Laberinto No.704 (10/12/16)

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Laberinto

MILENIO

NÚM. 704

sábado 10 de diciembre de 2016

ELENA GARRO: 100 AÑOS

FOTO: KATI HORNA


ANTESALA

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LABERINTO

ESPECIAL

La volubilidad del olvido ESCOLIOS

ARMANDO GONZÁLEZ TORRES @Sobreperdonar

¿

Por qué, fuera del elogio inercial de Los recuerdos del porvenir, la obra de Elena Garro resulta tan poco conocida y difícilmente asequible? Me imagino que la deslumbrante presencia de su primera novela no logró revertir el efecto adverso de un temperamento indómito y desafiante, que tan mal se llevó con la promoción literaria. Acaso sus equívocos políticos y sus conflictos públicos y privados le cerraron la vía, estrechamente ligada, de la sociabilidad y el reconocimiento literario, condenándola a una inmerecida penumbra. Dado el escaso eco que tuvo la producción ulterior a su obra más famosa, tendería a pensarse que su escritura fue un fenómeno de juventud. Por eso, a primera vista parecería sorprender la prolijidad y calidad de la Antología de Elena Garro, que publicó Cal y Arena, con esmerada selección y prólogo de Geney Beltrán Félix. Esta muestra, que consta de cinco obras de teatro, una docena de cuentos, una novela y tres novelas cortas, constituye un auténtico rescate y brinda elementos para justipreciar una obra marcada por el prejuicio. La antología hace evidente que, pese a sus crecientes excentricidades y fallas de juicio, la escritora mantuvo una actividad febril y conservó en su madurez el dominio de la arquitectura narrativa,

ALFILERES ARMANDO ALANÍS @elsaltillero

Elena Garro

el manejo maestro de las situaciones dramáticas, aun las más delirantes, y, sobre todo, una intensa dicción poética. Por lo demás, no se me ocurre otra autora mexicana que haya concebido (y acaso experimentado) una visión tan pesimista de las relaciones humanas y explorado tan hondamente el precepto sartreano de “el infierno son los otros”. En particular, en su obra la relación de pareja parece ser un túnel sin salida, en el que la agresión, la violencia sin sentido, la traición y la degradación recuperan su halo trágico y se revelan como actos morales llenos, en ocasiones, de grandiosidad y misterio (como en

Se alquilan amores platónicos en buen estado.

Un mundo feliz LOS PAISAJES INVISIBLES

S

i usted fuera diputado, en este momento sus manos lo atormentarían con una inefable comezón que nace en las yemas de los dedos, patina hasta las palmas y se desliza a las muñecas, un prurito parecido al piquete de un zancudo retozón pero que no deja forúnculos ni provoca chikunguña, es inofensivo, signo de buenaventura, ese escozor —aseguran las abuelas— se alivia frotándose las zarpas en el interior de los bolsillos o con algo suave al tacto, digamos la cartera. Si usted fuera diputado, ahorita andaría agobiado haciendo sumas y multiplicaciones, esta temporada el botón de sustracción desapareció de su calculadora pues mientras los regalitos navideños se amontonan en la oficina que visita esporádicamente y le

Isabel que, en Los recuerdos del porvenir, se petrifica de amor por el victimario de su estirpe). Así, en esta obra llena de persecuciones, fugas, confabulaciones y revoluciones, piénsese en “Andamos huyendo Lola” o en la tan apasionante como enrarecida Reencuentro de personajes: se muestra la fecunda conversión de la paranoia personal en un arte. Por supuesto, muchos de sus libros padecen descuidos, las situaciones se reiteran, los personajes se multiplican sin ton ni son; sin embargo, aun en sus páginas más fallidas, hay un rastro de genial desvarío inédito en la literatura mexicana. L

IVÁN RÍOS GASCÓN @IvanRiosGascon

provoca el mismo apego que un hotel de paso (ubérrimas canastas con botellas de alambique fino, latas, jamones, quesos; un pavo regordete; algún relojillo; un libro o libros condenados al hipogeo de un anaquel para dormir el sueño de los justos; el cuadro de un artista contemporáneo que no le gusta ni comprende y ni siquiera piensa colgarlo en algún muro porque para eso están las fotos de usted mismo roncando en la curul o con los secuaces de bancada, con algún adalid del charrismo sindical o con el mismísimo C. Presidente de la República), su cuenta bancaria, como máquina tragamonedas, rechinará con el tintineo sin pausa que produce la morralla: entre el aguinaldo, algo llamado apoyo económico y el bono, contabilizará la modesta

suma de 450 mil devaluados pesos aunque, momento, si usted fuera diputado en realidad no recibiría esos 450 sino 760 mil baratos pesos (caray, cómo han subido el dólar, el euro, ya no hablemos de la libra esterlina) porque las fracciones partidistas, siempre fieles al espíritu cleptócrata y precavidas, clarividentes, en vez de los 150 mil de bono le adjudicaron 316 mil morlacos a cada “representante” por sus encomiables servicios a la patria. Sin embargo, si usted fuera diputado no estaría del todo satisfecho sino inconforme, resentido, porque en la otra Cámara, a la que le dicen Alta, la indecencia está mejor remunerada: a los aguinaldos, apoyos, bonos, los senadores se agregan dos centenas de miles de depreciados pesos supuestamente para tareas oscuras como atención ciudadana y asistencia, aunque el rubro es lo de menos, lo que importa es que el depósito caiga con puntualidad de relojero y eso nunca falla, como en la pinta de la granja de Orwell: “Todos los animales son iguales pero algunos animales son más iguales que otros”.

Por tanto, si usted fuera diputado ¿qué es lo que más apreciaría de su organismo efímero, mortal? ¿El cerebro? ¿El corazón? ¿El estómago? ¿El hígado? ¿Las tripas? Quizá lo que más apreciaría de sí serían las extremidades superiores y, en especial, sus sagaces dedos: ellos le dispensan del incordio de pensar ya que funcionan por instinto y se yerguen a la primera seña del mulero de la bancada; no enfrentan disyuntivas de ningún tipo (los conflictos aspiracionales, de ideología, ética o conciencia son abstractos, no se palpan); son tan útiles para hacer más llevaderas las soporíferas sesiones en el pleno (gracias al cielo que ahora los celulares son digitales y más inteligentes que sus dueños, están provistos de tarjeta wi–fi e infinidad de aplicaciones para entretener hasta a un macaco) y, sobre todo, por que los dedos adivinan la abundancia con una picazón que, si existiera la justicia divina, a tipos como usted —si fuera diputado, por supuesto— debía darle en otra parte más sensible y fibrosa por cínico, ladrón, indecente, parásito e insaciable. L

dirección josé luis martínez s. edición roberto pliego, iván ríos gascón arte y diseño salvador vázquez


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× E L E N A

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DR. LAKRA

G A R R O ×

Es el viento Ofrecemos una muestra de Cristales de tiempo. Poemas inéditos de Elena Garro (edición, estudio preliminar y notas de Patricia Rosas Lopátegui, 2016) Yokohama dolb

E

s el viento paseando por los árboles

Es mi sangre paseando por mi cuerpo Es el tiempo paseando por mi rostro Rostro marcado por los días Días que inventan siempre nuevos rostros.

×EKO×EX LIBRIS×DIANA Y ACTEÓN×

Contémplalo tú mismo ARTES VISUALES MIRIAM MABEL MARTÍNEZ

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l punk es un adjetivo”, dice Daniel G. Torres, curador de la exhibición Punk. Sus rastros en el arte contemporáneo, que se presenta en el Museo Universitario el Chopo hasta febrero de 2017. Pese a la coincidencia con el 40 aniversario del punk, no se trata de una revisión, sino de una exploración de sus efectos. Una forma de contemplar y analizar en qué se transformó aquel No future. A través de obras de 40 artistas, Torres crea una narrativa de la incomodidad, esa que empuja al cuestionamiento; un inconformismo que se vuelve motor en el punk y que, como dice Greil Marcus en su libro Rastros de carmín, fuera también el fuego de Dadá y del situacionismo, antecedentes del espíritu punketo que se adornó de estoperoles y propugnó por el “hazlo tú mismo” en la sociedad de masas, concretizando la visión de Guy Debord. Para el curador, el arte contemporáneo es la continuación de esta línea, “porque ha estado más dispuesto a su propio cuestionamiento y ejercido una crítica constante al sistema”. Se exhiben piezas creadas en pleno boom del punk, como el documental de Dan Graham, Rock My Religion, o Record Players, de Christian Marclay, la cual registra la música producida al literalmente tocar, agitar, rasgar los vinilos, o el video Das leben des Sid Vicious, de Die Tödliche Dors, que evoca la transgresión juguetonaoscura de John Waters en Pink Flamingos, película, sin duda, prepunk . Torres también nos presenta artistas jóvenes, como María Pratts e Israel Martínez, dos de sus hallazgos a lo largo de esta investigación que empezó en 2005 y que se reinventa en cada sede desde que se presentó por primera vez. A la versión mexicana se añaden piezas, por ejemplo, del Dr. Lakra, en las que se aprecia su dibujo y nos hace ver el tatuaje tanto en su individuación como en la resistencia de la tradición, o de Guillermo Santamarina, cuya obra puede ser polémica. El espectador experimenta la exploración visual de temas como la sexualidad, la negación, el ruido, la violencia, el nihilismo integrado a una mirada rabiosa heredera del punk cada vez más sofisticada, como la pieza de Mabel Palación, 6”, 144 imágenes que reflejan seis segundos de un lanzamiento de piedra, cada una protagonizada por una persona distinta. Punk. Sus rastros en el arte contemporáneo invita a repensar aquello que el anarquista alemán Gustav Landauer dijera: “El Estado no es algo que pueda ser destruido por una revolución, es una condición, una conducta humana, que podemos destruir comportándonos diferente”. L

