Editorial
El discernimiento en la vida cristiana niéndonos a las intenciones del papa Francisco para el año 2018, queremos profundizar algunos temas que él propone como motivos de oración: en enero, por las minorías religiosas en Asia; en febrero, no a la corrupción; y en marzo, formación en el discernimiento espiritual.
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En particular en el mes de marzo se pide por la evangelización: formación en el discernimiento espiritual. Para que toda la Iglesia reconozca la urgencia de la formación en el discernimiento espiritual, en el plano personal y comunitario. Por mucho tiempo se ha insistido en la necesidad del discernimiento espiritual, entre otras cosas porque suceden cada vez nuevos acontecimientos en el mundo y en la Iglesia que necesitan un verdadero discernimiento desde el Espíritu de Dios, además nos parece que es una práctica que ha ido desapareciendo en el ámbito eclesial a la par que se abandona la oración de meditación. Por eso, consideramos de vital importancia para la Iglesia, los sacerdotes, los religiosos y los agentes de pastoral profundizar sobre esta práctica espiritual. El auge de las redes sociales y la cantidad de mensajes que hoy pululan en las mismas, así como los nuevos movimientos que están naciendo, ponen en aprietos a la Iglesia, incluso perdiendo un punto de referencia fuerte, como es su magisterio a partir del Catecismo de la Iglesia católica. Muchos cristianos de hoy son más fieles a los últimos mensajes de sus videntes preferidos que a las mismas propuestas que hace la Iglesia a través del Papa o de los obispos de cada diócesis y, en parte, esto se da por la
falta de formación, profundización y discernimiento en la vida cristiana. El discernimiento espiritual, precisamente, es muy útil porque es el instrumento para conocer la voluntad de Dios en la propia vida y en la vida eclesial; por tanto, es un medio para individualizar una dirección de vida y empezar a aprender a escoger y decidir. El discernimiento no es, como a menudo se piensa, un ejercicio de autoanálisis o de introspección psicológica o de investigación de la realidad, casi como ponerse delante de un espejo y entender, quizá solo desde el punto de vista psicológico o social, cuáles son nuestras inclinaciones, nuestros deseos, nuestros rechazos y resistencias. En la profundización de este tema, en este número vamos a hablar de un discernimiento espiritual, es decir, “en el Espíritu de Dios”. Por consiguiente, este es un ejercicio de atención y de escucha del Espíritu Santo, que entra y actúa en mi historia, en mi personalidad y en la vida de la Iglesia. En otras palabras, el discernimiento es escucha de aquella Palabra de Dios que nadie ha escrito. Discernimiento es saber si aquellas inspiraciones que se dan provienen del buen Espíritu de Dios o del espíritu del mal, es distinguir qué es de Dios y qué, en cambio, responde solo a visiones personales que quizá puedan tener una buena intención pero que no logran superar lo que la Iglesia ha discernido a lo largo de la historia. Esperamos, desde nuestra revista Vida Pastoral, seguir aportando en su trabajo pastoral y especialmente en este tema tan importante para la Iglesia hoy. El Director
Revista trimestral de la Sociedad de San Pablo —PAULINOS— Colombia, Ecuador, Panamá, Centroamérica y el Caribe al servicio de la Iglesia. Carrera 46 Nº 22A–90 – A.A.: 080152 / Tel.: 3 68 20 99 – FAX: 2 44 43 83 / BOGOTÁ, D.C. — COLOMBIA
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Con aprobación eclesiástica. Las opiniones expuestas en los artículos publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores.
La Voz del Papa INTENCIONES DE ORACIONES DEL SANTO PADRE
CONFIADAS A SU RED MUNDIAL DE ORACION (Apostolado De La Oración) Para El Año 2018
ENERO
MAYO
Por la evangelización: Minorías religiosas en Asia. Para que, en los países asiáticos, los cristianos, como también las otras minorías religiosas, puedan vivir su fe con toda libertad.
Por la evangelización: La misión de los laicos. Para que los fieles laicos cumplan su misión específica poniendo su creatividad al servicio de los desafíos del mundo actual.
FEBRERO
JUNIO
Universal: No a la corrupción. Para que aquellos que tienen un poder material, político o espiritual no se dejen dominar por la corrupción.
Universal: Las redes sociales. Para que las redes sociales favorezcan la solidaridad y el respeto del otro en sus diferencias.
MARZO
JULIO
Por la evangelización: Formación en el discernimiento espiritual. Para que toda la Iglesia reconozca la urgencia de la formación en el discernimiento espiritual, en el plano personal y comunitario.
Por la evangelización: Los sacerdotes en su misión pastoral. Para que los sacerdotes que viven con fatiga y en la soledad el trabajo pastoral se sientan confortados con la ayuda de la amistad con el Señor y con los hermanos.
ABRIL
Universal: Por aquellos que tienen una responsabilidad en la economía. Para que los responsables del pensamiento y de la gestión de la economía tengan el coraje de refutar una economía de la exclusión y sepan abrir nuevos caminos o rutas.
AGOSTO
Universal: La familia, un tesoro. Para que las grandes opciones económicas y políticas protejan la familia como el tesoro de la humanidad.
contenido EDITORIAL
El discernimiento en la vida cristiana
INFOGRAFÍA
Discernir en un proyecto de vida
BEATO ALBERIONE La meditación
ACTUALIDAD
Discernimiento espiritual y vocacional
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ACTUALIDAD
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ACTUALIDAD
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El discernimiento en la Virgen María El discernimiento a la luz de algunos textos de la Sagrada Escritura
ESPECIAL
Semana de oración de los cristianos
GUÍAS HOMILÉTICAS Equipo Paulino
169 enero
marzo
2018
SEPTIEMBRE
Universal: Los jóvenes del África. Para que los jóvenes del continente africano tengan acceso a la educación y al trabajo en sus propios países.
EDITOR: Jr. Jorge Forero, ssp
OCTUBRE
Por la evangelización: La misión de los consagrados. Para que los consagrados y consagradas despierten su fervor misionero y estén presentes entre los pobres, marginados y aquellos que no tienen voz. NOVIEMBRE
Universal: Al servicio de la paz. Para que el lenguaje del corazón y del diálogo prevalezca siempre sobre el lenguaje de las armas. DICIEMBRE
Por la evangelización: Al servicio de la transmisión de la fe. Para que las personas dedicadas al servicio de la trasmisión de la fe encuentren un lenguaje adaptado al presente, en diálogo con la cultura. sanpablocol
sanpablocol
Depto. de Periódicos: 3103415620
@sanpablocol
san pablo 1914
www.sanpablo.co/radio
PASTORAL LITÚRGICA
La cuaresma, camino hacia la pascua
LITURGIA Y PASTORAL
Un misal romano “renovado” (Y II)
44 50
PASTORAL DE LA CATEQUESIS
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ACTUALIDAD
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Amoris Laetitia Fortalecer la educación de los hijos
Sobre la corrupción
DIRECTOR: P. Martín Alberto Sepúlveda Mora, ssp
CONSEJO DE REDACCIÓN: Jr. Jorge Forero; Jr. Abimelec Pulido; Constanza Moya; Segundo Pacabaque. AUTORES: Editorial: El Director; Infografía: Jorge Forero, ssp; Actualidad: Fray Oswaldo Escobar; Padre Gustavo Edgardo Jamut; Mons. Juan Carlos Cárdenas T.; P. Saúl Nicolás Duque García; Pastoral Litúrgica: P. Santiago Jaramillo; Especial: Dr. Patricio Andrés Merino; Guías homiléticas: Equipo Paulino; Liturgia y Pastoral: Linio Emilio Diez Valladares; Pastoral de la catequesis: P. Martín Sepúlveda, ssp; FOTOGRAFÍA: Shutterstock PUBLICIDAD: Jennifer Gregory / e–mail: publicidad@sanpablo.com.co DISEÑO & DIAGRAMACIÓN: Luis Gabriel Niño Devia / e–mail: ninoluis@sanpablo.com.co SUSCRIPCIONES: periodicos@sanpablo.com.co IMPRESIÓN: Taller San Pablo, Calle 170 Nº 8G–31, Bogotá, D.C. - Colombia
Infografía Por: Jorge Forero, ssp george.foreromaldonado
DISCERNIR EN UN PROYECTO DE VIDA
1. Proyecto personal Sin meta bien definida corremos el riesgo de andar sin saber cómo o por dónde ir. La vida espiritual hoy ocupa un lugar privilegiado. La Iglesia nos invita a tener un ideal y estrategias para alcanzar una identificación cada vez más íntima y personal con Jesucristo.
Idea: Nuestra acción misionera depende de la capacidad de escuchar y de discipulado, sentándonos a los pies de Jesús maestro como María en Betanía (Lc 10, 38-42).
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Un santo que nos puede ayudar San Pablo: él no tuvo la experiencia de conocer a
Jesús, varios autores lo han mencionado, pero es preciso decir que él pertenece a la primera generación de los más enamorados de Jesús. Después del encuentro en el camino de Damasco, hizo de Cristo el centro de su vida. Este texto de san Pablo te ayudará mucho Colosenses 1, 12-18.
2. Proyecto comunitario Tú necesitas de los demás, recuerda que la Trinidad es Padre, Hijo y Espíritu Santo, viven en una comunión de vida que no se puede romper, que es alimentada por el amor recíproco que circula entre las tres Personas divinas.
Joven, si tu proyecto de vida espiritual es orientado por el Evangelio se vuelve levadura de vida nueva, luz que aclara tus acciones y tendrás unidad interior. Los proyectos de vida en la internet
Todo proyecto que no visualiza el bien de la comunidad no puede venir de Dios, por lo cual el proyecto de Dios consiste en participar de la capacidad de crear, volviéndonos colaboradores, pues no fuimos creados para estar estáticos, sino para progresar, dado que todos los seres humanos tenemos una evolución de nuestras facultades que nos llevan a buscar caminos nuevos para tener un poco más de comodidad y bienestar.
Navegamos por todos los lugares del mundo para ver cómo suceden las cosas, actualmente vivimos en una aldea global tan pequeña que podemos llevarla en el bolsillo junto a nuestro celular.
Idea: La Palabra de Dios le genera a todo ser hu-
• Salud
mano un proyecto de vida que exprese felicidad.
La felicidad no es ofrecida por Dios a un bajo precio y no surge por casualidad, es necesario conquistarla; la humanida está dividida en tres grandes franjas:
• Los que aman a Dios
La internet es inocente como todos los medios, lo que convierte una cosa en buena o mala es el uso que se le da a ésta. Por tanto, es importante elegir lo bueno que se encuentra en internet para establecer metas bien definidas y luchar para alcanzarlas:
• Cultura • Viajes • Metas vocacionales • Trabajo • Metas en la evangelización de la parroquia
• Los que maquinan vanos proyectos • Los indiferentes a la Palabra de Dios
Te pido leer: Lucas 14, 28-33 Arte y diseño: Luis Gabriel Niño Devia.
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A los comunicadores Por: BEATO SANTIAGO ALBERIONE
La meditación
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or meditación se entiende no solo el recuerdo de los novísimos y de la voluntad de Dios como regla de vida, sino la elevación del alma a Dios como la practicó Jesucristo y, a ejemplo suyo, los santos. El tiempo dado a la meditación no se roba a las obras de celo, ya que la oración es más necesaria que la acción. No solo, el apóstol es fecundo en la medida en que está animado por la vida interior, la cual se alimenta por la meditación.
Varios métodos de meditación Los santos buscaron siempre y diversamente el modo de imponerse en este difícil arte, tanto que se puede decir que cada uno le ha dado un timbre particular, fruto del estudio, de la oración y de la experiencia personal.
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Métodos óptimos se encuentran en Casiano, san Juan Clímaco y en los principales escritores espirituales. Pero solo hacia el siglo XVI fueron elaborados los métodos propiamente dichos que guiaron, desde entonces en adelante, a las almas por las vías de la oración. Recordemos, por ejemplo, los de san Ignacio, san Francisco de Sales, de los Oratorianos y de san Sulpicio.
