Memoria de lo intangible: recuperación interpretativa de los recintos sur y este del perímetro murad

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memoria de lo intangible Recuperación interpretativa de los recintos sur y este del perímetro murado

Programa Graduado Escuela de Arquitectura Universidad de Puerto Rico Tesis de Maestría . 22 de mayo de 2007


memoria de lo intangible Recuperación interpretativa de los recintos sur y este del perímetro murado

Santiago Javier Gala Aguilera Candidato a Grado

Arq. Francisco Rodríguez Decano

Arq. Magdalena Campo Directora

Arq. Anixa González Consejera

Arq. Elio Martínez Consejero

Arql.Yasha Rodríguez, Ph.D. Asesora

Programa Graduado Escuela de Arquitectura Universidad de Puerto Rico Tesis de Maestría . 22 de mayo de 2007


“A veces el pasado oculto nos vuelve, de repente, como aquellos cadáveres emergiendo de la piscina en Poltergeist. Podemos quedar aprisionados en sus garras; podemos observarlo(s) –paralizados- desde una prudente distancia; o podemos, simplemente, jugar con sus huesos.” Manuel Gausa


introducción

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memoria colectiva y el San Juan poshistórico

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• historia y memoria • memoria de la ciudad • san juan después de la historia

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propedéutica del olvido

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• lecciones de iconoclasia • el objeto como propulsor de amnesia colectiva • el monumento involuntario

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memoria de lo intangible

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• evolución constructiva del contorno sureste de la ciudad de San Juan, 1634 -39 • el remanente arqueológico y su contexto • estudio de precedentes • intervención propuesta

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notas

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anejo I

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referencias

73

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contenido


El día 28 de mayo de 1897 marcó un hito trascendental en la historia civil de Puerto Rico. La alborada se estremeció con la detonación del primer dinamitazo que iniciaría el derribo del frente hacia tierra en el cerco de murallas que por casi 300 años había definido y salvaguardado ese límite de la ciudad de San Juan. Matizado por un ambiente donde se confundían la solemnidad y el festejo, la caída de esta porción del perímetro murado fue el acontecimiento que puso fin a una larga lucha de poder entre el designio militar español y la ciudadanía; un conflicto que por décadas había permeado en la estructura socioeconómica de la capital y determinado la idiosincrasia de sus habitantes (ilusts. 1 y 2). Entre los principales eventos que delinearon la historiografía del San Juan decimonónico, es posible hallar su estrecha relación con el prolongado debate social, político y, ante todo, simbólico que supuso el derribo de la porción sureste del cerco y el reclamo de nuevos espacios dentro y fuera del recinto. Por un lado, las autoridades militares intentaban infructuosamente atemperar un sistema de fortificación insuficiente ante las exigencias de nuevas técnicas militares y artillerías llevando a cabo estudios y proponiendo planes de reforma que acababan reafirmando y justificando la obsolescencia de las defensas existentes. Paralelamente y en reiteradas ocasiones, el gobierno municipal –con el

respaldo de la burguesía, el sector comercial y la comunidad obrera- había peticionado a las autoridades militares su aprobación para poner en marcha un plan de ensanche de la ciudad amparándose en el incremento desmedido de la población, las condiciones precarias de salubridad que esto generaba y el costo elevado de los bienes raíces (ilust. 3). Al cierre del siglo, resultaba irrebatible que aquellas obras de fortificación que en 1788 ya habían sido ponderadas por el propio Abbad y Lasierra como “soberbias y admirables,”1 perdían cada vez más su rol determinante en la planificación e inevitable transformación urbana que se avecinaba ante el inicio de una nueva centuria con diferente soberanía. Posteriormente, hubo varios fenómenos que durante el siglo XX fungieron como catalizadores de la acepción cultural que hoy ostenta la fortificación sanjuanera. Entre ellos, despunta el rol trascendental del avión como parte de las estrategias de defensa aplicadas en ambas guerras mundiales al ratificar la inutilidad de un sistema diseñado para resistir y acometer ofensivas por mar o tierra exclusivamente (ilust. 4). Descartada su función esencial, es preciso agregar la imagen poética de nuestro pasado hispánico que en las primeras décadas del siglo fomentó la propia administración gubernamental –ahora estadounidense- a través de la arquitectura pública y el desarrollo del turismo. Gradualmente, la presencia y el

illustración 1 Brigada de honor “Matilde” y aguadoras. Foto: Feliciano Alonso (1897).

illustración 2 Derribo de la cortina de Santiago. Foto: Feliciano Alonso (1897).

illustración 3 Calle de San Juan hacia 1897. Foto: Colección Tarjetas Postales, (AGPR).

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introducción


carácter arquitectónico del sistema defensivo y sus diversos componentes cobraban una significación fundamentada en el valor histórico, monumental y, hasta cierto punto, pintoresco de un vetusto paisaje castrense (ilust. 5). Mientras tanto, sobre los remanentes de la porción demolida en las postrimerías de la presencia española se erigieron obras arquitectónicas hoy emblemáticas: la escuela pública #1 (conocida hoy como José Julián Acosta, 1908), un pequeño pabellón para albergar baños públicos (1909), el Correo y Corte Federal (1914, 1940) y el Casino de Puerto Rico (1917, ilust. 6). A partir de ese momento y justo ahí, inició el San Juan postindustrial su ineludible trayecto hacia la tan ansiada modernidad recorriendo el trazado formal que ostentaban las avenidas y alamedas del City Beautiful, la ruta del tranvía propio de una ciudad-jardín y los streetcar suburbs y, posteriormente, las autopistas y expresos hacia el desparramo urbano. A pesar de la transformación radical que representó para la ciudad de San Juan y sus habitantes el derribo de las murallas como gesto emancipador, en realidad la porción restante del antiguo sistema defensivo ha trascendido hasta nuestros días como un recurso cultural de valor patrimonial significativo. Tan temprano como 1949, el presidente Harry S. Truman ya había reconocido la aportación cultural del sistema designándolo oficialmente como San Juan National Historic Site. En

illustración 4 Aviones de combate sobrevolando San Juan. Foto: Wide World (1940)

illustración 6

Casino de Puerto Rico. Foto: Puerto Rico Ilustrado (1914).

1961, el ejército norteamericano transfirió la custodia y administración de la propiedad al Servicio Nacional de Parques (NPS, por sus siglas en inglés) agencia que ha fomentado su conservación hasta el presente. En 1983, fue declarada patrimonio mundial por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés). Hoy por hoy, es la atracción turística de toda la Isla que recibe el mayor número de visitantes por año. Sin embargo, confrontar el entorno físico mutilado y, hasta cierto punto, degradado que hoy representa el borde sureste de la antigua ciudad de San Juan, precisa la identificación y relación de todos los fragmentos que componen un objeto discontinuo como piezas de un rompecabezas incompleto del mismo modo que en el siglo XIX Rodolfo Lanciani logró reconstruir gráficamente los periodos constructivos de la Roma imperial

illustración 5 Morro Castle: San Juan, Porto Rico . Foto: Charles Martin (1924).

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introducción


(ilusts. 7a y b). La depuración de las distintas estratas constructivas y sociales que se confunden en este rincón sanjuanero supone además una exploración poshistórica de la ciudad tomando en cuenta las acciones que, en secuencia, propician tanto la continuidad como el exterminio de memorias: iconoclasia, olvido y recuperación. La propuesta que expongo a continuación, parte de una necesidad –pertinente o visceral- de exhumar, probablemente en el sentido más literal del término, los restos de un componente urbano que durante siglos definió y determinó el modo de vida de nuestros antepasados. Esto implicará la puesta en valor dual de un recurso cuya relevancia cultural la define, más allá del valor tangible, su erradicación conciente y deliberada. En el primer capítulo del trabajo, titulado Memoria colectiva y el San Juan poshistórico, presento algunas nociones fundamentales sobre los procesos mnemónicos y su relación con la experiencia colectiva de la ciudad a la luz de los discursos que exponen Maurice Halbwachs y Marie Cristine Boyer. Dentro del marco temporal que representan, ambos pensadores han coincidido en la relación paradójica que encierra el binomio historia/ memoria. Mi intención al introducir estos conceptos es ofrecer de modo somero ciertas herramientas que más adelante facilitarán la interpretación del área de estudio que

illustración 7a Foros Imperiales, Roma. Plano por Rodolfo Lanciani en Forma, Urbis Romae (1893-1901).

illustración 7b Recinto del Este en 1897 y 1984, San Juan. Planos para el Historic American Building Survey (HABS) por Juan Blanco (1984). Solape gráfico por la arquitecta Maricelis Ramos. 7

introducción


atiende la propuesta de diseño, no como hecho aislado, sino más bien un fenómeno que ciertamente ha trascendido los límites de la ciudad murada (“San Juan después de la historia”). Por su parte, Propedéutica del olvido presenta una breve discusión de tres sub-temas que considero sumamente relevantes dentro de este eslabón integrado a la secuencia de acciones que se ha aludido arriba. Primeramente, intento relacionar los motivos que han incitado la destrucción arquitectónica en el contexto local con el significado ambiguo que ha cobrado a través del tiempo (“Lecciones de iconoclasia”). En segundo lugar, pienso que este es el momento justo para cuestionar cuán determinante resulta la presencia física de un objeto -como las ruinas que son blanco de esta propuesta- para perpetuar la memoria del hecho o evento significativo que representa y justificar su valor histórico. Al confrontar posturas divergentes como las del arquitecto Adrian Forty, examino si, por el contrario, han sido éstas agentes de su propio olvido (“El objeto como propulsor de amnesia colectiva”). Finalmente, reconozco la cualidad monumental de ciertos objetos en función de la secuencia de acciones. En esta última sección del capítulo se intenta definir el valor monumental del recurso latente e intangible más allá de la porción de las defensas que a simple vista reconocemos y con celo hemos protegido (“El monumento involuntario”).

¿Cómo recuperar la presencia física y la memoria de los frentes sur y este del perímetro murado de la ciudad de San Juan sin menoscabar el profundo significado que encierra su destrucción y olvido? Un reconocimiento general del área de estudio apoyado en la evidencia gráfica y textual de los recursos es el punto de partida. Como resultado, ha sido posible identificar al menos cuatro componentes que ameritan una intervención común que no únicamente aspire a restablecer la estrata constructiva que en conjunto representan, sino también logre integrarla al contexto existente. La aproximación del diseño toma en cuenta la presencia previa de la ruina arqueológica. Por ello, he elegido la conservación como el tratamiento adecuado para esta propiedad histórica en las áreas donde sea posible. Sin embargo, toda intervención se distingue de la fábrica existente en una clara yuxtaposición donde pasado y presente coexisten en época y lugar manteniendo cada cual su integridad física e identidad histórica. Los antecedentes que ilustran esta postura se caracterizan por ser proyectos ingeniosos donde historia y diseño sostienen un diálogo arquitectónico. A través de sus cuatro secciones, este capítulo final -titulado Memoria de lo intangibleaglutina y pone en contexto las nociones de destrucción, olvido y recuperación presentadas desde el inicio para fijar los parámetros físicos y temporales que regirán la intervención propuesta. 8

introducción


memoria colectiva y el San Juan poshistĂłrico historia y memoria memoria de la ciudad San Juan despuĂŠs de la historia


historia y memoria

memoria de la ciudad

Toda percepción del pasado está fundamentada en la memoria. A través de los recuerdos, es posible retomar conciencia de acontecimientos previos, distinguir entre el ayer y hoy y ratificar experiencias vividas. El rol que se le ha atribuido a la historia escrita a través del tiempo, por su parte, ha sido precisamente mantener viva la llama de la memoria. Dentro de este proceso, el historiador ha estado supuesto a fungir como depositario y cronista de los acontecimientos públicos que terminarán enalteciendo a sus protagonistas y educando a la posteridad. El contraste básico entre memoria e historia está basado en el modo que tanto una como la otra aprehende y valida el pasado y cómo luego lo transmite, conserva y altera.

El proceso de selección e interpretación del fenómeno que Halbwachs ya había denominado como “estructura social de la memoria” manifiesta una trascendencia del plano individual al colectivo3. Según él, los distintos grupos sociales ejercen una fuerte influencia en la determinación de todo aquello “memorable” y el modo en que presentes y futuras generaciones lo recordará; son la fuerza que constituye y custodia la conmemoración de eventos pasados por encima de cualquier percepción individual. Contrario a la norma, la construcción social de la memoria –ahora colectiva- interviene sobre la historia escrita ya que, en ocasiones, ésta también ha sido producto de diversos grupos sociales: religiosos, políticos, escolásticos, etc. En tal caso, la memoria individual sucumbe ante la influencia y circunscripciones de quienes constituyen la suma. Por ello, desde que Durkheim4 le atribuyó una cualidad colectiva por vez primera, ha habido cierta tendencia a confundir el carácter individual y social de la memoria hasta el extremo de intentar explicar una a través de la otra.

