferentes, entre las que es posible mencionar: la teoría de la información18,1ª la teoría del control19, la teoría de autómatas20, la teoría de los juegos21,” la teoría de redes y grafos22, la teoría biológica del conocimiento23, varias de las cuales son incluso anteriores a la formulación de la Teoría General de Sistemas. Uno de los resultados más importante de este trabajo integrador lo constituye la Cibernética24. El que no se haya construido la Teoría General de Sistemas, no significa que el uso del enfoque de sistemas se desechara. Muy por el contrario, en múltiples ámbitos del conocimiento ha ocurrido que sus representantes, cada vez en mayor número, lo han utilizado para abordar diferentes tipos de problemas. Es así, por ejemplo, que el uso del enfoque de sistemas en sociología y psicología, ha otorgado importantes aportes al pensamiento de sistemas en cuanto fuerza pura de desarrollo y, también, construcciones de metodologías de intervención en sistemas sociales y concepciones de terapia que se han moviíizado desde lo individual a lo grupal: terapia familiar sistémica25. En ingeniería, el uso de modelamiento matemático desde fines de los años 50 y década de los 60, tiene su raíz en el alto desarrollo alcanzado en la construcción de
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Ver “The Mathematical Theory of communlcatlons” de c. Shannon y W. Weaver. The Uníversity of Illinois Press. 1949. “Teoria de la Información y codificación” de Norman Abramson. ParanInfo, 1966. “El Concepto de Información en la Ciencia Contemporánea” de varios autores. Ed. Siglo XXI, Mexico, 1970. 19
Ver “Teoría del control” de Richard Bellman. (s.a.) y “Realimentación” de Arnold Tustin. (s.a.).
20
Ver “computation, Finite and Infinite Machines” de M. L. Mirisky. Prentice Hall Inc., 1967. “The General and Logical Theory of Autómata” de J. von Neumann, 1951.
21 Ver “Theory of Games and Economic Behavior’ de J. von Neumann y O. Morgenstern. Princeton University Press, N.J., 1947. 22
Ver “Flows in Networks” de L.R. Ford y D.R. Fulkerson. Princeton University Press, N.J., 1962.
23
Ver “El Arbol del Conocimiento” de H. Maturana y F. Varela. Ed. Universitaria. Santiago, Chile. 1986.
24 Ver “Cibernética” y “Cibernética y Sociedad” de N. Wiener, este último en Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1988. “Introducción a la Cibernética” de W.R. Ashby. Ed. Nueva Visión, Buenos Aires, 1972. 25
Entre los autores que vinculan Sociología y Sistemas se encuentran Walter Buckley y Niklas Luhmann; y entre los que vinculan Psicología y Sistemas, Paul Watzlawick, Salvador Minuchin y Mauricio Andolfi.
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computadores y en la posibilidad de modelar gran cantidad de variables y relaciones, que permitían manejar grandes volúmenes de cálculos26. En matemáticas, las concepciones otorgadas por la teoría de conjuntos, así como el planteamiento de preguntas, ya no en términos de objetos sino de conjuntos de elementos, permitió un fuerte desarrollo de áreas como la topología o estadística multivariable. Sus usos en astronomía27 y agricultura28 son expresión concreta del uso del enfoque de sistemas. A medida que el uso del enfoque de sistemas se difunde entre las distintas disciplinas, la posibilidad de franquear las fronteras de los lenguajes de cada una de ellas es cada vez mayor y la colaboración disciplinaria, para el traspaso de modelos de un ámbito a otro, es más fácil y frecuente. El progreso en cálculo infinitesimal es también avance en el campo de lo astronómico y viceversa; los avances en neurología son útiles para la construcción de computadores y robot; el desarrollo del conocimiento en biología es usado para entender sistemas sociales humanos. A esta forma de distribuirse el uso del enfoque de sistemas, Checkland (1981:9298) la denominó el “movimiento de sistemas”. Señalaba que era posible distinguir dos grandes áreas de desarrollo: una dedicada a la teorización, generando teorías de sistemas y sus usos; otra, a la aplicación del pensamiento de sistemas en ámbitos específicos, como por ejemplo, en la sociología, psicología, astronomía, agricultura. En la primera gran área, es posible mencionar la Teoría General de Sistemas y la Cibernética. También aquí se puede señalar el uso de éstas y otras teorías, en la resolución de problemas, a través de metodologías especialmente diseñadas para ese objetivo. Checkland (1981:94-95) las clasifica en hard y soft, dependiendo de la menor o mayor dificultad de enunciar los problemas, respectivamente Ubica en el contexto de las metodologías hard aquellas del tipo Investigación de Operaciones, que están orientadas a la optimizacián de una cierta función objetivo, así como también aquellas que llegan a estructurar matemáticamente un problema de apoyo a la toma de decisiones. En el grupo de las soff ubica aquellas que, dadas las características del problema, o mejor dicho las habilidades y recursos que el observador tiene a la mano, no resulta fácil ni siquiera definir el problema; habla aquí de problemáticas, problemas no estructurados, o de sistemas de problemas.
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Para ver el desarrollo de la Ingenlerla de Sistemas, consúltese entre otros autores a R. Ackoff, G. Dantzig, C.W. Churchman. A. Kaufmann, .1. Naytor, J. Prawda. 27
“La influencia del pensamiento sistémico permite, por ejemplo, cambiar la pregunta por la trayectoria de una estrella a la de una nebulosa, o conjunto de ellas. 28 El efecto combinado de fertilizantes, agua, tierra, sol, en diferentes tipos de semillas, llevó a Ronald Fisher a tratar estos problemas agricolas como problemas de sistemas, al poner atención al efecto combinado de los componentes, es decir, a las relaciones entre ellos.
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El conjunto de acciones llevadas a cabo por los distintos participantes del pensamiento de sistemas, constituye el movimiento de sistemas y es esto lo que ha generado el desarrollo y difusión del pensamiento sistémico. Dada la influencia ejercida por la Cibernética en el actual pensamiento acerca de la complejidad, se presentan a continuación algunos de sus principales conceptos. Cibernética de Primer Orden Norbert Wiener (1894-1964) es reconocido como el fundador de la cibernética, no obstante haber sido Ampere uno de los primeros en usar el término de origen griego, para referirse a asuntos relativos a gobierno y dirección (Wiener, 1988:15) (Kolman, 1974:43). Se cuenta que el ejército norteamericano habría solicitado a Wiener, el diseño de un mecanismo para ser instalado en un arma de artillería, que permitiera hacer blanco en un objetivo móvil, de manera autónoma. Si esto es cierto o no, no tiene importancia. Sin embargo, la naturaleza de la petición, fue esencial para que Wiener hiciera la asociacián entre mecanismos de seres vivos y artificiales, para el logro del objetivo. Es más, la generalización de estos mecanismos, expresada en la forma que definió cibernética muestran lo maravilloso de la asociación: “ciencia de la comunicación y el control en los animales y las máquinas”. Posteriormente, otros autores dieron otras definiciones a cibernética, como “teoría de las máquinas’ y “arte de guiar” (Ashby, 1972:11) o “ciencia de ¿a organización efectiva” (Beer, 1985:ix). En todas ellas está presente la condición de autonomía del sistema bajo el principio de ‘retroalimentación negativa’ -reinyección de ‘información’ a la entrada del sistema- con el objeto de llevarlo hacia el objetivo prefijado o al estado deseado. He aquí dos elementos claves de la cibernética denominada de primer orden, para diferenciarla de otras posteriores: retroalimentación negativa e información. Es posible que el pensamiento inicial de Wiener haya sido del tipo: ‘si somos capaces de comprender nuestros propios mecanismos automáticos, entonces seremos capaces de imitarlos y construir máquinas automáticas artificiales’. La extensión de esta concepción, llevó a aplicarla a otros campos, como el del gobierno de los países o dirección de grupos humanos organizados en empresas. Actualmente es corriente escuchar hablar de. cibernética social29 y cibernética organizacional30. La cibernética, en cuanto ciencia, se consolidó a través de los aportes provenientes de la teoría del control, de la teoría de la información, de la teoría de autómatas y de la teoría de juegos. El resultado del trabajo de los cibernetistas fue un 29 30
Ver autores como N. Wiener, P. tdatte, G. Pask, N. Luhman. Ver autores como Statford Beer y Raúl Espe).
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cuerpo teórico integrado que permite dar cuenta de los mecanismos de regulación y control presentes en sistemas que se autoregulan, sistemas homeostáticos, servomecanismos. Fue el destacado biomédico inglés W. Ross Ashby, constructor de ‘cerebros artificiales’, quién en 1958 publicó por primera vez su introducción a la Cibernética, donde organiza los distintos conocimientos, de manera altamente pedagógica, permitiéndonos conocer y estudiar las bases del pensamiento cibernético. Tres son los elementos centrales que conforman este texto: el estudio de las máquinas determinadas, a través de los conceptos de transformación uniforme cerrada y estabilidad de sistemas; el estudio de las máquinas no determinadas o estocásticas, a través de los conceptos de variedad, información y entropía; y el estudio de los mecanismos de regulación y control, a través de conceptos tales como sobrevivencia y variedad obligada. Su método de la ‘caja negra’, para enfrentar complejidad, constituye una de sus ideas más ampliamente difundidas. La concepción de máquina determinada de Ashby, dice relación con todos aquellos sistemas reales cuyos comportamientos están totalmente predefinidos. Cada cambio de estado del sistema es previsible, con certeza absoluta, expresable en términos dicotómicos del tipo ‘si ocurre’ o ‘no ocurre’. Un sistema de este tipo, sólo puede ir a un único estado, una vez que se produzca el cambio y dicho estado es conocido de antemano. Estos son sistemas en equilibrio, el cual puede darse por permanecer en un único estado o por exhibir un comportamiento circular, recurrente, en un conjunto de estados. Si un sistema es sacado del equilibrio en que se encuentra, evolucionará y retornará a su estado inicial, o bien alcanzará un nuevo estado de equilibrio, pero siempre permanecerá al interior del conjunto de estados que definen su comportamiento. Son éstos, sistemas que no crean nuevos estados. Las máquinas no determinadas o estocásticas, se caracterizan precisamente por su comportamiento aleatorio, sólo predecible en términos estadísticos. Un sistema puede encaminarse a varios estados diferentes y el hecho de alcanzar alguno de esos estados, está dado por la probabilidad de ocurrencia de dicho suceso. Al igual que las máquinas determinadas, son también éstos, sistemas en equilibrio, en que los comportamientos pertenecen a un conjunto predeterminado de estados posibles, es decir no crean nuevos comportamientos. Este estudio de las máquinas, desde el punto de vista de sus comportamientos, sirve de base para cbnceptualizar un modelo de regulación y control de sistemas. Sin embargo, deben incorporarse, además, los conceptos de variedad y de transmisión de información a través de las máquinas, para completar el cuadro explicativo. La variedad, según Ashby (1972:172), es el número de elementos distinguibles en un conjunto. Decir por ejemplo que un conjunto tiene variedad dos, significa que dicho conjunto tiene sólo dos tipos de elementos distinguibles, sin importar si el número total de elementos es dos, tres, diez o un millón. Si esta variedad se refiere a una base binaria
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en términos logarítmicos, se tiene, entonces, la variedad con unidad de medida en bit. Así, la variedad dos del ejemplo cambia a un bit. Este es un recurso matemático usado para atenuar el efecto multiplicativo del cálculo de la variedad. Si existe variedad, entonces existe información. Nótese que, si las posibilidades se reducen, podemos llegar al extremo de no tener ‘nada que decir, al disponer de un conjunto compuesto por un único tipo de elemento. En consecuencia, la transmisión de información requiere en primer lugar la existencia de variedad. Shannon ideó una manera de medir cantidad de información usando, en términos negativos, el concepto de entropía de la segunda ley de la termodinámica de sistemas cerrados31. Así, de acuerdo con esa forma, si un sistema es rico en variedad, tendrá alta entropía negativa, será rico en información y en consecuencia será un sistema organizado. Como consecuencia de lo anterior, es posible afirmar que mientras un sistema exhibe variedad, posee información y organización. A medida que pierde variedad, su viabilidad se reduce, por cuanto pierde organización. Ashby (1 972:281) concluyó que la única forma que tiene un sistema de permanecer en el tiempo es, al menos, igualando la variedad proveniente del entorno y que lo afecta en forma de perturbaciones. Llamó a esto “ley de la variedad obligada”. Sin embargo, dado que las perturbaciones son infinitas, el equilibrio de las variedades es prácticamente imposible, restando solamente la posibilidad de acoplar a los sistemas, mecanismos regulatorios que le permitan hacer frente a un cierta cantidad de variedad, con el objeto de mantener las variables esenciales en rangos aceptables de normalidad. Es de principal importancia conocer estas ideas de Ashby, para entender los diferentes discursos que emanan de ellas y de otras vertientes del pensamiento de sistemas. De acuerdo con esto, es necesario hacer aquí, una referencia al curso que han tomado las ideas cibernéticas en sus desarrollos posteriores y, en especial, respecto al uso de la teoría de los sistemas abiertos. Esta, por ejemplo, a fines de los años 50 dio origen a la termodinámica irreversible, como una importante generalización de la teoría física, gracias a los trabajos de Meixner, Onsager y Prigogine, entre otros (Bertalanffy, 1987b:147). Este cambio de perspectiva, desde sistemas cerrados a sistemas abiertos, exigió una reformulación de las explicaciones cibernéticas de Ashby, en cuanto a la aplicación del concepto de entropía negativa, como medición de información u organización, dado que se refería a sistemas cerrados. Prigogine dio la respuesta, al indicar que el segundo principio termodinámico en sistemas abiertos, ocurre como cambios de entropía total, determinados por los cambios de entropía por importación y por los cambios de entropía debido a procesos internos irreversibles en el sistema. 31
Se E es un suceso y P(E) su probabilidad de ocurrencia, cuando E ocurre decimos, por definición, que hemos recibido 1(E) = log(1/P(E)) unidades de información, Si se tiene un conjunto de sucesos independientes asociados a probabilidades P1, cuya suma sea 1, la Entropía o cantidad promedio de información exhibida por ese conjunto es H = ∑P1* log(1/P1).
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Según esta visión, más abarcativa, el cambio entrópico interno es siempre positivo, en tanto que el de importación puede ser positivo o negativo y, conforme con ello, se dará la tendencia entrópica o neguentrópica de los sistemas. Hasta aquí, todo el desarrollo cibernético se da en términos de la búsqueda de estabilidad en los sistemas. El concepto de retroalimentación es usado en su versión negativa, es decir, de corrección de las desviaciones hacia el objetivo perseguido. Sin embargo, existe la otra cibernética, la de la retroalimentación positiva, que no corrige desviaciones sino que las usa. Magoroh Maruyama (1968) es considerado el principal representante de esta corriente de pensamiento, en donde la búsqueda de la estabilidad no constituye un objetivo, sino más bien, los cambios de estados permanentes; él denominó a esta línea de pensamiento “la segunda cibernética”. Se sostiene aquí, que los cambios de escala, al momento de apreciar la realidad, dan como resultado estas dos cibernéticas: mientras se mantiene la mirada e interés sobre una determinada situación, y a una determinada escala espacio-temporal, se observa y persigue la estabilidad. Esto es particular y relativamente cierto en el corto plazo. En tanto que si se observa en el largo plazo, es posible detectar o perseguir el cambio; he aquí un dilema. En este contexto, no es una exclusividad del enfoque de la segunda cibernética el concepto de sistemas dinámicos, dado que es el concepto de retroalimentación -positiva o negativa- lo que caracteriza a dichos sistemas. La estabilidad de los sistemas no se produce únicamente por la mantención de un estado. El desarrollo posterior de la cibernética, se encaminó a aplicar la conceptualización generada, al observador de sistemas, dando origen a una nueva expresión de ella, de carácter epistémico, en que el interés está en los mecanismos que le permiten al observador, observar.
