Boletín Sai #10 - Voluntad Divina y Espiritualidad

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VOLUNTAD DIVINA Y ESPIRITUALIDAD

Número 10, noviembre de 2017 Comité Editorial: Óscar Morado, Luis Muñiz, Lourdes Martínez, Laura León, Leticia Deschamps Diseño gráfico: Bibiana Castillo difusión.nal@sathyasai.org.mx


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CONTENIDO SAI 1 Nada sucede sin mi voluntad Espiritualidad ante el Terremoto, la Muerte y el Destino

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Sai La Voluntad Divina es lo que determina el destino del individuo o de la sociedad. La sociedad misma es un reflejo de la Voluntad Divina. Sólo cuando el hombre se conduzca sobre esta base, podrá cumplir con sus deberes, libre del ego. Por lo tanto, el deber supremo del hombre es actuar de acuerdo con la Voluntad Divina.1 Confiar y someterse a la Voluntad Suprema en toda circunstancia significa visión de la verdad, la visión de la raíz del principio de toda la creación. Cuando dicen “Si Dios quiere”, debe significar que ustedes forman su propia y todopoderosa voluntad. La solución entonces es despertar el poder inherente y el resplandor de su alma. ¡Háganlo!2 Sai Baba

1 Bhagavan Sri Sathya Sai Baba. Discurso en el Auditorio Purnachandra, el 23 de febrero de 1990, día de Shivaratri. 1 2 Bhagavan Sri Sathya Sai Baba, Con amor y bendiciones. Cartas de Sai Baba a los estudiantes. Organización Sri Sathya Sai Baba de Latinoamérica, págs. 20-21.


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Nada sucede sin mi voluntad Luis Alonso Muñiz 3 “Nada sucede sin mi voluntad, quédense quietos, no traten de entender, confíen completamente en mi sabiduría, yo no cometo errores. Amen mi incertidumbre”. Sai Baba

Nada sucede sin mi voluntad Conforme avanzamos en el camino espiritual, nuestra personalidad o ego empieza a perder fuerza, empieza a desvanecerse. Y un buen día llegamos a percatarnos de que la opción de elegir, de escoger, el famoso libre albedrío, ya no funciona en nosotros, no existe más.

3 Este texto fue una plática de Luis Muñiz al final de la ceremonia del Lingam, en junio de 2014.

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Nos damos cuenta de que las cosas simplemente suceden. La capacidad de elección que creíamos tener, en realidad nunca existió; pareció ser así. Por ejemplo, yo no elegí a mis padres, el país, mi forma física, mis destrezas mentales, inteligencia, incluso yo no elegí a mi esposa o a mis hijos. Así pues, la multitud de veces que supuestamente elegí esto o lo otro, en realidad, no fue así. En resumen, sin importar el esfuerzo que haga o las ganas que le ponga, no está en mis manos que las cosas sucedan de tal o cual manera, a mi propio gusto (a veces me gustan, a veces no). En esta cuestión de decidir o elegir cada día, lo único que está en mis manos es hacer a cada momento lo que me corresponde hacer, es decir, debo cumplir con mi deber o dharma. Esto viene a ser el dejar todo en las manos de Dios y actuar sin deseo por el fruto. Es lo que se llama la acción sin deseo. Si comprendemos a fondo lo anterior, realizaremos aquello que todos sabemos o hemos leído: “Ni siquiera una hoja de pasto se mueve o un pensamiento pasa por la mente si no es por la voluntad divina”. De la mitología hindú, para ilustrar lo anterior Sai Baba contaba la fábula de Indra y los dioses: Después de vencer a los Demonios, Indra, el rey de los dioses, y las demás deidades regresaron a su morada celestial. Indra estaba henchido de orgullo. Parabrahma, el Señor todopoderoso, quiso darle una lección de humildad. Con este fin se presentó en la morada celestial disfrazado de un yaksha, una especie de dios menor, y se sentó en la rama de un árbol. Al verlo, Indra envió a Agni, el dios del fuego, a preguntarle quién era y qué quería. El yaksha le dijo: “Yo soy un simple dios menor, y tú ¿quién eres?” El dios del fuego le contestó: “¿No sabes quién soy yo? Yo soy el dios del fuego. Puedo incendiar los tres mundos”. “¡Ah! ¿sí? –le dijo el yaksha–, si puedes quemar los tres mundos, quema esta pequeña hoja de pasto”, y le tiró una hojita. Agni trató de quemarla pero por más esfuerzos que hizo no pudo. Confundido regresó con Indra y le relató lo sucedido. Entonces Indra envió a Vayu, el dios del viento. Éste le dijo que él podía arrancar el árbol donde estaba sentado y lanzarlo a los cielos. Sonriendo, el yaksha lo retó a que moviera un poquito la hoja de pasto. Por más que sopló, Vayu no la pudo mover ni un centímetro. Por último, Indra mismo fue a hablar con el semidiós, pero antes de llegar al árbol, el semidiós desapareció. En su lugar apareció Uma, el poder universal de Dios, la madre cósmica, y ella le explicó a Indra que el semidiós en realidad era la Realidad Suprema o Parabrahma. Le dijo: “Es por su poder que el fuego quema, el viento sopla, el sol brilla y todo lo que existe, existe. Si el Señor Supremo les retirara su poder, nada existiría. Por lo 3


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tanto –concluyó–, la esencia de todo lo que existe es el Ser Supremo. El universo entero existe gracias a su poder divino”.

