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Editorial
El Sínodo sobre la familia: ¿qué sigue? n la audiencia del miércoles 10 de diciembre el papa Francisco anunció un “ciclo de catequesis” sobre la familia. Presentó, además, una especie de relación sobre la marcha del Sínodo, en donde se evidenció los aspectos fundamentales del matrimonio: la indisolubilidad, la unidad, la fidelidad y la apertura a la vida. También abrió el espacio para que los participantes pudieran exponer las cuestiones que estaban en su corazón. Igualmente el Papa aclaró que hasta el momento los documentos oficiales sobre el Sínodo de la familia son tres: Mensaje final, Relación final y Discurso final del Papa.
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La Relación final, que recoge las reflexiones que se han hecho en las Diócesis hasta el momento, se envía de nuevo a todas las Conferencias Episcopales para que, según el Papa, se continúe con un trabajo de “oración, reflexión y discusión fraterna para preparar la próxima asamblea” que se llevará a cabo en octubre del 2015. Contiene 46 preguntas que ayudarán a preparar la próxima Asamblea Ordinaria y que aparecen en el texto de la Relación final que contiene tres partes fundamentales: La escucha: el contexto y los desafíos sobre la familia; La mirada sobre Cristo: el Evangelio de la familia; La confrontación: perspectivas pastorales. Es un camino que se está recorriendo. El texto de la reflexión vuelve a las Diócesis, a las parroquias, a la gente, para que, con sus aportes, den luces sobre la pastoral familiar hoy. El cuestionario tiene, por supuesto, el color que ha querido dar el Papa a esta reflexión, es decir, poner en un primer plano la mi-
sericordia. ¿Cómo ayudar a entender que nadie está excluido de la misericordia de Dios y cómo expresar esta verdad en la acción pastoral de la Iglesia hacia las familias, especialmente a aquellas que están heridas y son frágiles? Sobre la convivencia y matrimonio civil se pregunta: ¿Cómo pueden los fieles mostrar, en relación con aquellas personas que aún no han llegado a la plena comprensión del don del amor de Cristo, una actitud de acogida y acompañamiento lleno de confianza, sin renunciar al anuncio de las exigencias que tiene el Evangelio? Además, ¿qué es posible hacer para que en las varias formas de unión que se presentan, en las cuales también se pueden encontrar valores humanos, el hombre y la mujer vivan el respeto, la confianza, el animarse mutuamente a crecer en el bien, y sean ayudados a llegar a la plenitud del matrimonio cristiano? Son sólo algunas de las preguntas. Como dijo el Papa en la audiencia, “no hay que asustarse por las discusiones” o por los desafíos de la familia de hoy que deben ser afrontados con libertad y amor. Para Francisco “en el Sínodo extraordinario sobre la familia del pasado mes de octubre los debates se dieron en plena libertad, sin ninguna censura previa. Me podrían preguntar: ‘¿Pero, se pelearon los padres?’. Y yo respondería: ‘No sé si han peleado, pero si han hablado fuerte y con la libertad que hay en la Iglesia’”. Que esta libertad que da el Espíritu de Dios siga iluminando a nuestra Iglesia en su caminar para evangelizar a los hombres del mundo de hoy con el Jesús de los evangelios. El Director.
100 AÑOS
SOCIEDAD DE SAN PABLO
Revista trimestral de la Sociedad de San Pablo —PAULINOS— de Colombia, Ecuador y Panamá al servicio de la Iglesia.
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Con aprobación eclesiástica. Las opiniones expuestas en los artículos publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores.
La Voz del Papa La gratuidad es secreto de la evangelización
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l 27-11-2014 el Santo Padre recibió en audiencia a la Familia Paulina en la conclusión del peregrinaje que realizaron con ocasión del centenario de su fundación, con estas palabras:
¡Querida Familia Paulina! Con alegría los recibo con motivo de su centenario… que es un momento de fiesta. 1. La fiesta de su centenario les ofrece la oportunidad de renovar el compromiso de vivir la fe y de comunicarla a través de los instrumentos editoriales y multimedia, propios de su carisma. “Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente” (Mt 10, 8), dice Jesús. En estas palabras está el secreto de la evangelización, que es comunicar el Evangelio en gratuidad. La alegría del don recibido por puro amor se comunica con amor. Sólo quien ha experimentado tal alegría puede comunicarla, porque “el bien siempre tiende a comunicarse… Comunicándolo, el bien se arraiga y se desarrolla” (EG 9). Los animo a continuar en el camino que P. Alberione abrió y su familia ha recorrido hasta ahora, manteniendo siempre la mirada dirigida hacia vastos horizontes. No hay que olvidar que “la evangelización está conectada con la proclamación del Evangelio a aquellos que no conocen a Jesucristo o que siempre lo han negado (...). Este empuje “católico” ustedes
contenido EDITORIAL
El Sínodo sobre la familia: ¿qué sigue?
PREGUNTA AL TEÓLOGO
De la reforma a la contrarreforma
BEATO ALBERIONE
La edición, medio de apostolado
PASTORAL FAMILIAR Un año que apasione la vida religiosa
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lo tienen en la sangre, en el “ADN”, por el mismo hecho de que su fundador fue inspirado por la figura y la misión del apóstol Pablo. 2. El concilio Vaticano II nos presenta la Iglesia como pueblo en camino hacia una meta que supera todo desde Dios y en su gloria. Esta visión de Iglesia en camino es propia de la esperanza cristiana (...) y es el compromiso de anunciar a Cristo y su amor por todas las criaturas, con un espíritu que nos hace capaces de perspectivas e instancias que encontrarán su cumplimiento en la beatitud del Señor. Las personas consagradas son testigos de la esperanza con un estilo de vida marcado por la alegría. La alegría que brota de la experiencia íntima de Dios que llena nuestro corazón y nos hace felices (...) la alegría de los religiosos es la genuina fraternidad experimentada en la comunidad y la completa oblación para servir a la Iglesia y a los hermanos, especialmente a los más necesitados. Todo su trabajo, el celo apostólico, debe estar lleno de amor por la unidad. Nunca favorecer conflictos, ni imitar aquellos medios de comunicación que sólo buscan el espectáculo de los conflictos y provocan el escándalo. Favorecer siempre la unidad de la Iglesia, unidad que Jesús pidió al Padre como don para su esposa. 3. El beato Santiago Alberione vislumbraba en el anuncio de Cristo y del Evangelio a las masas populares, la
PASTORAL JUVENIL A los “curitas” jóvenes innovación y fidelidad
PASTORAL LITÚRGICA La Semana Santa
PASTORAL DE LA CATEQUESIS La catequesis en América Latina
ACTUALIDAD
Una Pastoral de la ecología
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caridad más auténtica que se pudiera ofrecer a los hombres sedientos de verdad y justicia. Él fue tocado por las palabras de san Pablo: “¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!”(1Co 9, 16) y las hizo el ideal de su propia vida y misión. Siguiendo las huellas de Jesús e imitando al Apóstol de las gentes, supo ver las multitudes como ovejas perdidas y necesitadas de guía en el camino de la vida. Partió para ellos el pan de la Palabra con lenguajes adecuados a los tiempos. También ustedes están llamados a dedicarse al servicio de la gente de hoy, a quien el Espíritu los envía, con creatividad y fidelidad dinámica a su carisma, identificando las formas más adecuadas para que Jesús sea anunciado. No basta sólo decirlo, sino ser testigos con su propia vida. Testimoniar constituye el campo de su apostolado. Muchos esperan conocer a Jesucristo. La fantasía de la caridad no conoce límites y sabe abrir nuevos caminos para llevar el soplo del Evangelio en las culturas y en los diferentes ámbitos de la sociedad. Una misión tan urgente requiere conversión personal y comunitaria. Sólo los corazones abiertos a la acción de la gracia son capaces de interpretar los signos de los tiempos y de captar los llamados de la humanidad necesitada de esperanza y de paz. En su seguimiento de Cristo les será de ayuda el Año de la Vida Consagrada.
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2015 Dirección: P. Martín Sepúlveda, ssp Coordinación: P. Martín Sepúlveda, ssp; P. Danilo Medina, ssp; Jr. Leopoldo Zapata, ssp Redacción: Polo Zapata A. AUTORES: Editorial: El director; Pregunta al teólogo: P. Uriel Patiño, oar; Pastoral familiar: P. Ignacio Madera, sds; Pastoral juvenil: Polo Zapata A.; Pastoral litúrgica: P. Augusto Bergamini; Pastoral de la catequesis: P. Martín Sepúlveda, ssp; Actualidad: Alfonso Messner; Guías homiléticas: P. William Segura; Biblia: P. José Luis Sicre, sj; Testigos de la fe: P. Alberto Hurtado, sj; Cultura y En librería: Constanza Moya; Mariología: Mns. Julio Parrilla; Eclesiología: P. Danilo Medina, ssp; Novedad: Isabel Gómez
Que la Virgen santa sea la guía segura del camino de la Familia Paulina, para que pueda llevar a cumplimiento todo proyecto de bien. Les aseguro mi oración y les pido que recen por mí. Con gusto invoco la bendición del Señor sobre ustedes, sobre los lectores de sus revistas y sobre quienes encuentren en su apostolado diario. Y todos juntos rezamos a la Virgen: “Dios te salve, María...”.
GUÍAS HOMILÉTICAS
P. William Gerardo Segura S.
BIBLIA
El profetismo en el Nuevo Testamento Tercera parte
TESTIGOS DE LA FE
Ser testigos de la fe y el amor
CULTURA
La fe en el contexto de la red
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Publicidad: Ximena Bonilla Valencia / e–mail: publicidad@sanpablo.com.co Diseño & diagramación: Luis Gabriel Niño Devia / e–mail: ninoluis@sanpablo.com.co Suscripciones: periodicos@sanpablo.com.co Impresión: Taller San Pablo, Calle 170 Nº 8G–31, Bogotá, D.C. - Colombia
EN LIBRERÍA
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MARIOLOGÍA
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Exorcismo: ¿liberación del mal?
María y la vida espiritual
ECLESIOLOGÍA
Elementos de eclesiología Paulina
NOVEDAD
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Pregunta al teólogo
De la reforma a la contrarreforma Por: José Uriel Patiño Franco, oar
Hace poco escuché que los protestantes están preparando el quinto centenario de su historia, ¿qué se puede conocer en torno al origen del protestantismo y la posición de la Iglesia frente a ellos? a caída de Constantinopla (1453) en poder de los turcos, la invención de la imprenta, los cambios en la manera de filosofar, que llevó del teocentrismo al antropocentrismo, las exploraciones geográficas, las crisis de la autoridad europea, entre otros acontecimientos que se dan a finales del siglo XV y comienzos del XVI, son de fundamental importancia para hacer una especie de encuadramiento del origen del llamado protestantismo, que con mayor precisión se debería llamar el origen del “cristianismo evangélico”, haciendo notar el contraste con el cristianismo católico que hasta ese momento era el paradigma cristiano por excelencia.
cuando varios intelectuales están cuestionando muchas cosas, incluyendo las grandes teorías sobre las cuales se fundamentaban la fe y la ciencia, y la presencia en amplias regiones del resto del mundo de unos personajes totalmente desconocidos que terminaron imponiendo su cultura.
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La Iglesia, Cuerpo de Cristo, había sorteado con éxito otras crisis, pero quizá por un exceso de confianza no supo afrontar este 6
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doloroso drama de ruptura: la angustia de ver cómo la túnica que no se rasgó al pie de la cruz, ahora era brutalmente desgarrada. La falsa idea de creerse “indestructible”, hizo que restara importancia “al problema” y descuidara aspectos como el espiritual, que eran de trascendental importancia en esos momentos históricos
Es el ambiente en el que los Papas tenían poder temporal y la “vida” de la curia romana está repleta de historias y leyendas, tanto claras como oscuras, de personajes, unos muy diáfanos y otros totalmente oscuros (laicos, religiosos, sacerdotes, obispos, incluso pontífices), que se dedicaron a muchas cosas, como la conocida “venta de indulgencias”, terrible práctica que varios aceptaban para garantizar la salvación mediante una contribución económica, al punto de hacerse popular en varios regiones de la geografía católica, una expresión muy sonora pero violenta: “Cuando tu moneda en la alcancía suena, tu alma al cielo vuela”. Frente a este panorama de crisis en diversos ambientes, incluyendo el espiritual, un monje hambriento de Dios, perteneciente a la Orden de San Agustín, propuso
95 tesis para debatirlas en un tribunal académico, las cuales fueron fijadas en la puerta de la capilla de la universidad de Wittenberg; corría el 31 de octubre de 1517. Ese monje era Martín Lutero, quien había estudiado en Mansfels, Magdeburgo, Eisnach, Erfurt y Wittenberg y a la sazón era profesor de Sagrada Escritura en aquella universidad.
de Lutero y sus seguidores. Así, el primer momento está organizado en la rebelión y la excomunión, posteriormente vino la revolución, la creación de una nueva confesión religiosa o manera de vivir la fe que se conoce como la iglesia cristiana luterana, iglesia evangélica, con su particular texto inspirado, su credo y sus estructuras jurídicas.
En sus 95 tesis Lutero resalta los abusos financieros y sus efectos negativos, critica las indulgencias, habla de la inutilidad de las obras sin la fe, dando a entender que la sola fe es suficiente para la salvación (su programa de vida cristiana). Esas tesis que generaron muchas controversias, despertaron críticamente muchas conciencias, que lastimosamente no estaban preparadas para ese despertar porque las estructuras vigentes en ese entonces no lo permitían. A raíz de esas controversias el ambiente se polarizó: algunos vieron a Lutero como un mesías, el santo del momento, otros lo vieron como un demonio y por eso se habla de reforma y contrarreforma, con lo cual se hace un esquema muy simplista que no es el más adecuado para comprender y contextualizar los hechos.
Con el tiempo, dado el libre examen que se proclamaba y se vivía, comenzó a presentarse la división de la reforma, los ataques de parte y parte, la apropiación de territorios que pertenecían a los miembros de la confesión religiosa rival, hasta llegar a las guerras religiosas que afectaron a Europa, originando así diversas confesiones cristianas no católicas, lo cual se pudo medio solucionar después de más de un siglo de luchas y de pérdidas de territorios con la paz de Westfalia, firmada en octubre de 1648, luego de la guerra de los treinta años, dividiendo religiosamente a Europa entre católicos y no católicos y dando origen al drama religioso de la modernidad.
El origen de la reforma cristiana no católica no sólo son las 95 tesis, sino también la propuesta y enseñanzas de Lutero, que se sintetizan en tres elementos fundamentales: solo bautismo, solo fe y solo Biblia, que terminan anulando la mediación de la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, en su concreción histórica e institucional y en su concreción carismática. Estos tres elementos afectan gravemente elementos fundamentales en la vivencia cristiana católica como los sacramentos en cuanto espacios de salvación, entendiendo en este aspecto tanto la Iglesia como los ritos sacramentales, la unión esencial de fe y obras y la profunda relación entre la Biblia y el Magisterio. El primer momento de la reforma protestante, o evangélica como se la conoce, fue una manifestación de rebelión que incluyó una protesta que movilizó a varios estamentos sociales de aquel entonces. Después de la rebelión y por cerca de cinco años (1517-1522) se tuvo un proceso para tratar de llegar a un punto de entendimiento, pero todo fue inútil porque finalmente se llegó a la excomunión
La actitud de la Iglesia cristiana católica fue dura, y no era para menos, porque era la actitud normal frente a todo aquel que levantara una protesta contra lo establecido. Autoridades civiles y eclesiásticas, teólogos y personas del común sintieron en lo más profundo que Lutero y sus seguidores estaban asestando un golpe mortal a la Iglesia que, a pesar de sus luces y sombras, ofrecía un camino eficaz de salvación. La respuesta de la Iglesia, que se podría llamar “reformas católicas”, es el punto final del proceso de reflexión que había comenzado hacía más de un siglo pero que aún no llegaba a feliz puerto. Entre estas reformas se pueden citar: las hermandades cristianas, los movimientos de observación y recolección en las órdenes mendicantes, el nacimiento de nuevas congregaciones religiosas, las “preocupaciones” de las altas autoridades civiles y eclesiásticas y, finalmente, el desarrollo del concilio de Trento en sus tres periodos. Este concilio, que marcó profundamente a la Iglesia, se convirtió en una obra de reforma, en un deseo para volver a la forma original, a la Iglesia del jueves santo que tiene la capacidad de lavarse los pies.
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ALBERIONE a los comunicadores Por: BEATO SANTIAGO ALBERIONE
Orden del apostolado de la edición bjeto del apostolado de la edición es la doctrina de la Iglesia, tal como lo saca de la Escritura o de la Tradición e ilustra con argumentos de razón. Pero, podemos preguntarnos, ¿no es lícito al apóstol proponer a los fieles las fuentes genuinas de la Escritura y de la Tradición? No sólo es lícito, sino necesario. Pero es necesario un orden. A la doctrina de la Iglesia corresponde la precedencia porque constituye la regla próxima de nuestra fe. Siguen la Escritura y la Tradición, que constituyen su regla remota. También aquí el apóstol debe seguir las directrices de la Iglesia a quien le ha conferido Cristo la infalibilidad del magisterio.
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Doctrina de la Iglesia Para no incurrir en el peligro de desviarse de su ideal conviene ante todo basarse en principios que ponen a la edición de apostolado en su verdadera luz: naturaleza, importancia y fin. Naturaleza del apostolado de la edición El apostolado de la edición tiene como primer y principal deber el comunicar a los fieles la doctrina de la Iglesia, haciéndose repetidor, voz y altavoz de la Iglesia, del Papa, de los obispos y del sacerdote. “Ustedes son nuestra misma voz”, decía el papa Pío XI a los publicistas, acogidos en la sede vaticana. La razón es evidente: la mayoría de los hombres no tienen la posibilidad de realizar estudios religiosos suficientes para conocer y profundizar la verdadera religión. Y Dios, que no falla nunca en las cosas necesarias para nuestro fin, proveyó a ello con la institución de la Iglesia católica, para que todos los hombres de todos los tiempos y lugares se pudieran dirigir a ella con seguridad de conocer la verdad y el bien.
hombres, ateniéndose siempre a sus normas y rechazando lo que no está conforme con sus principios y su genuina interpretación. A los estudiosos les recuerda que, para poder profundizar el sagrado texto, es necesario, además del estudio de la teología y de una segura introducción, adherirse a la Iglesia a la hora de aceptar los comentarios propuestos Sagrada Escritura o al menos aprobados por ella. Al pueblo y a El sacerdote y el fiel instruidos en la doctrina los fieles se debe proponer textos enriquecide la Iglesia están preparados para seguir su dos de comentarios no muy amplios, pero de obra de confirmación y de investigación de la índole popular, accesible a todos. verdad, es decir, el estudio de las fuentes de Sagrada Tradición la revelación: la Escritura y la Tradición, reglas remotas de nuestra fe, que contienen la ver- Además de la doctrina de la Iglesia y la Escritura, el apóstol de la edición popularice dad revelada. Precede la Sagrada Escritura, el y difunda la sagrada Tradición. Es decir, esa libro que dirigió Dios a los hombres, sus hijos, parte de la revelación que completa la Escripara invitarlos a ir al cielo, proponiéndoles las tura, y que transmite verdades que no están verdades que creer, las obras que cumplir y los contenidas en ésta se debe interpretarla de modo auténtico, como se manifiesta en el medios de gracia para llegar a él. magisterio solemne y en el magisterio ordiPuesto que no es lícita la libre interpretación nario teórico y práctico. Guiado por la Iglesia, del sagrado texto ya que Dios ha confiado a la el apóstol de la edición aclaré, confirme, apliIglesia el depósito de la verdad, la Biblia debe que y defienda con la Tradición la doctrina ser leída y estudiada según sus directrices. católica y sepa sacar de ella obras y frutos El apóstol de la edición, como hijo fiel de la que redunden en gloria de Dios y salvación Iglesia, debe dar a conocer el libro divino a los de los hombres. Los hombres, los pueblos en toda ocasión y revolución doctrinal, volviéndose a ella conocerán siempre la verdad y el camino seguro para llegar al Padre. Lo dicen las palabras de Cristo: “El que los escucha a ustedes me escucha a mí; y el que los rechaza a ustedes me rechaza a mí; y el que me rechaza a mí rechaza al que me ha enviado” (Lc 10, 16).
Carrera 46 No. 22A-90 - Barrio Quinta Paredes / Bogotá D.C - Tel.: 3682099
beato Alberione
Si desea recibir información acerca del Instituto puede comunicarse con : P. Martín Sepúlveda – Superior Provincial - provincial@sanpablo.co
Pastoral Familiar
Un aĂąo que apasione la vida religiosa Por: P. Ignacio Madera Vargas, sds
Y con ella a todos los creyentes
El AĂąo de la Vida Religiosa proclamado por el papa Francisco es una oportunidad del EspĂritu para que este estilo de vida se revitalice, se renueve, se refunde, se haga significativamente sugestivo, en este momento de la historia de la Iglesia y de la humanidad.