Cibernética de Segundo y Tercer Orden
A Humberto Maturana, biólogo chileno nacido en 1928, debemos la formulación de una propuesta cibernética de entendimiento del observador. El interés de este biólogo ha estado orientado a la “comprensión de la organización del ser vivo y del funcionamiento del sistema nervioso, al mismo tiempo que a las derivaciones que tal comprensión tiene en e! ámbito de lo social humano” (Maturana y Varela, 1986:172). Las claves del pensamiento de Maturana pueden develarse desde su manera de entender los seres vivos, su concepto de autopoiesis, el operar del sistema nervioso, el dominio de las interacciones de los seres vivos, la epistemología, los fenómenos sociales, la conciencia y el lenguaje. Es ésta, una forma de comprensión cibernética del observador de sistemas, no contabilizada en la cibernética de primer orden; nace así un
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observador de observador, que da origen a la denominación de cibernética de segundo orden. Y, si se trata de un observador de observadores, es decir de sistemas sociales, entonces se habla de una cibernética de tercer orden. Autopoiesis, Organización y Determinismo Estructural: El término “autopoiesis” fue usado por Maturana y Varela para referirse a la organización de los seres vivos, por cuanto estimaron que aquello que precisamente caracteriza a un ser vivo es el hecho de ser autopoiético; es decir, que se produce a sí mismo continuamente. Conjuntamente, hacen una distinción entre organización y estructura: se refieren a la primera, como el conjunto de relaciones que deben darse entre los componentes de algo, para que se le reconozca como miembro de una clase específica. En tanto que entienden por estructura de ese algo, a los componentes y relaciones que, concretamente, constituyen una unidad particular, realizando su organización (Maturana y Varela, 1973). Por ejemplo, si observamos dos mesas, en que una de ellas tiene cuatro patas y la otra tres, ambas pertenecen a la clase mesa que revela su organización, sin embargo las estructuras que las materializan son diferentes. Nótese que mientras la estructura de un sistema puede ser variable, la organización no lo es. Estas concepciones de organización y estructura no son propiedad exclusiva de la clase seres vivos o autopoiéticos, sino válidas para cualquier sistema. He aquí la importancia sistémica de estas distinciones. Según Maturana y Varela (1986:64), los seres vivos son “determinados estructuralmente” esto significa que, aquello que les ocurre, depende sólo de ellos; hacen sólo aquello que sus estructuras les permiten. En la interacción de un ser vivo con su ambiente, se verifica un acoplamiento de estructuras que no es instruccional; e? ambiente sólo “gatilla” cambios en la estructura del ser vivo. De acuerdo con esto, ¿cómo se produce, entonces, el encuentro entre seres vivos y qué consecuencias es posible observar?. Coordinaciones Conductuales de Seres Vivos, el Lenguaje y lo Humano: En las concepciones de Maturana y Varela, el encuentro de un ser vivo con su ambiente, o con otros seres vivos, es un encuentro de acoplamiento estructural entre ellos, en que es posible, a un observador, reconocer ciertos hechos que denomina conductas. Al hablar de conductas, normalmente se hace referencia a cambios que los seres vivos hacen en sí, debido a cambios estructurales internos, sin embargo, desde el determinismo y acoplamiento estructural, una conducta es una descripción efectuada por un observador de los cambios de un organismo en la relación con un entorno también especificado por el observador. En consecuencia, las conductas no son creaciones del sistema nervioso de los seres vivos. Lo que este sistema hace es ampliar el dominio de conductas posibles de un ser vivo al proveerlo de una “estructura versátil y plástica” (Maturana y Varela, 1986:92).
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La “clausura operacional”32 del sistema nervioso, permite afirmar que éste no opera de manera representacional, ni solipcista. El sistema nervioso no “capta información”, sólo opera en base a correlaciones internas “gatilladas” desde el exterior. Si esto es así, ¿cómo se da, entonces, la comunicación entre seres vivos y en particular entre seres humanos?: únicamente a través del acoplamiento estructural recurrente a lo largo de la ontogenia, manteniendo la individualidad de los seres participantes. Maturana y Varela (1986:121) denominaron “fenomenología de acoplamientos de tercer orden” a la resultante de este tipo peculiar de acoplamientos y la consideraron constitutiva de los “fenómenos sociales”. La comunicación es, entonces, el gatillamiento recíproco de conductas coordinadas entre los individuos en acoplamiento y pertenecientes a una unidad social. Nuevamente se debe poner atención a un hecho resultante que atenta contra todas las certezas previas; esto es, que en la comunicación no hay transmisión de información: “cada persona dice lo que dice u oye lo que oye según su propia determinación estructural” (Maturana y Varela, 1986:130). La comunicación, entonces, no depende de lo que se entrega, sino de lo que pasa con el que recibe, cuestión muy distinta de la de transmitir información.
Fenómenos Sociales, Dominios Lingüísticos y Ética: En la historia de interacciones entre individuos, surgen las conductas lingüísticas, como resultado de la interacción de conductas comunicativas y conductas ontogénicas. Es decir, se dan en un acoplamiento estructural ontogénico entre organismos y pueden ser descritas, en términos semánticos, por un observador. El conjunto de todas las conductas lingüísticas da origen a un dominio lingüístico, y si como observador, se opera haciendo distinciones de elementos del dominio lingüístico, entonces se dice que se está en el lenguaje. Maturana (1991:35) sostiene que el lenguaje son “coordinaciones de coordinaciones conductuales consensuales”. A partir del lenguaje surge la reflexión y la conciencia; en consecuencia, lo humano. Cuando es posible la reflexión lingüística que permite a un observador, ver que las descripciones son hechas tratando a otras descripciones como si fueran objetos del dominio de interacciones, sólo entonces hay lenguaje, surge el observador y se existe como ser humano en un dominio semántico. “Todo acto humano tiene lugar en el lenguaje. Todo acto en el lenguaje trae a la mano el mundo que se crea con otros en el acto de convivencia que da origen a lo humano; por esto todo acto humano tiene sentido ético. Este amarre de lo humano a lo humano es, en último término, el fundamento de toda ética como reflexión sobre la legitimidad de la presencia del otro” (Maturana y Varela, 1986:163). 32
Esta expresión revela la concepción de sistema cerrado que Maturana tiene del sistema nervioso.
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Para Maturana el fenómeno de lo social se fundamenta en una emoción sin la cual éste no es posible y, en consecuencia, tampoco lo humano; ella es el amor, entendido como “la aceptación del otro como un legítimo otro en la convivencia”. Hasta aquí, en una cierta trayectoria, se ha revisado resumidamente el pensamiento sistémico desde Bertalanffy a Maturana, considerando su necesidad antes de abordar el tema de la complejidad.
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III. ACERCA DE LA COMPLEJIDAD En la vida cotidiana se dice que algo es complejo cuando no se entiende, cuando no es posible explicarlo y normalmente se asocia con las palabras difícil o complicado. Se cataloga algo de difícil o complicado cuando para poder realizarlo se debe poner mucha dedicación, práctica, energía, esfuerzo. Se sabe también que todo ello es relativo a cada individuo, que no es generalizable. Para Morín (1986:29), por ejemplo, confusión e incertidumbre son “los signos precursores de la complejidad”. Al leer en un diccionario la definición de complejidad, es posible encontrar citas tales como: “que abarca o encierra muchos elementos o partes; observable bajo diferentes aspectos; confuso, complicado, intrincado; grupo o conjunto de cosas, hechos o circunstancias que tienen cualquier ligazón entre sí”. Le Moigne (1990ª:24) afirma que: “Etimológicamente, la palabra complejo tiene como raíz la expresión ‘plexus’ que significa entrelazamiento, que engendra ‘compIexus es decir, enredo, conexión, conflagración, apretón, y ‘perpiexus’. Su contrario no es, entonces, simple sino ‘implexe’ (de ‘implexus), que caracteriza una unidad de acción indescomponible, irreductible porto tanto a un elemento único” En contraste con lo anterior, algunos autores hablan de lo complejo y de lo simple, como conceptos contrarios. En tales casos, las citas (ideas) que de ellos se hagan en este texto, serán respetadas. Complejidad y Sistemas Una visión amplia de complejidad y generadora de posibilidades la aporta Vallée (1990:239-243). Para él, un primer aspecto posible de la complejidad está asociado a la relación que se establece entre un sujeto, que conoce y actúa, y un objeto en interacción con él. De esta relación, señala, emerge el sentimiento eventual de complejidad que el sujeto resiente y que él atribuye al objeto. Por otra parte, dice, la complejidad de un mismo objeto es relativa al sujeto con el cual él está en interacción, y a las capacidades de conocimiento y de acción de ese sujeto; en consecuencia, la complejidad aparece como relación. Y agrega seguidamente: otro aspecto de ‘la complejidad concierne al conjunto de los estados posibles del objeto, conjunto sobre el cual puede ser, en algunos casos, definida una densidad de probabilidad de ocurrencia. Se considera que un sistema tal es tanto más complejo, en la medida que sus estados son menos especificados. Habrá allí una complejidad natural del sistema y conjuntamente una complejidad subjetivamente percibida por un observador.
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Vallée usa tres formas distintas para referirse a la complejidad: “sentimiento del observador”; “juicio del observador”; “nombre” dado a una relación sujeto-objeto. No obstante el tipo de expresiones que usa, su idea de complejidad es fundamentalmente objetiva. Simon (1 990:126) a) caracterizar la complejidad de los sistemas, lo hace de la siguiente forma: Los sistemas que tienen muchas componentes pueden ser considerados complejos, en comparación con los que tienen pocas. Así, la cardinalidad de un conjunto puede ser tomada como una medida de su complejidad33. Los sistemas en los cuales hay mucha interdependencia entre las componentes, son, generalmente, considerados como más complejos que los sistemas con menos interdependencia entre las componentes34. Los sistemas que son ‘indecidibles’ (indemostrables o no formalmente calculables) pueden ser considerados como complejos, comparados con aquellos que son deterministas35. La complejidad de tos sistemas puede ser medida por su contenido de información, en el sentido de Shannon y Wiener. Por este criterio, los sistemas con muchos componentes idénticos son menos complejos que los sistemas de tamaño comparable donde los componentes son todos diferentes. Simon señala además que se puede hablar no solamente de la complejidad de los sistemas sino también de la complejidad de las teorías o de los dominios de problemas y agrega las siguientes expresiones de complejidad, que bien podrían quedar contenidas en algunas de las anteriores36:
En relación estrecha con la noción de complejidad ‘inforrnacional’ se encuentra la idea de medida de la complejidad de las teorías, por el número de sus parámetros, o por el número de símbolos necesarios para definirlos. Existe hoy día un interés muy marcado entre matemáticos e informáticos por la complejidad computacional, vista como el número de pasos de cálculos elementales necesarios para resolver los problemas en una clase dada. Las medidas de la dificultad de un problema pueden ser vistas, al menos en ciertas circunstancias, como una clase particular de medidas de la complejidad computacional.
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Claro está, que la complejidad de una red de diez computadores no es comparable a la complejidad de una organización de cinco personas, aunque su cardinalidad sea mayor. De modo que, recurrir al número de elementos de un conjunto, para calificarlo de complejo, puede resultar engañoso. 34 La diferencia que se plantea aqul con respecto al caso anterior, es el reconocimiento de relaciones entre los componentes. Anteriormente se podia hablar de conglomerados, en tanto que ahora la referencia es a sistemas. En consecuencia, la complejidad tiene que ver con los sistemas y no con los conglomerados. 35 Aquellos sistemas que tienen un comportamiento cierto, de valor probabilistico 0 o 1, son considerados menos complejos que aquellos que no lo tienen. Entre estos últimos es posible encontrar aquellos cuyo comportamiento sólo puede asociarse a valores mayores que O e inferiores a 1; o bien a sistemas incalculables como es el caso en que se presenta no-transitividad (a>b y b>c pero no se cumple que a>c), o de sistemas indemostrables como la existencia de Dios. 36 Nótese que las tres expresiones hacen referencia a cardinairdad; la primera al número de elementos de un conjunto siguientes al número de pasos necesarios para obtener una solución.
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Simon (1990:127), al igual que Vallée, ubica la complejidad en el sistema observado, pero también en el ojo y mente del observador, al decir “aún cuando un sistema sea por naturaleza simple, es decir, descriptible en principio en términos simples, un observador puede no lograr descubrir esta descripción, y puede no ser capaz de caracterizare! sistema más que de una forma compleja”. Consecuente con lo anterior, este autor recomienda: “no desesperar frente a la complejidad, ni tampoco imaginar grados de complejidad inexistentes en la naturaleza. Si solamente contamos componentes, estamos inclinados a sobreestimar la complejidad de los sistemas males al calcular el total de relaciones que es posible establecer”. Sin embargo, agrega, “el mundo está en gran parte vacío [de componentes] o poblado de manera dispersa, donde la mayor parte de las interconexiones potenciales entre las cosas están absolutamente ausentes, o, si ellas existen, son de una importancia mínima. Los sistemas que existen en la naturaleza son principalmente jerárquicos y cuasidescomponibles” (Simon, 1990:142). Complejidad y Complicación “No sé cómo haces tú, pero yo generalmente me rindo ya en la salida. Los problemas más sencillos que surgen de día en día me parecen casi imposibles de resolver en cuanto intento buscar bajo la superficie”. Justice Leamed Hand (Weinberg, 1987:123). Si bien esta visión puede parecer derrotista, tiene la fuerza de la descripción que coincide con lo que se siente al enfrentar hechos u objetos que sobrepasan la capacidad de comprensión. La necesidad de certeza, de determinismo, choca a diario con la incerteza, la indetem,inabilidad. Esa es nuestra vida, existencia simultánea en un mundo cierto e incierto. Weaver (1948) sostenía que en la medida que progresaban la experimentación y la observación, el problema de la “complejidad no organizada”, ejemplificada por la segunda ley de la termodinámica, pasaría a ser el de la “complejidad organizada”, esto es, de la interrelación entre un número grande, aunque finito, de componentes. Este concepto de complejidad que algunos hoy denominan complicación, es la idea pionera del tratamiento con sistemas de muchos componentes y relaciones. La aparición de los primeros computadores permitió hacer algo que hasta entonces parecía una tarea titánica: guardar las relaciones entre los componentes de un sistema al momento del análisis, para luego utilizarlas al momento de la reconstitución. Una de sus mayores expresiones matemáticas la constituye la Investigación de Operaciones, surgida durante la segunda guerra mundial a partir del Algebra Matricial, como una forma de optimizar el uso de los recursos, en tan críticos momentos. Posteriormente esta disciplina se trasladó al campo de la administración industrial aportando al desarrollo de la Escuela de Administración Científica.