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Elena Garro periodista Cuando hablamos de la escritora nacida el 11 de diciembre de 1916 solemos invocar su vocación de novelista, dramaturga, cuentista. Dejamos a un lado, sin embargo, su trabajo periodístico. Ante la celebración de los 100 años de su nacimiento, Laberinto recuerda esta faceta recobrada por Patricia Rosas Lopátegui, a quien se deben además los dos textos que aquí reproducimos, materiales vitales de su libro El asesinato de Elena Garro (2a edición) publicado por la Universidad Autónoma de Nuevo León ESPECIAL

PATRICIA ROSAS LOPÁTEGUI

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oeta, periodista, coreógrafa, dramaturga, cuentista, novelista, guionista, activista, memorialista, Elena Delfina Garro Navarro nació el 11 de diciembre de 1916 en la ciudad de Puebla, a seis años del inicio de la Revolución mexicana. Vivió los primeros años de su infancia en la ciudad de México y después en Iguala, Guerrero. A los 13 años, sus padres la enviaron a la capital para que continuara sus estudios. Al terminar la preparatoria, en 1936, se inscribió en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde estudió danza clásica, actuación y coreografía en el Teatro Universitario —dirigido por Julio Bracho— así como literatura. El 25 de mayo de 1937 se casó con Octavio Paz, con quien tres semanas después, en plena Guerra Civil, viajó a España, pues había sido invitado por la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR) al II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura. Regresaron a México hacia finales de año. En 1939 nació Helena Laura Paz Garro, única heredera del matrimonio. Convertida en madre y esposa, Elena se dedicó al periodismo. El trabajo de Elena Garro como corresponsal, a pesar de sus innovaciones en el campo reporteril, es poco conocido, por lo que, en el marco de los festejos por el centenario de su nacimiento, es indispensable difundir y subrayar sus aportaciones en los rotativos. En los primeros meses de 1941 publicó tres entrevistas en la revista Así: “De estrella a mujer de hogar. Lolita González de Reachi habla del matrimonio y de la felicidad”; “Frida Kahlo pintada por sí misma. De dinamitera a pintora, de la Preparatoria a la celebridad” e “Isabella Corona, actriz”. Al vivir en carne propia la desigualdad de género, desentrañó el papel de la mujer en la sociedad patriarcal y se vio reflejada en el espejo de sus correligionarias. Entrevistó, investigó y convivió con algunas de ellas para informar con veracidad. Su búsqueda no se circunscribió a un grupo social o a una raza privilegiada; indagó la condición femenina desde diferentes estratos sociales y raciales para construir un cuadro más completo sobre la crueldad de género. En su diálogo con Frida Kahlo, no puede pasar por alto su identificación con la artista plástica. También ella se burla del esnobismo y la arrogancia de los surrealistas. Elena los

LA INTEMPORAL BRAULIO PERALTA

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res libros antológicos de Elena Garro en su centenario: Cuentos completos, Antología y Novelas escogidas. Tres tomos que no incluyen —a propósito— la novela considerada clásica, Los recuerdos del porvenir. Una producción literaria que llegó, en cuento, hasta 2006, en novela hasta 1998, y al teatro jamás regresa después de consagrarse en los años cincuenta con Un hogar sólido, dirigida por Héctor Mendoza dentro de Poesía en voz alta. La proeza de esos libros es de Geney Beltrán Félix: tres antologías con tres largos ensayos sobre una

París, 1949

había conocido de cerca durante su estancia en España. Reivindica el surrealismo natural e “involuntario” de sus compatriotas, cuyas raíces se encuentran en el mundo indígena y cuya representante más grande es Frida Kahlo, hija de padre alemán y madre mestiza, pero sobre todo hija de sus nanas indias. Ambas saben que “No hay más que leer la página roja de los diarios” para descubrir ese surrealismo innato del pueblo mexicano. Con pinceladas verbales, Garro desvela el arte de Frida y, en su retrato escrito, por su profundo conocimiento de la palabra y del espíritu femenino, el lector siente el dolor físico de la pintora, toca cada uno de los objetos que la acompañan en los espacios íntimos de su estudio y de su dormitorio, y visualiza los cuadros en los que la artista ha retratado su existencia.

obra prácticamente desconocida por aquellos que la consagraron en el teatro, el cuento y la novela solo en su primer periodo. La apuesta es leer a Elena Garro libres de prejuicios respecto a su historia personal, justo ahora que una editorial española promociona Reencuentro de personajes—con un ensayo de Marta Sanz (otra mujer, una pena)— con el estigma de ser hembra de Octavio Paz. (Aunque en México ha habido mejores ejemplos de misoginia y nadie invadió las redes sociales contra ellos.) Su literatura va contra el patriarcado y las mujeres no la han descubierto del todo. No hay obra suya —en cualquiera de los tres géneros literarios que manejó— donde no exista el conflicto de intereses personales y públicos, entre un hombre y una mujer. No hay un cuento, obra de teatro o novela donde las mujeres pierdan el mínimo respeto a sus existencias.

“Isabella Corona, actriz” es una combinación de artículo de opinión con entrevista. La figura sobresaliente y progresista de Corona le sirve a la reportera para destacar el talento renovador de la gran actriz jalisciense; le permite examinar los males que impiden el desarrollo de la vida cultural mexicana y, más que nada, la anima a criticar con furia la envidia de las camarillas que se dedican a destruir las posibilidades de crear un auténtico Teatro Mexicano. Garro, en contraste a la percepción cosificada y humillante de la sociedad falocéntrica, revela su posición feminista y humana. Si bien la reportera reconoce el talento de Julio Bracho y su influencia en el desarrollo artístico de la actriz, señala, ante todo, que Isabella no le debe a nadie más que a sí misma su genialidad natural, su vocación y su entrega al teatro. Es tradición de la sociedad

Pero de los tres estilos Elena Garro sale más que bien librada, demostrando la intemporalidad de su literatura. Lo que leemos es presencia eterna y ejemplo de cambio en las relaciones hombre–mujer. Son necesariamente libros de aprendizaje. Dejar el realismo mágico de Los recuerdos del porvenir y muchas piezas teatrales para incursionar en el realismo psicológico o el hiperrealismo no es cualquier aventura después de consagrarse con sus primeras obras. Escribe Geney Beltrán en su Antología: “a diferencia de Nellie Campobello, que abandonó la escritura, o Josefina Vicens, Inés Arredondo y Amparo Dávila, de obra parca y espaciada, Elena Garro no aceptó las normas del silencio o la escasez que parecían propias de las escritoras mexicanas”. Después de leer las novelas Reencuentro de personajes, Inés, Mi hermanita