Quédense quietos Quedarse quietos no se refiere a quedarse inmóviles del cuerpo, sino más bien se refiere a detener a la mente. Para ello, habrá que controlar a los sentidos y retirar a la mente de los objetos dirigiéndola hacia adentro, hacia la Consciencia espiritual en el corazón. En la época de Buda vivía un delincuente muy cruel y sanguinario. Le llamaban Angulimala porque a las personas que asaltaba les cortaba los dedos meñiques (anguli) y con ellos se hacía un collar (mala) que se colgaba. Era tan feroz que incluso derrotó a una cuadrilla del ejército que andaba tras él. El rey había ordenado a la población que no viajara por la zona donde merodeaba Angulimala. En una ocasión, después de varios días sin haber asaltado a nadie, Angulimala estaba molesto porque su collar necesitaba nuevos dedos para sustituir los dedos viejos que ya estaban en descomposición. Así pensaba, cuando vio a un monje de túnica ocre que caminaba por una senda. Le gritó “¡Detente!”, pero el monje no le hizo caso y siguió caminando. Entonces, Angulimala, acelerando el paso, empezó a perseguirlo; pero para su asombro, por más que corría tras el monje, éste siempre se mantenía unos pasos adelante, a pesar de que el monje no se veía correr, tan sólo caminaba tranquilamente. Finalmente, exhausto, Angulimala no pudo correr más y le gritó: “Monje, detente, para de moverte”. El monje le dijo: “Yo no me estoy moviendo, yo estoy tranquilo, eres tú quien está en constante movimiento”. “¿Qué quieres decir?”, le preguntó el bandido. “Sí –le replicó el monje–, mi mente está calmada, tú, en cambio, hijo mío, todavía tienes que encontrar la paz mental”. Angulimala, sorprendido, se dijo en su interior: “Se dirige a mí como a su hijo, de seguro no quiso decirlo”. Le preguntó al monje: “¿No sabes quién soy? Tu prédica no me interesa. Yo sólo quiero tus dedos meñiques”. “Tómalos, hijo, si eso te hace feliz”, replicó el monje. Angulimala agregó: “Además de tus dedos también quiero tu vida”. El monje le dijo: “Está bien, tómala hijo mío, si eso te da paz mental”. Ante esto, Angulimala cayó rendido a los pies del monje, que no era otro sino Buda. Angulimala le prometió que a partir de ese momento no volvería a matar a nadie. Se volvió monje. 4


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Ahora bien, ¿cómo puedo tener paz mental? La puedo tener deteniendo y aquietando a la mente. Y para aquietarla hay que considerar tres aspectos: la ausencia de ruido, la ausencia de movimiento y la ausencia de la sensación de ser o ausencia del ego. La ausencia de ruido no es tanto el ruido de la calle, de la cocina o de las voces, es el diálogo interno. Sin darnos cuenta mantenemos una conversación perpetua con nosotros mismos. Éste es el ruido que debemos callar. El segundo aspecto es la ausencia de movimiento. La mente no puede estarse quieta, siempre está en movimiento (como los caballos) porque si se detiene, desaparece. Y como no quiere desaparecer, para subsistir siempre tiene que estar en movimiento. ¿Qué viene a ser este movimiento de la mente? La mente siempre se está moviendo del pasado al futuro y del futuro al pasado, y el presente sólo le sirve como punto de paso. Para la mente el presente es una línea divisoria entre el pasado y el futuro. A la mente no le interesa el presente porque en el presente no se puede mover y si deja de moverse, desaparece. El presente siempre es en el ahora, el momento actual, de segundo en segundo. Así, al no poderse mover en el presente la mente retrocede al pasado, donde hay muchos lugares que puede visitar, muchos recuerdos. O también puede irse al futuro, que es tan sólo el pasado proyectado. Deseo que algo que fue placentero se repita en el futuro; o al contrario, algo que fue desagradable deseo evitarlo en el futuro. Así, la mente viaja en estos dos grandes espacios: el pasado y el futuro y evita a toda costa el presente. Si la mente deja de ir al pasado o al futuro y permanece en el momento presente, entonces se aquieta y desaparece y deja de obstruir a la Consciencia. Una cita de Sai Baba dice: “El pasado es el pasado, ya pasó; el futuro es incierto, aún no existe; lo único real es el presente, el cual no es un presente cualquiera, es omnipresente”. El tercer aspecto a considerar al tratar de aquietar a la mente es la ausencia de la sensación de ser o ausencia del ego o “yo”. Este aspecto es el más importante, porque a menos que dejemos de identificarnos con este falso “yo” sobreimpuesto en la Consciencia no podremos alcanzar la quietud total. Todos estamos seguros de ser este “yo”. La seguridad incuestionable que tenemos en este “yo” se basa en la falta de investigación. Nunca nos hemos puesto a investigar a nuestro “yo”: ¿existe o no existe? ¿Quién soy yo? Sai Baba dice que tres cuartas partes de la práctica espiritual las constituye esta autoindagación. Muchas personas, a menos que puedan ver a Dios o se les revele de alguna forma, dudan de su existencia; sin embargo, esas mismas personas creen en sus egos o yoes sin ninguna prueba o revelación y ¡claro! tampoco se toman la molestia de investigar si su ego existe o no. 5