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El desarrollo del modelamiento de sistemas en que ha sido posible formular una cierta función objetivo, describir algunas variables importantes, obtener datos de comportamientos anteriores, determinar parámetros de dichos comportamientos, establecer algunas relaciones y proponer pesos de importancia relativa para algunas variables, parece estar más próximo de lo que se denominaría modelamiento de sistemas complicados. En este tipo de problemas es posible establecer un enunciado, modelar e, incluso, predecir, dado que el uso del método científico es cierto. Lo anterior no ocurre con los que hoy se denominan sistemas complejos. La discusión aquí se plantea no sólo en el palno de la modelización formal, sino también en el plano epistemológico. Es decir, si acaso es posible conocer todos los sistemas, desde la perspectiva científica. Simon piensa que las cosas no son tan complicadas como algunos las quieren hacer aparecer y, en consecuencia, propone el uso de modelos que conciben una realidad más bien simple. En cambio para Morin la cuestión es diferente; la complejidad esta al centro de su discurso y, en tal caso, el método a usar para actuar sobre estos sistemas ya no puede ser el método científico, como veremos más adelante. De ahí su propuesta de “El Método”, que sólo se hace a sí mismo método, al enfrentar la complejidad en el proceso acción-reflexión. Del Desorden al Orden y del Orden al Desorden La sentencia de Weaver respecto del paso de la ‘complejidad no organizada’ a la ‘complejidad organizada’ es restrictiva si se asume en términos dicotómicos. Hoy se habla de orden y desorden coexistiendo en forma simultánea y generándose recíprocamente. La termodinámica explica el movimiento entre orden y desorden y su coherencia. En la termodinámica de sistemas cerrados el desorden no puede disminuir. Luego, el estado hacia el cual se encaminan estos sistemas es el de desorden total, máxima entropía o equiprobabilidad de existencia de sus componentes, lo que significa ausencia de cualquier tipo de organización. Para Prigogine (1 990:55) el equilibrio es un estado de invarianza entrópica. En consecuencia, los sistemas lejos del equilibrio están en permanente cambio entrópico, pero no sólo por perdida energética en el seno del sistema, sino también, por el resultado positivo o negativo de su interacción con el medio ambiente. Lejos del equilibrio, los procesos irreversibles son fuente de coherencia. La aparición de esta actividad coherente de la materia, sostiene Prigogine (1990:57), impone una nueva forma de mirar, una nueva manera de situarse respecto al sistema que se define y manipula. Mientras que en el equilibrio y cerca de él, para tiempos suficientemente largos, el comportamiento de los sistemas está enteramente determinado por las condiciones de contorno, lejos del equilibrio se reconoce una cierta autonomía que permite hablar de fenómenos de ‘auto-organización’. Desde esta
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perspectiva el orden y el desorden no se presentan como opuestos, sino como inseparables. Pero no sólo desde la perspectiva de la termodinámica, orden y desorden adquieren especial relevancia en su tratamiento simultáneo. Para Gleick (1 988:11), la sentencia “a ciencia clásica acaba donde el caos empieza”, comenzó a ser derribada en la década del 70, cuando un grupo de científicos estadounidenses y europeos comenzó a “transitar el camino hacia el desorden”, para establecer, al cabo de diez años, una nueva área de conocimiento que se denominó ‘El Caos’, transformando la sentencia anterior en “la ciencia acababa donde el caos comenzaba”. Gleick (1988:16), sitúa el inicio del moderno estudio del Caos con Edward Lorenz, en el decenio del 60, a raíz del hallazgo de ecuaciones matemáticas que describían sistemas de comportamiento ‘suave’ y que podían llegar a representar sistemas tan violentos como una cascada. Pequeñas alteraciones a las condiciones iniciales, normales de un sistema, llegaban a transformarse, rápidamente, en enormes diferencias de salida. En el tiempo atmosférico, por ejemplo, ello ha sido expresado a través de lo que se ha denominado, metafóricamente, como el ‘efecto mariposa37. “Los sistemas más sencillos se conciben ahora como capaces de suscitar muy arduos problemas de predecibilidad. Sin embargo, el orden se presenta de modo espontáneo en tales sistemas: caos y orden simultáneos” (Gleick, 1988:15). El estudio del comportamiento caótico en los sistemas, ha permitido un gran desarrollo en el modelamiento de sistemas no lineales, así como del software para su resolución y, con ello, la consolidación del estudio de los ‘Sistemas Dinámicos’. Para Morin (1986:63-64) orden y caos van unidos en el proceso de ‘desintegración organizadora’ y sólo pueden ser comprendidos desde la complejidad. “El verdadero mensaje que el desorden nos aporta en su viaje de la termodinámica a la microfísica, y de la microfísica al cosmos, es emplazamos a partir a la búsqueda de la complejidad. La evolución ya no puede ser una idea simple: progreso ascensional. Debe ser al mismo tiempo degradación y construcción, dispersión y concentración... El orden, el desorden, la potencialidad organizadora deben pensarse en conjunto, a la vez en sus caracteres antagonistas bien conocidos y sus caracteres complementarios desconocidos. Estos términos se remiten uno a otro y forman un bucle en movimiento. Para concebirlo, hace falta mucho más que una revolución teórica. Se trata de una revolución de principio y de método. La cuestión de la cosmo génesis es pues, al mismo tiempo, la cuestión clave de la génesis del método” (Morin, 1986:63). Medición de la Complejidad 37
Referente a la intrerconexión de partes y sistemas, dice que si una mariposa agita con sus alas el aire de Pekín, puede modiflcar los sistemas climáticos de Nueva York el mes siguiente (Gieick, 1988:16).
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De acuerdo con la premisa epistemológica básica de Orchard (1987:245), que señala que “dado un fenómeno en investigación, no podemos conocerlo completamente en su plena simplicidad ni en su plena complejidad”, se han desarrollado diferentes formas de objetivar la complejidad o simplicidad de los sistemas, a través de mecanismos de medición. La aparición de los computadores ha significado una’ revolución, y un aspecto de ella es el relativo a la cuantificación de la complejidad a partir del número de componentes de un sistema y de las relaciones producidas. Sin embargo, la complejidad manejable tiene un límite teórico de 10 elevado a 93 bits, que sería la capacidad de cálculo de una computadora imaginaria del tamaño de la tierra, operando en un tiempo equivalente a la edad de ésta (Klir, 1987:13). Otra estimación indica que, para un fisiólogo, estudiar el comportamiento de la retina como un todo, implica transmitir 10 elevado a 300.000 bits (Ashby, 1987:102), cantidad que sobrepasa en mucho el límite anterior. La cuestión de cuantificar la complejidad de un sistema, vista como interacciones entre las partes de dicho sistema, llama la atención respecto de lo que significa estimar el volumen de cálculos a realizar a medida que aumentan las partes y relaciones. La experiencia ha demostrado que, a menos que se puedan efectuar algunas simplificaciones, el volumen de los cálculos aumenta por lo menos tan rápidamente como el cuadrado del número de ecuaciones (Weinberg, 1987:122) de descripción. Situación ante la cual Simon llama a no desesperar. Por otra parte, si se acepta que “la complejidad es imprevisibilidad esencial” (Le Moigne, 1990b:304), entonces es posible evaluar la complejidad instantánea de un sistema modelizable, por la relación entre el número de comportamientos posibles del sistema (eventualmente ponderados por su probabilidad de ocurrencia) y el número de comportamientos ciertos (o pre-determinables de manera certera) de ese sistema. Además, si se considera que los complejidad son vinculados de manera propuesto medir cantidad de información esta medida no sólo es de ganancia o organización y de complejidad.
conceptos de información, organización y directa, y que Shannon y Wiener habían a través del concepto de entropía, entonces pérdida de información, sino también de
En suma, si se considera la complejidad como una propiedad evaluable de los sistemas, entonces es posible establecer modelos que permitan cuantificarla. Así entonces se tiene: El modelo de la variedad cibernética de Ashby, referido al número de elementos distinguibles de un conjunto. (Le Moigne, 1990b)(Ashby, 1972); El modelo de la medición estadística de la complejidad o termodinámico, o de la Entropía, de Shannon. (Le Moigne, 1990b)(Ashby, 1972);
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El modelo de la complejidad de redes de Marcus, referido a la cantidad de relaciones entre componentes. (Le Moigne, 1990b); El modelo de la complejidad computacional de Simon, referido al número de pasos de un programa de computación (Le Moigne, 1990b). Estos modelos, sin embargo, permitirían más bien una evaluación de la complicación de un sistema observado, que de su complejidad... entendida en el sentido del efecto sinérgico que se le atribuye habitualmente. Esta constatación ha conducido a la investigación epistemológica contemporánea a renovar los modos de representación de la complejidad. Considerando que la complejidad de un sistema cambia, cuando se cambian los códigos con que se le trata, es posible postular que la complejidad no está en la naturaleza de las cosas -las que no serian ni simples, ni complejas-, sino que residiría en el modelo que el observador construye del fenómeno observado. Y dado que es el observador el que elige el código a través del cual modeliza el fenómeno, la complejidad se tomaría una propiedad del sistema constituido por el observador modelizando y los modelos que el construye o codifica. La complejidad, por lo tanto, no es más propiedad del sistema observado, sino del sistema observante (Le Moigne, 1990b:311). Modelando la Complejidad Si la complejidad está en la modelización del fenómeno tenido por complejo, entonces, surge la interrogante por el método de modelización, por la forma de construcción de las representaciones a través de las cuales se obtiene conocimiento del fenómeno, por el método de concepción de modelos complejos. La búsqueda de un método de concepción de la complejidad suscitó una reflexión sobre la concepción de la concepción, que se desarrolló y afirmó en el seno de la ciencia de los sistemas desde los años 1947 a 1952 en el curso de los cuales fueron publicados los textos fundadores de Weaver, Shannon, Wiener, Bertalanffy, Ashby, Simon. Esta búsqueda se desarrolló progresivamente alrededor de dos paradigmas, que hoy se entiende mejor en cuanto ellos se articulan mutuamente: el paradigma de la organización, en un referencial conceptual, cuyo máximo representante es Morin, y e! páradigma de la inteligencia, en un referencial más instrumental orientado a la computación, cuyo principal exponente es Simon (Le Moigne, 1990b:305). En esta perspectiva de búsqueda de métodos de concepción, es posible reconocer los diferentes esfuerzos realizados, a través de los denominados ‘paradigmas de la modelizacián’ (Le Moigne, 1990ª:161-165). Así, se tienen los paradigmas modelizadores: de la mecánica galileana;38 de la mecánica estadística;39 38 Consiste en inferir a partir de la experimentación, estructuras estables cuyo comportamiento explique el movimiento observado. Este es el fundamento del paradigma de la mecánica racional, ampliamente difundido a distintas disciplinas y tenido por largo tiempo como el paradigma de la modelización científica.
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de la regulación;40 de la cibernética;41 del estructuralismo;42 y de la sistémica43.
Este último es aquí el de mayor interés, por lo que se presenta a continuación. Según Le Moigne (1990ª:5): “modelización es la acción de elaboración y de construcción intencional, por composición de símbolos, de modelos susceptibles de hacer inteligible un fenómeno percibido complejo, y de amplificar el razonamiento del actor proyectando una intervención deliberada al seno del fenómeno; razonamiento orientado particularmente a anticipar las consecuencias de esos proyectos de acción posibles”. En el paradigma modelizador de la sistémica, la participación del observador es principal, otorgándole al sistema resultante la característica de ser teleológico, y permitir la comprensión y proyección de cursos de acción posibles. Para actuar en la modelización sistémica se debe hacer un esfuerzo por utilizar lo menos posible los conceptos que hoy son familiares a la modelización analítica, tales como: objeto, elemento (irreductible), conjunto, análisis, estructura, óptimo, control, eficacia, aplicación, evidencia o explicación causal y cierta. En cambio se debe recurrir a: proyecto, procesos, sistema, componentes o unidad activa, concepción, organización, inteligencia, efectividad, proyección, pertinencia, comprensión teleológica (Le Moigne, 1990ª:9). Aún cuando los sistemas complejos no son reductibles a modelos explicativos, ellos pueden ser, sin embargo, inteligibles. No se puede reducirlos a modelos de ‘prétaporter’ (Le Moigne, 1990ª:4), sino más bien modelizarios a cada instante a través de un proceso continuo de concebir y producir modelos potencialmente complejos. Ya se sabe que lo complejo es distinto de lo complicado, y que para comprender este último tipo de sistema, es posible simplificado y descubrir su inteligibilidad. En 39 Surgido hacia la mitad del siglo XIX a partir de las experiencias de físicos termodinámicos, talvez se le pueda asociar con el paradigma evolucionista desarrollado por los naturalistas. Más que el estudio del movimiento, le preocupa la transformación estructural. Acepta la complejidad e Irreversibilidad de los fenómenos, que organiza en niveles jerárquicos, donde el metanivel corresponde a un agregado estadístico simplificable. 40 Corresponde al anuncio anticipado del paradigma cibernético. De origen Ingenieril, su símbolo es el regulador de bola de la máquina de vapor de J. Watt, pero su conceptualización será hecha por biólogos a partir de la segunda mitad del siglo XIX. 41 Se constituye en la conjunción del paradigma de la regulación y de la mecánica estadística, expresándose a través de la primera y segunda cibernética respectivamente. Aquí ya se introducen los conceptos de finalidad y ambiente, que posteriormente asimilará el paradigma sistémico. 42 Se construye por la integración de los paradigmas de la mecánica racional y mecánica estadística. 43 Se construye por la conjunción de los paradigmas cibernético y estructuralista.
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tanto que para comprender un sistema complejo, se debe modelizar hasta construir su inteligibilidad. Del mismo modo, en la modelización de sistemas descomponibles se puede ir de lo complicado a lo simple a través de la disyunción, en tanto que en los sistema indescomponibles se va de lo complejo a lo implexo a través de la conjunción. Esta última forma de actuar, por expansión, por síntesis, es típica del pensamiento sistémico. La Sistemografía es el procedimiento por el cual se construyen modelos de un fenómeno percibido complejo, representándolo deliberadamente como y por un sistema general (Le Moigne, 1990ª:26). La forma canónica del sistema general se entiende como la representación de un fenómeno activo percibido identificable por sus proyectos en un ambiente activo, en el cual él funciona y se transforma teleológicamente. Las componentes claves de esta representación canónica son entonces: funciones, transformaciones, finalidades, ambiente. Debe tenerse claridad de que mientras la modelización analítica es objetiva, la modelización sistémica es proyectiva. Los modelos se construyen en la cabeza y se representan en un soporte físico. Le Moigne (1990ª:45-91) reconoce, en la acción modelizadora sistémica, los siguientes tipos de modelos generales: de procesos;44 por niveles teleológicos;45 de la organización;46 del sistema de tratamiento de información;47 del sistema-organización: operación-información-decisión;48 ‘inforgético’ (la organización entendida a la vez como energía e información).49 44
Todo sistema complejo puede ser representado por un proceso. consiste en identificar dicho proceso (complejo de acciones que se percibe por su acción resultante) en el referencial tiempo, espacio, forma (en el sentido gestáltico de forma organizada y organizante identificada por una acto cognitivo de percepción), y representarlo por tres funciones arquetipo: transferencia temporal, transformación morfológica, transferencia espacial. 45 Consiste en una complejización progresiva de la modelización sistémica: se identifica un fenómeno; el fenómeno es activo (hace algo); se postula que el fenómeno es regulado; el fenómeno se informa sobre su propio comportamiento; se reconoce un subsistema de decisión autónomo que procesa información y decide comportamientos del sistema; se propone un subsistema de memorización de Información; el sistema coordina tas decisiones de acción; el sistema es capaz de elaborar nuevas formas de acción o decisión: el sistema es capaz de decidir sobre su decisión, o sea, de finalizarse. 46 concibe a un sistema complejo funcionando, transformándose en su contexto o medio ambiente y, autonomizándose, a través de tres acciones recursivas tipo: mantener/mantenerse; integrar/integrarse; producir/producirse. 47 consiste en concebir un sistema en términos de: acoplamiento (leer y escribir): computación (comparar, desplazar, copiar, borrar, agregar, desagregar); y, memorización (almacenamiento de corto y largo plazo). Permite representar la elaboración-concepción de un proyecto de acción o de una estrategia, por parte de una organización autónoma. 48 Se concibe como la articulación de tres niveles: operación, Información, decisión. La modelización de las operaciones tangibles es por construcción especlflca, es decir, atendiendo a cada una de ellas en sus respectivas acciones, articuladas en redes y niveles teleológicos. La modeiLzaclón de los procesos de Información y decisión tienen carácter general y responden a la modelizaclón “Sistema de Tratamiento de Información”.
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La modelización analítica se prestaba bien a la aprehensión de fenómenos complicados y previsibles; la modelización sistémica se ha desarrollado precisamente para permitir el paso de lo complicado a lo complejo, de la previsibilidad cierta a la imprevisibilidad esencial y sin embargo inteligible. La modelización y la inteligibilidad de la complejidad, se producen sólo en la acción modelizadora. El va y viene entre teoría y práctica, entre sistémica y epistemología, permite desplegar la complejidad del propio proceso modelizador y, desde allí, la construcción inteligible de los fenómenos percibidos complejos. Se debe tener siempre presente que inteligibilidad no es sinónimo de simplicidad y, menos aún, de simplificación. La modelización sistémica de la complejidad, a través de encuentros transdisciplinarios, hace emerger, efectivamente, en su práctica, la inteligibilidad que cada uno de los especialistas busca en sus propias prácticas cognitivas. Los métodos de modelización sistémica son fundados epistemológicamente sobre un cimiento constructivista, muy diferente del cimiento post-positivista que sustenta la modelización analítica. Desde allí la complejidad puede ser aprehendida sin mutilación previa. Ella es modelizada desde el entendimiento humano, sin reducirla a sus componentes. De acuerdo con Le Moigne (1990c:114), los métodos de modelización sistémica deben basarse en una axiomática que el modelizador no debe perder de vista si desea evitar incurrir en una impropiedad sistémica. De lo contrario, el efecto sería la destrucción de la complejidad, en lugar de concebirla en su integral potencialidad. Los axiomas a considerar son: Axioma l: la modelizacián sistémica es la conjunción de al menos un modelizador y su entorno, en el cual percibe un fenómeno activo, teleológico (sincronicidad); Axioma 2: representar por conjunción el acto y no la cosa, el proceso y no el resultado (uso de la caja negra, o del procesador simbólico); Axioma 3: un complejo de acciones percibido complejo por un modelizador, puede ser representado inteligiblemente por diversas redes (alternativas) de interacciones susceptibles de articulación en niveles de densidad de interacciones comparables;
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Convergen en él dos modelos de organización de un sistema complejo. Por una parte, el modelo “SistemaOrganización’ cori sus niveles de operación, información, decisión y, por otra, el modelo de la “Organización” con su sistema de acciones temporales arquetipo de sincronla, autonomla y diacronla. El resultado es una matriz de nueve funciones: producir, mantener, integrar (re-unir), computar, memorizar, comunicar, comprender, finalizar y concebir. Este modelo constituye una herramienta útil de diagnóstico para que el modeiLzador Intervenga en el seno de un sistema complejo; especialmente, organizaciones sociales.