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esde sus inicios, en los primeros siglos del cristianismo, cuando los anacoretas y eremitas se fueron al desierto y asumieron estilos de vida totalmente alternativos a los sistemas establecidos, el objetivo central, la pasión sin igual de los primeros “consagrados” fue la pasión por Cristo y por el Reino predicado por Él. Y ello, a partir de una radicalidad que consistió primordialmente en vivir de la raíz y no de las ramas, es decir, de la adhesión sin condiciones a la persona de Jesús y su propuesta de un reinado de Dios y su justicia. El Papa exhorta a los religiosos para que la vida religiosa se “sacuda”, que se estremezca, que despierte y con serena claridad se interrogue. Que salga de los nidos que pueden ser sus instituciones, sistemas, normas y costumbres y se unte de pueblo, de sociedad, de cultura, de renovadas teologías y de gremios inaccesibles. Una Iglesia en salida como la viene proponiendo insistentemente Francisco, más fuerte en misericordia que en leyes, más valiente para entrarse en lo inaccesible o escasamente visitado, como lo ha hecho al viajar a Turquía y celebrar la fe, en profética actitud ecuménica, con la Iglesia ortodoxa, tiene en la vida religiosa el mayor filón de novedad y creativa posibilidad de nuevas presencias del Reino.
La Confederación Latinoamericana y Caribeña de Religiosos y Religiosas (CLAR) viene desde hace varios años proponiendo una vuelta a lo fundamental de este estilo de vida que ha ido dando frutos de presencias renovadas y renovadoras. Miles de religiosos, pero sobre todo de religiosas del continente, se han ido a las barriadas y los campos, a los lugares donde los pobres y los excluidos sufren la marginalidad y la violencia. Se han convertido en compañeros de los sin voz y se han constituido en su voz. No siempre comprendidos se han mantenido fieles al pueblo santo de Dios por años y años, desde la propuesta del concilio Vaticano II de renovación de la Vida Religiosa y la lectura que Medellín, Puebla, Santo Domingo y Aparecida han hecho del mismo. Este año, más que caracterizarse por una serie de eventos o celebraciones, convenciones y reuniones, debe estar señalado por dos grandes procesos que estimulen la vida de los religiosos y religiosas del continente: procesos personales de vuelta al Evangelio y propuestas institucionales de renovación de estructuras que pudieron decir mucho en el pasado pero que la realidad del envejecimiento y de la disminución del número de religiosos, señalan hacia la ineludible búsqueda de nuevos derroteros.
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Pastoral Familiar El haber disminuido en número, no sólo de religiosos y religiosas, sino también de sacerdotes, puede ser leído como una cualificación de un estilo de vida que no es para todo mundo, en tiempos de individualismo, del dominio del dinero y la pangenitalización de la existencia humana. Como ayer, la vida religiosa es hoy puntal de lanza profética que quiere dar testimonio de libertad frente al dinero, de superación de la tentación de poder como dominación y control y de capacidad de amar en libertad sin dependencias ni condicionamientos, sin apegos malsanos o violación de la santidad personal y de las otras. La invitación de este Año de la Vida Religiosa es a desarrollar la capacidad de crecer y seguir creciendo, en el presente y hacia el futuro, en la pasión por seguir a Jesús de Nazaret, el Cristo, el Señor. Y esa pasión de este estilo de vida debe ser igualmente invitación a todos los cristianos para radicalizar sus propias opciones vocacionales. Amén de aquellos laicos que han asumido los carismas y la espiritualidad de algunos fundadores y están orientando sus vidas y sus familias estimulados por la comunión de carisma y espiritualidad con una comunidad de religiosos o religiosas. La invitación es a estar apasionados. Y ello es dejarse llenar de una fuerza interna que nos desborda. La pasión es como una loca sin frenos. Estar apasionados es no tener que ver con nada más ni con nadie. Todo gira en torno a eso que nos ha cautivado el corazón y la conciencia. Por eso, cuando una mujer y un hombre se enamoran no tienen que ver con na-
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da, no les importan los defectos del ser amado, todo mundo puede hacerles ver que esa muchacha es díscola, que no sabe más que arreglarse como un maniquí, y la respuesta siempre será “pero yo la quiero”. Religiosos y religiosas, ante las posibles ambigüedades o fallas que haya podido vivir la vida religiosa en los últimos tiempos, estamos llamados a poder decir, aunque nos duela en las profundidades del alma: “Pero yo la quiero”. Ésta es la señal mayor de la existencia de una pasión por un estilo de vida. Y esto debe ser testimonio que estimule a las parejas, a los solteros, a asumir su propia vocación desde la pasión por Cristo y la construcción del Reino. Apasionarse, llenarse de ese impulso vital sin frenos ni ataduras, no es fácil, es una conquista progresiva, tenaz, de persistencia y de reafirmación de los sentidos mayores ante los sin sentidos aparentes de tantas reacciones humanas, maneras de ser y antitestimonios que debemos ver y casi palpar, incluso en nuestra propia experiencia. La pasión por Jesucristo es, entonces, la expresión de una fascinación que nos entusiasma, que nos “seduce”, que nos pone “alertas” de saber que se está dando la vida con un sentido diverso, otro, al de una religiosidad cultural que no se compromete ni realiza en la vida de cada día los ideales de fraternidad, justicia y bondad que estamos llamados a vivir como creyentes. La pasión, la fuerza interna que nos provoca el creer que Jesús es el Señor, que nos ha llamado a hacer presente el
Reino, nos lleva a no vivir en la pasividad del que no sabe para dónde va, sino en la singular voluntad de ir preguntando, escudriñando las señales de este tiempo para ser allí, testigos de la presencia salvadora de Jesucristo en la historia. Las universidades, los colegios, las clínicas y hospitales, los centros de rehabilitación de drogadictos y químico dependientes, los grupos juveniles y los movimientos de oración y sanación, las celebraciones de ritmos y cadencias inculturadas, los centros de formación laical y los procesos de inserción en los sitios de violencia y de terror. Todos esos lugares desde los cuales los religiosos y religiosas realizan su misión y gastan sus vidas, se presentan como lugares hacia los cuales todos los cristianos estamos invitados a
orientarnos, mirar para compartir con ellos la vida comprometida con Cristo y su Reino. La mejor propaganda, la única propaganda que la vida religiosa puede esperar de este año, es presentarse con un testimonio claro de compromiso con los más pobres, de comunidades fraternas, orantes, centradas en la palabra santa de los Evangelios, respirando la acción renovadora del Espíritu, descubriendo a Dios en el trabajo de cada día y señalando proféticamente los nuevos senderos que debemos transitar como personas y colectividades. Una vida religiosa que toma en serio, por su pasión por Jesucristo, las propuestas de pastoral señaladas por el magisterio latinoamericano en Aparecida, sobre todo las de
construir comunión y evangelizar a partir de procesos de construcción comunitaria y de formación de laicos y adultos que asuman su vocación bautismal como servidores de la comunión en la construcción de una Iglesia renovada, revitalizada, soñadora y viva, a pesar de su fragilidad y sus límites. Por lo anterior, sin ningún tipo de justificación de lo injustificable, la Iglesia de América Latina debe seguir contando en su interior con la fuerza impulsadora de un estilo de vida consagrada que, hoy como ayer, puede ser semilla de esperanza y testimonio para pasar por la pruebas mayores de la fe, con la esperanza firme en que las palabras de Aquel a quien seguimos, no pasarán, aunque el cielo y la tierra pasen.
NOVEDAD
CONVERSACIONES
EN EL
CAMINO
Una formación para la vida religiosa hoy Orientaciones sobre la vida consagrada. Propuesta para todo religioso o religiosa que no se resigna a vivir su experiencia pasivamente, de forma comprometida con el Evangelio y en permanente fidelidad a la persona de Jesús.
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Pastoral juvenil
“curitas” Jovenes elidad A los
d i f y n ó i c innova
Por: Polo Zapata A.
Hace tiempo, durante el sermón de un joven sacerdote, otro joven participante le dijo: “Oye cura, ¿sabes que tu profesión está condenada a desaparecer?”. Eso, además de la risa de ciertos asistentes, la extrañeza del joven cura y de algunos feligreses, nos lleva a pensar en una verdad: el modelo de sacerdocio, tal y como lo plantea la estructura eclesial, debe cambiar.
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l mundo y sus condiciones actuales se convierten para el sacerdote y su ejercicio ministerial en exigencia urgente de renovación. Más de un joven manifiesta con libertad su inconformidad con la manera de pastorear de los líderes religiosos. Más de un “curita” joven, incluso entrando en conflicto con lo “oficial”, debe buscar la innovación en sus métodos y en sus prácticas para que su ejercicio ministerial esté más acorde con los tiempos y las exigencias de la postmodernidad. Más de una comunidad católica –llámese parroquia, movimiento apostólico o agrupación laical– vibra con la novedad que “un ejercicio ministerial renovado trae a sus vidas”. La Iglesia latinoamericana, atenta a la historia, nos da en Aparecida un horizonte renovador desde la esperanza. Ya no es tiempo para la queja, para la crítica o la inoperancia. Hoy es el tiempo para ser positivos y propositivos. Es el tiempo de alentar y proponer, de entusiasmar y de sumar, es el tiempo de vivir y de dar vida, si queremos invitar a los jóvenes a ver la vida religiosa, el sacerdocio, como opción de vida, como proyecto personal. En ese contexto, y con ese referente, se debe replantear el ejercicio ministerial del presbítero. No desde situaciones reivindicativas de género, ni desde la perspectiva de la validez o no de la exigencia del celibato, pues eso acarrea el peligro de extraviarse en el camino y someterse a una aridez tal que haga olvidar a la gente, a los fieles, olvidar a tantos que requieren y necesitan un sacerdote que, por joven que sea, sepa transparentar a Jesu-
cristo, provocar encuentros con Él, y que sea vehículo idóneo para que muchos jóvenes, que sienten el llamado de la vida consagrada, comiencen a andar la senda del Señor y a construir con Cristo su Reino. Se debe replantear desde la formación coherente y profesional, que le dé las herramientas necesarias para transmitir el mensaje de salvación con “autoridad” y capacidad de juicio y misericordia.
Un elemento importante a tener en cuenta en esta renovación de actitud y pastoralidad es el saber que todo es comunicación. Siempre estamos comunicando. Nuestra vida es una comunicación continua y constante. Ninguna persona puede prescindir de la comunicación. Modos específicos se van elaborando con el paso de los siglos en el arte de la comunicación, convencionalismos comunes dan a los pueblos y a las culturas una riqueza idiomática de lenguajes, modismos, códigos, posturas, gestos que hacen de la comunicación una verdadera experiencia vital. Qué decir del lenguaje no verbal, que eleva la comunicación a niveles tan esperados y útiles, por ejemplo, un gesto, una mirada, pueden ser la mejor manera de mantener una comunicación especial en la que los códigos llevan a un nivel profundo y hasta cómplice de comunicación. El silencio también es comunicación. Cuando éste es producido por la decisión personal también se convierte en experiencia comunicativa. Quien opta por el silencio hace una fuerte declaración, comunica. El ser humano, eminentemente social y sociable, forma parte de un inmenso intercambio comunicacional. Los medios, los canales, los modos actuales hacen que ese intercambio sea más veloz e inmediato. Y en este arte de comunicar, ningún medio se queda fuera, caduca o pasa de moda. Son las acciones que debe vivenciar el joven sacerdote si quiere llamar la atención de adolescentes y jóvenes inmersos en el ruido y la saturación de la “cultura comunicacional” actual.
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Pastoral Juvenil
Siguiendo la pedagogía de Dios, hay que encarnarse en la nueva realidad para en ella revelar el rostro del Padre. Como Jesús, el presbítero, en el ejercicio ministerial, debe hacerse niño, aprendiz, para con lo aprendido convertirse en maestro.
Siempre es bueno recibir una carta, escrita de “puño y letra” o a través del correo electrónico, con colores y “emoticones” (muñequitos que dicen más que las simples palabras). Cientos de canales en el ciberespacio y la vigencia que sigue teniendo el popular locutor que desde la cabina de radio recibe las llamadas de sus oyentes y los complace. Qué decir de la telefonía celular, del Ipad o la tablet, el mundo en nuestras manos con esos “aparatitos” que nos tienen “conectados con el mundo entero” y que a pesar de letreros y sugerencias, no lo apagamos nunca para seguir “conectados”. Es el mundo de los jóvenes al que el sacerdote debe internarse para conocer su “realidad”. Nuevos formatos de lectura en los populares “audio-libros”, los ebooks, las apps, y en las no menos atractivas páginas de la web. Foros temáticos, “chats” en vivo, con audio y video, redes sociales, aulas virtuales y tantas maneras de comunicación acortan las distancias y generan lazos que ni en los más imaginativos cuentos de ciencia y ficción se nos hubieran
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ocurrido, son retos que debe afrontar el pastor, especialmente en lo que se refiere a la pastoral juvenil. Y es en este mundo, con estas herramientas, que se debe asumir el mandato de Jesús: “Vayan y anuncien el Evangelio a todas las gentes…”. Hay que anunciar el Evangelio de diversas formas y usando los diferentes medios, tomando para ello en cuenta no sólo los “nuevos areópagos” sino aprendiendo y dominando los nuevos lenguajes, los nuevos canales, las nuevas experiencias comunicacionales, para, en nombre de Jesús, seguir siendo “Buena Nueva” para las gentes de hoy. Un elemento a destacar consiste en conocer los destinatarios –en este caso los jóvenes–, su historia, su corazón, sus necesidades. No se trata sólo de conocer el nuevo lenguaje, hay que inmiscuirse en la experiencia de vida de los jóvenes, de los grupos, de las “subculturas”. Hay que saber cómo hablan, fundamentalmente de qué hablan, cuáles son sus códigos, sus referentes, su visión, sus sueños y pesadillas. Hay que conocer el mundo juvenil, con todo lo que eso significa, para dar una mirada, sin escándalo ni prejuicio, a los nuevos modelos culturales, sociales, familiares, de trabajo, de política, de moral y de
valores que se manejan hoy. Hay que, como Jesús, descender a los infiernos para redimir. Hay que anunciar a un Cristo que sigue hablando claro, que sigue moviendo corazones, que sigue resucitando muertos.
la” o hacer de las experiencias litúrgicas una “puesta en escena del mejor show”, sino de ser “nuevos pastores” para las “nuevas ovejas”. No se trata de reinventarse a sí mismo, sino de aceptar el mundo como es y utilizar los diversos recursos para llegar a ese mundo, a esas ovejas de la actualidad y ser para ellas y con ellas Iglesia de Jesucristo. Es, pues, una tarea irrenunciable, ineludible, que cada sacerdote debe realizar.
El sacerdote o religioso para ser maestro y enseñar debe convertirse en discípulo, ser un verdadero artista que, conjugando métodos y técnicas, pueda estar a la altura de sus interlocutores, los fieles y de quien lo envía, Jesús. Claro está, el mensaje en sí mismo es el trasfondo de todo, como el mandato del Señor: “…anuncien el Evangelio”. Esa buena noticia que libera, que anima, que entusiasma. Es el contenido que debe llegar, pues con él se puede provocar muchas cosas, porque tiene fuerza en sí mismo y es para quien lo escucha, como para quien lo anuncia, fuente de gracia y de santidad.
La renovación es necesaria, pero más allá de materias nuevas en seminarios y casas de formación, tiene que ver con la actitud. No se trata sólo de llenar conceptos, estructuras y modelos, de eso ya hay suficiente, se trata de buscar y provocar renovados comportamientos que hagan del ejercicio ministerial una oportunidad comunicacional y de formación de lo que en ese hombre, en ese sacerdote, produjo su encuentro con Cristo y que, a su vez, esa comunicación se convierta para quien con él se comunica en momento provocador de encuentro con el mismo Cristo, la Buena Nueva, el Evangelio vivo y operante en la actualidad.
Muchas facetas tiene la sociedad en la actualidad, nuevas y cambiantes realidades, y dejando de lado las añoranzas del pasado, los sacerdotes son llamados a “leer los signos de los tiempos” y ser para este mundo signos creíbles del Evangelio. No es ser “curas de la farándu-
NOVEDAD
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Pastoral litúrgica
La Semana Santa Por: P. Augusto Bergamini
La Cuaresma, que tiene por finalidad no sólo preparar a la Iglesia para la Pascua, sino hacerla vivir ya el misterio de la Pascua en su primera vertiente de Pasión, puede considerarse y vivirse como subida con Cristo a Jerusalén para coparticipar con Él su Misterio pascual. En los textos bíblicos de este tiempo litúrgico aparece muchas veces este aspecto fascinante.
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r a Jerusalén” para Jesús no consiste sólo en una peregrinación a la Ciudad santa, sino que reviste un significado mesiánico y teológico que todos los evangelistas destacan con diversos acentos. Jesús va a Jerusalén para cumplir allí la voluntad del Padre. En Jerusalén sucederá el encuentro decisivo entre Jesús y el sanedrín, ya incapaz de abrirse al Evangelio, porque ha quedado enceguecido por el formalismo religioso y por la pasión. Por esto se decidirá a “quitar de en medio a Jesús” (cf. Jn 11, 53).
"I
A partir de la IV semana los textos evangélicos se toman de Juan que narran el enfrentamiento que desembocará en la condena de Cristo a la cruz. Los apóstoles tienen dificultad para comprender el significado de este acontecimiento, anunciado con frecuencia por Jesús, porque carecen del “sentido de Dios”. Están enfermos del mesianismo terreno y piensan en los primeros puestos en el Reino. Jesús, durante el viaje a Jerusalén los va iniciando gradualmente en el misterio de la cruz con la enseñanza y con la experiencia de la transfiguración. Su palabra ilumina el significado del acontecimiento, la transfiguración anticipa la experiencia pascual.
También para la comunidad cristiana la Cuaresma debe constituir una peregrinación hacia Jerusalén, es decir, hacia la muerte y la resurrección de Cristo. La Cuaresma, es un nuevo éxodo, un retorno del exilio hacia la Pascua de Cristo que nos edifica como Iglesia. Siguiendo este itinerario se llega con una fe más ilustrada a la Semana Santa o “gran semana”. Son días en los que la liturgia sigue paso a paso los últimos acontecimientos de la vida terrena de Jesús. Como dice Pablo VI: “Si hay una liturgia que debería encontrarnos comprometidos, atentos y unidos para una participación más plena, digna, piadosa y amorosa, es la de la gran semana. Por una razón clara: el Misterio pascual, que encuentra en la Semana Santa su más alta y conmovedora celebración, no es simplemente un momento del año litúrgico, es la fuente de todas las demás celebraciones del año litúrgico, porque todas se refieren al misterio de nuestra redención, es decir, al Misterio pascual” (“Discurso del miércoles”. En: Encicliche e discorsi, p. 368). En cuanto a la historia de la formación de la “gran semana”, M. Metzger hace una observación: “...ante los fragmentos que se han recogido, la literatura cristiana de los tres primeros siglos contiene varias reflexiones relativas a la fiesta pascual, pero raramente bajo el aspecto propiamente litúrgico. Esta paradoja se explica fácilmente: se trata con frecuencia de una literatura de controversias, que se desarrolló en torno a cuestiones discutidas, en este caso, respecto a la fecha de Pascua y a las prácticas judías, o también respecto al ayuno, a su duración y al momento en que debía terminar. En cambio, la organización de la celebración misma no parece haber suscitado controversias” (“La formazione della ‘grande settimana’”. En: RL 5/1989, p. 512). Metzger llega, por tanto, a las siguientes conclusiones: abril / junio - 2015 - Vida pastoral no 158
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Pastoral Litúrgica
1. “En esta época las Iglesias or-
ganizan su liturgia de manera autónoma; de aquí la gran variedad de prácticas.
2. Los testimonios de Eteria, de las Constituciones apostólicas y de la Didascalia concuerdan que en Jerusalén son particularmente desarrolladas por motivo de la presencia de los monjes y peregrinos que se unen a la comunidad local ‘catedralicia’.
3. La
alabanza semanal del domingo en la mañana, en las Constituciones apostólicas y en la narración de Eteria, es una celebración de la Resurrección. El ritual de las sinaxis cotidianas de la gran semana no es muy diferente al de los otros días. La Iglesia de Jerusalén añadió al ceremonial un rito propio, con motivo de su situación privilegiada: la veneración de la cruz.
4. En el ceremonial de la gran se-
mana el mismo Triduo no está todavía muy destacado: es la Vigilia pascual la que forma la cima del conjunto ritual, sin que
En el Medioevo la Semana Santa se llamaba “semana dolorosa” por el acento puesto en el aspecto de la victoria lograda por el Señor sobre la muerte.
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por ello sea una forma excepcional de sinaxis litúrgica, ya que la celebración semanal de la vigilia dominical es todavía una práctica común.
5. En la cronología de la Pasión
se notan diferencias importantes en cuanto a los evangelios: ciertas modificaciones fueron introducidas por motivos apologéticos, una, para disociar las fechas de las celebraciones cristianas respecto a las judías, otra, para excluir a Judas de la narración de la Cena, poniendo el anuncio de su traición en el marco de otra comida.
6. En estos documentos, la liturgia
de la gran semana integró poco o casi nada los ritos particulares que se conocen. Es de notar que se trata de rituales desarrollados al margen de la gran semana, que después fueron integrados en su celebración, como en el ámbito que les era más apropiado: primero los rituales de la iniciación cristiana, después de la reconciliación de los penitentes y las bendiciones de los óleos” (Ibíd., pp. 527-528).