La preparación es triple:
remota, próxima e inmediata. La remota es el esfuerzo para poner la propia vida en armonía con la meditación. Es preparación de la mente, que exige el conocimiento de las verdades dogmáticas de las que se puedan sacar los principios morales, ascéticos y místicos; preparación de la voluntad, en cuanto dispone a la práctica de la ley de Dios y de los deberes del propio estado; preparación del corazón, que consiste en el deseo de mejorar y en la disposición del alma para la oración.
La preparación inmediata comprende los actos con los que se inicia la meditación, o sea: ponerse en la presencia de Dios, reconocer la propia miseria e incapacidad y pedir la ayuda de la gracia divina. El cuerpo de la meditación es lo que mayor variedad presenta en los diversos métodos. Sin embargo, todos parecen estar de acuerdo en lo que es sustancial: rendimiento a Dios de los deberes de religión que se le deben, consideración sobre lo que es argumento de la meditación, examen o reflexión sobre sí mismos para conocer lo que hay que quitar o mejorar, resoluciones prácticas para la jornada y oración para impetrar las gracias necesarias. La conclusión cierra la meditación con el agradecimiento a Dios por la gracia de la meditación, un breve examen sobre cómo se ha hecho y elección del ramillete espiritual. Tomado de: El apostolado de la edición, Santiago Alberione, pp. 94, 95.
Beato Alberione
Todos los métodos propuestos por los santos y los maestros de espíritu tienen ciertos puntos en común que constituyen lo esencial de la meditación. Son: la preparación, el cuerpo de la meditación y la conclusión.
La preparación próxima abraza los actos preparatorios, a saber: leer la noche anterior un paso sobre el argumento de la meditación, recordarlo por la mañana al despertarnos y ordenar la mente, la voluntad y el corazón a ella, de modo que podamos recibir más fruto.
Actualidad
DISCERNIMIENTO ESPIRITUAL Y VOCACIONAL + Fray Oswaldo Escobar, ocd Obispo de Chalatenango, El Salvador
A
Su Santidad el Papa Francisco y a los Obispos, se les ha ocurrido la maravillosa idea de convocar para el 2018 a un Sínodo sobre: “La juventud, la fe y el discernimiento vocacional”. Los Sínodos
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son un fruto maduro del concilio Vaticano II. En dichos encuentros los Obispos, en comunión con el Papa, disciernen sobre temas de actualidad y de capital importancia para la vida de la Iglesia misma.
La juventud tan amada y destinataria de tantas preocupaciones pastorales por parte de la Iglesia será depositaria de muchas reflexiones en las cuales el Espíritu Santo hablará, y estoy plenamente convencido, de que el Sínodo impulsará un nuevo Pentecostés en la pastoral juvenil de todas las diócesis del mundo. Por eso dicha reunión será como un concilio para los jóvenes: “A través de los jóvenes, la Iglesia podrá percibir la voz del Señor que resuena también hoy. Como en otro tiempo Samuel (cf. 1S 3, 1-21) y Jeremías (cf. Jr 1, 4-10), hay jóvenes que saben distinguir los signos de nuestro tiempo que el Espíritu señala. Escuchando sus aspiraciones podemos entrever el mundo del mañana que se aproxima y las vías que la Iglesia está llamada a recorrer” (Documento preparatorio para el Sínodo 2018). La finalidad del Sínodo está bien definida: su propósito es acompañar a los jóvenes en su camino existencial hacia la madurez para que, mediante un proceso de discernimiento, descubran su proyecto de vida y lo realicen con alegría abriéndose al encuentro con Dios y con los seres humanos, y participando activamente en la edificación de la Iglesia y de la sociedad. El discernimiento estará como telón de fondo en dicho Sínodo. En la actualidad se habla mucho de discernimiento, pero para poder hacerlo con autenticidad se hace necesario que comprendamos qué significa. Etimológicamente la palabra discernimiento viene del sánscrito kir o kri y está relacionado con la idea de limpiar, purificar. En griego tenemos el término krino, krinein y hace alusión a separar, seleccionar, elegir después de un examen. En latín es cerno, cerniere y significa separar o cribar. En castellano la palabra discernir viene del latín discérnere, significa definir las cosas en sus propios límites1.
Hacer discernimiento es hacer una labor de limpieza interior, se intenta con ello traer a la luz todas las motivaciones que mueven al hombre desde dentro, desvelarlas y evaluarlas de acuerdo con el propósito divino. En el sentido más amplio, la finalidad del discernimiento es que el creyente sepa acoger la voluntad de Dios en su vida con toda transparencia, pero antes de ello, está el hecho de descubrirla. Tal hallazgo se da por medio de signos que el mismo Dios da en el caminar y a los cuales el creyente debe estar tan atento como lo está ante las señales de tránsito en un largo camino. El discernimiento supondrá, entonces, un esfuerzo teologal, por saber identificar o distinguir la presencia de Dios en todo lo que el creyente vive inmerso, pues Dios está hablando constantemente, ya sea en los grandes acontecimientos o en los más pequeños y sencillos. Ahora bien, según la tradición católica, por discernimiento de espíritus debemos entender la capacidad de juzgar el valor y origen de las inspiraciones y de los diversos movimientos que animan al ser humano en la vida espiritual, ya tiendan por su naturaleza a acercar a Dios o a alejar de Él; vienen de agentes espirituales buenos o malos o de cualquier otra causa, e importa saber distinguir entre estas dos influencias las que se deben admitir y las que hay que rechazar2.
El discernimiento pretende que nuestras opciones y actos correspondientes estén anclados en la verdad.
El discernimiento espiritual se encuentra fundamentado en la Palabra de Dios. Ya desde el Antiguo Testamento tenemos datos relevantes acerca de la utilidad del discernimiento, hay distintos relatos en los que reina la confusión acerca de ciertos oráculos proféticos, se duda en algunos casos que algunas profecías sean verdaderamente de origen divino. Algunos profetas arremeterán contra la falsedad de ciertos oráculos proferidos en nombre de Dios: “Aquí estoy yo contra los profetas que profetizan falsos sueños –oráculo de Yahvé– y los cuentan, y hacen errar a mi
1 Cf. MARTÍNEZ, M. “Discernimiento”. En: Diccionario teológico de la vida consagrada. Publicaciones Claretianas, Madrid, 1989, p. 519.
2 DE LA BROSSE, O. “Discreción”. En: Diccionario del cristianismo, Herder, Barcelona 1974, p. 241.
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Actualidad pueblo con sus falsedades y su presunción, cuando yo ni los he enviado ni he dado órdenes, y ellos ningún provecho han sido para este pueblo –oráculo de Yahvé–” (Jr 23, 32) y siempre en Jeremías: “Envía este mensaje a todos los deportados: esto dice Yahvé respecto a Semaías el najlamita, porque les ha profetizado sin haberlo yo enviado, y les ha inspirado así una falsa seguridad” (29, 31). Otros textos al respecto serían: Jr 23, 21; 23, 26.32; Jc 20, 1-21. Podemos agregar también la dificultad de Jonás para entender la misión que el Señor le encomienda (Jon 3, 4; 4, 2-3); se llega incluso por eso hasta temer de la profecía (Lm 3, 47) y a veces el Señor mismo se encarga de confundir a los profetas por no prestar su servicio de acuerdo con las enseñanzas divinas (Ez 14, 7-9). En los Evangelios aparece como capacidad de leer “los signos de los tiempos” (cf. Mt 16, 3), en el sentido de reconocer a Jesús como signo por excelencia. Jesús está siempre “discerniendo”3 (en cuanto hombre) acerca de la voluntad del Padre para ajustarse amorosamente a ella, aunque a veces le suponga sufrimientos, lucha interior y
José María Castillo, en sus sabias intuiciones, interpreta los relatos evangélicos de las tentaciones así: “Téngase en cuenta que el tentador no propone a Jesús que se aparte de su fin, es decir de su proyecto mesiánico de salvación (“Si eres el Hijo de Dios…”), sino que, en realidad, lo que hace es ofrecerle unos medios determinados para realizar esa salvación. Ahora bien, los medios que presenta Satanás son los medios, humanamente hablando, más eficaces que nadie se podría imaginar: posibilidad de convertir hasta las piedras en pan, el prestigio indiscutible de quien viene como llovido del cielo entre palmas de ángeles, y para colmo, todo el mundo a sus pies. ¿Quién ni qué se resiste a un hombre que cuenta con tales medios? Nada ni nadie se podría resistir a un hombre así porque, en definitiva, tendría entre sus manos el poder total y el dominio absoluto. He ahí la intuición y el genio de Satanás: salvar y liberar a los hombres, pero mediante el poder, el prestigio y la dominación. El diablo no pretende que Jesús se aparte de su fin, sino que intente lograr ese fin con unos medios, que son exactamente el polo opuesto de la solidaridad” (CASTILLO, J. M. El discernimiento cristiano. Por una conciencia crítica. Sígueme, Salamanca, 1989, p. 139).
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finalmente su propia muerte (Hb 5, 7-8). En este sentido, Él posee un conocimiento profundo del corazón del hombre. Se muestra compasivo con todos, pero le desagradan la hipocresía y las trampas (cf. Mt 22, 15; Mc 2, 8; Lc 9, 47; Jn 6, 61; 13, 1). Y, cuando Pedro quiso disuadirlo de andar hacia la cruz, le dijo con claridad que no estaba actuando con los criterios de Dios, sino con los del demonio o del mundo (cf. Mt 16, 23)4. Con base en ello, Ruiz Jurado sostiene: “Jesús se presenta en los Evangelios como el objeto fundamental, esencial, del discernimiento; porque en el discernimiento de Jesús van incluidos en algún modo todos. En Él está el Espíritu sin medida (Jn 3, 34-35), en Él reside la plenitud de la divinidad (Col 2, 9) y de la gracia y de su plenitud todos recibimos ‘gracia por gracia’ (Jn 1, 14-16). Él es la manifestación de la voluntad del Padre sobre el hombre; pues lo ha predestinado a ser conforme a la imagen de su Hijo Jesucristo (Rm 8, 29). A Cristo, por tanto, se ha de referir, a Él de configurar toda inspiración o moción divina, toda actitud que quiera orientarse en la dirección misma de la voluntad divina; y alejará de Él toda inspiración, actitud o acción que se oriente en sentido contrario o diverso, toda orientación mala o que proceda del Maligno”5. 4
Cf. BARRIOS, A. Criterios de discernimiento según San Juan de la Cruz. Dissertazione di licenza in teologia spirituale, Teresianum (pro manuscrito) Roma, 2007, p. 5. 5
RUÍZ JURADO, M. El discernimiento espiritual, teología, historia, práctica. BAC, Madrid, 2002, p. 24.
Actualidad
Según la tradición católica, por discernimiento de espíritus debemos entender la capacidad de juzgar el valor y origen de las inspiraciones y de los diversos movimientos que animan al ser humano en la vida espiritual
Siguiendo en nuestra reflexión con san Pablo, el discernimiento de los espíritus es un poder y un carisma (1Co 12, 10). Su ejercicio está orientado hacia la búsqueda de la voluntad de Dios y hacia lo más perfecto: “Transfórmense mediante la renovación de su mente, de forma que puedan distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto” (Rm 12, 2). Es, también, la facultad de leer y de juzgar el discurso profético y las tensiones en las relaciones fraternas (cf. 1Co 14, 29; 6, 5); en una palabra, es el don, tal como dice la Carta a los Hebreos, de “distinguir lo bueno y lo malo” (Hb 5, 14)6. Pablo, recomendará a las comunidades esa tarea de discernimiento: “Y pido en mi oración que su amor crezca cada vez más en conocimiento y todo tipo de experiencia, para que puedan aquilatar7 lo mejor y lleguen limpios y sin tropiezo al Día de Cristo” (Flp 1, 9-10). 6 Cf. TENZÉK, T. Z. “Discernimiento”. En: Diccionario teológico enciclopédico. Verbo Divino, Pamplona, 1995, p. 267. 7
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Aquilatar aquí es sinónimo de discernimiento.