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Axioma 4: la acción percibida se ejerce en un tiempo percibido irreversible (Prigogine). Todo modelo sistémico de un fenómeno percibido complejo lleva en sí mismo las hipótesis de sus propias transformaciones: no hay cinemática sin dinámica asociada, y viceversa (Thom) (diacronicidad); Axioma 5: la acción debe poder ser productora de ella misma. Este axioma de recursividad es muy fuerte y a menudo tenido como contra-intuitivo por los lógicos clásicos; Axioma 6: una acción y un complejo de acciones, deben ser capaces de producir su propia representación: la acción produce la información que la representa; Axioma 7: la información engendrada por un complejo de acciones, debe poder ser diagramable (o memorizable) bajo forma simbólica, y estos sistemas simbólicos deben poder ser manipulables (o computables) en el seno del complejo de acciones que los conforman; Axioma 8: en tanto conceptuadores o conceptuadores de procesos de concepción, es necesario ser explícitos como jamás se ha sido antes, sobre todo aquello que está en juego en la creacián de una concepción (Simon). Le Moigne (1990ª:170) sintetiza lo que considera el paradigma de la modelización sistémica, de la siguiente forma: “Un fenómeno percibido complejo, en consecuencia irreductible a un modelo determinante, de previsión cierta de sus comportamientos, se representa por un sistema complejo. Un sistema complejo se representa por un complejo de acciones teleológicas en un ambiente activo. Este complejo de acciones es a la vez sincrónico (funcionalmente), diacrónico (transformación) y recursivo (autonomización). El se describe, por su organización proyectiva, en niveles; cada nivel, asegura la conjunción de las funciones de transformación recursivas de auto-producción, de auto-mantención y de auto-relación. Esta organización de sistema complejo se articula por la conjunción de operaciones, de información y de decisión: las informaciones, composición de símbolos (signos, significados, significantes) son generados y memorizados por las operaciones proyectivas (acciones teleológicas), que ellas representan, por proyección. El comportamiento teleológico del sistema complejo, o su estrategia (planes de acción) son elaborados por el proceso decisional que se ejerce al seno de la organización. El se ejerce por computación simbólica en interactividad con el proceso informacional que engendra la actividad de la organización. Este proceso de producción y de memorización de símbolos es consustancial a la organización: el asegura la mediación entre las operaciones y las decisiones inteligentes que permiten su adaptación teleológica; al mismo tiempo él desarrolla el sistema propio de finalización del sistema complejo, finalización inteligente y memorizante que asegura su autonomización y así su identificación estable”.
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Complejidad, Adentro y Afuera del Observador Para Prigogine y Stengers (1990), la cuestión de la complejidad y simplicidad de los sistemas ya no puede ser tratada en términos jerárquicos, en que se tenía en un extremo objetos deterministas y perfectamente inteligibles, como el péndulo, y en el otro, los hombres y sus sociedades. Al medio, se ubicaba el enigma de un progresivo proceso de ‘complejización’, de ‘emergencia’ de lo complejo a partir de lo simple. Hoy, señalan, dondequiera que se mire se encuentra que lo simple y lo complejo coexisten sin oposición jerárquica. Según estos autores, las relaciones entre lo simple y lo complejo pueden ser vistas desde la noción de ‘atractor’. Para representar un ‘atractor’, que puede ser un punto, una longitud, una superficie o un volumen, se introduce un espacio que tiene tantas dimensiones como variables sean necesarias para describir la evolución temporal del sistema eh tomo a él. Este espacio ni siquiera requiere ser entero, puede incluso ser fraccionario o en lenguaje ‘caótico’, ‘fractal’. Una nube, por ejemplo, puede ser comprendida como un ente intermedio entre una superficie y un volumen y, en consecuencia, caracterizado por una dimensión fraccionaria comprendida entre dos y tres. El descubrimiento de atractores caracterizados por dimensiones fraccionarias, permite ampliar la mirada desde el espacio de las formas al de los comportamientos temporales (Prigogine y Stengers, 1990:77-82). El comportamiento ‘caótico’ es típico de sistemas caracterizados por un atractor anómalo, en que el ‘tiempo de Lyapunov’ es un verdadero ‘horizonte temporal’ (Prigogine y Stengers, 1990:85). Este, señala la diferencia entre lo que podemos ‘ver’ desde donde estamos y lo que hay más allá. Es decir, la evolución que ya no podemos describir en términos de comportamiento individual sino solamente en términos de comportamiento errático común a todos los sistemas caracterizados por el atractor caótico. Según ésto, Prigogine y Stengers sostienen que la existencia de sistemas caóticos transforma la noción de impredicibilidad, la libera de la idea de una ignorancia contingente que podría ser superada simplemente con un mejor conocimiento, y le da un sentido intrínseco, propio del sistema. Si Prigogine y Stengers articulan su discurso de la complejidad a partir de las jerarquías de sistemas, Bachelard (1985:130) lo hace desde la condenación de la doctrina de las naturalezas simples y absolutas: “En la realidad no hay fenómenos simples; el fenómeno es un tejido de relaciones. No hay naturaleza simple, ni substancia simple; la substancia es una ligazón de atributos entre las partes y el todo. No hay idea simple, porque una idea simple, como bien vio Dupréel, debe ser insertada, para ser comprendida, en un complejo de pensamientos y experiencias. La aplicación es complicación. Las ideas simples son hipótesis de trabajo, conceptos de trabajo, que deberán ser revisadas pare recibir su justo papel epistemológico. Las ideas simples no son la base definitiva del
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conocimiento; aparecerán, por consiguiente, como uno u otro aspecto cuando sean dispuestas en una perspectiva de simplificación a partir de las ideas completas”. Al centro de su discurso está el desafío de la síntesis, pero previene de cuidarse de llevar demasiado lejos la composición. Es preciso permanecer en la zona en que la composición es orgánica para comprender bien la ecuación de lo complejo y de lo completo. Para Bachelard lo simple sólo puede ser destacado una vez que lo complejo ha sido profundamente estudiado. Pensamiento Complejizador El trabajo de Morin en el desanollo de un pensamiento complejizador, parece estar fundado en un esfuerzo abarcador, en que la sentencia de que el único principio que no inhibe el progreso es: “todo sirva” (Feyerabend, 1986:7). Para Morin (1 983:417), el pensamiento complejo no está orientado a sustituir la “simplificación atomizante” por una “simplificación globalizante”. Tal pensamiento no apunta a lo elemental -en donde todo se funda en la unidad simple y el pensamiento claro- sino a lo radical, en donde aparecen incertidumbres y antinomias, donde el pensamiento complejo tiende a la multidimensionalidad. El mundo de la organización viviente, sostiene Morin (1983:421), contiene intrínsecamente no sólo equilibrios y acuerdos sino también competencias, antagonismos y conflictos. En consecuencia, el problema del pensamiento complejo es tratar con la unidad/desunidad de la vida sin reabsorver, reducir o debilitar uno de los dos términos. Según Morin, se debe tener permanentemente en cuenta que las emergencias son las realidades, cualidades, propiedades surgidas de la organización de un sistema y que presentan ún carácter nuevo y, por ello, no reductible a las cualidades o propiedades consideradas aisladamente o dispuestas de manera diferente. Aquello que no es comprensible en un determinado nivel de descripción, alcanza sentido en otro más abarcativo, en que la reducción efectuada por el ‘o’, ha sido cambiada por una inclusión a través del ‘y’. El surgimiento de contradicciones no significa un problema insoluble para Morin, sino un progreso del conocimiento. Conforme con lo cual, las contradicciones no son sólo signos de lo absurdo, de errores o falsedades, sino también la posibilidad de encontrar lo verdadero. El pensamiento complejo “debe ser un juego/trabajo con/contra la incertidumbre, la imprecisión, la contradicción”. Su exigencia lógica debe ser entonces, mucho mayor que la del pensamiento simplificante, ya que permanentemente se bate en una ‘tierra de nadie en las fronteras de lo decible, de lo concebible, de lo alógico y de lo ilógico” (Morin, 1983:447).
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La idea de complejidad no reside en la sustitución de la ambigüedad, la incertidumbre, la contradicción por la claridad, la certidumbre, la determinación, la coherencia, sino en su necesaria convivencia, interacción y trabajo mutuo (Morin, 1983:447-448). El problema del pensamiento complejo, sostiene Morin (1986:427), es pensar conjuntamente sin incoherencias dos ideas que sin embargo son contrarias. Esto es posible, sostiene, sólo si se encuentra, por una parte, el meta-punto de vista que relativiza la contradicción, y por otra, la inscripción en un bucle que haga productiva la asociación de las nociones antagónicas, que se han hecho complementarias. Así, agrega, se puede diseñar un principio de pensamiento, por la transformación de una disyunción o alternativa, en una unión o unidad compleja. El uso de la circularidad en el manejo de los conceptos, afirma, permite rechazar la reducción de un dato complejo a un principio mutilante o concepto maestro. Para Morin (1986:31-32), respetar la circularidad es respetar las condiciones objetivas del conocimiento humano, que comporta siempre, en alguna parte, paradoja, lógica e incertidumbre. Concebir la circularidad, es abrir la posibilidad de un método que, al hacer interactuar los términos que se remiten unos a otros, se hace productivo. La paradoja, el círculo vicioso, la antinomia son fuentes generadoras de pensamiento complejo. Los objetos ya no son sólo objetos, las cosa ya no son cosas; todo objeto de observación o de estudio debe en lo sucesivo ser concebido en función de su organización, de su entorno, de su observador. Una tal unión de nociones, hasta ahora disjuntas, hace aproximarse al núcleo principal de la complejidad, que no está solamente en la unión de lo separado/aislado, sino en la asociación de lo que estaba considerado como antagonista (Morin, 1986:427). Los procesos simplificadores deben ser integrados, acogidos, cooperativos en todo pensamiento complejo, pero lo que debe ser rechazado, es la simplificación (Morin, 1983:451). La forma de pensar compleja se prolonga en forma de actuar compleja, donde el método es la actividad pensante del sujeto (Morin, 1984ª:368). Para Morin, la necesidad de complejidad se nutre de una problemática fenoménica y de una problemática fundamental: la primera puede plantearse en términos de que todas las elucidaciones ganadas a nivel molecular y algorítmico, deben aclarar las realidades fenoménicas molares que son los seres vivientes, en sus formas, sus comportamientos, su existencia; y la segunda, dice relación con que ya no es lo elemental lo que la física encuentra como fundamento, sino lo complejo. Ya no es el orden determinista lo que se encuentra como principio, sino orden/desorden/organización. Lo complejo se ha convertido en una cuestión de
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principio, que ya no puede ser rechazada. Igualmente se encuentra lo complejo como fundamento de los algoritmos de lo viviente, como fundamento de la máquina viviente, como fundamento de la existencia individual (Morin, 1983:448-449). La complejidad, según Morin, surge en el corazón de la unidad a la vez como relatividad, relacionalidad, diversidad, alteridad, duplicidad, ambigüedad, incertidumbre, antagonismo, y en la unión de estas nociones que son complementarias, concurrentes y antagonistas, las unas respecto de las otras. El sistema es el ser complejo, que es más, menos, distinto de sí mismo. Está a la vez abierto y cerrado. No hay organización, sin anti-organización. No hay funcionamiento, sin disfunción... (Morin, 1986:175). El sistema o unidad compleja organizada, aparece como un concepto piloto que resulta de las interacciones entre un observador/conceptuador y el universo fenoménico; permite representar y concebir unidades complejas, constituidas por interrelaciones organizacionales entre elementos, acciones u otras unidades complejas; la organización que une, mantiene, forma y transforma al sistema, comporta sus principios, reglas, constreñimientos y efectos propios; el efecto más remarcable es la constitución de una forma global que retroactúa sobre las partes, y la producción de cualidades emergentes, tanto a nivel global como en el de las partes; la noción de sistema no es ni simple ni absoluta; comporta, en su unidad, relatividad, dualidad, multiplicidad, escisión, antagonismo; el problema de su inteligibilidad abre una problemática de la complejidad. El sistema es la unidad de complejidad (Morin, 1986:176). El Paradigma de la Complejidad Ante el principio de simplificación (disyunción / reducción), Tvíorin (1984ª:4748) propone el principio de complejidad. Es cierto, dice, que éste se funda en la necesidad de distinguir y analizar, como el precedente, pero además pretende establecer la comunicación entre lo que es distinguido, el objeto y el entorno, y su observador. Sostiene que no se esfuerza en sacrificar el todo a la parte o la parte al todo, sino en concebir la difícil problemática de la organización. Se esfuerza en abrir y desarrollar por doquier el diálogo entre orden,’ desorden y organización para concebir, en su especificidad, en cada uno de sus niveles, los fenómenos físicos, biológicos y humanos. El principio de explicación de la ciencia clásica, sostiene Morin (1984ª:48), tendía a reducir lo conocible a lo manipulable. Actualmente, dice, hay que insistir con fuerza en la utilidad de un conocimiento que pueda servir para ser reflexionado, meditado, discutido, incorporado por cada uno en su saber, su experiencia, su vida. De acuerdo con lo anterior, formula la hipótesis de que se podría construir un paradigma de complejidad, en y por la conjunción de los principios de inteligibilidad que siguen (Morin, 1984ª:359-362):
validez, aunque insuficiencia, del principio de universalidad;
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reconocimiento e integración de la irreversibilidad del tiempo en la física (termodinámica de los fenómenos irreversibles), en la biología (ontogénesis, filogénesis, evolución) y en toda problemática organizacional. Necesidad ineluctable de hacer intervenir la historia y el evento en toda descripción y explicación; reconocimiento de la imposibilidad de aislar las unidades elementales simples en la base del universo físico; de la inevitabilidad de la problemática de la organización y, en lo que concierne a determinados seres físicos (astros), seres biológicos y entidades antroposociales, de la auto-organización; de la causalidad compleja, que comporta causalidad mutua interrelacionada, interretroacciones, retrasos, interferencias, sinergias, desviaciones, reorientaciones. Principio de endo-causalidad en lo que a fenómenos de autoorganización concierne; de consideración de los fenómenos según una dialógica: orden → desorden → interacciones → organización Integración por tanto no sólo de la problemática de la organización, sino también de los eventos aleatorios en la búsqueda de la inteligibilidad;
de distinción, pero no de disyunción, entre el objeto o el ser y su entorno; de la relación entre el observador/conceptuador y el objeto observado/concebido; posibilidad y necesidad de una teoría científica del sujeto; posibilidad, a partir de una teoría de la auto-producción y de la autoorganización, de introducir y reconocer física, biológica y ‘antropológicamente las categorías de ser y de existencia; posibilidad, a partir de una teoría de la auto-producción y de la autoorganización, de reconocer científicamente la noción de autonomía; problemática de las limitaciones de la lógica; pensar de forma dialógica y mediante macroconceptos que unan, de forma complementaria, nociones eventualmente antagónicas.
Se ‘defiende aquí la idea de Morin (1984ª:362) que el paradigma de complejidad no ‘produce ni ‘determina’ la inteligibilidad; únicamente puede incitar a la estrategia/inteligencia del sujeto investigador a considerar la complejidad del problema estudiado. Del mismo modo que el paradigma de complejidad no es anti-analítico, no es anti-disyuntivo: el análisis es un momento que vuelve sin cesar, es decir, que no se desvanece en la totalidad/síntesis pero que no la disuelve. El análisis apela a la síntesis que apela al análisis, y esto hasta el infinito en un proceso productor de conocimiento (Morin, 1986:430-431).