Historia de los ritos del Domingo de Ramos y del Jueves santo La Cuaresma se concluye con la Semana Santa. Según la narración de Eterea en su Itinerarium, en Jerusalén era donde mejor se podía seguir el desarrollo histórico de los acontecimientos de la Pascua del Señor, en el siglo IV se encuentra desarrollada una rica liturgia. Aunque el Misterio pascual era celebrado entero e indiviso, sin embargo, cada día se dedicaba a uno de sus aspectos particulares. Siguiendo el ejemplo de Jerusalén, la liturgia occidental integró toda una serie de celebraciones que fue llamada “Semana Santa”. Esta liturgia no se conservó exenta de ser entendida como un drama para representar, con lo cual perdió relieve su carácter sacramental y mistérico. La tendencia a la visión anecdótica tuvo un amplio influjo, sobre todo en el alma popular, influjo que en muchas partes todavía perdura.
a) Hacia el año 400 en Jerusalén se reconstruyó en
to. Ese día son liberados y van a postrarse en la puerta de la Iglesia. El diácono se vuelve al obispo para pedirle la reconciliación para ellos. El obispo les dirige una amonestación. Siguen tres oraciones de reconciliación (cf. Sacramentario gelasiano, nn. 78-83 y 349-374).
Esta procesión encontró un éxito excepcional. En Oriente todo el domingo se dedicaba a celebrar únicamente la entrada de Jesús en Jerusalén. En Roma, en cambio, el domingo precedente a las Pascua se caracterizó por el recuerdo de la Pasión con la correspondiente lectura del texto evangélico. De ello son prueba los diecinueve Sermones sobre la Pasión del papa san León Magno. Solamente hacia los siglos VII y VIII se encuentra el título de “Domingo de Ramos”. La procesión de los ramos se volvió costumbre romana solamente en el siglo XI; esto se deduce del Pontifical romano-germánico (compilación de san Albano de Maguncia, siglo X).
En el siglo X el Pontifical romano-germánico retomará el ritual gelasiano haciéndolo más solemne y expresivo. Más tarde, a finales del siglo XIII, Guillaume Durand, obispo de Mende, compuso un pontifical y escribió un ritual de reconciliación que lo usarán los pontificales sucesivos. El Pontifical moderno conserva aquel ritual hasta la reforma del concilio Vaticano II. Hay que recordar que desde el siglo VII al VIII, a causa de la disciplina penitencial canónica severa, se había ido introduciendo la acusación individual con la absolución inmediata. Sólo después se cumplía la penitencia. Esta práctica terminó por imponerse, cambiando también el nombre del sacramento que comenzó a llamarse “confesión”. Con el Vaticano II se reintroduce la celebración comunitaria de la Penitencia pero con una disciplina bien diferente respecto a la antigua.
forma más precisa la entrada de Jesús en Jerusalén como apertura de los ritos de la gran semana. La peregrina Eterea da una minuciosa descripción de ella en su Itinerarium.
En la segunda mitad del siglo VII el título de “Domingo de Pasión” se adaptó para el quinto domingo de Cuaresma, antes llamado “Domingo de Lázaro”. La reforma del Vaticano II devolvió al sexto domingo de Cuaresma su carácter original de “Domingo de Pasión” conservando también la conmemoración de la entrada de Jesús en Jerusalén.
b) En Semana Santa, en la mañana del Jueves santo,
tenía lugar la reconciliación de los penitentes. Después de la severa y larga observancia penitencial que conllevaba la exclusión incluso de la Eucaristía (la excomunión), los pecadores cumplían con la Cuaresma la última etapa de su camino de conversión que se concluía en la mañana de este día.
El Sacramentario gelasiano presenta un ritual de reconciliación que contiene bellísimos formularios, con el siguiente esquema: el Miércoles de Ceniza, antes de la misa, el obispo recibe a los penitentes. Les impone el cilicio. Siguen algunas oraciones. Finalmente los penitentes son despedidos y recluidos hasta el Jueves san-
c) En Jueves santo se tenía también la consagración de los santos óleos. El origen de la bendición de los óleos y del crisma es romano.
La misa de los óleos no tenía liturgia de la Palabra y no se sabe la razón de esto. Antes de la reforma del papa Pío XII, en 1955, la bendición de los óleos y del crisma se hacia fuera de la misa. La reforma del Vaticano II en los nn. 11-12 de las Premisas del rito dice: “En conformidad con la tradición latina, la bendición del óleo de los enfermos se hace antes de la conclusión de la Plegaria eucarística; la bendición del óleo de los catecúmenos y del crisma se hace después de la comunión. Se permite, por razones pastorales, realizar todo el rito de bendición después de la liturgia de la Palabra, pero conservando el orden indicado en el rito mismo”. Tomado de: Cristo, fiesta de la Iglesia, pp. 307-312.
Pastoral de la catequesis
La
Por: P. Martín Sepúlveda, ssp
catequesis
en américa
latina
Tanto a nivel mundial como continental la catequesis ha sido objeto de reflexión en la Iglesia, ¡también en Latinoamérica se ha hecho un esfuerzo para encontrar caminos de renovación en la catequesis!
Primeros esfuerzos de renovación Con el concilio Vaticano II, la orden era: ¡renovación! La catequesis sintió el llamado y salió al frente, y atrajo tras de sí a toda la Iglesia. Aprendió con la sociedad a hablar el lenguaje del pueblo y con algunos movimientos eclesiales a abrir más espacio a la experiencia de fe del catequizando. Hoy forman parte del método de la catequesis las principales conquistas de las ciencias bíblico-teológicas, de la pedagogía, de la psicología del aprendizaje y de las ciencias sociales. Sin embargo, aún es un reto para los párrocos y agentes de pastoral profundizar en el tema de la catequesis pues muy a menudo se limita la catequesis a la preparación de los niños a la primera comunión y a la confirmación y hay gran satisfacción por los 80 o 100 niños que reciben los sacramentos, olvidando todas las demás dimensiones de la catequesis. 22
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El movimiento bíblico En los años 60 y 70 la Biblia llegaba finalmente a las manos del pueblo gracias al amor de éste por la Palabra de Dios, al incentivo de la Iglesia y al esfuerzo de muchos estudiosos. Comenzaron a surgir innumerables grupos de estudio, escuelas bíblico-catequéticas y círculos bíblicos por todo el continente. Con la Biblia en la mano, las personas comenzaron a reconocerse como Pueblo de Dios. Había llegado el tiempo del estudio bíblico: ¡la Palabra de Dios llega al corazón y transforma la realidad del pueblo!
Hacia una catequesis renovada Un capítulo aparte merecen las cinco conferencias generales del episcopado latinoamericano y del Caribe realizadas en el medio siglo transcurrido entre 1955 y 2007. Todas ellas han mirado con gran responsabilidad el tema de la catequesis. Obviamente influyó en esta reflexión catequética el magisterio catequético universal, especialmente el concilio Vaticano II y otros documentos pontificios. En la primera conferencia general del episcopado en Río de Janeiro (Brasil), en 1955, se apreciaba más una catequesis a la defensiva y conquistadora. Se veía como un problema eclesial la falta de sacerdotes y se llamó en su ayuda a religiosos no sacerdotes, a las religiosas y a algunos seglares generosos, pero no existía como tal una teología del laicado, de la misión y de la catequesis. Por ejemplo, se pedía “aprovechar en
defensa de la fe” la arraigada, intensa y filial piedad mariana (n. 80b); formar la conciencia de fidelidad a la Iglesia y “defender la fe de los hijos” mediante la educación católica (n. 81), instruir a los catequistas para la “defensa y propagación de la fe” (n. 83b). En la conferencia de Medellín (1968) la catequesis ya asume unos aspectos fundamentales: que sea situacional (responda al contexto histórico en que se vive), evangelizadora, liberadora y encarnada. El documento de catequesis (n. 8) se benefició de la Semana Internacional de Catequesis realizada en esa misma ciudad del 11 al 18 de agosto de ese mismo año. Ante todo se habla de una catequesis situacional que tenga en cuenta “las situaciones históricas y las aspiraciones auténticamente humanas”. Es decir, no es sólo transmitir una doctrina sino acudir a la realidad que puede dar el enfoque mismo de la catequesis y ello puede diversificar el contenido (n. 8, 8).
También propone una catequesis “evangelizadora” que no presupone la fe y busca sólo conservarla sino que impulsa a una auténtica “evangelización de los bautizados” (no. 17). En Medellín se empieza a proponer la organización de la catequesis a nivel nacional y diocesano con personal especializado para la misma, manteniendo un trabajo de reflexión y evaluación. Es decir, la catequesis entraba en otra dinámica de trabajo.
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Pastoral de la catequesis
El gran cambio catequético de Río a Medellín consiste en superar la concepción del catecismo como la instrucción sobre una doctrina ya fija dirigida principalmente a niños, en un sistema escolar y mediante el catecismo verbalista, para mirar también al adulto (n. 17), a la comunidad y a la Biblia. La tercera conferencia se realizó en Puebla (México) y allí se capta una catequesis profética. En ella influyó la Evangelii nuntiandi de Pablo VI, que situó la catequesis dentro del amplio proceso de evangelización. La afirmación “la catequesis debe iluminar con la Palabra de Dios las situaciones humanas y los acontecimientos de la vida para hacer descubrir en ellos la presencia o la ausencia de Dios” (n. 997) marca el carácter profético de la catequesis, además de retomar la propuesta de una catequesis “situacional” o “existencial” de la conferencia de Medellín. Puebla pide entender la catequesis como “un proceso de conversión y crecimiento permanente y progresivo de la fe” (nn. 998; 1007), lo cual supera la simple transmisión de nociones. Los obispos allí reunidos pidieron “una catequesis nueva, no sólo en su metodología y en el uso de los medios modernos, sino también en la presentación del contenido, orientado vigorosamente a introducir en la vida motivaciones evangélicas” (n. 100).
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La Cuarta conferencia general, en el año 1992, en Santo Domingo, contaba con la aportación de la Catechesi tradendae (1979). Allí no se dedicó un capítulo especial a la catequesis sino que toda la reflexión, en general, también influía en ella. Por tanto, la catequesis propuesta allí es también evangelizadora, misionera, kerygmática, además de transformadora, liberadora e inculturada. La reflexión del n. 41 nos puede ayudar en nuestra visión sobre la catequesis:
“(la catequesis) …muchas veces llega en forma superficial, incompleta en cuanto a sus contenidos, o puramente intelectual, sin fuerza para transformar la vida de las personas y sus ambientes”; el n. 232 complementa “(con una) deficiente presentación del magisterio moral de la Iglesia”. Por eso, se pide una “catequesis kerygmática y misionera… para iluminar desde la Palabra de Dios la propia realidad personal, comunitaria y social” (n. 49). Y llegamos a la Quinta conferencia general del episcopado de América Latina celebrada en Aparecida (Brasil) en el año 2007. Allí se da continuidad y, a la vez, se retoma el camino de renovación y evangelización de la Iglesia latinoamericana. Esta conferencia de Aparecida fue un gran acontecimiento catequético y, así como las demás conferencias, estuvo precedida e iluminada por la III Semana Latinoamericana de Catequesis realizada en mayo de 2006.
Para el momento que vive la Iglesia y la sociedad, este documento propone un sistema catequético: “El proceso catequístico formativo… para la iniciación cristiana sea asumido en todo el Continente como la manera ordinaria e indispensable de introducir en la vida cristiana, y como la catequesis básica y fundamental” (n. 294). Este sistema propone ocho componentes: 1. Metas: a) personal: formar discípulos y misioneros (nn. 14, 297); b) social: para que nuestros pueblos en Él tengan vida (n. 384). 2. Etapas: a) un kerigma misionero que lleve al encuentro personal con Cristo (nn. 289; 278); b) la iniciación plena al misterio como “catequesis mistagógica” (n. 290). 3. Destinatarios: los adultos bautizados no suficientemente evangelizados (n. 168); los niños bautizados y los no bautizados que escuchando el kerigma quieren abrazar la fe (n. 293). 4. Lugares para “formar discípulos” antes que lugares para “hacer catequesis”: a) la familia, especialmente mediante la catequesis familiar (nn. 302, 303); b) la parroquia renovada (nn. 170; 226), y las pequeñas comunidades (n. 180); c) la escuela católica y no confesional (n. 330). 5. Agentes: a) el obispo (n. 281); b) el personal laico, especialmente los catequistas (n. 211). 6. Condiciones comunicativas: a) el encuentro con Jesucristo (n. 6.2); b) el acompañamiento espiritual y pastoral (n. 282). 7. Contenido: la Palabra de Dios que es Jesucristo, atestiguado en la Escritura y en la Tradición (n. 299). Ello nos recuerda estas dimensiones: ser-saber-y saber hacer. 8. Resultados esperados: a) la renovación misionera para comunicar vida en el propio territorio (nn. 167; 169; 370); b) la misión transformadora de la sociedad hacia estructuras más justas (n. 385).
DESAFÍOS PASTORALES SOBRE LA FAMILIA EN EL CONTEXTO DE LA EVANGELIZACIÓN SÍNODO DE LOS OBISPOS
Así Aparecida propone un completo sistema catequético que busca que “nuestros pueblos en Él tengan vida”. Es importante conocer la reflexión de la Iglesia en América Latina sobre la catequesis a lo largo de estos casi 60 años. Y esto se logra con el conocimiento de cada uno de los documentos conclusivos de las cinco conferencias que se han realizado. A este propósito el año pasado el Celam, la Editorial San Pablo y Paulinas publicaron el compendio de estas cinco conferencias que pueden ser de gran utilidad para la reflexión y el trabajo catequético.
El sínodo es un espacio protegido para que el Espíritu Santo pueda actuar. Es una confrontación entre los obispos que se ha dado después de un largo trabajo de preparación para el bien de las familias, de la Iglesia y de la sociedad.
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Actualidad
una
Pastoral de la
ecología
os autores de la Biblia frecuentemente comparan la relación entre Dios y el pueblo elegido con la imagen del matrimonio. Sobre todo los grandes profetas: Isaías, Ezequiel, Oseas, san Pablo en su Carta a los Efesios y el autor del Apocalipsis, toman el matrimonio como símbolo de la Alianza.
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Por: Alfonso Messner
Quisiera tomar esta imagen de amor y fidelidad como símbolo de la relación entre Dios y su creación. Dios contrae matrimonio con su creación. Él es el sublime esposo y su creación la esposa tan noble. Es el Padre creador, la Tierra la madre y nosotros, junto con todo lo que nace de la tierra, somos sus hijos, frutos de este precioso matrimonio. Nuestra condición de hijos nos permite conocer cómo tenemos que llevarnos con el Padre creador y la madre Tierra: con cariño, ternura, respeto, con muchos cuidados y muy agradecidos...
Pero la historia nos hace ver otro comportamiento hacia el Padre Dios y la madre Tierra. Del Padre hemos hecho un Dios que aprueba la explotación, que cumple con la voluntad del ser humano, que, en fin, justifica cualquier tipo de injusticia, que permite la muerte de muchas personas a causa del hambre o la violencia. Un Dios que bendice las armas y químicos que matan a los que reclaman su justo derecho de vivir de manera honrada, pacífica y tranquila. Esta visión de Dios, también en América Latina ha permitido la extinción de pueblos enteros y la destrucción de culturas y creencias como la que nos habló del Gran Espíritu Creador del universo. En una palabra, a Dios lo hemos hecho a imagen del hombre egoísta, un Dios de la muerte. Así mismo, hemos degradado a nuestra madre Tierra: ha sido esclavizada, hecha producto que se puede vender, comprar, explotar y robar. La hemos quitado hasta el derecho de poder descansar (cf. Lv 25, 1-23).
El
DIOS IMPOTENTE
¿Cómo armonizar la afirmación de un Dios todopoderoso con la realidad del sufrimiento y del mal, salvaguardando la autonomía del ser humano y del mundo?
La madre Tierra ha sido reducida a una prostituta, la hemos desnudado y lo seguimos haciendo, quitando su manto verde y precioso con la deforestación y tala de bosques en todo el mundo. La consideramos incluso como basurero donde botar todos los desperdicios venenosos que llegan del norte hacia el sur del planeta. De nuestra madre Tierra hemos hecho una víctima al envenenarla con pesticidas, fungicidas, herbicidas… La lastimamos a través de las armas químicas, contaminando el agua, el aire y el suelo.
Tiempo de actuar Es Tiempo de que la humanidad haga una reflexión seria sobre la actual situación de la creación y más aún que cambie su actitud frente al problema.
Reconciliación con la creación Primero hay que reconciliarse con el Padre Dios y tomarlo en serio como Padre creador que quiere la vida de todas sus criaturas; tomarlo en serio como el Gran Espíritu Sabio, hacedor de lo que nos rodea, ponerlo en su justo lugar. Luego reconciliarse con la madre Tierra, pedirle perdón y tomar un rumbo que lleve a ser verdaderos hijos, criados y amados por este sublime matrimonio entre Dios y la creación.
Signos de esperanza No basta con pedir disculpas, hay que actuar para llevar esperanza a toda la creación. Casi en todos los países la educación y la política se concentran alrededor del me-
PAULO ROBERTO GOMES
Miembro de la Congregación de los Misioneros del Sagrado Corazón, es bachiller y licenciado en Filosofía de la PUC-Minas, Posgraduado en Ciencias de la PUC-Río. Es profesor y director del Instituto Santo Tomás de Aquino (BH).
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Actualidad dio ambiente, tomando conciencia de esta realidad y fomentando de forma notable su cuidado y protección. Organismos e instituciones internacionales denuncian con responsabilidad los desastres ecológicos que están causando empresas y compañías multinacionales en el planeta. En América Latina se ha dado también este despertar ecológico, sobre todo de parte de la Iglesia católica. Las Conferencias Episcopales llaman la atención a los “párrocos y la comunidad en general”, para que fomenten una pastoral que se desarrolle en torno al ser humano y la naturaleza. El problema ecológico es complejo y va mucho más allá una simple relación de la persona con el medio ambiente o la protección de los grandes espacios naturales, tiene que ver con el trabajo, el bien común y la defensa de los derechos más fundamentales de la persona: su dignidad, su libertad y su propia vida. El tema ecológico no puede desvincularse de cuanto atañe a la solidaridad universal, al equilibrio entre desarrollo económico y progreso humano, cultural, educativo y
social. El bienestar del hombre depende no sólo de la solución de problemas medioambientales, sino de la consecución de una personalidad completa, íntegra, madura… (cf. Sollicitudo rei socialis 26). El pensamiento teológico, el Magisterio de la Iglesia, los programas pastorales y el compromiso cristiano, no pueden ser ajenos e indiferentes a los temas ecológicos, pues es parte de su responsabilidad evangelizadora. La creación entera quiso Dios ponerla en manos del hombre (Gn 1, 28) y san Pablo dice que todo ha sido creado en Cristo y para Cristo (Col 1, 16). Esta es la más importante razón cristiana, y la que nos mantiene alerta ante todo lo que afecta a la dignidad y bienestar de la persona, como el valor más apreciado e incuestionable de la creación. En el Mensaje para la jornada de la Paz de 1990, Juan Pablo II decía que “la cuestión ecológica demanda
la responsabilidad de todos, pues sus efectos indican la necesidad de esfuerzos comunes, a fin de establecer los respectivos deberes y los compromisos de cada uno: de los pueblos, de los Estados y de la Comunidad internacional. (…) es importante prestar atención a lo que nos revelan la tierra y la atmósfera: en el universo existe un orden que debe respetarse; la persona humana, dotada de la posibilidad de libre elección, tiene una grave responsabilidad en la conservación de este orden, incluso con miras al bienestar de las futuras generaciones. Mientras no se pase de un parcial y fragmentada a una ecología íntegra y completa, en la que el bien del hombre sea el primero y más importante de los objetivos y, al mismo tiempo, el verdadero protagonista de su desarrollo, las posibilidades de llegar a un ambiente digno y sano para todos y en todo, parecen, más que distantes, imposibles. Se necesita una ecología completa: intelectual, honesta en la razón y el pensamiento; moral, asumiendo principios objetivos, con normas y derechos, naturales y legales, que obligan en conciencia; trascendente, amparada en la luz de una fe madura y razonada y asumiendo unos principios que les son propios. No cabe el divorcio sino la integración. La ecología no puede ser únicamente una cuestión académica pluridisciplinar, sino una actitud, con los comportamientos acordes con esa unidad incuestionable que componen el mundo, la persona y Dios como un todo, como una familia donde Dios es el Padre creador, la Tierra es la buena madre y nosotros somos los hijos, responsables de amar, proteger y respetar la creación.
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Guías
Homiléticas P. William Gerardo
Segura Sánchez Del Evangelio según san Juan
5 de Abril DOMINGO DE PASCUA Hch 10, 34a.37-43 / Sal 117 / Col 3, 1-4 / Jn 20, 1-9
El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro (…) y vio que la piedra la habían retirado del sepulcro. Entonces se fue corriendo a donde Simón Pedro y a donde el otro discípulo, al que Jesús tanto amaba, y les dijo: “¡Se llevaron del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo pusieron!”.
Palabra del Señor
ESCRITURA Y COMPRENSIÓN DEL MISTERIO PASCUAL
L
a Pascua, centrada en el testimonio de las Escrituras, permite al creyente, al bautizado, profundizar mistagógicamente en el misterio de Cristo y del hombre. Somos, pues, llamados a vivir la resurrección andando en una vida nueva.
El testimonio de haberse encontrado con Cristo La liturgia, al comienzo del tiempo pascual, invita a profundizar de forma mistagógica el misterio celebrado en comunidad en la noche de la Vigilia pascual y la renovación de las promesas bautismales. La palabra clave es el “testimonio”. Los apóstoles son testigos veraces de la resurrección por haber comido y bebido con Él después de que resucitó de entre los muertos. El testigo es quien afirma haber presenciado un hecho y da testimonio del mismo ante los demás. En la Biblia el testigo da testimonio del poder de Dios incluso con su vida. Los apóstoles atestiguan que la fe en Jesucristo es razonada y respaldada por el testimonio de las Escrituras. Ellos dan testimonio de la resurrección de Cristo, y lo hacen acudiendo a la experiencia vivida con Él desde que la cosa comenzó en Galilea. El Jesús que testifican es el mismo que hizo el bien, que padeció a manos de las autoridades religiosas, pero que ahora está vivo y ellos lo han visto comer y beber.