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Relatan que cuando Bodidharma, un sabio hindú, fue a China el emperador fue a visitarlo. Cuando estuvieron a solas el emperador le dijo: “Estoy muy inquieto y preocupado. Tú eres un gran sabio, me han hablado mucho de ti. Dime qué debo hacer para pacificar mi mente”. Bodidharma le contestó: “No hagas nada. Tan sólo tráeme a tu mente. Ven a las cuatro de la mañana cuando no haya nadie. Ven sólo y no olvides traer a tu mente contigo”. El emperador no pudo dormir en toda la noche y aunque no entendía nada, a las cuatro de la mañana fue a su cita. Bodidharma lo recibió con estas palabras: “¿Trajiste a tu mente?” “No entiendo –le dijo el emperador–, mi mente todo el tiempo está conmigo, no es algo que pueda dejar u olvidar”. “Está bien –le dijo Bodidharma–, entonces cierra tus ojos y busca a tu mente, y cuando la encuentres, dime dónde está y de inmediato yo la pacificaré”. El emperador buscó y buscó hasta que se dio cuenta de que no hay mente, que la mente son pensamientos y deseos, es una actividad, no es algo que se pueda localizar. La solicitud de Bodidharma era absurda. Así pues, a menos que uno investigue al “yo” o ego o a la mente, si en verdad existen, nunca podrá conocer el estado de paz o quietud mental. El verdadero aspirante espiritual es aquel que investiga a su “yo” o ego hasta el final, es decir, hasta darse cuenta de que no existe. De esta manera se obtiene el estado de liberación o de paz o de quietud mental, pero no lo obtiene ningún yo; más bien, cuando el “yo” deja de ser, de velar la realidad, es cuando ésta aflora y brilla en todo su esplendor. Así, la liberación no es para el “yo”, más bien es la liberación del yo. El “yo” o la mente o el ego, todos sinónimos, son el obstáculo para la realización espiritual. En conclusión, la eliminación de este “yo” es básica, ya que este “yo” contamina incluso las prácticas espirituales. Si estoy meditando, haciendo japa, algún servicio o cualesquier otra disciplina, este “yo” dirá muy orgulloso y satisfecho que él está meditando o haciendo tal o cual disciplina, dirá que ha logrado esto o lo otro. O sea que el ego, en vez de disminuir, se fortalece con dichos esfuerzos. Cuando se llega a descubrir esta no existencia del “yo”, uno se pregunta: ¿qué va a pasar, qué va ser de mí? Pero no hay razón para inquietarse porque lo que uno está abandonando no es verdadero. Puede ser que debido a este temor, a este miedo a dejar de ser “yo”, muchos de nosotros no profundizamos en la búsqueda y nos quedamos sólo en la superficie de la espiritualidad. Alguien le preguntó a Buda: ¿Qué fue lo que lograste con tu iluminación? Él contestó: “No logré nada, más bien, perdí algo, perdí a mi mente que siempre me acompañaba. Aunque debo admitir que sí logré algo, logré Eso que siempre ha estado conmigo, pero que por culpa de la mente no podía ver ni sentir”. 6


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Así pues, lo que me impide conocer mi verdadera identidad es el ego, la mente o el “yo”, los tres son sinónimos. Y si quiero conocer la Realidad Suprema, tendré que deshacerme de ellos. Esto viene a ser el significado de tocar con la frente los pies del gurú: la rendición de la mente. Repito, los tres aspectos del silencio o quietud de la mente son: la ausencia de ruido, la ausencia de movimiento de la mente y la ausencia del ego o de la sensación de ser.