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Las cartas de san Juan, sobre todo la primera, se le denomina la Constitución del discernimiento, debido a la importancia que da a este carisma. Uno de los textos clásicos usados en los procesos de discernimiento es este: “Queridos, no se fíen de cualquier espíritu; antes bien, comprueben si los espíritus son de Dios, pues son muchos los falsos profetas que han venido al mundo” (1Jn 4, 1). El discernimiento tiene que llevar, por tanto, a distinguir entre “el espíritu de la verdad y el del error” (1Jn 4, 6). A lo largo de la historia de la Iglesia ha habido distintas escuelas de espiritualidad que han ayudado a los cristianos a vivir una fe más consciente y de mayor sintonía con el Evangelio. San Ignacio de Loyola será conocido como el padre del discernimiento moderno y sus escritos son de profunda actualidad en esta línea. Santa Teresa de Jesús, debido a los interrogantes que le presentaban sus confesores, se preocupará por clarificar con maes-
tría y precisión los distintos fenómenos espirituales. Como ellos, habrá otra gran cantidad de santos y escritores espirituales que se interesarán por el fenómeno del discernimiento. Hoy en día el discernimiento goza de abundante aceptación. Por eso el Sínodo de octubre de 2018, estará centrado en esta temática. Lo que se pretende es que los jóvenes, desde una vivencia profunda de la fe, le pregunten a Jesús: ¿Qué es lo que tú quieres de mí? Y como consecuencia supone el vivir la vocación cristiana con una mayor conciencia y compromiso, sea esta en el ámbito familiar o en la vida consagrada. El papa Francisco está diciendo con esto que los jóvenes le interesan y les reconoce su rol de protagonistas en esta Iglesia y que, en definitiva, el discernimiento no debe ser un recurso para una élite espiritual, sino que es una tarea accesible para todos los jóvenes en su tarea de ser discípulos y misioneros.
Actualidad
Por: Padre Gustavo Edgardo Jamut, omv
discernimiento en la El
Virgen María Discernir las motivaciones y los pensamientos
El discernimiento es un tema transversal en las Sagradas Escrituras, en el Magisterio y la Tradición de la Iglesia y, además de probada trascendencia en la vida espiritual de los creyentes y en los frutos que se deriva de ello. Por eso, en cada ocasión en que predico los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola, no dejo de hablar del discernimiento, pues pienso que en el tesoro de la espiritualidad católica en general –y el de la espiritualidad ignaciana en particular–, la joya más preciosa es el aprendizaje del discernimiento como capacidad para distinguir no solo entre el bien y el mal, sino entre lo bueno y lo excelente, lo cual se refiere siempre a la voluntad de Dios.
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La Virgen María sabía que lo mejor para ella, para los demás y para el Reino de Dios era cumplir con alegría en todo momento la voluntad del Padre. Por eso en algunos trazos de los evangelios podemos vislumbrar en ella a una mujer de discernimiento profundo. Y esto se percibe, particularmente, en sus palabras, en sus silencios y en su modo de obrar. La Madre de Dios es para nosotros un modelo que nos ayuda a dejarnos guiar dócilmente por Dios. A ella fácilmente podrían referirse las palabras de Jesús, cuando dice: “Mis ovejas conocen mi voz, yo las conozco y ellas me siguen” (Jn 10, 27). San Ignacio también enseña que el discernimiento interior consiste en reconocer los espíritus y sus mociones o movimientos interiores. Por eso en sus reglas de discernimiento subraya que en nosotros hay “voces” (pensamientos o mociones) que pueden reducirse a tres fuentes:
1. La diabólica (tentaciones sutiles). 2. La natural (el propio gusto o voluntad propia). 3. Y la divina (las inspiraciones de Dios). Posiblemente este es el motivo por el cual en el Evangelio de Lucas (1, 26-56, en la Anunciación y en la Visitación), Dios nos presenta en María un modelo de discernimiento para:
1°. Distinguir el origen de los pensamientos
y deseos. 2°. Conocer la voluntad de Dios. 3°. Concretar y llevar adelante el proyecto del Señor.
La prudencia en el discernimiento Recordemos y analicemos algunos de los versículos que aparecen en el Evangelio de Lucas: El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: “¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo”. Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo (vv. 28-29).
María discurría y examinaba qué podría ser aquel saludo, y si la presencia fulgurante y misteriosa que se le presentó era un ángel de Dios o si por el contrario era un ángel de Lucifer, que escondido bajo forma de ángel de luz, se presentaba para confundirla y conducirla por caminos errados. Estas formas sutiles de tentaciones a las que son sometidas las personas buenas es a lo que se refiere el apóstol Pablo cuando dice: “El mismo Satanás se disfraza de ángel de luz” (2 Co 11, 14). El hombre o la mujer que busca desarrollar el discernimiento y hacer la voluntad de Dios es también una persona prudente. La prudencia se tendrá al juzgar la conveniencia o no de la propuesta, así como también al juzgar el origen de esa moción. Sin embargo, tengamos en cuenta que la prudencia no significa pasividad y temor, sino por el contrario, es la concentración inteligente de la fuerza, para ponerla en acción en el momento oportuno y de la manera adecuada. El cardenal Leo J. Suenens, al referirse a este tema, sostenía lo siguiente: El carisma del juicio se basa en la prudencia y ésta aspira a ir hasta el fondo de las cosas, sopesando bien el valor de los signos y de los testigos. La prudencia humana fácilmente juega a “lo más seguro”, y debe ceder el paso a la prudencia sobrenatural, la que no teme reconocer una acción de Dios en y para su Iglesia .
Otro punto que me parece importante mencionar es el poder que tiene la palabra pronunciada con autoridad espiritual, para que se realice en el corazón del oyente lo que la palabra proclama. Por lo cual leemos que el ángel le dijo: No temas, María (v. 30).
María, al liberarse de los temores y de los miedos naturales de todo ser humano, está más dispuesta para percibir la voz del Espíritu de Dios, no solo a través del ángel, sino en la voz de Dios, que habla a la conciencia de toda criatura humana que está atenta para escuchar. Muchas veces nuestros miedos son tentaciones muy sutiles con los que Satanás toca las heridas de nuestra historia y alimenta la desconfianza en la providencia y el poder de Dios. Por eso, necesitamos como María, sacudirnos el miedo, preguntarle a Dios cuál es su voluntad para nuestra vida y disponernos a cumplirla con serenidad y confianza.
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Actualidad
Las preguntas en el discernimiento “María dijo al Ángel: ‘¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?’” (v. 30).
María en la Anunciación, ante la presencia de Dios (que a través del arcángel Gabriel irrumpe en su vida con una intervención fulgurante y misteriosa), reflexiona y pregunta, quiere saber el “cómo” de la acción divina y qué tiene que hacer para ser un instrumento útil en las manos de Dios. El peligro no está en hacer preguntas sobre el cómo y el cuándo, sino más bien en hacerse el sordo y no escuchar, o el no aceptar las respuestas y de las propuestas que nos vienen de Dios, como fue el caso del joven rico, a quien Jesús lo invita a dejar todo para seguirlo, pero el joven se dio vuelta y se alejó, llevando consigo la tristeza a cuestas (Mt 19, 16 y ss.).
El preguntarle a Dios, y luego hacer silencio para esperar pacientemente su respuesta, es un paso esencial del proceso de discernimiento. Tal vez te preguntarás, pero ¿cómo responde Dios? La respuesta no es tan sencilla. Gran parte de la capacidad para escuchar los susurros del Espíritu Santo consiste en, como María:
1. Bajar el nivel de ruido mental o emocional que
es provocado por la ansiedad. 2. Ejercitar la escucha interior, intentando distinguir aquellos pensamientos que vienen de Dios a otros que proceden de nuestra propia humanidad. 3. Pedir la gracia de la santa indiferencia, la cual no quiere decir que a uno no le importa nada, sino más bien, que se está dispuesto para hacer aquello que Dios pide, aun cuando esto signifique una gran renuncia.
4. Ser conscientes de que Dios nos habla a tra-
vés de las necesidades de la humanidad y de la Iglesia, y que provee a algunos de capacidades y talentos adecuados, para responder a esas necesidades. 5. Aprender a leer los signos de los tiempos, que forman parte del lenguaje de Dios. En el caso de la Virgen María ella sabía que el pueblo estaba a la espera del Mesías y que tenía necesidad del Salvador. 6. También Dios puede hablarte por medio de las Sagradas Escrituras, a través de un acompañante espiritual, e incluso en medio de la noche en sueños, como fue el caso de José, esposo de María.
El discernimiento y la concreción “María dijo entonces: ‘Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho’” (v. 38).
El discernimiento sirve de poco si no se concreta haciendo la voluntad de Dios en el momento oportuno. María es modelo pleno de concreción valiente. Ella no se queda dando vuelta en cavilaciones mentales, sino que se entrega totalmente al proyecto de Dios. Ya es consciente de todas las dificultades que va a encontrar en el camino, pero vive la conocida frase: “No le hables a Dios de tus problemas, a los problemas háblales del poder de Dios y estos se desvanecerán”. Hay muchos cristianos que oran muy lindo y que hacen muchas cosas buenas, pero que le tienen terror a lo que Dios les pueda pedir, ignorando de este modo que Dios es “buen pagador”, pues de todo aquello que le damos, Él nos devolverá el ciento por uno. Por eso les prometió a los discípulos: “El que a causa de mi Nombre deje casa, hermanos o hermanas, padre, madre, hijos o campos, recibirá cien veces más y obtendrá como herencia la Vida eterna…” (Mt 19, 29).
Ponerse en camino, fuente de alegría San Juan Bosco solía decir: “Debemos hacer consistir la santidad en estar siempre alegres, haciendo bien aquello que nos toca hacer, como Jesús lo quiere”. Cuando el cristiano comienza a ejercitarse en el cumplimiento
de la voluntad de Dios, experimenta una libertad interior y una nueva alegría, adquiere un discernimiento que no solo es virtud –fruto de la práctica repetitiva–, sino que es también carisma, es decir: don del Espíritu Santo. De esta manera el creyente es movido por un impulso interior que le hace percibir y reconocer cuando algo tiene “olor de Dios”, impulsándolo a hacer todo lo posible para concretar esa moción interior, que le manifiesta lo que el Señor le está pidiendo. Uno de los ejemplos más claros al respecto es la Visitación. María, al saber que su pariente Isabel está esperando un niño, vence los temores de enfrentar un duro viaje, domina la aprensión a lo desconocido, pasa por encima de lo que puedan pensar o decir de ella los demás y se pone en camino decididamente, para servir a Dios en su pariente que la necesita: “En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá” (Lc 1, 39). La Virgen María (y también nosotros), al hacer la voluntad de Dios se llena de alegría. Y esta paz y alegría no es solo para ella, sino que la irradia y transmite, a las personas que encuentra a lo largo del camino de la vida: “Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas ésta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno…” (Lc 1, 40-41). Mucho más podríamos reflexionar y escribir sobre el discernimiento de María, como por ejemplo en las bodas de Caná, cuando mueve a Jesús a realizar el primer milagro transformando el agua en vino; o también a los pies de la Cruz; o pastoreando a los apóstoles y discípulos en el cenáculo de Jerusalén hasta la venida del Espíritu Santo. Pero pienso que con el texto de la Encarnación y el discernimiento de María ya tenemos –como se suele decir–, “tela para varios vestidos”. Por tanto, tomemos un tiempo para meditar y preguntarnos: si somos hombres y mujeres que anhelan y buscan el discernimiento para conocer la voluntad de Dios y si ponemos todos los medios para concretar con alegría lo que Jesús nos pide. enero / marzo - 2018 - Vida pastoral no 169
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Actualidad Por: P. Saúl Nicolás Duque García Lic. Teología Bíblica
EL DISCERNIMIENTO A la luz de algunos textos de la Sagrada Escritura L
a palabra discernimiento como tal no ha sido muy utilizada en el lenguaje cristiano; pocas veces se escucha la expresión: “Voy a discernir”. En el lenguaje coloquial con frecuencia decimos “voy a ver”, “déjame pensar”, “lo consultaré con mi almohada”, “dame tiempo para decidir”… Estas son expresiones que hablan precisamente de la acción de discernir, operación que distingue a la vida humana y, a su vez, de cada persona. En la mayoría de los casos hemos entendido el discernimiento como algo meramente vocacional, pero no es así porque toda persona discierne para elegir. En estas líneas abordaremos: a) El discernimiento como experiencia antropológica universal; b) El discernimiento en el Antiguo Testamento; c) El discernimiento en el Nuevo Testamento; d) Lo que se discierne; e) ¿Cómo se ejercita el discernimiento; f) Para concluir: algunas luces pastorales.