Por el bautismo somos con-resucitados con Cristo La acción salvífica de la Pascua alcanza a todos los que por la fe han aceptado a Jesucristo como Señor y han renacido por el bautismo. Por eso Pablo recuerda a los de Colosas que ahora que han resucitado con Cristo deben buscar los bienes de arriba, es decir, reorientar su corazón en la dirección del Señor resucitado, al lugar donde Él se encuentra, donde
tiene su morada y donde esperamos todos participar de la gloria de Dios. Esta bienaventuranza, que de momento permanece escondida y misteriosa, dice Pablo, un día se revelará en plenitud. El texto griego dice que los bautizados fueron “con-resucitados” con Cristo, se trata, pues, de una profunda experiencia que pone en relación con la totalidad del misterio pascual de Cristo al creyente. El ser humano sumergido en las aguas, renace como criatura nueva a una vida que, siendo parte del mundo, busca alcanzar los bienes de “arriba”. Se trata de andar en vida nueva, en la novedad de la luz y del Evangelio, envueltos en el misterio redentor (cf. Rm 6).
La Escritura lo había anunciado y se cumplió La resurrección no es una simple reanimación del cuerpo, sino el triunfo total sobre la muerte (cf. Rm 6). Resucitar es participar de la vida de Dios en plenitud, más allá de toda limitación. Cristo derrota a la muerte y aleja así el temor del ser humano, pues la oscuridad del primer día da paso a la luz de la vida. Las Escrituras dan fe de que así había sido anunciado; el credo de la Iglesia confiesa la aniquilación de todo mal y toda maldad. Para los apóstoles la Palabra de la Escritura es el fundamento de su predicación; para Pablo lo es la realidad del bautismo y para Juan la certeza de que la Palabra de Dios tiene poder para realizar lo que dice. Lo que aconteció a Jesús es anticipo de lo que sucederá al cuerpo del creyente que, por el bautismo, ha sido injertado (com-plantado: Rm 6) en el misterio de Cristo. Por eso para el creyente su vida está llamada a configurarse a la de Cristo y a profesar o creer que Él lo ha dicho y lo ha hecho, pero que también lo hará al final del camino. abril / junio - 2015- Vida pastoral no 158
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Guías homiléticas 12 de Abril II DOMINGO DE PASCUA – DIVINA MISERICORDIA Hch 4, 32-35 / Sal 117 / 1Jn 5, 1-6 / Jn 20, 19-31 Del Evangelio según san Juan Jesús se colocó en medio de ellos y les dijo: “¡Les traigo la paz!”. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. “…Así como el Padre me envío, los envío yo a ustedes”. Enseguida sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo. A quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados…” (cf. Jn 20, 19-31).
Palabra del Señor
A LA ESCUCHA COMUNITARIA DE LA PALABRA
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a comunidad es el lugar privilegiado para hacer experiencia de la solidaridad, de la fraternidad y de la victoria de Cristo sobre el mal y la muerte. Al escuchar la Palabra abramos el corazón a la voz de Dios y la de los que necesitan del testimonio para creer.
Solidaridad y fraternidad pascual “Tenían un solo corazón y una sola alma”. Con esta doble expresión el autor de Hechos transmite la idea de comunidad que surge en torno a la resurrección, que ya presente en Deuteronomio 6, 4-5 como la oración que se recitaba diariamente y que exigía el amor a Dios. En la comunidad los creyentes –con todo su corazón, su alma y sus fuerzas– buscan la gloria de Dios bajo la guía del Espíritu de Jesús a través del servicio. El trasfondo de la primera lectura es el sentido de la solidaridad y de la fraternidad hacia el hermano como resultado de una comunidad de fe en el Resucitado. Dicho de otro modo, quien ama a Dios, ama también a su hermano, y da a cada quien lo que necesita. “Todo” pertenece a la comunidad y está a su servicio, pues cada uno cuida y valora lo del otro como si fuera propio (cf. Flp 2, 1-4). Es de notar que cada miembro de la comunidad ponía confiadamente a los pies de los apóstoles sus bienes materiales para que ellos lo repartieran, práctica que sería necesario revivir hoy para una justa repartición a todos.
El creyente en Jesús vive para vencer El autor de la Primera carta de Juan habla de “vencer”, que en el texto griego tiene la connotación de victoria el triunfo del bien sobre el mal escatológica, es decir, el triunfo del bien sobre el mal al final de los tiempos. En efecto, Cristo ha vencido al mundo con su sangre, y lo hace constantemen-
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te por sus sacramentos, predicación y anuncio del misterio pascual. En el texto de hoy sobresalen varios verbos: creer, nacer, amar, cumplir, vencer y manifestar. El núcleo está en el “vencer” que va ligado a “creer”, pues la fe misma es vencer, es victoria sobre el mundo. El que cree en Jesús y ama como Él está en el ámbito de los vencedores, de la victoria sobre la muerte. La victoria obtenida por Cristo es de tal magnitud que, como Pablo, se puede hablar de ser “más que vencedores” gracias a la obra amorosa del Señor (Rm 8, 37). No se trata de una victoria en sentido moral, sino como don divino, como gracia, aun cuando esté relacionada con la victoria sobre las pasiones interiores y los ataques venidos del exterior.
El Resucitado se experimenta en medio de la liturgia El texto de Juan habla de lo acontecido ocho días después de la resurrección. Los discípulos siguen reunidos a puertas cerradas, pero ya no se habla del miedo. El texto versa sobre Tomás, hombre que no cree a la comunidad, quiere hacer la experiencia de fe pero bajo sus condiciones. Su presencia en la reunión cultual hará posible la experiencia pascual, pues para Juan la Pascua se da en comunidad y en el servicio divino, no se trata pues de una experiencia privada. Es necesario experimentar la Pascua en el contexto de la celebración litúrgica de la comunidad, pues el Resucitado se da a conocer en ese ámbito. El papa Francisco dice que el encuentro con Cristo “siempre necesita una adecuada ambientación y una atractiva motivación, el uso de símbolos elocuentes, su inserción en un amplio proceso de crecimiento y la integración de todas las dimensiones de la persona en un camino comunitario de escucha y de respuesta” (EG 166). La vivencia de la Pascua se da en un contexto comunitario del misterio celebrado.
19 de Abril III DOMINGO DE PASCUA Hch 3, 13-15.17-19 / Sal 4 / 1Jn 2, 1-5a / Lc 24, 35-48 Del Evangelio según san Lucas Entonces les abrió el entendimiento para que entendieran las Escrituras y les dijo: “La Escritura dice que el Mesías debía sufrir la muerte y resucitar al tercer día, y que en su nombre se hará en todo el mundo un llamado al arrepentimiento para obtener el perdón de los pecados…” (cf. Lc 24, 35-48).
Palabra del Señor
LA PALABRA ESTÁ VIVA, ES EL RESUCITADO
C
on la escucha de la Palabra y la fracción del Pan, la liturgia invita a profundizar el misterio acontecido en la vida de Jesús, para descubrir que detrás de los hechos acontecidos está siempre la voluntad salvífica de Dios que ofrece, por la fe, la vida al mundo.
La Palabra de vida ha resucitado El evento de la Pascua tiene consecuencias extraordinarias para la vida de la comunidad, que debe aprender a actuar al modo como Dios ha actuado, perdonando la ignorancia y glorificando a Jesús. El libro de Hechos presenta la decidida predicación de Pedro ante el pueblo sobre la resurrección de Jesús por parte del Dios de Israel, de la historia y de los patriarcas. Pedro deja claro que la resurrección de Jesús es la “protesta” de Dios contra toda injusticia practicada por los seres humanos, aun cuando sabe que el pueblo ha actuado por ignorancia al colgar a Jesús de la cruz y pedir el indulto de un asesino, por eso Él lo resucita de entre los muertos como signo de justicia. La ignorancia del pueblo está en relación con el texto de Lucas 23, 34 donde ya Jesús había pedido perdón por los que no saben lo que hacen. La comunidad reunida en torno al Resucitado ha de saber que, a pesar de todos los males que aquejan al mundo, Dios conserva la vida de los suyos como lo hizo con la de Jesús. La injusticia y la maldad nunca tendrán la última palabra.
Liberados del pecado por Jesús El autor de la Carta de Juan invita a una confianza impresionante: en Cristo la comunidad tiene la víctima propiciatoria por los pecados personales y los del mundo. Él nos ha liberado de la esclavitud del pecado, pero como miembros de su cuerpo hemos de trabajar para hacer frente al pecado y llevar la vida que brota del bautismo. El texto quie-
re también ayudarnos a descubrir el nuevo rostro de Dios en Cristo que purifica, es abogado intercesor ante el Padre y es víctima propiciatoria. La palabra griega para propiciación expresa la “expiación cúltica y el perdón divino” hechos por Cristo que en su acción bondadosa remueve la culpa personal y del mundo, dando al creyente la seguridad de salir victorioso en el juicio y la victoria sobre el pecado. La obra de Jesús elimina el pecado y genera como respuesta en el creyente el amor; por eso éste no puede pecar, y si lo hace, puede volver a Jesús como su víctima propiciatoria. La obra total de redención de Jesús da la libertad.
Jesús abre la inteligencia para comprender A la hora de leer un texto bíblico sentimos la necesidad de “alguien” que aclare lo que el autor y el Espíritu Santo querían decir a través de la narración. El plan de Dios, su voluntad salvífica en la vida y obra de Jesús, necesita ser interpretada para ser comprendida. En el texto de “los discípulos de Emaús” Jesús cumple su función de Maestro al explicar a éstos la revelación de la voluntad del Padre y su plan de salvación consignado en la Sagrada Escritura. Al retomar los textos del Antiguo Testamento les explica que lo que ocurrió con Él en Jerusalén ya estaba escrito y dicho. Sólo desde la misma óptica de Jesús puede el discípulo tener acceso al misterio divino, al sentido genuino de los textos bíblicos y recobrar en medio de la desesperanza, gracias a la Palabra, la alegría, el entusiasmo, un corazón ardiente y la luz. Para Jesús no fue tarea fácil hacer comprender ese “tenía”, sólo al final del Evangelio y bajo el signo de la resurrección logra “abrirles” el entendimiento para que comprendieran el sentido de ese “tenía” como cumplimiento de la voluntad del Padre. abril / junio - 2015 - Vida pastoral no 158
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Guías homiléticas 26 de Abril IV DOMINGO DE PASCUA – BUEN PASTOR Hch 4, 8-12 / Sal 117 / 1Jn 3, 1-2 / Jn 10, 11-18 Del Evangelio según san Juan Dijo Jesús: “Yo soy el buen Pastor. Y un buen pastor expone su vida por las ovejas. (…) Yo soy el buen Pastor: como el Padre me conoce a mí, y yo conozco al padre, yo conozco mis ovejas, y ellas me conocen a mí. Además doy mi vida por ellas” (cf. Jn 10, 11-18).
Palabra del Señor
LA VIDA TIENE SENTIDO AL DONARLA POR OTROS
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esús es el buen Pastor que conoce, ama y da su vida por sus ovejas. Al hacerlo se coloca como el único ser de quien procede la salvación, llama a la espera de su revelación definitiva y da a todos el don de la filiación divina en la eternidad.
Solo en Jesús se encuentra la salvación El texto de Hechos nos lanza una pregunta: ¿de quién espera la comunidad creyente la salvación? Pedro se encuentra ante los jefes y ancianos del pueblo para explicarles el hecho de la curación del tullido. Pero el discurso se orienta más bien sobre el sentido y significado de Jesús para la salvación del ser humano. Pedro, lleno del Espíritu, expone con valentía y decisión la verdad respecto a la injusticia hecha a Jesús, y al mismo tiempo afirma la necesidad de Jesús para la salvación. El argumento de Pedro es contundente, su seguridad inconfundible, la fuerza del Espíritu lo abraza: “En la tierra no existe ninguna otra persona a quien Dios haya constituido como salvador nuestro”. Las autoridades han crucificado al único que puede dar la salvación, pero Dios ha resucitado a quien crucificaron. Sí, la salvación sólo puede venir de Jesús (Dios salva), que fue crucificado y resucitado por Dios, sólo de Él se puede esperar la salud, la curación, el perdón de los pecados.
La fe abre a la plenitud de la vida La esperanza cristiana es una característica de la fe, porque constituye el eje fundamental del creyente y el punto de quiebra de los que se resisten a creer. Por algo la esperanza es la expresión nominal de la paciencia de Dios. El sentido profundo de la espera cristiana y el compromiso del creyente con la historia es la buena noticia que invita a ver creativamente la obra de Dios que en
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Jesús revela cuánto nos ama, hasta el punto de hacernos verdaderos hijos suyos. Lo que permanece oculto para el mundo, para los hijos, gracias a la esperanza, pronto se hará visible, y todos los que esperaron con fe llegarán a serán semejantes a Cristo, participaran de la plena visión de Dios y serán transformados definitivamente a su imagen y semejanza. El “ver” del que habla el autor de la carta tiene relación con la fe, sobre todo en cuanto a la dimensión personal del encuentro con Cristo al final de los tiempos. Ver a Dios significa estar en su presencia, alcanzar la madurez de la fe y la plenitud de la vida.
El pastor da la vida por sus protegidos Dar la vida por los demás es lo que caracteriza al buen Pastor. En el caso del Evangelio se trata de dar la vida por las ovejas (a diferencia del asalariado). La imagen del pastor que presenta Juan es diferente a la imagen del Antiguo Testamento. Jesús con la entrega de su vida se coloca delante sus ovejas cuando viene el lobo (símbolo de poder que amenaza la vida). Motivo para el comportamiento del pastor es el hecho de que se trata de las “propias” ovejas (v. 13), las “suyas” (v. 14). La expresión “dar la vida por” se hace efectivo porque Jesús “conoce” a sus ovejas. Hay una unión especial entre Él y las suyas, un conocimiento personal y recíproco, que es comparable con el que existe en la relación entre el Padre y el Hijo. Él es, en sentido universal, Pastor para todos los hombres. En la línea de esa representación se encuentra también la profecía de Caifás que anuncia que el “sacrificio” de Jesús tendrá como consecuencia la reunión de todos los hijos de Dios dispersos por el mundo.
3 de mayo V DOMINGO DE PASCUA Hch 9, 26-31 / Sal 21 / 1Jn 3, 18-24 / Jn 15, 1-8 Del Evangelio según san Juan En la Última Cena, dijo Jesús a sus discípulos: “Yo soy la verdadera vid, y el viñador es mi Padre. Él corta todos los sarmientos que no dan fruto, y a los que dan fruto los poda y los limpia, para que den más fruto todavía. Ustedes ya están limpios por las palabras que les he dicho. Permanezcan en mí…” (cf. Jn 15, 1-8).
Palabra del Señor
PERMANECER EN JESÚS POR MEDIACIÓN DE SU PALABRA
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a liturgia pascual introduce en el misterio de la intimidad (inmanencia) del creyente con su Maestro, Jesús. Los textos llevan pedagógicamente al discípulo a comprender lo que significa permanecer en Jesús y su Palabra para dar frutos y gloria al Padre que vive en Él.
Saber contar la experiencia con Jesús Seguir de cerca el camino de conversión y fe de una persona permite entender cómo Dios va actuando en la vida de las personas, y cómo Él sabe tener paciencia con todos. Pablo, o más bien Saulo, en su momento es alcanzado por Cristo y ahora se enfrenta a la realidad de la aceptación en la comunidad de los creyentes. Cristo ha cambiado radicalmente su vida, su destino y su orientación de fe, pero ¿se puede confiar en él? La comunidad, que ya ha padecido por el anuncio firme y decidido de Jesús como Mesías, le brinda ayuda y se dispone a la solidaridad con él. Pablo les cuenta de su experiencia de encuentro con el Señor y dispone los ánimos. Colocará, además, los fundamentos para que la comunidad siga creciendo con su audaz y valiente predicación del Evangelio. La forma correcta para crecer en comunidad es escuchar al otro, acogerlo por la fe, buscando los puntos de coincidencia. Seguir a Jesús implica contar con la ayuda y cercanía de la comunidad que envía, que respalda la fe.
Permanecer en Cristo capacita para creer y amar El texto de la Carta de Juan ve la necesidad de ligar dos verbos: creer y amar, que van unidos a un tercero: permanecer. “Permanecer” es una expresión de comunidad y solidaridad, que apunta a duración. Apunta a la idea de tener una morada, un alojamiento, pero también la de perseverancia. Una clara manifestación de que la existencia
cristiana sólo es posible en constante unidad con Cristo es la imagen de la vid (cf. Juan 15). Esta imagen aclara también que el permanecer encierra el aspecto de reciprocidad. Si se dan estas condiciones entonces el “creer”, que indica una acción siempre nueva y transformadora de la realidad, ya que es más que tener fe, es algo dinámico, no estático, así como el “amar”, que indica la entrega de un amor total y desinteresado, pueden ser una realidad. Desde la experiencia de haberse encontrado con Cristo, haber estado con Él y haber conocido el amor que Él recibe del Padre, es posible permanecer en Él como único fundamento de la existencia.
Permanecer para dar frutos de vida eterna El ser humano que desea estar, morar, permanecer con Dios, trata siempre de superar la temporalidad, el cambio y la muerte. La propuesta de Jesús de “venir y mirar donde Él mora”, invita a estar con Él. El Padre, que actúa bajo la imagen del viñador, limpia la viña para que, de la unidad con Cristo, surja frutos abundantes y sirva para su glorificación. La actividad purificadora del Padre se realiza allí donde el ser humano es movido a escuchar la palabra de Jesús, la cual le otorga una nueva y auténtica relación con Dios. El verbo “permanecer” es ilustrado aquí con la imagen de la unión orgánica de la rama a la vid. El discipulado es posible sólo en permanente unidad con Jesús. El creyente tiene un “lugar” en Jesús, porque de la unión con Él se le abre un nuevo lugar de vida y libertad. Por su parte, el creyente le da un lugar a Jesús en su pensar, actuar y en su corazón, porque lleva su vida de fe (creer) en la convicción de que sin Jesús o separado de Él nada puede hacer. abril / junio - 2015 - Vida pastoral no 158
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Guías homiléticas 10 de Mayo VI DOMINGO DE PASCUA Hch 10, 25-26.34-35.44-48 / Sal 97 / 1Jn 4, 7-10 / Jn 15, 9-17 Del Evangelio según san Juan En la Última Cena, dijo Jesús a sus discípulos: “Como mi Padre me ha amado, los he amado yo. Permanezcan en ese amor que les tengo. Si guardan mis mandamientos, permanecerán en mi amor (…). Éste es mi mandamiento: ámense los unos a los otros, como yo los he amado” (cf. Jn 15, 9-17).
Palabra del Señor
EL AMOR HASTA QUE DUELA ES SIGNO CRISTIANO
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a liturgia nos convoca para comprometer desde la experiencia del verdadero amor, de amigo, del que Jesús es la máxima expresión, el amor hacía los demás que no se conforma con palabras, sino que exige gestos que lo autentiquen y lo hagan creíble.
La alegría de que el Evangelio llegue más allá Lucas narra la expansión de la evangelización más allá del mundo judío, y presenta a Pedro como testigo, acompañado de muchos, del plan redentor de Dios, quien le mostró que no se debe considerar profana o impura a ninguna persona. El Espíritu Santo no hace acepción de personas, se derrama sobre todos los que están dispuestos a escuchar la buena noticia de la salvación de Dios otorgada en Jesucristo. Su acción sorprende a todos, quienes no tienen otro camino que aceptar que el “don” del Espíritu se concede a todos los que tienen fe. La comunidad anuncia el Evangelio, pero el Espíritu colabora grandemente y lleva adelante procesos incluyentes, quiere que todos participen de su don, de su gracia, de la divinidad. El papa Francisco dice que “la alegría del Evangelio que llena la vida de la comunidad de los discípulos es una alegría misionera… Pero siempre tiene la dinámica del éxodo y del don, del salir de sí, del caminar y sembrar siempre de nuevo, siempre más allá” (EG 21).
Si Dios es amor y lo conozco, amo La Primera carta de Juan utiliza, en todos los casos, el verbo griego que expresa “amor oblativo” (entrega total). No es un amor de piedad o cumplimiento externo de normas morales, sino un amor que, por su referencia al amor oblativo de Dios, trasciende al amor carnal, al amor eros, porque es donación. El papa Benedicto XVI ilustra muy bien en qué consiste esta mutua relación cuando 34
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dice que “los Santos han adquirido su capacidad de amar al prójimo de manera siempre renovada gracias a su encuentro con el Señor eucarístico (…) encuentro que adquiere realismo y profundidad precisamente en su servicio a los demás. Amor a Dios y amor al prójimo son inseparables, son un único mandamiento. Pero ambos viven del amor que viene de Dios, que nos ha amado primero. Así, pues, no se trata ya de un ‘mandamiento’ externo que nos impone lo imposible, sino de una experiencia de amor nacida desde dentro, un amor que por su propia naturaleza ha de ser ulteriormente comunicado a otros. El amor crece a través del amor” (DCE 18).