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LITERATURA

ESPECIAL

machista destruir la lucidez o la inteligencia femenina al atribuirlas siempre a la presencia de un hombre, sea el marido, el director, el maestro, etcétera. Garro combate, desde muy joven, el sexismo, porque sabe que Isabella Corona, como ella, son seres brillantes por naturaleza propia. Ese mismo año de 1941, entre agosto y septiembre, ingresó como periodista encubierta a la Casa de Orientación para Mujeres ubicada en Coyoacán. Tenía 24 años. Su reportaje, en cinco partes, sobre el presidio femenil la convirtió en una reportera vanguardista. “Mujeres perdidas” es una terrorífica y sobrecogedora crónica en donde la reportera ratifica su ingenio y sensibilidad ante la opresión e injusticia padecidas por las niñas y adolescentes pobres de México. Sin duda alguna, este material se reactualiza en nuestros días ante la acrecentada violencia en contra de la mujer en todos los estratos sociales. Su testimonio sobre el submundo del reformatorio no solo le dio reconocimiento y fama, sino que tuvo repercusiones: cesaron a Isabel Farfán Cano, la directora del penal, por los abusos que se cometían en contra de las jóvenes prisioneras. Este reportaje fue su rito de iniciación; probó las delicias del éxito y la recompensa de haber logrado la justicia. Y como “lo increíble es verdadero” (frase célebre de “La culpa es de los tlaxcaltecas”), algo muy similar ya había sucedido con su precursora medio siglo atrás. Elena Garro con su exploración sobre la cárcel de mujeres es, sin lugar a dudas, nuestra Nellie Bly,1 dos mujeres aguerridas que abrieron la brecha en el campo del periodismo. Durante los años cincuenta y sesenta, Garro se dedicó a defender a los campesinos despojados de sus tierras. Hacia 1964, se unió al movimiento reformador de Carlos A. Madrazo. Su posición contestataria en contra del autoritarismo del sistema político nacido en 1929 y su crítica en contra de los intelectuales a quienes les exigía un mayor compromiso a favor de la justicia social, crearon una distancia entre ella y sus correligionarios. Elena había deslumbrado a la clase pensante en 1957 como dramaturga, con sus piezas en un acto: Un hogar sólido, Andarse por las ramas y La señora en su balcón, y posteriormente como narradora con Los recuerdos del porvenir (Premio de Novela Xavier Villaurrutia, 1963) y su colección de cuentos, La semana de colores (1964), pero la matanza en la Plaza de las Tres Culturas el 2 de octubre de 1968 detuvo su trayectoria. En julio había surgido el movimiento estudiantil y el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz eligió la represión en lugar del diálogo. Cuatro días después de la masacre, acusó a Elena y a Carlos A. Madrazo de ser instigadores de la movilización y de organizar un complot comunista para derrocar al régimen. Garro se había unido al madracismo en su lid por democratizar el sistema bajo la dictadura del Partido Revolucionario Institucional (PRI) e instaurar la libertad y la equidad social.

Elena y Helena

Magdalena, Y Matarazo no llamó, o sus últimos cuentos, uno se alegra de que no lo haya hecho. De Andamos huyendo Lola escribe Geney Beltrán que es “un brusco dictamen sobre la destrucción psicológica que sufren los emigrantes ante la indiferencia de las prósperas sociedades primermundistas”: un libro actual–intemporal, dadas las actuales amenazas de Estados Unidos contra los trabajadores mexicanos ilegales. Después de estos tres tomos uno esperaría que el Fondo de Cultura Económica publique las obras completas de la escritora, porque en los de Beltrán Félix no están varios imprescindibles (entre ellos Memorias de España o Felipe Ángeles, obra de teatro de corte histórico). Y a ver si ahora sí la crítica literaria contemporánea, sin el peso de Octavio Paz, puede escribir con libertad de la intemporal Elena Garro. L

En un montaje orquestado desde el poder en el seno del movimiento estudiantil y a partir de la masacre perpetrada en Tlatelolco por las fuerzas gobiernistas, se construyó una leyenda negra en contra de la reportera, activista y defensora de los derechos humanos. En su papel de escritora y periodista había cuestionado la corrupción del Estado, los crímenes y despojos hechos a los campesinos, la violencia genérica y la impunidad. Después de Tlatelolco comenzaron la persecución, las mudanzas, el destierro y el hambre. Elena Garro vivió acorralada los últimos 30 años de su Garro, en contraste a existencia (1968–1998). En la percepción cosificada 1972, las dos Elenas abany humillante de la donaron México rumbo a sociedad falocéntrica, Nueva York. Ahí radicaron revela su posición dos años. Se les negó el feminista y humana asilo político. Se trasladaron a España, en donde residieron de 1974 a 1981. Años de hambre, soledad y terror. Durante su ostracismo en la capital española, la revistaNueva Estafeta difundió un segmento de sus Memorias en enero de 1979. Gracias a esta edición se conserva el texto dedicado a Luis Cernuda, ya que no se incluyó en Memorias de España 1937 (1992).En este extracto realiza un emotivo panegírico sobre el artista errante que se refugió en México hacia 1952. En “No me gusta hablar de Luis Cernuda” nos revela con inteligencia y sinceridad a uno de los creadores más importantes de la Generación del 27.

En México, Joaquín Mortiz rompió el silencio alrededor de la producción literaria de Elena Garro y dio a conocer la colección de relatos Andamos huyendo Lola en 1980, mientras que Testimonios sobre Mariana obtuvo el Premio de Novela Grijalbo ese mismo año y dicha casa editorial la publicó en 1981. Los 8 mil dólares del galardón le permitieron trasladarse a París con su hija y sus gatos. En la capital francesa sobrevivieron de 1981 a 1993. Un día, a diez años de haberse instalado en la Ciudad Luz, comenzaron los preparativos para que la autora de Felipe Ángeles visitara México en 1991. Madre e hija permanecieron en suelo mexicano de noviembre de 1991 a enero de 1992. Después de una serie de homenajes por diferentes ciudades regresaron a París. Meses más tarde se les invitó a vivir definitivamente en México. El 10 de junio de 1993 llegaron a su patria. El 22 de agosto de 1998, Elena Garro murió, se fue a vivir a otras dimensiones en donde por fin pudo exclamar con Friedrich Hölderlin: “Y en la Perfección ya no hay lugar para ninguna queja”. L Elizabeth Jane Cochran (1864–1922), mejor conocida por su seudónimo Nellie Bly. Predecesora del periodismo de investigación y pionera del periodismo encubierto. En 1887, a los 23 años de edad, ingresó a un asilo psiquiátrico para mujeres en la Isla Blackwell exponiéndose a las horribles condiciones a las que se sometía a las pacientes. 1


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Frida pintada por sí misma TEXTOS DE ELENA GARRO

DE DINAMITERA A PINTORA, DE LA PREPARATORIA A LA CELEBRIDAD “En gustos se rompen géneros”, dice el refrán. Hay gentes que, “muy su gusto”, se comen gatos crudos cuando anuncian que van a dar una conferencia, y que tocan un violín sin cuerdas en un concierto (lo cual, por otra parte, es una forma de pintarle un violín al público), o que les dan palizas a los críticos de arte cuando opinan en contra suya. Esos señores se llaman surrealistas y casi todos vivían en París. Su fama, como es natural, es tremenda, y para entrar en su casa tiene uno que pensarlo mucho; luego resulta que las casas de esos señores, casados con estatuas a las que contemplan con ojos furibundos en el retrato del día de bodas, son casas más o menos normales. Por ejemplo, la casa del poeta surrealista Robert Desnos, que tiene muchos cuernos en las paredes, una espada de cristal en la cabecera de su cama, una señora que se llama Yuki, un perrito Fifí y un día de recibo que es el sábado. Los surrealistas son terribles: hacen una profesión de la crueldad y demás menesteres; su oficio es herir la moral burguesa y su afición principal asustar a sus semejantes y después venderles sus productos. Las señoras de todas las clases sociales padecen ataques de nervios en cuanto un señor de ésos aparece en público y, pasado el susto, les compran un cuadro.

SURREALISMO EN ESTADO DE NATURALEZA Nosotros los mexicanos somos más surrealistas que ellos, pero de una manera natural. No hay más que leer la página roja de los diarios para darnos cuenta de ello: “Señora que se traga la lengua de su esposo”; “Tenía calentura y cazó a un vecino”; etcétera. O ir un día a la Cámara de Diputados y oírlos hablar de su “distribución del régimen”, de la educación socialista o de la defensa de la democracia. En un país en el que hasta la geografía es surrealista (definición de Rafael Alberti: “Los mexicanos son unos locos rodeados de montañas por todas partes menos por una, que se llama cielo”), nada resulta surrealista; de allí que tuviéramos, sin darnos cuenta, a la surrealista más grande que haya habido: Frida Kahlo de Rivera. Y así como Colón, y no Moctezuma, descubrió a América, André Breton, y no Diego, descubrió a Frida. FRIDA EN SU SALSA A raíz de este descubrimiento, los mexicanos nos dedicamos a leer en los periódicos el viaje de Frida a París, el éxito de su exposición, la venta de uno de sus numerosos autorretratos al Museo de Arte Moderno de esa ciudad, etcétera, todo lo cual nos enorgullecía. Después de esto ha llovido algo y ya todos sabemos, más o menos, quién es Frida Kahlo. No obstante, hay que puntualizar y presentar a Frida tal como es: desde luego es guapa, muy guapa; tiene una extraña afición por los Judas que la vigilan a la hora de pintar, de recibir y de dormir. Hay en su

estudio dos enormes Iscariotes, uno de los cuales, puesto junto a una ventana, chorrea sangre, muy seriecito; el otro, al fondo, enorme y bien plantado, está como de visita. Uno se pregunta: ¿por dónde entró? En su habitación hay una cama con dosel y encima un Judas–calavera, recostado en dos mullidos almohadones de raso color de rosa; tiene también rorros, nichos, santos, diablos y puerquitos de alcancía. En el corredor hay filas militares, no de magueyes, como pensaría Carlos Pellicer, ni de macetas, como usted lo está pensando, lector, sino de ídolos pensativos y tristones. En un ambiente así, claro está que no pegaría una señora en traje de tenis, ni a una deportista se le ocurriría crear una atmósfera semejante; por eso, contraviniendo la tiranía de la moda, Frida se presenta siempre y en todos los sitios vestida con lujosos trajes de tehuana o de cualquier otro sitio del país, trajes que, usted, lectora, llamaría disfraces. (¿Y no será que muchas andan disfrazadas de occidentales, como las japonesas vestidas de girls?) En resumen, Frida vive completamente alejada de la moda, es hermosa y tiene un gusto terrible, que es mejor que tener “buen gusto”. Añada usted a esto que es muy inteligente, que habla de una manera “chicha”, que si su abuelo paterno era alemán, su abuelo materno era indio, y tendrá aproximadamente idea del tipo de nuestra involuntaria surrealista.

