Boletín Marzo Abril 2015

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Ejemplar bimestral 7 Marzo Abril 2015

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En

Portada

Tema espiritual La Pasión y Muerte de Cristo

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Tema Familiar La Resurrección de Cristo

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Frases del mes Jesús.

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Informar para formar 11 Preparación Semana Mayor

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Lic. D.G. Rafael Reinerio

Diseño Editorial

Cumpleaños

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Aniversario

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La Semana Santa es la conmemoración anual cristiana de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús de Nazaret. Da comienzo el Domingo de Ramos y finaliza el Domingo de Resurrección, aunque su celebración suele iniciarse en varios lugares el viernes anterior (Viernes de Dolores) y se considera parte de la misma el Domingo de Resurrección.


Pbro. Victor Ortega Covarrubias

Aludiendo al traidor, Jesús dice que el hijo del hombre se va según se ha escrito de él (Mc 14,21) y utiliza las palabras del salmo 41,10: “Me entregará uno de vosotros, que come conmigo” (Mc 14,18). Durante la cena resuena la antigua expresión “la sangre de la alianza” (Ex 24,8); antes del prendimiento de Jesús y de la huida de los discípulos, el texto de Zac: “Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas” (13,7). En la escena del Getsemaní, la palabra “mi alma está triste hasta la muerte” se refiere directamente al salmo 43,5. Durante la flagelación el oyente piensa en Is 50,6: “Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban, mis mejillas a los que mesaban mi barba. Mi rostro no hurté a los insultos y salivazos”. La historia de la crucifixión y de la muerte de Jesús está particularmente llena de reminiscencias de este tipo. Por ejemplo las alusiones a

los salmos del sufrimiento: “Veneno me han dado por comida, en mi sed me han abreviado con vinagre” (Sal 69,22). “Repártanse entre sí mis vestiduras y se sortean mi túnica” (Sal 22,37). “Todos los que me ven de mí se mofan, tuercen los labios, menean la cabeza” (Sal 22,8; Lam 2,15). El evangelista Lucas (22,37) recuerda esta profecía: “Ha sido contado entre los malhechores” (Is 53,12). La palabra del crucificado, la única referida por Marcos y Mateo, es la oración del salmo 22: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Asimismo la última que nos relata Lucas proviene del salmo 31,6: “En tus manos encomiendo mi espíritu”. Estos pasajes del relato de la pasión, hay que leerlos e interpretarlos como un conjunto coherente de decisiones divinas que, a la luz de las profecías, toma sentido aún en

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medio de las injusticias terrenales. El relato está dominado por el gran y misterioso “es necesario”, de Dios que transforma a los seres humanos de esta historia, sin descargarles su responsabilidad y de su culpabilidad. Esto nos ayuda a entender mejor, que el terrible destino de Jesús no le sobrevino por azar: no se opone a su cualidad de mesías, sino que lo confirma; no contradice su dignidad sino que está conforme con ella. “¿No era necesario que el Cristo padeciera y entrara así en su gloria?”, les pregunta el resucitado a los discípulos en el camino de Emaús, y les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras (Lc 24,26-27). Esta entrada en Jerusalén no tiene otro sentido que manifestar la irrupción del reino de Dios que la palabra de Jesús supone y la necesidad de tomar una decisión radical respecto a su persona.

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La entrada del templo, que es la continuación de esta entrada, es otro índice de ello (Mc 11,15-18). Se trata de algo más que de un hecho transformador que tuviera por fin devolver su pureza al culto divino en el templo (Mc 11,27-33). Con el discurso apocalíptico en el cual Jesús anuncia la destrucción de Jerusalén y del templo, lo que los evangelios quieren mostrar es la extrema tensión a la que ha llegado el conflicto de Jesús con sus adversarios y el carácter radical del juicio que amenaza al pueblo, y al

mismo tiempo la manera como los discípulos son preparados para el desenlace final. El prestigio de Jesús ante el pueblo puede explicar por qué no lo habían atacado inmediatamente los sumos sacerdotes y los escribas (cfr. Mt 21,14-16; Lc 19,47-48; Jn 12,19). Pero les parecía que había que obrar lo antes posible, antes de la fiesta, “no sea que haya alboroto en el pueblo” (Mc 14,2; Mt 26,5). Esta importante observación de Marcos y de Mateo hace pensar que el prendimiento y la muerte de Jesús han tenido lugar antes de la fiesta de pascua. Pero Jesús festeja todavía la cena pascual con sus discípulos la tarde del jueves santo (cfr. Mt 26,17; Lc 22,15). Es detenido y juzgado por el sanedrín y por Pilato la noche siguiente, y muere crucificado. La trasmisión de las palabras que preceden a la institución de la eucaristía, aunque en su forma actual reflejan la tradición litúrgica de la comunidad, indica cuál es el significado y el fundamento de esta comunión: al dar a los suyos el pan y el vino, Jesús les hace participar de su cuerpo entregado a la muerte y de su sangre derramada por muchos (Mc 14,24, 1Cor 10,16). Así su muerte significa la renovación de la alianza divina establecida en el Sinaí (Ex 24,8). Por cierto, estas declaraciones, expresan ya la fe de la comunidad litúrgica que interpreta la muerte de Jesús como la redención del mundo.