“Resígnense y entréguense en las manos de Dios, dejen que Él les dé el éxito o el fracaso; ¿qué importa? Él puede estar haciéndolo para fortalecerlos, o a la larga resultará para su propio bien. ¿Cómo pueden juzgar a Dios? ¿Quiénes son ustedes para juzgarlo?”4 Sai Baba

No traten de entender Uno de los deseos básicos del hombre es el deseo de conocer, de saber o de entender. Deseo conocer mi entorno, deseo saber lo que está más allá del mismo, y también quiero entender el por qué nací, es como un prurito que tengo, quiero saber de todo y de todas las cosas. En ciertas áreas de la vida diaria, el deseo y el logro de conocimientos son necesarios y muy útiles; por ejemplo, conocimientos acerca de un oficio o profesión, sobre mi carácter, sobre finanzas. En lo espiritual son personas que desean entender no sólo lo que requieren para su sadhana sino incluso desean entender a Dios, como si ello fuera posible; tales personas aún no saben que su mente limitada jamás podrá comprender lo ilimitado. Al querer entender lo inconmensurable, lo único que logran es tener más y más dudas. También, muchos de los buscadores desean conocer los “secretos” que se imaginan que ha de haber en algún libro, en alguna escritura sagrada o creen que algún maestro espiritual los conoce. Por ello cambian frecuentemente de maestro o de organización y casi nunca tienen tiempo de practicar lo que ya saben. Por todo esto, se requiere detener o acallar a la mente y mantenerla en silencio sin que trate de entender. Muchos devotos de Sai Baba trataban de entenderlo y le hacían preguntas con este fin; él siempre los desanimaba y les pedía que mejor trataran de saber sobre sí mismos. Les decía: “Mi Realidad no es fácil de comprender o alcanzar, pero vengan y traten de desentrañar mi misterio. Mejor aún, tengan fe y obtengan bienaventuranza de mí”. 4 Bhagavan Sri Sathya Sai Baba, Mensajes, vol. VIII, cap. 20.

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Hay una historia del cristianismo: Se cuenta que el obispo San Agustín se encontraba de misionero en el norte de África. San Agustín amaba a Dios y quería saber todo acerca de sus misterios; con tal fin se sumía en largos períodos de meditación. Acostumbraba ir hasta la playa algo distante de la ciudad y caminaba de arriba abajo por la arena concentrándose y meditando lo más que podía en sus misterios. Un día vio en la playa a un joven que había excavado un hoyo en la arena. El joven recogía en la concavidad de sus manos agua del mar y la vertía en el hoyo. San Agustín le preguntó qué estaba haciendo. “Señor, estoy tratando de vaciar el agua del océano en este hoyo”. “¡Qué tontería! –le dijo San Agustín–. ¿Cómo podría contener las aguas del inmenso océano este pequeño hoyo que has cavado?”. El joven levantó la cabeza y le miró a los ojos, diciendo, “Del mismo modo, señor, en que su diminuto cerebro quiere llegar a comprender los misterios de Dios”. Y diciéndolo desapareció. Se trataba de un ángel. En otras palabras, a Dios no hay que conocerlo, no se le puede conocer, es imposible porque, ¿quién lo va a conocer?, ¿yo?, ¿mi mente, mi ego? Más bien, lo que puedo hacer en relación a Dios es volverme uno con él, ser él. No preguntes, ¡oh mente! Entre más preguntes, menos sabrás. Sin preguntar, la tarea fluye. Sabari, que nunca preguntó, fue colmada de gracia. Sabari fue una mujer santa de la época del Ramayana.

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Confíen completamente en mi sabiduría, yo no cometo errores En relación a este tema Sai Baba decía que todos sus devotos le tienen fe, pero no todos le tienen confianza y que sólo cuando coexistan ambas, la fe y la confianza en él, habrá una respuesta completa de su parte. Decía, entre otras cosas, que la fe en Dios es creer que él es Dios, que es omnisciente, omnipotente y omnipresente y creer en todos sus atributos divinos, y confianza en él significa confiar en la palabra y la obra de Dios. Así, si puedo aceptar que Dios no comete errores, entonces sí le puedo confiar todo lo que soy. Ponía el ejemplo de Krishna y Arjuna. Cierto día caminaban por el bosque. Krishna levantó la vista y vio un pájaro en el cielo. “Mira ese pájaro, Arjuna, ¿es un águila, no?” “Sí, es un águila”, respondió Arjuna. “No, creo que es un cuervo”, dijo Krishna. “Seguramente es un cuervo”, contestó Arjuna. “Ahora que lo pienso más, parece una paloma”, comentó Krishna. “Sin lugar a dudas es una paloma”, asintió Arjuna. Ante esto, Krishna se molestó, le preguntó por qué respondía a todo que sí. Arjuna le contestó que para él todo lo que dijera era verdad. Esto viene a ser creer ciegamente en la palabra, en la voluntad y en la obra de Dios, sin preguntar ni dudar en lo más mínimo. Sai Baba concluye diciendo que la fe en Dios aminora el sufrimiento del devoto, pero cuando además hay confianza, entonces Dios se hace cargo de él completamente. Por ello, el paso importante que debemos dar es el de llegar a tener plena confianza en Dios o en Sai Baba; esto implica amarlo también, es decir, debo tenerle fe, confianza y amor. De manera que si amo a Sai Baba con todo mi corazón y lo considero como mi Dios personal, si pienso en él y le dedico todo lo que hago, voy a empezar a verlo dondequiera que vaya, no tanto visualmente, sino sintiendo su presencia. Cuando esto llega a suceder significa que empiezo a realizar al Dios impersonal o al Dios abstracto y sin forma, la Realidad Última. Esto se facilita cuando elevo a mi Maestro al rango de Dios personal y esto sucede cuando llego a tenerle fe, confianza y amor. “Confía y sométete a la Voluntad Divina, vuélvete uno con ella en todas las circunstancias de la vida y tendrás la visión de la Verdad, el principio raíz de toda la creación”. Sai Baba