SUS PINCELES LA RETRATAN Hemos escrito “involuntaria surrealista” de un modo intencional. En rigor, todo verdadero surrealismo debería ser involuntario, pero pocas veces ocurre así. Frida pinta hace once años, “desde que me apachurró un camión”, nos dice. Estudiaba en la Preparatoria, no le interesaba la pintura, pertenecía a la banda de “los cachuchas” y era dinamitera. (No obstante, nunca ha ido a la cárcel). El accidente la entristeció, la cambió; desde ese día le gusta pensar en la muerte y pintarla. No le interesa la pintura como oficio ni como arte. Pinta para expresarse, para comunicarse; lo único que le gusta, en el fondo, es pintar: pintarse, mejor dicho. Toda su pintura es autobiográfica y, más que autobiografía, confesión. Su infancia, su adolescencia, los conflictos por los que atraviesa, sus fracasos y sus éxitos, los pasa al lienzo, con una ingenuidad maliciosa. Porque su ingenuidad es maliciosa, tiene un doble fondo; es más adolescente de lo que la gente cree y menos de lo que ella se siente. Su pintura es como un diario; no un diario bobo, de colegiala; tampoco un diario de persona madura, sino de colegiala sonámbula, con pesadillas, con visiones, con presentimientos y recuerdos. Su pintura es más realista de lo que creen los críticos y, después de todo, casi no tiene fantasía, sino memoria, que es más importante. Memoria, no para el mundo exterior, sino para su propio mundo íntimo; ojos, no para el paisaje, sino ojos interiores, hacia adentro, para ver los sueños, los sentimientos, los rostros y las manos que la han ido formando lentamente, desde antes de nacer. Por eso dice que los surrealistas son muy sangrones y Dalí le cae “gordo”. Es un farsante y, además, no conoce bien su “oficio”. (¿El de pintar o el de “epatar”?) CASAMIENTO Y MORTAJA DEL CIELO BAJA Hace un año y meses Frida se divorció de Diego. (Cuando digo Diego digo Diego, no digo Rivera, porque no hay otro Diego que el Diego que digo.) Hace tres meses se volvieron a casar en San Francisco, en donde Diego pintaba un fresco y a donde Frida, en avión, llegó a curarse, gravemente enferma. Pero no bajó del cielo para morirse, sino para casarse. Su segundo matrimonio con su primer marido no le cayó de nuevo, naturalmente. Y ahora, después de estos agitados meses, Frida, en su casa de Coyoacán, se dedica a pintar para su próxima exposición, que se hará a fines de este año, en Nueva York. Y colorín colorado... L


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Isabella Corona, actriz

egún algunos benévolos extranjeros, México es un país en formación; según otros, es un país en revolución. En realidad es las dos cosas, más una tercera: un país de difícil digestión. La difícil digestión de los ciudadanos mexicanos tiene varias explicaciones: una, la altura excesiva, que dificulta el regular funcionamiento del cuerpo; otra, lo complicado y oriental de la alimentación y, por último, el hecho de que como México llegó tarde a esos grandes momentos de la historia que se llaman Grecia, Roma, Edad Media, se ha dedicado a asimilar agitadamente —como los niños golosos— todas esas teorías exóticas que nos llegan de Occidente desde hace 400 años y pico. Y la cultura europea es un platillo fuerte, de difícil asimilación, complicado, y que de tan maduro ya casi se descompone. Cada humilde ciudadano vive, pues, haciendo el papel de agotado y decadente europeo, para quien el mundo se está deshaciendo; y cuando la cultura y los clásicos se vuelven incomprensibles y mortales como un veneno, no queda más remedio que inventar una revolución. Mediante la Revolución, México vuelve a la salud y, después de una dieta más o menos prolongada, reanuda la pantagruélica tarea de devorar toda la civilización europea. La última intoxicación mexicana, que alcanzó una especie de parálisis general del cuerpo de la nación, se llamó: porfirismo. De la intoxicación y falsificación porfirista nos salvó la Revolución, que fue una especie de purga de colosales proporciones. Y, ahora, de nuevo con apetito. México, como dicen en los discursos: “Se reinicia en la senda del progreso”. Una de las cosas que México necesita asimilar y reinventar es el Teatro. ¿Por qué no hay Teatro Mexicano? O, siquiera, ¿por qué no hay teatro, buen teatro, en México? Es un misterio; nadie lo sabe. Ha habido muchos intentos, muchos esfuerzos, pero ninguno de ellos ha culminado en la formación de un Teatro de México. Algunos fatalistas dicen que el teatro es algo que está en contra del espíritu mexicano, ese ser extraño, aislado, tímido, burlón, “para adentro”, constante enigma para los Lawrence, Frank, etcétera, que nos visitan. Pero no es así. Y para demostrarnos que, por el contrario, en México puede existir el Teatro, viven unas cuantas personas: Rodolfo Usigli, Julio Bracho, María Teresa Montoya, Xavier Villaurrutia, Isabella Corona, Alfredo Gómez de la Vega... Después de la gran purga revolucionaria era difícil que naciera el Teatro sin la ayuda del Estado. Pero el Teatro existe, late, quiere nacer. Solo falta una ayuda adecuada, un esfuerzo constante, generoso. El público responderá; lo hemos visto acudir a la sinfónica, al ballet, a los conciertos. Dentro de poco lo veremos en la temporada de Teatro que dirigirá Julio Bracho. Y, sobre todo, escuchando la voz cálida, profunda, de Isabella Corona, sin disputa la actriz joven de más talento, capacidad y vocación con que contamos. Isabella Corona fue, durante mucho tiempo, la única verdadera esperanza del teatro mexicano. La otra, muy respetable y señora mía, no era esperanza, sino pasado. Y, ahora, veremos cómo cumple, cómo nos cumple Isabella esta esperanza que los amigos del Teatro tenemos en ella. Isabella es una de las pocas actrices mexicanas formadas en eso que se llama Teatro Experimental. Durante muchos años ha trabajado en salones reducidos, para un público pequeño y exigente, de escritores, pintores, músicos. Su primer gran papel lo representó en