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Vida pastoral no 169 - enero / marzo - 2018
a) El discernimiento como experiencia antropológica universal La palabra discernimiento viene del latín discernere. El verbo que la compone es cernere, que significa ver bien la realidad, ver de manera precisa. Esta palabra puede ser entendida como “saber ver entre” o “ver la realidad” dos veces, casi con valor reforzador. El discernimiento tiene que ver con el buen juicio, el razonamiento, la inteligencia, el buen sentido, la sabiduría. En definitiva, discernir es leer en profundidad la realidad. Es una acción necesaria de cada vida humana. Cada uno de nosotros está llamado a ver, observar y realizar opciones. Es un hecho que la vida humana está puesta frente a opciones continuamente. En lo más íntimo de sí, en su profundidad, el hombre advierte la presencia de dos instintos. El instinto del bien y el instinto del mal. Es en este terreno donde se juega la libertad del ser humano: optar por luchar contra el instinto del mal y escoger el bien o rechazar el bien y optar por el mal. Todo hijo de Adán (entendido como la humanidad) siente en lo más profundo de sí una voz que lo llama al bien, un deseo de amor, de ser amado y amar. Esta voz nos llama a la relación, a la aventura de amar; si esta voz no es acogida la vida se convierte en tristeza, sin sentido, ser despreciada. Todos estamos puestos frente a una opción y, por eso, el discernimiento tiene que ver con todos los hombres, creyentes y no creyentes. La acción de discernir distingue al hombre de los animales. La palabra y la razón, que diferencian al hombre del animal, dependen del discernimiento. Cada ser humano está llamado a la responsabilidad y a una elección. Si vivir es un arte, este arte se aprende gracias al discernimiento.
b) El discernimiento en el Antiguo Testamento Desde las primeras páginas de la Biblia se puede ver cómo el discernimiento fue una cuestión que quiso también tratar el autor sagrado. En el libro del Génesis, cap. 3, se nos narra la situación del hombre y de la mujer que los ponía frente a una elección: por una parte la voluntad de Dios, su proyecto armonioso, el camino del bien o, por otra parte, escoger el camino del mal, de la muerte. Su elección es luchar por la vida o por la muerte. La opción por el mal, que no acepta y rechaza la comunión, suscita la intervención divina. Este es el reclamo que Dios le hace a Caín, después de acabar
Actualidad con la vida de su hermano, es decir, después de haber hecho una elección: “Si obraras bien, ¿no alzarías la cabeza?; en cambio, como obras mal, el pecado está a las puertas de tu casa y te acosa sin que puedas contenerlo” (4, 7). En el libro del Deuteronomio, en uno de los discursos de Moisés, se lee: “Mira, yo pongo hoy delante de ti la vida y la felicidad, la muerte y la desgracia. Si obedeces los mandamientos del Señor, (…); si lo amas, si sigues sus mandamientos, (…). Pero si tu corazón se desvía, si no obedeces (…), pongo delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición” (30, 15-18). Este texto enfatiza en dos aspectos fundamentales para el discernimiento; por una parte habla de las dos vías que hay delante de cada hombre: vida / muerte, felicidad / desgracia; bendición /maldición; y, por otra, la necesidad de la escucha;
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el hombre debe escuchar a Dios. Del texto del Deuteronomio se puede deducir que discernir es hacer esta elección y que para ello es fundamental la escucha de la Palabra de Dios. Para la espiritualidad hebrea el corazón no es solo el órgano corporal como sede de la fuerza y de la vida del cuerpo, sino el centro de la vi-
da espiritual y anímica; el corazón es el centro de nuestro ser, el lugar de los sentimientos y de las emociones, sede de la inteligencia y del conocimiento; del corazón sale la voluntad, la intención resuelta y la decisión dispuesta a la acción. El corazón da unidad a la persona, subjetividad y sentido a las acciones que realiza. El corazón designa al hombre en su totalidad; en el corazón se experimenta lo que es bueno y lo que es malo, lo que nos da vida y lo que nos lleva a la muerte. Del corazón del hombre sale el bien pero también puede salir aquello que hace impuro al hombre (cf. Mc 7, 20-23). Para poder ver en profundidad es fundamental escuchar en cada uno de nosotros la propia voz a través de la cual Dios puede hablar; se puede pensar que el modo en que Dios habla sea “estrepitoso, sonoro”. Cuando decimos “Dios me habla”, lo que expre-
samos es que lo escuchamos en profundidad, en el corazón. Este texto sitúa al hombre delante de una elección. Por eso, la acción del discernimiento tiene como finalidad llegar a lo que provoca la vida; vida para el individuo como también para la sociedad.
c) El discernimiento en el Nuevo Testamento En el Nuevo Testamento encontramos una palabra más precisa para referirse a la operación del discernimiento; el verbo dokimazein, que traduce examinar, aprobar, aceptar como acreditado. Este término hace referencia al pensamiento y a la acción. El acto de discernir corresponde a una existencia que consiste en su referente fundamental, en conocimiento y comprensión. Se expresa como discernimiento crítico (en la acción de examinar) y en la acreditación práctica de la experiencia de conocer o de ser conocido en relación consigo mismo y con otros. Este verbo aparece principalmente en Pablo con una amplia gama de significados, especialmente cuando se trata de probar la autoridad del Apóstol. Hay un texto bastante iluminador en Lucas que resalta la capacidad del hombre para discernir el tiempo atmosférico: “Cuando ven levantarse una nube por poniente, dicen: “Va a llover”, y así es. Y cuando
sienten soplar el viento del sur, dicen: “Va a hacer calor”, y así sucede. ¡Hipócritas!, saben discernir el aspecto de la tierra y del cielo, ¿y cómo no saben discernir el tiempo presente? (Lc 12, 54b-56). En este texto de Lucas se trata de la acción de discernir/examinar objetivamente los signos del tiempo y adoptar ante ellos la correspondiente actitud. Entenderse como persona no implica solamente prestar atención a los signos del cielo y de la tierra sino, sobre todo, observar de manera crítica los hechos históricos, llegar a una decisión y conservar la capacidad de juicio y la firmeza de la fe. En otras palabras, Jesús a la gente le dice que hay signos que deben saber leer para hacer elecciones, para optar. Es una invitación a leer el tiempo de su vida. ¿Por qué no juzgan ustedes mismos? (Lc 12, 57). Esta pregunta que Jesús le dirige a la multitud es crucial en la vida del ser humano. La existencia hay que vivirla en serio; es necesario “empoderarnos de ella” y para ello se requiere discernir por nosotros mismos. No podemos pasar la vida pensando y queriendo que los demás juzguen por nosotros, decidan por nosotros. Este interrogante nos advierte que el discernimiento es una operación personal y que la responsabilidad última es de cada uno de nosotros.
Discernir es hacer una elección y para ello es fundamental la escucha de la Palabra de Dios.
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Actualidad
d) Lo que se discierne… 1. El propio corazón. El aforismo griego gnóthi seau-
tón (conócete a ti mismo) es la más sencilla frase que invita a discernir sobre sí mismo. Cada persona está llamada a conocerse a sí misma: su cuerpo, su psiché, sus fortalezas y debilidades, sus propios instintos, sus emociones. Esta tarea es insustituible. Se discierne el corazón porque en él se conoce la vida interior y el meollo de la persona. Como dice Eichrodt: “Lo que sale del corazón es verdaderamente característico de todo el hombre, y de ello él es responsable en cuanto que es un yo que actúa conscientemente”.
2. El tiempo que vivimos y las situaciones en las que
estamos. Los textos sagrados nos narran el papel capital que tuvo la operación del discernimiento en tantos hombres y mujeres: la mujer que toma el fruto que la serpiente le ofrece, Adán que toma del fruto que la mujer le ofrece, Salomón que juzga a cuál de las dos mujeres le pertenece el niño…, discernir es una operación cotidiana y pide de cada uno examinar el tiempo y las situaciones que vivimos. Gracias al discernimiento el creyente puede teologizar su vida.
3. La voluntad de Dios. Decía Agustín: “Dios es más ín-
timo que mi misma intimidad”. La voluntad de Dios se discierne a través de la escucha de su Palabra, la cual me interpela, me interroga. Gracias a nuestra condición de creaturas el Espíritu de Dios está en nosotros. Dios trabaja en nosotros, lo sepamos o no. Solo quien escucha la Palabra de Dios podrá comprender lo que es la vida y lo que es la muerte. Es necesario tener presente como criterio de orientación el bien del otro siempre que no excluye mi propio bien, es el sentido de caridad que está en cada hombre, como lo expresaba Tomás de Aquino; este criterio inspira la elección.
e) ¿Cómo se ejercita el discernimiento? 1. Ver, observar, prestar atención. En este cami-
nar, que hace parte de la vida, debemos ejercitarnos en ver con el corazón. Una existencia que no percibe las cosas, que se distrae fácilmente es una vida vana, superficial. El ver, el
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observar, el prestar atención genera en nosotros una visión performativa, una lectura profunda que hace entender la realidad e identificar los conflictos.
2. Empalabrando la realidad. La realidad no solo se
piensa sino que se nomina, se le da palabra, se habla de ella. Los conflictos identificados, si no hay palabra, desembocan en violencia; por eso hay que darles nombre y palabra a las situaciones que vivimos.
3. A través de la confrontación. La palabra del otro
siempre será importante; es importante hacer preguntas. Necesitamos del otro, de su propia cosmovisión. Solo cuando nos confrontamos tendremos la posibilidad de purificarnos del subjetivismo y de la autorreferencialidad.
f ) Para concluir: algunas luces pastorales 1. El discernimiento en la Biblia es examinar/leer en profundidad la realidad por nosotros mismos.
2. El discernimiento es un camino humano. Es una
operación absolutamente necesaria y cotidiana en la vida de cada persona; discernir es una acción que compete a toda persona y no la puede sustituir otro. Gracias a este camino se puede alcanzar la madurez en la fe.
3. El discernimiento es un camino y tarea eclesial.
Este es el reto que tenemos como “pueblo de Dios”, trabajar una Iglesia sinodal un “caminar juntos”, un “decidir juntos”.
4. Si se prescinde del discernimiento no es posible una vida seria y madura; se seguirá caminando en la inmadurez de vida y de fe, en una condición de parálisis donde no es posible experimentar la dinámica de la vida. Es mejor una decisión errada que no decidir jamás, porque siempre tendremos la posibilidad de corregir nuestros errores.
5. El discernimiento sirve para mejorar la calidad de la vida humana, la vida eclesial y la vida espiritual.
Especial Por: Dr. Patricio Andrés Merino Beas Doctor en Teología
Semana de oración por la unidad
de los cristianos “Fue tu diestra quien lo hizo, Señor, resplandeciente de poder (Ex 15, 6)”.
