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Tema central

Algunas consideraciones en tiempos de Streaming

1. Un fenómeno en crecimiento

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Nadie pone en duda que el Internet es uno de los inventos que más ha revolucionado el mundo, desde aquel lejano 1983, año en que se fija como el nacimiento de la gran Red. Costumbres, cultura, política, economía, religión, comunicación, negocios, educación y otros muchos ámbitos de la vida han sido transformados bajo la influencia de este fenómeno que rápidamente se ha convertido en algo imprescindible en nuestro día a día.

Uno de los campos en los que más ha repercutido el Internet, es, sin duda, el campo del entretenimiento y el espectáculo. Lo que tradicionalmente estaba monopolizado por la radio y la televisión y, en menor medida, por el teatro, los libros y revistas impresos, ahora está en manos de esa incontable variedad de medios y recursos a través de los cuales consumimos nuestro tiempo de ocio y descanso, y todo, casi siempre, al alcance de un click.

Dentro de esta galaxia de posibilidades que la web nos brinda, está lo que se denomina, en inglés, streaming. Que, en español, podríamos traducir “en directo” o “en continuo”. En realidad, se trata de toda esa serie de aplicaciones, plataformas y portales que nos permiten consumir contenido en línea sin tener que esperar a que se descargue. Estamos hablando de, por ejemplo, “lugares” donde podemos escuchar música como Spotify o Apple Music; o ver videos como el famoso Youtube o Netflix; o jugar juegos “en línea” en una inmensa variedad de páginas web disponibles para ello. También se denominan así a las trasmisiones en vivo a través de páginas como Facebook o Instagram (live streaming), que nos permiten seguir en tiempo real acontecimientos de todo tipo.

En Bolivia tenemos dos plataformas de este tipo: Boliviacine, que ofrece más de 50 películas y cortos audiovisuales bolivianos; y REK que, por el momento tiene una oferta parecida a la anterior, aunque un poco más limitada.

En este artículo trataré de dar algunas pistas para entender y acercarnos críticamente a los servicios de streaming por suscripción (o bajo demanda), por los que hay que pagar, y que se han hecho

muy populares en nuestro medio. Estoy hablando de Netflix, Disney Plus, HBO Max, Amazon Prime, y otros similares.

2. Pros y contras

Se ha vuelto algo común que, en muchas de nuestras conversaciones, comentemos detalles sobre la última serie que estamos viendo en Netflix o sobre alguna película que recientemente hemos visitado en alguna plataforma. Como ejemplo, y solo para citar las más famosas, están la muy conocida y polémica (e hiperviolenta) serie de “El juego del calamar”; o la cautivante serie española “La casa de papel”.

Creo que una de las razones fundamentales por las que los consumidores de estas plataformas de streaming audiovisual han ido en aumento progresivo lo podemos encontrar en la descripción que Mario Vargas Llosa hace de lo él llama “la civilización del espectáculo”, es decir “la de un mundo en el que el primer lugar en la tabla de valores vigente lo ocupa el entretenimiento, donde divertirse, escapar del aburrimiento, es la pasión universal”. Donde la natural propensión humana a pasarla bien, se convierte en valor supremo.

Entre las cosas buenas que tienen estas plataformas podemos enumerar las siguientes:

Inmediatez: no es necesario almacenar grandes cantidades de datos en la memoria de las computadoras ni esperar los tiempos de descarga. La película que quiero ver la obtengo de inmediato. La única condición es contar con una buena conexión a internet y una suscripción pagada.

Sensación de personalización: a diferencia de la televisión clásica en la que no había otra opción que seguir la programación impuesta, en una plataforma de streaming, el público tiene la sensación que puede elegir el horario y el tipo de programa que quiere ver.

La variedad de oferta: se pueden encontrar películas y series de los más variados géneros, capaces de responder a los gustos y tendencias de las audiencias más exigentes.