Esta visión tradicional del binomio historia/ memoria, que se remonta a los tiempos de Cicerón y su vita memoriae, no ha sido compartida por pensadores contemporáneos como por ejemplo Maurice Halbwachs (18771945). Para este sociólogo y antropólogo francés, la memoria es más bien el producto de una construción social mientras clasifica a la historia como un fenómeno remoto, neutral, objetivo, crítico e intelectual al que todo el mundo le atribuye el mismo valor2. Es decir, que la historia no está fundamentada en la experiencia del lugar sino en la documentación textual transmitida.

Del mismo modo que sucede con la memoria individual, la memoria colectiva posee una cualidad selectiva cuyos principios resulta necesario identificar de acuerdo al lugar, los grupos sociales y su transformación a través del tiempo. Entre las maneras indirectas que

con mayor efectividad logran estimularla se encuentran la difusión oral o escrita y los eventos de conmemoración. Este conjunto de prácticas, -o rituales como prefiere llamarles Connerton5 - se convierte en un importante mecanismo de conservación y transmisión de aquellos acontecimientos que definen la identidad del grupo. Por tal razón, se ha visto como los diversos sectores, grupos o individuos que pertenecen a sociedades con un alto sentido de historia han luchado siempre por el control de lo memorable y aquello que se debe olvidar. Es precisamente esa dialéctica entre memoria y olvido lo que propicia la distorsión del pasado para beneficio de las necesidades del presente y facilita la manipulación consciente de la memoria colectiva6. Recientemente, la relación entre la memoria colectiva y el escenario que la nutre ha sido motivo de amplios discursos, entre los que se destaca The City of Collective Memory por Marie Christine Boyer. Su reflexión sobre los espacios de la memoria colectiva en la ciudad contemporánea coincide con la postura de Halbwachs y advierte que ésta –la memoriase produce sólo a través de las experiencias vividas por determinado grupo dentro de un marco espacial y temporal particular; luego de ocurrir una ruptura en la continuidad con el pasado, la memoria colectiva se transforma en 10

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‘historia’. A partir de ese momento, ‘historia’ y ‘memoria’ se convierten en conceptos opuestos donde el primero, en contrapunto con el presente, se ocupa de componer el pasado de manera uniforme donde consecutivamente se renuevan y reconstruyen memorias, imagenes e iconografías que terminan incorporándose a un catálogo de formas estereotipadas. Aprovechando su disyunción del pasado, la historia se reinventa ahora en un espacio ficticio donde se manipulan tiempo y lugar y se re-presentan hechos y acontecimientos7. Para ilustrar este fenómeno, Boyer relaciona esta re-presentación fragmentada del pasado con el montaje desarticulado de una obra teatral donde cada memoria queda representada en una escena particular que el espectador absorbe como una imagen distorcionada y quimérica de la historia. Este argumento coincide con otro que presenta la escritora y filósofa Mara Negrón en su reflexión sobre el caso de San Juan. Para ella, nuestra capital “engendra y produce ficción además de ser ella misma el resultado de imaginarios en la historia de la comunidad [...] La ciudad será siempre lugar de fabricación, su existencia depende de los que la inventan en el sentido de los que la construyen como de los que la habitan llenando su cuerpo de marcas de escritura.”8

Ante los cuestionamientos que el análisis sobre la “historia social del recuerdo” presenta, Peter Burke ha identificado cinco mecanismos que facilitan la transmisión de memoria colectiva o, como él prefiere llamarle, memoria social9. Entre ellos, uno que en su momento Halbwachs ya habia considerado y la interpretación de Negrón hoy sugiere: el espacio público. Este es un recurso físico que le brinda al individuo o grupo una referencia externa y constante del pasado como un texto edificado cuya lectura y entendimiento pueden lograrse sólo mediante la vivencia inmediata y su significado se reinterpreta y adapta con frecuencia. Como artefacto cultural, el conjunto de fuertes, cortinas, baluartes, revellines, baterías, polvorines, cuerpos de guardia y la única puerta que sobrevive, ha sido el blanco de múltiples interpretaciones que le han conferido un significado ambiguo. Por un lado, este sistema de fortificación se ha consagrado como un recurso cultural –ya sea por valoración estética o de atracción turística- cuya presencia evoca el espíritu heroico de una plaza-fuerte que por siglos resistió el embate de amenazas externas. En el ámbito sociológico, es considerado un modelo que ilustra ciertas contradicciones en los procesos sociales, específicamente la lucha clasista en el contexto colonial.10 De

igual manera, obras como el castillo de San Felipe del Morro fueron también el escenario de eventos no tan celebrados como, por ejemplo, el enjuiciamiento y reclusión de aquellos que abogaron por la autonomía de Puerto Rico durante el siglo XIX. Incluso, recientemente se ha llegado a pensar en el recinto murado como el paradigma que forjó en el puertorriqueño esquemas mentales de introversión y reclusión;11 o, bajo una postura más extrema, el antecedente de nuestra ciudad medieval contemporánea: Plaza Las Américas.12 Sucesivamente, sería posible enumerar otros argumentos que, en mayor o menor grado, han ayudado a construir la percepción colectiva de este objeto. Dicha pluralidad interpretativa es producto de un fenómeno que filósofos como el norteamericano Fredric Jameson han denominado “fin de la historia” y lo definen como la pérdida de capacidad para organizar pasado y futuro en una experiencia coherente.13 Según su razonamiento, esta limitación puede ocasionar rupturas en los eslabones que integran la cadena de significantes que le dan sentido a las interpretaciones (ilusts. 8a y 8b). De ser esto cierto, ¿podríamos considerar al San Juan contemporáneo como una ciudad en la que yacen miles de fragmentos carentes de uniformidad, identidad, arraigo y vínculo entre sí? ¿Miles de significantes sin significado? 11

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Esta interrogante sienta las bases que definen el problema que con esta propuesta pretendo atender. Por el momento, me interesa visualizar la ciudad como un conjunto de objetos que guardan relación entre si, sea ésta física (las puertas que regulan el acceso) o abstracta (los ritos que celebran sus habitantes). Esas relaciones -o más bien, significadosconforman la memoria colectiva que, con gran probabilidad, trascenderá generaciones. En la siguiente sección se verá cómo la revaluación del San Juan contemporáneo puede poner al descubierto una realidad en la que se trastoca la correlación de significantes y significados admintiéndose la manipulación de la historia y la mitificación de la ciudad tradicional.

illustración 8a Exterior norte de la Catedral de San Juan. Foto: Puerto Rico Ilustrado (1913).

illustración 8b Foto actual por el autor.

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San Juan después de la historia La visión culturalista de la ciudad14 reconoce el entorno urbano como un hecho cultural y parte de la clara distinción entre los términos “modelo” y “visión” como medios de interpretación. Mientras el “modelo” es un mecanismo que fácilmente categoriza la ciudad de acuerdo a cómo la vemos, la “visión” nos permite identificar qué vemos y nos interesa de ella. Como contrapunto al enfoque progresista, la visión culturalista ha reconocido la identidad y tradición regionales, las cualidades espirituales del habitante y el sentido estético y artístico de la ciudad. La desintegración de la conciencia citadina en objetos esparcidos e inconexos se intensifica ante la ausencia física de otros que, por diversos motivos, han sido removidos del panorama. Como consecuencia, el colectivo va perdiendo progresivamente todo vínculo con los significados que alimentan su identidad y memoria hasta sumergirse en un olvido total e irremediable. El corolario final: se altera fácilmente la historia escrita y, en el peor de los casos, reinventa la memoria. Un ejemplo concreto y afín al tema relacionado con el área de estudio ilustra esta idea. La Primera Línea de Defensa, localizada al extremo este de la isleta de San Juan fue un componente vital del sistema de fortificación de la ciudad durante el periodo colonial español. El inicio se remonta al siglo XVI con

illustración 9a Plano del terreno comprendido entre la 1a y la 2a línea avanzada de esta Plaza (AGM, Ultramar, MG27)

la construcción del puente fortificado de San Antonio y su transformación trasciende hasta hasta nuestros días con la reconstrucción de la batería del Escambrón en 2003. El conjunto, compuesto originalmente por una red que incluía sobre quince componentes, es hoy un distrito discontinuo en el que sólo sobreviven parte del puente fortificado, el fuerte y el polvorín de San Gerónimo y la mencionada batería (ilust. 9a). Diversas intervenciones que a lo largo de la historia no tomaron en cuenta la relevancia de este

frente defensivo que, más allá de un recurso cultural uniforme, constituye un conjunto de estratos contructivos cuyo desarrollo abarca más de cuatrocientos años de nuestra historia. Con la propuesta para el diseño del Parque Luis Muñoz Rivera (Bennet Parsons & Frost, 1925), comenzó una desintegración que se ha prolongado hasta nuestros días con los desarrollos aledaños al fortín de San Gerónimo. En el proceso se han perdido casi todas las cortinas de muralla que conectaban el conjunto y también la batería de San Ramón 13

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que fueron sustancialmente destruidos para dar paso a la edificación de uno de los edficios más emblemáticos del movimiento moderno en Puerto Rico: el Caribe Hilton (Toro, Ferrer y Torregrosa, 1949). Asi, hoy día resulta sumamente difícil la identificiación de la Primera Línea de Defensa en su totalidad. Sin duda alguna nuestra memoria colectiva reconoce la prominencia del fuerte San Gerónimo y, probablemente, la localización de ese “edifcio con chimenea” inserto en el parque. Poco a poco iremos admitiendo la presencia de la batería del Escambrón que por décadas fue presa del olvido hasta alcanzar la ruina y hoy se reincorpora al paisaje. Con suerte, otros pocos reconocerán los remanentes del puente fortificado y ciertos fragmentos de muralla aunque probablemente no puedan identificarlos como partes de un todo (ilust. 9b). En este caso, la destrucción física del objeto ha logrado alterar el significado que puediera facilitar nuestra interpretación de estos escenarios que, en el pasado, determinaron en el destino de la Isla.

illustración 9b Zona este de la isleta de San Juan. Foto: DTOP (2002).

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propedĂŠutica del olvido lecciones de iconoclasia el objeto como propulsor de amnesia colectiva el monumento involuntario


lecciones de iconoclasia Luego de los ataques británicos que cerraron el siglo XVI, una de las primeras manifestaciones violentas que trastocó la integridad de un patrimonio en ciernes ocurrió el 22 de octubre de 1625 durante el asedio holandés a la entonces plaza fuerte de San Juan. Tras veintisiete días de ocupación y ante la resistencia del gobernador Juan de Haro a entregar la ciudadela del Morro -en la que se había acuartelado junto a la alta oficialidad gubernamental y la guarnición de la plaza- el general Bowdewijn Hendriksoon decidió retirar las tropas no sin antes cumplir su amenaza de arrasar con la ciudad. “Hay en la tierra bastante madera y piedra para construir de nuevo” respondió confiado de Haro a la demanda. Frustrada su intención de ocupar ese bastión inexpugnable, el general dejó la ciudad prácticamente en ruinas tras un periodo intenso de incendios y saqueos. Por su carácter estratégico y simbólico, la Real Fortaleza de Santa Catalina fue una de las edificaciones que recibió el mayor impacto del adversario. Sin embargo, gran parte del legado artístico y documental que custodiaban los muros de la Catedral y el Palacio Arzobispal fue también presa de las llamas y el vandalismo profano, particularmente la biblioteca que había logrado aglutinar el obispo Bernardo de Balbuena.