Amor que ama dando vida al otro “Nadie tiene amor más grande a sus amigos, que el que da la vida por ellos”, dice Jesús, y manifiesta la relación de de Dios con el hombre en el acontecimiento revelador que abre a la comprensión del misterio. El amor cristiano no consiste simplemente en donar la vida propia, sino que, por el hecho de pertenecer y proceder de Jesús, tiende a provocar el sacrificio de sí mismo. En el Nuevo Testamento la entrega de la propia vida es siempre por otros y nunca por cosas. En la antigüedad y el Antiguo Testamento hay ejemplos de una entrega voluntaria de la vida, pero lo normal es que no sea por personas. Así Platón dice: “Sólo los que aman desean morir por otros”. Aristóteles: “De un hombre noble vale la palabra cierta de que él haga todo por amor a sus amigos... y, cuando debe ser, dé su vida por ellos”. En 2Macabeos 7, 37 se lee como el hermano más joven entrega cuerpo y alma por las leyes de sus padres. 1Macabeos 2, 50 en cambio invita a llenarse de celo por la ley y dar la vida por la alianza de los padres. Amar y dar la vida por otro es cristiano.
17 de Mayo ASCENSIÓN DEL SEÑOR Hch 1, 1-11 / Sal 46 / Ef 4, 1-13 / Mc 16, 15-20 Del Evangelio según san Marcos Después de resucitar, Jesús se apareció a los once discípulos y les dijo: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a todas las criaturas. Quien crea y se bautice se salvará; a quien no crea se condenará” (cf. Mc 16, 15-20).
Palabra del Señor
TODO LO HUMANO ES ASUMIDO
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a liturgia abre perspectivas, porque habla de madurez, culmen de la vida cristiana, así como de la autoridad del Resucitado y de una vida más allá de todo padecimiento. Es un domingo para valorar todo lo bueno, bello y verdadero que el ser humano realiza por la fe.
Misterio de fe el de la trascendencia de Dios El misterio de la vida de Jesús no es fácilmente accesible al ser humano, por eso requiere de una fe incondicional para su comprensión. En el libro de Hechos se lee: “Fue alzado y una nube se lo llevó por debajo de sus ojos”. Ese “fue alzado” corresponde a “levantar, elevar”. Y es la fe de los testigos lo que les capacita para ver y entender ese “fue alzado” como una manera de expresar la entrada definitiva de la humanidad de Jesús resucitado en su misterio divino. La imagen de la ascensión hace accesible al creyente el misterio de la trascendencia de Dios. Además, la nube habría de entenderse como el ámbito de Dios, al cual Jesús entra definitivamente. El misterio sigue oculto a los ojos de los discípulos, y sólo la fe posibilitará dar testimonio de que ese Jesús volverá para dar plenitud a su economía de salvación. En la encarnación el Verbo se hace carne, baja desde el cielo, con la resurrección ese mismo Jesús haciende a él, pero esta vez llevando nuestra naturaleza glorificada, para entrar de forma “irreversible con su humanidad glorificada en el cielo donde se sienta para siempre a la derecha de Dios” (CEE 659).
La madurez del creyente en comunidad Pablo hace una maravillosa presentación teológica y práctica de cómo construir la Iglesia y los elementos que posibilitan ese proceso hasta llegar a la plenitud del hombre perfecto en Cristo. El punto de partida es el sufrimiento (prisión) que, bien asumido, permi-
te vivirlo conforme a la fe en Cristo, por el llamado recibido como vocación, la dignidad que implica el ser bautizado y el seguimiento. Para el Apóstol la dignidad del llamado es libertad, incluso estando prisionero, porque está orgulloso de las cadenas que lleva por Cristo y su Evangelio. La manera de vivir la dignidad de la vocación implica, entre otras cosas, el “soportarse” unos a otros para guardar la unidad, misma que se fundamenta en tres cualidades: humildad (contraposición al orgullo), mansedumbre (libres de la arrogancia) y longanimidad (paciencia, ánimo que capacita para soportar toda adversidad con valentía y fortaleza).
Lo humano participa de lo divino Jesús siente la necesidad de irse al Padre, pero sólo lo hará después de que los suyos hayan entendido el sentido de su ascensión al cielo y hayan asumido el compromiso cristiano que ello conlleva: el valor de lo humano. El verbo que usa Marcos para ascender está en relación con la dotación de la majestad divina y no tanto con el proceso mismo de la ascensión. Él no habla de la nube, sino que dice que “fue levantado” al cielo y se sentó a la derecha de Dios. “La Ascensión de Cristo al cielo significa su participación, en su humanidad, en el poder y en la autoridad de Dios mismo… En Él, la historia de la humanidad e incluso toda la Creación encuentran su recapitulación, su cumplimiento trascendente” (CEE 668). Aunque todo apunta a contemplar la trascendencia de la humanidad de Jesús, también invita a mirar la trascendencia de la humanidad de cada uno de los que creen. Nada de lo que sucedió a Jesús dejará de acontecer a quien crea en el poder de la resurrección de Cristo. abril / junio - 2015 - Vida pastoral no 158
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Guías homiléticas 24 de Mayo PENTECOSTÉS Hch 2, 1-11 / Sal 103 / 1Co 12, 3b-7.12-13 / Jn 20, 19-23 Del Evangelio según san Juan El día de la resurrección, primer día de la semana (…) se presentó Jesús, se colocó en medio de ellos y les dijo: “¡Les traigo la paz!”. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. (…) Enseguida sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo…” (cf. Jn 20, 19-23).
Palabra del Señor
EL ESPÍRITU DE DIOS REÚNE Y RECONCILIA A LA COMUNIDAD
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l cierre del tiempo pascual está cargado del Espíritu de la alegría, la comunión y la reconciliación. Al escuchar la Palabra y recibir los sacramentos se asume la responsabilidad de hacer partícipes a todos de la alegría del Evangelio y de la misión.
La presencia de Dios causa alegría y comunicación En la tradición judía Pentecostés era una fiesta de acción de gracias a Dios por el don de la cosecha (Ez 23), así como también el pacto que Dios había hecho con su pueblo en el Sinaí (Ex 20). Pero era, sobre todo, la fiesta de la nueva alianza, la alianza del Espíritu de Dios con el pueblo elegido. El sentimiento o ánimo de los agricultores que peregrinaban al santuario era de alegría y de reconocimiento de la divinidad que les había favorecido con el sol, la lluvia y el buen tiempo. Para el libro de los Hechos en cambio Pentecostés representa el prodigioso descenso del Espíritu sobre los discípulos de Jesús reunidos en el cenáculo. Llama la atención el hecho de que “todos quedaron llenos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas”. No se trata, sin embargo, de un lenguaje ininteligible, que no comunica nada, sino de un lenguaje humano comprensible que posibilita y establece la comunicación entre personas y comunica el poder y actuar de Dios.
La vida de cada uno es la vida de la Iglesia Pablo reafirma la acción del Espíritu en la validez del sacramento del bautismo como el generador de la vida tanto de la comunidad como de los que creen en Jesucristo. Por eso él fundamenta la unidad de la Iglesia en la unidad que procede del Espíritu; esto es muy significativo, pues así supera cualquier mentalidad que limite los sacramentos en la recepción de la gracia por parte de quien los recibe, insistiendo en 36
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que ellos “insertan en”, forman, dan origen de manera indisoluble a la unidad de la Iglesia. Se es parte de la Iglesia cuando se vive y se construye la comunidad con alegría y desde la fuerza del Espíritu. Fijémonos que cuando Pablo habla de “nosotros”, él no habla sólo de una comunidad de bautizados, una comunidad de excluidos, sino que al decir nosotros hace referencia a todo bautizado. El evangelizador, miembro activo de la comunidad eclesial, no lo hace en su nombre, sino como enviado a comunicar el Evangelio, haciendo partícipes a otros de lo que él mismo ha vivido en el seno de la Iglesia.
Enviados con la misión de reconciliar La Iglesia no vive para sí misma, ni se anuncia a sí misma. La alegría y la acción de gracias (1ª lectura), la vivencia de la comunidad (2ª lectura) no son suficientes; el creyente debe comunicar lo recibido (el Espíritu) y lo experimentado (la comunidad) con la fuerza del mismo Espíritu y como misión. Jesús, el mismo que fue crucificado y ha resucitado, hace partícipes a los discípulos de la misma misión que Él recibió del Padre, pues el “como” hace referencia a una continuidad de la misión de Él en la persona, el testimonio, las obras y las palabras de sus enviados. Para que lo realicen con autoridad les dona su Espíritu y los capacita para la tarea del perdón de los pecados (tema central en el Evangelio). Reconciliar a los hombres entre sí y con la comunidad, así como con Dios, es un elemento clave de la misión que Jesús recibió del Padre. La Iglesia asume esa tarea y ofrece a todos, por la Palabra y los sacramentos, la reconciliación. Pentecostés es más que la buena comunicación entre las personas, es la presencia del Dios vivo que hace posible la reconciliación y la paz.
31 de Mayo SANTÍSIMA TRINIDAD Dt 4, 32-34.39-40 / Sal 32 / Rm 8, 14-17 / Mt 28, 16-20 Del Evangelio según san Mateo Después que Jesús resucitó, fueron los once discípulos a Galilea (…). Entonces se les acercó y les dijo: “Dios me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Por tanto, vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo…” (cf. Mt 28, 16-20).
Palabra del Señor
DIOS ES UNO, CERCANÍA, INTIMIDAD, PRESENCIA
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a liturgia abre horizontes en la comprensión del misterio insondable de Dios, uno y único, que se manifiesta a lo largo de la historia con sus obras, su palabra, su paternidad, su Espíritu, para comunicar al ser humano su cercanía. Él es el Abbá.
El único Dios da sentido toda la historia Para el creyente, Dios no es una idea o invención de la razón, sino un Dios que se manifiesta con poder a lo largo de la historia de su pueblo. La revelación divina se da a partir de la experiencia humana, es decir, de la cotidianidad, donde es percibida conscientemente y pasa por un proceso de interpretación y de profundización por parte del individuo y de la comunidad. El autor deuteronomista, para graficar la “unicidad” de Dios, parte de la experiencia hecha por los miembros de la comunidad, e invita al lector a rememorar lo acontecido a lo largo de la historia de Israel, confrontando con otros pueblos y la acción de sus dioses. La respuesta final es que no hay ninguno como Él, poderoso en obras y milagros y liberador. Al israelita no le queda más que reconocer y grabar en su corazón que sólo hay un Dios, el que los ha liberado y conducido a lo largo de la historia. Así, la experiencia de fe ilumina la existencia humana, permitiendo a los creyentes en el Dios de la historia darle sentido y orientación.
Dios es tu Papá y a Él tienes acceso La cultura actual, marcada en muchos casos por la ausencia de la figura paterna en la vida de tantos hijos, hace difícil la comprensión de la expresión “padre”, más aún del término arameo abbá, “papito”, con el cual Jesús se dirigía al Padre. Pablo invita a los creyentes a dirigirse a Dios con esa misma confianza de Jesús, para
lo cual anima a sus interlocutores –y también a nosotros– a dejarse conducir por el Espíritu que inspira a decir Abbá a Dios. La poca experiencia humana es superada por la fe que capacita al creyente para que, a pesar de las contradicciones de su existencia, pueda dirigirse a Dios como Padre. Benedicto XVI dice que “no hay prioridad más grande que esta: abrir de nuevo al hombre de hoy el acceso a Dios, al Dios que habla y nos comunica su amor para que tengamos vida abundante” (VD 2). Sí, Dios no está ausente ante el drama del ser humano que experimenta el desarraigo de la figura paterna, sino que se inclina hacia él para hacerlo partícipe, por su Espíritu y en su Hijo, de un amor que supera todo límite e invita a la intimidad, a la amistad.
Dios ha de ser conocido y amado por todos Jesús quiere que sus discípulos sean generadores de nuevos discípulos, por eso les dice: “Vayan y hagan discípulos”. El mandato de Jesús a los Once es explícito y contundente: hacer discípulos “a todos” para la continuación de la predicación apostólica. La misión de hacer discípulos implica iniciar a otros en el camino del seguimiento del Señor. “Vayan” y “hagan”, en griego, indican la misión permanente y urgente de la comunidad creyente y de sus miembros. La frase “bautícenlos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” expresa la forma de bautizar que seguirá la Iglesia después de la resurrección, cuando se ha realizado la redención y se ha concedido al Señor resucitado una autoridad universal. La acción misionera de la Iglesia en el mundo estará bajo la protección de Jesús, que promete su asistencia continua. Jesús es el Emmanuel (Mt 1, 23), es decir, el Dios con nosotros. De principio a fin Mateo insiste en esa permanencia de Jesús en medio de la comunidad.
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Guías homiléticas 7 de junio CUERPO Y SANGRE DE CRISTO Ex 24, 3-8 / Sal 115 / Hb 9, 11-15 / Mc 14, 12-16.22-26 Del Evangelio según san Marcos Cuando estaban comiendo, Jesús tomó pan, pronunció sobre él la bendición, lo partió, se lo repartió y les dijo: “Tomen, esto es mi cuerpo”. Tomó luego una copa, dio gracias a Dios y se la pasó. Todos bebieron de ella. Y Él les dijo: “Esto es mi sangre, la sangre de la alianza…” (cf. Mc 14, 12-16.22-26).
Palabra del Señor
EN TORNO A LA PALABRA Y LA EUCARISTÍA
E
n la festividad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, la liturgia expresa de forma radical los signos visibles que sellan la alianza definitiva de Dios con los seres humanos y a la vez los compromete en el anuncio del misterio de la salvación.
Palabra y sacrificio santifican al pueblo La vida es una trama de signos que necesitan ser comprendidos para alcanzar su finalidad, algunas veces son enigmáticos, otras veces expresan sin dificultad su sentido y significado. Del mismo modo, la fe se alimenta de signos cargados de significado. En el texto del Éxodo, Moisés, que comunica al pueblo la voluntad de Dios, rocía la sangre de los sacrificios por mitades iguales sobre el altar y sobre el pueblo. Esto es expresión de que tanto el altar como el pueblo son presencia verdadera de la cercanía de Dios, quien decide habitar en el centro (el altar, en torno al cual se reúne el pueblo). Si se observa con atención, se nota en el rito la relación entre la Palabra dada por Dios, norma de vida para el pueblo, la sangre (expresión de la comunidad de vida) y la reacción del pueblo que pronuncia palabras de aceptación, compromiso y obediencia. Pueblo, altar y Palabra (culto) forman una relación de comunidad de vida que lo constituye en un pueblo santo y en sacerdocio real.
La conciencia purificada por la sangre de Cristo En el Antiguo Testamento la alianza se sellaba con la sangre de animales ofrecidos en sacrificio. En el Nuevo Testamento sólo la sangre de Cristo, derramada en la cruz por la salvación del mundo, es la que fundamenta la alianza. Ya no se trata de un signo externo y material, sino de una “oblación espiritual y eterna”, puesto que la sangre de Cristo purifica la conciencia misma de todo pecado. Se trata de la purificación de la conciencia de todo
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aquello que se opone al plan salvífico de Dios, a su voluntad redentora, conduciendo al ser humano a la conversión del corazón. El rito de purificación no es parcial, sino que abarca a toda la persona, partiendo de su centro vital, el corazón. “En lo más profundo de su conciencia, dice Francisco, el hombre descubre una ley que él no se da a sí mismo, sino a la que debe obedecer… llamándole siempre a amar y a hacer el bien y a evitar el mal... es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está solo con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella” (GS 16).
Palabra y eucaristía, signos de la alianza La acción salvífica de Dios la experimenta el pueblo, la comunidad de los creyentes, representada por los discípulos,en el contexto de una cena festiva. Jesús celebra la cena de Pascua y en ella ofrece los signos de la nueva alianza: su cuerpo y su sangre (Eucaristía), sin dejar de lado la Palabra. La relación entre Escritura y Eucaristía es tan íntima, que los textos para la reflexión de hoy orientan nuestra mirada hacia la unidad de la Palabra y los signos, así como a la experiencia de fe comunitaria y personal, y a la vez, de encuentro con la persona de Jesucristo no sólo en cuanto Hijo de Dios, sino también en cuanto hombre que comparte su destino, su misterio pascual con la humanidad (discípulos). Así se renueva el drama de la salvación a través de la fe que es engendrada por la Palabra y que se realiza de forma plena por la participación en los sacramentos. La Eucaristía es la expresión máxima del misterio de fe que anuncia la muerte de Jesucristo, proclama su resurrección y espera su venida gloriosa.
14 de junio XI DOMINGO ORDINARIO Ez 17, 22-24 / Sal 91 / 2Co 5, 6-10 / Mc 4, 26-34 Del Evangelio según san Marcos Decía Jesús a la multitud: “¿Con qué podremos comparar el Reino de Dios? ¿Cómo nos lo podremos imaginar? Sucede como con el grano de mostaza: cuando se siembra en la tierra, es la semilla más pequeña de todas, pero después de sembrada, crece la planta y se vuelve la mayor de la huerta…” (cf. Mc 4, 26-34).
Palabra del Señor
EL MISTERIO SE REVELA SILENCIOSO EN LO COTIDIANO
L
a liturgia invita a contemplar el misterio del Reino de Dios que despunta silenciosamente en la vida de las personas y del mundo, aun cuando éstas no se den cuenta. Dios ha escogido el camino del abajamiento para revelarse y sólo desde ahí se lo puede reconocer.
Todos sabrán quién es Dios y cuál su poder El profeta Ezequiel utiliza un lenguaje muy expresivo, con palabras cargadas de grandeza: alto, excelso, sublime, magnifico… la intención del profeta es transmitir por medio de la elocuencia el nuevo orden de las cosas. El pueblo está desanimado, el templo destruido, todo por los suelos, pero la promesa de Dios (imagen comparable a un jardinero) anuncia que el pueblo como un árbol será plantado y prodigado cuidado hasta alcanzar la máxima grandeza, con lo cual se mostrará como el Señor, el único Dios capaz de dar vida, contrario a la divinidad babilónica que destruye todo con su aire de grandeza. La obra del jardinero es grande, su retoño lo tomará de un árbol inmenso, lo plantará en los montes más altos, alcanzará grandiosidad, servirá de abrigo a las aves. Todo ello servirá para que los que se creen grandes como árboles se den cuenta quién es el verdaderamente grande: el Dios de Israel. Quien se acoge a Dios será como esas aves que encuentran cobijo al amparo del árbol frondoso.
No perder de vista la meta a la que estamos llamados Quien se ha encontrado con la persona de Jesús es capaz de comprender que los momentos de angustia y soledad son pasajeros y hasta necesarios para reafirmar la fe y el seguimiento. Pablo vive esta experiencia, por eso anima a los Corintios a agradar al Dios de Jesucristo en toda circunstancia, ya sea en el destierro o en la patria, en la experiencia del dolor y más allá de él. Todo ello
por medio de la esperanza. Pues la esperanza, que es la misma fe, está relacionada con el comportamiento digno del creyente en toda circunstancia, sabiendo que habrá un juicio que, si bien no será de condenación para el cristiano, premiará según las obras y el estilo de vida que se haya llevado. La Iglesia llama constantemente a vivir según el amor que de Dios hemos recibido y a actuar en coherencia con él, invitando “a las personas que tienden a la tristeza por las graves dificultades [y] que tienen que sufrir”, para que poco a poco permitan “que la alegría de la fe comience a despertarse, como una secreta pero firme confianza, aun en medio de las peores angustias” (cf. EG 6).
Saber que el Reino está creciendo y madurará El texto de Marcos hace referencia a dos parábolas que hablan sobre el Reino, con relatos que muestran con gran fuerza su impacto en la existencia del ser humano, porque llevan a pensar, inquietan, plantean interrogantes a los destinatarios. En este caso se trata de la semilla que sembrada en el campo germina y crece sin que el sembrador sepa cómo. Y aunque se trate de semillas muy pequeñas, llegan a ser grandes. Con esta comparación Marcos quiera motivar a la comunidad a que no desfallezca aun cuando pareciera que el Reino no termina de despuntar y los conflictos que rodean a la comunidad (entre ellos el martirio y la deserción) les ahogan y provocan abandonar la vida cristiana. El Reino es silencioso, crece a su propio tiempo, respeta los procesos, alcanza dimensiones inesperadas pero no por la fuerza, no según los parámetros de la eficiencia de la razón, sino por medio de la paciencia, del cambio que brota desde dentro. Así afirma el papa Francisco en EG 266: “El verdadero misionero, que nunca deja de ser discípulo, sabe que Jesús camina con él, habla con él, respira con él, trabaja con él”.
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Guías homiléticas 21 de junio XII DOMINGO ORDINARIO Jb 38, 1.8-11 / Sal 106 / 2Co 5, 14-17 / Mc 4, 35-41 Del Evangelio según san Marcos Los discípulos despertaron a Jesús y le dijeron: “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?”. Él se despertó y dio una orden al viento y le dijo al lago: “¡Silencio! ¡Cállate!”. Y el viento se apaciguó y sobrevino una gran calma. Les dijo entonces: “¿Por qué tanto miedo? ¿Todavía no tienen fe?” (cf. Mc 4, 35-41).
Palabra del Señor
DIOS REVELA SU MISTERIO EN EL HIJO
L
a liturgia nos introduce poco a poco en el misterio de la salvación que se revela en la persona de Jesús. Escucharle y admirarse de sus obras poderosas hechas con autoridad no basta, es necesario llegar a descubrir su misterio, su identidad como Hijo de Dios.
