Guía perversa del viajero en el tiempo - Jorge Fernández Gonzalo

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Obra editada bajo licencia Creative Commons 3.0: Reconocimiento - No Comercial - Sin Obra Derivada (by-nc-nd). -© del autor, Jorge Fernández Gonzalo, 2016. -© de la edición, Sans Soleil Ediciones, Vitoria-Gasteiz, 2016. Diseño de la portada: Mikel Escalera (www.mikelescalera.com) Maquetación: Sans Soleil Ediciones Corrección de textos: Isabel Mellén ISBN: 978-84-944484-8-5 Depósito legal: VI-371/2016 Imprime: Printhaus (Bilbao) www.sanssoleil.es ed.sanssoleil@gmail.com


Índice

Prefacio Los tiempos se han dislocado................................................ 9 Introducción Doc, tenemos que volver ..................................................... 17 Parte 1: El arte de contar la historia

Retrocausalidad y máquinas del tiempo................................ 37 Estética e historia. La leyenda de John Titor......................... 63 Primero como tragedia, después como farsa.......................... 81 ...y finalmente como estética................................................. 103 Parte 2: Acontecimiento y presente

El efecto mariposa. Acontecimiento y archivo......................... El día de la marmota y la bestia de lo contemporáneo........... A través de la cronoletrina..................................................... Doce monos: la libertad y lo imposible...................................

127 147 173 199


Parte 3: Choque de cronicidades Regreso al futuro y el significante flotante............................... Políticas de la ucronía........................................................... El planeta de los simios y el “cronolianismo”......................... Identidades-Alien ................................................................

219 243 267 291

Parte 4: El espectro y la máquina

In Time y la cronoeconomía ................................................. Skynet. La rebelión de las (crono)máquinas........................... Déjà vu y la ontología del espectro........................................ Minority Report. Velocidad, política y espectáculo.................

315 335 357 381

Parte 5: Antihumanismo práctico La mujer del viajero en el tiempo.......................................... Cronopatías del sujeto. Donnie Darko................................... Emociónese, Spock............................................................... La Esfera, el olvido................................................................

413 435 455 477

A modo de conclusión Código 7. Apocalipsis y Utopía ............................................ 499 Bibliografía ....................................................................... 511 Cronoteca.......................................................................... 523


Prefacio

Los tiempos se han dislocado. ¡Cruel aprieto, venir yo a este mundo para corregirlos! William Shakespeare

Los tiempos se han dislocado En su libro Lacrimae Rerum: Ensayos sobre cine moderno y ciberespacio, el filósofo esloveno Slavoj Žižek afirmaba que «el viaje en el tiempo es (probablemente) imposible, pero los escenarios fantasmáticos relacionados con este tipo de viajes son, sin embargo, ‘verdaderos’ por los conflictos libidinales que expresan». La cuestión que debemos plantearnos es la siguiente: ¿y si lleváramos hasta sus últimas consecuencias estas palabras y tratáramos de explicar nuestro escenario político y filosófico mediante las producciones de ciencia ficción (y, más concretamente, a través de las obras sobre viajes en el tiempo)? Pensemos, a modo de ejemplo introductorio, en las tesis psicoanalíticas de Jacques Lacan (con sus conocidas categorizaciones sobre lo Real, lo simbólico y lo imaginario) y las diferentes tipologías de viajes espaciotemporales que aparecen en los productos Sci-Fi. Según las tesis lacanianas, la estructura psíquica humana se divide en tres ejes o puntos de contacto con el entorno, los cuales forman una estructura interrelacionada entre sí, un «nudo borromeo», según sus palabras: por un lado, tenemos el núcleo inaccesible de lo Real, aquello que escapa a toda simbolización, la semilla del trauma. Existe también el orden simbólico, registro de nuestra


