Sobre la violencia contra la mujer mei

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SOBRE LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER “Por cada mujer que es víctima de violencia en el hogar, hay un hombre que la ejerce y lo niega, presentándose como víctima de las "provocaciones" o el "abuso psicológico" femeninos y muchos otros que miran hacia otro lado en un silencio cómplice.”

Como sabemos, la violencia contra las mujeres ejercida por sus parejas (o ex parejas) inicia sutilmente, la mayoría de las veces desde el noviazgo y, empeorando, en la privacidad de los hogares. Los estigmas sociales, los estereotipos de género, la cultura del machismo y el patriarcado son factores que influyen en la generación de la violencia. La violencia contra las mujeres es un problema grave y mundial, y para resolverlo se necesita de la colaboración de todos, tanto de las mujeres como de los hombres. Ellos no pueden hacer caso omiso de esta situación que cada día degrada más al sexo femenino y, por consiguiente, a la sociedad mundial. Desde que decidí incurrir en esta ardua tarea de difusión de información sobre el tema de violencia contra las mujeres, he enfocado mi trabajo hacia el sexo femenino. Son ellas, al igual que su servidora, quienes necesitamos acceder a todo tipo de datos y artículos que nos aporten información para concientizarnos sobre esta problemática. Así mismo, para conocer las implicaciones y consecuencias, tanto a nivel psicoemocional como físico, que se generan al vivir dentro de una relación destructiva, o dicho de otra forma, el costo de vivir al lado de una pareja que no concibe una relación sin violencia.


Sin embargo, en esta ocasión, deseo dirigirme especialmente al sexo masculino. Son ustedes, los hombres, al igual que nosotras las mujeres, los responsables del cambio para disminuir poco a poco los altos índices de violencia y de maltrato a las mujeres. Ambos sexos debemos concientizarnos para comenzar a modificar los roles establecidos por la cultura y la sociedad, y que solo nos han llevado a la orilla de un precipicio...un precipicio profundo y obscuro por el que ninguna mujer debería caer. Cuando los varones inician la búsqueda de una pareja, llevan como marco de referencia la condición masculina tradicional aprendida durante varias generaciones; por ejemplo: a no mostrar sus emociones de afecto o de tristeza; a imponer sus ideas, sus deseos, sus necesidades y a creer que siempre tienen la razón; a golpear cosas, amenazar y a suponer que la superioridad masculina debe prevalecer por encima de la equidad de géneros, entre otras herencias culturales. Basta con mirar las noticias que diariamente se publican en múltples medios de comunicación para comprobar que la violencia contra las mujeres alrededor del mundo, tiene implicaciones machistas, la mayoría de los casos. Nada justifica la violencia El principio de la relación de pareja se facilita muchas veces con la atracción física. Posteriormente inicia el cortejo con las miradas, las palabras y el encuentro. En la conquista amorosa va implícitamente la capacidad de control de la relación, pues cada acción implica ganar terreno en la relación de pareja para originar el enamoramiento o el amor romántico como fase del vínculo amoroso En esta etapa, cuando “el amor es ciego”, la cultura y la sociedad han promovido un falso concepto de “amor verdadero” a través de canciones, telenovelas o películas, mostrando las formas de actuar entre hombres y mujeres. La sociedad, tradicionalmente nos ha enseñado e impuesto a las mujeres a expresar los sentimientos de amor, ternura, lágrimas, sufrimiento y exclusividad emocional y sexual hacia la pareja masculina, por lo que somos sometidas a los caprichos de este “amor verdadero”.