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En resumen, entregarse completamente a Dios significa tenerle fe, confianza y amor. El amor que sentimos por Dios es consecuencia de tenerle fe y confianza. También equivale a la aceptación de lo que es, es decir, la vida es como es y no está en mis manos cambiarla. Está en las manos de Dios y, entonces, debo recordar que Él no comete errores. “Acepten el mundo como es, nunca esperen que se conforme según sus normas y necesidades”. Sai Baba Ello viene a ser aceptar todo: relaciones, condiciones económicas, éxito o fracaso, todo lo que nos esté sucediendo, tanto bueno como malo, según lo veamos. En consecuencia, llego a reconocer que Dios en su infinita sabiduría sabe qué es lo mejor para mí. Con esta actitud de abandono en las manos de Dios, automáticamente me siento en paz conmigo mismo y con los demás, libre de todo odio, envidia e ira.

Amen mi incertidumbre Se decía de Sai Baba que era insondable, increíble, inexplicable, impredecible y muchos otros apelativos que tenían que ver con esta faceta, su incertidumbre. En los días de festival nadie sabía con certeza todos los detalles del evento, los cuales se iban resolviendo conforme iba llegando el momento. Es decir, flotaba en el ambiente una sensación de incertidumbre, de que algo inesperado iba a pasar; pero cuando la fecha y la hora para algún acto habían sido fijadas, él era muy exacto y puntual. Por ejemplo, un día Sai Baba llegó a donde estábamos varios devotos extranjeros y nos preguntó si ya nos íbamos. “Si alguno ya se va, ahora mismo le doy entrevista”. Casi le contesté que sí, que ya me iba. Después, al pasar los días y cuando nuestro día de regreso se acercaba, ni siquiera se acercaba a preguntarnos y tampoco nos hablaba. El hijo de Kasturi, el biógrafo oficial de Sai Baba, escribe en uno de sus libros la forma en que un visitante se volvió devoto de Sai. 10


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Él fue acompañando a su esposa y a su cuñado. Ella estaba enferma de un ojo. En la entrevista que les dio, Sai Baba le dijo que no se preocupara por su ojo, que iba a estar bien. De regreso a casa la mujer no sólo no mejoró sino que se puso peor. El esposo, muy molesto, decidió ir por su cuenta a Prashanti Nilayam a reclamarle a Baba. En el darshan Sai Baba ni siquiera lo miraba. Al término de su estancia de siete días, fue al río y ante un árbol se desahogó en contra de Baba. Le lanzó todo tipo de insultos y palabras ofensivas. En eso estaba cuando alguien le vino a decir que Baba lo mandaba llamar. En la entrevista Sai Baba le dijo: “Tú estás muy enojado conmigo, ¿acaso no me llamaste con tales y tales palabras?” Ante esto, el hombre se dio cuenta de que Baba podía oír todo y estar en todas partes. Sai le explicó que su esposa debido a su karma tenía que sufrir su enfermedad. Luego, con mucha dulzura, le dijo: “Bangarú, ¿no esperarías un poco más, lo harías por mí?” Como ven, Sai hizo esperar al futuro devoto hasta el último momento, lo mantuvo en la incertidumbre, hasta que lo hizo explotar. Pudo haberle explicado lo mismo desde el primer día. Él se valía de la entrevista que todo mundo anhelaba para mantenernos todo el tiempo en la incertidumbre de si nos la iba a otorgar o no. Cuando se la pedíamos o hacíamos algún gesto para pedírsela, él nos detenía diciendo “espera, espera”. Así, nos ponía a esperar hasta el punto de la desesperación, cuando uno perdía toda esperanza de que lo recibiera o concediera lo que le pedía. En esa espera por la entrevista uno iba pasando por varios estados de ánimo hasta que el ego se desinflaba y se volvía humilde. Entonces era cuando él estaba listo para otorgar su Gracia. Y lo que realmente sucedía era que nosotros queríamos obtener algo de él, pero él quería darnos otra cosa. Él en su sabiduría sabía lo que era mejor para uno. “Yo les otorgo lo que me piden para que algún día me pidan lo que he venido a darles: la liberación misma”. Definitivamente no nos gusta la incertidumbre. Todos deseamos saber que nuestra vida va a ser estable y segura. Saber incluso cómo va a ser el mañana y hasta acudimos con astrólogos y videntes para que nos digan el futuro. Swami por medio de este rasgo suyo quiere que vivamos en el presente, aceptando cada momento que nos llega. Vivir con alegría lo nuevo y sorpresivo que va llegando. Si supiéramos lo que va a pasar, la vida perdería todo su encanto.