La crónica cuenta que, a su partida, Hendriksoon cargó con un botín que no rebasó las cantidades insignificantes de azúcar, tabaco y jengibre, artefactos en cobre y 140 cañones entonces obsoletos. Inconforme con los estragos que ocasionó en la ciudad, logró además apropiarse de las campanas y las escrituras de la Catedral como claro desafío a la autoridad eclesiástica. Tan sólo unos pocos meses después del derribo de las murallas y como resultado de la intervención de Estados Unidos en la guerra entre España y Cuba, la Isla asumió el mandato de una soberanía diferente. A partir de ese momento, toda referencia al pasado hispánico –incluyendo su arquitecturase convertiría en sinónimo de barbarie y decadencia. La misión primordial del nuevo gobierno fue imponer e inculcar el modelo de vida estadounidense en el que la educación, la salud y la religión jugaron un rol trascendental. Gradualmente, el hermetismo que por siglos fijó los parámetros de vida en la otrora plaza fuerte parecía desvanecerse a medida que proliferaban en los barrios extramuros nuevos tipos arquitectónicos y urbanos (ilust. 10). El espacio intramuros fue también objeto de intervenciones puntuales en las que se ejerció tabula rasa sobre la obra preexistente condenando a la destrucción edificaciones

illustración 10 Frente portuario, San Juan. Foto: Puerto Rico Ilustrado (1915).

emblemáticas del antiguo designio militar, civil y religioso. De este modo, hitos arquitectónicos dentro de la ciudad fueron borrados del panorama para ceder su terreno a los modernos edificios de hormigón reforzado e inspiración greco-romana que albergarían las nuevas instituciones del gobierno. Tal fue el caso del monasterio franciscano (1670), un imponente conjunto conventual barroco del que sólo se conserva la pequeña ermita (hoy parroquia de San Francisco). En 1912, el claustro, la iglesia y el resto de bloque cayo bajo la piqueta para levantar allí mismo la escuela Román Baldorioty de Castro inaugurada dos años más tarde (ilust. 11). El mismo destino le aguardó al polvorín de San Sebastián (c.1790), mancillado por la prensa del momento como una mole “antigua, vieja 16

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y fea” ante la elegancia, distribución, luz y ventilación que ostentaba la nueva escuela graduada Abraham Lincoln (1924) erigida en su lugar (ilust. 12). Al otro lado de la bahía, la mutilación y posterior traslado de las ruinas correspondientes a la casa fuerte de Caparra (1512) en la década de los treinta fue la manifestación más clara de este desapego al legado español (ilust. 13). Más adelante, la transformación de San Juan en una all-American city con el único fin de atraer y fomentar el comercio y la industria, supuso además la densificación de otros centros capitalinos y el desarrollo de zonas en la periferia. La clausura del sistema ferroviario en 1946 y la proliferación del automóvil a partir de esa década, precisó la ampliación de la red vial existente y la incorporación de nuevos medios de transporte colectivo –un conjunto de factores que, para bien y para mal, alteraron por siempre la percepción e interacción del ciudadano con el espacio urbano. Ante la carencia de un plano regulador que trascendiera el papel y las maquetas e integrase la conservación de recursos culturales fuera de la ciudad murada, importantes sectores como Santurce y Río Piedras experimentaron una metamorfosis progresiva de escala, uso y carácter que implicó la destrucción precedente y desenfrenada de obras cuya presencia contribuiría hoy grandemente al significado cultural de su entorno. Testimonio: el inexorable derribo

del palacete Giorgetti (1917) en pleno ocaso de la modernidad (ilust. 14). Durante el último tercio del siglo, las motivaciones que nos impulsaron a fijar parámetros de desarrollo fallaron en reconocer y fomentar –en teoría y práctica- la perpetuación de expresiones culturales como la arquitectura y el urbanismo. Insistimos en llamarle “planificación” a la especulación desmedida y, por regla general, construcción ha implicado la destrucción de recursos. Como nunca antes, el valor de la tierra en los centros de la capital fue -y sigue siendoastronómicamente mayor que la arquitectura que lo ocupa y no ha habido intención alguna de equipararlos. Mientras tanto, la aplanadora del progreso continuó haciendo de las suyas y, tras su paso, hemos visto desaparecer sin pena ni gloria edificios y zonas que ameritaban un mínimo de esfuerzo en la identificación y documentación de significados como fue el barrio La Puntilla (siglo XIX), el Casino de Puerto Rico (1945), la base naval de Isla Grande (1939), el teatro Riviera (1938) y, recientemente, los edificios sede de la Junta de Planificación (1940) y el Comité de Diseño de Obras Públicas (1944), por sólo mencionar algunos ejemplos aislados.

illustración 11 Escuela Román Baldorioty de Castro, San Juan. Fotógrafo desconocido ( c.1923).

illustración 12 Demolición del polvorín de San Sebastián, San Juan. Foto: Puerto Rico Ilustrado (1923).

illustración 13 Casa Fuerte de Caparra, Guaynabo. Plano levantado por Adolfo de Hostos (1938).

Al cierre del siglo, la controversia que generó la demolición parcial del hotel La Concha (1956), pudo despertar en el colectivo un inusual interés por la conservación del 17

propedéutica del olvido


illustración 15

illustración 14 Demolición de la residencia Giorgetti, Santurce. Foto: El Mundo (1971).

Demolición del Hotel La Concha, Santurce. Foto por el autor (1999).

pasado reciente. El debate tuvo como escenario el propio edificio que, a medida que acrecentaba un vaivén en los tranques y negociaciones que marcarían su suerte, le veíamos desmoronarse en escombros y polvo tras el golpe avasallador del buldózer (ilust. 15). En esa ocasión, la voluntad iconoclasta careció de igual motivación e intenciones. Ahora, la destrucción gradual de la obra no sería el punto de partida en la controversia sino la consecuencia de una intensa pugna entre poderes que muy bien podríamos extrapolar al San Juan que vivió el derribo de las murallas. La historia se repite. Sabemos que Holanda nunca consiguió hegemonía sobre la Isla para incorporarla a su plan comercial de ultramar como puerto estratégico. Pero no debemos olvidar que el intento –una invariable dentro de los

procesos de incursión militar rutinaria- logró menoscabar profundamente la integridad de un primitivo asentamiento urbano y su legado cultural. Por su parte, el derribo de las murallas que esta propuesta toma en cuenta fue, sin duda, una de las intervenciones más radicales y de mayor repercusión en una ciudad que, irónicamente, hoy ansía revivirlas con las vallas, bolardos y cadenas que ofrece el acceso controlado (aprovechemos este instante para recordar que algo similar ocurrió con la Estación Terminal de San Juan al final de los años sesenta cuya destrucción funcional y física anunciaría el fin de una era en la historia para un medio de transporte que ahora reaparece serpenteante en el paisaje citadino contemporáneo, ilust. 16). Como muchas otras, la mansión Giorgetti había venido a menos; seguía siendo el edificio que había sido pero ya no era la vivienda que 18

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había dejado de ser. La polémica en torno su derribo se centró en la justificación de un valor monumental que muchos cuestionaban aunque al final fueron ciertamente el abandono y posterior olvido los verdugos silenciosos que marcaron su triste destino. Más allá del mero ejercicio académico, hilvanar estos y otros episodios de nuestra historia dentro del discurso iconoclasta, puede presentarnos la posibilidad de interpretar los significados culturales que definen nuestra identidad a la luz de aquellos significantes que ya no forman parte de nuestro contexto físico y temporal. El espíritu de destrucción que despierta las pasiones humanas ha matizado grandes acontecimientos históricos, desde el saqueo y destrucción de antiguas ciudades hasta el derrumbe del World Trade Center en pleno siglo XXI. Puerto Rico no ha sido la excepción. A través de nuestra historia, la destrucción arquitectónica premeditada pudo obedecer a unos pocos motivos que las lecciones aquí presentadas intentan ilustrar; cada uno de ellos ha encontrado –o encontrará- en la crónica su lugar y justificación.

illustración 16 Estación de ferrocarril de la American Railroad Co. of Porto Rico, San Juan. Foto: Jack E. Boucher para el HABS (1967).

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illustración 17 Pedestal de una estatua de Kalinin removida en 1991, Moscú. En: Disgraced Monuments, documental dirigido por M. Lewis y L. Mulvey (1992).

el objeto como propulsor de la amnesia colectiva La única referencia que a la historia escrita le sobrevive del pasado son los recuerdos de quienes lo vivieron y la evidencia física que presentan los escenarios que la enmarcaron. Aunque sabemos que ninguno de los dos recursos es del todo confiable y que los eventos no necesariamente ocurrieron de la manera que se presume, optamos –o más bien necesitamos- creer que así fue. A diferencia de la historia escrita, la memoria individual tiende a ser imprecisa y limitada.

Por su parte, la anterior posee una cualidad imperecedera y siempre ha estado expuesta al excrutinio público. Sin embargo, ambas comparten un vínculo estrecho con el objeto –la ciudad y su arquitectura en nuestro caso. Si bien es cierto que los objetos del pasado no “hablan” exigiendo nuestra interpretación y que, dada su cualidad accesible y estática, cualquier intervención sobre ellos puede distorcionar los procesos de identificación y verificación, la realidad es que constituyen la 20

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illustración 18a Monumento al Maine, La Habana. (a) estado original; (b) derribo del águila; y (c) apariencia actual.

illustración 18b

illustración 18c

única referencia tangible que los relaciona con el presente. Como mediador, el objeto es clave al momento de confirmar o negar cualquier presunción historiográfica; puede simbolizar o evocar vínculos trascendentales y ofrecer “metáforas arqueológicas” que enriquecen los procesos mnemónicos e históricos.

donde existieron monumentos dedicados a Nicolás II y Tomás Masaryk, respectivamente. Hoy día, los monolitos que portaban estatuas de líderes bolcheviques permanecen insertos en el panorama urbano como referencia ineludible a un capítulo oscuro de la historia que no se quiere olvidar (ilust. 17).

como claro desafío al régimen opresor que representa (illusts. 18a, b y c).

De acuerdo con el arquitecto Adrian Forty, la mera acción iconoclasta no garantiza el olvido de experiencias físicas y/o intangibles que, por diversas razones, las sociedades intentan bloquear de la memoria colectiva. Por el contrario, los vestigios del objeto cobran un significado aún mayor que la obra íntegra pre-existente cuando se conservan y exponen en estado de dilapidación. Forty cita como ejemplo la desmantelación de memoriales soviéticos en Moscú y Praga durante la década de 1990 que, a su vez, fueron construidos justo

En La Habana, la remoción en 1961 del águila que coronaba el memorial a las víctimas del evento asociado al acorazado Maine revela una intención algo similar. Con la extrapolación de ese pequeña pero emblemática pieza (el águila fragmentada forma parte de la colección permanente que custodia el Museo de la Ciudad), el otrora monumento conmemorativo ha cobrado hoy un significado que dista mucho del propósito intencional que motivó su diseño y construcción: la iconoclasia de la obra

La recuperación física de los recintos Sur y Este del perímetro murado que plantea esta propuesta no parte de una necesidad imperante por rescatar del olvido los eventos que transformaron la ciudad de San Juan y sus habitantes en determinado momento. Insertar en la memoria colectiva de presentes generaciones un hecho histórico que nunca contuvo resultaría una pretención tan absurda como irracional. Sin embargo, reintergrar la ruina de los recintos al cúmulo de estratas constructivas cumplirá un propósito mnemónico muy distinto: no olvidar que quisimos –y logramos- olvidar.

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el monumento involuntario

illustración 19 Arco de Triunfo, París. Jean Francois Chalgrin, 1810.

illustración 20 Monumento a Cristobal Colón, San Juan. En: La Ilustración artística (1894).

El significado de la palabra “monumento” se ha transformado a lo largo de la historia particularmente en el transcurso de las eras moderna y contemporánea. Con su origen etimológico en los términos procedentes del latín monumentum y monere (advertir, traer a la memoria), el concepto siempre ha estado vinculado a los procesos mnemónicos que definen la identidad de los pueblos. En la Francia de finales del siglo XVIII, por ejemplo, se le añadió por vez primera a la definición una connotación arqueológica ilustrada con hallazgos recientes en Egipto y Roma. Más tarde, el término recuperaría parte de su significado ancestral que se basó en la función conmemorativa del objeto. Para ciertas comunidades, la construcción del recuerdo debió reafirmar nuevas identidades con obras que rebasaron los límites de poder y grandeza (ilust. 19). Un siglo después, el monumento cumpliría un propósito dual en muchas ciudades incluyendo San Juan: conmemorar pero también embellecer (ilust. 20). Hoy día, la función y caracter conmemorativos del objeto puede variar de acuerdo a las intenciones de quien lo encomiende y la habilidad de su diseñador. Vemos ejemplos en los que evidentemente sopesa la reacción del observador ante una pieza de escala imponente por encima de cualquier intención (ilust. 21) y otros que, libres de cualquier pretensión, ocultan un

significado profundo que invita a la reflexión (ilust. 22). Al tomar en cuenta su definición genérica, consideraremos un monumento toda obra que ha sido puesta en memoria, conmemoración o recuerdo de una acción heroica u “otra cosa singular.”16 La presencia de estos hitos en la ciudad es intencional y cumplen propósitos predeterminados. Pero de acuerdo con Francoise Choay, la mera representación física no es una herramienta suficientemente capaz de reafirmar y perpetuar la identidad de las comunidades. Por encima de una cualidad propedéutica, es fundamental que el objeto incorpore un componente emotivo que actúe sobre la memoria colectiva de quienes lo han erigido.17 Choay va más allá al afirmar que la verdadera esencia de los monumentos radica en su función antropológica (tiempo y memoria vividos). Para ella, las comunidades que los erigen y las diversas formas de representación son variables y, por tanto, consideraciones secundarias. El monumento al General Antonio Maceo en la Plaza de la Revolución de Santiago de Cuba, podría ser una obra representativa de este planteamiento. Con una clara influencia soviética, son el contraste drástico de escalas y proporciones, el dinamismo que sugiere el conjunto en su totalidad y la selección acertada de materiales de construcción, algunos recursos de diseño 22