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realidad comunitaria, en donde hemos de disponer la figura del gran Otro, una ficción que da sentido a nuestras creencias y certezas. Finalmente, el campo de lo imaginario determina el horizonte de fantasías, sueños y otras experiencias oníricas o preedípicas que preceden o subsisten a la aparición del lenguaje. Nos sentimos tentados a sustituir aquí la metáfora lacaniana del nudo borromeo por una imagen mucho más convencional, la de un «condensador de fluzo», que permitía en la saga de películas Regreso al futuro viajar a través del tiempo. Y es que este tipo de desplazamientos crononáuticos se asemejan formalmente a las variables del conocido leitmotiv lacaniano: cabe distinguir entre traslaciones cuánticas que se abren paso a través del ámbito ignoto de lo Real, desplazamientos o bucles temporales que reordenan el campo de lo simbólico y, por último, fantasías crononáuticas que bracean en la dimensión onírica de lo imaginario. En el primer caso, nos encontramos con una fisura entre realidades (la brecha de lo Real/imposible) que permite el viaje de una época a otra. Recordemos la definición que propone Žižek de lo Real como «el agujero topológico o la torsión que ‘curva’ el espacio de nuestra realidad» (2006). No faltan ejemplos en la ficción de objetos o seres que atraviesan esa brecha, ya sea gracias a un artefacto tecnológico, a una habilidad asombrosa o mediante una catástrofe natural, quizá una tormenta eléctrica o un agujero de gusano (o puente Einstein-Rosen, según dicta la terminología científica) que logra desgarrar el tejido ontológico de nuestro universo. La explicación que nos propone la teoría de la relatividad es que podrían existir «atajos» que permitieran plegar el espacio, y con él la dimensión del tiempo. Dicho de otro modo: es posible atravesar nuestra época y abrir un túnel que conecte con otra distinta. La cinta Los ladrones del tiempo (Time Bandits, 1981) nos muestra un claro ejemplo de esta peculiar cosmografía rizomática: una banda de enanos son los encargados de reparar algunos de los fallos de diseño que presentaba la creación del Universo, por lo que deberán desplazarse a través de sus cuatro dimensiones con la ayuda de un enigmático mapa. En la novela de Stanislaw Lem Fiasco y en el relato «Houston, Houston, ¿me reciben?» de James Tiptree Jr., ese atajo se abría mediante un recurso distinto: gracias a la atracción gravitacional de una estrella cercana. Otras muchas producciones recurren a los portales y agujeros negros como puentes cuánticos (el videojuego Chrono Trigger, de 1995, o las películas El señor de las bestias 2: La puerta del tiempo, 1991; Evil Cult, 2003; y la segunda y tercera parte de En el nombre del rey, de 2011 y 2014). El Universo, por tanto, presentaría la forma de una compleja red de conexiones y túneles en donde no se enlazan distintos puntos en el espacio, sino que es el espacio mismo el que se distorsiona sobre sí.


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Encontramos también un tipo de viaje en el tiempo en donde únicamente se produce una reorganización del campo simbólico, como sucede en las películas de bucles temporales o en aquellas producciones en donde la conciencia del protagonista es transferida a otra época, tal y como ocurría en la cinta protagonizada por Christopher Reeve En algún lugar del tiempo (Somewhere in Time, 1980). Richard Collier, un escritor de Chicago que acaba de estrenar una obra teatral, es interceptado al finalizar la función por una anciana que le saluda amistosamente y que le hace entrega de un viejo reloj. Entre susurros, la mujer le pide, con un tono misterioso, que regrese a ella; Richard no entiende en ese momento a qué se refiere, pero queda profundamente intrigado. Años más tarde, viaja hasta un hotel y allí se enamora del antiguo retrato de una dama. Pregunta en recepción y le indican que se trata de Elise McKenna, una importante actriz de principios de siglo. El protagonista investiga en la hemeroteca y encuentra allí una fotografía reciente que le hace caer en la cuenta: la joven del retrato es la misma anciana que le saludó aquella noche en la función. Además, lee que Elise falleció justo el día en que se conocieron, y que entre sus pertenencias se encontró un peculiar ensayo sobre psicoterapia y viajes en el tiempo. Richard decide entrevistarse con el autor del libro, el doctor Finney, quien le habla de sus teorías para viajar al pasado: según sus investigaciones, es posible retroceder en el tiempo si se llega a un grado de conciencia específico. El protagonista sigue las indicaciones del doctor y se concentra en las viejas fotografías de su amiga, en un documento con la firma de Elise y, muy especialmente, en el reloj que ella le había regalado años antes. De repente, Richard despierta milagrosamente en el año 1912. Allí conoce a Elise, cuando aún era joven, y juntos inician una intensa relación sentimental, hasta que, por un descuido, él hunde las manos en su chaquetón y toca un objeto de su época, un centavo de los años setenta, que le hace regresar súbitamente al presente. Desconsolado, intentará por todos los medios regresar con su amada, pero le será absolutamente imposible. Sólo la muerte permitirá que los amantes vuelvan a reunirse. Hay más ejemplos en esta línea: la serie Almacén 13 (en donde una H. G. Wells femenina inventa un dispositivo que permite reenviar la conciencia al pasado), la película Singularity Session, de 2009, la novela de Mike McQuay Memorias, los relatos de Isaac Asimov «¿Intercambio justo?» y «Los vientos del cambio», la serie televisiva de los noventa Kappatoo y una de las ampliaciones del juego de rol Gurps, en donde era posible retroceder en el tiempo a través de la habilidad de retrogresión. Cabe citar aquí, por último, la serie Perdidos y uno de sus más aclamados capítulos, el titulado «La constante» (4x05). Varios personajes atrapados en una isla misteriosa (Desmond Hume, Sayid Jarrah y