Los límites los ha dado el Creador No es correcto comportarse de forma arrogante delante de Dios, pues Él sabe cómo dar respuesta a quien de alguna manera pone en duda su poder. Así lo da a entender a Job cuando, hablando sobre el acto creador, explica como Él cuida de la tierra y sus creaturas, poniendo freno a las fuerzas del mar, a quien ha dado vida como a un recién nacido que es envuelto en pañales, las nubes, y, llegada la hora, le pone límites para que no puede sobrepasar. Por eso, a pesar de toda su arrogancia, las olas no pueden irrumpir contra ese límite. Al dirigirse a Job, Dios le hace ver la firmeza de sus palabras y la determinación del porqué de sus órdenes. Las lecciones que Dios da es para que tomemos conciencia de quién es el Omnipotente. El ser humano puede atreverse a dudar del poder de Dios, pero la creación misma, obra de sus manos, es un testimonio de su omnipotencia. También el ser humano encontrará los límites cuando se enfrente a Dios, quien no le abandonará pero sí le abrirá los ojos.
En Cristo todo tiene otra valoración Quien no conoce el poder ni la sabiduría de Dios, cree estar autorizado para juzgarlo, haciéndolo culpable de todas las desgracias humanas y ambientales. La conducta pasada de los que provenían del paganismo y han entrado en la comunidad de los cristianos en Corinto ha cambiado, pues ya no pueden juzgar a Cristo con los antiguos criterios, ya que se han convertido en creaturas nuevas. En esta novedad de vida Cristo llega a ser para ellos salva40
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ción de Dios, criterio de nuevos comportamientos, actitudes, valores y juicios. Lo viejo ha pasado y lo nuevo irrumpe haciendo nuevas todas las cosas, dando personas nuevas a la Iglesia con la capacidad de perdonar y juzgar las acciones humanas según el amor y las enseñanzas de Jesús. Parte de esa novedad es no vivir ya para sí mismos, sino para Cristo Jesús, quien tiene poder para dar vida a quien lo desee. Por la fuerza del amor el cristiano vive para los demás. Es el amor el que permanecerá para siempre y dará a cada quien según sus obras.
Es la palabra de Jesús que revela su identidad Con la presencia de Jesús, Palabra hablada del Padre, las cosas llegan a su máxima expresión. Por eso no sorprende ver a los discípulos preguntándose ¿quién es éste? En Marcos el proceso pedagógico de la revelación de la identidad mesiánica y divina de Jesús es lento. En un primer momento la pregunta de la gente gira en torno a ¿qué es eso?, pero se va desvelando el misterio, y en un segundo momento pasan del qué al quién, al mirar no sólo las obras maravillosas que, con autoridad, realiza, sino por la persona misma de quien las realiza, Jesús. Pero será hasta el momento de la muerte en cruz cuando se revele su verdadera identidad como Hijo de Dios. El creyente está llamado a pasar de la contemplación de las obras, mediante las cuales Dios habla, a la persona misma del Hijo que dice y realiza la única Palabra de Dios que salva y santifica. La Palabra de Jesús tiene el poder y la autoridad del que lo ha enviado, y mediante ella Él se hace accesible, revela su verdad y su misterio redentor.
28 de junio XIII DOMINGO ORDINARIO Sb 1, 13-15; 2, 23-24 / Sal 29 / 2Co 8, 7.9.13-15 / Mc 5, 21-43 Del Evangelio según san Marcos Había una mujer que sufría de hemorragias desde hacía doce años (…) Oyó hablar de Jesús y llegó entre la gente, por detrás, y le tocó el manto. Pensaba que con solo tocarle la ropa quedaría sana. Y en efecto, inmediatamente se le detuvo la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba sana de su enfermedad (cf. Mc 5, 21-43).
Palabra del Señor
EL PODER CREADOR Y LIBERADOR DE LA PALABRA DIVINA
L
a liturgia dominical es siempre de celebración del misterio de la redención. La Palabra de hoy se coloca en el centro de atención como creadora, liberadora del poder de la muerte y generadora de solidaridad para con los que ven su vida disminuida por la injusticia.
Todo está destinado a la vida Dios nos ha creado para la vida, no para la destrucción; pues la vida debe eternizarse y prolongarse más allá de la tumba. La Sabiduría anima al creyente a tomar conciencia de que la muerte no procede de Dios, sino que entró en el mundo como consecuencia del pecado, de la desobediencia. Es decir, todo aquello que se hace dejando de lado la primacía de la vida ha de asumirse como responsabilidad y se ha de padecer sus males, pues actuando así se le da espacio y lugar a la muerte. El papa Francisco dice que “cada acción tiene consecuencias, un mal enquistado en las estructuras de una sociedad tiene siempre un potencial de disolución y de muerte. Es el mal cristalizado en estructuras sociales injustas, a partir del cual no puede esperarse un futuro mejor” (EG 59). Allí donde se le da lugar a la muerte, la vida queda disminuida, el futuro opacado y condenado a una situación que le oscurece y quita brillo al misterio de la fe.
La injusticia se combate con solidaridad Pablo argumenta que la injusticia causada por la maldad se remedia en la medida en que la abundancia de bienes de unos (a veces muy pocos) remedia la necesidad de los más pobres. Los bienes ganados justamente están al servicio de todos, pero incluso los que no se han adquirido de esa forma han de servir para remediar las injusticias sociales fruto de la maldad, del egoísmo y de la desobediencia. El Apóstol quiere que los miem-
bros de la Iglesia se destaquen no sólo por lo que dicen de palabra con respecto de su fe y esperanza, sino sobre todo por la generosidad con que dan para remediar los males de pueblos y ciudades que se ven golpeadas por el hambre y la miseria. La motivación no es simplemente filantrópica (con todo lo bueno y noble que ello pueda ser y es en nuestra sociedad), sino el mismo Cristo, quien siendo rico al hacerse pobre nos enriqueció y nos alcanza lo necesario para cada día.
La palabra de Jesús es creadora, viva y eficaz Así como en el principio la Palabra de Dios da origen a la creación del mundo, separando la luz de las tinieblas y delimitando el espacio de acción del mal, así la Palabra de Jesús es creadora, porque es la misma palabra que se pronunció al principio y dio origen a la vida. Es la palabra encarnada que sigue dando vida más allá de la enfermedad, de la muerte, del padecimiento y de la maldad. Es la Palabra del Viviente, que posee la vida para siempre porque ha destruido el poder de la muerte. Dos mujeres entran en escena, cada una con sus propios males, y ambas logran la salud y la vida. La palabra griega que Jesús dirige a la niña, Marcos la usa en situaciones similares de vida o muerte, incluso para indicar que Jesús ha resucitado: ¡levántate! Se encuentra en el caso del paralítico perdonado (2, 11), del pecador escogido como discípulo (2, 14), del niño al que los discípulos no fueron capaces de sanar (9, 26), del ciego marginado en el camino (10, 50). Cuando la vida está de por medio Dios actúa salvándola, liberándola, llamando a la vida, levantando de la muerte. abril / junio - 2015 - Vida pastoral no 158
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Biblia
Profetismo en el El
Por: P. José Luis Sicre, sj
Nuevo T
Testamento Profetas concretos
Lucas, en el libro de los Hechos, habla de profetas concretos dentro de la Iglesia primitiva, curiosamente doce. La primera referencia la tenemos en Hechos 11, 27-30:
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ercera parte
Por aquel tiempo bajaron unos profetas de Jerusalén a Antioquía. 28 Uno de ellos, llamado Agabo, se alzó inspirado y predijo una gran carestía universal (que sobrevino en tiempo de Claudio). 29Entonces los discípulos decidieron enviar, cada cual según sus posibilidades, una ayuda a los hermanos que habitaban en Judea. 30Y lo ejecutaron enviándolo a los ancianos por medio de Bernabé y Saulo. 27
El primer detalle curioso es que Agabo forma parte de un grupo de profetas. Probablemente se trataría de un grupo pequeño, como veremos luego en Antioquía. Pero el interés de Lucas se centra en Agabo, que predice inspirado una gran carestía. Tenemos la imagen del profeta como conocedor de acontecimientos futuros. Pero su anuncio no pretende entretener, mueve a la comunidad a ayudar a los de Jerusalén. Agabo también recuerda a los profetas del Antiguo Testamento por su uso de acciones simbólicas. En Hechos 21 Lucas vuelve a retomar la acción de este profeta:
Bajó de Judea un profeta llamado Agabo. Se acercó a nosotros, tomó el cinturón de Pablo y se ató con él de manos y pies, y dijo: “Esto dice el Espíritu Santo: Al dueño de este cinturón lo atarán en Jerusalén los judíos y lo entregarán a los paganos” (Hch 21, 10-11).
En 13, 1 vuelve a hablarse de un grupo de profetas:
En la Iglesia de Antioquía había algunos profetas y maestros: Bernabé, Simeón el Negro, Lucio el Cireneo, Manajén, que se había criado con el tetrarca Herodes, y Saulo. El problema consiste en saber si todos son profetas y maestros, o si los carismas se reparten. En cualquier caso, queda claro que, dentro de la comunidad, hay personas que desempeñan la misión de profeta. Y que, junto con los maestros, se encargan de dirigir a la comunidad y de proyectar la tarea apostólica. En este caso, la revelación del Espíritu se prepara con ayunos y oraciones. Después del grave conflicto planteado por los partidarios de la circuncisión, la comunidad de Jerusalén envía a Judas y Silas a Antioquía para que informen de las decisiones tomadas en el llamado Concilio de Jerusalén (15, 27). Y poco después añade Lucas: “Judas y Silas, que también eran profetas, animaron y confirmaron a los hermanos” (’Іουδας τε καί Σιλας καί αυτοι προφηται όντες δια λόγου πολλου παρεκάλεσαν τους αδελφους και έπεστήριξαν) (15, 32). Estas palabras recuerdan mucho a lo que hacen Pablo y Bernabé al volver de su primer viaje misionero: al pasar por Listra, Iconio y Antioquía, “animaron a los discípulos y los exhortaron a perseverar en la fe [επιστηρίζοντες τας ψυχας των μαθητων, παρακαλουντες εμμένειν τη πιστει], recordándoles que tenían que atravesar muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios” (14, 22). Estos dos textos se iluminan mutuamente: por una parte, la conducta de Pablo y Bernabé es idéntica a la de los profetas Ju-
MAYORES INFORMES COLOMBIA Bogotá - Calle 170 No. 8G-31 Tel.: (05/1) 671 12 21 centrovocacional@sanpablo.co Medellín - Calle 76 No. 89C-31 Urb. Robledales Tel.: (05/4) 264 22 22 centrovocacionalmedellin@sanpablo.co
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Biblia
das y Silas; por otra, aclaran que animar y confirmar equivale a robustecer en la fe en medio de las dificultades. También conviene recordar que la παρακλησις (“dar ánimos”) es una de las actividades típicas del profeta según 1Corintios 14. Finalmente, Lucas, que concede tanta importancia a las mujeres, nos informa de cuatro hijas vírgenes del evangelista Felipe que profetizaban (τούτω δε ησαν θυγατέρες τέσσαρες παρθένοι προφητεύουσαι: 21, 8-9).
Comparación entre 1 Tesalonicenses y Hechos Coinciden en la estrecha relación entre el Espíritu Santo y la profecía. Pero la profecía es sólo una de las diversas manifestaciones del Espíritu. Coinciden en que es una actividad que frecuentemente se practica dentro del grupo. Se diferencian en que Hechos no hace referencia a conflictos con respecto a los profetas y las profecías. Hechos concreta algunas funciones de la profecía: predicción del futuro (11, 27-28; 20, 23; 21, 10-11), selección de algunos individuos para una misión (13, 1-3), animar y robustecer en la fe.
Los falsos profetas El libro de los Hechos es totalmente positivo con respecto a los profetas. Y Pablo parece que sólo muestra por ellos gran estima. Sin embargo, cuando en la Carta a los Romanos dice que el profeta debe atenerse a la fe, sugiere que algún tipo de peligro corre. De he-
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cho, tres pasajes del Nuevo Testamento mencionan el peligro de los falsos profetas. El más famoso se encuentra al final del Sermón del Monte:
Guárdense de los falsos profetas, que se les acercan disfrazados de ovejas y por dentro son lobos rapaces. 16Por sus frutos los reconocerán. ¿Se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? 17Un árbol sano da frutos buenos, un árbol dañado da frutos malos. 18Un árbol sano no puede dar frutos malos ni un árbol dañado puede dar frutos buenos. 19 El árbol que no dé frutos buenos será cortado y echado al fuego. 20 Así pues, por los frutos los reconocerán (Mt 7, 15-20).
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El criterio de los frutos ya lo utilizaron algunos profetas del Antiguo Testamento. Miqueas acusa a los falsos profetas de venalidad, porque “cuando tienen algo que morder anuncian ‘¡paz!’, y declaran una guerra santa a quien no les llena la boca” (Mi 3, 5). Jeremías los acusa de adúlteros y embusteros, de apoyar a los malvados para que no se conviertan, de contar visiones de su fantasía y sueños de su mente, de extraviar al pueblo con embustes y jactancias, pues, “los hombres corren al mal, su poder es la injusticia. Tanto el profeta como el sacerdote se han vuelto impíos” (cf. Jr 23, 9-32).
Ezequiel los tilda de ser visionarios falsos, adivinos de embustes, de extraviar al pueblo anunciando paz cuando no había paz; a las falsas profetisas, de profanar el nombre de Dios “por un puñado de cebada y un mendrugo de pan, destinando a la muerte al que no tenía que morir, y a la vida al que no tenía que vivir” (cf. Ex 13, 1-19). La Primera carta de Juan se plantea un problema muy distinto, de tipo cristológico, y ofrece, por consiguiente, un criterio diverso:
para un
Virtudes
matrimonio
EXITOSO
Queridos, no se fíen de cualquier espíritu, antes comprueben si los espíritus proceden de Dios; pues muchos falsos profetas han venido al mundo. 2El Espíritu de Dios lo reconocerán en lo siguiente: todo espíritu que confiesa que Jesucristo vino en carne mortal procede de Dios; 3todo espíritu que no confiesa a Jesús no procede de Dios, sino más bien del Anticristo (1Jn 4, 1-2). 1
En el libro del Apocalipsis encontramos la mención de una falsa profetisa llamada por su nombre concreto, perteneciente a la iglesia de Tiatira:
Tengo contra ti que toleras a Jezabel, que se declara profetisa y engaña a mis siervos enseñándolos a fornicar y comer carne inmolada a los ídolos. 21Le he dado tiempo para que se arrepienta, y no quiere arrepentirse de su fornicación. 22Mira, a ella la arrojaré a un camastro y a los que fornicaron con ella, si no se arrepienten de su conducta, les enviaré sufrimientos terribles. 23Daré muerte a sus hijos, y sabrán todas las Iglesias que soy yo quien examina entrañas y corazones, para pagarles a cada uno según sus obras (Ap 2, 20-23). 20
El pecado de esta profetisa no es tan claro como puede parecer a primera vista. Poco antes se ha acusado a la iglesia de Pérgamo de algo parecido: “Toleras a los que profesan la doctrina de Balaán, que indujo a Balac a poner un tropiezo a los israelitas haciéndolos comer carne inmolada a los ídolos y fornicar” (Ap 2, 14). Por consiguiente, es posible que la profetisa Jezabel sea un personaje simbólico, igual que Balaán.
Autor: Marina Echeverri Hoyos
Un texto que ahonda en los conceptos de amor y matrimonio, y que rescata las bases de un matrimonio sólido, para toda la vida.
Disponible en:
Biblia
6. Conclusión
El problema de comer carne inmolada a los ídolos planteó un serio problema en la Iglesia antigua y Pablo lo trató detenidamente. En cuanto a la fornicación, no sabemos si hay que interpretarla en sentido real (Pablo también debió abordar este tema en Corinto) o en sentido simbólico, equivalente a la idolatría, como ocurre a menudo en los profetas del Antiguo Testamento (Oseas, Jeremías, Ezequiel). En cualquier caso, el Apocalipsis cuenta con la posibilidad de los falsos profetas.
Este recorrido es breve e incompleto. Tendríamos que haber hablado de otros muchos aspectos: las figuras de Juan Bautista y Jesús como profetas, la Carta de Santiago y, especialmente, el Apocalipsis, donde la profecía reúne los dos antiguos aspectos de la denuncia y el consuelo. De todos modos, es claro que lo profético constituye una dimensión mucho más viva, continua y conflictiva en la Iglesia primitiva que en la actual. En mi opinión, la única forma de revitalizarla es ahondar en el mensaje del Nuevo Testamento.
Fuera del Nuevo Testamento, en la Didajé o Enseñanza de los Doce Apóstoles, obra de finales del siglo I, encontramos un comentario al texto de Mateo:
Por su conducta pueden distinguir al verdadero y al falso profeta. El profeta, que hablando por el espíritu, ordenare la mesa y comiere de ella, es un falso profeta. El profeta que enseñare la verdad, pero no hiciere lo que enseña, es un falso profeta. El profeta que fuere probado ser verdadero, y ejercita su cuerpo para el misterio terrestre de la Iglesia, y que no obligare a otros a practicar su ascetismo, no le juzguen, porque Dios es su juez: lo mismo hicieron los antiguos profetas. Si alguien, hablando por el espíritu, les pidiere dinero u otra cosa, no le hagan caso; pero si aconseja se dé a los pobres, no le juzguen (cap. XI). 46
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TambiĂŠn en:
Testigos de la fe
Ser Testigos de la Fe y el Amor
Por: P. Alberto Hurtado, sj.
Es erróneo pensar que el cristianismo es sólo una fuerza moral, una filosofía de la vida, una sociología, cuando es antes que todo un credo, un dogma, una aceptación de la revelación divina, aceptación que, claro está, ha de traducirse en vida. Hay quienes quieren un cristianismo simple: su moral, su concepto de la autoridad, de la propiedad, sus reformas sociales, pero eso, sin la aceptación íntegra por la fe de la revelación, no es catolicismo.
e en Dios de quien vengo y a quien voy, en Dios, cuyo nombre está escrito por las estrellas del cielo, por las flores del campo, por la risa de los niños, por la creación entera. Si se mira atrás en la historia del mundo, antes que
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el hombre existiera, que los astros brillaran, está Él, principio de todo creado por amor, por deseo de comunicar al hombre su felicidad. Verdad tan atrevida, tan audaz, que si Dios no la hubiera revelado jamás hombre alguno se hubiera atrevido a soñarla.
Si miro hacia el futuro me encuentro con Dios que me aguarda, me espera, me tiene preparada una mansión en el cielo. Jesús nos dice: En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones y voy a prepararles un lugar, a ustedes a quienes no llamaré siervos, sino amigos, hijitos muy amados.
Dios es amor, eso significa que sus designios son de amor. Dios es Padre de la verdad, pues me ha comunicado su naturaleza. Un Padre tal, que para hacernos en realidad sus hijos no temió sacrificar a su Hijo eterno, al Hijo amado. Así amó Dios al mundo que nos dio a su único Hijo. El Hijo de Dios se hizo hombre, para hacer a los hombres hijos de Dios. Para que nos llamemos hijos de Dios, y lo seamos de verdad, hecho central de toda la revelación cristiana. Jesucristo, nuestro Señor, insistió en hacernos comprender esta verdad: que somos sus hermanos, hijos del mismo Padre Dios, a quien nos enseña a orar diciéndole ¡Padre nuestro! Parábolas como la del hijo pródigo, la oveja perdida, nos descubren sus sentimientos que sólo un Padre puede albergar. ¿Descansamos en el pecho de nuestro Padre Dios, como un hijo que sabe que su padre lo ama, lo quiere apoyar, consolar, hacer feliz? La sociedad moderna ha perdido el sentido de la fe: es la más trágica de sus pérdidas. Lo sobrenatural ha llegado a serle incomprensible. Sólo cree en el poder, en la fuerza, en el dinero, en el confort, en el placer… Pero el poder se derrumba en el momento menos pensado; la fuerza es empleada más para matar que para proteger; el dinero y el confort son de pocos y no llenan el inmenso vacío del alma. De ahí que nuestra sociedad sin fe, sea una sociedad triste. Necesita creer en algo e inventa mitos que no pueden resistir ni satisfacer. Sólo la fé salva, esa fe hecha no con palabras, ni con prácticas superficiales, sino con ese sentido de lo divino que llene nuestras vidas, con esa visión de eternidad que guíe nuestros actos, con el sentimiento de la presencia de Dios que da solemnidad a todas nuestras acciones. Nuestros acontecimientos y actos de la vida no deben tener otro sentido que buscar a Dios. La eternidad es la posesión dichosa de lo que tanto hemos ansiado. El testigo de la fe estará arraigado en Dios. Podrán venir fuertes vendavales que sacudirán el tronco, harán gemir sus ramas, pero pasada la tormenta sus raíces se habrán arraigado más en la tierra, su copa se dirigirá más atrevida hacia el cielo, sus hojas estarán más limpias y brillantes. En cambio esos árboles que no están arraigados en la fe, al primer ventarrón son derribados y sólo sirven para el fuego.