Calidad: la mayoría de las plataformas de streaming no son solo distribuidores sino también productores de contenido. Esto va en favor de la gran calidad audiovisual de sus propuestas. Ya desde hace algunos años atrás es normal escuchar que las series y películas producidas bajo este formato compiten sin ningún problema con las mejores producciones cinematográficas tradicionales.

Y entre las cosas preocupantes que pueden generar estos medios, están:

Consumidores acríticos: la calidad de los aspectos técnicos y la emotividad vinculada a los relatos bien contados, nos pueden quitar objetividad en el momento de evaluar si lo que estamos viendo realmente le hacen bien a nuestra mente y nuestro corazón. El empezar a ver series y películas una tras

otra sin más razón se puede convertir en una vía de escape de la realidad. Se han hecho famosas las “maratones” en las que muchos consumidores de estos productos pueden pasarse horas enganchados a la trama de una serie, perdiendo toda noción del tiempo y el espacio.

Crean potenciales tendencias negativas de pensamiento: detrás de historias edulcoradas y atractivas y aparentemente inofensivas puede esconderse visiones y propuestas de mundo totalmente contrarias a una cosmovisión cristiana. Hay estudios que demuestran cómo muchas de las series consumidas por el gran público, incitan subliminalmente al suicidio, a la violencia y la crueldad, a la práctica del sexo indiscriminado, al odio racial y otros fenómenos que lentamente pueden generar actitudes y posiciones nocivas para el individuo y la sociedad.

Mal uso del tiempo personal: la relativa facilidad de acceso a estos medios acompañada de una débil fuerza de voluntad, pueden generar una evasión constante de las responsabilidades y un aumento en el tiempo invertido consumiendo series y películas. Esto puede generar consecuencias que pueden ir desde un inadecuado descanso corporal, a un descuido en el desempeño escolar o laboral, o a un quiebre en las relaciones personales y familiares más inmediatas.

3. Criterios (muy generales) para su buen uso

No obstante todas estas advertencias, no debemos caer en el extremo de condenar o satanizar

estos canales de comunicación y esparcimiento. No todo es malo, pero tampoco vamos a afirmar con ingenua ligereza que todo se puede ver y escuchar sin medida. Creo que es importante que, para acercarnos debidamente a alguna de estas plataformas, debemos cultivar dos virtudes muy poco tomadas en cuenta hoy en día: la capacidad crítica y el equilibrio.

Saber elegir: Nadie sabe a ciencia cierta la cantidad de películas y series que tiene Netflix en su catálogo, alguien habla de más de 6000 títulos... Según algún estudio, un espectador promedio consume en un año solo el 2% de esa lista. Por eso lo más difícil es elegir qué ver ante tanta cantidad de posibilidades. Lo más fácil (y lo más equivocado) es dejarse llevar por las tendencias que la misma empresa crea como criterio de selección. No siempre lo más visto o lo más aclamado es lo mejor. Por eso es importante informarse antes. En Internet existen muchos lugares en los que uno puede encontrar reseñas y recomendaciones de las series y películas que nos pueden ser útiles. El saber elegir puede depender también de los gustos y creencias que uno puede tener: si hay algún programa que ataca directamente los valores en los que creo o socava mis principios morales, es mejor dejarlo de lado… En este punto, hay que tener mucho más cuidado cuando se trata de seleccionar lo que nuestros niños pueden y no pueden ver en estas plataformas.

Saber moderar el uso: y aquí entra el equilibrio. Y como dice el sabio bíblico: “Todo tiene su tiempo…” hay tiempo para el trabajo y también hay tiempo para el descanso y la diversión. Como en todo, también con el uso de estos medios debemos ser moderados. No está mal poner en nuestra vida un poco de disciplina y orden que distribuya adecuadamente los tiempos dedicados al trabajo, a la vida familiar, al estudio y, por supuesto también a la diversión y al esparcimiento.

P. Juan aParicio BarrenecHea, sdB. director coLegio don Bosco - cocHaBaMBa

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