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Frank Lapidus) consiguen salir de ella en un helicóptero con dirección a un carguero atracado a pocas millas de la costa. Mientras Desmond revisa una fotografía de su amada, Penelope Widmore («Penny»), el piloto se dirige en línea recta hacia una tormenta. Las instrucciones de Faraday, el científico que había calculado la ruta de escape, son muy precisas: no pueden desviarse ni un milímetro del camino trazado, pues podrían estar condenados a vagar sin rumbo (en el espacio y, lo que es más peligroso, en el tiempo). Repentinamente, Desmond despierta. Aparece en otro lugar y pronto advierte que se trata de un barracón con el que está extrañamente familiarizado. El sargento se acerca a él y le espeta que haga su cama y que salga a correr junto a sus compañeros, pero Desmond está desorientado y le responde con evasivas (soñaba que volaba en un helicóptero y que por fin salía de la isla…, etc.). En la siguiente escena, volvemos al helicóptero. Desmond intenta desabrochar el cinturón a pesar de las turbulencias, mientras Sayid le retiene para que no lo haga, pero Desmond no es capaz de reconocer a su compañero. ¿Qué es lo que ha ocurrido? Se trata de una transmigración de conciencias, que podemos situar en la misma órbita que el concepto freudiano de transferencia (Übertragung): se produce un arco, un pasaje, entre el pasado y su actualización, sólo que, en este caso, no son los viejos sentimientos o experiencias traumáticas los que recorren el túnel del tiempo hasta ser revividos por el sujeto en el presente, sino que es el sujeto mismo, todo él, quien se halla inmerso en el flujo de intercambio, por lo que su Yo del presente viaja al pasado y el Yo del pasado despierta en nuestros días. Tras varios viajes entre una y otra época, Faraday le indica a Desmond que necesita buscar un «ancla», una «constante» que le ate al tiempo a pesar del desfase entre épocas, y Desmond piensa en su única constante posible: Penny. En una de sus regresiones, se planta en casa de su exnovia –en aquella época acababan de romper por intermediación del autoritario padre de Penny– y le ruega que le dé su nuevo número de teléfono y que no lo cambie en los próximos ocho años. Ella acepta, a regañadientes. En el presente, Sayid consigue arreglar la radio del barco y Desmond contacta con ella para que pueda localizar el carguero. Se rompe, de este modo, el bucle que obligaba a Desmond a moverse entre distintas épocas, pues ambas versiones han encontrado un motivo al que aferrarse, una suerte de lacaniano punto de almohadillado desde donde reestructurar definitivamente su horizonte de realidad. Por último, el viaje en el tiempo que podemos ubicar dentro de un orden o régimen imaginario tiene lugar a través de los sueños y el flujo no codificado de información. En varias películas no se produce un viaje real entre dos épo-