Dos grandes contradicciones sufrirá nuestra fe en la época en que vivimos: una viene del placer y otra del dolor. El placer nos lleva a aferrarnos a la tierra, a adherirnos a este suelo como si fuera la patria definitiva, descuidando, así, lo sobrenatural: no queda tiempo, ni corazón, ni cabeza para pensar seriamente en Dios. Se pueden guardar las prácticas, pero la fe profunda, que inspira los grandes ideales, está muerta del todo. Nuestra época sufre la tentación del placer sin medida. Se busca gozar a toda hora, a cualquier precio. La honra de la mujer, la vida de los hijos, el abandono de los deberes cívicos y familiares, la pérdida de los ideales, son infamemente sacrificados por una hora de goce. Cuando el hambre de gozo se apodera de un hombre deja de ser hombre: se cierra a los clamores de su fe y al dolor de sus hermanos. Si los cristianos se amarran a lo terreno, se olvidan del dolor que hay en el mundo, de que tantos hermanos agonizan de hambre, sin hogar, sin abrigo, sin trabajo… y así el mundo tiene derecho a pensar que su fe es vacía, que su creencia en el cielo, patria de todos los bienes, que su doctrina de la fraternidad no son más que palabras vacías de sentido, y los que no creen al ver a cristianos tan desteñidos, a hombres de fe tan superficial rechazarán una fe en la que no encuentran ningún valor que los entusiasme. Los cristianos que ante la tentación del placer sin medida sucumben, dan sin quererlo testimonio contra la fe que pretenden profesar. Por eso el Santo Padre no cesa de clamar: “Sobriedad de vida; moderación en el uso de los bienes de este mundo; austeridad de costumbres”. Esos hombres austeros, sencillos, fuertes, son los únicos que pueden dar testimonio sincero de su fe. La segunda contradicción de la fe viene del dolor. El dolor comprendido lleva a Dios; pero el dolor incomprendido y rechazado aleja a los hombres de Dios. La humanidad sufre un dolor sin precedentes. La guerra, el odio, la violencia, el fanatismo religioso, la ambición… ha dejado miles de exiliados, ciudades en ruinas, hombres sin hogares hacinados en las calles, desnutridos… Algunos lo han perdido todo: padre, madre, hijos, abril / junio - 2015 - Vida pastoral no 158
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Testigos de la fe hogar, salud; personas mutiladas no saben hoy como ganarse la vida. Y ante el terremoto del dolor algunos llegan a preguntarse si hay Dios; otros lo enjuician y lo hacen responsable de todas las calamidades.
El auténtico católico, el verdadero testigo de Cristo sufre por su dolor y por el de su hermano, hace cuanto puede por remediar los males pero sabe que en el dolor hay un misterio. Ya Jesús, el Hijo de Dios, lo sufrió, tomó sobre sí todo el dolor del mundo. María, su madre, es llamada la Madre de los Dolores; los santos han sido hechos partícipes de la cruz que Jesús prometió a los que lo siguieran: El que quiere seguirme, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga… Si a mí me persiguieron también los perseguirán a ustedes…
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Por eso los auténticos cristianos saben repetir como san Pablo: Estoy crucificado con Cristo. Y no conozco sino a Cristo. Esta es, hermanos, nuestra primera misión: ser testigos de Cristo dando el espléndido testimonio de fe.
Testigos del amor de Cristo Los católicos tenemos que ser testigos del amor de Cristo. La fe que no se traduce en amor es una fe muerta. No hay fe sin amor.
Por eso valientemente dijo san Juan: Si tú dices que amas a Dios y no amas a tu hermano, mientes. Y santa Teresa llegó a decir: La medida de tu amor a Dios, es la medida de tu amor al prójimo. Todas las obras que pudiéramos hacer para extender el Reino de Cristo si no nacen y van acompañadas del amor verdadero de nada valen. En cambio el verdadero amor, él sólo, aun sin construcciones, sin ayuda material, es la mejor apología de nuestra fe. Por algo dijo el Maestro: En esto conocerá el mundo que son mis discípulos, si se aman unos a otros. Hoy en lugar del amor fraternal hay en el mundo una intensa lucha, es un hecho que no necesita demostraciones. La lucha social es un hecho trágico que paraliza la industria, destroza el trabajo y ha marcado con ríos de sangre a los países del mundo. La lucha familiar: la ruptura de los vínculos del hogar, el odio entre hermanos y aún entre padres e hijos; el recelo entre patrones y trabajadores son hechos muy tristes pero demasiado reales.
Ante esta situación se dan distintas actitudes. Hay quienes fomentan la contienda y hacen de la lucha un arma. Tal actitud no es católica. Los hombres no podemos odiarnos, somos hermanos. Otros se despreocupan del conflicto. Hay quienes llegan a erigir en sistema su indiferencia: se cruzan de brazos; no les interesa la justicia social, ni el bien común. Los que han comprendido el mensaje de Jesucristo recuerdan continuamente el ámense unos a otros, el mandamiento central del Salvador. Ser testigos de Cristo significa tomar profundamente en serio, con todas sus consecuencias, este mandamiento del amor. Cada prójimo, rico o pobre, por más elevado que éste, o por más miserable que sea, es mi hermano, mi auténtico
hermano, más aún, es Cristo: Lo que hagan al más pequeño de mis hermanos a mí me lo hacen. Dios es tan Padre suyo como mío; ambos somos hijos de María, llamados al mismo cielo y a ayudarnos en esta vida como hermanos que se aman. Sus dolores son mis dolores; las injusticias que él sufre las sufro yo. Ser testigo de Cristo significa cumplir con las obligaciones de justicia frente al prójimo, con un espléndido amor que llene lo que la injusticia no ha podido colmar. Justicia que el cristiano debe amarla casi diría con rabia. Ser testigo de Cristo significa respetar su persona y las intenciones de mi prójimo: jamás poner mi lengua en su fama; no alegrarme en comentar sus defectos, ni menos en sospechar sus intenciones. Ser testigo de Cristo
significa tratar con inmenso respeto a cada hombre en quien veo a mi hermano, otro Cristo. Con nuestra mirada fija en el corazón de Cristo, pidámosle fuerzas, entereza, santidad, para realizar en el mundo una gran revolución, la revolución del Amor que Él vino a predicarnos y enseñarnos con su vida y su muerte; que seamos dignos de encender en la tierra una gran hoguera, la hoguera de un ardiente amor. Que el mundo viendo nuestras obras glorifique al Padre que está en los cielos y por nosotros llegue a reconocer el amor infinito de nuestro Padre Dios. Discurso en el aniversario de la Congregación de los Sagrados Corazones, 14 de diciembre de 1946.
Cultura
La
fe en el contexto Por: Constanza Moya
red
de la
Desde diversas perspectivas se habla de la red como un medio para comunicarse. Se intenta, además, dejar claro que se trata sólo de una herramienta más. Sin embargo, hay quienes, como Antonio Spadaro1, piensan la red como un espacio en el que habitamos. Nos comunicamos a través de las redes sociales, recibimos mensajes todo el tiempo en nuestros dispositivos y, aunque no los leamos, nuestro smartphone siempre está activo. a realidad virtual no se opone a la vida cotidiana sino que hace parte de ella. Desde luego, esta visión implica un cambio de perspectiva, acomodarse a una manera distinta de ver las cosas, en particular, la red y las nuevas tecnologías. Si estamos inmersos en la red, es claro que nuestras actitudes y comportamientos se ven permeados por ella, lo cual nos lleva a preguntar hasta qué punto esta concepción y esta experiencia afecta nuestra existencia. Desde el punto de vista de la fe, surgen estas interrogantes: ¿Qué impacto tiene la red en el modo de comprender la Iglesia y la comunión eclesial? Y ¿qué impacto tiene sobre el modo de pensar la Revelación, la gracia, la liturgia, los sacramentos… y los temas clásicos de la teología? Este artículo pretende, entonces, suscitar la reflexión en torno a este tema, a partir de algunos planteamientos que aparecen en el libro de Spadaro2, por considerarlo un gran aporte en este campo.
L
Antonio Spadaro, jesuita. Director de la revista La Civiltà Cattolica y docente en la Universidad Gregoriana, donde se doctoró en Teología. Es Consultor del Pontificio Consejo de la Cultura y del Pontificio Consejo de las Comunicaciones Sociales. Autor de muchas obras sobre la cultura contemporánea.
1
Spadaro, Antonio. Cyberteologia. Pensare il cristianesimo al tempo della rete. Vita e Pensiero, Milán, 2012.
2
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La red incide en la comprensión de la realidad del creyente, y por tanto en su experiencia de la fe. Así que debe ser vista como algo más que un medio para evangelizar. En el plano de la fe, la red y las nuevas tecnologías hay que asumirlas como instrumentos que sirven para comunicar el Evangelio. Por eso es necesario repensar la forma de aproximarse a internet y a las nuevas tecnologías, pues éstas se han convertido en un espacio en el cual se desarrolla la vida. No se trata de una forma de realidad paralela a la cotidiana, sino que hace parte de ella. Para los nativos digitales, por ejemplo, las relaciones que entablan, los aprendizajes que adquieren y las experiencias que viven a través de la red hacen parte de su diario acontecer; esto significa que no se trata, para ellos, de una realidad virtual sino, simplemente, de su realidad. Está claro que la red tiene una incidencia innegable en la fe, la cual es intrínseca a la vida de todo cristiano. El desafío es, entonces, no cómo usar bien la red en la tarea de la evangelización sino cómo vivir bien la evangelización en la época de la red. Ésta es ahora no un medio para evangelizar sino un contexto en el cual la fe está llamada a expresarse. El lenguaje y las metáforas que se utilizan en el contexto de internet (salvar, convertir, compartir, etc.) dan cuenta de una manera particular de ver la realidad. Las nuevas tecnologías son el resultado de los anhelos y demandas del ser humano, constituyen su deseo de dominio, pero también su necesidad de abarcarlo todo, de mantenerse siempre en contacto y su anhelo de permanencia, en últimas, revelan un cierto deseo de plenitud.
Niños y jóvenes tienen acceso a información que no deberían conocer, pueden ser manipulados y usados; quienes están en la red se exponen a la pérdida de privacidad e intimidad, así como al aislamiento y la negación de relaciones interpersonales reales y confiables. Por todo esto la red suele satanizarse o considerarse como algo peligroso, frente a lo cual siempre hay que estar alerta. Benedicto XVI, a pesar de haber denunciado que la red niega el encuentro cara a cara en las relaciones interpersonales, encontró positiva esa necesidad del ser humano del otro, de tener un contacto, de compartir con muchas personas, de intercambiar opiniones y vivencias, de comunicarse a través de las redes sociales. El deseo que tiene el hombre al buscar la comunicación a través de la red, es un reflejo de nuestra “participación al comunicativo y unificador amor de Dios, que quiere hacer de toda la humanidad una familia única”3. Es tarea de la Iglesia responder a dichos deseos y comprender la realidad del mundo de internet y de las nuevas tecnologías como un espacio que permea a partir de su propia lógica, es decir, a partir de la lógica que subyace a la misión que le ha sido encomendada. En la red, la lógica funciona a partir de quien tiene el domino de la información. Es éste quien se encuentra en ventaja y quien difunde el mensaje de acuerdo con su conveniencia e intención. La Iglesia no puede funcionar a partir de esta lógica. Su lógica debe ser clara y atenerse a los mandatos que provienen de la voluntad de Dios y que han sido revelados en la persona de Jesús. Su desafío consiste en ser portadora del mensaje de Cristo en ese nuevo contexto y no caer en la trampa de pensar la red y las nuevas tecnologías como mero instrumento de evangelización eficaz e inmediata. Una manera tan simplificada de comprensión puede llevar a distorsionar la misión misma en su realización.
3
Spadaro, Antonio. Op. cit., p. 65.
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En librería DE Abril A Junio LEEMOS
EL RECOMENDADO PARA LA VIDA CONSAGRADA ES...
CONVERSACIONES EN EL CAMINO Ignacio Madera En el Año de la Vida Consagrada, este libro, de Ignacio Madera, constituye un gran aporte para la formación religiosa. El autor, con gran experiencia como formador, expone en estas páginas sus principales inquietudes acerca de la vida religiosa. Se trata de una mirada que se vale de la experiencia para comprender las dificultades y desafíos de quienes han optado por consagrar su vida al Señor. Como el mismo autor lo declara, se trata de un libro para aquellos religiosos que no se resignan a vivir en una paz sin sobresaltos, para quienes están dispuestos a enfrentar toda clase de amarras, de obstáculos que se aparezcan en el camino, con el claro fervor y la convicción de que es la opción que han decidido seguir, no obstante las tentaciones y dificultades que aparezcan por el camino. Por eso, se trata de conversaciones “en el camino”, reflexiones que van andando con todo aquello que normalmente se aparece en el diario vivir del religioso de hoy. El autor indaga acerca de lo que sucede actualmente a las nuevas generaciones de religiosas y religiosos,
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plantea sus retos y sus necesidades, y sugiere la manera de enfrentarlos. Cabe anotar que cuando Ignacio Madera se refiere a nuevas generaciones no hace alusión solamente a los jóvenes sino a todos aquellos que recientemente se han iniciado en la vida religiosa, bien sea adultos o jóvenes. Ahonda cuestiones éticas de la vida cotidiana de los consagrados y aspectos que interesan e inquietan a cualquier formador. Del mismo modo, su experiencia como provincial le permite profundizar en lo que significa realizar un gobierno provincial y plantea reflexiones que le pueden servir a quienes ocupen este tipo de cargos. Del mismo modo, Ignacio Madera cuestiona lo que significa ser religioso en América Latina, más aún, en la era de las nuevas tecnologías. Se trata de una completa investigación y reflexión acerca de lo que significa y lo que debe ser el consagrado hoy. Un interesante libro que, sin lugar a dudas, será de gran apoyo para todos los religiosos, no sólo formadores, que quieran vivir su misión con ardor y auténtica entrega.
LA CRISIS DE LA MITAD DE LA VIDA André Daigneault
HUMILDAD Y EXPERIENCIA DE DIOS Anselm Grün Los antiguos monjes hablaban de la humildad como la virtud que triunfa sobre todos los vicios, pues ésta es la proyección de la experiencia de Dios. Pero para alcanzar dicha experiencia era necesario preparar el corazón hasta hacer de éste un corazón puro. Y la manera de lograrlo consistía en una lucha ardua contra los llamados vicios (los monjes enumeran ocho), contra los comportamientos humanos erróneos, contra las falsas intenciones, contra los impulsos desordenados y, por último, contra el egoísmo que está profundamente arraigado en nosotros. Quien se toma en serio este combate alcanza un verdadero conocimiento de sí mismo. Se trata de ir a lo profundo de sí mismo y enfrentar todo lo que hay de oscuro y de negativo en nuestro interior. Es un proceso, a veces, doloroso, pues nos cuesta aceptar aquellas cosas de nosotros que nunca habíamos querido asumir. Cuando llegamos a lo más hondo
de nosotros y constatamos nuestra debilidad nos hacemos humildes y empezamos a superar dichos vicios que se habían arraigado en nosotros. La humildad no debe confundirse con la autodegradación, pues cuando descubrimos nuestras debilidades, se nos abre un camino hacia la superación de las mismas y conocemos también nuestras fortalezas. Se trata, entonces, de un proceso que lleva a la verdad, la verdad de Dios. El humilde reconoce que no puede solo y se abandona en el Señor. Todas estas interesantes reflexiones se profundizan en este libro. Éste es, pues, otro título de Anselm Grün para leer en una sola sentada, pues su prosa amena y su interesante contenido hacen que el lector no quiera soltarlo hasta terminar y, más aún, ponerlo en práctica inmediatamente. Sin embargo, ir leyendo e ir mirando dentro de sí es un ejercicio que se puede hacer y garantiza un valioso resultado.
Todos, alguna vez, hemos pasado por crisis, pero la de la mitad de la vida es muy particular. Aparece alrededor de los cuarenta años, cuando nos encontramos en medio de la juventud y la vejez. Es cuando nos preguntamos por los proyectos no realizados, por lo que queremos para el resto de nuestra vida, cuando miramos atrás y vemos si lo que hemos hecho es suficiente o muy poco. Se trata de una crisis de identidad. Es el momento de ser nosotros mismos. La crisis de la mitad de la vida nos lleva a mirar en nuestro interior y con decisión aceptar lo que somos. Es el tiempo de ser sinceros con nosotros mismos y dejar de ser para los otros. ¿Cuántas veces nos ponemos máscaras y nos identificamos con lo que hacemos o lo que tenemos y no con lo que somos? Si llevamos mucho tiempo en un cargo, muchos años dedicados al cónyuge o a los hijos, o quizá, hasta a los padres, es muy probable que lo que somos termine por olvidársenos, o por
pasar a un segundo plano. Igualmente, las deudas, tantos años de lucha por tener una estabilidad económica nos pueden hacer pensar que ese es nuestro destino y nuestra vida, y nos olvidamos de nosotros mismos. Hay quienes tratan de resolver la crisis buscando en el amor juvenil una nueva esperanza. Parece que pensaran que la juventud de otra persona compensará aquella que ya se les está yendo, y con tristeza descubren que una piel más joven no comprende las experiencias vividas. Quizá se queden sin saber que la alegría verdadera no está en un nuevo amor sino en sí mismo. La crisis de la mitad de la vida, como bien lo explica este bello libro, es tiempo del abandono, de la confianza absoluta en Dios. Cuando salimos a la vida armados solamente de nuestra brújula, tarde o temprano descubrimos que necesitamos algo más, y ese algo es Dios.
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Mariología
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ida V E spiritual y la
Por: Mons. Julio Parrilla Díaz
La fe cristiana está “tocada” por la presencia de María y muchos de los valores que acompañan la espiritualidad de un cristiano encuentran en ella un paradigma fundamental. Hay una teología, una espiritualidad, una pedagogía que, de la mano de María, nos van abriendo a la experiencia de Dios, a un ejercicio de la vida cristiana capaz de colmar la búsqueda, la sed, el hambre de inmortalidad, de amor y de verdad que tiene la persona.
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n estos tiempos de crisis, de cuestionamiento no sólo de la Iglesia, sino también del propio hecho cristiano, en medio de una humanidad quebrantada, autosuficientemente deshecha, la fe y la gracia de Dios nos hacen profundamente humanos, con sentido de justicia, de ética, de fraternidad… y la espiritualidad es el eje fundamental que puede redimirnos, liberarnos de nuestros propios excesos y de nuestras falencias.
E
La espiritualidad cristiana 1. Espiritualidad, ¿palabra sospechosa? Pareciera que hoy, al amparo de esta nueva cultura hedonista y globalizada, el tema de la espiritualidad estuviera bajo sospecha. Frente al valor de lo inmanente, de lo inmediato, de la satisfacción de los sentidos, de la materialidad del consumo, de la fugacidad de las relaciones, de la provisionalidad de los compromisos… muchos se preguntan qué sentido tiene apostar por la trascendencia. Realmente, ¿hay algo más importante que el propio yo? Cuando hablamos de espiritualidad, ¿qué queremos decir? Ciertamente, la palabra (como la experiencia) tiene su ambigüedad. Una persona “muy espiritual” puede ser una persona ausente de la realidad, del dolor humano, del ejercicio de la caridad… Habría que preguntarse qué valor tiene una espiritualidad que nos aleja de los hermanos, de la comunión eclesial, de los pobres, del esfuerzo compartido de trabajar a favor de la ética y de la justicia, a favor de un mundo más humano e incluyente. Habría que preguntarse también qué valor tiene una espiritualidad ajena a la encarnación, al Cristo presente y actuante en la historia humana a la que redime precisamente en la medida en la que acampa en medio de ella.
Por “persona espiritual”, desde la perspectiva cristiana, entiendo aquella que busca honradamente la voluntad de Dios y se compromete con ella. La figura central de persona espiritual es la Virgen María.
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Mariología
Valores evangélicos de una espiritualidad mariológica Siguiendo los evangelios de Lucas y de Juan, miremos algunos valores marianos que hacen posible la vivencia de la espiritualidad cristiana. Son valores muy actuales en el contexto espiritual, antropológico y de fe.
1. El valor del silencio,
de la escucha y de la obediencia
El Evangelio de Lucas refleja una historia de ternura y de salvación. Dios actúa misericordiosamente en la historia de los hombres. Jesús es el centro de esta historia y en Él se manifiesta la salvación de Dios. Por eso la comunidad lo reconoce y confiesa. Pero, para eso, es preciso abrirse al anuncio de la salvación. María entabla con el ángel un diálogo precioso, lleno de turbación y de preguntas. Qué significa que el Señor está contigo, que eres llena de gracia… Hay una experiencia de turbación y de temor. ¿Quizá también de resistencia o, simplemente, de realismo? (“¿Cómo será esto si yo no conozco varón?”). En nuestra vida espiritual no faltan estos sentimientos. El llamado supone una experiencia de dolor que sólo en un segundo momento se transformará en una respuesta confiada. Para ello hay que hacer silencio y escuchar la voz de Dios. No es tan fácil llegar a la convicción de que para Él no hay nada imposible. María hará silencio, escuchará y obedecerá a lo largo de toda su vida. Como ella, tendremos que preguntarnos en más de una ocasión: “Señor, ¿qué quieres de mí?”. Hay momentos en que se cuestiona la propia vida, y en los cuales hay que situarse ante el misterio del hombre y de Dios, en que hay que madurar las preguntas y, sobre todo, madurar las respuestas. La obediencia que se nos pide no es ciega, sino obediencia probada, madurada, consentida en el corazón. 58
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La entrega de la vida nos exige esta capacidad de orar, hacer silencio, escuchar, para poder descubrir y obedecer la voluntad de Dios. Muchos de nuestros fracasos nacen de esta ausencia de actitud orante en nuestra vida personal. Hacemos, trabajamos, pero, al final, no sabemos quién manda…
2. El valor de la alabanza y de la esperanza mesiánica (el Magníficat)
Después de los anuncios del nacimiento de Juan y de Jesús, el capítulo 1 de Lucas se centra en torno al encuentro de María con Isabel y el canto del Magníficat. El parágrafo comienza con una acción: “Se puso en camino y se fue de prisa…”. Desde el principio, el Evangelio nos marca un ritmo. Es el de la esperanza, de las certezas del corazón, de la seguridad de que las promesas de Dios se cumplirán. Y se cumplirán a través de mí, de mi obediencia, en la convicción de que Dios es fiel. La esperanza mesiánica se teje sobre esta seguridad del corazón, a pesar de las dificultades, de los desaciertos de la vida. La alabanza de María, el canto del Magníficat, surge en este contexto: “Porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”. El cántico de María, al tiempo que sostiene cada día, al atardecer, la oración de la Iglesia, apoya también la fe. En medio de la angustia, del desconcierto, del cansancio que acompaña la vida, se siente la necesidad de experimentar la humildad del siervo, el valor de la misericordia, la certeza de que también a mí Él me toma de la mano y me conduce, entre las atracciones poderosas de este mundo, por los caminos de la salvación. El Magníficat es una oración para los momentos en que no todo es tan claro, es la oración de la esperanza de una mujer, de un pueblo que sabe que Dios es fiel, al igual que el cántico de Ana (cf. 1S 2, 1-10).
