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Parte de Música Nº 333 • Domingo 11 de junio de 2017
Suplemento dominical del
Swing latino
“A las seis es la cita… no te olvides de ir…” Panchito Riset se consolidó como bolerista fuera de su Cuba natal. La diabetes lo alejó de los escenarios internacionales
A las seis es la cita no te olvides de ir tengo muchas cositas que te quiero decir Al caer de la tarde cuando se oculta el sol nos hallará la noche hablándonos de amor Te cubriré de besos porque tú eres mi sol te arrullare en mis brazos como en los cuentos de amor
T/ Ángel Méndez F/ Archivo CO
Y las horas tranquilas pasarán sin sentir quedaran nuestras vidas una historia feliz
C
reo que fue en 1957 cuando escuché por primera vez a Panchito Riset. Tenía yo siete años, pero como he comentado, soy melómano por naturaleza y por herencia. Vivíamos en Barrio Unión, en la casa que tenía como fachada el bar más popular de la barriada. En las noches, la música hacía su recorrido rutinario y quienes habitábamos el caserón disfrutábamos de los cantantes del momento. Allí se unían en rockolero concierto Panchito Riset, Daniel Santos y Celio González, rivalizando, cada uno de ellos, por el gusto de quienes vivíamos en esa especie de “pensión” en que mi mamá había convertido la residencia. Barbarita, ya se dijo, los sábados se los dedicaba al tango que me hiciste mal y, sin embargo, te quiero. Cadicamo amelcochado con Gardel, Le Pera y Agustín Magaldi; en ocasiones era invitada de honor la señora Libertad Lamarque. Mi hermana, asidua compradora de discos en un local que quedaba cerca de la plaza Capuchinos, en San Martín, una tienda de discos que luego vine a saber era propiedad de Emilio Arvelo, el mismísimo cantante de “hay que noche tan preciosa, es la noche de tu día…”, que había compuesto el maestro Luis Cruz y que sigue tan vigente como hace 50 años. Fue allí donde mi hermana compró aquel disco rosado donde destacaba en la carátula un tipo vestido como mesonero, con corbata negra y flux blanco, portando una sonrisa a lo Mona Lisa… Mi hermana, seguramente, había roto con el novio, porque la canción sonó y sonó hasta que el disco se rayó…. Esa canción, una de las que marcó mi infancia, comenzaba con un sonido musical que definitivamente anunciada la medianoche… Una guitarra rasgada con fuerza para combinar el sonido de las trompetas. Un arreglo definitivamente de “y todo a media luz, a media luz los dos”. Imaginamos a la mujer fumándose un cigarro, recostada a un poste en medio de la oscuridad. Una mujer a lo Greta Garbo, Rosita Arenas o María Félix, amantes del ce-
A las seis es la cita
Me mirare en tus ojos hasta calmar mi sed no faltes a la cita que te espero a las seis.
luloide en pos de la inocente presa, que podía ser yo. Arpas para dar entrada a las seis campanadas y permitir la aparición de la voz de Panchito Riset: “A las seis es la cita / no te olvides de ir / tengo muchas cositas / que te quiero decir… / Al caer de la tarde, / cuando se oculta el sol...”. Con el tiempo supe que el cantante de la carátula se llamaba Francisco Hilario Riser Rincón. La primera grabación de Francisco Riser Rincón salió con el nombre de Panchito Riset, y como él no puso objeción, así quedó grabado su nombre para el resto de sus días. Riset destacó porque nunca hizo concesiones con otros ritmos y temas que surgieron en el siglo XX; se apegó fielmente a su forma de cantar desde su época del Sexteto Habanero cuando escuchó al joven José Cheo Jiménez (fallecido prematuramente). Esto le trajo detractores y admiradores en el continente de habla hispana, donde llegó a ser un ídolo para muchos imitadores como: Domingo Lugo, Carlos Días “Kaito” (de La Sonora Matancera), Florencio Hernández “Carusito” y otros. Panchito Riset nació en el barrio habanero de Atares, un 21 de octubre de 1910. Desde pequeño aprendió a tocar el tres y la guitarra; fue pailero de oficio, pero nunca ejerció. Sus primeros pasos como trecero los realizó en el Sexteto Juvenil Atarés, después creó el Sexteto Esmeralda, fue su fundador y director, más tarde Manolo Romero lo lleva a
la música profesional y se lo presenta a Miguel Zaballa ingresando en el Sexteto Candado, más conocido por el público.
Trayectoria artística Debutó Panchito en el Sans-Souci, de Marianao en 1927 con el Sexteto Cauto, dirigido por Mozo Borgellá; luego entró en el Sexteto Habanero. Luego de una pasantía por otras agrupaciones, ingresó en 1933 al Sexteto Caney, con el que se presentó en el cabaret Eden Concert. Allí fue «descubierto» por J. Tellería, quien lo lleva a la orquesta de Los Antobal Cubans, que amenizaba las noches del club Maison Royal de Nueva York. Sustituiría a Antonio Machín, quien había empacado maletas vía España. En Nueva York grabó en 1934 con el Cuarteto Marcano de Pedro Flores, las canciones “Sin bandera”, de Flores, y “Abandonada”’, de Manolo Romero, sus primeros éxitos en esa ciudad. Debutó en el Cabaret Cubanacán con el Cuarteto Caney de Davilita.
EL CUARTITO EN CUBA No fue sino hasta finales de los 40 que los oyentes de Radio Cadena Suaritos comenzaron a escuchar una nueva voz distinta a la suave de Fernando Albuerne, la viril de Daniel Santos o la de Bobby Capó. Esa algo distinto: muy aguda, melodiosa; cantando en un estilo quizás pasado de moda. Y para acabar,
la canción que interpretaba comenzaba extrañamente con una risa, seguía con una pregunta y continuaba después con la evocación nostálgica de la amada perdida y el nido de sus amores. Era una canción que parecía un tango. De hecho, su tema recordaba a la percanta y el bulín de “Mi noche triste”, el primer tango que cantó Gardel. Una especie de tango tropical, a ritmo de bolero. Uno de esos temas que se creían compuestos en una noche de farra, llenas de recuerdos, de mucho alcohol y de superabundante inspiración. En suma, una canción tanto sublime como ridícula y, como tal, conquistó el corazón de las multitudes. A poco, “El Cuartito” de Edmundo “Mundito” Medina, grabado en 1947, en la voz de Panchito Riset, se escuchaba por todas partes a nivel de saturación. Por ese exitoso número, popularizado en 1949, fue contratado por Radio Cadena Suaritos en La Habana, donde fue acompañado por la orquesta de Obdulio Morales. En 1956 actuó en los Carnavales de Venezuela; más tarde, de regreso a Nueva York, trabajó con su orquesta en el Château Madrid, de Ángel López. En 1957 firmó contrato como artista exclusivo de la compañía de discos Ansonia, y en 1958 fue aplaudido en el Club Alameda Room. Desde entonces, y hasta su fallecimiento en Nueva York, 8 de agosto de 1988, se presentó con las mejores agrupaciones y en los cabarets y clubes más importantes de la “Big Apple”. La diabetes lo alejó de otros países, manteniéndose casi toda su vida en la ciudad de los rascacielos. Requería Panchito un tratamiento y dieta inalterable Caracas