ESPECIAL

DE PORTADA

el pequeño Teatro de Orientación, que dirigía Celestino Gorostiza: se trataba de la Antígona, de Sófocles. Después vimos una de sus mejores interpretaciones: la Miriam, de Lázaro rio, la estupenda obra de O’Neill, en la inolvidable “versión escénica” de Julio Bracho. Casada durante algunos años con Julio Bracho, a éste le debe, según confesión de ella misma, su actual calidad de actriz. Naturalmente que no ha sido solo la dirección de Bracho, sino también algo que Isabella no ha adquirido: temperamento, voz, vocación, talento natural de actriz. En 1936, la Universidad Nacional encargó a Julio Bracho una breve temporada. Y entonces pudimos contemplar —y escuchar— una excelente versión de Las troyanas. En esta obra, Isabella Corona, ya en trance de madurez, exhibió las más puras de sus capacidades, representando el papel de Casandra: inspiración, sobriedad, y una voz que la emoción templaba y hacía grave, profunda. Hasta aquí Isabella Corona había sido una actriz trágica. Algunos encontraban en esto un mérito; otros, una limitación. Pero el año de 1938, la Secretaría de Educación Pública, en un intento esporádico, organizó una nueva temporada teatral. Se “pusieron en escena” dos obras solamente: la boba comedia de Bontempelli, Minnie la cándida, y Anfitrión 38, de Jean Giraudoux. Esta última fue dirigida por Julio Bracho y el principal papel femenino, Alcmena, lo desempeñó Isabella Corona. Nunca la habíamos visto en un papel así, lleno de gracia leve, de ironía y buen sentido. Y de nuevo triunfó. Una vez más la frase de Diderot acerca del carácter de los comediantes fue comprobada por la realidad: “El carácter de los comediantes consiste en no tener ninguno”. O, mejor dicho, en tenerlos todos. Isabella Corona no solo era capaz de conmovernos y conmoverse con Antígona o Casandra, sino que también podía representar pasiones más equilibradas y temperamentos más serenos y graciosos. Poco después, Isabella, ante la crisis del Teatro, llega al gran público por la vía o camino real del cine. Y gana, por su interpretación del papel de hechicera en La noche de los mayas, el primer premio cinematográfico. Estella Inda, que era la primera actriz de la película, fue desplazada por el talento de Isabella. Y el cine mexicano tuvo, por primera vez, una auténtica actriz entre sus filas. Ha hecho otras películas, aunque el cine no es para ella lo mejor de su vida. Lo mejor de su vida y de su talento están consagrados al Teatro. Y al Teatro volvió con Fernando Soler, en la temporada de Bellas Artes. Y ahora, Isabella Corona se prepara para, sin duda, la temporada más importante y decisiva en su carrera. Y no solo para su carrera, sino para los destinos del Teatro Mexicano. Julio Bracho, el único director mexicano con sentido del teatro y del público, intenta ahora un esfuerzo de grandes proporciones, bajo el patrocinio del Departamento de Bellas Artes que dirige Mauricio Magdaleno, el joven escritor mexicano. Se trata de un repertorio selecto: dos obras clásicas (¿Volpone entre ellas?); dos obras mexicanas y una moderna. Y en la escena los mejores actores; para los decorados, los mejores pintores. Ojalá que la envidia, la vanidad, los celos ridículos, característicos de la muy respetable casta de los comediantes, no frustren esta temporada con exigencias o rencillas pequeñas. Y ojalá también que la política, sobre todo la política burocrática, no paralice este intento que ahora emprenden Magdaleno, Bracho, Margarita Urueta de Villaseñor y otras personas. L


LITERATURA

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LABERINTO

PEDRO VALTIERRA/ CUARTOSCURO

En su casa de Cuernavaca

Nada más que intimidades REPORTAJE VÍCTOR NÚÑEZ JAIME/ MADRID

E

l equipo de Drácena, una editorial española independiente centrada en “difundir textos editados y extraviados en el tiempo de autores en castellano”, llegó a la conclusión de que para vender a la nueva autora de su catálogo, una mexicana ya fallecida y poco conocida por estos lares, era necesaria una faja con “una frase de contexto” que acompañara al libro. Por eso, sobre la portada en blanco y negro de Reencuentro de personajes colocaron una tira de papel rojo carmín en la que se leía en letras blancas: “Mujer de Octavio Paz, amante de Bioy Casares, inspiradora de García Márquez y admirada por Borges”. La distribuidora envió la casi totalidad del tiraje (mil ejemplares) a las librerías y algunas de ellas pusieron en sus respectivas mesas de novedades la historia protagonizada por Verónica, amante de Frank, un asesino que se jacta de haber inspirado a algunos de los personajes de Scott Fitzgerald. Pronto alguien, en alguna librería, enfocó la cámara de su teléfono celular en el libro, colgó la fotografía en sus cuentas de Twitter y Facebook y con ello desató una ola de comentarios en contra de la “definición machista” de una de las escritoras fundamentales de la literatura en lengua española. La frase de esa faja no solo es machista sino, sobre todo, la síntesis de la imagen que se tiene de Elena Garro en España, donde en los últimos días, debido al centenario de su nacimiento, la prensa se ha ocupado de ella. En cada reportaje se hace referencia a Los recuerdos del porvenir (solo a este libro) como una “obra clave para el realismo mágico, la corriente literaria más emblemática de Latinoamérica”, pero se abunda, sobre todo, en los detalles de su “atormentada–tremendita–fatalista” vida personal. En

la civilización del espectáculo (Vargas Llosa dixit) y, concretamente, en un “país de cotillas”, lo más frívolo de la cultura es el anzuelo para atrapar al público. La vida conyugal, el divorcio, el amasiato, el espionaje, la decadencia… opacan la obra (sin analizar) en las páginas culturales que cada vez se parecen más a las revistas rosas. Hace unas semanas, el diario El Mundo ofreció a sus lectores un amplio perfil titulado “Elena Garro: la madre maldita del realismo mágico”, en el que destacaba: “En el centenario de su nacimiento, México redime a la escritora, ex mujer de Octavio Paz, coinventora de un género literario que rechazaba, y sentenciada en su época por alta traición a la intelectualidad patria”. Incluye declaraciones de la biógrafa Patricia Rosas Lopátegui y del investigador Carlos Castañeda sobre los elementos y hechos “que permiten entender” la vida de “una mujer atractiva, rubia, parecida a Tippi Hedren, sobria y elegante”. “Creo que Elena Garro amó a Octavio Paz, pero pronto sintió el yugo del machismo y de la egolatría de Paz. Eran dos personalidades e ideologías opuestas. Paz siempre en los linderos del poder y de la gloria, y Garro en defensa de una literatura crítica sin concesiones y en pro de las víctimas de los oligarcas. Paz en el poder; Garro en contra de él. Fueron la pareja que nunca lo fue, al decir de Elena Garro”, dice Rosas Lopátegui en El Mundo. “La culta, bella y cautivadora mujer no duda en posicionarse y reivindicar las marchas rurales frente al grupo de intelectuales izquierdistas de la ciudad de México que de alguna manera desprecia. […] Tras la masacre del 2 de octubre de 1968, queda en medio de un fuego cruzado. Para la intelectualidad mexicana es una delatora que da a los servicios secretos nombres de las personas involucradas en las revueltas. El escritor Carlos Monsiváis la califica de ‘cantante del año’. A su vez, los servicios secretos, entre los que tiene amigos y detractores históricos,

le exigen colaboración para salvarse de la pira intelectual y ella entra en total paranoia persecutoria”, dice el texto sobre la escritora que “murió en una pocilga miserable, donde fumaba sin parar, entre decenas de gatos”. Bajo el título “Elena Garro, una escritora contra sí misma”, el periódico El País subrayó: “México celebra el centenario del nacimiento de la autodestructiva autora, envés obsesivo de Octavio Paz”. El reportaje se centra en el fatalismo de la vida de la autora fallecida en 1998. “Hipérbole de sí misma, seductora y delirante, la vida de la más enigmática escritora mexicana del siglo XX es aún una herida abierta en México y Latinoamérica. […] Novelista, dramaturga y poeta, Garro hizo de su existencia un cuento absurdo, pero dio al mundo una literatura que solo ahora, en el centenario de su nacimiento, empieza a contemplarse en toda su inmensidad”, afirma. Y más adelante especifica: “El naufragio del matrimonio ­con Octavio Paz era evidente. Nada lo podía salvar, pero el divorcio no llegó hasta 1959. Y con dolor. Paz acudió a Ciudad Juárez y tramitó una separación exprés. Garro se enteró por una notificación judicial. Con aquel papel, el poeta soñó enterrar el vínculo, algo que jamás lograría. ‘Ella es una herida que nunca se cierra, una llaga, una enfermedad, una idea fija’, llegó a decir”. El Heraldo de Aragón ha preferido centrarse en “La pasión de Elena Garro y Adolfo Bioy Casares”. En su sección de Cultura, relata a la manera de un folletín los tres encuentros que tuvieron la mexicana y el argentino, así como la relación epistolar entre ambos. “Se conocieron en París en 1949, en el hotel George V. En esa primera cita, cuando los dos tenían sus respectivas parejas, pasó algo entre el seductor y la joven escritora. Hubo una atracción inmediata, una curiosidad recíproca. Bioy hizo lo posible para concertar un encuentro en un bosque de las afueras (Paz era diplomático y estaba ocupado) y se dice que caminaron, que hablaron, que se besaron y que alquilaron una pensión para pasar unas horas juntos. A partir de entonces, Bioy y Garro iniciaron una intensa correspondencia. La remitida por el autor de El sueño de los héroes, una novela que es casi un documento sobre su relación clandestina y apasionada, consta de 91 cartas, 13 telegramas y tres tarjetas postales, enviadas durante 20 años, hasta 1969”. El diario más leído en Zaragoza, Huesca y Teruel, no escatima en detalles: “Helena Paz Garro supo por las palabras de su madre las claves de la historia de amor y en cierto modo también la vivió. En sus Memorias (Océano, 2003) revela que su madre se quedó embarazada de Bioy y que la situación provocó el enojo de su padre, Octavio Paz, que habría obligado a abortar a su esposa. Según Helena, Paz le dijo a su madre: ‘Ese niño legalmente es mío. Cuando nazca se lo voy a mandar a mi madre. Y si tú te vas con Bioy, no vuelves a ver a Helena, pues el diplomático y el que tiene el poder soy yo. La embajada me apoyará, ¡pobre estúpida!’”. No sería de extrañar que la editorial Drácena se haya basado en textos periodísticos como éstos para hacer la faja en la que define a la nueva autora de su catálogo como mujer, amante e inspiradora, antes que novelista, cuentista y dramaturga. Después de que, en ambos lados del Atlántico, las redes sociales estallaran contra “la frase machista”, hace unos días Drácena le pidió a su distribuidora que quitara las fajas de todos los ejemplares esparcidos por un puñado de librerías españolas. Quién sabe, pero es probable que tras el escándalo pronto tenga que llevar a cabo la primera reimpresión del libro. L


MILENIO

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× A

UN EPISODIO INTERNACIONAL HENRY JAMES Funambulista España, 2006 216 pp. Ahora que los libros de Funambulista circulan con toda libertad por México, no hay que perder la oportunidad de leer, o releer, esta deliciosa novela publicada en 1874. Como en tantas ocasiones, James arroja un veredicto ácido sobre la sociedad inglesa, impermeable a la crítica y aun a la ironía, de la que es una gran exponente, al confrontar a un joven de altos vuelos con una estadunidense que representa los aires de cambio y autonomía en una época en que las mujeres no pasaban de ser dóciles compañeras.

