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PUERTO RICO 2002: DOCUMENTOS
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BREVE RECUENTO DE UNA OBRA REDIMIDA HOTEL LA CONCHA EN EL CONDADO DE TORO, FERRER Y TORREGROSA SANTIAGO GALA Hay quien podría afirmar que el Hotel La Concha no impresionó a los puertorriqueños cuando se inauguró en diciembre de 1958 del mismo modo que lo había logrado en la década anterior un vecino no muy distante: el Caribe Hilton. Y es que, con ‘el Hilton’, Osvaldo Toro, Miguel Ferrer y Luis Torregrosa le presentaron a Puerto Rico y al resto del mundo su manifiesto de modernidad tropical en una obra de gran escala. Habiendo trascendido las barreras que imponía una hispanofilia decadente, lograron el diseño de una pieza paradigmática donde el racionalismo hermético, radical y europeo cedía ante las exigencias de nuestro contexto climático, social, económico y cultural. Sin embargo, con la proyectación del Hotel La Concha, la firma Toro y Ferrer demostró la posibilidad de incorporar a esta nueva arquitectura una poética tropical no tan perceptible en su precedente. Valiéndose de un vocabulario innovador, los diseñadores lograron conciliar la naciente identidad moderna con la tradición cultural de un ‘pueblo de mar’ en una pieza colmada de invenciones estructurales con gran fuerza expresiva y formas surrealistas. De este modo, los techos que cubrían el ala de las cabañas dejaron de serlo para transformarse en una marejada alucinante; la piscina y sus alrededores, en la orilla del mar bañada de espuma; y el juego de luz y sombra que creaba el entretejido de quiebrasoles poligonales sobre el patrón de los pisos ¿no nos recordaba acaso el momento único de la caída del rayo verde del sol antes de despedirse del mar? Así, el componente emblemático de todo el conjunto: la concha. Dinámica por su propia naturaleza, la línea elíptica ha ostentado -desde Bernini y Borromini- una fuerza emotiva que embruja. A todo admirador de la buena arquitectura le resulta inolvidable su primera contemplación de aquella fotografía que tomara Alexandre Georges para la revista Progressive Architecture donde aparecía la cubierta sinuosa sobre el estanque dejándose invadir de modo sutil por una pieza antagónica; la estampa quimérica que nos transporta a un Caribe paralelo al nuestro donde existe una perfecta armonía entre dinamismo y rigidez.
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En la página anterior vista del Hotel La Concha. A la izquierda panta típica del Hotel . Abajo vista aérea del hotel.
Poco le duró a ‘La Concha’ ese encanto. Casi cuarenta años después de su apertura y luego de varias intervenciones desafortunadas, el gobierno que una vez patrocinó la construcción de ésta y muchas otras edificaciones de envergadura en la isla, proponía derribarla para dar paso a un ambicioso proyecto turístico con el fin de mitigar el deterioro urbano de El Condado. La propuesta del nuevo resort -un carnaval asfixiante de arcos, tejas y torreonesfue ejecutada por Wimberly Allison Tong & Goo. Esta firma se especializa en el diseño de hospederías ‘temáticas’ y era evidente en las perspectivas preliminares del futuro Condado Beach Resort un amasijo delirante entre la Città Nuova de Sant’Elia y los caprichos hispánicos de un revival de revival. La propuesta no tuvo la acogida esperada debido a la oposición de diversos sectores de la comunidad con el apoyo del Municipio de San Juan. Entre ellos, el Colegio de Arquitectos de Puerto Rico cuyos miembros presentaron ante la Junta de Planificación una propuesta para designar la hospedería sitio histórico alegando que “…la imagen de Puerto Rico está representada en su obra pública y privada y que, al auspiciar el desarrollo de estructuras hoteleras ajenas a la realidad profesional y cotidiana de Puerto Rico, se confunde y mal-representa las
bondades de esta Isla del Encanto.” Para sustentar dicha propuesta, la fotógrafa Ivonne María Marcial realizó una documentación de la hospedería que reveló el sorpendente estado en que se hallaba previo a su desmantelación y eventual demolición. Se llevaron a cabo diversas manifestaciones públicas y los estudiantes de arquitectura expusieron soluciones de diseño alternas pero, al parecer, poco realistas. Raúl Barrenche escribió aquella memorable ‘protesta’ para la revista Architecture y el Comité Ejecutivo de la Federación Panamericana de Arquitectos -de visita en la isla- adoptó una resolución donde solicitaba al gobierno reconsiderar la demolición del hotel catalogándolo como “muestra de la mejor arquitectura de América”. Del otro lado, mientras unos alegaban el deterioro irreversible de una estructura con el sello de Mario Salvadori, otros calificaban la pieza como un “adefesio feo” para justificar su demolición. No sólo la Junta desestimó la petición del Colegio amparándose en un reglamento obsoleto sino que también se intentó impedir que las fotografías de Marcial fueran difundidas. Al final, todo parecía indicar que la pérdida del Hotel La Concha era un hecho inminente tal como había sucedido antes con la Estación Ferroviaria de San Juan o la mansión Giorgetti de Nechodoma.