A los hombres se les ha enseñado y han aprendido a mantener el control de las emociones débiles “propias de lo femenino”, a ser conquistadores y no conquistados. En este proceso, el machismo es disfrazado mostrando una personalidad diferente; viven dando concesiones, solo para demostar que son hombres; sin embargo, el proceso en la vida de pareja desenmascara una auténtica identidad masculina basada en el poder y el uso de la violencia. Las mujeres manifestamos compromiso y responsabilidad hacia la relación, sin embargo, en la mayoría de los casos los hombres muy pocas veces son recíprocos. La violencia en las parejas puede iniciar cuando los hombres no aceptan los cambios sociales de las mujeres, pues suponen que han roto los esquemas tradicionales al proponer relaciones igualitarias y equitativas; los varones interpretan equivocadamente los conceptos de equidad e igualdad y buscan beneficios propios, es decir, no desean perder sus privilegios “ganados” desde los inicios de la historia. Los hombres desde pequeños aprenden a resolver las diferencias por medio de la violencia. Son violentados cuando ven que en casa su padre grita a la madre y posteriormente la golpea. En la calle, a través de los juegos que contienen ingredientes de violencia. La televisión y otros medios muestran la violencia social en la que todos estamos inmersos. Al aprender estas formas de resolver conflictos, están expuestos a seguir reproduciendo el modelo de hombre tradicional adquirido a través de su interacción con los demás. Actitudes que reflejan en los esquemas masculinos tradicionales de superioridad hacia la pareja. En estos esquemas, los varones han adquirido la identidad de superioridad hacia las mujeres, validada por la cultura androcéntrica, que considera como natural que el hombre sea el centro del universo y, por lo tanto, fomenta la supremacía masculina. Otro esquema de superioridad es el espacio físico comparando la “fuerza física” con las mujeres. El esquema emocional se basa en expresar el dolor, coraje, miedo a través de las conductas violentas. En lo social, los varones compiten contra otros hombres por alcanzar logros y reafirmar, de esta manera, que son “muy hombres”, y así confirman una equivocada identidad de poder. Durante la relación de pareja, los varones con frecuencia hacen uso de sus privilegios, solicitan a su pareja beneficios propios, por ejemplo: “que nos haga caso y que nos entienda”, o "quiero acariciarla” (aún contra la voluntad de ella), muchas veces la obligan o presionan para tener relaciones sexuales. En pocas palabras, que la mujer haga lo que ellos quieren pues lo consideran como una obligación y responsabilidad de ella. En cada acción de pedir, se está controlando de alguna manera la relación y así se reafirma la superioridad masculina. Sin embargo, a cada respuesta que es negada por las mujeres existe una experiencia de perder el poder masculino y, por lo tanto, ejercen la violencia para tratar de recuperarlo. No es lo mismo ser "macho" que un hombre de verdad En un principio pareciera que no existen diferencias entre un tipo "macho" o "machista" y un, llamémosle, "hombre de verdad". Al principio, casi todos suelen ser encantadores, atentos, demuestran preocupación y hasta tienen detalles maravillosos....pero el tiempo y la convivencia


pueden revelar una amarga realidad para nosotras. Por eso, debemos ser perceptivas. Recordemos que la violencia no solo implica a hombres golpeadores, también incluye a aquellos tipos amenazantes, arrogantes, discriminadores y abusadores verbales y emocionales...entre otros.

La diferencia principal, entre un "macho" y un "verdadero hombre", radica en el respeto que debe mostrar un varón ante cualquier circunstancia y ante cualquier fémina. Cuando un sujeto no tiene el más mínimo respeto por una mujer, nunca será capaz de valorarla, amarla o considerarla; solo pretenderá corregirla, controlarla y explotarla en todos los sentidos y al costo que sea. Un macho completo es aquel que solo piensa en él mismo y en satisfacer sus necesidades a cualquier precio. Algunos ejemplos de actitudes machistas son: - Quieren tener todos los privilegios en la relación, así como manejar los sentimientos, emociones, el tiempo, el espacio, las amistades, el trabajo, la forma de hablar y de vestir y cualquier actividad de su pareja. Pueden hacerlo sutilmente o, en el peor de los casos, a través de la violencia. - Un macho completo suele expresar opiniones denigrantes, sarcásticas y vejatorias hacia cualquier mujer. - Es irresponsable, abusivo, desconsiderado, egoísta y, la mayoría de las veces, maltratador. - Asume que él debe gozar de todos los derechos y la mujer solo de obligaciones y responsabilidades. No le gusta cooperar en las actividades domésticas, y si lo hace, se encargará de hacerlo parecer como un favor que realiza. - Un macho piensa que la mujer no debe trabajar ni estudiar, mucho menos intentar superarse. Querrá tener el control de ella y limitarle cualquier meta que ella se proponga con el pretexto de que debe cuidar la casa y "mejor dedicarse a los hijos".