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cas (los protagonistas permanecen en su tiempo), pero sí es posible una vía de paso, un canal que se comunica con el pasado o el futuro (una carta, ondas de radio, mensajes a través del ordenador o del teléfono móvil, etc.). Tenemos el ejemplo de Frequency, película a la que volveremos en estas páginas, de las asiáticas Donggam (2000), Toki no kaori: Remember me (2001) y Sky of Love (Oi duen liu sin, 2003), todas ellas con una radio como medio para conectar distintos momentos del tiempo; también la correspondencia epistolar permite conectar épocas, como sucede en la cinta Carta de amor (The love letter, 1998) y en el videojuego El profesor Layton y el futuro perdido (2008), así como en la surcoreana Siworae (Il Mare, 2000) y en su remake estadounidense La casa del lago (The lake house, 2006), con Keanu Reeves y Sandra Bullock como protagonistas. El argumento es similar en ambas producciones: ella decide abandonar su tranquila casa a la orilla de un lago para trasladarse a la ciudad y rehacer allí su vida. Antes de marcharse, deja en el buzón una nota al próximo inquilino con los datos de su nuevo domicilio, por si recibiera alguna carta equivocada; un hombre lee la nota con extrañeza y le responde que no puede haberse marchado de la casa del lago, pues él acaba de instalarse allí y nadie más había vivido antes en el edificio. La pareja comienza a cartearse mientras ambos creen que el otro le está intentando tomar el pelo, hasta que llegan a la conclusión de que se hallan en dos puntos de tiempo diferentes. Hay más ejemplos de este motivo: en la cinta El mundo de Sofía (Sofies verden, 1999), basada en el libro homónimo de Jostein Gaarder, una niña ve a través de la pantalla de su televisor los grandes hitos de las vidas de los filósofos, mientras que en Conceiving Ada (1997) una computadora permite contactar con Ada Lovelace, hija de Lord Byron y una de las primeras programadoras de la historia. Un teléfono móvil sirve como conector transtemporal en la serie Dating Rules from My Future Self, en la cinta The Caller, de 2011, en el capítulo 10x12 de la irreverente serie South Park o en el anime Steins; Gate, en donde los protagonistas descubren que el pasado puede alterarse a través de mensajes de texto. Lo más impactante es que la ciencia actual se plantea todas estas posibilidades. Según los experimentos de Anton Zeilinger, reputado físico teórico, si tomamos dos partículas unidas por un «entrelazamiento cuántico» y modificamos las propiedades de una de ellas, la otra queda irremisiblemente alterada sin importar la distancia que medie entre ambas. La pesadilla debordiana, por tanto, se hace realidad aquí: las ondas de información que producen la tecnología y los medios de comunicación de masas pueden, literalmente, alterar el pasado. El libro que el lector tiene entre manos permite, al menos, tres lecturas. Primeramente, y como su propio nombre indica, estamos ante una guía con


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referencias a más de setecientas películas ligadas al motivo del viaje en el tiempo y otros descalabros cronológicos (bucles, ucronías, burbujas temporales, etc.), así como a series de televisión y cortometrajes, obras literarias (relatos y novelas), cómics y videojuegos que abordan el tema que nos ocupa. En segundo término, el texto que el lector tiene ante sí no duda en interpelar a la ficción para desentrañar los conflictos filosóficos o políticos que constituyen el contexto ideológico actual. Lo esencialmente perverso del libro, según esta perspectiva, habría de ser la presentación, en paralelo, de dos líneas de análisis aparentemente desligadas: a un lado, las obras de ciencia ficción crononáutica, su descripción y catalogación, etc., y a otro una lectura filosófica que pretende esclarecer las implicaciones políticas que se desprenden de la ficción contemporánea. Para tal fin, esta guía se divide en cinco bloques o módulos que ordenan temáticamente su contenido, más una introducción y una conclusión final. El primer bloque constituye un acercamiento a varios de los temas fundamentales que sustentan el edificio filosófico del libro, desde cuestiones relacionadas con la historia y el arte hasta concepciones sobre el tiempo y la causalidad. El segundo movimiento trata de esclarecer algunos motivos del ámbito político: analizamos aquí la importancia del acontecimiento revolucionario, la escenografía del capitalismo global y los problemas derivados de nuestro contexto ideológico para, en un tercer bloque, centrarnos en las aporías de los discursos políticamente correctos del multiculturalismo y los conflictos derivados de las prácticas de cronolianismo y «robo del tiempo». A continuación, el cuarto bloque reflexiona sobre la concordancia entre el espectro (en cuanto que figura venida de otro tiempo, torsión inherente a nuestra realidad, etc.) y los dispositivos y aparatos técnicos que permiten su aparición. Al hilo de estas reflexiones, el quinto movimiento sienta las bases de lo que podría denominarse como un antihumanismo filosófico, una reflexión sobre la dimensión de lo (in)humano y el contexto tecnológico en el que vivimos. Y todo ello desde la constante apelación y el análisis de los más importantes hitos del género crononáutico, como son las películas El planeta de los simios, Terminator, Regreso al futuro, Atrapado en el tiempo, Doce Monos, Donnie Darko, Los cronocrímenes, etc. Finalmente, sin duda habrá quien haya podido percibir en nuestro título ciertas resonancias con dos largometrajes documentales firmados por la directora Sophie Finnes: The Pervert’s Guide to Cinema y The Pervert’s Guide to Ideology (literalmente, «Guía de cine para pervertidos» y «Guía de la ideología para pervertidos»). En ambas cintas se entrevista al pensador esloveno Slavoj Žižek y se caracterizan algunas de las líneas fundamentales de su pensamien-