Pedir a Dios por la unidad de los cristianos es ya ser conscientes de que todos somos parte de la Iglesia y, por lo mismo, corresponsables en la evangelización como discípulos misioneros del Señor Jesús.
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Oración por la unidad de los cristianos y el diálogo ecuménico Los cristianos, discípulos de Jesucristo, Señor y Salvador, somos llamados cada año a orar por la unidad, honrando así nuestra fe en: “Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo” (Ef 4, 5). Conscientes de que la Iglesia de Jesucristo es también Una, esta oración por la unidad de los cristianos manifiesta que las diferentes divisiones de los cristianos en varias denominaciones a través de la historia, no corresponde a la voluntad de Jesucristo que nos invitó a la unidad, para que el mundo crea: “…No ruego solo por estos, sino también por aquellos, que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado” (Jn 17, 20-21). Esta división entre los cristianos es, por tanto, fruto del pecado del ser humano. Debido a esto todos los cristianos somos llamados a un camino, a realizar juntos lo que se denomina “diálogo ecuménico”. Se trata de un proceso que se centra en la acogida de todos los medios de salvación, lo que implica un compromiso de todos con la permanente conversión, de tal manera de dar testimonio de la unidad de la Iglesia. La Iglesia católica ha acompañado y orientado este camino del diálogo ecuménico con importantes textos de su magisterio, tales como: decreto Unitatis redintegratio (Concilio Vaticano II, 1965); encíclica Ut unum sint (San Juan Pablo II, 1995); declaración Dominus Iesus (Congregación para la Doctrina de la fe, 2000); Directorio para la aplicación de los principios y normas sobre el ecumenismo (Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los cristianos, 1993).
Oramos porque estamos convencidos de que esta unidad de los cristianos, que debe testimoniar claramente la unidad de la Iglesia de Jesucristo, es ante todo un don de Dios mismo. El Espíritu Santo es quien nos mueve a acoger todos los dones de la salvación que el Padre nos ha dado por medio de su Hijo Jesucristo. Manifiesta también, de una manera hermosa, que no es que nosotros construimos la unidad en sí, sino que es el Espíritu Santo quien renueva en nosotros el don de la unidad que está ya manifestada visiblemente en la Iglesia, a través de la profesión de la fe común (Credo), los sacramentos y la guía de nuestros obispos en comunión con la cabeza de la Iglesia que es el obispo de Roma (Papa). Lamentablemente, hay algunos hermanos cristianos que no se encuentran en esta comunión plena con la Iglesia católica, por diversos motivos. Estas divisiones manchan la credibilidad del Evangelio y su propuesta de vida plena en Dios. La oración por la unidad de los cristianos se ubica dentro de lo que llamamos “ecumenismo espiritual”. Todos podemos participar de este ecumenismo espiritual. Pedir a Dios por la unidad de los cristianos es ya ser conscientes de que todos somos parte de la Iglesia y, por lo mismo, corresponsables en la evangelización como discípulos misioneros del Señor Jesús. La oración común no es un momento para buscar culpables, tampoco para simplemente lamentarnos, sino para reconocer que solo Dios puede hacer que esta unidad brille y sea más visible, con el poder de su gracia.
La oración por la unidad de los cristianos que propicia el ecumenismo es un modo de ejercer la fraternidad cristiana
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La oración por la unidad de los cristianos este año 2018 y la cultura del encuentro Este año 2018 se nos invita a tener como texto bíblico base Éxodo 15, 6: “Fue tu diestra quien lo hizo, Señor, resplandeciente de poder”. Se trata de un versículo que es parte de un hermoso cántico entonado por Moisés y los israelitas, una vez que reconocieron las maravillas que Dios hizo con ellos. El ecumenismo, como el camino que hacemos los cristianos por buscar manifestar de manera más plena la unidad de la Iglesia en medio de la historia y de nuestra época, implica que reconozcamos en primer lugar que Dios es el centro y protagonista de nuestras vidas. La oración común es un instrumento privilegiado para manifestar que es el Dios revelado en Jesucristo quien nos llena de vida, nos bendice, nos salva y nos hace plenos. La primera conversión es deshacernos de cualquier ídolo o ideología que desplace el Evangelio de Jesús como guía de nuestra vida. En ese proceso, nos encontramos todos los cristianos: católicos, evangélicos, pentecostales, ortodoxos, etc. Porque cada uno está llamado a acoger plenamente la Palabra de Dios. La oración por la unidad de los cristianos y de los unos por los otros que propicia el ecumenismo es un modo hermoso de ejercer la fraternidad cristiana, porque los que nos reconocemos hijos en el único Hijo (cf. Ga 4, 4-6), mediante el ejercicio de nuestra hermandad (fraternidad), damos testimonio de que tenemos un Padre común, somos movidos por el único Espíritu Santo y tenemos un solo Señor, Jesucristo. Nuestras divisiones, hablar mal los unos de los otros, no dan testimonio del amor fraternal que debemos tenernos y que es signo
Los cristianos tenemos una gran oportunidad de ser, por la fuerza y belleza del Evangelio, constructores de una cultura del encuentro. de que realmente somos discípulos de Jesús: “…Ámense los unos a los otros, como yo los he amado” (Jn 13, 34). Vivimos en un mundo con tantas posibilidades, pero a la vez tan dividido, donde la cultura del descarte y del individualismo campa a sus anchas, que los cristianos tenemos una gran oportunidad de ser, por la fuerza y belleza del Evangelio, constructores de una cultura del encuentro. Muchas veces el papa Francisco nos ha llamado a todos los cristianos y católicos a dar testimonio de fraternidad, a ser personas que tienden puentes, y no a ser hombres y mujeres que discriminen ni construyan muros que nos separan. Orar juntos es un primer paso muy importante para ser estos hombres y mujeres que construyen lazos de fraternidad y puentes. Porque es el Señor mismo quien con su Espíritu va construyendo unidad. Unidos en el Espíritu Santo de la unidad podemos orar juntos y pedir que cada día seamos mejores discípulos misioneros.
Confiados en Dios y que es su brazo (su Palabra y su Espíritu Santo) podremos cada uno ir viviendo el camino de la unidad. Orar es una manifestación privilegiada de esta confianza. La Iglesia católica, junto con otras Iglesias y comunidades cristianas que están en este camino ecuménico, proponen cada año tener una semana especial de oración conjunta. Cada una de nuestras comunidades, parroquias, movimientos de Iglesia, etc., puede realizar esta oración. Para ello, se propone un conjunto de materiales al que podemos acceder por la web: http://www.vatican.va/ roman_curia/pontifical_councils/ chrstuni/weeks-prayer-doc/rc_pc_ chrstuni_doc_20170613_week-prayer-2018_sp.html. El centro y motivación es siempre algún texto bíblico que nos inspira, se nos propone un sencillo guion que puede ser adaptado a cada realidad y un octavario con oraciones para cada día de esa semana. Toda autoridad eclesial de cada uno de los países indica la fecha exacta en que se realiza esta semana. Quisiera invitar a que si el lector nunca ha participado en esta oración por la unidad, comience este año a hacer esta semana de oración por la unidad de los cristianos. enero / marzo - 2018 - Vida pastoral no 169
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Pastoral litúrgica Por: Santiago Jaramillo, sj
LA CUARESMA, CAMINO
HACIA LA PASCUA
C
on frecuencia puede pensarse que la Cuaresma es un período litúrgico muy conocido, muy vivido, “trillado”, por consiguiente, podría causar cierto cansancio desde el inicio. Sin embargo, este tiempo litúrgico –como todos los demás– “recrean” su contenido y su finalidad cada vez que el católico los vive con fe y con generosidad. Según las Normas universales sobre el año litúrgico, “la razón de ser del tiempo de Cuaresma es la preparación para la Pascua: la liturgia cuaresmal prepara a celebrar el Misterio Pascual, tanto a los catecúmenos como a los fieles que rememoran el bautismo y hacen penitencia” (cf. n. 27). Asimismo, la Constitución sobre la Sagrada Liturgia en los números 109 y 110 da importantes directrices: 109. “Puesto que el tiempo cuaresmal prepara a los fieles, entregados más intensamente a oír la Palabra de Dios y a la oración, para que celebren el Misterio Pascual, sobre todo mediante el recuerdo o la preparación del bautismo y mediante la penitencia, dese particular relieve en la liturgia y en la catequesis litúrgica al doble carácter de dicho tiempo. Por consiguiente:
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a) Úsense con mayor abundancia
los elementos bautismales propios de la liturgia cuaresmal; y, según las circunstancias, restáurense ciertos elementos de la tradición anterior.
b) Dígase lo mismo de los ele-
mentos penitenciales. Y en cuanto a la catequesis, incúlquese a los fieles, junto con las consecuencias sociales del pecado, la naturaleza propia de la penitencia, que lo detesta en cuanto es ofensa de Dios; no se olvide tampoco la participación de la Iglesia en la acción penitencial y encarézcase la oración por los pecadores.
110. La penitencia del tiempo cuaresmal no debe ser solo interna e individual, sino también externa y social. Foméntese la práctica penitencial de acuerdo con las posibilidades de nuestro tiempo, y de los diversos países y condiciones de los fieles y recomiéndese por parte de las autoridades de que se habla en el artículo 22. Sin embargo, téngase como sagrado el ayuno pascual: ha de celebrarse en todas partes el Viernes de la Pasión y muerte del Señor (…)”. En este mismo sentido encontramos que el prefacio de Cuaresma I señala con claridad el significado espiritual de la Cuaresma e indica dos de los pilares de ella, –la oración y las obras de caridad–, el tercer pilar se encuentra en el prefacio III –las privaciones voluntarias, al entregar su fruto a los pobres hace a los fieles imitadores de la bondad de Dios– y el cuarto –la penitencia espiritual y otras mortificaciones– en los prefacios II y IV.
Disposiciones para vivir la Cuaresma Cada persona para poder recorrer en la forma debida y eficaz este camino –que es un tiempo especial de conversión y de renovación cristiana–, necesita vivir ciertas disposiciones espirituales. En primer lugar, este camino no es posible cumplirlo con verdadero y auténtico provecho espiritual sin el auxilio de la gracia de Dios, por eso la importancia de la oración y de la confesión sacramental. El recorrido cuaresmal va enfocado a Cristo, a toda su persona y a su Misterio Pascual. La Cuaresma hay que vivirla como una jornada espiritual eminentemente cristocéntrica. En segundo lugar, el católico debe renovarse en su condición de bautizado y de su incorporación a la Iglesia. De allí el énfasis pastoral que debe ponerse en la vivencia personal de los sacramentos del Bautismo, de la Penitencia y de la Eucaristía. Por eso la Liturgia escoge lecturas que proporcionan elementos para la catequesis bautismal y de allí se pasa a una viva incorporación a la Iglesia. En tercer lugar, quien está sumergido en la vivencia de la Cuaresma necesita permitir que el Espíritu Santo obre en su alma, que crezca en ella la vida del Espíritu. En cuarto lugar, todos los católicos necesitan renovar el esfuerzo de evitar todo pecado –el mortal, por supuesto–, pero también todo venial, ya que el pecado aleja de Dios, y ello impide dar una respuesta más generosa a la vivencia bautismal.
Por consiguiente, es indispensable ir preparando durante todo el período cuaresmal el compromiso solemne que cada persona adquirirá de nuevo con la renovación de las promesas o compromisos bautismales. El trabajo pastoral de la Cuaresma necesita caracterizarse por conducir a las personas al sincero arrepentimiento y verdadera detestación de sus pecados, a llevar una vida más conforme con el Evangelio. De allí la insistencia que debe ponerse en hacer una confesión orientada a llevar en adelante una vida más ajustada a las enseñanzas del Evangelio. En quinto lugar, la penitencia, algo muy olvidado, quizá despreciada y estigmatizada por el ambiente “moderno”. El Vaticano, ya lo vimos, insiste en la necesidad de hacer penitencia adaptada a las circunstancias actuales.