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illustración 21 Grande Arche de La Defense, París. Otto von Speckelsen, 1989.

illustración 22 Vietnam Veterans Memorial, Washington. Maya Lin, 1982.

illustración 23 Monumento al General Antonio Maceo, Santiago de Cuba. Alberto Lezcay, 1990.

que logran en el objeto una trascendencia del plano didáctico al emotivo (ilust. 23).

intencional expuestos anteriormente. Según su razonamiento, subsistirá la presencia física de este tipo de objeto en la medida que se mantenga vivo en la memoria colectiva aquello que motivó su creación. Una segunda categoría toma en cuenta los objetos que no fueron concebidos para cumplir un propósito conmemorativo y que más tarde en su historia quedaron relegados al abandono o la dilapidación. Tras una revaloración de su significado reciben de generaciones futuras el estatus de monumento. Hago referencia a obras de la antigüedad hasta nuestros días como Çatalhöyük (Turquía), el campo de Auschwitz-Birkenau (Alemania, ilust. 24) o, en nuestro caso, el sistema defensivo de San Juan. La tercera y última categoría está relacionada al valor monumental que le otorgamos a cualquier objeto de acuerdo a la edad independientemente de su significado histórico. En estos casos, la apariencia visual es lo que cuenta.18

El monumento a la memoria de Cristóbal Colón en la plaza que lleva el mismo nombre, Casa Blanca y el adoquín son tres objetos representativos del espacio sanjuanero que muy bien podrían ilustrar, respectivamente, cada una de las categorías que presenta Riegl. Identificar y rescatar Casa Blanca o cualquier otro recurso cultural no ex profeso dentro de la ciudad supone escrutinios patrimoniales -o disecciones como prefiere llamarles Jorge Lizardi Pollock- que son necesarios, según él, para “salvaguardar la memoria ancestral y prestigiosa, para convertir unos pocos espacios en los espacios representativos de la cultura y la identidad [...] Cualesquiera que sean, por estar sujetas a una determinada memoria del poder, las proyecciones patrimoniales ejecutan una extensa cirugía del exclusión.”19 La identificación y posterior relación de las piezas sueltas que forman el rompecabezas del recinto sureste según su contexto actual, requiere un ejercicio de esta naturaleza.

Una vasta mayoría de los objetos que por tiempo han sido reconocidos como recursos de valor patrimonial e instantáneamente calificados con el apelativo de “monumentos históricos”, con alta probabilidad nunca fueron concebidos para que gocen de tal distinción y mucho menos cumpla la función didáctica que puede ofrecer un recurso cultural. Es más bien su vínculo con aquellos eventos o personajes clave que han delineado la historia de las comunidades lo que verdaderamente nos lleva a atribuirles ciertos significados basados además en su edad. En su obra Le Culte Moderne des Monuments, el historiador austriaco Aloïs Riegl (18581905) ha identificado y definido tres categorías de monumentos históricos. La primera reúne los conceptos del monumento

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illustración 24 Campo de concentración Auschwitz-Birkenau en Cracovia, 1940.

illustración 25a Vista general del recinto del Este, San Juan. Foto: Feliciano Alonso (1897).

illustración 25b Recinto del Este luego del derribo de las murallas. Foto: B. Hardie Bros. (1900).

En el proceso, surgirán instantes en los que será inevitable revisar y validar significados, evaluar niveles de integridad y determinar el grado de impacto a los estratos existentes.

aquellos de defienden a capa y espada nuestra historia y desarrollo urbano- podría ser obvia. Su innegable valor monumental estaría basado probablemente en la evidencia constructiva que ofrece la ruina, lo tangible. Sin embargo, reconocer la relevancia histórica de un objeto virtualmente abstracto requiere un esfuerzo interpretativo aún mayor. En nuestro caso, rescatar la presencia física del recinto sureste serviría un propósito mnemónico dual. En primer lugar, podría revelar para propósitos interpretativos un estrato inherente a la evolución constructiva de la ciudad que nuestra memoria no reconoce. En segundo lugar, y de acuerdo a mi criterio el más importante, traer el objeto a la superficie nos presentaría un significado más profundo que yace tras la su mutilación: la acción iconoclasta como símbolo de una transformación social, política y económica que vivieron nuestros antepasados (ilusts. 25a y b).

Tal como había planteado en la introducción, el sistema defensivo de la ciudad de San Juan ha ganado múltiples significados que le han conferido un valor monumental de trascendencia al ámbito internacional. Este objeto presenta cualidades que lo relacionan con dos de las tres categorías de Riegl al tratarse de una propiedad cuya función original no era de carácter conmemorativo mas su relación con eventos históricos relevantes y el paso del tiempo le ha valido el reconocimiento a posteriori de generaciones recientes. Cabe entonces preguntarnos: ¿qué tipo de valor debemos adjudicarle a la porción del recinto murado cuya ruina mantenemos oculta bajo tierra, cemento, brea y adoquines? La respuesta a esta pregunta -algo retórica para

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memoria de lo intangible evoluciรณn constructiva del contorno sureste de la ciudad de San Juan 1634-39 el remanente arqueolรณgico y su contexto estudio de precedentes intervenciรณn propuesta


illustración 26 San Juan visto desde la bahía. Grabado por Arnaldo Montanus (1671).

illustración 27 San Juan. Plano por Juan Francisco Mestre (1792).

evolución constructiva del contorno sureste de la ciudad de San Juan, 1634 -39 Previo al análisis del contexto actual que presenta el área de estudio, es fundamental lograr la identificación, evaluación y segregación de las diversas estratas constructivas que ahí se confunden y, por siglos, han ido determinando el carácter que hoy refleja la zona. Por ello, se ha examinado la evidencia gráfica disponible en los distintos acervos dentro y fuera de Puerto Rico como cartografía, planos arquitectónicos y fotos históricas y aéreas para el estudio de las estratas correspondiente al periodo colonial español. De igual manera, se han consultado fuentes bibliográficas primarias relacionadas al tema que, junto a otras de similar relevancia, quedan enumeradas más

adelante. El resultado de este ejercicio inicial ha facilitado el reconocimiento y clasificación de todos aquellos componentes de los recintos Sur y Este del sistema de fortificación cuyos remanentes fijarán el marco de la intervención propuesta. La construcción de las defensas en la ciudad de San Juan comenzó durante el siglo XVI con una fortaleza sobre el baluarte de Santa Catalina (1533-40). A este primer paso hacia la de fortificación de la ciudad le siguieron el castillo San Felipe del Morro (1584-1606) y el fuerte San Juan de la Cruz (1614-20) en el lado oeste de la boca de la bahía, conocido también como “El Cañuelo” (ilust. 26).

A pesar de todo el esfuerzo de la metrópoli española por fortificar la que se convertiría en una importante plaza militar entre sus puertos de ultramar, el sistema sucumbió ante la invasión y el ataque holandés de 1625 en el que la ciudad fue saqueada e incendiada. La colonización progresiva de antillas menores como Curazao, Santa Cruz, Tobago, Martinica, St. Christopher y Barbados por parte de Inglaterra, Holanda y Francia y la inminencia de que ésta se extendiera a Puerto Rico, influyeron en la determinación del gobernador Enrique Henríquez de Sotomayor (1631-35) de iniciar la construcción del murado oeste de la ciudad como parte de un ambicioso programa de 26

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illustración 28 Ensanche de San Juan. Plano por Arturo Guerra (1894).

fortificación para todo San Juan.20 Comenzó el proyecto con el tramo entre la caleta de Santa Catalina y la Fortaleza y hacia 1639 había alcanzado el reducto de San Cristobal cerrando asi, los bordes sur, este y oeste de la ciudad. Posterior a la construcción en 1771 del amurallado de todo el litoral norte y un tramo que uniría finalmente la batería de San Fernando con el Morro en 1782, San Juan quedó totalmente cercada tras 148 años de planificación y desarrollo21 (ilust. 27). La muralla de circunvalación medía aproximadamente tres millas de longitud con una altura promedio de entre doce y quince metros y profundidad entre los nueve y doce metros en la base. Cuatro puertas artilladas regulaban el acceso a la ciudad desde mar y tierra y, al norte, otras dos comunicaban a los habitantes con el matadero y el cementerio que se hallaban extramuros. A mediados del siglo XIX, el sistema de defensas de

illustración 28b Detalle.

San Juan ya estaba consolidado en una plaza fuerte amurallada y de primer orden: dos castillos, seis fuertes, once baluartes, cuatro semibaluartes, tres revellines, una contraguardia, cuatro polvorines, tres líneas de defensa y ocho cuerpos de guardia. Sin embargo, justo entonces daría comienzo la polémica entre San Juan y Madrid que tendría repercusiones directas sobre el futuro de ciertos componentes al sureste del recinto dado el desarrollo gradual de terrenos en sectores fuera de los límites de la ciudad murada. De una solución negociada en 189722 entre el sector militar, la Junta de Obras Públicas y el arquitecto municipal Arturo Guerra, surgió el plan de ensanche propuesto tres años antes y que proyectaba el crecimiento de la ciudad partiendo del derribo de porciones del cerco en los recintos sur y este y también el relleno en parte del barrio La Puntilla y el sur de Puerta de Tierra (ilusts. 28a y b).

Luego del derribo y bajo el nuevo régimen norteamericano, se intensificó la actividad portuaria y el sector de La Marina sufrió una transformación drástica con la introducción de una infraestructura mucho más moderna y modelos urbanos y arquitectónicos que distaban mucho de sus antecedentes intramuros. Sobre todo, la transportación de mercancía y personas desde y hacia la ciudad fue determinante en la eliminación de ciertas obras de fortificación que ya desde el siglo XIX habían sido calificadas como obsoletas e innecesarias. Justo en este momento es que el area de estudio que alude la presente propuesta comenzó a transformarse con intervenciones irreversibles que han trascendido hasta nuestros días y que, en secuencia cronológica, se encuentran resumidas en el anejo que se presenta más adelante. 27

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1625

1678

1750

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1766

1776

1792

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1845

1878

1887

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1938

1962

2002

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el remanente arqueológico y su contexto

illustración 29a Contraguardia de la Trinidad. (a) planta; (b) elevación y; (c) vista. Dibujos para el HABS por Todd A. Wambach (1984) y foto por el autor.

illustración 29b

Desde el norte, el primer componente de las defensas que aparece impactado por el derribo del siglo XIX es La Trinidad. Esta pequeña contraguardia se comenzó a construir en 1765 por el ingeniero militar Thomas O’Daly y y fue completada por Juan Francisco Mestre en 1783. La unidad se encuentra estratégicamente localizada al sur del revellín de San Carlos y al este del bastión del Sur y su función primordial era proteger ambas defensas. Está compuesta por tres baterías de planta trapezoidal distribuidas en abanico y escalonadas como respuesta a la topografía del terreno que desciende desde San Cristobal hacia la bahía (ilusts. 29a, b y c). En 1894 comenzó la demolición selectiva de ciertas unidades de defensa y La Trinidad perdió una porción significativa de la explanada al nivel de la base para dar paso a la hoy avenida Luis Muñoz Rivera. La contraguardia está

limitada al norte por el contrafoso del revellín San Carlos; al este, por su propio contrafoso y, al oeste, por el foso de Santiago. Continuando hacia el sur, se encontraría la única entrada a la ciudad desde tierra (ilusts. 30a, b y c). Los planos para la demolición del recinto del Este firmados por Arturo Guerra cuatro días antes del derribo, ilustran claramente el grado de impacto a la cortina, baluarte y revellín de Santiago y la nivelación del terreno que se lograría después del relleno.23 Los perfiles preparados por el arquitecto demuestran que ninguno de estos tres componentes sería demolido en su totalidad y pueden brindar una referencia aproximada de la profundidad y condición en las que hoy podrían hallarse sus ruinas (ilusts. 31a, b y c). Adicionalmente, Hostos ya habia hecho constar que, en aquella ocasión, ambos

illustración 29c 32

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illustración 30a Cortina y revellín de Santiago. Dibujo por Erick Pérez (2002).

illustración 30b Puerta del revellín de Santiago. Foto: Feliciano Alonso (1895).

illustración 30c Puerta de Santiago. Fotógrafo desconocido ( c.1895).

fosos –el de Santiago y el del revellín- habian sido rellenados con los propios escombros del cerco y no destruidos, por lo que podría asumirse que actualmente ambos retienen un alto nivel de integridad.24

del baluarte ya contaba con la nivelación deseada, la proyección de la nueva pared terminó justo sobre la intersección sureste del muro histórico cuya altura equipara además. Una porción del cuerpo principal y el ala oeste de la escuela están construidos sobre el baluarte y el foso (ilust. 33). Por lo tanto, no debería descartarse la posibilidad de que exista gran parte de los remanentes de los muros este y oeste ocultos bajo el relleno.26

al Casino, la primera y única intervención sobre el solar luego del derribo.27 Tampoco se debe descartar la probabilidad de que existan remanentes del desaparecido cuerpo de guardia frente a la plaza.