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El conocimiento complejo, necesariamente, debe traer un nuevo modo de actuar que no ordene sino organice; que no manipule, sino comunique; que no dirija, sino anime (Morin, 1986:436). Como una forma particular del uso de la complejización, Morin (1983) llega a proponer un paradigma de lo viviente, con base en los macroconceptos de AUTOnomía, GENOtipo, FENOtipo, EGO, ECOlogía, RE -de REproducción, REpetición, REcursión-, en tomo al concepto central de vida que es ORGANIZACION procesadora de información, y expresa su paradigma incomprensible, inseparable y matricial, en el macroconcepto: “auto-(geno-feno-ego)-eco-re-organización(computacional/informacional/ comunicacional)”. No obstante su propuesta, señala: “el paradigma de complejidad aún no puede nacer, ya que e/paradigma de simplificación aún no puede morir...” (Morin, 1983:437). Así mismo, la complejidad plantea un “desafío epistemológico” (Le Moigne, 1990b:312). Y es un desafío, porque como sostiene Morin (1984b:32) se requiere tomar conciencia de los límites del conocimiento, tanto en lo biológico como en lo cerebral, en lo antropológico, sociológico y cultural, para saber del progreso del mismo, permitiendo conocer el conocimiento y hacerlo progresar en nuevos territorios, enfrentando la indivisibilidad y la indecidibilidad de lo real. Esta epistemología, según Morin (1984b:33), no deberá ser encarada como una especie de catálogo donde se acumularían, por yuxtaposición, todos los conocimientos cerebrales, biológicos, psicológicos, psicoanalíticos, lógicos, etc., sino que deberá ser considerada como un principio de complejización de nuestra conciencia, que introduce, en toda la conciencia, la conciencia de las condiciones bio-antropológicas, socioculturales y noológicas del conocimiento. Un estudio epistemológico de este tipo, es desarrollado por Maturana y Varela (1986) en su construcción de una explicación del conocer, en que coinciden en el decir y en la acción, con la definición de Le Moigne (1990c:108), que señala: “los estudios de espistemología sistémica toman el bucle del conocimiento construyendo el conocimiento que lo construye en su propio movimiento experimental”. El Conocer: Teoría Biológica del Conocimiento Maturana (1991:233) afirma que, en la experiencia del vivir, un observador no puede distinguir entre ilusión y percepción. Lo ejemplifica con esa sensación que se produce cuando una persona sentada en el asiento del carro de un tren, ‘siente’ que parte y no era así; era el tren del lado el que se ponía en movimiento, ¡Era una ilusión! ¿Qué ocurre? Que en el momento de la vivencia, ella es una realidad y se vive como tal; sólo después de vivida se construye una explicación y se denomina a aquello una ilusión. Pero, en la experiencia del vivir no se distingue entre ilusión y percepción.
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Una implicancia fundamental de ésto es la distinción entre fenómenos del vivir y explicaciones. Hay cosas que ocurren en la praxis del vivir, en tanto que hay otras cosas que están sólo en el mundo de las explicaciones, Y una explicación es también un vivir, que luego puede a su vez ser explicado; he aquí la recursividad de la operación explicación. Parafraseando a Maturana y Varela, que sostienen que ‘todo lo dicho es dicho por alguien”, se puede decir que “todo lo explicado es explicado por alguien”. Cada vez que se hace una descripción de un hecho, por más cotidiano que sea, se trae ese hecho a la conciencia, el observador se da cuenta de su hacer, de su conocer, de su ser “se trae un mundo a la mano”. Conforme con ésto, los autores definen otro aforismo, central en su pensamiento: ‘todo hacer es conocer y todo conocer es hacer” (Maturana y Varela. 1986:13). Con estos elementos centrales, Maturana (1991:227-236) hace una distinción profundamente aclaradora: hay, señala, dos caminos explicativos, uno dado por la aceptación de una realidad independiente del observador y otro, en que esa realidad depende del observador y, en consecuencia, no puede eludirse la pregunta por cómo es que participa dicho observador en el dar cuenta de esa realidad. Luego si el observador no puede distinguir entre ilusión y percepción, ¿cómo podría dicho observador acceder a una realidad independiente de él?. Esta no es una interrogante filosófica o gnoseológica, sino un punto de partida biológico acerca de cómo se conoce. ¿Cómo resuelve el autor la cuestión de que en algunos casos se acepta la pregunta por el observador y en otros no?; a través de lo que denomina ‘disposición corporal’, o ‘tensión de la malla nerviosa’, o ‘emocionar’. Según la emoción en que se encuentre el observador, será la explicación que construya; desde las ‘ontologías constitutivas’ u ‘objetividad entre paréntesis’ si se hace cargo del observador; o desde las ‘ontologías trascendentales’ u ‘objetividad sin paréntesis’, si no lo considera. Complejidad y Ontología del Observador Tomando como base la explicación de Maturana acerca del conocer, se puede concluir que, desde las ontologías trascendentales no existe la pregunta por el observador de sistemas, de modo que la referencia que se hace de la realidad, se hace ignorando que ello es hecho por alguien y, de este modo, los sistemas aparecen con propiedades intrínsecas a descubrir, explicar y aceptar. La realidad existe con independencia del observador y es posible dar cuenta de ella. En este camino, la complejidad es una propiedad de los sistemas y es posible explicarla o no, dependiendo de la inteligibilidad que el sistema tenga para el observador que pretende dar cuenta de ella. Tratar con la complejidad aquí, obliga a efectuar descomposición y recomposición de sistemas. La fragmentación de la complejidad y la asignación de ponderaciones a las relaciones, en que la corriente de pensamiento empirista ejerce toda
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su fuerza como mecanismo validador o probatorio, son los principales mecanismos de abordaje de la complejidad. Del mismo modo, el enfoque de caja negra, es uno de los métodos más usados para hacer frente a la complejidad. Este, se basa en el reconocimiento de comportamientos de un sistema, ordenados en términos de estados de entrada y salida, sin pretender, bajo ningún punto de vista, tratar de entender cómo está estructurado el sistema en estudio. Todo lo que se pueda decir del sistema será extraído de la información que se recoja de los cambios de estados observados a la salida, conforme a los estímulos entregados a la entrada, por el experimentador. En el camino explicativo de las ontologías constitutivas, la pregunta por el observador está presente, de modo que el dar cuenta de sistemas se constituye en una operación de distinción que dicho observador realiza en un determinado dominio fenoménico, y ésto es así, porque, en la experiencia, el observador no puede distinguir entre ilusión y percepción y, en consecuencia, no es posible usar criterios de validación haciendo referencia a una realidad independiente de él. De este modo, e) fenómeno es tal, cuando es distinguido por un observador en el lenguaje. La noción de existencia de un objeto está asociada a la operación de distinción y no a la existencia de un objeto ‘allá afuera’, independiente del observador. Para operar en este camino explicativo, se debe dar cuenta de Jo que se hace en las coherencias conductuales que se dan en un ámbito de observadores, y los criterios de validación son los mismos utilizados en las explicaciones científicas. Tratar entonces la complejidad desde las ontologías constitutivas obliga a preguntarse por la operación de distinción que se está efectuando al decir: ¡he ahí un sistema complejo!. Parcialmente se puede distinguir el sistema del trasfondo en que se encuentra, parcialmente describir sus relaciones con el entorno, parcialmente describir sus componentes y las relaciones entre sus componentes, parcialmente predecir su comportamiento futuro. Nuestra historia de acoplamientos no ha modelado suficientemente la plasticidad de nuestra estructura, en términos que nos permita tener un conocimiento efectivo de aquello que denominamos complejo. En el comentario de complejidad que realizamos, estamos señalando que nuestro hacer en ese particular dominio, no es suficiente para exhibir conocimiento. En consecuencia, la única forma que tenemos para avanzar en el conocimiento de aquello complejo, es en el acoplamiento estructural y en la ‘coderiva’ con él. Cuando un alumno preguntó a Maturana, qué era lo que había aparecido hace 3.500 millones de años, para decir que ahí comenzaba la vida en la Tierra, éste contestó diciéndole que volviera en un año más para darle una respuesta, si era posible (Maturana, 1991:29). Este hecho es interesante, por cuanto concurren a él dos elementos fundamentales; por una parte, la interrogante, que podemos calificar de compleja, dado que entender lo que es un ser vivo, constituye un desafío para la comprensión, y por otro, la forma en que Maturana construyó la explicación que ahora ofrece.
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La preocupación natural del biólogo por la vida, así como su interés por el conocer llegan a integrarse en su trabajo, dando origen a su teoría de la autopoiesis y a su teoría biológica del conocimiento, en un único todo coherente. ¿Qué fue lo que hizo Maturana para dar cuenta de la complejidad del ser Vivo?. Hizo una operación de distinción sacando al ser vivo, en cuanto unidad, desde el espacio de los fenómenos físicos y lo describió como una organización de procesos de producción de sus propias componentes. El dijo, en una conferencia, que cambió la pregunta de los seres vivos por la del conocer, dejando la teoría de los sistemas autopiéticos como hipótesis explicativa. En mi opinión, hizo frente a la complejidad que tenía entre manos, desde el camino explicativo de las ontologías constitutivas. Acción que le permitió ampliar la mirada y construir su explicación. He aquí entonces un particular punto de vista para abordar sistemas complejos: debe tenerse en cuenta que aquello que define a un sistema es su organización, que no existen partes sueltas, que ellas son en tanto están formando parte de un todo, de modo que tener partes y no tener relaciones es no tener nada, por más que conozcamos detalladamente sus propiedades; que el sistema se constituye en la operación de distinción con que un observador ‘trae la unidad a la mano’ del trasfondo o espacio fenomenológico en que puede ser efectuada tal distinción; y, que la explicación que se formule para dar cuenta del fenómeno, debe cumplir con los criterios de validación científicos aceptados por una comunidad. Una cuestión de interés a observar es que, aún existiendo el análisis, éste es posterior al entendimiento de la unidad como totalidad, en un determinado dominio fenomenológico. Por otra parte, si hacemos una distinción entre coordinaciones conductuales entre organismos o entre organismo y medio, y descripciones efectuadas por un observador, se puede concluir que la complejidad es un juicio emitido por un observador en el espacio de las descripciones. La complejidad no existe en el acoplamiento individuo medio, ella emerge sólo en la descripción, en la explicación. Luego, si la complejidad es un juicio emitido por un observador én algún particular dominio descriptivo, podemos suponer que para la interacción en observación, dicho observador no tiene una explicación que satisfaga su propia conversación ni la que sostiene con los demás, excepto en el juicio de que aquello es complejo. Y esto es así, por cuanto un observador es un ser humano, es decir, un hombre en el lenguaje, que ‘lenguajea’ y se emociona; es decir, participa de conversaciones (Maturana, 1991:11). En consecuencia, la complejidad puede ser entendida como una conversación más, en que nosotros los seres humanos participamos y, como tal, determinante en nuestro derivar. Recapitulando
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Por todo lo expuesto hasta aquí, sabemos que el final de este capítulo, no es el final, sino sólo un punto en el proceso de construcción/deconstrucción de la conceptualización que se lleva a efecto en relación a cualquier objeto de la realidad circundante y de nosotros mismos como observadores de sistemas. La complejidad no es complicación y no es lo contrario de lo simple, sin embargo el desarrollo del pensamiento ha pasado por todos estos conceptos permitiéndonos entender, describir, distinguir, modelar, calcular, predecir, etc.. Lo simple y lo complicado, hasta ayer lo complejo, ha dado paso al concepto de complejidad visto más bien como un ‘método’, como una forma de pensar, de mirar, más que como una propiedad de los objetos. La realidad objetiva, independiente del observador, tiene como contraparte una realidad interpretada e incluso construida por el observador. El reduccionismo y la simplicidad se incorporan a un cuadro que se completa con síntesis y complejidad. Este escenario obliga a pensar en términos de una nueva epistemología de la complejidad, así como también en la construcción de nuevos paradigmas y métodos de la complejidad, que permitan abordar con efectividad la tarea de comprender nuestro entorno en vez de manipularlo. La cuestión de la complejidad en Morin, queda evidenciada en la misma forma como en sus libros trata sus ideas, a medida que las desarrolla. Morin sustituye el esquema analítico simplificador por un análisis complejizador, en que la circularidad causal es usada al servicio del análisis y en que los elementos antagónicos, concurrentes, se evidencian y no se reducen o sintetizan rápidamente. Del mismo modo, los complementarios van surgiendo con sus correspondientes antagónicos, incorporándose en el juego a veces angustiante de la circularidad, en la cual el propio Morin está inserto en cuanto observador/conceptuador. Morin ha propuesto los principios de un paradigma de la complejidad, ha señalado la necesidad de una epistemología compleja y ha propuesto un método complejizador. Del mismo modo que Le Moigne ha mostrado los caminos de la modelización sistémica. Maturana ha señalado que en el emocionar humano está la base para una interpretación de la realidad, con independencia o no de nosotros, como observadores. Emerge de este saber cómo conocemos, la responsabilidad por nuestras acciones, por el mundo que construimos en el lenguaje y la ética de la aceptación de los otros en la convivencia, posibilitando lo social. Este punto constituye un buen comienzo, ya que abre las puertas al ejercicio de la práctica, que al decir de Maturana nos permitirá en el hacer, conocer. El abordaje de los problemas que afectan a los seres humanos, en cuanto individuos y grupos sociales, a los ecosistemas y a la salud pública en particular, es un
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desafío permanente, en que el pensamiento complejizador y las herramientas de modelización sistémica deberán mostrar toda su potencialidad.
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IV. HACIA UNA SALUD PUBLICA COMPLEJA Las múltiples visiones existentes acerca de ¡a crisis de la salud pública permiten configurar un amplio escenario de síntomas, causas y propuestas de solución. Esta situación nos ha llevado a señalar la necesidad de disponer de una visión abarcadora, que ayude a mejorar su comprensión, recurriendo para ello al distanciamiento que hace posible una mirada epistemológica. En este contexto, la búsqueda de superación de la crisis se ordena en tomo a los que piensan en una ‘reparación’, o en una ‘revitalización’ de la misma -sin contemplar cambios fundamentales-, y alrededor de los que sostienen la necesidad de ‘cambiar’ y que han iniciado el camino de la búsqueda de una ‘nueva salud pública’. Mientras en los dos primeros grupos las soluciones son altamente pragmáticas y específicas, el tercer grupo, en el cual se inscribe este trabajo, tiene una propuesta fundamentalmente reflexiva y abarcadora. Bases Epistemológicas Desde el punto de vista epistemológico, las limitaciones del enfoque de fragmentación de la realidad y los problemas a que se enfrenta el método cientifico en determinadas áreas, nos pone en la situación de tener que buscar formas de complementar estas maneras de mirar y actuar, con otras que contribuyan a enriquecer nuestras posibilidades de comprender y resolver. En particular, desde una cierta epistemología sistémica (Buckley,1987), la atención al proceso del conocer está en el flujo de información generado desde el objeto hasta la acción que esa relación establece. Las codificaciones, filtrajes, procesos y retroalimentaciones que se verifican en el sistema de cognición en general, participan activamente en la generación de conocimiento. En consecuencia, la salud pública puede ser vista como una construcción en permanente dinámica, dada por los procesos de estímulos sensoriales, cognición, decisión y acción, que al volver al mundo exterior y manipularlo genera un nuevo proceso cognitivo. Conforme con ésto, la salud pública se construye y reconstruye permanentemente, a medida que se dan los procesos de aprendizaje en el operar permanente de los salubristas en los distintos ámbitos de su interés. No es el acuerdo por mayorías o por claudicación, el que deba permitir estabilizar una definición de salud pública, como acuerdo operacional social, sino el ‘darse cuenta’ por parte de todos y cada uno de los salubristas, acerca del proceso en que están inmersos. Desde esta perspectiva todo cuanto se diga en relación a qué es la salud pública será igualmente posible, quedando reservado al querer de los salubristas, el ámbito de extensión de la misma. La salud pública alberga las preocupaciones por las enfermedades de las personas, los daños en el ambiente, la disposición de condiciones físicas que favorezcan
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el desenvolvimiento sano de las personas, los ambientes sociales, la promoción y prevención de la salud, etc.. Cada distinción que se hace al referirse a la salud pública, especifica el dominio de existencia de ella y también el dominio de coherencias operacionales en las cuales ella tiene sentido. Establecida la pertinencia de una relación, sólo el deseo de no reconocerla como perteneciente al sistema denominado salud pública, significará dejarla de lado. La teoría biológica del conocimiento, propuesta por Maturana, constituye un interesante aporte a la epistemología sistémica y un punto de partida para discutir y reformular ideas y conceptos relativos a la salud pública y a la salud en general. Su explicación de los fenómenos individual y social desde la vertiente constructivista, es una rica fuente de inspiración. En ese sentido, cuando nos preocupamos por la salud de las personas, en tanto seres vivos, podemos referimos a ellas como sistemas autopoiéticos; máquinas homeostáticas, cerradas, que mantienen constante su organización, que se producen a sí mismas. Máquinas que al ser perturbadas, experimentan cambios que están completamente determinados al interior de su organización; la perturbación nada específica, sólo gatilla. Pero, también es posible observar a los seres vivos como máquinas alopoiéticas; es decir, que producen algo diferente a ellas mismas y cuyos límites son definidos por el observador al especificar sus entradas y salidas. Claro está, que en este caso, no es posible establecer una diferencia entre un sistema cualquiera y un ser vivo. El concepto de autopoiesis, me parece, otorga al menos tres entendimientos a tener en cuenta al hablar de la salud de un ser vivo; uno, que no existe ninguna razón para suponer algo más que la biología participando de ello -la salud tiene como fundamento lo biológico-; dos, que aquello que le pasa como salud, tiene que ver con la mantención de su organización; y tres, que las intervenciones médicas nada especifican, sólo gatillan cambios estructurales. En esta perspectiva, la salud del hombre es como la de cualquier otro ser vivo. No obstante lo anterior, si bien los seres humanos pueden ser reconocidos como unidades autopoiéticas, pertenecientes a la fenomenología biológica, también pueden ser vistos como unidades que se acoplan con otras, manteniendo su identidad, para constituir los espacios sociales donde se da lo cultural. La condición de ser humano surge de su propia biología, la posibilita. Los seres humanos son tales, únicamente en la dinámica que surge del encuentro con sus congéneres. Así, hablar de lo humano implica lo social y, hablar de lo social, implica ¡o humano. En la dinámica de los acoplamientos permanentes con sus congéneres, denominada por Maturana y Varela (1986:121) como ‘autopoiesis de tercer orden’, surge el dominio lingüístico, que da curso a lo social, posibilitando la aparición del
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lenguaje y el surgimiento de lo humano, El lenguaje no es un instrumento de la razón, son coordinaciones de coordinaciones conductuales consensuales entre individuos. Esta recursividad permite a un observador tratar a sus propias descripciones como si fueran elementos del dominio lingüístico y describirse a sí mismo y a su circunstancia. Maturana y Varela (1986:139) sostienen que en el dominio de! acoplamiento social se da una especie de ‘trofolaxis lingüística’50, que produce regularidades del mismo modo que las generadas por el sistema nervioso, sólo que la coherencia y estabilización de la sociedad, como unidad, se producirá gracias a los mecanismos provistos por el operar lingüístico y su ampliación en el lenguaje. Esta nueva dimensión de coherencia operacional, sostienen, es lo que se experimenta como conciencia y como mente. En consecuencia, lo mental y la conciencia no son algo que esté dentro del cráneo, sino que pertenecen al dominio del acoplamiento social, donde se da su dinámica. En este contexto, lo que denotamos por salud de las personas al referimos a cierto tipo particular de hechos, surge como resultado de nuestro ser social en el lenguaje. En consecuencia, en la soledad de nuestra biología individual la salud no existe, sólo surge en cuanto somos seres sociales en el lenguaje. La salud tiene un fundamento biológico-físico, pero es una distinción hecha por un observador en el lenguaje y que se expresa en el conversar. Las conversaciones que se sostienen en relación a salud, son conversaciones que se dan en la dinámica del ‘lenguajear y emocionar’. ¿Cuáles son las emociones que permiten dar curso a una conversación relativa a la sanidad / enfermedad de los seres humanos?. Conversar de este binomio es referirse a cuestiones relativas al dolor humano, al sufrimiento, a peticiones y ofertas de ayuda, desde emociones tales como: ‘amor’, ‘empatía’, ‘compasión’ (Schramm, 1994). ¿Cuáles son las emociones que dan curso a conversaciones relativas al cuidado de los ambientes natural, laboral y social?. Aún cuando resulte en una cosmovisión predominantemente antropocéntrica, la preocupación es por nosotros mismos, pero operando a través de ellos. En nuestra historia de cuidados mutuos hemos construido la salud, al mismo tiempo que construíamos lo social y lo humano. Y, aún cuando hoy asistamos a un cuadro doloroso de nuestras relaciones, debemos tener en cuenta que cada día y a cada instante estamos realizando acciones de aceptación de los demás en un espacio que abre lo social. La salud es uno de estos espacios y las circunstancias dolorosas por las cuales
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Maturana y Varela comparan el intercambio químico entre Insectos como coheslonador social, con el encuentro lingüístico entre seres humanos.