Efectos de la Cuaresma La Cuaresma debe producir no solo una purificación espiritual personal, sino también comunitaria. La razón es muy sencilla: la purificación espiritual que Dios realiza en cada uno de los que viven la Cuaresma, debería verse reflejada en toda la sociedad, porque hay una vida nueva, una visión renovada de la vida, y esa vida así renovada de cada persona, necesariamente debería hacerse visible con claridad meridiana en el modo personal de comportarse en todas partes. ¡Y si todos cambian…! Los fieles de la Parroquia –como organismo vivo que es– en la Cuaresma y a partir de ella, deberían mostrarse renovados y nuevos. Los fieles mostrarán externamente que viven un período diverso de recogimiento, de oración personal y comunitaria, un tiempo de austeridad, de compartir, de moderación en los regocijos.
El camino cuaresmal no es posible cumplirlo con verdadero y auténtico provecho espiritual sin el auxilio de la gracia de Dios, por eso la importancia de la oración y de la confesión sacramental.
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Pastoral litúrgica
Algunos efectos de la Cuaresma: Compartir generosamente. Mostrar la solidaridad con los desprotegidos y con los más vulnerables por medio de la generosa participación en la “Comunicación cristiana de bienes”. Este logro debería convertirse en todos los católicos en una disposición permanente. “Compartir” no puede ser solo una actitud del tiempo de Cuaresma ni de Adviento. Un compartir que nazca, ojalá, de un sacrificio personal y familiar: por ejemplo, que el dinero que se entregue para la campaña de “Comunicación cristiana de bienes” sea fruto de lo que la familia ahorre con la abstinencia de carne –y de no reemplazarla por otros alimentos permitidos los viernes de Cuaresma– y de otras privaciones, como postres, dulces, asistencia a espectáculos públicos…
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Otro efecto de la Cuaresma sería el ambiente de oración comunitaria en la familia por medio de lectura y meditación de perícopas que el párroco sugiera en las homilías y en las carteleras, y en la Parroquia con ejercicios piadosos de religiosidad popular, como el vía crucis, el rosario, y otros que el párroco conozca que son de arraigo espiritual y que pueden contribuir a crear un ambiente de unión con Cristo doloroso, que se entrega por cada uno para ser el Salvador.
Ambiente penitencial Fomentar un ambiente de penitencia es fundamental en la Cuaresma, y la manera de practicarla se halla en la cita de Constitución sobre la sagrada liturgia, antes citada. Es necesario promover la celebración del Sacramento de la Reconciliación ya desde el inicio del tiempo
cuaresmal para que los fieles se preparen tranquilamente, con el fin de recibirlo e insistirles en que no deben dejar la confesión para la última hora. El acto de la confesión debe ser un verdadero encuentro del penitente con Cristo misericordioso. En ello el oficio del confesor y el ambiente de paz del penitente son fundamentales. Además, algunas de las confesiones cuaresmales pueden ser de muchos años, quizá de personas alejadas de Dios, que vuelven movidas por la gracia, personas especialmente necesitadas de consejo y de ayuda espiritual, y en esas circunstancias el confesor necesita tiempo para escuchar al penitente con calma, con cariño y con misericordia, y poder ejercer su oficio de médico espiritual, aspecto que nunca puede faltar en una confesión. Sobre lo anterior es importante reflexionar los números 10 y 18 del documento ejercicio pastoral de este ministerio de la confesión: “10. a) Para que el confesor pueda desempeñar su oficio recta y fielmente, debe conocer las dolencias espirituales, aplicarles los remedios convenientes y ejercer con sabiduría su oficio de juez, debe adquirir la ciencia y la prudencia necesarias, con estudio asiduo guiado por el Magisterio de la Iglesia, y sobre todo por medio de la oración; porque el discernimiento de los espíritus es un conocimiento íntimo de la acción de Dios en el corazón de los hombres, don del Espíritu Santo y fruto del amor (cf. Flp 1, 9-10)”.
c) “Cuando el confesor recibe al pecador penitente y lo conduce a la luz de la verdad, cumple una función paterna, revela a los hombres el corazón de Dios Padre y reviste la imagen de Cristo, Buen Pastor”.
“18. (…) el sacerdote impone al penitente una satisfacción, la cual no será solo expiación de los pecados pasados, sino también ayuda para la vida nueva y remedio de su debilidad y por eso debe corresponder, en cuanto sea posible, a la gravedad y naturaleza de los pecados (…)”. Conseguir que el ambiente penitencial propio de la Cuaresma lo viva cada fiel y la parroquia como tal, es un reto para el pastor de almas. Éste, con celo discreto y prudente, instruirá a sus fieles sobre el aprecio que todos deben tener por la penitencia, valorarla en su contenido y guiar a que cada uno busque y encuentre la forma real de practicarla en su vida personal.
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Liturgia y Pastoral Por: Linio Emilio Diez Valladares
UN MISAL ROMANO “RENOVADO” (y II)
El Missale Romanum, en su tercera edición típica, representa un don ofrecido por la Santa Sede, y muy particularmente por el Santo Padre Juan Pablo II, a las Iglesias particulares de Rito Romano, con la garantía de autenticidad, en sustancial fidelidad a la traditio heredada de quien nos ha precedido y transmitida a la sucesiva generación.
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1.
La tercera edición del Missale Romanum
El Misal actual es el sucesor de los antiguos Sacramentarios, libros litúrgicos que contenían las fórmulas que habían de ser recitadas por el presidente de la celebración, fuese Obispo o presbítero. En la evolución histórica de los libros litúrgicos, se introdujeron también en el Misal las lecturas bíblicas, convirtiéndolo en un libro plenario, signo de una mentalidad que hacía confluir en la persona del sacerdote todas las funciones a desempeñar en el ámbito de la celebración, razón por la que el Misal Plenario es testigo de la consideración del sacerdote como quien es la expresión de la síntesis de los ministerios y no como el que desempeña el ministerio de la síntesis. Con el concilio Vaticano II tuvo lugar una profunda revisión tanto de los libros litúrgicos como de los ritos que contienen. A causa de la variedad de lecturas ofrecidas a los fieles se produce la separación entre el Misal y el Leccionario, con la consiguiente revalorización de los diferentes servicios prestados por los diversos ministros presentes en la celebración: diáconos, acólitos, lectores...
necesita normas e indicaciones que regulen y ayuden tanto al presidente como a la misma asamblea a desarrollar ordenadamente y participar fructuosamente, de acuerdo con la función propia de cada uno, en la celebración de los misterios de la salvación. Todo ello se contiene en la primera parte del Misal, la llamada Ordenación General del Misal Romano, que no es una simple colección de rúbricas, sino un verdadero directorio sobre la celebración eucarística, con indicaciones de carácter teológico, litúrgico, pastoral y espiritual. Su finalidad es asegurar un digno desarrollo de la celebración y también una razonable uniformidad entre las celebraciones, sin excluir tampoco las legítimas variaciones y adaptaciones que la misma normativa autoriza de cara a la participación activa y el bien espiritual de los fieles. El esfuerzo por un más profundo conocimiento de esta parte del Misal, por parte de pastores, así como el posibilitarlo a los mismos fieles, nunca será suficiente y redundará, sin duda, en la mejora de nuestras celebraciones y en el enriquecimiento de nuestra vida litúrgica.
No puede sorprender el hecho que a lo largo de la historia sucesivos Pontífices hayan prestado particular atención en la publicación de diversas ediciones del Missale Romanum, también con la preocupación de tutelar la fidelidad, la corrección y la nobleza del lenguaje litúrgico que en ellos se usa, signo evidente de la especial importancia que posee la Eucaristía en la vida de la Iglesia (Constitución Sacrosanctum Concilium, 47 ss). A lo largo de los siglos se han sucedido gran variedad de ediciones oficiales del Missale Romanum, que ha conocido cambios, integraciones e inserciones que enriquecieron cualitativamente la celebración del misterio eucarístico, según las exigencias específicas de los tiempos en que se efectuaron. En el transcurso de toda esta trayectoria histórica evolutiva del Misal se trató siempre de salvaguardar lo que se denominó la unidad sustancial del Rito Romano, elemento que debe permanecer inalterado como testimonio de la indefectible tradición de la Iglesia. La parte sustancial del Missale Romanum está constituida por formularios eucológicos, las oraciones, aunque una correcta celebración, el ars celebrandi,
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La tercera edición típica latina La idea general de la tercera edición (publicada primero en el año 2002 y con algunas enmiendas en 2008) no era la de componer un «nuevo» Misal, sino la de posibilitar que el Misal de la Iglesia romana fuese cada vez más capaz de favorecer en el clero y en los laicos mayor fe y sólida piedad, como fruto de la activa participación en la misa. Un Misal que, dentro del rito romano, continuase siendo expresión y guardián ejemplar de la sustancial unidad del rito, pero abierto a la vez a un enriquecimiento capaz de estimular y sostener, en una línea segura, las exigencias de adaptación y desarrollo implícitas en la progresión de la renovación litúrgica querida por el Vaticano II. Un Misal, por tanto, digno de ser signo evidente y rico de unidad, útil a toda la Iglesia de rito romano, presentado como modelo de riqueza, y simultáneamente como ejemplo de la dignidad debida a un libro litúrgico, dotado de todos los elementos necesarios para una digna celebración en todas sus formas, incluidas aquellas cantadas en latín mediante las partes musicalizadas introducidas en su lugar. Sin duda, el Misal actual favorece e impulsa la participación con el canto, pero sin olvidar la oportunidad de momentos de silencio, que deberán ayudar a dar a la celebración un clima intensamente orante y contemplativo. Las diferencias con la edición anterior no son de gran relevancia, aunque son numerosas. El texto de la Ordenación General fue revisado con la incorporación de un proemio, con una serie de precisiones1 y necesarios ajustes de rúbricas tras 30 años de experiencia, y tras la publicación del Código de Derecho Canónico en 1983; se añadió además un capítulo, el IX, sobre las adaptaciones que pueden hacer las Conferencias episcopales y el procedimiento a seguir, y se amplió notablemente la posibilidad de la comunión bajo las dos especies.
La Ordenación General se presenta con un considerable aumento de tamaño respecto a la anterior edición; incorporando el Proemio, pasa de ocho a nueve capítulos, con un total de 399 números, frente a los 341 de la edición anterior, 356 si sumamos los números del Proemio.
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En el cuerpo del Misal las novedades principales fueron: - Posibilidad de utilizar en la profesión de fe el Símbolo apostólico en lugar del Credo nicenoconstantinopolitano (posibilidad ya prevista en la precedente edición española del Misal). - Incorporación de dos nuevas misas de la vigilia de la solemnidad de la Epifanía del Señor y de la Ascensión del Señor. - Incorporación de las plegarias eucarísticas que aún no formaban parte del Misal Romano oficial: la V, con sus cuatro variantes, y las dos de la Reconciliación, de las cuales ya se dispone de versión típica latina, de la que habrán de hacerse las versiones en lenguas vernáculas. - Introducción de oraciones sobre el pueblo en todas las misas feriales del tiempo de Cuaresma, como había sido hasta 1970. - Reordenamiento de los formularios de misas comunes, por varias necesidades y difuntos. - Enriquecimiento de los formularios de las misas de la Virgen María, recurriendo a la colección de Misas de la Virgen María. - Añadido de las melodías de las plegarias eucarísticas y de los prefacios. - Incorporación de formularios para fiestas y memorias de los santos introducidos en el Misal Romano a partir de 1975. En la nueva edición para España se han incluido ya las memorias de san Juan Pablo II y san Juan XXIII. Muchos elementos devocionales han vuelto a entrar pesadamente en las rúbricas, en las misas votivas, en el Santoral, e incluso en el Propio del Tiempo (por ejemplo, el título dado al segundo domingo de Pascua: “o de la Divina Misericordia”). En cuanto al Ordinario de la Misa, contiene muchas precisiones que transparentan el intento de restringir la legítima libertad reconocida antes a las asambleas y a sus presidentes. Se nota una acentuación del aspecto ceremonial y rubrical que, si por una parte quiere contrarrestar los abusos cometidos en este campo, por otro lado resta agilidad al desarrollo de la misma celebración.