La primera intervención significativa sobre las ruinas del recinto del este fue la construcción de la escuela pública José Julián Acosta en 1908. Ya demolidos los parapetos, troneras y parte de los muros del baluarte de Santiago desde hacía una década, se construyó una gran pared de contención en hormigón reforzado a lo largo del perímetro sur del solar hacia la nueva calle Del Comercio (ilust. 32). El propósito de esta adición fue lograr la nivelación del terreno dentro del solar -particularmente en el segmento del foso- para poder orientar el frente de la nueva edificación hacia la propuesta calle Del Ensanche que correría paralela al Paseo de Covadonga.25 Dado el hecho que la explanada

El Casino de Puerto Rico se encuentra justo sobre la puerta, un segmento de la cortina y parte del foso de Santiago. Esta intervención, que presenta un grado de complejidad mayor al momento de identificar y documentar la presencia de recursos, posee un valor simbólico que debe tomarse en cuenta a la hora de proponer modificaciones en su contexto. Como se ha visto, afortunadamente ese no es el caso del revellín ya que sus ruinas siempre han permanecido bajo el jardín contiguo

Culmina el extremo sur del recinto este la batería de San Francisco de Paula que se construyó entre los baluartes de Santiago y San Pedro Mártir para reforzar las defensas exteriores hacia tierra (ilust. 34). Lo que en sus inicios fue una batería a las orillas de la bahía y más tarde aglutinó un cuerpo de guardia, una barraca para soldados y la panadería militar, hoy es una manzana más del barrio La Marina incorporada a la franja de tierra que fue ganada al mar a principios del siglo XX. De la propiedad se conserva aún la ruina de las murallas que definían sus límites, la barraca para soldados y los remanentes del cuerpo de guardia transformado en panadería del ejército que se construyeron sobre la 33

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batería una vez fue declarada obsoleta su función militar. Continuando la secuencia ahora hacia el recinto del Sur, los próximos componentes hubieran sido la cortina y el baluarte de San Pedro Mártir demolidos en 1964 para dar paso a la construcción del estacionamiento municipal, conocido comunmente como “el parking de Doña Fela”28 (ilust. 36). Más adelante, el baluarte Del Muelle es el único componente de cuya ruina se tenga conocimiento hoy día (ilust. 37). Demolido parcialmente en 1894 e incorporado a un nuevo solar del ensanche que, a partir del cambio de soberanía, se reservó por un periodo de tiempo indeterminado para construir en 1914 la primera sede del gobierno nortemericano en la isla. Un plano preparado por el superintendente de la construcción del Correo y Corte Federal en aquel entonces, indica la posición exacta de las zapatas y los pilotes e liustra claramente el solape entre los remanentes del baluarte y la estructura propuesta.29 Como parte de la rehabilitación que se llevó a cabo en el edificio en 1996, se levantaron planos arquitectónicos y estructurales actualizados y se realizaron estudios especializados que no solamente corroboraron la presencia de la ruina, sino también identificaron la huella de la Real Aduana construida justo frente al baluarte durante el siglo XVIII (ilust. 38).

illustración 31a Plano del derribo de las murallas del Este. Arturo Guerra (1897).

illustración 31b Perfil A-B.

illustración 31c Perfil C-D.

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Culmina la secuencia del recinto del Sur el área de San Justo, cuyos remanentes yacen bajo tierra entre el edificio del Banco Popular de Puerto Rico y la plaza Eugenio María de Hostos. Esta zona contaba con el único umbral de acceso a la ciudad desde el puerto que, en ocasiones, se transformaba en un dinámico espacio de encuentro cívico (ilust. 39). La puerta estuvo integrada a la cortina de San Justo y flanqueada, a su vez, por los baluartes de San Justo y del Muelle hasta la demolición definitiva en 1894. La integración de este componente a la recuperación propuesta, está basada en la información que arrojan los planos realizados previo al derribo y la documentación fotográfica disponibles. De la misma forma que podemos constatar en aquellos dibujos que prepararía Guerra para el recinto del Este tres años más tarde, el levantamiento de la puerta de San Justo ilustra y revela el alcance de la demolición, los niveles de relleno y nuevos perfiles que resultarían, anticipando así el grado de integridad que pueda tener hoy día la ruina ante la posibilidad de una excavación (ilusts. 40 y 41).

illustración 32 Calle del Comercio hacia Puerta de Tierra. Foto: Puerto Rico Ilustrado (1914).

illustración 36 Remanentes de la cortina y baluarte de San Pedro Mártir. Foto: El Mundo (1964).

illustración 33 Vista de la cortina sur del baluarte de Santiago (a la izquierda) solapada por el muro de contención en hormigón reforzado de la escuela José Julián Acosta. Foto por el autor.

illustración 37 La Puntilla y el frente portuario. En primer plano, la cortina de San Rafael y, a la derecha, el baluarte del Muelle. Dibujo por Passos y Riquero (1887).

illustración 34 Batería de San Francisco de Paula. Dibujo por Erick Pérez (2002).

illustración 38 Plano de localización de pilotes. Renovations and Alterations US Post Office and Courthouse. Dibujo por: Finegold Alexander + Associates (1996). 35

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illustración 39 Cortina y puerta de San Justo. En: La Ilustración española y americana (1884).

illustración 41 Puerta de San Justo. Foto: Feliciano Alonso [ s.f.]

illustración 40 Puerta de San Justo. Planos levantados en 1895 previo al derribo. Servicio Histórico Militar, Madrid.

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illustración 42a Intervención en el castillo de Bellver, Palma de Mallorca. Martínez Lapeña y Torres, 1993. Planta.

illustración 42b Sección.

estudio de precedentes Los ejemplos que forman parte de la selección de precedentes que presento a continuación son el resultado de diversas estrategias de diseño segregadas en dos categorías básicas. Esta diferencia en aproximación estriba en un parámetro simple: la presencia o no de fábrica histórica en el área de intervención. intervenciones sobre fábrica histórica existente Esta selección -la más abarcadora de las dos categorías- se circunscribe a proyectos de conservación sobre arquitectura histórica, mayormente militar y religiosa, cuya evolución constructiva puede remontarse a tiempos de la Roma imperial. De igual manera he procurado que la mayoría de estas obras exhiban un denominador común: la yuxtaposición crítica entre diseño e historia. Los ejemplos ilustran diversas soluciones en las que el objetivo fundamental ha sido lograr la recuperación del caracter histórico del

illustración 43 Planta baja del Baluarte de Las Bóvedas, Palma de Mallorca. Martínez Lapeña y Torres, 1991.

objeto existente y, al mismo tiempo, proveer los elementos esenciales para satisfacer las necesidades contemporáneas del usuario que se beneficiará de la experiencia. Un factor común en todos estos casos es la manera en que el nivel de integridad del objeto ha dictado los parámetros de intervención. El programa arquitectónico de estos proyectos puede variar de acuerdo al uso que recibirá la propiedad y el nivel de integridad que retenga la fábrica histórica. La intervención

puede limitarse a una sencilla incorporación de baños dentro del cuerpo de guardia de un castillo como ocurre en Bellver, Girona (ilusts. 42a y b), como también puede representar un proyecto de mayor complejidad como el baluarte Las Bóvedas en Palma de Mallorca (ilust. 43). Se analiza también el modo en que en ciertos ejemplos los diseñadores logran atemperar el recurso histórico a las necesidades contemporáneas del usuario mediante la incorporación de áreas de recepción, salas de exhibición y/o museos, 37

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illustración 44a Museo de Castelvecchio, Verona. Carlo Scarpa, 1956-64. Entrada a las salas de exhibición.

illustración 44b Vista desde el puente Cangrande.

illustración 44c Detalle.

bibliotecas, centros de reunión, servicios sanitarios, tiendas, restaurantes y/o bares e, inclusive, auditorios.

de Verona cuyos inicios se remontan a la Roma imperial. Aquí, el principio de la yuxtaposición rige muchas decisiones de diseño en el que se da un claro diálogo entre materiales y periodos históricos. Un recurso muy eficaz que le permitió lograr esta distinción fue la separación física de la nueva intevención como se aprecia en pisos, muros y techos según el periodo constructivo que representan. Por su parte, el vocabulario empleado acarrea un estrecho vínculo con la historia pero no es historicista (ilusts. 44a, b y c).

consiguió con su diseño que el edificio histórico recuperara su esencia arquitectónica. Más que un museo, la intervención de Scarpa sobre la antigua fortificación veronesa podría considerarse el manifiesto edificado que revolucionó la filosofía de conservación del patrimonio artístico durante el siglo XX. La arquitectura de museos, en palabras de su discípulo Sergio Los, “no consiste sólo en albergar obras de arte, ni es tampoco una máquina para exposiciones, sino que se trata de un instrumento crítico que hace perceptibles y comprensibles las obras de arte.”30 La manipulación consciente de la luz natural, la

Inicio la exposición de precedentes con una obra que se ha convertido en paradigma de la filosofia conservacionista del siglo XX: el museo de Castelvecchio en Italia. Para su diseñador, Carlo Scarpa (1906-78), la pieza artística más significativa del museo debió ser el propio edificio que lo albergaría. Por ello, su intervención se centró en descifrar, conservar y exhibir las distintas capas y períodos constructivos de la antigua fortaleza

Al transformar el contexto existente, Scarpa

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illustración 45 Escalera en el Museo de Castelvecchio.

illustración 46 Rehabilitación del Monasterio de Sant Pere de Rodes, Girona. Martínez Lapeña y Torres, 1979-93. Escalera.

illustración 47 Cementerio Municipal, Mayagüez. Rigau y Penabad, 1995. Foto: Alexander Louk (2005).

minuciosidad del detalle arquitectónico y el conocimiento de las propiedades que poseen los materiales de construcción, son otras tres cualidades que caracterizan y hacen único el diseño de Scarpa para este museo de arte medieval y pueden abonar grandemente a desarrollo de la intervención propuesta para San Juan.

incorpora al espacio del patio interior del castillo un diseño paisajista en el que se conjugan las líneas que caracterizan el genio del diseñador y una referencia muy sutil y abstracta a la construcción histórica existente.

introducidos por el arquitecto veneciano. En el monasterio Sant Pere de Rodes en Girona, rehabilitado entre 1979 y 1993 según el proyecto ideado por la firma, es posible identificar elementos que emulan su antecedente en Castelvecchio. Entre ellos, una nueva escalera sobre los remanentes de otra antigua sirve que para comunicar la nave de la iglesia con el claustro adyacente (ilusts. 45 y 46). Esta yuxtaposición de diseño e historia resulta evidente además en el Cementerio Municipal de Mayagüez. Aquí, la firma Rigau y Penabad logró conciliar la conservación de la histórica escalera de mármol y la

Castelvecchio continúa transformándose hasta nuestros días. Recientemente, el patio interior del edificio fue el marco para una intervención proyectada por el arquitecto estadounidense Peter Einsenman que

El legado de Scarpa ha sido estudiado y emulado hasta hoy por arquitectos en todo el mundo. Las rehabilitaciones de propiedades históricas que ha diseñado el equipo formado por José Antonio Martínez Lapeña y Elías Torres en España, por ejemplo, ponen de manifiesto la vigencia de los preceptos

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necesidad de dotar el recinto con una nueva entrada. Los diseñadores tomaron en cuenta el delicado nivel de integridad de la escalera existente procurando que la pieza resultante no impactase de modo adverso la fábrica histórica (ilust. 47). Otro detalle importante del proyecto en Girona es la pasarela en madera de teca y hierro que vuela sobre un area de hallazgos arqueológicos en la que el proceso de excavación será contínuo por un periodo de tiempo indeterminado. Con este pequeño y liviano puente, el diseño logra reestablecer la conexión entre dos espacios dentro de la secuencia histórica y, a la vez, integrar al recorrido la experiencia didáctica que provee un proyecto de excavación arqueológica (ilust. 48). Otros dos proyectos de Martínez Lapeña y Torres que permiten entender grados de intervención son el castillo de Bellver y la rehabilitación del baluarte de Las Bóvedas y el Paseo de Ronda de las Murallas ambos en Palma de Mallorca. En el primer caso, el programa exigía la repavimentación de los terraplenes para re-dirigir el drenaje de aguas que hasta entonces habían comenzado a deteriorar los muros verticales de la muralla perimetral y además baños públicos y una pequeña escalera de acceso. Los arquitectos brindaron una solución ingeniosa al proyectar un patrón de piso ondulado que cumple su función práctica y, al mismo tiempo, logra integrarse de manera muy efectiva a la

tectónica del castillo (ilust. 49). En Palma, por su parte, la intención de transformar el recurso cultural en un lugar con suficientes amenidades para atraer todo tipo de público, supuso el desarrollo de un programa más diverso y complejo. Primeramente se estabilizaron y restauraron todas las murallas y se dotó el espacio con infraestructura nueva. Luego se añadieron los elementos necesarios para acomodar un auditorio con camerinos, salas de exhibición, un cafe y servicios sanitarios. De igual manera, fue preciso incorporar ciertas piezas que facilitaran la circulación peatonal dentro del conjunto como la escalera que comunica el paseo del nivel superior con un túnel peatonal desde y hacia el nivel inferior del baluarte. Las intervenciones en el exterior, como el cafe y la cubierta que cobija el auditorio, se concibieron como estructuras livianas con identidad pero sin la pretensión de opacar la presencia del antiguo baluarte (ilusts. 50 y 51). Una de las mayores aportaciones de este proyecto ha sido el modo en que demuestra la posibilidad de incorporar el recurso cultural a la vida cotidiana de una comunidad sin comprometer su caracter e integridad patrimonial. En un contexto similar al de Palma, el arquitecto español Juan Miguel Hernández León propuso una intervención en las murallas reales de Ceuta, si bien más invasiva que la anterior, algo introvertida. En este museo, la distinción entre historia y diseño se

illustración 48 Monasterio de Sant Pere de Rodes. Puente.

illustración 49 Castillo de Bellver. Pavimentación.