La demolición parcial del hotel –varias cabañas y el área de la piscina- ha coincidido hoy con un cambio de administración gubernamental que respalda su conservación, un evento oportuno para quienes dábamos por perdido este caso. Todo le ha sido favorable y, a no dudarlo, la presencia del hotel nos acompañará por tiempo indefinido. Pero, si bien es cierto que la aglutinación de todos nuestros esfuerzos contribuyó al feliz desenlace de esta saga plagada de inconsistencias, contradicciones, incongrüencias y una politización cancerosa, también es justo y necesario reconocer que nuestra tolerancia ante la mediocridad y la incuria ha comprometido gradualmente las virtudes de nuestro entorno. “The profit of the future is in the past” (La ganancia del futuro yace en el pasado) me dijo no hace mucho una galleta de la fortuna. No cabe duda que hemos fijado un valioso precedente con el rescate de esta pieza moderna y caribeña. De repente, el destino nos ha brindado la oportunidad poco común de recuperar en tiempo y espacio el espíritu de una obra arquitectónica significativa. Aprovechémosla dignamente. La historia, en cualquiera de las facetas de la humanidad, no es de ayer ni de hoy ni de mañana. Es, prác-
VALIÉNDOSE DE UN VOCABULARIO INNOVADOR, LOS DISEÑADORES LOGRARON CONCILIAR LA NACIENTE IDENTIDAD MODERNA CON LA TRADICIÓN CULTURAL DE UN ‘PUEBLO DE MAR’ EN UNA PIEZA COLMADA DE INVENCIONES ESTRUCTURALES CON GRAN FUERZA EXPRESIVA Y FORMAS SURREALISTAS.DE ESTE MODO, LOS TECHOS QUE CUBRÍAN EL ALA DE LAS CABAÑAS DEJARON DE SERLO PARA TRANSFORMARSE EN UNA MAREJADA ALUCINANTE; LA PISCINA Y SUS ALREDEDORES, EN LA ORILLA DEL MAR BAÑADA DE ESPUMA; Y EL JUEGO DE LUZ Y SOMBRA QUE CREABA EL ENTRETEJIDO DE QUIEBRASOLES POLIGONALES SOBRE EL PATRÓN DE LOS PISOS ¿NO NOS RECORDABA ACASO EL MOMENTO ÚNICO DE LA CAÍDA DEL RAYO VERDE DEL SOL ANTES DE DESPEDIRSE DEL MAR? ASÍ, EL COMPONENTE EMBLEMÁTICO DE TODO EL CONJUNTO: LA CONCHA.
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ticamente, una entidad viva, que vive en los que heredaron, en los herederos y en los que heredarán. La historia de la arquitectura permea todas las culturas humanas desde un zigurat hasta las lamentablemente perdidas Torres Gemelas. Hay todo un proceso escrito en piedra viva; y las piedras, siempre serán basales o angulares. Y, como tales, alimentan el arte en toda la humanidad desde el monolito prehistórico hasta los días del mañana.
Planta alta. Planta baja. Super Club Hotel La Concha. Estanque Lobby. Super Club visto desde arriba.
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