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Corolario ¿Qué buscas de Dios? Tú, ¿qué sabes de tus necesidades? Lo que hoy es esencial, se vuelve insignificante mañana. Así, ¿por qué no confiar en la sabiduría divina? Dios te dará todo lo que necesitas y más en el momento correcto. ¿Por qué pedir y complicar las cosas a Dios? Lo mejor es callarse y aceptar con gratitud todo lo que Dios te dé. Si adoptas esta actitud, es lo mejor que te podía haber pasado entre un millón de cosas más. Encontrarán que las personas no actúan en la forma que esperan que lo hagan, la forma en que les gustaría y la forma en que ustedes piensan que debían hacerlo. No pueden cambiar a las personas, pero si ponen suficiente amor en cada situación, al final todo saldrá bien. Sai Baba

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Espiritualidad ante el terremoto, la muerte y el destino

Leticia Deschamps S.

“Así como las cenizas cubren la brasa encendida, la visión del hombre es oscurecida por la ilusión. Como consecuencia es incapaz de darse cuenta de su propia naturaleza. El hombre debe comprender su estrecha relación con la Divinidad. Pueden adquirir inmenso poder y fortaleza cuando desarrollan pureza de corazón, ganan conocimiento espiritual y comprenden la Divinidad. Sadhana (la práctica espiritual) no quiere decir realizar buenas acciones como japa (oración) y dhyana (meditación). El verdadero sadhana consiste en eliminar el mal de la ilusión que envuelve al Antahkarana (instrumento interno).”5

Sai Baba ante los terremotos6 “El hombre debe poner techo a sus deseos. El hombre se conduce pervertidamente. En la actualidad vemos que están ocurriendo catástrofes naturales. Se han dado cuenta de la devastación que ha causado el terremoto en Gujarat7. Miles de personas perdieron sus vidas. La causa es ésta: el hombre abriga exceso de deseos. Dios mantiene un perfecto equilibrio en Su creación, la tierra y el océano están dotados de equilibrio. Pero el hombre explota indiscriminadamente la tierra para extraer petróleo. Toneladas de peces son extraídos cada día del océano. Esta indiscriminada explotación de la naturaleza resulta en un desequilibrio de la tierra que juega a hacer estragos con vidas humanas.

5 Bhagavan Sri Sathya Sai Baba, discurso divino del 21 de febrero de 2001. http://www.saibabadice.org/34/3.htm 6 Ibid. 7 Guajarat, estado de la India que sufrió un terremoto en 2001.

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Solamente cuando el hombre se libere de su inestabilidad (kampam), no tendrá que preocuparse por terremotos (bhukampam). No sólo la gente de Bharat sino también la gente de todo el mundo debe esforzarse por mantener el equilibrio. Los cinco elementos no son más que una manifestación de la Divinidad. La vida del hombre estará asegurada sólo cuando comprenda esta verdad y actúe de acuerdo con ella. Pocos días atrás mandé un camión que llevaba víveres como arroz y granos a las víctimas del terremoto de Gujarat. Algunas personas me preguntaron: “Swami, ¿por qué te tomas el trabajo de gastar tanto dinero para enviar apoyo material a Gujarat? Podrías bien haber advertido del terremoto”. Respondí: “Mi querido, el hombre debe culparse a sí mismo por el terremoto. Debido al exceso de codicia por las riquezas, ha perturbado el equilibrio de la tierra. En consecuencia, se produce el terremoto. Esta es la ley de la naturaleza. Deben expresar el amor por el hombre ayudando al necesitado. El amor es su naturaleza. Así como el equilibrio es esencial para la naturaleza, el amor lo es para el hombre. Sepan que todo lo que Dios ha creado es para su propio bienestar. Deben disfrutar de la naturaleza de acuerdo con sus necesidades. No deben robarle a la naturaleza para satisfacer su codicia”.