Getsemaní es el lugar en el que Jesús ha sido prendido por un grupo de sus adversarios, conducido por Judas Iscariote, encuentra a Jesús preparado y a los discípulos soñolientos. La escena es siniestra: “El que le iba a entregar les había dado esta señal: ‘Aquél a quien yo dé un beso, ése es, prendedle y llevadle con cautela’. Nada más llegar, se acerca a él y le dice ‘Rabí’, y le besó. Ellos le echaron mano y le prendieron” (Mc 14,44-46). Marcos elaboró el proceso de Jesús ante el sanedrín (14,53-65). El relato comienza citando falsos testigos que se contradicen y está centrado en el testimonio mesiánico que Jesús da claramente por primera vez, ante el sumo sacerdote, y se termina con su condena a muerte por blasfemia. Con su muerte Jesús no llega al final, sino a la finalidad de su existencia. Después de la cruz comienza el séptimo día, cuando Dios, después de llevar a su término la creación, finalmente descansa de su fatiga (Gen 2,2): el Hijo del hombre es engendrado para el cielo, a sus pies nace la humanidad nueva de los hijos de Dios. Lo que se cumplió en el Gólgota, queda para siempre a nuestra disposición en el memorial eucarístico, don permanente de su carne y de su sangre, de su cuerpo y de su Espíritu. Jesús, como protagonista activo, vive conscientemente su muerte y dirige el momento último de su paso de este mundo al Padre. Como dejó en herencia a los enemigos los vestidos y la túnica, deja al discípulo –y en él a todos– la madre y el Espíritu, la sangre y el agua. Vivió el amor a perfección, incluso dentro

de su muerte, siguiendo el mandato del Padre, ha entregado la vida en favor de los hermanos; luego al entregar el discípulo a la madre y ésta al discípulo, ha entregado a los mortales la reciprocidad del amor. No puede darnos más: nos ha dado al mismo Dios, que es amor recíproco entre el Padre y el Hijo. Esto es todo y fuera de esto no hay nada más. La hora de la Gloria, hacia la cual tendía su vida, ha llegado. La creación nueva está cumplida: Él mismo es la creatura nueva, el Hijo que ama con el mismo y único amor al Padre y a los hermanos. Pero en la cruz se lleva a término, a los pies de la cruz apenas ha comenzado con la madre y el discípulo amado. Lo que ya está perfectamente completado en Él, “desde esa hora”, debe seguir cumpliéndose en nosotros hasta su regreso a Él. Por eso, el discípulo predilecto, testigo del amor, no morirá nunca (Jn 21,23): el amor no tendrá fin nunca (1Cor 13,8), sino que crecerá para nosotros al infinito. En efecto, Dios es amor (1Jn 4,8.16).

“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”

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EL MATRIMONIO Y LA FAMILIA

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LA ESURRECCIÓN DE

Cristo

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Aaron Coroiv

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La palabra Resurrección evoca inmediatamente el acontecimiento que ocupa el centro de la fe cristiana, y para ello, es necesario abordar dos aspectos: la resurrección de Jesús y la resurrección de los muertos. Jesús es el primero en afirmar su esperanza frente a la muerte, apelando a la iniciativa de Dios, el viviente, que resucita a los justos. El mismo Jesús cuando platicó con los saduceos, les dijo: “Y en cuanto a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo dicho por Dios: Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? No es un Dios de muertos, sino de vivos” (Mt 22,31-32). Nuestro Dios no es un necrófilo (amante de la muerte), sino el Dios vivo, dador y amante de la vida (Sb 11,26).

