BOLETÍN SAI
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El FINAl DE La BÚSQUEDA
Número 12, febrero de 2018 Comité Editorial: Óscar Morado, Luis Muñiz, Lourdes Martínez, Laura León, Leticia Deschamps Edición: Leticia Deschamps Diseño gráfico: Bibiana Castillo difusión.nal@sathyasai.org.mx
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CONTENIDO Sai: El Conocimiento del Ser 1 El final de la búsqueda 3 Nuestro Ser real… 3 Aprender… 3 De la multiplicidad y la separación hacia el Uno divino… 3 De la identificación con la mente hacia la comprensión y desidentificación… 4 De la identificación con el ego hacia mi verdadera identidad… 5 Hacia una Presencia Consciente… 6 La búsqueda ha terminado 7 Vivir plenamente el amor divino con Sai 7 La búsqueda permanente de la felicidad 8 Fin de la búsqueda: el buscador es lo buscado 9 Poema Sai: Hijos de la Inmortalidad 12
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Sai: El Conocimiento del Ser De todos los tipos de conocimiento, el máximo es el conocimiento del Ser. Podrán adquirir conocimiento de las ciencias naturales, de todas las técnicas, de literatura y música, danza, pintura y todo tipo concebible de conocimiento profano, pero ninguno les dará paz ni la bienaventuranza, a menos que tengan conocimiento del Ser. Los conocimientos mundanos podrán traer consigo la fama y prosperidad pero sólo el conocimiento del Ser puede dar la paz que trasciende el entendimiento.1 Sai Baba
1 Sathya Sai Baba, Divinas palabras, Vol. III, pág. 39.
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El final de la búsqueda Luis Alonso Muñiz “El conocimiento del Ser es la toma de consciencia de la unidad que contiene en sí a la diversidad… Todo está empapado de lo Divino El Señor habita en todos los seres”.2 Sai Baba
Señor, me cansa la vida, tengo la garganta ronca de gritar sobre los mares, la voz de la mar me asorda. Señor, me cansa la vida y el universo me ahoga. Señor, me dejaste solo, solo, con el mar a solas. O tú y yo jugando estamos al escondite, Señor, o la voz con que te llamo es tu voz. Por todas partes te busco sin encontrarte jamás, y en todas partes te encuentro sólo por irte a buscar. Antonio Machado 2 Íbid., pág. 43.
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Nuestro Ser real… Nuestro Ser real todo el tiempo nos acompaña, no se separa de nosotros ni por un instante. Los pensamientos, emociones, percepciones, el cuerpo, van apareciendo ante la Consciencia, llegan, ocupan nuestra atención y luego van desapareciendo sin dejar huella alguna. Sólo el Ser nunca me abandona; es lo más cercano e íntimo que tengo. No puedo ir a ninguna parte sin él. Y aunque no piense en ello, siento que en mi cuerpo-mente habitan dos entidades: la que normalmente considero ser y otra de la cual rara vez soy consciente. Ahora bien, la razón de haber nacido, de que tenga esta vida es únicamente para volverme consciente de la segunda entidad de la que rara vez soy consciente, y para ello, primero tengo que darme cuenta de la naturaleza cambiante y efímera de la primera, la cual es tan sólo un instrumento de la entidad verdadera que es mi Yo real.
Aprender… Así pues, ese Ser que siempre me acompaña y del que rara vez soy consciente, está oculto por el cuerpo y la mente, es algo que tengo que develar y conocer. Si éste fuera mi único logro en la vida, mi vida habría valido la pena. En resumidas cuentas, la mayoría de nosotros, después de años y años de búsqueda espiritual, hemos llegado al final de la misma. Y ese final es como estar ante un muro infranqueable imposible de escalar o de saltar. Es decir, aún nos sentimos sin haber logrado la transformación anhelada, estancados en lo espiritual, sin poder avanzar más. Es verdad que algunos otros lograron saltar dicho muro, pero no regresaron a decirnos cómo hacerlo nosotros, cómo pasarlo. Así pues, hemos llegado al momento en que debemos aplicar todo lo que aprendimos en todos estos años de búsqueda espiritual, ¿qué aprendimos? Cada quien puede reflexionar en ello, ¿qué aprendió sobre la fe, la devoción y confianza en el Maestro, la determinación de lograr la meta, el discernimiento, etc.?