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ha logrado mediante la selección del material moldeado en pisos y paredes: piedra caliza blanca. Además, la calidad escultórica de inspiración cubista y monocromática en los elementos que forman la nueva secuencia de salas dentro del bastión de San Ignacio, permite bañar el espacio con formas irregulares de luz y apreciar detalles constructivos de estratos previos (ilusts. 52a, b y c). El castillo de Peñafiel en Valladolid esta localizado en la meseta de un promontorio rodeado por siete valles que se accede por una histórica vía de circunvalación. Para su transformación en Museo Provincial del Vino, el arquitecto Roberto Valle González proyectó la intervención como un volumen independiente que respetase la apreciación del castillo desde el exterior. Dicha pieza resultó ser una sencilla y compacta caja de acero y madera inserta en uno de los patios que conservaba la antigua fortificación (ilust. 53). Luego de recorrer una secuencia espacial articulada, el visitante se halla ante una cortina de cristal protegida por un paño de celosías de lapacho. Más allá de este umbral se encuentra el vestíbulo principal de doble altura que conduce a los diversos espacios de exhibición (ilust. 54). Del mismo modo que sucede en el museo de Verona, el edificio se interpreta como una obra de arte más y el diseño propone no sólo la conservación los muros históricos sino también su integración al nuevo espacio interior (ilust. 55). Con este

illustración 51 Baluarte de Las Bóvedas. Auditorio.

illustración 50 Baluarte de Las Bóvedas. Bar.

illustración 52a Rehabilitación de las murallas, Ceuta. Juan Miguel Hernández León, 2000.

illustración 52b Ceuta. Boceto.

illustración 52c Ceuta. Boceto.

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illustración 53 Museo Provincial del Vino, Peñafiel. Roberto Valle, 2000. Planta.

sencillo gesto de yuxtaposición y contraste, el arquitecto ha logrado conciliar pasado y presente en un mismo espacio. Además, la selección de materiales tampoco ha sido arbitraria; más bien responde al caracter que debe reflejar el nuevo edificio ante la técnica tradicional. De todos, la madera sobresale como una clara referencia al método de construcción propio de las fortificaciones medievales y ha sido empleada de diversas maneras en todo el proyecto.

illustración 54 Entrada principal.

La obra de Valle refleja ciertos conceptos asociados a la filosofía conservacionista de Scarpa particularmente aquellos relacionados al principio de yuxtaposición. Sin embargo, en Peñafiel la distinción entre la fábrica histórica y el diseño presenta un contraste mucho más evidente debido quizás a la materialidad e, irónicamente, la simpleza de su forma. illustración 55 Vestíbulo. 42

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Las ruinas de la fortificación medieval que ha sido objeto de la siguiente intervención están localizadas en un punto elevado de Vlotho, un pequeño y mítico poblado a poca distancia de Bielefeld en Alemania. El cerco de murallas que limita el recinto -cuya altura máxima no rebasa el nivel de ojo- es uno de los remanentes que mejor se conserva de toda la propiedad hoy convertida por la firma alemana LOMA en un espacio de usos múltiples que saca provecho de la imponente vista que rodea la montaña (ilust. 56). La intención de los arquitectos ha sido en todo momento conservar la fábrica histórica e incorporar ciertas piezas de acero galvanizado que, en yuxtaposición, comparten presencia arquitectónica y caracter severo con el mampuesto medieval. Estas intervenciones puntuales cumplen un propósito dual: recuperar espacios que han desaparecido y enriquecer la experiencia interpretativa del recurso cultural. El primer caso lo ejemplifica la reconstrucción del pabellón principal en la que el nuevo techo de acero y las paredes de malla metálica logran rescatar forma y función sin comprometer la integridad de la historia y el diseño (ilust. 57). Por otra parte, el pequeño balcón que se proyecta por encima de la muralla, una cubierta nueva para el aljibe, el puente que vuela por encima del foso y una torre de telecomunicaciones son elementos que LOMA incorpora como emblemas de la propiedad -ahora recuperada- y su actual rol en la vida social de la comunidad que sirve (ilusts. 58a, b, c y d).

illustración 56 Ciudadela medieval, Vlotho. LOMA, 2003. Planta.

illustración 57 Pabellón principal. 43

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illustraciรณn 58a Balcรณn.

illustraciรณn 58c Puente.

illustraciรณn 58b Cubierta para el aljibe.

illustraciรณn 58d Torre de telecomunicaciones.

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illustración 59a Centro de visitantes. Abadía de Montmajour, Arles. Rudi Ricciotti, 2000.

illustración 59b Proyección tridimensional.

illustración 60 Rampa de acceso.

La intervención de diseño no necesariamente debe contrastar con la fábrica histórica para lograr la distinción tan deseada. En ocasiones, la selección de materiales y la disposición de los elementos puede generar resultados cuyo minimalismo y sutileza le conceden el papel protagónico al objeto exclusivamente. Encontramos aquí una sub-categoría de estrategias que, si bien actúan sobre la fabrica histórica existente, logran un resultado prácticamente imperceptible.

para Arles consistió en transformar los sótanos abovedados de un chateau adyacente a la abadía de Montmajour en un centro de visitantes para este conjunto arquitectónico cuya relevancia histórica lo ha convertido en un destino turístico muy frecuentado en Provence. El concepto de Ricciotti parte de la premisa que el diseño se debe imponer sobre la historia del modo más ligero posible. Por ello, el material que predomina en los nuevos elementos es el cristal que se emplea para facilitar accesos, circulaciones y servicios que no obstruyan la percepción del espacio histórico y, simultáneamente, lo encapsule

para favorecer su conservación (ilusts. 59a y b). El elemento que mejor ilustra este concepto es la pasarela que comunica una de las cámaras del sótano con el nivel superior donde comienza el recorrido por los predios de la abadía. Una estructura autoportante en acero apoya los dos tramos de cristal que, despegados de los gruesos muros que atraviesan, enfatizan la transparencia y ligereza que rige el diseño. Este gesto tan sutil logra la transformación drástica del espacio al despertar en el visitante la sensación de estar flotando entre la masa y densidad que supone la piedra (ilust. 60).

De mucho menor escala que Verona y Peñafiel, la intervención proyectada por Rudi Ricciotti

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La percepción espacial atípica que se ha visto en Arles, es similar a la que se experimenta al visitar los túneles que discurren por la muralla de Jerusalén. Como parte de un recorrido a través de plataformas, pasarelas y escaleras que forman parte de la nueva intervención, se llega a la confluencia con un sumidero milenario por el que aún fluye agua. En este caso los diseñadores no determinaron culminar el recorrido en este punto sino continuarlo por una pasarela transparente sobre el sumidero cuya forma se rige por la ondulación de las paredes y permite además apreciar la vertiente (ilust. 61). En otro punto del recorrido la intervención facilita la interpretación de los diversos estratos constructivos -que van desde la primera muralla de Herodoto hasta la destrucción de otra por los romanos- a través de una sencilla perforación en el suelo (ilust. 62).

illustración 61 Túneles del muro occidental, Jerusalén. Autoridad de Antigüedades de Israel, 1996. Pasarela a lo largo del sumidero.

illustración 62 Ventana arqueológica.

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illustración 63 Franklin Court, Philadelphia. Venturi y Rauch, 1973.

reconstrucciones interpretativas Como contrapunto a los ejemplos presentados anteriormente, vemos casos poco frecuentes de reconstrucciones interpretativas de recursos que han desaparecido parcial o totalmente. Si bien es cierto que la recreación documentada es el tratamiento menos recomendado por conservacionistas en general, en algunos ejemplos que han resultado del ingenio y la crítica de sus diseñadores se ha logrado ofrecer al público una herramienta válida que les permite entender la relevancia del recurso ausente. Uno de los ejemplos más notables que ilustra esta aproximación no se encuentra en territorio europeo sino en este lado del hemisferio: Franklin Court en Philadelphia. La propuesta contemplaba la reconstrucción y transformación del lugar natal del

presidente estadounidense en un museo. Sin embargo la evidencia documental disponible no era suficiente para recrear fielmente las edificaciones en particular la casa natal y la antigua imprenta. Ante esta condición, la firma Venturi y Rauch propuso el desarrollo de los nuevos espacios en un nivel bajo tierra (ilust. 63), la estabilización, rehabilitación y museología en las casas de renta hacia la calle Del Mercado y la reconstrucción fantasmagórica de la casa natal y la imprenta (ilust. 64). Con un simple armazón en acero, se delinearon las aristas que definían la volumetría original de ambas estructuras y, de las excavaciones arqueológicas, se logró establecer y documentar la localización y tipo de cimientos, jardines, pozos y sótanos. Sobre el techo que cubre los nuevos espacios subterráneos y que a su vez coincide con el

illustración 64 Franklin Court. Estructura fantasmagórica de la casa natal.

área que ocupaban el jardín, la casa natal y la imprenta en el nivel tierra, se proyectó una abstracción el diseño paisajista original y el plano de planta de las estructuras para recuperar la memoria de este estrato constructivo. 47

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Una aproximación similar he podido constatar en la propuesta original de rehabilitación para el cuartel de Ballajá en San Juan. Para ésta, los diseñadores de la firma Otto Octavio Reyes Casanova Arquitectos optaron por evocar la presencia de una cocina para tropas y un establo que fueron demolidos durante el siglo XX proponiendo una reconstrucción de los recursos que resulta notable por su representación volumétrica de las estructuras mas no por su sensibilidad hacia la ruina existente (ilusts. 65a y b).

illustración 65a Rehabilitación de Cuartel de Ballajá, San Juan. Otto Octavio Reyes Casanova Arquitectos, 1990. Fachada.

illustración 66a Villa imperial romana de Casale en Piazza Armerina, Sicilia. Franco Minssi, 1957. Vista.

illustración 65b Rehabilitación de Cuartel de Ballajá, San Juan. Otto Octavio Reyes Casanova Arquitectos, 1990. Corte de pared.

illustración 66b Villa imperial romana de Casale en Piazza Armerina, Sicilia. Franco Minssi, 1957. Corte de pared.

Otro ejemplo análogo se halla en Nápoles cerca de la región de Piazza Armerina. En la década de 1950 una excavación arqueológica en el área que había ocupado una villa imperial desde el siglo VI d. C., reveló uno de los ejemplos más extraordinarios de revestimiento con mosaicos que fueron hallados con un alto grado en integridad en casi toda la huella del edificio. En este caso, Franco Minissi logró un propósito dual con su intervención de 1957: proveer el cobijo necesario para frenar el deterioro del hallazgo y, al mismo tiempo, recrear la volumetría de la villa con un armazón de aluminio revestido en acrílico (ilusts. 66a y b).

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illustración 67a Murallas, La Habana. Lebbeus Woods, 1995. Perspectiva

Alejado de cualquier preconcepción conservacionista, el arquitecto estadounidense Lebbeus Woods afirma que el propósito de cualquier perímetro murado no consiste solamente en dividir zonas. Para él, la muralla constituye un espacio intersticial en el que las normas de vida que rigen los dos lados que separa no aplican. Como resultado de la Conferencia Internacional sobre Arquitectura que se celebró en La Habana en 1995, Woods propuso la recuperación de la muralla habanera que comenzó a demolerse en 1863 y desapareció casi totalmente con

illustración 67b Sección

las obras de Forestier en la década de 1920. Más que un elemento ajeno al ciudadano, concibe la nueva muralla como un espacio habitable construido de manera espontánea con diversos materiales y técnicas que fungirá a su vez como contenedor de los procesos de deterioro y crecimiento que vive La Habana Vieja (ilusts. 67a y b).