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to. Nuestra Guía perversa del viajero en el tiempo se sustenta principalmente en las propuestas del filósofo esloveno y en los puntos de anclaje que definen su obra (psicoanálisis lacaniano, marxismo y filosofía hegeliana, así como reflexiones acerca de la cultura popular, el choque de civilizaciones, crítica ideológica, etc.). La última lectura posible, por tanto, sería concebir las páginas que siguen como un diálogo ficticio con las aportaciones žižekianas y una aplicación más o menos sistemática de sus propuestas teóricas. Nuestro texto consiste, por ello mismo, en un ejercicio de ciencia ficción hermenéutica. No pretendemos decir aquí que la reflexión sobre la temporalidad y la imposición de una serie de cronicidades hegemónicas constituyan un problema filosófico exclusivo del momento presente, sino que éste adquiere determinadas implicaciones en el contexto de nuestros días que merecen ser tomadas en consideración. Vivimos tiempos dislocados, si bien tal sensación de inestabilidad cronológica era ya un mantra shakespeariano que resonaba en otras producciones artísticas, literarias y filosóficas desde hace siglos. Al dramaturgo inglés le debemos la intuición de que el tiempo «está fuera de quicio» (time is out of joint), así como el famoso verso de Como gustéis: «Time travels in divers paces with divers persons» (El tiempo viaja a diferente paso para diferentes personas). Al hilo de estas reflexiones, podemos citar un relato breve de José Mallorquí Figuerola titulado «Misterio mayor», en donde unos viajeros de nuestro tiempo desembarcan en la época isabelina para conocer a su autor teatral preferido. Allí descubren que el joven William es un tipo perezoso y sin aptitudes literarias, poco inclinado a responder los reclamos de la página en blanco, por lo que uno de ellos decide reescribir, ayudado por los ejemplares de obras completas que traía consigo, todas y cada una de las creaciones supuestamente atribuidas al bardo inglés (un motivo similar al que acontecía en la película Tales of the Fourth Dimension, de 2009, en donde se enviaban las obras shakespearianas al pasado para que éstas pudieran ser copiadas). Desde esta perspectiva, la forma correcta de leer la producción literaria del autor consistiría en ver en ella una fábula sin origen, surgida como efecto de una contradicción cuántica (la llamada paradoja de la información circular o paradoja de Bootstrap, sobre la que habrá ocasión de hablar más adelante). La literatura shakespeariana es aquí literalmente eterna en la medida en que ha existido desde siempre, aunque hiciera falta que un viajero del tiempo la pusiera en el lugar correcto en un momento específico de la historia. Entonces, podemos llegar a trazar una lectura aún más perversa, que es la que preferimos considerar aquí. ¿No serían los versos que hemos citado sobre distorsiones cronológicas una suerte de «huevo de pascua» (mensaje que


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los programadores informáticos y los creadores de videojuegos dejan en sus obras a modo de firma) insertado por los viajeros del siglo xxi en las obras del dramaturgo inglés? Quizá el más famoso huevo de pascua de nuestra literatura sea el del poeta Fray Luis de León, escrito en el siglo xvi y en «clara alusión» al atentado de Carrero Blanco el 20 de diciembre de 1973: «No siempre es poderosa, / Carrero, la maldad, ni siempre atina / la envidia ponzoñosa, / y la fuerza sin ley que más se empina / al fin la frente inclina; / que quien se opone al cielo, / cuando más alto sube, viene al suelo». La poesía, el arte y los adelantos tecnológicos podrían estar impregnados de huellas del futuro. Habrá que estar atento a todas ellas.