Nosotros nacemos, vivimos, envejecemos, morimos y ¿después? Recordemos que el hombre viene de la tierra y vuelve a ella. Tiene la vida, pero no es la vida: es su condición como creatura. Tiene en su corazón la noción de la eternidad (Qo 3,11), precisamente porque sabe que tiene que morir. La conciencia de que es mortal y el deseo de inmortalidad constituyen la chispa divina que está en Él. La resurrección es el don de la vida que el Padre ofrece a su Hijo y, en Él, a todos sus hermanos. Es la restitución a Dios de lo que es de Dios, y todo hombre es de Dios. “Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó vana es nuestra fe”, así

como es vana nuestra predicación. “Si solamente para esta vida tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo, ¡somos los hombres más dignos de compasión! ¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos como primicia de los que murieron. Porque, habiendo venido por un hombre la muerte, también por un hombre viene la resurrección de los muertos” (1Cor 15,16-17.19-21). La experiencia de Cristo resucitado y nuestra experiencia en Él “en Cristo” es la expresión más frecuente en Pablo, con el don del Espíritu, es el fundamento de la vida del creyente. Esta unión es tan fuerte que el destino del uno es el del otro. La victoria de la vida sobre la muerte, la conocemos


solamente por la promesa de Dios y es obra suya. En Israel la fe en la resurrección maduró lentamente, a través de la experiencia de la fidelidad de Dios: si yo soy mortal y Él, mi aliado y amigo fiel, puede dar la vida, no me dejará como presa de la muerte. En efecto, el que ama, entrega como un don lo que tiene y lo que es. “Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13). Dios es amor, y nos manda que amemos. Dios manda amar, para que su vida llegue a ser también nuestra. Porque el amor hace semejantes a los que se aman, y hace que la vida de uno se vuelva la del otro. En la resurrección de Cristo, recordemos que era el primer día de la semana, es decir, el primer día después del sábado. En el sexto día Dios terminó su obra y en el séptimo día el Señor descansó de su fatiga, cumpliendo el sábado y la pascua. La grande sorpresa de la mañana de la nueva Pascua es el sepulcro vacío. ¿Por qué no está donde ha sido colocado? Nacemos e ignoramos cómo y cuándo moriremos; pero estamos seguros de que volveremos a la tierra de la cual venimos. El sepulcro es el lugar del encuentro universal. Allí los hombres son congregados presa de la muerte. La única diferencia, que por otra parte es momentánea está entre los que ya han muerto y los que aún no han muerto. María, como los discípulos, ignora que el seno de la madre tierra ha acogido al esposo. El Crucificado, Señor de

la gloria, ha bajado al sepulcro, ha entrado en el reino de la muerte, para devolverles la vida. El sepulcro vacío es el requisito previo de la fe cristiana, que establece como nuestro destino no la muerte, sino la resurrección. Dios que ama la vida, no desprecia nada de cuanto ha hecho (Sb 11,24), todo lo ha creado para la existencia (Sb 1,14). Podemos afirmar, que el mal no está en la muerte, sino en modo de concebirla. El límite de nuestro tiempo no es el final de todo, sino la comunión con nuestro principio.

“ Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob No un Dios de muertos, sino de Vivos ”

El Evangelio de Juan es una relectura de la vida de Jesús a la luz de la resurrección. Lo que Él, ya en la primera parte del relato (cc. 1-12), hace y dice es “señal” de su gloria, que nos ofrece a nosotros. En la segunda parte, con su regreso al Padre, nos abre el camino de la verdad y de la vida (cc. 13-17), que se cumple en la cruz con la entrega del Espíritu (cc. 18-19). Ahora en la parte tercera del Evangelio (cc. 20-21), se realizan los encuentros con Jesús resucitado, que hacen realidad en nosotros lo que Él ha prefigurado en los cc. 1-12, ha prometido en los cc. 13-17 y ha cumplido en sí mismo en los cc. 18-19. Para quien se encuentra con el Resucitado nace el sol del día octavo, que ya no conoce ocaso: Dios y el hombre viven del mismo Espíritu. En el Credo decimos: “Y resucitó al tercer día, según las escrituras…”. El cristianismo se fundamenta en el

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llamado “acontecimiento pascual”: la muerte-resurrección de Jesús. Lo que encontramos en los escritos del Nuevo Testamento, es un testimonio contundente, por parte de los primeros discípulos, que se sienten radicalmente transformados por lo que dicen haber experimentado: el crucificado sigue vivo… “y nosotros somos testigos” (Hch 2,32). Cabe mencionar que ningún texto del Nuevo Testamento narra ni describe el acontecimiento concreto de la resurrección. Tanto el acontecimiento mismo de la resurrección como las apariciones

del resucitado “ocurren” en un nivel que trasciende el tiempo y el espacio. Bien podemos decir,

“Y resucitó al tercer día, según las escrituras” que se trata de una experiencia transpersonal. Lo que se produce en ella es un resucitar a nuestra

verdadera identidad. Y eso ocurre en “al tercer día”: se trata de una referencia que, al menos en Oseas 6,2, venía significando el día de la novedad, en que se manifestaba la acción de Dios: “Dentro de dos días nos dará la vida, y al tercer día nos levantará y viviremos en su presencia”. De hecho cuando venimos al presente y nos dejamos vivir la presencia que somos, nos reconocemos como ya “resucitados” y “tocamos” la Vida como el núcleo mismo de nuestra identidad.