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intervención propuesta A escala urbana, el propósito fundamental del proyecto consiste en proveer la conexión física necesaria para entender las defensas inmediatas a la ciudad de San Juan como el cerco fortificado que una vez fue. Asi, las zonas de Santiago y San Justo –extremos este y oeste respectivamente- constituyen los puntos de inicio y culminación en este recorrido peatonal, lógicamente reversible. Uno de los primeros aspectos que se atienden, consiste en la delimitación del segmento del sistema y los espacios que antes contuvo o excluyó según lo impone la presencia de remanentes arqueológicos o recursos arquitectónicos. Esta distinción se logra mediante la proporción, tamaño, orientación y textura de la pavimentación y, en el caso de los terraplenes en baluartes, una sutil variación de color. Por su parte, la huella de toda ruina que se haya determinado conservar bajo tierra, estará marcada en la superficie con un patrón distintivo. La secuencia espacial desde el castillo de San Cristóbal hacia el recinto del sur ocurre a un nivel bajo las avenidas Luis Muñoz Rivera y Juan Ponce de León a través de los jardines del Casino -para los que se plantea un nuevo diseño que incorpora la ruina del revellín de Santiago y su foso- hasta llegar al nivel de la calle del Comercio y la batería de San Francisco de Paula. A partir de ese punto intermedio, el recorrido continuará por la calle del Recinto Sur hacia la zona de San

Justo atravesando los remanentes del baluarte de Santiago, una cortina sin identificar, el baluarte de San Pedro Mártir, la cortina de San Rafael y el baluarte del Muelle. Se han establecido cinco niveles de conservación de acuerdo a las condiciones que impone el contexto próximo a cada componente del recinto y al grado de integridad que pudiese presentar la fábrica una vez excavada. Es precisamente esta posibilidad de exponer o no la ruina el factor clave que permite fijar los parámetros del recorrido lineal y el diseño de las intervenciones puntuales. La escala queda esbozada de la siguiente manera: (1) Conservación total bajo tierra; (2) Conservación sustancial bajo tierra. Excavación y exposición mínima de la ruina; (3) Conservación parcial bajo

tierra. Excavación y exposición parcial de la ruina; (4) Conservación mínima bajo tierra. Excavación y exposición sustancial de la ruina; y (5) Excavación y exposición total de la ruina. Esta primera fase exige identificar, retener y conservar los materiales, rasgos arquitectónicos distintivos y técnicas de construcción que dan caracter y significado a cada componente. Todo material y/o elemento constructivo se repara con un grado mínimo de intervención. Contempla además, el resanado, consolidación, refuerzo y reajuste de la fábrica en armonía con los métodos reconocidos de conservación. El reemplazo en su totalidad es posible cuando el nivel de integridad o daño no permita su reparación. Esta aproximación es adecuada 50

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si la forma y detalles esenciales de la fábrica continúan presentes de modo que la evidencia física resulta útil para reestablecer el elemento como componente integral de la recuperación interpretativa. Las tres categorías de intervención que se proponen están directamente vinculadas a la tipología constructiva del remanente, a saber: (A) internvención puntual sobre

un edificio o ruina de un componente arquitectónico que forma parte del recinto con el próposito de protegerla e incorporarla al recorrido interpretativo; (B) reconstrucción interpretativa y sistemática de la ruina en todos los baluartes y el único revellín que forma parte del recinto; y (C) reconstrucción interpretativa y sistemática de la ruina en todos los lienzos de muralla a lo largo del recinto.

Al obviar una reconstrucción literal y física del cerco, la intervención propuesta aspira a fungir como herramienta que facilite el entendimiento e interpretación de los contextos históricos asociados a la ruina expuesta del recinto sureste del sistema defensivo sin menoscabar la integridad de estratas posteriores al derribo.

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San Justo Por su innegable relevancia urbana, se propone la excavación total de la cortina de San Justo y la puerta con todos sus espacios umbral, capilla, cuerpo de guardia y letrinas. La ruina queda inmersa en un foso dada la transformación topográfica del contexto a partir del derribo en 1894. Para resituar conceptualmente la puerta y proteger la fábrica expuesta, se propone una cubierta de hormigón reforzado, con fibra de vidrio como agregado, que intenta capturar y recrear

el instante en que el remanente arqueológico resurge de la profundidad del terreno, empuja la estrata que lo comprime y se despega de tal manera que cobra la forma de un nuevo umbral. Inscrito en la placa del nuevo puente que ahora vuela sobre la ruina, la alabanza alusiva a la defensa de la ciudad que una vez ostentó la puerta como única referencia literal del componente intangible: Dominus mihi adjutor, quem timebo? (El Señor es mi ayuda, ¿a quién temeré?).

Con la intención de recomponer la relación axial que por más de un siglo existió entre la puerta y la zona portuaria (ver la cronología cartográfica que presenta la primera sección del presente capítulo), la propuesta incorpora una piscina reflectiva sobre la huella de la antigua dársena para botes. Atar ambos componentes y reforzar el eje supone, además, la reconfiguración del espacio que actualmente ocupa la plaza Eugenio María de Hostos. 52

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ELEVACIÓN NORTE escala -

1/8”=1’-0”

ELEVACIÓN SUR escala -

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1/8”=1’-0”

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ELEVACIÓN NORTE escala -

1/8”=1’-0”

ELEVACIÓN SUR escala -

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1/8”=1’-0”

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SECCIÓN LONGITUDINAL escala -

1/8”=1’-0”

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Cortina de San Rafael La cortina de San Rafael presentaba un nivel de integridad moderado hasta 1964 cuando fue sustancialmente demolida para dar paso a la construcción del estacionamiento municipal. Sin embargo, la evidencia documental ha permitido constatar la localización y el nivel de integridad de la ruina. El proyecto propone la excavación parcial de aproximadamente 100’ lineales al oeste del lienzo partiendo de la calle de la Tanca mientras las restantes dos terceras partes de la longitud total se conservarán bajo tierra. La cubierta propuesta consiste de una estructura de vigas en acero revestida con placas prefabricadas de hormigón cuyo contenido de fibra de vidrio las hace más livianas, permitiendo una amplia luz de proyección sobre la ruina. Pequeñas perforaciones acristaladas en la superficie, le permiten al transeúnte observar desde el espacio intra el estado constructivo de la cortina. Por su parte, la sucesión de luminarias revestidas en acero corten satisfacen el propósito dual de proveer iluminación nocturna y, al mismo tiempo, recrear la horizontalidad, altura y proporciones de la muralla, sus almenas y troneras. Hacia el interior de la ciudad, la ruina excavada se halla casi al raz con el pavimento cuya losa de hormigón reforzado y vertido en sitio

ofrece una pendiente adecuada para el drenaje de aguas hacia el alcantarillado de la calle del Recinto Sur, ahora peatonal. El nivel original de la geología en el contorno extramuros, contenido en un foso, está cubierto con placas prefabricadas de hormigón que permiten la escorrentía natural de las aguas y podrán ser removidas en cualquier momento para facilitar excavaciones arqueológicas posteriores.

La intervención se verá repetida en todas las cortinas a lo largo del recorrido. Aunque la cualidad mimética y escala rebajada debe incitar la interacción en el observador, la proyección de ángulos, segun se aprecia en la sección típica, le advierte también del momento dramático que el diseño intenta capturar.

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N

PLANTA escala -

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1/8”=1’-0”

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SECCIÓN DE PARED escala -

1/2”=1’-0”

SECCÓN TRANSVERSAL escala -

1/8”=1’-0”

ELEVACIÓN NORTE escala -

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1/8”=1’-0”

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Batería de San Francisco de Paula La pluralidad de usos que ha resistido la batería de San Francisco de Paula a lo largo de la historia (defensa, cuerpo de guardia, barraca de soldados, panadería militar, talleres del Departamento de lo Interior, cuartel de bomberos y, recientemente, comercios) precisa una cuidadosa evaluación de los estratos constructivos y niveles de integridad que la conforman. La documentación gráfica y textual disponible, sumada un estudio arqueológico realizado, ratifica la necesidad de conservar al menos cuatro de estas instancias. Como punto intermedio dentro del recorrido, se propone dotar el conjunto con amenidades que sirvan de apoyo al proceso interpretativo y, al mismo tiempo, satisfagan las necesidades del visitante. Por lo tanto, se propone la rehabilitación de la barraca para soldados con el fin de convertirla en sala de una exhibición permanente sobre el tema de la fortificación en Puerto Rico con énfasis en el esfuerzo de recuperación del recinto sureste. El elevado nivel de integridad que presenta el edificio amerita su conservación exterior y también la reconstrucción del techo original siguiendo los métodos constructivos tradicionales. Para el interior -al que se accede a través de dos rampas en acero galvanizado- se propone un piso de cristal estructural como elemento distintivo que presenta un patrón inspirado

en el trazado de las almenas y troneras que yacen debajo y cuya ruina su transparencia permite apreciar. En el café propuesto se conjugan dos períodos constructivos: el cuerpo de guardia y la panadería militar. Del primer edificio que existió sobre esta batería, la propuesta contempla la conservación de todos sus remanentes de mampostería (incluyendo cinco de los seis pilares de la galería en la fachada oeste) y el rescate de la volumetría

y fenestración perdidos mediante una caja perforada de celosías en madera. Por su parte, el horno es el único remanente de la panadería que amerita ser excavado, expuesto y, finalmente, integrado al nuevo espacio para comensales. El techo principal consiste de seis pórticos en acero que apoyan la techumbre en placas prefabricadas de hormigón. Los espacios de servicio y la ruina del antiguo horno quedan encerrados entre paredes sólidas cuya altura varía de acuerdo a la relevancia del uso albergan. 63

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N

PLANTA escala -

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1/8”=1’-0”

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ELEVACIÓN SUR

ELEVACIÓN ESTE

ELEVACIÓN NORTE

ELEVACIÓN OESTE

escala -

escala -

1/8”=1’-0”

1/8”=1’-0”

escala -

escala -

1/8”=1’-0”

1/8”=1’-0”

SECCIÓN TRANSVERSAL escala -

1/8”=1’-0”

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1. 2. 3. 4.

5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14.

15. 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22. 23. 24. 25. 26. 27.

28. 29. 30.

Íñigo Abbad y Lasierra, Historia geográfica, civil y natural de la isla de San Juan Bautista de Puerto Rico. (Madrid: Ediciones Doce Calles, 2002) 284. Maurice Halbwachs, On Collective Memory (Nueva York: Harper Colophon Books, 1980). Halbwachs. La importancia de Emile Durkheim (1858-1917) en la historia se debe a su capacidad para defender la sociología como ciencia autónoma y la aplicación del método científico en estudio de los fenómenos sociales. La relevancia de su filosofía dentro del tema que trata esta propuesta radica en la visión colectiva de la disciplina con énfasis en la comunidad, el concenso y la cohesión que introdujo a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Paul Connerton, How Societies Remember (Nueva York: Cambridge University Press, 1989). Jaques Le Goff, History and Memory. (Nueva York: Columbia University Press, 1992) 54. Marie Christine Boyer, The City of Collective Memory. Its Historical Imagery and Architectural Entertainments (Cambridge: The MIT Press, 1996) 66-7. Mara Negrón, “San Juan: la ciudad que (no) existe,” Debats 88, 2005: 29. Peter Burke, “History as Social Memory,” en Peter Burke ed. Varieties of Cultural History (Nueva York: Cornell University Press, 1997) 43-59. Rubén Dávila, “El derribo de las murallas y ‘El Porvenir de Borinquen’,” Cuadernos (CEREP) 8, 1983: 1-25. Fernando Picó, “Ritos de reclusión y encerramientos: el miedo a nosotros mismos,” Plerus agosto, 1993: 7-10. J. A. Bonilla, “La nueva ciudad medieval,” Debats 88, 2005: 23. Fredric Jameson, Postmodernism, or, the Cultural Logic of Late Capitalism (Londres: Verso 1991). El término fue introducido por la arquitecta belga Francoise Choay en 1965 para definir una de dos categorías historiográficas que ya desde el siglo XIX se habían identificado. Junto al modelo progresista, dicha categoría ha incidido en la concepción del urbanismo por casi un siglo. Para ampliar sobre el tema ver Francoise Choay, El urbanismo: utopías y realidades. (Barcelona: Lumen, 1983). Adrian Forty y Susanne Küchler, eds., The Art of Forgetting (Oxford: Berg 1999) 10. Real Academia Española, Diccionario de la Lengua Española (Madrid: Espasa Calpe S.A. 1992) 1399. Choay 6. Alois Riegl, Le Culte Moderne des Monuments (Paris: Editions du Seuil, 1984). Jorge Lizardi Pollock, “De cirugías y anulaciones: memoria, poder y espacio en San Juan,” Debats 88, 2005: 34-42. Adolfo de Hostos, Historia de San Juan ciudad murada (San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1983) 199-201. Hostos 211. Aníbal Sepúlveda Rivera, San Juan: historia ilustrada de su desarrollo urbano, 1508-1898 (San Juan: CARIMAR, 1989) 237-40. Archivo General de Puerto Rico, Fondo: MSJ. Leg. 104, Exp. 8. Hostos 260. AGPR, Fondo: Gobernadores Españoles, Caja 578. United States Department of the Interior, National Park Service, National Register of Historic Places Registration Form, “Escuela José Julián Acosta” (formulario de nominación disponible para consulta en la Oficina Estatal de Conservación Histórica). A finales de la década de los noventa se replanteó la circulación vehicular en la entrada del Viejo San Juan. Como parte del proyecto propuesto se diseñó un islote entre el jardín del Casino de Puerto Rico y la antigua sede de la YMCA (hoy Casa Olímpica). Durante el proceso de construcción, una excavación superficial reveló la presencia de fábrica histórica correspondiente al revellín de Santiago. (Fuente: Arql. Isabel Rivera, Directora, División de Arqueología, ICP). Osiris Delgado Mercado, Historia general de las artes plásticas en Puerto Rico (Santo Domingo: Editora Corropio, C. por A., 1994) 240-1. Alterations in Foundations as Actually Installed. US Post Office and Courthouse, 191[2]. Biblioteca y Archivo Documental, OECH. Sergio Los, Scarpa. (Italia: Benedikt Taschen, 1994) 82.