Introducción

—Si vienes de 1985, ¿quién es el presidente? —Ronald Reagan. —¿El vaquero? ¡Ja! ¿Y quién es el vicepresidente? ¿Jerry Lewis? Regreso al futuro (1985)

Doc, tenemos que volver Filosofía y viajes en el tiempo La clásica trilogía de viajes en el tiempo Regreso al futuro nos ofrece una genial vivisección del marco ideológico al que nos enfrentamos en nuestra época neoliberal, valiéndose, para ello, de un sucinto chiste sobre el presidente Ronald Reagan: cuando Marty McFly aparece en los años cincuenta y precisa de la ayuda del doctor Emmett Brown –una versión más joven de su amigo Doc, el excéntrico científico que había ayudado a Marty a dar el salto al pasado– se ve obligado a convencerle como sea de que proviene de 1985. El doctor Brown se halla ante la delicada situación de enfrentarse a aquello mismo que desea (la prueba irrefutable de que sus locas investigaciones le han permitido llevar a cabo el sueño wellsiano de viajar a través del tiempo), si bien su formación de hombre de ciencia le obliga a mantenerse cauto ante la charlatanería de su interlocutor –que en gran medida coincide con la suya propia–. Para poner a prueba a Marty, Doc decide hacerle una pregunta de la


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cual él mismo desconoce la respuesta, pero que le será de gran utilidad para medir el grado de fantasía ilusoria o desequilibrio mental del muchacho que tiene ante sí: «¿quién es el presidente de los Estados Unidos en 1985?». Un falso viajero temporal quizás hubiera contestado automáticamente el nombre de Eisenhower (el presidente en 1955), pero sólo un auténtico crononauta habría dado una respuesta en apariencia aleatoria (el nombre de algún joven senador de entonces, quizás el hijo de algún político, o más probablemente el de alguien puramente desconocido). Ni siquiera la mentalidad abierta de Doc es capaz de aceptar la respuesta de Marty: «Ronald Reagan». «¿El vaquero? ¡Ja! ¿Y quién es el vicepresidente? ¿Jerry Lewis?». El presidente Ronald Reagan fue, junto con Margaret Thatcher, uno de los máximos responsables políticos de la expansión del capitalismo neoliberal. Recuérdese, en este punto, el conocido lema de la Dama de Hierro (There is no alternative [no hay alternativa]) y el contraste con una película como Regreso al futuro, en donde la mecánica narrativa actúa como telón de fondo para el desenvolvimiento de temporalidades alternativas. No hay opciones políticas ante el capitalismo neoliberal, pero ¿y si contempláramos nuestro presente como producto de una decisión que nos impidió volver a la línea temporal correcta, exactamente igual que en esas películas de viajes en el tiempo en donde hasta la más pequeña decisión, cada mínimo cambio, nos aboca a una situación aún más peligrosa? ¿Y si nuestro presente, en definitiva, no fuera más que el efecto de un mal chiste? El problema no es que carezcamos de alternativas, sino que esto sea la alternativa. No hace falta irse demasiado lejos –en el tiempo– para descubrir las consecuencias irónicas de nuestro estatus político contemporáneo. Si cambiáramos algunas fechas del guión de Regreso al futuro podríamos llevar a cabo bromas similares (¿Quién es el gobernador de California? ¿Arnold Schwarzenneger?) y pensar que, en definitiva, nuestros cargos políticos son el producto de un gag cómico que ha acabado haciéndose realidad. La endogamia institucional no sería sino el reverso obsceno de la anécdota que nos presenta el film de Robert Zemeckis. De este modo, podría llegar a darse otra situación igualmente grotesca si un Emmett Brown de finales de los ochenta hubiera planteado la misma cuestión a un Marty McFly de la primera década del siglo xxi: «Si vienes del 2009, ¿quién es el presidente de los EE. UU.?» «George Bush» «¡Ja! ¡No eres un auténtico viajero del tiempo! ¡George Bush es nuestro presidente desde 1989! ¿Cómo iba a seguir siéndolo dentro de veinte años?» «¡No! ¡Me refería a George Bush hijo!». Nuestra política nacional no escapa de esta misma obscenidad endogámica de cargos hereditarios. Durante el gobierno de Aznar no era difícil dar a través


