En el trabajo de Juan Manuel, incluyendo este libro, Vigilia, el silencio no sólo habla, sino que canta en superposición con lo que se oye. Se trata de silencios que vibran porque hay en ellos una carga de sentido. Son silencios que nos permiten sentir cómo la gota del significado aparece y no acaba nunca de caer. Lo que se dice sin decir pero que surge de la naturaleza simple y armónica de versos que parecieran escritos por quien contempla en éxtasis: la atención detallada al transcurso de un pájaro, a una tarjeta postal, a la lista de lo que hay que comprar para la cocina: el tiempo detenido para iluminar objetos que no dicen objetos, dicen silencios abismales. O circunstancias que no describen circunstancias, describen esa observación profunda desde ese lado en vela, desde esa acción detenida del despierto. Con la misma profundidad de quien es capaz de reproducir un fragmento de la estructura de su pensamiento, los versos de Vigilia se pausan.
Dolores Dorantes