LA NOVENA MARCELA SERRANO Alfaguara México, 2016 252 pp. Esta novela gira en torno del encuentro (y desencuentro) de dos personajes con distintos intereses, formaciones, apegos e ideología, dos personajes distanciados, también, por la identidad generacional: en los años de la dictadura de Pinochet, el estudiante universitario Miguel Flores es detenido y enviado a una zona agrícola alejada por completo de toda actividad política. Ahí, repudiado por los lugareños, conocerá a Amelia, una viuda de mediana edad y dueña del fundo La Novena. Entre ambos seres, disímbolos, extraños entre sí, inclusive antagónicos, surgirá una intensa relación.

EL DIBUJO DE LA ESCRITURA JORGE F. HERNÁNDEZ Alfaguara México, 2006 247 pp. Que el autor de La emperatriz de Lavapiés es un animador de todo encuentro literario, que agita la tertulia más desangelada y que alguna vez quiso saltar al ruedo como novillero no son referencias que escapen al lector común. Pero que también se entregue al dibujo resulta sorpresivo. Esa es la faceta que consigna este libro por donde aparecen las muchas caras que adopta la vocación literaria. Los trazos se plantan con sencillez, lo que hace aún más disfrutable la experiencia, por lo demás llena de buen humor y desenfado.

CRÓNICA NÚM. 1 FELIPE RESTREPO POMBO (COMP.) UNAM México, 2016 400 pp. Como recuerda Rosa Beltrán en la presentación, la crónica está en el origen de las letras del Nuevo Mundo. Y aunque en algún momento estuvo a la baja, con los modernistas resurgió. Antes de que se le otorgara el Premio Nobel a Svetlana Aleksiévich, ya había recuperado su prestigio. Este primer volumen ofrece un panorama de la manera en cómo se ha trabajado recientemente en el continente. Como apunta el compilador, los cronistas reunidos ofrecen “un nuevo descubrimiento de América”.

SMART FRÉDÉRIC MARTEL Taurus México, 2016 407 pp. A las múltiples dudas que suscita la Internet podrían sumarse preguntas como ¿cuál es el secreto por el que China pudo crear sus propios clones de Google, Facebook y YouTube?, ¿cómo fue que los países árabes usaron las redes sociales para sus revoluciones?, ¿por qué el inglés es el idioma dominante en la antes llamada súper carretera de la información? Martel responde estas preguntas mediante una insólita investigación que pasa lo mismo por Silicon Valley que Tokio, Washington, Brasil, Gaza y Cuba y, seguramente, también por el sótano ermitaño de los hackers y los nerds.

F U EG O

EN LIBRERÍAS

L E N TO ×

LA CAÍDA DE COBRA

José Miguel Tomasena Tusquets México, 2016

Lo mismo adentro que afuera ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

S

i algo bueno ha dejado la proclamada guerra contra el narco que hace diez años inauguró y comandó Felipe Calderón, y cuyas secuelas permanecen accesibles a cualquier hora del día, son diez o doce novelas que han sabido ir más allá de la prisa informativa, la revancha y las proclamas a favor del iluminismo político. En esa inmensa minoría conviene incluir La caída de Cobra, que no se instala en la línea de fuego, donde policías, militares y criminales exigen sus cuotas de sangre y fuego, sino en un indeseado después: la cárcel y sus normas que reproducen las mismas que hacen posible la existencia en las calles de verdugos que matan riéndose. El narrador creado por José Miguel Tomasena accede a ese universo cerrado sin espada flamígera ni sayal de redentor. Desdeña la acusación y la piedad. Solo ve y registra, con una economía de palabras que corresponde al propósito de guardar la distancia. Muy poco ocurre dentro de los personajes, de modo que podemos ahorrarnos la psicología de dispensario. Hay un mérito infrecuente en esta disposición que sabe conservar la energía para ocuparse de las acciones siguiendo un ritmo de flujo y reflujo, de explosiones de violencia y paz caminando sobre cristales rotos. Cobra no es otro que un cobrador satisfecho de su trabajo: escarmentar a quienes rompen las normas impuestas por el grupo de narcotraficantes que gobiernan el penal de Boca Chica, una réplica de aquellos a los que únicamente ingresan violadores, pederastas, secuestradores, desechos. Pero cae en desgracia. Debe entonces recobrar la confianza de sus patrones y, sobre todo, guardarse las espaldas de todos a los que humilló y sacudió a golpes. Así de simple es el argumento ideado por Tomasena, pero dentro de esa simplicidad —un valor de limitado acceso— aparecen y desaparecen personajes concebidos en unos pocos trazos, suficientes y certeros para darnos la medida de sus actos. Y ya que el narrador no personifica a nadie, ya que no intenta emular a Dostoievski, apenas y es posible solidarizarse ante sus piernas rotas, sus testículos mutilados, sus bocas alimentándose de cucarachas. En Cobra podemos reconocer a una víctima de las circunstancias —infancia miserable y todo eso— y aun al fanático religioso y arrepentido que sin embargo no puede torcer su condición de paria y asesino a sueldo. No faltará, por supuesto, quien quiera suponer en él a una víctima del sistema penitenciario, de la guerra contra el narco, de los tlaxcaltecas y todo eso. Pero ya que se trata de literatura, del hijo de una primera novela envidiable, hay que verlo como uno de los seres que con mayor hondura han sabido encarnar la orfandad que parece multiplicarse entre nosotros. L


CINE

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LABERINTO

ESPECIAL

Gil González

“La familia nos da estructura como personas” Los Hámsters ingresa a un hogar tijuanense en el que todos son extraños entre sí Gisela Madrigal interpreta a Beatriz

ENTREVISTA

HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com

U

n padre es incapaz de informar en casa que ha perdido el empleo; una madre está ansiosa de tomar un segundo aire y con ánimos de flirtear con un joven; un hijo próximo será papá; una hija se halla envuelta en un triángulo amoroso. En casa nadie sabe nada del otro. En Los Hámsters, el realizador tijuanense reflexiona sobre la incomunicación familiar en tono de comedia. Los Hámsters es una historia inspirada en Big Brother.

Es verdad. En 2006, cuando estaba de moda aquel programa, escribí el guión para un cortometraje, pero lo dejé arrumbado hasta 2012, cuando lo retomé para mi tesis del Centro de Capacitación Cinematográfica, solo que para entonces ya quería hablar de una familia disfuncional que no se comunica. El cine mexicano ha girado alrededor de la familia.

La familia nos inquieta porque, de alguna manera, es lo que nos estructura como personas. Me parece necesario reflexionar al respecto. En la película vemos a un padre desempleado, pero no se lo cuenta a su familia. Situaciones como ésta son cotidianas. Quería hablar de las dificultades para conseguir trabajo cuando eres mayor de 40 años. El hijo es un chico que no hace nada y de pronto se entera que será papá y eso lo llena de ilusión sin que piense en las consecuencias.

A cada personaje le da un peso específico y le atribuye rasgos arquetípicos. ¿Así lo planeó desde el principio?

Queríamos ampliar el espectro de los personajes y por eso seguimos a los cuatro durante un día. Para el espectador es importante porque conoce a cada uno y sabe las cosas que se ocultan unos y otros.

Y son precisamente los secretos lo que los aísla como familia.

Es algo que me aterra. No me gustaría atravesar esa situación, pero es algo común. Abundan las familias en las que sus integrantes no se conocen. Creo que las herramientas tecnológicas han acentuado este fenómeno: Internet y los teléfonos celulares nos acercan de una forma, pero nos alejan del contacto. Los hámsters son animales muy celosos de su espacio, solitarios y girando en su propia rueda.