Más allá de la natural búsqueda de las novedades respecto a la edición precedente, las Comisiones litúrgicas de los episcopados de las Iglesias locales de las diversas áreas litúrgicas han trabajado durante estos años en la revisión de los propios misales a la luz de esta tercera edición típica, procediendo a la traducción y adaptación de los textos en las distintas lenguas vernáculas. Fruto de este trabajo en nuestra Iglesia española es la nueva edición del Misal que ahora comenzamos a utilizar.
2. Motivos para una tercera edición típica Una primera razón es la de dotar a la Iglesia de rito romano de un Misal latino decoroso que pudiera ser utilizado en las celebraciones y, por tanto, actualizado y completo. Como trasfondo a esta razón está el ofrecer a ciertos sectores nostálgicos del uso del latín una manifestación evidente de que la Iglesia de rito romano no renuncia a su uso y lo alienta, aunque en los límites de su utilidad pastoral. A medida que se avanzaba en esta reflexión se dieron cuenta del valor que podría tener una edición típica latina que llevase, junto al de Pablo VI, hoy beato, también el nombre y la aprobación jurídica del papa Juan Pablo II, recientemente canonizado. Una segunda razón, omnipresente, era la de prevenir y regular las legítimas peticiones de adaptación del Misal. Esta razón procedía inicialmente de que se estaba estudiando y elaborando un documento sobre la adaptación en materia litúrgica, y no ocultaba que a los principios generales sería útil, quizá necesario, añadir seguidamente normas referentes a la celebración eucarística.
Una tercera razón estaba en el modo de valorar la relación entre los proyectos en elaboración por parte de ciertas Comisiones litúrgicas, a lo largo de los últimos años, y la edición típica del Missale Romanum. De la consideración de dichos proyectos, en un primer momento, como manifestación de una legítima exigencia de enriquecimiento que habría de ser guiado autorizadamente mediante la ejemplaridad del mismo Misal Romano, se pasó, al final, a una contraposición de la nueva edición y los proyectos de nuevos misales preparados por técnicos. Una cuarta razón, nunca expresada abiertamente, pero que guió gran parte del trabajo, era la de reafirmar la voluntad de la Iglesia de no dejar la propia liturgia a merced de improvisadores y de formas de creatividad incontrolada o no autorizada. De hecho, la tercera edición típica del Missale Romanum, como más tarde reiteró el papa Juan Pablo II en la encíclica Ecclesia de Eucharistia (n. 52), llama a la disciplina en las celebraciones y en todo lo relativo a ellas. Se podrá cuestionar si las formas usadas estén en el estilo positivo usado con anterioridad, pero no se puede discutir sobre la oportunidad misma del recordarlo. Los obispos disponen ahora de un válido medio para discernir la línea en la que orientar la vida litúrgica de la que son los primeros responsables.
Se reafirma la voluntad de la Iglesia de no dejar la propia liturgia a merced de improvisadores y de formas de creatividad incontrolada o no autorizada.
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3. Instrumento de comunión Sobre el Misal fruto del Vaticano II se ha escrito y, probablemente, se deberá seguir escribiendo, porque las riquezas contenidas en él no se pueden agotar en el arco de una generación. Más aún, hemos llegado al momento en el que la generación que ha vivido el Concilio cede progresivamente paso a la generación sucesiva que comienza a ver aquella realidad con la distancia de quien no ha vivido los acontecimientos, pero con suma atención para captar su profundo sentido. Más allá de las inevitables polémicas que forman parte de la dialéctica de un organismo vivo como es la comunidad eclesial, quien se acerca al Misal no puede no leerlo a la luz de las palabras conclusivas de la Sacrosanctum Concilium: “Todas y cada una de las cosas establecidas en esta Constitución han obtenido el beneplácito de los Padres del sacrosanto
Concilio. Y Nos, con la apostólica potestad que hemos recibido de Cristo, las aprobamos, decretamos y establecemos en el Espíritu Santo juntamente con los venerables Padres, y disponemos que lo así decidido conciliarmente sea promulgado para la gloria de Dios”. Son palabras que sancionan tanto lo afirmado en el capítulo II de la Sacrosanctum Concilium respecto del misterio eucarístico, como cuanto se irá realizando con la reforma en los años sucesivos, y que volvemos a encontrar en el documento con el que se abrirá el Misal del Vaticano II. En efecto, la Constitución apostólica Missale Romanum, con la que Pablo VI presentaba a la Iglesia el nuevo libro litúrgico en 1969, encierra en síntesis el camino recorrido por la Iglesia en relación con el libro litúrgico por excelencia, el Misal. Este documento sigue siendo válido y fundamental, tanto para los contenidos como para el modo de presentarse el libro. Volver a leer el texto hoy es recuperar las claves de lectura históricoteológica y de profundización que permiten valorar una obra viva como es el Misal.
4. En la escuela de Pablo VI para conocer el Misal El desafío que se presenta ante la comunidad eclesial, a más de cincuenta años de la Sacrosanctum Concilium, es el de conocer las riquezas de los contenidos del Misal, así como las posibilidades que éste nos ofrece para hacer nuestras celebraciones menos rubricales y más vivas. De nuevo, nos salen al encuentro las palabras con las que Pablo VI intervino para poner en evidencia los valores del paso no de un misal a otro, sino de un modo de celebrar el misterio a otro más cercano a la vida de los fieles. Y no pensemos solo en el tema de la lengua: es solo un aspecto; se trata sobre todo de recorrer el camino de la formación de modo que la acción litúrgica no aparezca eficaz por ser fiel a una norma, sino porque participada con la acogida y la comprensión de todos sus lenguajes.
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En la audiencia del 26 de noviembre de 1969, Pablo VI afirmaba, entre otras cosas: “... el diseño fundamental de la misa sigue siendo el tradicional, no sólo en su significado teológico, sino también en el espiritual; más aún, si el rito se realiza como se debe, pondrá de manifiesto su mayor riqueza, evidenciada por la mayor sencillez de las ceremonias, por la variedad y abundancia de los textos de la Escritura, por la acción combinada de varios ministros, por los silencios que ritman la celebración en momentos de variada profundidad y, sobre todo, por la exigencia de dos requisitos indispensables: la íntima participación de cada uno de los asistentes, y la efusión de los ánimos en la caridad comunitaria; requisitos que deben hacer de la misa, más que nunca, una escuela de profundidad espiritual y una tranquila, aunque comprometedora, academia de sociología cristiana. La relación del alma con Cristo y con los hermanos alcanza su nueva y vital intensidad. Cristo, víctima y sacerdote, renueva y ofrece, por el ministerio de la Iglesia, su sacrificio redentor, en el rito simbólico de la última cena, que nos deja a nosotros, bajo las apariencias de pan y vino, su Cuerpo y su Sangre”. Pocos días antes, en la audiencia del 19 de noviembre, decía: “... si en el nuevo rito encontráis con mayor claridad la relación entre la liturgia de la Palabra y la liturgia propiamente eucarística, casi esta respuesta realizadora de aquella, o si observáis cuánto sea reclamada la presencia de la asamblea de los fieles en la celebración del sacrifico eucarístico, los cuales en la misa son y se sienten plenamente ‘Iglesia’, o también veis ilustradas otras maravillosas propiedades de nuestra misa, no creáis que ello pretenda alterar la esencia genuina y tradicional; sabed más bien apreciar cómo la Iglesia, mediante este nuevo y difundido lenguaje, desea dar mayor eficacia a su mensaje litúrgico, y quiere acercar-
Liturgia y Pastoral lo de modo más directo y pastoral a cada uno de sus hijos y a todo el conjunto del pueblo de Dios (...) ¿Qué consecuencias producirá la innovación sobre la que reflexionamos? Las consecuencias previstas, o mejor deseadas, son las de una más inteligente, más práctica, más gozosa, más santificante participación de los fieles en el servicio litúrgico (...). No hablemos, por tanto, de ‘nueva misa’, sino más bien de ‘nueva época’ de la vida de la Iglesia”. El Misal, como los demás libros litúrgicos, según el antiguo adagio lex orandi legem statuat credendi, expresan el sensus fidei de la Iglesia, no mediante formulaciones dogmáticas sino a través de la densidad clásica del estilo verbal litúrgico, alimentado no solo de palabras sino también gracias a gestos y signos, según cuanto proviene de la misma Revelación divina.
Mediante este nuevo y difundido lenguaje, desea dar mayor eficacia a su mensaje litúrgico, y quiere acercarlo de modo más directo y pastoral a cada uno de sus hijos y a todo el conjunto del pueblo de Dios.
También en esta edición del Misal se verifica la síntesis de lex orandi y lex credendi. Es un instrumento en las manos de los Pastores y de los fieles. En palabras de Mons. Tamburrino, en la presentación del Misal en 2002, “se podría comparar a un acueducto: podemos analizar los recorridos por montes y valles, la calidad de las conducciones, pero lo importante es que el agua llegue abundantemente”. Hoy podemos alegrarnos, porque la liturgia, regulada ya por esta tercera edición del Missale Romanum puede saciar la sed del pueblo de Dios peregrino en el desierto y está en grado de hacer sentir a los creyentes, reunidos para el convite sacrificial, que el Resucitado está en medio de los suyos y sigue ofreciendo la plenitud «de gracia y bendición».
REFLEXIONA... / DIALOGA… “La liturgia, regulada ya por esta tercera edición del Missale Romanum puede saciar la sed del pueblo de Dios peregrino en el desierto y está en grado de hacer sentir a los creyentes, reunidos para el convite sacrificial, que el Resucitado está en medio de los suyos y sigue ofreciendo la plenitud «de gracia y bendición»”.
¿Qué opinas? ¿Se vive así la liturgia? “No puede sorprender el hecho que a lo largo de la historia sucesivos Pontífices hayan prestado particular atención en la publicación de diversas ediciones del Missale Romanum, también con la preocupación de tutelar la fidelidad, la corrección y la nobleza del lenguaje litúrgico que en ellos se usa, signo evidente de la especial importancia que posee la Eucaristía en la vida de la Iglesia”.
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¿Estás de acuerdo? ¿Consideras importante / necesaria esta misión de los pastores de la Iglesia? “Se trata sobre todo de recorrer el camino de la formación de modo que la acción litúrgica no aparezca eficaz por ser fiel a una norma, sino porque participada con la acogida y la comprensión de todos sus lenguajes”.
¿Crees necesaria esta formación, o no? ¿Por qué? MEDITA “Si en el nuevo rito encontráis con mayor claridad la relación entre la liturgia de la Palabra y la liturgia propiamente eucarística, casi esta respuesta realizadora de aquella, o si observáis cuánto sea reclamada la presencia de la asamblea de los fieles en la celebración del sacrifico eucarístico, los cuales en la misa son y se sienten plenamente ‘Iglesia’, o
también veis ilustradas otras maravillosas propiedades de nuestra misa, no creáis que ello pretenda alterar la esencia genuina y tradicional; sabed más bien apreciar cómo la Iglesia, mediante este nuevo y difundido lenguaje, desea dar mayor eficacia a su mensaje litúrgico, y quiere acercarlo de modo más directo y pastoral a cada uno de sus hijos y a todo el conjunto del pueblo de Dios”. Beato PABLO VI, 19 noviembre 1969
ORA Señor, después de recibir el don sagrado del sacramento, te pedimos humildemente que nos haga crecer en el amor lo que tu Hijo nos mandó celebrar en memoria suya. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos. (Oración Postcomunión del Tiempo de Pascua)
Pastoral de la catequesis Por: P. Martín Alberto Sepúlveda Mora, ssp Sacerdote paulino
Amoris Laetitia
FORTALECER LA EDUCACIÓN
DE LOS HIJOS
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ontinuando con la reflexión acerca de algunos temas específicos que el papa Francisco presenta en la exhortación apostólica La alegría del amor, nos detenemos en el capítulo séptimo, que habla sobre la educación de los hijos. Quizá una de las causas de tantos males que sufre hoy nuestra sociedad, como la violencia, la corrupción, la falta de respeto y de educación, se sitúe en el abandono de la formación de los hijos por parte de los padres y al hecho de que estos han delegado la formación de los jóvenes a otras instituciones, llevando incluso a que, en muchas ocasiones, el punto de referencia para los muchachos sea únicamente los chicos del barrio.