Reflexiones sobre la espiritualidad, la muerte y los terremotos La verdadera espiritualidad tiene que ver con la experiencia vivida, así que el análisis de lo que vivimos en el terremoto que sufrió la ciudad de México el 19 de septiembre y cómo reaccionamos ante éste es fundamental. Todos vivimos situaciones muy críticas, de gran tensión y sentimientos encontrados: dolor, miedo, impotencia, necesidad de ayudar, de servir, de solidarizarnos, una profunda tristeza por la pérdida de nuestros seres queridos y por nuestro país, aunados a un gran deseo de bienestar para todos (libres de sufrimiento) y por instantes, la esperanza de un México unido, de un México nuevo. El terremoto nos hizo solidarizarnos con los damnificados, sentirnos uno con el otro, trabajar en unidad y expresar amor de distintas maneras, como por ejemplo: apoyar en el rescate, en las brigadas, en las calles, en los centros de acopio aportando víveres, medicinas, ropa y herramientas, y en la difusión de información útil a través de redes sociales. 14


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El terremoto nos enfrentó a la muerte. Conocimos experiencias extraordinarias de personas que fueron salvadas con vida después de grandes esfuerzos de búsqueda entre los escombros, y casos como el de una mujer que salió de su departamento en la colonia Condesa para ir a la tienda más cercana, en el camino se derrumbó su edificio y pasos más adelante perdió la vida por una barda que le cayó encima. Así, tuvimos muy cerca a personas como esta última que inexplicablemente perdieron la vida, y otras que lograron mantenerse con vida a pesar de experimentar sobre sus cuerpos los derrumbes, y otras más que, no obstante las dificultades generadas por el terremoto, salimos sanas y salvas, sin ninguna lesión ni daños materiales. Al respecto Sai Baba nos dice:8 “Cuando las cosas se ven desde una perspectiva amplia, se reconoce que cualquier cosa puede ocurrirle a alguien en cualquier lugar y en cualquier momento. Nadie tiene la capacidad de determinar dónde puede suceder algo. La vida puede terminar en un pueblo, en el agua o en el bosque. La vida de cada uno terminará en el lugar, la forma y el momento en que Él lo determine. Es inevitable”. Después del terremoto todos hemos vivido en carne propia esta gran verdad de nuestro maestro: “La vida de cada uno terminará en el lugar, la forma y el momento en que Él lo determine”. En mi experiencia, viví el terremoto en un sexto piso en la colonia del Valle, la intensidad de los movimientos me hizo sentir la muerte muy cerca, mi único pensamiento fue: “Baba, por favor ayúdanos, por favor ayúdanos, por favor ayúdanos”. Todos los que estábamos en ese edificio salimos temblando de miedo, pero caminando e ilesos. En el Gita Sai Baba nos dice: “Es propio de la naturaleza humana tener ansiedad ante la muerte… La conducta y el comportamiento deberán estar de acuerdo con el propio objetivo. Si se tiene un anhelo sincero y se entrega toda la confianza al Señor y se rinde fielmente ante Él, la niebla del dolor será dispersada por los rayos de Su gracia”.9

8 Bhagavan Sri Sathya Sai Baba, discurso pronunciado el 21 de julio de 1993 en Prashanti, revista “Eterno Conductor”, vol. X, núm. 8. 9 Sathya Sai Baba, El Gita de Sathya Sai Baba. Un torrente de sabiduría, Editorial Yug, México, pág. 108.

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Baba también nos dice:10 La muerte nace en el momento en que empieza la vida, y la muerte llega en la forma en que está destinada a venir. El Señor, sin embargo, es un testigo de todos los sucesos. En algunas circunstancias da indicaciones previas o advertencias. Cuando se toman en consideración la persona se santifica; cuando se ignoran se pierde ese derecho. Por consiguiente, deben cumplir con su deber. El corazón del Señor es ilimitado, está interesado en el interés colectivo”. Así, lo que Swami nos pide es que cumplamos con nuestro deber, con nuestro dharma. En el Gita destaca esta vinculación entre dharma y muerte: “Si pretendes tener al Señor de tu lado como tu guía, provéete de la naturaleza divina, de las cualidades del dharma, pues el Señor está donde está el dharma”. También nos explica que el sentimiento de tristeza ante la muerte no es otra cosa que tristeza por el cuerpo y que más allá de los cambios en el cuerpo: niño, joven, adulto, anciano, “el Atma, el esplendor de la verdadera sabiduría (jñana), permanece inmortal” y que “estar establecido en este conocimiento es la señal del sabio (jñani)”11. En el diálogo que establece con Arjuna12 antes de la batalla, Krishna le dice que “la gente llora, no por los muertos, sino porque cree que aquellos que van a morir son “suyos”, lloramos por los cuerpos, lloramos por nuestros apegos, porque creemos que los que mueren son nuestros en la forma del “yo” y lo “mío”; pero en realidad el Atma es eterno, no tiene cualidades ni características, el Atma perdura con o sin cuerpo. Es en estas experiencias extremas, que vivimos con mayor intensidad de lo normal, como las del terremoto, cuando podemos observar, ser testigos de ese “yo” (ego) que se identifica plenamente con la mente y el cuerpo, y podemos darnos cuenta de que en realidad es inexistente. Es el ego el que dice: “estoy triste” o “tengo miedo”; reacciona ante los estímulos externos y nos vuelca hacia afuera, “antagonismos, odios y apegos”.13 Sólo cuando desaparece el ego, desaparecen estos sentimientos.14