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atraviesa son distorsiones, ruidos o interferencias en las conversaciones esenciales, provenientes de otros ámbitos que no se fundan en lo social. Al parecer, las conversaciones relativas a la salud de las personas no pueden darse más que desde la emoción del amor, que para Maturana es el fundamento de lo social. La Salud Pública que Queramos Dos expresiones permiten sintetizar nuestra posición en la búsqueda de caminos de comprensión de la crisis de la salud pública: ‘todo sirve’ y ‘darse cuenta’. La primera hace referencia a la posibilidad de contar con múltiples enfoques, métodos e instrumentos para la comprensión de la realidad; y la segunda, que condiciona la primera, a cómo hacemos lo que hacemos, pero principalmente a cómo es que conocemos. Al conocer el conocer, se produce ese ‘darse cuenta’ que abre la posibilidad de entender que ‘todo sirve’. En este contexto surge la sistémica como una invitación al ejercicio permanente y riguroso de la contextualización, del pensamiento expansionista. Del mismo modo que el pensamiento complejo, heredero de la tradición sistémica, invita a aceptar como posible que en la búsqueda de explicación y predicción, propuesta por el método científico, lleguemos a encontrar complejidad, la cual deberemos más bien comprender que explicar. Es necesario reconocer también la existencia de imprevisibilidad en sistemas cuyo comportamiento no es determinístico ni probabilístico, sino caótico. En complejidad, análisis y síntesis están presentes; en tanto que el reduccionismo simplificante es metodológicamente descartado con el fin de hacer inteligible aquello que se percibe como imposible de reducir. En esta perspectiva, la salud pública y su crisis deben ser comprendidas y no mutiladas o reducidas. Se debe reconocer y aceptar su complejidad como fenómeno para, a partir de allí, construir, en una dinámica recursiva permanente, su inteligibilidad. El propio cuadro de la crisis de la salud pública permite darse cuenta de la complejidad que se tiene entre manos; se puede hablar, en consecuencia, de una salud pública compleja. Los problemas relativos a identidad, confusión de la salud pública con la medicina social, preventiva o comunitaria y de dominio del modelo médico, entre otros, deberán ser reformulados y repensados al interior de esa salud pública compleja. En este contexto de complejidad, entender la crisis remite a la búsqueda de comprensión de aquello que se denomina salud pública. La articulación de los múltiples tipos de relaciones que es posible establecer entre los conceptos de salud y de pública, permite construir la malla de la cual emerge el complejo sinérgico que señalamos como salud pública.
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Lo público de la salud pública, lo hemos visto en el capítulo 1, es lo poblacional que se opone a lo individual; es lo del estado que se opone a lo privado; es lo referido a acciones sobre el ambiente que se opone a los servicios personales de salud; es lo referido a las acciones sobre el ambiente y algunos servicios personales de naturaleza preventiva, que se oponen a los servicios de salud personales curativos; es la respuesta organizacional a los problemas de salud de las personas, que se opone a la respuesta individual; es la interpretación que de él se haga desde una perspectiva social individualista en oposición a una colectiva. Cada una de estas concepciones se disputa el privilegio de darte contenido a la salud pública, negándole en ese acto, riqueza de matices descriptivos. Debemos comprender que cada declaración es una mirada particular que revela un dominio explicativo determinado; en consecuencia, hacer reduccionismo a través de la adjudicación de una única interpretación no parece razonable. El ‘o’ que excluye, debe ser sustituido por el ‘y’ que incluye. Por otra parte, se tiene que el discurso por la salud ha surgido desde la enfermedad, a través de su negación. Prueba de ello es que la medicina ha sido y es, en la acción, no así en el discurso, el objeto principal de la salud. Si se acepta que la salud es una complejidad, no se debe hacer reduccionismo ni transitar el camino de la descomposición para hacerla inteligible. La salud es una totalidad irreductible, en que el análisis aportará al conocimiento de componentes y relaciones pero no llegará a ofrecer una plena inteligibilidad de la misma. En esta perspectiva, la enfermedad, los daños ambientales y ecológicos, así como la medicina física, mental y social o como quiera subcalificársela no constituyen la salud en sí. La complejidad generada por sus interacciones, a través del fenómeno de la emergencia, constituye lo que se denomina salud. La salud se puede entonces visualizar como una emergencia del complejo constituido por individuo/sociedad/ambiente. Desde el punto de vista ontológico constitutivo, la salud do debe ser tratada como una propiedad de los sistemas. Al darte la categoría de trascendental al concepto de salud, se deja de lado la posibilidad de comprenderla a partir del observador que la hace surgir en el lenguaje. Del mismo modo, no puede ser un estado alcanzado por un sistema independientemente del ambiente que lo rodea. La salud sólo se puede ubicar en la relación de los sistemas vivos con su ambiente. En esta lógica recursiva de relaciones de sistemas y ambientes, se puede ir desde el nivel celular hasta el social. Lo que ocurre a cada sistema en el nivel observado, tiene que ver con la relación que se establece no sólo con el nivel sistémico inmediatamente mayor, sino con todos los metasistemas en que se encuentra contenido. Actualmente vivimos en una sociedad que califica la salud como una utopía o una esperanza, o quizás una expectativa. El completo estado de bienestar físico, mental y social no existe, nadie lo conoce, no se sabe como es, es una utopía. Y, cuando un
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individuo enfermo habla de salud desde el dolor, desde el sufrimiento que desea apartar, lo hace con el deseo de alcanzar un estado equivalente a aquel en que se encontraba antes de la enfermedad y no otro de carácter utópico. Para Maturana (1991:85), la esperanza es un artificio absolutamente enajenante cuando se vive en ella, porque ciega ante el presente. Y sostiene que esto es así porque la esperanza tiene que ver con aquello que de hecho no depende de uno. Lo humano, dice Maturana, no es consubstancial con la esperanza; vivir en la esperanza niega lo humano. ¿Se debe, entonces, tratar la salud como una esperanza?. Las utopías, sostiene Maturana (1 991 :85-90), tienen que ver con la experiencia, con lo que uno ha vivido, y en ese sentido son reveladoras de la historia personal o de la historia cultural: “las utopías expresan añoranzas por un modo de convivir humano en dimensiones de honradez, cooperación, justicia, equidad, respeto por el otro, integración armónica con el mundo natural, y en el que no exista la miseria ni se produzca el abuso sistemático como modo de vivir. Un modo de vivir humano sin discriminaciones sexuales, raciales, de inteligencia o de clase, y sin sometimiento a una autoridad que subordine sistemáticamente unos seres humanos a otros. Las utopías surgen desde el emocionar, y la razón va a la zaga de su fluir. Y esto ocurre, porque tiene que ver con nuestro ser biológico cultural; se nos revela algo que antropológicamente recordamos. Sólo puede añorarse lo que se tuvo y se perdió”. Se puede pensar, sin embargo, que en cuanto la utopía se convierte en la esperanza de recuperar aquello que se perdió, aplicando el razonamiento respectivo, debe también rechazarse la posibilidad de concebir la salud como una utopía; la salud no debe ser ni una esperanza, ni una utopía. Por otra parte, en este mundo altamente tecnologizado, el futuro puede ser explicado como una extrapolación de la situación actual, constituyéndose en una especie de ciencia ficción. A diferencia de las utopías, dice Maturana (1 991:90-91): “la ciencia ficción nos muestra más de lo mismo, y lleva nuestro razonar al límite de lo posible desde un punto de partida en el presente, dejando el emocionar a la zaga como un complemento básico, pero de hecho secundario. La ciencia ficción nos lleva a exagerar lo que se vislumbra en lo que ya se tiene, magnificándolo casi en un delirio de grandeza a cualquier precio. Y si la ciencia ficción apunta a la extrapolación del presente a cualquier precio, es, de hecho, una empresa productiva en la que no importa lo que se pierda en el proceso, sea esto la equidad, el respeto, la colaboración o la justicia, siempre que se obtenga el producto que se desea “.
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En consecuencia, tampoco se debe concebir la salud como un expresión delirante, futurista, del actual estado de las cosas, porque el precio a pagar sería demasiado alto. Son estas situaciones las que obligan a reflexionar acerca del mundo en que queremos vivir. Ni utopías, ni esperanzas, ni ciencia ficción; precisamos una base sólida sobre la cual caminar. El cambio no debe ser por un mañana mejor, debe ser por un vivir en el mundo, aquí y ahora, con dignidad. La búsqueda de nuevos referentes para una nueva conversación en salud, ha asumido diversos tipos de expresiones. Sin embargo, el modo de implementar las modificaciones no parece claro. Un cambio en las concepciones de salud que implique, en la práctica, cambios organizacionales, pasa necesariamente por un cambio de tipo cultural, cuestión que parece difícil, pero no imposible. Maturana (1991:71) sostiene que es posible vivir en la confianza. Que para ello es necesario que cambie la cultura y que para ello es necesario a su vez, que cambien nuestros deseos y nuestro emocionar. Afirma, que todos disponemos de los elementos para que esto suceda, ya que ellos tienen que ver con la educación en el ámbito ‘matrístico’51 de la relación del niño con la madre, fundada en la confianza recíproca; en las acciones de aceptación del otro como legítimo otro en la convivencia. Luego, lo que se debe hacer es recuperar ese modo de vivir como aspecto legítimo de la vida adulta, y eso, dice, es factible en democracia. Así por ejemplo, para Maturana (1991: 302) la maldad humana es un fenómeno cultural que surge cuando se tiene una teoría política, religiosa o filosófica que justifica la negación del otro. El ser humano no es en sí malo, y el daño que hace a otro en el enojo, no constituye un acto de maldad; puede ser un acto violento o fatal, pero en sí no es malvado, sólo lo es si se recurre a la razón para justificar la legitimidad de ese daño. Es la posesión de la verdad, dice Maturana, la que le abre un espacio a la maldad como modo de vivir. Del mismo modo, las ideologías políticas y religiosas (Maturana, 1991:65) son apropiaciones de la verdad y, por lo tanto, fuente de negación de los que no comparten la misma creencia. Otra cosa distinta, sostiene, son las ‘visiones’ políticas y espirituales. Conjuntamente con esta apropiación de la verdad surge el poder (Maturana, 1991:36-37), que no es algo que se tenga, sino que se recibe en la obediencia del otro; que no entrega colaboración ni respeto, sino subordinación y sometimiento. Un cambio cultural generado a partir de nuestros deseos implica a su vez asumir la responsabilidad de nuestros actos. “En el espacio de la reflexión somos siempre responsables de nuestras acciones porque siempre tenemos la posibilidad de ‘damos cuenta’de lo que hacemos” (Maturana, 1991:22).
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Para Maturana, lo “matristico” es vivir, en la confianza; diferente a “matriarcal”, que se opone en sentido a lo “patriarcal”, pero que pertenece al mismo eje de sometimiento y dominación.