3. El valor de la maternidad
(la fecundidad de la vida)
La maternidad de María tiene un fuerte significado espiritual. María engendra lo que ama. No es simplemente un acto biológico. La vida queda fecundada por el Espíritu, por la obediencia, por la capacidad de amar el Reino de Dios y su justicia más que la propia vida, la propia honra, la propia tranquilidad… De la mano de María, uno comprende que no sólo tiene que ser hijo, hija… Tiene que ser padre y madre de sus hermanos. La fraternidad se engendra en el corazón. En el corazón se engendra la Iglesia y todo cuanto de bueno acontece en este mundo. Una espiritualidad mariana es aquella que nos hace padres, madres, hijos, hermanos… familia de Dios, familia de la Iglesia, familia humana. De puertas para dentro, nuestras relaciones no son tan diáfanas, tan intensas, tan liberadoras… Y, sin embargo, la pater-maternidad nos crea esta tensión de ser familia. Hay cosas que necesitan tiempo, que sólo se comprenden en un contexto de esperanza y de oración. Recordemos que en el relato del nacimiento de Jesús los pastores quedaban admirados y que María, una vez más, guardaba todas estas cosas y las meditaba en el corazón.
4. El valor de lo cotidiano y del servicio humilde
Cuando se cumplieron las cosas prescritas por la ley del Señor, regresaron a Nazaret. Y Jesús crecía y se fortalecía, sin duda, bajo la atenta mirada de María. Es la vida oculta, el valor de lo cotidiano, del servicio humilde. El valor de la casa, de las relaciones, del trabajo, de los afectos, del aprendizaje, de los valores sembrados en el corazón de los demás, de los sueños compartidos a media voz. En la espiritualidad cristiana, lo que más nos humaniza no es la experiencia del brillo, del éxito, del poder, sino la experiencia humilde del que hace la parte que le toca, que mete el hombro para que los demás crezcan y tengan vida.
INICIA 6 de abril de 2015 www.sanpablo.co/educacion (+57-1) 3682099 Ext. 5 diplomadobiblia@sanpablo.co
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5. El valor del
acompañamiento (escuchar, observar y acompañar) Cuando Jesús comience su vida pública por los caminos de Galilea, María estará atenta y lo acompañará, la mayoría de las veces en la distancia. Pero ella estará presente en el corazón y en la vida del Hijo. La espiritualidad cristiana nos lleva a conjugar estos tres verbos importantes: escuchar, observar, acompañar. Quien tiene ojos y corazón de padre-madre escucha, observa y acompaña. Hay un latido que no siempre es evidente, pero que hay que escuchar. Los pobres tienen que ser escuchados, porque tienen algo que decir y hay que crear espacios de escucha. La Iglesia, la familia, cada uno de nosotros, tienen que crear oportunidades, espacios de escucha. Hoy la gente oye, pero no escucha. Y, sin embargo, siente la enorme necesidad de ser escuchada. Y no sólo escuchar. Hay que observar la realidad, las necesidades y los recursos que tenemos, por dónde vamos y hacia dónde deberíamos ir. Hay que acompañar, aunque sea en la distancia, y mejor aún en la cercanía. ¡Qué importante es el acompañamiento en la espiritualidad cristiana! Qué importante es estar al lado del hermano, hacer juntos el camino, sostener la esperanza del pueblo.
6. El valor del dolor
(a los pies de la cruz)
Juan (19, 25) sitúa a María a los pies de la cruz. La presencia de María hace más patética la muerte de un hombre que había suscitado tantas esperanzas, sin duda también en el corazón de la madre. ¿Por qué María está a los pies de la cruz? Porque ella sabía que el Hijo no podía morir para siempre. Es una certeza del corazón que alimenta la fe y la espiritualidad y que obliga a estar donde hay que estar: al pie del dolor.
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La presencia callada y firme a los pies de la cruz es como una promesa de reconciliación, de esperanza sostenida desde dentro. Algún día encontraremos el sentido y la paz. Pero, para lograrlo, hay que mirar de frente el dolor, el rostro de Jesús que da la vida y dejarnos tocar por Él. En la espiritualidad cristiana llega un momento en el que hay que plantear la vida desde las certezas del corazón y ponerse, como María, a los pies del amor, a los pies de la cruz. La certeza de María: el Hijo amado no puede morir para siempre, era la misma certeza de la primera comunidad: “No era posible que Jesús permaneciera bajo el dominio de la muerte” (Hch 2, 24). La hora de la cruz es la hora de la fe. Y lo es para todos y para siempre. Si tenemos fe, la hora del dolor puede ser una hora fecunda. A los pies de la cruz María comprendió que Jesús la hacía Madre de infinitos hijos, de todos los dolientes. La espiritualidad cristiana no se cierra en sí misma. Al contrario, María a los pies de la cruz nos recuerda nuestra responsabilidad: ponernos a los pies de las cruces de los hombres, ejerciendo una paciencia activa y compasiva. Ante el mal y el dolor hay que estar cerca de los que sufren.
7. El valor de la Pascua y de la comunidad
El Hijo de las llagas, el Siervo, es el Hijo de la Pascua, capaz de atraer hacia sí todas las cosas. Con frecuencia experimentamos que la vivencia de la fe puede transformar el corazón del hombre y abrirlo a la confianza… Pues no estamos solos. Y nuestro sufrimiento forma parte del sufrimiento de Jesús. Esta confianza nos configura con Él y nos recuerda que también nosotros, un día, formaremos parte de la Pascua. Y es que no hay mayor esperanza que la fe en la Resurrección. Esta fe pascual sostiene nuestra vida y nuestra espiritualidad. Sin ella todo es vano. Así lo comprende la primera comunidad reunida en oración con María. Así termina el Evangelio de Lucas y así comienzan los Hechos de los Apóstoles: en oración con María en torno a la certeza de la Pascua. Desde esta experiencia pascual (¡Cristo vive!) todo es posible, incluso (acuérdense de Pedro) dar la vida por amor. La comunidad ya está preparada para el martirio, es decir, para llevar a feliz término la experiencia de la Pascua definitiva.
El Centro
B铆blico Verbo
nos trae un nuevo ejemplar que contiene una introducci贸n y ocho derroteros para encuentros comunitarios
De los mismo creadores de:
Disponibles en:
Eclesiología
Elementos de eclesiología
Paulina Por: P. Danilo A. Medina, ssp
Hablar de la enseñanza paulina en el tema de la Iglesia, es reconocer a Pablo como pionero de la fundación de comunidades eclesiales, es decir, como el gran promotor del “sentido comunitario”. Por supuesto que fue Jesús quien sentó las bases, con su vida, con sus enseñanzas, con su entrega, pero a Pablo le correspondió la gran responsabilidad de hacer realidad esa iglesia-comunión propuesta por Jesús como camino de salvación en los difíciles ambientes del mundo urbano grecorromano. partir de su conversión-vocación en el camino de Damasco, Pablo fue entendiendo que ser cristiano necesariamente implicaba serlo en comunidad. Por eso dedicó toda su existencia, incluidos sus viajes y fatigas misioneras, sus cartas eminentemente pastorales, sus actuaciones apostólicas, a crear Iglesia sobre la práctica y las enseñanzas de Jesús, que pone los fundamentos de su propuesta llamando a sus discípulos “para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar” (Mc 3, 13-14). De modo que la Iglesia se constituye no a partir de doctrinas sino de la convivencia con el Maestro y con la comunidad de los discípulos.
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Concepto de Iglesia en la práctica evangelizadora paulina Crear comunidad, siguiendo los grandes principios y valores enseñados por Jesús, fue para Pablo no sólo una de sus más profundos deseos y objetivos, sino, ante todo, una parte fundamental e importante en su estrategia evangelizadora y misionera. En su empeño de “inculturar el Evangelio” en el mundo pagano, Pablo asume la creación de la comunidad (ekklesía) como alternativa cristiana frente a la propuesta griega de la polis o la propuesta judía de la sinagoga. Hubo una institución grecorromana que pudo haber servido a Pablo en su propósito de crear comunidad como espacio ideal de la evangelización, y fruto maduro de la misma, se trataba de las asociaciones (collegia) que tenían finalidades cívicas. Era muy claro, en todo caso, que una comunidad cristiana no podía ser ni una sinagoga ni una simple asociación cívica, debía tener identidad propia. Y esa identidad comienza a gestarse en los ambientes domésticos; de hecho, son las casas de familia (domus) los primeros núcleos de vida cristiana en la innovadora metodología paulina de hacer comunidad (Hch 16, 15; 17, 5-9; 18, 2ss; 1Co 16, 19; Rm 16, 5). Aunque también aprovechó espacios públicos más abiertos (como el Areópago de Atenas, Hch 17, 1ss), su preferencia era claramente la casa de familia (cf. Flm 2 y Col 4, 15). El desafío que se le presentaba a Pablo y a su equipo evangelizador era complejo, pues se trataba de formar comunidades plurales y universales, en las que tuvieran espacio tanto los judíos como los paganos procedentes de culturas, razas, filosofías, costumbres y cultos variados. Y es elocuente que tanta diversidad hubiese tenido como respuesta paulina el modelo doméstico de Iglesia. Tal vez porque ya la familia es en sí misma el primer ejemplo de “unidad en la diversidad”. Pero, al contrario de la familia, la fuente de unidad no es la autoridad del padre de familia, ni los vínculos de sangre, sino una adhesión libre y voluntaria en función de cumplir la voluntad de Dios (como el propio Jesús lo había asegurado: “Mi madre y mis hermanos son quienes escuchan la Palabra de Dios y la cumplen”: Lc 8, 19-21; cf. Mt 12, 46-50; Mc 3, 31-35).
Bajo el techo de una misma casa, el núcleo que garantiza unidad y comunión es la fe en Cristo muerto y resucitado. La Eucaristía y el bautismo serán medios privilegiados para significar la comunión con Dios y con los hermanos. Así, la comunidad reunida es el lugar por excelencia donde acontece la presencia de Dios. El “pueblo de Dios” recibe el nombre de ekklesía, término que se generaliza para designar a los discípulos de Jesús congregados en asamblea, con un vínculo fraterno que no excluye a nadie (como en el caso judío, donde quedaban por fuera las mujeres, los niños, los extranjeros), sino que es inclusivo, implicando relaciones de mutua interdependencia, bajo la guía y presidencia de personas designadas para ese servicio: epíscopos, diáconos, presbíteros.
Sentido de Iglesia en los escritos paulinos En las cartas paulinas, además de las orientaciones y exhortaciones a vivir los valores comunitarios, son elocuentes algunas imágenes que usa el Apóstol para referirse a la Iglesia: el cuerpo, la esposa, el edificio y el plantío.
• Iglesia-Cuerpo En 1Co 12, 12-31, en el contexto de una enseñanza sobre los carismas espirituales, el Apóstol desarrolla y aplica el tema de los carismas a la realidad eclesial, cuyo corazón de dicha reflexión es el hermoso himno al amor, como el carisma por excelencia, que justifica y da sentido a los demás carisma (cf. 1Co 13, 31). Es a la luz de esta enseñanza (los carismas), que se puede entender mejor el símil del que se sirve Pablo para referirse a la Iglesia como Cuerpo, con la inseparable referencia a Cristo como la Cabeza de dicho cuerpo. Desde la realidad concreta de la Comunidad cristiana de Corinto bombardeada por los ambientes sociales de relajación moral y excesiva valoración de la razón humana en medio de los cuales vivía, adolecía también de graves crisis internas, divisiones, pleitos, inmoralidades, idolatría (cf. 1Co 1, 10-17; 3,
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Eclesiología 1-5; 5, 1ss; 6, 1-11.15-20; 10, 14-22), incluso injusticias, que afectan la vida fraterna hasta en el ámbito sagrado de la celebración de la Cena del Señor (cf. 1Co 11, 17-34), es que el Apóstol responde con su propuesta de la Iglesia “unidad en la diversidad” a la luz de la imagen del Cuerpo y su Cabeza. La aplicación de la imagen es bastante fácil de realizar, pues el símil en sí mismo es muy claro: así como en un cuerpo hay muchos miembros que lo conforman, y son unidos pero diversos, asimismo sucede en la Iglesia: son muchos sus miembros, y de muy variadas características, pero no forman más que un único cuerpo, en el cual es clara la supremacía de Cristo-Cabeza. En la Carta a los Romanos, capítulo 12, ofrece aplicaciones concretas de esa doctrina (la gratuidad de la salvación) al ámbito comunitario eclesial. Y vuelve a apelar a la imagen del cuerpo, con términos prácticamente iguales a los usados ya en 1Corintios. La vida nueva que brota de la experiencia de gratuidad de la salvación inaugura un nuevo culto: “Ofrecerse a sí mismos como sacrificio vivo, santo, aceptable a Dios, éste es el verdadero culto” (Rm 12, 1); implica también una transformación radical hasta adquirir una nueva mentalidad capaz de discernir la voluntad de Dios (cf. Rm 12, 2). A partir de la comparación con el cuerpo humano, el tema de los carismas y las diversas funciones de servicio en la Comunidad, serán el criterio de fondo en la edificación de la comunidad, desde la diversidad de carismas y tareas complementarias, particularmente en la vivencia del amor fraterno (Rm 12, 9ss). En Efesios 4, 1-16, bajo la forma de una exhortación a la unidad, y en Colosenses 1, 18, en el contexto de un himno cristológico que presenta la supremacía de Cristo en la creación, como salvador y primogénito de toda criatura, vuelve el Apóstol a afirmar que Cristo es la cabeza de la Iglesia. Hablando de la vida cristiana y su necesaria e irrenunciable dependencia de Cristo, retoma la imagen Cuerpo-Cabeza como símbolo por excelencia de las relaciones entre la comunidad cristiana y el Salvador, que en lo práctico encuentran su expresión en el bautismo cristiano (cf. Col 2, 9-15).
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• Iglesia-Esposa En la Carta a los Efesios, hablando del ideal cristiano para los esposos, de cómo deben tratarse mutuamente en el contexto del matrimonio, en el respeto, la recíproca docilidad, el amor entrañable, Pablo se refiere concretamente a Cristo como el Esposo y la Iglesia como la esposa (Ef 5, 22-33). El símbolo esponsal no es nuevo, ya en el Antiguo Testamento lo habían usado algunos profetas para referirse al amor de Dios por su pueblo (cf. Os 2, 4-25; Jr 2, 1-13). En el texto de Efesios, el Apóstol establece una interesante conexión de esta imagen (esposa-esposo), con la del Cuerpo-Cabeza (cf. 5, 28-30), justamente porque el sentido de las dos imágenes apuntan a lo mismo: la unidad en el amor, la vida que se recibe de Cristo y las exigencias prácticas que derivan de esa íntima comunión. Desde el presupuesto de Cristo-esposo e Iglesia-esposa se entienden las múltiples exhortaciones de Pablo dirigidas a los esposos cristianos, en las cuales los invita a amarse, respetarse y obedecerse mutuamente (cf. Col 3, 18-19).
• Iglesia-edificio Para ilustrar esta otra imagen usada por Pablo, nos podemos remitir a dos textos interesantes, el primero de 1Co 3, 9-23 y el otro, mucho más breve, de 2Tm 2, 20-21. En 1Co 3, 9-23 el apóstol compara su trabajo apostólico y su participación en la obra evangelizadora con la construcción de un edificio sobre el sólido fundamento que es Jesucristo. Edificar la Iglesia implica trabajar en equipo. Muchos colaboradores intervienen, pero uno sólo es el cimiento (Cristo), que es quien garantiza unidad a la edificación. La responsabilidad personal (que cada cual analice con qué material está levantando su construcción) se armoniza con la responsabilidad comunitaria (todos formamos el “santuario de Dios”, la Iglesia, que recibe su sacralidad de Dios mismo).
En 2Tm 2, 20-21 el Apóstol se refiere a la Iglesia como “una casa grande”, donde hay diversidad de utensilios, que también varían de calidad y valor según su uso. Tambien aquí podemos ver un modo de pensar en la diversidad que forma la unidad de la Iglesia. Similar al tema de los carismas, que en su pluralidad ayudan a edificar la única Iglesia, el único cuerpo de Cristo.
• Iglesia-plantío En la Primera carta a los Corintios Pablo cuestiona las divisiones y conflictos internos como signos de inmadurez en la fe, que se dan a partir de bandos, representados, probablemente, por diversas corrientes o escuelas filosóficas. Pablo advierte que “no hay cristianos” de Pablo, o de Apolo, o de Pedro (Cefas), como si fueran facciones (cf. 1Co 1, 12-13). El único punto de referencia fundamental, que garantiza unidad a toda la Iglesia es Cristo, pues fue sólo Él quien entregó su vida por la humanidad.
Refiriéndose a la unidad de la Iglesia, Pablo compara el trabajo de los apóstoles con los diversos aportes que brindan los trabajadores en un sembrado, para que haya cosecha: “Yo sembré, Apolo regó, pero era Dios quien hacía crecer. De manera que ni el que planta ni el que riega son nada, sino Dios que hace crecer. El que planta y el que riega trabajan en lo mismo; cada uno recibirá su salario según su trabajo. Nosotros somos colaboradores de Dios y ustedes son el campo de Dios…” (1Co 3, 6-9). Esta imagen del plantío de Dios es en sí misma elocuente y permite extraer interesantes aplicaciones, pero siempre en la línea de la “unidad en la diversidad”, como síntesis de eclesiología paulina por excelencia, donde la unidad nos remite necesariamente al fundamento teológico de la Iglesia: Cristo, mientras que el tema de la diversidad nos conduce a pensar en los carismas y funciones que el Espíritu Santo suscita, también alude a la riqueza de los aportes humanos en dicha comunidad. Allí se valora la originalidad de cada persona, que por la acción de Dios se armoniza con las demás personas para crear y cultivar profundos nexos de fraternidad, justicia, solidaridad y amor.
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Exorcismo:
¿liberación del mal? Por: Isabel Gómez
“...les he dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones, y sobre todo poder del enemigo, y nada les podrá hacer daño. (Lc 10, 18-19)
Cómo entró el mal al mundo?, ¿cómo podemos superarlo?, ¿qué sentido tiene?, ¿cómo librarnos del mal?, ¿es una enfermedad de la mente o un mal del alma? Son preguntas que la gente se hace a diario, y busca a través de diferentes medios encontrar la respuesta a estas interrogantes. En los Evangelios encontramos varios episodios que muestran que el mal y la enfermedad son ocasionados por fuerzas “malignas” o satánicas (cf. Mt 9, 32-33; 12, 22; 17, 18; Mc 5, 1-20; 7, 26,-30; Lc 4, 3336; 22, 3). Para liberar a la persona del mal Jesús realiza una serie de gestos y palabras que la Iglesia y el Magisterio reconocen como “exorcismo”, que no es otra cosa que
una antigua y particular forma de oración que hace un ministro ordenado de la Iglesia, en nombre de Jesucristo y por el poder que Jesucristo ha otorgado a su Iglesia para liberar al hombre del poder de Satanás, demonio: “...les he dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones, y sobre todo poder del enemigo, y nada les podrá hacer daño” (Lc 10, 18-19).
una perspectiva netamente evangélica, donde se les aclarará a los participantes dudas acerca de los tópicos propuestos. Estamos convencidos de que los temas a tratar son de gran interés y contribuirán a profundizar nuestra comprensión del mal, del sufrimiento y, ante todo, de nuestra fe.
Conscientes de esta realidad, la Sociedad de San Pablo, padres y hermanos paulinos, realizará una serie de conferencias y un retiro, en el próximo mes de mayo, impartidos por los padres José Antonio Fortea y Álvaro de Jesús Puerta , que versarán sobre el exorcismo, las tentaciones y otros temas relacionados con las fuerzas del mal. Todo analizado desde
Estamos convencidos de que los temas a tratar son de gran interés y contribuirán a profundizar nuestra comprensión del mal, del sufrimiento y, ante todo, de nuestra fe. 66
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La de la
diaconía
Consideraciones espirituales sobre la labor del diácono
y sugerencias para desempeñar bien esta misión.
Autor
José Antonio
Fortea Cucurull
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