De la multiplicidad y la separación hacia el Uno divino… En una ocasión, Sai Baba les planteó a un grupo de estudiantes algo muy desconcertante, les dijo: supongan que alguien les pregunta quién creó toda esta multiplicidad en el mundo, quién es el
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responsable de toda esta variedad, ¿qué contestarían? Como nadie respondía, él mismo contestó: La respuesta correcta sería: “No existe ninguna multiplicidad”. ¿Lo pueden siquiera imaginar?, ¡no existe ninguna multiplicidad! Sai Baba continuó diciendo: el Uno divino permanece Uno por siempre. Tú lo malinterpretas como muchos. La falta está en ti. Corrige tu visión, elimina el engaño o ilusión. La Divinidad no se cambia como si fuera el mundo así como la cuerda no se cambia en la serpiente. En la oscuridad tú confundes a la cuerda con una serpiente pero la cuerda siempre permanece como la cuerda. Así también, el Ser divino permanece como el Ser divino aunque tu ignorancia de este hecho te haga verlo como el mundo. En el caso nuestro, ¿qué tal que considerara la posibilidad de que no es necesario saltar ningún muro infranqueable y simplemente considere que ya estoy del otro lado del muro, que ya soy eso que tanto he buscado, que ya soy libre, que ya soy Uno con Sai y además, que siempre lo he sido? Pero, ¿qué hago con este sentido de separación, esta diversidad, multiplicidad? ¿Qué hay con ello? Ojalá pudiéramos contestar: ¡No hay ninguna separación, ninguna multiplicidad!, es tan sólo una ilusión.
De la identificación con la mente hacia la comprensión y desidentificación… En la India, en los lugares sagrados por donde pasa el río Ganges los adoradores se meten en el agua hasta la cintura, toman agua en sus manos y pronunciando algunos mantras se la ofrecen al mismo Ganges. Por un momento el agua se separa del río pero en seguida retorna y se funde con él. En igual forma, la separación aparente del individuo (por individuo me refiero a cada uno de nosotros) de su fuente es sólo un instante en el tiempo. Es una ilusión momentánea creada por la mente. Cuando uno despierta por la mañana la mente oculta la verdad (avarana o encubrimiento) y proyecta la ilusión del mundo. La mente es como una cortina gruesa y oscura que no deja pasar los rayos del sol. Equivale al fuerte impulso de la mente de ir hacia afuera, hacia el mundo y sus objetos. Otra característica de la mente es su inestabilidad (vikshepa), la cual impide que se pueda concentrar. La mente es capaz de pensar en veinte cosas en un minuto, pero no puede concentrarse en una sola por unos segundos. A esto se debe que sea tan difícil meditar. Cuando uno despierta por la mañana entran en acción las características (gunas) de la mente, las cuales se traducen en determinado temperamento con ciertos gustos y aversiones y conceptos, sentimientos y pensamientos opuestos entre sí o de naturaleza dual.
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Estas enfermedades de la mente, impurezas, inestabilidad y encubrimiento (mala, vikshepa y avarana3) crean la ilusión del “yo” personal, el ego, el cual surge del Yo impersonal ilimitado y universal. Debido a que existe el sol, habrá nubes que lo ocultan; debido a que existe el fuego, habrá cenizas que lo cubren; debido a que existe el atma, habrá un ego que lo oculte.