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La recuperación de la confianza entre los seres humanos es para Maturana (1991:247) una cuestión ética, que se constituye en la preocupación por las consecuencias que tienen nuestras acciones sobre los otros, y adquiere su forma desde la legitimidad del otro como un ser con el cual uno configura un mundo social. No se olvide que la emoción que funda lo social es el amor. Por esto, lo social es un espacio ético y las preocupaciones éticas no deben ir más allá del espacio social donde surgen. Así, las preocupaciones éticas no son en su origen normativas, sino invitantes; no pueden plantearse como exigencia, porque la exigencia niega al otro. Conforme a lo anterior, se debe tener en cuenta que las conversaciones en que participamos con relación a cuestiones éticas, bioéticas, de gestión sanitaria, de cuidado de ambiente natural y social, buscan garantizar la viabilidad humana, y al hacerlo, ‘traen un mundo a la mano’, el mundo que queramos construir y vivir. Tradicionalmente, nos hemos movido en la búsqueda de verdades absolutas, de leyes generales, científicas, que nos simplifiquen los problemas y que nos vengan desde afuera, para no ser responsables por aquello que nos ocurra. La salud se ha constituido así, en algo que ‘es’, con independencia de nosotros, llegando incluso a usarse como instrumento de ejercicio de poder de ciertos grupos sociales sobre otros. La salud no puede ser vista como algo ajeno a nosotros y a nuestros deseos. No olvidemos que detrás de cada discurso, hay una persona que lo construye. Todo aquello que se diga acerca de salud es dicho por alguien; la forma en que se defina, los componentes que se le reconozcan, las relaciones que se establezcan, los objetivos que por su intermedio se persigan... todo, dice relación con nosotros, los seres humanos. Los componentes que participan en el fenómeno salud son muchos y variados; sin embargo, la forma en que participan no está del todo clara. Los observadores de sistemas construyen en el lenguaje los acuerdos acerca de lo que observan, adjudicándole los objetivos que sus deseos les indican. A pesar de que salud puede ser todo aquello que se ha dicho que es -un bien, estar sano, un proceso, sentirse bien, felicidad, ausencia de violencia, seguridad, conducta ética-, finalmente, ella será aquello que deseamos que sea. Conforme la salud tiene un fundamento social ella puede ser vista como una conversación en la cual un observador emite un juicio respecto de los sistemas vivos que observa, incluido él mismo. Este juicio es teleológico, por cuanto considera que el sistema persigue un cierto objetivo de desempeño, el cual ha sido especificado previamente y que sirve para comparar el sistema observado. La ampliación de este entendimiento, permite señalar a la salud como una red de conversaciones entre seres humanos, respecto de sus desempeños individuales, en ambientes sociales y naturales. La definición de los niveles de desempeño, forma parte de las conversaciones de salud y en consecuencia somos nosotros quienes debemos especificar la salud que queramos, la
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cual debe constituir una realidad aceptable, dadas las condiciones sociales y ambientales en que nos desenvolvemos. De este modo, en la unión de lo público y la salud emerge aquello que llamamos salud pública, como una complejidad que no podemos explicar, pero que podemos comprender como un complejo de acciones y discursos orientados a la búsqueda del bienestar de las personas, cuyos límites debemos especificar constantemente. La crisis enunciada en la salud pública nos dice que no lo hemos hecho todo lo bien que queremos y, en consecuencia, debemos buscar nuevas formas de entendimiento que nos permitan abordar las cuestiones pendientes de forma más efectiva. Se culpa de la crisis de la salud pública a múltiples factores; sin embargo, la responsabilidad es toda nuestra por haberla llevado al punto en que se encuentra, no obstante haber actuado, indudablemente, de la mejor forma, posible. Si hoy consideramos que debe ocurrir un cambio, digamos hasta dónde queremos avanzar, qué cosas queremos hacer y propongamos las coordenadas necesarias para caminar en el sentido de la resolución de los desafíos planteados. Además, pensemos que una nueva salud pública no tiene porque ser, necesariamente, una! ampliación de la anterior, cuando una redefinición también es posible. Una Aproximación Operacional La siguiente reflexión tiene en su centro el convencimiento de que las preguntas y respuestas que se formulan en salud en general y, en salud pública en particular, pueden hallar su comprensión en la consideración de las mismas como una complejidad. Considero insuficiente para establecer un encuentro interdisciplinario, definir un objeto común de preocupación para un conjunto de actores sociales, como puede ser la salud y la salud pública. La necesidad de lenguajes comunes constituye un sustento fundamental a la hora de generar acuerdos. Las fronteras definidas por determinados lenguajes de actores particulares, no siempre son permeables a los lenguajes de los otros actores. Y, si al conversar existe entendimiento, la interdisciplina queda sólo en eso, en el encuentro de disciplinas que nada gatillan en sus interlocutores. En este punto, los prefijos ‘meta’ y ‘trans’ parecen ofrecer respuesta, dado que si como resultado de disponer de un meta-lenguaje somos capaces de comprender lo que diferentes actores nos quieren decir, entonces se produce el surgimiento de la transdisciplina, como la experiencia del encuentro interdisciplinario al interior de un sujeto. La materialización de esta preocupación debiera ocurrir en las escuelas de salud pública a través de la incorporación de profesores y estudiantes en temas como la Sistémica y la Complejidad, por medio de programas formales de estudio e investigación. La adquisición de estos metalenguajes para la transdisciplinación, junto con la preocupación por el mismo objeto de estudio, por parte de distintos especialistas,
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constituiría un auténtico trabajo interdisciplinario que debiera dar los frutos deseados, en el ámbito de una salud pública compleja. Por otra parte, considerando que gran parte de las escuelas de salud pública están ubicadas al interior de facultades de medicina, parece razonable promover la creación de centros independientes de investigación en el área, que permitan la participación de los más variados tipos de profesionales y materialicen un efectivo desempeño interdisciptinario. En la proposición de una cierta salud pública compleja, el calificativo de tal se usa para referirse a una forma de mirar, pensar y actuar que se considera deseable adoptar, complementando las miradas tradicionales; es una cuestión de orden metodológico y epistémico. La salud pública ejercida desde la complejidad debería llevar a un cambio conductual en quienes allí trabajan: educadores, gestionadores, políticos, teóricos, investigadores. El abandono de certezas, verdades y conceptos maestros para la solución de los problemas, debería dar paso a la comprensión de los mismos, evitando la reducción la simplificación y favoreciendo el despliegue de la complejidad presente. Repensar la salud pública y la salud en general, haciendo uso de principios complejizantes, de modelización sistémica, de epistemología biológica, permitiría construir nuevas complejidades en las que sus vínculos con temas tales como el trabajo de las personas, las ideologías, el poder, los valores, los afectos, la propiedad de los cuerpos y los referentes sociales, puedan integrarse y comprenderse. Así también, la expansión que se ha producido en el conocimiento científico con el descubrimiento de los sistemas con comportamiento caótico, plantea nuevos desafíos, especialmente en cuanto a predictibilidad (Possas y Marques, 1994), que requieren ser abordados. Finalmente, se propone que la tarea de repensar la salud en general y la salud pública en particular, se lleve a cabo en los centros interdisciplinarios antes señalados, explorando, entre otras, las siguientes cuatro grandes líneas de trabajo:
Predictibilidad de Sistemas, en virtud del hallazgo de sistemas de comportamiento caótico. La investigación epidemiológica tiene en esto una tarea de redefinición teórica y práctica.
Aplicaciones Metodológicas Sistémicas, en la línea de las proposiciones de J.L. Le Moigne y H. Simon; aplicación de la sistemografía en la comprensión y diseño de sistemas, especialmente útil en el campo de la organización de sistemas de salud, de sistemas de información, de sistemas de atención, programas de prevención y promoción, entre otros.
Uso de la Complejización como Método de comprensión de los fenómenos de la salud y salud pública, donde conceptos tales como: circularidad,
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conjunción, irreversibilidad del tiempo biológico, auto-organización, autonomía, meta-observador, unidad observador/sistema observado/ambiente, actividad pensante como método, deberían mostrar sus virtudes.
Uso de la Epistemología Biológica en la reconceptualización de salud y salud pública a través de la articulación de conceptos tales como autopoiesis, determinismo estructural, clausura operacional, biología del conocer.
Por último, desde el punto de vista ético, la tarea de promover un cambio en la salud pública nos exige el compromiso responsable de reconocer a los otros como legítimos otros en la convivencia y actuar en consecuencia, partiendo por nosotros mismos.
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V. CONSIDERACIONES FINALES Se presentan a continuación, sintéticamente, algunos conceptos considerados centrales que, no obstante haber sido desarrollados anteriormente, requieren ser confirmados, con el objeto de ser re-introducidos en el tema que nos preocupa; la crisis de la salud pública y las formas de mirar, pensar y actuar de quienes en ella participan. Así, el final de este trabajo pasa a ser el comienzo de un nuevo/mismo tema: el final no es el final sino el comienzo de algo que puede ser lo mismo pero diferente. Así como ha ocurrido en casi todos los ámbitos del conocimiento, y la salud pública no es excepción, el uso preferente del reduccionismo y del pensamiento analítico postergó los enfoques holísticos y expansionistas. La sistémica y la complejidad han sido consideradas aquí como formas complementarias al pensamiento cartesiano para mirar, pensar y actuar. La sistémica, entendida como forma de apreciar la realidad, complementaria a la reduccionista y fragmentaria, debe mostrar sus posibilidades metodológicas más allá del amplio uso que ha tenido desde la década de los 60, en su vertiente más analítica y de complicación. Debe dar paso a una efectiva sistemografía, es decir a la representación de sistemas que constituyen unidades irreductibles, donde los propósitos y objetivos adjudicados por un observador adquieren la dimensión teleológica que la perspectiva constructivista le otorga. Las ideas de totalidades integradas por partes y relaciones que pueden ser estudiadas y explicadas a través de procesos de descomposición y recomposición pueden y deben seguir usándose en aquellos casos que es posible hacerlo. Pero, el reconocimiento de los efectos sinérgicos, de emergencias y complejidad requiere alcanzar el estatuto que los haga permanentemente presentes, con el objeto de ponderar razonablemente los éxitos de explicación y predicción, y comprender el porqué de los fracasos, evitando las certezas y absolutismos. La complejidad recoge, a través de las vertientes objetivista y constructivista, los dilemas de los científicos naturales y sociales de mitad de siglo en adelante, respecto de lo que ven y piensan acerca del mundo que los rodea; la Física y la Química con sus sistemas caóticos; la Psicología y Sociología con sus sistemas de actividad humana, esquivos de tratar con el método científico. Así como también, la Epistemología y, en general, la Filosofía con sus reflexiones e interrogaciones ya tradicionales lanzadas nuevamente, a la discusión, principalmente por el desenvolvimiento científico y tecnológico de los últimos cincuenta años. La complejidad vista como método, impulsa al ejercicio de la reflexión, donde el comprender se antepone a la ambición de explicar y donde herramientas como la causalidad circular, la conjunción, la expansión, la contradicción, la identidad y la
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transitividad, entre otras, permiten desplegar conocimiento respecto de una interrogación y no simplificarla o reducirla rápidamente, bajo el pretexto equívoco de que simplicidad es conocimiento. La sistémica y la complejidad se consideran formas de acrecentar el conjunto de metodologías para actuar en el campo de la salud pública, con el objeto de avanzar en la comprensión de su complejidad y en la búsqueda de soluciones a los problemas que le aquejan. Fuertemente ligado a lo anterior, se ha sostenido aquí, que la interdisciplina y la transdisciplina constituyen mecanismos obligados para actuar en salud pública. Si miramos a la salud pública desde sus múltiples concepciones, la aproximación interdisciplinaria surge como una necesidad metodológica obligada para su comprensión y esta multiplicidad de visiones es la que permite referirse a ella como una complejidad. La cuestión es, entonces, aceptar su multidimensionalidad y no reducirla. La salud pública requiere de la interdisciplina, porque ella es una complejidad que debe hacerse inteligible para nosotros. Sin embargo, la acción interdisciplinaria no es suficiente si no se produce la transdisciplinación de cada uno de sus observadores. La transdisciplina es el desafío que se les plantea a quienes se declaren participantes de las conversaciones de la salud pública. Esto significa que de manera conjunta a su formación de especialistas en algún área, deben procurarse también formación en otros campos y, principalmente, efectuar las síntesis correspondientes. Pero, dado que la agregación de conocimientos provenientes de diversas áreas, constituye un trabajo interminable al cual se debe poner borde, es necesario acudir a los metalenguajes que favorecen los entendimientos de los lenguajes específicos y ayudan a! surgimiento de las síntesis. De este modo, para actuar en salud pública, la formación expansionista y la disposición de metalenguajes, constituye una exigencia. La dimensión epistemológica otorgada a la crisis de la salud pública, ha permitido expandir la mirada y asumir una perspectiva abarcadora, desde donde se aprecian sus causas, signos, soluciones y la forma en que éstos son conocidos. Emerge así la complejidad del fenómeno que nos preocupa y a partir de una visión preferentemente constructivista, que constituye una opción del autor, la apertura de un camino que es necesario transitar para construir otros discursos que aporten lucidez al problema de la crisis. La crisis de la salud pública, vista desde una perspectiva de complejidad, parece ser una expresión de ella misma, que obliga a asumir esta perspectiva y a considerar dicha crisis, como un punto de cambio obligado en la evolución de los sistemas, a partir del cual, diseñar el futuro que para ella deseamos. La salud pública nos es más que una complejidad anunciada.
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Con el objeto de operacionalizar las ideas aquí vertidas y permitir el aprendizaje a través de la incorporación de nuevos enfoques y metodologías, se ha propuesto un programa inicial de trabajo que explore desde la sistémica, desde la complejidad, desde la epistemología biológica, la salud en general y la salud pública en particular, en espacios de acción independientes denominados ‘centros de investigación interdisciplinaria’ creados especialmente para ello. Finalmente se ha propuesto que asumir una Salud Pública Compleja es acentuar el hecho de que ella requiere ser comprendida, para lo cual la reflexión interdisciplinaria constituye el principal instrumento. Así, la salud pública se constituye en un ámbito de reflexión permanente, más que en una disciplina, desde donde pueden surgir discursos que iluminen las decisiones orientadas al mejoramiento de la calidad de vida de las personas.