La madre llama la atención porque es consciente de lo que sucede, pero no hace nada.

Le cuesta afrontarlo y, como está inmersa en la fantasía de un joven que le coquetea, prefiere callar. A la vez, trastoco la autoridad del padre. En México tiene la figura del proveedor y al no tener empleo solo siente vergüenza ante su familia.

HOMBRE DE CELULOIDE

¿Por qué abordar el tema desde la comedia?

La comedia es un vehículo directo para llegar al espectador y generar una reflexión. En las funciones me ha tocado oír risas nerviosas, porque tememos vernos reflejados. Además, aligera la historia y le quita densidad.

Pero hay de comedias a comedias. En el cine mexicano abunda la comedia romántica ligera.

Es verdad, abundan las comedias; muchas son francamente malas, pero un plus de Los Hámsters es que no presento actores conocidos. Al ser intérpretes poco famosos es más fácil comunicar el mensaje.

Tijuana es un personaje más. ¿Fue premeditado para eliminar a la ciudad del estigma?

Casi todos los realizadores se seducen por las mismas cosas: migración, prostitución y violencia. No está mal que así sea, pero a los tijuanenses nos interesa mostrar otra parte si no luminosa, al menos más cotidiana y libre de estereotipos. Los temas del cine mexicano están centralizados, por eso llama la atención cuando la gente descubre otras texturas, tonos y colores. Me seduce filmar fuera de la Ciudad de México. L

FERNANDO ZAMORA

@fernandovzamora ESPECIAL

Rojos y ecologistas

D

esde la primera secuencia Capitán Fantástico sabe cautivar: un muchacho emerge de la selva y corta el cuello de un ciervo. ¿Hemos vuelto a la edad de piedra? No. Es solo que el Capitán Fantástico y su esposa han decidido llevar a sus hijos al bosque para crear con ellos al rey filósofo. Para semejante efecto necesitan hacerse, primero, con una república platónica en la que Marx sea dios y Lenin su profeta. La película podría resultar chocante por su beligerante activismo, pero resulta muy recomendable porque es una comedia más bien inocente. Matt Ross, el director, consigue buenos resultados no solo porque Viggo Mortensen vuelve atractivo al comunista más recalcitrante sino, sobre todo, porque sabe dónde colocar la cámara, cuándo hacer sonar a Bach y, en suma, hacer buen cine. Si uno viese esta obra más allá del divertimento tendría que hacerse

la pregunta que aquí formulan los malos de la película: ¿cómo van a enfrentarse al mundo unos niños que creen que la única convención válida es no comer encuerados? El drama comienza a parecer honesto cuando nos enteramos de un suicidio, pero el realizador sigue fascinado con el buen salvaje y su guión termina por hacer parecer que el comunismo de los años sesenta (que en este siglo se ha vuelto ecologismo) es la única opción ante la frivolidad. Con respecto a la inocencia de la película, resulta oportuno que ésta se quede más allá, al otro lado de la pantalla, donde a nadie puede hacer mal, porque alejarse del mundo para volver a crear la sociedad desde el inicio (sueño de cualquier radical) ha cobrado víctimas tanto en la ficción como en la vida real. En la ficción está El señor de las moscas, en la vida real, cultos socialistas

Capitán Fantástico (Captain Fantastic). dirección: Matt Ross. guión Matt Ross. con Viggo Mortensen, George MacKay, Missi Pyle, Kathryn Hahn. Estados Unidos, 2016.

como los de la familia Phoenix, hippies que se hacían llamar “Los hijos de Dios”. Ellos dieron a sus hijos el primer churro. Varios años después River Phoenix terminaría muerto de un pasón, pero en películas como Capitán Fantástico las cosas nunca terminan tan mal. Los niños

seguirán presumiendo de ser los más sabios de su clase, se volverán granjeros orgánicos y, aunque pese sobre de ellos el suicidio de un ser amado, todo lo explicarán “científicamente.” El mundo no es así, pero el buen cine está lejos de ser como el mundo parece ser. L


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ESCENARIOS

ESPECIAL

Héctor Mendoza habla sobre Elena Garro* MERDE!

La obra dirigida por Adrián Vázquez se presenta sábado y domingo en el Foro Shakespeare

Un mundo no hecho a la medida Fractales expone los obstáculos que debe salvar una joven aspirante a llegar a la cima de la actuación TEATRO

E

l abuso de la narraturgia que se ha hecho presente en nuestra cartelera desde hace años deja secuelas que urgen atajar. Este tipo de textos escritos para ser articulados sobre el escenario exigen mayor complejidad, trabajo y destreza del autor, el director y el elenco, al otorgarles una aparente libertad, que los puede arrastrar al vacío. Aunque no sucede así en todos los casos, la fórmula empieza a gastarse justo cuando se ha llegado a creer que se domina. Paradójicamente, da la impresión de que los textos de esta naturaleza, desbordantes de palabras, aterran a los actores que se aferran a la velocidad de un ritmo imparable, como al madero en el mar picado. Muchas de las intervenciones y los parlamentos son expulsados por los actores como el estruendo que deja un rayo. El cambio de personaje a cargo de un mismo actor o actriz transforma automáticamente en caricatura al segundo personaje, para que le quede claro al espectador que, en segundos, el mismo intérprete ya representa a otro, con lo que esa necesidad urgente por evitar confusión rompe la ficción y trastoca el tono. A esto se añade la dificultad que implica representar una comedia, una pieza, una tragedia, o fragmentos de cada una, aunque haya quienes opten por decir que se ha eliminado lo que las diferencia. El problema es que contar algo es solo parte del reto que necesita avanzar en progresión múltiple para que el espectador siga ahí, absorbido por lo que sucede sobre el escenario, más allá de ver montajes coreográficos que llenan lo que debía nutrirse de actuación. Sin que esta síntesis sobre los montajes narratúrgicos aluda del todo a la puesta en escena de Fractales, escrita por Alejandro Ricaño en 2011, con dirección de Adrián Vázquez y actuación de Paulette Hernández, Luna Beltrán y Estefanía Ahumada, este trabajo detonó lo expuesto, porque la mayoría de las obras se inscriben en este formato y, a ratos, Fractales cae en las dificultades que este teatro impone. Sin embargo, al tratarse de una comedia, Fractales tiene espacio para muchas licencias que tanto autor como director se toman alegre-

ALEGRÍA MARTÍNEZ alegriamtz@gmail.com

mente, de modo que el resultado es un trabajo eficaz que el espectador recibe apaciblemente y degusta sin culpa ni sobresaltos. Las actrices, todas jóvenes, atractivas y entregadas al ajetreo de narrar, apoyar, aclarar, subrayar acciones con movimiento, con voz, mover los cuadrados escenográficos de metal con vidrio opaco que conforman los distintos espacios, escenificar fragmentos del pasado más de una vez, acudir al presente, retornar y exponer, cumplen el reto y aún más: consiguen la dignidad de un personaje femenino frente a ejemplares masculinos desechables y abusadores, que ellas también interpretan. La obra contiene las virtudes de los textos de Ricaño: el humor, las referencias a personajes conocidos, a nuestro entorno mexicano y a la idiosincrasia de una clase media que se cuestiona e intenta cumplir sus metas, el lenguaje cotidiano, desparpajado y soez a ratos, fuertemente anclado a un significado más allá de la palabra y a un sentido múltiple que se descifra según sea dicha la misma palabra, acertijo al que sabe jugar muy bien Adrián Vázquez, quien funge como director, pero que como actor y autor desentraña cada vez más. Fractales plantea el conflicto de una joven actriz que desea actuar en una cinta de González Iñárritu, para lo que acude a una audición y se percata de los obstáculos internos que la sujetan y de los que debe liberarse para seguir adelante. También es un paseo por la vida amorosa de esta joven, con un vistazo a la vida de su amiga, ambas plagadas de hombres abusadores de poca estatura humana, lo que le abre espacio al autor para subrayar la falta de autoestima de muchas actrices que autoboicotean su vida cotidiana. Sin olvidar la predilección que tiene este dramaturgo por abordar con humor el complejo tema del universo actoral frente al contexto cotidiano que pareciera un mundo incomprensible para las demás personas, Fractales es un juego escénico en torno al frustrante mundo de una joven actriz, a partir de la metáfora de esas figuras geométricas idénticas que se repiten, como los copos de nieve y como nuestros propios impedimentos. L