De la identificación con el ego hacia mi verdadera identidad… Todos nosotros, a cada momento decimos “yo” sin saber quiénes somos. Este sentido de yoidad es el ego, es un mecanismo de identificación con lo falso, lo que no es, el cual me impide identificarme con lo que sí es, me impide realizar a Dios. Hay muchas historias que ilustran esta desaparición del “yo”, del ego. Un discípulo fue con un maestro y le dijo: Maestro, por favor, libérame. ¿Quién quiere ser libre?, le preguntó el maestro. Yo, dijo el discípulo. El maestro dijo: Entonces muéstrame a “yo” y lo liberaré. Ante la cara de ¿qué?, del discípulo, el maestro le repitió: Sí, ve y encuentra a “yo”, descubre dónde está ese “yo” y vienes conmigo. Después de varios meses de meditar y hacer sus prácticas el discípulo fue con su maestro y le dijo: Descubrí que no soy el cuerpo. Le dijo el maestro: De eso te has liberado, sigue buscando. Tiempo después, con su práctica de auto-indagación de ¿quién soy yo?, el discípulo descubrió que no era su mente, ya que puede observar sus pensamientos. El maestro le dijo: “Ahora te has liberado de tu mente, sigue y encuentra quién eres”. El discípulo reflexionó: Si no soy el cuerpo ni la mente, entonces debo ser el alma individual, mi “yo”. Pero luego de seguir indagando se dio cuenta de que su “yo” no existe, es tan sólo información mental –ideas, creencias, conocimientos de aquí y de allá, doctrinas, palabras, filosofías. Rápido fue a ver con el maestro y le dijo: “Ya no tengo “yo”, ahora, ya no soy más”. El maestro le dijo: “¿Todavía quieres que te enseñe los métodos para liberarte?” El discípulo comentó: “Ya no los necesito, ahora soy libre porque ya no soy. No existe en mí ningún “yo” que me tenga atado. Soy un gran vacío, la nada”. Así pues, cuando tengamos por primera vez la vivencia de esta no existencia del “yo”, nos daremos cuenta de que nuestra verdadera identidad es algo vital y vibrante aunque intangible, algo vacío y sin forma, una especie de nada. Ante este vacío la mente o el pensamiento se detienen o desaparecen dejando de opacar y velar la luz de la Consciencia, el espacio sin pensamientos. 3 En sánscrito, mala significa impurezas; vikshepa: inestabilidad; avarana: encubrimiento.
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Hacia una Presencia Consciente… El meollo del asunto es, pues, aprender a estar con uno mismo sin perderse de vista, sin dejar que la mente se interponga y uno quede atrapado en sus imaginaciones. Una vez que se tiene un atisbo de lo que es la Presencia Consciente, puedes traerla a tu vida cotidiana. Es tan sólo salirse del pensamiento y entrar en dicha Presencia. Ahora bien, debo reconocer que sólo yo soy el culpable de creerme mi propio sueño, de creerme un buscador, un ser especial e inteligente, cuando sólo soy un punto de consciencia viva, existente por sí mismo, sin cualidad humana alguna. Cuando uno está ahí, siendo el Yo real, el pensamiento no aparece porque la mente está ensimismada, absorta en sí misma. Resumiendo: todos podemos dirigir la atención en cualquier dirección, hacia los pensamientos, sensaciones, percepciones, pero luego debemos dirigirla hacia “ese yo o tú que somos”. Cuando digo tú no me refiero al cuerpo sino a una sensación más profunda, hacia algo intangible. De este modo podemos llegar a tener un vislumbre de esa “cosa” o de esa “nada”. Jesús se refirió a eso cuando dijo: “El reino de los cielos está dentro de ti mismo”. Y luego, cuando le preguntaron “¿Dónde está el reino de los cielos, cuándo llegará?”, él les contestó: “El reino de Dios no vendrá con señales externas que se puedan observar. No dirán: '¡mirad, aquí está!' o '¡allí está!' Porque el reino de Dios está adentro y alrededor de vosotros, se expande por doquier sobre toda la faz de la tierra, pero los hombres no lo ven”.4 Así pues, el reino de Dios es una dimensión paralela que ocupa el mismo espacio físico en el que vivimos. Para entrar en el reino de Dios dentro y alrededor de nosotros, tenemos que trasladarnos a esa dimensión paralela o espiritual de Consciencia que viene siendo la unión con Cristo o con Dios. Como podemos ver, Jesús apunta a eso que jamás puede convertirse en un objeto en la Consciencia, como todo lo demás, apunta a la Consciencia misma. La mesa, un pensamiento, una emoción surgen en la Consciencia y se disuelven en ella. Todo aparece en la luz de la Consciencia.
4 Lucas 17: 20-21.
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La búsqueda ha terminado
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Luis Muñiz
Vivir plenamente el amor divino con Sai Es posible que ninguno de nosotros se haya dado cuenta de lo afortunado que es. ¿A qué me estoy refiriendo? Me refiero al hecho de haber conocido a Sai, y no sólo haberlo conocido, sino también al hecho de haber tenido y seguir teniendo una relación con él. Esta relación puede ser tenue, a medias o muy viva. Bien, si no aprovechamos esta relación que tenemos con Sai, habremos desperdiciado una gran oportunidad y será por causa nuestra, no suya. En pocas palabras, Sai Baba fue la Divinidad misma en cuerpo humano. Por lo tanto, los que lo conocimos y tuvimos contacto con Él, de hecho tuvimos contacto con Dios mismo en forma humana. Quizá no hemos reflexionado a fondo sobre esto. Porque Dios es capaz de todo, incluso de aparecerse en forma humana. Es como si hubiéramos conocido a Jesús, hablado con él y recibido su amor y compasión directamente de él mismo. ¿Qué mayor bendición podríamos haber tenido? Antes debo aclarar que los que no conocieron a Sai Baba y no hablaron personalmente con él, pero que son sus devotos, tienen la misma oportunidad y son igualmente afortunados. Por su gracia, él nos dio a saborear y sentir su propia divinidad o consciencia divina. Todos los que fuimos a su ashram o “Morada de la Paz Suprema” experimentamos su amor divino en nuestros corazones, incluso miles y miles que no lo visitaron, a distancia también lo experimentaron.
