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Cannabis y medicina

Shiva Shanti

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La María

Opinión Una mentira muchas veces repetida

La realidad es cuestión de definición,o de puntos de vista.Si miramos la televisión corremos el riesgo de no reconocer en el aparato lo que vemos en la calle y lo que vivimos cada día.En la televisión nos aparece una sociedad que se escandaliza cada vez que le hablan de drogas; con honradas familias que se tiran de los pelos cuando oyen la palabra cannabis,hachís o marihuana; con niños chutándose cualquier cosa en el recreo del colegio; con autoridades oficiales poniendo el grito en el cielo, entre otras cosas,porque no existe el porro terapéutico.

Pero si volvemos nuestra atención hacia la gente que conocemos y con quienes convivimos, cambia el paisaje. Recordamos entonces a amas de casa cincuentonas que razonan que es mejor que la Sanidad dé droga a los adictos a que estos tengan que conseguirla adulterada a un precio que, en ocasiones, les obliga a delinquir. Que demos con profesores maduros, medianos empresarios o funcionarios locales que comienzan a salir del armario de cultivo con variedades paisanas de marihuana que crían desde tiempos inmemoriales. Quizá porque no saben que no existe el porro terapéutico. Quienes se mueven con chavales universitarios podrán comprobar que ya nadie se medio esconde para fumarse unos petas, porque el hachís y la marihuana son tan objeto cotidiano de consumo como el tabaco o la cerveza. Entre quienes van superando la treintena comenzamos a conocer a muchos que afirman “beber menos” que cuando tenían veinte, haber dejado atrás los atracones de chupitos y cubatas, y que, a cambio, se fuman varios petardos de maría. Han cambiado las resacas criminales, las náuseas, el dolor de estómago y de cabeza, por una ligera somnolencia y unas ganas de empezar el día con un buen desayuno. Habrá quien conozca a algún familiar o amigo que siempre ha tenido mala imagen de “los porreros”, pero que tras empezar a sufrir esclerosis o comenzar a recibir quimioterapia, se inició en el “porro terapéutico”, ése que, según el responsable del Gobierno para estos asuntos, no existe. Incluso conoceremos a alguna persona “sana” que reconocerá haber tomado en el pasado tranquilizantes en épocas de ansiedad o somníferos para conciliar el sueño, y que, con el paso del tiempo, ha abandonado tales productos por el humo del cannabis, que, dice, le resulta más placentero. No faltará quien, ¡válgame la virgen bendita!, afirme echarse unas caladas de maría en los días del período, de gripe o de migraña, y quedarse “tan a gusto”. Esta experiencia miles de veces repetida a diario no significa que el porro tenga usos terapéuticos. También habrá quien conozca casos mucho más conflictivos, como algunos de esos talleres de garantía social donde chavales en torno a la mayoría de edad se lían el primer peta antes de entrar a clase o se salen del taller para fumarse un canuto y luego, entre los humos y la falta de interés, no atinan con el tornillo. Sin la mínima atención de sus progenitores desde que empezaron a andar por si estudiaban, trabajaban o apedreaban perros, han acabado desahuciados por el sistema escolar, sin un mínimo horizonte laboral ni personal. No es difícil suponer que el cannabis desempeña aquí un papel amortiguador de la realidad, como podría hacerlo el alcohol o los antidepresivos. Son curas de primera urgencia para evitar tirarse por un puente o acudir a sustancias más problemáticas. Porque la solución a estos casos es tan difícil como reparar desequilibrios sociales y económicos inherentes a nuestra propia sociedad y modelo económico. Ycomo tal revolución no está en manos de estos chavales, pues le pegan al porro, a la botella o a la pastilla oficial. Resulta que sumamos unos casos y otros, al final, son legión quienes preferirían que la política sobre drogas se encauzará por la reducción de daños y la atención integral (social, sanitaria, laboral) a los consumidores problemáticos. Yque quienes consumen cannabis son ya más que quienes fuman tabaco, entre el 20 y el 40% según estudios y edades. Pero la “realidad” televisiva, esa definición de la realidad que no pasa de ser mera redacción periodística, es más oscura, alarmante y hasta fantasmagórica. El porro terapéutico no existe, porque como popularizó Goebbels, el responsable informativo del nazismo, una mentira muchas veces repetida termina por convertirse en verdad aceptada. Los medios de comunicación de masas transmiten mensajes sencillos, afirmaciones breves que se dirijen a conmover emocionalmente al oyente. La fugacidad de las noticias de 30 segundos de telediarios e informativos radiofónicos deshechan cualquier tipo de argumentación razonada. Yasí la “realidad” definida se reduce a que las drogas matan, no existe el porro terapéutico y quienes defienden la normalización no son ciudadanos bienintencionados que persiguen reducir la delincuencia, la corrupción y evitar que la gente se haga daño, sino que en akelarres demoniacos y bacanales indescriptibles laboran por la destrucción de la sociedad occidental. Cuestión que no viene al caso es que en las farmacias holandesas se pueda adquirir bajo prescripción médica marihuana lista para fumar, vaporizar o ingerir vía oral. Porque como todos sabemos, Plan Nacional de Drogas mediante, el porro terapéutico no existe.

Carlos Ballesteros

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