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de la red con una versión invertida del chiste de Regreso al futuro: por alguna causa indeterminada, el General Franco resucita y se topa con uno de los guardas que vigilan las instalaciones del Valle de los Caídos. Tras unos segundos de incertidumbre, el revivido mandatario le increpa a su interlocutor sobre la situación política actual. «No se preocupe, Generalísimo, ¡mandan los suyos! Aznar es el presidente…» «¿Manuel Aznar? ¡Gran periodista! Escribió para mí una estupenda Historia Militar de la Guerra en España…» «No, ese no. ¡Su nieto!» «Y entonces, ¿quién es el portavoz del Gobierno?» «Pío Cabanillas.» «¡Claro! Mi querido Ministro de Información, Cabanillas Gallas.» «No, señor. ¡Su hijo!» «Entiendo. ¿Y quién es el embajador de Marruecos?» «Arias Salgado.» «¡Gabriel Arias Salgado, otro de mis ministros! ¡Qué sorpresa!» «No, señor, tampoco él. ¡Su hijo!» «Y las diferentes regiones del Reino de España, ¿quién las dirige?» «Bueno, ahora se llaman Autonomías, y están a cargo de Jesús Posada.» «¡Posada Cacho! ¡Un gran hombre!» «No, ese no. ¡Otra vez su hijo!» «¿Y en las Vascongadas? ¿Quién manda allí?» «Oreja.» «¡Mi fiel Marcelino Oreja!» «Tampoco. ¡El sobrino!» «¿Y en Madrid? ¿A quién tenemos en Madrid?» «A Ruiz…» «¿Ruiz Albéniz, mi cronista oficial?» «No, señor; a su nieto, Alberto Ruiz-Gallardón.» «¿Y en Galicia, quién manda en mi Galicia natal?» «Fraga.» «¿El nieto? ¿Quizás su hijo?» «No, Generalísimo, ¡el mismo Fraga de siempre!». Si uno enciende su televisor o se informa de la actualidad a través de Internet y las redes sociales podría pensar, efectivamente, que el panorama político está repleto de torpes Jerry Lewis que tropiezan cómicamente una y otra vez con sus promesas electorales, que se enredan ante un micrófono abierto o que se traban al intentar defender en público sus agresivas medidas contra el Estado del Bienestar. Al hilo del chiste sobre Reagan, cabría preguntarse, como ya hiciera Octavio Paz, si no seremos acaso la Edad Media de una futura modernidad más avanzada que la nuestra. Pero la verdadera duda que debe asaltarnos es exactamente la contraria: ¿no habría de ser absurdamente horripilante que nuestros tiempos fueran la manifestación de las ensoñaciones utópicas de los hombres y mujeres del pasado? ¿Qué pasaría si nuestro presente constituyera la realización formal de sus aspiraciones? Ésta es la manera correcta de entender el paso de una época a otra: como configuración de problemáticas distintas y utopías sociales específicas que relegan la consumación de nuestras fantasías políticas a un tiempo mesiánico inalcanzable. No hemos de olvidar que una obra fundadora como la Utopía de Tomás Moro sirvió para afianzar el colonialismo europeo y su hegemonía en la actual era de la globalización. Este mismo problema es recuperado por la película Los pasajeros del tiempo, en donde un H. G. Wells de ficción viaja en una máquina del tiempo a la