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La búsqueda permanente de la felicidad Ahora bien, ¿a qué me refiero con aprovechar la relación que tenemos con Sai? Digamos que el hombre común todo el tiempo está deseando y buscando la felicidad, la cual piensa que no tiene y le hace falta. Y aunque hace todo tipo de esfuerzos por conseguirla, la felicidad siempre se le escapa; pero en nuestro caso, si reflexionamos en nuestra relación con Sai resulta que ya logramos eso que deseamos y estamos buscando: el amor divino o la felicidad plena. No obstante, para que ellos se manifiesten en nosotros requerimos pensar frecuentemente en Sai con una fe firme, intensa e inquebrantable. En su discurso del 28 de julio de 2007, “Siempre estén contentos y felices”, Sai dijo: “Cuando tengas tiempo piensa en Swami. De seguro, me apareceré ante ti; no sólo eso, hasta hablaré contigo. He recibido varias cartas diciéndome que Swami se ha aparecido ante ellos y les ha hablado. Tú también puedes hacer tal sadhana. Desarrolla tal inquebrantable fe en Swami”. Así pues, la falla está en que nosotros no nos damos por enterados; el amor divino o felicidad plena que experimentamos y que tocó a nuestra puerta no lo vemos como tal y, equivocadamente, seguimos deseándolo y buscándolo. Insisto, todos nosotros ya logramos el objetivo de la vida, es decir: conocimos a Swami; él en muchas ocasiones nos hizo sentir el amor divino, la felicidad plena, pero, por ignorancia o descuido en el momento de la experiencia, no lo reconocimos y al poco tiempo se nos olvidó y regresamos a nuestro estado humano habitual. Yo recuerdo que recién regresaba de la India, después de haber estado con Swami, ya en mi país, quería abrazar a todos y expresarles la paz y el contento que sentía; pero, sigilosamente, sin darnos cuenta, la mente nos engaña y nos hace creer que todo sigue igual y, por lo tanto, hay que seguir deseando y buscando la ansiada felicidad, y así interminablemente. Como pueden ver, esta situación es muy lamentable, es la peor de las trampas que nos juega la mente. Porque durante vidas y vidas hicimos grandes esfuerzos y sacrificios los cuales por último dieron su fruto en esta vida actual que tenemos, razón por la cual conocimos a Swami y experimentamos su gracia y amor divino. Pero ahora, en vez de vivir una vida plena y dichosa, sin deseos ni preocupaciones, alegres y contentos, estúpidamente seguimos identificados con el cuerpo y la mente e involucrados con el mundo y ¡claro está! sufriendo sus consecuencias.
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Es parecido a ese actor que enloquece y llega a creer que él es el personaje que representaba en la obra. Luego, después de recibir tratamiento se cura y recupera su cordura e identidad, pero por capricho o estupidez o conveniencia o quién sabe por qué, prefiere seguir siendo el personaje ficticio de la obra.