BRAULIO PERALTA juanamoza@gmail.com

N

o conocía a Elena Garro. Era un mocoso cuando Octavio Paz me invitó a participar en Poesía en voz alta. La virtud de crear ese grupo teatral, literario, de cofradía, fue suya. Sí, hubo muchos antecedentes, pero fue Paz el que le dio los cambios necesarios para que el grupo lograra sus cometidos. Y fue él quien me sugirió dirigir a la dramaturga en el cuarto de los cuatro programas del equipo, entre 1956 y 1957. Leí las piezas y accedí porque tiene que ver, mucho, con el lado lúdico, juguetón, de mis ideas sobre el teatro. No dirigí las piezas de Elena Garro por imposición. Los que me conocen saben que jamás trabajé así. Apenas traté a Elena Garro —más allá de consultarle algunos diálogos y sus intenciones para poder montarlos en escena—, pero justo por su obra supe de su enorme erudición por el conocimiento y dimensión que da a las palabras. Ya desde el nombre de una de sus piezas, Un hogar sólido —que se desarrolla plenamente en la tumba de un cementerio—, podemos percibir sus alcances irónicos sobre la vida, que siempre está en otra parte, que no es la cotidianeidad, que la vida puede discutirse en la tumba. Garro es una mujer distinta a las que había conocido en el teatro mexicano. Una mujer con poesía e imaginación, cuyos sueños hacía realidad con sus ficciones. Un gusto enorme haber montado Andarse por las ramas —el escape de una mujer casada que encuentra su alegría en los árboles. Queríamos hacer un teatro nuevo, moderno y vanguardista que rompiera lo establecido. Elena Garro es el único caso en el teatro mexicano donde la fantasía y la magia de su teatro proyectan ideas más allá de la realidad. Por algo fue la precursora del realismo mágico en México. Desde el principio, Octavio Paz desapareció las intenciones académicas o aburridas para leer poesía en público y convirtió aquello en lo que fue: el despertar de la escena mexicana con otras intenciones, más allá de la declamación de textos sin intencionalidad, tono o gestualidad. Fue una revolución. No lo digo solo: lo dicen los críticos de la época, aunque la verdad, éxito de público, no tanto. Ninguno de los fundadores de Poesía en voz alta tenía experiencia teatral, salvo yo. Octavio Paz escribió por primera vez una obra de teatro, que yo dirigí: La hija de Rappaccini. La pieza de Paz no tuvo el éxito de crítica que recibió Garro. Los dos conocían el lenguaje y la poesía, pero lo de Garro fue un parteaguas en el teatro mexicano. Lo de Paz estaba inspirado en un cuento de Hawthorne. Lo de Garro —como Juan Rulfo—, eran las esencias del habla popular y su infancia. Monté las obras de Elena Garro —las que ya mencioné y Los pilares de doña Blanca— en el cuarto programa de Poesía en voz alta. Lo hice con realismo y no realismo, como lo merecía la dramaturga. L * Texto confeccionado a partir de varias entrevistas. ESPECIAL


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LABERINTO

ESPECIAL

Banal TOSCANADAS

DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

U

na de mis peores experiencias como visitador de museos la tuve hace unos días, cuando fui al Marco, en Monterrey. Primero vi una exposición tipo museo de cera, con la diferencia de que en vez de toparme con la figura de Cristiano Ronaldo había personajes desconocidos y muchachas encueradas. Pero eso me dio lo mismo. Desde siempre sé que el hiperrealismo no me dice nada. Maravillarme porque algo parece real es un asombro primitivo, no artístico. Y en todo caso creo que pertenece más a un museo de la tecnología, o del erotismo, ahora que se ha pasado de las burdas muñecas inflables a ésas que dan un sustituto plausible a las almas solitarias. Luego vino lo peor. Una selección de obras del museo de arte contemporáneo de Burdeos. Mamma mia! En verdad se trata de una tomadura de pelo. Y sin embargo, acabé riendo con buen sentido del humor cuando me puse a comparar las obras con los textos que pretendían explicarlas. Por ejemplo: apenas en la entrada, nos encontramos ocho letras pegadas en la pared que dicen toujours. Supuse que no era sino un rótulo de la exposición, pero no. Se trataba de una obra que me invitaba a precipitarme “en el universo romántico”, parte de un “diario íntimo de la fugacidad del tiempo vivido o de la fragilidad de nuestra memoria frente a la banalidad de lo cotidiano”. Al leer esa palabrita, yo debía “evocar la ternura o la pasión” y dejarme tocar por “una porción del romanticismo y la ensoñación” del artista de marras.

En la pared frontera, tenemos otras cuatro palabras sin chiste que cuestionan “nuestros sentimientos de temor y angustia frente a la desaparición, la soledad y la muerte”, evocando “la angustia existencial del ser frente a su destino”. Unas piedras desparramadas en el suelo junto a un martillo cuestionan “las nociones de trabajo, de repetición y de actividad”. Un video en que un tipo se recarga iterantemente en un rincón pretende “observar los límites del cuerpo y analizar su situación en el espacio” así como “explorar el concepto del cuerpo apoyándose en su conocimiento de los textos sobre filosofía del lenguaje del austriaco Ludwig Wittgenstein”. A veces ni los mismos curadores hallan arte en lo que muestran, y apenas nos dicen lo que ya se ve. Así, cuando nos paramos frente a un mural y lo único que percibimos son líneas horizontales,

LO QUE CONTEMPLAS

verticales, oblicuas derechas y oblicuas izquierdas, el texto nos informa que “figuran cuatro tipos de líneas: horizontal, vertical, oblicua derecha y oblicua izquierda”. Luego de tanta cagarruta no se sabe si la silla que abandonó el guardia es parte de la exposición, y no falta quien se ponga a buscar en ella la clave de la existencia humana o el signo de nuestros tiempos. Al final tenemos un insufrible video de un “artista” que grita. No es que se esté haciendo el payaso, sino que la obra lo muestra “confrontándose a sus propios miedos y en contacto con fuerzas amenazadoras”. Esos artistas, por supuesto, proclaman que luchan contra la frivolidad; pero el talento no les alcanza para tanto y por eso acaban poniendo su grano de arena para que este mundo sea más ramplón, menos bello, más insípido y banal. L

ADRIANA DÍAZ ENCISO

ESPECIAL

El problema de Daniel Blake

E

s verdad. Solo que no lo es. Ese es el problema. Cuando Ken Loach, con las mejores intenciones, lanza al mundo el bofetón de Yo, Daniel Blake, filme ganador de la Palma de Oro en Cannes, los críticos se atropellan por ser quien la elogie más, supongo que con un terror inconsciente de encontrarse criticando un estallido de crítica social tan evidentemente “correcto”. ¿Cómo atreverse? Cada vez hay más gente mendigando y durmiendo en las calles, los sistemas de prestación social y de salud se están quebrando bajo una presión insostenible, la brecha entre ricos y pobres crece y crece, y el capitalismo sigue devorando cuanto encuentra a su paso con obscena insaciabilidad. Luego entonces, hay que aclamar la propaganda: lógica que constituye uno de los vicios más nocivos y catastróficos que ha arrastrado la izquierda a lo largo de su historia. Yo me atrevo a romper este mandamiento

porque la propaganda no es verdad, nunca. No en el sentido en que esta ultrajada palabra importa más, en el de nuestra más inalienable humanidad. Los personajes del filme de Ken Loach, santificados y martirizados, mienten. Mienten porque, pese a que en el Reino Unido se dan innumerables historias tan trágicas, injustas y atroces como las suyas, y a que la burocracia del llamado sistema de beneficios es a menudo desmoralizadora, incomprensible e ineficaz, esta versión inglesa de Nosotros los pobres no hace sino degradar más a las víctimas (de las circunstancias, del sistema despiadado de desigualdad y explotación en que, como planeta, vivimos), a través de la más descarada manipulación emocional, el lugar común y la exageración de la tragedia para que, como en la Justine de Sade, la víctima sea pisoteada y ultrajada, en efecto, mediante la violencia de la caricatura.

adrianadiazenciso@gmail.com

Escena de la película de Ken Loach

Loach quiere demostrar que el sistema actual de asistencia social es el peor equivalente del antiguo asilo de pobres. Nada más que en éste, su filme más reciente, el genio para la obra de denuncia de un Charles Dickens, o un Thomas Hardy, brilla escandalosamente por su ausencia. Fui a ver Yo, Daniel Blake predispuesta, por crítica y amigos, a que me gustara. ¿Acaso no he padecido yo misma muchas de las indignidades, humillaciones y fatiga que se encuentran en los vericuetos del sistema de benefits? Salí, en cambio, ofendida. Furiosa porque el resto de dignidad que les queda a las clases más desprotegidas de

la sociedad les sea arrebatado por la más pura manipulación de los sentimientos en aras de un “ideal”. Volvamos a Dickens: maestro en semejante manipulación, buena parte de su genio reside en, pese a esa debilidad suya, escribir novelas rebosantes de la verdad de lo que significa ser humano. Daniel Blake, el carpintero enfermo, y Katie, la madre soltera, puestos al servicio de un discurso, han sido despojados de esa verdad a manos de su creador. Si en semejantes obras maestras radica la fuerza de la izquierda, me temo que llevamos las de perder. L


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