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EPILOGO: Prefacio de la Edición en Portugués Conocí y aprendí a estimar el trabajo intelectual de Mario Tarride en 1993 cuando él cursaba el Programa de Doctorado en Salud Pública y yo administraba, junto con Wilmar do Valle Barbosa, la disciplina de Filosofía de las Ciencias en la Escuela Nacional de Salud Pública de la Fundación Oswaldo Cruz. Desde entonces, nuestros intercambios de ideas y proyectos desembocaron en una línea similar, cuyo punto de referencia principal en común - era y aún es - la ‘teoría autopoiética’ de Humberto Maturana y sus derivaciones epistemológicas y éticas hacia el estudio de los sistemas complejos e hipercomplejos. Esta línea de reflexión se concreta ahora en este libro que tengo el honor de prefaciar. Sé muy bien que después de la publicación de Don Quijote, de Cervantes (que inicia la larga etapa del romance moderno y anticipa muchos de los temas de reflexión sobre la identidad moderna), la palabra ‘honra’ puede no constituir más un valor cardinal para nuestras sociedades, en principio secularizadas, individualistas y democráticas. Sin embargo, insisto en utilizar esta palabra en un sentido tal vez resemantizado, para expresar un sentimiento y un juicio de valor ante un trabajo capaz de constituirse en un punto de vista original y consistente sobre el campo de la salud pública, sus crisis de identidad y de crecimiento, sus vínculos con otros campos del saber (y del saber hacer) como son, por un lado, la teoría sistémica, la teoría de la autopoiesis, la teoría de la complejidad y, por otro, la ética y la bioética, así como sus consecuencias en términos de calidad de vida de individuos y poblaciones, de calidad de los servicios prestados, de responsabilidad para con los conocimientos producidos en circunstancias sociopolíticas y contextos tecnocientíficos complejos y en rápida transformación. Tales vínculos, circunstancias y contextos implican sacar las debidas consecuencias teóricas y prácticas de la afirmación de Humberto Maturana y Francisco Varela según la cual “todo lo que es dicho es dicho por alguien y para alguien”. Por el hecho de que Mario Tarride delinea tales consecuencias, se podría decir que su trabajo constituye un comentario singular de esta afirmación o - en el sentido de intertextualidad de los lingüistas - un viaje hermenéutico original al interior del texto creado por esta afirmación. La afirmación de Maturana y Varela puede parecer hoy una obviedad para algunos (de la misma forma como apareció evidente a posteriori la única manera de parar el famoso huevo de Colón), pero no lo es, o por lo menos no lo es más desde que fue formulada claramente la tesis epistemológica constructivista, primero en el campo de las humanidades, y enseguida en el campo de las ciencias propiamente dichas. De acuerdo con esta tesis, que tiene su origen en la epistemología kantiana (más específicamente en la formulación dada en 1883 por Wilhelm Dilthey), sólo podemos
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conocer aquello que construimos con nuestro entendimiento, o sea, gracias a los medios específicos de nuestra especie en tanto formada por seres que poseen una competencia lógico-lingüística, esto es, por seres de lenguaje. Pero, como es sabido por los historiadores de la filosofía occidental, esta es una antigua tesis filosófica ‘minoritaria’ que nos viene de los pre-socráticos. De hecho, ya Xenófanes, en el siglo VI a.C., afirmaría que “lo cierto nadie nunca lo entendió y nunca lo entenderá con relación a los dioses y a las cosas de las cuales hablo. Aún cuando alguien expresase de la mejor forma posible una cosa real, no la conocería por haberla experimentado directamente, pues a todos sólo les es dado el opinar” (Diels-Kranz. Ole Fragmente der Vorsokratiker. Berlin: 21B 34DK, 1903). Esta tesis será radicalizada por el sofista Protágoras, que en el siglo V a.C. fundara su filosofía en el principio ‘constructivista’ según el cual “el hombre es la medida de todas las cosas: de aquellas que son por aquello que son, de aquellas que no son por aquello que no son” (DilesKranz, ibid: 80B 1 DK). Después de un largo olvido (prácticamente desde Platón hasta el siglo XVIII y con rarísimas excepciones), la tesis constructivista será reformulada por el filósofo italiano Giambattista Vico al afirmar que si “Dios es el artífice del mundo”, el humano es “el dios de los artefactos” (Vico, G. D Antiquissima ltalorum Sapientia (1710). Napoli: Stamperia dei Classici Latini, 1858. p.123). Pero será a partir de la filosofía de Kant que la tesis constructivista se configurará prácticamente con su contenido actual en el campo filosófico. Con la desconstrucción del edificio filosófico por parte de los juegos lingüísticos emergentes de las diversas ciencias y humanidades, es en el siglo XX que ella pasa a ser incorporada a esos varios juegos lingüísticos emergentes, gracias sobretodo a la lingüística moderna (Ferdinand de Saussure afirmaría en 1916 que “es el punto de vista el que crea el objeto” de acuerdo con los relatos de sus editores Bailly et Séchehaye en el Curso de Lingüística General) y la epistemología genética (Jean Piaget en La Construcción de lo Real en los Niños, de 1937, afirmaba que conocer es un hacer, una forma adaptativa, no un reflejar algo ‘allá afuera’ independiente de un sujeto concreto). De esta forma se puede, pertinentemente, afirmar que todo conocer pasa a ser considerado como un construir la realidad a partir de lo real y por parte de un sujeto epistémico. Pero esta afirmación da cuenta sólo de la primera parte de la afirmación de Maturana, esto es, “todo lo que es dicho es dicho por un observador”. Falta aún dar cuenta de la segunda parte: “todo lo que es dicho es dicho para alguien”, sin la cual no tenemos todo el ‘cuadro epistémico’ (Piaget, J. & García, R. Psicogénesis e Historia de las Ciencias (1983). Lisboa: Don Quijote, 1987. p. 228-244) en que se inserta la argumentación de Tarride cuando pasa revista a los diferentes punto de vista sobre la crisis de identidad, tanto teórica como práctica, de la salud pública (Capítulo 1); cuando apunta a la necesidad de construir una salud pública compleja (Capítulo 4). Como afirma textualmente el autor, “asumir la crisis de la salud pública como una cuestión epistemológica [implica] expandir nuestra mente hacia nuevos enfoques (...) para la comprensión de la realidad”, o sea, incluyendo de forma multi/inter y transdisciplinaria, los nuevos recursos traídos por la ‘teoría de los sistemas’ - inspirada por los trabajos del
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biólogo Ludwig von Bertalanffy y desarrollada por von Foerster, von Glaserfeld, Bateson, Maturana, Varela, Simon, Le Moigne, Checkland, Monn, Prigogine y otros (autores analizados en el Capítulo 2); por la ‘cibernética de primer orden’ (o de los sistemas observados) de Wiener y Ashby - preocupada por la estabilidad de los sistemas-, y aquella de ‘segundo orden’ (o de los sistemas observadores), de von Foerster y Maturana (también abordados en el Capítulo 2); por el ‘paradigma’ de la complejidad abordado en el Capítulo 3 - o mejor dicho, por el ‘desafío’ de la complejidad, si consideramos que algunos de sus principales autores, como Edgar Morin y Jean-Pierre Dupuy, a pesar de sus divergencias, concuerdan en afirmar que es temprano para calificar la complejidad de nuevo paradigma o de nuevo cuadro epistémico. Tales recursos teóricos sirven al autor para proponer (en el Capítulo 4) una salud pública compleja, “no mutilada ni reducida”, en que pueda emerger “el complejo constituido por individuo / sociedad / ambiente”; una nueva “red de conversaciones” así como una “nueva responsabilidad” para con los otros. Integrando la dimensión ética en su reflexión, el autor cierra el circulo argumentativo (o hermenéutico) provocado por la afirmación inicial de Maturana & Varela y que, para utilizar los términos de la formulación de Mario Tarride, significa que “todo aquello que es visto, conocido, pensado y hecho, lo es por alguien y para alguien”. Queriendo ahora calificar la postura asumida por el autor en el debate en curso sobre el ‘desafío de la complejidad’ y su relación con el ‘desafío de la responsabilidad’ desafíos que, a mi manera de ver, caracterizan el ethos científico de nuestra época -‘se podría destacar la imparcialidad y la honestidad intelectual en el examen ponderado de los diferentes puntos de vista concurrentes, así como la tranquilidad en trazar un camino propio. En mi evaluación, este recorrido es sumamente importante en un mundo secularizado y pluralista - que muchos científicos consideran ‘sin fundamentos, sin verdades definitorias y definitivas’ -, o sea, en el cual las miradas pueden asumir inicialmente la configuración de una polémica, pero que, para que esta sea saludable, es preciso saber ver, pensar y comprender también los puntos de vista ajenos, sin con eso soltar de la mano al propio punto de vista. Destacaré, a continuación, dos polémicas que considero ‘saludables’, en el texto del autor: aquella entre representacionistas (preocupados en definir ‘objetivamente’ el ‘mundo en sí’) y constructivistas (preocupados en dar cuenta de ‘un mundo para un observador que ve, piensa y actúa’); aquella entre defensores del método ‘reduccionista’ y los defensores del método de la ‘complejidad’, considerada como característica ‘tanto de lo real como de la realidad construida’. Tratándose de un Prefacio, no entraré en el mérito de la discusión en todas sus articulaciones teóricas, pero creo ser lo suficientemente imparcial al afirmar que, actualmente, la tesis representacionista, en sentido estricto, es considerada insustentable por un número creciente de especialistas,
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al mismo tiempo que la polémica sobre el reduccionismo adquirió nuevos contenidos gracias al análisis de los sistemas hípercomplejos, como son considerados hoy, los sistemas sociales. Ejemplificaré la polémica sobre el estatuto de la complejidad citando dos autores, a saber: Dupuy (aún cuando no figure en la lista de autores citados en el libro aquí presentado) - que defiende la necesidad de reducir la complejidad sea donde fuere, hablando de ella de forma simple, y Morin (ampliamente comentado por el autor)-, que defiende la necesidad de abordar la complejidad de forma compleja, sin reduccionismos ni los pruritos dogmáticos de los lógicos de primer orden y de los filósofos que durante más de dos mil años, con pocas excepciones (como el ya citado Vico y, antes que él, Nicolás Cusanus con su coincidentia opositorum),defendieron el principio del tercero excluido y aquel de la no contradicción, como se defiende una ciudad medieval contra la entrada de elementos perturbadores. Veamos brevemente los argumentos de Dupuy y Morin. Al comentar el proyecto monumental del ‘Método’ de Morin, Dupuy escribe: “Morin partió de la idea que podemos y debemos hablar de complejidad solamente de manera compleja. Considero, al contrario, que para hablar de ella no podemos renunciar al procedimiento simplificador y mutilador pues, de cualquier forma, este siempre tendrá la última palabra. Este es el precio a pagar para pensar el mundo aquel al cual pertenecemos” (Dupuy, J.-P. La simpilcité de la complexifé. Esprit, 57, septembre 1981). O sea, para Dupuy, la única manera de pensar y comprender la complejidad es simplificándola. Un punto de vista parecido es defendido también por Niklas Luhmann, sobre el cual volveré más adelante. Para Monn, el problema debe ser encarado de otra forma, esto es, sin oponer simplicidad y complejidad, sino integrando ambas en una entidad operatoria mayor (Morin, E. Infroduction à la Pensée Complexe. París: ESF, 1990. p .24n). Morin comienza por recordar que ya el epistemólogo Gastón Bachelard había descubierto que lo simple es de hecho una simplificación del espíritu, pues la ciencia construye sus objetos extrayéndolos de su contexto complejo para insertarlos en situaciones experimentales no complejas. De esta forma, la ciencia no sería el estudio de un universo simple, sino más bien una simplificación heurística necesaria para extraer determinadas propiedades y leyes del continuum espacio-tiempo que es lo real. Para reforzar su argumento, Morin cita también al filósofo marxista György Lukács que en su vejez, al criticar su dogmatismo juvenil, habría afirmado que “lo complejo debe ser concebido como elemento primario existente [y que] de eso deviene que debemos examinar primero lo complejo en cuanto tal, para luego pasar a sus elementos y procesos elementales” (Morin, ibid. Id.). Hasta aquí no existe ninguna discordancia relevante entre Dupuy y Morin. Pero Morin va más allá de la mera objeción de la simplificación, o (si preferimos los términos de Bachelard) de la necesidad de una superación ‘dialéctica’ del obstáculo epistemológico representado por la simplificación, afirmando la complementariedad entre simple y complejo. Como Mario Tarride bien da a entender a lo largo de su texto, si sacamos las consecuencias, por un lado, de que todo conocer es un construir y no un reflejar lo real y, por otro, que nadie es dueño de la
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verdad, tenemos coherentemente que admitir la ‘complementariedad’ entre ‘punto de vista reduccionista’ — útil para ciertas operaciones de distinción sin las cuales, como bien demostró el matemático George Spencer Brown, no existe propiamente forma (Brown, G.S. Law of Form. New York, 1979) — y ‘punto de vista complejo’ — útil para dar sentido a las relaciones entre formas y para tejer las relaciones entre la “construcción de lo real’ (como diría Piaget) y los siempre nuevos desafíos que lo real presenta para su comprensión. De esta manera podemos afirmar que, para Morin, la complejidad se referiría tanto a lo real como a la construcción de lo real por parte de un sujeto epistémico. Metodológicamente hablando, y dicho con los términos usados por el autor de este libro, si la complejización es el acompañante dialéctico natural” del reduccionismo, una construcción que emerge de la descripción y explicación del sistema observador acoplado al sistema observado, o “un juicio emitido por un observador en el espacio de las descripciones”, tenemos entonces la posibilidad de pasar de la alternativa entre el método disyuntivo del ‘o eso o aquello’ (que como afirma Morin sólo permite distinguir sin establecer relaciones) y el método meramente sintético de ‘eso y aquello’ (que sólo permite juntar sin distinguir) a un método que construye ‘unidades complejas’, en las cuales tanto la disyunción (‘o...o’) como la conjunción (‘y’) se vuelven co-esenciales y co-necesarias para una unidad integradora de orden superior. Los dos métodos, por lo tanto, dan lugar a un método del ‘y-o’ (que la propia obra de Morin en la búsqueda del ‘Método’ intentó construir a lo largo de los años), viniendo a incluir, en esta nueva forma de ‘unidad compleja’, lo paradójico, el círculo vicioso y las antinomias que, de hecho, pueblan nuestra manera de pensar y nuestro actuar. Éticamente hablando — como afirma Tarride — nos volvemos entonces capaces de “comprender nuestro medio en vez de manipulado”. Pero, para eso, tenemos que convivir con la posibilidad siempre presente del error que, como decía Descartes, es la menos visible, pues “le propre de l’erreur est qu’elle ne paraît pas être telle” [la característica del error es no parecerlo]. Como afirma también Maturana, tenemos que convivir con la consciencia de no poder distinguir la certeza de la ilusión, pues, como expresó el poeta William Blake, el no veía ‘con’ sus ojos sino ‘a través’ de ellos. Al comentar esta afirmación de Blake, Heinz von Foerster afirma que “ver equivale a un insight (...) a alcanzar la comprensión de algo utilizando todas las explicaciones, metáforas, parábolas, etc. con las cuales contamos” (Foerster, H. y. Visión y Conocimiento: Disfunciones de Segundo Orden. In: Schnitman, D.F. (Org.) Nuevos Paradigmas, Cultura y Subjetibidad, 1994. p. 91-113). O sea, todos estos medios son ‘buenos’ para ver y comprender — y en este sentido tendría razón Paul Feyerabend cuando afirma pragmáticamente que anything goes, “todo sirve” para ver y comprender. Volviendo a la posición defendida por Morin, el sociólogo francés afirma que “pedimos justamente al pensamiento que disipe las neblinas y las oscuridades, que ponga orden y claridad en la realidad, para que revele las leyes que la gobiernan. La palabra complejidad, a su vez, sólo puede expresar nuestra incomodidad, nuestra
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confusión, nuestra incapacidad de definir de manera simple y clara, de poner orden en nuestras ideas” (Morin, ibid., p.9). Pero, por otro lado — continua Morin — “la complejidad no es algo que pueda ser definido de manera simple y que pueda tomar el lugar de la simplicidad. ‘La complejidad es una palabra problema y no una palabra solución” (ibid., p.1º). Dicho de otra manera, la complejidad no elimina la simplicidad. Como afirma Morin, “la complejidad aparece ciertamente donde el pensamiento simplificador falla, pero ella integra en sí todo aquello que pone orden, claridad, distinción, precisión en el conocimiento. Mientras el pensamiento simplificador desintegra la complejidad de lo real, el pensamiento complejo integra lo más posible los modos simplificadores de pensar, rechazando las consecuencias mutiladoras y reductoras (...) de una simplificación que se cree el reflejo de lo real en la realidad” (ibid., p.11). Hice esta larga disgresión en la disputa sobre la ‘palabra problema’ complejidad, para introducir el porqué creo que el libro aquí presentado, contribuye a pensar sobre la así llamada ‘crisis de la salud pública’ con una mirada renovada. Explicaré, a continuación, porqué. A este respecto quiero referirme aún a un insospechado defensor de la necesidad de reducir la complejidad para poder lidiar con ella, el sociólogo sistémico alemán Niklas Luhmann (Luhmann, N. & De Giorgi, R. Teoría della Societá. Milano: Franco Angeli, 1994), para quien “la complejidad no es un concepto simple, sino un concepto, a su vez, complejo y por lo tanto formado de manera autológica” (p. 40). Luhmann, que integra en su obra las contribuciones de Maturana y la de los teóricos de la complejidad (siendo él mismo uno de los teóricos más importantes en lo que dice relación al análisis de la complejidad e hipercomplejidad de los sistemas sociales), considera que para definir y describir cualquier sistema hipercomplejo (y el sistema de salud pública puede ciertamente ser considerado como uno de ellos, si juzgamos pertinente una expresión como “hipercrisis sanitaria”) debemos tratarlo como un sistema auto-referencia?. O sea, una teoría de los sistemas hipercomplejos “debe contener su objeto como un objeto que se describe a sí mismo” (p. 9); en caso contrario tendríamos que renunciar a una teoría sobre ellos y, sobretodo, renunciar a concebirlos en términos de autonomía y de autoinstitución. Pero definir, describir y comprender (que son las operaciones de una teoría) implica operar distinciones (Luhmann, además, considera coherentemente que no deberíamos más hablar de objetos, sino de distinciones hechas por sujetos). Una teoría de la complejidad es también una forma de dar cuenta de la distinción, pero “la distinción que constituye la complejidad tiene la forma de una ‘paradoja’: complejidad es la unidad de una multiplicidad” (p. 41). ¿Cómo resolver entonces esta paradoja lógica? - pregunta Luhmann. Tradicionalmente, se opera recurriendo a una distinción ulterior, por ejemplo, entre elementos y relaciones, y así en adelante. Pero este camino revela luego sus limitaciones al considerar la ley matemática según la cual al incrementar el número de elementos, el número de relaciones aumenta en progresión geométrica. Es por eso que existen, de hecho, límites drásticos cuando se opera con la complejidad; luego, la propia ley matemática considerada obliga a tener una relación
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selectiva entre elementos, esto es, a operar una reducción de la complejidad en el sentido de escoger las relaciones autopoiéticas, auto-referenciales y autológicas pertinentes, dejando fuera (como no pertinentes) todas las otras que son de tipo alopoiéticas, heteroreferenciales y meramente lógicas, y que, por lo tanto, excluirían, en principio, la posibilidad de que el sistema pueda pensarse a sí mismo. No es esta la oportunidad de profundizar esta discusión, pero si consideramos la salud (en particular, la salud pública) como un sistema de este tipo, tal vez podamos entender su crisis de una forma distinta, esto es, como una crisis interna, de su propia dinámica; una crisis de su teoría y de su práctica, vistas de manera inmanente, autopoiética, auto-referencia? y autológica. Como Tarride sintetiza en las Consideraciones Finales, “la crisis de la salud pública, vista desde la perspectiva de la complejidad, parece ser una ‘expresión de sí misma’, que obliga a asumir esta perspectiva y a considerar dicha crisis como un punto de cambio obligado en la evolución de los sistemas, a partir del cual diseñar el futuro que deseamos para tales sistemas” (destacado mio). Creo que la reflexión que trae el libro que el lector tiene ahora en sus manos - y en el cual intenté trazar algunas pistas de lectura - contribuye a repensar la crisis de la salud pública, desconstruyendo (pero no destruyendo) los referentes de cientificidad del siglo XIX, en los cuales ella está aún mayoritariamente situada pero que, tanto aquí como allá, muestran un cierto cansancio, desafiados por dos lados: aquel de la complejidad y el de la responsabilidad. Concluyendo, espero que la lectura del libro de Mario Tarride, al estimular el recorrido al interior de estos recovecos, contribuya a pensar e incorporar en la práctica sanitaria una “nueva figura de la salud pública”, al mismo tiempo “sustentable”, “ética”y “segura”, como bien apunta el autor en su bello libro. FERMÍN ROLAND SCHRAMM Doutor em Saúde Pública, prof. de Filosofía da Ciéncia e de Bíoética Escola Nacional de Saúde Pública / Fiocruz
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