Fin de la búsqueda: el buscador es lo buscado Para evitar esto, a cada momento debemos recordar que gracias a Sai logramos reconocer nuestra verdadera identidad. Por lo tanto, ya no requerimos seguir buscando por aquí o por allá, ya no requerimos ningún otro nuevo conocimiento o ir detrás de algún otro Maestro. Aunque también puede suceder que dicho reconocimiento de quién soy yo no esté del todo claro, puede ser que no esté iluminado del todo, que no posea toda la jerga espiritual que existe por ahí, pero es suficiente con saber que la paz y el amor que tanto he anhelado son yo mismo, no es necesario buscarlos en alguna otra parte; así que no hay nada más que obtener que no posea ya. Eso que yo buscaba es yo mismo: el buscador es lo buscado. Pero, reitero, apenas empezamos a tener cierta claridad, la mente nos tiende sus trampas llenándonos de inquietud y ansiedad. Ello hace que tengamos nuevas dudas y vacilaciones acerca de nuestra propia experiencia que hemos tenido con Sai o con Jesús o con Dios mismo. Por ejemplo, me pueden asaltar dudas tales como ésta: ¿cómo es posible que yo sea paz y amor divino si sufro y me angustio, si tengo ciertas inclinaciones negativas, etc.? ¿Cómo resuelvo estas dudas? Obviamente, para ello debo aplicar las enseñanzas que he aprendido, tener la comprensión de que dicho sufrimiento y angustia realmente no me suceden a mí (a mi esencia), le suceden al cuerpo y a la mente. Es la mente la que tiene dichas inclinaciones negativas. En cambio, a mí, a mi esencia, no le sucede nada, mi esencia es tan sólo el testigo de todo lo que pasa adentro y afuera, a su alrededor. Es la mente la que se inquieta o sufre, no yo. Claro, esto lo debo entender a cabalidad y reflexionar una y otra vez en ello. En síntesis, lo que soy en esencia es paz y amor divino; Sai nos lo dijo miles de veces, yo sólo tengo que sentirlos y experimentarlos. Para ello no me debo dejar distraer por los diferentes estados de ánimo de mi cuerpo y mente a los que Sai se refiere como “nubes pasajeras”. 9
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En el mismo discurso Sai Baba dijo: “Piensa siempre: “Swami está en mí, yo estoy en Swami”; pero si simplemente lo repites con una mente inestable, no sirve de nada. Desarrolla una fe firme. “Yo soy Swami; yo soy Dios, yo soy Dios”. Sólo cuando desarrolles esta firme convicción obtendrás la Divinidad, la cual no tiene atributos, es inmaculada, eterna, pura, iluminada, libre, la morada final y la encarnación de lo más sagrado”. Por ejemplo, este cuerpo fue cambiando a través de los años, su aspecto ya no es el mismo de hace 40 años, lozano y vital como era antes, su energía decreció y ahora ha envejecido. No sólo eso, también las creencias, ambiciones y deseos de la mente, con el paso del tiempo se fueron modificando. Esto es un hecho; sin embargo, yo no he cambiado, soy el mismo desde que nací, algo permaneció simpre igual, ¿qué fue? Aquello que desde el nacimiento hasta la muerte va a continuar sin cambio alguno, lo real que permea este cuerpo, eso soy yo, eso somos cada uno de nosotros, ya sea como alma individual o alma universal. El punto importante que hay que resaltar es el siguiente: Desde ahora debo asumir eso que soy, eso que antes ignoraba y que ahora sé. Asumir eso que soy significa aceptar y reconocer la propia realidad y, en vez de sólo saber lo que soy, debo volverme eso: SERLO. Sai dice: “Yo soy tú, tú eres yo; atrévete a SERLO”. Todos sabemos que somos el Atma, pero no lo asumimos, no nos comprometemos con ella, es como si no lo supiéramos. Una vez que reconozco lo que soy y lo asumo, según Sai, sólo me queda ser feliz y esparcir felicidad a mi alrededor. A partir de ahora, tengo la encomienda de que las personas que no saben de Dios o de Sai o de esta comprensión o conocimiento, se percaten a través de mí de esa realidad que todo lo permea y abarca. Nuestro estado de ignorancia es como estar hipnotizados. Pues bien, Sai vino a deshipnotizarnos del sueño o ilusión en que hemos caído. En dicho sueño creemos ser algo diferente de lo que en realidad somos. Pero ahora, gracias a Sai, sabemos que somos el Atma. El que sabe que es el Atma se vuelve el Atma mismo. Por ejemplo, cuando vamos de picnic, hacemos una fogata y la atizamos con un palo que encontramos por ahí, y al final, también echamos el palo al fuego, el cual se vuelve uno con él. En conclusión, tengo ante mí dos alternativas de vida: la primera es seguir como hasta ahora, enfrascado en la búsqueda y haciendo esfuerzos en busca de la felicidad, o sigo la segunda alternativa y aplico las enseñanzas de Sai, que a la vez son una invitación o, incluso, un reto.