Ejemplar bimestral 7 Marzo Abril 2015

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SI NO OS VOLVÉIS COMO NIÑOS, NO ENTRARÉIS EN EL REINO DE LOS CIELOS.

PEDID Y SE OS DARA; BUSCAD Y HALLARÉIS; LLAMAD Y SE OS ABRIRÁ. PORQUE TODO EL QUE PIDE RECIBE; EL QUE BUSCA HALLA Y AL QUE LLAMA SE LE ABRIRÁ.

MARTA, MARTA, TE PREOCUPAS Y TE AGITAS POR MUCHAS COSAS, Y HAY NECESIDAD DE POCAS, O MEJOR, DE UNA SOLA.

10 NADIE QUE PONE LA MANO EN EL ARADO Y MIRA HACIA ATRAS ES APTO PARA EL REINO DE DIOS.


El grupo de Uruapan preparando arduamente las representaciones para la Semana Mayor.

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Gloria Chávez de Zaragoza

05 marzo 1941

México, D.F.

Arturo Sarabia Torres

06 marzo 1977

Guanajuato

Margarita Vieyra de Mora

07 marzo 1965

Uruapan

Viridiana Rodríguez López

12 marzo 1985

Coatzacoalcos

Jorge Nicolás Hernández

14 marzo 1925

Jalisco

José de Jesús Maciel Carrillo

15 marzo 1948

Guadalajara

Heriberto Ramírez Nevarez

16 marzo 1963

Cd. Juárez

Patricia Monroy de Nárez

17 marzo 1963

Tula, Hgo.

José Luis Mota Jiménez

19 marzo 1959

Coatzacoalcos

José Ramirez Esquivel

19 marzo 1938

Uruapan

Manuel Rodríguez Sánchez

22 marzo 1954

Jalisco

Gloria Guerrero Lascares (Vda.)

27 marzo 1948

Puebla

Adriana Reyes Aulis

31 marzo 1977

Aguascalientes

Rosalía Pizano Espinoza

31 marzo 1987

Tula, Hgo.


María Guadalupe Fuentes Ramírez

07 abril 1979

Guanajuato

Ramón Verduzco Jiménez

13 abril 1946

México, D.F.

Beatrí Mota de Mota

14 abril 1962

Coatzacoalcos

María Trinidad Guzmán de Guzmán

14 abril 1943

Uruapan

Pablo Hernández Ramos

15 abril 1947

México, D.F.

Eva Hernández de Pascual

16 abri 1964

Coatzacoalcos

Jesús Manuel Castellanos Hernández

18 abri 1976

Coatzacoalcos

José Juan Nárez Pérez

18 abril 1967

Tula, Hgo.

Juan de Dios Ortega Enciso

20 abril 1956

Cd. Juárez

María Guadalupe Magaña de Baez

21 abril 1967

Uruapan

Anselmo Raymundo Menchaca

21 abril 1943

Edo. México

Marcos Felipe Banda Cisneros

25 abril 1972

Cd. Juárez

Alfonso Florentino Castillo Abrego

26 abril 1954

México, D.F.

Carmen Julia Flores Sifuentes

27 abril 1963

Nuevo León

Ernesto Granados Colmenero

28 abril 1964

Coatzacoalcos

Miriam Angulo de Vela

29 abril 1975

Coatzacoalcos

José Luis Muñoz Muñoz

30 abril 1958

Puebla

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Marcos Felipe Banda Cisneros Perla Lorena Morales de Banda

05 marzo 1994

Juárez

Patricio Berrios Auxiliadora de Berrios

14 marzo 1986

Miami, Fl.

Roberto Bautista Cianca Ma. De Lourdes Pino de Bautista

15 marzo 1977

Boca del Río, Ver.

Manuel Rodríguez Sánchez Estela Flores de Rodríguez

15 marzo 1980

Jalisco

Gerardo de Jesús Díaz Sánchez Alicia Martínez de Díaz

27 marzo 1993

Durango


Alfredo Estrada López Verónica Villa de Estrada

02 abril 1989

Guadalajara

Raúl Angel Gómez Moreno María Guillermina Jasso Benítez

04 abril 1981

Aguascalientes

José Rubén Torres Rodríguez María Esther Alma Cecilia Tinoco de Torres

05 abril 1975

Morelia, Mich.

Abundio Sanabria Navarro Rosario Rodríguez de Sanabria

08 abril 1989

Jalisco

Gerardo Elías Romo López Ma. De los Remedios Camarena

16 abril 1989

Aguascalientes

José Luis Mota Jiménez Beatríz Mota de Mota

20 abril 1985

Coatzacoalcos

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