- Si el macho desea tener relaciones sexuales, no le importará despertar a su esposa o, en muchos casos, obligarla y hasta tomarla por la fuerza. - Él puede hablar y salir con quien quiera, inclusive, puede tener relaciones con otras mujeres y, generalmente, hace sentir culpable a su pareja por las infidelidades que él comete. Suelen pensar (absurdamente) que mientras más "viejas" tengan, más "hombría" demuestran. Por el contrario, la mujer no debe salir ni tener amistades que a él no le gusten, y si se le ocurre ser infiel, de inmediato será estigmatizada con las recurrentes y ofensivas palabras como zorra, puta, fácil....entre otras. - Un macho nunca reconoce sus errores, por el contrario, justificará cada uno de sus abusos y malos tratos que otroga a su pareja, haciéndola sentir culpable. Otros, ridículamente, se sentirán "orgullosos" de ser "muy machos" y de "poner en su lugar a la mujer que se salga de sus reglas", evidenciando así el alto nivel de inconsciencia, inseguridad e intolerancia que tienen. NOTA: Las características anteriores, entre otras más, pueden combinarse entre sí o presentarse de forma aislada o recurrente. La frecuencia y la combinación de dichas actitudes determinan el nivel de machismo en un hombre.

Un hombre verdadero es todo lo contrario a lo descrito anteriormente. La clave está en el respeto que el varón debe mostrar hacia el sexo opuesto (a su forma de pensar, de sentir, de vestir, de hablar, de opinar, al trabajo que desempeña la mujer, a su familia, sus amistades y todo su entorno; le interesan sus sueños y las metas que ella se proponga....). Además, la apoya y la impulsa a conseguir sus objetivos sin poner obstáculos ni pretextos. ¿Cómo pueden colaborar los hombres? La violencia, por ser un proceso de aprendizaje, también puede ser desaprendido. Los hombres deben reconocer la violencia que ejercen y hacerse responsables de ella. Su machismo y, por ende, la violencia que aplican, dañan a su pareja, su familia, sus amistades y a todos quienes los rodean, pero también los daña a ellos mismos, pues al ir destruyendo sus relaciones interpersonales, por increíble que parezca, destruyen su autoestima. Detener la violencia contra las mujeres es renunciar a los privilegios masculinos tradicionales, pues se llega a creer que dejar de ser violento significa no maltratar físicamente a la pareja, pero no


debemos olvidar que con actitudes y conductas de superioridad, se sigue ejerciendo violencia de otros tipos, como psicológica y emocional...igual o más destructivas que los golpes. Está comprobado que cuando los hombres se incorporan al proceso de renunciar a la violencia como medio de solucionar los conflictos, la perspectiva de vida cambia, pues transforman la actitud y la decisión que les permite mejorar sus relaciones humanas; estas relaciones basadas en el respeto y la equidad entre géneros, son relaciones cooperativas que permiten una mejor calidad de vida y por lo tanto, ser mejores. Nuevas reglas de comportamiento No basta con dejar atrás la identidad de poder o el machismo inculcado desde pequeños, requiere también mostrar sus sentimientos hacia las demás personas con las que conviven, ser solidarios, respetar las decisiones, los desacuerdos y buscar negociar sin ejercer violencia. En las relaciones de pareja, deben aprender a escuchar a su compañera, expresar sus emociones, compartir sus intereses y disfrutarlos, buscar alternativas para negociar en caso de estar en desacuerdo. Los hombres tienen en sus manos la capacidad de renunciar a la violencia, deben cuestionar la forma tradicional de ser hombres y que les ha sido impuesta por esta sociedad de dominio masculino; deben esforzarse por adquirir el derecho a ser tiernos, porque en esta medida, todas y todos estaremos construyendo relaciones justas y equitativas.

Fuentes: http://ramsa.radioformula.com/programas http://www.jerez.es


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