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notas


1625

Desde el 25 de septiembre hasta el 2 de noviembre, tropas holandesas bajo el mando de Bowdewijn Hendriksoon se apoderan de la ciudad de San Juan y ponen sitio al castillo San Felipe del Morro. Frustrada su intención de ocupar este bastión inexpugnable, se retiraron dejando la ciudad en ruinas tras un periodo de saqueos e incendios que destruyeron gran parte de su primer legado artístico. La cartografia que generaron durante este tiempo ya reconoce la intersección de las hoy calles Fortaleza, Sol y San Francisco como punto nuerálgico al sureste de la ciudad en el que posteriormente se constituiría la puerta de Santiago.

1630 - 1640

Durante esta década se construye y consolida gran parte de los recintos sur y este del sistema de fortificación: el Baluarte de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción, la cortadura de Las Palmas de San José, el baluarte de San Justo, la Puerta de San Justo, el baluarte de Muelle, la Cortina de San Rafael y el baluarte, cortina y puerta de Santiago. El baluarte de San Pedro Mártir al extremo este del recinto sur no se completa sino hasta 1650.

1634

Se termina de construir el reducto de San Cristóbal como parte del del programa de fortificación. Un plano firmado por Luis Venegas Osorio en 1678 ilustra El Caballero (punto más alto del reducto), los baluartes norte y sur, un foso seco y el Fuerte del Espigón.

1765

Alexander O’Reilly llega a San Juan enviado por la Corona española para evaluar las condiciones del del sistema de fortificación y coordinar la preparación de un proyecto de reformas. Los ingenieros Thomas O’Daly y Juan Francisco Mestre estuvieron a cargo de la preparación del informe y el diseño para el proyecto de San Cristóbal que se ejecutaría en tres fases distintas.

1765

Alexander O’Reilly llega a San Juan enviado por la Corona española para evaluar las condiciones del del sistema de fortificación y coordinar la preparación de un proyecto de reformas. Los ingenieros Thomas O’Daly y Juan Francisco Mestre estuvieron a cargo de la preparación del informe y el diseño para el proyecto de San Cristóbal que se ejecutaría en tres fases distintas.

1766

En un plano suscrito por Manuel de la Rueda se reconoce por vez primera el espacio abierto frente al recinto del este como “Campo de Santiago” y quedan representados también la muralla, los baluartes, un aljibe público y un sistema de desagüe.

1766 - 1769

Inicia la primera fase del proyecto para San Cristóbal. Los trabajos realizados incluyen la demolición de un polvorín al sur del conjunto y un bastión al oeste, el aumento en la profundidad del foso y la ampliación del grosor en los muros de los baluartes y la cortina entre ambos. Además, se elevan terraplenes, añaden parapetos y troneras y se construye una rampa en El Caballero. En 1769 colapsa la cortina.

1769 - 1773

En un principio, la segunda fase del proyecto para San Cristóbal se concentra en la remoción de escombros de la cortina y detección de los problemas que propiciaron el colapso. Luego, los trabajos realizados cumplirán el objetivo de modernizar El Caballero. También durante este periodo se termina de construir la contraguardia de La Trinidad (1773) y reconstruir la cortina que hacía un año había colapsado(1770).

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anejo 1


1772 - 1776

Durante este periodo y bajo órdenes de Thomas O’Daly, Juan de Villalonga prepara un plano regional que, más allá del estado constructivo de las fortificaciones, muestra con mayor detalle la evolución del Campo de Santiago y sus alrededores.

1773 - 1785

Durante esta última fase continúa mejorándose la infraestructura de San Cristóbal y en 1783 se concluyen las tres últimas intervenciones exteriores: la batería de Santa Teresa y los fuertes del Abanico y La Princesa.

1776

Comienza la construcción del frente norte de murallas que uniría El Morro con el castillo de San Cristóbal. Catorce años más tarde se completa el tramo.

1790

Termina la construcción del frente norte de murallas.

1792

Completada la modernización de San Cristóbal, Mestre prepara un plano que revela la presencia de una nueva edificiación en el contexto del campo: el cuerpo de guardia de la Puerta de Santiago. Aunque se construyó cuatro años más tarde, aparece proyectada la batería de San Francisco de Paula al sur del baluarte de Santiago.

1792 - 1845

En este periodo de tiempo, comienza el desarrollo de los barrios La Puntilla y La Marina con la construcción de la Real Aduana, dos muelles públicos y cuatro privados, la Capitanía del Puerto, el Depósito Mercantil, un arsenal, la batería de Santo Toribio y un conjunto indeterminado de bohíos.

1796

Termina la construcción de la batería de San Francisco de Paula cuya función sería cortar el camino que comunicaba la Puerta de San Justo con Puerta de Tierra por la orilla de la bahía. En octubre de este mismo año, España le declara la guerra a Inglaterra.

1797

Una escuadra inglesa bajo el mando de Henry Harvey y Ralph Abercromby inenta infructuosamente de conquistar la plaza probando asi la eficiencia de las nuevas defensas.

1824 - 1830

Se contruye el Teatro Municipal según el diseño de José Navarro Herrera. Esta obra cierra y define el contorno sur del campo y por décadas dominará el panorama de esta zona de la ciudad.

1833

Se construye el Presidio La Princesa según el diseño de Manuel Walls.

1838

Se inaugura el Paseo de Puerta de Tierra.

1839

Maqueta de San Cristobal. Cambios menores alrededor de la plaza. 70

anejo 1


1845

Santiago Cortijo prepara el primer plan de urbanización para los barrios La Puntilla y Marina y el frente portuario prestando particular atención a los alrededores de la Puerta de San Justo. De su propuesta sólo se construye la versión modificada de una dársena que muy pronto se convierte en uno de los espacios más activos de la ciudad.

1852

Juan Manuel Lombrera comienza la preparación de los planos del Paseo de La Puntilla que quedará inaugurado en diciembre del año siguiente.

1862

En el plano preparado por Manuel J. Castro y José Lopez Bagó este año se puede apreciar el modo en que el campo se va transformando en una plaza con aljibe y un arbolado que define las nuevas vías y reconoce la importancia del teatro como hito urbano.

1865

Lopez Bagó prepara los planos para la reforma del plan para el barrio La Puntilla que en ese entonces ya estaba constituido. En escencia, la propuesta plantea la alteración en la dimensión de las manzanas y el ancho de las calles.

1872

Las autoridades militares autorizan la demolición de un segmento de la cortina de San Rafael para abrir un acceso adicional desde y hacia el frente portuario. Según el diseño de José Laguna y Saint Just, se construye tres años después la que se conocería como Puerta de San Rafael o de España.

1883

Por orden real, se autoriza una solicitud presentada cuatro años antes para demoler parte de la batería de San Francisco de Paula y asi facilitar la comunicación entre el frente portuario y la zona de Puerta de Tierra. Durante el transcurso de la siguiente década se propondrán nuevos usos que transformarán la obsoleta batería en facilidades militares secundarias como barracas y panadería militar.

1892

Cuarto Centenario del Descubrimiento de América. Como parte de las efemérides, se propone la colocación de un monumento dedicado a Cristobal Colón en la Plaza de Santiago justo en el lugar donde se halla la estatua de Juan Ponce de León.

1894

El 23 de enero queda inaugurado el monumento a Colón en la plaza que desde ese momento llevaría su nombre. Ese mismo año, el gobernador Antonio Dabán obtiene autorización para derribar la Puerta de San Justo. Un año después, Arturo Guerra tendrá listos los planos para el nuevo proyecto y también el plan de ensanche de la ciudad. Para éste último, Guerra propone dos grandes jardines que se proyectan desde la Plaza de Colón y el teatro hacia el este sobre el mismo lugar que ocupan hasta ese momento el revellín del Príncipe y la cortina, foso y baluarte de Santiago.

1897

La Corona española autoriza el plan de ensanche que incluía la demolición de los baluartes del Muelle, San Pedro Mártir y Santiago y parte de la cortina y el revellín del Príncipe. Guerra comienza la preparación de los planos detallados de la demolición. El 28 de mayo comienzan los trabajos de demolición. Por razones aún desconocidas, se decide conservar parte de la cortina de San Rafael y el baluarte de San Pedro Mártir. 71

anejo 1


1898

Tras el desembarco de tropas estadounidenses en el mes de julio y la captura progresiva del territorio, Puerto Rico experimenta un cambio de soberanía militar. En octubre se firma el Tratado de París que pone fin a la guerra entre Estados Unidos y España y autoriza la cesión de Puerto Rico y otros territorios.

1910

Este año se prepara un plano que muestra el acceso del tranvía eléctrico por la calle San Francisco y el desarrollo del costado posterior del teatro incluyendo el pabellon de banos publicos construido sobre el baluarte de Santiago y la escalinata adyacente que salva el desnivel entre el terraplén y la nueva calle Del Comercio y un jardín en el estremo oeste.

1913

Se inaugura la estación ferroviaria de San Juan.

1914

Se construye el edificio de Correo y Corte Federal sobre las ruinas del baluarte del Muelle y la Real Aduana según el diseño de Oscar Wenderoth.

1915

Se rellena y consolida el malecón de La Marina.

1921

El plano preparado por la Porto Rico Board of Fire Underwriters ilustra la transformación del area de estudio como nueva entrada a la ciudad antigua encabezada por las nuevas edificiaciones de la escuela José Julián Acosta (1908) y el Casino de Puerto Rico (1917) y la alinecación de nuevas vías: las avenidas Luis Muñoz Rivera y Juan Ponce de León y la calle Del Comercio.

1927 - 1928

El Depósito Mercantil se transforma en Aduana según los planos de Albert Nichols.

1930

El ejército estadounidense construye un conjunto de viviendas unifamiliares para oficiales en los alrededores del fuerte La Princesa. Del mismo modo, comienzan los primeros esfuerzos de conservación del castillo San Cristobal que se extenderán hasta casi finalizada la década.

1941 - 1945

Ante la amenaza que supuso la Segunda Guerra Mundial, el ejército realiza ciertas intervenciones en San Cristóbal para adaptarlo a las exigencias del momento. Entre ellas se destacan la construcción de dos estaciones de control en El Caballero y el baluarte del norte y un Centro de Operación Conjunta en el foso.

1963

Se propone un proyecto de redesarrollo para el barrio La Puntilla que nunca se materializa aunque sí propició la demolición de todo el sector con excepción de los hitos patrimoniales.

1964

Se destruyen 100 metros lineales de muralla del recinto sur, específicamente las porciones de la cortina de San Rafael y el baluarte de San Pedro Mártir, para dar paso a la construcción de un edificio municipal de estacionamientos que sería inaugurado un año más tarde. Fuente: Aníbal Sepúlveda, “El entorno del Teatro Tapia 1625-1998.” (inédito), 1998. Disponible para consulta en la OECH. 72

anejo 1


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