10 Bhagavan Sri Sathya Sai Baba, discurso pronunciado el 21 de julio de 1993 en Prashanti, revista “Eterno Conductor”, vol. X, núm. 8. 11 Sathya Sai Baba, El Gita de Sathya Sai Baba. Un torrente de sabiduría, pág. 12. 12 Ibid., pág. 26-28. 13 Sri Sathya Sai Baba, La senda del conocimiento, ERREPAR, Buenos Aires, 1999, pág. 10. 14 Sri Sathya Sai Baba, Las enseñanzas de Sai Baba. Op.cit. p. 67. 16


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Pasar al “yo soy” es un estado de Consciencia de nuestra existencia, de estar aquí y ahora, mirando hacia adentro, con una mente sin pensamientos, vacía, ecuánime, conscientes de lo que nos rodea y de que nuestra Consciencia o Atma abarca el todo. Por ello, Sai Baba ha subrayado “Yo soy Consciencia”, es decir: Existencia-Consciencia-Bienaventuranza (sat-chit-ananda). El “yo soy” se inicia con la pregunta ¿quién soy yo? Nos lleva a trabajar en la autoindagación de ¿quién soy yo? A comprender que el ego nos identifica con el cuerpo y con la mente, con lo externo y por tanto nos aleja de la Consciencia. A través de este proceso es posible descubrir nuestra propia naturaleza divina, conocernos como el Ser, dándonos cuenta de que soy el testigo de todo lo que sucede:15 sentimientos, sensaciones y emociones, de la permanencia del Ser, más allá del cuerpo y el mundo aparente, y que todos somos un solo Atma. Esta comprensión intelectual de la causa de nuestro sufrimiento y de nuestra naturaleza divina y eterna, este apego equivocado a un yo inexistente, a un “mío” ilusorio, ayuda a ver que ese sufrimiento puede ser eliminado. Una vez corregida esa percepción, es posible que el sufrimiento ya no vuelva a presentarse. Así, la única manera de corregir esta percepción equivocada es a través del conocimiento (jñana) o comprensión intelectual. Comprender que todo nuestro sufrimiento se deriva de un malentendido con la naturaleza de la realidad; comprender este apego equivocado a un yo (ego; cuerpo-mente) no existente facilita ver que el sufrimiento puede ser eliminado. Además, es importante sumar a esta comprensión una práctica de meditación permanente, comprometernos con todo nuestro ser y nuestro corazón a meditar y destinar más tiempo a ello porque la meditación nos acerca a ser uno con la Consciencia Suprema. Sai Baba nos explica:16 todos los auténticos aspirantes a la espiritualidad, así como los yoguis y los renunciantes adquirieron la comprensión del Absoluto (de la Consciencia Suprema, del Atma, del Ser) por medio de la meditación, en donde no hay sensación del pasado o del futuro: todo es tiempo presente. La meditación nos permite poner la mente en blanco, sin pensamientos, al grado de que la persona se olvida de sí misma y abandona la dualidad. En una primera etapa de nuestro proceso es necesario sentarnos todos los días a la misma hora a meditar, pero con el tiempo y la disciplina, es posible permanecer en ese estado de no pensamientos, de testigo, de presencia aquí y ahora, en cualquier actividad que realicemos.

15 Sri Sathya Sai Baba, El Gita de Sathya Sai Baba, Editorial Yug, México, pág. 183. 16 Sri Sathya Sai Baba, Las enseñanzas de Sai Baba, pág. 15.

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Sai Baba nos dice:17 “Ningún gran hombre ha conquistado la eminencia sin haber vencido los abusos, las calumnias, las pruebas y tribulaciones. El oro adquiere brillo mayor después de fundirse en el crisol. Asimismo, un diamante brilla más cuando se le hacen varios cortes. Las pruebas y las tribulaciones son escalones hacia la reputación de la gente buena”. “Los devotos deben desarrollar una fe inquebrantable, sin ser afectados por lo que acontece en el mundo. Quienes tienen fe sólida permanecerán inconmovibles en ella”.

17 Bhagavan Sri Sathya Sai Baba, discurso pronunciado el 21 de julio de 1993 en Prashanti, revista “Eterno Conductor”, vol. X, núm. 8.

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