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El Papa destaca la importancia de la función educativa de las familias y señala que “los padres siempre inciden en el desarrollo moral de sus hijos, para bien o para mal”. Por eso los invita a que “acepten esta función inevitable y la realicen de un modo consciente, entusiasta, razonable y apropiado” (cf. AL 259). Teniendo en cuenta la importancia y la complejidad del tema, intentemos destacar las ideas fundamentales contenidas en Amoris laetitia sobre la educación de los hijos, que es tarea urgente y primordial de las familias.
1. ¿Dónde están los hijos? (AL 260ss) Ideas de fondo: • La familia no puede renunciar a ser lugar de sostén, de acompañamiento, de guía, aunque deba reinventar sus métodos y encontrar nuevos recursos. • Es necesario que haya vigilancia, pero sin llegar a ser obsesionados por la preocupación de controlar cada situación. No se pueden dominar todos los espacios de los hijos, es más importante crear procesos educativos que los hagan madurar en su libertad y autonomía.
• Es normal que los hijos nos sorprendan con sus proyectos y rompan nuestros esquemas: es necesario estar agradecidos de ello y promover libertades responsables. Tratemos de entender ¿“en qué momento” del camino están verdaderamente los hijos? ¿Dónde está su alma? ¿Lo queremos saber?
2. La formación ética de los hijos (AL 263) Ideas de fondo: • ¡La experiencia fundamental para el desarrollo afectivo y ético de una persona está en creer que sus padres son realmente dignos de confianza! Es necesario poner cuidado para evitar ausencias o incluso abandonos afectivos con relación a los hijos.
Pastoral de la catequesis • Educar la voluntad de los hijos pide paciencia en el proceso y que no sea solo teórico, sino con un método activo y un diálogo educativo que involucre a todos. Los hijos deben descubrir por sí mismos la importancia de los valores y de las normas, no es suficiente con imponerlas desde afuera.
• La disciplina debe ser siempre un estímulo para ir más allá y alcanzar metas, no una “mutilación del deseo”. ¿Cómo integrar la disciplina y el dinamismo interior? ¿Cómo hacer que la disciplina sea un límite constructivo en el camino que debe comenzar un niño y no un muro que lo anule totalmente?
• Para acentuar las virtudes es necesario sentir el gusto por la belleza y el bien; por eso es necesario hacer madurar hábitos que traduzcan en comportamientos concretos los grandes valores que se están interiorizando.
4. Paciente realismo (AL 271)
• ¿Hemos considerado importante esta responsabilidad en la educación moral de los hijos? ¿Qué buenos hábitos han intentado hacer crecer en ellos? ¿Con qué método?
3. El valor de la sanción como estímulo (AL 268) Ideas de fondo: • Niños y jóvenes deben darse cuenta de que las malas acciones tienen consecuencias: deben ponerse en el lugar del otro y arrepentirse cuando se hace daño a los demás, pidiendo perdón y reparando ese acto. • La corrección debe hacerse con amor, con las palabras y sin reacciones iracundas, recordando que también los padres se equivocan y que ciertos errores están relacionados con el límite de edad.
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Ideas de fondo: • Es importante proponer un camino que se hace dando pasos, quizá pequeños, pero que sean posibles y proporcionados a la edad de los jóvenes, de otra manera por pedir mucho, ¡no se obtiene nada! • Los hijos deben aprender que, aunque los padres no sean perfectos y no vivan ellos mismos plenamente en primer lugar los valores que proponen, esto no desdibuja la belleza de los valores en sí mismos y la posibilidad de vivirlos. • Ninguno posee una libertad absoluta, sin condiciones: es necesario reconocerlo y proceder con paciencia para aprender a realizar actos no solo “voluntarios” (¡lo he decidido yo!), sino verdaderamente “libres” (¡he decidido bien!). • ¿Qué pasos se proponen a los hijos? ¿Buscamos superar también nuestros límites personales, conscientes de nuestros condicionamientos negativos?
5. La vida familiar como contexto educativo (AL 274) Ideas de fondo: • La familia es la primera escuela de los valores humanos, donde se aprende el buen uso de la libertad (incluida una mirada crítica sobre los diferentes medios de comunicación). • Un gran desafío consiste en educar a la paciencia y a la espera. Es importante que los niños y los adolescentes comprendan y acepten que algunas cosas deben esperar. • A partir de las relaciones familiares se aprende a relacionarse con la sociedad, rompiendo el cerco del egoísmo y reconociendo que existen también los otros (con sus dificultades: enfermedad, debilidad, sufrimiento…).
• Un desafío actual es el uso de las tecnologías de la comunicación de la diversión, que puede ayudar a unir los miembros de la familia, pero también a alejarlos, “desconectando” del mundo real: es necesario ponerse de acuerdo, sin prohibiciones insensatas. • Los padres deben recordar que no deben sentirse omnipotentes: también ellos tienen necesidad de acompañamiento, incluso con una alianza renovada entre familia y comunidad cristiana. • Podemos educar y no dejarnos llevar por el “todo e inmediatamente” cuando también nosotros los adultos somos capaces de autocontrol y espera: ¿Cómo nos sentimos al respecto? ¿Qué relaciones creamos fuera de nuestra familia, abriéndonos a los otros?
Pastoral de la catequesis
6. Sí a la educación sexual (AL 280) Ideas de fondo: • Es importante retomar la perspectiva indicada por el concilio Vaticano II de “una positiva y prudente educación sexual”, especialmente en el contexto actual que banaliza y empobrece la sexualidad. • En el marco de una educación positiva al amor es necesario ofrecer información apropiada y gradual, con un lenguaje más adaptado, educando también a un sano pudor. • Son necesarios recorridos educativos que, a través de una paciente pedagogía, ayuden a los jóvenes a no dejarse engañar, confundiendo la atracción con el amor o la unión con el don de sí. • Recordando que lo masculino y femenino no son algo rígido, sí es importante ayudar a comprender el respeto y la estimación por la diferencia, aceptando el cuerpo así como ha sido creado. ¿Quién habla hoy de estos temas? ¿Quién es capaz de tomar en serio también en este aspecto a los jóvenes? ¿Quién está ayudando a los jóvenes a prepararse seriamente en este campo? ¿Quién los está ayudando a prepararse seriamente para un amor grande y generoso? ¿Las parejas de cristianos formados están ayudando en la catequesis para que los jóvenes tengan el ejemplo de un amor vivido en donación y fidelidad?
7. Transmitir la fe (AL 287) Ideas de fondo: • El estilo de vida actual hace difícil el camino de la transmisión de la fe: pero la familia sigue siendo el lugar donde se puede enseñar y acoger las razones y la belleza de la fe, a orar y a servir al prójimo. Lo anterior supone que sean los padres quienes en primer lugar vivan la experiencia real de la confianza en Dios y de la relación con Él.
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• Ante la crisis de la adolescencia no hay que imponer la experiencia espiritual, sino proponerla a su libertad, viviendo también momentos de oración en familia. • La familia puede convertirse en evangelizadora, transmitiendo espontáneamente la fe a todos aquellos que se acercan a ella. Así la familia se constituye en sujeto de la acción pastoral, con el anuncio y el testimonio. ¿Cuáles son los gestos y las palabras de la vida cotidiana que consideramos pueden educar mejor la fe de los hijos? ¿Qué dificultades aparecen en este camino? Proponemos que con estas ideas y preguntas se realice un taller en las parroquias, el cual permita a las familias, padres y madres, tomar conciencia de su papel fundamental en la educación de los hijos, pues ellos son “su tesoro, su esperanza, su futuro”.
Actualidad Por: Mons. Juan Carlos Cárdenas T. Obispo auxiliar de Calí
SOBRE LA
CORRUPCIÓN 64
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La percepción sobre la corrupción en Colombia es un hecho creciente en los últimos años. La firma Gallup, en agosto de este año, indica que para el 89% de los colombianos, la situación ha empeorado.
Muchos escándalos han sacudido al país: Odebretch, Altas Cortes, Congreso de la República, los tristemente famosos carteles como el de los pañales, etc., sin mencionar la educación y la salud. Estos episodios han generado indignación y pérdida de credibilidad en las instituciones. Pero, ¿cuál es el alcance de la corrupción en la vida del país? Es una pregunta que propongo abordar desde dos perspectivas: como causa y como consecuencia.
La corrupción como una causa En julio de 2016, el Episcopado Colombiano identificó la corrupción como una de las raíces que alimentan los conflictos en el país. Se dijo que ésta permea la sociedad a todos los niveles y que: “No menos peligrosa es la corrupción de las ideas, de los principios y de los valores”.
Actualidad
La corrupción a mayor escala se combate atacando aquella a menor escala que se cuela en cada persona.
Ciertamente la corrupción produce inequidad, injusticia, pobreza extrema, atraso en el desarrollo e infraestructura de la nación, etc. En el Ángelus del domingo 18 de septiembre de 2016, el papa Francisco afirmaba: “La corrupción también produce adicción y genera pobreza, explotación y sufrimiento”. De este riesgo no está exento ninguno. El Papa decía en Medellín: “Todos nosotros tenemos que estar atentos porque la corrupción en los hombres y las mujeres que están en la Iglesia empieza así, poquito a poquito, luego –nos lo dice Jesús mismo– se enraíza en el corazón y acaba desalojando a Dios de la propia vida” (septiembre 9 de 2017). No perdamos de vista que la más íntima esencia de la Iglesia debe estar revestida de rectitud, humildad y caridad.
La corrupción como una consecuencia La corrupción no es solo causa de los males sociales, es también una consecuencia. La corrupción comienza en la conciencia de los individuos y luego se irradia a la entera sociedad, en forma de ideas, valores y acciones deformadas. Es un asunto ético y moral. Mientras se combaten los hechos que lesio-
nan el futuro de la nación, también se debe purificar la conciencia humana, para discernir el bien del mal. Comentando a Lucas 16, 1-13 (parábola del administrador injusto), Francisco llama “mundanidad” a esta perversión de la conciencia. Nos advierte que el primer paso purificador es entrar en la lógica evangélica “de la rectitud, de la humildad y del compartir” (Ángelus, domingo 18 de septiembre de 2016). La corrupción deja de ser algo de otros, para convertirse en un problema de nosotros. La corrupción a mayor escala se combate atacando aquella a menor escala que se cuela en cada persona. Regresando de Colombia a Italia, el Papa dijo: “El problema es que el corrupto se cansa de pedir perdón y olvida cómo se pide perdón: este es el problema grave. Es un estado de insensibilidad frente a los valores, frente a la destrucción, a la explotación de las personas. No es capaz de pedir perdón… Pero Dios puede hacerlo. Yo rezo por esto”. Allí la Iglesia tiene una tarea específica: hablar a la conciencia de los hombres y mujeres de nuestro país para ayudarles a saber si tenemos semillas de corrupción, nos duela tenerlas, pidamos perdón a Dios y a nuestros semejantes por ello y trabajemos por erradicarla.
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