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¿Y si los grandes pensadores de la tradición filosófica reciente acafecha (en realidad, año de estreno de la película,A1979) para baranactual convertidos en elaguerridos crononautas? través deatrapar estasa Jack el Destripador. El asesino en serie ha escapado de la época victoriana tras páginas, Jorge Fernández Gonzalo nos presenta a Derrida atrarobar el artefacto que el propio Wells había inventado. Afortunadamente, un vesando una de las puertas de El Ministerio del tiempo, a Foucault mecanismo permite que la máquina retorne al punto de partida, por lo que ajustando el condensador de fluzo de su DeLorean y a Žižek piWells vuelve a utilizarla para perseguir a su contemporáneo y poner fin a sus lotando los mandos de la famosa invención de H. G. Wells. Todo actos delictivos transtemporales. El famoso escritor fantasea en los primeros ello, gracias a un con meditado cruce entre filosofía académica y la minutos de metraje unos años setenta quelaconsolidarían el ideal socialisciencia ficción cinematográfica en donde los bucles temporales, ta, una época en donde las injusticias han sido paliadas y la dignidad universal lasser burbujas o las ucronías y distopías hilvanan con del humanocuánticas no es una promesa inalcanzable, sino un se hecho consumado. algunosllega de alos temas y disciplinas del Cuando 1979 (a Utopía, según sus teóricas palabras), mas acaba importantes obviamente deceppaisaje filosófico actual: colonialismo y políticas de la memoria, cionado al descubrir que nada es como esperaba. La primera lectura, la más estéticavendría y fin del arte,que feminismo, multiculturalismo, estudios visencilla, a decir nuestro sueño utópico está incompleto o envisuales y revoluciones sociales. ciado por los primeros coletazos de una globalización en ciernes. La lectura más arriesgada, obstante, sería elucubrar que este de ficción llegó El viaje en el no tiempo se muestra así como unaWells versátil metáfora apara escribir la novela que todos conocemos tras regresar de nuestro tiempo entender las lógicas cronopolíticas que operan en nuestraal suyo, y quecomunitaria. utilizó como materiales narrativos las injusticias sociales dehabía finales realidad El tiempo está fuera de quicio, como de los setenta. Desde esta perspectiva, los despiadados morlocks representarían escrito Shakespeare. El problema es: ¿Pueden pensarse las mutaaciones las embrutecidas clases bajas de un subproletariado tercermundista apedel discurso filosófico a partir de la ciencia ficción y elque motinas sale de la oscuridad de sus fábricas para ver la luz del día, mientras vo del viaje en el tiempo? ¿Cómo se reflejan los conflictos políticosque y los ensimismados eloi darían cuerpo a la distraída clase media-alta que recibe sociales en la elaboración de nuestro imaginario cultural? ¿En qué gozosamente los parabienes del capitalismo hiperconsumista sin preguntarse medida estamos ligados a unas determinadas lógicas cronológicas de dónde ha salido todo aquello. La película de 1979, por tanto, habría reessin ser plenamente conscientes de su alcance y de las pautas que crito el libro de Wells hasta convertirlo en una crónica del último tercio del nos imponen? La respuesta a éstas y otras cuestiones aparecen siglo xx. allíVolviendo donde menos lo esperábamos: en algunos de los impora la película Regreso al futuro, cabe añadir que más el afortunado tantes hitos del género de ciencia ficción como son las películas chiste con el que iniciábamos estas páginas ofrece consecuencias políticas aún El planeta de los simios, Terminator, al futuro, DoceesMonos, más controvertidas. Si nuestra realidad es Regreso fruto de una mala broma, preciso Atrapado en el tiempo o Los cronocrímenes. deconstruir la sustancia misma del presente y ofrecerla como producto de una lógica perversa que halla su condición de verdad en la medida en que logra modificar los hechos ya acaecidos. ¿No estamos ante una versión contrapuesta de la filosofía de Walter Benjamin y sus conocidas Tesis sobre el concepto de la Historia? En lugar de revisitar el pasado paraIBIC: queHPS; éstePGZ; venga alJMAF; presente JFCA; APFGy Isbn: 978-84-944484-8-5 logre modificarlo (lectura literal de la fábula de Regreso al futuro), debemos leer la escena de nuestra película del mismo modo como Freud (1991) interpretaba el fenómeno del chiste en relación al inconsciente: como vía de escape a las contradicciones internas del sujeto, es decir, como un mecanismo www.sanssoleil.es capaz de mostrar, en su dimensión invertida o desfigurada, las propiedades de la psique humana. De este modo, el «inconsciente reprimido» que subyace


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