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“No caminen delante de mí; puede ser que no los siga. No caminen detrás de mí; pueden perder mi guía. Caminen a mi lado y sean mis amigos. El significado de esto es: ustedes y yo somos uno. Lleven consigo siempre lo divino, a dondequiera que vayan. Ésa es la verdadera señal del aspirante espiritual”. ¿Qué es esto de llevar lo divino a dondequiera que vayamos? ¿Cómo voy a implementar esta última alternativa? Primero, debo aceptar a Sai, aclarar todas mis dudas que tenga sobre él, luego tenerle fe y confianza y así poder seguir sus consejos y acatar sus órdenes. Después, debo vivir la vida basándome en dichos consejos y enseñanzas. Así, cada vez que me acuerde, debo tomar consciencia de que todo es divino, todo es Dios, en todo tiempo y lugar, incluso en los momentos en que debido a mis tendencias negativas cometo faltas. En resumen: si llego a estar de acuerdo con el tema del artículo, “la búsqueda ha terminado”, de ahora en adelante, ¿qué voy a hacer? Sólo me queda ser sincero y auténtico conmigo mismo, ser lo que en verdad soy: paz, amor, tolerancia, generosidad, etc. Para ello, cada vez que me acuerde trataré de sentir la omnipresencia divina, sentir que Dios es. Al hacerlo, por lo menos durante esos momentos, dejaré de ser el cuerpo y la mente, dejaré de identificarme con ellos y seré lo que en verdad soy. El Señor está en todos lados, en todos, en todo momento; es el testigo de todo en todo; la energía que llena el espacio y tiempo y que se manifiesta como causalidad. La Organización Sai debe inculcar esta verdad en las mentes de sus miembros y revelar al hombre que él es una encarnación de la Divinidad, en la que Dios brilla, y a través de la cual él se expresa; Dios debe ser adorado en y a través del hombre.5 Sathya Sai es el devoto de los devotos, yo no tengo devotos. Ustedes pueden llamarse devotos de Sathya Sai. Yo mismo soy un devoto. ¿De quién? De aquellos que afirman ser mis devotos. Mi deber es cumplir sus deseos. Yo les pertenezco a ustedes, y ustedes me pertenecen a mí. Comprendan esta relación y fortalézcanla. Ése es mi único deseo.
5 Mensajes de Sathya Sai, VIII, pág. 87.
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Poema Sai: Hijos de la Inmortalidad ¡Hijos de la inmortalidad!, recuerden que han sido creados según mi imagen y semejanza: ¡perfectos! Vivan según esta imagen, siempre y en todos los planos, ¡vivan como amos! Caminen por esta tierra con la cabeza erguida, con su ánimo elevado, con sus corazones abiertos al amor… Crean en ustedes mismos y en Dios dentro de ustedes, entonces todo saldrá bien. La tierra no es sino una manifestación de mi Ser, ¡hecha de mi vida! Dondequiera que vean, ahí estoy, dondequiera que caminen, ahí estoy, con quien estén, yo soy esa persona. Yo estoy en cada uno con todo mi esplendor. Véanme en todas partes, hablen conmigo y ámenme, porque estoy en cada uno. Entonces, desde cada uno yo responderé y les daré la gloria. No me pueden ver en un lugar y no en otro, pues yo lleno todo el espacio. No se pueden escapar de mí o hacer algo en secreto, porque yo no tengo secretos. ¡Vivan… vivan… vivan en perfecto acuerdo con mis leyes y verán maravillas!
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Piensen ahora: ¿obstruye el error el libre fluir de la esencia de mi Ser hacia ustedes? Pídanme en este momento que les revele sus errores en el silencio de su meditación. Dejen que los viejos recuerdos broten en ustedes desde mi subconsciente en ustedes: moldes viejos, viejos sentimientos y pensamientos olvidados. Ahora sumérjanlos en el océano de luz. quémenlos desde la consciencia para que puedan volverse verdaderos emblemas de mi Ser. En este momento visualicen mi flama ardiente que se eleva más y más a medida que los va quemando. Es una flama que se va enfriando, limpiando y curando, que calma la pena escondida… y los deja calmados y silenciosos. Descansen en mi amor, dejen todo lo que han sido en sus muchas vidas hasta este día; derrítanse en mi luz redentora. ¡Hijos de mi Ser! disuelvan sus penas y temores en mí, déjenme borrar todo su karma. Regresen a mi Consciencia, que es su propia y verdadera Consciencia. Dejen que su pequeño ser se desvanezca, en este momento, a medida que vienen hacia mí, que soy su Ser interno. Ahora son mi radiante y glorioso Ser. Nunca más se separen de mí. ¡Derrítanse en mí, fúndanse en mí!, ¡vuélvanse yo!
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